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CENTRO DE ESTUDIOS FILOSOFICOS

EL HOMBRE

LA VIDA

LA DEIDAD
A - IV

Casilla 13114 - Santiago - Chile


CENTROS DE ESTUDIOS FILOSOFICOS

EL HOMBRE
LA VIDA
LA DEIDAD
A - IV

Casilla 13114 — Santiago-Chile


Constitución septenaria del hombre

Tradicionalmente es corriente referirse a la cons-


titución del ser humano como un compuesto de cier-
tos cuerpos o depósitos que contienen vibraciones de
materia sutil diferentes unas de otras, a las cuales se
llama planos.
En realidad efectiva, estos planos vienen a cons-
tituir niveles diferentes en su calidad dentro del ser
humano, y que se presentan como climas o "modos"
que se agitan o actúan dentro del hombre, moviéndo-
nos en determinadas direcciones, muchas veces sin
control ninguno inteligente de parte nuestra, y que
hace que seamos casi unos muñecos dirigidos por
aquellas fuerzas o energías inconscientes y aescontro-
ladas de los niveles de vibración que nos componen.
Conviene tener presente que toda esta composi-
ción de planos dentro de sus cuerpos correspondien-
tes, está ubicada dentro del total de nuestro ser, in-
terpenetrándose unos con otros y produciendo, enton-
ces, una amalgama de vibraciones de energía que se
presenta en un principio muy difícil de comprender,
si no se lleva un método de estudio bastante orde-
nado.
Para ello, tendremos que diferenciar estos planos
o modos o estados de vida, dándoles a cada uno una
calidad bastante diferente y separando los niveles co-
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mo si estuvieran aislados, siendo que, en realidad no
lo están.
Numerosos autores, sobre todo orientalistas, nos
han hablado de los planos_que componen el ser hu-
mano, dándoles ciertos nombres extraños a nuestro
lenguaje occidental y que respetamos, en atención al
venerable origen de donde proceden. Por ejemplo, co-
rrientemente se cita al hombre como un compuesto de
cuerpo, alma y espíritu, conformándose el hombre co-
mún con el cuerpo y el alma, pues con ello satisfacen
muchas de sus inquietudes de orden interno, que se
traslucen en sus pocos momentos de meditación. Pe-
ro los egipcios, para citar una de las principales ra-
mas orientalistas en esta clase de estudios, se conside-
raban a sí mismos mucho más que cuerpo y alma, y
daban nombres a varias facultades humanas, supo-
niendo a cada una la posibilidad de una existencia in-
dependiente .
Ellos distribuían la vida de la forma en nueve
principios, en los que el Khat o cuerpo era solamen-
te un vehículo o base material para las operaciones
del Ego (Yo) sobre este estado de la vida humana en
la tierra. Esos principios son los siguientes, que se
citan como motivo para comprender mejor la gran
complejidad con que se reviste el conocimiento ae la
constitución interna en eJ hombre:
Khat el cuerpo
Ka el doble del cuerpo
Ba el alma
Khaibjt la sombra
Khu el espíritu
Ab el corazón
Sekhem la fuerza
Ren el nombre
Sahu el cuerpo espiritual
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Para la comprensión de los planos y su desarro-
llo vital, no se necesita del ascetismo, porque es con-
traproducente como cualquiera otra exageración. El
cuerpo físico, por ejemplo, debe tener funciones nor-
males: ni abstinencia, ni control exagerado, ni desen-
freno. Mesura, moderación, método, son las mejores
condiciones de vida que la inteligencia puede presentar
al cuerpo donde habita para conservar la armonía de
su función vital. Y lo que se necesita para el cuerpo
físico lo exigen de modo imperativo los demás cuer-
pos, como el vital o etérico, el emocional y el mental
concreto, es decir, transitar por el camino recto.
Este es el sentido de la palabra equilibrio, el que
debe medirse en todos los niveles. El equilibrio hace
posible la liberación del hombre, abriéndose al co-
nocimiento máximo de la vida, y bien sabemos que la
liberación no puede ser efectiva cuando se inicia por
un extremo, sino que por el engrandecimiento del
centro.
Con respecto al cuerpo humano, podemos obser-
var que el mundo actual está constituido por espec-
tros de pensamientos que se han hecho hábitos, con-
ceptos viciados que se han enquistado en el dogma.
Y en el cuerpo del hombre está toda la historia del
miedo. Es la Humanidad desnuda que se viste, y al
vestirse se esconde a sí misma y pronuncia nombres
de prohibición, de vergüenza y abominación, para que
la conciencia se ponga ciega y sorda a los efluvios de
la vida total.
Se dijo antes que los planos o modos o niveles de
vida, son la vibración del ser, y vivir en ellos es vi-
vir en uno mismo. El que no tiene conciencia de esos
estados de su vida, vive, sin embargo, en ellos, por-
que todo está en Todo. Pero el hecho de realizar vida
en los niveles de existencia, es decir, hacerlos uno, só-
lo puede realizarlo un ser consciente, el que compren-
