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SITUACIÓN ACTUAL DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

Hablar del Sacramento de la Reconciliación, no es nuevo ni desconocido, es hablar del


sacramento tal vez, es más incomprendido por muchos cristianos, quienes han deformado la
visión del sacramento. En algunos casos porque el sacerdote que sentado en el
confesionario no tiene el carisma y el sentido de misericordia para con los feligreses, que
arrepentidos buscan de Dios como aquel hijo prodigo que vuelve a la casa de su padre o
que los fieles no se confiesan. Además es la preocupación por parte de los pastores y fieles
en el descenso que se constata en la práctica y la frecuencia de la confesión en el campo
pastoral que en “general ha sido abandonada por la iglesia los colegios y comunidades de
formación, a través de los cuales la Iglesia podía fomentar una práctica sacramental de
rigurosa y generalizada frecuencia, han desaparecido o han cambiado sustancialmente su
proyecto educativo”1.

Por otra parte la humanidad entera tiene la necesidad de sentirse en paz con Dios, con sí
misma y con los demás, y a sabiendas que la paz brota desde lo más profundo del corazón
constantemente es fácil escuchar frases como: “yo no me confieso, yo me entiendo directo
con Dios”, “no tengo por qué decirle mis pecados a un hombre que es igual a mí”, o peor
“no robo, no mato así que no tengo porque confesarme”, “que lo perdone Dios porque yo se
las guardo” etc. Estas y muchas otras expresiones pueden darse por la falta de
evangelización y de conocimiento sobre el sacramento, se es necesario quitar muchos
prejuicios, morales y legalistas que van deformando la visión bondadosa y misericordiosa
que otorga el Sacramento de la Reconciliación.

Para algunas personas es mejor seguir viviendo cómodas como hasta ahora lo han venido
haciendo, aunque se sientan mal consigo mismos. Pensar en la conversión no está entre las
cosas que se tienen que hacer, en cuanto que la conversión implica esfuerzo y abandono de
costumbres o estilos de vida. Por su parte el concepto de pecado parece desaparecer en la
sociedad, la palabra “pecado” se menciona lo menos posible; aparentemente, ya nadie
comete pecado, cuando mucho, se habla de cometer “errores”, o de tener “malos hábitos”.
“Y si además predomina el “esto es natural” o “soy libre para hacer lo que me gusta”, es
difícil que se asuma una culpabilidad responsable. Y, si no se sabe ni qué es pecado, ni
donde está el pecado: ¿De qué y para qué arrepentirse, confesarse y pedir perdón?”2.

Esta situación puede ser fruto de la ignorancia religiosa o porque tal vez se les ha
presentado una visión errónea de Dios. Para muchos es un juez implacable que espera el
momento en que hagamos algo malo para dictar su sentencia, un Dios castigador. Esta
imagen distorsionada de Dios no resulta atractiva y ocasiona que las personas se alejen de
Él y no hagan nada para volver a Él. De ahí que nuestro trabajo pastoral, misionero y
catequético debe estar enfocado a ese redescubrir a Dios como lo que es: un Padre, que nos

1
Flórez, Gonzalo: (1993). Penitencia y unción de los enfermos. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
2
Borobio, Dionisio: (2006), El sacramento de la reconciliación penitencial. Salamanca –España: Ed
Sígueme.
ama a pesar de nuestros defectos, caídas, debilidades, sin por esto entrar a justificar el error
y el pecado. Dios nos ama tal como somos, tanto es su amor por la humanidad que es
paciente con nosotros, Él mismo se adelanta y nos ofrece su perdón para que tengamos vida
eterna.

FUNDAMENTO ANTROPOLÓGICO DE LA RECONCILIACIÓN

Todos los sacramentos parten de la realidad del hombre, de su condición corpórea –


espiritual, convirtiéndose como elemento fundamental. El sacramento de la reconciliación
cobra sentido y dinamismo desde el ser humano y tiene un horizonte en relación entre el
sacramento y el hombre, entre Dios y el hombre y la relación con el Otro de tal manera que
se fomenta una integridad desde la realidad del ser humano, en este caso el sacramento
tiene su fundamento centrado en el hombre. Lo cual ha de ocasionar que el sacramento sea
una necesidad para el ser humano convirtiéndose en algo intrínseco para dinamizar la vida
con los demás, como necesidad y vitalidad de la existencia.

