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Por: Ángela Montero

Me llama mi jefe y me dice que si en tres horas no le presento a un socio estoy en la calle,
obviamente me acaba de desmotivar, entonces lo miré a los ojos y le dije: los dos
sabemos que no lo voy a poder hacer. Aquella vez tomé conciencia de las limitaciones y
barreras que encontraba en mi camino. A partir de ese día, empezó mi nueva vida, me
disfracé de Patricio, el personaje de la estrella de Bob Esponja y a la par hacía piezas que
ya se podían vender como artes, pulseras y collares, es así que actualmente vivo única y
exclusivamente de la artesanía” (Aloa López / Artesana). Si bien es cierto, la brecha del
mercado laboral limeño ha ido disminuyendo paulatinamente, esta aún es insuficiente.
Persisten nociones tradicionales respecto al trabajo de las mujeres. La principal es que el
compromiso de la mujer con su función materna y con el rol del cuidado doméstico
interfiere negativamente en su desempeño laboral y de esta manera aumenta los costos
laborales de su contratación. La idea de que los costos laborales de las mujeres son más
altos en comparación con la de los hombres, y esta tiene fuerte presencia entre los
empresarios, ya que incide significativamente en el proceso de selección laboral, de
modo que existe discriminación laboral contra la mujer debido a la cultura
machista que se encuentra muy arraigada en nuestra sociedad. A continuación,
vamos a explicar algunos hechos y datos estadísticos que demuestran el alto grado de
discriminación que sufren las mujeres en el mercado laboral, además de las opiniones de
especialistas que respaldan el tema en cuestión.

Cada vez más mujeres acceden al mercado laboral en el Perú. El Instituto Nacional de
Estadística e Informática (INEI) detalla que las mujeres trabajadoras aumentaron de 4
millones 996 mil en el 2001 a 6 millones 896 mil en el 2014. Es decir, que hay avances en
cuanto a oportunidades. Sin embargo, la mujer aún sigue rezagada, pues solo el 22.3%
tiene un empleo formal. Fruto de esta segregación es que la mayor fuerza de trabajo
femenino se encuentra en el trabajo informal y mal remunerado. Además cifras
del INEI revelan esa realidad: las mujeres dedican más del 50% de su tiempo a atender el
trabajo de la casa, mientras que los hombres solo utilizan el 24%. Estas cifras avalan la
exclusión social que sufren las mujeres, porque favorece la situación de pobreza cuando
no es socialmente reconocida y compartida. En ese sentido, el trabajo de las mujeres en
el hogar se da “por sentado” y supone un gran obstáculo ya que impide emprender
nuevos proyectos.

La opresión que sufren las féminas se manifiesta desde la infancia, al imponerles juguetes
sexistas como la cocinita y las muñecas, a través del cual se imponen roles
estereotipados que son absolutamente retrógrados e intolerables, además de mantener
una tradición que venimos arrastrando desde tiempos inveterados. “El trabajo fuera del
ámbito doméstico solo ha significado mayor trabajo y responsabilidades, pero no mayores
derechos frente a un modelo tradicional que continúa definiendo a las mujeres en el
ámbito puramente doméstico y en el papel de esposas y madres” (Guardia,2002, p.209).
Lo cual significa, que a pesar de que existe una mayor conciencia de los derechos de las
mujeres, no están debidamente reconocidos el triple rol que, en la actualidad, cumplen:
trabajo doméstico, trabajo remunerado y trabajo de madre; este contrato de género
tradicional que separa roles exige un nuevo contrato basado en la igualdad y la justicia.

La desigualdad en cuanto a oportunidades en el mercado laboral peruano, sigue siendo


un problema de exclusión social que viven miles de mujeres en el Perú que se mantiene
por una cultura machista muy arraigada en nuestra sociedad. Según el Instituto Nacional
de Estadística (INEI) detalla que durante el año 2013 las mujeres percibían 30% menos
que los varones, una realidad en contraste a los países europeos (Brecha salarial entre
hombres y mujeres de la UE, p. 12-13), por término medio las mujeres ganan 16,4%
menos que sus pares, si bien la diferencia es significativa y demuestra mayor conciencia
social es evidente que la discriminación salarial se manifiesta sin importar el contexto
geográfico. Por lo tanto, la desigualdad entre hombres y mujeres se da en varias partes
del mundo en perjuicio único de la mujer.

