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Kendra King Bandido atado

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Kendra King Bandido atado

Kendra King

Bandido atado

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Kendra King Bandido atado

Nota a los lectores


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autores, ni el de ninguna editorial. Apreciamos la creatividad y el tiempo
que les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y por eso queremos
que más personas las conozcan y disfruten de ellas.

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Kendra King Bandido atado

Sinopsis
La rutina diaria de Savannah Solitaire es la misma: ir al banco y
ayudar a nuevos clientes, volver a casa, y vuelta a empezar otra vez.
Criada como huérfana, había renunciado a encontrar algo que diera
sentido a su vida. Hasta Vincent.

Vincent Starlingveil es un ladrón. Y consigue todo lo que quiere.


Incluyendo a Savannah.

Cuando los ladrones de bancos aparecen en el banco de Savannah,


esta se sorprende al reconocer a cierto cliente esculpido… Hasta que se
dé cuenta de que no solo están ahí por el dinero. Uno de ellos en
particular quiere a Savannah.

Y Savannah no puede detenerlo.

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Capítulo Uno
Savannah Solitaire levantó su teléfono móvil con una sensación de
miedo. Tener que hacer esta llamada era algo que ella había hecho antes,
pero no parecía ser más fácil cada vez. De hecho, cada vez que tenía que
llamar o encontrarse con alguien para deshacerse de ellos, parecía
volverse cada vez más brutal.

Marcó el número de Casey (su último novio) y esperó a que


contestara. No habían salido por mucho tiempo, un poco menos de dos
semanas. Sin embargo, ya habían tenido algunas malas experiencias, y
Savannah las reconoció rápidamente como señales de alerta. A este paso,
solo estoy perdiendo mi tiempo y el suyo, pensó para sí misma. Ojalá
pudiera ser tan elocuente a la hora de tener una conversación real.

El teléfono sonó durante menos de un segundo antes de que


contestara.

—Hola nena, ¿qué pasa? —Casey respondió con confianza.

El alma de Savannah se encogió por lo que iba a pasar. Pensó en


cómo sacarlo a colación sin problemas. Cómo no herir sus sentimientos.

—No creo que esté funcionando —interrumpió Savannah. Mierda,


pensó. Eso no es lo que había planeado en absoluto. Este era su problema.

—¿Qué? —preguntó sorprendido—. ¿Qué no está funcionando?


¿Pasa algo malo? ¿Estás enfadada? ¿Qué está pasando?

Savannah puso los ojos en blanco, lo que Casey afortunadamente


no pudo ver a través del teléfono, y esperó a que dejara de enloquecer.

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—¿Hola? ¿Has colgado? ¿Estás ahí? —continuó preguntando


neuróticamente.

Una ola de calor golpeó a Savannah a través de la ventana, la luz


del sol de verano tenía un efecto aumentado y prácticamente la asó viva,
como lo hace una niña de cinco años con una hormiga en el patio de
recreo.

—¿Puedo hablar? —intervino ella, secándose un poco de sudor de


la frente.

—Sí, bueno, lo que sea —respondió él a la defensiva.

Esto ya está yendo miserablemente, así que podría ir al grano, pensó


Savannah mientras se preparaba para pronunciar la misma vieja frase
de siempre, el mismo viejo discurso.

—Escucha, eres realmente agradable, pero no creo que tú y yo


tengamos esa clase de conexión que estoy buscando. Espero que lo
entiendas.

—¿Esa clase de conexión? ¿Como cuál? —preguntó.

Savannah suspiró en voz alta.

—Esto simplemente no es para mí —dijo con impaciencia. Un


pájaro empezó a graznar fuerte a lo lejos, irritándola todavía más. Lo miró
con desprecio, pero como era un pájaro no entendía la expresión facial.

—¿Esto es por lo del fin de semana pasado? ¿Lo de las esposas? —


preguntó Carey. La ira de Savannah estalló cuando lo mencionó, lo cual
anticipó fácilmente. suspiró sonoramente.

—No, no se trata de eso —respondió ella. También estaba siendo


honesta. Aunque no ser interesante para ella en la cama iba a ser

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definitivamente un gran problema para cualquier relación, había algo


más que su voluntad de experimentar en el dormitorio. El pájaro siguió
graznando.

—Gilipolleces —respondió venenosamente—. ¡Estás enfadada


porque no quiero hacer cosas raras contigo cuando tenemos sexo!

Hubo una larga pausa. El zumbido de un ventilador oscilando al


otro lado de la habitación era más fuerte que nunca.

—Carey, ¿sabes qué? En realidad no eres muy agradable. Eres un


gilipollas. Un gilipollas estúpido que apesta en la cama. Adiós.

—Sí, bueno, al menos yo no escucho estúpida música hawaiana y


no actúo como…

Él fue capaz de sacar todo eso mientras Savannah buscaba el botón


de colgar su teléfono móvil. Terminó la llamada y luego arrojó el teléfono
a su cama, exhalando fuerte con frustración.

El pájaro volvió a graznar.

—¿Infiernos, puedes callarte la boca? —Le gritó por la ventana a la


molestia con plumas. El pájaro voló hacia el sol.

—¿Perdón? —preguntó una voz. Savannah miró a su alrededor y


vio a un niño de unos diez u once años de edad parado allí con una
mirada confundida. Iba caminando a casa desde la escuela cuando de
repente le habían gritado por unos ruidos que él no había hecho.

—Oh, Dios —Le dijo ella desde la ventana—. Lo siento, estaba


hablando con… el pájaro… —dijo ella, saboreando cada vez más la
metedura de pata con cada palabra de explicación. El niño empezó a
reírse.

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—Es solo un pájaro —dijo él burlonamente—. No entiende lo que


dices. No habla nuestro idioma, señorita.

—¡Lo sé! —respondió. Empezó a reírse de toda la situación y se


alejó de la ventana, sabiendo que estaba en una batalla perdida contra el
niño pequeño que regresaba a casa de la escuela. Ouch, pensó. Este no
es mi día.

Savannah gimió, dándose cuenta de que tenía que prepararse para


el trabajo lo antes posible. Había tomado el turno de otra persona en el
banco y el estrés de su nueva ruptura le había hecho olvidar la promesa
que había hecho. El estrés comenzó a acumularse dentro de ella e
instintivamente quería huir.

—Unas vacaciones —dijo en voz alta en su habitación, por lo demás


vacía. Lo dijo como si fuera una pregunta que le estuviera haciendo a
alguien, quizás al cosmos. Un anhelo de escapar estaba en sus venas en
este momento.

Desafortunadamente, no había más remedio que seguir


encadenada a su trabajo y al eterno tiovivo de hombres mediocres que
tendría que tamizar antes de encontrar finalmente a alguien para quien
estuviera destinada. Casi la hizo querer llorar, pero guardó esas lágrimas
para tiempos aún peores, regañándose a sí misma internamente por ser
demasiado emocional.

Mierda, no hay tiempo para ducharse, pensó. Rápidamente se puso


desodorante y perfume, luego reunió un atuendo pseudoprofesional con
gran rapidez y salió por la puerta.

Hoy se sentía como si estuviera conduciendo para cumplir una


sentencia de prisión.

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—Necesito un descanso —se dijo a sí misma mientras cerraba la


puerta y se dirigía a su coche. La cerradura parecía moverse
extrañamente; parecía suelta. Savannah no se dio cuenta y se subió.

El calor era casi insoportable y empezó a sudar más que en su casa.


Encendió el poco aire acondicionado que tenía su modesto coche, pero
no fue suficiente.

—Va a ser uno de esos días, lo sé —se dijo a sí misma de nuevo.


Hablar consigo misma no siempre estaba en su rutina, pero solía hacerlo
siempre que se sentía estresada o abrumada.

Cuando el banco en el que trabajaba entró en su línea de visión,


tuvo esa sensación de roer en la boca del estómago. Por una fracción de
segundo, no sabía lo que prefería: la sensación de temor o el exceso de
trabajo.

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Capítulo Dos
—Hola Savannah —dijo Chad con una sonrisa cuando Savannah
entró al banco en el que trabajaba.

Chad estaba a cargo de la seguridad en el banco. Parece estar de


buen humor hoy, pensó Savannah. Espero que siga así.

—Hola Chad —dijo Savannah en su mejor intento de sonar como


si no se estuviera ahogando en el estrés y la tristeza.

—No pensé que tuvieras trabajo hoy —le dijo.

—Sí, hoy estoy en lugar de Tracy. ¿Dijo que tenía meningitis o algo
así? —Savannah se dio cuenta de que estaba equivocada inmediatamente
porque si ella tenía meningitis, todos en el trabajo estarían mucho más
preocupados por su bienestar. Sin embargo, era algo como –itis lo que la
hizo incapaz de ir a trabajar.

—¿Meningitis? —Chad respondió con una mirada de sorpresa.

—No, no meningitis, lo siento —respondió riéndose de su propio


error—. Era algo que no recuerdo. No se está muriendo.

Chad no parecía entender o apreciar la broma.

—Sí, está bien. De todos modos, no entres en el baño pequeño hoy.


Hay unos tipos trabajando en la ventilación y otros en la fontanería.
Todos pasaron por seguridad y tienen el lugar para ellos solos por la
tarde, y no puedo permitir que nadie entre allí porque pondrá en peligro
toda la mierda, ¿sabes? —dijo Chad en un tono de conferencia.

Ugh, odio la forma en que habla, pensó Savannah.

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—Claro —dijo ella lánguidamente.

—Sí, está bien, genial, de acuerdo —dijo Chad lentamente,


adentrándose en sus propios pensamientos.

Savannah resistió el impulso de suspirar o encogerse de hombros


y simplemente pasó junto a él para entrar en su oficina.

Una brisa fría pasó por el edificio, haciendo cosquillas en la piel de


Savannah con un mordisco amargo. Una vez más el aire acondicionado
estaba demasiado frío, y una vez más, Savannah se había olvidado
vestirse lo suficientemente abrigada para el edificio.

¿Por qué siempre hace tanto frío aquí? Lamentó internamente.

El aire era algo espeso y la más mínima sensación de asfixia estaba


en los pulmones de Savannah. Debe ser el trabajo de ventilación, pensó.
Se sentó en la cómoda silla de cuero y examinó la habitación. Las paredes
eran de color beige y estaban forradas con pinturas poco impresionantes
con marcos de plástico que probablemente compraron en grandes
almacenes.

Dejó escapar un suspiro y se pasó las manos por los muslos


esperando el primer cliente del día. Su trabajo consistía en establecer
nuevas cuentas bancarias, de cheques y de crédito con nuevos clientes.
La mayor parte se gastaba en tratar de vender las cuentas más lujosas,
una orden de los grandes jefes para maximizar las ganancias. Hizo una
mueca de dolor al día que se avecinaba, lo cual fue una nueva experiencia
para ella; normalmente no le importaba mucho su trabajo.

Pasaron dos nuevos clientes, una mujer mayor que quería


depositar sus ahorros en efectivo en una nueva cuenta, lo cual era
bastante fácil. Otro era un joven escéptico que parecía no confiar mucho
en los bancos, cuestionando su seguridad. No terminó consiguiendo una

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cuenta, pero dijo que lo pensaría para el futuro. Savannah estaba a la


deriva en un sueño de vacaciones en una isla tropical cuando una voz
fuerte resonó en la distancia.

—¡Idiota! —gritó en un tono furioso.

Savannah se puso de pie rápidamente y salió de la pequeña


pseudo-oficina (que era más bien un elaborado cubículo más que
cualquier otra cosa) hacia el vestíbulo principal.

Vio a Chad, con la cara roja, de pie cerca de Stan el conserje (o


“Stan, el hombre” como muchos de los empleados se referían
cariñosamente al anciano).

—¿Eres tan estúpido que no puedes seguir una sola instrucción?


—preguntó en voz alta ante una multitud de clientes sorprendidos.

—Chad —le siseó Savannah por detrás. ¿Qué demonios cree que
está haciendo? Pensó ella.

—¡Puedes apostar tu maldito culo a que te voy a denunciar al


supervisor, viejo idiota incompetente! —añadió. Chad pareció recuperar
algo de sentido común y miró a su alrededor y vio todo los rostros
conmocionados y asustados. Su cara roja pasó de la rabia a la vergüenza
y pronto se vio a sí mismo fuera de la puerta principal.

—Lo siento mucho a todos —dijo Savannah, con la esperanza de


que le llegara algún tipo de explicación al pedir disculpas. No llegó
ninguna—. Yo, um, uh, Stan, ¿puedes venir a verme a mi oficina, por
favor?

Stan, que parecía frustrado, herido y avergonzado, asintió con la


cabeza.

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—Claro —dijo mansamente mientras se dirigía a la oficina de


Savannah. El aire frío y polvoriento se sentía más sofocante que nunca.

¿Este es el lugar donde voy a pasar el resto de mi vida?, pensó. La


idea le dio un escalofrío en su espalda y un brote de rebelión comenzó a
florecer en su corazón. Se dio la vuelta, viendo que Stan la seguía, y se
sentó en su silla de cuero que, a pesar de su comodidad, parecía una silla
eléctrica.

Stan entró en la oficina y miró hacia atrás. La mayoría de la gente


parecía haber seguido con sus asuntos. Algunos clientes simplemente
habían dejado sus colas y completamente el edificio. Algunos todavía
miraban a hurtadillas hacia la oficina de Savannah cada pocos segundos,
fingiendo no estar interesados en ello entre miradas.

Savannah consideró el pedirle a Stan que cerrara la puerta antes


de darse cuenta de que no había puerta que cerrar. Se preparó para una
charla en voz baja para que ninguno de los clientes pudieran escuchar.

—Stan, ¿qué fue todo eso? —preguntó con genuina preocupación.

—Bueno, estaba fregando el baño, charlando con los fontaneros, y


Chad se puso todo rojo en la cara chillando y gritando sobre la seguridad
de esto y aquello —dijo un poco demasiado alto.

—¿Eso es todo? —interrumpió antes de que él pudiera continuar—


. ¿Estaba enfadado contigo porque tú, el conserje, estabas en el baño? —
Savannah se sorprendió con sus propias palabras.

—Así es —dijo Stan con orgullo, viendo claramente que Savannah


estaba de su lado en la situación.

—¿Te dijo que no entraras ahí? —preguntó ella.

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—Para nada, señorita —contestó—. Si lo hubiera hecho, bueno, ¡yo


no habría estado ahí en primer lugar! —exclamó.

—¿Estás seguro de que no te dijo nada? —preguntó de nuevo un


poco escéptica.

—Uh, huh —Respondió Stan, seguro de sí mismo.

—Porque él me dijo que no entrara ahí —dijo Savannah.

—Bueno, él nunca me dice nada de todos modos, y luego se enoja


cuando hago algo mal. Sin ofender, pero el tipo es un poco gilipollas, ¿no?

Los ojos de Savannah se abrieron de par en par ante la declaración


demasiado ruidosa de un compañero de trabajo como gilipollas. Hizo un
gesto de silencio con el dedo en los labios hacia Stan.

—Lo siento —dijo él en voz baja.

—Está bien, simplemente no quiero que los clientes escuchen —


respondió con la máxima empatía—. Y sí, es un gilipollas —añadió n un
susurro muy silencioso.

Stan dejó salir una pequeña risita.

—Así que no estoy en problemas, ¿verdad? —preguntó Stan. El


corazón de Savannah se hundió.

—No lo creo —respondió. Sin embargo, no estaba segura de esa


respuesta. La hermana de Chad era la gerente general de la sucursal del
banco. De hecho, así fue como Chad consiguió un trabajo. Era mucho
más probable que Stan estuviera en el extremo corto del palo después de
este altercado que Chad—. Sin embargo, si algo pasa, estoy de tu lado y
te defenderé, ¿de acuerdo? —agregó.

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—Muchas gracias —dijo con una gran sonrisa. Su dentadura


postiza se salió ligeramente y sus encías se movieron por el esfuerzo de
tal sonrisa.

El corazón de Savannah se calentó y se rompió al mismo tiempo.

—No hay problema. ¡Ahora vuelve al trabajo, Stan, el Hombre! —


Aplaudió.

Stan continuó manteniendo su enorme sonrisa, se dio la vuelta y


se fue. Justo cuando salía por la puerta, se dio la vuelta y dijo:

—Gracias de nuevo. —Savannah sonrió en respuesta y Stan se fue.

Cuando la silueta de Stan se desvió hacia la izquierda, descubrió


que otra persona había estado parada justo detrás de él todo el tiempo.

Santo Infierno, pensó Savannah. El edificio seco y helado de repente


se volvió cálido y húmedo.

De pie medía aproximadamente metro ochenta y ocho, tal vez sólo


un centímetro y medio más bajo que Stan, quien se las arregló para
cubrirlo perfectamente con su ropa holgada y su pelo de longitud media.
Estaba bien vestido; zapatos de cuero recién pulidos bien plantados en el
suelo y un traje hecho a medida que abrazaba perfectamente un cuerpo
bien construido, no apilado. Su pelo era negro y puntiagudo. Un par de
gafas de sol Ray-Ban colgaban junto a su corbata negra. Llevaba un
maletín de cuero marrón a su lado izquierdo.

Miró intensamente a los ojos de Savannah como un león rastreando


a su presa. Sus brillantes ojos azules parecían inmovilizarla en su silla
simplemente con su mirada. Savannah se sentó erguida en su silla
mirándole fijamente, con la boca ligeramente abierta mientras su apetito
se abría. Instintivamente se mojó los labios mientras miraba libremente
al espécimen perfecto que tenía ante ella.

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—¿Hola? ¿Eres Savannah? —preguntó. Savannah no respondió,


pero continuó mirando libremente, como si estuviera en un museo
mirando una escultura hecha por los antiguos maestros—. ¿Terminaste
de mirar? —preguntó con una mezcla de crueldad y humor.

—Lo siento mucho —dijo Savannah mientras salía de su hipnosis—


. Hace tanto calor aquí —agregó.

—Hace como unos cinco grados —dijo con escepticismo—. ¿Estás


bien? —preguntó después de no recibir respuesta. Pasaron unos
segundos.

—¿Oh? —Fue todo con lo que ella respondió.

—¿Oh? Tal vez debería volver en otro momento —dijo el hombre.


Mirándola con compasión.

—No, no, no, no, no —respondió Savannah con pánico en su voz—


. Lo siento, estoy teniendo un día muy agitado, entra, entra, por favor. —
Continuó apresuradamente. El hombre levantó una ceja, vaciló y
comenzó a caminar hacia el cubículo de la oficina.

—¿Estás sustituyendo a alguien o algo así? —Le preguntó. Qué


pregunta tan idiota para hacer, pensó Savannah. Pero mierda, él tiene
razón, más o menos.

—Más o menos —contestó, sin querer ofenderlo más.

—¿Más o menos? —preguntó como un oficial de policía en un


interrogatorio.

—Sí, más o menos —dijo Savannah, sobre todo ignorando lo que


decía y mirándolo fijamente a sus hermosos ojos.

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—Sabes, es una lástima que las chicas bonitas se salgan con la


suya sin usar mucho la cabeza —respondió el hombre con un tono
mortalmente serio.

—¿Disculpa? —preguntó Savannah, sorprendida por el insulto.


Bueno, él me llamó bonita, pensó excitada. Pero aún así, eso fue muy
grosero.

—¿Ves a lo que me refiero? —respondió, esta vez sonriendo y


sacudiendo la cabeza.

—Eso es bastante insultante —contestó mientras finalmente


comprendía sus propios pensamientos.

—Es sólo una broma —dijo y le sonrió a Savannah con una sonrisa
para desarmar. Funcionó, pero sólo parcialmente.

Soy demasiado orgullosa para dejar que este imbécil me derribe,


aunque sea la cosa más caliente que he visto en mi vida, pensó Savannah.

—Muy gracioso. Me estoy riendo por dentro —respondió ella. El


hombre frunció el ceño brevemente y abrió la boca para hablar, pero
Savannah lo interrumpió—. Entonces, ¿cómo puedo ayudarte hoy?

—Bueno… —comenzó.

—Lo siento, ¿cómo te llamas? —Savannah interrumpió, dando un


cierto tono a la pregunta para que pareciera que no era importante o
significativo.

—Vincent —dijo con una mirada ardiente y eléctrica en sus ojos


azules que atravesó a Savannah con una naturaleza salvaje que nunca
antes había visto. Se detuvo por un momento sólo por esa mirada, y volvió
a ponerse a la defensiva.

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—Es un placer conocerte, Vincent. Soy Savannah y voy a ayudarte


en lo que quieras hoy. —Fue su intento de sonar profesional y
complaciente, pero no pudo evitar notar la connotación sexual implícita
en su frase. Vincent también se dio cuenta, dando la más pequeña
sonrisa irónica en respuesta.

—Qué servicio —contestó con calma. Es como si el sexo crudo


irradiara de cada uno de sus poros, pensó Savannah para sí misma
mientras su cuerpo se tensaba de excitación junto a él una vez más.

—De todos modos —dijo Savannah, tratando de cambiar la


conversación del claro trasfondo sexual que lo había dominado desde el
principio—. ¿Hay alguna cuenta que quieras abrir con nosotros hoy?

Hubo una larga pausa cuando los dos se miraron el uno al otro. A
pesar de no decirse una palabra, sus ojos bailaron en una especie de
duelo. Pequeñas miradas de un lado a otro revelaron los pensamientos
del otro, pero no se dijo nada al respecto.

—Definitivamente me gustaría abrir una —respondió Vincent con


una especie de sensualidad bajo el tono.

Savannah ocultó su rubor bajando los ojos e inclinando la cabeza


hacia abajo, mirando sus pies que se retorcían en sus zapatos bajos
informales de negocios. ¿Qué me está haciendo? Pensó.

—¿Perdón? —respondió tontamente.

—Me. Gustaría. Abrir. Una. Cuenta —repitió Vincent en el tono


más condescendiente posible. Savannah le hizo una mueca de sorpresa
por su petulante grosería.

—Entiendo, no hay necesidad de hablarme así —respondió


rápidamente con una voz ofendida.

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—Bueno, tú preguntaste —respondió Vincent con suficiencia. La


miró de arriba abajo como si estuviera inspeccionando a alguien que
busca de evidencias de algo.

—De todos modos —dijo Savannah una vez más, nuevamente


tratando de cambiar la conversación a una más orientada a los
negocios—. Hay una tarifa mínima que cobramos por abrir una cuenta
aquí —Lo dijo en un intento de minimizarlo o hacerlo sentir como si él
estuviera fuera de su alcance. Sin embargo, ella sabía en el fondo que él
estaba fuera de su alcance; su ropa perfectamente hecha a medida y
diseñada personalmente mostraba que tenía riquezas no sólo más allá de
las suyas, sino más allá de prácticamente todas las personas que
trabajaban en el banco.

—Sí, Savannah, soy muy consciente —respondió Vincent.

Savannah se sorprendió al principio de que supiera su nombre.


Estaba a punto de preguntarle cómo sabía su nombre antes de que se
diera cuenta de que ella se lo acababa de decir. La sangre corrió a sus
mejillas avergonzada mientras tropezaba con sus palabras frente al
encantador hombre hermoso.

—Ah, eso es bueno —dijo ella, tropezando con sus palabras.

Vincent se inclinó sobre la mesa y su ritmo cardíaco comenzó a


dispararse. La tocó ligeramente en la parte superior de su muñeca con
una mano fuerte que era callosa, sugiriendo una vida de trabajo duro que
traicionó la imagen que él presentó.

—De todos modos —dijo Vincent con un veneno amistoso si alguna


vez existía un veneno amistoso—. Me gustaría saber acerca de vuestras
opciones en cuentas de ahorro de alto interés —continuó con una
confianza que traicionó su aparente ignorancia sobre el tema. En

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realidad, no parecía saber mucho de banca, pero habló con un orgullo en


particular que le hacía parecer que sabía todo lo que había que saber.

Savannah bajó la vista por unos momentos, admirando su cuerpo


cincelado a través de su ropa bien ajustada. Vincent se agitó en su
asiento por un momento y se tiró ligeramente del cuello, pero en ese
momento, Savannah notó la silueta de un tatuaje que cabalgaba justo
alrededor de su hombro.

¿Qué hace aquí un tipo así? Pensó ella.

—Por supuesto —respondió con una nueva confianza. Ver el


contorno de su tatuaje la hacía sentir un poco superior a él, aunque era
algo extremadamente superficial, sentirse superior a alguien. Necesitaba
todo lo que pudiera conseguir.

Savannah explicó brevemente todas las cuentas de ahorros de


gama más altas que requerían los pagos iniciales más altos. Habló de
ellas con confianza, de alguna manera segura de que este hombre guapo
y arrogante no podría permitirse ninguna de ellas.

Para su sorpresa, él seleccionó la cuenta con el pago inicial más


alto que ella describió (casi se la había explicado como una broma).

—¿Disculpe? —preguntó Savannah con asombro.

—Sí, me gustaría depositar cien mil dólares inmediatamente —dijo


Vincent en tono estoico. Savannah lo miró como si estuviera loco.

—¿Quieres abrir la cuenta con un depósito inicial de cien mil


dólares? —preguntó con escepticismo.

—Así es —respondió. Savannah se dio cuenta de que situaciones


como esta requerían que llamara a los superiores para asegurarse que

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todo estaba bien. Ciertos casos de blanqueo de dinero y otras actividades


delictivas estaban relacionados con este tipo de depósitos iniciales.

—De acuerdo, sólo tengo que llamar a mi supervisor —respondió


con una visible gota de sudor goteando de su cabeza.

—Oh, no hay necesidad de eso —contestó Vincent mientras tocaba


la mano de Savannah con la suya. Una chispa eléctrica estalló entre los
dos y Savannah se sintió como si estuviera bajo alguna forma de
hipnosis.

—¿Es eso cierto? —preguntó ella con un temblor en su voz.

—Sí, es para una organización sin fines de lucro —respondió.


Mirándola intensamente a los ojos. El azul eléctrico en ellos pareció
entrar en Savannah. Hubo una larga pausa; la mano de Vincent todavía
estaba en la de Savannah. Ni siquiera pensó en quitársela.

—¿Qué organización benéfica es esa? —preguntó buscando las


palabras.

—Salvar a los Huérfanos —respondió.

El corazón de Savannah se detuvo y los recuerdos dolorosos de su


infancia salieron a la superficie. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Pasa algo malo? —preguntó él, su humor arrogante cambiando


rápidamente a uno de preocupación.

—No, nada —contestó ella.

Nunca le dijo a nadie en su nueva vida que fue una huérfana que
creció pasando de casa en casa. Ciertamente no se lo iba a contar a este
guapo desconocido, aunque sintiera algún tipo de conexión con él.

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Tengo que llamar al gerente para los depósitos iniciales de este


tamaño, pero no quiero arriesgarme a poner en peligro una contribución tan
grande a algo que es tan importante para mí, pensó Savannah. Ya
decidida.

—Bueno, generalmente tengo que llamar a mi jefe cuando se trata


de depósitos tan grandes, pero como es por una gran causa, hoy haré
una excepción para usted —dijo Savannah, sabiendo que ella había
descubierto en secreto el acceso al software que anularía problemas como
este.

—¡Eso sería genial! —dijo Vincent con una gran sonrisa. Sus
dientes eran de color blanco nacarado y perfectamente arreglados. Fue
ahora cuando finalmente le quitó la mano de encima y se la devolvió.
Savannah luchó contra el impulso de extender su mano para perseguir
la de él, como si dijera: “espera, no dejes de hacer eso”.

Savannah comenzó a escribir información en un formulario de su


ordenador cuando algo la golpeó y el cascabeleo de los dedos en el teclado
se detuvo.

—Espera —dijo ella.

—¿Sí? —Vincent respondió.

—¿Por qué estás poniendo todo ese dinero en una cuenta en vez de
donarlo directamente a la organización benéfica? —Savannah estaba
nerviosa porque se dio cuenta de que algo extraño estaba pasando. Tal
vez debería llamar a mi gerente, pensó.

—No aceptaron el efectivo —dijo con una sonrisa de complicidad.

—¿Perdón? —preguntó ella.

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—Estoy haciendo el depósito en efectivo, Savannah —dijo con un


tono gravemente mortal. Savannah miró el maletín que yacía junto a
Vincent con los ojos muy abiertos.

—El maletín —preguntó nerviosamente. Vincent asintió con la


cabeza—. ¡¿Esa cosa tiene cien mil dólares en efectivo?!

—No tan fuerte —dijo Vincent con severidad y su sonrisa se


convirtió en un ceño fruncido. Savannah bajó la vista ante su
amonestación, avergonzada; se sintió como si fuera regañada por uno de
sus padres. Le provocó un escalofrío de excitación en su cuerpo y se
retorció un poco en la silla.

—Lo siento —susurró ella.

—No tienes que susurrar —añadió Vincent, seguido de un suspiro


divertido.

—Lo siento de nuevo —dijo, con toda su voz—. Escucha, Vincent


—dijo. Extendió su mano para ponerla sobre la de él como lo había hecho
con ella, él la retiró y se la colocó sobre el regazo. Ouch, pensó Savannah
para sí misma. Supongo que no soy su tipo después de todo—. Iba a hacer
una excepción por la organización a la que vas a donarlo, pero no puedo
procesar cien mil dólares en efectivo. De hecho, se me exige que me ponga
en contacto con la policía por ello —dijo. Al mencionar la palabra
“policía”, la sangre se retiró de la cara de Vincent, y una mirada extraseria
lo superó.

—Qué decepcionante —dijo mientras la miraba directamente, como


si dijera que estaba decepcionado con ella más que con el proceso.
Funcionó, Savannah frunció el ceño y se sintió decepcionada—. Supongo
que debería llevar mis asuntos a otra parte —concluyó.

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—Bueno, en realidad no, um... —dijo Savannah, aterrorizada ante


la idea de que se fuera sin obtener su número de teléfono ni darle el de
ella. ¿Qué estoy haciendo? Pensó.

—Eso es lo que digo de las guapas, desafortunadamente no son


muy buenas para conversar —dijo con una sonrisa engreída mientras se
levantaba para irse.

—Eso no es cierto, y no está bien decirlo —contestó Savannah con


firmeza, provocando una sonrisa todavía mayor en la cara de Vincent—.
Soy muy capaz de manejar una conversación, estoy realmente estresada
hoy y tú eres el que está trayendo una maleta llena de dinero tratando de
depositarlo como si no fuera gran cosa, así que yo tendría cuidado con a
quién estuviera llamando estúpido. —Su corazón se hundió después de
terminar de despotricar. Nunca había sido tan grosera con un cliente,
pensó.

Vincent la miró penetrantemente.

—¿Problemas de chicos? —preguntó burlonamente. Savannah se


tragó su ira.

—Lo siento, eso fue innecesario y poco profesional, pero voy a tener
que pedirle que abandone el edificio ahora —dijo Savannah entrando en
el modo de control de daños.

—Bueno, ya me iba de todos modos —dijo con orgullo—. Sólo una


cosa más.

—¿Sí? —preguntó Savannah. Vincent metió la mano en el bolsillo


de su chaqueta y sacó una tarjeta de visita.

—Toma esto y dáselo a tu gerente —dijo fríamente. Savannah le


quitó la tarjeta con indecisión.

24
Kendra King Bandido atado

—De acuerdo —dijo ella, sin confianza. Se le ocurrió una idea—.


Oye, espera un minuto, aquí está mi tarjeta —dijo demasiado excitada
mientras revolcaba en su escritorio para alcanzarla.

—Está bien, Savannah, que tengas un buen día —dijo con una
intencional falsa simpatía para ofenderla. Se dio la vuelta y salió del
edificio.

—¿Qué demonios fue eso? —Se dijo en voz alta a sí misma mientras
se recostaba en su silla. Toda la experiencia se sintió como una vivencia
de sueño surrealista. El momento en que Vincent desapareció de su vista
fue como despertar.

Justo cuando se iba, Chad entró en su oficina. Desprendía olor


corporal y su presencia era lo más desagradable que podía ser en este
momento. Miró a Vincent mientras salía del banco con su maletín de cien
mil dólares.

—¿Era ese el tipo que hacía las cosas con las cajas fuertes? —
preguntó.

—¿Qué? —dijo Savannah, resistiendo el impulso de taparse la nariz


frente a él para escapar de su mal olor.

—Como uhh, um, dos semanas, o tres, uh, ¿hace dos semanas? —
dijo con una incertidumbre poco impresionante. Savannah se encogió de
hombros—. ¡No, no! ¡Sí lo era! ¡Ese era el tipo que instaló las nuevas cajas
fuertes hace dos semanas! ¿No te acuerdas? —preguntó directamente.
Parecía ofendido porque Savannah no era capaz de responder.

—Es la primera vez que lo veo —dijo pasivamente. ¿Puede esta


conversación terminar ahora, por favor? Pensó.

—Tienes que prestar más atención, cariño —dijo. El estómago de


Savannah se revolvió cuando él la llamó “cariño”.

25
Kendra King Bandido atado

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —preguntó ella, ahora


completamente molesta por su presencia e incapaz de ocultarlo.

—Vaya, el gatito ha sacado sus garras hoy —dijo Chad, seguido de


una risa odiosa a su propio chiste—. De todos modos, no quise
entrometerme en tu precioso tiempo, pero sólo quiero que sepas que Stan
ya no estará con nosotros —Finalizó.

La mandíbula de Savannah cayó.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó ella.

—Puso en peligro la seguridad del banco después de que se le


ordenara explícitamente no hacerlo. Cuando hace maniobras como esa,
está poniendo en juego el dinero del banco. Está poniendo nuestras vidas
en juego. No puedo consentir eso, necesitamos a alguien que realmente
escuche —dijo con orgullo.

