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Josep Pedro
Índice
Introducción…………………………………………………………………………………………………………………….……….3
Bibliografía………………………………………………………………………………………………………………………….….37
Anexo…………………………………………………………………………………………………………………………………..…38
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Introducción
Este trabajo tiene como objetivo combinar las cuestiones teóricas, debates y ejemplos
propuestos a lo largo del curso con nuevas reflexiones y ejemplos. Partiremos del cine, como
fenómeno crucial en las transformaciones de la cultura y los textos visuales, realizando una
contraposición entre el cine estadounidense y el soviético. A partir de ahí, comentaremos los
distintos tratamientos y actitudes acerca de las convenciones cinematográficas a través de
procesos como el montaje. Asimismo, como aproximación a la historia socio-cultural de la
población afroamericana, propondremos The Birth of a Nation (Griffith, 1915) como ejemplo
de la representación del subalterno en el cine (institucional) hollywoodiense.
Finalmente, nos proponemos, indagar en la oposición entre aura y test óptico a través
de nuevos ejemplos: la construcción de personajes en series de televisión actuales y,
específicamente en la música, el poder y rol de la guitarra a través del planteamiento del
heroísmo virtuoso del guitarrista.
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Modos de representación, montaje y test óptico en la
cinematografía hollywoodiense y la escuela rusa
(Jean-Luc Godard)
Una visión de conjunto sobre la historia del cine que reconstruya sus orígenes y
trayectorias nos permite apreciar que, como sucede con otras historias culturales (música,
pintura, etc.), no existe una sola historia del cine. Se trata, más que de una trayectoria
unificada, de una multiplicidad de historias del cine entre las que, de manera simplificada,
podemos destacar el desarrollo del cine en Francia y EE.UU., y la posterior emergencia
renovadora de la escuela soviética. Como señala Noel Burch (1987), en las primeras décadas
del siglo XX asistimos a una lucha teórica sobre el significado y las formas de hacer del cine. Por
tanto, conviene diferenciar entre modos de representación, prácticas e imaginarios que nos
remiten a contextos distintos con circunstancias, desarrollos y temporalidades diversas.
En primer lugar, queremos plantear algunas de las características más importantes del
desarrollo institucional del cine en EE.UU., donde el cine se consolidó como una importante
industria hegemónica que ha extendido su modelo fílmico a nivel global. Tomar como punto de
partida el modo de representación institucional hollywoodiense nos permitirá comprender de
manera comparativa las transformaciones y planteamientos de la escuela de cine rusa. En el
caso norteamericano hablamos de un cine narrativo marcado por la estructura tradicional de
introducción (orden), nudo (alteración del orden) y desenlace (recomposición del orden
inicial), cuyas acciones, historias y montaje se rigen por las relaciones de causa-efecto Burch
señala que esta organización lleva implícita un componente ideológico relacionado con una
organización lógica del mundo que concluye con “el tesoro ideológico final” (Burch, 1987).
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frontalidad, exterioridad, distancia, ausencia de cierre, etc., el MRI desarrolla mecanismo para
apelar a la emotividad, introduciendo la idea benjaminiana de los tests ópticos.
Como argumenta Benjamin, “el mecanismo que pone ante el público la ejecución del
actor cinematográfico no está atenido a respetarla en su totalidad. Bajo la guía del cámara va
tomando posiciones a su respecto. Esta serie de posiciones, que el montador compone con el
material que se le entrega, constituye la película montada por completo, la cual abarca un
cierto número de momentos dinámicos que en cuanto tales tienen que serle conocidos a la
cámara (para no hablar de enfoques especiales o de grandes planos) (Benjamin, 1989). Así, en
contraste con el actor de teatro, que tiene la capacidad de compenetrarse con el público y
acomodar su actuación, el actor cinematográfico ha de entregarse al mecanismo, renunciando,
en última instancia, a su aura.
La idea del test óptico se relaciona con el planteamiento del inconsciente óptico, con lo
que Benjamin se refiere a las formas de visión que hacen posible los nuevos dispositivos
técnicos, que nos permiten ampliar y ver más cosas que nuestra visión natural. “Las
operaciones de la cámara organizadas por el montaje (variación del ángulo, cortar, ampliar y
disminuir, fundir, etc.)” introducen una “nueva experiencia visual respecto a la visión natural y
también frente a la visión contemplativa que requería el arte tradicional”.
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Griffith, considerado el gran representante del MRI, empezó trabajando como
periodista y vendedor de libros. Su interés por la literatura, especialmente por los temas
victorianos, le condujo al mundo del teatro, donde fracasó como actor profesional. Entonces
decidió dar el paso al cine para trabajar como guionista. Fue contratado por Edison, y llegó a
trabajar como actor secundario en Rescue from an eagle’s nest (Porter, 1907). Una vez dado el
paso a director, Griffith fue un innovador del lenguaje cinematográfico que, no obstante, no se
desprendió de la influencia de la literatura1. Introdujo el primer plano, el montaje de acciones
paralelas, el travelling y la utilización de la iluminación con fines dramáticos.
