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Kendra King Bandido atado
Kendra King
Bandido atado
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Kendra King Bandido atado
Ningún colaborador del foro recibe una retribución por este libro más
que un Gracias y se prohíbe a todos los miembros el uso de este con fines
lucrativos.
¡A disfrutar de la lectura!
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Kendra King Bandido atado
Sinopsis
La rutina diaria de Savannah Solitaire es la misma: ir al banco y
ayudar a nuevos clientes, volver a casa, y vuelta a empezar otra vez.
Criada como huérfana, había renunciado a encontrar algo que diera
sentido a su vida. Hasta Vincent.
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Capítulo Uno
Savannah Solitaire levantó su teléfono móvil con una sensación de
miedo. Tener que hacer esta llamada era algo que ella había hecho antes,
pero no parecía ser más fácil cada vez. De hecho, cada vez que tenía que
llamar o encontrarse con alguien para deshacerse de ellos, parecía
volverse cada vez más brutal.
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Capítulo Dos
—Hola Savannah —dijo Chad con una sonrisa cuando Savannah
entró al banco en el que trabajaba.
—Sí, hoy estoy en lugar de Tracy. ¿Dijo que tenía meningitis o algo
así? —Savannah se dio cuenta de que estaba equivocada inmediatamente
porque si ella tenía meningitis, todos en el trabajo estarían mucho más
preocupados por su bienestar. Sin embargo, era algo como –itis lo que la
hizo incapaz de ir a trabajar.
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—Chad —le siseó Savannah por detrás. ¿Qué demonios cree que
está haciendo? Pensó ella.
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—Es sólo una broma —dijo y le sonrió a Savannah con una sonrisa
para desarmar. Funcionó, pero sólo parcialmente.
—Bueno… —comenzó.
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Hubo una larga pausa cuando los dos se miraron el uno al otro. A
pesar de no decirse una palabra, sus ojos bailaron en una especie de
duelo. Pequeñas miradas de un lado a otro revelaron los pensamientos
del otro, pero no se dijo nada al respecto.
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Nunca le dijo a nadie en su nueva vida que fue una huérfana que
creció pasando de casa en casa. Ciertamente no se lo iba a contar a este
guapo desconocido, aunque sintiera algún tipo de conexión con él.
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—¡Eso sería genial! —dijo Vincent con una gran sonrisa. Sus
dientes eran de color blanco nacarado y perfectamente arreglados. Fue
ahora cuando finalmente le quitó la mano de encima y se la devolvió.
Savannah luchó contra el impulso de extender su mano para perseguir
la de él, como si dijera: “espera, no dejes de hacer eso”.
—¿Por qué estás poniendo todo ese dinero en una cuenta en vez de
donarlo directamente a la organización benéfica? —Savannah estaba
nerviosa porque se dio cuenta de que algo extraño estaba pasando. Tal
vez debería llamar a mi gerente, pensó.
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—Lo siento, eso fue innecesario y poco profesional, pero voy a tener
que pedirle que abandone el edificio ahora —dijo Savannah entrando en
el modo de control de daños.
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—Está bien, Savannah, que tengas un buen día —dijo con una
intencional falsa simpatía para ofenderla. Se dio la vuelta y salió del
edificio.
—¿Qué demonios fue eso? —Se dijo en voz alta a sí misma mientras
se recostaba en su silla. Toda la experiencia se sintió como una vivencia
de sueño surrealista. El momento en que Vincent desapareció de su vista
fue como despertar.
—¿Era ese el tipo que hacía las cosas con las cajas fuertes? —
preguntó.
—Como uhh, um, dos semanas, o tres, uh, ¿hace dos semanas? —
dijo con una incertidumbre poco impresionante. Savannah se encogió de
hombros—. ¡No, no! ¡Sí lo era! ¡Ese era el tipo que instaló las nuevas cajas
fuertes hace dos semanas! ¿No te acuerdas? —preguntó directamente.
Parecía ofendido porque Savannah no era capaz de responder.
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Capítulo Tres
—Sí, y luego hizo que lo despidieran en el acto —dijo Savannah al
teléfono, que estaba encajado entre su hombro y oreja mientras escribía
un pedido en línea de comida rápida.
—Sí, porque fue al baño cuando unos tipos estaban trabajando con
algunos conductos de ventilación, o algo así —dijo Savannah.
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—Me refiero, había un tipo que entró, y era tan raro y tan sexy —
dijo, su atracción por él mostrándose a través de su voz sin
ambigüedades.
—Acabas de decir eso como una niña a la que una estrella de cine
le firmó su foto —dijo Lily sorprendida.
