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ORIGEN DE LAS FALTAS ORTOGRÁFICAS

Las faltas de ortografía reflejan la no correspondencia entre las reglas ortográficas


(convencionales) y la pronunciación real (natural), ya sea porque las normas
ortográficas fueran inconexas desde un principio o porque se han quedado desfasadas
con el devenir de una lengua. Efectivamente, las faltas ortográficas son testimonio de
los cambios fonológicos de las lenguas.  Así pues, como menciona Defior (1996) los
escritos de muchas personas están llenos de faltas de ortografía, de errores de omisión y
sustitución y en las mayúsculas, uniones y fragmentaciones incorrectas, palabras
incompletas, etcétera. Además, presentan textos pobremente organizados con una
puntuación inadecuada, lo que representa una dificultad relativa a los procesos de
composición. Cassany (1998) hace una distinción entre error y falta. El error es el
producto de un defecto en la competencia lingüística, se comete cuando el alumno
desconoce una regla gramatical, una palabra etc. En cambio, la falta es la consecuencia
de un defecto en la actuación lingüística, se comete cuando el escritor está distraído o
cuando está acostumbrado a escribir de una determinada manera pese a que sabe cómo
se escribe (Cassany y Sanz ,2000).

Cassany (1998), propone cuatro aspectos que pueden apoyar la erradicación de las
faltas. El primero consiste en saber que se ha cometido una falta. El segundo, en poder
recordar la forma correcta, equivalente a la falta. En tercer lugar, tener interés en
erradicarla. Y, por último, tener la oportunidad de practicar la misma cuestión
lingüística en condiciones reales.

La clasificación de errores, según Cassany y Sanz (2000), apoyándose en otras fuentes,


ayuda a diagnosticar carencias de las personas y por consiguiente diseñar ejercicios
pertinentes: ortografía natural y ortografía arbitraria. Para Cassany, la ortografía natural,
tiene que ver con las normas de correspondencia sonido/grafía, se centra en errores que
no se pueden justificar por la relación entre la forma correcta y la escogida por cada
persona en otros contextos o entre los sonidos que ambas representan (omisión o
repetición de palabras, orientación y orden, errores de pronunciación infantil, no
correspondencia sonido-grafía, separación de palabras).

El cuestionamiento sobre el porqué se cometen faltas ortográficas es común. La


respuesta a esa inquietud es digna de tomarse en consideración al momento de elaborar
estrategias para usar la lengua escrita con la menor frecuencia posible de comisión de
faltas ortográficas. Ningún método ortográfico puede garantizar la superación total del
problema, pero si atacan todos los factores que lo producen, las posibilidades de errar se
reducen considerablemente.

Según Bartolo (2012), los factores que inciden en las posibilidades de que se cometan
errores ortográficos son:

- La falta de correspondencia biunívoca entre fonemas y letras


- El poco sentido de observación
- El poco hábito lector
- La pobreza lexical
- La pérdida de la mística docente
- La diferencia entre la lengua oral y lengua escrita
- La homofonía
- La analogía o cruces analógicos

Las letras son los signos gráficos mínimos que componen la secuencia escrita. Su
función es representar los fonemas, que se manifiestan en el habla en forma sonidos
distintivos y se definen como la representación mental del sonido.

Entre los fonemas y letras no se da una relación biunívoca, lo que se evidencia en el


hecho de que el alfabeto tenga 29 letras para representar 22 fonemas. La no
biunivocidad entre fonemas y letras se manifiesta de 4 maneras:

1) Letras que representan más de un fonema


2) Fonemas que son representados por letras distintas o letras agrupadas
3) Letras que no representan ningún fonema
4) Letras que representan dos fonemas en contacto
Ejemplos del primer caso son las letras C, Y. La C puede ser un sonido oclusivo velar
sordo como en las sílabas CA, CO, CU, o puede ser un sonido alveolar fricativo sordo,
como en las sílabas CE y CI. La letra Y puede ser representación de la consonante
palatal, fricativa, sonora, en las sílabas YA, YO, YU, o bien, puede ser la forma
ortográfica de la vocal /I/. Ejemplo, tres y dos (y siempre que sea conjunción).

Una ilustración del segundo caso es el fonema bilabial, oclusivo, sonoro /B/, el cual se
puede escribir como B o como V; y la fricativa sorda alveolar /S/, la cual puede
escribirse con S-C-Z-X-SC.

La tercera situación es ejemplificada por la letra H, la cual no representa ningún sonido,


ejemplo, moho.

La cuarta situación ocurre con la letra X que puede representar los sonidos agrupados
[KS-TS].

En estos cuatro casos se centra la causa principal de los errores ortográficos. De hecho,
si se diera una relación biunívoca entre fonemas y letras, o sea, si tuviésemos un
alfabeto fonológico, todos los alfabetizados escribirían con un nivel aceptable de
corrección. Sólo correrían el riesgo de equivocarse en aquellas palabras que no supieran
pronunciar (faltas de origen prosódico) o en aquellas concordancias de las cuales no
tienen conciencia en la lengua oral.