Si bien es cierto que en nuestra naturaleza humana aparece la división, el conflicto, la


desreconciliación, el egoísmo, la envidia, el odio, y demás situaciones que nos generan una
experiencia de no- totalidad. De tal modo, que el hombre sintiéndose en medio de un
mundo alienado y alienador, a través de múltiples mecanismos y estructuras
condicionantes, viene a percibir que su no-totalidad y su no-inocencia no dependen
exclusivamente de él, sino también de “lo otro” circunstancial 3. Por lo tanto, la posibilidad
de reconciliación para el hombre está en auto-reconciliación consiguiendo aceptar su
condición humana.

Vivimos en un mundo desgarrado y dividido entre el hambre y la abundancia, los


explotadores y los explotados, los pobres y los ricos, los poderosos y los débiles, los sabios
y los ignorantes, y ante estas realidades se encuentra el problema de la deshumanización
frente a lo científico y la globalización cuando se impone la injusticia, la lucha de
ideologías y de clases sociales, la crisis laborales y el componente socio-cultural; dentro de
estos componentes desreconciliadores entrar tres aspectos significativos: división, injusticia
y manipulación extendiéndose esto como una experiencia del desencanto.

Habría entonces reconocer que nuestra propia limitación no es totalmente negativa, sino
posibilidad de descubrimiento del valor de la existencia humana, de la verdadera condición
del hombre, como ser creado, por su parte el hombre se auto-reconcilia en la medida que se
acepta en lo que es: no como un “no” ni como un “ya”, sino como un “todavía no”, en
lucha de la plenitud4. Ante esta situación hay otro asunto es la libertad en donde el hombre
no está determinado a seguir pautas de conductas fijas sino que por el contrario se siente
llamado al obrar de acuerdo a su propia conciencia asumiendo sus propios actos.
3
Borobio, Dionisio: (2006), El sacramento de la reconciliación penitencial. Salamanca –España: Ed
Sígueme.
4
Ibid. 30
Como dice Dionisio Borobio: reconocer el pecado no es atormentarse o encerrarse en lo
negativo. Es aceptar la propia condición humana en su aspecto de fragilidad y limitación.
Es reconocer la propia verdad sin autoengaños. La conciencia de culpa que uno puede tener
deriva de la conciencia de no haber sido fieles a la relación consigo mismos, con los demás
o con el mundo5.

En este contexto la Reconciliación no se sitúa al margen de las reconciliaciones de vida, al


contrario hace parte de la vida humana, de sus realidades siendo éstas buenas o no. Por
ende, el sacramento de la reconciliación tiene su origen en el plan salvador de Dios a través
de Jesucristo. Esto ha de permitir que dicho sacramento tenga sentido en la vida de una
persona o de una comunidad, y desemboque en el encuentro, la acogida, y la aceptación
como mecanismos que posibiliten una mejor eficacia del sacramento en las distintas
realidades humanas, a las cuales el ser humano se ve confrontado constantemente, pero que
le permiten salir de sí para ir en busca del encuentro como herramienta existencial que da
sentido a su vida y a la de una comunidad que se a su vez se distingue de los demás, pero
que tiene la capacidad de relacionarse con Otros.

Un elemento dentro de la reconciliación es la conversión que implica un rechazo del


pecado, un cambio de actitud y renovación de la vida, y esta conversión viene acompañada
del bautismo y esta conversión bautismal es la conversión a la fe de Jesús, y que por el
bautismo y la fe se da la nueva vida que para creyente es ser hijo de Dios y miembro de la
familia. En segunda medida se parte del supuesto de la gracia bautismal y de la
consiguiente adhesión del cristiano a la persona y obra de Jesús, y pretende ayudar al
bautizado a descubrir la riqueza y el Compromiso de la gracia recibida y a superar los
obstáculos y tropiezos que se interponen en el camino de la salvación.”6

En este sentido la conversión desciende de la realidad antropológica y social y la capacidad


de cambiar hacia lo mejor, es por eso que el ser humano se convierte en eje transversal del
sacramento y en este sentido el ser humano no es un ser individual sin embargo tiene la
necesidad de reconstruir su realidad, con el objeto de ser una persona abierta consigo
misma, con el otro, con una comunidad y en esta perspectiva puede ser más humano en un
mundo lleno de hostilidades. Y por ello la reconciliación es un proceso abierto hacia a los
otros, Borobio (2006) afirma: es un acto interpersonal en el que el acento se pone en el
encuentro, la comunicación, la paz, la amistad (p.26). Finalmente hay una necesidad y es el
encuentro con el otro, la cual parte de la vitalidad de nuestra vida y de forma especial de las
experiencias.