—Así fue —bromeó Lily—. Así que ese tipo estaba tan bueno que te
hizo olvidar, ¿eh? —Se mofó.
Savannah casi quería decir que sí, pero pensó que eso la hacía
parecer demasiado patética, incluso para su mejor amiga.
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—Sí, tenía un maletín y pensé que sólo tenía las cosas normales
allí, ya sabes, papeles, negocios, lo que sea, pero resulta que él tenía cien
mil dólares allí y quería abrir una cuenta y ponerlo todo allí —explicó
Savannah.
—¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Te volviste loca por él! ¡Savannah enloqueciendo
por el Señor Buenorro! —Se burló Lily.
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—¿Huérfanos? ¿Por qué los huérfanos son tan importantes para ti?
—preguntó Lily. Savannah nunca le contó sobre su pasado antes de
conocerla. Sin embargo, había un aire de cambio en su alma, y decidió
que ahora era el momento de contarle a su mejor amiga su secreto más
profundo.
—Yo soy huérfana —dijo. Cuando dijo las palabras, sintió como si
le quitaran un gran peso de los hombros. Una sensación de aire fresco
fluyó a través de ella. El ventilador oscilante se sintió más estimulante y
fresco que nunca.
—Eso es una locura, Sav. Sin embargo, siempre has tenido los
mismos padres, desde que nos conocimos —dijo Lily, con los engranajes
girando en su cabeza tratando de armar la historia.
—Sí, ellos fueron mis últimos padres adoptivos, pero nací sin
padres y me pasaron de familia en familia hasta que nos conocimos,
básicamente.
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—Buenas noches.
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N. T.: Es un plato de cerdo al horno con sidra y pimienta, que tras asarlo se desmenuza
en hebras, se marina en salsa barbacoa, y se come entre pan con col encima y aguacate,
y jugo que soltó mientras cocinaba en un bol para poder mojar el bocadillo.
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Capítulo Cuatro
Savannah entró en el edificio con temor una vez más. Es como si
fuera a mi propio funeral, pensó.
—Si es así como trata a sus empleados, puede que tenga que llevar
mis negocios a otra parte —dijo una voz familiar con severidad y en voz
alta.
—Oh, Dios mío —dijo en voz muy baja al entrar al edificio. Vincent,
pensó.
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—Qué diablos fue eso —dijo Chad—. El tipo fue despedido de todos
modos —agregó con un murmullo bajo. Savannah miró a su alrededor a
todas las caras. Sabía que había que hacer algo.
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Una brisa caliente sopló sobre ella. Dadas las frías condiciones del
banco, era como acercarse a una fogata en la nieve. Se sentía cálida. Se
sentía libre.
—¿Por qué estás aquí otra vez? —preguntó con cautela. ¿Es por mí?
Pensó esperanzada.
—Sí, ya hace tiempo que tengo una cuenta aquí —dijo. Las cejas
de Savannah se fruncieron y lo miró a la espera de una explicación.
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—Para verte. —Le dio una mirada oscura que hizo temblar a
Savannah.
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Fue solo un paso dentro del edificio cuando sintió que toda la
diversión y la emoción de hace un minuto habían sido extraídas de su
alma. La combinación de colores monótonos, las caras aburridas de los
empleados y clientes, y el aire seco irritantemente frío se sentía como una
especie de infierno. Savannah caminó lentamente, casi deprimida, de
regreso a su pequeña mini oficina, lista para abrir cuentas para quien
fuera, con quien fuera. ¿A quién le importaba?, pensó.
El resto del día pasó con normalidad, excepto por los comentarios
de los clientes durante las reuniones.
—¿Hola?
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—¿Está bien?
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—No tienes que gritar —Le siseó a Savannah. Antes de que pudiera
siquiera responder, Lucy la empujó hacia el baño y casi la tira al suelo.
Qué cabrona, pensó Savannah. No era una buena persona muy
agradable, pero esto era anormalmente hostil. Debe haber sido la pequeña
debacle que ocurrió hoy temprano, pensó.
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Capítulo Cinco
El timbre de la puerta sonando repetidamente despertó a Savannah
de un profundo, profundo sueño. Rápidamente se levantó de la cama en
pijama y bajó corriendo para ver quién estaba en la puerta.
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Debe haber sido Vincent, pensó. ¿O tal vez fue otra persona? ¿Quién
más podría ser? ¿Casey? Eso tiene sentido en realidad, porque su
hermana trabaja para una compañía de flores por lo que recuerdo. ¿Quizás
este sea su intento de disculparse? Los pensamientos fluyeron a través de
ella mientras estaba parada en el arco de su puerta abierta en la cálida
mañana del sábado.
