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PATROLOGÍA- TEXTOS

APOLOGISTAS GRIEGOS

CUADRATO

“Después del gobierno de Trajano, que duró veinte años menos seis meses, sucede en el
imperio Elio Adriano. A Adriano le dirigió Cuadrato un discurso, consistente en una
Apología que compuso en defensa de nuestra religión, porque algunos malvados
trataban de molestar a los nuestros. Este escrito lo conservan todavía muchos hermanos,
y nosotros poseemos también una copia, y en él pueden verse brillantes pruebas del
talento de Cuadrato y de su ortodoxia apostólica. Y él mismo afirma su antigüedad
como se infiere de estas palabras: ‘Las obras, empero, de nuestro Salvador estuvieron
siempre presentes, puesto que eran verdaderas: los que él curó, los que resucitó de entre
los muertos no fueron vistos solamente en el momento de ser curados y resucitados,
sino que estuvieron siempre presentes; y eso no sólo mientras el Salvador vivía aquí
abajo, sino aun después de su muerte, han sobrevivido mucho tiempo, de suerte que
algunos de ellos han llegado hasta nuestro días’” (EUSEBIO DE CESAREA, HE IV,3,1-2).

ARÍSTIDES DE ATENAS

II. Para nosotros, oh rey, que hay tres géneros de hombres en este mundo: los
adoradores de los entre vosotros llamados dioses, los judíos y los cristianos; y a su vez,
los que veneran a muchos dioses se dividen también en tres géneros: los caldeos, los
griegos y los egipcios, porque éstos fueron los guías y maestros de las demás naciones
en el culto y adoración de los dioses de muchos nombres... VIII.2. Ahora bien, los
griegos, que dicen ser sabios, se mostraron más necios que los caldeos, introduciendo
muchedumbre de dioses que nacieron, unos varones, otros hembras, esclavos de todas
las pasiones y obradores de toda especie de iniquidades: dioses, de quienes ellos
mismos contaron haber sido adúlteros y asesinos, iracundos y envidiosos y rencorosos,
parricidas y fratricidas, ladrones y rapaces, cojos y jorobados, y hechiceros y locos. 3.
De ellos unos murieron, otros fueron fulminados, otros sirvieron a los hombres como
esclavos, otros anduvieron fugitivos, otros se golpearon de dolor y se lamentaron, otros
se transformaron en animales.

TACIANO EL SIRIO

II. ¿Qué habéis producido que merezca respeto con vuestra filosofía? ¿Quién de entre
los que pasan por los más notables estuvo exento de arrogancia? Diógenes, que con la
fanfarronada de su tonel ostentaba su independencia, se comió un pulpo crudo y,
atacado de un cólico, murió de su intemperancia; Aristipo, paseándose con su manto de
púrpura, se entregaba a la disolución con apariencias de gravedad; Platón, con toda su
filosofía, fue vendido por Dionisio a causa de su glotonería. Y Aristóteles, que puso
neciamente límite a la providencia y definió la felicidad por las cosas que él gustaba,
adulaba muy paletamente a Alejandro, el muchacho loco, quien, muy aristotélicamente
por cierto, metió en una jaula a un amigo suyo por no haberle querido adorar, y lo
llevaba por todas partes como a un oso o un leopardo... Obedecía muy puntualmente a

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los preceptos de su maestro, mostrando su valor y su virtud en los banquetes, y


atravesando con su lanza al más íntimo y más querido de sus amigos, llorando luego y
negándose a tomar alimento por simulación de tristeza, a fin de no atraerse el odio de
los suyos...” (Discurso contra los griegos).

XXXI. Ahora considero oportuno demostraros que nuestra filosofía es más antigua que
las instituciones griegas. Los límites serán Moisés y Homero; y pues uno y otro son
antiquísimos, uno el más viejo de los poetas e historiadores; otro, autor de toda la
sabiduría bárbara, tomémoslo ahora para establecer la comparación, y hallaremos que
nuestra religión no es sólo más antigua que la cultura de los griegos, sino anterior
incluso a la invención del alfabeto. Y no voy a tomar testigos de mi propia casa, sino
que me valdré más bien de la ayuda de los mismos griegos... (para) combatiros con
vuestras propias armas y tomar de vosotros mismos argumentos no sospechosos.
XXXVI. Concedamos que Homero haya vivido, no después de la guerra de Troya, sino
en el tiempo mismo de la guerra y hasta que haya combatido en el ejército de
Agamenón y, en fin, si alguno tiene gusto en ello, que naciera antes de la invención del
alfabeto; pues aparecerá claro que Moisés, del que hablamos previamente, es en
muchos años más antiguo que la toma de Troya... Para demostrarlo me valdré de
testigos caldeos, fenicios y egipcios... XL. De todo lo dicho aparece claro que Moisés es
más antiguo que los antiguos héroes, guerras y divinidades, y más vale creer que al que
se aventaja por la edad que no a los griegos, que fueron a sacar de esa fuente sus
enseñanzas sin entenderlas. Porque muchos de sus sofistas, con mucha vana curiosidad,
trataron de adulterar cuanto conocieron de Moisés y de quienes a la manera de Moisés
filosofan; primero para dar la apariencia de decir algo original; y luego, para falsificar
la verdad como un conjunto de fábulas, dando un barniz de fingida retórica a lo que no
habían entendido.

