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Objetivo
Actividades previas
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Como hemos señalado antes, los y las adolescentes no tienen desarrolladas de manera
consistente una serie de habilidades que pensábamos que sí tenían, como resolver
problemas, planificar, evaluar y tomar decisiones (Luna, 2009). Además, el estrés hace
que su desempeño sea peor en este tipo de tareas. Sin embargo, también sabemos que
en la adolescencia surge un potencial. Los y las adolescentes son capaces de razonar
de una manera distinta en potencia y solo desplegarán su potencial con instrucción
adecuada (Kuhn, 1999; Pease e Ysla, 2015). Específicamente, los y las adolescentes
tienen un potencial para pensar abstractamente, mejorar su atención y memoria,
razonar y resolver problemas de manera distinta y ser metacognitivos (Papalia, Wendkos
y Duskin, 2011; Santrock, 2006).
Piaget (1972), el Padre del Constructivismo, y uno de los padres de la ciencia cognitiva
moderna, sostenía que las estructuras cognitivas se forman a partir de todo lo previamente
aprendido. Los seres humanos van desarrollando gradualmente estrategias y reglas para
resolver problemas, a las que este autor denomina operaciones. Para Piaget, el ciclo vital
en términos de desarrollo cognitivo sigue la siguiente secuencia: se descubren los objetos
a través de los sentidos, se opera mentalmente sobre datos y sensaciones, se actúa sobre
los objetos y finalmente se actúa y opera mentalmente sobre la representación de los
objetos. El autor denominó a esta última capacidad “operaciones formales” (Inhelder y
Piaget, 1955) y en la adolescencia, hay un potencial para lograr pensar de esta manera.
Mientras que en las etapas precedentes un niño o niña pensaba de modo concreto,
problema tras problema de acuerdo a como se lo proponía la realidad y sin relacionar
las soluciones mediante teorías generales, en la adolescencia es posible encontrar
nuevas formas de pensamiento pudiendo efectuar mentalmente posibles acciones
sobre los objetos, reflexionando sobre operaciones independientemente de los objetos
y pasar a sustituirlos por proposiciones (Piaget, 1972). Esta transición de lo concreto a
lo abstracto habilita a los adolescentes escolares a manejar mayores proporciones de
conocimiento (Ausubel,1976) puesto que las estructuras lógicas les permiten establecer
nuevos niveles de relación.
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Aunque la teoría piagetana sigue vigente, no está exenta de
críticas. La ciencia cognitiva viene acumulando evidencia de
que tendemos a pensar de manera contraria a las leyes que
gobiernan tanto el razonamiento inductivo como el deductivo.
Es decir, los seres humanos no logran pensar con operaciones
formales todo el tiempo. No obstante, en la adolescencia
aparece la posibilidad de aprender a hacerlo, lo que no existía
antes y solo se desarrollará en un ambiente rico en estímulos
(Kuhn, 2000; Pease e Ysla, 2015).
Ahora bien, en relación con los procesos cognitivos de atención, memoria y resolución
de problemas también suceden algunos cambios. La atención es un mecanismo que
permite monitorear el mundo respondiendo a varios estímulos. Implica decidir a qué
estímulos atender y cuáles ignorar y organizar los recursos en función a dicho estímulo.
La atención es uno de los procesos cognitivos básicos cuyas características van
cambiando a lo largo del ciclo vital. Durante la adolescencia los individuos se vuelven
capaces de prestar atención a más estímulos y logran dirigir mejor hacia qué prestar
atención (Shaffer y Kipp, 2007). Dicho cambio es notable respecto a la infancia. Los y las
adolescentes además logran ser más eficientes en dirigir la atención de acuerdo con
las demandas que implica la tarea siendo, además, capaces de utilizar estrategias más
sofisticadas en actividades complejas (Karatekin, 2004). Por ejemplo, un adolescente
tardío puede simultáneamente tomar nota de aquello que menciona el docente y
seguir una presentación.
