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Estudios sobre Justicia Penal

Homenaje PProfesor
Julio B. J. Maier

ji

Editores del Puerto


Buenos Aires - 2005
La nulla coactio sine lege como pauta de trabajo
en materia de medidas de coerción en el proceso penal

por Gustavo A. Bruzzone*


N

I. Introducción

La propuesta que se formula en el presente trabajo consiste en un inre o de presenta-


ción de algunas pautas generales para el análisis de las medidas de coerción rentando, des-
de allí, extraer consecuencias gen todas es • roximarnos a lo
que se Podría denominar un"teoría (Incal de launedidas.de coerción" orno alguna vez
pensó Eberhart SCHMIDT1 y, en entan , esde hace muchos años, Es-
cuela Cordobesa del Derecho Procesal Penal mediante, el Prof. Dr. ulio B. J. MAIER.
La' cuestión es altamente debatible debido a que, generalmente, las me i as de coer-
I
ción utilizadas para asegurar los fines del proceso en materia penal, son abordadas de ma- ""//1""--
nera independiente y no con una visión de conjunto ni sometidas a un control que las ( gni
.-•
abarque a todas. r
Sin perjuicio de la labor que desde hace muchos años vienen realizando en nuestro
país otros juristas que se ocupan de los problemas que se presentan en el Derecho Proce-
sal penal, es absolutamente indispensable la lectura de los trabajos realizados por Marcelo
SOLIMINE2 y Luis M. GARCIA3 por constituir, ami criterio, los intentos más importantes que
se han efectuado hasta este momento en nuestro país para llegar a construir una teoría ge-
neral de las medidas
_ _ de coerción,
. debiendo destacarse, asimismo, mUrespecialm¿nte el
trabajo"qu—a. en la doctrina española desarrollara Nicolás ' 01•:2ÁLEZ CUELLAR SERRANO
4 acer-
ca del principio de proporcionalidad en ese ámbito que, en gran medida, ha inspirado las
ideas que se sostienen en este trabajo, así como el citado trabajo de Eberhartd ScHminT que
representa el punto de partida para su elaboración'.

El ejemplo de la "teoría del delito"


En el marco de esa porción del discurso jurídico que denominamos teoría del delito
podemos encontrar un punto de aproximación. Todos nosotros hemos aprendido y esru-

Profesor Adjunto regular del Departamento de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal de la Facultad de
Derecho de la UBA, y juez de cántara, integrante d: la Sala 1 de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Crimi-
nal y Correccional de la Ciudad de Buenos Aires.
Zur Labre von den straffirozenualen Ivangsmastnahemen,14P.X', 1962, p. 665.
2 Principios generales de kr media'as de everrión. Enunciación universal y aplicación en los codigos nac ona/j bo-
naerense, en "La Ley, L. 1998-E, ps. 1213 j, siguientes. - — -
. _ .-
3 La intervención de linspuninifafiones teLiónieas y otras teleroinunicationes en el Códigoirpeesal Penal deja
Nación: un cheque en blanco para espia;;Jtr.a indo privada, en "Cuadernlis de Doctrina y' Jurisprudencia Penal",
Ed. Ad-Hoc. n°6-7, ps. 905 y ss., y 719 y ss., respectivamente.
4 GONZALEZ CUELLAR SERRANO, Nicolás, Proporcionalidad y derechos ffitidarnentales en el proceso penaL
Ed. Co-
la, Madrid, 1990. •
5 Acerca de la obra de este autor, y de !cauta indispensable por tratarse del procesalista, en materia penal,
más destacado de la ciencia jurídica alemana, ver Losfindamentos zeóricos y constitucionales del Derecho procesal pe-
nal (trad. de José Manuel Nústrz), Ed. Bibliográfica Argentina, Buenos Aires. 1957.
Gustavo A. Bruzzone
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diado el Derecho penal de acuerdo a las diferentes versiones que se han elaborado de la
teoría del delito y, sin perjuicio de diferencias de detalle—con codo lo que ello representa—,
si uno dice: delito es acción típica, antijurídica, culpable y punible, nos viene a la mente una
determinada definición posible para poder aproximarnos a cada uno de esos niveles estra-
tificados de análisisNEsa definición —con independencia de los contenidos que le asigne-
mos a cada uno &tesos niveles de análisis— es una herramienta conceptual indispensable
para la praxis en lo que hace al trabajo diario en tribunales. Para poder fundar un auto de
procesamiento o de un sobreseimiento, en la preparación de un dictamen fiscal requirien-
do la elevación de una causa a juicio, en la respuesta que de él realiza la defensa, en los ale-
gatos al final del debate y en la redacción de la sentencia, el discurso con el que socializa
la discusión viene definido por las distintas versiones de la teoría del deliro. Ello nos per-
mite identificar y ubicar los diferentes problemas teóricos que el caso plantea y, de esa for-
ma, exponerlos de manera racional y sistemática para que aquellos a los que va dirigidos
—entrenados en el conocimiento de ese discurso— los puedan confrontar y, en su caso com-
partir o refutar.
Este procedimiento, que pretende otorgarle racionalidad y previsibilidad al sistema
penal, nos permite completar cada uno de los niveles estratificados en forma coherente pa-
ra proceder a concretar ese silogismo que se debe efectuar respecto de hechos y normas,
que hacemos cada vez que construimos una sentencia judicial o un dictamen fiscal.
En este sentido, como herramienta conceptual, el discurso construido en torno a lo
que denominamos teoría del delito es altamente útil y necesario para evitar incurrir en de-
cisiones cargadas de arbitrariedad a favor o en contra del imputado. Es importante desta-
car que un caso penal debe contar con la solución adecuada y que no siempre se identifi-
cará con alguno de los intereses en pugna. Ni debe ser necesariamente la más favorable al
interés individual, generalmente ubicado en cabeza del imputado o la víctima, ni la que
mejor pueda representar el interés general —la sociedad—. Debe siempre, y en todos los ca-
sos, ofrecer una respuesta correcta al caso sometido a consideración. La disputa, en conse-
cuencia, gira en torno al contenido y puntos de partida desde los que se construyen los ni-
yeles estratificados de la teoría del delito.
Lo que el análisis sistemático representa es una superación de la solución; tópica a la
que se sude tender muchas veces por razones de justicia material ya que, ese concepto, jus-
ticia material, por constituir el paradigma de la indeterminación, siempre está cargado de
preconceptos y prejuicios ideológicos sobre la base de los intereses en conflicto. La solu-
ción de los casos penales debe ser la correcta y para ello el discurso que la teoría del delito
representa es, hasta hoy, el medio más adecuado para superar ese defecto dotando a las so-
luciones a las que se llega de mayor previsibilidad.
Respecto de esa forma de hacer el discurso jurídico penal, aunque debamos remon-
tamos a cómo en Alemania se resolvía, ya en el siglo XIX, a propósito de tribunales que
cumplían funciones similares a las de nuestra actual Cámara Nacional de Casación Penal,
somos herederos en nuestro país de la importante labor desarrollada por Sebastián SOLER
quien, en polémica con los positivistas biologicistas de su tiempo, introdujo esa forma de
hacer el discurso entre los abogados penalistas; a la que luego se sumaron los aportes de
Nütziú, y FONTÁN BALESTFtÁ, constituyendo el trípode clásico sobre el que se desarrolló la
doctrina nacional en el campo de la dogmática penal. Años después lo fueran reformulan-
do otros, desde otros puntos de partida y otros enfoques, pero siempre enmarcados con
igual método. En esa proyección, magisterio mediante de D. Luis JIMENEZ DE Asún, se en-
cuentran muchos otros, entre los que se destacan Enrique BÁGIGÁLUPO y Eugenio Raúl ZAR-
FARONI y, en la misma tradición, mucho más recientemente y de manera destacada incluso


