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ARANGUREN

«Si la moral tiene que ser, a la vez, personal y social, esto significa que el viejo
Estado de Derecho, sin dejar de seguir siéndolo, tendrá que constituirse en Estado
de Justicia, que justamente para hacer posible el acceso de todos los ciudadanos al
bien común material, a la democracia real y a la libertad, tendrá que organizar la
producción y tendrá que organizar también la democracia y la libertad.
La tendencia actual al socialismo en el plano económico, y cualquiera que sean
el grado cuantitativo y el carácter estatificado o no de este socialismo, parece estar
inscrita en la realidad misma. En cualquier caso, el motor no puede ser -no debe
ser- el interés capitalista determinado a dar la primacía a los bienes suntuarios de
consumo para conseguir así, como un subproducto ético, el bienestar material de
todos, sino la organización, inspirada ven una auténtica voluntad de justicia, de
dar a cada uno lo suyo, de la democratización económico-social. Asimismo la
atención preferente a los servicios públicos sobre el egoísmo del arbitrario
consumo privado, y el intervencionismo ético del Estado son indispensables. El
Estado debe limitar -no por la prohibición, sino mediante fuertes gravámenes- los
gastos antisociales, la publicidad chocarrera y desencadenada, la dilapidación
individual y favorecer, en cambio, las actividades y servicios sociales, la Salud
pública, la instrucción, la educación para el tiempo libre. En suma, lo que los
escolásticos llamaban, con expresión hoy desgastada, el «bien común» debe
prevalecer por encima de las ganancias o beneficios de las «grandes sociedades» y
por encima también de un Estado concebido como poder y dominación.
Del mismo modo los sistemas sociales de previsión son ya absolutamente
irrenunciables, aunque traigan consigo la inutilidad de ciertas virtudes burguesas
y, como veíamos antes, una impersonal institucionalización de otras virtudes. Por
lo demás, la superfluidad de la caridad y de la filantropía como «obras» de
ninguna manera debe acarrear su desaparición como «espíritu»: justamente su
conversión en función profesional demandará una mayor moral profesional y una
mayor moral religiosa de la vocación secular.
También la democracia política -una democracia compatible con un poder
ejecutivo eficaz- tiene que ser promovida, es decir, organizada socialmente. Y esto
mediante el fomento, a la vez teórico y práctico, de una auténtica educación
política y mediante la socialización, sin estatificación centralizadora, de la
enseñanza y de los medios de comunicación de masas. La Universidad, la radio, la
televisión, etc., tiene que ser convertidas, no política, sino administrativamente, en
servicio público, justamente para que a ellas tengan acceso todos los ciudadanos y
todos los grupos, en vez de seguir siendo monopolizados capitalística y
privilegiadamente por algunos de ellos»

1
ARANGUREN, J. L., Ética y política (1968), en Obras Completas. V. 3: Ética y
sociedad, Madrid, Trotta, 1995, p. 162-163.
Mensaje nº 55 Autor: LUIS ANGEL FERNANDEZ BAYO (lufernb) Fecha: Viernes, Enero 27, 2006 5:57pm
Hola

En primer lugar, decir que antes de cursar la asignatura no había leído


a Aranguren y al conocerlo me quedé literalmente boquiabierto. Sus
críticas al consumismo del estado del bienestar, en el que los hombres
prefieren la seguridad y la posesión de bienes a la libertad y a la
democracia como modo de vida son profundamente reveladoras y, desde
luego, muy vigentes.

El texto que nos ocupa pertenece a su obra Ética y política, publicado


originalmente en 1968 y que desarrolla muchas de las ideas ya contenidas
en Ética (1958). Esta primera obra se ocupaba esencialmente de
cuestiones de ética personal, aunque sin excluir las sociales. En ella
manifiestaba su rechazo al planteamiento que separa la ética individual
de la social. Expone el conflicto entre ellas y la inutilidad de
separarlas. Para él el hombre es “constitutivamente moral”, y nos
presenta el concepto de talante como un “sentimiento fundamental”, como
la “forma de enfrentarse emocionalmente a la realidad”. Este talante es
impuesto por nuestra estructura psicobiológica. A través del concepto de
ethos llama la atención sobre la tarea moral del hombre, que consiste en
construirse un modo de ser, un carácter moral que configurará a través
de los hábitos adquiridos por decisión propia.

