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REFLEXIÓ N SOBRE LA SOCIEDAD: DE

PLATÓ N A LOS DERECHOS DEL


HOMBRE
EN SU AVANCE, la ciencia tiende a convertirse en conocimiento universal. Así como la
circulación de la sangre, la ley de gravedad o la existencia de los microbios, se han
integrado al conocimiento del sonido común, el lenguaje sociológico también ha
adquirido paulatinamente un lugar en el habla cotidiana: nos referimos con toda
naturalidad a las clases medias, ideología capitalista, la búsqueda de status, la
longitud de los gobiernos o los medios masivos de la comunicación. Sin embargo, para
que se diera este traslado de los conceptos sociológicos a la cultura general, la
sociología ha tenido que recorrer un largo techo desde los primeros pensadores
sociales hasta que, durante la primera mitad del siglo XIX, definió su campo de estudio
y surgió como disciplina autónoma.

En la historia del pensamiento occidental, la reflexión en tanto a la sociedad se


remonta, cuando como en la política de Aristóteles se abordaba el tema desde una
perspectiva filosófica, encaminada sobre todo a encontrar la forma que la sociedad
debería asumir para logros para lograr un orden justo menos, a los griegos. Tanto en
los Diálogos de platón (en particular en “EL Banquete” y “Las Leyes”) en cual pudiera
mantenerse la virtud de los hombres, considerada como meta de la vida social.

Durante el renacimiento, preocupación similar llevo a algunos importantes


pensadores a elaborar textos filosóficos - literario acerca de sociedades perfectas:
ejemplos conocidos de ellos son la ciudad del sol, Tommaso de Campanilla, y la
famosa Utopía, de tomas Moro, escrita en 1516. Notables ejercicios de imaginación,
ambas obras contiene una crítica a la sociedad de su tiempo y a la vez expresaba la
posibilidad de que existen sociedades dichosas en el orden y la buena organización a
partir del ejercicio de las mayores virtudes humanas.

El avance de la economía capitalista y la formación de los estados-nación durante


los siglos XVI y XVII orientaron la reflexión social asía la economía y la política. Nicolás
Maquiavelo, Jean Budín, Thomas Hobbes y Johan Locke estudiaron la relación entre
los hombres y el poder, y reflexionaron acerca de las razones de las colectividades
para aceptar el poder del estado, de las características de ese poder y de las
obligaciones respectivas que imponía al soberano y al súbdito. Con ello sentaron las
bases de la teoría del Estado y la moderna ciencia política.
Por su parte, otros autores como Thomas Mun, francois Quesnay y Adam Smith
iniciaron el debate teórico acerca de cuestiones de producción, el valor de las cosas, el
significado del dinero y la importancia del comercio. Sus aportaciones fundamentales
para el estudio de la economía moderna, fueron además tomadas en cuenta por los
gobernantes de la época para orientar las economías nacionales.

Para todos los autores, no era sino un conglomerado más o menos sujeto a los
vaivenes de la política y la economía. Prevalecía la idea de que el hombre es
fundamentalmente egoísta (“El hombre es el lobo del hombre”, decía Hobbes), y que
voluntariamente acepta un conjunto de controles que se ejercen sobre el para
permitirle vivir en sociedad. Interesaba ante todo la defensa del Estado monárquico,
la propiedad y las nacientes reglas de la economía capitalista. Aun relativamente
dispersas en pequeñas aldeas y ciudades de no más de ciento cuarenta mil habitantes,
las personas eran vistas principalmente como súbditos de un poder político y no
como integrantes de una colectividad.

La tendencia prevaleció en el pensamiento liberal que se inició con los filósofos de


la ilustración y continuo a lo largo del siglo XIX. Los liberales para quien la sociedad
constituía – como dijo un historiador moderno – una “anarquía de competidores
iguales”, establecieron como punto de partida la capacidad de los hombres, dotados
de razón, liberal y afán de facilidad, para enfrentarse en condiciones de igualdad. La
sociedad se concebía como una suma de individuos, cada uno con sus propios
proyectos y ambiciones, unidos por alguna forma de “contrato” que les permitía
establecer relaciones útiles entre sí.

El economista ingles Adam Smith (1723-1790) sostenía por ejemplo, que la sociedad
dependía de la libertad con que uno cuantos individuos pudieron generar e
intercambiar sus productos en el mercado Según Smith, las naciones capitalistas
invertirían seguramente en aquello que tuviera más demanda y que, por lo tanto, les
reportara la mayor ganancia. Al satisfacer una necesidad evidente, el productor libre
contribuirá automáticamente el bienestar de la sociedad entera. Hoy las teorías de
Smith son fundamento del llamado “neoliberalismo”.

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