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RENOVANDO EL ENTENDIMIENTO

MENSAJE CUATRO

I. EL SENTIR DE LA VIDA

Nuestra vida natural manifiesta sus necesidades y sus instrucciones a través de


impulsos tales como el hambre, la sed o el sueño. Cuando pasamos mucho tiempo
sin comer, sentimos hambre. Cuando pasamos mucho tiempo sin beber agua,
tenemos sed. Cuando pasamos mucho tiempo sin dormir, tenemos sueño. Cuando
todas estas necesidades se manifiestan en nuestras vidas, nos gobiernan y no
tenemos otra opción más que obedecerlas. Del mismo modo sucede con nuestra
vida espiritual.

La vida que recibimos de Dios, mediante la ley del Espíritu de vida, incluye su
propio sentir a través de fuertes impresiones, imágenes, presentimientos e
intuiciones que nos indican lo que el Espíritu nos quiere decir. Si bien la biblia no
habla explícitamente del sentir de la vida, podemos encontrarlo de manera
implícita en el capítulo 8 de Romanos:

“Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y


paz.”
Romanos 8:6

Poner nuestra mente y nuestra atención en la carne es muerte, pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz. Tanto la muerte espiritual como la vida espiritual son cosas
que podemos sentir interiormente. Pablo menciona en este pasaje la paz, y esto
denota algo que podemos sentir de manera interna. Cable aclarar que, sentir la paz
no tiene que ver con el ambiente externo, sino con una condición interior.

La muerte espiritual se puede sentir a través de diferentes expresiones como:

● Nos sentimos débiles.


● Nos sentimos vacíos.
● Nos sentimos oprimidos.
● Nos sentimos oscuros.
● Nos sentimos doloridos.

Todos estos sentimientos, son algunas de las expresiones de una condición interna
de muerte espiritual. Cuando pecamos y hacemos algo que sabemos que no está
bien, nos estamos ocupando de las cosas de la carne, y todos hemos experimentado
alguna vez esa horrible sensación de dolor, de oscuridad, de vacío, de opresión, de
debilidad.
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro.”
Romanos 6:23

El fruto del pecado es la muerte. Por ende, cuando pecamos sentimos la muerte a
través de diferentes expresiones tales como las mencionadas anteriormente. De la
misma manera, el fruto del Espíritu es vida y paz. Por eso cuando nos ocupamos de
las cosas del Espíritu, sentimos todo lo contrario:

● Nos sentimos fuertes.


● Nos sentimos satisfechos y completos.
● Nos sentimos libres.
● Nos sentimos resplandecientes.
● Nos sentimos bien.

Todas estas son expresiones de la vida y de la paz de Dios. Es el fruto de poner la


mente y la atención en las cosas del Espíritu. Lo más grandioso, es que el Espíritu
nos guía constantemente a través de pequeños impulsos que nos llevan a
experimentar el sentir de la vida de Dios.

Todo lo que Dios acepta y todo lo que Dios rechaza se evidencia por
medio del sentir de la vida​. Si lo que somos y hacemos está en el Espíritu y
concuerda con Dios, la ley del Espíritu de vida nos hará sentir su aprobación, de lo
contrario, nos hará sentir su oposición y rechazo. Todo esto lo realiza de forma
natural y no tiene necesidad de que nadie le indique. Por ejemplo:

Cuando tomamos un vaso de jugo, naturalmente percibimos que es dulce porque la


ley de vida física que hay en nuestro cuerpo, nos hace percibirlo de manera natural.
Lo mismo sucede con la ley del Espíritu de vida. No es necesario que otros nos
indiquen si lo que somos o lo que hacemos está en el Espíritu o no, o si estamos
ocupandonos del Espíritu y agradando a Dios o no. Por naturaleza, la ley de vida en
nuestro interior se encargará de hacernos saber mediante el sentir de la vida.

“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles,
que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido,
ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su
corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la
lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.”
Efesios 4:17-19

Con suma urgencia necesitamos atender y conocer la vida que portamos en nuestro
interior. ​La ignorancia es uno de los peores enemigos de los hijos de
Dios​. No ignorancia en términos de inteligencia, sino en cuanto al peligro de no
conocer lo que Dios nos dio a través de la vida de Cristo.
Una de las peores consecuencias de no conocer la vida de Dios, junto con el
entendimiento entenebrecido y el corazón duro, es perder toda la sensibilidad para
terminar andando en la vanidad de la mente y los deseos pecaminosos de la carne.
Perder la sensibilidad, significa perder el sentir de la vida de Dios.

II. LA OBEDIENCIA

El segundo aspecto de la operación de la ley del Espíritu de vida que nos


corresponde a nosotros es la obediencia. Si no obedecemos el sentir que esta ley
produce en nosotros, es imposible que la vida del Espíritu pueda fluir. Cuando
nuestro cuerpo nos hace sentir que tenemos hambre, automáticamente actuamos
para obedecer a dicho sentir y nos alimentamos. Del mismo modo, necesitamos
actuar en obediencia frente al sentir de la vida de Dios.

Cuando comenzamos a experimentar esta nueva vida, entramos en un proceso de


crecimiento. Al principio, el sentir de esta vida es débil y probablemente no
podamos percibirlo con claridad. Pero si obedecemos el primer sentir, aunque sea
relativamente débil, será cada vez más fuerte. De esta manera, la ley del Espíritu de
vida podrá obrar libremente en nosotros hasta que llegue a todas las áreas internas
de nuestra vida. Nuestra responsabilidad es obedecer el primer sentir y no
debemos preocuparnos por lo que tendremos que hacer después. Veamos:

“Pero Jehová había dicho a Abraham: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la


casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.”
Génesis 12:1

Cuando Dios lo llamó a Abraham, solo le dio el primer sentir: ​“Vete de tu tierra y
de tu parentela, y de la casa de tu padre”.​ Después de dejar todo eso, recién ahí
Dios le mostraría la tierra a la cual debía ir. ​Cuando obedecemos al primer
sentir del Espíritu, quedamos en posición para recibir el siguiente
sentir​.

“Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a
José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece
allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para
matarlo.”
Mateo 2:13

Cuando Dios le dijo a José que lleve a Jesús a Egipto y permanezca allí, solo le dio
el primer sentir y le dijo que permanezca allí hasta que le indique el próximo sentir.
Así podemos encontrar miles de ejemplos en las escrituras. Sin embargo, el punto
es el mismo. Dios no nos da muchas instrucciones a la vez, nos dará una por una.
Esto genera una estrecha dependencia hacia Dios.
Cabe aclarar que esta ley de vida no solo aplica para lo que debemos hacer, sino que
también aplica para lo que no debemos hacer. Muchas veces, nos proporciona un
sentir negativo haciéndonos sentir incómodos o inseguros frente a una situación
que se oponga a lo que Dios desea.

“Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu


Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a
Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a
Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en
pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión,
en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos
llamaba para que les anunciásemos el evangelio.”
Hebreos 16:6-10

No importa lo que estemos haciendo o lo que queramos hacer. Si tenemos una


sensación de prohibición dentro de nosotros, debemos detenernos. Esta es la
actitud que debemos tomar frente al pecado. Para que Dios pueda obrar en
nosotros y a través de nosotros, debemos cooperar.

“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi


presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por su buena voluntad.”
Filipenses 2:12-13

De este modo, Dios va quitando de nosotros gradualmente todo lo que pertenece a


la vieja creación y va añadiendo lo que pertenece a la nueva creación.

“El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es


del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales
también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos
también la imagen del celestial.”
1 Corintios 15:47-49

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