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dió y que desde ese mismo momento ya entró a cons-
tituir una avanzada en la evolución humana.
La gran mayoría de las doctrinas filosóficas actua-
les, aún en el Oriente, han convenido en remarcar sie-
te aspectos principalísimos en la vida del hombre, pa-
ra el estudio de sus estados de existencia, y de ahí
que en todas partes se denomine al ser humano como
un ente compuesto de siete estados en vibración, con-
formando así un septenario al que se puede llegar en
plena conciencia después de un profundo estudio per-
sonal sobre los propios modos de reaccionar frente a
esos siete estados de vida.
Esos planos o niveles son los siguientes:
1.—Cuerpo físico
2.—Vital o etérico
3.—Emocional
4.—Mental concreto (o Conocimiento)
5.—Mental abstracto (Inteligencia pura)
6.—Fuerza
7.—Sabiduría
Los cuatro primeros planos, es decir, el Físico, el
Etérico o Vital, el Emocional y el Mental concreto,
forman los llamados planos materiales, porque están
constituidos de materia mortal más o menos densa.
El vehículo físico, visible y de acción, contiene en
sí el vaso sagrado de la vida, la osamenta con que la
vértebra estira su estatura vertical, la ramificación
nerviosa que lleva la sensación, y los sistemas que
ejecutan su función con método y regularidad. Todo
ese conjunto es el santuario de la tierra y en él se apren-
de a conjugar la vida, haciendo creación mediante el
placer. Es el primer plano.
El peldaño segundo, etérico o vital, está ausente
de nuestros sentidos "externos" y el ambiente vital
que predomina sólo es posible analizarlo a través de
las vibraciones que se producen en el primer plano.
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En el tercer nivel, más sutil aún, se hace pleno
el dominio del color en que las pasiones humanas mar-
can su expresión, en que las imágenes elementales del
pensamiento realizan grandes rondas luminosas que
cambian su panorama trascendente como en un cam-
po de batalla, en que los vicios y las virtudes visten
de modo sutil el disfraz de la tierra. El hombre llora
y sufre, ríe y goza, alienta y espera. Es el plano emo-
cional, de gran alcance para quien sabe aprovecharlo,
pero de gran dolor y derrota para quien no lo puede
cabalgar.
El cuarto peldaño, plano mental concreto o del
intelecto o del conocimiento, se caracteriza dentro de
su sutilidad mayor que el nivel anterior, por nues-
tros conocimientos, por nuestros pensamientos y, en
general, por las ideas. Es la mente esclavizada por la
carne. Es el lugar en donde el hombre entra a defen-
der la integridad de su forma en el seno inferior del
intelecto humano, procurando desarrollar con gran
dificultad la antena de vinculación hacia un campo
mayor de conocimiento.
Estos cuatro primeros planos, también llamados
en su conjunto el Cuaternario humano, constituyen la
Personalidad, o Psiquis, o Alma humana, creada por
nosotros mismos, ya sea consciente o inconscientemen-
te, de tal modo que nuestra alma o psiquis toma ca-
racteres definidos cuando logramos conocer, modifi-
car, armonizar y utilizar estos niveles de vida ma-
terial .
En cambio, si cada uno de ellos marcha y se de-
sarrolla en absoluta inconciencia y sin dirección al-
guna inteligente, el alma, la psiquis, la personalidad,
no toman función definida y atropellan por donde
menos se piensa, constituyendo el Caos del ser hu-
mano . No nay, pues, en esas condiciones, ningún pro-
greso material ni menos espiritual. El hombre o la
mujer, inconscientes de ese peligro que está latente en
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todos los seres humanos, muestra su desorden de pla-
nos en cualquiera oportunidad, y np logrará jamás
sin esa comprensión previa, dominar y utilizar sus
propios impulsos materiales de energía, que constitu-
yen los planos de la Personalidad.
Estos planos o niveles de vida son el contenido que
hace vibrar a la forma humana, y como todo conte-
nido debe estar depositado en un continente, es lógi-
co admitir que deben existir los recipientes o depó-
sitos respectivos. Conocemos, sin darle mayor im-
portancia, el más cercano a nuestros sentidos, es de-
cir, el cuerpo físico, que es el continente del plano co-
rrespondiente. Este cuerpo físico es el hombre visi-
ble al ojo material, el hombre natural, el único que
la ciencia conoce más o menos bien. Corresponde al
reino mineral y es un compuesto de todas las fuer-
zas físicas del Universo.
Luego el hombre tiene un cuerpo etérico, que es
realmente lo que podríamos llamar su vitalidad y que
comparte con el reino vegetal. El cuerpo etérico es el
ue crea la actividad de Ta nutrición y de las fuerzas
a el crecimiento y de la reproducción. Es muy pareci-
do al físico, aunque presenta ciertas diferencias, pues
tiene la misma forma aunque algo más grande. Es