¿Estás hablando jodidamente en serio? Pensó. ¡Ni siquiera se lo


dijiste! Nada estaba en juego, excepto tu orgullo, miserable gilipollas.

—Oh —dijo, asegurándose de no revelar sus verdaderos


pensamientos.

—Sí, de todos modos, sólo pensé en hacértelo saber. Paz —dijo en


un intento doloroso de sonar moderno.

—Gracias, supongo —dijo Savannah conteniendo la furia.

El resto del día pasó sin mucha acción. La charla de clientes


satisfechos se mezcló con la de clientes enojados, teléfonos sonando y
pies moviéndose, todo se difuminó en una larga imagen borrosa de cinco
horas, y al final de todo, Savannah se encontró fuera de la puerta
principal con su bolso a cuestas.

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Kendra King Bandido atado

—Qué día. —Se dijo a sí misma mientras volvía a casa.

27
Kendra King Bandido atado

Capítulo Tres
—Sí, y luego hizo que lo despidieran en el acto —dijo Savannah al
teléfono, que estaba encajado entre su hombro y oreja mientras escribía
un pedido en línea de comida rápida.

—¿Por ir al baño? —respondió Lily.

—Sí, porque fue al baño cuando unos tipos estaban trabajando con
algunos conductos de ventilación, o algo así —dijo Savannah.

—Sin embargo, es conserje, limpiar baños es lo que hace


habitualmente, ¿no? —preguntó Lily, pasmada ante la historia.

—Sí, entra a la misma hora todos los días, y Chad ni siquiera le


advirtió de que no lo hiciera —dijo Savannah. Volver a contar la historia
la hizo enojar de nuevo y Lily pudo oírlo en su voz.

—Eso es tan estúpido, y él también es tan asqueroso —dijo Lily,


seguido de un ruido de arcada audible.

—En serio —dijo Savannah. Presionó la tecla de Enter para su


pedido y se recostó en su cama, levantando el teléfono y presionándolo
contra su cabeza con su mano. Se empapó en la comodidad que la
rodeaba; su ventilador oscilante soplaba aire fresco y refrescante sobre
su cuerpo caliente. Llevaba una camiseta de gran tamaño suelta sobre
su cuerpo y unos pantalones de pijama.

—Entonces, ¿cómo te va con Casey? Ha estado publicando


actualizaciones de estado tristes todo el día, ¿estáis bien? —preguntó Lily
con preocupación.

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Kendra King Bandido atado

—Oh, hombre, realmente lo olvidé —dijo Savannah. Eso le dio una


larga pausa. ¿En serio acabo de olvidad que Casey existió? ¿Cómo es
posible eso? Pensó. La ruptura había ocurrido esa misma mañana, pero
su amiga tuvo que recordarle que él incluso estaba vivo. Debe haber sido
este día estresante, pensó. O ese tipo, Vincent. Espero que no lo sea.

—¿Olvidaste qué? —preguntó Lily con una risa confusa.

—Sí, rompimos y todo eso, no podía soportarlo más —dijo


Savannah. Es como si describiera que estoy tirando ropa vieja o algo así,
pensó. Lily soltó una carcajada a través de la línea telefónica.

—¡Parece que estés describiendo tirar ropa vieja! —dijo ella.


Savannah también se rió a carcajadas; Lily la conocía bastante bien, y
ocasionalmente simplemente leía sus pensamientos por completo. Eso es
lo que sucede cuando eres amigo de alguien durante más de diez años,
supongo, pensó.

—Sí, no sé, él simplemente no estaba muy emocionado. De lo único


de lo que hablaba era de su clase de química y de qué tipo de trabajo iba
a conseguir con su título. Quiero decir, eso es bueno y todo eso, ¡pero me
aburre hasta las malditas lágrimas! —Savannah despotricó. Se recostó
en su cama y estiró las piernas, contrarrestando parte de su ira.

—Oh, Dios mío, no quería decirlo, pero él nunca jamás se callaba


sobre la plaza quimio-tecno-lo-que-sea a la que estuviera pensando
presentarse —dijo Lily, abriendo alegremente las compuertas de sus
propias quejas con él.

—Sí, y en el dormitorio, ugh, no es muy divertido —dijo Savannah.

—Aún así, ¿olvidaste en serio que rompiste con él esta mañana o


solo estás tratando de actuar con calma? —preguntó Lily, rompiendo un

29
Kendra King Bandido atado

poco el estado de ánimo ligero. Savannah pensó profundamente en la


pregunta.

—Sí, no, en serio, sólo lo olvidé —admitió—. Eso es un poco


vergonzoso ya que perdí todo este tiempo con él, pero al menos ya se
acabó.

Lily se rió de nuevo.

—¿Cómo puedes simplemente olvidarlo? Quiero decir, parece que


el trabajo fue agitado, pero eso no es suficiente para hacerme olvidar que
rompí con alguien, incluso si fuera un perdedor, sin ofender —dijo.

—Me refiero, había un tipo que entró, y era tan raro y tan sexy —
dijo, su atracción por él mostrándose a través de su voz sin
ambigüedades.

—Acabas de decir eso como una niña a la que una estrella de cine
le firmó su foto —dijo Lily sorprendida.

—¿Qué? No, no lo hice —contestó Savannah a la defensiva. El


ruidoso motor de una motocicleta pasó por la casa de Savannah mientras
hablaba, haciendo que repitiera—. ¡No, no lo hice!

—Así fue —bromeó Lily—. Así que ese tipo estaba tan bueno que te
hizo olvidar, ¿eh? —Se mofó.

Savannah casi quería decir que sí, pero pensó que eso la hacía
parecer demasiado patética, incluso para su mejor amiga.

—No es así, él también era raro porque tenía un maldito maletín


con cien mil dólares y quería donarlos a una organización benéfica —dijo
Savannah, irritada de que su amiga sugiriera que ella era una loca tonta
que se olvidó de su vida cuando un hombre sexy apareció.

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Kendra King Bandido atado

—¿Qué? —preguntó Lily.

—Sí, tenía un maletín y pensé que sólo tenía las cosas normales
allí, ya sabes, papeles, negocios, lo que sea, pero resulta que él tenía cien
mil dólares allí y quería abrir una cuenta y ponerlo todo allí —explicó
Savannah.

—¿Eso no genera alarmas y esas cosas? —preguntó Lily.


Prácticamente se la oía acercarse al borde de su asiento para escuchar la
historia.

—Sí, tengo que pasarlo por mi gerente y en realidad es un gran


problema y se marca y un montón de autoridades tienen que saberlo.
Sabes, podría ser de un robo, lavado de dinero u otro tipo de negocio
ilegal. Quiero decir, demonios, era en efectivo después de todo —dijo
Savannah.

—¿Qué dijo tu gerente? —preguntó Lily.

Savannah se encogió de hombros, dándose cuenta de que estuvo a


punto de dejar que él abriera la cuenta sin notificárselo a su gerente. No
estaba segura si era porque él estaba donando a una organización
benéfica que era cercana para ella de muchas maneras, o si estaba tan
instantáneamente enamorada de él que hubiera hecho cualquier cosa
que él le dijera.

—Bueno, nada —respondió.

—¿Qué quieres decir con nada? —preguntó Lily.

—Bueno, quiero decir, iba a dejar que la abriera pero…

—¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Te volviste loca por él! ¡Savannah enloqueciendo
por el Señor Buenorro! —Se burló Lily.

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Kendra King Bandido atado

—¡Cállate! —dijo Savannah, riéndose de lo ridícula que era la


conversación—. No, iba a dejarlo porque dijo que iba a una organización
benéfica, que era una realmente importante para mí, y no quería
arriesgarme —explicó. No estaba segura de si estaba tratando de
convencer a Lily o a sí misma.

—Entonces, ¿consiguió la cuenta? —preguntó Lily con sorpresa en


su voz.

—No, no lo hizo —dijo Savannah con tristeza.

—¿Por qué no?

—No sabía que era con dinero en efectivo en ese momento, no


puedo dejar que traiga una maleta llena de dinero al banco y que la
deposite en la cuenta, en realidad hay que alertar a la policía de eso
porque es, algo así como, oficialmente sospechoso —dijo Savannah.

—Suenas como si estuvieras molesta con la policía por no dejar que


el Señor Buenorro te entregara su gran pila de dinero en efectivo —
bromeó Lily.

—No es gracioso. Era una muy buena caridad, yo sólo, no sé, lo


que sea, he terminado de hablar de ello —dijo Savannah. suspiró en voz
alta, enfadada.

—Lo siento, desearía que más gente donara a la caridad, Savvy.


Sólo me estaba burlando —dijo Lily en voz baja.

—Está bien, sé que solo estás bromeando, pero… —dijo Savannah.

—¿Qué organización era, de todos modos?

—Era Salvar a los Huérfanos —respondió Savannah.

—Como, ¿Salvar a las Ballenas?

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Kendra King Bandido atado

—¿Qué? —preguntó Savannah. Puso los ojos en blanco ante el


comentario, que Lily afortunadamente no pudo ver por teléfono.

—¿Huérfanos? ¿Por qué los huérfanos son tan importantes para ti?
—preguntó Lily. Savannah nunca le contó sobre su pasado antes de
conocerla. Sin embargo, había un aire de cambio en su alma, y decidió
que ahora era el momento de contarle a su mejor amiga su secreto más
profundo.

—Yo soy huérfana —dijo. Cuando dijo las palabras, sintió como si
le quitaran un gran peso de los hombros. Una sensación de aire fresco
fluyó a través de ella. El ventilador oscilante se sintió más estimulante y
fresco que nunca.

—Guau, ¿qué? —preguntó Lily. Savannah no respondió—. Lo


siento, eso fue grosero, quiero decir, ¿cómo yo no sabía esto antes? —
agregó.

—Nunca quise decírtelo, no lo sé —dijo Savannah.

—Eso es una locura, Sav. Sin embargo, siempre has tenido los
mismos padres, desde que nos conocimos —dijo Lily, con los engranajes
girando en su cabeza tratando de armar la historia.

—Sí, ellos fueron mis últimos padres adoptivos, pero nací sin
padres y me pasaron de familia en familia hasta que nos conocimos,
básicamente.

—¿Por qué nunca dijiste nada antes? —preguntó Lily.

—Finalmente había conseguido un par decentes de padres


adoptivos y trabajaba a tiempo parcial en el restaurante local. No quería
revelar nada sobre mi pasado porque quería dejarlo todo atrás, y lo hice
—explicó. Hubo una larga pausa mientras Lily procesaba todo lo que
acababa de escuchar.

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Kendra King Bandido atado

—Eso tiene sentido —concluyó—. Tanta mierda tiene sentido ahora


—añadió sin aliento.

—Sí —dijo Savannah. Se sentía particularmente cohibida.

—Como, Peter y Anne tienen el pelo rubio y tú eres morena, y


siempre pensé que era raro, pero no dije nada porque eso sería grosero,
y ahora tiene sentido, y oh, Dios mío —dijo Lily por teléfono.

—Sí —contestó. Estoy empezando a arrepentirme de haber dicho


esto, pensó.

—Y eso sigue siendo grosero, lo siento —dijo Lily y luego se rió a


carcajadas por teléfono. Savannah también se rió, contagiada por el
humor ligero de Lily ante su seria revelación.

—Desearía haberle arrebatado esos cien mil —dijo Savannah,


cambiando el tono de la conversación.

—Sí, chica y compartirlo conmigo —dijo Lily divertida.

—En serio. Podría irme a explorar el mundo —dijo, comenzando las


fantasías lejanas en su cabeza.

—Te lo mereces —afirmó Lily.

—Sólo quiero ir a un lugar nuevo. Hacer algo nuevo. —Se lamentó


Savannah—. Estoy tan aburrida aquí, que no sé cuánto tiempo más
podré soportarlo.

—Bueno, espero que si logras cometer un robo de esa magnitud, te


lleves a tu vieja amiga —bromeó Lily.

—Por supuesto —dijo Savannah—. Escucha, Lily, muchas gracias


por escucharme quejarme todo el día, y lamento no haberte preguntado
nada sobre ti —agregó.

34
Kendra King Bandido atado

—No hay problema, probablemente haré lo mismo en unos días de


todos modos —dijo Lily.

—Voy a comer un poco y luego me voy a la cama —dijo Savannah


después de bostezar.

—Bien, ¿qué hay de cena? —preguntó.

—Estoy probando una nueva receta de cerdo desmenuzado1 que


encontré en algún blog —dijo Savannah. Se lamió los labios con
anticipación y su boca comenzó a salivar.

—Savvy, debes reducir la velocidad con el cerdo desmenuzado. Te


juro que la tomas todos los días —bromeó Lily.

—Es mi favorita, no me canso de ella —dijo Savannah con


entusiasmo. Sólo pensar en el plato de cerdo desmenuzado la había sentir
como una niña en una tienda de caramelos.

—Bueno, todos tenemos nuestros vicios, supongo —dijo Lily


sabiamente.

—Buenas noches, Lil, gracias de nuevo, ¡asegúrate de venir pronto!


—dijo Savannah.

—Buenas noches, Savvy, si te despiertas con un sudor frío en


medio de la noche, ¡no temas despertarme! —dijo Lily riendo un poco
después.

—Lo haré, Lil —dijo Savannah—. Buenas noches.

—Buenas noches.

1
N. T.: Es un plato de cerdo al horno con sidra y pimienta, que tras asarlo se desmenuza
en hebras, se marina en salsa barbacoa, y se come entre pan con col encima y aguacate,
y jugo que soltó mientras cocinaba en un bol para poder mojar el bocadillo.

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Kendra King Bandido atado

Los últimos pensamientos de Savannah antes de caer en un


profundo sueño fueron sobre Vincent.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Cuatro
Savannah entró en el edificio con temor una vez más. Es como si
fuera a mi propio funeral, pensó.

—Si es así como trata a sus empleados, puede que tenga que llevar
mis negocios a otra parte —dijo una voz familiar con severidad y en voz
alta.

Savannah miró a su alrededor tratando de averiguar qué estaba


pasando. Había una especie de pequeña conmoción cerca de la zona de
asientos con todas las revistas. Vio a Chad. Tenía la cara roja. Está en
otra de sus furias, pensó Savannah. Entonces vio una figura y una cara
familiar con un traje gris.

—Oh, Dios mío —dijo en voz muy baja al entrar al edificio. Vincent,
pensó.

—Sí, bueno, ya sabes, esto es asunto de la compañía —dijo Chad.


Siempre tropezaba con sus palabras cuando estaba nervioso o enojado.
Parecía que estaba ambas cosas en este momento.

Lucy, la gerente de la sucursal salió de su oficina con una expresión


de miedo en su cara.

—Señor Starlingveil —dijo con urgencia mientras corría hacia él.


Pero, su rimo era demasiado rápido, y sus tobillos se doblaban en sus
tacones altos mientras corría. Fue todo un espectáculo.

—¿Sabes qué clase de payasos tienes trabajando aquí? —preguntó


Vincent con fiereza.

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Kendra King Bandido atado

—Lo siento mucho, señor Starlingveil, realmente lo hago. ¿Le


gustaría venir a mi oficina y discutir cuál es el problema? —preguntó
Lucy. Miró a su alrededor, revolcándose en la vergüenza. Este lugar era
un circo, pensó Savannah.

—Este, justo aquí —dijo Vincent mientras señalaba a la cara a


Chad—, estaba siendo extremadamente abusivo con el conserje que
trabaja aquí. —Lucy miró a Chad, esperando una respuesta.

—Era Stan, tratando de entrar, tratando de regresar aquí —explicó


mal Chad.

—Por favor, vayamos a mi oficina donde podemos discutir esto en


privado —dijo Lucy en un intento de controlar el daño antes de que se
pudiera hacer más frente a todos los clientes que observaban.

—No, gracias —dijo Vincent. Se dio la vuelta y miró a Savannah a


los ojos. Parecía sorprendido de verla allí, pero no tan sorprendido como
Savannah de verle a él allí.

—¿Por favor? —preguntó Lucy de nuevo.

—He decidido que debería llevar mi negocio a otra parte —dijo


Vincent. Volvió a mirar a Savannah y le dirigió una leve sonrisa. ¿Es todo
esto parte de algún tipo de libreto? Pensó para sí misma.

—Venga, señor Starlingveil, estoy segura de que puedo explicarlo


—dijo Lucy, la desesperación en su voz creciendo a cada segundo.

—Savannah —dijo mientras la miraba con sus ojos azules


eléctricos. Esos ojos tenían una energía traviesa.

Los ojos de Savannah se abrieron y su aliento la abandonó.

—¿Sí? —preguntó ella.

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Kendra King Bandido atado

—No pareces el tipo de chica que trabajaría en un lugar tan


desalmado donde aplastan a los pequeños, de la forma en la que trataron
a ese pobre conserje —dijo. Es verdad, no lo soy, pensó ella.

—¿Perdón? —Savannah dijo nerviosa y se miró a sus pies.

—Ya me escuchaste, pero no entiendo por qué tienes demasiado


miedo de decir algo al respecto. Tal vez eso cambie algún día —dijo
Vincent cuando comenzó a salir del edificio. Al pasar junto a ella, volvió
a mirarla profundamente a los ojos. Savannah le devolvió la mirada. A
Savannah le pareció que se había intercambiado toda una conversación
a través de esa mirada. Dicen que una imagen vale más que mil palabras,
pero en este caso, fue sólo un contacto visual.

—¡Señor Starlingveil! —dijo Lucy mientras sus tobillos se


tambaleaban en un intento de perseguirlo fuera de las puertas del banco.
Miró a Savannah con total desprecio cuando pasó a su lado como si todo
el asunto fuera culpa suya.

—Qué diablos fue eso —dijo Chad—. El tipo fue despedido de todos
modos —agregó con un murmullo bajo. Savannah miró a su alrededor a
todas las caras. Sabía que había que hacer algo.

—Lo siento mucho, con todos ustedes, ha habido un gran


malentendido con el personal, por favor, no le presten atención, sigan
adelante con sus negocios. Los cajeros estarán encantados de ayudarles,
el drama ha terminado —dijo Savannah con una gran sonrisa en su cara.
Algunos de los clientes se rieron, sacudieron la cabeza y volvieron a sus
asuntos, mientras que, de nuevo, algunos continuaron rezagados y
mirando—. Continúen, vayan a hacer sus negocios, insisto —dijo de
manera sarcástica, lo que algunos de los clientes entendieron y otros no
lo hicieron con el ceño fruncido. Se dio la vuelta y comenzó a caminar
hacia la entrada principal, donde se habían ido su gerente y Vincent.

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Kendra King Bandido atado

Una brisa caliente sopló sobre ella. Dadas las frías condiciones del
banco, era como acercarse a una fogata en la nieve. Se sentía cálida. Se
sentía libre.

Vio a Vincent recostado contra la pared fuera, mirando una foto de


una moto en su teléfono móvil.

—Hola —dijo Savannah.

Vincent giró la cabeza y la miró. Prácticamente se derritió con la


mirada e instintivamente se mordió el labio. Se sentía caliente debajo de
su falda de lápiz.

—¿Sí? —preguntó él. El tatuaje en su cuello era ahora más visible;


era una especie de símbolo elaborado. Parecía que significaba algo.

—¿Por qué estás aquí otra vez? —preguntó con cautela. ¿Es por mí?
Pensó esperanzada.

—Pensé en venir a visitarte de nuevo —dijo con una sonrisa irónica.


Savannah se iluminó ante el comentario: una gran sonrisa y todo su
cuerpo se animó a la vez. Vincent se burló y sonrió.

—¿En serio? —preguntó. Regañándose inmediatamente por estar


tan ansiosa—. ¿En serio? —repitió, esta vez tratando de sonar sarcástica
y no impresionada.

—Sí, ya hace tiempo que tengo una cuenta aquí —dijo. Las cejas
de Savannah se fruncieron y lo miró a la espera de una explicación.

—Van a salirte arrugas por hacer eso —dijo Vincent. Savannah


puso los ojos en blanco.

—¿Por qué viniste a mi oficina y pediste abrir una cuenta si ya


tenías una? —preguntó.

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Kendra King Bandido atado

—Para verte. —Le dio una mirada oscura que hizo temblar a
Savannah.

—Ni siquiera me conoces —dijo con una voz medio desafiante,


medio tímida.

—Exactamente, pensé en llegar a conocerte —dijo Vincent.

—¿Pretendiendo abrir una nueva cuenta? Espera, ¿incluso si


quiera tenías cien mil dólares en ese maletín?

—Dejaré eso a tu imaginación —dijo Vincent sonriendo. Se rió de


su propio comentario; sólo una risita. Savannah suspiró.

—De acuerdo, señor Nightingale o lo que sea —comenzó


Savannah—. No sé lo que quieres o lo que estás haciendo aquí, y si has
terminado con tus negocios, me voy a ir a trabajar ahora —terminó.

Vincent hizo una pausa; miró a su alrededor, la prístina plaza


comercial, en profunda contemplación. Mientras lo hacía, Savannah
aprovechó la oportunidad para mirarlo. Su ropa hecha a medida
abrazaba perfectamente su musculoso cuerpo, y vio otro tatuaje en su
brazo entre los botones del puño. No podía ver lo que era, pero la
curiosidad era intensa. Vincent volvió la cabeza hacia ella y la miró
profundamente.

—Ayer te vi a través de la ventana y fue como ver un magnífico y


hermoso pájaro atrapado en una jaula. Pensé que podría sacudir la jaula
y tal vez empezarías a volar. —Savannah se quedó atónita ante el
comentario; ¿qué quería decir?, pensó. Él se irguió, se sacudió el polvo
de las perneras de su pantalón y agarró su maletín.

—Bueno, no lo creo, pero gracias —dijo torpemente Savannah.


Tiene razón en una cosa, pensó. Me siento atrapada aquí. Realmente es
como una jaula.

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Kendra King Bandido atado

—Gracias —respondió Vincent con indiferencia. Se acercó a


Savannah y tomó su mano por la muñeca. El corazón de Savannah
comenzó a acelerarse. La besó suavemente en la parte superior de la
mano. La sensación de sus labios en su cuerpo instantáneamente causó
que Savannah se excitara intensamente y el rápido final del contacto la
dejó ansiosa por algo más—. Terminé con mi negocio. Hasta que nos
volvamos a encontrar, Savannah —dijo, pivotando sobre un pie y
alejándose.

Un poderoso impulso de gritar: “¡espera!, no te vayas” recorría cada


centímetro del cuerpo de Savannah, pero no se atrevería a actuar en
consecuencia. Lo dejó ir en cambio. Una fresca y poderosa brisa pasó por
la plaza, golpeando pequeños pedazos de basura. El viento levantó la
falda lápiz de Savannah y fue entonces cuando se dio cuenta de que sus
bragas estaban empapadas. Se sonrojó y prácticamente volvió corriendo
al banco.

Fue solo un paso dentro del edificio cuando sintió que toda la
diversión y la emoción de hace un minuto habían sido extraídas de su
alma. La combinación de colores monótonos, las caras aburridas de los
empleados y clientes, y el aire seco irritantemente frío se sentía como una
especie de infierno. Savannah caminó lentamente, casi deprimida, de
regreso a su pequeña mini oficina, lista para abrir cuentas para quien
fuera, con quien fuera. ¿A quién le importaba?, pensó.

El resto del día pasó con normalidad, excepto por los comentarios
de los clientes durante las reuniones.

—¿Hola?

—¿Me está escuchando?

—¿Pasa algo malo?

42
Kendra King Bandido atado

—¿Está bien?

—¿Hay alguien ahí arriba?

A pesar de hacer todo lo posible para mantenerse enfocada en su


trabajo, sus pensamientos se dirigían constantemente hacia Vincent. Su
actitud despreocupada, su forma de entenderla con sólo una mirada. Sus
maneras desafiantes. La hermosa cara y el cuerpo perfecto también. La
humedad que se había acumulado sólo empeoraba con cada momento
que pasaba y soñaba despierta con él.

—Discúlpeme un momento —le dijo a un cliente un poco después


de la hora del almuerzo. Se dirigió al baño, cerró la puerta y luego echó
el pestillo. Se bajó la cremallera de la falda para que se abriera libremente
debajo de ella. Savannah se sentó en el inodoro, abrió las piernas y
presionó ligeramente su dedo índice contra su clítoris. Soltando un
pequeño suspiro al contacto, lo giró ligeramente, el placer disparándose
por todo su cuerpo.

Imaginándose el dedo o la lengua de Vincent, se deleitó a sí misma,


finalmente moviendo su dedo debajo de sus bragas, frotando su brillante
nódulo libremente. Estoy en medio de una reunión, pensó. Tengo que
darme prisa. La travesura de masturbarse en medio de su trabajo,
mientras una paciente pareja de ancianos la esperaba, la excitó todavía
más. Finalmente era algo nuevo.

El contacto se hizo más rápido e intenso y después de unos


minutos de fantasear con el misterioso desconocido señor Starlingveil,
Savannah estaba al borde del clímax.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! La puerta de madera temblaba con cada golpe


fuerte. Rápidamente después, la manija de la puerta se movió.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! Más sacudidas.

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Kendra King Bandido atado

—¡Ocupado! —dijo Savannah en voz alta. ¿Lo dices en serio, joder?


Pensó. Esto no puede ser real. Justo al borde de su clímax, alguien estaba
allí, esperando para usar el baño y dejándole saber eso con sus puños.

La puerta se movió de nuevo. ¿Está sorda?, pensó Savannah.


Demasiado frustrada para seguir adelante, comenzó a limpiarse y
arreglarse.

—¡Sólo un minuto! —dijo con una voz terriblemente molesta.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

—¡Sólo un minuto! —gritó. La charla de los clientes y cajeros del


banco se interrumpió. Oh, Dios, pensó Savannah. La sacudida y el
golpeteo se detuvieron.

Savannah tiró de la cadena, y se lavó las manos e intentó recuperar


la compostura y finalmente abrió la puerta. Lucy estaba allí con una
mirada de puro desdén, casi de odio.

—No tienes que gritar —Le siseó a Savannah. Antes de que pudiera
siquiera responder, Lucy la empujó hacia el baño y casi la tira al suelo.
Qué cabrona, pensó Savannah. No era una buena persona muy
agradable, pero esto era anormalmente hostil. Debe haber sido la pequeña
debacle que ocurrió hoy temprano, pensó.

Savannah regresó a su oficina donde la pareja de ancianos todavía


estaba esperando. Estaban hablando entre ellos sobre algún tipo de
vacaciones.

—Lamento mucho la espera —dijo ella.

—Oh, lo sabemos todo —dijo el anciano con una carcajada. Ella no


estaba segura de lo que él quería decir, pero sonrió y asintió como si lo
hubiera hecho.

44
Kendra King Bandido atado

El resto del día transcurrió con varios niveles de tensión y


ansiedad, principalmente del tipo sexual. Savannah miraba el reloj cada
vez que podía, esperando su momento para volver a casa.

Finalmente llegó el momento de irse a casa, y Savannah finalmente


llegó en la comodidad de su cama, pronunciando la palabra “Vincent” en
sus momentos de clímax.

45
Kendra King Bandido atado

Capítulo Cinco
El timbre de la puerta sonando repetidamente despertó a Savannah
de un profundo, profundo sueño. Rápidamente se levantó de la cama en
pijama y bajó corriendo para ver quién estaba en la puerta.

—¿Hola? —dijo mientras abría la puerta principal. Un hombre


uniformado estaba frente a ella sosteniendo un enorme ramo de rosas.
Eran de colores variados; la mayoría eran rojas, algunas color coral, otras
rosadas y otras anaranjadas. Era un arreglo asombrosamente hermoso y
olía celestial.

—Lo siento, creo que te has equivocado de casa —dijo Savannah.

—Savannah, eh, ¿Solitaire? —dijo el mensajero, comprobando dos


veces el recibo con su nombre y dirección. Los ojos de Savannah se
abrieron de par en par.

¿Quién me envió esto? Se preguntó. ¿Fue Vincent? La excitación


corrió por sus venas una vez más.

—Sí, soy yo —dijo sin aliento—. Gracias —añadió mientras tomaba


el ramo de los brazos extendidos del mensajero.

—Bueno, yo no fui quien las compró para ti —bromeó.

—Sí, lo siento, sólo estoy sorprendida —respondió Savannah


riendo.

—Bueno, entonces, que tengas un buen día —dijo el mensajero, y


comenzó a regresar a su camioneta.

—¡Espera! ¿Quién envió esto? —preguntó.

46
Kendra King Bandido atado

—Me dijo que no lo dijera —dijo sin mirarla. Se subió a su


furgoneta, le hizo una señal de despedida y se marchó.

Debe haber sido Vincent, pensó. ¿O tal vez fue otra persona? ¿Quién
más podría ser? ¿Casey? Eso tiene sentido en realidad, porque su
hermana trabaja para una compañía de flores por lo que recuerdo. ¿Quizás
este sea su intento de disculparse? Los pensamientos fluyeron a través de
ella mientras estaba parada en el arco de su puerta abierta en la cálida
mañana del sábado.

Esperaba que fuera Vincent y no Casey. Olió las flores y suspiró


feliz. Volvió a entrar y las metió en un florero que llenó de agua. Savannah
se sentó en la silla de la cocina mirándolas con una enorme sonrisa
radiante.

—Dios, ha pasado tanto tiempo desde que alguien me trajo flores


—dijo en voz alta—. Mis favoritas también —añadió mareada mientras
tocaba ligeramente los suaves pétalos de las rosas.

Mientras tocaba suavemente las rosas, el teléfono sonó,


sorprendiéndola y haciendo que arrancara uno de los pétalos.

—¡Oh, no! —gimoteó—. ¡Mierda! ¡Lo siento, flor!

Savannah tomó el teléfono y lo descolgó.

—¿Sí? —preguntó.

—Savannah, voy a necesitar que vengas a reemplazar a Thomas


hoy —exigió la voz amarga y familiar.

—¿Por qué? —preguntó.

—¿Por qué? Porque Thomas no puede venir a trabajar hoy, y


necesito que alguien lo reemplace, y esa eres tú —respondió Lucy en voz

47
Kendra King Bandido atado

alta, con su voz seca crujiendo por el altavoz del teléfono. Savannah volvió
a mirar a las flores y respiró de ellas profundamente. Tal vez él vuelva a
estar hoy por allí, pensó.

—¿Hola? —preguntó Lucy—. Te gusta tu trabajo, ¿no? —agregó


venenosamente.

—Sí, sí, lo siento Lucy, sólo, um, la tetera estaba hirviendo —dijo
Savannah alegremente, a pesar del antagonismo al otro extremo de la
línea.

—No oí ningún…

—Estaré allí tan pronto como sea posible Lucy, gracias por
avisarme —interrumpió Savannah y colgó.

Subió corriendo y se vistió. Era la misma falda de ayer, ya que tenía


tanta prisa, pero esta vez llevaba una blusa de botones diferente.

Espero que él esté allí, pensó. Tal vez pueda averiguar si fue él quien
me envió las flores. Y tal vez pueda finalmente averiguar qué es lo que
realmente quiere.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Seis
El banco estaba tan frío, feo y deprimente como siempre, pero una
cierta clase de nueva vida fue insuflada en él por la aparición de Vincent
en los últimos días. Hizo que se sintiera menos como la jaula que él
describió.

Sin embargo, al mismo tiempo, también había una extraña


sensación en el aire. Todos parecían un poco más nerviosos. Algunas
caras familiares en el banco parecían saber algo que ella no sabía y
cuando la miraron, parecía que pensaban que ella sabía algo que ellos no
sabían. Era un aire de sospecha y había mucha menos charla de lo
habitual.

Quizás sea porque es sábado, pensó Savannah. Oh, bien. Saludó a


sus dos compañeros de trabajo con extra de amabilidad debido a su buen
humor. Incluso a Chad, que parecía el más nervioso de todos.

—Hola Ch…

—Hey —dijo, interrumpiendo su saludo—. ¿Has visto a esos tipos


de la ventilación? Se suponía que deben estar aquí hoy. —Su cara estaba
roja de ira o vergüenza; era honestamente difícil de decir la mayor parte
del tiempo.

—No, acabo de entrar por la puerta hace un segundo, literalmente


—dijo Savannah descaradamente.

—Bueno, se supone que deberían estar aquí, se suponía que debía


hacerse ahora, no sé qué demonios está pasando —refunfuñó.

—Si los veo, te lo diré —respondió Savannah—. ¡Alégrate! Es una


hermosa mañana de sábado. —No pareció tener mucho efecto.

49
Kendra King Bandido atado

—Sería mucho más hermosa si esos malditos imbéciles aparecieran


e hicieran su jodido trabajo —contestó Chad, poniéndose más nervioso y
enrojecido que nunca. Savannah simplemente suspiró y pasó junto a él.
Lo intenté, pensó ella.

Se sentó en la silla de su oficina, que se sentía más cómoda que


nunca. No había tantos clientes alrededor, así que era libre de hacer lo
que quisiera durante las primeras horas del día. Savannah pasó esas
horas en Internet, buscando cruceros y vacaciones. Había algunas
ofertas bastante baratas para Angora, que era un lugar que siempre quiso
visitar. Tal vez finalmente me tome un tiempo libre, pensó. Me lo merezco.

El cráneo rojo de Chad apareció una vez más en su oficina.

—¿Ya viste a esos tipos? —Le preguntó. Había una urgencia


desesperada en su voz, como si algo estuviera saliendo realmente mal.
Tal vez es su trasero el que está en juego esta vez, pensó Savannah. Ojalá.
Que te vaya bien.

—No, te dije que te lo diría si los veía, y no te lo he dicho —respondió


Savannah con una gran sonrisa en la cara para contrastar su molestia.

—Esto está jodido —dijo Chad mientras miraba hacia abajo con
pánico—. ¿Puedes pedirle a Lucy su número? Juro que lo tenía antes,
pero los he estado llamando todos los días y contesta el Joey’s Pizza
Palace.