Una breve aproximación a su obra más célebre, The Birth of a Nation (Griffith, 1915),
resulta doblemente útil para este trabajo. Por una parte, “El nacimiento de una nación”
supone la consolidación del MRI y del montaje invisible, que sentará las bases sobre las que
negociar los modos de representación del cine contemporáneo. Por otra, nos sirve para
adentrarnos en un primer ejemplo sobre la representación de los negros en EE.UU. Con
respecto a lo primero, Griffith soluciona los problemas de espacio y tiempo de películas
anteriores, así como la falta de continuidad. La introducción de distintos tipos tests ópticos
mediante la diversidad planos (escala, nivel de proximidad, travelling, etc.), convierte a la
cámara (enunciación) en protagonista (invisible) dinámica por su ubicuidad, movimiento y
multiplicidad de puntos de vista.
En este sentido, existe una clara relación entre el uso de tests ópticos y la voluntad de
conmover emocionalmente al espectador a través de la narración. La combinación de planos
largos, medios y cortos estaba destinada a llevar a los espectadores “al corazón de la escena”.
Se trataba, de hecho, de una aplicación intencionada de formas temporales y espaciales a la
construcción de una trama emocional (Abril, 2003: 126).
1
Griffith reconoció su deuda con escritores del siglo XIX, entre los que destacó su predilección por
Charles Dickens.
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Por otra parte, El nacimiento de una nación es una de las grandes manifestaciones de
la representación racista y estereotipada de la población afroamericana. Basada en la obra
melodramática The Clansmen (El hombre del clan) y nombrada así originalmente, la película
ponía en escena una representación sobre la jerarquía social en relación a la constitución de la
nación. Retraba a los afroamericanos como viciosos y sexualmente peligrosos para las mujeres
blancas. Griffith negó que fuese racista, pero su representación del Ku Klux Klan incluso se
utiizó para el reclutamiento de nuevos miembros. Como se ve en la figura 1, en la película
aparecían linchamientos racistas a miembros de la comunidad afroamericana, que aparecían
como villanos y violentos violadores. Así, apelaba a un sector conservador de EE.UU. que
suscribía a mítica y romántica visión sobre el sur y el dominio de los negros desde tiempos de
la esclavitud.
Los grandes directores de cine de la escuela rusa fueron también grandes teóricos del
cine que exploraron el montaje cinematográfico de diversas maneras y con distintos fines.
Kuleshov, con su célebre “Efecto Kuleshov” (figura 2) fue el primero de los tres en
experimentar con el montaje. En él, yuxtaponía el mismo plano con una expresión neutra de
un actor junto a tres planos distintos –un plato de sopa, una mujer desnuda, o un niño muerto.
Al visionarlo, vemos como, según la relación entre los planos, la cara expresa distintas
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emociones –hambre, deseo, o pena. Por tanto, demostró que es el espectador quien construye
el significado de acuerdo con la contigüidad y continuidad de los planos, y que es el montaje lo
que posibilita el sentido.
Otra de las películas destacadas de Kuleshov es Las extraordinarias aventuras del Señor
West en el país de los bolcheviques, una obra que evidencia la ambigüedad y la negociación a
la que nos referíamos entre el cine soviético y el modo de representación institucional.
Kuleshov construye una comedia en la que integra referencias de otros géneros
cinematográficos como el western (disparos, lazos, etc.) o el cine negro (tratamiento
lumínico…), que hacen difícil la decodificación inmediata. Está interesado en el cine
norteamericano por su rapidez, acción y entretenimiento dirigido a un público de masas. Esta
concepción se opone a la tradición del cine psicológico ruso y lleva a Kuleshov a construir
personajes arquetípicos fácilmente reconocibles por su comportamiento grotesco y exagerado.
Precisamente por la exageración y parodia se percibe una mayor evidencia de la artificialidad
de la película, que no conduce al espectador a la identificación, como el MRI.
2
Otro ejemplo de cine metafórico –que opera por sustitución por semejanza- es Un perro andaluz
(Buñuel, 1929), en la que se asocian las imágenes de una navaja cortando un ojo y una nube que cruza
por delante de la luna.
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espectador. Para conseguirlo usa elementos como la asociación, la sinestesia o la transferencia
de efectos. Por la organización en números o espectáculos concretos que sirven para atraer la
atención de espectador, Eisenstein relaciona su montaje de atracciones con el espectáculo
circense. Así, la intención del cineasta es conducir al espectador de un efecto a otro. Como
ejemplo, podemos considerar la célebre secuencia de la escalera de Odesa (El acorazado
potemkin, 1925). En ella, cada elemento llamativo –chico sin pierna, mujer herida de muerte,
etc. – es una atracción (figura 3).
Por su parte, Vertov desarrolló su propia teoría integral sobre el montaje –todo en el
cine, desde la selección de los lugares a la encadenación de los fotogramas es montaje-, y con
El hombre con la cámara nos dejó una obra muy renovadora en la que se produce una fusión
entre el aparato tecnológico (la cámara) y la mirada o la subjetividad (el yo, tematizado con el
ojo). De hecho, esta relación se tematiza en un plano de superposición entre el objetivo de la
cámara que filma y un ojo –tanto del camarógrafo como del espectador reflejado. Aquí, una
misma imagen ofrece una representación muy rápida del cine como procedimiento y proceso.
En definitiva, la cámara actúa como una extensión del ojo, que amplía y modifica la experiencia
visual (inconsciente óptico).
En El hombre con la cámara3, Vertov utiliza los tests ópticos (multiplicidad de planos y
encuadres, ritmos, etc.) como procedimiento de análisis y de pensamiento cinematográfico.