ATENÁGORAS DE ATENAS

X. Así, pues, queda demostrado suficientemente que no somos ateos, pues admitimos a
un solo Dios, increado y eterno e invisible, impasible, incomprensible e inmenso, sólo
por la inteligencia a la razón comprensible, rodeado de luz y belleza y espíritu y
potencia inenarrable, por quien todo ha sido hecho por medio del Verbo que de Él
viene, y todo ha sido ordenado y se conserva. Porque reconocemos también un Hijo de
Dios. Y que nadie tenga por ridículo que para mí tenga Dios un Hijo. Porque nosotros
no pensamos sobre Dios y también Padre, y sobre su Hijo, a la manera como fantasean
vuestros poetas, mostrándonos dioses que en nada son mejores que los hombres; sino
que el Hijo de Dios es el Verbo del Padre en ideas y operación, pues conforme a él y
por su medio fue todo hecho, siendo uno solo el Padre y el Hijo. Y estando el Hijo en el
Padre y el Padre en el Hijo por la unidad y potencia de espíritu, el Hijo de Dios es
inteligencia y Verbo del Padre. Y si por la eminencia de vuestra inteligencia se os
ocurre preguntar qué quiere decir “hijo”, lo diré brevemente: el Hijo es el primer brote
del Padre, no como hecho, puesto que desde el principio, Dios, que es inteligencia
eterna, tenía en sí mismo el Verbo, siendo eternamente racional, sino como procediendo
de Dios... Y concuerda con nuestro razonamiento el Espíritu profético: “El Señor, dice,
me crió principio de sus caminos para sus obras” (Prov 8,22). Y a la verdad, el mismo
Espíritu Santo, que obra en los que hablan proféticamente, decimos que es una
emanación de Dios, emanando y volviendo, como un rayo de sol. ¿Quién, pues, no se
sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un solo Dios Padre y a un Dios Hijo

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y a un Espíritu santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden?


(Legación en favor de los cristianos).

TEÓFILO DE ANTIOQUÍA

II.10. Teniendo, pues, Dios a su Verbo inmanente en sus propias entrañas, le engendró
con su propia sabiduría, emitiéndole antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo Él por
ministro de su creación y por su medio hizo todas las cosas. II.22. Dios, el Padre del
universo, es inmenso y no se halla limitado a un lugar, pues no hay lugar de su
descanso; mas su Verbo, por el que hizo todas las cosas, como potencia y sabiduría suya
que e, tomando la figura del Padre y Señor del universo, ese fue el que se presentó en el
jardín en figura de Dios y conversaba con Adán. La misma divina Escritura nos enseña
que Adán dijo haber oído su voz. Y esa voz, ¿qué otra cosa es sino el Verbo de Dios,
que es también hijo suyo? Hijo, no al modo que poetas y mitógrafos dicen que nacen
hijos de los dioses, por unión carnal, sino como la verdad explica que le Verbo de Dios
está siempre inmanente en el corazón de Dios. Porque, antes de crear nada, a éste tenía
por consejero, como mente y pensamiento suyo que era. Y cuando Dios quiso hacer
cuanto había deliberado, engendró a este Verbo proferido (proforikon) como
primogénito de toda creación, no vaciándose de su Verbo, sino engendrando al Verbo y
conversando siempre con él (A Autólico).

MELITÓN DE SARDES

VIII. Porque, nacido como hijo, conducido como cordero, sacrificado como oveja,
enterrado como un hombre, resucitó de los muertos como Dios, siendo por naturaleza
Dios y hombre. IX. Él es todo: por cuanto juzga, es Ley; en cuanto enseña, Verbo; en
cuanto salva, Gracia; en cuanto que engendra, Padre; en cuanto que es engendrado,
Hijo; en cuanto que sufre, oveja sacrificial; en cuanto que es sepultado, Hombre; en
cuanto que resucita, Dios. X. Este es Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los siglos
de los siglos... LXX. Este es el que se hizo carne en una virgen, cuyos (huesos) fueron
quebrados sobre el madero, quien en la tumba no se convirtió en polvo, quien resucitó
de entre los muertos y levantó al hombre desde las profundidades de la tumba hasta las
altas de los cielos. LXXI. Este es el cordero que fue inmolado, éste es el cordero que
permanecía mudo, éste es el que nació de María, la blanca oveja... LXXXII. Este es el
primogénito de Dios, que fue engendrado antes que el lucero matutino, que hizo
levantarse a la luz, que hizo brillar al día, que separó las tinieblas, que puso la primera
base, que suspendió la tierra en su lugar, que secó los abismos, que extendió el
firmamento, que puso orden en el mundo (Homilía sobre la Pascua).