más o menos luminoso y fluídico y sus órganos están
reemplazados por corrientes de energías de diversos co-
lores, en tanto que el corazón está presentado por un
verdadero nudo o vórtice de corrientes. El cuerpo eté-
rico es así el real doble etéreo del cuerpo material.
El hombre posee, además, un cuerpo astral o emo-
cional, donde tienen su origen los sentimientos, las
pasiones, el goce y el sufrimiento, etc... Corresponde
al reino animal, y no tiene la forma del cuerpo etéri-
co ni del físico. Afecta una forma ovoidea y radia
como una nube en torno del cuerpo o como una aura,
coloreándose con todos los colores, según sean las
imágenes o pasiones que lo animen, pues cada una de
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ellas tiene su propio color. Por lo demás, el cuerpo
astral o emocional es, desde cierto punto de vista,
una especie de síntesis del cuerpo físico y del cuerpo
etérico, diferenciándose en la expansión mayor de la
energía producidá por una emoción, pasión o senti-
miento, que la producida por un movimiento físico.
El plano mental concreto tiene su cuerpo mental
en el cerebro y no se hace necesario explayarse en mu-
chas consideraciones acerca de la constitución del de-
pósito del conocimiento, pues es uno de los cuerpos
que la ciencia se ha hecho un deber de estudiar cada
vez a mayor profundidad, en atención a la gran im-
portancia que este órgano posee.
Los cuatro cuerpos materiales, el físico, el etéri-
co o vital, el emocional y el mental concreto o del
conocimiento, forman el Cuaternario, como ya se di-
jo antes, y lo que Pitágoras reverenciaba en el signo
del Tetragrama.
Es en este Cuaternario o Personalidad en donde
el hombre tiene que hacer su trabajo, para realizar
armonía entre los planos o niveles que lo componen,
mediante purificación o pureza, que son liberación de
prejuicios, es decir, vivir la vida del cuaternario en
pureza de fuerzas vitales terrestres, dando al César lo
que es del César. Hay que aplicar la razón para dis-
criminar lo vital del prejuicio, y para alcanzar esa
pureza no hay que caer en la preocupación de que lo
que se está haciendo esté bien o no. La preocupación
continua afecta al plano emocional, trayendo angus-
tia y produciendo intoxicación.
Hay que tener cuidado, también, de no substituir
un vicio por otro. La supresión violenta de un vicio
indica falta de sabiduría, y quien así opera puede caer
en un vicio más sutil, a la vez que más violento, por
ser más joven y vital.
El estudiante debe establecer en sí mismo cuá-
les son las experiencias que le conviene tener y no evi-
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tar las que necesita, porqué una postergación de ex-
periencias naturales necesarias lleva más tarde a si-
tuaciones imperiosas, provocadas por la intensifica-
ción sutil de pasiones obstruidas.
El deber del hombre es el de llegar a la transfor-
mación armónica de sus niveles de existencia y, por
consiguiente, al poder y dominio completo de dichos
planos cuaternarios, para mostrar la verdaderá Per-
sonalidad a que antes nos referimos. Así es cómo se
puede transformar en Maestro y Señor de sí mismo,
sublimando a continuación los tres principios inferio-
res de su naturaleza material en tres superiores: el 5,
Belleza, llamado también Manas por diversas fuentes
orientalistas; el 6, la Fuerza, llamada asimismo Bu-
dhi; y el 7, Sabiduría, al que dan el nombre de Atma
los hindúes.
Queda, pues, establecido que en el cuerpo del
hombre se encuentra la posibilidad de utilizar esta
escalera de vida que une la tierra con el cielo, la es-
cala de Jacob por donde transitaban los ángeles en
ascenso y descenso en el sueño del Profeta, y que pa-
ra nosotros significa que de la materia más densa
como es el cuerpo físico, puede extraerse poco a po-
co una consistencia sutil cada vez mayor hasta iden-
tificarse con aquello que no tiene nombre, pero que
nosotros denominamos Deidad.
Es el cuerpo del hombre el punto de partida de
esa escala, cuyos cuatro primeros peldaños forman
parte de la constitución material humana, formando
el Yo Personal correspondiente, o Personalidad.
¿Cómo son, entonces, los otros tres peldaños-de
la escala, que hacen falta para llegar a la cumbre de la
realización humana, es decir, conformar la sutilidad de
un Septenario humano, en busca de su Individua-
lidad?
Los planos o niveles quinto, sexto y séptimo son,
a medida de su alejamiento de la materia, más y más
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sutiles, resultando en veces que muchas personas no
iueden recibirlos ni sentirlos, a pesar de todo el es-
fsible:
uerzo que hagan. Y hay para ello una razón compren-
dichos niveles o estados de vida se forman en
base a la irradiación de los tres primeros planos, es
decir que, así como en la pintura existen colores prima-