PECADO – PENITENCIA – CONVERSIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

5
Ibid. 44
6
Flórez, Gonzalo: (1993). Penitencia y unción de los enfermos. Madrid: Biblioteca de autores
cristianos.
El pecado en el antiguo testamento se mirar desde la alianza como aspecto jurídico
atribuido a Dios. Por esta razón el concepto de pecado guarda una relación con la
institucionalidad de la alianza considerándola como parte fundamental de la vida religiosa
del pueblo de Israel. La relación con Dios está fijada por la conducta social, las leyes
culturales y rituales. Desde este punto de vista toda acción pecaminosa en este contexto es
la ruptura o negación de la relación con Dios. Es una transgresión a la ley que supone una
confrontación negativa con Dios.

Desde este punto de vista toda acción pecaminosa ha de pensarse como una ruptura o como
una negación de la relación personal con Dios. Teniendo en cuenta que esta acción va en
relación a la trasgresión de la ley, que supone una confrontación negativa con Dios, que es
fiel y santo y que ha mostrado su iniciativa desde la alianza. Por lo tanto si el pecado es una
ofensa a la vida del pueblo y a los designios de Dios sobre él, éste asume también una
dimensión comunitaria. Sin embargo “el antiguo testamento diferencia tres clases de
pecados: inadvertencia (involuntario e inconsciente), voluntario (realizado con plena
consciencia) y de mano alzada (que supone contumacia, rebelión y lesión de la voluntad de
Dios y de la ley), cada uno de estos le corresponde una penitencia”.7

Del mismo modo en el Antiguo Testamento se propone una distinción entre los pecados
graves y las faltas leves que por ignorancia o fragilidad. Entre los pecados graves hay que
señalar: la blasfemia, la idolatría, la magia, el adulterio y el homicidio, a la vez son pecados
las diversas impurezas rituales o carnales,8 (Ex 22, 19; Lv 20,2; 18, 6-23). Por otra parte la
ruptura es recalcada por los profetas que se ven el pecado como el rechazo a obedecer una
orden o a seguir una llamada, de ahí su ardor en denunciar los pecados individuales o
colectivos9, como por ejemplo en Amos es la ingratitud o en Jeremías, la falsedad oculta en
el corazón. En todos los temas de ruptura de un vínculo, la violación de la alianza, en otras
palabras no hay mayor conceptualización del pecado que faltar a las exigencias de la misma
alianza, a la fe y confianza en Dios, a su ley y a todo lo que esa abarca en cuanto a deberes
y prácticas religiosas.

Además de la conceptualización del pecado, el mensaje de conversión y penitencia se


proponen algunos medios para alcanzar el perdón. Y consiste en el reconocimiento y la
confesión del pecado, la ofrenda del sacrificio y las prácticas penitenciales, estas prácticas
reducidas a la oración, el ayuno (Dt 9,9.18), el llanto y las lágrimas (Is 58,5), el saco y la
ceniza (Dn 9,3), el estudio de la ley o la Torah, toda clase de sacrificios y se puede
comprender entre otras prácticas. En este contexto llama la atención cuando el pueblo sufre
una desgracia (epidemia, guerra, sequia, plaga) era considerada como cólera y castigo de
divino (Dt 19, 18-25; 1Re 8, 33-53) y aquí se convocaba a realizar ayunos individuales pero
7
Borobio, Dionisio: (2006), El sacramento de la reconciliación penitencial. Salamanca –España:
Ed Sígueme.
8
Flórez, Gonzalo: (1993). Penitencia y unción de los enfermos. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
9
Equiza, Jesús: (2000). Para celebrar el sacramento de la penitencia .Pamplona: Ed: Verbo divino.
de igual manera colectivos10. Sin embargo frente estas prácticas Dionisio Borobio afirma: el
peligro de estas penitencias era el ritualismo y la exterioridad, por eso se insiste, sobre todo
en los profetas, en la necesidad de disposiciones internas, de conversión de corazón (1Sm 7,
5-6; Joel 1-2).

