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Bioindicadores

Es preciso definir el término Bioindicadores, en la literatura es posible encontrar distintas referencias con respecto a este tema pero
existe un conceso general con respecto a que un bioindicador es un organismo o sistema biológico sensible a posibles alteraciones del
medio ambiente. Distintos autores se han referido a este tema, McGeoch (1998) por ejemplo hace alusión a que son especies cuya
presencia o abundancia refleja en alguna medida el carácter del hábitat donde se encuentran. Raz y Guzmán (2000), dicen que la
denominación de una especie como indicadora requiere de conocimiento previo respecto a su composición comunitaria bajo condiciones
normales, incluyendo el ciclo de vida, estacionalidad y sus variaciones naturales, de manera que sea posible comparar las condiciones
antes y después de una perturbación ambiental.

Cuando hay cambios en las condiciones del entorno, algunos organismos responden variando sus funciones vitales, su composición
química o genética, algunas incluso acumulan el agente contaminante. Gracias a estos cambios algunos seres vivos se pueden convertir
en unos excelente indicadores biológicos a la hora de evaluar la calidad ambiental del suelo por ejemplo, o del aire o ya sea del agua
(Vásquez et al, 2006). Es necesario que la taxonomía de los organismos indicadores sea sencilla, además de que sea bien conocida su
biología para facilitar el trabajo de identificación y asociación con los parámetros ambientales, también es necesario que tengan una
variabilidad genética y ecológica baja, que su tolerancia ambiental sea estrecha y que se presente una amplia distribución en la escala
temporal (Vargas, 2011).

Muchos organismos son utilizados como bioindicadores, entre ellos los microorganismos, líquenes, hongos plantas y animales.

Foraminíferos como bioindicadores


Los foraminíferos son protozoos rizópodos unicelulares muy abundantes y con la capacidad de crear una concha de carbonato cálcico
(conchas de pared calcítica) o de aglutinar partículas (Ver figura 1.). Por esta razón, estos microorganismos fosilizan fácilmente, siendo de
enorme interés en Paleontología y Geología (Arenillas et al, 2000).

En función de su hábitat, los foraminíferos pueden dividirse en dos grandes grupos: los que viven en el medio planctónico, siendo parte
integrante del conocido plancton marino, y los que habitan el medio bentónico (fondo marino), adaptándose a diversas profundidades
(litoral, sublitoral, batial y abisal).

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Los foraminíferos bentónicos (FB) y planctónicos (FP) están limitados por diversos factores medioambientales, siendo la temperatura, la
profundidad, la salinidad, los nutrientes y la oxigenación de las aguas, los cinco factores más importantes. En general, cada grupo de
foraminíferos bentónicos y planctónicos está adaptado a unas condiciones ecológicas determinadas de temperatura y profundidad, y su
distribución paleoceanográfica dependerá de la latitud y batimetría a las que esté adaptado (Arenillas et al, 2000).

Se han catalogado más de 30.000 especies de foraminíferos, tanto vivos como extintos. En 1946 Alcide d’Orbigny contó 68 géneros
modernos y cerca de 1000 especies; posteriormente, Alfred Loeblich y Helen Tappan describieron 878 géneros modernos, pero la
mayoría de las especies actuales reportadas son bénticas ya que tan sólo existen de 40 a 50 especies planctónicas (Sen Gupta, 1994). Las
clasificaciones taxonómicas de los foraminíferos al igual que la de muchos organismos ha cambiado a través del tiempo, sin embargo, una
de las sistemáticas más aceptadas por los investigadores del área es la propuesta por Loeblich y Tappan (1992). Esta propone 16 órdenes
en cuatro grupos definidos según la naturaleza de la concha: (1) orgánica (2) aglutinada concha formada por partículas de sedimento
cementadas con calcita) (3) calcárea (4) silícea.

Figura 1. Esquema de la anatomía externa de un Foraminífero

Tanto los foraminíferos bentónicos como los planctónicos se han usado como indicadores paleoceanográficos. Debido a su biología, los
foraminíferos son especialmente sensibles a los cambios que suceden en los sedimentos marinos y en la columna de agua, los que
pueden llegar a afectar no sólo su biomasa, sino también a las estructuras comunitarias existentes en un área determinada
(Barmawidjaja et al. 1992 en Páez et al, 2001). Tal especialización les ha significado cumplir un importante rol en estudios oceanográficos,
permitiendo conocer los movimientos de las masas de agua y sus propiedades fisicoquímicas (Boltovskoy et al. 1991 en Páez et al, 2001);
además debido a su alto potencial de fosilización los foraminíferos son muy usados en estudios paleoceanográficos. Un ejemplo de esto
es la rata de acumulación de foraminíferos bénticos, la cual es usada como un proxy de paleoproductividad (Smart, 2008). En los últimos
diez años los foraminíferos han llegado a ser el método escogido para evaluar las variaciones del nivel del mar. En 2007 Bernasconi y
Cusminisky utilizaron foraminíferos como bioindicadores para obtener datos sobre la dinámica de la transgresión holocénica en la cuenca
del Colorado. También han sido extensamente usados en sedimentos del Cuaternario para caracterizar ambientes marginales marinos e
interpretar las fluctuaciones del nivel del mar. Los rangos batimétricos de los foraminíferos bentónicos individuales pueden ser grandes,
pero combinados con otras especies se convierten en diagnóstico para un rango de profundidad restringido (Vargas, 2011).