rios que combinados dan como resultado otros colores
llamados secundarios, así en la existencia humana los
planos físico, vital y emocional están produciendo efer-
vescencia de su contenido o exhalaciones hacia la al-
tura.
Esos tres primeros planos constituyen, por de-
cirlo así, la marmita en que se calienta el agua del
anhelo, y cuando la ebullición está pronta, se produ-
ce la exhalación del vapor que sube, adquiriendo cada
vez más sutilidad, hasta hacerse uno con la Natura-
leza. Así la probeta humana está siendo trabajada en
vida y los niveles materiales van ascendiendo su ca-
lidad.
Muchos nombres se han dado a esos niveles su-
periores por las diferentes escuelas filosóficas o doc-
trinas. Nosotros hemos procurado asimilarlos al len-
guaje occidental, aprovechando su significación y el
trabajo correspondiente a cada uno ae ellos.
El plano quinto, de la Belleza,'del Ideal, del Amor,
es la resultante de todo aquello que eleva las dimen-
siones terrenales en su aspecto más sublime. Así el
estudiante, cuando logra cumplir la recomendación
que se le hace de poner belleza en sus horas de vida,
saturándolas de amor, sincerando su expresión y sus
actos, vivificando su anhelo espiritual, está forman-
do en su propio sentimiento (tercer plano) una ma-
triz de Belleza, que extenderá seguramente su ramaje
en elevada fronda en sus próximos pasos.
El peldaño sexto de la escala septenaria es el de
la Fuerza, el de la voluntad consciente, el de la ener-
gía en el movimiento de la idea, cercana al Yo Indi-
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vidual. Con esa Fuerza, con esa energía, se hace po-
sible el resultado de una obra en que ya ha entrado
& actuar la Belleza o el Ideal. Cuando el sexto plano
ha hecho conciencia, comprensión en el intelecto, ya
puede decirse que el estudiante ha formado su pro-
pia escala de evolución.
Y, por último, en el pináculo de la escala septe-
naria, se encuentra el plano de la Sabiduría. En la
paz activa, en el equilibrio supremo que pone nota
de color y de armonía, en el movimiento oscilatorio
que el hombre consciente de sí mismo efectúa entre
la Belleza y la Fuerza, va adquiriéndose el Juicio In-
teligente que determina el ritmo de su acción, hasta
lograr que el vuelo de águila de su pensamiento capte
todos ios aspectos de la vida humana, en permanen-
te comunión con la Vida Universal, hasta hacerse uno
con ella, la Madre.
Con este breve esquema, que el estudiante podrá
encontrar en diagrama al final de este capítulo, se ha
esbozado la configuración del edificio humano. Pu-
diéramos decir con más propiedad, la obra gruesa de
la construcción. Los siete planos o niveles de exis-
tencia en que descansa la característica humana, co-
mo fundamentos básicos para iniciar el estudio del
Qué Soy.
Estos siete argumentos han quedado, a su vez,
separados en dos grupos para mejor adaptación del
estudio, uno de cuatro y otro de tres, correspondien-
do el primero a la Personalidad y el otro a la Indivi-
dualidad en el Septenario, como un Arca de Noé.
Se afirmó, asimismo, que la primera labor del hom-
bre consiste en constituir armónicamente el cuartena-
rio de niveles que corresponde a la Personalidad. Que
era necesario estudiar esos primeros planos dentro
de uno mismo, analizarlos, comprenderlos e irles dan-
do a cada uno la característica y el valor que les co-
rresponde, hasta formar con ellos un conjunto uníso-
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no que vibre en un solo sentido: el que le fije el víncu-
lo inteligente que los trabaja y que los une, y que ven-
dría a ser el cuarto plano o mente concreta.
Esta mente concreta o vínculo de unión, está a su
vez absorbiendo o succionando las emanaciones de
los tres primeros planos, para forjar con ellas antenas
hacia lo más sutil de su constitución: los planos quin-
to, sexto y séptimo, de modo que el camino por reco-
rrer vaya siempre en ascenso, plano sobre plano, de
lo más denso a lo más sutil, para ir viviéndolos de
uno en uno, hasta hacerse uno con ese misterio y vi-
virse a sí mismo en plenitud.
Vivir en plenitud es forjar amplios, definitivos
caminos de conciencia inteligente. Es la mente, la
Mano, que actúa en el hombre como un domo de ac-
ción, y para ello se hace preciso alcanzar ese nivel con
el conocimiento, para trascenderlo hacia la altura,
extendiendo antenas de sutilidad.
El río de la vida está acondicionado en el beso
de la tierra que asciende, cuando utiliza su anhelo.
Pero si el anhelo se sumerge, quedará consumido por
el fuego que elabora la tierra. Es por eso que el es-
tudiante deberá iniciar su camino, alta la frente, fijos
los ojos en el porvenir, ya que la ceguera es camino
andado, y sus oídos se extenderán como dos ánforas
que se vacian en el corazón para después exhalarse
a la palabra.