Ahora bien en el libro del levítico (Lv 4-5,13) se encuentra el ritual detallado de un
sacrificio llamado hattat que se traduce por sacrificio por el pecado, otro ritual importante
es el llamado asham (Lv 5, 14-26) conocido también como el sacrificio de reparación.
Ambos ritos con distintas funciones que son considerados generalmente unidos de manera
directa al perdón del Antiguo Testamento. Las circunstancias que prescriben el sacrificio
por el pecado se establece para aquellas ocasiones que no tienen que ver nada con el
pecado, puede ser consiente y personal como puede ser de manera involuntario. Sin
embargo imaginar que la menstruación de la mujer se pueda entenderse como pecado o que
la consagración del altar tenga relación con el pecado.11

Por su parte el sacrificio de reparación prescribe con otra naturaleza y por tanto su función
se da en casos de violación de propiedad, física o moral, ha la vez establecido para casos de
robo que le pertenece a Dios o a un israelita (Lv 5, 15-16; Lv 5, 21-26). El asham consiste
en una reparación ofrecida a Dios, a quien se ha ofendido de alguna manera indirecta o
directamente. Entre estos sacrificios hay que destacar el Gran día de la expiación o Yom
Kippur, como una de las grandes festividades del pueblo como signo de reconciliación
incluyendo el rito de la excomunión que consistía en la imposición de manos sobre el
macho cabrío y su envió al desierto llevando consigo las iniquidades del pueblo, hay que
destacar que esta ceremonia era dirigida por un sacerdote.

Finalmente el tema de “la conversión que tiene sinónimos distintos como: cambio,
metamorfosis, mutación, transformación”12 y en lenguaje bíblico alude a una imagen de
camino de vida que en términos del Antiguo Testamento la conversión es una cambio de
dirección y una vuelta hacia Dios13. La conversión es una llamada profética a la
transformación personal y colectiva de ahí que surgen diversas invitaciones como
búsquenme a mí y vivirán (Amos 5, 5), para Ezequiel la conversión es una gracia
subrayando su carácter personal (Ez 36, 25 – 28), o en caso del profeta Isaias explicita la
universalidad de esta llamada; a todos se ofrece la gracia de la conversión (Is 45,22). La
conversión en último como lo afirma Gonzalo Flórez: es la llamada y una advertencia que
Dios dirige al hombre para que éste busque el camino de felicidad en relación de amistad y
confianza como aquel que se revela como Padre del hombre, Señor y amigo de la vida.

Borobio, Dionisio: (2006), El sacramento de la reconciliación penitencial. Salamanca –España:


10

Ed Sígueme.
11
Equiza, Jesús: (2000). Para celebrar el sacramento de la penitencia .Pamplona: Ed: Verbo divino.
12
Ibid
13
Flórez, Gonzalo: (1993). Penitencia y unción de los enfermos. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
PECADO, PENITENCIA Y CONVERSIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO

No encontramos en las palabras de Jesús abstracta ni nueva del pecado, ni una renovación
de las estructuras penitenciales sino a llenar de nuevo sentido y vida la reconciliación y el
perdón. En ella se presupone las concepciones y tradiciones veterotestamentarias. Es
preciso partir de tales conceptos o vivencia que eran conocidas y aceptadas por Jesús y sin
embargo el cambio derivado de la actividad y predicación de Jesús. Supone la existencia de
pecadores y por tanto, del pecado como transgresión de la ley, como era para los escribas y
fariseos, que se quedan en lo secundario y olvidaban lo principal (Mt 23, 23-24). Para Jesús
nace del interior del hombre (Mt 15, 10-20).

Su predicación pone de relieve que el pecado conlleva la ausencia de Dios y el deseo de


encontrar la propia felicidad en otro lugar, aunque, esto lleve al hombre a la desventura (Lc
15, 11-32); subraya así la naturaleza interior del pecado. Por eso el Señor no rechaza la
cercanía de los pecadores, al contrario, Él ha venido precisamente para llamarlos, acogerlos
con misericordia y perdonarlos (Mc 2, 5.16-17; Lc 7, 48; 15). Desde esta medida se
entendería “el pecado como alejamiento de Dios que expone en la parábola del hijo del
pródigo que deja redescubrir precisamente el pecado como apartamiento de la comunión
con el Padre; y al mismo tiempo se visualiza el camino del retorno hacia los brazos del
Padre misericordioso”14. Por otra parte el pecado consiste en no aceptar el amor
misericordioso, en no acepar el Evangelio: el amor redentor.