Solemos asumir que la atención puede dividirse en un número de veces dado que “otras”
habilidades ya se han logrado automatizar. Es cierto que la atención es un recurso que
puede dividirse; pero, hay que tener en cuenta que también es un recurso limitado. Es
importante diferenciar entre los procesos automáticos y los controlados que se distinguen
respecto a los recursos atencionales que requieren. Los procesos automáticos, como
caminar o manejar, se encuentran relativamente libres de demandas atencionales; han
sido producto de un aprendizaje y una vez instalados son muy difíciles de modificar. Las
tareas automáticas pueden hacerse en simultáneo con otras que sí requieren recursos
atencionales; por ejemplo, manejar y seguir una conversación. Finalmente, ante
situaciones de estrés, la atención suele dejar de funcionar adecuadamente y tienden a
ocurrir una serie de fallos (Best, 2004). Ello puede llevarse incluso a los procesos que han
sido recientemente automatizados. Esto es importante si atendemos a cuánta carga
de estrés tiene el sistema educativo en general. Así, por ejemplo, las situaciones de
evaluación que suponen una enorme carga de estrés sobre los y las estudiantes pueden
llegar a inhabilitar su capacidad de atención e incluso a ver mermado su desempeño
en tareas que se encontraban automatizadas.
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La memoria es un proceso cognitivo reconstructivo. La memoria acompaña el
aprendizaje, es un mecanismo que permite almacenar una versión de aquello que
percibimos y a lo que atendimos del mundo y de nosotros mismos. La memoria a corto
plazo es aquella información que se mantiene por breves momentos en la mente
antes que decaiga o sea reemplazada por nueva información entrante (Rice, 2000).
Si bien el incremento de este sistema continúa a ritmo lento desde la infancia hacia
la adolescencia, en tareas que ponen a prueba este sistema de memoria, los y las
adolescentes suelen responder mejor que los niños y niñas, dado que estos últimos
requieren ir paso a paso para resolver problemas como, por ejemplo, las analogías
(Santrock, 2006).
Ahora, también hay que considerar las experiencias previas de los adolescentes,
cuyos esquemas pueden influir en el almacenamiento y recuerdo de la información.
Por ejemplo, si ellos tuvieran como marco la realización de una competencia
deportiva mundial, les sería más natural almacenar información relacionada a este
hecho —países o estados participantes, ubicación geográfica, colores de banderas,
idiomas, etcétera. Si tuviéramos en cuenta qué esquemas —experiencias— tienen
los adolescentes respecto a un tema de trabajo determinado, la organización y
categorización podrían tener mejores resultados en el proceso de aprendizaje. Incluso,
si la información tuviera relación consigo mismo o fuera relevante para ellos (Klein,
German, Cosmides y Gabriel, 2004).
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3. La metacognición: pensar el pensamiento
Los y las adolescentes no pensarán únicamente en el presente; sino también que serán
capaces de hacerlo acerca del futuro (posibilidades) y sobre su propio pensamiento
(Muuss, 1996). Esto les permitirá contar con una mayor capacidad de reflexión y control
sobre lo que piensan y hacen; pero solo si se vuelve una práctica constante facilitada
por su ambiente.
Síntesis:
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Para la acción
Otros recursos
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Referencias
● Inhelder, B. y Piaget, J. (1955). De la lógica del niño a la lógica del adolescente. Buenos
Aires: Paidós.
● Papalia, D., Wendkos, S. y Duskin, R. (2011). Psicología del desarrollo. México D.F.:
McGraw-Hill.
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● Rice, F. (2000). Adolescencia. Desarrollo, relaciones y cultura. 9na. Ed. Madrid:
Prentice Hall.
● Santrock, J. (2006). Psicología del Desarrollo. El Ciclo Vital. Madrid: McGraw Hill.
● Shaffer, D y Kipp, K. (2007). Psicología del desarrollo. Infancia y adolescencia. 7th. Ed.
Thomson