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PANORAMA GENERAL DEL HOMBRE

REINOS ELEMENTOS SENTIDOS PLANOS


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1. Mineral 1. Tierra 1. Tacto 1. Físico
2. Vegetal 2. Agua 2. Gusto 2. Etérico o Vital
3. Animal 3. Fuego 3. Vista 3. Emocional
4. Aire 4. Oído 4. Mental Concreto
5. Olfato (Intelectual - Manas
Inferior).
5. Belleza (Ideal - Mental
Abstracto - Manas Su-
perior) .
6. Fuerza (Budhi)
7. Sabiduría (Atma).
Antiguamente, el sendero del conocimiento sé
encontraba casi totalmente cerrado para los seres hu-
manos y eran únicamente unos pocos elegidos quie-
nes conseguían el derecho o la gracia de adentrarse
en él. Se podría decir que no adquirían el conoci-
miento por sí mismos o por el derecho que pudieran
haber conquistado con sus actuaciones, sino que se
abrían las puertas de oro cuando eran guiados hacia
una Iniciación por los mismos Sacerdotes o Hiero-
fantes.
Actualmente, el camino de la Sabiduría está
abierto para todo aquél que desee ingresar en él y re-
correrlo. Los libros más ocultos, los más sagrados,
los níisterios más inquietantes y los más simples,
han abierto sus páginas a la claridad de la luz, para
aquellos que quieran leer con sus propios ojos en las
mismas fuentes originales el secreto máximo de la
vida, y vivirlo. Y en esta época se enseña lo mismo
que antiguamente a los estudiantes de Sabiduría, sin
necesidad de llevar de la mano a los discípulos ni
elevarlos a un estado especial de exaltación, preten-
diendo trascender toda condición física. Hoy la men-
te se encuentra apta para percibir claramente el mun-
do material, sin necesidad de ninguna condición espe-
cial de artificio, y ese instrumento es inestimable pa-
ra la adquisición del conocimiento. Se sabe, también,
que es capaz la mente de conocer y asimilar la po-
tencia de los planos y la composición de la forma,
de manera que en un sentido general el hombre ya
está en condiciones de poder recibir la claridad de la
luz en la máxima profundidad.
Insistimos en que ha llegado el tiempo de que
se indique más claramente los medios para que cada
individuo pueda investigar por sí mismo todos los
hechos de vida, sin hacer obsequios especiales a unos
elegidos. Todos los seres humanos tienen derecho a
saber por sí mismos las verdades relacionadas con el
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peregrinaje del espíritu, a través del Quién Soy, De
Dónde Vengo y A Dónde Voy.
En estos estudios sobre el Qué Soy humano, se
puede encontrar más o menos claramente la deduc-
ción de que el Ego (Yo) se encuentra depositado en
la forma material para adquirir experiencia por me-
dio de sus instrumentos, que vienen a ser las herra-
mientas de trabajo con que cuenta para su avance
en el conocimiento. Esas herramientas pueden ser
buenas, malas o inertes, pero no tenemos otro reme-
dio sino trabajar con ellas. Si son buenas, tanto me-
jor. Si son inertes, el mismo Yo a través de la mente
conocedora puede hacerlas activas. Y si son malas,
será necesario conocer las herramientas primero, es-
tudiándolas con acuciosidad, comprobar sus debili-
dades o excentricidades, modificarlas en seguida y
utilizarlas después, a fin de conseguir el éxito espe-
rado, que consiste simplemente en mostrar una Per-
sonalidad abierta a todos los valores del espíritu hu-
mano .
Es muy raro encontrar un hombre que tenga sus
herramientas de trabajo (los reinos, los elementos,
los sentidos, los planos) en tales condiciones de mag-
nificencia que todo el trabajo se dé por hecho. Es
condición indispensable del que ha despertado de la
letargia corriente y esté deseoso de progresar inter-
namente, el dedicarse al estudio de sí mismo en for-
ma ordenada y metódica, para realizar Personalidad
o Alma después de haber hecho armonía en sus pla-
nos primeros, como ya se estableció antes. Posterior-
mente, el trabajo consiste en unir esa alma con el
Yo Superior.
En resumen, cada individuo está formado por un
triple cuerpo, un triple espíritu y un eslabón entre
ambos, que es la mente. El triple cuerpo está cons-
tituido por los planos físicos, etérico o vital y el emo-
cional. Como generalmente cada uno de estos planos
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vive desordenadamente, el trabajo consiste en armoni-
zarlos, medirlos y hacerlos laborar en un conjunto
adecuado, lo que constituye el Alma humana o el
desarrollo de la Personalidad.
El triple espíritu es la resultante de la exhala-
ción de esta Alma Personal, la sublimación de los
mejores aspectos de los primeros planos, de modo
tal que a un plano físico debe corresponder un plano
espiritual puro, a un plano etérico o vital debe co-
rresponder uno de Potencia o Fuerza, y a uno emocio-
nal corresponderá un plano ideal de Belleza.
La mente humana es el eslabón o vínculo de
