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OBJETIVO
INTRODUCCIÓN
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PRINCIPIOS DE LA BIOÉTICA
RESPETO A LA AUTONOMÍA
La palabra autonomía deriva del griego “autos” (propio) y “nomos” (regla) y se utilizó
por primera vez en referencia al autogobierno de las ciudades-estado independientes
de la Grecia clásica. La aceptación de este término se ha ido ampliando de manera
que en la actualidad se utiliza también para las personas, refiriéndose a la capacidad
del ser humano de desarrollar, a partir de sí mismo, una representación de los fines
de su vida y de los medios para alcanzarlos, y de obrar sin constricción exterior de
acuerdo con esta representación.
Es importante señalar que no todos los seres humanos son capaces de tomar sus
propias decisiones. Esta capacidad madura durante la vida de un individuo, por lo
tanto, se irá adquiriendo de manera progresiva con la edad y no será la misma en un
niño de 5 años, de 10 o de un adolescente, además esta capacidad una vez adquirida
puede perderse parcial o totalmente debido a enfermedad, incapacidad mental o a
diversas circunstancias que puedan restringir gravemente su libertad.
Así, aquellas personas en las que exista una disminución o pérdida total de su
autonomía deben ser objeto de protección, una protección cuyo grado debería
depender del riesgo de sufrir daño y de la probabilidad de obtener un beneficio. Las
personas con una alteración en su autonomía deberían ser reevaluadas de manera
periódica para adaptarse a los cambios que pudieran producirse.
En el contexto del informe Belmont, referido a la investigación con seres humanos, el
respeto por las personas exige que los sujetos que participen en un estudio de
investigación lo hagan de manera voluntaria después de ser informados
correctamente, Cuando los médicos no desempeñan un papel terapéutico frente a sus
pacientes, como sucede en la investigación médica en
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la que las personas que entran en el estudio no son las beneficiadas directamente, es
primordial hacérselo saber a los sujetos de investigación. En relación con su
la que las personas que entran en el estudio no son las beneficiadas directamente, es
primordial hacérselo saber a los sujetos de investigación.
En relación con su aplicación en la práctica asistencial debe tenerse en cuenta que
estamos inmersos en un proceso de emancipación del individuo enfermo que pretende
decidir en libertad en todas aquellas situaciones relacionadas con su salud. Debe
reconocerse que la medicina ha infravalorado este principio fundamentalmente como
consecuencia de su preocupación por hacer el bien a los pacientes. El respeto a la
opinión de los pacientes ha sido ajeno a la práctica médica durante una buena parte
de su historia. El principio de autonomía puede entrar en conflicto con el de
beneficencia.
La expresión práctica de este principio es el consentimiento informado y el
procedimiento de éste debe contener tres elementos fundamentales: información,
comprensión y constatación de esa comprensión, y voluntariedad.
Es difícil definir las características que debería reunir la información ideal a brindar a
los pacientes o a sus familiares, la forma de transmitirla y el contexto en el que se
facilita son determinantes para alcanzar una información correcta.
Veraz: La información debe atenerse a la verdad, aunque debe tenerse en cuenta que
puede ser necesario según las circunstancias abordarla gradualmente, con diversos
matices por lo que se analizará cuidadosamente cada caso.
Repetida: La receptividad de los pacientes de sus familiares o de ambos puede estar
claramente disminuida ya sea por la gravedad de la situación o por la urgencia del
caso siendo necesario en muchas ocasiones repetir la información, el médico debe
mostrarse dispuesto a repetir la información siempre que sea necesario.
Concreta: Es importante resaltar las cuestiones más importantes, ampliando los
aspectos que el paciente o la familia soliciten.
Personalizada: Deberá adaptarse a las características de la persona que recibe la
información, su capacidad para comprender estará en función de su inteligencia,
capacidad de raciocinio, madurez y lenguaje por tanto según estas cuestiones se
matizará la información que se dará al paciente a sus familiares o a ambos.
Se evitará el paternalismo, aunque en nuestro medio cultural es frecuente que se
solicite al profesional sanitario la decisión a tomar.