Además, se aprecia la auto-referencialidad sobre el cine. Es decir, una especie de cine dentro
del cine en el que se evidencia la materialidad y el proceso productivo del cine. Para
comprender esta idea, podemos de nuevo, referirnos a comparación con el MRI. Si en el modo
de representación institucional hollywoodiense se eliminaba cualquier noción o evidencia
sobre el proceso de producción del cine a través del montaje invisible, la propuesta de Vertov
quiere descubrir y describir el artificio del cine.
Para ello, tematiza el cine como un proceso productivo que implica la creación
industrial con determinados fines (desde la creación de la cámara hasta el espectador están
sintetizados), las actividades y movimientos laborales (muestra a operador cargando con la
cámara por la ciudad), y descubre lo que nunca se mostraba, la cuarta pared. Se trata de ese
lugar que no se representa, precisamente porque es el que evidencia la producción
cinematográfica. Pero Vertov muestra la cámara, ilustrando el proceso mediante el cual se
produce el cine, aunque, a pesar de sus esfuerzos, inevitablemente siempre hay un punto
3
El hombre con la cámara fue una de las obras cinematográficas destacadas en las que se basó
Benjamin para su ensayo sobre la reproducción del arte.
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ciego de la enunciación (no podemos llegar a ver a misma cámara que filma lo que se
muestra). La cámara termina convirtiéndose en actor y se asocia el proceso del montaje con el
de los tejidos industriales, hablándonos de la obsesión por la máquina característica del
contexto histórico.
Por último, cabe destacar que la película tiene rasgos del documental, específicamente
sobre la vida, los transportes, el trabajo y los lugares de la ciudad. Además, aparecen también
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momentos significativos de la vida como el nacimiento, los casamientos o la muerte. En este
sentido, cabe destacar que la organización y el planteamiento de Vertov, precisamente por la
multiplicidad y la evidencia del proceso productivo y constructivo, cuestiona cualquier tipo de
supuesta objetividad que supuestamente ha caracterizado al documental.
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Representación musical y texto visual:
En este sentido, queremos retomar los conceptos de blues continuum (Baraka, 2002) y
de “todo cambiante” (changing same) (Baraka, 2010). La unión de estos dos términos plantea,
en primer lugar, que la reproducción del blues –como punto de partida- va generando nuevas
tradiciones y estilos que deben pensarse como un nuevo proceso que dialoga y negocia con la
tradición y los recursos expresivos del género pero que pueden adoptar su propia lógica. Así,
podemos pensar el desarrollo del blues como un continuum musical integrador de diversos
géneros emparentados, como el blues, jazz, rhythm & blues, soul, funk y hip hop.
Amiri Baraka llama a este conjunto cultural un todo cambiante (changing same),
concepto que no desarrolla ampliamente pero en el que podemos destacar, por una parte,
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cierta unidad y homogeneidad y, por otra, ciertos rasgos diferenciadores que constituyen un
salto cualitativo de un estilo (modo de representación) a otro. Nos proponemos extrapolar
esta concepción musical para preguntarnos por las conexiones entre géneros y subgéneros en
relación a las representaciones en textos visuales.
En este apartado, una de las principales cuestiones para realizar el análisis será
dicotomía entre pose y corte. Asimismo, nos interesa destacar que son dos categorías ideales,
entrelazadas y que se confunden continuamente, especialmente en la representación de la
cultura musical en la que existe un grado de actuación significativo difícilmente cuantificable.
Por tanto, este recorrido nos permitirá, más que realizar afirmaciones taxativas, realizar
conexiones e interrelaciones y aproximarnos a juego de representaciones entre pose y cortes
que va transformando e imaginario común de los músicos y la población afroamericana.
En origen, la cultura del blues nació como una expresión de resistencia e identidad
marcada por la categoría racial y la estructura social de finales del siglo XIX y principios del XX.
Se desarrolló con una lógica propia y se constituyó como una cultura alternativa que coexiste
en permanente conflicto dialógico con la estructura de poder. Sin tener objetivos políticos
explícitos, articula formas culturales alternativas alejadas de la cultura mainstream (Llull, 1992:
29).
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Davis, una nueva valoración de necesidades y deseos emocionales individuales y colectivos,
mediante la creación de una expresión estética de una nueva realidad socio-social entre la
población negra (Davis, 1998: 5).
Para comprender el imaginario del blues, conviene destacar que se caracteriza por
conjugar la voz individual con el encuentro comunitario. En su forma tradicional, es una música
que expresa una visión personal de la cotidianeidad del individuo pero, al mismo tiempo, da
voz a reflexiones generales de la comunidad negra. “A través del blues, los problemas
amenazantes son sacados de la experiencia individual aislada y reestructurados como
problemas compartidos por la comunidad. Como problemas compartidos, las amenazas
pueden ser tratadas en un contexto público y colectivo” (Davis, 1999: 33). Además, su
redefinición musical en interacción con nuevos instrumentos supuso mucho más que una
simple adaptación; cuestionó y transformó los sistemas fundamentales de la música hasta
entonces, entre otras cosas con su redefinición entre mayor (alegre) y (menor).
La mayoría de las veces, el contacto de los músicos negros con la industria del
entretenimiento -en sus múltiples formas (música en directo, grabaciones, etc.)- era también
una relación racial entre blanco y negros en la que entraban en juego complejos procesos de
identidad –presentación de uno mismo ante los demás-, relaciones sociales y
representaciones. Más allá de las numerosas y significativas actuaciones entre la comunidad
negra, el éxito profesional de un músico conllevaba la gestión de relaciones e identidades
entre blancos y negros en el marco de la segregación. Sin obviar las buenas relaciones
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habituales y posibles entre individuos de distintas razas/etnias4, las relaciones entre unos
grupos y otros eran también relaciones entre cuerpos inscritos socialmente de manera
desigual en la jerarquía social.