unión entre ambos triángulos, y por medio de ella el
estudiante puede unirlos y compenetrarlos, ascendien-
do el primero y haciendo descender el segundo hasta
formar el símbolo misterioso en la antigüedad llama-
do Sello de Salomón, o sea, el doble triángulo sagra-
do, que viene a constituir la máxima sabiduría hu-
mana .
En muchas escuelas filosóficas se llama al primer
triángulo (Personalidad o Alma) el Yo inferior, que
es perecedero, y al segundo (Tríada o Espíritu) el Yo
superior, que es inmortal.
Para los antiguos egipcios, el hombre más emi-
nente era aquél que por severa enseñanza había con-
seguido la supremacía sobre los elementos, de los
cuales se había formado el mundo manifestado, y a
semejanza de éste, su propio cuerpo. Aquél cuya vo-
luntad había surgido como el Ave Fénix, de las ceni-
zas de sus deseos. Aquél cuya intuición, purificada de
las manchas de la ilusión material, era un claro es-
pejo en el cual podía él mismo contemplar el pasado,
el presente y el futuro.
Los reyes y los sacerdotes de esa nación eran ele-
gidos de entre aquéllos que habían estudiado con
provecho en la Escuela de Sabiduría —una aristg-
1?
cracia filosófica— y eran elegidos no sólo porque
eran sabios sino porque sabían emplear su saber.
Los reyes-sacerdotes daban al pueblo una reli-
gión exotérica, con la cual guiaban sus pasos hasta
que alcanzaran un grado de desarrollo, quizás des-
pués de repetidos fracasos y encarnaciones, que les
permitiera engrosar las filas de los alumnos de Sa-
biduría, cuyos principios estaban basados en un sis-
tema completo de correspondencias, ya que la evolu-
ción de lo material sigue el tipo y símbolo de la
emanación de lo espiritual, es decir, que el espíritu y
la materia son solamente opuestos del mismo miste-
rio. Ellos consideraban las concepciones de la mente,
las aspiraciones de las almas, las palabras de la boca
y las funciones del cuerpo, como cosas que poseían
analogías y con las cuales podía hacerse un completo
sistema de reglas para la vida y para la muerte.
Por lo demás, sostenían que la fórmula mágica
más potente era la identificación del sabio con el Dios
cuyo poder invocaba. Así, remontándose a una gran-
deza inconmensurable, iría a parar más allá de todos
los cuerpos, y subrepujando el tiempo llegaría a ser
eterno, siendo superior a toda dignidad y quedando
por debajo de toda profundidad. Conocería parte de
la gran cadena de la Creación, siendo a la vez increa-
do, joven, viejo y muerto. Sentiría dentro de sí mismo
facultades latentes y amplias y conservaría el recuerdo
de las experiencias adquiridas en épocas anteriores y
cuando muerto. Sus pies se posarían hoy en el lugar
que ayer apenas pudo distinguir y tendría ante sí su
paradero de mañana.
Hoy se renueva la importancia de adquirir Sabi-
duría. Sobre todo en esta época en que el materialis-
mo prima en muchísimos aspectos, se hace necesario
recurrir a las mismas expresiones, dichas ahora de
otro modo, para introducirse en sí mismo a fin de
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extraer el diamante que duerme, como una pepa de
oro incrustada en el fondo de la piedra de cuarzo.
De ahí la necesidad de conocer esa tiniebla mate-
rial, como si se escarbara en lo más profundo con los
dedos de la mente humana. Entrar con paso seguro a
auscultar la profundidad del ser, sabiendo lo que con-
tiene, a fin ae llegar al abismo final para salir, triun-
fador, con alas en el pensamiento, con belleza en la
expresión, con potencia en la manifestación.
No debe haber dudas sobre el hecho de que, si
logramos conocer, adaptar y modificar la potenciali-
dad de nuestros tres primeros planos, habremos rea-
lizado en ellos una evolución material que los digni-
fica y eleva, puesto que su potencia se ha extraído de
las sombras para entregarla a la luz del conocimiento
y de la realización.
Se precisa, pues, como tantas veces se ha dicho,
adquirir conocimiento. Y bueno es saber que dentro
del proceso de la vida humana, hay numerosos seres
privilegiados que han tenido contacto externo con <el
conocimiento íntimo de la Manifestación Universal a
través de sus diversas etapas. Eso es lo que se en-
tiende por Iniciación, y figuradamente podemos es-
tablecer que la Iniciación es la simiente que se coloca
en la tierra humana, más o menos elaborada, para
que pueda germinar si encuentra terreno propicio.
Pero muchas veces sucede que la semilla entre-
gada así, generosamente, se encuentra desamparada
por los mismos seres privilegiados que la recibieron,
pues no se preocupan de cuidarla, abonando su pro-
pia tierra con perseverancia. Se j>ierde, entonces, el
propósito y la realización.
De ahí que las doctrinas filosóficas más antiguas,
afirman la importancia de los planos de existencia
como los útiles más necesarios para adentrarse en sí
mismo. El discípulo debe estudiar la composición de
