Sunteți pe pagina 1din 3

“El paradigma hermenéutico en Trabajo Social” 1, 2

RESEÑA 3
Palabras clave: paradigma, interpretar, comprender, hermenéutica, subjetividad
Se puede entrever e interpretar desde las primeras líneas de este texto que Morán tiene el objetivo de
“(…) realizar una introducción a la epistemología interpretativista.” (p. 283) por medio de la exposición
a fondo del paradigma hermenéutico; definiendo algunos de sus conceptos más representativos
(hermenéutica4 y comprensión), situando su génesis a partir del agotamiento, a principios de los
sesenta, del paradigma que le antecedió (el funcionalista) y exponiendo algunas de las escuelas de
pensamiento o teorías que surgieron de dicha perspectiva sin dejar de lado a los autores que las
lideraron. Todo esto, para finalmente mostrar la influencia de éste paradigma, de forma significativa, a
la disciplina de Trabajo Social en tres aspectos fundamentales: epistemología, ideología y metodología
y establecer diferencias entre una práctica profesional desde una perspectiva humanista o
interpretativista.
La manera en que el autor estructura el texto para lograr el objetivo anteriormente mencionado es muy
particular, ya que es un autor que se ha caracterizado, en varias de sus obras, por la división minuciosa
de los temas que decide tratar, así, en este caso, el autor dividió el tema principal (“El paradigma
hermenéutico en Trabajo Social”) en ocho partes fundamentales; la primera, “la génesis de la
interpretación hermenéutica”; la segunda, “un ejemplo: El Teorema de Thomas”; la tercera, “los
modelos Interpretativistas”; la cuarta, “los modelos humanistas”; la quinta, “los modelos
existencialistas”; la sexta, “Trabajo Social y hermenéutica”; la séptima: “la propuesta humanista
centrada en el cliente”; y finalmente, “la propuesta interpretativista”. A su vez, estas ocho divisiones
tienen inmersas en su desarrollo varias divisiones y subdivisiones adicionales; estas, cumplen el papel
de ser un preliminar a lo que Morán hablará en cada apartado.
En la primera parte, el autor viaja a la década de 1950, donde en sus inicios predominaba un sentimiento
favorable frente al equilibrio social de Parsons; dicho sentimiento se vio quebrantado a finales de la
década ya que se hizo evidente la presencia de un mundo sometido a tensiones donde “(…) las
sociedades occidentales sufrían nuevamente el asedio de conflictos clasistas y raciales.” (p. 286), la
cuestión social cambió y la forma de responder a ello debía (re) pensarse. La ideología izquierdista se
debilitó hasta tal punto de ver a la Unión Soviética como un fraude, las naciones subdesarrolladas
hacían cada vez más evidente su inestabilidad y las personas comenzaron a dudar de aquel orden social.
Así, para responder a ello, surgen teorías subjetivistas e intimistas que intentaban comprender la
conducta del hombre y el mundo social. Entonces se intenta explicar el mundo desde sus subjetividades;
sus percepciones y sus sentimientos; se le dota de un sentido simbólico nunca antes visto. Con el fin de
ejemplificar lo anterior, el autor introduce en la segunda parte al Teorema de Thomas, este evidencia
cómo lo subjetivo importa en la definición de la realidad social y cómo lo que las personas piensan
afecta posteriormente su hacer; tal como en una profecía autocumplida, “La parábola nos dice que las
definiciones públicas de una situación (profecías o predicciones) llegan a ser parte integrante de la
situación y, en consecuencia, afectan a los acontecimientos posteriores.” (p. 289).

1. Morán, José M. (2006). El paradigma hermenéutico en Trabajo Social, en: Epistemología, ciencia y paradigma en
Trabajo Social. Sevilla. Ed. Aconcagua Libros, pp. 283–330.
2. José María Morán Carrillo nació en Sevilla, es docente de la asignatura Epistemología del Trabajo Social en la
Universidad Pablo de Olavide en Sevilla, es licenciado en sociología con un diplomado en Trabajo Social y Especialista
en Trabajo Social con Familias.
3. Reseña elaborada por Isabella Montealegre Alvarez (cód.1824804) en el curso de Epistemología de las ciencias
sociales y humanas, presentada a la docente María Teresa Rincón Salazar el 10 de julio de 2019. Programa académico
de Trabajo Social. Universidad del Valle.