Savannah se rió. Qué idiota, pensó. Apuesto a que acaba de mezclar


la pizzería con los tipos de ventilación y nunca se dio cuenta. ¿A quién le
importa, de todos modos? Son sólo algunos respiraderos. Puede esperar,
¿no?

—Sí, la llamaré y le preguntaré.

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Kendra King Bandido atado

—Gracias, ella no ha respondido a ninguna de mis llamadas hoy,


pero sé que tú le gustas más, así que tal vez a ti te conteste —dijo.

—¿En serio? ¿A Lucy le gustas menos que yo? —Savannah bromeó.


Chad se rió de esto con un sorprendente momento de autoconciencia.

—Eso parece —dijo.

Pasó un momento borroso y Savannah se encontró con la cabeza


baja y tapándose los oídos. Su cerebro se puso al día con su cuerpo y
comenzó a procesar lo que acababa de suceder. Hubo una explosión
extremadamente fuerte y el sonido del vidrio rompiéndose, seguido de
unos cuantos gritos de miedo.

Savannah tenía una vista de la entrada principal del banco desde


su cubículo y no podía creer lo que veía.

Seis hombres, con lo que parecían máscaras de Halloween. Había


un zorro, un oso, un lagarto, una cabra, un caballo y una vaca.

Todo estaba tan ruidoso. Hubo gritos, amortiguados, pero


extremadamente fuertes. Se amortiguó a través de las máscaras. Cuando
Savannah vio las armas en las manos de los hombres enmascarados,
surgió en ella el impulso de hacer algo al respecto, pero se quedó
congelada en su silla como un ciervo atrapado en los faros. Todo parecía
ir en cámara lenta para ella. Lo que tomó segundos se sintieron como
horas.

—¡Que todo el mundo se quede dónde está! —gritó una voz


profunda y alterada.

Vino del hombre de la máscara de lagarto. Savannah estaba


intensamente asustada y la voz pareció rebajarse a sus instintos más
profundos mientras obedecía sus órdenes. También era un hombre
imponente, de casi dos metros de altura, y lo que debe haber sido

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Kendra King Bandido atado

alrededor de ciento treinta kilos de músculo. Bajo la manga de su camisa


había un tatuaje. Savannah tuvo la presencia de mente para tratar de
recordarlo, pero no se mostró lo suficiente como para darle una idea de
lo que podía ser, aparte de que era tinta negra que era información inútil
para ella.

El hombre con la máscara de lagarto apuntó con su arma


libremente a la cara de los aterrorizados clientes para asegurarse de que
sus órdenes fueran obedecidas. Parecía una estrategia eficaz.

—Oye, tú, levántate —dijo una de las voces a Savannah. Se puso


en una posición aún más rígida que antes y miró al hombre de la
máscara. Era la cabra.

—¿Yo? —preguntó Savannah con nerviosismo.

—¿Eres estúpida o algo así? ¡Sí, tú, perra! —Le gritó enojado. Un
escalofrío bajó por la espalda de Savannah y por un breve momento pensó
que este iba a ser su último instante en la tierra.

¡Despierta de una vez!, pensó. En el momento en que el


pensamiento terminó, se puso de pie y comenzó a seguir a la cabra.

—¡Manos arriba! —gritó la cabra, dando un paso atrás y apuntando


con una pistola. Savannah gritó y cerró los ojos—. ¡Levanta tus jodidas
manos! —gritó de nuevo.

—¿Crees que tiene un arma? ¡Mírala! —gritó otra voz. Savannah


abrió los ojos y vio al zorro mirando a la cabra. La cabra volvió la cabeza
hacia el zorro y luego volvió rápidamente hacia Savannah.

—No voy a correr ningún jodido riesgo. Levanta las malditas


manos, perra —gritó una vez más la cabra.

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Kendra King Bandido atado

—Mete a la vaca en los respiraderos, sal de aquí —Le gritó el zorro


a la cabra. Savannah comenzó a hiperventilar. ¿Es una pesadilla?, pensó.
Tiene que ser una pesadilla—. Escucha, nadie va a hacerte daño,
Savannah —dijo el zorro con calma. ¿Vincent? Savannah pensó. Pero la
voz no es realmente la misma, aunque la figura sí lo es—. Solo levanta las
manos para que sepa que no estás sosteniendo un cuchillo o algo así, y
sal con el resto de las almas desafortunadas de aquí. ¿De acuerdo? —Su
voz era calmante, o al menos lo más cercano a tranquilizante en una
situación como esta.

—De acuerdo —contestó Savannah. Lentamente levantó las manos


en el aire, pero justo cuando sus manos llegaban por debajo del escritorio
hacia arriba, pulsó hábilmente un botón de alarma silencioso que había
en la parte de debajo de su escritorio. Savannah comenzó a caminar hacia
el zorro—. ¿Cómo supiste mi nombre? —preguntó de repente e hizo una
mueca ante el tonto error de hacerle una pregunta como esa a un ladrón
de bancos con un arma.

—La etiqueta con tu nombre, preciosa —contestó la voz con


confianza.

—Bien, ya sabes, yo siempre olvid…

—Shh —interrumpió el zorro—. Cuanto menos hables, más rápido


irá esto. No hables más, sólo se paciente. Nadie te va a lastimar. —
Savannah asintió y entró en el vestíbulo principal con el resto de los
rehenes. El zorro los miró brevemente, asintió y luego corrió hacia el
baño.

Savannah, Chad y el resto de los rehenes se miraron nerviosos.

—Entonces… —comenzó Chad.

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Kendra King Bandido atado

—¡Cierra la boca! —dijo el hombre con la máscara de la vaca. La


cara de Chad se puso roja y Savannah reconoció su incontrolable ira que
salía a la superficie. Ella sacudió frenéticamente la cabeza hacia él,
tratando de disuadirlo. Esto levantó la sospecha de la vaca que agarró
con fuerza su pistola.

—¿Por qué no os conseguís un trabajo, perdedores? Hey, espera un


minuto, ¿no estáis…? —Chad comenzó a hablar antes de que el extremo
de la culata de una pistola por detrás lo dejara inconsciente. El zorro se
paró sobre su cuerpo y sacudió la cabeza hacia él con desdén. Parece que
él sabe quién es, pensó Savannah. ¿Podría ser realmente Vincent? ¿Por
qué estaría él aquí?

—Este gilipollas —dijo el zorro a la vaca mientras miraba a Chad,


quién gruñó y asintió con la cabeza. El zorro corrió de nuevo hacia el
baño.

—Oso, vigila a estos —dijo la vaca al hombre enmascarado, que


respondió con un gruñido y se volvió hacia nosotros. El oso sostenía una
escopeta de acción de bombeo y miró a Savannah, con la mirada fría que
puede ofrecer a través de una máscara de animal.

Una fuerte explosión, seguida de una especie de ruido de


motosierra, sacudió el edificio. Savannah sudaba profusamente y le
goteaba por la frente y axilas.

—Relájate, no he tenido que usar esta cosa en años —dijo el oso


mientras señalaba hacia la escopeta que tenía en sus manos—. La gente
es inteligente hoy en día. No hay aspirantes a héroes —añadió. Savannah
quería decirle que no había nada heroico en robar un banco, pero
sabiamente se mordió la lengua.

Se escucharon más estruendos. Chad gruñó en el suelo,


tanteándose la parte posterior de su cabeza, donde fue golpeado.

54
Kendra King Bandido atado

Savannah sintió muy poca simpatía por él; la forma en que se comportó
con todos los demás a lo largo de su estancia en el banco lo había alejado
bastante de ella.

Debería sentirme mal, pensó. Pero él se lo merecía. Hubo el más


mínimo deleite al verle conseguir lo que ella esperaba que fuera su justo
castigo, pero se negó a dejar que ese pensamiento se convirtiera en uno
consciente o a reconocer que era algo bueno para pensar.

La cabra salió del pasillo del baño con un gran saco de arpillera
que estaba lleno hasta el borde de dinero. ¿Cómo consiguieron el dinero
del baño?, se preguntó Savannah en una profunda confusión.

El zorro miró a la cabra y asintió.

—¡Rraragh! —gritó una voz profunda y el rostro borroso de Chad


pasó volando al lado de Savannah y atacó al zorro. Chad comenzó a
golpear al zorro con una ráfaga de golpes, pero el zorro bloqueó
hábilmente cada uno de los intentos de golpear.

En la refriega, la máscara del zorro había sido quitada y la cara del


hombre era casi totalmente visible.

Vincent, pensó Savannah. Es él. Reconoció la cara al instante;


después de todo había estado fantaseando con ella con bastante
frecuencia desde el momento en que se conocieron.

Vincent se puso en pie en pocos momentos y se ajustó la máscara


a la cabeza mientras se defendía de Chad. Chad golpeó a Vincent, quién
lo esquivó y sólo usó la inercia de Chad para arrojarlo de cara al suelo,
rompiéndole la nariz con un crujido asqueroso y dejándolo inconsciente.

Savannah miraba con miedo y fascinación. La forma en la que


Vincent desmanteló a Chad en su pelea tan rápidamente fue algo digno

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Kendra King Bandido atado

de contemplar y hubo un sentimiento de extrema excitación sexual que


recorrió todo su cuerpo, el cual ella rápidamente trató de ignorar.

—¿Estás bien? —preguntó la vaca.

—Genial —contestó Vincent. Miró a Savannah a sabiendas. No me


miró, pero debe saber que sé que es él, pensó Savannah. ¿Por qué está
robando el banco?

—Ah, mierda —dijo uno de los ladrones enmascarados. Fue


entonces cuando Savannah oyó débilmente a lo lejos el sonido de las
sirenas que se acercaban. Funcionó, pensó y suspiró con alivio. Vamos a
estar bien. Sólo mantén la calma y no los hagas enojar.

—Alguien debe habernos denunciado en silencio —dijo el lagarto


enfadado—. ¡Debería dispararos a todos vosotros ahora mismo! —gritó y
luego agitó su arma. Unos pocos clientes aterrorizados gritaron por su
vida cuando el arma los apuntó, agachándose o llorando—. Pero soy un
tipo realmente agradable, así que no lo haré —dijo con un retorcido
placer.

—Hmm —dijo Vincent, con la mano en la barbilla pensando


mientras miraba a su alrededor. Los otros ladrones enmascarados tenían
una inmensa cantidad de dinero a su alrededor. ¿Cómo llegaron tan
rápido?, se preguntó Savannah.

—Hey, preciosa —dijo Vincent, mientras se volvía hacia


Savannah—. Parece que tú te vienes con nosotros. —Los ojos de
Savannah se abrieron de par en par y su corazón se congeló.

—¿Qué? —preguntó ella. Vincent no se molestó en explicar de


nuevo con palabras, sino que actuó; la agarró de codo y comenzó a
llevarla hacia la salida trasera del banco.

—¡Alto! ¿Qué estás haciendo? —gritó ella.

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Kendra King Bandido atado

—¡Shhh! —siseó Vincent—. Vas a estar bien, confía en mí —agregó.

—¿Confiar en ti? ¡¿Estás bromeando?! —gritó Savannah.

—¡Déjala en paz! —dijo una anciana, adelantándose. Uno de los


hombres enmascarados la empujó hacia atrás y ella se tropezó con el
mostrador de servicio con el ceño fruncido.

—¡Llévame a mí en su lugar! —dijo un joven.

—Vosotros idiotas —dijo Vincent enojado mientras seguía sacando


a Savannah del edificio.

Por un breve momento, los dos estaban solos caminando por un


pasillo mientras el resto de los ladrones “se ocupaban de los negocios”.

—¿Eres realmente tú, Vincent? —susurró Savannah mientras


marchaban hacia un destino desconocido. Él se quitó la máscara y reveló
su hermoso rostro en toda su gloria. Ligeras gotas de sudor corrían por
sus mejillas y frente. La sonrió astutamente y luego volvió a ponerse la
máscara sobre la cabeza—. Pero, no lo entiendo —tartamudeó Savannah.

—Por supuesto que no lo haces. No te preocupes, no voy a hacerte


daño —respondió. Savannah lo encontró extrañamente convincente, a
pesar de la intensa situación en la que se encontraba—. A menos que tú
quieras. —La máscara de zorro se volvió hacia Savannah y prácticamente
pudo ver la sonrisa engreída a través de ella.

Vincent le dio una palmada en el culo, lo que la hizo jadear y dar


algunos pasos hacia adelante con mayor rapidez. La sangre corrió por
sus mejillas y un escalofrío bajó por su columna vertebral. Ella movió los
ojos hacia la izquierda y derecha, para ver si había alguien cerca para
presenciar lo que acababa de pasar. Estaba extrañamente feliz de que
nadie la viera para poder saborear secretamente el momento.

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Kendra King Bandido atado

—¿A dónde me llevas? —preguntó. Se traicionó con el tono; mitad


miedo, mitad emoción.

—Es sólo un pequeño lugar mío, todo es parte del plan —


continuó—. Deberías alegrarte de que nadie más te haya visto accionar
la alarma —añadió en voz muy baja.

Savannah dejó de caminar y lo miró fijamente. El miedo se apoderó


de ella. ¿Va a matarme? Se preguntó. Vincent se dio media vuelta y volvió
a agarrar su brazo, esta vez con más firmeza y la arrastró.

—No me importa, por mí está bien —dijo él con certeza—. Sólo lo


decía.

La luz del sol casi era cegadora cuando abrieron la puerta trasera.
Varios coches y camionetas estaban estacionados en la parte de atrás.
Fue entonces cuando Savannah se dio cuenta de cómo había ido todo el
atraco, o al menos en su mayor parte.

La camioneta de los fontaneros, la de la ventilación, y otras dos


camionetas de mantenimiento estaban estacionadas allí. En cada uno de
ellas había un hombre con una máscara de animal. Les facilitaron la
entrada, pensó Savannah. Guau.

—Vale, entra —dijo Vincent señalando a una furgoneta negra.

—¿Me prometes que no vas a hacerme daño? —preguntó Savannah


mientras se alejaba ligeramente de él, negándose a entrar.

—Te daré unos azotes si te portas mal —comentó. Savannah no


respondió y Vincent se rió a carcajadas otra vez por la traviesa máscara—
. En serio, esta no es una pregunta de sí o no. Súbete a la camioneta. Te
prometo que no te haré daño. —Sonaba molesto y empático al mismo
tiempo.

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Kendra King Bandido atado

Savannah se subió a la parte trasera de la camioneta. Había un


bloque largo, aparentemente destinado a sentarse. Puso su trasero sobre
ello. Guau, ¿qué es eso, terciopelo?, pensó. Fantástico.

Vincent se metió detrás de ella, sujetando un par de esposas.

—Las manos detrás de la espalda —dijo.

—¿Qué? No —dijo Savannah con temor.

—Sí —dijo Vincent—. No te lo voy a pedir dos veces y sólo te lo voy


a decir una vez más: no voy a hacerte daño. Es una precaución para que
tú no te hagas daño.

Savannah se apartó de él. Sintió una extraña mezcla de miedo y


confianza. Verlo allí con las esposas en la mano en su caro traje
desencadenó algo en lo más profundo de ella. Se sentía viva.

Asintió y puso las manos detrás de su espalda. Vincent pasó por


encima de ella para ponerle las esposas. Podía oler la colonia amaderada
y almizclada que llevaba puesta. Fue una delicia. Voy a estar bien, pensó,
tratando de convencerse a sí misma. Vincent se fue y cerró la puerta
trasera tras él.

La puerta del lado del pasajero se abrió y Vincent entró. Se quitó la


máscara y la arrojó a la parte trasera de la camioneta. El conductor hizo
lo mismo.

—No hay mucho tiempo —comentó Vincent—. Llevemos a esta


encantadora dama al número cuarenta y seis, y lo resolveremos desde
allí.

—Cuarenta y seis, ¿eh? Entonces, ¿es así? Chica afortunada —dijo


el conductor riendo. El coche salió del estacionamiento.

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Kendra King Bandido atado

Savannah ya no podía oír las sirenas.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Siete
El ruido del auto fue ensordecedor para Savannah, quien chocó de
arriba abajo mientras la camioneta recorría varios terrenos, tomando una
ruta con la que ella no estaba familiarizada.

Savannah recordó algo en un programa de crímenes que vio en la


tele. Alguien que había sido secuestrado memorizó todos los giros que
hicieron sus captores para saber adónde la iban a llevar. Empezó a hacer
lo mismo.

Izquierda. Derecha. Derecha. Izquierda. Derecha.

—Entonces, Savannah —dijo Vincent, su cabeza giró del lado del


pasajero mirándola directamente a los ojos. Savannah se sonrojó con la
mirada y miró hacia abajo a sus pies, sin querer mostrarle a Vincent que
tenía algún tipo de poder sobre ella.

—¿Sí? —respondió.

—Voy a tener que ponerte esto ahora —dijo mientras sostenía una
larga tira de tela negra frente a ella. Parecía suave.

—¿Qué? ¿Eso? Eso es una venda para los ojos —dijo, regañándose
a sí misma por sonar tan tonta frente a él.

Derecha, recto. Izquierda. Derecha.

—Sí, tienes que ponértela. No me hagas volver allí —dijo con una
sonrisa descarada. Savannah tembló cuando Vincent se acercó en la
camioneta en movimiento. La suave tela la invitaba más a hacer lo que él
decía. ¿Esto es para cosas sexuales?, se preguntó Savannah.

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Kendra King Bandido atado

—Voy a ponértelo alrededor de la cabeza y te lo voy a atar. Sé cómo


hacerlo bien. Soy una especie de profesional, así que quédate quieta —
dijo Vincent.

Savannah hizo lo que le pidió mientras se lo envolvía firmemente


alrededor de la cabeza de ella y oscurecía completamente su visión.
Podría haber intentado engañarlo de todos modos, pero se sintió obligada
a no hacerlo. No creo que quiera hacerme daño, creo que quiere burlarse
de mí, pensó. Él no está consiguiendo ninguna de las dos cosas.

—Sigues bien las órdenes —dijo Vincent—. Me gusta eso en una


dama.

—Genial —dijo Savannah sarcásticamente—. Encantada de


complacer. —Siempre quise ser esposada y vendada los ojos por un chico
guapo, pero esto no es exactamente lo que yo tenía en mente, pensó
Savannah.

—Sin embargo, la actitud necesita algo de trabajo —respondió él.

—Entonces, ¿cuándo termina esto? —contestó Savannah, sus


emociones ardiendo—. Si no vas a matarme, ¿qué vas a hacer? ¿Pedir un
rescate?

—¿Porque tienes padres ricos o algo así? —respondió Vincent en


un tono divertido.

Savannah se rió a carcajadas y echó la cabeza hacia atrás,


golpeándola accidentalmente contra el costado de la camioneta.

—Jesús —dijo Vincent con preocupación.

—Se lo preguntaré en un par de décadas —respondió ella—. O tal


vez en unas horas si me equivoco contigo.

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Kendra King Bandido atado

—¿Qué quieres decir? —preguntó Vincent, ahora con sincero


interés.

—Nunca conocí a mis padres. Están muertos —contestó Savannah


mientras las lágrimas brotaban ligeramente de sus ojos vendados. El
conductor bajó la ventanilla y una fresca brisa comenzó a soplar en el
vehículo. El aire frío se mezcló con la piel sudorosa de Savannah y la
alivió un poco.

—Siento oír eso —dijo Vincent. El descarado exterior de su


personalidad se astilló por un momento y su voz sonó expuesta,
vulnerable.

—¿Puedo hacerte una pregunta ahora? —Savannah dijo, tratando


de cambiar de tema.

—Claro —dijo Vincent.

—Mi gerente te considera muy bien, y obviamente eres rico. ¿Por


qué demonios estás robando un banco, y mucho menos un banco con el
que trabajas? —espetó Savannah.

Vincent contestó sólo con una risa al principio y luego con una
pausa muy larga. Pasaron varios minutos en silencio total. El coche dio
un giro brusco e inesperado a la derecha y Savannah fue arrojada al
suelo.

—¿Estás bien? —preguntó Vincent. Savannah no contestó, sino


que tanteó su camino en la oscuridad a ciegas y volvió a encontrar su
asiento—. Ah, el tratamiento del silencio —dijo—. Porque no voy a
responder a tu incriminatoria pregunta.

—Parece realmente malvado que un tipo rico robe aún más dinero
y traumatice a toda esa pobre gente que está tratando de pasar los días
—dijo Savannah con amargura.

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Kendra King Bandido atado

Vincent exhaló fuerte.

—Esto no es lo que parece —dijo ferozmente.

—Hey —dijo el conductor con cautela—. Cuidado, Vance.

Izquierda. Derecha. ¿Izquierda? Se estaba volviendo difícil de


recordar.

¿Vance? Pensó Savannah. ¿Ese era su verdadero nombre?

—¿De verdad? Porque eso es lo que me parece a mí, Vance —dijo


Savannah mientras tentaba su suerte contra sus captores armados. No
sé por qué sigo diciendo esas cosas, pensó. Una extraña valentía la había
alcanzado.

—Parecía que los tipos de ventilación también estaban haciendo


mantenimiento, ¿no? —preguntó Vincent.

—¿Supongo? —contestó Savannah, insegura de cuál era el punto.


Un fuerte olor a gasolina estaba ahora presente.

—Exactamente. No todo es lo que parece. Pensé que una chica


inteligente como tú lo sabría —dijo. Su conducta fría se estaba
desvaneciendo y Savannah podía darse cuenta que había tocado un
nervio. Ella presionó más lejos.

—¿Necesitas un yate nuevo o algo así? ¿Tu esposa trofeo está


aburrida? Tal vez necesites algo de dinero rápido para un jetpack2 —
respondió ella bruscamente.

—¿Quieres que la amordace, Vance? —preguntó el conductor.

2
N. T.: Mochila a propulsión o cohete.

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Kendra King Bandido atado

—Ella es una fiera, pero no. Después de todo, no sabe de lo que


está hablando en primer lugar. Su problema, no el mío —respondió
Vincent. Parecía reamente molesto por las acusaciones.

—Entonces, por favor, ilumíname —dijo Savannah. Vincent no


respondió.

—Escucha, señorita, es hora de callarte —dijo el conductor.

—¿Qué tal si te concentras en la carretera y en conducir para no


hacer que me caiga y me mate? —espetó Savannah.

—Ella es realmente una bocazas, ¿eh, Vance? —Le comentó


divertido el conductor a Vincent.

¿Por qué se enfadó tanto cuando se lo eché en cara?, se preguntó


Savannah. Es un ladrón de bancos, no un santo, así que ¿por qué finge
que no está haciendo nada malo? Quizás me equivoque al respecto. No,
imposible. Mira dónde estoy.

Fue entonces cuando sonaron las sirenas.

El conductor subió inmediatamente la ventanilla, pero no antes de


que Savannah diera un estridente grito de:

—¡Ayuda!

—Maldita sea —dijo el conductor furioso—. ¡Cállate de una puta


vez! —La tensión en el aire era lo suficientemente espesa como para poder
cortarla con un cuchillo. El corazón de Savannah se aceleró mientras se
preguntaba si se acababa de dictar una sentencia de muerte.

—Para —dijo Vincent con calma. El conductor suspiró en voz alta,


y Savannah pudo sentir en su ceguera que el coche frenaba y giraba a la
derecha.

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Kendra King Bandido atado

Siguió un momento agonizante de espera. Las sirenas sonaban


cada vez más fuerte hasta que las oyó a todo volumen justo en el oído de
Savannah.

Luego se volvieron un poco más silenciosas. Más aún.


Desvaneciéndose en la distancia.

El coche volvió a la carretera y cogió velocidad.

—Eso no fue inteligente —dijo Vincent en tono grave.

—Me pareció una buena idea en este momento —confesó


Savannah. Dios, voy a hacer que me maten si sigo diciendo cosas así,
pensó.

—Si fuéramos criminales normales, probablemente uno de


nosotros ya te habría matado —dijo Vincent.

Savannah se estremeció.

—Afortunadamente, no somos delincuentes habituales.

Savannah no estaba exactamente calmada por esa seguridad.


Estaba sudando más intensamente que nunca. Gracias a Dios que me
puse desodorante, pensó, dándose la más pequeña sonrisa en la
situación más tensa de su vida.

Trató de recordar los giros que había tomado la camioneta. No pudo


recordar. Oh, Dios, pensó.

—Está bien, está bien, está bien —dijo el conductor


vertiginosamente—. Aquí estamos.

—Genial —respondió Vincent.

—Impresionante —añadió Savannah sarcásticamente.

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Kendra King Bandido atado

Las puertas traseras se abrieron y oyó unos pasos acercándose a


ella. Esperó con anticipación a que le quitaran las esposas y la venda de
los ojos.

En vez de eso, sintió una mano rozando ligeramente en su pecho,


un dedo empujando contra su pezón, que ahora se dio cuenta que estaba
duro.

—¡Hey! —gritó sin aliento, sorprendida. La venda resbaló de su


cabeza y ante ella estaba la cara de Vincent con una pequeña sonrisa.
Savannah se retorcía con una humedad incómoda entre sus piernas.

—Hey —respondió él. Alcanzó detrás de ella una vez más y abrió
las esposas. Savannah inmediatamente extendió sus brazos, relajándolos
de la tensión de tenerlos atascados en una posición durante todo el viaje
en coche. Aire frío entraba por las puertas traseras, refrescándola.

—Entonces, ¿dónde estamos? —preguntó.

—Disneylandia —respondió Vincent. Savannah se rió de la broma


pero rápidamente se abstuvo de mostrar más emoción, sin querer que
Vincent tuviera ningún tipo de influencia sobre ella—. Vamos —Añadió.

Savannah se levantó y salió de la camioneta detrás de Vincent.

Entrecerró los ojos e hizo una visera improvisada con la mano


mientras el sol golpeaba sus retinas, su cuerpo lentamente adaptándose
a la nueva iluminación. Después de unos momentos, su visión volvió a
ella.

Estaba parada en un gran claro, mayormente de tierra y grava. Una


cabaña de un tamaño decente estaba colocada en medio del claro,
conectada a un generador. Otros dos coches estaban estacionados allí,
pero uno de ellos, un sedán verde, estaba destruido y parecía no haber
sido usado durante décadas. Savannah se aseguró de recordar el otro

67
Kendra King Bandido atado

coche, un jeep blanco. Detalles como este serán importantes para cuando
hable con la policía, pensó ella.

—Vale, llévatela, vuelvo en un momento —le dijo Vincent al


conductor.

¿Voy a tener que estar a solas con este tipo? Savannah pensó. La
idea la asustó. Por alguna razón, se sentía totalmente segura con Vincent,
pero no tanto con el conductor.

—Sí, sí, sí, sí —dijo el conductor en tono picante—. Muy bien,


señorita, vamos.

Savannah siguió al conductor hasta la cabina, contemplando el


cielo anaranjado del atardecer que la rodeaba. Una gran bandada de
pájaros volaba a lo lejos, cruzando la silueta dorada y roja del sol.
Savannah miró al grupo con nostalgia, deseando poder volar lejos de aquí
también. Abrió la puerta principal y ambos entraron.

—Vaya —dijo Savannah en voz alta. El interior de la cabaña


traicionó su exterior más bien rústico. Parecía un apartamento moderno
por dentro. Lavavajillas, lavadora, ordenador, Savannah pensó para sí
misma, marcando una lista imaginaria en su cabeza para lo que un
apartamento necesitaría.

—Sí, cuarenta y seis está muy bien. Aquí solo trae a los que le
gustan —dijo el conductor con una gran sonrisa en la cara. Era un
hombre mayor, tal vez de cincuenta o sesenta años. Era grande e
imponente, y parecía que podía partir a un hombre por la mitad si
quisiera.

—Bueno, me siento halagada, supongo —dijo Savannah sin


entusiasmo. ¿Los que le gustan? ¿A cuántas chicas rapta y se trae aquí?
Pensó.

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Kendra King Bandido atado

—Siéntate allí —dijo el conductor, señalando un sofá junto a una


chimenea. —Savannah obedeció—. Escucha, entiendo tu situación —
Añadió él—. Nadie quiere ser secuestrado mientras está en el trabajo,
tomado como rehén, con los ojos vendados y esposada, y luego llevada a
un lugar extraño por ladrones peligrosos, especialmente los fines de
semana —dijo—. Lo entiendo.

Savannah lo miró con las cejas levantadas.

—Vale —dijo ella, insegura de su punto de vista.

—Sólo digo, que vas a estar bien, esto es algo estándar. Al menos
para nosotros.

—Ni siquiera se suponía que tenía que trabajar hoy, me llamaron


en el último minuto —dijo Savannah.

—Hombre, eso apesta —dijo el conductor con empatía—. Sin


embargo, debería acabar en unos pocos días.

—¡¿Unos pocos días?!

—Sí, no te preocupes por eso. Es un lugar agradable. Te


mantendremos bien alimentada. Sin embargo, no hay gimnasio, ni spa.

Savannah suspiró audiblemente, quería hacer pucheros, tener una


rabieta o simplemente un ataque de pánico en general. No tiene sentido
hacerlo, pensó. Entonces un pensamiento aterrador la golpeó.

—Hey —dijo ella, su voz temblorosa.

—¿Sí? —contestó el conductor.

—Vais a matarme, ¿verdad? —Savannah estaba ahora al borde de


las lágrimas.

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Kendra King Bandido atado

—¿Qué? No —El conductor parecía molesto.

—He visto tu cara. Conozco a Vincent Starlingveil, sé su nombre,


vi su cara. Vais a matarme, ¿verdad? —preguntó de nuevo, ahora
sollozando suavemente.

—No, mucha gente ha visto a Vance, es como cincuenta tipos


diferentes. Por todas partes. ¿Realmente crees que es su verdadero
nombre? —dijo el conductor, tratando de calmarla. No estaba
funcionando.

—No. —Savannah se ahogó entre lágrimas.

—Escucha, te diré algo que realmente no debería, ya que odio


cuando las chicas lloran —dijo el conductor.

—¿Qué es? —preguntó Savannah.

—Estuvimos en Francia haciendo un atraco hace un mes. Antes de


eso, estábamos en Rusia. Vladimir Stoynovich, Pierre Lapierre, hombre,
ya ni siquiera puedo recordarlos —dijo el conductor con una risita.

—Simplemente no quiero morir, ¿de acuerdo? No se lo diré a nadie,


ni siquiera me importa, sólo quiero irme a casa —respondió ella.

—Te irás a casa sana y salva, deja de quejarte, somos los mejores
ladrones y secuestradores que jamás hayas conocido, Dios no permita
que conozcas a otros —dijo el conductor.

Savannah dejó de responder y finalmente recuperó la compostura.

—Si no te importa que pregunte... —comenzó Savannah.

—Me importa, pero creo que me lo vas a preguntar de todos modos


—interrumpió el conductor.

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Kendra King Bandido atado

—¿Qué os hace diferentes de los otros tipos?

—No estoy en libertad de decírtelo, señorita, pero te diré que tengo


la conciencia limpia. ¿Puedes decir lo mismo de tí misma?

Savannah estaba sorprendida con la pregunta.

—Creo que sí —contestó ella.

—Bueno, espero que lo averigües antes de que llegue la parca —


contestó.

—Sí, yo también lo hago, supongo.

—Escucha, señora, me voy a descargar algunas cosas para que


tengas una buena estadía en el Hotel Cuarenta y Seis. ¿De acuerdo?

—Está bien.

El aire era frío y fresco cuando Savannah notó el aire acondicionado


colocado en la ventana. La apertura de la cabaña era confusa para ella.
Parece demasiado fácil escapar de esto, pensó.

—Así que, no salgas de esta habitación, no hagas tonterías con


ninguna mierda aquí, quédate solo sentada allí, y yo seré un tipo
realmente agradable, y no hagas nada. Y tienes un pelo muy bonito —
dijo el conductor.

—Uh, vale y gracias —dijo Savannah con los ojos cambiando. ¿Qué
diablos le pasa a este tipo?, pensó.

—En serio. No me obligues a atarte y tenerte tumbada en el sofá,


porque lo haré si es necesario. Sé buena —dijo con firmeza y salió por la
puerta principal, cerrándola con fuerza por detrás de él.

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Kendra King Bandido atado

La siguiente hora más o menos se pasó en una mezcla de miedo,


aburrimiento y, lo más extraño de todo, una excitante expectativa.

Anticipación para que Vincent regresara.

Savannah sonrió.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Ocho
Estaba a punto de oscurecer cuando Savannah oyó a un coche
llegar a la cabaña. Corrió a través de la sala de estar y se asomó a la
ventana. Era un sedán negro normal. Parecía incluso barato. ¿Es
Vincent? Pensó Savannah. Supuse que vendría en algo más llamativo.
Bueno, tal vez eso no sería demasiado discreto.

La puerta del coche se abrió y Vincent salió del vehículo. Su pelo


era de un color diferente ahora: un tono claro de castaño, casi como el
chocolate con leche. También tenía un estilo diferente. Encima de eso,
llevaba un bigote falso de aspecto bastante ridículo. Su traje había sido
cambiado por un polo y unos pantalones.

Ahora podía distinguir sus tatuajes y los guardó en su memoria.


Tengo que intentar recordar cada pequeño detalle, pensó. Dios, se ve bien,
otra vocecita agregó en su cabeza. Calla, pensó, regañándose a sí misma
por dejar que pensamientos como ese entraran en su cabeza.

Una sombra se proyectó sobre él cuando una nube pasó sobre la


luna que iluminaba el cielo. Caminó con paso seguro hacia la cabaña.
¿Cómo podía estar tan relajado? Se preguntó Savannah.

