Sunteți pe pagina 1din 12

El corazón habla

al corazón
Beato J.H. Card. Newman
Oraciones del
Prólogo

«Tío, ¿qué es más importante? – le preguntó su sobrino luego


de que León XIII le nombrase cardenal – ¿un cardenal o un
santo? – y Él, con voz suave y paciente, le respondió – Pequeño
mío, mira, un cardenal corresponde a la tierra y, por tanto, es
terreste. En cambio, un santo… ¡un santo, corresponde al cielo!
Es celestial» (L’Osservatore Romano, 23 julio 2009).

Existen muchas maneras de adentrarse al conocimiento de un


hombre de Dios:

Una es escuchar el testimonio que otras personas cercanas


refieren de ellos. A propósito, en 1990 el entonces cardenal
Joseph Ratzinger dijo de él: «Newman pertenece a los grandes
doctores de la Iglesia, porque al mismo tiempo que toca nuestro
corazón logra iluminar nuestra mente».

Otro modo, mucho más osado, es pedirle, como en una


especie entrevista, al hombre de Dios en cuestión resumir
brevemente con una frase o un lema toda su vida, misión y
mensaje. A esta pregunta la respuesta del beato Newman sería:
«Cor ad cor loquitur», el corazón habla al corazón.

Todavía hay un forma más excelsa. Implica ponerse en


camino, adentrarse en un diálogo para hacer propia las oraciones
de este corazón. Que sea este camino, el de su oración, el que nos
desvele la gran belleza de esta alma finísima que al final de su
vida dijo de sí: «mi vida ha sido un continuo viaje; de la
incertidumbre de las sombras y las ilusiones hacia la luz de la
Verdad».
CP. Luzardo, L.C.
1
Condúceme

Condúceme Tú, a través de las tinieblas que ahora me rodean.


Condúceme Tú, asiduamente hacia adelante.
La noche es oscura y estoy lejos del hogar:
condúceme Tú, asiduamente hacia adelante.
Guía mis pasos: no te pido ver todo el camino,
un solo paso, el primero, es suficiente para mí.

No siempre he recurrido a ti.


No siempre te he pedido como ahora: condúceme Tú.
Yo deseaba ver todo el panorama y escoger yo el camino,
pero ahora te pido: condúceme Tú.
Ansiaba días llenos de brillante gloria,
y, aunque estaba lleno de temores,
el orgullo era quien dirigía mi querer.
¡Ya no te acuerdes de esos años pasados!

Aún así, Tú me has bendecido ampliamente con tu Poder,


y ahora confío que me conducirás asiduamente
hacia adelante.
Sobre la roca abrupta donde estoy y el bramar de esta tormenta
hasta que la noche haya pasado.

Y temprano en la mañana me sonrieran los Ángeles


y brillarán con su luz a la puerta,
recuperaré la paz,
que he deseado y amado desde hace tanto tiempo
y que ahora he perdido.
2
Tú puedes iluminar mis tinieblas

Dios mío, yo estoy convencido que Tú puedes iluminar


mis tinieblas y mi oscuridad.

Yo estoy convencido que sólo Tú puedes hacerlo.

Yo deseo que mi oscuridad sea iluminada por tu Luz.

Yo no sé si tu así lo deseas;
pero el saber que Tú puedes
y que yo lo deseo ardientemente
son motivos suficientes para mí
que me impulsan a pedirte esta gracia.

En este momento yo me comprometo,


que con la ayuda de tu gracia,
que ahora te pido,
me aferraré a tu verdad.

Protégeme con tu gracia de a toda ilusión y falsedad,


que me tiente a desear aquello que es más cómodo a mi
naturaleza,
en vez de aquello que es más coherente con mi razón
y con tu Voluntad.
3
Brilla a través de mí

Querido Jesús,
ayúdame a esparcir Tu Fragancia por donde quiera que vaya.
Inunda mi alma con Tu Espíritu y Vida.
Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto
que toda mi vida solo sea un resplandor de la Tuya.