—¿Sí? —preguntó.
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alta, con su voz seca crujiendo por el altavoz del teléfono. Savannah volvió
a mirar a las flores y respiró de ellas profundamente. Tal vez él vuelva a
estar hoy por allí, pensó.
—Sí, sí, lo siento Lucy, sólo, um, la tetera estaba hirviendo —dijo
Savannah alegremente, a pesar del antagonismo al otro extremo de la
línea.
—No oí ningún…
—Estaré allí tan pronto como sea posible Lucy, gracias por
avisarme —interrumpió Savannah y colgó.
Espero que él esté allí, pensó. Tal vez pueda averiguar si fue él quien
me envió las flores. Y tal vez pueda finalmente averiguar qué es lo que
realmente quiere.
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Capítulo Seis
El banco estaba tan frío, feo y deprimente como siempre, pero una
cierta clase de nueva vida fue insuflada en él por la aparición de Vincent
en los últimos días. Hizo que se sintiera menos como la jaula que él
describió.
—Hola Ch…
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—Esto está jodido —dijo Chad mientras miraba hacia abajo con
pánico—. ¿Puedes pedirle a Lucy su número? Juro que lo tenía antes,
pero los he estado llamando todos los días y contesta el Joey’s Pizza
Palace.
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—¿Eres estúpida o algo así? ¡Sí, tú, perra! —Le gritó enojado. Un
escalofrío bajó por la espalda de Savannah y por un breve momento pensó
que este iba a ser su último instante en la tierra.
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Savannah sintió muy poca simpatía por él; la forma en que se comportó
con todos los demás a lo largo de su estancia en el banco lo había alejado
bastante de ella.
La cabra salió del pasillo del baño con un gran saco de arpillera
que estaba lleno hasta el borde de dinero. ¿Cómo consiguieron el dinero
del baño?, se preguntó Savannah en una profunda confusión.
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La luz del sol casi era cegadora cuando abrieron la puerta trasera.
Varios coches y camionetas estaban estacionados en la parte de atrás.
Fue entonces cuando Savannah se dio cuenta de cómo había ido todo el
atraco, o al menos en su mayor parte.
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Capítulo Siete
El ruido del auto fue ensordecedor para Savannah, quien chocó de
arriba abajo mientras la camioneta recorría varios terrenos, tomando una
ruta con la que ella no estaba familiarizada.
—¿Sí? —respondió.
—Voy a tener que ponerte esto ahora —dijo mientras sostenía una
larga tira de tela negra frente a ella. Parecía suave.
—¿Qué? ¿Eso? Eso es una venda para los ojos —dijo, regañándose
a sí misma por sonar tan tonta frente a él.
—Sí, tienes que ponértela. No me hagas volver allí —dijo con una
sonrisa descarada. Savannah tembló cuando Vincent se acercó en la
camioneta en movimiento. La suave tela la invitaba más a hacer lo que él
decía. ¿Esto es para cosas sexuales?, se preguntó Savannah.
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Vincent contestó sólo con una risa al principio y luego con una
pausa muy larga. Pasaron varios minutos en silencio total. El coche dio
un giro brusco e inesperado a la derecha y Savannah fue arrojada al
suelo.
—Parece realmente malvado que un tipo rico robe aún más dinero
y traumatice a toda esa pobre gente que está tratando de pasar los días
—dijo Savannah con amargura.
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N. T.: Mochila a propulsión o cohete.
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—¡Ayuda!
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Savannah se estremeció.
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—Hey —respondió él. Alcanzó detrás de ella una vez más y abrió
las esposas. Savannah inmediatamente extendió sus brazos, relajándolos
de la tensión de tenerlos atascados en una posición durante todo el viaje
en coche. Aire frío entraba por las puertas traseras, refrescándola.
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coche, un jeep blanco. Detalles como este serán importantes para cuando
hable con la policía, pensó ella.
¿Voy a tener que estar a solas con este tipo? Savannah pensó. La
idea la asustó. Por alguna razón, se sentía totalmente segura con Vincent,
pero no tanto con el conductor.
—Sí, cuarenta y seis está muy bien. Aquí solo trae a los que le
gustan —dijo el conductor con una gran sonrisa en la cara. Era un
hombre mayor, tal vez de cincuenta o sesenta años. Era grande e
imponente, y parecía que podía partir a un hombre por la mitad si
quisiera.
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—Sólo digo, que vas a estar bien, esto es algo estándar. Al menos
para nosotros.