La vio asomada por la ventana y movió su dedo hacia ella de una


manera burlona. Savannah cerró las cortinas y corrió de regreso al sofá,
sentándose en él, actuando como si no se hubiera movido ni un
centímetro.

La manija de la puerta se movió, luego se abrió y Vincent entró. A


lo lejos se oían grillos y una rana croando.

—Cariño, ya estoy en casa —dijo, seguido de su risa.


Inmediatamente se quitó el bigote falso.

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Kendra King Bandido atado

—Muy gracioso. Y bonito bigote —comentó Savannah.

—Lo sé, soy demasiado —dijo. Parecía estar de un humor


particularmente alegre.

—Estás contento —dijo Savannah—. ¿Robaste otro banco mientras


yo no estaba?

—¡Ojalá! —dijo. Se acercó a un sillón reclinable acolchado que


estaba junto al sofá de Savannah y se dejó caer de espaldas sobre él,
pateando sus piernas en el aire y poniendo las manos detrás de su
cabeza—. Entonces, ¿estás disfrutando el lugar? —Le preguntó.

—Bueno, tu amigo o conocido, o lo que sea, me dijo que me sentara


aquí y me quedara quieta hasta que él volviera y nunca lo hizo, así que
no, no lo he disfrutado mucho —dijo Savannah.

Vincent se rió.

—Eso está muy bien —dijo—. Bueno, siéntete libre de echarle un


vistazo ahora.

—Gracias —dijo Savannah sarcásticamente y procedió a


permanecer sentada y completamente quieta. Se dio cuenta de que él la
estaba mirando fijamente, pero se negó a devolverle el contacto visual.
Parcialmente por rebelión, y parcialmente porque tenía miedo a lo que
pasaría si él se metía bajo su piel estando los dos solos juntos.

—Bueno, quizás algo de música aligere el ambiente —dijo Vincent


y se levantó del sillón reclinable. Hizo un largo y exagerado estiramiento,
haciendo pequeños gruñidos y ruidos de relajación masculinos mientras
lo hacía. Mientras lo realizaba su camisa se subió por encima de la
cintura, y Savannah rápidamente echó un vistazo. Una “V” muscular fue
tallada alrededor de su entrepierna, y vio los dos músculos inferiores de
su paquete de seis.

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Kendra King Bandido atado

Mierda, pensó Savannah. Mira hacia otro lado. Mantente fuerte.

Vincent se acercó a un equipo de música que tenía una gran pila


de CDs encima.

—Hombre, ¿recuerdas los CDs? —Le preguntó.

—Sí —dijo Savannah y se mordió el labio, su mente ahora


abrumada con imágenes del definido cuerpo de Vincent.

—¿Alguna petición? —preguntó Vincent.

—No, gracias, pero gracias —dijo Savannah nerviosamente.


Continuó apartando los ojos de él.

—Muy bien, entonces parece que es mi elección —contestó y revisó


algunos de los CDs. Soltó un gruñido de satisfacción y puso uno en el
sistema de sonido.

—Buena música de verano —notó en voz baja.

Savannah no podía creer lo que oía. ¿Quién es este tipo? Pensó.

—¿Cuánto tiempo llevas acechándome? —Le preguntó ella.

Vincent la miró y le dio una sonrisa confusa.

—¿Perdón? —preguntó.

—¿Cuándo tiempo llevas acechándome? ¿Un año? ¿Dos?

—Sólo hace tres días, desde que te vi en el banco, para ser


totalmente sincero —dijo.

—¿Irrumpiendo en mi casa? ¿Revisando todas mis cosas?

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Kendra King Bandido atado

Una música alegre en el fondo. Era Machaka Unchained, una


banda de rock hawaiano.

Vincent se rió.

—No, nada de eso. Acabo de recibir la dirección de tu jefe y te envié


unas flores —dijo.

¡Fue él! Pensó para sí misma. ¡Las envió él realmente! Ella sonrió
ante la confusión y rápidamente trató de quitársela de la cara.

—Nadie escucha esto excepto yo —dijo.

—Bueno, creo que te equivocas porque estoy escuchando esto


ahora. Después de todo, es mi CD —respondió Vincent, muy divertido
por la situación—. ¿Conoces a Machaka Unchained?

Savannah se rió y puso los ojos en blanco ante la locura de todo


esto.

—Es una de mis bandas favoritas —confesó. Hubo un momento de


tensión silenciosa y luego Savannah miró a Vincent. Hubo una chispa
instantánea entre los dos.

—Interesante —dijo él. Parecía tomado por sorpresa.

—No te estás quedando conmigo, ¿verdad? ¿No revisaste mis cosas


después de entrar a mi casa? —Savannah preguntó. Todavía no puedo
creerlo, pensó. ¿Cuáles son las probabilidades?

—No entro en casas y reviso los CDs. No soy un tipo normal, pero
no soy raro de esa manera —dijo mientras se reía.

Savannah se echó a reír. Algunos de sus músculos se relajaron un


poco y se recostó ligeramente en su asiento.

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Kendra King Bandido atado

—¿Qué clase de persona rara eres entonces? —preguntó ella, ahora


haciendo contacto visual con él mientras hablaba. Su corazón latía
rápidamente de emoción.

—Tal vez cuando deje de tenerte como rehén, podamos tomar algo
y te lo contaré todo —bromeó. Un coyote aulló en la distancia.

—Parece que se está riendo —comentó Savannah sobre el llanto de


los animales.

—Debe haber escuchado mi broma —dijo Vincent. Savannah se


echó a reír y volvió a mirar a sus pies.

—Entonces, ¿cuál es tu asunto? —preguntó ella.

—¿Tienes hambre? —respondió Vincent, ignorando su pregunta.

Savannah permitió que eludiera la pregunta y consultó con su


estómago. Dios, no creo que haya comido nada en todo el día, pensó ella.

—En realidad, ahora que lo mencionas, sí, no creo que haya comido
nada en todo el día. Ni siquiera me di cuenta.

—Bueno, eso tiene sentido, dado cómo ha ido tu día. En realidad,


lamento no haberte preguntado antes —dijo, aparentemente preocupado
por su bienestar.

—Está bien, estabas ocupado robando bancos y cosas así —dijo y


puso los ojos en blanco.

—Dime qué quieres comer, lo que quieras, lo conseguiré aquí —Le


respondió.

A ti, pensó Savannah. ¡Deja de hacer eso! Se regañó a sí misma


mentalmente.

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Kendra King Bandido atado

—Realmente no importa, puedes conseguir lo que sea —dijo,


agotada mental y físicamente. Al darse cuenta de lo hambrienta que
estaba y al recordar su experiencia, se sintió extremadamente cansada.
Soltó un suspiro y se relajó en su asiento.

—No, uh, tú eliges. Considéralo como una disculpa por lo de ser


un rehén.

—¿Crees que puedes compensar esto dándome una buena comida?


—preguntó lánguidamente mientras se retorcía en el sofá, poniéndose
más cómoda.

—Es un comienzo —respondió—. ¿Cuál es tu comida favorita de


todo el mundo?

Savannah cerró los ojos por un momento, luego los abrió con
urgencia. No quiero quedarme dormida con este extraño criminal justo a
mi lado, pensó.

—Cerdo desmenuzado, bien hecho —dijo adormilada.

—Cerdo desmenuzado —dijo—. ¿En serio?

—En serio —respondió ella.

—¿De todo el mundo esa es tu comida favorita? De todas las


cocinas, la variedad, las maravillas… —preguntó.

Savannah asintió con la cabeza hacia la música de fondo,


apreciando una de sus canciones favoritas.

—Me preguntaste, respondí. Además no se trata sólo de carne de


cerdo desmenuzada. Tiene que estar justo perfecta.

—¿Qué es lo justo perfecto?

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Kendra King Bandido atado

—No lo entenderías —dijo Savannah mientras empezaba a


encorvarse hacia un lado, su hombro empujando contra el cómodo sofá.

—Muy bien, veré qué puedo hacer. Deja que te traiga una manta
—dijo él.

Savannah se despertó.

—No, estoy bien —dijo ella, levantándose. De lo que no se dio


cuenta es que simplemente imaginó que se había levantado, pero se había
caído totalmente de lado. El cansancio la sobrepasaba y se estaba
quedando dormida rápidamente.

—Cierto —dijo Vincent mientras se levantaba y abría la puerta de


un armario.

—No puedo dormir —dijo en voz baja.

—Estarás bien, sólo voy a leer un libro y te haré un poco de carne


de cerdo desmenuzada —Le dijo.

¿Por qué está siendo tan amable conmigo? Se preguntó ella. ¿Es
realmente un buen tipo? Él no puede serlo.

—No —dijo mientras sus ojos continuaban cerrándose.

—Me niego a ser un mal anfitrión —dijo con orgullo.

—Realmente no eres un anfitrión cuando secuestras... —dijo


Savannah. A mitad de la frase, se quedó dormida.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Nueve
Savannah se despertó con un crujido en la pequeña cocina de la
cabaña y el olor de la salsa barbacoa. La brillante luz de la cocina lastimó
sus ojos e instintivamente se los cubrió con una manta.

Espera un minuto, pensó. ¿Por qué tengo una manta? Su mente


medio despierta seguía poniéndose al día con lo que su cuerpo le decía.
La música estaba apagada, pero todavía podía oír los grillos y las ranas
fuera. Todavía estaba oscuro fuera de las ventanas.

—¿Vincent? —preguntó mientras se frotaba los ojos.

—¿Qué? —preguntó con un tono frustrado.

—Vale —dijo ella, y se apartó de la luz e intentó volver a dormirse.

Su estómago protestó por la idea, dejando escapar un gruñido


audible.

—Oye, ¿qué es ese olor? —preguntó ella. No recibió respuesta—.


Dije, ¿qué es ese olor? —preguntó de nuevo, esta vez en voz muy alta.

—Supongo que no es perfecto —dijo Vincent, medio sarcástico,


medio derrotado. Savannah se dio la vuelta y miró la cocina. Había
utensilios de cocina esparcidos por todo el mostrador y un Vincent de
aspecto frenético que aplicaba varias especias a una paleta de cerdo en
un bol.

—Huele bien —dijo adormilada y se frotó los ojos. Dios, no puedo


creer que haya dormido aquí, pensó ella. Podría haber muerto. Sin
embargo, huele bien, o al menos mi estómago lo cree así.

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Kendra King Bandido atado

—Bueno, la cena está servida —dijo, trayendo un plato de papel


con una pila de carne decente, con un tenedor de plástico a un lado.

—Gracias, supongo —dijo Savannah mientras se sentaba erguida


en el sofá, mirando la comida que él le había preparado.

—Muy agradecido —comentó.

—Bueno, no es que haya venido aquí por mi propia voluntad para


comer un poco de carne de cerdo desmenuzada casera, pero es un buen
gesto para un delincuente peligroso —dijo ella.

—Delincuente peligroso, me gusta eso —dijo Vincent—. Muy


intimidante. A ti también te gusta eso.

Savannah se sonrojó ante la verdad de su declaración.

—Adelante, bon apetit —Le dijo.

Savannah se lo agradeció, apuñalando la carne con su pequeño


tenedor de plástico y atrapando un trozo decente.

—Verás, se supone que se desmorona en pequeños y agradables


pedazos —dijo ella, mostrándole el trozo de carne casi intacto que tenía
en el tenedor. Vincent frunció el ceño. Savannah le devolvió la sonrisa y
luego se puso la comida en la boca.

Guau, esto no está muy bueno, pensó para sí misma. Simplemente


sabe a carne blanda con sal y pimienta. Vincent la miró con anticipación.

—¿Justo en su punto? —preguntó, emocionado por la aprobación.

Savannah continuó masticándolo, luchando para lidiar con la


dureza de la carne.

Ella sacudió la cabeza hacia él y le dijo, con la boca llena.

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Kendra King Bandido atado

—Nuh, uh.

Vincent dejó salir un poco de risa.

—Sí, claro, lo dices por decir. Sabes que está increíble. —La miró
con profunda expectación. Savannah se tragó su primer bocado. Esto es
bastante terrible, pensó. Sin embargo, sintió una pizca de tristeza por
Vincent, que estaba tan confiado en su habilidad pero tan frágil a los
comentarios de ella.

A la mierda, pensó. El un ladrón de bancos. ¡Acaba de secuestrarme!


¡Qué se joda!

—Es realmente malo, en realidad, pero gracias por intentarlo —dijo


de una manera exageradamente dulce que sabía que Vincent sería capaz
de ver a través de ella.

—Bueno, obviamente lo dices porque estás enfadada conmigo por


secuestrarte y tomarte como rehén —dijo y luego se detuvo en
contemplación—. Lo que tiene sentido.

—Lo que sea que te haga sentir mejor, Vance —dijo Savannah con
un gruñido extra.

—Mi nombre no es Vance —dijo—. Es sólo como él dice Vince. Tiene


acento.

Savannah miró hacia otro lado y puso los ojos en blanco,


sintiéndose avergonzada al mismo tiempo.

—Claro —dijo ella.

—No eres tan lista cómo crees que eres —dijo Vincent. Pero parecía
estar disfrutando de su rebeldía. Savannah le sonrió burlonamente y le
dio otro bocado a la mediocre comida.

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Kendra King Bandido atado

—Entonces, ¿me quedaré aquí unos días? ¿Y luego qué? Me dejas


en algún lugar, me liberas, me matas... —preguntó entre mordiscos.

—Yo no mato a gente inocente —dijo Vincent a la defensiva.

—¿Gente inocente? ¿Eres un asesino? —Savannah lo dijo en estado


de shock. No creí que fuera capaz de eso, o que alguna vez lo haría, pensó.
¿Pero por qué iba a pensar eso? No es como si lo conociera.

—No soy un “asesino”, y no aprecio la acusación, especialmente


mientras estás comiendo una comida que acabo de hacerte —contestó
Vincent.

—Lo siento, es un poco aterrador estar cautiva de alguien que


acaba de admitir un asesinato, no importa cuán bueno sea y cuánta
carne de cerdo de mierda te haga —dijo Savannah.

Mierda, mierda, deja de hablar, te va a disparar, pensó ella


mientras hacía una visible mueca de dolor. Tomó el último bocado de la
porción que le dio.

—Realmente tienes toda una boca, ¿eh? —preguntó Vincent.

—No sabes ni la mitad —respondió Savannah.

—Creo que me gustaría conocerlo todo —respondió Vincent.

Savannah lo miró y lo vio mirándola con los ojos llenos de deseo.


Se sonrojó y trató de mirar hacia otro lado, pero fue como si él hubiera
mantenido sus ojos fijos en los de él con su mirada.

—Oh —dijo Savannah, incapaz de encontrar una respuesta


ingeniosa mientras la miraba con una mirada tan electrizante.

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Kendra King Bandido atado

Caminó hacia ella y en unos segundos estaba de pie sobre ella. Alzó
la vista de sus zapatos hacia su cara, admirando el cuerpo escultural que
tenía ante ella.

—¿Estás cansada? —preguntó.

—Acabo de despertarme, no realmente —contestó.

—Sólo dormiste un poco —dijo.

—Estoy bien, creo —dijo, temblando. Vincent se inclinó y la besó


en los labios. Ella lo dejó por unos segundos, y luego se echó hacia atrás
y giró la cabeza.

—Para —dijo. Sus mejillas estaban sonrojadas y su corazón se


aceleraba. Vincent puso su mano sobre la mejilla de ella y la giró para
que lo mirara una vez más. Se miraron profundamente a los ojos.

Vincent la besó de nuevo. Esta vez, la presionó con más fuerza,


deslizando su lengua más allá de los labios de ella, y entrelazándola con
la de ella. Su mano se deslizó desde el cuello de ella a su nuca y la empujó
hacia el beso, penetrando más en su boca con la lengua de él. Savannah
no se resistió en absoluto.

De pie, Savannah continuó besándose con Vincent mientras él


enderezaba su espalda y ponía sus manos en las caderas de ella.
Alejándose por un momento, Vincent la besó por el cuello hasta la
clavícula, enviando escalofríos de excitación y placer por su cuerpo.

—Joder —dijo ella, incapaz de controlarse.

Dejó escapar un gemido al recibir un beso particularmente


agradable en su cuello y luego se mordió el labio. Vincent gruñó de placer
como respuesta, los dos hablando ahora con sus cuerpo y con simples
ruidos como lenguaje.

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Kendra King Bandido atado

Continuaron besándose y caminando al mismo tiempo, en pasos


cortos, torpes y sensuales, hasta que llegaron al sofá del que Savannah
acababa de despertarse. Vincent se aferró a los hombros de Savannah y
la empujó hacia el sofá junto a ellos, su trasero se estrelló contra el
cómodo cojín. Lo miró con un delicioso deseo.

—Realmente no deberíamos —dijo poco convincentemente


mientras sonreía y se mordía el labio.

En el tiempo en el que tardó en decir eso, Vincent se había


desabrochado la camisa de vestir que ahora colgaba suelta sobre su
musculoso cuerpo. Savannah miró con asombro los abdominales y
pectorales perfectamente tallados, salpicados con varios tatuajes. Se
inclinó y la besó de nuevo, esta vez aún más apasionadamente que antes
mientras agarraba un puñado de su cabello de la parte de atrás de su
cabeza. Tiró de él con tanta suavidad, haciendo que Savannah gimiera
en su boca y en su lengua danzante.

Ella extendió las manos y comenzó a tantear su cuerpo, pequeñas


chispas de emoción y sensación eléctrica explotando por todas las yemas
de sus dedos mientras trazaba cada pequeña curva y contorno de su
definido cuerpo.

Su mano respondió de la misma manera, alcanzado su seno y


tocándolo con fuerza, luego moviéndose al siguiente pecho y haciendo lo
mismo. Después de tocarse el uno al otro un poco, Vincent agarró la
costura de su blusa y la rompió de un solo tirón. El sonido de los botones
cayendo al suelo de madera fue todo lo que podían oír a parte de sus
propios alientos pesados. El aire era espeso.

Besándola por todo el cuello, Vincent tanteó detrás de ella y


desabrochó su sujetador. Cayó de su cuerpo, exponiendo sus pechos al
aire mientras una fresca brisa bañaba ahora sus duros pezones. Se

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Kendra King Bandido atado

inclinó y los besó, los mordisqueó y los lamió. Savannah gimió de placer
a cada toque, y metió la mano entre las piernas y comenzó a frotarse.

Vincent le arrancó la mano mientras lo hacía, lo que le provocó un


grito ahogado.

—Eso es mío ahora —dijo mientras la miraba intensamente a los


ojos—. ¿Entendido?

—Sí, señor —dijo mientras lo miraba con ojos suplicantes.

—Buena chica —dijo él.

Savannah no podía creer su suerte y desgracia al mismo tiempo:


finalmente alguien lo suficientemente hombre para tratarla como ella
quería que la trataran en la cama. Pero resulta que es un ladrón de
bancos que la mantenía cautiva.

Savannah levantó las piernas cuando Vincent se las separó y


rápidamente también le quitó la ropa interior a ella. Él sostuvo su pierna
en el aire y comenzó a besarla desde el tobillo hacia arriba lentamente.
Agonizantemente despacio. Ella se retorció en anticipación mientras su
suave boca se abría camino lentamente hasta la parte interna de su
muslo. Entonces los besos comenzaron a deleitar y satisfacer cada vez
más.

—Por favor, por favor —dijo sin aliento.

—Me gusta cuando suplicas —contestó Vincent con una sonrisa de


satisfacción mientras levantaba la cabeza de entre las piernas de ella.
Savannah se sonrojó y escondió su cara mientras dejaba salir otro gemido
suave. Vincent regresó su cabeza al lugar donde estaba actuando.

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Kendra King Bandido atado

Los besos se convirtieron en ligeros mordiscos y arrastres de labios


y lengua alrededor de su hendidura. Savannah se retorció, esperando a
que su lengua que rastreaba finalmente encontrara su marca.

—¡Por favor! —dijo, incapaz de contenerse. Justo cuando ella soltó


el fuerte grito de petición, su húmeda lengua golpeó ligeramente contra
su hinchado clítoris, causando una tremenda corriente de placer que
viajó por todo su cuerpo, emanando desde entre sus piernas y golpeando
cada nervio y hueso que ella tenía.

Comenzó a arremolinar su lengua alrededor de ella y Savannah


movió sus caderas hacia adelante y hacia atrás, moviéndose junto con
los movimientos de la boca de él.

—Dios mío —dijo ella. Es tan bueno en esto, cómo es tan bueno en
esto, oh Dios mío, oh, joder, pensó. El mismo pensamiento se repitió una
y otra vez en su cabeza, mientras Vincent trabajaba con su mágica lengua
por todo su cuerpo. Vincent gemía de placer ante su obra, la vibración de
su profunda voz estimulando el clítoris de Savannah aún más que antes.

Cada pocos momentos, Savannah se daba cuenta de lo que estaba


pasando: estaba siendo devorada por un ladrón de bancos que acababa
de secuestrarla. Le idea era tan aterradora, pero confiaba en él y se sentía
intensamente atraída por él. Además, todo era muy excitante.

—Es tan bueno —susurró en voz alta en la noche vacía, cautiva en


la cabaña—. Es tan bueno, es tan bueno —repitió una y otra vez. Se volvió
más y más ruidosa. Su cuerpo se tensó, cada músculo flexionado en
anticipación a una tremenda liberación, que llegó después. Gritó fuerte,
más fuerte que nunca.

Si hubiera vecinos, se habrían enterado. Podrían haber pensado


que se estaba muriendo. No lo estaba. Estaba teniendo el orgasmo más
intenso de su vida. Mientras ella llegó libremente, Vincent deslizó dos

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Kendra King Bandido atado

dedos dentro de ella y hábilmente los maniobró, extendiendo la longitud


de su orgasmo significativamente. Sus caderas se balanceaban
ferozmente arriba y hacia abajo, golpeando contra el suave sofá mientras
seguía corriéndose. Trató de morderse el labio para silenciarse, pero en
vez de eso dejó escapar más ruidos apagados de satisfacción.

Su orgasmo finalmente llegó a su fin, y ella regresó sus ojos de la


parte posterior de su cabeza para mirar a Vincent de frente una vez más.
Vio el deleite en su rostro; parecía particularmente orgulloso de su
trabajo. Savannah suspiró pesadamente, deseosa de lo que vendría
después: él.

—No olvides decir gracias —dijo él con severidad y la besó una vez
más en el clítoris.

—Gracias —dijo ávidamente mientras lo agarraba de la mano y


empezaba a tirar de él hacia ella.

La iluminación incandescente amarilla de la sala de estar de la


cabaña se volvió rápidamente roja, luego azul, luego roja, luego azul.
Savannah y Vincent saltaron y comenzaron a mirar a su alrededor.

—Oh, mierda —dijo Savannah mientras su cerebro post-orgasmo


finalmente procesaba los sonidos que estaba escuchando: sirenas a todo
volumen. Vincent tenía una mirada extraña en su cara. Parecía
sorprendido, pero también inesperadamente dispuesto a afrontar su
destino.

Él permaneció de rodillas frente a ella en el sofá, sus piernas


todavía extendidas frente a él con su coño brillante a centímetros de su
rostro. ¿Estoy soñando? pensó Savannah. Toda la experiencia se volvió
más surrealista a cada minuto.

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Kendra King Bandido atado

Finalmente, Vincent asintió y se puso en pie, poniéndose


hábilmente su camisa antes de limpiarse la boca húmeda con la manga
de su camisa.

—Bueno, parece que tus vacaciones terminaron temprano —dijo


con una sonrisa que traicionó sus verdaderos sentimientos—. Esto tenía
que suceder algún día —agregó, al parecer diciéndoselo más para sí
mismo que para Savannah.

—¿Te vas a entregar? —preguntó ella. ¿Por qué estoy preocupada


por él? Se preguntó.

—No hay elección —dijo—. Además, volveré —agregó con una gran
sonrisa. Se abotonó la camisa a medias y se volvió hacia la puerta—. Hey,
Savannah, ¿puedo llamarte Vannah? —Le preguntó.

—Claro —respondió. Nadie me ha llamado así antes, pensó.

—¿Tú también lo sentiste, Vannah?

Sabía exactamente a qué se refería.

—Lo hice.

—Eso pensé. Nos vemos pronto —dijo Vincent, le guiñó un ojo a


Savannah y luego se dirigió a la puerta. Savannah miró hacia otro lado.
Había lágrimas en sus ojos, que ella entendía y al mismo tiempo no
entendía en absoluto.

—¡Manos arriba! ¡Manos arriba ahora mismo! ¡Quédate quieto!


¡Quédate donde estás! —Las voces gritaban desde todas partes. Debía
haber allí veinte patrullas de policía.

Suena como si nunca lo hubieran atrapado antes, pensó ella. ¿Cómo


sucedió esta vez? ¿Fue mi alarma silenciosa? De hecho, se sintió mal por

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la idea de que fue su culpa que lo atraparan. Tal vez es sólo por lo que
pasó, pensó ella. Además, no sé nada de él. Podría ser un asesino loco.
Dios mío, ¿qué diablos estoy haciendo? Necesito ir a casa.

Después de que una conmoción considerable terminara afuera, un


oficial de policía entró en la cabaña. Savannah rápidamente se dio cuenta
de que todavía estaba desnuda de la cintura para abajo y prácticamente
desnuda de la cintura para arriba. Se cubrió con las manos y cruzó las
piernas lo mejor que pudo después de un pequeño grito de sorpresa.

—¿Estás herida? ¿Estás bien? —El oficial preguntó con


preocupación mientras se acercaba rápidamente a ella.

—No, no, no, no, no —dijo ella, escondiéndole la cara. Esto no se


ve bien, pensó.

—¡Traigan una manta aquí! —El oficial gritó hacia la puerta.

—Gracias —dijo Savannah.

—Estoy aquí para ayudar, siento lo que ha pasado, pero todo va a


estar bien ahora, ¿entiendes? —preguntó.

No va a estar bien, pensó ella. Todo esto está mal. No había forma
de que nada de esto pudiera estar bien. Sus emociones estaban
desgarradas, su mente dividida. No podía entender qué era lo que quería.
¿Quería ir con él, o quería ir a casa? No pudo decidirse hasta que supiera
quién era realmente él y eso se convirtió en su principal prioridad. Iba a
averiguar quién era realmente este hombre, para poder reconocer sus
emociones y tomar una decisión.

Otro agente entró corriendo en la habitación con una manta de


emergencia y se la entregó. Savannah lo miró avergonzada, sabiendo que
no podía quitársela de la mano sin exponerse ante el oficial

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Kendra King Bandido atado

—Lo siento —dijo el oficial, dándose cuenta de la situación. Volvió


la cabeza y extendió la manta, que ella tomó, revelando su pecho por un
breve instante. Dios, esto es tan vergonzoso, pensó ella.

—Gracias —dijo y se envolvió la manta alrededor de su cuerpo. Era


grande y la cubrió bastante bien.

—Ven conmigo, hay una ambulancia afuera. Todo va a estar bien.

Todo el mundo sigue diciendo eso, pensó. Primero los ladrones del
banco y ahora estos tipos.

—Gracias de nuevo —dijo mientras seguía al oficial hasta la puerta


principal de la cabaña. Las sirenas eran cegadoramente brillantes pero
ahora silenciosas. Se dirigió a la ambulancia por sí misma, aunque varios
oficiales y paramédicos la rodearon a cada paso con extrema cautela.

—Vamos a llevarte a casa —dijo uno de ellos mientras cerraban las


puertas traseras de la ambulancia, que rápidamente arrancó hacia la
ciudad.

Nada va a estar bien hasta que averigüe quién diablos es Vincent


Starlingveil realmente.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Diez
Pasaron unos días. La vida había vuelto a la normalidad. A pesar
de todo, Savannah insistió en volver a trabajar lo antes posible. Les dijo
a sus jefes, a sus amigos y a sus compañeros de trabajo que era porque
“ella estaba bien”, lo cual estaba y no estaba al mismo tiempo. Pero esa
frase era una mentira de todos modos.

Quería volver a trabajar para verlo. Había algo en lo más profundo


de su corazón que sabía que él de alguna manera terminaría de nuevo en
ese banco. Sonaba estúpido, y lo era, ya que, ¿qué clase de loco regresaría
tan descaradamente al banco que robó sólo para encontrarse con una
chica que le gustaba?

El tipo de loco que era Vincent.

Lucy le dio a Savannah un largo discurso sobre lo que sucedió y


cómo podía tomarse todo el tiempo que quisiera. Savannah apenas
recordaba una palabra. Sólo sonriendo y asintiendo con la cabeza
mientras Lucy intentaba con todas sus fuerzas parecer comprensiva con
lo que sucedía, que Lucy constantemente describía como “tan
traumático”. Ella no sabía lo más mínimo, en realidad. La única parte
traumática fue cuando todo terminó, pensó Savannah. Le había llevado
unos días darse cuenta de eso en los días siguientes, pero ahora lo sabía
con certeza.

Cada hombre alto con traje, que ciertamente eran muy pocos, que
pasaban por el banco tenían a los ojos de Savannah como un halcón
sobre ellos. Se animaba en su silla. Sus pupilas se dilataban. Sus
músculos se tensaban y su corazón revoloteaba como las ansiosas alas
de un colibrí.

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Kendra King Bandido atado

Nunca fue él, obviamente. Savannah buscaba frenéticamente en


las noticias todos los días tratando de encontrar alguna mención del
atraco y su estado, su sentencia, lo que fuera. Todo fue en vano. Por
alguna razón, cada mención de Vincent Starlingveil fue de alguna manera
bloqueada del acceso público.

Había desaparecido completamente de la vida de Savannah.

*****

“Es como si hubiera un agujero en mí, una parte que sabía que me
faltaba toda mi vida, y luego se llenó. Pero así de fácil, la arrancaron. Y
ahora sé que se ha ido. Antes no sabía que faltaba, pero ahora me duele
y es como un agujero negro en el corazón. En mi alma”. Escribió
Savannah en su diario.

—Dios, no he escrito en esto en años —dijo en voz alta a la


habitación vacía. Las palabras resonaron ligeramente en las paredes, que
habían adquirido una palidez fría en los ojos de Savannah. La luz
incandescente parpadeó debajo de su cubierta, mostrando la necesidad
de ser reemplazada.

Una oleada de emoción ahogó a Savannah y las lágrimas casi se


derramaron, pero ella las combatió.

Debería llamar a Lily, pensó. No, no debería. Es demasiado


diferente. Pensaría que estoy loca. Ella no lo entendería. Las emociones se
elevaron una vez más.

Al carajo, la llamaré.

La había visitado la mañana después de que la rescataron de su


“situación de rehén”, y las dos lo habían hablado. Sin embargo, Savannah
estuvo distante todo el tiempo. Todavía estaba procesando lo que le había

93
Kendra King Bandido atado

sucedido, tratando de averiguar si era bueno o malo, una bendición


disfrazada o una terrible maldición.

El teléfono estaba en la mano de Savannah en un instante.

—Hey, Savvy —dijo Lily somnolienta.

—Oh, lo siento, ¿te ibas a la cama? —preguntó Savannah. Miró


hacia el reloj montado en su pared. La luz volvió a parpadear y ella se
esforzó para distinguir brevemente las manecillas. La 1:15 a. m.

—No —dijo Lily con un mal farol.

—Oh, mierda, es muy tarde, te desperté, ugh —dijo Savannah,


irritada por su torpe error.

—Está bien, estoy despierta ahora —dijo Lily, tratando de sonar


animada.

—No, simplemente llamaré mañana —dijo y rápidamente colgó el


teléfono. suspiró en voz alta y lo arrojó sobre la cama, mirándolo más allá
de sus pies desnudos. Golpeó la manta con un ruido sorprendentemente
fuerte.

Debería irme a dormir, pensó ella.

El teléfono comenzó a zumbar delante de ella, la superficie lisa


haciendo que el teléfono bailara a través de las blandas sábanas de un
lado a otro como una especie de llamada. Savannah esperó
pacientemente a que el teléfono se cansara de su urgente tango, lo que
pronto hizo.

Cerró los ojos con un triunfo microscópico.

El baile comenzó de nuevo. ¡Buzz, buzz! suspiró en voz alta y se


acercó para agarrar el teléfono.

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Kendra King Bandido atado

—¡Ay! ¡Mierda! —gritó mientras el dolor le atravesaba el muslo. Un


desagradable calambre le había mordido en su torpe intento de contestar
al teléfono con un mínimo esfuerzo.

—¡Mierda! —Siseó mientras finalmente agarraba el teléfono y


presionaba el botón de “aceptar”.

—¡¿Qué?! —Savannah chasqueó en el receptor.

—¿Estás bien? —preguntó Lily con genuina preocupación.

—Estoy bien, me vuelvo a la cama, vete a la cama, vamos a dormir,


vámonos a la cama —dijo Savannah apresuradamente, ahora tratando
de evitar la conversación que ella estaba tratando de iniciar unos
instantes antes.

—Me llamaste a la una de la mañana por una razón. ¿Puedes


decirme qué es?

Hubo un largo silencio. Savannah se mordió el labio y recorrió


cientos de formas diferentes de decir lo que pensaba sin parecer tonta.

—Me gustó —dijo Savannah. Exhaló en voz alta. La catarsis corría


libremente a través de su cuerpo. Un gran peso sobre su espíritu se
desvaneció en el aire.

—¿Qué te gustó? —preguntó Lily.

—¿En serio? —respondió Savannah, sorprendida de que su mejor


amiga de tanto tiempo no supiera a qué se refería.

—No realmente, sólo para asegurarme. Guau —respondió Lily.

—¿Guau? —contestó a la defensiva.

—Sí, guau, quiero decir —tartamudeó Lily para responder.

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Kendra King Bandido atado

—Me voy a la cama —dijo Savannah y fue a colgar.

—¡Espera! —La voz de Lily resonó en el auricular. Había urgencia


en su voz.