Para comentar las representaciones de Louis Armstrong y del resto de músicos que
tomamos como representativos de la evolución de representación de los afroamericanos,
resultan útiles las nociones de pose y corte que plantea Deleuze (1994). La pose está
relacionada con la captación del instante privilegiado y a puesta en juego de elementos
formales trascendentes. Como ejemplos claros podemos pensar en los esquemas simbólicos
que organizan la representación en la pintura de Velázquez. Asimismo, la tradición de instante
privilegiado suele implicar un procedimiento alegórico y/o la presentación de un instante
privilegiado como momento narrativo más “informativo”.
4
Pese a que a categoría de raza ha sido superada científicamente en las ciencias sociales por remitir a
diferencias biológicas, y sustituida por de concepto de etnicidad, mantenemos el término en relación a
su influencia en las experiencias sociales de la vida cotidiana.
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Por el contrario, el corte se relaciona con la captación de un momento cualquiera, en
el que se ponen en juego elementos materiales inmanentes. Como ejemplo podemos pensar
en las cronofotografías de Marey vistas durante el curso. En ellas, la captación del movimiento
del caballo que no tiene significación especial sino que son interrupciones en un continuo
desde el punto de vista de representar las acciones. Capta escenas que pertenecen al
momento natural del caballo. Además, la pintura impresionista también puede relacionarse
con la captación de un instante cualquiera.
La noción de corte también está vinculada con la idea de los tests ópticos de Benjamin,
expuesta anteriormente. De hecho, con tests ópticos se alude al conjunto de técnicas que
hecho posible la expansión de un tipo de imagen de un momento cualquiera, precisamente
por su visión analítica y ampliada de la visión humana. En este sentido, para Benjamin, la
representación fotográfica y la cinematográfica, por contradecir y ampliar los modos de visión
habituales, abría no solo una nueva forma de representación sino también de realidad y
sensorium en la que él destaca un profundo proceso secularizador.
Como veremos a lo largo de los ejemplos, las categorías de corte y pose son tipos
ideales cuyas fronteras y reconocimiento son, a menudo, borrosas o difícilmente clasificables
de manera unívoca. Al contrario, más bien hablamos de una tendencia que nos ayuda a
comprender e tipo de representación. Centrándonos en las figuras de Louis Armstrong,
podemos incluir las dos primeras fotos (figura 5 y figura 6) en la categoría de pose.
En la primera (fig.5) vemos a Satchmo desde una angulación picada en a que mira
hacia arriba mientras toca la trompeta. Este momento puede considerarse privilegiado en
tanto que representa a Armstrong como músico sobre un escenario ficticio. Precisamente por
a la representación naturalizada sobre su estilo se puede sugerir que, a pesar de reconocerse
como una pose, hay cierta retórica del momento cualquiera. Es decir, la presentación de
Armstrong como si estuviera tocando durante una actuación busca transmitir una idea de
naturalidad, espontaneidad y veracidad del trompetista y de la música en directo.
Esta representación contrasta con la de la segunda foto del músico de Nueva Orleans
(fig. 6), en la que el posado es mucho más evidente por la frontalidad, su mirada sonriente al
espectador y la propia composición del cuadro. En esta representación, marcada por un
tratamiento lumínico más suave, vemos claramente el carácter afable y bonachón de
Armstrong, que puede encajar con el estereotipo del negro sonriente y despreocupado.
Además, destaca la interrelación entre el músico y el instrumento. Armstrong sujeta la
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trompeta entre sus brazos, que actúa como un elemento diferenciador de su identidad y
corporalidad, que lo distingue de otros afroamericanos no-músicos o artistas.
En conjunto, las tres representaciones nos ofrecen una imagen similar de Louis
Armstrong, que es presentado como un personaje elegante y bonachón, inconfundiblemente
ligado a su trompeta, que disfruta haciendo reír y entreteniendo a la gente. De acuerdo con
nuestras competencias y nuestro contexto social, la lectura que hacemos de a representación
podría quedarse en este punto. Sin embargo, con una mirada que incluya referencias sociales
relacionadas con la experiencia racial y las luchas jerárquicas y de dominación podemos
comprender los puntos de partida para las críticas que sufrió Louis Armstrong como “uncle
tom” (sonrisa, gestos, entretenimiento a los blancos…). Por tanto, aunque en cierta medida el
sentido está contenido en la foto hay múltiples lecturas posibles, entre las que destaca la
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visión socio-racial, sobre la que hay todo un imaginario del negro que entretiene y actúa para
el blanco de manera complaciente.
Además de Louis Armstrong, podemos señalar a otros músicos, que pese no haber sido
criticados como “uncle toms”, también se caracterizaron por una imagen amable, sonriente y
con ojos saltones. El primero, Fats Waller (1904-1943), que disfrutó de un gran éxito durante
los años veinte y treinta y también trabajó en el cine. El segundo, Louis Jordan (1908-1975), un
músico que rompió barreras estilísticas mezclando géneros. Jordan fue uno de los pocos
músicos que consiguió mantener el éxito tanto en la comunidad blanca como en la negra.
