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¿Por qué es necesaria la Filosofía en los colegios?


Profesor Juan Redmond opina que la asignatura “garantiza a nuestros jóvenes que
se educan para pensar”.
Una reflexión sobre la importancia de mantener la asignatura de Filosofía en todas las
modalidades de enseñanza de la educación media —científico humanista, técnico profesional y
artística—, ante la posibilidad de que sea excluida del currículum de acuerdo a la propuesta
planteada por el Consejo Nacional de Educación, desarrolló el profesor Juan Redmond, director
subrogante del Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la UV. Enfatiza el
académico que “relegar a los alumnos de la enseñanza media técnico profesional a una educación
que privilegia más la instrumentalización que la formación integral de los sujetos, es condenarlos
al fracaso”.

Ante la pregunta: ¿por qué deben aprender filosofía nuestros jóvenes?, afirma Redmond:
“Ciertamente es difícil justificar la interfaz filosofía/saberes técnicos en una época en que las
crisis económicas y ecológicas parecen exigir medidas de austeridad en todas las esferas de la
vida social. Por ello me permito algunas observaciones al respecto y comienzo con una anécdota,
que espero pueda iluminar lo que considero uno de los ejes para articular un programa atingente a
las urgencias de nuestra época”.

Por no saber argumentar

La anécdota referida, acaecida hace cuatro años, señala en resumen lo siguiente: ingenieros
de diferentes universidades (Chile y Argentina) comentaron a Redmond “su frustración a la hora
de defender como evaluadores sus puntos de vista o resultados frente a comisiones técnicas
internacionales. En efecto, estos colegas, espacialmente Carlos Bello de la Universidad
Tecnológica Nacional de Argentina (UTN), forman parte de un equipo técnico de la mayor
relevancia a la hora de decidir por la calidad de los servicios ofrecidos por empresas privadas al
público en general. Carlos supervisaba la calidad de una telesilla en un centro de esquí. La
empresa planteaba realizar controles cada dos años (abaratando costos), mientras que Carlos, con
todo su andamiaje de datos y resultados, no lograba ganar la discusión e imponer su criterio de
que la revisión debía ser hecha todos los años”.

Redmond pidió a su colega Bello el informe preparado para la empresa, “con el propósito
de barajar la posibilidad de contribuir en la solución de la polémica. Luego de leerlo me di cuenta
de que lo que Carlos y todo su equipo necesitaban era una formación filosófica básica en
argumentación. No tenían ni idea de cómo argumentar correctamente a pesar del sinnúmero de
datos contundentes que manejaban”.

La clave del problema era, entonces, que “mi amigo había tenido una formación técnica
extraordinaria, pero un aprendizaje nulo en cómo argumentar correctamente sobre la base de
datos. El resultado era una fracasada gestión técnica como evaluador de servicios. Y todo por no
haber tomado cursos de argumentación, es decir, lo que enseña la Filosofía desde hace más de
dos mil años”.
El asunto no quedó ahí. Cuenta Redmond: “Me puse manos a la obra y armé un curso
filosófico sobre argumentación dialógica. Los resultados no se hicieron esperar: ganaron la
discusión al lograr demostrar la pertinencia del protocolo que consideraban adecuado”. Acota el
académico que los resultados pueden verse en la publicación “Lógica de juegos en discusiones
técnicas. Un caso de la ingeniería”, en el volumen 1 de la Serie Selección de Textos (Universidad
de Valparaíso, 2013).

Educarse para pensar

Entonces, ante la pregunta de si es útil la filosofía, afirma Juan Redmond: “Espero que no
sea demasiado tarde cuando lo descubran, como mi colega de la UTN. Y que no les pase a otros,
que escuchando a algunos alumbrados de la educación de nuestros días, se dejen impresionar por
una publicidad eufórica y poco reflexiva de las bondades reformadoras de los recursos digitales y
decidan abandonar la magia creadora de la cual ha sido protagonista la filosofía, fragua de ideas
revolucionarias, palestra crítica de la cotidianeidad y generadora de semánticas argumentativas
indestructibles. En definitiva, garantiza a nuestros jóvenes que se educan para pensar”.

Por ello, enfatiza, “resulta totalmente desafortunada la posibilidad de eliminar la Filosofía


como asignatura del currículum escolar en todos sus niveles. (…) Desde luego nadie niega la
utilidad de la lógica (ciencia de la argumentación), tanto así que los mismos matemáticos la
enseñan asombrados por sus propiedades. Pero extirpar la lógica de su lugar común, la Filosofía,
es reducirla a un simple cálculo sin mayores perspectivas”.