La cultura patriarcal discrimina de nuestra sociedad relega a la mujer a un rol secular


difícil de abordar. El investigador español, Juan Domingo menciona lo siguiente: “Uno de
los temas más difíciles de tocar sin ser acusado de machista opresor heteropatriarcal, es
la justificada diferencia de salarios”. (2006, p. 5). La diferencia, según dice, se produce
porque las mujeres eligen estudiar carreras peor remuneradas, trabajos y turnos menos
peligrosos, horarios más flexibles, y principalmente por el hecho de quedar embarazadas
y dedicar más tiempo que el hombre a la crianza de los hijos, lo cual afecta su experiencia
laboral y capital humano, haciéndolas más improductivas y caras para el empleador. Sin
embargo, este argumento es poco convincente, puesto que en la actualidad, existen
muchas mujeres profesionales con alta capacidad física y mental a quienes les resulta
complicado obtener un puesto de trabajo debido a que compiten con un varón, un claro
ejemplo, para sustentar lo mencionado, se traduce en un estudio realizado por el Centro
de Investigaciones de la Universidad del Pacífico. Los investigadores enviaron currículos
ficticios en respuesta a vacantes de empleo reales que aparecen en el diario El comercio,
la tasa de respuesta en los hombres supera significativamente la misma tasa de las
mujeres (9% versus 5.2%). De modo que la discriminación laboral de género se ha
venido manifestando por la cultura machista que reduce a la mujer a una doble opresión
económica -social y familiar que le impide desarrollarse y emprender proyectos
individuales.

En síntesis, tanto hombres como mujeres deben ser vistos con ojos de una sociedad
igualitaria, donde sus deberes y derechos sean los mismos para que así tengan una igual
competencia en el mercado laboral. Lamentablemente las cifras demuestran que las
mujeres vienen siendo relegadas en cuanto a su trabajo y es por esto que la gran mayoría
se desempeñan en puestos informales con pésimos sueldos que no son más que un
maltrato, sin considerar que su fuerza es vital para el desarrollo de la sociedad. Por otro,
lado es de suma importancia la participación de mujeres en la política sindical, para
llevar a cabo reformas que empoderen y reivindiquen su género. Es necesaria una
redefinición de tareas, responsabilidades y derechos, al interior de la unidad doméstica,
en el mercado laboral y a nivel institucional.

Referencias bibliográficas

Comisión Europea (2014). Como combatir la brecha salarial entre hombres y mujeres en
la Unión Europea. Recuperado el 24 de junio de 2015, de
http://ec.europa.eu/justice/genderequality/files/gender_pay_gap/140319_gpg_es.pdf.

Domingo, J (2006). Los mitos feministas. Barcelona: Vértice

Galarza, F., Cogan, L. y Yamada, G. (2011) “¿Existe discriminación en el mercado laboral


de Lima Metropolitana? Un análisis experimental”. Documento de discusión. Lima: Centro
de Investigación de la Universidad del Pacífico. Recuperado el 24 de junio de 2015, de
http://srvnetappseg.up.edu.pe/siswebciup/Files/DD1209%20%20Yamada_Galarza.pdf

Guardia, S. (2002). Mujeres peruanas el otro lado de la historia. (3a ed.). Lima: Minerva.
INEI: Encuesta Nacional de USO del TIEMPO (2010): “Distribución porcentual del tiempo
que dedica la población de 12 años y más de edad a las actividades diarias, por sexo y
según área”. Noviembre – diciembre de 2010. Recuperado el 24 de junio de 2015, de
http://www.unfpa.org.pe/publicaciones/publicacionesperu/MIMDES-INEI-Encuesta-
Nacional-Uso-Tiempo.pdf

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