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internacionalmente, por Marcelo SANCINEM, sin dudas el'más sobresaliente y trascenden-


te jurista en los aspectos dogmáticos de la parre general del Derecho penal de América La- e

tina-en este momento.


Afinque-escriban y piensen en idiomas diferentes, así como el latín en otra época era
el idioma de los que fueron construyendo la institución universidad la lingua franca con
la que se produce el intercambio y comunicación de los 'penalistas en este momento, es la
dogmática penal a través de las categorías de la teoría del delit.&,
Es en este punto donde los temas se vinculan, porque ldsprOcesalistas que se ocupan
del proceso penal carecen de un instrumento similar en su sofisticación, pero el camino se
encuentra dado para lograrlo, y los esfuerzos deben ser puestos en esa dirección para avi-
tainbién en materia Procesal penal, el acaso y la arbitrariedad como nos enseñó hace
mu o tiempo WELZEL.
En realidad, a efectos de la imposición de una medida de coerción se debería seguir
un procedimiento similar al que atilizamos-para_concluir en la imposición tic una pena o
una medida de seguridad. Por ejerbplo, si hablamos de ripicta— ara- lartal iiinsyr- én
sis una con eta delictiva también debemos poder hablar de tipicidad procesal
o, más precisamente; de los tipos de las medidas de coerción.
Con esto quiero llamar la atención de todas aquellas veces que en el trabajo diario'de
tribunales los operadores del sistema suelen tomar decisiones trascendentes en punto a la
restricción de derechos y garantías con una cierta celeridad y sin la reflexión necesaria que,
-E
de existir, vendría determinada por una teoría general de las medidas de coerción.
Esto se ve agravado ya que, muchas veces, esas cuestiones, en la praxis, son resueltas
telefónicamente y, producto de la delegación existente'e inherente al sistema actual de or-
ganización judicial, donde no son precisamente jueces los que lo hacen. Para citar sólo un
ejemplo muy común, al decidir sobre'la incomunicación de una persona detenida (art.
.205, CPP Nación) se suele contar exclusivamente con la decisión del secretario de actua-
ción, con apoyo en órdenes generales impartidas por el jueza cargo de los asuntos que pue-.
den ingresar, por orden de turno, con las respectivas seCcionales policiales o de otras fuer-
zas de seguridad.
Todo este tipo de medidas se resuelven de una manera muy rápida cuando los órga-
nos de instrucción inician una investigación y, regularmente indica la práctica, a efectos
de simplificar las tareas planteadas se deciden, en muchos casos, irreflexivamente.
Por ejemplo, la doctrina se ha ocupado del problema en romo a la libertad de una per- ,
sona que está imputada de haber cometido un delito en diferentes y variadas oportunida-
des, donde se señalan diversas circunstancias de interpretación de los textos infraconstitu-
cionales respectó de- lo establecido en la Constitución Nacional. En general, y ubicados en
el contexto de la ley procesal nacional, pero que en este tema es prácticamente igual en to- i •
do el país, si nos limitamos a efectuar una constatación literal de la letra del código, y lee-
mos los arcs.316 y 317 del CPP Nación, el procedimiento a seguir parece bastante simple:
sumamos los montos previstos de los delitos que entran en consideración, y si la sumato-
da alcanza un monto de pena privativa de la liberMd que supera los 8 años o más, y su mí-
nimo supera los 3 años, la cuestión se resuelve, automáticamente, por el encarcelamiento
cautelar. Esa interpretación, aunque respeta, aparentemente, el principio de igualdad ante
la ley (art. 16, eN), pulveriza el principio de presunción de inocencia (art. 18, CN).
Todos los casos ameritan consideraciones especiales. Para no violar precisamente el
contexto normativo en que se debe analizar la medida de coerción de que se trate, y que
va más allá de lo que escuetaMente establece la ley procesal porque, en realidad, muchas
veces la propia letra de la ley infraconstitucional se encuentra claramente, en pugna con lo
dispuesto en la Constitución Nacional.
Gustavo A. Bruzzone
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Supongamos que mañana, en todo el país, se derogan los códigos procesales porque,
por ejemplo, una ley nacional ha regulado la etapa del juicio a través de la ley nacional de
juicio por jurados (art. 75, inc. 12, CN) y no contamos con leyes procesales acordes con ese
procedimiento para la etapa previa de preparación del juicio ante los jurados. ¿Cómo lo re-
solveríamos? ¿Existida algún vacío normativo? En realidad ello no constituiría un proble-
ma, porve lopoddailios resolver aplicando directamente la Constitución Nacional.
I,..as leyes procesales no son más que disTeiliciones c6iast,tuciona aplicadas. Sobre la
! base de lo dispuesto en -erra:113T ClgTdos o tres parámetros más para regular cierras me-
didas de coerción, que con alguna pequeña especificación podría realizar la jurispruden-
i cia, podríamos igualmente trabajar, siempre y cuando tengamos regulada la etapa del jui-
cio. No harían falta los jueces de instrucción, ni toda esa parafernalia normativa que regula
la etapa instructoria, plagada de supuestos nulificantes que sólo en apariencia tutelan ga-
randas y con una hiperrecusividad que llega a límites insospechados y no hace más que en-
torpecer el normal y rápido avance de los procedimientos.
Todo lo mencionado se lo debemos al procedimiento escrito, producto del viejo mo-
delo inquisitivo español del cual somos herederos no solamente en lo normativo sino tam-
bién en lo cultural y, muy especialmente, a la tentación que tienen muchos de incorporar
por lectura el trabajo ya realizado por otros anticipadamente, convirtiéndose el debate,
muchas veces en una escenificación de algo ya decidido desde el primer día.
En lo que hace al encarcelamiento preventivo, como lúcidamente se señaló alguna
vez, "I\jpion_presonin condena, son condenados sin sentencia".
Es decir, actualmente contamos con una iiiijijaad de disposiciones incor-
poradas a las leyes procesales que intentan regular todas y cada una de las medidas de coer-
ción, pero que no las ubican en un contexto general y, lo que es peor aún: muchas veces,
al ser confrontadas con la Constitución Nacional, la contradicen.
Este problema que presentan las medidas de coerción se encuentra agravado por ca-
recer, con carácter general, de una teoría o método que las unifique, lo que deberíamos in-
tentar revertir.
De la misma manera que nos aproximamos al análisis de un tipo penal de la parte es-
pecial, con el bagaje teórico de información y los institutos de la parte general, para ana-
lizar si la conducta detectada en la realidad se corresponde con la norma que la describ
si existen, por ejemplo, causas de justificación, de exclusión de la culpabilidad, etc., de la
misma forma, para solicitar, disponer, autorizar o controlar una medida de coerción debe-
riamos contar con ciertas herramientas conceptuales — externas, de carácter generár, para
_ __—
—confrontarlas
S-\--- — '
Enecir, pareciera que uno puede reflexionar también respecto de las medidas de
coerción de una manera pareCida a como lo hacemos desde la teoría del delito y no sólo
por consideraciones específicas en relación a la medida de que se trate. La cuestión es es-
tablecer cuáles serían los conceptos o instituciones comunes a todas las medidas de coer-
ción, y cómo esa teoría, a su vez, puede ser compatible con las previsiones constituciona-
les en materia de garantías y derechos del ciudadano.