JUSTINO

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“Algunos, sin razón, para rechazar nuestra enseñanza pudieran objetarnos que, diciendo
nosotros que Cristo nació hace sólo ciento cincuenta años bajo Quirino y enseñó su
doctrina más tarde, en tiempo de Poncio Pilato, ninguna responsabilidad tienen los
hombres que le precedieron. Adelantándonos a resolver esta dificultad. Nosotros hemos
recibido la enseñanza de que Cristo es el primogénito de Dios, y anteriormente hemos
indicado que Él es el Verbo, de que todo el género humano ha participado. Y así,
quienes vivieron conforme al Verbo, son cristianos aun cuando fueron tenidos por
ateos, como sucedió con Sócrates y Heráclito y otros semejantes, y entre los bárbaros
con Abrahán, Ananías, Azarías y Misael, y otros muchos cuyos hechos y nombres, que
sería largo enumerar, omitimos por ahora. De suerte que también anteriormente
vivieron sin razón, se hicieron inútiles y enemigos de Cristo y asesinos de quienes viven
con razón; mas los que conforme a ésta ha vivido y siguen viviendo son cristianos y no
saben de miedo ni turbación” (1 Apol. 46).

“Y aun algunos que profesaron la doctrina estoica, sabemos que han sido odiados y
muertos, pues por lo menos en la ética se muestran moderados, lo mismo que los poetas
en determinados puntos, por la semilla del Verbo, que se halla ingénito en todo el
género humano. Como Heráclito, como antes dijimos, y entres los de nuestro tiempo,
Musonio y otros que sabemos. Porque, como ya indicamos, los demonios han tenido
siempre empeño en hacernos odiosos a cuantos, de cualquier modo, han querido vivir
conforme al Logos y huir de la maldad. Nada, pues, tiene de maravilla si,
desemascarados, tratan también de hacer odiosos, y con más empeño, a los que viven no
ya conforme a una parte del Verbo seminal, sino conforme al conocimiento y
contemplación del Verbo total, que es Cristo” (2Apol. 2,7).

“Así pues, nuestra religión aparece más sublime que toda humana enseñanza por la
sencilla razón de que el Verbo entero, que es Cristo, aparecido por nosotros, se hizo
cuerpo y razón y alma. Porque cuanto de bueno dijeron y hallaron jamás filósofos y
legisladores, fue por ellos elaborado según la parte del Verbo que les cupo, por la
investigación e intuición; pero como no conocieron al Verbo entero, que es Cristo, se
contradijeron también con frecuencia unos a otros. Y los que antes de Cristo intentaron,
conforme a las fuerzas humanas, investigar y demostrar las cosas por razón, fueron
llevados a los tribunales como impíos y amigos de novedades... A Sócrates nadie le
creyó hasta dar su vida por esta doctrina; mas a Cristo, que en parte fue conocido por
Sócrates (pues Él era y es el Verbo que está en todo, y Él fue quien por los profetas
predijo lo que iba a venir y quien, hecho de nuestra naturaleza, por sí mismo nos enseñó
estas cosas); a Cristo, decimos, no sólo le han creído filósofos y hombres cultos, sino
también artesanos y gente absolutamente ignorante, que han sabido despreciar la
opinión, el miedo y la muerte. Porque Él es la virtud del Padre inefable y no vaso de
humana razón” (2Apol. II,10).

A DIOGNETO

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V. Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni


por su habla ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni
hablan una lengua extraña ni llevan un género de vida aparte de los demás. En verdad,
esta doctrina no ha sido por ello inventada gracias al talento y especulación de hombres
curiosos, ni profesan, como otros hacen, una enseñanza humana; sino que, habitando
ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en
vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan
muestras de un tenor de peculiar conducta, admirable, y, por confesión de todos,
sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo
como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos
patria, y toda patria, tierra extraña. Se casan como todos; como todos engendran hijos,
pero no exponen a los que les nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la
carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su
ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan
las leyes. A todos aman y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena.
Se los mata y en ello se les da la vida. Son ‘pobres y enriquecen a muchos’ (2Cor 6,10).
Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados y en las mismas deshonras son
glorificados. Se los maldice y se los declara justos. ‘Los vituperan y ellos bendicen’
(1Cor 4,22). Se los injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se los castiga como
malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Por los
judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin
embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio.

VI. Más, para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos
en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y cristianos hay
por todas las ciudades del mundo. Habita el alma en el cuerpo, pero no procede del
cuerpo; así los cristianos habitan en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible
está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; así los cristianos son conocidos como
quienes viven en el mundo, pero su religión sigue siendo invisible. La carne aborrece y
combate al alma, sin haber recibido agravio alguno de ella, porque no le deja gozar de
los placeres; a los cristianos los aborrece el mundo, sin haber recibido agravio de ellos,
porque renuncian a los placeres. El alma ama a la carne y a los miembros la aborrecen,
y los cristianos aman también a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo,
pero ella es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos están detenidos en el
mundo, como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El
alma inmortal habita en una tienda mortal; así los cristianos viven de paso en moradas
corruptibles, mientras esperan la incorrupción en los cielos. El alma, maltratada en
comidas y bebidas, se mejora; lo mismo los cristianos, castigados de muerte cada día, se
multiplican más y más. Tal es el puesto que Dios les señaló y no les es lícito desertar de
él.

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