Manglares
Los manglares son ecosistemas especializados que consisten en diversos grupos de árboles tropicales y arbustos adaptados para crecer
en regiones intermareales (Vidya y Rajashekar, 2014). Su importancia ecológica y económica, radica en que es uno de los ecosistemas
más diversos y productivos que se ha explorado. En la actualidad cerca de 150.000 km2 de comunidades de manglar se encuentran en
todo el mundo y ellos muestran similitud en estructura, florística y función. Las plantas de las comunidades de manglar pertenecen a
distintos géneros y familias, de las cuales muchas no están relacionadas unas con otras filogenéticamente. Lo que sí tienen en común es
una variedad de adaptaciones morfológicas, fisiológicas y reproductivas que les permiten crecer en un tipo particular de ambiente
(Saenger, 1982; Tomlinson, 1986).

La singularidad ecológica de los manglares denota su sensibilidad a los cambios ambientales en las regiones costeras e interiores (Blasco
et al., 1996), esta sensibilidad está controlada principalmente por factores como el clima regional, la microtopografía, las condiciones
hidrológicas y la acción humana. Uno de los factores más importantes que determinan la dinámica de los manglares es el cambio relativo
del nivel del mar, a través de la influencia de las mareas y la frecuencia de la marea influenciada por vientos de tormenta (Hay y Mimura,
2005). Todos estos cambios ambientales influyen en el hábitat y la fisiología de las especies de manglar y por lo tanto ejercen un fuerte
impacto en su composición y dinámica (McKee y Faulkner, 2000).

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Los manglares son eficientes atrapando sedimentos y el proceso de sedimentación está influenciado por diversos factores como el
suministro de estos, la hidrodinámica de la zona, parámetros geoquímicos, entre otros (Alongi 2008; Sanders 2012). Estos sedimentos y
los fósiles asociados, en particular su polen, se han utilizado ampliamente en la interpretación paleoclimática y estratigráfica (Churchill,
1973; Muller y Caratini, 1977; Bessedik, 1981; Mildenhall y Brown, 1987; Grindrod, 1988; Crowley et al., 1990; Ellison, 1991; Woodroffe y
Grindrod, 1991) en (Blasco et al, 1996).

Dentro de los sedimentos de manglar se encuentran también los foraminíferos (Lezine et al., 2002). Los estuarios, manglares y deltas
presentan condiciones
extremas para estos, ya que se encuentran en el límite entre condiciones marinas y
de agua dulce, haciendo que se vean obligados a acomodarse a unas condiciones estresantes para ellos, donde los recursos que
normalmente se encuentran en el medio marino, son escasos. Sin embargo, existen especies adaptadas a estos ambientes que cumplen
un papel ecológico dentro de los mismos y que además son potencialmente bioindicadores de sus condiciones ambientales (Gómez,
2011). La característica general de la fauna de foraminíferos de los manglares es la siguiente: es muy pobre en número de especies y muy
variable desde el punto de vista de la cantidad de ejemplares encontrados. Las especies predominantes son las bénticas y estas son casi
exclusivamente aglutinadas. Esto se explica por el muy pobre contenido de calcio en las aguas, así como por la muy probable disolución
pos mortal de los caparazones, debido al pH bajo (Boltovskoy, 1965).

Muestreo de núcleos de sedimentos en manglar


A pesar de que en Colombia se han realizado caracterizaciones de foraminíferos bentónicos en ambientes costeros y arrecifales, los
estudios colombianos de foraminíferos en ambientes de manglar son escasos. Conocemos relativamente poco de las especies de
foraminíferos en manglares, su distribución, ecología y preservación (Bernal et al, 2008), por lo que en cierta medida el desarrollo de este
trabajado puede ayudar a nutrir dicho conocimiento. Por otro lado el componente sedimentológico siempre está ligado al estudio de
foraminíferos, pues estas dos herramientas permiten conocer determinar por ejemplo cambios en el nivel del mar, eventos de
deposición anómalos, que finalmente servirán para arrojar conclusiones respecto a la ocurrencia de eventos extremos.

