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Realidad Nacional de Guatemala

En Guatemala el desánimo, como un estado de depresión nacional, es una


amalgama que lo enturbia todo. La persona que lo padece no hace distinciones ni
admite los matices necesarios. Entre las varias causas de ese estado de ánimo
está el hecho que a lo largo de tres décadas, a pesar del progreso relativo, la
economía de muchos guatemaltecos se ha estancado. Existe una enorme y
evidente brecha de desigualdad entre los millonarios chapines y las mayorías,
cuya condición es tan lacerante como visible.
Una causa adicional de desencanto es la generacional. Guatemala es un país de
jóvenes. Las dos generaciones más recientes —la llamada Generación, nacida
entre 1981 y 1995—, componen un alto porcentaje de la población y, como es
natural se inclinan por poner poca atención a las tendencias económicas positivas
porque siendo adultos no experimentaron los puntos bajos de la historia reciente
de Guatemala. Hoy buscan trabajo y no lo encuentran y, sobre todo, no entienden
por qué no hay trabajo.
Salgo de Guatemala triste y preocupado pues no veo liderazgo alguno. Percibí un
sector privado paralizado entre el pánico de algunos porque las corruptelas del
pasado los alcancen y el temor a una corriente fuerte de auditoría fiscal que se
cierne sobre el territorio donde ha sido costumbre evadir impuestos. Pero si la
paralización de los empresarios es total, la descomposición y colapso de la clase
política es absoluto, y la ausencia de cuadros para el rescate institucional es
angustiante. Los pocos proyectos presidenciales que se rumoran son patéticos,
por improvisados, por su evidente ignorancia, la inexistencia de un proyecto de
nación o el populismo que en algunos emerge. Dejo en este nuevo viaje una
Guatemala sin rumbo, cuya clase media, política y empresarial viven un estado de
paranoia colectiva, acompañados en la dirección del país por un no-gobierno.
El segundo comentario indica: “Parte de la problemática es la ausencia de Estado.
En toda economía, en toda sociedad, se requiere de normas y reglas. Cuando esa
estructura sistémica institucional no funciona, sucede lo que enfrentamos: no
tenemos pasaporte, no tenemos DPI, las carreteras son prácticamente
intransitables; los proyectos de inversión paralizados por amparos frívolo; tomas
de carretera y paralizaciones costosísimas; invasiones a propiedades privadas en
forma impune. Todo esto genera una ingobernabilidad que hasta el más exitoso
empresario no puede sobrellevar para generar riqueza, inversión y empleo. Se
profundiza que los pobres son más pobres, pero también hasta los ricos son
menos ricos. Y la idea debería ser que haya más ricos y menos pobres. Estamos
como estamos porque somos como somos”.

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