Incluso, añade, “desde el punto de vista productivista del operador del mundo empresarial,
es difícil imaginar que sólo se requiera hombres-máquina, peritos en datos estrechamente
limitados a una especialidad. Lo que necesitan es gente con criterio y capacidad crítica de operar
sobre conocimientos técnicos. ¡Todo lo que puede hacer una máquina ya lo están haciendo las
máquinas! No desarrollar la capacidad de reflexionar críticamente, de argumentar con precisión,
de refutar o aprobar con fundamentos (lo que enseña la filosofía), es condenarlos a vagar de
empresa en empresa aprendiendo a los golpes lo que deberían aprender en una formación integral
que incorpore la filosofía (entre otro saberes humanísticos). Y si alguien acusa que el mundo
empresarial ya cuenta con operadores que dan cuenta de una formación integral, no es difícil
imaginar que allí también se encuentra el sello velado de la enseñanza de la filosofía”.

Filosofía esencial

Por todo lo expuesto, afirma Juan Redmond que “la asignatura de Filosofía es una
disciplina que no sólo debe ser incorporada en todas las modalidades de enseñanza de media, sino
que debe contemplarse desde los primeros años de escolaridad, en la medida que permite que los
estudiantes comprendan, valoren y problematicen el sentido de todas las demás áreas del
conocimiento”.

Finaliza el director del Instituto de Filosofía UV: “Ni qué decir de los desafíos morales
propios de una época en que las crisis económicas y ecológicas derivadas del desarrollo
tecnológico, han instalado urgencias de conocimiento público respecto de las cuales cabe un rol
indispensable a la reflexión filosófico ética. El nacimiento de los estudios en Ciencia, Tecnología
y Sociedad (STS por sus siglas en inglés) es un testimonio de la urgencia de estos asuntos. ¿Es
útil la filosofía? Formar estudiantes al margen de los límites éticos del desarrollo tecnológico y de
la consciencia crítica de las crisis económicas y ecológicas es formar ignorantes de la realidad de
la actividad científica de nuestra época”.

Hace apenas un par de semanas, la Conferencia Española de Decanatos de Filosofía publicó


un pronunciamiento en el que celebra el acuerdo del Parlamento español de reincorporar el
curso de Filosofía como materia común y obligatoria en el currículo escolar. Lo considera un
logro comparable a la reconquista de un bien perdido, porque durante años la Filosofía fue
excluida de la enseñanza escolar y reemplazada por materias interdisciplinarias genéricas o
descartada por su ‘inutilidad’. El caso español no es único, porque las tendencias educativas
se imponen hoy en el mundo con insólita celeridad, curiosamente siempre de manera
uniforme pero bajo el ropaje del pluralismo y la sabiduría interdisciplinaria.

También en varios países de América Latina se ha eliminado la enseñanza de la Filosofía del


programa escolar. Pero, en los últimos años, en dos países se han librado batallas similares a
las de España y con un desenlace exitoso: Chile y México. Son casos emblemáticos:
hallándose casi en las antípodas de modelos de organización social (uno neoliberal, otro
corporativista), lograron obtener el respaldo del cuerpo docente y de la opinión pública y
revertir la medida a través de una decisión en el congreso.

En el Perú se ha producido en años recientes una serie de reformas en el sistema educativo,


pero con un rumbo errático y al compás de varios cambios traumáticos en la conducción del
ministerio competente. Eso sí, la Filosofía fue eliminada del currículo como curso
obligatorio, con un doble argumento, muy parecido al que se hizo valer en los casos citados.
En primer lugar, se cuestionaba su utilidad práctica en la educación de los jóvenes que deben
integrarse a una sociedad orientada hacia los requerimientos del mercado. En segundo lugar,
se pretendía traducir el resto de valor que podría acaso tener esa disciplina a una amalgama
de “competencias, capacidades y estándares de aprendizaje nacionales” que reproducen la
actual tendencia burocratizante en la concepción y la evaluación de la educación en todos sus
niveles, no solo en el secundario sino también en el universitario.

El resultado es un producto muy curioso. El currículo escolar presenta una voluminosa y


sofisticada justificación teórica de los principios e ideas matrices deseables para la formación
de los alumnos, por momentos incluso con argumentos de corte filosófico, como el énfasis en
el cultivo de la autonomía, en el respeto de la diversidad cultural, en la importancia del
enfoque de género o en la promoción de los valores cívicos.

Hay allí poco que objetar, salvo el hecho, ya mencionado, de la tendencia burocratizante. El
problema principal es, más bien, que al momento de convertir esa florida concepción del
aprendizaje en una lista de materias que debieran paulatinamente transmitir sus ideas
centrales, lo que encontramos son disciplinas gaseosas, supuestamente interdisciplinarias, que
diluyen los temas cuyo estudio sería indispensable para obtener el resultado que aquella
concepción se propone como meta.