4. “La ciencia universal de la interpretación y de la comprensión o entendimiento crítico y objetivo del sentido.” (283)
El tercer apartado es quizás el más extenso del capítulo, es la primera de tres partes que abordan los
modelos que surgen a partir del paradigma hermenéutico; en este caso, los modelos interpretativistas.
Así, el autor expone dos de estos; en primer lugar, el Interaccionismo Simbólico a cargo de Mead se
trató de un modelo orientado al individuo y su relación dinámica con el mundo. Morán expone los
elementos que definen el interaccionismo: el pragmatismo (que ve a la acción individual como el
motor del mundo y a la realidad como una construcción social) y el conductismo (donde Mead muestra
como creía en la conducta observada pero prestándole atención a los procesos mentales intermedios,
cosa que no hizo Watson). A continuación, el autor presenta los conceptos básicos de este modelo
partiendo de la premisa que dice que los significados que un individuo le da algo guían la acción o la
conducta. De la exposición de estos conceptos (acto individual, acto social, símbolo significante, el
self, el yo y el mí, la Socialización, la Interacción, los significados y los símbolos) se pueden concluir
varias cosas; no existen, por parte de los individuos, respuestas irreflexivas o automáticas, y a su vez
estas respuestas o acciones provocan reacciones en otros. Además es innegable para este autor el papel
del lenguaje y de la comunicación (simbólica y significante) inmerso en los procesos de interacción y
socialización que pueden llevar a acciones complejas como la dramaturgia, donde intentamos
controlar lo que otros piensan de nosotros, su conducta y el trato con el que nos corresponden.
Luego, respecto al segundo modelo interpretativista, la Fenomenología a cargo de Husserl, Morán nos
dice que para este modelo la realidad está construida a partir de la percepción de los individuos y que
aquella objetividad característica de algunas cosas, la cual damos por sentada, está ahí porque nosotros
mismos queremos o hacemos que esté ahí. Asimismo, para Husserl es importante “(…) abandonar la
actitud ingenua que nos hace pensar que el mundo está ahí como algo dado y que no requiere
interpretación por parte de la mente humana.” (p. 299). Morán presenta dentro de este modelo a varios
autores que lo trabajaron desde distintas perspectivas; en primer lugar, Alfred Schutz quien se encarga
de profundizar en el análisis de n mundo cotidiano que los hombres dan por hecho, aquel mundo es
intersubjetivo y cultural (no es solo mío) y corresponde al escenario donde se lleva a cabo la acción
social, esta última tiene un propósito. En segundo lugar, La Etnometodología de Garfinkel hace un
estudio microsocial de la vida cotidiana dando un gran papel a la conversación. Luego, con Beger y
Luckmann nos habla de una realidad socialmente construida y de cómo estos autores se encargaron de
estudiar los mecanismos, medios por los cuales, esta realidad se construye. Esto para finalizar
planteando que “El individuo no nace miembro de una sociedad: nace con una predisposición hacia la
sociedad (…) es inducido a participar en la dialéctica de la sociedad.” (p. 310).
En la cuarta parte de este capítulo el autor nos presenta tres de los modelos humanistas. No sin antes
decir que estas perspectivas rechazan la explicación de la acción del hombre por medio de leyes, ya
que este es una persona en búsqueda de su autorrealización, de la cual es responsable y además tiene
impulso y necesidad de lograrla. Así, en primer lugar, la teoría humanista a cargo de Carl Rogers
introdujo la psicoterapia conversacional o centrada en el cliente, donde el individuo tiene un papel
fundamental en su proceso de recuperación, nadie conoce mejor su problema que él mismo. Su
experiencia es su máxima autoridad. Desde esta perspectiva, la autenticidad, la sensibilidad y los
sentimientos del cliente juegan un papel activo en su terapia. En segundo lugar, el apartado acerca de
motivación y necesidad con Abraham Maslow nos plantea que “La personalidad se construye en
función de la motivación o sistema de necesidades.” (p. 316), aquellas necesidades van más allá de lo
fisiológico y su meta es la autorrealización; esta encierra “(…) el desarrollo integral de las
potencialidades y capacidades personales como factor fundamental para alcanzar la felicidad
existencial.” (p. 316). Por último, desde el constructivismo de Kelly, la persona busca y procesa
información de la que saca hipótesis acerca de todo. Así, categorizando y procesando dicha
información, el hombre llega a concebir el mundo como organizado y controlable.