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—Te irás a casa sana y salva, deja de quejarte, somos los mejores
ladrones y secuestradores que jamás hayas conocido, Dios no permita
que conozcas a otros —dijo el conductor.
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—Está bien.
—Uh, vale y gracias —dijo Savannah con los ojos cambiando. ¿Qué
diablos le pasa a este tipo?, pensó.
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Savannah sonrió.
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Capítulo Ocho
Estaba a punto de oscurecer cuando Savannah oyó a un coche
llegar a la cabaña. Corrió a través de la sala de estar y se asomó a la
ventana. Era un sedán negro normal. Parecía incluso barato. ¿Es
Vincent? Pensó Savannah. Supuse que vendría en algo más llamativo.
Bueno, tal vez eso no sería demasiado discreto.
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Vincent se rió.
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—¿Perdón? —preguntó.
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Vincent se rió.
¡Fue él! Pensó para sí misma. ¡Las envió él realmente! Ella sonrió
ante la confusión y rápidamente trató de quitársela de la cara.
—No entro en casas y reviso los CDs. No soy un tipo normal, pero
no soy raro de esa manera —dijo mientras se reía.
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—Tal vez cuando deje de tenerte como rehén, podamos tomar algo
y te lo contaré todo —bromeó. Un coyote aulló en la distancia.
—En realidad, ahora que lo mencionas, sí, no creo que haya comido
nada en todo el día. Ni siquiera me di cuenta.
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Savannah cerró los ojos por un momento, luego los abrió con
urgencia. No quiero quedarme dormida con este extraño criminal justo a
mi lado, pensó.
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—Muy bien, veré qué puedo hacer. Deja que te traiga una manta
—dijo él.
Savannah se despertó.
¿Por qué está siendo tan amable conmigo? Se preguntó ella. ¿Es
realmente un buen tipo? Él no puede serlo.
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Capítulo Nueve
Savannah se despertó con un crujido en la pequeña cocina de la
cabaña y el olor de la salsa barbacoa. La brillante luz de la cocina lastimó
sus ojos e instintivamente se los cubrió con una manta.
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—Nuh, uh.
—Sí, claro, lo dices por decir. Sabes que está increíble. —La miró
con profunda expectación. Savannah se tragó su primer bocado. Esto es
bastante terrible, pensó. Sin embargo, sintió una pizca de tristeza por
Vincent, que estaba tan confiado en su habilidad pero tan frágil a los
comentarios de ella.
—Lo que sea que te haga sentir mejor, Vance —dijo Savannah con
un gruñido extra.
—No eres tan lista cómo crees que eres —dijo Vincent. Pero parecía
estar disfrutando de su rebeldía. Savannah le sonrió burlonamente y le
dio otro bocado a la mediocre comida.
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Caminó hacia ella y en unos segundos estaba de pie sobre ella. Alzó
la vista de sus zapatos hacia su cara, admirando el cuerpo escultural que
tenía ante ella.
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inclinó y los besó, los mordisqueó y los lamió. Savannah gimió de placer
a cada toque, y metió la mano entre las piernas y comenzó a frotarse.
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—Dios mío —dijo ella. Es tan bueno en esto, cómo es tan bueno en
esto, oh Dios mío, oh, joder, pensó. El mismo pensamiento se repitió una
y otra vez en su cabeza, mientras Vincent trabajaba con su mágica lengua
por todo su cuerpo. Vincent gemía de placer ante su obra, la vibración de
su profunda voz estimulando el clítoris de Savannah aún más que antes.
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—No olvides decir gracias —dijo él con severidad y la besó una vez
más en el clítoris.
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—No hay elección —dijo—. Además, volveré —agregó con una gran
sonrisa. Se abotonó la camisa a medias y se volvió hacia la puerta—. Hey,
Savannah, ¿puedo llamarte Vannah? —Le preguntó.
—Lo hice.
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la idea de que fue su culpa que lo atraparan. Tal vez es sólo por lo que
pasó, pensó ella. Además, no sé nada de él. Podría ser un asesino loco.
Dios mío, ¿qué diablos estoy haciendo? Necesito ir a casa.
No va a estar bien, pensó ella. Todo esto está mal. No había forma
de que nada de esto pudiera estar bien. Sus emociones estaban
desgarradas, su mente dividida. No podía entender qué era lo que quería.
¿Quería ir con él, o quería ir a casa? No pudo decidirse hasta que supiera
quién era realmente él y eso se convirtió en su principal prioridad. Iba a
averiguar quién era realmente este hombre, para poder reconocer sus
emociones y tomar una decisión.