Es fundamental dedicar al proceso informativo el tiempo necesario y realizar este en
un lugar adecuado, que permita una mínima comodidad e intimidad para crear un
clima de confianza., no deben olvidarse diversos elementos no verbales en la
comunicación, como gestos, la mirada o el contacto físico. En el documento de
consentimiento informado se intenta describir aquellos riesgos junto con los beneficios
esperados a los que está sometido el paciente
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con el objeto de que el enfermo o sus responsables legales admitan la asunción de
éstos en relación con los posibles beneficios a obtener y lo confirmen mediante la
firma del mencionado documento.
Es importante subrayar que la firma de este documento no debe sustituir al proceso
informativo descrito en líneas anteriores, mediante el cual y a través de una
deliberación con su médico el paciente exponga su opinión. Posiblemente en una
situación ideal de confianza mutua el documento de consentimiento informado no
sería necesario.
Es necesario respetar el denominado derecho a la no información, existen pacientes
que no querrán conocer todos los riesgos inherentes a diversas situaciones de su
enfermedad o los extremos más sombríos de un pronóstico y es fundamental
vislumbrar cual es el flujo de información que desea nuestro interlocutor, por otra parte
debe destacarse que la situación denominada de privilegio terapéutico, en la cual en
aras de un supuesto beneficio para el paciente se pretende edulcorar la
situación sustrayendo o falseando la información, debe considerarse como
realmente excepcional.
BENEFICENCIA
Existe una gran tradición desde la antigüedad en la aplicación de este principio dentro
del ejercicio de la profesión sanitaria, ha sido fundamental en la historia de la ética
médica. En el Juramento Hipocrático se remarcaba la obligación de actuar en
“beneficio de los enfermos, según la capacidad y el recto entender del médico”.
En el ámbito de la investigación, el fisiólogo francés Claude Bernard que se declaró a
favor de la experimentación con seres humanos aplicó la máxima hipocrática, “no
hacer daño” argumentando que no se puede lesionar a una persona a costa del
beneficio que se puede conseguir para otras. No obstante, para evitar el daño,
se requiere aprender lo que es perjudicial y, durante ese tiempo algunas personas
pueden ser expuestas a sufrir daño. Aprender que producirá beneficio puede requerir
exponer a personas a algún riesgo, la cuestión es valorar cuando está justificado
buscar ciertos beneficios a pesar de los riesgos que pueda conllevar y cuando los
beneficios deben ser abandonados debido a los riesgos que conllevan. Los primeros
esbozos de códigos deontológicos encaminados a conseguir una regulación de la
experimentación con seres humanos subrayan dos cuestiones fundamentales, por
una parte, la honradez del investigador y por otra el consentimiento del sujeto de
experimentación después de ser informado correctamente de los riesgos inherentes a
la participación en el estudio de experimentación.
Abandonando el ámbito de la investigación y acogiéndonos al asistencial, el
profesional sanitario actuará de la forma que considere más adecuada buscando el
máximo bien de su paciente. No obstante, ese supuesto bien tiene un límite que viene
dado por su consentimiento. El intentar definir lo que es bueno para el otro, es decir
para el paciente, siempre puede verse influido por un componente de subjetividad. Es
necesario admitir que el paciente puede
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definir su propio bien de una manera diferente a la del profesional sanitario. Nunca el
médico puede imponer su criterio en contra de la opinión de su paciente por muy
seguro que crea estar de lo que mejor le conviene a éste. En aquellas situaciones en
las que el consentimiento no es posible, como en casos de urgencia debe buscarse
siempre el mayor bien del paciente desde el punto de vista del profesional sanitario,
cuando existe defecto en la capacidad para procesar la información como en el caso
de niños. se considera que ética y derecho otorgan, o reconocen, a los padres la
facultad de decidir respecto a las intervenciones médicas en el menor de edad. Su
autoridad resulta ética y legalmente incontrovertible, pero viene estructurada como
función fiduciaria, que se ejerce en nombre del titular incapaz (presumiendo su
voluntad) y en beneficio de este.
Que el padre actúa de manera beneficiente (es decir de acuerdo con su concepción
de los intereses de sus hijos) y que toma las decisiones relacionadas con el bienestar
de sus hijos en lugar de permitir que ellos las tomen.
