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Narración histórica, usualmente escrita por un testigo de los hechos y al mismo tiempo que
éstos se producen. En otros casos, la información se obtiene interrogando a los mismos actores de
los acontecimientos.
La crónica se distingue de la historia en que aquélla falta la visión crítica respecto a los
sucesos. La crónica, además, sigue un orden cronológico para sus recuerdos. Generalmente, las
crónicas suelen contraerse a los hechos de la historia política. No debe confundirse la crónica con
las historias particulares – que suelen estar escritas por autores no contemporáneos -, los anales
que se refieren a toda clase de sucesos – y las memorias – confesiones de particulares, que
afectan en poco o en mucho a la historia.
La crónica nace de la cronología medieval, pero hay entre ambas una diferencia fundamental:
las cronologías se limitan a enunciar los hechos en forma escueta, fragmentaria y opaca; en tanto
que las crónicas tienden a dar unidad a la exposición de los hechos, explican sus relaciones de
causas y efectos mediante la sucesión animada y coherente, y están marcadas por el estilo y la
personalidad de su autor.
La crónica se caracteriza por ser una versión directa; más o menos apasionada, en cuanto
obedece a la incitación de alguna autoridad o al propósito de encarecer las propias acciones; se
consagra a los hechos, pero incorpora los elementos de la naturaleza, el paisaje y las expresiones
de la cultura cuando su presencia da marco original a la gesta referida.
1. En función del orden cronológico de los hechos que refieren (cronistas que tratan de las
tradiciones y la cultura de los incas, de la conquista, de las guerras civiles, de la organización
inicial del virreinato).
2. Atendiendo a la época en que vivieron (cronistas que participaron en el descubrimiento y la
conquista, que presenciaron las guerras civiles, que sólo llegaron al país durante la segunda
mitad del siglo XVI o en el siglo XVII.
A base de estos dos criterios se infiere el grado de autenticidad que se puede atribuir a los
respectivos testimonios, pues sugieren la vinculación que pudo existir entre los hechos y sus
relatores.
- Españoles (Pedro Cieza de León, Juan de Betanzos, José de Acosta, Pedro Sarmiento de
Gamboa, etc).
- Indios (Juan Santa Cruz Pachacuti, Titu Cusi Yupanqui, Felipe Guamán Poma de Ayala)
- Mestizos (Blas Valera, Inca Garcilaso de la Vega)
Atendiendo a la profesión:
Garcilaso nació en Cusco, de la unión del capitán español Garcilaso de la Vega y de la ñusta
Isabel Chimpu Ocllo, nieta del Inca Túpac Yupanqui. El trato con el anciano Cusi Huallpa y otros
parientes maternos, así como su asistencia a la corte de Sayri Túpac, le descubrieron tradiciones y
leyendas de remotos tiempos. Maestros españoles le enseñaron latinidad y doctrina cristiana.
Acompañó a su padre durante las guerras civiles.
En 1557, su padre contrajo matrimonio con una mujer española, en acatamiento de una orden
real. El joven Garcilaso vive con su padre y la madre debe abandonar la casa. Dos años más
tarde muere el capitán. De acuerdo a lo dispuesto en el testamento del padre, Garcilaso viajó a
España a completar su educación. Se estableció en Montilla (1561). En Madrid solicitó alguna
recompensa real a mérito de los servicios que su padre prestó en la conquista, pero le fue
denegada, argumentando una supuesta traición durante las guerras civiles en el Perú. Solicitó
para retornar al Cusco, pero no fue autorizado. Se dedicó a la actividad militar, participando en
campañas en Navarra e Italia (1564) y en la guerra de las Alpujarras (1570). Con el grado de
Capitán abandonó las armas y se dedicó a reunir información sobre el Perú. Escribió a sus
parientes y amigos del Cusco, solicitándoles datos. En 1589 se estableció definitivamente en
Córdova, donde culminó sus obras.
Obras:
1. Traducción española de los Diálogos de amor (1589) escrita por León el Hebreo en italiano.
Se le considera la mejor traducción de los diálogos. Trata de filosofía neoplatónica,
aplicándose a la naturaleza, tipos y orígenes del amor. Se reconoce su simpatía por estos
temas, propios de un humanista del Renacimiento.
2. Genealogía de Garci Pérez de Vargas (1596), dirigida a sus descendientes, para establecer el
parentesco que los unía al propio Garcilaso.
3. La Florida del Inca (1605), relación histórico – novelesca de la infortunada expedición que
Hernando de Soto condujo a la península de La Florida. Se basa principalmente en el
testimonio de Gonzalo Silvestre.
4. Comentarios Reales, obra definitiva de su madurez. Consta de dos partes: la primera (1609),
consagrada a la cultura y la historia del Imperio Incaico, y la segunda (1617), dedicada a la
conquista y las guerras civiles entre españoles.
