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UNIVERSIDAD MEXICANA DE EDUCACIÓN A

DISTANCIA

BASES BIOLÓGICAS DE LA CONDUCTA

LICENCIATURA: PSICOLOGÍA Y DESARROLLO EDUCATIVO

ALUMNO: CRISTAL VANESSA LÓPEZ MARTÍNEZ

ASESOR: PSIC. ALEJANDRO GALLEGOS GONZÁLEZ

PRIMER AÑO GRUPO “B”

09 DE SEPTIEMBRE DE 2020.
Explique cómo funcionan las células del sistema inmunológico.

Las células efectoras son las que median en las respuestas finales de los procedimientos del
sistema inmunológico y están distribuidas a través de los órganos y tejidos del cuerpo.
Muchas de ellas se hallan encerradas dentro de tejidos linfoides como: timo, nódulos,
linfáticos, bazo y áreas del tapizado del tracto gastrointestinal.

Los tipos de células son: granulocitos, linfocitos, monocitos, macrófagos y células


plasmáticas. Los tres primeros circulan en la sangre y constituyen las células sanguíneas
blancas o leucocitos.

Se clasifican según su estructura y coloración:

a) Los granulocitos: se refiere a tres tipos de células:

1) Los neutrófilos no demuestran preferencia por ningún colorante, su principal función


es la fagocitosis, la ingestión y la digestión de material en forma de partículas;
2) Los eosinófilos toman un colorante rojo eosina, de ahí su nombre. Se desconoce su
función precisa pero también ayudan en la fagocitosis;
3) Los basófilos tienen un colorante básico, se encuentran en todo el cuerpo como los
mastocitos. Contienen sustancias químicas poderosas como la histamina, las cuales,
libera en forma local y tal respuesta puede contribuir a una importante lesión de tejidos
y a la alergia. Los tres tipos de granulocitos son producidos en la médula ósea y
liberados en la circulación.

A diferencia de los eritrocitos, los leucocitos sólo utilizan la sangre como medio de
transporte para llegar al área dañada, una vez ahí dejan los vasos sanguíneos para entrar al
tejido y hacer su trabajo. Las funciones de los leucocitos son principalmente en el líquido
intersticial.

b) Los monocitos son células producidas por la médula ósea, son mayores que los
granulocitos. Tienen un núcleo en forma oval y al entrar en un área que ha sido invadida, se
transforman en macrófagos. Su función es la de suministrar a los tejidos una fuente de
nuevos macrófagos.

c) Los linfocitos viajan continuamente de la sangre a la linfa a través de las membranas


capilares, luego, a los ganglios linfáticos, y finalmente, de nuevo a la sangre. Estos son
responsables de la inmunidad específica junto con las células plasmáticas. Son células que
secretan anticuerpos (inmunidad humoral) o participan en las respuestas inmunológicas de
mediación celular.
d) El macrófago tiene como función la fagocitosis, se encuentra en los tejidos de todo el
cuerpo (el hígado, bazo, ganglios linfáticos y médula ósea; forma parte del tapizado de los
canales vasculares y linfáticos). Su estructura varía de un lugar a otro.

Una vez que entra el microbio y existe un daño o lesión, de manera inmediata se realiza una
vasodilatación en la cual se mandan proteínas al área dañada. Ahí hay un cambio de líquido
capilar e intersticial lo que provoca una inflamación.

Posteriormente la salida de los neutrófilos y los monocitos de los vasos sanguíneos a los
tejidos con sustancias químicas ayudan a la fagocitosis y la destrucción de los microbios
para después reparar el tejido. La secuencia sería la siguiente:

1. Entrada inicial de los microbios;

2. Vasodilatación de todos los vasos de la microcirculación, lo cual conduce a un aumento


de flujo sanguíneo;

3. Aumento considerable de permeabilidad vascular a las proteínas;

4. Filtración del líquido hacia el interior del tejido, lo cual origina la hinchazón;

5. Salida de los neutrófilos (y más tarde, de los monocitos) de los vasos a los tejidos;

6. Fagocitosis y destrucción de los microbios;

7. reparación tisular.

Además de la respuesta inflamatoria del área dañada se presenta la fiebre.

Los anticuerpos son proteínas capaces de combinarse químicamente con el antígeno


específico que provocó su producción. Los antígenos son sustancias que inducen a la
síntesis de anticuerpos. La función de los primeros es neutralizar al antígeno para que deje
de actuar y causar daño.

La presencia de antígeno-anticuerpo desencadena una inflamación, de manera, que se


pueda hacer más eficiente la eliminación del invasor. Existen varios mecanismos, sin
embargo, el más importante es el sistema de complemento. Este último, es un conjunto de
once proteínas que estimulan la vasodilatación y el aumento de permeabilidad por medio de
efectos directos. Ayuda a la liberación de sustancias químicas para combatir rápidamente la
zona dañada. En general, este sistema funciona como mediador (las proteínas) en aspectos
de la respuesta inflamatoria, entonces, se convierte en el mediador más importante de ésta
actividad.