Muchas veces se emplea una gramática inadecuada porque no ha desarrollado el sentido


de la observación. De ahí, que ningún método ortográfico sea eficaz, si no estimula la
observación y la programación mental de la escritura correcta de las palabras. En otros
términos, aumentar el léxico ortográfico. Cuando alguien quiere escribir una palabra y
no tiene la representación ortográfica de la misma, tiene que recurrir a su idiolecto. Dice
Fernando Cuetos Vega (1998), que cuando usamos la ruta fonológica para escribir la
palabra, procedemos tal como si fuéramos a pronunciar, con lo que se logra una
representación fonológica de la misma. Esa representación fonológica se descompone
en fonemas, y los fonemas se convierten en grafemas, mediante el mecanismo de
conversión grafemas en fonemas. En conclusión, el uso frecuente de la ruta fonológica
aumenta considerablemente las posibilidades de cometer faltas ortográficas.
Bartolo García Molina (2012), afirma que la lectura es el mejor mecanismo para
desarrollar y aplicar el sentido de observación e incrementar y precisar el léxico.
Además, un hábito de lectura permite hacer diversos tipos de inferencias, entre ellas, las
ortográficas. Los teóricos contemporáneos de la lectura coinciden en que un buen lector
es capaz de construir inferencias para darle sentido al texto. Añadido a esto, debe ser
capaz de inferir reglas y usos ortográficos.

Quienes más leen, tienen más oportunidades para mejorar el uso de la lengua, incluido
el aspecto ortográfico. Siendo así, no es de extrañar que la carencia de hábito de lectura
sea uno de los factores fundamentales de la pobre competencia ortográfica que se
evidencia en el ámbito académico y profesional.

Asociado a la observación está el caudal léxico de una persona. Mientras más amplio es
el léxico de una persona, menores son sus posibilidades de errar. Por eso, se recomienda
la lectura permanente para incrementar el número de palabras cuyo significado y
escritura se conozcan con precisión.

Otra de las observaciones que realiza el lingüista García Molina es que, dentro de las
situaciones que incita las faltas ortográficas, se encuentra la pérdida de la mística
docente. Por mística docente se entiende que es ese ambiente donde se invita al estudio
que estimula, que contagia, que refuerza. Cuando en la escuela se les señala a los
estudiantes los desaciertos ortográficos y/o léxicos; se les reconoce la corrección en el
uso de la lengua escrita (y por qué no, también en la oral) sin importar que la asignatura
sea Historia, Geografía, Naturales, Matemática o Español y se organizan olimpíadas
ortográficas, se crea un ambiente en el que el educando siente que sus conocimientos de
la lengua son útiles, significativos. Pero lamentablemente, cada asignatura es un
compartimiento cerrado. No hay relación ni colaboración interdisciplinarias. Lo que se
aprende en una disciplina no se aplica en la otra, por lo que los estudiantes no se
entusiasman con aprender, retener y aplicar los aprendizajes de la escuela.

En la lengua oral abundan las omisiones y ausencias de concordancia. Normalmente la


alveolar fricativa S; las oclusivas, P-T-D-B-G, y la labiodental, F se eliden en posición
final de la sílaba. Costo se confunde con coto, raspar con rapar, caspa con capa; díptero
y dipsomanía se pronuncian como ditero y disomanía, y atmosfera, lectura,
observación, adyacente y dignidad, se convierten en amósfera, letura, oservación,
ayacente y dinidad. En cuanto a la concordancia, es frecuente que expresiones como los
niños, las mujeres, cinco panes, se pronuncien, lo niño, la mujere, cinco pan. En la
lengua oral, la laxitud en la articulación de las palabras es compensada por el contexto.
La mímica, la entonación, la ubicación física de los interlocutores, etc., evitan que la
confusión obstaculice la comunicación.

La homofonía, es uno de los casos más frecuentes de faltas ortográficas. Sucede cuando
dos o más palabras tienen la misma realización fonética, pero diferente escritura.
Algunos ejemplos de homófonos son caso ‘suceso’ y caso (del verbo casar), cojo (del
verbo coger) y cojo ‘que cojea’, vaca ‘hembra del toro’ y baca ‘portaequipaje’, etc. La
homofonía se puede considerar como un caso particular o un aspecto de la homonimia.
Cuando las palabras en cuestión no solo suenan igual, sino que también tienen una
misma escritura, nos hallamos ante homónimos totales. Si comparten la pronunciación,
pero difieren en la escritura, se trata de homónimos parciales. El cambio lingüístico
puede contribuir al aumento del número de homófonos. Así, las alteraciones que con el
tiempo va sufriendo la pronunciación de las palabras pueden dar pie a que unidades
léxicas con etimologías diferentes converjan fonéticamente, como le ocurrió a león
(animal), procedente de leonem, y León (ciudad), a partir de legionem. Fenómenos de
reordenación del sistema fonético del español como el seseo, el ceceo y el yeísmo han
aportado nuevos homófonos a las variedades correspondientes. Hoy, la mayoría de los
hablantes pronuncian exactamente igual pozo y poso, hallamos y hayamos.

En definitiva, se puede afirmar que se escriben mal algunas palabras porque se las
asocia con otras con las que tienen proximidad semántica, pero no morfológica. En
otras ocasiones, se las deriva de un lexema con el que no guardan relación etimológica,
o que el término o raíz ha sufrido transformaciones morfológicas, por ejemplo, banal
(se asocia con vano porque tienen algunas acepciones en común). Este factor está muy
relacionado con el anterior, la diferencia está en que el cruce analógico no
necesariamente se da con palabras homófonas. La solución para evitar ambos casos está
en observar cuidadosamente el significado y la escritura de las palabras que se
aprenden.
Del tratamiento del tema anterior se desprende que el método ortográfico debe incluir
estos componentes:

- La lectura
- La observación-automatización
- Construcción de inferencias
- La adquisición lexical
- Las reglas ortográficas
- La morfología
- El uso del diccionario
Bibliografía

Cassany, D. (2005). Expresión escrita en L2/ELE. Madrid: Arco Libros.

García Molina, B. (2012). Ortografía Inferencial y operativa (9.ª ed.). Santo Domingo:


Surco.

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