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Desmitificando el derecho canónico (I)

Entrevista con el escritor Pete Vere

QUEBEC, domingo 21 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).- El derecho canónico es


mucho más que sólo regulaciones, es una vivencia activa de nuestra tradición católica,
afirma el escritor Pete Vere.

Vere es coautor con Michael Trueman de "Suprised by Canon Law: 150 Questions
Laypeople Ask About Canon Law" (Sorprendidos por el Derecho Canónico: 150
Preguntas de Laicos sobre el Derecho Canónico), y de "Suprised by Canon Law, Volume
2: More Questions Catholics Ask About Canon Law" (Sorprendidos por el Derecho
Canónico: Más Pregustas de Católicos sobre el Derecho Canónico), publicados ambos en
Servant Books.

En la primera parte de esta entrevista con ZENIT, Vere habla sobre el papel que juega
el derecho canónico tanto en la vida del católico medio como en temas difíciles como
dar la comunión a políticos pro abortistas y los escándalos de abuso sexual.

La segunda parte de esta entrevista será publicada en el servicio del lunes, 22 de


septiembre.

--¿Qué le llevó a escribir "Sorprendidos por el Derecho Canónico"? ¿Por sus


investigaciones y por la reacción de los lectores, cómo afecta el derecho
canónico a la vida del católico de a pie?

--Vere: El derecho canónico afecta a todos los aspectos de nuestra vida diaria como
católicos - por ejemplo, cuándo podemos recibir la Eucaristía, cómo recibimos la
absolución a través del sacramento de la confesión, quién puede ser padrino. El derecho
canónico no es sólo frías normas y reglamentaciones - es una parte viva de la tradición
sagrada de la Iglesia.

En la última década hemos visto cómo actúa el derecho canónico a través de


acontecimientos extraordinarios en la vida de la Iglesia. Algunos de estos
acontecimientos han sido dolorosos, como la crisis de la mala conducta sexual en el
clero y la necesidad de hacer frente a políticos que minan la santidad de la vida y el
matrimonio. Otros acontecimientos han sido causa de alegría y celebración en la Iglesia
universal. Entre ellos está la elección del Papa Benedicto, la reconciliación de los
católicos tradicionalistas en Campos, Brasil y las canonizaciones de Santa Faustina, el
Padre Pío, Josemaría Escrivá y los niños de Fátima.

Al escribir como católicos, uno espera y ruega que su inspiración venga del Espíritu
Santo, aunque escribamos como sus instrumentos humanos imperfectos. En muchas

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ocasiones, Dios nos habla a través de la Iglesia o de otras personas. En el caso de
"Sorprendidos por el Derecho Canónico, Volumen I", la inspiración vino a través del
Concilio Vaticano II, el movimiento de apologética posconciliar, y, mucho más
importante, el pueblo de Dios al que servimos a través del ministerio del tribunal.

El derecho canónico no existe para sí mismo. Por el contrario, existe como sirviente de
la teología, para asistir en la salvación de las almas ayudando a proporcionar orden
dentro de la vida cristiana. De esta forma la salvación de las almas es la ley suprema de
la Iglesia.

Una de las grandes bendiciones del Concilio Vaticano II es que ha abierto las ciencias
sagradas a los laicos, como parte de la llamada universal a la santidad del Concilio. En
palabras simples, todos los católicos están llamados a crecer en santidad y conocimiento
de la fe. En consecuencia, el Concilio Vaticano II lanza el desafío a todos los católicos
para que lleguen a conocer más su fe.

Aunque la era postconciliar vio cómo la Iglesia hacía más accesibles a los laicos la
Sagrada Escritura y diversas disciplinas teológicos, nos habíamos quedado un poco por
detrás a la hora de hacer lo mismo con el derecho canónico. De hecho, mientras
escribíamos el primer volumen de "Sorprendidos por el Derecho Canónico", Michael y yo
estábamos preocupados de que este intento de hacer el derecho canónico accesible a
los laicos pudiera levantar suspicacias entre nuestros colegas del mundo canónico
-especialmente porque tanto Michael como yo todavía somos jóvenes en estar
profesión, y nuestra presentación pide prestado mucho al movimiento de nueva
apologética y evangelización.

Nuestra preocupación no podría haber estado más infundada. Todavía estoy sorprendido
por las oraciones, el respaldo y el apoyo que hemos recibido de nuestros compañeros
canonistas, que representan todas las áreas del ministerio canónico.

Y con sus oraciones y respaldo nos pusimos a escribir "Sorprendidos por el Derecho
Canónico, Volumen II", que responde cuestiones sobre temas que han suscitado el
interés de los laicos desde la publicación del primer volumen.

Los asuntos incluidos son: la canonización de los santos, la elección papal, la crisis de la
mala conducta sexual, las Iglesias católicas orientales, las posibles acciones para
remediar el disentimiento de los políticos católicos de la enseñanza moral de la Iglesia,
el ecumenismo, el surgimiento de nuevas órdenes religiosas y movimientos, y algunos
otros temas.