sus niveles personales, los cuatro primeros planos, es
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decir, el físico, el etérico o vital, el emocional y el
mental concreto, todos constituidos de materia mortal
más o menos densa, como ya se ha explicado anterior-
mente .
Ahondando un poco más el tema, se puede decir
que en forma general el cuerpo físico está constituido
por los huesos, la carne, la sangre, en que la química
del reino mineral está contenida en la química del
cuerpo. Tiene en su organismo sistemas voluntarios
e involuntarios y se manifiesta hacia el exterior a tra-
vés de órganos llamados sentidos, que son relaciona-
dores entre él y la manifestación externa. Tiene en-
tre sus atributos el poder de crear descendientes fí-
sicos y mentales, contando para ello con órganos ge-
neradores inferiores y superiores. A este respecto, he-
mos visto en la experiencia cómo la procacidad huma-
na, generada por la humanidad en la ignorancia, ha
quitado de las mentes en desarrollo, la conciencia de
los cuerpos. El septenario no ha conocido aún su
mansión total.
Y no la ha conocido porque la Humanidad, aden-
trándose bajo el alero desequilibrado de los conceptos
y acciones que se referían directamente al conoci-
miento del hombre, se quedó paralizada. El pensa-
miento, como resultante del órgano fecundador en
la altura, república independiente. El amor, como
fecundador en la especie, república independiente en
el subsuelo. Toda la luz para una altura, una altura
inventada por el límite. Todo el torrente de sombra
inventado para las profundidades en que las raíces
generan.
El hombre mira en sí mismo lubricidad, lasci-
via, desconociendo totalmente las corrientes que mue-
ven la vida. Tierras estériles en el subsuelo, alimen-
tadas únicamente por la prostitución del amor.
Es obligación del hombre conocer primero el pro-
ceso esencial, ese proceso que se encuentra en la tierra
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fecunda, que el sol prolifica. Desde allí ese hombre no
será solamente sembrador a voleo, sino geólogo capaz
de comprender castamente que dentro de los cuerpos
físicos, en este panorama fantástico que constituye el
paisaje de la carne, existen todas las raíces de todos
los árboles, destinados a desarrollarse en perfección
dentro del cráneo universal. Y mientras el estudiante
no ponga un equilibrio perfecto en las sensaciones, no
hay medio de entrar en el camino real que conduce al
tráfico del septenario total en sí.
Es un hecho conocido que el hombre está ligado
a todos los reinos de la Naturaleza. Ya Platón hablaba
del símbolo de la cruz, diciendo que el alma del mun-
do está ligada al cuerpo del mundo como sobre una
cruz, significando esta cruz el alma que pasa por to-
dos los reinos.
En efecto, al contrario del hombre, la planta tie-
ne su raíz, o si se prefiere, su cabeza, portadora de
sus sentidos de nutrición, abajo. Y vuelve al sol, cas-
tamente, sus órganos de generación. El animal es un
intermediario en su posición comúnmente horizontal.
En consecuencia, el hombre y la planta se erigen ver-
ticalmente y forman una cruz, la cruz del mundo, con
el animal puesto de través.
En este estudio se está insistiendo en el conoci-
miento de los planos, y a fin de acentuar la impor-
tancia de dicho trabajo —que se considera esencial
para el camino de Sabiduría— se ha dividido al hom-
bre en siete aspectos que llamamos septenario, y la
labor de avance que se precisa utilizar, es unificar es-
tos siete planos. El trabajo se desarrolla en dos eta-
pas: primero, la constitución del Alma o Cuaternario,
y enseguida la unión de este Cuaternario con la Tría-
da superior o Ternario, siendo la mente el sentido re-
laciona dor entre ambos.
Se insiste también que el cuaternario está for-
mado principalmente por los tres aspectos primarios
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o materiales del ser, que son los planos físico, etérico
o vitaL y emocional, siendo el cuarto aspecto la mis-
ma mente, en cuya habitación tendrá que presentarse
el Yo o el Ego. Esos tres primeros planos darr origen
a los aspectos superiores de ellos mismos, constitu-
yendo los niveles quinto, sexto y séptimo, o sea, Be-
lleza, Fuerza y Sabiduría, respectivamente.
Entonces, v para finalizar, tendríamos el siguien-
te cuadro: la rorma humana está constituida princi-
palmente por tres niveles materiales o planos que, a
medida de su armonización y mensura correcta, van
sublimando sus condiciones hasta producir emanacio-
nes de altura que forman los niveles sutiles de otros
tres, actuando como centro la Mente del nombre. Los
planos 1, 2 y 3 dan origen al 5, 6 y 7, todos relaciona-
dos por el 4.
Ahora bien, sabemos que las vibraciones de estos
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planos son emanadas de la materia densa de la for-