III. Las medidas de coerción sólo son legítimas si res a sus fines

La razón de ser de las medidas de coer ion (o de injeren ' ide en brindarle a los
órganos del Estado encargados de la avenguititn -p secución de los delitos los medios
necesarios para poder cumplir con los fines del proceso. Aunque se podrían poner en cri-
digamos que esos fines son: la averiguación de la verda-drel— — prmiento del dere-
cum
jJ —
clio Material:— --.----- —
1
La nulla coactio sine lege como pauta de trabajo en el proceso penal 245

Si la medida no cumple con alguna de estas finalidades no se justifica. El análisis que


se efectuará a continuación intentará otorgar contenido a la fundamentacién de la moti-
vación de las medidas de coerción en general para establecer si, efectivamente, responden
a los fines que persiguen o siLppnelsqLItrario, p _ua-
edeialcanzados por otros medios no
taiii~s_para no alterar el equilibrio que debe resp_etatscaturictinterese.s.~
Pero ya a esfa altura se debe señalar que todamedida de coerción, aunque se encubra
bajo el nombre de "una medida camelar", si su utilización:no resPohde a los fines mencio-
nados, no puede ser considerada bajo estos Parámetros. Se tratápent realidad, de otra "co-
sa", encubierta bajo un rótulo que no le pertenece. Eneste sentido se puede señalar, como
ejemplo, lo dispuesto en el art. 311 bis del CPP Nación, que. faculta al juez a cargo de la
instrucción, al momento de cdictar -7ii—dito ej
—pliTicesamiento, en asuntos que impliquen ho-
micidios o lesiones imprudentes, de inhabilitar provisoriamente al procesado para condu-
cir automotores reteniendo la licencia e infrird— rn o "ff Registro 1\ actot7;.n; Añtn
ce lir-
tes—IrTr ansifiíra ne iaa no asegura la averiguación de la verdad ni impe_dirá que el
acusado se carácter sustantivo, y no cautelar, es tan— cl6iie permite nifir ma-
yores comentarios, en tanto sería competencia del órgano que extendió la licencia —en ge-
neral poderes ejecutivos municipales— o la justicia de faltas respectiva, en caso de haberse
cometido una infracción de tránsito, los encargados de suspender o inhabilitar al conduc- ts
tor para que lo pueda hacer. Otro tanto ocurre respecto de la última parte del primer pá-
rfn rl prr. 310,CPP Nación------- , en tanto corres
»
.221lde u~sticia civil la que se en-
.cargue de resolver el problema a:r— rtili—a—M
r —planteado.
En síntesis, si la medida'no responde a Icfs fines del proceso se descalifica en sí misma
i
como tal y no podna ser utilizada.

IV. Medidas de coerción y medios de prueba: ¿numerus apertus?


La primera cuestión que debemos resaltar es que no tenemos que confundir medios de
prueba en eneral con reedidor de enercién a través de las cuales se puede incorporar ele-
mentos de prueba. Aquí se reúnen un conjunto de cuestiones que considero necesario di-
ferenciar.
Un problema son los medios de prueba donde, en principio, rige la libertad probato-
ria. Otro problema es el sistema o modelo de valoración de esos elementos de prueba; es 4:
decir si se trata de un sistema fundado sobre la prueba tasada, sobre la sana crítica o si la
valoración se efectúa con apoyo, exclusivamente, en libres convicciones
Para llenar cada uno de esos modelos y sistemas probatorios, tenemos determinado
tipo o conjunto de pruebas. ¿El actual Código Procesal Penal de la Nación nos propone
un sistema abierto o cerrado en materia de pruebas? A mi criterio, nos propone un siste-
ma abierto: numerus a errus.
'En principio, existen eterminados limites o prohibiciones probatorias6 respecto de
algunos supuestos en particular como, por ejemplo, Eratablecido en el art. 242, CPP Na-
ción, en cuanto a las dedaraciones entre parientes, que no se pueden efectuar si son en
contra del imputado.
Otro ejemplo estaría constituido por lo declamado en el art. 296, CPP Nación, en re-
lación a la declaración indagatoria donde se establece que debe ser realizada sin coaccio-