Comentarios Reales
Género: Narrativa
Especie: Crónica
Primera parte (1609)
Trata de la historia del Perú preincaico hasta los tiempos de último Inca, Atahualpa. Entrelaza
libremente la historia interna (la de la cultura y la civilización indígena) con la historia externa
(política militar) pautada por la sucesión de los incas. Agrupa y separa múltiples y variados
asuntos de la historia interna del imperio, interrumpiendo ésta para narrar los acontecimientos
políticos y militares de los sucesivos Incas, el curso de sus conquistas y la minuciosa y pintoresca
relación de las circunstancias y caracteres personales de cada uno. En su exposición comprende
cultura y civilización, religión y culto, instituciones sociales y políticas, costumbres, técnica, poesía,
música, ideas generales básicas o filosofía, monumentos construcciones materiales de uso privado
o público, viviendas, caminos, puentes, flora, fauna, metales y piedras preciosas, ganados y
plantas útiles, etc. Este contenido es de proporciones y caracteres enciclopédicos.
Aunque tuvo presentes a otros cronistas, en especial la obra perdida de Blas Valera, procuró
informarse directamente en relaciones de los supervivientes incas, cuya lengua aprendió en la
niñez.
Es importante reconocer el afán polémico de rectificar a otros cronistas y la proyección de su
propia personalidad como autor competente debido a su insistente manifestación de dominio
lingüístico del quechua y de su doble origen inca y español
Residiendo mi madre en el Cusco, su patria, venían a visitarla casi cada semana los pocos
parientes y parientas que de las crueldades de Atahualpa escaparon: en las cuales visitas, siempre
sus más ordinarias pláticas eran tratar del origen de sus reyes, de la majestad de ellos, de la
grandeza de su imperio, de sus conquistas y hazañas, del gobierno que en paz y en guerra tenían,
de las leyes que tan en provecho y en favor de sus vasallos ordenaban. en suma, no dejaban cosa
de las prósperas que entre ellos hubiesen acaecido que no trajesen a cuenta.
De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes: lloraban sus reyes
muertos, enajenado su imperio y acabada su república, etc. Estas y otras semejantes pláticas
tenían los Incas y Pallas en sus visitas, y, con la memoria del bien perdido, siempre acababan su
conversación en lágrimas y llanto, diciendo: Trocósenos el reinar en vasallaje, etc. En estas
pláticas yo, como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban y me holgaba de
las oír, como huelgan los tales de oír fábulas.
Luego que propuse escribir esta historia, escribí a los condiscípulos de escuela y gramática,
encargándoles que cada uno me ayudase con la relación que pudiese haber de las particulares
conquistas que los Incas hicieron de las provincias de sus madres; porque cada provincia tiene sus
cuentas y nudos con sus historias, anales y la tradición de ellas; y por eso retiene mejor lo que en
ella pasó que lo que pasó en la ajena. Los condiscípulos, tomando de veras lo que les pedí, cada
cual de ellas dio cuenta de mi intención a su madre y parientes; los cuales, sabiendo que un indio,
hijo de su tierra, quería escribir los sucesos de ella, sacaron de sus archivos las relaciones que
tenían de sus historias, y me las enviaron; y que es la misma que los historiadores españoles
tuvieron sino que ésta será más larga......Yo protesto decir llanamente la relación que mamé en la
leche y la que después acá he habido, pedida a los propios míos, y prometo que la afición de ellos
nos sea parte para dejar de decir la verdad de hecho, sin quitar de lo malo ni añadir de lo bueno
que tuvieron: que bien sé que la gentilidad es un mar de errores, y no escribiré novedades que no
se hayan oído, sino las mismas cosas que los historiadores españoles han escrito de aquella tierra
y de los reyes de ella, y alegaré las mismas palabras de ellos donde conviniere para que se vea
que o finjo dicciones en favor de mis parientes, sino que digo lo mismo que los españoles dijeron;
sólo serviré de comento, para declarar y ampliar muchas cosas que ellos asomaron a decir, y las
dejaron imperfectas por haberles faltado relación entera. Otras muchas se añadirán que faltan de
sus historias, y pasaron en hecho de verdad, y algunas se quitarán que sobran por falsa relación
que tuvieron, por no saberla pedir el español con distinción de tiempos y edades, y división de
provincias y naciones; o por no entender al indio que se la daba o por no entenderse el uno al otro,
por la dificultad del lenguaje que el español que piensa que sabe más de él, ignora de diez partes
las nueve, por las muchas cosas que un mismo vocablo significa, por las diferentes
pronunciaciones que una misma dicción tiene para muy diferentes significaciones.
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