ma, haciéndose cada vez más sutiles a medida que
van aumentando su radio de acción. Así el cuerpo
físico se mantiene en su mismo lugar, el etérico so-
bresale ligeramente /del físico siguiendo su forma, el
emocional rodea al etérico, formando una especie de
óvalo alrededor del cuerpo, hasta que las radiaciones
de óvalo o aura de la forma se alejan más y,más del
cuerpo físico, según sea la evolución o el desarrollo
alcanzado por el hombre.
Todos los planos y sus vibraciones se interpene-
tran mutuamente, según sea su capacidad de absor-
ción o radiación, estableciendo una red intrincadísi-
ma de emanaciones u ondas que afectan uno u otro
plano especialmente. Se podría decir que dentro de
la diversidad de niveles en que se ha dividido la for-
ma, se establece un cuerpo común que los abarca a
todos, por lo que muchas veces se hace difícil esta-
blecer por el estudiante el porqué suceden ciertas co-
sas en el clima humano, y por qué tanta dificultad
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para establecer el origen de los hechos que afectan al
hombre.
Esa es la razón que aclara el porqué de la nece-
sidad de que el estudio se haga por partes, efectuan-
do divisiones en el total para ir separando los niveles
como si actuaran independientes unos de otros, labor
que, sin duda, facilita el camino de la observación,
como se ha repetido tantas veces.
Una vez descrito el proceso y la composición de
los planos primarios, junto con establecer sus rela-
ciones y el grado en que se afectan mutuamente, nos
encontramos con el hecho curioso para el observador
de que la Mente o plano cuarto actúa como una ob-
servación independiente del proceso que se realiza en
los planos inferiores, sin afectarse por ello. Aún más,
hay numerosos autores que afirman que ese plano
cuarto o mente puede dirigir o controlar los benefi-
cios o daños que se produzcan en el cuerpo físico,
etérico o emocional.
En el estado actual de nuestro estudio, se deja
esbozado solamente el principio de independencia de
la mente humana, cuando hay una voluntad de cono-
cimiento que controla las consecuencias o actos de los
niveles primarios en sus relaciones entre sí.

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