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Texto: Isidro López

Autor de las obras más aplaudidas de la ciencia ficción reciente


–como la monumental Trilogía Marciana (Marte Rojo, Marte
Verde y Marte Azul) o Tiempos de arroz y sal–, el norteame-
ricano Kim Stanley Robinson nos habla de desarrollos posibles
de fenómenos que ya están sucediendo hoy, a los que llama
utopías. Estas utopías plantean escenarios políticos en los que

Kim
la racionalidad y la justicia pueden vencer la destructividad social
y ambiental del capitalismo. LDNM ha hablado con él.

¿Se siente identificado con el término hard science fiction (ciencia ficción du-

Stanley
ra)? ¿No oculta esta expresión el lado político de su trabajo?
No me gustan los adjetivos que se añaden al término “ciencia ficción”, creo que son
innecesariamente reductores y que tienden a tratar las novelas sólo como ejemplos de
grupos. También reducen la audiencia potencial de una novela, la gente muchas ve-
ces piensa que tal o cuál subgénero es el que les gusta. Antes de escribir las novelas

Robinson
de Marte se me solía incluir dentro de la “ciencia ficción literaria”, una noción particu-
larmente desafortunada porque tiende a excluir trabajos de escritores que son muy
buenos. La difusión del término “hard science fiction” fue un intento de aislar un gru-
po de textos centrados en las ciencias “duras”, como la física y la ingeniería. En reali-
dad, estos textos solían tratar acerca de imposibilidades físicas como los viajes a ve-
locidades superiores a la de la luz, etc. Yo solía bromear diciendo que su verdadera

Vida (inteligente) más


“dureza” era la que mostraban para con los trabajadores, ya que generalmente de-
fendían posiciones de derechas arropadas con enunciados “científicos”objetivos.Por

allá del capitalismo


esta razón, clasificar mis libros de Marte dentro de esta categoría empaña su sentido
político. Además, observo una sofisticación creciente en el terreno de la crítica de la
ciencia ficción, que tiende a despachar los libros utilizando estas categorías genera-
les. En estos tiempos ya es suficientemente difícil decidir qué es y qué no es ciencia
ficción; vivimos en una novela de ciencia ficción que escribimos colectivamente y a la
que llamamos historia, así que esta falsa dicotomía ha quedado completamente des-
plazada.

En sus obras se señala un paralelismo entre el desarrollo tecnocientífico y el es-


pectro de las posiciones políticas. ¿Qué tipo de relaciones existen entre la polí-
tica y la tecnología y el medio ambiente?
Se ha dicho que algunas tecnologías, como la energía nuclear, fomentan el poder de
los grandes estados centralizados, mientras que otras, como los paneles solares, po-
drían dar más poder al pueblo ya que no están controladas por las grandes empresas
multinacionales. Esta distinción no me convence. Me parece que es una cuestión de
propiedad; si la producción de energía estuviera controlada públicamente podría ges-
tionarse como un servicio público sin ánimo de lucro. En ese caso, el tipo de tecnolo-
gía efectiva no sería el factor crucial, salvo por lo que toca a cuestiones de contamina-
ción y seguridad. Es cierto que en el capitalismo tardío las tecnologías en las que se
está invirtiendo son aquellas que más rápida y seguramente producen beneficios pa-
ra las grandes empresas, no hay duda de que sería preferible desarrollar las tecnolo-
gías que protegen mejor el medio ambiente y crean una cultura humana sostenible.Lo
fundamental es tener conciencia de que el medio ambiente no es una opción; la eco-
nomía capitalista lo trata como un simple recurso cuando en realidad es nuestro cuer-
po. Vivimos en un sistema económico incapaz de distinguir lo que es realmente im-
portante, en un falso sistema. Si viviéramos bajo el gobierno de los astrólogos no ha-
bría demasiada diferencia.