.6 Ver, en general, el trabajo de GUARIGUA. Patricio, LAS prohibiciones probatorias, en MAIER, Julio B. J.
(comp.), El nuevo Caigo Procesal ¡'cnn/de La Nación. Análisis crítico. Ed. Del Puerto, Buenos Aires, ps.- 15 y si-
guienres.
246 Gustavo A. Bruzzone

nes de ningún tipo ni promesas que puedan de alguna manera incidir en la obtención de
una confesión.
Lo dispuesto en el art. 29 ter de la ley 23.737o, incluso, el juicio abreviado regulado
en el art. 431 bis del CPP Nación, son dos supuestos que muestran de qué manera se pue-
de estar afectando ssa previsión legal infraconstitucional. Funcionarios y/o empleados del
Poder Judicial o del Ministerio Público Fiscal habrán de respetar las formas prescriptas al
efecto, pero la sola mención de estas disposiciones pondría en crisis lo dispuesto en la nor-
ma en cuestión, ¿la prueba que se pueda incorporar mediante esta suerte de "extorsión" le-
galmente autorizada y alentada podrá ser utilizada en su contra? El legislador común ha
resuelto esta cuestión en favor, de la posibilidad de valorar esas pruebas. No es posible en
este lugar desarrollar todo aquello que implica la renuncia de derechos y de garantías que
el imputado puede efectuar y cuál puede ser la estrategia que mejor convenga a su interés;
pero debe quedar claro que la contradicción señalada determina que ante cada caso se ex-
tremen los recaudos de utilización de los institutos, porque siempre se encuentra presen-
te la posibilidad de un uso abusivo, lo que se debe evitar y sancionar de ser detectado.
También el art. 206, CPP Nación, es muy importante en materia probatoria en cuan-
to a las limitaciones de las leyes civiles para la prueba del estado civil de las persona?, cons-
tituyendo, a su vez, un muy buen banco de pruebas de la discusión en torno a la compe-
tencia legislativa que el constituyente ha fijado para el dictado de normas procesaless.
El art. 391, CPP Nación, también supone una limitación probatoria importante, en
cuanto se tendrá por válida solamente la prueba producida en el debate. La regla del 391
hace a la inmediación en su valoración impidiendo tener por válida toda aquella que no
haya sido producida en el curso del debate y que los jueces no hayan podido controlar, en
ese momento, directamente a través de sus sentidos. Eso lo dice el artículo cuando co-
mienza; no obstante, a renglón seguido tiene cuatro incisos donde se relativiza la regla ge-
neral señalándose las excepciones que llegan prácticamente a permitir incorporar todo lo
actuado en la instrucción9.
a-^"\
Éstas son algunas reglas particulares que existen en materia de prueba, pero para po-
der establecer el principio general se debe recurrir al inciso 1° del art. 193, CPP Nación,
en cuanto se refiere al objeto de la instrucción, donde se dice que se tendrán que utilizar
todos "las diligencias conducentes al descubrimiento de la verdad"; es decir: todos medios
que estuvieren a disposición. A su vez, en el inciso 4° del art. 184, en la última parte, re-
ferido a las atribuciones de las fuerzas de seguridad, se establece que los órganos idóneos
realizarán las "demás operaciones que aconseje la policía científica" sin especificar cuáles
pueden ser.

7 Éste es un artículo que tiene una complejidad bastante importante, desde el punto de vista de la prueba del
estado civil, porque supone superposición de reglas civiles con reglas procesales. Lo que genera también un proble-
ma de conflictos de competencia legislativa constitucional por conflicto indirecto de competencias.
8 L1 cuestión cambien se detecta en los pinos en el cumplimiento de la instrucción del art. 207, CPP Na-
ción, así como en la regulación del juicio abreviado a nivel nacional (art. 431 bit, CPP Nación) como bien señala.
ea Jorge DE LA Res en Un agravio federaL "La Ley", t. 1997-D, ps. 1198 y ss. Por su parte, también se detecta en la
regulación del desistimiento tácito en los delitos de acción privada (anis. 922 y 423, CPP Nación), como lo seña-
laran &miel, Eduardo en La constitucionalidad de los atas. 422, inc. I°. y 423 del Código Procesal Petra/de la Na-
ción, "Nueva Doctrina Penal", 19961A, Ed. Del Puerto Buenos Aires, ps. 177 y as., y Nigua, Julio B. J. en La re-
nuncia a la acción penal privada y el abandono de G: querella, "Nueva Doctrina Penal", 1997/B, ps. 745 y siguientes.
9 En este sentido la lectura del fallo "Abasto" de la Sala 1 de la CNCP se torna indispensable (causa n° 2073,
reg. n°2602.1 del 11/2/99), ver en este sentido, NAMFI, Sabrina, "Abasto Pi. "Nowa': en "La Ley", t. 2000-F, ps.
910 y siguientes.
La nulla cosario sine lege como pauta de trabaja en el proce-s-o penal 247

-- •
. Es decir que hay amplitud en materia probator4 Si los adelantos técnicos descubren
X o desarrollan nuevos elementos probatorios o de acreditaéiónde circunstanCias relevantes
para el proceso, y se encnentran en consonancia con el respeto a la dignidad humana, las
pruebas que de ellos se deriven podrán ser incorporadas fácilmente porque el sistema, en
principio, salvo excepciones como 61 antes señaladas, es abierto113.
C
i_..d...
(
. V. Limitaciones al numerus apertus , Jk
. -.
No obstante este numera apertus en materia probatoria, y más allá de los casos espe-
cialmente descartados por el legislador, existen limitaciones que surgen de principios ge
nerales.lempre que la medida probatoria ponga en crisis 'derechos y garantías de inane
ra directa nos encontraremos, en realidad, frente a una medida de coerción o de injerenci
y, como tal, no es posible utilizarlos sin limitacioneD .
Esto es lo que debe ser establecido; si bien
--- existe numerus
..
apertusso materia probato
ria, no ocurre lo mismo con las me " —CIL . c• - in a erenc. de 1 - .uede de
' : --Tal-n- • • • - • • dic elemen • • • S atorios Esta cuestión es importante para poder
diraTenWar aquellas mediBas de coerciffircTii suponen la incorporación de-pruebas, de
aquellas que sólo tienden a la obtención de los 'fines del proceso y que, sólo en forma me-
diata, respondan a una finalidad probatoria. Por ejemplo, el e-ntarcelamiento preventivo
se justifica, para neutralizar los llamados peligros procesales (de entorpecimiento de la in-
vestigación y fuga), cuando se intenta preservar la doble finalidad que reconoce el proce-
so penal: averiguación de la verdad y/cumplimiento del derecho material. Siempre:a fin
de justificar el encierro preventivo de una persona, inocente desde el ángulo constitucio-
nal, pero imputada con elementos concretos de la realización de un delito, se tienen que
tener en consideración exclusivamente estas dos circunstancias (art. 280, CPP Nación).
\Los medios probatorios, en general, no tienen ese grado de afectación de derechos y
garantías, independientemente de lo que implican, cuando se trata de pruebas de cargo en
contra del im • utado, en tanto no lo afecten de manera directa en un derecho o en una ga-
rantía.Ls me le •as il ' li rcion o e i •• ano, a • II na ectacton
directa en contra de una garantía o de un derecho. En consecuencia a la clasificación clá:
sica en reales o personales le ppdemos arn-eaar la división en probatorias exclusivamente o
aseruranvas de los fisTe722 proceso (por ejen3p1o7,—el encarcelamiento, eral-ario, -etcétera).
--Vintúlándelotb-ii la-circho acerca del número abierto de Triedi-o-s.d-e—p-rtiebi.,-,:Cóino
serían estas medidas y qué elementos uno tendría que constatar, para poder decir que son
correctas, que fueron legítimamenté dictadas? Volviendo al discurso o método de análisis
que nos propone la teoría del delito donde se sostiene que se le aplicará una pena a una
' persona por haber realizado una acción u omisión típica, antijurídica, culpable y punible; 3
hay quienes, incluso, especialmente en lo que hace a las medidas de seguridad, se refieren 1
a "atribuible" como un estamento anterior y sustitutivo de la culpabilidad, que no puede!