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Todo el mundo sigue diciendo eso, pensó. Primero los ladrones del
banco y ahora estos tipos.
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Capítulo Diez
Pasaron unos días. La vida había vuelto a la normalidad. A pesar
de todo, Savannah insistió en volver a trabajar lo antes posible. Les dijo
a sus jefes, a sus amigos y a sus compañeros de trabajo que era porque
“ella estaba bien”, lo cual estaba y no estaba al mismo tiempo. Pero esa
frase era una mentira de todos modos.
Cada hombre alto con traje, que ciertamente eran muy pocos, que
pasaban por el banco tenían a los ojos de Savannah como un halcón
sobre ellos. Se animaba en su silla. Sus pupilas se dilataban. Sus
músculos se tensaban y su corazón revoloteaba como las ansiosas alas
de un colibrí.
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“Es como si hubiera un agujero en mí, una parte que sabía que me
faltaba toda mi vida, y luego se llenó. Pero así de fácil, la arrancaron. Y
ahora sé que se ha ido. Antes no sabía que faltaba, pero ahora me duele
y es como un agujero negro en el corazón. En mi alma”. Escribió
Savannah en su diario.
Al carajo, la llamaré.
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—Yo también lo siento, quiero hablar de ello, sólo tenía que ordenar
mis pensamientos, ¿sabes? —respondió Lily.
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—Bien, iré a ver, pero no esta noche, tengo clase de cocina mañana
por la mañana.
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—¿Sí?
—Maldita sea, esa habría sido una historia todavía más loca —Soltó
Lily—. ¡Como algo de un libro!
—¡Buenas noches!
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Soñó con él esa noche. Volvió por ella en un gran globo a su banco.
Ella salió corriendo por la puerta, y saltó al globo y volaron juntos. La
besó en el cuello.
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Capítulo Once
Savannah atravesó la entrada del banco con la mano sobre los ojos
en una visera improvisada para bloquear el sol. La dorada iluminación
del exterior se volvió un gris fluorescente al entrar en el lugar que todavía
le parecía una prisión.
—Eso es bueno. Necesito hablar con usted sobre algo, ¿hay algún
lugar privado donde podamos hablar ahora mismo?
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dinero y que sólo quería seducirme —dijo. Dios, eso suena ridículo, pensó
ella. La mirada en la cara del oficial confirmó sus sospechas.
—Me alegra ver que le está yendo tan bien, tan tranquilamente —
dijo el oficial—. La mayoría de las personas en su posición están bastante
conmocionadas por un tiempo después de su encuentro.
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—Sí, ¿y luego?
—Sí, está bien —dijo el oficial con voz muy decepcionada. ¿Cuál es
el problema? Se preguntó Savannah.
—Oh, por supuesto que no, sólo estoy tratando de ser lo más
minucioso posible, es mi trabajo después de todo —dijo en tono serio. La
miró de arriba a abajo. Me está mirando como si fuera una asesina, pensó
Savannah.
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¿Me están tendiendo una trampa? ¿Hay algo que ellos saben y yo
no? ¿Es por eso que Vincent hizo todo eso? ¿Hay algún plan inteligente de
que me incrimine a mí y no a él? Tal vez por eso se entregó tan fácilmente.
—¿Pasa algo?
—No, en realidad no, pero está bien, solo estoy comprobando —dijo
Chad. Frunció el ceño y se fue.
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¿Por qué las paredes de mi oficina son tan estúpidas? Odio los
ángulos. Y las formas. ¡Dios!
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Capítulo Doce
Savannah estaba descansando en un sofá después del trabajo,
viendo la televisión y tratando de relajarse cuando su teléfono comenzó a
vibrar. Lo levantó a toda prisa y contestó.
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Lily se rió.
—De acuerdo, más te vale. ¡No te he visto en años! —La regañó Lily.
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—¿Por qué no hay otros oficiales de policía aquí? ¿Está usted solo?
—preguntó con escepticismo.
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pulgar hacia el coche al otro lado de la calle. Esto no está bien, pensó
Savannah. ¿Pero qué voy a hacer al respecto?
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N. T.: Señor Zorro.
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Los dos impulsos jugaron al tira y afloja con su corazón hasta que
uno de ellos prevaleció.
Voló a sus brazos y los dos se abrazaron con un beso largo y tierno.
Permanecieron así durante bastante tiempo antes de que Savannah
recobrara el sentido común y se alejara de él.
—¿Por qué demonios crees que es una buena idea venir a mi casa
en mitad de la noche? ¿Quiénes son los tipos que esperan fuera de mi
casa? Seguro que no son policías, ¿verdad?