Como sugieren las fotos, una portada de LP (fig. 10) y la pose exotizante con sombrero y saxo
(fig. 11), la música de Jordan ofrecía diversión y sentido del humor con la habilidad de saber
encajar historias y lenguajes de la comunidad negra en todo tipo de contextos.
De las dos representaciones de cada músico podemos decir que son todas, en mayor o
menor medida, poses. Van dirigidas a crear una imagen atractiva, amable y entretenida del
músico afroamericano. Igual que ocurría en el caso de Armstrong, tanto Waller (figuras 8 y 9)
como Jordan van vestidos elegantemente con traje y pajarita en las primeras y traje y corbata
en las segundas. Además, en línea con Satchmo, en tres de las representaciones (todas salvo la
portada dibujada del LP) están presentes el instrumento que define y distingue al músico. En
las fotografías de Fats Waller volvemos a encontrarnos con una pose más marcada (fig. 8) y
otra (fig. 9) que, pese a ser también una pose, tiende también a la noción de corte.5
5
Las distinciones entre pose y corte en el contexto musical y racial son complejas porque implican, por
una parte, la actuación del afroamericano en situaciones cotidianas en un mundo de blancos (wearin’
the mask) y, por otra, el habitual juego de interpretación e identificación entre persona e intérprete
musical, manifestación natural y actuación.
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En general, podemos advertir que esta primera categoría de representación de
músicos se corresponde, sobre todo, con el contexto histórico estadounidense desde
principios del siglo XX hasta los años cincuenta aproximadamente. A través de las imágenes,
podemos apreciar que, independientemente del tipo de carácter de estos músicos, esta era
una de las representaciones más habituales y exitosas de los músicos afroamericanos durante
este periodo.
En general, este tipo de músicos como Armstrong, Waller o Louis Jordan, así como sus
correspondientes representaciones pueden considerarse personajes fronterizos que juegan
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con las barreras sociales institucionalizadas del momento. Por una parte, son de origen
humilde y forman parte de la comunidad negra pero, por otra, logran tener éxito y trascender
las reativamente permeabes barreras sociales, accediendo a uno de los pocos espacios
reservados para la pobación afroamericana (principalmente podían tener acceso a la industria
del espectáculo y al mundo deportivo).
Las figuras 12, 13, 14 y 15 ilustran cómo en el bebop encontramos una fase de
transición entre la imagen amable y una nueva representación de los músicos –y por ende de
la población- afroamericanos más agresiva y de contestación. En primer lugar, en el caso de
pose de Dizzy Gillespie (fig. 12) observamos cierta continuidad con respecto a Armstrong,
Waller y Jordan, por su actitud y sonrisa, a la que, no obstante, Dizzy añade cierto toque
excéntrico que caracteriza al bebop. De nuevo, su actitud alegre y tendencia al baile hace que
un sector del público le critique por “uncle tom”.
Por otra parte, el caso de Charlie Parker nos sitúa ante uno de los músicos rodeados de
más leyendas e historias. En las dos representaciones fotográficas planteadas vemos como una
clara diferenciación. Por una parte, la primera (fig. 13), que presenta a un personaje sombrío
como Parker de manera suave y amable, se corresponde plenamente con la noción de pose
momento privilegiado (también en tanto poco habitual). En la segunda (fig. 14) vemos una
representación mucho más verosímil de Parker –en relación con su biografía- que tiende a la
noción de corte (momento cualquiera de la cotidianeidad) durante una actuación musical.
Por último, el caso de Thelonious Monk, personaje callado, introvertido, poco hablador
y con reputación de excéntrico, introduce la representación que más se aleja, hasta el
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momento, de la cara amable del entretenimiento y la pose. En la representación planteada
(figura 15) vemos a Monk sentado al piano, inmerso en la producción musical mientras mira
fuera de campo (en oposición a la mirada a cámara), probablemente a algunos de los músicos
que le acompañan). Por ello, podemos hablar de un desplazamiento de la pose frontal y
amable a un modo de representación vinculado al corte con cierto componente etnográfico
marcado por una exterioridad próxima y no intrusiva. En este sentido, también podríamos
destacar la relación con la idea de documentar, en tanto que registrar una determinada
actuación o grabación.
6
La grabación de la banda sonora, supuestamente realizada durante una sesión improvisada de ocho
horas con el visionado de la película, constituye una línea de investigación posible para analizar la
correspondencia, implicación e influencia entre el lenguaje sonoro y el audiovisual.
21
En la segunda representación de Miles (fig. 17), esta vez junto a John Coltrane, sí
podemos hablar de una mayor tendencia al corte sin olvidar, de nuevo, que la interpretación
musical es también un acto de representación que implica una determinada actitud y forma de
presentarse ante los demás. Hablamos de corte porque la fotografía está tomada (esta sí con
total seguridad) durante una actuación. Además, al contrario de lo que sucedía en la fotografía
de Armstrong en la que aparecía el público, aquí no hay ningún gesto distintivo que nos
permita sugerir un momento privilegiado en el marco de concierto.
En la tercera representación propuesta (fig. 18) vemos a Miles andando por la calle
durante la noche con una estética de boxeador callejero que se relaciona con su voluntad por
conectar con la cultura popular negra de a pie. Vemos como su actitud es más agresiva
(vestimenta, expresión facial) y conecta con cierto concepto de virilidad masculina
fundamental para entender el rol del género entre la población afroamericana. Se trata, con
toda probabilidad, de un pose que ha sido preparada minuciosamente como un simulacro de
un momento cualquiera (corte) en la vida de Miles Davis (retórica del momento cualquiera).