l° Piensen en un supuesto de adivinación, que alguien dice que el cuerpo está enterrado en.algún lado y efec-
tivamente está ahí enterrado y era un vidente el que lo dijo. Si ate medio de prueba que fue considerado válida y
determinó toda una investigación y se probó, porque aparte ataban objetos del autor del hecho, las huellas, etc.; y
se pudiera acreditar la adivinación. ¿concluiríamos en que se trata de un medio legítimo? No está regulado en nin-
gún artículo del código. Pero pudiera ocurrir que alguien le diera crédito a los dichos de una persona que dijera que
alguien está enterrado en algún lugar. Todos estos problemas tendrán que ser valorados con posterioridad, en rela-
ción a las reglas de la sana crítica yen la forma en que puedan ser valoradas por los jueces, tanto en la etapa ins-
truccoria como en la del juicio. En el recientemente concluido caso "Cabezas- la utilización de radiestesia es neer-
mdamente puara en crisis por Marcelo SANaNcrn en Análisis crítico del caso —Cabezns", t. 3, La instrucción, Ect.
Ad-Hoc, Buenos Aires, 2000, ps. 363 y siguientes.
248 Gustavo A. Bruzzone

utilizarse respecto de inimputables, pero con el cual es posible fundar la aplicación de la


medidad de seguridad del que no tiene capacidad de culpabilidad pero que sise le puede
, atribuir el hecho imputado. Trasladado a este campo para poder disponer una medida de
prueba que implique coerción se debe razonar de un modo similar; mejor dicho: con un
método similar; incluso respecup de aquellas medidas urgentes y que se suelen disponer al
comienzo de la instrucción de un asunto.
Lo que se debe establecer respecto del órgano encargado de la instrucción de un caso,
en cualquier otro momento del proceso, donde se deban disponer medidas de coerción
injerencia, es un conjunto de pautas objetivas que nos permitan controlar analíticamen-
te si su utilización es correcta o noll. •
Acá debemos recordar que, así como el Derecho penal, con carácter general, sólo de-
be ser utilizado como ultima ratio para la resolución de los conflictos sociales, también las
medidas de coerción deben ser el último recurso y no la regla a seguir en lo que hace al
.P1Wees-o—p-en al.

VI. La mi/la coactio sine lege O k---\ ;\,.\\ COf\cL.Ñ \II 1.-.."1:\I
La primer regla que se debe tener presente es un derivado del principio constitucio-
nal del nullum crimen y que en esta materia se define como la nula coactio sine lege, que no
b otra que la fórmula propuesta por Eberhard SCHMIDT hace 40 años y se traduce en cons-
tatar si la medida de coerción o de injerencia se encuentra prevista en la ley procesal, con
qué alcance o para qué supuestos12 .
Si tomamos una medida de coerción con el efeao que sea -probatorio o e
proceso- que no se encuentra expresamente prevista en a ey o no lo está para esa clase de
amos violan o el mandato del art. FS;LN, en tanto deriva o de la ran
urifelierianal quesn desprende_ como consecue nu trn crirnenn.
__ No puede haber una medida de coerción o de injerencia que no se encuentre expre-
samente prevista, porque para estos supuestos se producen los mismos efectos que para los
tipos pena-leS'a partir de la constatación de todos sus elementos objetivos y subjetivos; en
consecuencia, debe haber un tipo de la medida de coerción o de injerencia al que nos debe-
mos aproximar de la misma forma a como lo hacemos respecto del tipo penal de la parte
especial que consideramos debe ser aplicado. Es decir, debemos hablar de la tipicidad de la
medida de coerción o injerencia para poder utilizada.

II En un fallo que registraron nuestros tribunales orales federales ("Maldonado Balderrama" del TOF n°3,
del 25/8/94), derivado de un asunto en donde se investigaba un delito vinculado a la ley de drogas y donde habían
encontrado cerca de 30 kilos de cocaína, se hablan hecho intervenciones telefónicas clandestinas, allanamientos sin
orden judicial, etc. Uno de los jueces del tribunal que resolvió el asunto razonaba con posterioridad —frente a lo
el
que opinaron sus dos compañeros en el sentido de que por ser ilegal origen de la prueba obtenida todo lo actua-
do era nulo (del voto de los jueces LutRAMBERERE y PONS)— diciendo: "Cabe hacerse una pregunta capital; fuerecual _
fuere la hora real del procedimiento, haya error o no en las actas confeccionadas, coincidan o no los 'tiempos', ¿se
secuestraron o no legítimamente 27 kg de cocaína?" (voto del juez AIMINA AU.E.NDE). El control posterior o ante-
rior que se debe realizar de la medida de coerción de que se trate o de su conjunto, debe siempre depender de ele-
mentos objetivos para valorar a ante y nunca justificarse por el resultado apare incluso si lo quisiéramos razonar
desde el amplio margen que nos podrían ofrecer las causas de justificación ocurriría lo mismo en punto al valor
probatorio del elemento incorporado. En esas consideraciones, aunque planteado de una manera rudimentaria, es
a
una cuestión que hace la ponderación de los intereses en juego; criterio bastante atendido en la doctrina alema-
na, que no es posible desarrollar, ni criticar, en este momento.
12 A prapósito 4st y
concepto de_ tipicidacl.PrOcesal la utilización del principio en el ámbito del Derecho pro-
cesaFea
r- , ver GONZÁLÉZkyELIAR SERRANO s Proporcionalidad y defechos fisndamentaks elptpctioPe.g4.cit... p. 77.
—.
13 Junto con la garantía jurisdiccional encontramos la garantía criminal, la penal y la de ejecución, y que son
consecuencia de las caracterisircas que debe tener la ley penal para ser respetuosa del principio en cuestión; ver MHZ
PUIG, Santiago, Dererho penal. Parte general, ed., 19%, ps. 78 y siguientes.
249
La nona coadio sine lege como pauta de trabajo en el proceso penal

