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Título: El Señor sostiene a Su Iglesia. 25/3/18 – Iglesia Residencial Almendares.

Introducción
Hace más de veinte años (cuando era joven), ocurrieron los dos sucesos más importantes,
probablemente de toda mi vida. Y mira que he tomado decisiones importantes, y estoy seguro
que todos ustedes también han tenido que tomar algunas, que a la postre han marcado el curso
de sus vidas.
En mi caso, con 19 años decidí creer en Jesucristo como mi salvador. Para llegar a ese punto,
debo decir que pasé alrededor de cinco años en contacto con el mensaje del evangelio,
principalmente por mi mamá. Recuerdo que la primera vez que abrí una Biblia estaba en el
Preuniversitario. Era de una compañera de clase donde estaba, que por cierto, hace varios años
volví a ver y actualmente es miembro de la Iglesia de donde provengo (IBSS).
Pero en ese tiempo la Biblia me fue indiferente, aunque tuve un poco de curiosidad por ver de
qué se trataba, la verdad es que era muy rebelde a Dios, principalmente porque la que
representaba el mensaje era precisamente mi madre y éramos como polos opuestos, pero que
solo se atraían teniendo diferencias.
Aún así, sé que oraba mucho por mi y Dios hizo la obra. El suceso de mi conversión fue
semejante a cómo ocurre generalmente. Arrepentimiento genuino, entrega y confianza en el
perdón que Dios ofrece a través de su Hijo. En esta decisión tuvo mucho que ver el testimonio
de mi tío, alcohólico y palero, que también me expuso el evangelio completo. Lo sobrenatural
vino cuando una semana después salí a divertirme pero el poder que me controlaba
anteriormente no me quería dejar escapar. Tenía ataduras muy fuertes, de pecado, al punto de
correr peligro por lo que estaba haciendo. Estaba endrogado y entre agentes de seguridad,
acompañado de un grupo de jóvenes extranjeros que celebraban en un festival de la juventud
comunista. Una liga fatal que terminaría muy mal de no ser por la intervención de Dios. En
medio de eso y en un momento de lucidez clamé a Él pidiendo perdón por mi desfachatez y
enseguida el Espíritu Santo tomó el control de la situación, para salvarme milagrosamente.
Les cuento esto principalmente por dos razones, la primera porque es que cada vez que
tengamos la oportunidad, debemos testificar sobre la salvación que Cristo efectuó en nosotros.
La segunda, porque el sermón está basado en el pasaje de la conversión de Saulo. También, el
cuenta su experiencia públicamente, según aparece en el libro de Hechos un par de veces más.
En el capítulo 22 en un discurso ante todo el pueblo y la otra delante del rey Agripa en el
capítulo 26. Les animo a que enseguida, cuando estén en casa, lean estos relatos en función de
tener una noción más clara y amplia de su testimonio.
De todas formas, sabemos por estudios anteriores que Saulo era uno de los perseguidores
principales de la Iglesia recién nacida. Saulo se volvió en poco tiempo en uno de los más
grandes enemigos de la fe cristiana, empecinado en destruir a los detractores (traidores) de la
religión judía. Fue promotor de la primera persecución severa en Jerusalén que provocó que
todos fueran esparcidos por las tierras de Judea y Samaria, salvo los apóstoles.
Un detalle importante que no debemos pasar por alto es su devoción y preparación farisaica,
discípulo de Gamaliel. Este anciano era doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, que
intervino sabiamente (Hch. 5:34-39) la primera vez que llevaron a Pedro y Juan al concilio
(reunión religiosa) para ser juzgados. El concluyo así: Leer v.v 38-39. Sorprendentemente eso
era lo que estaba por ocurrir en la vida del joven Saulo.

Vamos al pasaje completo en Hechos 9:1-31.


Proposición: La Iglesia de Cristo se sostiene y crece por la voluntad soberana del Señor de ella,
Jesús mismo.

La persecución estaba por extenderse al norte, a Damasco, lugar donde se habían refugiado
algunos cristianos. Por supuesto, al pertenecer a otra provincia del imperio, Saulo necesitaba
credenciales legales para apresarlos. Este plan tenía un significado espiritual muy serio, pues
estaba en grave peligro la recién nacida Iglesia de Cristo. Apenas habían pasado unos años y ya
habían sido apresados, matados o dispersados muchos de nuestros hermanos cristianos.
Aunque podemos notar que Dios lo permitió y el evangelio llegó a otras regiones, también
estaba a punto de extenderse por todo el imperio una cruel persecución que atentaba
directamente contra la obra de Dios.
Pero el plan divino era otro, cuando parecía que estaban a punto de extinguirse los seguidores
de este Camino, interviene el mismo Señor Jesús en gloria. Esta vez no se presentó como
anteriormente a sus discípulos, en un cuerpo glorificado antes de ascender al Padre. Sino que se
aparece como el Gran Rey, cómo el León de la tribu de Judá, cómo el Señor de la historia. La
expresión “Yo soy Jesús, a quién tú persigues”, es definitiva. ¿Acaso Saulo quería coger preso a
Jesús y llevarlo ante las autoridades? (pausa).

Y este es el punto principal:


La Iglesia es para Jesucristo tan importante, que cualquier cosa que quieran hacerle es como si
se lo hicieran al mismo Jesús.