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NO MALEFICENCIA
JUSTICIA
Relacionado con la investigación este principio ilustra la relación de equidad que debe
existir en el reparto de riesgos y beneficios, no puede tolerarse que los riesgos de la
investigación sean arrostrados por colectivos minoritarios uoprimidos como diversos
grupos étnicos o clases sociales bajas y que los beneficios se utilicen en aquellas
personas que pueden pagar por ello.
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Es necesario destacar que los frecuentes problemas que pueden surgir entre los
principios de autonomía y beneficencia requieren deliberación y en muchas ocasiones
su jerarquización, sin olvidar que el resto de los principios también pueden entrar en
conflicto.
Los Comités de ética asistencial son un excelente marco para la profunda deliberación
de las situaciones conflictivas proporcionando una solución a la jerarquización de los
principios en discusión.
Los principios que se han comentado deben considerarse como un instrumento eficaz
para identificar los diferentes problemas éticos que pueden surgir en la toma de
decisiones en la práctica clínica, además de cumplir una función claramente
pedagógica al facilitar la introducción en el ámbito de la bioética, no obstante, como
en todo instrumento, deben reconocerse ciertos límites. En este sentido es oportuno
señalar que las posibilidades deliberativas no se agotan con estos principios y que se
proponen otros que pueden introducir matices que faciliten la toma de decisiones. En
nuestro ámbito merece señalarse la conocida como “La Declaration de Barcelone”. Se
trata de un documento que cristaliza un proyecto BIOMED de discusión entre
22expertos de la comunidad europea, coordinado por el Centre de Recherches en
Etique et Droit de Copenhague. Estos expertos provenientes de diferentes disciplinas
y horizontes filosóficos tienen un interés común en los problemas éticos surgidos de
los avances en la biomedicina y en las biotecnologías.
Se ha partido de la idea de que el principio de autonomía articulado con el de
integridad, dignidad y vulnerabilidad debe situarse en el contexto de respeto al otro
implicando una ética de la solidaridad, de la responsabilidad y de la justicia como
equidad. Se reconoce la persona humana como un ser complejo situado en un
contexto cultural. La autonomía del niño, de las personas en coma o con minusvalías
mentales, debe articularse con la responsabilidad que nos impone su vulnerabilidad
específica. La dignidad es la propiedad según la cual los seres son poseedores de un
estatus moral. En el contexto cultural europeo diferentes concepciones se enfrentan.
La dignidad es definida como la capacidad de un actuar autónomo, la capacidad de
experimentar el dolor o el placer, el hecho de ser humano (en el sentido biológico) o
de ser un organismo vivo o un sistema. En el contexto de esta declaración se pretende
enfatizar la posibilidad de argumentar con éxito que los seres humanos tienen unos
deberes hacia la parte no humana de la naturaleza viviente.
El respeto de nuestra cultura por los derechos del hombre hace de la integridad la
condición de expresión de una vida digna, en su dimensión psíquica y física sin que
esté sometida a una intervención exterior. El respeto a la integridad es un respeto a la
percepción personal que cada enfermo tiene de su enfermedad y de la pertinencia de
los tratamientos que le son propuestos, a considerar al enfermo como único juez de su
calidad de vida y de la negación a recibir el tratamiento indicado.
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La vulnerabilidad expresa fundamentalmente dos ideas. Por un lado, la finitud y la
fragilidad de la existencia humana, que para los que son autónomos fundamenta la
posibilidad y la necesidad de todo discurso moral y también de toda ética. Por otra
parte, la vulnerabilidad representa el objetivo de todo principio moral en el que ésta
constituya una llamada a la responsabilidad y señala el límite de toda libertad. Todo
individuo digno está protegido por este principio. Este principio requiere una no
interferencia con los principios de dignidad, integridad, autonomía y además el deber
de asistencia a los que son incapaces.
BIBLIOGRAFÍA
Abel Fco. Bioética: Orígenes, presente y futuro. Instituto Borja de Bioética. Ed. Mapfre
2001.
Dal J. Kemp P. Basic Ethical Principles in European Bioethics and Biolaw. Centre for
Ethics and Law, Copenhagen, Denmark and Institut Borja de Bioética. Barcelona 2000.
Informe Belmont. The Nacional Commission for the Protection of Human Subjects of
Biomedical and Behavioral Research.
En: https://es.scribd.com/document/40562472/3-PRINCIPIOS-DE-BIOETICA-1
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