—¿Qué? —preguntó Savannah con rapidez.

—Dame un minuto, ¿quieres? Ponte en mi lugar, por amor de Dios


—dijo Lily. Savannah hizo lo que su amiga le pidió y se dio cuenta que
estaba siendo un poco precipitada e irrazonable.

—Lo siento —dijo.

—Yo también lo siento, quiero hablar de ello, sólo tenía que ordenar
mis pensamientos, ¿sabes? —respondió Lily.

—Sí, lo entiendo, sólo estoy sensible al respecto —dijo Savannah.

—Duh, ¿qué es lo que te gustó? —preguntó Lily tratando de ir al


grano.

—Sólo me gustaba él. Él era diferente. No se parecía nada al


carrusel de payasos con los que he tenido que lidiar desde que empecé a
salir. Era… especial —Comenzó Savannah.

—Bueno, él era definitivamente diferente —dijo Lily que no pudo


sofocar una risa.

—Vamos —Se quejó Savannah.

—Entonces, ¿realmente no te hizo daño ni nada de eso? Pensé que


habías dicho eso porque estabas cansada y querías irte a casa —dijo Lily.

—No, definitivamente no me hizo daño. Me preparó carne de cerdo


y me puso una manta cuando me quedé dormida —dijo Savannah.

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Kendra King Bandido atado

—¡¿Qué?! —respondió Lily, riendo una vez más.

—Lo digo en serio, él hizo eso, sin exagerar —dijo Savannah. Se


sentía bien poder hablar de él como si fuera una persona real y no una
especie de hombre del saco que se abalanzó sobre ella y se la robó para
una noche de terror. Nada podría haber estado más lejos de la verdad.

—Supongo que realmente le gustabas, eh —bromeó Lily.

—Él realmente me gustó —suspiró Savannah.

—¿Has hablado con él desde entonces? —Le preguntó.

—No he podido encontrar un solo detalle sobre él desde que se


entregó a la policía. Nada. —Se lamentó Savannah.

—¿Por qué no? ¿No debería estar en el periódico o en algún sitio de


noticias o algo así? —preguntó Lily.

—Busqué por todas partes. ¡En todas partes! Obviamente tenía


curiosidad, ¿verdad? —dijo Savannah.

—Obviamente. —Estuvo de acuerdo Lily.

—Nada —suspiró Savannah.

—Yo también miraré, ¿cómo se llamaba? —preguntó.

—Dijo que su nombre era Vincent Starlingveil, pero su amigo, uh,


cómplice, supongo, lo llamó Vance. Vincent dijo que él pronunciaba mal
su nombre, pero no lo sé. Soy escéptica —dijo Savannah.

—Bien, iré a ver, pero no esta noche, tengo clase de cocina mañana
por la mañana.

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Kendra King Bandido atado

—Oh, hombre, lo siento, podemos hablar de esto más tarde —dijo


Savannah. Estoy jodiendo su horario de sueño por esto, pensó. Es
demasiado buena conmigo.

—¿Estás segura? —preguntó Lily.

—Sí. Muchas gracias por molestarme para que levantara el


teléfono.

—Me encanta molestarte, pero también me encanta dormir.


Buenas noches, Savvy —dijo Lily.

—Buenas noches —contestó Savannah.

—Por cierto —Añadió Lily.

—¿Sí?

—¿Entonces vosotros, ya sabes… lo hicisteis? —Lily sonaba como


una niña de primaria.

Savannah pensó largo y tendido en contarle la verdad de lo que


pasó esa noche, pero optó por decirle su versión de “la verdad”.

—No, no tuvimos sexo —dijo. Técnicamente no lo hicimos, pensó


para sí misma. Eso no cuenta como sexo. Ni por un segundo.

—Maldita sea, esa habría sido una historia todavía más loca —Soltó
Lily—. ¡Como algo de un libro!

—Sí —dijo Savannah, soñadoramente.

—¡Buenas noches! —dijo Lily una vez más.

—¡Buenas noches!

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Kendra King Bandido atado

Savannah dejó el teléfono y trató de dormir. Dio vueltas y vueltas


en la cama durante una hora, fantaseando sobre la noche que pasó
cautiva en su cabaña escondida.

Soñó con él esa noche. Volvió por ella en un gran globo a su banco.
Ella salió corriendo por la puerta, y saltó al globo y volaron juntos. La
besó en el cuello.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Once
Savannah atravesó la entrada del banco con la mano sobre los ojos
en una visera improvisada para bloquear el sol. La dorada iluminación
del exterior se volvió un gris fluorescente al entrar en el lugar que todavía
le parecía una prisión.

Después de dormir hasta tarde, estaba particularmente cansada y


no saludó a nadie en el camino a su oficina, sino que se arrastró
directamente desde la entrada del edificio, hasta la entrada de su oficina
como un zombi.

—¡Disculpe! —dijo una voz desconocida. Savannah se dio cuenta


de que se había repetido unas tres o cuatro veces antes de que el último
grito llamara su atención.

Lentamente se dio la vuelta y vio a un oficial de policía uniformado


mirándola con sospechas.

—¿Está bien, señora Solitaire? —preguntó con voz preocupada.

—Oh, sí, estoy bien, sólo que todavía no he tomado un café —


contestó con una media sonrisa.

—Eso es bueno. Necesito hablar con usted sobre algo, ¿hay algún
lugar privado donde podamos hablar ahora mismo?

Savannah miró su oficina, que era tan privada como un baño.


Luego miró alrededor del banco. Los pocos clientes que estaban allí tan
temprano en la mañana a miraban como si fuera una criminal.

—Supongo que fuera estaría bien —dijo Savannah con un


minúsculo suspiro.

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Kendra King Bandido atado

—Genial —contestó el oficial y comenzó a volver hacia la puerta.


Savannah giró pivotando los talones y lo siguió. ¿De qué se trata todo
esto? Se preguntó.

Los rayos dorados de la luz del sol matutino volvieron a golpearla,


lo que le pareció bastante acogedor en comparación con el ambiente gris
y frío en el que tenía que pasar sus días de trabajo. Miró a derecha e
izquierda, y sólo vio unos pocos pájaros matutinos picoteando la hierba;
no había ni una sola persona a la vista. Deseó tener alas como los pájaros
en este momento para poder volar.

—De acuerdo, ¿qué pasa? —preguntó Savannah.

—Hemos estado tratando de ponernos en contacto con usted desde


su secuestro, pero hemos tenido dificultades —dijo el oficial con un toque
de ira, como si la estuviera regañando.

—He estado muy ocupada y ya les conté todo —respondió


Savannah.

—Sí, realmente apreciamos eso, sé que no es fácil abrirse después


de un evento traumático como ese —dijo el oficial. Savannah puso los
ojos en blanco instintivamente ante la palabra “traumático”, que
inmediatamente llamó la atención del agente de policía.

Hubo un silencio mientras la miraba intensamente, analizando


cada uno de sus músculos y movimientos faciales.

—¿Y bien? —dijo Savannah irritada.

—Señora Solitaire —comenzó el oficial—. ¿Cuál fue su relación con


su captor? —Savannah suspiró.

—Ya os lo dije, entró al banco y trató de depositar un montón de


dinero, luego un día después regresó de nuevo y me dijo que no tenía el

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Kendra King Bandido atado

dinero y que sólo quería seducirme —dijo. Dios, eso suena ridículo, pensó
ella. La mirada en la cara del oficial confirmó sus sospechas.

—Cierto, cierto, a veces nos gusta preguntar dos veces en caso de


que tenga problemas para recordar las cosas —dijo el oficial. ¿No me cree?
Pensó Savannah. Comenzó a inspeccionar intensamente la cara del
oficial como él hizo con ella. No parecía tan amigable como la noche que
fue capturada. Parecía escéptico.

—Bueno, me alegra ayudar —contestó Savannah. ¿En qué


demonios está pensando?

—Y, ya que sólo estoy revisando y asegurándome de que no olvidó


nada, ¿puedo hacerle otra pregunta? —preguntó el oficial de policía. No,
pensó Savannah. Pero no quiero hacer enojar a la policía.

—Claro —dijo Savannah. Luchando para contener un bostezo que


salió inmediatamente.

—Me alegra ver que le está yendo tan bien, tan tranquilamente —
dijo el oficial—. La mayoría de las personas en su posición están bastante
conmocionadas por un tiempo después de su encuentro.

—Sólo estoy cansada —dijo—. Todavía no hay café. —¿Puede este


tipo dejarme ya en paz? Pensó. Un cuervo graznó fuerte a su lado varias
veces seguidas.

—Claro, claro. Bueno, sólo una pregunta rápida y la dejaré en paz


—dijo el oficial de policía.

—De acurdo, adelante —dijo Savannah irritada.

—Puede describir lo que pasó después de que usted fue… —


Comenzó el oficial de policía. Miró un bloc de notas frente a él que estaba
absolutamente cubierto de notas—. ¿Metida en la furgoneta?

102
Kendra King Bandido atado

—Sí —dijo Savannah, bostezando una vez más.

—Sí, ¿podría explicar lo que pasó una vez más? —preguntó el


oficial.

—Me ataron y me vendaron los ojos, luego me dijeron que me


llevaban a la ubicación cuarenta y tres. Había un tipo grande que me
vigilaba mientras Vincent salía a algo —Comenzó Savannah.

—Vincent es el hombre que vino a visitarte, ¿correcto?

—Sí. De cualquier manera, me quedé dormida y cuando desperté


Vincent estaba allí. Me preguntó qué quería comer. Me obligó a comer
cerdo. No estaba muy bueno. —El corazón de Savannah comenzó a
palpitar mientras pensaba en lo que pasó después.

—Sí, ¿y luego?

—Luego lo ignoré hasta que ustedes aparecieron —dijo de la


manera más convincente posible. ¿Cómo podría decirles lo que realmente
pasó? Pensó. Pensarían que estoy loca.

—Sí, está bien —dijo el oficial con voz muy decepcionada. ¿Cuál es
el problema? Se preguntó Savannah.

—¿Hay algo mal? —preguntó valientemente.

—Oh, por supuesto que no, sólo estoy tratando de ser lo más
minucioso posible, es mi trabajo después de todo —dijo en tono serio. La
miró de arriba a abajo. Me está mirando como si fuera una asesina, pensó
Savannah.

—Vale, ¿puedo ir a por mí café, entonces? —preguntó ella, molesta.

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Kendra King Bandido atado

—Sí, lamento por haberle quitado su tiempo esta mañana y


realmente aprecio que fuera usted tan cooperativa —dijo. ¿Por qué no iba
a ser cooperativa?

Savannah volvió al banco, conmocionada. Su mente comenzó a


vagar.

¿Me están tendiendo una trampa? ¿Hay algo que ellos saben y yo
no? ¿Es por eso que Vincent hizo todo eso? ¿Hay algún plan inteligente de
que me incrimine a mí y no a él? Tal vez por eso se entregó tan fácilmente.

Tal vez él se salga con la suya y sea yo la que vaya a la cárcel.

No, eso es una locura.

Savannah una vez más se dirigió de camino a su oficina y se sentó


en su silla. Levantó la mano delante de ella. Estaba temblando. Mucho.

—Joder —murmuró en voz baja—. Eso es una locura. Eso es


imposible. No hice nada malo, ¿cómo podría estar en problemas? Estoy
siendo paranoica —continuó diciendo en voz muy baja en su oficina
vacía.

—¿Pasa algo?

—¿Qué? —dijo, saliendo de su aturdimiento. Alzó la vista y vio a


Chad. Tenía una venda en la nariz que se había roto en la pelea durante
el robo del banco.

—Te oí hablar sola aquí. ¿Estás bien? —Le preguntó.

—Oh, sí, sólo estoy ordenando algunas cosas en el ordenador.


Sabes cómo me pongo cuando no he tomado café —dijo.

—No, en realidad no, pero está bien, solo estoy comprobando —dijo
Chad. Frunció el ceño y se fue.

104
Kendra King Bandido atado

Ugh, ¿por qué sigue trabajando aquí? Pensó Savannah. Su humor


había cambiado de paranoica a enojada. ¿Por qué siempre hace tanto frío
aquí? ¿Por qué sigo haciendo este trabajo de mierda? ¿Por qué el único tipo
que me gusta tiene que ser un psicópata ladrón de bancos?

¿Por qué las paredes de mi oficina son tan estúpidas? Odio los
ángulos. Y las formas. ¡Dios!

Sacudió la cabeza con fuerza, se levantó y se acercó a la máquina


de café. Mientras caminaba, se cruzó con Lucy, que la miró con desdén.

—Savannah —dijo con un movimiento de cabeza presumido hacia


ella. Savannah simplemente frunció el ceño y pasó junto a ella. Lucy soltó
una risa falsa y el chasquido de sus tacones se desvaneció en la distancia.

Creo que voy a renunciar a este trabajo, pensó. No puedo soportarlo


más. Prefiero hacer cualquier otra cosa. ¡Odio este lugar!

Tomó un sorbo de su café.

—¡Mierda! —dijo, alejándose de la taza. El café hirviendo ardía en


sus labios y le picaba. Me alegra que nadie más me haya visto, pensó.

¿Podría empeorar este día? Pensó mientras se daba la vuelta para


volver a su oficina. Al hacerlo, su tacón se resbaló con algo de café que
se había derramado en el suelo cuando se quemó los labios. Se
desequilibró, cayendo sobre su rabadilla. La taza de café de cerámica con
el logo del banco se destrozó en el suelo, rociando café por todo el suelo
laminado.

Savannah se sentó en el café caliente y sollozó durante unos dos


minutos. Afortunadamente para ella, nadie más entró durante su colapso
emocional.

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Kendra King Bandido atado

El resto del día fue miserable, y Savannah no tardó mucho en


recoger sus cosas y marcharse. Prácticamente salió corriendo por la
puerta para llegar a casa.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Doce
Savannah estaba descansando en un sofá después del trabajo,
viendo la televisión y tratando de relajarse cuando su teléfono comenzó a
vibrar. Lo levantó a toda prisa y contestó.

—¿Sí? —dijo ella.

—Savvy —contestó una voz urgente. Era Lily.

—Sí, ¿qué pasa? —dijo Savannah.

—Encontré algo sobre tu chico —dijo excitada.

—¿Qué? ¿Qué averiguaste? —preguntó. Su cuerpo levantándose y


ahora sentada erguida en el sofá.

—Sí, había algo sobre él en un pequeño sitio de un periódico. Dice


que está en una prisión de máxima seguridad mientras espera el juicio.
Loco, ni siquiera sabía que incluso lo hicieran. ¡Su fianza era como de un
trillón de dólares!

El corazón de Savannah se hundió. Realmente nunca lo volveré a


ver, pensó. Quería llorar pero se abstuvo de hacerlo.

—¿Eso es… bueno? —dijo, dolorida y confundida.

—Sí, quiero decir, supongo —dijo Lily, entendiendo la situación—.


Sólo tu suerte, ¿eh? —bromeó ella.

—Sí, sólo mi suerte. Hoy me resbalé con el café y lo aplasté. Hoy es


un día de mierda.

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Kendra King Bandido atado

—Bueno, siempre hay un mañana —dijo Lily—. ¡Siento ser la


portadora de malas noticias!

—Está bien, gracias por mirar y averiguarlo por mí. Me habría


matado si no supiera lo que pasó.

—No hay problema. Oye, ¿quieres hacer algo esta noche? —


preguntó Lily. Savannah se tomó un momento para pensarlo,
presionando ligeramente un dedo contra su labio mientras lo
contemplaba.

—Creo que me voy a dormir —decidió.

—¿Dormir? Son las seis —dijo Lily.

—Sí, ya sabes, con mi suerte hoy dondequiera que vayamos, algo


malo va a pasar. Entraremos en el estacionamiento y me caerá un rayo.
Y eso te pone en peligro. Esto es por tu seguridad, ¿de acuerdo? —dijo
Savannah en un intento de broma.

Lily se rió.

—Se te ocurren las excusas más extrañas —dijo—. Realmente


necesitas dormir.

—¿Ves? Te lo dije. Te veré más adelante, y gracias de nuevo —dijo


Savannah.

—De acuerdo, más te vale. ¡No te he visto en años! —La regañó Lily.

—Lo sé, lo sé —dijo Savannah y colgó. Se puso el pijama, cerró las


persianas de su habitación y cayó desmayada rápidamente en su cama.

*****

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Kendra King Bandido atado

Varias horas después, un fuerte golpe en la puerta sorprendió a


Savannah. Se frotó los ojos y encendió su teléfono como una linterna
improvisada. La luz brillante deslumbró sus ojos y los entrecerró en un
intento para adaptarse a ella.

Salió de su habitación y bajó las escaleras hasta la puerta


principal. ¿Quién diablos está en mi puerta en este momento? Se preguntó.
Volvió a mirar el teléfono para comprobar la hora y se dio cuenta de que
sólo eran las once de la noche. Todavía así, pensó, raro.

—¿Lily? —preguntó mientras se dirigía a la puerta. Miró a través


de la puerta, y vio a un oficial de policía parado en la entrada de su casa.
Se quedó helada y la ansiedad de más temprano de ese mismo día regresó
con toda su fuerza.

Oh, Dios, ¿me van a arrestar? Pensó. Una voz de la razón en su


cabeza contrarrestaba la paranoia. ¿Por qué te arrestarían? En realidad,
no hiciste nada malo, Savannah, la voz de la razón la regañó
internamente.

—¿Hola? —preguntó a través de la puerta.

—Hola, ¿señorita Solitaire? —respondió la voz del oficial.

—¿Sí? ¿Qué quiere? —preguntó ella con sospechas.

—¿Podría abrirme la puerta, por favor? —preguntó con calma.


Tenía una sonrisa en la cara como si supiera algo que ella no sabía. Al
menos no sospecha tanto como el otro policía, pensó. Se tomó un momento
para pensarlo y abrió la puerta principal—. Hola, siento molestarla tan
tarde por la noche —dijo.

—No es problema. ¿Puedo preguntar por qué está usted aquí? —


preguntó Savannah.

109
Kendra King Bandido atado

Miró al oficial de policía y se asustó un poco. Se veía rudo; crudo.


Una gruesa barba sin afeitar estaba en su cara y había múltiples
cicatrices pequeñas en su cara. Había un pequeño vendaje bajo su ojo.
No parece un policía, pensó nerviosamente.

—Lamento informarla que su secuestrador ha escapado de las


instalaciones donde estaba detenido y que tenemos razones para creer
que podría intentar ponerse en contacto con usted esta noche —dijo.

—¿Qué? —preguntó Savannah. Su cuerpo se congeló. ¿Se escapó?


¿Viene a verme?

¿Me va a matar o me va a besar?

—Estoy aquí para vigilar la casa para asegurarme de que no le pase


nada, señora —dijo el policía. Parece tan tranquilo. Él… casi parece que
se va a reír. Pensó Savannah. ¿Qué demonios está pasando aquí?

—¿No puedo irme a otro lugar? —preguntó. Sintió que el sudor


comenzaba a salir de sus poros a medida que los nervios entraban.

—Sería mejor y más seguro que se quedara aquí, señorita —dijo.


En serio, él es raro, pensó ella. ¿Por qué se ve tan divertido?

—¿Por qué no hay otros oficiales de policía aquí? ¿Está usted solo?
—preguntó con escepticismo.

—Oh, hay otro en el coche patrulla que acaba de estacionarse allá


atrás —contestó señalando un sedán negro al otro lado de la calle.

—Eso no es un coche de policía —dijo Savannah.

—Es un coche encubierto —contestó el policía. Vio que ella era


escéptica—. Está bien, mire. ¡Hey! ¡Steve! —La ventanilla del sedán

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Kendra King Bandido atado

comenzó a descender—. ¡Salúdala con la mano! —Un brazo uniformado


salió por la ventana y la saludó.

Supongo que son policías de verdad. Tiene sentido, supongo, pensó


Savannah. Sin embargo, ¿por qué no salió del coche?

Por otra parte, es bastante fácil comprar un disfraz de policía…

—¿Me da su número de placa? —preguntó Savannah—. Solo estoy


nerviosa, lo siento, pero por favor —añadió.

—Por supuesto —contestó el oficial. Le entregó su placa


poniéndosela directamente en su mano. La leyó y trató de memorizar los
números, pero pronto se dio cuenta de que no tenía ni idea de qué buscar.
Savannah se conformó con recordar el número de placa, que ahora
estaba mayormente grabada en su cerebro.

—Vale, bueno, ¿qué debo hacer? —preguntó después de mirar la


insignia.

—Vaya a hacer lo que hacía antes. Parece que estaba durmiendo.


Me ocuparé de usted, señora, no hay nada de qué preocuparse. Esto es
sólo una precaución, ¿de acuerdo? —Le dijo.

—Sí, una precaución, está bien. Lo siento, es que me da miedo y


ya no me siento tan segura aquí —dijo Savannah. Tampoco me siento tan
segura con estos “policías”, pensó ella.

—Está perfectamente a salvo, señorita. Se lo prometo. Estoy seguro


de que esta noche no pasará nada. Vuelva dentro y continúe con su
noche, no haré ni un solo ruido. Sólo estoy aquí por precaución —repitió.

—De acuerdo —dijo nerviosa—. Supongo que volveré a la cama. —


El oficial sonrió y asintió con la cabeza, luego se dio la vuelta y le dio un

111
Kendra King Bandido atado

pulgar hacia el coche al otro lado de la calle. Esto no está bien, pensó
Savannah. ¿Pero qué voy a hacer al respecto?

Savannah volvió a entrar en su casa, asegurándose de cerrar todas


las puertas. Incluso fue a cada ventana y cerró con llave las cerraduras
que normalmente nunca cerraba. Subió lentamente y se sentó en su
cama.

—Joder, no puedo dormir así —dijo en voz alta en su habitación


vacía—. ¿Qué demonios voy a hacer ahora?

Miró alrededor de la habitación y no vio nada para pasar el tiempo,


así que buscó en su bolsillo y sacó su teléfono y comenzó a revisar su
correo electrónico.

Su bandeja de entrada había recibido el puñado de correos


electrónicos “casi todos spam, pero no del todo spam”; tratos, ofertas,
reenvíos de familiares lejanos. Encima de todos ellos había un correo
electrónico en particular.

“Asunto: ¿Me extrañaste?” El remitente era el Señor Fox3.


Savannah comenzó a temblar. Sabía que algo pasaba, pensó. Salió
corriendo de su cama y bajó corriendo a la cocina. Necesito un arma, un
cuchillo o algo.

¡Ese tipo no era policía!

Encendió la luz de la cocina.

Ahí estaba él.

Sus rasgos perfectos estaban ominosamente iluminados bajo la luz


de la cocina. De cintura para arriba, estaba vestido con un traje caro;

3
N. T.: Señor Zorro.

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Kendra King Bandido atado

incluso tenía un pañuelo de bolsillo en un color complementario. ¿De la


cintura para abajo? Pantalones naranjas de prisión. Fue una visión
extraña.

—¿Eres tú? —preguntó Savannah estupefacta.

—Creo que sí —comentó Vincent descaradamente mientras miraba


sus propias manos con falso asombro—. Vaya, lo soy —añadió,
sonriendo.

Savannah tenía el instinto de correr hacia él y abrazarlo, pero otro


impulso igualmente fuerte era huir; huir de él. Era un criminal peligroso
y ella sospechaba de sus motivos.

Los dos impulsos jugaron al tira y afloja con su corazón hasta que
uno de ellos prevaleció.

Voló a sus brazos y los dos se abrazaron con un beso largo y tierno.
Permanecieron así durante bastante tiempo antes de que Savannah
recobrara el sentido común y se alejara de él.

—¿Pero cómo? Acabo de leer…

—Tenía algunas conexiones, me había preparado para eso hace


mucho tiempo —interrumpió en un tono lánguido y casual—. Pensé en
venir a darte una sorpresa.

La mandíbula de Savannah cayó un poco mientras sus labios se


abrían suavemente. Lo miró asombrada. El temor se convirtió en ira.

—¿Por qué demonios crees que es una buena idea venir a mi casa
en mitad de la noche? ¿Quiénes son los tipos que esperan fuera de mi
casa? Seguro que no son policías, ¿verdad?

—Sólo algunos amigos míos —contestó con frialdad.

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Kendra King Bandido atado

—Algunos amigos, ¿eh? —dijo ella.

—Y por supuesto que vine aquí después de huir, no había ningún


otro lugar o persona en mi mente, Savannah —dijo, saliendo de su helado
exterior por un breve momento. Savannah se sonrojó y miró hacia abajo
en una mezcla de ira y adulación.

Ella se quedó allí en silencio. Vincent esperó pacientemente.

—¿Por qué los policías hicieron tantas preguntas? —preguntó


Savannah. Vincent la miró confundido.

—¿Perdón? —preguntó.

—¿Qué hiciste? ¿Por qué la policía me molesta constantemente y


me hace todas esas estúpidas preguntas y me mira como si yo estuviera
loca y fuera una criminal? —dijo Savannah derramando su frustración y
sus sospechas como una olla que se desbordaba.

—Probablemente piensen que estás metida en esto —dijo él con


una sonrisa de satisfacción.

—¿En esto? ¿Estás bromeando? ¿Tú hiciste esto? —Savannah lo


dijo alzando la voz con furia. Vincent levantó las cejas y retrocedió un
poco ante el ataque de Savannah.

—So, so, relájate —dijo, poniendo una mano sobre el hombro de


Savannah. Rápidamente ella alejó su cuerpo de su alcance y separó sus
ojos de los de él, hacia una tostadora—. Esto no es un plan para que te
arresten. No sabría cómo sacarte de la cárcel, así que, ¿dónde estaría la
diversión en eso?

—Entonces, ¿por qué? —preguntó ella.

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Kendra King Bandido atado

—Algún policía idiota probablemente tiene la chiflada teoría de que


estás metida en esto porque no parecías lo suficientemente feliz por ser
liberada —dijo con confianza. Eso casi tiene sentido, pensó Savannah.
Pero no es suficiente.

—Créeme, estaba muy contenta de ser liberada —respondió


Savannah, mintiéndole a Vincent y a sí misma.

—¿Es eso cierto? ¿Debería irme entonces? —Vincent lo dijo en un


desafío a su afirmación.

—Adelante. De todos modos deberías irte antes de que llame a la


policía —dijo desafiante.

—¿Te importa si uso el baño primero? —Vincent dijo con una


sonrisa desarmadora. Savannah sofocó la risa ante lo absurdo de la
pregunta.

—De acuerdo —dijo ella, sin ocultar una pequeña sonrisa.

—Muchas gracias —dijo en un tono demasiado alegre y empezó a


caminar hacia ella. Cuando estaba a centímetros de distancia, se volvió
hacia ella y la miró a los ojos—. Lo siento, soy nuevo aquí, ¿podrías
indicarme la dirección del baño? —preguntó. Savannah se mordió el labio
y lo miró. Era como si él pudiera tocar su alma con sólo mirarla.

—Es… pasando a la izquierda —dijo nerviosa. Vincent se inclinó


para besarla. Savannah cerró los ojos y abrió los labios con anticipación,
pero antes de darse cuenta, él ya había pasado más allá de ella. Gilipollas,
pensó. Sabía que su farol había sido completamente descubierto
también, lo que la hacía sentir más frustrada que nunca.

Oyó la puerta del baño cerrándose por detrás de ella.

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Kendra King Bandido atado

Capítulo Trece
Pasaron uno o dos minutos y él salió del baño. De alguna manera,
se había puesto unos pantalones de vestir en el baño. ¿Dónde tenía los
pantalones? Se preguntó.

—¿Cómo conseguiste esos pantalones? —preguntó


inmediatamente al verlo.

—Bueno, entré en tu casa —dijo—. Por cierto, lo siento, pero pensé


que te gustaría la sorpresa.

—Me encantó —dijo Savannah sarcásticamente.

—Sí, entonces, los pantalones estaban allí. Me estaba cambiando,


pero luego bajaste corriendo, así que no tuve tiempo de terminar.

—Oh —dijo. Su cabeza girando ante toda la situación.

—Hablando de no tener tiempo para terminar, ¿recuerdas los


buenos momentos que pasamos en la cabaña? —preguntó burlonamente.
Savannah se sonrojó una vez más y apartó la mirada de sus penetrantes
ojos.

—Basta —dijo ella—. Para toda tu mierda. Incluso si me gustaras…


lo cual no es cierto —comenzó Savannah. Vincent sonrió—. Nunca podría
respetar a alguien que hace lo que tú haces. Que simplemente roba del
trabajo duro de otros para poder usar bonitos trajes y conducir buenos
coches y tener pequeñas cabañas secretas y elegantes donde pueda
secuestrar a chicas y llevarlas. Me da asco. —Hubo una larga pausa—.
Yo tuve que esforzarme duro por cada pequeña cosa que he tenido en mi
vida, tuve que raspar y escarbar, y nunca tuve a nadie que me diera nada,
ni siquiera a mis padres.

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Kendra King Bandido atado

—Yo nunca tuve padres —dijo Vincent. Savannah volvió los ojos
hacia él. Había un frío exterior en su aspecto ahora, pero parecía frágil.
Como el vidrio congelado.

Savannah no respondió. Sólo lo miró.

—Crecí en las calles. Mis “padres” eran todo tipo de personas.


Adolescentes, veteranos de guerra amputados, personas escalofriantes,
depredadores, ocasionalmente también personas amables de clase
media. Eran mis padres colectivos y crecí haciendo lo que fuera. Lo que
pude, de la misma manera que ellos hicieron. No fue fácil cuando no
tienes nada a lo que recurrir. Cada vez que había mala suerte, volvías al
punto de partida, hurgando en los cubos de basura para comer antes de
que tu cuerpo se apagara.

Savannah continuó mirándolo fijamente. Tenía lágrimas en los


ojos.

—Tú también eres huérfana, así que debes saberlo —dijo. Una
lágrima corrió por la mejilla de Savannah y ella asintió.

—¿Cómo supiste? —preguntó ella.

—Me di cuenta con solo mirarte a la cara, el primer día que nos
conocimos. Cuando te dije a quién iba a donar. A nadie le importa una
mierda a lo que un tipo al azar esté donando a menos que signifique algo
para ellos. Podía sentirlo sólo por eso. Tenía razón.

—Sí, supongo, joder —dijo en voz baja.

—Aprendí que el crimen se paga bien, Savannah. No me gusta, pero


es verdad —dijo. Savannah asintió.

—Entiendo —dijo ella—. Pero eso no es excusa.

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Kendra King Bandido atado

—El crimen paga, pero yo lo pago —agregó Vincent. Savannah


ladeó la cabeza esperando una explicación.

—Realmente dono para Salvar a los Huérfanos. Entre otras


organizaciones benéficas, pero sobre todo a esa.

—¿Qué, le entregas algunas sobras ahora que estás en la cima? —


respondió Savannah enojada. ¿Quién se cree que es? Pensó.

—Dono el noventa por ciento de lo que robo. El otro cinco por ciento
se dedica a asegurarse de que no me atrapen y de que cuando y si me
atrapan, tenga una salida. No voy a dejar que me impidan hacer lo que
creo que es correcto —dijo con gran determinación en su voz.

—¿Por qué debería creerte? —preguntó Savannah.

—Porque sabes que es verdad —respondió.

—No, no lo sé. Creo que es posible, pero lo dudo mucho. La gente


dice cualquier cosa. Quiero pruebas.

—¿Pruebas? ¿Qué clase de pruebas?

—Eres el genio que acaba de escapar de una prisión de máxima


seguridad. ¿Por qué no lo averiguas? Esperaré —Savannah se cruzó de
brazos y lo miró impacientemente. Si no puede probarlo, llamaré a la
policía. Lo que está diciendo es… demasiado bueno para ser verdad. No
me lo trago, pensó Savannah.

—Hmm —Zumbó Vincent. Puso la mano sobre su barbilla mientras


reflexionaba.

—¿Y bien? —preguntó Savannah.

—Lo tengo. Pero necesito usar un ordenador. ¿Tienes un portatil,


una tablet o algo así aquí?

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Kendra King Bandido atado

—¿Por qué, vas a robar eso también? —preguntó Savannah.


Vincent le frunció el ceño—. Estoy bromeando. Obviamente, tengo un
portátil, está en mi habitación. Iré a buscarlo —dijo. Empezó a caminar
de regreso a las escaleras y escuchó pasos por detrás de ella—. No,
quédate aquí. Aquí mismo —dijo regañando—. Espera.

—Está bien —dijo Vincent, un poco abatido.

Savannah subió corriendo las escaleras y encendió la luz de su


habitación. Puso sus manos por delante de ella. Temblando, pensó.
Temblor fue un eufemismo; prácticamente hubo un terremoto en el
interior de su cuerpo.

No puedo dejar que se quede, pensó. Él está siendo buscado. Es un


criminal.

Tengo que dejarlo quedarse.

Respiró profundamente. Luego dos veces más. Buscó el portátil por


alrededor como un águila, lo encontró rápidamente, lo tomó bruscamente
y corrió hacia abajo.

Vincent la estaba esperando allí con una mirada ansiosa en la cara.

—Está bien, ven aquí —dijo ella, haciéndole señas a un pequeño


escritorio improvisado que ella había elaborado; era el mostrador de la
cocina con una silla al lado. Lo único notable que lo hacía parecer como
un escritorio eran las pilas de papeles por todas partes y los círculos de
café que manchaban la encimera.

Savannah conectó el portátil a la toma de corriente más cercana y


esperó a que se iniciara.

—Bonito fondo de pantalla —comentó Vincent. Mirando al bebé


osito panda con una sonrisa.

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Kendra King Bandido atado

—Cállate —contestó Savannah. Le dio el portátil a él—. Bien,


adelante —dijo escépticamente.