Pero como todo hombre está condicionado por su talante, su personalidad


moral dependerá también de éste. Sugiere entonces la apertura del ethos
personal al social, teniendo en cuenta el condicionamiento social y
político para su realización. Su planteamiento principal para Ética y
Política sería el de la moral vivida en sociedad y la democracia como
utopía. Busca en la raíz social de lo moral y para ello habla de la
construcción del Estado ético, un “Estado de Justicia” en el que se
institucionalice la moral. Recalca la tarea ineludible del intelectual,
que sería la de la educación moral, refiriéndose a él como “censor moral
de todo aparato de poder” y resalta la necesidad del compromiso moral de
los ciudadanos para que funcione una auténtica democracia. Lo que habría
que evitar, entonces, es la cesión de las responsabilidades morales – a
causa de la vida consumista y la enajenación en el ocio o en el negocio
– a la tecnocracia y llevar a cabo un esfuerzo de concienciación que
demandaría una reeducación político-moral.

Desde luego, según este pensador, hoy la democracia sería más utópica
que nunca. Y si en el 68 la televisión y la radio estaban
capitalísticamente monopolizadas... en fin, no tienen ustedes más que
seleccionar cualquier cadena de cualquier medio al azar para ver cómo
está la cosa.

Mensaje nº 56 Autor: ASUNCION MENA USERO (asmena) Fecha: Lunes, Enero 30, 2006 6:22pm
La preocupación primordial de Aranguren en este texto es la de construir una
moral social, a partir de la conversión del “viejo Estado de Derecho” en un
“Estado de Justicia”.

Aranguren propugna un estado donde reine la democracia, entendiendo ésta como


un sistema de gobierno que afecta a todos, y por tanto todos deben participar
en él. ¿Y qué significa “participar”? pues lo contrario a la despolitización
a la que algunos han llegado a partir de sus actitudes materialistas y
consumistas, que sólo se han preocupado de vivir cada vez mejor, con mayores

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comodidades, pensando en su vida propia y la de los suyos, y dejando de lado
la política a otros, es decir, cediendo su poder democrático a los demás.
Esta forma egoísta de actuar ha producido una dejadez política por parte de
estas personas, y para el autor, la dejadez política significa dejadez moral,
ya que si todos no participamos en esa democracia, buscando sólo nuestro
propio beneficio y comodidad, estamos contribuyendo al detrimento de los
demás. Todos debemos implicarnos en la política. De esta forma es como
podremos construir el “Estado de Justicia”.

Esta forma de democracia, estará inspirada especialmente en la “ética de la


alteridad” de Rousseau, ya que será el Estado quien se encargará de dar una
educación al pueblo basada en la moral. La finalidad será la de impartir
justicia social, lo que “lo que los escolásticos llamaban (…) «bien común»”.
Y ese bien común, es –entre otras cosas-, el dotar al estado de servicios
públicos, como es el caso de la sanidad y la educación limitando los gastos
privados (“publicidad chocarrera y desencadenada, la dilapidalición
individual”), pero que al mismo tiempo estos servicios estén libres de
manipulaciones y “monopolio”, especialmente en el caso de las universidades y
los medios de comunicación.

Pero no se trata de construirlo y ya está, no. La democracia auténtica es una


forma de vida que debe estar siempre en constante revisión. Su finalidad ha
de ser el ideal, y por tanto nunca dejará de perseguirse esa utopía. Ya que
las leyes siempre son imperfectas, el encargado de ejecutar estas revisiones
constantes será el intelectual, y su función será la de un “censor moral”, un
moralista encargado de examinar esos códigos, y desde ahí mejorarlos creando
nuevas pautas de comportamiento, para “hacer posible el acceso de todos los
ciudadanos al bien común material”.

No obstante, aunque el objetivo principal es el de institucionalizar la


moral, también el autor defiende la moral personal (el ethos, como el le
llama). Cada uno desde su profesión o su forma de vida, deberá ayudar a los
demás, especialmente a los más necesitados. Esta moral, será una “moral
religiosa”, esto es, basada en la religión, que es la única que podrá darnos
un contenido objetivo (no histórico) de lo que realmente es moral y de lo que
no lo es, ya que los demás contenidos éticos (no religiosos) conducen
al fracaso y al absurdo.

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