Por ejemplo, supongamos que se detecta la existencia de una organización que se de-
dica a la violación de mujeres extranjeras residentes en el país por razones raciales, siendo
la comisión de una violación en la vía pública el acto de iniciación para el ingreso al grur
po. Pareciera que nos estamos enfrentando —de acuerdo a nuestras pautas culturales— a un
colectivo que reconoce de la generalidad de la sociedad un alto grado de desaprobación.
ora; ¿podría un juez justificar y disponer el ingreso de un agente encubierto en esa orga-
nización para desbaratarla? No, no se podría. ¿Por qué?, porque la figura del agente encu-
bierto está prevista, por decisión del legislador nacional, solameri'te pira investigar y repri-
mir delitos que tienen que ver con la ley de drogas (Ley 23.737)14 o en relación a hechos
de terrorismo (Ley 25.241) y respecto de las conductas alcanzadas por los tipos penales de
descriptos en los arts. 142 bis y 170 del Código Penal15.
Fuera de esos supuestos excepcionales, pensemos en una medida más simple y que ha-
bitualmente se realiza: la requisa personal.
El órgano que está facultado legalmente para autorizarla es el jurisdiccional, y, bási-
camente, la instrumentan los jueces a cargo de la instrucción de un caso (art.' 230, CPP
Nación). Pero la ley procesal, a su vez, faculta a los funcionarios de la policía, o de otras
fuerzas de seguridad, paia requisar en supuestos de urgencia (art. 184, inc. 50, CPP Na-
ción). Ahora, si bien el art. 287, CPP Nación, faculta a los particulares a detener, ¿pode-
mos decir que también los faculta para requisar?
La primera cuestión, en consecuencia, es determinar con exactitud si la medida de
coerción o de injerencia se encuentra legalmente prevista; en segundo lugar, establecer si
el órgano que la va a realizar es competente para hacerlo y bajo qué circunstancias. El ejem-
plo de la requisa es un buen banco de pruebas para establecer hasta dónde se puede llegar,
mucho Más por la importante extensión que van teniendo las emprésas de seguridad pri-
vada compuestas, a ese efecto, por particulares, sin perjuicio del origen que tengan o si en
otro aspecto de sus vidas son funcionarios públicos, porque en tanto particulares no pue-
den requisar. • „
Pero para poder establecer si la medida es correcta desde un punto de vista objetivo),
aparte de constatar que se encuentra prevista en la ley y que el órgano que la realiza es com-
petente, también debe determinarse si el órgano subjetivamente se encontraba en condi-
ciones de hacerlo16. Es decir, corroborar que lo que objetivamente se realiza reconoce co- ;
rrespondencia subjetiva. Esto es, también tiene que estar 'justificada» subjetivamente la;
decisión de poder hacerlo. Si bien un juez de instrucción se encuentra legalmente faculta-1

14 Hacemos entrar a una persona en una organización que obtiene información violando el derecho a no de-
clarar, reúne pruebas que luego utilizamos en contra de aquel que aportó la información sin saber que lo hacia en
su contra; esto u claramente una medida de injerencia. En realidad, se justifica que se pueda engañan el Estado
manera por una finalidad determinada atento a la gravedad e importancia de la
justifica que se pueda acruar de esa
organización que se quiere desarticular. Lo legalizamos y lo legitimamos para un área determinada de la criminali-
ser utilizada respecto de otros delitos. .
dad (que no es cuestión de discutir en este lugar) pero no puede
No a posible desarrollar el tema en este lugar con la extensión necesaria, pero se debe señalar que la Sala I de
la Cámara Federal porteña convalidó, antes.de la sanción de la ley 25.241 la utilización de agentes encubiertos y
testigos de identidad reservada en un asunto donde no se investigaba tipos penales vinculados a la ley de drogas; asI
es
en la causa no 23.736; cf., causa "Pacífico', reg. N°362. fallada el 2/5/96. La contradicción con la nulla cvacrio
evidente, y art. 18, CN mediante, tampoco se lo podría haber justificado retroactivamente.

15 Cf. la regulación que de esas disposiciones realiza la Ley 25.764 denominada "Programa Nacional de Pro-
: sección a testigos e imputados".
16 porque, por ejemplo, los funcionarios policiales podrían estar facultados —ser competentes— para detener a
CU misma causal si los an-
una persona por averiguación ele anteceden:es, pero está claro que no se podía detener por
' tecedentes ya habían sido constatados. Es decir, se averiguaban los antecedentes, se recuperaba la libertad y luego se
volvía a detener a la misma persona bajo el mismo argumento, dentro de las 24 horas de la anterior detención.

<9.c".
250 Gustavo A. Bruzzone

do para detener personas no puede hacerlo indiscriminadamente, ni tampoco puede or-