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aceptar limitaciones artísticas, e incuso tocar de espaldas al público –mirando a su grupo-
puede verse como un ejemplo muy concreto de una relación aurática, que nos conduciría a
ampliar las posibilidades de existencia y producción del aura tal y como la planteó Benjamin.
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De nuevo, en esta representación se entremezclan las nociones de corte y pose. Por
una parte, la foto es un corte (momento cualquiera) de los miembros de la organización. Salvo
el niño, todos mantienen la vista al frente (mirando fuera de campo) con rigidez y seriedad.
Por otra, en la actividad política de las Panteras Negras se aprecia a voluntad explícita de
cambiar el significado e imaginario de su comunidad a través de un cambio en la pose y la
actitud corporal de presentación ante los demás, en oposición a los estereotipos previos de
afroamericano como payaso. Así, destaca la seriedad y la disciplina de los uniformes, que se
oponen radicalmente al estereotipo del negro sonriente, feliz e inofensivo. Por tanto, podemos
hablar de la fotografía como un modo de representación por corte en el que la previa
consideración de esta pose –en tanto formas de presentarse ante los demás- juega un papel
fundamental como vehículo de resignificación y movilización política.
Por otra parte, en la segunda comparación entre fotos (fig. 21 – fig. 22) destaca la
presencia de las armas, que son recursos para la representación de las poses adecuadas. En la
primera fotografía el recurso a las armas está relacionado con los planteamientos políticos e
ideológicos de la defensa propia contra la opresión, explotación y violencia de sistema. En la
segunda el uso de las armas se relaciona con la representación de las guerras entre bandas.
Vemos al rapero Ice Cube, que aparece como actor en Boyz in the hood, esta vez en su vida
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real8. Lo que en el cine (fig. 20) era una representación de ficción con pretensiones realistas
sobre el problema de la violencia en la comunidad afroamericana, aquí ha dejado paso a una
representación parcial de la vida cotidiana en la que la violencia y las armas se integran en el
espacio (privado) diario.
En relación a la representación de esta parte del hip hop y los procesos de violencia
continua en los guetos9, se ha argumentado que la comunidad afraomericana es también
víctima de su propia opresión. Joy Degruy Leary (2005) ha planteado la existencia de un
síndrome post traumático del esclavo, que trata de explicar cómo el legado de la esclavitud y la
continuación de un racismo y opresión sistémicos han provocado una conducta disfuncional
multigeneracional, que se desarrolló como estrategia de supervivencia. El síndrome persiste
porque se reproduce socialmente a lo largo de tiempo en el ámbito familiar y social aunque las
conductas hayan perdido su efectividad contextual. En este sentido, el planteamiento de
Degruy Leary puede ayudarnos a comprender las conexiones entre las representaciones de
determinadas organizaciones del movimiento Black Power y el de determinadas
representaciones de la cultura del hip hop.
8
Ice Cube formó parte del grupo N.W.A (Niggaz with attitude / ‘negratas’ con actitud), uno de los
principales representantes del gangsta rap, subgénero que finalmente se convirtió en el modo de
representación más lucrativo para la industria.
9
Recientemente, la serie de televisón The Wire (David Simon, 2002-2008) ha explorado con acierto la
violencia entre las generaciones de jóvenes afroamericanos en Baltimore.
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planteamiento político, sin educación ni entrenamiento, perpetuando un círculo vicioso y
autodestructivo.
10
A lo largo de la historia la integración en la industria y los medios suponía un proceso de lavado étnico
que excluía o dificultaba a proyección de músicos afroamericanos o, directamente, fabricaba nuevos
intérpretes de aspecto inofensivo para cantar composiciones de músicos afroamericanos (jazz, rock ‘n’
roll). Con el tiempo, en el caso del hip hop (gangsta rap, exhibición de dinero, mujeres, coches etc.)
también miembros de la propia comunidad negra se han beneficiado económicamente de esta
mercantilización.
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propia base, una expresión musical y un modo de representación conectado con su pasado
pero con una significación distinta, diferenciadora y actual (presente), mediante la variación o
incorporación de recursos expresivos. En esos procesos, la representación en textos visuales
es fundamental, correlativa y entrelazada con el desarrollo musical y nos permite atender e
proceso cambiante (changing same) de la dimensión sociocultural de la comunidad
afroamericana.
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La persistencia del aura: formas de construcción y relación
auráticas en los medios modernos
En este apartado nos proponemos cuestionar la superación del aura, cuya destrucción
Benjamin vinculaba con la aparición de tecnologías que introducían una visión analítica como
la fotografía y cine. De hecho, como apuntábamos, Benjamin contrapuso el aura (visión
sintética) y el test óptico (visión analítica) característico de la época de la reproducción técnica.
“En la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es el aura de esta.
La técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al multiplicar las
reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible” (Benjamin,
1989).
11
Benjamin celebra el potencial emancipatorio de los medios modernos (fotografía, cine…) pero, al
mismo tiempo, se expresa con un tono melancólico sobre el pasado, el aura y las transformaciones.