—Con mucho gusto —respondió. Se acercó y empezó a escribir


furiosamente en el ordenador. Una ráfaga de ventanas y páginas web
pasaron volando por los ojos de Savannah.

—Esta es una de las cuentas a través de las cuales canalizo las


cosas —dijo Vincent. Savannah miró por encima de la pantalla pero no
pudo averiguar mucho de lo que estaba pasando. Era una gran hoja de
cálculo de transacciones, todos los remitentes y receptores estaban
abreviados con mayúsculas.

—Esto es un montón de basura ilegible —dijo Savannah


frustrada—. ¿Llamas a esto prueba? —Le preguntó. Vincent se rió.

—Sí, supongo que no parece tan impresionante —admitió—. Puedo


explicarlo. Así que, esa es la cantidad —dijo, señalando con un dedo a
una columna—. Y ese es el receptor. Eso de ahí, eso es Salvar a los
Huérfanos —dijo.

—¿Cómo sé que eso es verdad? —preguntó Savannah. Sin embargo,


parece legítimo, pensó.

—Aquí puedes buscar los códigos del receptor tú misma. Está todo
disponible públicamente, es un poco desordenado en la hoja de cálculo
que me da mi cuenta bancaria. Además, está en francés, ya que es de
Suiza —dijo Vincent con una pequeña risita.

—Creí que hablaban suizo en Suiza —comentó Savannah.

—No existe tal idioma —soltó Vincent divertido—. No te fue muy


bien en historia o geografía. ¿Verdad, Vannah? —preguntó. Su corazón
se aceleró cuando dijo el apodo que le había dado en la cabaña. Él
recuerda, pensó ella.

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Kendra King Bandido atado

—Vete al infierno —respondió Savannah a medias. Odio cómo


puede ser un gilipollas, pero al mismo tiempo me hace sonreír. ¿Verdad?

—Estoy seguro de que lo haré, pero por ahora, adelante y verifícalo


tú misma si no me crees. No tengo nada que ocultar —dijo.

—Creo que tienes un montón de cosas que esconder, en realidad


—comentó Savannah.

—No de ti —dijo dulcemente.

Maldita sea, pensó. Lo empujó fuera de la silla y se sentó allí, para


diversión de Vincent. Comenzó a escribir en el ordenador, pero pronto se
dio cuenta de que no estaba ni siquiera segura de cómo verificar el código.

—¿Cómo lo hago? —preguntó. Vincent sonrió.

—Tampoco se te dio bien la clase de informática, ¿eh? —bromeó.

—Soy buena pateando tu clase de culo si no me ayudas a hacer


esto —amenazó.

—Sólo tienes que ir aquí —dijo, guiando su mano sobre el panel


táctil del ordenador portátil. Savannah siguió sus clics mientras
disparaba de botón en botón en el sitio web de la banca inglesa—. Vale,
¿ves eso? —Savannah lo miró. Era una página donde las donaciones
anónimas se asociaban con códigos, y se podía ingresar uno de los
códigos para ver a dónde iba el dinero y cuánto.

—Sí, lo veo —respondió Savannah después de tomarse unos


segundos para leer la página.

—Está bien, bien —respondió Vincent, cambiando el navegador a


una página diferente—. Entonces, esta es mi cuenta bancaria. Esas
transacciones tienen los códigos, ¿verdad? —preguntó.

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Kendra King Bandido atado

—Sí, de acuerdo —dijo Savannah, siguiendo el ritmo.

—Así que, adelante —Él soltó triunfante. Esto podría ser una
especie de truco, pensó Savannah. Por otro lado, si no lo creo, ¿qué
necesitaría para creerle? Tiene que haber algún punto en el que esté
convencida.

Savannah introdujo un código y obtuvo un resultado. Fue una


donación para Salvar a los Huérfanos por nueve millones de dólares. Sus
labios se abrieron y exhaló fuerte en la noche.

—Entonces… —dijo Savannah.

—Entonces —dijo Vincent.

—¿Cómo sé que esta es tu cuenta bancaria? Eres un ladrón


después de todo, ¿cómo sé que no entraste en la cuenta de un tipo rico
en línea? —preguntó Savannah. Sintió un poco de culpa al seguir
dudando de él después de que estuviera tratando tan duro de probarse a
sí mismo ante ella, pero era más inteligente estar a salvo que ser una
tonta e ingenua y simplemente creer lo que él dijera.

Vincent al miró con cara de frustración.

—Aquí —dijo. Volvió a navegar por la página del banco una vez más
y entró en los detalles de la cuenta—. Esa es toda mi información. Aquí
está mi billetera. —Continuó, sacándola de su bolsillo. ¿Tenía su billetera
ahí? Se preguntó.

Savannah pasó los siguientes minutos comparando


cuidadosamente cada pedazo de identificación que tenía en su billetera
con lo que había en la página web. Una y otra vez, coincidían. Realmente
es su cuenta, pensó.

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Kendra King Bandido atado

—Pon algunos códigos más. —La animó. Quiere restregármelo,


pensó. Hizo lo que él le pidió. Los números eran asombrosos. La mayoría
de ellos eran para Salvar a los Huérfanos, pero había otras organizaciones
benéficas dispersas en la mezcla. Todos ellos eran de millones o cientos
de miles. Todos los códigos coincidían perfectamente, también. Si él ha
fingido todo esto, es la falsificación más convincente que he visto en mi
vida, pensó ella.

—¿Ya me crees? —preguntó ansioso. La miró expectante; parecía


como si que ella creyera en él le importaba más que cualquier otra cosa
que hubiera visto antes. Incluso su atracción hacia él parecía de segunda
mano para asegurarse de que ella creía que él era una buena persona en
el corazón. Sus ojos brillaban con anticipación.

—Supongo que tengo que hacerlo —dijo Savannah, secretamente


aliviada. Exhaló ruidosamente. El hombre del que se estaba enamorando
no era una escoria total después de todo, aunque todavía no respetaba
sus métodos. Vincent se iluminó como un niño pequeño en Navidad
cuando recibió lo que le pidió a Santa Claus.

—Tienes que hacerlo, porque es verdad —dijo en un intento de


restregarlo. Pero que salió demasiado emocionado para ser mezquino.

—Estás orgulloso de ello —dijo Savannah. Vincent asintió al


inclinarse y su cara volvió a una seria dureza.

Savannah permaneció sentada en silencio mirando la pantalla del


portátil. Todavía no sé qué hacer, pensó. Es un criminal peligroso. Se
escapó de una prisión de máxima seguridad. Está en mi casa y quiero que
se quede ahí. Esto es un problema.

—Vannah —dijo, alcanzando su mano. Ella cedió esta vez y su


fuerte mano agarró la suya firmemente. Era como si estuviera enviando

123
Kendra King Bandido atado

señales eléctricas a través de su mano hasta su brazo y luego hasta su


corazón.

—¿Sí, Vincent? —preguntó.

—Sabes, no tuve que entregarme —dijo—. Tenía una ruta de escape


ya planeada y sabía que vendrían.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste?

—Quería pasar unos minutos más contigo —dijo.

—¿Fuiste a la cárcel por eso?

—También me escapé de ella —dijo. Estaban mirándose a los ojos


el uno al otro en ese momento.

—¿Por qué me dices esto? —respondió Savannah. No es como si


pudiéramos estar juntos, se lamentaba en su cabeza.

—No podré quedarme aquí por mucho tiempo —dijo con palpable
pesar en su voz.

—Oh —dijo Savannah, igualmente decepcionada.

—¿Puedo pasar la noche aquí? —preguntó con audacia. Había un


pequeño brillo en sus ojos.

—¿Qué? —preguntó ella. No puede estar hablando en serio.

—Déjame pasar la noche. Tendré que irme por la mañana, te lo


digo ahora —dijo Vincent.

—No —dijo Savannah, traicionando sus más profundos deseos—.


No puedo dejar que un criminal buscado se quede a dormir en mi casa,
no cuando la policía ya sospecha de ti. Eso es un delito. ¡Debería haber

124
Kendra King Bandido atado

llamado a la policía de inmediato! —explicó Savannah, su voz cada vez


más fuerte y convirtiéndose en un grito mientras terminaba su oración.

Vincent se inclinó y la besó. Ella trató de hablar de nuevo, pero él


continuó amortiguando su voz con su beso.

Su lengua presionó contra la de ella y no pasó mucho tiempo antes


de que la de ella estuviera presionada a la suya. Sus manos cubriendo el
cuerpo del otro. Sus palmas trazando su cuerpo firme, comenzando por
su cuello y bajando por sus anchos hombros y a través de sus gruesos
brazos, hasta llegar a sus caderas.

Los dedos de Vincent recorrieron los brazos de Savannah y él la


agarró firmemente por las caderas. Se besaron por unos momentos
celestiales y ella sintió su dura polla presionar contra su pierna a través
de los pantalones que llevaba. Savannah dejó escapar un suave gemido
cuando sintió que su grosor presionaba contra ella. Miró hacia abajo y
vio el enorme bulto en su entrepierna y casi se desmayó. Dios, es tan
grande, ¿cómo diablos va a encajar todo eso dentro de mí?

Sin embargo, la lujuria superó sus preocupaciones y no pasó


mucho tiempo antes de que Savannah estuviera frotando su cuerpo
contra los pantalones de él, respirando pesadamente. Las manos de
Vincent manoseaban sus pechos llenos, el culo y se arrastraban
ligeramente entre sus piernas. Ella soltaba suaves gemidos cada vez que
él la tocaba. Quería que la tomara como él quisiera.

—Te deseo —dijo Savannah mansamente mientras le miraba a los


ojos con una mirada suplicante. Una mirada ardiente de lujuria animal
invadió a Vincent y rápidamente la hizo girar. Savannah quedó
presionada contra la pared de su habitación y esperó a que él se hiciera
cargo. Él tiró de los pantalones cortos que ella llevaba puestos y empezó
a besarle el cuello por detrás. Vincent tocó a tientas su trasero por unos
instantes y luego le dio un azote a Savannah. El sonido resonó por el

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Kendra King Bandido atado

dormitorio como un coro celestial. Después de otro beso en el cuello, las


bragas de Savannah se deslizaron por su trasero y cayeron hasta sus
tobillos. Sintió que el aire frío golpeaba la humedad de su coño desnudo.
Savannah sacudió ligeramente su trasero a un lado y otro, deseosa de
ser llenada por Vincent por primera vez.

—¿Te pusiste un condón? —preguntó Savannah con un momento


de claridad en el calor del momento. Oyó cómo se abría el paquete y
escuchó cómo él se lo ponía.

—Uh, huh —gruñó Vincent mientras se preparaba para entrar en


Savannah. Él le agarró las dos muñecas y se las clavó detrás de la
espalda, prácticamente esposándola con su fuerte mano. Savannah se
sentía totalmente impotente; algunas de sus fantasías sexuales más
profundas y oscuras estaban empezando a cumplirse.

La gigantesca cabeza palpitante de Vincent separó ligeramente los


labios de ella e hizo un gesto de dolor con la emoción. Centímetro a
centímetro, le abrió el coño a Savannah. Se sintió completamente
estirada, apenas, apenas acomodándose al grosor de su miembro. El
placer, sin embargo, era indescriptible. Aunque le dolió bastante. Los ojos
de Savannah giraron hacia la parte posterior de su cabeza quedando en
blanco cuando él llegó a la base de su polla, llenándola por completo.

Poco después, Vincent comenzó a explorarla muy lentamente con


su impresionante pene desde el interior. Savannah apreció el ritmo, ya
que su cuerpo se acostumbró a la enorme barra palpitante dentro de ella.
Por breves momentos, se sentía tímida y avergonzada por dejar que
Vincent la tuviera así, pero en realidad, eso la excitaba la mayor parte del
tiempo. El tamaño de su miembro y el placer que le daba era suficiente
para que ya no se preocupara por esas cosas.

Su ritmo se aceleró lentamente y se agarró a las caderas de


Savannah para darle un impulso extra a cada uno de sus empujes. Él la

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Kendra King Bandido atado

atrajo con cada bombeo mientras su pene la penetraba más profundo de


lo que nunca se imaginó que fuera posible.

Vincent rodeó sus caderas con sus fuertes brazos mientras


empujaba y empezó a jugar con su clítoris. Su dedo se arremolinó
alrededor de la perla húmeda de Savannah y envió olas de placer por todo
su cuerpo. Ella gritaba cada vez más fuerte mientras Vincent se la follaba
por detrás contra la pared de su habitación. Su habilidad con el dedo, su
enorme polla y la naturaleza prohibida de lo que estaban haciendo se
combinaron en una increíble explosión. Savannah se mordió el brazo
para amortiguar ligeramente sus gritos orgásmicos mientras sus rodillas
se doblaban: comenzó a correrse implacablemente. Vincent continuó
frotando su clítoris y golpeándola fuerte por detrás mientras ella se
corría, aparentemente sin quedarse sin energía. Supongo que realmente
me desea mucho, pensó, riéndose internamente para sí misma.

Después de que el orgasmo de Savannah hubiera terminado,


Vincent la giró una vez más para que estuvieran uno frente al otro. La
besó apasionadamente y continuaron besándose por unos momentos
más antes de que él la empujara de nuevo contra la pared. Savannah
envolvió sus piernas alrededor de él y se aferró a su poderoso y musculoso
cuerpo mientras él redescubría su dolorido agujero. En este momento, en
realidad, le estaba doliendo más, pero todavía se sentía demasiado bien
para que le importara. Era casi una sensación completamente nueva
cuando él volvió a entrar en ella; el ángulo, la vista; todo. Ella se derritió
y una vez más se volvió completamente suya mientras él la taladraba
contra la pared. La pared de yeso pintada se sentía un poco áspera en su
espalda, pero a ella no le importaba en absoluto; parecía que a Vincent
tampoco le importaba demasiado.

No pasó mucho tiempo hasta que tuvo otro orgasmo. Las paredes
de su vagina se contrajeron y apretaron alrededor del gran miembro de
Vincent, lo que finalmente lo llevó al límite. Savannah se sintió un poco

127
Kendra King Bandido atado

aliviada, porque habían estado haciendo el amor durante tanto tiempo


que sintió que se iba a desmayar.

—Voy a correrme, nena —dijo Vincent con voz profunda y siseante.


Miró a Savannah a los ojos con una sonrisa diabólica cuando ella sintió
que su semilla caliente bombeaba carga tras carga dentro de ella, lo que
la llevó por última vez al borde de un orgasmo final. Savannah suspiró
de placer y alivio mientras su miembro tembloroso terminaba dentro de
ella.

Su pene resbaladizo salió lentamente de Savannah y una


palpitante molestia se apoderó de su vagina.

—Dios, eres tan grande —dijo ella, mirando el lío que había hecho
entre sus piernas, estaba absolutamente goteando.

—Soy consciente —contestó con un aire sexy de confianza. Se


besaron una vez más y luego cayeron sobre la cama, donde continuaron
besándose y abrazándose hasta que ambos se durmieron en la tranquila
noche.

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Capítulo Catorce
Un pájaro aterrizó en la repisa de la ventana abierta de la
habitación de Savannah. Cantaba fuerte mientras miraba con cariño a
los amantes que dormían. Savannah se despertó, se dio la vuelta en su
cama y lo miró. Era una pequeña curruca amarilla, sus plumas
esponjosas tenían un halo dorado por el sol naciente detrás de ella.

La ventana había estado abierta toda la noche, dejaba entrar el aire


fresco de la medianoche y la mañana. La habitación estaba bastante
helada; al menos comparado con el calor abrasador que había estado
haciendo sudar a todo el mundo en la ciudad durante las últimas
semanas. Savannah abrazó con su manta contra su pecho buscando un
poco de calor. Espero que nadie nos haya escuchado anoche, pensó
mientras miraba a la ventana abierta.

Vincent se movió ligeramente a su lado. Se volvió hacia ella y le


puso el brazo alrededor de la cintura, haciendo que Savannah sonriera
abiertamente. Repitió los eventos de su última noche y su corazón
comenzó a latir de nuevo mientras revivía toda la emoción. La excitación
de ayer se convirtió en emoción y ansiedad sobre hoy cuando se dio
cuenta de que ahora estaba albergando oficialmente a un fugitivo. Él
todavía estaba en su casa y la policía sospechaba de ella por sus propias
razones.

Es gracioso, pensó. La policía sospechaba de mí antes de que hiciera


algo malo, pero supongo que tenían razón después de todo.

El pájaro caminaba de un lado a otro por la repisa, gorjeando fuerte


mientras pavoneaba sus plumas para que ella lo viera. Tal vez el pájaro
también lo sabía. Tal vez esté tratando de llamar a la policía, pensó

129
Kendra King Bandido atado

Savannah y se rió para sí misma en la cama. Tomó la mano de Vincent y


la apretó.

Espera, se dio cuenta. ¿No dijo él que se iría por la mañana? Se dio
la vuelta rápidamente y sacudió a Vincent por los hombros.

—Oye —susurró en un siseo—. ¡Hey! ¡Hey! —Lo sacudió más


violentamente.

—Ah —gruñó Vincent, seguido de un gemido cansado—. Hola —


respondió despreocupadamente.

—Te voy a matar —dijo Savannah. Estoy en tanto peligro, pensó.


¿Están esos policías falsos todavía ahí fuera? Vincent no respondió a la
mortal amenaza.

Savannah saltó de la cama y se fue a la ventana. El pájaro salió


volando asustado, cantando una vez antes de irse. No había nadie parado
cerca de su puerta, que afortunadamente (y quizás desafortunadamente)
era visible desde la puerta de su habitación. El falso “coche de policía
encubierto” seguía allí. Mierda, pensó. Quizás no sea tan malo. Quizás es
realmente horrible. Mierda.

Cerró la ventana y las cortinas. Se sonrojó, dándose cuenta de que


se había apresurado a las cortinas abiertas solo en sostén cuando daban
a la calle abierta por lo que alguien podría haber pasado por allí. Me
alegra que ese niño no volviera a casa de la escuela otra vez, pensó.
Escuela. Trabajo. ¿Tengo trabajo hoy? ¿Qué hora es? Después de cerrar
la ventana de golpe, se lanzó hacia un lado de la cama donde mantenía
su teléfono conectado al cargador. Había seis llamadas perdidas y la hora
marcaba las dos de la tarde.

—Maldita sea —dijo en voz alta.

—Hey —dijo Vincent nuevamente en un profundo sueño.

130
Kendra King Bandido atado

—¡Despierta! ¡Despierta! —dijo, acercándose a él y sacudiéndolo


violentamente una vez más.

—Maldita sea, ¿qué está pasando? —preguntó mientras


recuperaba lentamente la consciencia.

—Dijiste que te habrías ido por la mañana —dijo Savannah con


urgencia.

—Sí, son como las cinco, ¿no? —preguntó, frotándose los ojos.
Estaba sentado en la cama ahora. Savannah se tomó un momento para
saborear el aspecto de su cuerpo, que todavía estaba perfectamente
esculpido. Dios. Impecable, pensó.

—Son las dos —dijo ella.

—Aún mejor —contestó—. Espera, ¿de la tarde? —preguntó


después de darse cuenta de lo que ella quería decir.

—Sí, idiota, de la tarde —contestó, completamente nerviosa.

—Hombre, deben estar enojados allí fuera —dijo con una risa,
mirando hacia la ventana.

—¿Te están esperando? —preguntó sorprendida.

—Sí. Hombre, dos de la tarde, realmente me dejaste sin sentido.


¿No pones una alarma o algo así? —dijo Vincent.

—¿Hablas en serio? —preguntó.

—Quiero decir, me imaginé que alguien tan quisquilloso lo haría —


contestó.

—¿Tan quisquilloso?

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Kendra King Bandido atado

—Sí, tan quisquilloso. Oh, no me gusta mi cerdo así. No quiero


fugitivos en mi casa. Oh, no dejes mi ventana abierta —dijo
burlonamente.

Savannah se rió con el tipo de risa exasperada y desesperada que


uno suelta cuando ya no puede seguir estresado o asustado.

—Bueno, ¿te vas a ir? —preguntó ella. Quería que se fuera para
que no terminara en la cárcel hoy, aunque quería que se quedara todavía
más tiempo, a la vez.

—Tengo que hacerlo —dijo con tristeza.

Se quedaron parados y se miraron el uno al otro. Ambos se


turnaron para mirarse el cuerpo del otro, con unos ojos que bailaban el
uno sobre el otro.

Alguien va a tener que romper el silencio, pensó Savannah.

—Ven conmigo —dijo Vincent, cumpliendo su profecía.

Savannah continuó mirándolo como si no hubiera dicho nada. Las


palabras se procesaron lentamente en su cabeza.

—¿Ir contigo? ¿Dónde? —preguntó finalmente.

—A todas partes —dijo. Se levantó de la cama y caminó hacia ella.


Estaba completamente desnudo y Savannah necesitó mucha fuerza de
voluntad para mantener sus ojos en los de él—. Viajo mucho. No me gusta
quedarme en un espacio por mucho tiempo por si no te has dado cuenta
—agregó en tono broma. Savannah soltó una carcajada.

—No puedo —dijo ella. Quiero hacerlo, pensó.

—¿Por qué no? ¿Qué estás dejando atrás? —Le preguntó.

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Kendra King Bandido atado

—Tengo amigos, tengo a mis padres adoptivos, tengo mi trabajo —


Lo enumeró todo para él.

—Podemos visitarlos. Podemos traer a tus amigos, uno cada vez.


Podemos hacer que todo eso funcione. Simplemente ven conmigo. No
puedo dejarte aquí. Puedo ver el dolor en tus ojos y sé por qué está ahí.
No quieres volver a ese banco gris y aburrido. No quieres volver a tu vida
gris y aburrida. Puedes ser algo más. Puedes venir conmigo. Hazlo, por
favor —dijo, implorándola.

Savannah bajó la cabeza y lo comenzó a pensar.

Tiene razón, ya sabes, una voz en su cabeza dijo.

Sé que la tiene, pero eso no significa que lo que está sugiriendo sea
correcto, contestó otra. Había una batalla de dos mentes teniendo lugar.

No sé cuánto tiempo más puedes vivir como eres, dijo la mente


aventurera.

Es mejor que estar en la cárcel, respondió la voz segura.

¿Lo es?

Obviamente. Yo lo creo.

—¿Y bien? —preguntó Vincent, entrometiéndose en la


conversación que Savannah estaba teniendo consigo misma.

Las voces que discutían en su cabeza se volvieron cada vez más


fuertes y se difuminaron. Lo miró con lágrimas en los ojos.

—No puedo —dijo a punto de desmoronarse en el naufragio.

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Kendra King Bandido atado

—Está bien, Vannah, lo entiendo —dijo Vincent, visiblemente


sacudido. No parecía que ella diciendo no fuera una posibilidad en su
mente.

—Gracias —dijo Savannah. Una lágrima rodaba por su mejilla.

—Tal vez vuelva a robar tu banco pronto y cambies de opinión —


bromeó Vincent, aunque las palabras no salieron tan confiadamente
como antes.

—Sí, tal vez deberías —contestó Savannah con una risa llena de
lágrimas.

—Eso significa que me tengo que ir. —Se lamentó Vincent.

—Sí. —¿Me va a dar un beso de despedida? Se preguntó. Sus


esperanzas se vieron aplastadas cuando Vincent se dio la vuelta y salió
de la habitación. Comenzó a llorar cuando escuchó sus pasos bajar las
escaleras hacia la puerta principal.

La puerta se cerró de golpe.

Savannah se desplomó en la cama, enterró la cara en una


almohada y comenzó a sollozar ruidosamente.

El teléfono sonó. Buzz. Buzz. Lo ignoró. Sonó una y otra, y otra vez.

Finalmente, se volvió hacia él y lo agarró en una mano. Es Lucy,


leyó para sí misma mientras miraba la pantalla. Muchos pensamientos
pasaron por su mente. Quería contestar al teléfono y morder a su
malcriada gerente; quería llamarla por todos los nombres del libro y
presentar su renuncia en el acto. Quería agarrar el teléfono y arrojarlo al
suelo, destruyéndolo en un acto de desafío infantil al mundo en el que
nació.

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Kendra King Bandido atado

Tocó el teléfono para contestar en su lugar.

—¿Sí? —preguntó en un lamentable intento de sonar alegre. La


miseria en su voz brilló.

—¿Estás bien? —preguntó la voz de la gerente.

—Estoy, eh, bien —dijo Savannah. Estaba a un milisegundo de


decir: “Estoy absolutamente devastada y aplastada, y te odio”, pero fue
capaz a tiempo de dar un giro hacia la respuesta social correcta.

—Bueno, ¿por qué no estás aquí entonces? —preguntó ella, su voz


cambiando de preocupación a ira.

Me pregunto si puedo perseguir ese coche, pensó Savannah.

—Por supuesto, lo siento mucho, debí haberte llamado, pero mi


madre tuvo que ir al hospital y no había nadie que la llevara, así que tuve
que hacerlo y acabo de llegar a casa —dijo Savannah, elaborando la
mentira bastante en el acto.

—Lamento escuchar eso, pero no tenemos suficiente personal en


este momento y no recibí ninguna notificación de tu ausencia hoy —
respondió con frialdad.

—De acuerdo, lo siento, ¿qué puedo hacer? —preguntó Savannah.

—Bueno, vas a tener que venir a trabajar lo antes posible. Luego


voy a tener que hacer un informe de ti y tendremos las acciones
disciplinarias correctas listas para mañana —respondió Lucy. Su voz se
alzó en la última parte de la frase como si estuviera alegre de “disciplinar”
a Savannah.

¿Acciones disciplinarias? ¿Porque llego tarde a trabajar por tercera


vez en toda mi vida? Pensó Savannah. Se secó algunas de las lágrimas de

135
Kendra King Bandido atado

sus ojos y volvió a abrir las cortinas de su ventana. Se ha ido, pensó. El


coche se había ido hace mucho tiempo con Vincent a remolque en él.

—¿Savannah? ¿Has vuelto a desaparecer? —dijo Lucy.

—No —dijo Savannah enfadada—. Te veré en diez minutos —


añadió e inmediatamente colgó el teléfono. Eso fue lo más cerca que
estuvo de responderle a su jefe en toda su vida y sintió una especie de
orgullo por ello. Era como si sus encuentros con Vincent estuvieran
despertando un cierto lado de ella que inconscientemente sabía que
estaba reprimido desde hace mucho tiempo.

Se vistió rápidamente y se dirigió al trabajo. Se apresuró todo el


camino. Se deslizó entre los coches y pasó a toda velocidad por una señal
de stop. Todavía estaba absolutamente llena de adrenalina.

*****

Savannah entró segura en el banco con una nueva confianza.


Algunos de los clientes parecieron tomar nota cuando volvieron sus
cabezas para mirarla. Se sentía extrañamente poderosa y en control.

En su oficina, había una joven pareja sentada. Deben estar


esperándome, pensó. Supongo que Lucy les dijo que estaría aquí pronto.
Bien.

—¡Savannah! —La voz aguda de su gerente la llamó desde la puerta


de su oficina. Savannah ignoró por completo la llamada y en su lugar se
dirigió inmediatamente a su propia oficina.

—Hola, siento mucho si tuvisteis que esperar —dijo ella con una
dulce sonrisa mientras saludaba a la pareja.

—Oh, no hay problema —dijo el hombre, sonriendo a juego con la


de ella.

136
Kendra King Bandido atado

—¡Espero que valga la pena la espera! Entonces, ¿cómo puedo


ayudaros hoy? —Les preguntó.

—Savannah —dijo la voz una vez más. La cabeza de Lucy apareció


en la oficina y la miró fijamente.

—Oh, Lucy, hola —dijo Savannah con una sincera emoción.

—¿Podría hablar contigo? —preguntó su gerente.

—Por supuesto, sólo tengo que ayudar a esta pobre pareja que han
estado esperando mi asesoramiento —dijo sonriendo.

La pareja miró a Lucy con irritación, no queriendo retrasarse aún


más de lo que ya habían hecho. Lucy trató de intervenir, pero Savannah
la sorprendió interrumpiendo su propia interrupción, haciendo
preguntas a la pareja sobre el tipo de servicio que necesitaban hoy y luego
rápidamente lo arregló. Lucy frunció el ceño y se fue, pero nadie la miró;
ella era un fantasma en el fondo.

Savannah se las arregló para ignorar a su gerente durante todo el


día, posponiendo a perpetuidad la propuesta de “conversación privada”
que Lucy había preparado con esmero. Pobrecita, pensó Savannah.

Incluso cronometró su salida de manera experta; evadiendo a Lucy


mientras ella iba al baño para escapar de lo que parecía ser su prisión
eterna.

Me siento como un conductor huyendo, pensó para sí misma


mientras corría a casa. Tenía una gran sonrisa en su rostro todo el
tiempo.

*****

137
Kendra King Bandido atado

Savannah todavía sonreía ante sus actos de rebelión en miniatura


cuando las sirenas comenzaron a sonar detrás de ella.

Mierda.

Se detuvo a un lado de la carretera y anticipó lo peor. ¿Saben que


él estaba conmigo? ¿Me traicionó? ¿Por qué tendría que hacer eso? Los
pensamientos pasaron por su cabeza rápidamente. Le temblaban las
manos y empezó a sudar. El corazón de Savannah se aceleró una vez
más. Extrañamente, ella sonrió de nuevo.

El oficial llamó a la ventanilla del conductor, todavía cerrada. La


bajó rápidamente.

—¿Puedo ayudarlo, oficial? —preguntó con una sonrisa de dolor en


su rostro. Internamente, ella estaba gritando.

—Podrías tomar esto —dijo, entregándole un pedazo de papel. Era


una multa por exceso de velocidad.

—Oh —dijo Savannah mientras la miraba. ¿Eso es todo? Pensó,


esperanzada. Su felicidad por ser solo una multa de velocidad la traicionó
y el oficial de policía sospechó.

—Se ve terriblemente feliz por haber recibido una multa por exceso
de velocidad —comentó con amargura. La cara de Savannah pasó de
sonreír a pálida cuando se dio cuenta de lo que había estado haciendo
inconscientemente.

—Oh, lo siento —dijo ella. Él la miró esperando una respuesta


más—. Suena estúpido pero acabo de conseguir un nuevo novio y
supongo que estoy muy emocionada y probablemente por eso iba a más
velocidad, lo siento mucho —agregó, y una vez más se le ocurrió una
mentira un tanto convincente en un corto periodo de tiempo. Esto es

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Kendra King Bandido atado

divertido, pensó. El oficial la miró con escepticismo durante un momento,


luego se echó a reír.

—Bueno, hay una zona escolar adelante, así que mantén tu


emoción fuera de la carretera y conduce como una persona normal, ¿de
acuerdo? No estoy bromeando —dijo con severidad después de
recomponerse.

—Por supuesto, lo siento mucho, nunca acelero más de lo debido,


es sólo uno de esos días —dijo con ojos de cachorro mirándolo. No va a
romper mi multa, pensó.

—De acuerdo —dijo. Agitó la cabeza ante ella con una leve
desilusión y volvió a su coche patrulla.

Bueno, eso podría haber ido mucho peor, pensó Savannah. Condujo
por debajo del límite de velocidad el resto del camino, demasiado nerviosa
para volver a intentar algo otra vez. Sintió como si le hubieran dado una
segunda oportunidad, que podría haber sido eso; podría haber sido
encontrada y arrestada por albergar a un fugitivo buscado.

Una segunda oportunidad, pensó. Las palabras la hicieron sonreír


cuando se detuvo en la entrada de su casa.

139
Kendra King Bandido atado

Capítulo Quince
Las paredes de la casa de Savannah parecían más aburridas de lo
que eran hace unos días. La sensación era tan fuerte que por un
momento pensó que algo les había sucedido. Además, a pesar del calor
del exterior, que se había calentado considerablemente desde la mañana,
la casa seguía sintiéndose fría. Parecía el banco. Los ángulos de las
paredes molestaban a Savannah nuevamente. Todo es tan puntiagudo,
pensó. Eso suena tan… tonto, pero es verdad, agregó para sí misma. Había
algo en la forma en que se alineaban las habitaciones cuadradas que la
estaba volviendo loca.

—Ojalá pudiera vivir en una cabaña, o algo así —dijo en voz alta a
su habitación vacía. Sorprendiéndola, hubo una respuesta; un canto
frenético. Casi un grito. Venía de arriba.

¿Qué demonios es eso?

Savannah subió corriendo a ver qué era el ruido. Cuando se acercó


a la puerta cerrada de su habitación, oyó rápidos aleteos y chirridos
provenientes de su habitación. Lentamente giró el pomo de la puerta y la
abrió. Un borroso destello de movimiento pasó volando cerca de su cara,
por lo que gritó y le dio un manotazo.

—Maldita sea —gritó. Había un pájaro posado en la parte superior


de la puerta de su armario. Se veía exactamente igual que el pájaro que
estaba en el alféizar de su ventana ese mismo día. ¿Es el mismo pájaro?
Pensé que se fue volando, pensó.

Él la miró brevemente y luego a todas partes. Agitó frenéticamente


sus alas alrededor de la habitación una vez más, asustando de nuevo a
Savannah mientras intentaba encontrar una salida de la habitación.

140
Kendra King Bandido atado

—Idiota, se supone que no debes estar aquí —Le dijo al pájaro


regañándolo. Se agachó y trató de pasar junto a él hasta la ventana para
no asustarlo. En esto, fracasó. El pájaro voló hacia ella en pánico. Sin
querer lastimarlo, Savannah no tuvo más remedio que agacharse y
cubrirse la cabeza. No es que pueda lastimarte, pensó. Pero está tan…
frenético, que no puedo lidiar con esto, agregó. Rápidamente se lanzó hacia
la ventana y la abrió.