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—¿Perdón? —preguntó.
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Capítulo Trece
Pasaron uno o dos minutos y él salió del baño. De alguna manera,
se había puesto unos pantalones de vestir en el baño. ¿Dónde tenía los
pantalones? Se preguntó.
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—Yo nunca tuve padres —dijo Vincent. Savannah volvió los ojos
hacia él. Había un frío exterior en su aspecto ahora, pero parecía frágil.
Como el vidrio congelado.
—Tú también eres huérfana, así que debes saberlo —dijo. Una
lágrima corrió por la mejilla de Savannah y ella asintió.
—Me di cuenta con solo mirarte a la cara, el primer día que nos
conocimos. Cuando te dije a quién iba a donar. A nadie le importa una
mierda a lo que un tipo al azar esté donando a menos que signifique algo
para ellos. Podía sentirlo sólo por eso. Tenía razón.
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—Dono el noventa por ciento de lo que robo. El otro cinco por ciento
se dedica a asegurarse de que no me atrapen y de que cuando y si me
atrapan, tenga una salida. No voy a dejar que me impidan hacer lo que
creo que es correcto —dijo con gran determinación en su voz.
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—Aquí puedes buscar los códigos del receptor tú misma. Está todo
disponible públicamente, es un poco desordenado en la hoja de cálculo
que me da mi cuenta bancaria. Además, está en francés, ya que es de
Suiza —dijo Vincent con una pequeña risita.
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—Así que, adelante —Él soltó triunfante. Esto podría ser una
especie de truco, pensó Savannah. Por otro lado, si no lo creo, ¿qué
necesitaría para creerle? Tiene que haber algún punto en el que esté
convencida.
—Aquí —dijo. Volvió a navegar por la página del banco una vez más
y entró en los detalles de la cuenta—. Esa es toda mi información. Aquí
está mi billetera. —Continuó, sacándola de su bolsillo. ¿Tenía su billetera
ahí? Se preguntó.
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—No podré quedarme aquí por mucho tiempo —dijo con palpable
pesar en su voz.
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No pasó mucho tiempo hasta que tuvo otro orgasmo. Las paredes
de su vagina se contrajeron y apretaron alrededor del gran miembro de
Vincent, lo que finalmente lo llevó al límite. Savannah se sintió un poco
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—Dios, eres tan grande —dijo ella, mirando el lío que había hecho
entre sus piernas, estaba absolutamente goteando.
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Capítulo Catorce
Un pájaro aterrizó en la repisa de la ventana abierta de la
habitación de Savannah. Cantaba fuerte mientras miraba con cariño a
los amantes que dormían. Savannah se despertó, se dio la vuelta en su
cama y lo miró. Era una pequeña curruca amarilla, sus plumas
esponjosas tenían un halo dorado por el sol naciente detrás de ella.
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Espera, se dio cuenta. ¿No dijo él que se iría por la mañana? Se dio
la vuelta rápidamente y sacudió a Vincent por los hombros.
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—Sí, son como las cinco, ¿no? —preguntó, frotándose los ojos.
Estaba sentado en la cama ahora. Savannah se tomó un momento para
saborear el aspecto de su cuerpo, que todavía estaba perfectamente
esculpido. Dios. Impecable, pensó.
—Hombre, deben estar enojados allí fuera —dijo con una risa,
mirando hacia la ventana.
—¿Tan quisquilloso?
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—Bueno, ¿te vas a ir? —preguntó ella. Quería que se fuera para
que no terminara en la cárcel hoy, aunque quería que se quedara todavía
más tiempo, a la vez.
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Sé que la tiene, pero eso no significa que lo que está sugiriendo sea
correcto, contestó otra. Había una batalla de dos mentes teniendo lugar.
¿Lo es?
Obviamente. Yo lo creo.
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—Sí, tal vez deberías —contestó Savannah con una risa llena de
lágrimas.
El teléfono sonó. Buzz. Buzz. Lo ignoró. Sonó una y otra, y otra vez.
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*****
—Hola, siento mucho si tuvisteis que esperar —dijo ella con una
dulce sonrisa mientras saludaba a la pareja.
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—Por supuesto, sólo tengo que ayudar a esta pobre pareja que han
estado esperando mi asesoramiento —dijo sonriendo.
*****
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Mierda.
—Se ve terriblemente feliz por haber recibido una multa por exceso
de velocidad —comentó con amargura. La cara de Savannah pasó de
sonreír a pálida cuando se dio cuenta de lo que había estado haciendo
inconscientemente.