Los linfocitos son de dos tipos de respuesta inmunitaria. Se clasifican en:


a) Linfocitos B, median la inmunidad humoral y se producen cuando estas células originan
anticuerpos (denominados inmunoglobulinas) que destruyen antígenos como virus o
bacterias o incrementan su destrucción por otras células.

b) Linfocitos T, es otra respuesta llamada inmunidad mediada por células. Aquellos atacan
directamente a diversos antígenos actuando como células asesinas y constituyen una
importante defensa corporal ante sustancias que pueden ocasionar tumores.

Los órganos donde se forman las células del sistema inmunitario son: el bazo, los ganglios
linfáticos, el timo y la médula ósea. La actividad neural en estos órganos puede afectar
directamente la responsividad y del sistema inmunitario aumentando o deprimiendo
diversas funciones de las células.

Los principales componentes del sistema inmunitario humano.

Otros productos reguladores del sistema inmunitario como el interferón o las interleucinas,
afectan también la actividad neural. Las últimas actúan junto con los linfocitos T en la
eliminación de agentes extraños. El papel de las interleucinas es eficientar el complemento
antígeno.
¿En qué consisten las etapas del estrés?

La respuesta de estrés pasa por diferentes fases desde su inicio hasta el momento de mayor
intensidad. Cada una de estas etapas se caracteriza por una serie de cambios y reacciones
fisiológicas en el organismo que nos permiten detectar las señales que indican amenaza o
peligro.

A Hans Selye se le considera uno de los padres del estudio del estrés, y en especial de la
influencia del estrés en la adaptación a las consecuencias de las enfermedades. El autor
propuso un modelo de respuesta del organismo ante el estrés que consta de tres fases.

Fase 1. Alarma. Nuestro organismo interpreta que se encuentra ante una situación que le
provoca estrés y comienzan los primeros cambios fisiológicos, emocionales y cognitivos
que nos preparan para actuar y afrontar la situación, bien sea a través de una reacción de
“lucha” o de “huida”. En esta primera etapa las glándulas endocrinas liberan hormonas,
especialmente adrenalina y cortisol. La primera, aumenta los latidos del corazón y el ritmo
respiratorio, incrementa la tensión muscular, se dilatan las pupilas, hacen más lenta la
digestión e incrementa la alerta sobre la atención a diferentes estímulos. La función de la
adrenalina es prepararnos rápidamente para la acción de combatir una situación que
percibimos como amenazante y escapar del peligro. El cortisol eleva el nivel de azúcar en
la sangre y disminuye la respuesta inmunológica para ahorrar energía.

Cuando la persona se enfrenta a la situación


y es consciente de que los recursos de
afrontamiento no son suficientes para
superar los hechos, es entonces cuando se
inicia el estrés y comienza la etapa de
alarma.

Fase 2. Resistencia. Durante la fase


anterior se ha producido en el organismo un
desgaste de energía debido a la cantidad de
reacciones metabólicas puestas en marcha para combatir el estrés y la sensación de peligro.
En la etapa de resistencia el organismo trata de recuperarse y volver a su equilibrio u
homeostasis, pero el estímulo estresante continúa y sigue debilitando los recursos
necesarios para combatir el estrés, con lo que el cuerpo permanece en alerta y no puede
reparar los daños.

Con frecuencia la persona se muestra con menor tolerancia a la frustración, mayor


irritabilidad, aparecen dificultades para dormir y sensación de cansancio o fatiga.
Fase 3. Agotamiento. La exposición prolongada al estrés agota las reservas de energía del
cuerpo y puede llevar a situaciones extremas de debilitamiento del sistema inmune, con lo
que nos volvemos más vulnerables a contraer enfermedades. 

¿Cómo interviene el sistema inmunológico en la conducta humana?

Actualmente se admite que la interacción entre el sistema nervioso central y el organismo


es mucho más dinámica de lo que se creyó en un principio, puesto que hay una serie de
sustancias que, partiendo del sistema inmunitario, son capaces de alterar las funciones
psicológicas y neurológicas, actuando tanto a nivel central como periférico, lo que hace
pensar que la comunicación entre ambos sistemas tiene un carácter bidireccional.

