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El sombrero mágico

El abuelo de Martín era un hombre misterioso. Sus manos siempre ásperas y con
callosidades, eran tan fuertes como un tractor. Esa fuerza provenía de sus labores
diarias que realizaba en el campo, atento a las vacas, las ovejas y el maizal.
El “Abuelo Pepe”, como solía llamarlo Martín, solía usar un abrigo de lana y un
sombrero descolorido por el inclemente Sol.
A Martín le daba curiosidad saber por qué su abuelo nunca se quitaba el sombrero
y sospechó que ese casco de pana tenía algún poder secreto.
-¡Claro, esa es la razón por la que mi abuelo es tan fuerte y tan sabio! –Exclamó
Martín para sí mismo – Él conoce del mundo, pues sus historias son fantásticas.
Seguro que ese sombrero es mágico.
El pequeño Tin alistó su equipo de espionaje, pues no quería quitarle la mirada a
ese sombrero que a veces parecía que hablara. Tenía un roto del tamaño de una
boca entre la copa y el ala.
A la mañana siguiente, Martín, sentado en una piedra, usó los binoculares para
observar a su abuelo; pero dio un paso en falso, y después de rodar entre más
piedras, vio a lo lejos que en el Puente de Boyacá se iniciaba un incendio.
Corrió de inmediato hasta donde el Abuelo Pepe. Apresurado le alcanzó sus
binoculares al viejo y le indicó la humareda; y este, luego de ver además una
flamante llama, le dijo a su nieto:
-Mijo, siéntese. Le voy a contar una historia.
El pequeño Tin se sentó y el abuelo reanudó:
-En 1819, luego de varios enfrentamientos contra los que no eran tan buenos,
muchos de los nuestros perdieron la vida. A caballo y soportando frío, un ejército
de campesinos patriotas defendieron nuestra tierra. El 26 de julio de ese año, el
ejército cruzó el Rio Chicamocha con mucha dificultad, sin saber que las tropas
contrarias que lideraba el malvado Barreiro le tendían una trampa, ubicándose en
los cerros más altos, donde podían ver con facilidad cada movimiento que hacían
las tropas patriotas.
“El ejército había caminado toda la noche bajo el mando de Simón Bolívar, hasta
ubicarse en la parte más alta de la capital boyacense. Desde ahí vieron la
ubicación de los enemigos, usando catalejos, como esos binoculares que tú
tienes. Y así como tú, los patriotas también era bien inquietos.
“El general Bolívar cabalgó con su ejército hasta el Puente de Boyacá, donde
tomando por sorpresa al ejército español, inició una sangrienta batalla de donde
salieron victoriosos. Aunque ellos, a diferencia de sus contrincantes, solo usaron
palas, machetas y lanzas, las mismas herramientas que usaban para sus labores
de campo.
“Su táctica fue poderosa, Bolívar muy astuto. Logró dividir al ejército español
debilitando sus fuerzas hasta que se dieron por vencidos. En ese momento los
criollos, como también se le conocía al ejército de campesinos, hicieron
prisioneros a los españoles, iniciando por el general Barreiro, el dirigente malvado
de esa tropa. “Así que esa llama que usted ve allá, representa la libertad de
nuestra tierra, el inicio de una patria liberada por campesinos como nosotros. No
es ningún incendio; es el fuego que nos recuerda que estamos vivos, y que
vivimos libres”
Martín, sorprendido por la historia, tenía los ojos brillantes; no dejaba de admirar el
sombrero del abuelo. Quería hacer mil preguntas acerca de la batalla, pero creía
que el sombrero con su poder era el que le podía revelar cada pormenor.
Tin pensó: “cuando el abuelo se duerma, me colocaré su sombrero, y haré que
sea este el que me cuente cada detalle”.
Y así fue. Antes de que oscureciera, cuando las gallinas se fueron a dormir y Pepe
se recostó en el sofá lentamente, Tin tomó el sombrero y lo colocó en su cabeza.
Imaginó que estaba en la batalla, saludó al niño soldado Pedro Pascasio, acarició
el caballo de Bolívar y vio cómo el ejército patriota nos otorgó la libertad.

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