Los modelos existencialistas son los últimos en ser presentados por Morán, en el quinto apartado, de
forma breve. Así, nos dice que la perspectiva existencialista guarda similitudes con el humanismo en
la medida que “(…) comparten una importante dosis de suspicacia frente al racionalismo y el
pensamiento sistemático.” (p. 318) y también en su visión del individuo como un ser en construcción
constante. Sin embargo, también establece diferencias cuando menciona que el existencialismo le da
mayor importancia a la experiencia vital, viendo la libertad como un elemento crucial del proceso de
construcción de la persona. Es así como Morán muestra al existencialismo desde ámbitos como la
religión (con el agnosticismo y el ateísmo) y la literatura (con obras como las de Franz Kafka y Albert
Camus) donde se ven hombres influenciados por una visión pesimista y existencial del mundo, son
personajes solos, angustiados y solos. Además, estos modelos se oponen a muchas explicaciones
científicas, ya que, para estos, “(…) el ser humano en su proceso de elección es el que fabrica su propia
naturaleza.” (p. 319) difiriendo así del mundo animal y gozando de una libertad de elección que además
lo carga de una responsabilidad, entre otras cosas, de confrontarse con el imposible de encontrar
justificaciones últimas.
Para terminar con lo anterior, Morán dice que para ambas líneas; la interpretativista (Interaccionismo
Simbólico y Fenomenología) y la humanista (el Humanismo y las perspectivas existenciales), el mundo
solo puede ser comprendido desde el punto de vista del protagonista, ya que, en general, para esta
orientación son las propias ideas del individuo y los significados lo que importa en realidad, más que
la biología. Finalmente, después de una amplia exposición del marco teórico del paradigma
hermenéutico, llega el momento donde Morán hace conexiones, divididas en tres aspectos, entre dicho
paradigma y el Trabajo Social. En primer lugar, en cuanto a la epistemología el autor nos dice que
se fusiona el sujeto-sujeto (terapeuta-cliente) en una relación de comprensión de los sentimientos y de
los significados. Luego, en el apartado sobre la ideología aparecen algunas críticas por parte de Morán
al paradigma y plantea que este ignora lo social, mirando en exceso hacia el interior y quedándose corto
a la hora de generar transformaciones estructurales. Por último, en cuanto a la metodología, Morán le
da un papel activo a la creatividad que debe tener el trabajador social para cumplir con el objetivo de
“(…) ayudar al cliente a reconocer y hacer consciente su experiencia y a comprender lo que significa
para él.” (p. 324).
Por último, en el apartado final el autor tiene la intención de clarificar algunos aspectos de la práctica
del Trabajo Social desde cualquiera de las dos perspectivas mencionadas anteriormente. En primer
lugar, desde la perspectiva humanista centrada en el cliente, se le da al trabajador social la misión de
propiciar condiciones para que se dé un proceso de autorrealización en el cliente, sin olvidar nunca el
valor de la autenticidad, la comprensión, la comunicación de los sentimientos y de la aceptación de la
otra persona con su propia realidad. En segundo lugar, desde la perspectiva interpretativista, el
trabajador social debe comprender cómo las interpretaciones de los individuos, construidas a partir de
la percepción de símbolos significantes, determinan la conducta. El trabajador social debe entrar en el
mundo del cliente y no limitarse en mirar hacia dentro sino también hacia afuera.
En conclusión, para Morán este paradigma tiene el plus de pensarse al individuo (y muchos otros plus),
pero deja de lado el factor contexto y termina cayendo en el error de ser una teoría del consenso, la cual
no se piensa la transformación estructural. Sin embargo, en mi opinión, este texto no deja de ser una
gran herramienta de reflexión para estudiantes de Trabajo Social que en algún momento tendrán que
verse sometidos a la dicotomía de elegir desde dónde querrán guiar su actuar profesional. Concuerdo
con Morán a la hora de decir que este paradigma cae en el radicalismo y no se cuestiona, como quizás
yo sí lo hago; ¿qué pasaría si un individuo, por ejemplo, no es capaz de responder al papel que se le
asigna como dinamizador de su propio proceso de recuperación? O incluso, meramente de interacción.
Morán es un autor versátil, ofrece una lectura amena dirigida a estudiantes, o a simples curiosos del
tema, que sin dudar quedarán sorprendidos al ver que ni siquiera este paradigma es tan completo.

S-ar putea să vă placă și