Finalmente, no puede obviarse la ya mencionada interacción existente entre el sistema


inmunitario y el sistema nervioso, ya que las células del primero son influenciadas por el
sistema nervioso, tanto central como periférico, dando lugar a la producción por parte del
sistema inmunitario de las denominadas citoquinas, que tienen capacidad para alterar la
actividad neuronal, influyendo en los distintos procesos bio-psicológicos. Surge así el
apasionante campo de la psiconeuroinmunología, la cual es una disciplina que aglutina a
investigadores de numerosas especialidades médicas, tales como neurociencias,
inmunología, fisiología, farmacología, psiquiatría, psicología, ciencias de la conducta,
reumatología y enfermedades infecciosas. Se encarga de estudiar las interacciones entre el
sistema inmunitario, la conducta, el sistema nervioso central y el sistema endocrino.

Estrés e inmunidad

Los estudios sobre los efectos del estrés sugieren que éste puede alterar el sistema
inmunitario, dando lugar a la aparición de procesos infecciosos, oncológicos o auto
inmunitarios, procesos que son debidos a una inhibición de la respuesta inmunitaria. La
capacidad de adaptación del organismo frente al estímulo afecta a la respuesta inmunitaria,
condicionando de este modo la respuesta individual frente a la infección, el cáncer, etc.
Conviene recordar que en determinadas etapas de la vida (fetal, perinatal y senescencia), la
interacción estrés-inmunidad adquiere una mayor importancia.

Por otra parte, durante el estrés se liberan neurotransmisores y hormonas que en su mayoría
tienen receptores y actividad sobre las células inmunitarias. Así por ejemplo, los corticoides
inhiben a un gran número de citoquinas proinflamatorias.

En general puede decirse que un hecho estresante afecta al sistema inmunitario de dos
formas:

 Causando cambios en la distribución de células en el organismo, lo que influye en la


respuesta local frente a un agente patógeno.
 Alterando la propia respuesta celular.
Trauma

Se ha comprobado que los pacientes politraumatizados y en estado crítico suelen presentar


cuadros anérgicos (caracterizados por cansancio o fatiga que se presentan de forma brusca,
a menudo relacionados con una bajada de defensas), e incluso son más susceptibles a
procesos infecciosos de tipo bacteriano y fúngico oportunistas, lo cual es debido a defectos
en la inmunidad innata, celular y humoral.

En relación con la piel y las mucosas, sobre todo en lo que respecta a la mucosa
gastrointestinal, la inmunidad se ve afectada por la reducción en el número de linfocitos B y
en la producción de inmunoglobulina A (IgA), lo que se traduce en un retraso en la
cicatrización de heridas quirúrgicas y traumáticas.

Enfermedades psiquiátricas

En relación con los trastornos psiquiátricos, las citoquinas parecen desempeñar un


importante papel en patologías tales como la esquizofrenia y la enfermedad de Alzheimer.
Respecto a esta última, se ha observado un aumento de las interleuquinas 1 y 6, que a su
vez se han correlacionado con incrementos en la síntesis de proteínas amiloides, por lo que
pueden considerarse uno de los factores determinantes de esta enfermedad.

Al abordar la relación entre trastornos psiquiátricos y sistema inmunitario, se observa que la


depresión ha sido la enfermedad más estudiada en este ámbito, habiéndose observado en su
desarrollo una disminución en la actividad de las células natural killer y en la respuesta a
mitógenos. Por otra parte, la severidad de la depresión, la edad y el sexo del afectado
también influyen en el funcionamiento del sistema inmunitario. Las alteraciones
encontradas en los enfermos deprimidos podrían explicarse a partir de la alteración en la
secreción de cortisol, sustancia que desempeña un importante papel en el funcionamiento
del sistema inmunitario.

Conclusión: La psiconeuroinmunología sostiene la hipótesis de que el sistema


inmunológico puede ser controlado por la mente y poder alterar así el proceso o disposición
a la enfermedad. También se basa en que la aparición y el curso de una enfermedad
depende de la agresividad del agente patógeno y que el grado de vulnerabilidad del
organismo varía de un organismo a otro tanto a nivel físico como psíquico.

Estos tres sistemas no son aislados sino que forman un sistema neuro-inmuno-endocrino
cuya función es mantener la homeostasis o equilibrio de nuestro cuerpo regulando la
capacidad adaptativa, defensiva y de supervivencia de la persona en relación consigo
mismo y con el ambiente. De hecho, los sistemas neuroendocrino e inmune juegan un
importante papel en nuestra adaptación al medio. Así cualquier factor estresante amenaza al
estado de homeostasis, es contrarrestado por una respuesta adaptativa (Chrousos y Elenkov,
2001).
Referencias:

Ayala, E. (2009). Psiconeuroinmunología. Interrelación entre los sistemas nervioso,


endocrino e inmunológico. Ámbito Farmacéutico, 28, (6), 110-116.

Cardinali, D. P. (2007). Neurociencia aplicada: sus fundamentos. Buenos Aires: Médica


Panamericana.

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