--Hablemos sobre algunos de estos temas. Muchos católicos no saben qué


pensar de políticos católicos de relevancia que apoyan el aborto o el

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matrimonio del mismo sexo, y siguen recibiendo la Comunión. ¿Qué tiene que
decir el derecho canónico sobre esto?

--Vere: El canon 915 es claro. No deben ser admitidos a la comunión aquellos "que
obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave".

La cuestión se convierte entonces en si el canon 915 se debe aplicar a los políticos


proabortistas que se declaran católicos. El creciente consenso entre pastores y
canonistas es de que sí. Este es especialmente el caso desde el 2004, cuando el
arzobispo de San Luis, Mons. Raymond Burke se manifestó con firmeza a favor de este
remedio pastoral, y recibió el respaldo de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

No obstante, monseñor Burke dedicó mucho tiempo a pensarlo y a la oración antes de


hacerlo público. Así es como debería ser, lo digo como alguien que públicamente ha
defendido la publicación del canon 915 antes de que monseñor Burke utilizara en este
tema su liderazgo tanto de obispo como de canonista.

Participar en la comunión es la nuestra actuación más sagrada como católicos. Denegar


a un católico este sacramento es muy grave, y sólo debería hacerse cuando se han
agotado todas las demás opciones pastorales. Negar la comunión a alguien es enviar un
duro mensaje, pero dado que el es aborto es la destrucción insensible de vida inocente
en el vientre materno, tal mensaje es verdaderamente necesario. Lo mismo se puede
aplicar a la definición natural y sacramental del matrimonio, que es el elemento
constructivo básico de la sociedad y del orden natural.

Imponer el canon 915 se vuelve necesario cuando un político católico está en


desacuerdo con la enseñanza moral de la Iglesia y rechaza la corrección pastoral. Y sí,
desde Mons. Burke a Mons. Joseph Naumann, obispo de Kansas City, sé que ningún
pastor ha negado la comunión sin antes corregir al político en privado y darle la
oportunidad de enmendar su camino.

--Otro doloroso tema para los católicos en los últimos cinco años ha sido la
mala conducta sexual. ¿Qué puede decirnos sobre cómo ha tratado la Iglesia
estos casos a la luz del derecho canónico?

--Vere: El abuso de un joven es una tragedia, especialmente cuando este abuso es


cometido por alguien que ha sido puesto a su lado para cuidar a un fiel para Cristo. Las
acciones del pasado, o la falta de las mismas, para tratar estas situaciones, no utilizaron
los remedios legales del derecho canónico. No fue un fallo de las leyes de la Iglesia,
que, promulgadas por el Papa Juan Pablo II en 1983, contenían un cano que castiga a
los clérigos que abusan sexualmente de menores, fue un fallo de los responsables que
no utilizaron estas leyes.

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En mi opinión, el derecho canónico ha sido visto de manera errónea como algo
extremadamente complejo, lo que ha llevado con facilidad a trastocarse por una
apelación del sacerdote, y a que se pidan penas más duras, en vez de proporcionar un
remedio pastoral y caritativo. "¿Cómo podemos predicar el perdón si alejamos al padre
X del ministerio activo por un error?" fue la objeción común. Además, el consejo de la
comunidad psicológica cometió un error en cuanto a la recuperación del paciente y la
asesoría laica legal normalmente buscó acuerdos fuera de los tribunales y, en parte, de
forma confidencial.

No obstante, ya está teniendo lugar el cambio después de que salieran a la luz los casos
de Boston. En el 2001, la Santa Sede se ha reservado el derecho a considerar tales
casos de abuso sexual del clero. En el motu proprio llamado "Sacramentorum
Sanctitatis Tutela" aparecía una sección indicando que en los casos en los que un clérigo
comenta una agresión sexual contra un menor, el asunto debía ser llevado ante la
Congregación de la Doctrina de la Fe, tras una investigación preliminar llevada a cabo
por el obispo local. Antes de esto, los casos podían ser tratados a nivel local.

"Sacramentorum Sanctitatis Tutela", en parte, inspiró después las deliberaciones de los


obispos de Estados Unidos del 2002, en su encuentro de Dallas, sobre la creación de la
Carta y Normas para la Protección de los Niños y los Jóvenes. Estas normas nacionales
fueron después aprobadas por la Santa Sede y continúan en vigor hoy.

La Carta y Normas ha cambiado dramáticamente la forma en que se tratan los casos de


abusos sexuales del clero. Junto a los cambios en la competencia, procedimiento y
cambios de ministerio, las diócesis cumplen plenamente los programas de
discernimiento y preparación. El Comité Nacional de Revisión de la Conferencia
Episcopal sigue con su trabajo de auditar los programas, haciendo recomendaciones en
cuanto a mejoras prácticas y cumplimientos.

Al final del día, el cambio principal se ve con perspectiva - que el clero y los laicos están
ahora buscando de forma activa la manera de proteger a los niños y a los jóvenes de
quienes quieran hacerles daño. Los responsables y el personal de la Iglesia han
adoptado el instinto protector que tiene un padre por su propio hijo.

Por Carrie Gress

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