denar allanamientos arbitrarios.
¿De qué manera queda expuesta esta faz subjetiva? En la findamentación de la deci-
sión que dispone la medida. En las resoluciones que se realizan al efecto, y ¿de qué mane-
ra lo exponemos?.
Se puede indicar, sdo a título de ejemplo, la extendida práctica que se advierte en ca-
da oportunidad en que se dicta un auto de procesamiento donde, sistemáticamente, se
omite, toda consideración o razonamiento acerca de los elementos que fundan el monto
del embargo que se debe imponer obligatoriamente (art. 518, CPP Nación). Esa es una de
las áreas de las medidas de coerción donde los hechos de la praxis nos demuestran la más
absoluta arbitrariedad.
De qué manera se funda la medida de coerción de que se trate es un problema cen-
tral que debemos tener presente en cada caso y donde debemos constatar, en relación al
fin para el que se dicta, que la medida sea ji.ecesaria, idónea y proporcional.
En realidad, toda esta problemática po-diliseianallildá-erél iña7CT:idel principio
proporcionalidad en el Derecho procesal penal Como cuestión general se debe indicar que
las medidas de coerción que se adoptan en el marco del proceso penal siempre deben guar-
dar proporcionalidad respecto de la finalidad que se está buscando. Como enseña PUMA,
51 un delito tenía prevista solamente pena de destierro, el encarcelamiento que se podía
pretender era, por ese motivo, desproporcionado 17. Si nos ubicamos frente a un caso don-
de hay una persona imputada por la comisión de un delito que tiene prevista exclusiva-
mente pena de multa, encarcelarlo se torna absolutamente desproporcionado porque la fi-
nalidad nunca será privarlo de su libertad. Uno acá puede empezar a plantearle supuestos
extremos18.
Se advierte claramente, en paralelo, aquello del Derecho penal como ultima ratio. Es
decir, apelo al Derecho Penal solamente en aquellos asuntos donde los otros sistemas de
control y los otros instrumentos jurídicos con los que cuento desde el Derecho civil o en
el Derecho privado y público en todos sus ámbitos, no lo pueden solucionar. Recién allí
recurro al Derecho penaP 9. Las medidas de coerción deben ser utilizadas de una manera
similar; no debe adoptarse en primer lugar la más grave. Se deben ir utilizando gradual-
mente, de manera escalonada yen relación al fin que se persigue.
Entonces, sintéticamente, para evaluar la aplicación de una medida de coerción debo
evaluar:

1
17 Ver PIISSUA. Nelson, Fundamentos rosuáracionales de k exención de prisión y de /a excarcelación, Ed. Ham-
murabi, Buenos Aires, 1992.
18 Por ejemplo, si citada para que comparezca a juicio la persone se niega a comparecer, el órgano jurisdic-
cional se encuentra facultado para proceder a su detención, pero a ese solo efecto. Acá ingresamos en un terreno de
justificación de las medidas de coerción, para poder cumplir con el fin último consistente en realizar con el dere-
cho material; pero en el momento que cesó la necesidad de la detención o de la comparecencia la medida debe ce-
sar, nunca podría prolongarse por espacio de uno o dos meses para asegurar su comparecencia a juicio, porque no
sería proporcional. Tampoco, por ejemplo, en principio, procede un allanamiento respecto de una entidad oficial
debido a que oficiando o notificando por (Adula lo que se pretende encontrar, el organismo lo puede remitir (por
ejemplo, expediente). Solamente se puede legitimar una medida tan grave como es ingresar a un domicilio ar.131 ofi-
cial, cuando evidentemente existe la necesidad de hacerlo. Pero si no estoy ante la necesidad de hacerlo, no tendría
que tomar esta Medida de coerción, siempre y cuando pueda utilizar una medida menos grave e importante.
19 El ejemplo de SárciNErn acerca del 'grosor del vidrio', comparándolo con la agravación de las penas en
el Derecho penal, es una excelente metáfora de ello; cf. Casos de Derecha penal. Parre generah 1, 3° ed. reelaborada
y ampliada con las contribuciones de STRATE.Nwritypt y ZIFFER, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2005, ps..36 y si-
guientes.
251
La nulla coactio sine lege como pauta de trabajo en el proceso penal

tiene que estar prevista en la ley (mita coactio sine lege);


que el órgano que la está dictando en ese momento determinado, es el competente
para disponerla;
3) que la medida sea necesar
necesaria;
que la medida es idónea para el fin que se persigue; y
por último, que la medida sea proporcionaL teniendo ... en cuenta los intereses afee-
tados. _
Si, por ejemplo, se dispone una extracción de sangre dt•Una persona para acreditar
una filiación relativa al estado civil de una persona, evidentemente la discusión de fondo
que se puede plantear nos conduce a la necesidad de tener que valorar los diferentes inte-
reses que entran en juego, muchas veces contrapuestos. Siempre hay un juego de intereses
en ese punto y deben ser valorados adecuadamente; y ninguna resolución va a estar fun-
dada, motivada (como requiere el art. 123 del CPP Nación), si no reconoce un método
de razonamiento para fundar su utilización si no se adecua a lo detallado precedentemen-
te, con todos los problemas a los que nos enfrentan en este territorio la ponderación de in-
tereses en juego, corno ya se señaló.
En realidad, ni siquiera una incomunicación, dispuesta al comienzo de un asunto, po-
dría encontrarse justificada si no se la razona de esa forma; aunque de ello no se deje ex-
presamente constancia, en la constatación expen de la medida deberi poder advertirse to-
dos esos pasos como constatados ex ante. Los que crean que por encontrarse esa medida
legalmente prevista lá pueden utilizar' indiscriminadamente cometen un grave error que
,
podría derivar en un abuso de funciones. •
Lo que se propone, en realidad, es un método para evitar la arbitrariedad y no caer en
el peligro que supone la adopción mecánica de esta clase de decisiones, que, permanente-
mente, son efectuadas al calor de la instrucción de un caso, pero que requieren del mismo
grado de análisis y prudencia que para el dictado de otras, supuestamente, de mayor enti-
dad o más trascendentes a los fines del proceso en el sentido de concretar el Derecho pe:
nal en la aplicación de la pena".
Determinar si una persona se V2 a fugar o si va a entorpecer la investigación de la jus-
ticia es una cuestión de dificil constatación, pero que debemos evaluar frente a cada caso
en particular y no solamente apelar a las reglas mecánicas de los art. 316 y 319 del CPP
Nación, que establecen mínimos y máximos como pautas objetivas para encarcelar me-
diante el dictado de la prisión preventiva y, en consecuencia, para fundar la denetratoria
de un pedido excarcelatorio. La aplicación automática de las pautas del 316 no sólo con-
tradice lo expresamente dispuesto en el art. 280 del CPP Nación, sino que lesiona la pre-
visión constitucional de presunción de inocencia y las pautas que de ella se derivan en
punto a cuándo se puede detener preventivamente a una persona.
¿Cuándo existe peligro de fuga o posibilidad de entorpecimiento de la investigación?
Éste es un problema central al que el legislador le ha prestado poca atención, precisamente,
porque se ve satisfecho con un parámetro objetivo que muchos consideran iuris a de jure,
en defensa del principio de igualdad ante ley, como nos propone PE5son21 , pero que inter-