Brilla a través de mí, y permanece tanto en mi


que cada alma que entre en contacto conmigo
pueda sentir Tu Presencia en mi alma.

¡Permite que ellos al mirarme no me vean a mí,


sino solamente a Ti, Jesús!

Quédate conmigo y entonces podré comenzar a brillar como


Tú brillas, a brillar tanto que pueda ser un luz para los demás.

La luz, Señor, vendrá toda de Ti; nada de ella será mía.


Serás Tú quien ilumine a los demás a través de mí.

Permíteme servirte y alabarte de la manera Tu más amas,


irradiando tu luz sobre todos los que me rodean.

Permíteme predicarte sin predicar, con mi ejemplo,


con la fuerza contagiosa, con la influencia compasiva de lo
que hago, con la plenitud de amor que mi corazón siente por ti.
4
Tengo una misión

He sido creado para ser algo y para hacer algo para lo cual no
ha sido creado ningún otro; ocupo un puesto en los propósitos
de Dios, en el mundo de Dios; un puesto que no ocupa ningún
otro; sea yo rico o pobre, despreciado o estimado por los
hombres, Dios me conoce y me llama por mi nombre. Dios me
ha creado para que le preste algún servicio concreto; me ha
encomendando una tarea que no ha encomendado a ningún
otro. Tengo mi misión; no podré conocerla del todo en esta
vida, pero me será explicada en la venidera. No sé cómo, pero
yo soy necesario para sus propósitos; tengo parte en esta gran
obra; soy un eslabón de una cadena, un vinculo que me
conecta a las personas. Dios no me ha creado para nada. Yo
haré el bien, desempeñaré su tarea, no haciendo otra cosa sino
cumplir sus mandamientos y servirle desde mi vocación.
Tendré confianza en Él. Suceda lo que suceda, esté donde esté,
no seré jamás descartado. Si estoy enfermo, mi enfermedad
podrá servirle; si me encuentro perplejo, mi perplejidad podrá
servirle; si tengo dolor, mi dolor podrá servirle. Mi
enfermedad, perplejidad, dolor pueden ser partes importantes
en su gran diseño que me supera. Él no hace nada inútilmente;
puede alargarme la vida o abreviarla; puede quitarme los
amigos, puede hacerme sentir desolado, puede hacerse que mi
espíritu se agote, puede ocultarme el futuro, y todavía Él sabe
lo que hace. Confío plenamente en Ti. Tú eres más sabio que
yo , me amas más que yo a mí mismo. Dígnate a hacer en mí
tus grandes proyectos, sean cual sean. Trabaja en mí, por
medio de mí. Yo he nacido para servirte, para ser tu
instrumento. Te pido que me pongas a la obra.
5
Al pedirte más fervor

Querido Jesús,
ahora que te pido fervor,
te pido con ello todo.

Todo lo que necesito,


todo lo que Tú puedes darme.

Ahora que te pido más fervor,


te pido fuerza operante,
te pido perseverancia,
te pido constancia,
te pido fe,
te pido esperanza,
te pido caridad,
te pido todos tus dones,
en la medida con que se viven en el Cielo.

Ahora que te pido fervor,


te pido dejar de lado el respeto humano
y el deseo de ser alabado.

Te pido por el don de la oración,


te pido por aquel sentido de lealtad y responsabilidad,
que está unido a un amor sincero.

Te pido santidad, paz y alegría.


Te pido todo al mismo tiempo.
6
Dios vela por ti

Dios te ama, Dios vela por ti,


te llama por tu nombre.

Te ve y te comprende tal como Él te hizo.

Sabe lo que hay en ti, todos tus sentimientos,


pensamientos peculiares, tus inclinaciones y preferencias,
tu fortaleza y tu debilidad.

Te ve en tu hora de regocijo y en tu hora de infortunio.