Cuando Jesús acoge a los pecadores explicita el anuncio de la redención para todos aquellos
que se acercan a Dios con sincero corazón y con la conciencia de su indignidad, ante esta
situación se podría ver a Pedro que despliega su conciencia de pecado: Aléjate de mí Señor,
que soy un hombre pecador (Lc. 5,8). Jesús llama a los pecadores a quienes perdona de
manera gratuitamente “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido” (Lc 19,10). Jesús repite una y otra vez que no ha venido a buscar a los justos, sino
a los pecadores (Mt 9,13, Mc 2,17). En este caso no interpela solamente a la persona sino a
la comunidad. De ahí que los evangelios expresan que no solo existe un solo tipo de
culpabilidad en donde Jesús habla de variedad de pecados: vanagloria, injusticia,
hipocresía, adulterio, homicidio, codicia, soberbia, orgullo, vanidad, apego a las riquezas,
explotación de los demás, mentira, robo, (Mt 23, 1-36; Mc 7, 20 -23; Lc 20, 46-47). Por su
parte Jesús recuerda que el pecado no es tanto la mera acción exterior sino la mala actitud
interior de la voluntad perversa del corazón (Mt 15, 18-19).

El Nuevo Testamento se distingue cuatro praxis penitenciales diversas y complementarias


que se imponen según los casos: 1) la praxis preventiva que por medios de consejos
morales anima y previene del pecado y de la necesidad de permanecer santos, luchando

14
MUÑOZ Domingo. (1983) Dimensión penitencial de la conversión cristiana según el Nuevo Testamento.
Reconciliación y Penitencia: V Simposio Internacional de Teología de la Universidad Navarra.
http://hdl.handle.net/10171/5758
contra el mal (1Cor 8, 11s; Hb 3, 12), 2) praxis correctiva, que implica la amonestación
fraterna, la corrección, el reconocimiento del pecado, la ayuda a la conversión y la fidelidad
( Mt 18, 15s; Sant 5, 16), 3) la praxis de reconciliación fraterna, supone el perdón mutuo, la
reconciliación con el hermano como condición para el perdón de Dios y la validez de la
ofrenda (Mt 18, 21s.32-35), 4) la praxis curativa, que lleva consigo la intervención de la
comunidad a través de sus jefes, en orden al proceso curativo y de conversión por parte de
aquel que ha pecado contra Dios y la comunidad. Esta praxis implica la excomunión o
exclusión (Rom 16, 17; 2 Cor 2, 6)15.

La llamada a la conversión se encuentra en lugares claves del Evangelio. En la predicación


de Jesús la conversión junto al anuncio de la cercanía del Reino de Dios, la expresión
convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1,15) indica una clara respuesta implicando un
cambio de vida. La misión de Jesús de llamar a la conversión es equivalente al sígueme.
Esta llamada la conversión se tan necesaria como lo expresa Gonzalo Flórez: “los
pecadores pueden estar más cerca del Reino de Dios que aquellos que se creen justos y no
sienten llamados al arrepentimiento”.16 La presencia de Jesús y sus forma de actuar está
encaminada a demostrar que lo importante está el encuentro, la cercanía y aceptación del
pecador en personas concretas Zaqueo (Lc 19, 1-10), la pecadora (Mc 14, 3-9) o el
paralitico (Mc 2, 1-12) hasta tal punto es notable esta actitud de Jesús, la cual contrasta
fuertemente con la normal de los hombres piadosos en su tiempo, que sus enemigos lo
describen como «amigo de pecadores» (Mt. 11, 19; Lc 7, 34) y dicen como reproche hacia
él que come con ellos (Mc 2, 16 y par. Cfr. Lc 5, 30), es decir, acoge y acepta a gente
pecadora. De ahí que Jesús no exige la confesión de los pecados en sí; por el contrario
exige la conversión, por esta razón Jesús privilegia el encuentro con la persona.

Finalmente la conversión adquiere esencia que consiste para Jesús no en la falsa seguridad
de la norma, sino en el riesgo de la novedad y la verdad y finalidad que radica en el amor 17.
La llamada a la conversión orienta a suscitar la fe en Jesús, Florez (1993) afirma: preparar
los caminos que conducen hacia él, a disponer los corazones para que la llegada del reino
que Jesús ha venido a instaurar en el mundo. (p.42) Esta llamada a la conversión es una
invitación a entrar en la obra del reino recogiendo las riquezas de Dios Padre que envía a
través su Hijo.