—El sentido de la vida—


Un buen curso de Filosofía, al menos en los dos últimos años de secundaria, podría ser
mucho más útil para reforzar las ideas valiosas que contiene el ambicioso plan curricular y
podría, además, desarrollar el espíritu crítico de los alumnos, que parece ausente de aquel
plan. Haría falta, claro, actualizar debidamente el programa y ajustarlo a los nuevos
requerimientos pedagógicos, pero cuidando de no ceder a la tentación mercantilista
hegemónica.

La teoría del conocimiento, la ética, la estética y la conciencia histórica deberían ser los
pilares de ese programa, en otras palabras: la reflexión sobre el sentido de la verdad, de la
corrección moral, de la experiencia artística, ligadas a la conciencia de que somos parte de
una sociedad multicultural con una historia compleja que ha marcado indeleblemente nuestra
autocomprensión.

La Filosofía es una disciplina que, como ninguna otra, tiene una formidable ventaja
pedagógica: pudiendo ser muy técnica o especializada, tiene como finalidad última la
comprensión del sentido de la vida, lo que es una preocupación de todos los seres humanos.
Y por ello es la mejor herramienta para discutir sobre los problemas que más nos aquejan: la
defensa de la libertad, el cultivo del bien común, el desarrollo de la conciencia crítica, la
promoción de la igualdad de género, el reconocimiento de la verdad, la lucha por la justicia,
el aprecio de nuestra diversidad cultural y de nuestra memoria nacional.
https://elcomercio.pe/eldominical/filosofia-debe-volver-colegio-noticia-615541-noticia/

 Permite indagar quienes somos


 Desarrolla el hábito de pensar, ya sea de forma individual o con otras
personas
 Lleva a escuchar al otro
 Permite desarrollar habilidades dialógicas reflexivas
 Lleva a la pausa para la reflexión
 Fortalece la inteligencia emocional
 Desarrolla el pensamiento hipotético, crítico y lógico.
 Genera mecanismos de argumentación
 Despierta la curiosidad por las cosas que ocurren y el porqué
 Desarrolla la capacidad de cuestionar la veracidad de los hechos y las
afirmaciones
 Mejora el vocabulario, la redacción y la forma de expresar ideas en general.
https://www.redalyc.org/pdf/4418/441846103008.pdf

Pero, ¿qué hay de lo referente a la enseñanza de la filosofía en la educación secundaria? Allí la


situación es más preocupante ya que somos testigos de los intentos por eliminarla del ámbito
educativo, como si de una peste se tratara. Antes el primer acercamiento a una experiencia de
pensamiento formal se llevaba a cabo en los colegios, en la educación secundaria, pero actualmente
la enseñanza de este tipo ha venido siendo eliminada de las instituciones educativas de educación
secundaria e incluso de las universidades. La enseñanza de la filosofía ha sido prácticamente
erradicada en la mayoría de colegios, y hoy en día son pocas las universidades que todavía la
imparten. Actualmente las universidades que enseñan filosofía –y no me refiero a un simple curso de
Introducción a la Filosofía que se dicta en unos cuantos meses sino a la enseñanza de la filosofía
como carrera profesional son pocas–, no se está enseñando a pensar, reflexionar o razonar sino que
en lo que se está haciendo hincapié es en la formación técnica y tecnológica, y es que no sólo no se
le da el suficiente valor a la enseñanza de la filosofía sino que este es un problema que engloba
también a la enseñanza de las Humanidades. Se prefiere formar al hombre para que produzca
acríticamente, en vez de formarlo para que piense. Considero que el aprendizaje de la técnica y la
tecnología es importante, su importancia radica en que son herramientas para el desarrollo del
hombre, pero no pueden ser vistas como finalidad ni del hombre ni de su aprendizaje. 43 De las casi
cien universidades que hay en el Perú, entre nacionales y particulares, solo seis5 de ellas, enseñan
filosofía como carrera profesional; con lo que en el resto de universidades –que aumentan en
número cada día al punto que hay más de una universidad en cada Departamento– o dictan cursos
donde se aborda algo de filosofía pero de manera muy superficial o no dictan nada que tenga que
ver con la filosofía, ni la reflexión sobre los principios que hacen posible el uso de la razón. Ahora,
para hablar de la filosofía en el Perú creo que ésta debe estar orientada a reflexionar sobre su
pensar y sobre su pensamiento, para desde ahí ver cuál puede ser el nexo que nos permita aplicarlo
a esta nueva sociedad. La enseñanza de la filosofía debe apuntar a reactualizar lo que es esencial en
ella, es decir, el asombro, la admiración, la integración, entendida como una reacción contra el
determinismo y la pasividad. Pero esta debe estar orientada hacia los problemas que se vienen
dando en nuestro entorno.
http://cybertesis.unmsm.edu.pe/bitstream/handle/cybertesis/3009/Casquier_oj.pdf?
sequence=1&isAllowed=y

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