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—De acuerdo —dijo. Agitó la cabeza ante ella con una leve
desilusión y volvió a su coche patrulla.
Bueno, eso podría haber ido mucho peor, pensó Savannah. Condujo
por debajo del límite de velocidad el resto del camino, demasiado nerviosa
para volver a intentar algo otra vez. Sintió como si le hubieran dado una
segunda oportunidad, que podría haber sido eso; podría haber sido
encontrada y arrestada por albergar a un fugitivo buscado.
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Capítulo Quince
Las paredes de la casa de Savannah parecían más aburridas de lo
que eran hace unos días. La sensación era tan fuerte que por un
momento pensó que algo les había sucedido. Además, a pesar del calor
del exterior, que se había calentado considerablemente desde la mañana,
la casa seguía sintiéndose fría. Parecía el banco. Los ángulos de las
paredes molestaban a Savannah nuevamente. Todo es tan puntiagudo,
pensó. Eso suena tan… tonto, pero es verdad, agregó para sí misma. Había
algo en la forma en que se alineaban las habitaciones cuadradas que la
estaba volviendo loca.
—Ojalá pudiera vivir en una cabaña, o algo así —dijo en voz alta a
su habitación vacía. Sorprendiéndola, hubo una respuesta; un canto
frenético. Casi un grito. Venía de arriba.
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Toc. Toc.
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—¿Cómo?
—Es como, ¿más gris? —dijo Lily. Savannah giró la cabeza ante la
astuta observación de Lily. Miró las paredes una vez más y notó que
realmente parecían descoloridas comparadas con las de hace unos días.
Toda la casa también parecía un poco más oscura ahora.
—Sí, tal vez. Deberías pintar, se ve como una mierda —dijo Lily con
una gran sonrisa burlona en su cara.
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—No, debería mudarme —dijo Savannah. ¿Por qué dije eso?, pensó.
Simplemente se le escapó de la boca.
—No tienes que darle un apodo sucio —bromeó Lily, ya que Big
Bear era la marca del vino.
4
N. T.: Gran Oso.
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—¿Qué?
5
N. T.: Son las siglas de Best Friend y Fugitive Fucker.
6
N. T.: Serían las siglas de mi Mejor Amiga se Folla al Fugitivo.
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—Me pidió que lo acompañara —le dijo. Los ojos de Lily se abrieron
de nuevo.
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—Está bien, sólo que no esperaba que tuvieras esa reacción —dijo
Savannah, todavía tambaleándose.
—No hay ninguna Vannah aquí, sólo Savannah. —Se mofó Lily,
seguido de una risa sofocada. La cara de Savannah se volvió blanca como
el papel, lo que Lily vio—. Oh, demonios, eres tú, ¿no? —preguntó.
Savannah saltó y le arrebató el teléfono de la mano. Lily también se puso
pálida—. ¿Vannah? —Se susurró a sí misma confundida—. Nunca
hubiera pensado en algo así. Es lindo, supongo —Agregó.
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7
N. T.: Así está escrito el nombre del café en el texto original.
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—Buena idea —dijo Savannah, mirando una vez más sus manos
temblorosas.
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Capítulo Dieciséis
El trabajo al día siguiente fue borroso para Savannah. Tuvo la
suerte de que Lucy estuviera en algún tipo de viaje de negocios (sonaba
más bien como unas breves vacaciones) durante el día, así que no tuvo
que tener la seria charla “disciplinaria” que había estado hirviendo en la
olla durante tanto tiempo hasta ahora. Recordó algunos rostros confusos
cuando tropezaba con las palabras y detalles para varios clientes. Sin
embargo, la mayor parte del tiempo, realizó su trabajo de manera
competente y salió precipitadamente del frío edificio tan pronto como
pudo una vez más.
Fue otra carrera a casa. Se pasó cerca de dos horas caminando por
los armarios tratando de conjuntar un equipo que fuera apropiado para
tal reunión.
La otra voz en su cabeza resonó. ¿Todo? ¿Qué hay aquí para ti?
Continuó recorriendo las innumerables combinaciones de trajes hasta
que finalmente se decidió por uno. Eran ya las diez cuando estaba lista y
se dio cuenta de que le llevaría bastante tiempo llegar allí.
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Qué apropiado
*****
Dio unos pasos hacia el café y miró por la cristalera. No puedo ver
a nadie ahí, pensó. Eso es una mala señal, ¿no? Miró más de cerca. El
lugar estaba oscuro por dentro, pero no a oscuras. Había un resplandor
en su interior, como si estuviera iluminado por velas. Se detuvo en su
camino. Debería irme, debería volver a casa. Debería mudarme a otro lugar
y alejarme de este desastre; es demasiado arriesgado.