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En este trabajo proponemos una ampliación de las posibilidades para pensar a
experiencia aurática, precisamente para poder comprender que el aura no ha desaparecido de
la producción cultural en los medios de naturaleza analítica como el cine, la fotografía o el
videoclip, ya que, al contrario de lo que decía Benjamin –que cayó en cierto determinismo
tecnoógico-, los tests ópticos no eliminan el aura. Por el contrario, según la forma en que se
utilicen a través del montaje, los tests ópticos pueden contribuir a la atribución del aura. En un
contexto de test óptico ampliado como el nuestro, estamos tan acostumbrados y hemos
asimilado el uso de una gran variedad de tests ópticos y lógicas fragmentarias en distintos
ámbitos de la representación, desde la publicidad al cine que lo hemos naturalizado.
El aura, como la autenticidad, no es una cualidad del objeto sino una autenticación
(authentication) ejercida por parte de los actores. Son conceptos cuyas implicaciones
utilizamos, consciente o inconscientemente, como principio de organización para evaluar
nuestras experiencias cotidianas (Grazian, 2003: 16). Por tanto, son inscritos socialmente y de
manera histórica en diálogo con las circunstancias cambiantes de distintos contextos (Moore,
2002: 210).
Como señala Benjamin, en útima instancia, el actor tiene que vérselas con el público
de espectadores que forman el mercado y en la actualidad se aprecia una restauración
mercantil del aura (ej. películas de ‘culto’), que recupera la atribución del aura en el marco del
mercado. El aquí y el ahora de la obra ya no son espacios únicos en localizaciones fijas sino que
son múltiples; son los aquís y ahoras que variables en los que el espectador ve la obra que le
fascina en una variedad de situaciones que van desde el ámbito púbico al íntimo.
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Paradójicamente desde la perspectiva de Benjamin, en algunos productos culturales como las
series de televisión se aprecia cierta tendencia en la que el aumento, continuidad y reiteración
de visionado aumenta también la intensidad del aura que le atribuimos a la obra.
Como explica John Berger (2005), las artes visuales han estado tradicionalmente
dentro de cierto coto, que inicialmente era sagrado o mágico, además de físico. Era el lugar
para el que se hacía a obra –en el que Benjamin concibió el aura de la obra de arte-. Así, la
experiencia del arte fue colocada al margen de resto de la vida, precisamente para ejercer
poder sobre ella. Pero con el paso de tiempo el coto se amplió y, tras formar parte de la
cultura de la clase dominante, las artes visuales se han liberado, por el efecto de los medios
modernos de reproducción, de cualquier coto. Las masas, gracias a las reproducciones, pueden
empezar ahora a saborear el arte (o los productos culturales) de la misma manera que lo hacía
en otro tiempo una minoría culta (Berger, 2002: 40).
Más allá de la personalidad de las estrellas de cine como residuo mercantil del aura,
defendemos que en los textos visuales se pueden construir personajes únicos, distintos al
resto, en cuya presentación como protagonistas se aprecia cierto aura. Estos mecanismos
están articulados mediante los tests ópticos, que funcionan al servicio de la narración o la
continuidad de la historia. Como ejemplo a explorar, proponemos el personaje de Don Draper
(John Hamm) en Mad Men (Matthew Weiner, 2007- ), que podemos ver en as figuras 23, 24 y
25.
Atractivo, enigmático y triunfador pero con un lado intrigante, adorado por sus
compañeros y perseguido por las mujeres, Don es un ejemplo de cómo la narración, el
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En la fotografía, el Ché aparece con un aire sublimado que remite a la iconografía cristiana (estrella,
vestuario, pelo…).
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La misión del capitán Willard (Martin Sheen) es encontrar y matar al Coronel Kurtz (Marlon Brando),
un ex boina verde que ha organizado su propio ejército y vive en la jungla adorado por os nativos.
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tratamiento estético y la organización interna mediante el montaje y los tests ópticos (tipos de
planos, montaje, movimientos de cámara, iluminación) fomentan que un personaje no solo se
convierta en el centro de atención sino también que sea mirado de otra manera. En conjunto,
se refuerza esta construcción a través de diversas vías (también incluye el vestuario, el
maquillaje, etc.) con un fin común: favorecer la fascinación, por parte de hombres y mujeres, y
la identificación y conseguir enganchar al público sin necesidad de recurrir a grandes
aspavientos.
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La posibilidad de descargar la serie de internet facilita nuevas formas de visión (ruptura de horarios,
encadenación de capítulos, etc) que permiten al espectador construir individual o grupalmente una
experiencia que más tarde sale al espacio público a través de las conversaciones entre amigos o
aficionados a la serie. Una vez enganchado al espectador, los productores y los mismos espectadores
ofrecen una multiplicidad de caminos –seguimiento en redes sociales, producción de textos, etc.- para
sumergirse más en la serie alimentar el aura del personaje protagonista.
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El heroísmo virtuoso del guitarrista
Para seguir explorando las relaciones entre el test óptico y aura, así como
entre pose y corte, planteamos el caso del heroísmo virtuoso del guitarrista, con lo que me
refiero tanto a la representación y simbología mitificadora de la guitarra y el guitarrista, como
al punto extremo de primacía de la técnica sobre la expresión del sentimiento individual. Por
supuesto, hay que considerar que técnica y sentimiento no son opuestos sino
complementarios, y que aquellos que unos rechazan como heroísmo exhibicionista pueden
satisfacer emocionalmente a otros. Por tanto, hablamos de una categoría relacional adscrita
por el oyente y las sensaciones que produce una experiencia musical. Se trata, por una parte,
de señalar una tendencia dominante y habitual en la representación musical en la
comunicación de masas.