Su Trilogía Marciana (Minotauro, 1996, 1997 y 1998) demuestra que las carac-
terísticas estilísticas de la ciencia ficción permiten análisis prospectivos sobre
los fenómenos socioeconómicos y medioambientales de larga duración que re-
sultan más versátiles que los estrictamente “científicos”. ¿Se debe esta versati-
lidad a las posibilidades reflexivas que abren los personajes?
Sí, es importante intentar enfocar estos temas en términos humanos a través de histo-
rias individuales de personajes con los que nos podemos sentir familiarizados.También
es muy importante intentar comprender el momento en el que estamos y los planes que
hacemos para el futuro. Son dos aspectos determinantes a la hora de desarrollar esce-
narios, son experimentos mentales en los que intentamos adelantar lo que sucedería si
hiciéramos una cosa u otra. Esta es la actividad intelectual propia de la ciencia ficción
y, además, y es muy importante que así sea, puede ser una forma de arte muy entrete-
nida.
Siempre hemos utilizado las novelas para comprender nuestras vidas,la ciencia ficción
expande este marco histórico de comprensión y lo prolonga hacia el futuro. Dada la ve-
locidad del cambio histórico podemos decir que la ciencia ficción es el nuevo realismo
y constituye el intento literario más adecuado de describir cómo sentimos la realidad
ahora mismo. Se podría comparar con el realismo mágico que surgió en América Lati-
na y que no era tan sólo una moda literaria,sino una manera de retratar la forma de sen-
tir y de interpretar la realidad en Latinoamérica. La ciencia ficción hace lo mismo en los
países desarrollados y, gracias a la globalización, cada vez más en el resto del mundo.

¿Qué le hizo cambiar la Antártida por Marte?


En realidad fue al revés.Yo había contemplado la posibilidad de escribir una novela so-
bre Marte. Cuando la comencé, mi investigación me indicó que la Antártida era la parte
de la tierra más semejante a Marte. La US National Science Foundation tiene un pro-
grama para mandar a artistas y escritores a sus bases en la Antártida.Yo quería utilizar
esta investigación para mis novelas de Marte, pero me dijeron que el trabajo resultan-
te tenía que tratar específicamente sobre la Antártida. Me enviaron dos meses cuando
había terminado con las novelas de Marte y entonces escribí la novela Antártida.
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Se han establecido muchos paralelismos entre la novela de Ursula K. Le Guin Los 09
desposeídos (1974) y su Trilogía Marciana como representaciones de un futuro
poscapitalista. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre su trabajo y el
de Le Guin?
La obra de Le Guin ha inspirado a toda una generación de escritores de ciencia ficción
progresista, incluyéndome a mí. En concreto, Los desposeídos combinaba la novela
con la utopía clásica, creando una nueva forma –la novela utópica–, que antes sólo se
había logrado parcialmente. Lo que nos enseñó es que la historia del nacimiento, la
consolidación y el desarrollo de una sociedad utópica es muy interesante como tema
novelístico. En mis libros de Marte he intentado hacer algo así pero situándolo en el fu-
turo cercano y en el planeta de al lado. Estas son las afinidades, que incluyen además
la presencia en ambas novelas de un planeta desierto. Las diferencias son aspectos
particulares de la trama, el método y la política. No es que yo esté en desacuerdo con
Le Guin, pero su novela trata específicamente de una utopía anarquista, mientras que
la mía intenta representar un futuro político mixto más difícil de caracterizar y que in-
cluye elementos del cooperativismo al estilo Mondragón o de la insistencia socialista
en el control público de los bienes comunes.

En Tiempos de arroz y sal (Minotauro, 2004) usted defiende la universalidad de la