Otro panorama se observa a nivel mundial, en la última década los foraminíferos de ambientes de manglar se han convertido en un
método popular para la evaluación de las variaciones del nivel del mar, especialmente para estudios de alta resolución desde el Holoceno
tardío, donde los cambios a escala de decímetros son de particular interés. Para ayudar a lograr estos objetivos se han usado métodos
estadísticos variados, uno de ellos son las llamadas Funciones de Transferencia, estas son ecuaciones derivadas empíricamente para
calcular estimados cuantitativos de las condiciones atmosféricas u oceánicas antiguas a partir de datos paleontológicos, se caracterizan
por generar estimados cuantitativos de algunos parámetros de un ambiente en el pasado, tales como temperatura superficial del océano,
salinidad o productividad oceánica (Sachs et al., 1977). Esta herramienta ha sido usada en el muestreo de sedimentos de manglar por
distintos investigadores, por ejemplo Edwards y Horton (2000) estudiaron el registro de los cambios en el nivel del mar durante el
Holoceno en el Reino Unido mediante el estudio de las variaciones en sedimentaria costera secuencias y componentes biológicos
asociados contenidos en ellos, específicamente foraminíferos. De manera similar en 2003 y bajo esta misma herramienta en Horton et al
(2003), se estudió la distribución de foraminíferos en un ambiente de manglar Australiano y las implicaciones en la reconstrucción del
nivel del mar.

En 2008 Berkeley et al investigaron la distribución de foraminíferos bentónicos a través de la costa intermareal de Cocoa Creek,
Queensland – Australia con el propósito de entender la naturaleza de las asociaciones fósiles en dichos ambientes. El lugar de estudio
está localizado en la bahía de Cleveland, al norte de Queensland que se caracteriza por presentar una serie de bahías orientadas al norte
que se han formado en holoceno debido a ascensos del nivel del mar. Se obtuvieron núcleos de 9 secciones distintas, correspondientes a
la zona de manglares; se realizaron perforaciones de 0.5 m y 1 m de profundidad usando muestreadoresde sección D (rusos), obteniendo
un total de 236 muestras de 12 núcleos. Estas fueron tamizadas a 65 y 500 micras y analizadas en el microscopio. Finalmente se identificó
dominio de asociación de especies aglutinadas en el manglar superior y de asociación de especies calcáreas en el manglar inferior.

Así mismo, los foraminíferos y ostrácodos han sido ampliamente utilizadas para la reconstrucción de la evolución paleoambiental de los
estuarios y lagunas, ya que los organismos responden previsiblemente al cambio de salinidad. Gregory et al (2015) analizaron muestras
de sedimentos de dos lagunas en la costa suroeste de Cuba: Punta de Cartas y Playa Bailen. Los núcleos utilizados fueron de 70 cm
aproximadamente, conteniendo 275 cm de muestreo para Punta de Cartas (PC01) y 330 cm para Playa Bailén (PB02). Estos fueron
muestreados cada 10 cm, se tamizaron a 63 micras para realizar el análisis de foraminíferos, se secaron en horno y luego las muestras
fueron examinadas con microscopio. Los datos de foraminíferos de Punta de Cartas y Playa Bailen muestran patrones similares de
cambios de salinidad durante el Holoceno tardío, aunque los conjuntos que se encuentran en cada laguna difieren Ambos lugares
muestran tendencias hacia condiciones relativamente más marinos que abarcan el último ~ 3000 años AP. En este estudio se analiza

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también factores sedimentológicos de los núcleos, y se concluye que debido a que el tamaño de grano de los sedimentos de ambos
núcleos es relativamente constante, el nivel del mar en la deposición de estos en las lagunas ha variado muy poco.

Smoak y Patchineelam (1999) y Sanders et al (2008, 2010a, 2010b) han utilizado las tasas de acumulación de sedimentos en los
manglares como un proxy para el aumento del nivel del mar en Brasil. Rhodes et al (2011) por otra parte, a través de estudios de
reconocimiento del depósito del tsunami del de 2004 en la costa de Andamán el norte de Tailandia, postularon que los manglares son
sitios potenciales para la preservación de sedimentos de este tipos de depósitos. Ellos describieron una capa de turba conservado a lo
largo del canal Thap Lamu de un bosque de manglares y lo llamaron Unidad tIII, y lo que interpretaron como el depósito paleotsunami
más antiguo hasta ahora identificados a lo largo de la costa de Andaman de Tailandia. Para esto recolectaron núcleos y realizaron
estudios sedimentológicos, se encontraron con que los núcleos presentaban intercalaciones de turba, arenas gruesas y fragmentos
angulares de corales dispersos. Finalmente concluyeron que debido a la similitud con una unidad previamente determinada como Unidad
Ti y catalogada como un depósito de tsunami de 2004 y a estudios de radiocarburos realizados a las conchas encontradas, para dicho
depósito el origen más probable es un tsunami.

Entre otros autores se puede mencionar los trabajos realizados por Punwong et al en 2012 y 2013. Sus investigaciones se basaron en
análisis de pollen y carbono de las muestras de sedimentos recolectados en manglares en Zanzíbar y Tanzania con el fin de reconstruir
ambientes pasados y entender la dinámica de los sedimentos asociados.

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