Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
El pasado 25 de agosto se cumplió otro aniversario del nacimiento del gran escritor
argentino Jorge Luis Borges. El título que encabeza este texto es una pequeña
afirmación que viene en su cuento “El inmortal”, que se encuentra en el libro “El
Aleph” (1949). La primera vez que leí el cuento me atrajo mucho el tema y sobre todo
esa frase. El adjetivo “baladí” es raramente usado en el español rioplatense, y su origen
viene del árabe que influyó mucho en el castellano de la península ibérica. Significa “de
poca importancia” según la RAE. En árabe significa “nativo, nacional” y tiene un
sentido peyorativo.
A mi me parece que Borges está más del lado del poeta Horacio: “carpe diem”. Lo
importante no es tener una vida larga, sino significativa. Y si no logramos encontrarle
un significado relevante (digamos también, trascedente) pues más vale vivir
intensamente cada momento, sacarle el jugo a cada instante de la existencia para
después aceptar que, inexorablemente, habrá un fin. Pues, todo parece indicar que una
vida sin fin es inhumana.
Evidentemente, lo que queremos decir citando el caso del transhumanista, es que
intentarle darle nosotros solos un sentido a la vida puede ser un callejón sin salida. Claro
también, que por otra parte es una tarea insustituible de toda persona buscarle un sentido
a su existir. Pero lo que nos enseña el literato argentino, es que pretender la
inmortalidad por sí misma es una vanalidad. Podemos arriesgar que vivir es buscarle un
sentido a la existencia, o mejor aún, esperar a que ese sentido acontezca en “alguna
parte”. En eso consiste la religión bien entendida, en creer que el sentido nos es dado
gratuitamente por el Dueño de la vida. No obstante, esto no nos releva de encontrarle
qué sentido le da el Dueño de la vida a mi vida. Así queremos poner de relieve algo que
muchas veces ignoramos: la religiosidad humana no resuelve mágicamente nuestras
vidas. Miles de casos enfrentamos cotidianamente de personas, amigos, familiares,
vecinos, que por más religión que practiquen, sufren, se enferman, padecen tragedias, se
deprimen, incluso desesperan.
Si el Prof. De Grey, con su alquimia, pudiera asegurarnos un sentido para nuestra vida
que fuera más allá de lo material-biológico entonces diría que su investigación no es
baladí. Pero dejar de envejecer no me asegura ninguna bienaventuranza imperecedera.
Pues la bienaventuranza no se parece en nada a la inmortalidad.