Se compadece de tus esperanzas
y de tus tentaciones.

Se interesa por todas tus ansiedades y recuerdos,


todos los altibajos de tu espíritu,
te rodea y te sostiene.

Se da cuenta de tu semblante,
tanto cuando ríes como cuando lloras.
Cuida de ti con cariño.
Oye tu voz, tu respiración y el latido de tu corazón.
Te ama más de lo que tú te amas a ti mismo.
Evita infligirte dolor,
mucho más de lo que tú le rehúyes.

Y si llega a hacerlo,
lo hace del mismo modo en que tú con prudencia lo harías
para conseguir algo mucho mejor.
7
Tengo necesidad de Ti

Dios mío, tengo necesidad de Ti,


necesito que me instruyas cada día,
tal como lo exige la jornada.

Señor, ¡concédeme una conciencia iluminada,


capaz de percibir y comprender Tu inspiración!

Mis oídos están cerrados,


por eso no escucho Tu voz.

Mis ojos están tapados


y por eso no veo Tus signos.

Solamente Tú puedes abrir mis oídos y curar mi vista,


puedes purificar mi corazón.

Enséñame a estar sentado a Tus pies,


y a escuchar Tu palabra.

No me has creado sin una finalidad.

Tengo que completar Tu obra.

En el puesto que me has señalado,


tengo que ser mensajero de paz.
8
Te suplico, Jesús

Te suplico, Jesús,
por todos nuestros parientes y seres queridos.
Te pido que estemos siempre dispuestos a rogar por ellos.

Condúcelos a la luz de la verdad, consérvalos siempre en esa


verdad y concédeles el don de la perseverancia.

Te pedimos por nuestros parientes, padres y madre;


por nuestros hermanos y hermanas,
por cada uno de ellos en particular.

Por nuestros primos y toda nuestra familia;


por nuestros amigos más íntimos;
por nuestros maestros y alumnos,
por nuestros servidores y trabajadores;
por nuestros socios y compañeros de trabajo;
por nuestros vecinos y por nuestros superiores;
por todos aquellos que nos quieren bien,
y por los que no nos quieren;
por nuestros enemigos;
por nuestros competidores y rivales;
por los que nos insultan y calumnian.

Te pedimos por ellos, no sólo en esta vida,


sino también en su muerte,
para que tengan la dicha de morir en gracia de Dios,
para que Dios a admitirlos en su presencia.
9
De rodillas

De rodillas y bajo la mirada de Dios, observo como con el pasar


de los años me encuentro con menor fervor y vida interior. Me
pregunto si le sucede igual a todos los hombres… Vivo
constantemente en el pasado, con la esperanza que el pasado
vuelva a revivir en el futuro… y digo esto, porque pienso que
será así.

Al acercarse la muerte percibo su aliento frio sea en mi alma


como en mi cuerpo, también porque, viendo las cosas desde un
punto de vista natural, mi alma está ahora un poco muerta,
mientras que antes estaba llena de la frescura y de la pasión de
la juventud.

Pero, ¡querido Señor! Tú puedes hacer que todo sea diferente. El


tiempo y el espacio no son obstáculos para Ti. Tu puedes
donarme la gracia que necesito cada día.

No tengo la menor duda que aquello que siento lo han sentido


también desde los tiempos más remoto otros siervos tuyos. Job,
Moíses, Abacuc. Ellos tuvieron las misma experiencia que yo
tengo ahora, miles de años atrás, y yo puedo rezar en tu
Presencia ahora por medio de sus palabras inmortales.
« [El cardenal Newman] es un hombre de una
gran espiritualidad, de un gran humanismo, un
hombre de oración, de una relación profunda
con Dios y, por ello, también de una relación
profunda con los demás hombres de su tiempo
y del nuestro».

Benedicto XVI, 18 septiembre 2010

El corazón habla
al corazón
Beato J.H. Card. Newman
Oraciones del

S-ar putea să vă placă și