—¡Vamos! ¡Vamos! —gritó—. ¡Fuera! ¡Se supone que no deberías


estar en esta casa! ¡Sé libre! Ve a ser un pájaro —Le suplicó a la criatura
emplumada. Él la miró fijamente, asustada y confundida—. ¡Vete! ¡Fuera!
—repitió Savannah. Movió sus manos hacia el pájaro en un movimiento
de barrido con el revés. El pájaro, por fin, salió volando por la ventana y
se dirigió hacia el sol que se desvanecía—. Jesús —Añadió.

Toc. Toc. Savannah se asomó por la puerta de su habitación ante


el ruido.

—¿Quién está ahí? —dijo en voz alta mientras comenzaba a salir


de la habitación. Se detuvo a mitad de camino para volver corriendo a la
ventana y cerrarla. No quiero que ese pájaro tonto vuelva aquí, pensó.

Toc. Toc.

—¡Ya voy! —gritó Savannah mientras bajaba corriendo las


escaleras. Me alegro de no haberme puesto el pijama, pensó. Se deslizó
con sus calcetines por el suelo de madera hacia la puerta y logró resbalar
con gracia hasta la manija que abrió rápidamente.

El rostro sonriente de Lily la saludó.

—¡Oh, Dios mío! —Savannah dijo emocionada y la abrazó. Lily se


rio mientras se abrazaban. Una bolsa de papel estaba en su mano y el

141
Kendra King Bandido atado

ruido al arrugarse llamó su atención—. Veo que me has traído ofrendas


—bromeó.

—Tan rápido se nota —comentó Lily. Savannah se dio la vuelta y


rápidamente entró en la casa, dejando la puerta abierta para su amiga.
Ella entró y miró a su alrededor.

—Vamos, ven —dijo mientras Lily se paraba en la entrada de la


casa.

—¿Pintaste? —preguntó ella, mirando un poco confundida,


Savannah se rió.

—Sí, tuve tiempo de pintar toda la casa —respondió bromeando.

—Se ve diferente —dijo Lily.

—¿Cómo?

—Es como, ¿más gris? —dijo Lily. Savannah giró la cabeza ante la
astuta observación de Lily. Miró las paredes una vez más y notó que
realmente parecían descoloridas comparadas con las de hace unos días.
Toda la casa también parecía un poco más oscura ahora.

—¿Tú también lo notaste? —preguntó intensamente.

—Entonces, ¿la pintaste? —preguntó Lily mientras parecía


completamente perdida.

—No, no lo hice, pero a mí me parece también más gris. ¿Tal vez la


pintura vieja se está desvaneciendo? —dijo Savannah.

—Sí, tal vez. Deberías pintar, se ve como una mierda —dijo Lily con
una gran sonrisa burlona en su cara.

142
Kendra King Bandido atado

—No, debería mudarme —dijo Savannah. ¿Por qué dije eso?, pensó.
Simplemente se le escapó de la boca.

—¿Ah, sí? ¿Te vas a mudar? —preguntó mientras las dos se


dirigían a un sofá en la sala de estar.

—No, no sé, lo he pasado mal recientemente —dijo Savannah en


un intento de negar que su subconsciente estallara al primer plano.

—No me jodas —dijo Lily. Savannah se rió.

—Muy cierto. Entonces, ¿qué hay en la bolsa? —preguntó con


entusiasmo. Lily sacó la botella de su bolsa de papel, y Savannah
entrecerró los ojos para leer la etiqueta.

—Tu favorito —dijo Lily con confianza. Savannah sonrió


ampliamente al leerlo.

—¡Ahh, Big Bear4! —Exclamó mientras buscaba a tientas la botella


de zinfandel. Estaba un poco fría al tacto.

—No tienes que darle un apodo sucio —bromeó Lily, ya que Big
Bear era la marca del vino.

—Cállate —dijo Savannah con una sonrisa—. Entonces, ¿por qué


la visita? —preguntó.

—No te he visto en una eternidad y sigues siendo secuestrada, así


que pensé que no me molestaría en tratar de establecer una cita contigo.
¡Así que solo me dejé caer! ¡Sorpresa!. Es tu amiga, Lily —dijo. Savannah
se rió de nuevo, esta vez más fuerte que la anterior.

4
N. T.: Gran Oso.

143
Kendra King Bandido atado

—Bueno, gracias, esto es exactamente lo que necesitaba —dijo


Savannah mientras se recostaba en su sitio. Un ventilador oscilante en
la habitación soplaba aire frío sobre las dos que lo agradecían.

—¿Cómo te ha ido? —preguntó Lily mientras quitaba el corcho a la


botella y servía dos copas.

—No te enfades —dijo Savannah, lista para confesar lo que había


ocurrido la noche anterior.

—Bueno, ahora ya estoy enfadada —bromeó Lily y se rio de su


propia broma.

—Él estaba aquí —dijo mansamente. Estaba tan avergonzada como


emocionada por toda la prueba, especialmente hablando de ello. Los ojos
de Lily se abrieron de par en par lo más humanamente posible, y su boca
se abrió de manera asombrosa.

—Como aquí, ¿donde estoy sentada? —preguntó.

—Bueno, no se sentó ahí —dijo Savannah sonriendo.

—¿Allí arriba? —dijo ella, señalando hacia el dormitorio. Savannah


se sonrojó—. ¡Oh, Dios mío! ¿Hablas en serio? —preguntó Lily.

—¡Sí! Se escapó de la cárcel —dijo. No estaba segura de cómo


decirlo y había una parte de ella que simplemente ya no le importaba
cómo sonaba. Entonces la emoción brilló a través de sus palabras. Estaba
algo orgullosa.

—¿Y luego os acostasteis? —preguntó Lily. Savannah puso los ojos


en blanco, pero su sonrisa traicionó su descaro—. ¡Te tiraste al fugitivo!
¡Oh, Dios mío! —gritó Lily.

144
Kendra King Bandido atado

—¡Lily! ¡Cállate! ¡Tengo vecinos! —dijo, asustada de que alguien


escuchara la conversación y llamara a la policía.

—Oh, mierda, lo siento —dijo Lily leyendo el resto del significado


de Savannah mientras tomaba un sorbo de vino.

—Sí —dijo. Seguía sonriendo. Fue agradable poder confesarse a


alguien en quien realmente podía confiar, que no era la persona a la que
ella había refugiado ilegalmente y se había acostado en su propia casa.

—¿No es eso, ya sabes, una locura ilegal? —preguntó Lily.


Savannah miró hacia abajo y movió los pulgares sobre su copa de vino
antes de tomar un gran sorbo.

—Bastante —confesó—. Así que obviamente esto es un secreto —


dijo.

—De ninguna manera —dijo Lily en tono serio.

—¿Qué?

—Voy a publicar esto en Internet. Mi Mejor Amiga, el Cabrón


Fugitivo. ¡Mi BF, el FF5! ¡BFFF6! Todo el mundo se va a volver loco —dijo
con ojos salvajes.

—Estás bromeando, ¿verdad? —dijo Savannah. Su corazón estaba


a punto de salírsele del pecho; estaba extremadamente nerviosa.

—Hablo muy en serio. Voy a conseguir tantos Me gusta. Voy a


recibir tantos impactos —dijo Lily mientras ponía una cara de ensueño
apuntando al techo. Savannah la miró confundida y aterrorizada—.
¡Obviamente estoy bromeando, idiota! —Le dijo, saliendo de su actuación
y empujando ligeramente a Savannah con el hombro. Sin esperarlo,

5
N. T.: Son las siglas de Best Friend y Fugitive Fucker.
6
N. T.: Serían las siglas de mi Mejor Amiga se Folla al Fugitivo.

145
Kendra King Bandido atado

Savannah se cayó un poco en su sillón por el empujo y un pequeño chorro


de vino voló de su vaso y se derramó en el sofá—. Oh, mierda, lo siento
—dijo Lily, haciendo una mueca de dolor.

—Me has dado un susto de muerte —dijo Savannah frunciendo el


ceño.

—¿En serio crees que te haría algo así? —Le preguntó.

—No, pero, quiero decir, es demasiado intenso —contestó,


lamentando haber dudado de su mejor amiga.

—De acuerdo. —Parecía un poco herida de que Savannah se


tomara su broma tan en serio.

—Me pidió que lo acompañara —le dijo. Los ojos de Lily se abrieron
de nuevo.

—¿Dónde? —preguntó. Savannah se rio.

—Yo le hice la misma pregunta —dijo ella—. Él dijo “a todas


partes”. Viaja mucho, siendo un criminal y todo eso —suspiró
desconcertada ante la situación.

—Entonces, ¿por qué diablos sigues aquí? —Le preguntó.


Savannah se congeló, a mitad de beber su copa de vino. Miró a Lily.

—¿Mhh? —Su voz haciendo vibrar el borde del cristal en su boca.

—Así que se escapó de la cárcel sólo para verte, se coló en tu casa.


Hicisteis el amor. Quería llevarte a una vida de aventura con una riqueza
sin medida… ¿Y luego tú decidiste quedarte en tu aburrido trabajo en el
banco que odias, en tu casa gris en esta ciudad muerta?

Guau, está siendo sincera, pensó Savannah.

146
Kendra King Bandido atado

—Perdón por ser tan directa. —Lily dijo inmediatamente,


haciéndose eco una vez más de los pensamientos de Savannah, por lo
que sonrió.

—Está bien, sólo que no esperaba que tuvieras esa reacción —dijo
Savannah, todavía tambaleándose.

—Quiero decir, duh —dijo Lily con confianza.

Buzz, buzz. Las dos mejores amigas se volvieron hacia la fuente de


sonido: el móvil de Savannah.

—¿Vas a contestar? —Savannah bromeó. Lily saltó y tomó el


teléfono—. ¡Hey, espera! —dijo riendo. Miró la botella de vino, que ya
estaba más de la mitad vacía.

—La Savannah Solitaire al habla. ¿En qué puedo ayudarle esta


noche? —dijo Lily con voz formal de burla.

—¿Está ahí Vannah? —preguntó la voz. Savannah no pudo oírlo.

—¡Lily, dámelo! —Suplicó.

—No hay ninguna Vannah aquí, sólo Savannah. —Se mofó Lily,
seguido de una risa sofocada. La cara de Savannah se volvió blanca como
el papel, lo que Lily vio—. Oh, demonios, eres tú, ¿no? —preguntó.
Savannah saltó y le arrebató el teléfono de la mano. Lily también se puso
pálida—. ¿Vannah? —Se susurró a sí misma confundida—. Nunca
hubiera pensado en algo así. Es lindo, supongo —Agregó.

—¿Vincent? —preguntó ansiosamente por teléfono.

—Esto no es inteligente, ya que uno de nosotros podría estar


intervenido, pero, ¿puedes encontrarte conmigo en El Segunda Viva

147
Kendra King Bandido atado

Cafe7? Responde rápido, tengo que colgar en un segundo, Vannah —dijo


con una extrema impaciencia en su voz. Claramente estaba apurado.
Savannah casi lo pensó, pero sus palabras la golpearon hasta el fondo.

—Sí, ¿cuándo? —preguntó.

—Mañana por la noche, a medianoche. Cierra a la una de la


madrugada —dijo, e inmediatamente colgó.

Savannah colgó el teléfono. Estaba casi hiperventilando.

—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —dijo Lily corriendo a su lado.


Comenzó a masajear la espalda de Savannah.

—Me reuniré con él mañana —dijo. Parecía medio dormida o en un


sueño.

—Santo Infierno, ¿dónde? —preguntó Lily.

—El Segunda Viva Cafe —contestó ella—. Medianoche —Añadió.


Suena como una especie de duelo de vaqueros, pensó.

—Eso es jodidamente loco, es como un duelo de vaqueros. ¿Vas a


llevar a tus seis tiradores? —bromeó Lily. Savannah se volvió hacia ella
asombrada por su segunda lectura de su mente seguida. Las dos se
rieron a carcajadas. Lily se divertía mucho con su chiste, mientras que
Savannah no le quedaba más que reír ante la locura en la que se había
convertido su vida.

Lily alcanzó y le sirvió a Savannah una copa de vino extra grande.

—Cambiemos de tema por ahora —dijo Lily.

7
N. T.: Así está escrito el nombre del café en el texto original.

148
Kendra King Bandido atado

—Buena idea —dijo Savannah, mirando una vez más sus manos
temblorosas.

Las dos hablaron de la vida de Lily por el resto de la noche, evitando


cuidadosamente la reunión culminante que se fijó para el día siguiente.
Finalmente, las dos se quedaron dormidas en el sofá, exhaustas de su
intensa noche.

149
Kendra King Bandido atado

Capítulo Dieciséis
El trabajo al día siguiente fue borroso para Savannah. Tuvo la
suerte de que Lucy estuviera en algún tipo de viaje de negocios (sonaba
más bien como unas breves vacaciones) durante el día, así que no tuvo
que tener la seria charla “disciplinaria” que había estado hirviendo en la
olla durante tanto tiempo hasta ahora. Recordó algunos rostros confusos
cuando tropezaba con las palabras y detalles para varios clientes. Sin
embargo, la mayor parte del tiempo, realizó su trabajo de manera
competente y salió precipitadamente del frío edificio tan pronto como
pudo una vez más.

Recuerdo cuando me quedaba hasta tarde, pensó. Hombre, yo era


tonta.

Fue otra carrera a casa. Se pasó cerca de dos horas caminando por
los armarios tratando de conjuntar un equipo que fuera apropiado para
tal reunión.

—¿Qué te pones cuando vas a encontrarte con tu novio fugitivo por


última vez en medio de la noche en un café mexicano? —Se preguntó en
el espejo. Sacudió la cabeza—. Tal vez no debería ir —dijo. No es una
buena idea. Podrían atraparte. Podrías ir a la cárcel. Lo estás arriesgando
todo.

La otra voz en su cabeza resonó. ¿Todo? ¿Qué hay aquí para ti?
Continuó recorriendo las innumerables combinaciones de trajes hasta
que finalmente se decidió por uno. Eran ya las diez cuando estaba lista y
se dio cuenta de que le llevaría bastante tiempo llegar allí.

Se produjo más pánico. Mierda, si llego tarde, lo perderé, y, ¡se irá


para siempre!

150
Kendra King Bandido atado

Miró su teléfono. Había un mensaje de texto de Lily: “Voy a estar


allí, observando en las sombras como tu ángel de la guarda. Si hace algo,
llamaré a la policía. Si creo que os van a atrapar, te llamaré y trataré de
distraerlos. Te quiero... Lil”. Tengo tanta suerte de tener una amiga como
ella, pensó.

Se subió al coche y trató de poner las llaves en el contacto. Se le


cayeron de las manos y se agachó para recogerlas, pero tenía demasiado
temblor y por eso las dejó caer dos veces más. Finalmente, después de
algunas respiraciones profundas, logró arrancar. Se fue hacia su destino.
El Second Life Cafe, pensó, traduciendo el nombre del café.

Qué apropiado

*****

Savannah entró en el estacionamiento del café. Todo estaba


espeluznantemente tranquilo y silencioso. Sólo había estado en este café
una vez antes, pero por lo que recordaba era un lugar muy concurrido,
incluso de noche. La quietud la perturbó. Sintió un escalofrío correr por
su cuerpo. No sabía si era miedo o excitación. Probablemente fueron las
dos cosas. Salió del coche, revisando dos veces las cerraduras y las
ventanilla para asegurarse de que estuviera lo más seguro posible en caso
de que tuviera que huir a toda prisa.

Yo también me siento como una fugitiva.

Dio unos pasos hacia el café y miró por la cristalera. No puedo ver
a nadie ahí, pensó. Eso es una mala señal, ¿no? Miró más de cerca. El
lugar estaba oscuro por dentro, pero no a oscuras. Había un resplandor
en su interior, como si estuviera iluminado por velas. Se detuvo en su
camino. Debería irme, debería volver a casa. Debería mudarme a otro lugar
y alejarme de este desastre; es demasiado arriesgado.

151
Kendra King Bandido atado

No puedo hacerlo. Las voces preocupadas en su cabeza se hicieron


presentes.

Savannah arrugó la frente y las bloqueó a todas. Había algo que se


había despertado en ella y ninguna precaución o vacilación iba a
detenerla. Siguió caminando hasta el café y, al hacerlo, se sintió cada vez
más segura. Todo se sentía bien. Por una vez.

Escuchó música mientras se acercaba. ¿Es Machaka Unchained?


pensó. Cuando llegó junto a la puerta, sintió la extraña compulsión de
llamar. Y así lo hizo.

Toc, toc, toc, toc. No hubo respuesta, así que llamó a la puerta diez
veces más.

La puerta se abrió y el hermoso rostro de Vincent la saludó.

—Guau —dijo Savannah, mirando directamente a su lado en el


café. El “resplandor” que vio era lo que debían haber sido cientos de velas
por todo el café, iluminándolo con un glorioso resplandor. La música era,
de hecho, Machaka Unchained, su favorita. Los manteles eran todos
rojos, excepto uno, que era de color verde azulado. Esa debe ser nuestra
“mesa”, pensó Savannah con una risa interna. Estaba en un puro
pavor—. ¿Tú hiciste todo esto? —preguntó.

—¡Fue todo idea mía! —Vincent dijo como si hubiera sido


sorprendido cometiendo algún crimen. Los dos se rieron y luego se
abrazaron en un beso.

—Se siente hecho a medida, sólo para mí —dijo Savannah, mirando


a su alrededor. Él se había dado cuenta de todas sus preferencias y
preparó este café para acomodar todas ellas.

—Bueno, lo es —dijo con una sonrisa sorprendentemente tímida.


Parecía un poco avergonzado, pero al mismo tiempo, típicamente

152
Kendra King Bandido atado

orgulloso—. Ven y siéntate —dijo, señalando a la mesa verde azulada. La


mayoría de las velas de la habitación estaban encendidas de una manera
en particular para crear una especie de “foco” en su mesa.

Un hombre emergió de entre las sombras, y Savannah gritó de


miedo, pensando que alguien había venido a tenderles una emboscada.
Se levantó de su asiento y adoptó una especie de postura combativa. El
hombre se rió y agitó la cabeza a sabiendas hacia Savannah.

—Lo siento si te asusté —dijo con una gran sonrisa en la cara.


Savannah recobró el aliento, y lo miró más atentamente. Llevaba un
esmoquin y era un caballero mayor, tal vez de unos setenta años. Tenía
unos ojos bondadosos y la miró pacientemente, esperando a que ella se
diera cuenta inevitablemente de que él era el camarero de la noche.

—Oh —dijo al darse cuenta—. Lo siento. —Añadió con una mirada


avergonzada. Se sentó rápidamente, intentando deshacer su error.
Vincent todavía se reía de ella.

—El camarero asesino emerge entre las sombras —dijo en voz como
si estuviera leyendo a alguien un cuento para dormir.

—Cállate —dijo Savannah—. ¿De qué otra manera esperabas que


respondiera? Esta no es exactamente una noche relajante, aunque
parezca que lo es —dijo. Vincent asintió en reconocimiento con un toque
de arrepentimiento en su cara.

—Cierto —dijo él. Savannah se sintió un poco mal, viendo cuánto


esfuerzo había hecho él para adaptar la noche a sus preferencias.

—Lo siento, es realmente maravilloso —dijo ella, poniendo su mano


sobre la de él.

—No siempre tienes que tener miedo —Le dijo.

153
Kendra King Bandido atado

—Lo sé, es sólo que es un poco intenso para mí en este momento


—contestó Savannah.

—Tiene sentido —dijo Vincent. Savannah sintió el impulso de


aligerar el ambiente.

—Entonces, ¿qué hay en el menú? —preguntó, tratando de animar


su voz. Esto puso una pequeña sonrisa en la cara de Vincent.

—Pollo estofado con salsa de mole de chocolate —contestó con


orgullo. Luego lo comprobó—. No es carne de cerdo, lo sé, pero estoy
seguro de que te gustará —agregó.

—Suena fantástico —dijo. Trazó sus dedos arriba y abajo en el


dorso de la mano de Vincent. Él es realmente maravilloso, pensó. De
alguna manera se veía aún más guapo y masculino en los destellos de la
luz de las velas. Sus tatuajes, que eran parcialmente visibles a través de
su ropa, parecían brillar con un brillo extra.

—Primero —dijo una voz detrás de Savannah. Sus ojos se abrieron


de par en par y sacudió la cabeza bruscamente para mirar la fuente de
la voz. Es sólo el camarero otra vez, pensó. Realmente tengo que relajarme.

—Lo siento de nuevo —dijo Savannah. El camarero parecía menos


divertido que la primera vez que la asustó.

—Algo sin importancia. Aquí está tu primer plato, hermosa señorita


—dijo, dejando una bandeja de camarones a la parrilla con tequila frente
a ella. El aroma era delicioso. Vaya, pensó Savannah. Junto a cada plato
se colocaron dos vasos de zinfandel. Mejor no beber, pensó Savannah.

—Gracias —dijo—. Entonces, ¿quién está cocinando? —preguntó.


No quiero volver a asustarme cuando salga el chef.

154
Kendra King Bandido atado

—Tengo a alguien en la parte de atrás. Buena pregunta, debería


haberlo mencionado para que no te asustes de nuevo en caso de que
saliera de repente —dijo Vincent sonriendo. Savannah le miró a los ojos
intensamente. ¡Me leyó la mente como lo hace Lily! Ella dejó escapar una
sonrisa radiante.

—Bon apetit —dijo el camarero con un acento francés poco


convincente. Era claramente de Nueva York. De todos modos, es un lindo
intento, pensó Savannah. Ambos comieron sus primeros bocados al
mismo tiempo y los exquisitos sabores bañaron las papilas gustativas de
Savannah.

—Guau —dijo después de tragar su primer bocado—. Esto está


realmente bueno. —Vincent asintió con la cabeza.

—Me alegra que te guste. —Parecía un poco distraído. Los dos


continuaron comiendo el plato hasta que terminaron, dando pequeños
fragmentos de charla en medio. Había algo que no se decía y que
necesitaba decirse y ambos lo sabían.

Vincent se limpió ligeramente la boca con una servilleta y miró a


Savannah con una mirada decidida.

—Ven conmigo —dijo. Savannah se detuvo a mitad del bocado; la


comida todavía en su boca. Se congeló por unos segundos y luego terminó
el bocado.

—No puedo —dijo con tristeza.

—¿Qué te detiene? —preguntó.

—Tengo amigos, tengo familia. Tengo un trabajo. No soy una


delincuente experimentada, ladrón de bancos, lo que sea. No sé cómo
vivir así, yo haría que nos atraparan a los dos en cinco horas —dijo
Savannah. Se sentía fuerte y débil al mismo tiempo.

155
Kendra King Bandido atado

—No eres tan mala. Después de todo, trajiste a una amiga para que
nos cuidara —dijo mientras tomaba un sorbo de su copa de vino.
Savannah lo miró, asustada e impresionada—. No te preocupes, no me
importa. Ella debería ser un poco más discreta, pero no nos va a causar
ningún problema —añadió.

—Ni siquiera le pedí que hiciera eso. ¿Ves lo mala que soy en esto?
—bromeó.

—No necesitas ser buena en eso. Sólo tienes que estar a mi lado —
dijo.

—Todavía no puedo.

—Además, puedo enseñarte, si quieres —dijo, interrumpiendo el


final de la frase de Savannah. Que te enseñen a ser un ladrón de bancos,
pensó. Qué idea tan ridícula—. Vannah. —Savannah lo miró, casi
hipnotizada por su apodo hecho a medida—. Te quiero—dijo él. Savannah
ya no podía contener sus propios sentimientos.

—Yo también te quiero —dijo mientras se miraban con nostalgia.


Ambos sabían que era imposible que sus deseos se realizaran.

—Entonces, ven —dijo, sabiendo que no sucedería, pero


preguntando de todos modos.

—No puedo dejarlo todo atrás. —Le dijo. Las lágrimas empezaron a
salir claramente de sus ojos. Vincent bajó la vista, derrotado.

—Entiendo —dijo. Parecía frustrado.

—Muchas gracias —dijo ella. Las lágrimas estaban empezando a


fluir y sabía que no podría controlarlas por mucho tiempo.

—Gracias —dijo Vincent.

156
Kendra King Bandido atado

—¿Por qué?

—Por hacer mi vida interesante —respondió él. Savannah se rió


entre lágrimas y se levantó de la mesa.

—¿Yo hice tu vida interesante? —preguntó ella.

—Y yo hice la tuya —dijo él, sabiendo que era verdad. Él también


se puso de pie.

—Bueno, no puedo decir que eso no sea cierto —dijo sonriendo y


llorando al mismo tiempo.

—¿No te quedas a cenar, Vannah? —dijo Vincent. La tristeza en


sus ojos rompió el corazón de Savannah.

—No puedo. Muchas gracias por todo, fue realmente hermoso —


dijo. Vincent se acercó a ella y los dos se besaron por última vez. Fue un
beso largo y apasionado. Intentaron prolongarlo el mayor tiempo posible,
pero las emociones comenzaron a resurgir en Savannah una vez más y
ella simplemente no podía soportar más el tormento que ya estaba
sufriendo por tener que irse. Se alejó y miró hacia otro lado.

—Adiós, Vincent —dijo sin apenas pronunciar las palabras.

—Adiós, Vannah —dijo Vincent. Savannah salió rápidamente del


café. Su rápido caminar se convirtió en un trote, que se convirtió en un
sprint. Velozmente se subió a su automóvil y lloró durante unos minutos,
se recuperó y regresó a casa.

157
Kendra King Bandido atado

Capítulo Diecisiete
Ella había volado de vuelta a la jaula.

—Adiós chicos —dijo Savannah mientras saludaba a sus


compañeros de trabajo y salía del trabajo. Tenía una sonrisa en su rostro,
pero detrás no había felicidad. Al menos no ninguna felicidad real y
sustancial. No del tipo que ella había experimentado durante esa breve
aventura con Vincent. Su vida había vuelto a la rutina diaria en los
últimos dos meses; después del encuentro en El Segunda Viva Cafe y
después de separarse, Savannah intentó mantener su mente ocupada
permaneciendo horas extra en el trabajo todos los días y pasando las
tardes con sus conocidos y amigos.

Había habido algunos tipos que estaban contactando e intentando


establecer citas con ella. Inadvertidamente, los estaba engañando. En su
mente, todavía estaba en el asunto de las citas, pero cada vez que alguien
intentaba concertar una cita con ella, se le ocurría alguna escusa por la
que no podía ir.

—Estoy enferma.

—Ese fin de semana estoy fuera de la ciudad.

—Mi gato murió. (A pesar de no tener gato)

—Realmente inundada de trabajo.

La lista seguía y seguía. A veces Savannah creía en sus propias


excusas; a veces no tanto. ¿Qué es lo que me pasa? Pensaba a diario. Su
ego y su estado de ánimo eran tan frágiles como un castillo de naipes.

158
Kendra King Bandido atado

Lily la apoyó durante todo el calvario, pero la nueva obsesión de


Savannah por su carrera encontró que las dos se iban distanciando
lentamente. No hubo hostilidad entre ellas, pero las llamadas telefónicas
se hicieron menos frecuentes y las fiestas de pijama se volvieron
inexistentes.

Luego estaban las “recaídas” como ella las llamaría. Se quedaba


despierta hasta altas horas de la noche buscando a Vincent. Fue un gran
impacto en las noticas al escapar de la prisión de máxima seguridad en
la que se suponía que debía estar recluido. La gente estaba atónita de
cómo logró huir. Savannah pensó que conocía a alguien dentro; parecía
el tipo de cosas que Vincent haría. Después de todo, parecía tener
muchos amigos en cada rincón y grieta del mundo. Tal vez su reputación
lo precede y hay una admiración secreta por él y por lo que hace, pensó.

Estas “recaídas” solían terminar en lágrimas y en un día de trabajo


muy cansado y miserable.

El once de agosto fue una de esas noches de “recaída”. El


dormitorio de Savannah estaba iluminado únicamente por el monitor de
su ordenador portátil mientras buscaba obsesivamente noticias sobre
Vincent hasta las tres de la mañana. El click-clack de su teclado y el
zumbido del ventilador de su portátil luchando por mantenerse al día
eran los únicos sonidos en el universo.

*****

El despertador gritó en el oído de Savannah. Ella lo golpeó,


tratando de presionar algún botón para apagarlo y tuvo éxito después de
seis o siete golpes. Parecía a un gato golpeando una bola de hilo pero con
menos efectividad.

8:01, leyó en su cabeza. Me siento como una mierda. Eso no


parecieron como tres horas en absoluto, ugh, pensó. La brumosa luz azul

159
Kendra King Bandido atado

de la mañana entró a través de las grietas de las cortinas del dormitorio


y los pájaros cantaron sus cantos en las cercanías.

Hubo un lento proceso de preparación y arreglo, y una salida


apresurada desde la puerta principal. A pesar de su miseria, su
desempeño en el trabajo fue incluso mejor de lo habitual y esa semana
se presentaba para un gran ascenso, ya que había pasado mucho tiempo
trabajando más horas y aportando más al banco.

El viaje al trabajo fue sin incidentes. Al menos, para Savannah lo


fue. Salió del coche, cerró la puerta y se alejó.

No se dio cuenta de las rosas rosadas de julieta8 en su salpicadero.

—Hola, Savannah —dijo Chad en un tono sorprendentemente


alegre cuando ella entró en el banco.

—Hola, Chad —contestó, tratando de emular su actitud positiva.


Parecía que funcionaba y Chad le sonrió ampliamente. Desde que
Savannah comenzó a concentrarse más en su trabajo, Chad pareció
gustarle, lo cual era sólo otro elemento para ponerlo en la lista de
miserias de Savannah.

—Parecías un poco somnolienta —bromeó Chad y luego puso una


cara de tristeza burlona. ¿Se está burlando de mí o está tratando de ser
empático? Pensó Savannah confundida. ¿A quién le importa? Ignoró el
comentario con una sonrisa y se fue a su oficina y comenzó a revisar
algunos archivos que Lucy le había asignado. Savannah pensó que Lucy
comenzaría a estar más agradecida y amistosa con ella una vez que
comenzara a dedicarse a su trabajo más que nunca, pero esa intuición
estaba totalmente equivocada. Era más hostil que nunca y ya había

8
N. T.: Tipo de rosas de cien hojas que huelen muy bien.

160
Kendra King Bandido atado

hecho algunos intentos de sabotear su trabajo. Sin embargo, ella siguió


adelante.

Archivó los papeles, uno por uno, escaneándolos rápidamente para


tener una idea de cómo iba a ser su día.

Bla, bla, bla, bla, pensó mientras revisaba la lista. Cosas tediosas.
Bla, bla, bla, bla, bla, bla. Vincent Starlingveil, bla, bla.

Savannah se irguió en su silla. Rápidamente tiró los últimos tres


papeles al suelo, apartándolos. Los papeles se balancearon de un lado al
otro mientras caían alrededor de Savannah como si un pequeño tornado
hubiera golpeado su oficina. Colocó el papel en el escritorio,
asegurándose de que no se pudiera escapar. Era una carta, pero la
página estaba prácticamente en blanco, excepto por cuatro líneas. Esto
es lo que decían:

“Querida Vannah,
¿Me echas de menos?
Amor,
Vincent”

Savannah levantó la vista del papel y de su oficina, tratando de


encontrarlo escondido debajo de su abrigo, de su escritorio, en cualquier
lugar. ¿Está realmente aquí? O tal vez alguien se enteró de todo y esta es
su manera de tratar de ser gracioso, pensó.

—Buenos días, felices banqueros —gritó una voz ligeramente


familiar delante de ella, pero fuera de su vista. El grito fue seguido por
algunos chillidos fuertes y el sonido de una conmoción.

No puede ser. De ninguna manera, pensó Savannah mientras se


levantaba lentamente de su asiento. Al hacerlo, intentó pulsar el botón
de alarma silenciosa en la parte inferior de su escritorio, pero no estaba.
En cambio, había una nota post-it que Savannah se apresuró a recoger
y leer.

161
Kendra King Bandido atado

“NO ESTA VEZ ;)”, decía en un guión escrito a mano en mayúsculas.

Él no está… robando el banco de nuevo, ¿verdad?

Había órdenes que se gritaban una vez más. Han pasado poco más
de tres meses desde el último robo, ¿cómo podrían volver a hacerlo?
¿Seguramente la policía o alguien nos vigilan con atención? Los van a
atrapar.

¿Vincent está realmente aquí?

Savannah dio unos pasos cautelosos más hacia la salida de su


oficina. De alguna manera había pasado desapercibida para los ladrones,
quienes, esta vez, estaban vestidos de negro y con pasamontañas.
Agitaron armas en el aire y amenazaron la vida de los cajeros y clientes.
Savannah se tomó un momento para mirarlos cuidadosamente; le
parecían familiares. Creo que son los mismos tipos que la última vez,
pensó. Creo que ese es Vincent.

El presunto ladrón de bancos se dio la vuelta y miró a Savannah,


cuyo primer instinto fue agacharse y esconderse. Claramente era
demasiado tarde para eso, así que ella simplemente se agachó allí
mientras los dos hacían contacto visual. El ladrón le guiñó un ojo, pero
el gesto fue innecesario; Savannah reconoció esos ojos en una fracción
de segundo. Los labios de Savannah se abrieron un poco y dejó escapar
el jadeo más bajo que jamás se haya oído. Luego, se arrastró de vuelta a
su oficina.

¿Qué se supone que debo hacer? Pensó. Esta podría ser la situación
más confusa en la que alguien haya estado. ¿Debería ir con él? ¿Debería
atacarlo? ¿Debería llamar a la policía por teléfono? ¿Los otros tipos me
dispararán si lo hago?