Esta verdad queda confirmada también en varios pasajes, cuando por ejemplo Jesús se ubica
en el lugar de los pequeñitos del reino y cualquier cosa que hagan con ellos es como si se lo
hubieran hecho a Él. Pero además tiene consecuencias eternas. Así es el amor de Dios, protector
y defensor de sus hijos, al máximo. No hay nada que temer.
Representamos tan puros y cabalmente a Jesús, nuestro Señor, que toda nuestra vida está en
sus manos, en su control y su voluntad perfecta. Pero el mérito no es nuestro porque como
novia hemos sido ataviados, arreglados por Él en Santidad.
Todo lo que sucede a los cristianos está en sus manos, no hay un plan B ni reacciones divinas
a los ataques del mundo. En todo caso, hay disciplina y enseñanza, bendiciones y respuestas a
nuestras oraciones. Porque Dios irrumpió (entró) en la historia de manera especial a través de
Su hijo (el milagro de la encarnación “Enmanuel” Dios con nosotros) y su Reino se ha
manifestado cumpliendo así sus promesas. Y lo que más nos compete a nosotros es que la
Iglesia, tú y yo, somos parte activa del plan perfecto de Dios.

Gamaliel había dado un consejo certero y creo que Saulo, su alumno, se dio cuenta de ello al
verse luchando contra Dios. Fue tal la frustración que cayó en tierra totalmente humillado y
dijo: ¿Qué quieres que yo haga? Definitivamente fue un duro encuentro.
Algunos piensan que Saulo había sido impactado por el testimonio de Esteban; puede ser.
Otros usan esta aparición única para sugerir que no tenemos voluntad propia en la decisión de
creer en Cristo, lo cual no es cierto, ni siquiera es insinuado por el autor del libro dentro del
contexto.
Sin embargo, la Biblia si dice que este hombre es un instrumento escogido (v.15) por el Señor
con un propósito definido y claro: llevar su nombre a los gentiles, reyes y judíos. Muchos
conocemos que la obra de Dios a través de este hombre fue extraordinaria. Saulo vino a ocupar
el lugar (no oficialmente) del apóstol que traicionó a Jesús (Judas Iscariote). Su mayor
credencial, este encuentro con Jesús.
Dios incluso lo preparó, sin él saberlo, para esta labor mediante las experiencias de su vida.
Nació judío y tenía los derechos y privilegios de un ciudadano romano. Conocía toda la historia
de la relación de Dios con su pueblo. Tenía la mejor preparación al estudiar con uno de los
mejores maestros judíos de la época. Su temperamento fervoroso, también sería usado por Dios
para que le glorificara.
Cuando hablamos de instrumento escogido, debemos tener claro que todos nosotros lo somos.
Ese es el propósito de Dios para cada uno de nosotros. Según nuestro llamado y dones, ser
usados para la edificación del cuerpo de Cristo.
El llamado a servir siempre va a ser especial para cada uno, porque proviene de Dios. Los
dones también son provisión de Él. Todo está en su control. Solo debemos creer y confiar en Él.
Ahora bien, es difícil creer y confiar cuando todo apunta al fracaso y va mal. Fíjense cómo
dice el v.16: “… porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”. El costo
es alto también para nosotros. Si usted no está sufriendo de alguna manera por causa de Cristo
entonces hay algo que anda mal en su fe. No hay medias tintas ni manera acertada en que
podamos conformarnos a este mundo y su perspectiva. Jesús advirtió sobre este peligro.
Ananías, quién fue enviado por Dios, fue igualmente un gran instrumento de Dios. Me resulta
algo curioso que cuando tuvo la visión se le habla de la visión de Saulo mientras oraba. Ciego y
traumado seguramente clamaba a Dios para que le auxiliara. Fue entonces que vio a Ananías en
la visión, instrumento que Dios usaría para sanarle.
¿Dependía Dios de la visión de Saulo para enviar a Ananías? Por supuesto que no, y hago
mención de esto porque queda claro para mi que Dios tiene siempre un plan perfecto. Y en su
plan nosotros somos parte activa en su funcionamiento. Saulo estaba orando y Ananías fue un
discípulo obediente y valiente. ¡Gracias a Dios por eso! La gloria sea para Él. Asimismo
debemos hacer nosotros y seguir la voluntad de Dios siempre.

Llegamos entonces al final, el tercer punto (leer v.20-22).


Habla del testimonio de Saulo, el mismo tuvo el poder de revertir la situación desesperada de
la Iglesia. En tu vida el cambio, la transformación, el fruto; es clave, como también es
indispensable que prediques el mensaje del evangelio. ¿Cuál era el detonante para enfurecer a
los enemigos del nuevo Camino? Jesús, reconocido como Hijo de Dios, el primogénito. El
Cristo, Mesías. Como dijera anteriormente Pedro ante el concilio en Hch. 4:11-12 (Leer).
Esto es lo que nos distingue y por tanto, no debemos dejar de predicarle. Por causa de esto
vendrán problemas, pero seremos siervos y amigos del Rey. De ese que entró en Jerusalén
humildemente cumpliendo la profecía hace más de dos mil años. Su entrada fue triunfal porque
fue reconocido como Rey por la multitud. Pero más que eso, ahora es Rey de muchos cristianos
por todo el mundo porque ha sostenido a Su Iglesia desde el principio sin defraudar a nadie.

Conclusión
Vayamos a los versículos finales (28 al 31). Todavía quedaban enemigos pero la situación
cambió. Gracias a la intervención de Dios y su favor por la Iglesia. Tengan por seguro que el
Señor vivirá siempre por ella. Él es nuestro Rey eterno y nada ni nadie podrá cambiar esta
verdad. Siempre nos sustentará con la diestra de su justicia. Podemos estar confiados que las
puertas del Hades no prevalecerán contra la Iglesia de Cristo.

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