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2 de octubre del 2019

Música Mexicana I

Gracias al labor de los antropólogos, los musicólogos, etnomusicólogos y los historiadores del
siglo pasado se ha logrado conformar un acervo que nos muestra un panorama general de la vida
y las costumbres de los mexicanos de la antigüedad. Sin embargo son muchas más las
deficiencias y los huecos, en cuanto a información se refiere, de lo que se ha podido rescatar. Tal
escasez en la información da cabida a la creación de mitos no fundamentados que provocan
confusión y perjudican el patrimonio que realmente nos heredaron nuestros antepasados. Es por
eso que, como individuos activos en los ámbitos culturales, debemos capacitarnos y dotarnos de
la mayor cantidad de herramientas que nos sean posibles para resguardar y valorar, como es
debido, ese tesoro cultural que nos pertenece.

En cuanto al ámbito propiamente musical, a mi parecer, son tres los elementos que serán
fundamentales para el estudio de esta área: los cantos (contenidos en registros de los
historiadores de la época, en los códices de las mismas culturas, y los que se han transmitido a lo
largo de las generaciones, que si bien han ido evolucionando, podemos encontrar en ellos esa
esencia que nos dará pistas para ir descifrando el resto); los instrumentos (que son la fuente más
directa que tenemos pues ellos nos muestran concretamente los sonidos que se escuchaban en esa
época, algo elemental para el estudio de la música); y la iconografía (incluidos códices y murales
que nos aportan no solo un lenguaje propio de las culturas, sino también, el contexto
sociocultural en el que se utilizaba la música).

Gracias al labor de algunos evangelizadores que encontraron interés en las actividades de los
nativos en el momento de la conquista, como Fray Bernrdino de Sahagún, tenemos algunas
recopilaciones de cantos escritos que, si bien no aportan una melodía concreta que se pueda
reproducir, podemos obtener de ellos las funciones y los contextos de la música. Los cantos
floridos (que hablan de las flores), de angustias, de guerra, traviesos, a los dioses y los cantos
verdadero, son una posible clasificación que nos informa que la música tuvo funciones en la
guerra y en los ritos religiosos, y que también se hacía música con motivos simplemente
estéticos.
Uno de los elementos que resalta por sobre todos es el de los cantos verdaderos donde el
individuo narra sucesos importantes del pasado que se quieren conservar, y utiliza la música para
que pase de generación en generación y así no se pierda con el tiempo. El canto como
herramienta para la educación por transmisión oral que va formando en los individuos un
imaginario propio y les dan un sentido de identidad como nación. De esta intención surgen las
escuelas o Caucacalli (casa del canto), que tenía como principal función educar a los jóvenes en
los cantos, las danzas, la ejecución de instrumentos y los ritos propios del pueblo, a cargo del
Tlapizcantzin. Se guiaban por un calendario ritual que marcaba las festividades en la que se
debía realizar los cantos y danzas propios de dicha celebración. En ellas se aprendía la historia, la
cosmogonía, el origen a sus antepasados, el culto a los dioses, las costumbres y hasta la moral del
pueblo.

En los antiguos libros o amoxtli, hoy llamados códices, podemos encontrar información muy
importante de todos los aspectos de la vida de los antiguos mexicanos. En sus libros, los
escribanos o tlacuilos (pintores de libros) plasmaron las actividades que se realizaban, las
costumbres que se tenían, su forma de organización política, acontecimientos históricos,
conocimientos en las ciencias, su cosmogonía y un sinfín de detalles que nos muestran con
mayor exactitud la forma de vida de aquellas épocas. Y a pesar de que muchos fueron quemados
durante la conquista, los que se han podido rescatar son un elemento esencial para el estudio de
las culturas prehispánicas. Sin embargo será importante su correcta interpretación para poder
obtener información de ellos.
En el ámbito musical no es diferente. Las pinturas, en un sistema pictográfico de símbolos,
glifos, cuentas, formas y colores; nos aportan diferentes formas de conteos musicales, propósitos
de la música, posibles formas musicales, las formas en las que se tocaban los instrumentos y nos
contextualizan en el ritual o festividad en la que se tocaba algún canto. Una forma de escritura
como un sistema de expresión de los conceptos mediante símbolos y como ayuda y sugerencia a
la memoria. Tenemos, por ejemplo, la voluta que sale de la boca como representación de la
palabra. En color rojo, manifiesta enojo o hablar de guerra; en azul turquesa, se refiere a un
hablar poético; y adornado con flores, simboliza al canto.

Por último tenemos los instrumentos que son los que nos aportaran una idea más concreta de lo
que se escucha en aquella época. Muchos de ellos, inspirados en la imitación de los sonidos de la
naturaleza. De los aerófonos, podemos deducir el uso de diferentes escalas e intervalos. Ejemplos
de idiófonos son el Teponaztli (tronco ahuecado, considerado un instrumento sagrado), el Áyotl
(caparazón de tortuga) y las sonajas. En los membranófonos encontramos al Huéhuetl (tronco
con piel tensada) y el Tlapanhuéhuetl, utilizado para el llamado a la guerra. De los aerófonos
podemos mencionar el caracol, la ocarina y los distintos tipos de flautas.

Si bien no tenemos la información que quisiéramos para llenar los grandes espacios vacíos que
dan lugar a dudas, es nuestra responsabilidad resguardar y comunicar los acervos culturales que
sí poseemos pues, somos una nación que, a diferencia de muchas otras, posee una gran riqueza
cultural antigua, que aun hoy puede aportan significativamente al mexicano de la actualidad.

Bernardo Daniel Chávez Domínguez

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