ciencia recordando la presencia de elementos precientíficos en culturas no eu-
ropeas. ¿Cree que la noción de cultura que ha triunfado con el postmodernismo
–es decir, la cultura como reducto de una especificidad que la ciencia amenaza
con su homogeneización– es una visión eurocéntrica?
La ciencia es un tipo de cultura. Las civilizaciones no europeas tenían todos los ele-
mentos de la ciencia temprana que vemos en la Europa medieval. Si quitamos Europa
de la ecuación, como yo hice en Tiempos de arroz y sal, la pregunta no es ¿aparecerá la
ciencia?, sino ¿cuándo y cómo aparecerá la ciencia moderna? Esta es la conclusión
que saqué de mis lecturas históricas, e intenté articularla a través de una historia que
imaginaba el punto en el que las investigaciones de los primeros científicos islámicos,
chinos o indios se intensificaban, incrementaban su rigor experimental o utilizaban un
mayor aparato matemático. Las urgencias prácticas subyacentes –hacer la vida más
fácil, producir más comida o hacer mejores armas– hubieran sido las mismas y la inte-
ligencia humana es la misma en todas partes.También se hubiese necesita-
do una base industrial temprana, pero en todas estas civilizaciones tanto los
trabajadores del metal como otros artesanos estaban intentando mejorar sus
productos muy activamente. Lo que estoy intentando decir es que la ciencia
tal y como se practica en nuestro mundo ahora, es una proto-política utópica
que no es todavía consciente de sí misma como discurso político. Es necesa-
rio que la ciencia incremente su participación en las decisiones que pueden
ayudar a crear una sociedad justa y sostenible. Este tipo de sociedad tendrá
que ser científica, porque es el método más poderoso que tenemos para
comprender y manipular la naturaleza y establecer hechos verdaderos para
todos.

¿Ve usted algún elemento interesante en el cyberpunk o es un simple


reflejo de la ideología del libre mercado en el capitalismo tardío?
No me ha gustado nunca el cyberpunk porque es muy derrotista en términos
políticos. Lo que nos cuentan es que el futuro será una pesadilla controlada
por las grandes corporaciones y no puedes hacer nada al respecto excepto
convertirte en un egoísta e intentar maximizar lo que consigues en tu “esqui-
na de la calle”, concebida como un escenario de cine negro. Esto tiene mu-
cho de pose y, en cualquier caso, no propone soluciones a través de la acción
política. Mi concepción de la ciencia ficción es más utópica y más realista. No
vivimos en el escenario de una política de ciencia ficción y el futuro va a ser
mucho más variado e interesante de lo que el cyberpunk nos muestra.Lo me-
jor que se puede decir del cyberpunk es que nos enseña cómo se vivía en al-
gunas partes de Estados Unidos en los años ochenta.

¿Qué nos puede decir de Señales de lluvia (Minotauro, 2005) y la trilogía


del futuro cercano que está escribiendo? ¿De qué manera depende la
lucha por una sociedad más justa y racional de este acercamiento al
“futuro cercano”?
Lo que estoy intentando hacer es escribir la historia de un futuro posible en el
que el daño medioambiental causado por el calentamiento global se confir-
ma (ya hemos puesto estos acontecimientos en marcha,como estamos vien-
do por todas partes) y el mundo intenta reaccionar cambiando rápidamente
su base tecnológica. El cambio de la base tecnológica requiere un cambio en
la cultura política, haciéndola más cercana a la gente y menos dependiente
de los intereses egoístas de unos pocos. Esto significaría ir más allá del capi-
talismo tal y como lo conocemos.A lo que me refiero es a que el daño que ha
hecho el capitalismo al medioambiente es tan severo que tendremos que al-
terarlo si queremos ir hacia un modelo de sociedad más racional y justo. El
calentamiento global puede forzarnos a hacer cosas buenas.
Esta es claramente una novela utópica (de nuevo) pero he intentado hacerla
lo más realista posible, sin distancia entre el presente y la era de las solucio-
nes. Obviamente, es una de las muchas historias de nuestro futuro que son posibles,
para nada es inevitable. Creo que tenemos que imaginar estos futuros y trabajar para
conseguirlos. Por supuesto que este tipo de trabajo nos llevará a todo tipo de efectos
cómicos quijotescos (comedia negra, farsa y sátira, además de la comedia clásica de
las buenas intenciones que descarrían y, por último, el matrimonio y los niños felices,
como en las comedias de Shakespeare) que son un aliciente para el novelista y espero
que para los lectores también.

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