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ESTADO LAICO, RELIGIÓN Y DERECHOS HUMANOS

El 7 de enero del 2015 se produjo el ya conocido ataque terrorista contra el


semanario Charlie Hebdo, cometido por un grupo de hombres pertenecientes a
una rama de Al Qaeda. Ese mismo día, un renombrado escritor francés Michel
Houellebecq, publicaba su novela “Sumisión”. Lo anecdótico de la coincidencia se
debe al argumento de la novela. Houellebecq plantea una historia hacia el futuro
en la que Francia es gobernada por un presidente musulmán. Francia se somete
ante el islam y la estructura de la sociedad y del Estado cambia radicalmente.

A partir de la publicación del libro, la” tensión religiosa” en Francia se agravó. El


autor que ya antes había manifestado preocupación frente a la religión islámica
fue tildado de islamofobo y muchos otros acentuaron sus posiciones nacionalistas
y contrarias al islam. No obstante, independientemente de todo el contexto social
respecto a la cuestión islámica en Europa, una de las cosas que más resalta del
argumento de la novela, es como la religión incide negativamente en el Estado de
Derecho y los derechos. Esto se ve en como la igualdad de derechos entre
hombres y mujeres se anula o como la religión copa de todos los espacios del
Estado.

Por lo demás, esta tesis no parece descabellada. El islam se ha caracterizado por


ser una religión totalizante. El Corán establece entre otras cosas: la forma de
gobierno, la estructura social, los delitos y castigos, etc. De esa forma, los Estados
de medio oriente en su gran mayoría son estados teocráticos. Por lo tanto, aunque
se pueda considerar polémica, una conclusión valida puede ser que el islam es
incompatible con la Democracia y los Derechos Humanos. Además, al ser estos
dos conceptos elaborados en Occidente, no sería extraño que se de esta
incompatibilidad.

Por otra parte, el Cristianismo, elemento central en la construcción de la cultura


occidental, parece haber sido elaborado para no intervenir en la vida pública
(aunque los papas se hayan irrogado luego el derecho de Dios de gobernar sobre
la tierra), diferenciando el gobierno de Dios del gobierno de los hombres. Incluso,
es innegable el aporte inicial de la doctrina cristiano para el reconocimiento de los
derechos humanos. Por lo tanto, los logros más preciados de occidente:
Democracia y derechos, son compatibles (prima facie) con sociedades que
manifiesten orientaciones religiosas derivadas del cristianismo (la gran mayoría en
occidente).

No obstante, el problema es el mismo. La armonía entre la religión cristiana y el


Estado, solo se podrá mantener mientras la primera no pretenda intervenir en las
cuestiones púbicas. En el Perú, las fronteras hasta hace no mucho las fronteras
nunca estuvieron bien definidas.

En nuestro país, entre otras tristes herencias del pasado colonial, tuvimos una
iglesia católica como aparato del Estado, lo cual se ha mantenido durante gran
parte de nuestra historia republicana. De ello, aún conservamos el espurio
Concordato firmado entre el Perú y la santa Sede en 1980, por el cual
básicamente se reafirmó el compromiso del Perú para seguir pagando las
“asignaciones personales” de sus representantes, así como garantizar la
exoneración de impuestos de cualquier tipo. También, como recuerdo tenemos el
innecesario artículo 50 de la constitución, que da muestra clara de una
vulneración del Estado laico.

No obstante, presumimos que la carga presupuestal para seguir manteniendo a


los representantes de la iglesia, no representa un porcentaje importante de
nuestro presupuesto público. Además, es evidente que la religión católica va
perdiendo espacio cada vez más en la sociedad, y por tanto su influencia en las
políticas públicas pronto desaparecer (aunque hasta ahora haya hecho todo lo
posible en intervenir en la cuestión pública) . Por lo tanto, la religión católica
pasará en un futuro no muy lejano a ser más bien una expresión cultural que
religiosa (lo que se ve con claridad en la procesión del señor de los milagros).

Sin embargo, si bien parece que pronto la religión católica quedará relegada al
lugar en el que siempre debió estar (el espacio privado), se puede observar como
otros grupos religiosos crecen y empiezan a demandar una participación pública
en las cuestiones públicas. Como señala el maestro Boaventura de Sousa 1 en los
últimos años se ha podido observar en Latinoamérica un nuevo brote de
fundamentalismos cristianos. Estos han sido tan determinantes en países como
Brasil, que Bolsonaro llegó a la presidencia en gran medida gracias al voto
mayoritario de grupos evangélicos.

En el Perú como en otros países de la región, estos grupos van en aumento y han
demostrado ser mucho más intolerantes que los grupos conservadores
tradicionales. Se han mostrado generalmente como opositores a políticas públicas
en educación y salud. Centrando la discusión en temas como educación sexual,
legalización del aborto o aprobación del matrimonio homosexual. Es decir, en gran
medida pretenden intervenir en políticas relacionadas a derechos humanos.

Estos grupos pueden incidir gravemente en políticas de derechos humanos a


través de la elección de representantes que compartan sus intereses o la difusión
de sus ideas en distintos medios de comunicación. A partir de su participación
indirecta a través de representantes nos encontraremos ante una aparente
paradoja de la democracia. Pues, si llegan a representar un porcentaje
considerable de la población podrán imponer sus ideas religiosas sobre las
políticas de Estado. Por lo que, nos preguntamos ¿Cómo mantener el estado laico
en una democracia? Cuando un sector considerable de la población busca
imponer ideas con contenido religioso.

Podemos concluir, remarcando que en este comentario hemos pretendido


manifestar ciertas inquietudes más que dar respuestas sobre un tema complicado.
De forma aproxima tima podemos señalar que muchos de los postulados
religiosos son incompatibles con los derechos humanos. En ese sentido, debemos
buscar mecanismos para protegerlos, aunque la mayoría de la población no crea
en ellos o incluso esté abiertamente en su contra.

1
DE SOUSA SANTOS, Boaventura. Si Dios fuese un activista de los derechos humanos. Madrid:
Trotta, 2014.

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