REFLEXIÓN CRÍTICA SOBRE PECADO, PENITENCIA CONVERSIÓN Y


RECONCILIACIÓN

Borobio, Dionisio: (2006), El sacramento de la reconciliación penitencial. Salamanca –España:


15

Ed Sígueme.
16
Flórez, Gonzalo: (1993). Penitencia y unción de los enfermos. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
17
Borobio, Dionisio: (2006), El sacramento de la reconciliación penitencial. Salamanca –España: Ed
Sígueme.
El punto de partida para abordar el tema del pecado, se debería partir de la realidad del
hombre y la mujer que pueden tener la capacidad de percibir la situación de pecado en su
persona, en su entorno y en su universo, se debe partir de una experiencia religiosa
significativa como componente fundamental de su formación cristiana en cuanto a valores
propios del Evangelio permitiendo fijar la mirada en la manera como Dios se revela y
expresa su amor. De tal manera que “el pecado puede ser perceptible por el hombre
precisamente como una realidad propia del ámbito religioso”18, considero entonces que es
la persona que tiene capacidad de percibir la situación de pecado.

Por otra parte hay que decir que el pecado no es un concepto en el cual se pueda designar
actos negativos sino por el contrario es una condición palpable, clara, concreta en donde se
manifiesta aquella resistencia a la voluntad de Dios y que afecta la existencia del ser
humano cerrándose a percibir la Gracia. Ahora bien “el pecado no es el centro del
sacramento sino su punto de partida”19.

Desde la perspectiva bíblica en cuanto al Antiguo y Nuevo Testamento se ha evidenciado


las línea que articula el pecado como correlativo a la ley de Dios, pero no en un sentido
puramente jurídico, sino como expresión de la voluntad de Dios sobre los seres humanos,
dando a conocer su fin y el camino que conduce a Él. Así mismo el pecado es un abuso de
la libertad humana. Hablar así de la ley divina, supone tener presente todo el lenguaje
analógico y simbólico respecto a Dios, que no caen en el mito ni traicionan la realidad
divina, sino que por el contrario, dejan entreverlo.

Ahora bien la conversión por parte del hombre a Dios, es un proceso de toda la vida que se
va evidenciando en el esfuerzo que el mismo hombre realiza por alejarse del pecado, a
ejemplo de Dios, quien al manifestar su misericordia (Os 11, 8-9); Ez 34,6), su bondad y su
disposición de perdonar la fragilidad y su ser pecador, desea que éste cambie de vida, para
salvarlo de todas aquellas acciones pecaminosas que lo apartan de su amor.

Los distintos encuentros de Jesús con diferentes personas a lo largo de su ministerio dejan
ver el amor misericordioso de Dios hacia cada uno de nosotros, en el momento en Jesús
acoge a la persona revela el sentido del porque ha venido y la realización del anuncio del
reino. Por consiguiente, la acogida del hombre es una invitación al cambio de actitud que lo
ha de llevar a la conversión. Por otra parte la conversión no es simplemente un cambio de
mentalidad, sino que el encuentro con Jesús afecta la vida en su totalidad, hace descubrir lo
que está equivocado en nosotros y a nuestro alrededor y anima para la lucha, a fin de
colocar todo en su debido lugar, para conducir al hombre a la comunión fraterna, a la
solidaridad y a una vida nueva.

18
Munera Duque, Alberto. Concebida sin pecado original. En: Theologica Xaveriana. Bogotá Vol 29 N° 4 p.
407
19
Borobio, Dionisio: (2006), El sacramento de la reconciliación penitencial. Salamanca –España: Ed
Sígueme.
La experiencia del perdón en Jesús conlleva a un proceso de conversión, pues cuando Jesús
perdona suscita en el interior de la persona el deseo de retornar a la autenticidad en el
universo relacional del hombre consigo mismo, con los demás hombres, con el mundo y
con Dios. Pues Dios misericordioso sale al encuentro del hombre para ofrecerle el perdón y
liberarlo de todas aquellas cosas que lo esclavizan.