162
Kendra King Bandido atado

Mientras Savannah recorría sus pensamientos confusos, se dio


cuenta de que todos los ladrones volvían a apartar la mirada de ella. Son
mucho menos cuidadosos que la última vez, anotó Savannah. Respiró
hondo y al exhalar vio a Chad escabullirse de la misma zona donde estaba
Savannah. Oh, no, Chad, no hagas esto como la última vez, pensó con
pena.

Entonces vio la pistola que llevaba.

En este punto, todo comenzó a suceder en cámara lenta para


Savannah. Cada contracción muscular, cada parpadeo, cada cabello se
movía a un cuarto de velocidad. La sala se hizo más brillante y detallada.
Cada pequeña rareza del edificio entró en su conciencia. Trozos de
pintura, una ligera diferencia en el color de una luz del techo en
comparación con otra. Nunca había experimentado tal enfoque en toda
su vida.

Chad comenzó a apuntar con su arma; tenía la intención de morir


en un tiroteo. Mientras Chad alineaba su disparo, Savannah se vio correr
hacia él. Vio su propio cuerpo corriendo delante de ella, como si una parte
de ella todavía estuviera en su oficina y otra estuviera viendo cómo
sucedía toda la odisea. Un solo disparo se hizo cuando Savannah abordó
a Chad y lo tiró al suelo. Chad aterrizó torpemente en el suelo; la muñeca
de su pistola se dobló dolorosamente contra el suelo laminado y el hueso
se rompió, haciendo que el arma se deslizara por el suelo hacia los
ladrones.

Savannah se teletransportó instantáneamente a su propio cuerpo


y miró a los ladrones, que ahora se habían vuelto hacia el dúo. Tres de
los hombres enmascarados les apuntaban con sus armas, con los dedos
en el gatillo; listos para acabar con sus vidas. Savannah cerró los ojos y
esperó a morir.

163
Kendra King Bandido atado

—¡Ayy! ¡Aughhhh! ¡Mierda! —Chad gimió de dolor, agarrándose su


muñeca destrozada. Savannah se estremeció ante los sonidos y del hecho
de que ella fuera la que hizo eso. Simplemente no podía dejar que matara
a Vincent, pensó. ¿En qué me convirtió eso ahora?

¿Una cómplice? ¿Quién soy yo?

—¡Perra! ¡Tú estás en esto! —dijo Chad, con demasiado dolor como
para formar acusaciones gramaticalmente correctas.

Savannah abrió los ojos una vez más. Sintió que algo dentro de ella
estaba cambiando una vez más. Chad ahora estaba inconsciente y fue
arrastrado a la sala de seguridad. Uno de los ladrones estaba sobre una
rodilla, agarrándose al lado de él. Otro ladrón lo estaba vigilando. Todo
estaba tan agitado y loco que Savannah tardó un minuto más en darse
cuenta de todo lo que estaba pasando: Chad había disparado a Vincent.

—¡Oh, Dios mío! —gritó Savannah mientras corría hacia Vincent.


Sintió que dos fuertes brazos la agarraban por detrás y la levantaban en
el aire—. ¡Suéltame, cabrón! —gritó Savannah mientras pateaba y
golpeaba al hombre que la sostenía.

—Todavía tan combativa —contestó la grave voz mientras peleaba


con ella. Conozco esa voz, pensó Savannah. Ese es el tipo que me vigilaba
cuando estuve en la cabaña. ¡Él era el conductor!

—Estoy bien —dijo Vincent con los dientes apretados—. ¡Apuraros


todos! —gritó.

—¿Qué hago con esta? —Le preguntó el conductor a Vincent. Miró


a Savannah y sonrió. Ella lo miró, y luego su mano que estaba enrojecida
por la sangre mientras aplicaba presión al agujero de bala en su costado.

164
Kendra King Bandido atado

—Ella me salvó la vida —dijo con una sonrisa. Siguió con su


sonrisa gruñendo de dolor y tosiendo. Las lágrimas comenzaron a brotar
en los ojos de Savannah.

—Sabía que eras una mala perra y perversa —dijo Lucy


venenosamente entre la multitud de rehenes que se quedaron mirando
cómo se desarrollaban las cosas. Oh, Dios, me vieron atacar a Chad,
pensó ella. Ahora soy una criminal, es demasiado tarde.

Lucy cargó contra Savannah, con los brazos extendidos y lista para
balancearse. Savannah retrocedió un paso para alejarse de su furiosa
gerente, y mientras lo hacía, Lucy le dio una torpe bofetada en su
dirección. Falló y perdió el equilibrio por el intento; su tobillo se dobló en
su tacón y se desplomó al suelo. Uno de los hombres enmascarados la
agarró y arrastró de vuelta a la multitud.

—No me obligues a matarte —le dijo él con una seriedad


aterradora. Lucy bajó la cabeza con miedo y se quedó completamente en
silencio. Savannah miró a la multitud de rehenes asustados y luego a los
ladrones del banco. Le esperaba una extraña elección, pero ya había
tomado una decisión.

—Llévame contigo. —Savannah se ahogó por las lágrimas—. Y no


te mueras —agregó. Vincent intentó reír, pero luego tosió en su lugar.
Luego se burló.

—Se necesita mucho más que esto para matarme —dijo con
orgullo, pero su voz lo traicionó; estaba empezando a sonar mareado y
cansado—. Suéltala —dijo. El conductor hizo lo que le pidió y Savannah
corrió hacia Vincent y lo abrazó.

—Ah, mierda, no tan fuerte —dijo Vincent, rápidamente seguido de


otro intento de reír, que fue mejor que la última vez que lo intentó.
Savannah se rió un poco con él y aflojó su agarre.

165
Kendra King Bandido atado

—Somos un pedazo de pan —dijo la voz de un extraño. Provenía de


otro hombre enmascarado que tenía una gran sonrisa en la cara,
mostrando algunos dientes de oro.

—¿Estás segura de esto? —dijo Vincent mientras la miraba.


Savannah respondió con un beso—. Vámonos entonces —dijo mientras
se levantaba con la ayuda de Savannah.

—Perdón por vuestro día. Aquí hay algo de recompensa —dijo


mientras agarraba puñados llenos de dinero de una bolsa de lona y se
los arrojaba a todos los clientes y empleados asustados—. Sin embargo,
ninguno para ella —dijo, señalando a Lucy con su dedo enguantado y
ensangrentado.

Savannah unió su brazo al de Vincent.

—Esperad, ¿obtuvisteis la nueva caja fuerte que hay detrás de la


nevera? —preguntó, sin saber si conocían la caja fuerte secreta que
habían instalado como medida de precaución contra ese tipo de cosas.
Vincent sonrió.

—No —dijo—. ¿Debemos? —preguntó con un vértigo de


entusiasmo.

La transformación de ella fue completa.

166
Kendra King Bandido atado

Capítulo Dieciocho
Después de vaciar el banco de prácticamente todo lo que tenía, la
pareja de crimen recién formada de Vannah y Vincent se abrió paso hacia
un discreto sedán negro con vidrios polarizados. El conductor de
confianza se dirigió al asiento delantero, mientras ellos se subían al
asiento trasero. La adrenalina todavía corría por las venas de Savannah
y el mundo todavía tenía un brillo brillante y surrealista, y todo
continuaba en su ritmo lento y ultra enfocado.

—¿Cómo lo hiciste otra vez? —preguntó Savannah emocionada,


prácticamente impresionada por el atraco esta vez.

—Bueno, entre otras cosas... —comenzó a decir el conductor, pero


se interrumpió—. En realidad, dejaré que Vance lo cuente —dijo.

—¿De verdad? —Vincent lo dijo incrédulo, señalando a su herida


de bala—. De acuerdo —dijo, fingiendo exasperación. Savannah soltó una
risa nerviosa. Lo va a lograr; tiene que lograrlo. Esas palabras se hicieron
eco uno y otra vez en la cabeza de Savannah mientras lo escuchaba.

—Básicamente, los policías piensan que hay otros dos robos de


bancos en los lugares exactos en los que pensaron que yo iría después —
dijo—. Todos están estacionados allí, listos para capturarme una vez
más. Entre algunos otros trucos que teníamos bajo la manga, por
supuesto —dijo, sonriendo al conductor.

—¿En serio? —preguntó Savannah.

—No, estoy bromeando, sólo soy muy afortunado —respondió


Vincent con sarcasmo, seguido de otro gesto de dolor al agarrar su herida
una vez más.

167
Kendra King Bandido atado

—Necesitamos ir a un hospital —dijo Savannah con urgencia. Vio


al conductor sacudir la cabeza.

—No puedo hacerlo, cariño —dijo con una inquietante calma.

—¿Qué quieres decir? ¡Va a morir si no lo hacemos! —dijo


Savannah alzando la voz bruscamente. Vincent puso su mano sobre el
hombro de ella, dejando una huella ensangrentada.

—Vannah —dijo, y luego tosió. Las lágrimas comenzaron a brotar


en los ojos de Savannah.

—¿Qué pasa? —preguntó ella, mirando profundamente a sus ojos.

—No te preocupes —contestó, mostrando un repentino aumento de


vitalidad. Parecía alerta y despierto—. Va a haber un médico en el avión
y estoy bastante seguro de que no me afectó ningún órgano vital, debería
estar bien —dijo.

—No me mientas —dijo Savannah dubitativamente—. No puedes


morir, no voy a dejarte. ¡No voy a quedar atrapada con este tipo como
fugitiva por el resto de mi vida! —Agregó, señalando al conductor que se
echó a reír.

—Me siento halagado —dijo el chófer.

—Si muero, ¿tomarás mi capa y serás una ladrona internacional


robando para los pobres e indefensos? ¿Los que casi han perdido la
esperanza? ¿Los huérfanos? —preguntó Vincent. Savannah miró hacia
abajo en profunda contemplación, luego levantó la cabeza y miró a
Vincent.

—Joder, no —dijo, y se echó a reír—. ¡No sé cómo robar un banco,


gilipollas! ¡No tienes permitido morir! —dijo mientras lo sacudía
ligeramente.

168
Kendra King Bandido atado

—¡Ah! ¡Ay! ¡Mierda! —Vincent dijo mientas hacía una mueca de


dolor y agarraba su herida una vez más.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —dijo Savannah sintiendo una inmensa


culpa y temerosa de que ella fuera a empeorar su estado y posiblemente
matarlo.

—Está bien, simplemente no me sacudas, Vannah —dijo


severamente con una mirada de acero.

—Lo siento —dijo Savannah una vez más, esta vez levemente
excitada por su manera autoritaria incluso después de haber recibido un
tiro.

—Ahora, bésame, me hará sentir mejor —dijo Vincent con una


sonrisa en su rostro. Savannah se inclinó y los dos se abrazaron en un
beso largo y apasionado. Vincent mordió el labio de Savannah con algo
de fuerza, causando un pequeño hormigueo de dolor en sus labios y un
fuerte hormigueo de placer entre sus piernas. Ella soltó un suave y corto
gemido.

—Tomároslo con calma ahí atrás —advirtió el conductor—. Cuanto


más rápido se acelere el corazón, más sangre saldrá —agregó, arruinando
por completo el momento. Realmente no me gusta este tipo ahora mismo,
pensó Savannah. Pero él tiene razón. Se alejó de Vincent, usando toda la
fuerza de voluntad que pudo reunir.

Los dos amantes fueron arrojados a un lado cuando el conductor


hizo un giro brusco, a la deriva a través de algún tipo de terreno
escabroso. Savannah se dio cuenta de que había estado tan obsesionada
con Vincent todo el tiempo que no tenía ni idea de a dónde habían ido, ni
de dónde estaban. Miró hacia afuera de la ventanilla polarizada y vio
mucho polvo, arena, grava y una pista de aterrizaje que se extendía por
unos seiscientos metros. Había un pequeño y costoso jet en el extremo

169
Kendra King Bandido atado

más lejano de la pista apuntando hacia el este. El sol estaba empezando


a ponerse y toda la escena del crepúsculo tenía una extraña neblina de
ensueño.

—Venga, vamos, vamos, vamos señorita —dijo el conductor al salir


del coche. Ya estaba en la puerta abierta junto a Vincent y comenzando
a llevarlo fuera antes de que Savannah pudiera procesar lo que estaba
haciendo. Una vez que lo hizo, rápidamente trató de ayudarlo, agarrando
las piernas de Vincent y levantándolas con nuevas fuerzas. Los dos lo
llevaron apresuradamente por una escalera portátil hasta el jet privado.

En el interior, había una pequeña habitación cubierta de plástico;


del tipo del que se pone en el suelo o las paredes cuando se pinta. Había
algunos dispositivos que parecían purificadores de aire, un soporte de
hospital con una bolsa de líquido intravenoso y varios otros equipos
médicos. Un hombre vestido con el atuendo de un cirujano esperaba allí
con una mirada seria en sus ojos. El conductor y Savannah lo colocaron
en lo que debía haber sido la mesa de operaciones improvisada.
Savannah agarró la mano ensangrentada de Vincent y la sostuvo con
fuerza.

—Tiene que irse, señorita —dijo el “cirujano”.

—No puedes morirte —dijo Savannah con lágrimas en los ojos. Se


inclinó y besó a Vincent una vez más.

—Vamos, vete de aquí —dijo Vincent sonriendo—. ¡Volveré en diez


minutos! —Añadió y se rió; la risa se convirtió en tos. El conductor tomó
a Savannah por el brazo y la acompañó fuera de la estrecha habitación.

—Es un buen médico —dijo el chófer, tratando de tranquilizar a


Savannah. Ella no respondió; encontró un asiento en el avión y se sentó
en él.

170
Kendra King Bandido atado

No llores, pensó.

Fue capaz de postergar por completo el llanto durante toda la


cirugía.

171
Kendra King Bandido atado

Capítulo Diecinueve
Unos diez minutos, pensó Savannah mientras esperaba impaciente
en el avión, que ya había despegado y volaba en el aire hacia un destino
desconocido. Ni siquiera se le ocurrió preguntar dónde iban; su mente
estaba demasiado centrada en el bienestar de Vincent.

La puerta se abrió y el médico salió, se dio la vuelta, lejos de


Savannah y del conductor y se alejó de ellos sin mirarlos en absoluto.

El corazón de Savannah se detuvo. No, no, no, pensó cuando el


pánico en su mente comenzó a soltarse. Se desabrochó su cinturón de
seguridad y se puso en pie. En ese momento, Vincent salió de la
habitación. Estaba tratando de caminar con una especie de postura
erguida seguro de sí mismo, pero estaba claramente obstaculizado por
una leve cojera. Estaba sin camisa y envuelto en un gran vendaje que
estaba ligeramente manchado de sangre. Su cuerpo se veía tan fuerte
como siempre; sus músculos cincelados estaban abultados y todavía en
condiciones prácticamente perfectas.

—¡Vincent! —gritó Savannah mientras corría hacia él. Hubo unas


pocas turbulencias en el avión mientras corría, lo que la arrojó a un lado.
Afortunadamente, Vincent la atrapó en sus brazos mientras ella caía,
salvándola de una fea caída—. Estás vivo —dijo con asombro, mirando
una vez más sus hechizadores ojos.

—Te lo dije —contestó con una sonrisa ganadora. Los dos se


besaron de nuevo, y Vincent volvió a poner en pie a Savannah. Juntos,
encontraron sus asientos y se acomodaron el uno al lado del otro.

—¿Queréis algo de beber, tortolitos? —preguntó el conductor.

—Dame un Manhattan —dijo Vincent.

172
Kendra King Bandido atado

—No deberías estar bebiendo —dijo Savannah.

—No he tomado analgésicos —respondió Vincent con orgullo.


Savannah suspiró y agitó la cabeza mientras sonreía.

—Tomaré una copa de vino—dijo ella. Su cabeza daba vueltas por


lo que estaba sucediendo, ahora que estaba comenzando a procesarlo por
completo.

—¿Blanco o tinto?

—Tinto —dijo Savannah. El conductor se dirigió hacia una


habitación trasera, dejando a Vincent y a ella solos—- ¿Qué voy a hacer?
—Savannah prosiguió nerviosamente—. Lo dejé todo atrás.

—Vas a tener que ser mi cómplice. Disparar a la policía, volar


edificios, saltar de aviones explotando en paracaídas —bromeó Vincent.

—Estoy hablando en serio —dijo con frustración.

—Entonces tu pregunta no debería ser “qué voy a hacer” sino más


bien “qué vamos a hacer” —dijo Vincent mientras sostenía la mano de
Savannah. Su corazón se calentó con el gesto y ella sonrió, pero no fue
suficiente para calmar sus preocupaciones todavía. Lo que era
particularmente relajante fue el fresco aire acondicionado que soplaba
sobre la piel de Savannah—. Bueno, ya sabes con quién saltaste dentro
el coche —siguió. Un criminal buscado, contestó Savannah dentro de su
cabeza.

—No puedes seguir haciendo eso, ya no —dijo Savannah. No quiero


hacer que se sienta atrapado, especialmente porque fue él quien me liberó,
pero no puedo vivir una vida así. Vincent asintió con la cabeza como si
oyera los pensamientos que siguieron a su sentencia.

173
Kendra King Bandido atado

—Entiendo que este no es el tipo de vida que puedes vivir —dijo


Vincent.

—No lo es.

—Vine por ti sabiendo esto. Esperaba que vinieras conmigo,


aunque no esperaba que me dispararan. Esperaba que vinieras conmigo
y que pudiéramos comenzar… una vida juntos.

Los ahora brillantes ojos de Savannah se dirigieron hacia los de


Vincent.

—¿Qué quieres decir?

—No puedo mantener este ritmo. Y no querría hacerlo, no ahora


que estás aquí. Es demasiado arriesgado. Además, es la tercera vez que
me disparan y estoy harto de ello —dijo, riéndose de su propia broma.
Savannah también se rió un poco.

—¿Y entonces? —preguntó ella, esperando el punto.

—Todavía tengo mucho dinero ahorrado para mí —dijo—. Dinero


que gané yo mismo, a través de trabajo honesto, a través de los años.
Mucho —añadió con un poco de orgullo.

—¿Hay algo que quieras hacer con él? —Le preguntó Savannah.

—Mírame a los ojos y creo que lo sabrás —respondió. Savannah


hizo lo que le pidió, concentrándose en sus ojos. Es tan sexy, pensó.
Mierda, concéntrate.

—¿Quieres poner en marcha… un orfanato? —preguntó Savannah.


Tenía razón, parecía tan obvio en el momento en que ella lo miró. Era
como si pudiera ver a través de los ojos de él su alma; sus deseos más
verdaderos.

174
Kendra King Bandido atado

Vincent asintió.

—Conseguiremos nuevas identidades, conozco a un tipo. Nos


mudaremos a otro país. Podemos ponerlo en marcha y cuidar bien de los
niños, para asegurarnos de que no tengan que sufrir como nosotros.
Seremos los mejores —dijo. Savannah lo agarró y lo besó en los labios.
Vincent respondió moviendo sus besos desde sus labios hasta el cuello,
llegando a la clavícula. Savannah tembló y gimió suavemente, y luego se
alejó.

—Hay gente aquí —dijo tímidamente mientras bajaba la vista,


ruborizada.

Vincent la agarró por la nuca e interrumpió a Savannah tirando de


ella y besándola. Su lengua se deslizó en la boca de Savannah y la de ella
respondió por puro instinto, igualando a la suya mientras se deslizaban
uno sobre el otro mientras sus labios presionaban firmemente los unos
contra los otros.

Besar a alguien nunca se había sentido tan bien. Cuando Vincent


la tomó allí en el jet privado, fue la mejor sensación que había tenido.
Savannah tenía algunas sospechas, pero no sabía realmente lo mucho
que necesitaba que un hombre de verdad se hiciera cargo de ella antes,
y sabía que Vincent era el hombre adecuado para el trabajo. Ella se dio
la vuelta y se subió encima de él, presionando sus caderas contra las de
él y sintió que su miembro se movía y empezaba a crecer. Vincent
extendió la mano y apretó un botón en el costado del avión, lo que hizo
que se encendieran algunas luces rojas. Savannah miró a una de ellas:
“¡Privacidad, por favor!”. Ella sonrió ampliamente y comenzó a besarlo de
nuevo.

—Has sido una chica mala, ayudando a los ladrones de bancos y


huyendo de la ley —dijo Vincent mientras se alejaba del beso brevemente.
Se levantó del asiento y se dio la vuelta para quedar mirando el trasero

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de Savannah que ella empujó hacia afuera, hacia él. Savannah gimió
ruidosamente cuando su pecho rebotó contra el respaldo del asiento. No
pensé que me gustaría tener sexo duro, pero esto me está haciendo
cambiar de opinión, pensó.

—He sido muy mala —contestó burlonamente mientras balanceaba


su trasero de un lado a otro delante de Vincent. No puedo creer que esté
haciendo esto. Un profundo instinto animal se había apoderado por
completo de Savannah y no había nada que pudiera hacer más que dar
su cuerpo una vez más a Vincent Starlingveil.

Él respondió a sus burlas subiendo su falda de lápiz y exponiendo


su trasero desnudo al aire frío del aire acondicionado. Savannah esperó
a que él también le bajara las bragas, pero en vez de eso sintió el ardor
de una fuerte palmada en su culo. Gritó de dolor, y su coño respondió
empapando sus bragas. Otro azote siguió. Y otro. Y otro. Tal vez unos
veinte y Savannah podía sentir un hormigueo ardiente en su trasero.
Nunca he necesitado que me follen tan desesperadamente en toda mi vida.

—Necesitas que te enseñen una lección —dijo Vincent con firmeza


pero de una manera sexy. Savannah murmuró un “mhh” antes de recibir
un azote más en su trasero desnudo, el más doloroso y satisfactorio de
todos. Entonces, Savannah sintió que le tiraban de las bragas por sus
piernas, y luego oyó un fuerte rasgón cuando sintió que la tela presionaba
sus tobillos. Luego cedieron cuando las bragas se rompieron en dos. El
coño goteante de Savannah estaba ahora totalmente expuesto a Vincent,
con su caliente culo rojo sirviendo como blanco de diana para la flecha
de él.

Mientras su dolorido agujero esperaba ser llenado, Savannah


escuchó el tintineo de algo metálico. Luego sintió el frío metal presionar
contra sus muñecas, seguido de un chasquido al envolver una muñeca y

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Kendra King Bandido atado

luego la otra. Oh, Dios mío, pensó, al darse cuenta de que ahora estaba
esposada e inclinada sobre el asiento del jet privado.

Sintió la mano de Vincent agarrar un puñado de su pelo mientras


él la empujaba más fuerte contra el asiento y ella soltó un “mmhh”
excitado cuando él lo hizo. Entonces, la sensación de su palpitante verga
comenzó a presionar contra su hendidura hinchada y dolorida. Se relajó
lentamente a medida que su lubricada vagina se estiraba para acomodar
su tamaño. Ella estaba completamente estirada y apenas podía manejar
el tamaño de su hombría, pero en ese momento ella pensó que él estaba
completamente dentro. Estaba equivocada.

Más y más carne gruesa de hombre se empujó dentro de ella, más


y más profundamente en su agujero dispuesto hasta que ella gritó de
dolor y placer. La increíble circunferencia de su pene duro como una roca
la estiraba tanto que dolía, pero también enviaba oleadas tras oleadas de
placer por todo su cuerpo.

Vincent se retiró brevemente, dejándola estirada y ansiosa por más.


Luego comenzó a presionar ligeramente la punta de su pene contra el ano
de Savannah.

—¡Vincent! —gritó, esperando que no lo metiera allí. No hay forma


de que pueda manejar su enorme virilidad ahí; mi coño apenas es capaz
de soportarlo.

—Las chicas malas necesitan que les enseñen una lección,


Vannah. ¿Cómo quieres ser castigada? ¿En tu trasero? ¿Es eso? —
Vincent preguntó con maldad, burlándose de ella mientras empujaba la
punta de su miembro contra su trasero, separándolo ligeramente cada
vez y causando un ligero malestar allí. Esa incomodidad excitó
inmensamente a Savannah.

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Kendra King Bandido atado

—Castiga mi coño. Tómalo, por favor —dijo ella, gimiendo mientras


él molía su trasero de arriba abajo de su ahora resbaladiza polla. Vincent
dejó escapar un gruñido animal mientras agarraba su cadera con la
mano derecha y volvía a entrar en su grieta con su miembro.
Inmediatamente comenzó a bombear hacia Savannah, golpeándole el
trasero mientras lo hacía y golpeando su cuerpo hacia arriba y hacia
abajo.

Savannah miró el reflejo en el espejo que había en la habitación y


lo vio allí, con su traje, con la bragueta desabrochada, exponiendo sus
abdominales inferiores mientras perforaba en ella. La vista de él allí,
combinada con los sonidos de su sexo salvaje y caliente, hizo que se
volcaran y ella comenzó a gritar mientras tenía el orgasmo. Cuando
Savannah llegó, Vincent extendió su mano izquierda y se la puso
alrededor de la garganta, no ahogándola, sino simplemente sosteniéndola
por el cuello mientras él la empujaba. Savannah comenzó a correrse
todavía más fuerte, su coño convulsionando y apretando firmemente la
polla de Vincent.

Después de que Savannah terminó el orgasmo, trató de recuperar


el aliento, pero Vincent continuó con sus fuertes golpes a un ritmo
vertiginoso. Le tiró del pelo a ella y le dio más y más bofetadas en el culo
hasta que estaba casi en carne viva. Finalmente, le separó las mejillas
del trasero y le metió su grueso pulgar en su apretada roseta del ano,
haciendo que ella gritara de dolor, pero en ese momento Savannah le
habría dejado hacer todo lo que él quisiera. Era exactamente el hombre
que ella quería, dentro y fuera de la cama. Cuando su pulgar izquierdo
se movió suavemente en el culo de Savannah, ella sintió que su pene se
tensaba y crecía de alguna manera aún más grande que antes y pronto
sintió el espasmo de su verga caliente en un orgasmo glorioso.

—¿Has aprendido la lección, Vannah? —preguntó con suficiencia.

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Kendra King Bandido atado

—Creo que sí —dijo Savannah con un suspiro de satisfacción—.


Gracias —añadió.

—Creo que voy a estar bien —agregó Vincent con descaro cuando
los dos comenzaron a acurrucarse en los espaciosos asientos de los
aviones. Poco después se durmieron mientras su avión llegaba a su
destino.

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Capítulo Veinte
—¡Tened cuidado! —Savannah les gritó a los niños mientras
corrían por el campo de hierba hacia el balón de fútbol. Había un camino
estrecho de tierra frente al césped, apenas suficiente para que cupiera el
coche todoterreno que estaba estacionado a menos de cien metros de
distancia. Savannah seguía paranoica, aunque no había ningún coche a
la vista. Los niños gritaron y se rieron unos con otros, aparentemente
ignorando a Savannah pero simultáneamente obedeciendo su orden y
manteniéndose fuera del camino.

Savannah miró la interminable extensión de tierra. Los campos de


hierba continuaban eternamente, manchados con granjas llenas de
cultivos y algunos animales de corral pastando en los prados. El sol
flotaba en el cielo en una neblina de verano, causando ondulaciones en
el aire. Estaba sudando por el sol ardiente pero también por el trabajo
duro. En el nuevo orfanato que acababa de construirse unos meses atrás
ella y Vincent, su nuevo esposo, tuvieron que trabajar más duro que
nunca en sus vidas.

La boda había sido hermosa; Vincent había logrado crear una


especie de boda-espionaje, en un logar tropical secreto. Más
impresionantemente, se las arregló para traer a los padres adoptivos de
Savannah y a Lily a la boda, así como algunos otros amigos cercanos que
tuvieron que ser informados sobre la locura que había invadido la nueva
vida de Savannah. Fueron sorprendentemente receptivos a todo el
concepto después de habérselo explicado. Por eso son verdaderos amigos,
pensó Savannah. La recepción fue una explosión; todo el mundo bebió
un poco de más y se durmió en glorietas cubiertas de techos
transparentes bajo el cielo iluminado por las estrellas. Savannah y
Vincent tenían su propia glorieta especial de color verde azulado donde

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Kendra King Bandido atado

hicieron el amor una vez más y se quedaron dormidos uno en los brazos
del otro.

Las noticias llamaban al dúo “Solitaire Starlingveil”, lo cual era


ciertamente pegadizo. Fueron la noticia candente durante unas semanas,
pero al poco tiempo la atención el público los olvidó poco después.

—Creo que ahora funciona —gritó Vincent desde la casa.

—¿Estás seguro? —preguntó Savannah con escepticismo. Dijo lo


mismo las últimas cinco veces también, ella lo regañó internamente.

—Muy seguro —contestó, Savannah les gritó a los niños que


tuvieran cuidado y se acercaran al edificio principal, a lo que rápidamente
obedecieron. Luego se dio la vuelta y corrió a ver a Vincent para investigar
su obra.

—Se ve… ¡Bien, por una vez! —bromeó Savannah mientras miraba
el techo, que alguna vez fue un mosaico de material de construcción roto,
con agujeros y fugas. Ahora era un estuco simple pero de aspecto
agradable.

—¿Por una vez? —preguntó Vincent humorísticamente.

—Se ve muy bien —dijo ella. Vincent tomó la mano de Savannah,


que a su vez tomó la de él. Sus manos se aferraron y apretaron
fuertemente.

—Aquí, ven a la casa, he hecho la cena —dijo Vincent emocionado


mientras la empujaba de la mano hacia la espaciosa casa que los dos
habían construido juntos en el transcurso de los últimos meses.

—¿Cena? ¿Eres chef ahora?—dijo Savannah con una sonrisa


mientras los dos corrían hacia la casa a través de la arena caliente.

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—Siempre he sido un chef, tú eres muy exigente —bromeó Vincent.

Entraron en la sala y la boca de Savannah se comenzó a hacer


agua. Vaya, eso huele delicioso, pensó. ¿Contrató a un chef privado?

—¿Qué es eso? —preguntó Savannah con asombro mientras su


nariz la acercaba a la fuente. Pasó junto a la sala de estar que todavía
estaba “en construcción” (incluyendo un letrero bastante hortera pero
encantador que decía literalmente “EN CONSTRUCCIÓN”) hacia la
cocina, donde le esperaba una gloriosa olla de carne de cerdo
desmenuzado. El olor era increíble. Era la fuente de su expectativa lo que
le hacía la boca agua.

Savannah encontró ansiosamente asiento junto a Vincent en la


gran mesa de comedor. También estaban sentados los niños que sonreían
en espera de la comida. Debe haber varios kilos de cerdo en esa olla, pensó
Savannah. Quiero comérmelos todos.

—¿Quién hizo esto? —preguntó con escepticismo.

—Yo lo hice, obviamente —dijo Vincent con una sonrisa a propósito


en su cara.

—Gilip… —dijo Savannah, deteniéndose en presencia de los niños


impresionables—. Sí, claro —dijo. Los niños se rieron al unísono, ya
sabiendo lo que ella quería decir.

—De verdad que sí. Cada vez que has estado fuera de casa, he
estado aprendiendo. Viendo en YouTube, en su mayoría, y a veces
abriendo un libro de cocina —respondió Vincent.

Savannah lo miró como si estuviera bromeando, pero a estas


alturas ya conocía lo suficientemente bien a su marido como para saber
si iba en serio o no; iba en serio. El gesto fue asquerosamente dulce y

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Savannah escondió su cara sonrojada de Vincent mientras intentaba no


llorar de alegría.

—Venga, vamos a servir la cena, ¿verdad chicos? —Vincent les dijo


a los niños y todos emitieron ruidos de aprobación.

Vincent sirvió todas las porciones de manera descuidada; lanzó la


carne de cerdo en panes, en envolturas de tortitas, y algunos de los niños
sólo querían comer la carne de cerdo tal y como estaba. Savannah puso
la suya en pan tostado.

—¡Por Savannah! —dijo Vincent, levantando su sándwich en el aire


en un movimiento de animación. Algunos niños ya estaban demasiado
ocupados comiendo para imitar los gestos, mientras que otros lo hicieron.
Savannah tenía unas cuántas lágrimas corriendo por sus mejillas.

—Gracias —dijo, mientras miraba a los ojos de Vincent—. Gracias


por salvarme.

—Y pensar que estuviste tan de cerca de llamar a la policía el


primer día que nos conocimos. —Se burló Vincent y luego le dio un
mordisco a su sándwich. Savannah se rió y le dio un bocado al suyo. Dios
mío, pensó. Este es… ¡el mejor cerdo desmenuzado que he comido en mi
vida!

—Está increíble —dijo Savannah después de tragar su primer


mordisco.

—Tengo más buenas noticias —dijo Vincent. Savannah sonrió


ampliamente y lo miró con anticipación—. Me he puesto en contacto con
algunos amigos míos con conexiones, y van a poder reducir el plazo de
prescripción de nuestras, um, fechorías en cuatro años. Eso significa que
podemos volver y visitar en sólo dos años —dijo Vincent excitado.

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—¡¿Cómo?! —preguntó Savannah con la boca llena—. Lo siento —


Añadió después de tragar su comida.

—¡Deja de que yo me preocupe por eso! Entonces, ¿qué dices? ¿Una


visita a casa y tal vez un viaje por carretera dentro de dos años? —
preguntó Vincent.

Savannah sonrió.

—¡Sí, pero no más “fechorías”, por favor! —dijo ella, guiñándole un


ojo a Vincent frente a los huérfanos ajenos a todo pero felices.

Vincent se inclinó hacia Savannah y se besaron tan profundamente


como lo habían hecho para su primer beso. Una pequeña curruca
amarilla se posó en el alféizar de la ventana, sacando risitas y dedos
apuntando de los niños. Y por primera vez en su vida Savannah se sintió
libre.

Fin

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Staff
Traductora: Mdf30y
Diseño: Lelu
Lectura Final: Auxa

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