20 Por ejemplo, no todos los que son detenidos al comienzo de la instrución tienen que estar incomunica-
dos. Hay un porcentaje altísimo, casi 90% de los casos, donde el detenido no debería ser incomunicado luego de
aprehendido y que no justificaríamos nunca con una prolongación de la incomunicación posterior. Pero trabaja-
rápido, tenemos mucho trabajo y muchas veces se resuelve mecánicamente de esta manera. Este ejemplo pe-
queño de la incomunicación se repite en un importante número de otros supuestos.
P LSSOA. Fundamentos censeineciar.ales de la exenciin de prisión
y de la excarcelación, citado.
Gustavo A. Bruzzone

prelado de esa forma, sin admitir prueba en contrario, lesiona seriamente la previsión cons-
drucional de presunción de inocencia. Por ello, otros sostienen que, sin descartar la impor-
tancia que los montos punitivos tienen, la regla siempre debe ser iuris :amura, es decir: siem-
pre admite prueba en contrario, con lo que toda regla con esa característica representa.
En el caso de una detención sin orden, ¿cuándo me encuentro ante una persona res-
pecto de la que puedo dectr que existe una causa probable de que ha cometido un delito?;
o ¿cuándo existen indicios vehementes que indican la presunta comisión o que se está por
cometer un delito? Los casos en particular son los que tenemos que empezar discutir22.
Tan grave es el supuesto del policía que detiene por portación de cara como el del juez
que valora, por ejemplo, respecto de una persona que habita en un barrio de emergencia
(villa miseria), esa circunstancia para mantener un encarcelamiento preventivo al decir
que: "las personas que conviven en el medio social en el que se desenvuelve el imputado
son normalmente reacios a colaborar con las fuerzas policiales o con las investigaciones ju-
diciales por temor a represalias a las que pueden verse sometidos" (sic)23:
r— Las leyes procesales muchas veces están escritas de una manera ambigua e inexacta, lo
¡que provoca, en forma independiente, una violación al nullum crimen. De la misma ma-
nera que violamos la nula coacrio si aplicamos una medida de coerción que no se encuen-
tra prevista normativamente, también la violamos si aplicamos conceptos analógicamente
' o nos extendemos en demasía en la utilización de ciertos institutos, que deben ser de in-
"terpretación restrictiva.
La redacción de las normas procesales que establecen medidas de coerción de mane-
ra indeterminada permite la posibilidad de aplicar esas medidas para situaciones no tole-
radas. El mandato de certeza en general, respecto de los tipos penales, ofrece en di mismo
una problemática en particular producto de la ambigüedad propia del lenguaje, en los ti-
pos de la parte especial se detecta y es preocupante, pero se evidencia crudamente en la
parre general como se ha señalado con acierto24. Aunque no podamos desprendernos de
ello, igualmente debemos exigir del legislador la mayor certeza posible, especialmente en
lo que se refiere a normas que hacen a la afectación de derechos y garantías por tratarse de
medidas de coerción o injerencia.
En definitiva, se trata de generar criterios previsibles que puedan ser claramente iden-
tificados por los operadores y-actores del sistema penal para racionalizar la discusión. Es
decir, se debe tratar de concretar un discurso común que explique el razonamiento de for-
ma conscatable ex ante. En un intento más, desde la universidad, de socializar y propalar
un discurso o método para ser utilizado en la praxis, en el ámbito de los tribunales pena-
les, para poder hacer previsibles las decisiones y no enfrentarnos exclusivamente a arbitra-
riedades, que pueden venir condicionadas por la relevancia del caso o sus actores. Si fija-
mos y convenimos un método común para codos los casos estaremos realizando un aporte
para alejarnos del acaso y la arbitrariedad. Cuando se efectúa una petición ante cualquier
órgano del sistema de administración de justicia penal, o cuando desde el interior de esos
órganos algún pedido es resuelto, se debe poder establecer con un cierto margen deprevi-

22 En el Código Procesal Penal tipo para Iberoamérica, se mencionaban casuísticamente cuáles podían ser
considerados supuesto de peligro de fuga o de entorpecimiento de la investigación a efectos de limitar la arbitrarie-
dad judicial. Hoy debemos hacerlo en base a las pautas que construye la jurisprudencia.
23 Causa n°6465, "Navarro Vega", del registro de la Secretaría no 21 del Juzgado Federal no II. La resolu-
ción se encuentra suscripta por el juez federal Claudio BONADIO.
24 Por ejemplo, las reglas, en materia de accesoriedad en la participación o qué teoría del error se desprende
de la letra del Código Penal son una m'estibo absolutamente abierta, carente de determinación y librada al arbitrio
del intérprete.
253
La milla coactio sine !ele como pauta de trabajo en el proceso penal

sibilidad qué es lo que puede ocurrir o de qué manera se habrá de resolver un asunto. No
se trata de otra cosa que de contribuir a poner un freno a la árbirrariedad judicial, que mu-
chas veces se genera, precisamente, por la indeterminación que tienen las normas y por la
ausencia de un método que nos aproxime a su análisis.
Se trata en este campo de un intento de construcción de un discurso común que nos
unificjue a todos; que se pueda transmitir de manera sencilla y pedagógica incluso para el
hombre común, a quien estas cuestiones afectan mucho más direItamente que los proble-
mas que resuelve la teoría del delito. Se trata, en definitiva, de(pcider aproximarnos a una
suerte de teoría general de las medidas de coerción que nos ayude a constatar, respecto de ca-
da una de ellas, si su aplicación es adecuada al caso o no.
En síntesis, y casi como un programa de trabajo, cinco son los momentos de reflexión
respecto de los que debemos centrar nuestra atención para su desarrollo:
) rutila coactio sine lege (no hay medida de coerción sin ley);
competencia del órgano que dispone la medida;
necesidad de la medida;
idoneidad de la/ medida;
proporcionalidad de la medida.
Como una primera aproximación, podemos concluir diciendo que éstas son las cues-
tiones sobre las que necesariamente debemos reflexionar cada vez que s'e utilice una medi-
da de coerción o de injerencia: para fundarlas en su aplicación, para permitirnos criticar-
las cuando no' estamos de acuerdo en su . titilización o en su no utilización, y para
controlarlas cuando su revisión se pretende,lor órganos jurisdiccionales superiores. Como
primer paso, en realidad, no es otra cosa que lo que muchos operadores del sistema hacen
hoy en día; es simplemente presentarlo como un método de trabajo para la praxis. Lo que
se abre, en consecuencia, es un largo camino para completar y discutir sus contenidos, al-
cances y consecuencias. Esa tarea la debemos hacer en la academia para auxiliar lalabor de
los prácticos con conceptos que aporten la mayor previsibilidad posible y, por suerte, lo
tenemos a Julio y a su obra para ayudarnos.

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