La emergencia del heroísmo virtuoso del guitarrista tiene su origen en los años sesenta
y se populariza en los ochenta creando una escuela de músicos significativos. En este contexto
surgen músicos y públicos (a menudo también músicos) que exploran todas las posibilidades
de la guitarra. Algunos deciden que si lo que más les gustaba de una canción era el momento
del solo, podrían convertir, con variaciones, toda la canción en un gran solo.
En este trabajo nos interesa, sobre todo, cierto tipo de representaciones que han
acompañado la exuberancia mitificadora del héroe de la guitarra. Se trata de un tipo de
representación que, mediante el uso de los tests ópticos, construye una representación con
características mitificadoras de un modelo de guitarrista solista. Este caso, que presenta una
intrerrelación entre cuestiones musicales y la representación de las formas de tocar, no aporta
respuestas unívocas sobre las cuestiones abordadas. En su lugar, plantea, de nuevo, el
cuestionamiento de la superación del aura, así como la contraposición benjaminiana entre
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aura y test óptico. Además, resulta útil porque plantea una representación de tipo pose –
perfectamente planificada- en la que se perciben características de la cada vez más extendida
retórica de a imagen cualquiera.
Según las costumbres y las convenciones, que al fin se están poniendo en entredicho, pero que no
están superadas ni mucho menos, la presencia social de una mujer es de un género diferente a la del
hombre. La presencia de un hombre depende de la promesa de poder que él encarne. Si la presencia
es grande y creíble, su presencia es llamativa. Si es pequeña o increíble, el hombre encuentra que su
presencia resulta insignificante. El poder prometido puede ser moral, físico, temperamental,
económico, social, sexual… pero su objeto es siempre exterior al hombre. La presencia de un
hombre sugiere lo que es capaz de hacer para ti o de hacerte a ti. Su presencia puede ser
“fabricada”, en el sentido de que se pretenda capaz de lo que no es. Pero la pretensión se orienta
siempre hacia un poder que ejerce sobre otros.
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En cambio, la presencia de una mujer expresa su propia actitud hacia sí misma, y define lo que se le
puede o no hacer. Nacer mujer ha sido nacer para ser mantenida por los hombres dentro de un
espacio limitado y previamente asignado. La presencia social de la mujer se ha desarrollado como
resultado de su ingenio para vivir sometida a esa tutela y dentro de tan limitado espacio. Pero ello
ha sido posible a costa de partir en dos el ser de la mujer. Una mujer debe contemplarse
continuamente. Ha de ir acompañada casi constantemente por la imagen que tiene de sí misma. (…)
Desde su más temprana infancia se le ha enseñado a examinarse continuamente. Y así llega a
considerar que la examinante y la examinada que hay en ella son dos elementos constituyentes,
pero siempre distintos, de su identidad como mujer. Tiene que supervisar todo lo que es y todo lo
que hace porque el modo en que aparezca ante los demás, y en último término ante los hombres, es
de importancia crucial para lo que normalmente se considera para ella éxito en la vida. Su propio
sentido de ser ella misma es suplantado por el sentido de ser apreciada como tal por otro.
Como hemos destacado durante el curso, las tecnologías visuales de los medios
modernos han mantenido la representación diferente entre hombres y mujeres, no porque lo
femenino sea diferente de lo masculino, sino porque siempre se supone que el espectador
“ideal” es varón y la imagen de la mujer está destinada a adularle (Berger, 2002: 74). En los
casos más extremos, el heroísmo virtuoso del guitarrista ha alcanzado representaciones
evidentes de poder, sexualidad, roles y relaciones sociales, además de un fuerte refuerzo de
representaciones estereotípicas. Como caso destacado en el marco de la industria discográfica
tradicional y mainstream, podemos continuar con el ejemplo de Slash, esta vez con su
colaboración con Paulina Rubio en la canción y videoclip “Nada puede cambiarme“.
Los ejemplos de “La gran odalisca” de Ingres y la comparación con una modelo de una
revista para hombres que plantea Berger (2002) se relacionan con la representación de la
mujer –a través de la figura de Paulina Rubio- en el videoclip. Para Berger, “sus expresiones
responden con un encanto calculado al hombre que ella imagina que la está mirando… aunque
no le conozca. Ella ofrece su feminidad para que la examine” (Berger, 2002: 64). Hablando de
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la tradición pictórica, señala que cuando aparece un amante masculino la atención no está
centrada en él, sino en ella, que dirige su mirada hacia fuera del cuadro, hacia aquel que se
considera su auténtico amante: el espectador-propietario (Berger, 2002: 65).
En conclusión, podemos afirmar con Berger que el videoclip refuerza una construcción
estereotípica de las mujeres, así como cierta codificación estereotipada de los hombres y de la
figura del guitarrista solista. Se cumple la máxima de que “los hombres actúan y las mujeres
aparecen. Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a sí mismas mientras
son miradas. Esto determina no solo a mayoría de las relaciones entre hombre y mujer sino
también la relación de las mujeres consigo mismas. El supervisor que lleva la mujer dentro de
sí es masculino: la supervisada es femenina. De este modo se convierte a sí misma en un
objeto, y particularmente en un objeto visual, en una visión” (Berger, 2002: 55).
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