De igual manera el perdón por parte de Dios busca que el hombre se aparte radicalmente
del pecado que ha cometido y la verdadera meta del sacramento. De un lado, es Dios
mismo quien hace viable la conversión, estableciendo por tanto el requisito indispensable
para el perdón y por otro lado, lo hace sin atropellar la libertad del hombre que ha de acoger
la gracia mediante su arrepentimiento y el cambio de actitud. Borobio (2006) afirma: quien
no tiene esperanza en el perdón, quien constituyéndose en propio juez se auto-absuelve o se
auto-condena, no puede encontrar la palabra misericordia del Padre. (p. 53)

ACTUALIZACIÓN TEOLÓGICO-PASTORAL DEL TEMA ESTUDIADO

El sacramento de la reconciliación se inserta en el contexto de to da vida eclesial tanto en la


celebración litúrgica como en la catequesis en donde juega un papel importante ya
sabiendo que por este medio la iglesia enseña la comprensión de los distintos elementos que
se constituyen como centro de la vida cristiana. En la catequesis sobre todo se expresa la
doctrina, espiritualidad enfocada en llevar a los hombres y mujeres a vivir plenamente
aquel misterio cristiano, por consiguiente la catequesis ha sido la clave para mostrar las
virtudes de los sacramentos y como la iglesia ha insistido tanto en el sacramento de la
reconciliación.

Juan Pablo II manifestaba el deseo de pedir una renovada valentía pastoral para que la
pedagogía cotidiana de la comunidad cristiana sepa proponer de manera convincente y
eficaz la práctica del Sacramento de la Reconciliación. Más aún, invitaba a hacer descubrir
a Cristo como mysterium pietatis, en el que Dios nos muestra su corazón misericordioso y
nos reconcilia plenamente consigo”20.

Con el fin de mostrar la conversión como aquella fuerza para reconocer el paso de Dios en
la vida y al mismo tiempo descubrir las limitaciones ante su presencia, de ahí que el
sacramento de la reconciliación como importante ante el proceso de conversión y
santificación. Hoy es necesario que se recupere la confesión sacramental y que a la vez se
comprenda la dinámica del sacramento como sacramento de la misericordia y de encuentro
interpersonal que tiene acento en la comunicación, amistad y paz.

Aquí quisiera recordar los distintos encuentros de Jesús con las diferentes personas a lo
largo de su ministerio dejando ver así el amor misericordioso de Dios hacia los hombres y
mujeres y que en aquel momento en que las acoge el mismo Jesús revela su misión pero
sobre todo el anuncio del Reino de Dios invitando a un cambio de actitud. Por consiguiente
20
Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo milenio ineunte, n° 37
la conversión no es simplemente un cambio de mentalidad, sino es un encuentro con Jesús
que afecta la vida en su totalidad, haciéndonos descubrir en aquello que nos equivocamos
en nosotros y a nuestro alrededor pero que a la vez nos conduce a la comunión fraterna, a la
solidaridad y una vida nueva.

Al hablar de conversión se debe partir del hecho de que Dios y el hombre nunca han estado
distanciados a causa del pecado, ha sido el hombre por entender mal el sentido de la
libertad o por su debilidad, quien se ha distanciado de Dios por el pecado, pero en la
dinámica de Dios, Él nunca se cansa de amar y perdonar, en palabras del Papa Francisco:
Dios no se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.

La experiencia del perdón en Jesús conlleva a un proceso de conversión, pues cuando Jesús
perdona suscita en el interior de la persona el deseo de retornar a la autenticidad en el
universo relacional del hombre consigo mismo, con los demás, con el mundo y con Dios.
Pues Dios misericordioso sale al encuentro del hombre para ofrecerle el perdón y liberarlo
de todas aquellas cosas que lo esclavizan. Por eso al indagar el pecado en la Sagrada
Escritura se pudo constatar que el hombre a causa de él, rompe el vínculo familiar entre el
pueblo y Dios, por lo tanto, va dirigido contra Dios porque hiere directamente su amor, y al
mismo tiempo es un mal para el mismo hombre, de ahí que el pecado no es solamente la
herida que el hombre se hace a sí mismo, sino que hiere profundamente el rostro del
hermano.

Considero que hay que recuperar entre otros aspectos la dimensión simbólica que es
significativa en cuanto se insiste en el aspecto de encuentro: persona y el ministro de una
manera dialogada valorando así la intervención de la persona y porque no la posibilidad de
adaptación a las diversas circunstancias, no solamente con aquellas formas de celebración
sino que a la vez se vaya adaptando distintos elementos en donde se pueda dar una mejor
participación y cercanía al sacramento. Finalmente menciono unas palabras del Papa
Francisco: en el sacramento de la reconciliación se hace presente con especial eficacia el
rostro misericordioso de Dios.

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