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Toc, toc, toc, toc. No hubo respuesta, así que llamó a la puerta diez
veces más.
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—El camarero asesino emerge entre las sombras —dijo en voz como
si estuviera leyendo a alguien un cuento para dormir.
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—No eres tan mala. Después de todo, trajiste a una amiga para que
nos cuidara —dijo mientras tomaba un sorbo de su copa de vino.
Savannah lo miró, asustada e impresionada—. No te preocupes, no me
importa. Ella debería ser un poco más discreta, pero no nos va a causar
ningún problema —añadió.
—Ni siquiera le pedí que hiciera eso. ¿Ves lo mala que soy en esto?
—bromeó.
—No necesitas ser buena en eso. Sólo tienes que estar a mi lado —
dijo.
—Todavía no puedo.
—No puedo dejarlo todo atrás. —Le dijo. Las lágrimas empezaron a
salir claramente de sus ojos. Vincent bajó la vista, derrotado.
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—¿Por qué?
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Capítulo Diecisiete
Ella había volado de vuelta a la jaula.
—Estoy enferma.
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N. T.: Tipo de rosas de cien hojas que huelen muy bien.
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Bla, bla, bla, bla, pensó mientras revisaba la lista. Cosas tediosas.
Bla, bla, bla, bla, bla, bla. Vincent Starlingveil, bla, bla.
“Querida Vannah,
¿Me echas de menos?
Amor,
Vincent”
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Había órdenes que se gritaban una vez más. Han pasado poco más
de tres meses desde el último robo, ¿cómo podrían volver a hacerlo?
¿Seguramente la policía o alguien nos vigilan con atención? Los van a
atrapar.
¿Qué se supone que debo hacer? Pensó. Esta podría ser la situación
más confusa en la que alguien haya estado. ¿Debería ir con él? ¿Debería
atacarlo? ¿Debería llamar a la policía por teléfono? ¿Los otros tipos me
dispararán si lo hago?
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—¡Perra! ¡Tú estás en esto! —dijo Chad, con demasiado dolor como
para formar acusaciones gramaticalmente correctas.
Savannah abrió los ojos una vez más. Sintió que algo dentro de ella
estaba cambiando una vez más. Chad ahora estaba inconsciente y fue
arrastrado a la sala de seguridad. Uno de los ladrones estaba sobre una
rodilla, agarrándose al lado de él. Otro ladrón lo estaba vigilando. Todo
estaba tan agitado y loco que Savannah tardó un minuto más en darse
cuenta de todo lo que estaba pasando: Chad había disparado a Vincent.
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Lucy cargó contra Savannah, con los brazos extendidos y lista para
balancearse. Savannah retrocedió un paso para alejarse de su furiosa
gerente, y mientras lo hacía, Lucy le dio una torpe bofetada en su
dirección. Falló y perdió el equilibrio por el intento; su tobillo se dobló en
su tacón y se desplomó al suelo. Uno de los hombres enmascarados la
agarró y arrastró de vuelta a la multitud.
—Se necesita mucho más que esto para matarme —dijo con
orgullo, pero su voz lo traicionó; estaba empezando a sonar mareado y
cansado—. Suéltala —dijo. El conductor hizo lo que le pidió y Savannah
corrió hacia Vincent y lo abrazó.
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Capítulo Dieciocho
Después de vaciar el banco de prácticamente todo lo que tenía, la
pareja de crimen recién formada de Vannah y Vincent se abrió paso hacia
un discreto sedán negro con vidrios polarizados. El conductor de
confianza se dirigió al asiento delantero, mientras ellos se subían al
asiento trasero. La adrenalina todavía corría por las venas de Savannah
y el mundo todavía tenía un brillo brillante y surrealista, y todo
continuaba en su ritmo lento y ultra enfocado.
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—Lo siento —dijo Savannah una vez más, esta vez levemente
excitada por su manera autoritaria incluso después de haber recibido un
tiro.
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No llores, pensó.
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Capítulo Diecinueve
Unos diez minutos, pensó Savannah mientras esperaba impaciente
en el avión, que ya había despegado y volaba en el aire hacia un destino
desconocido. Ni siquiera se le ocurrió preguntar dónde iban; su mente
estaba demasiado centrada en el bienestar de Vincent.
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—¿Blanco o tinto?
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—No lo es.
—¿Hay algo que quieras hacer con él? —Le preguntó Savannah.
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Vincent asintió.
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de Savannah que ella empujó hacia afuera, hacia él. Savannah gimió
ruidosamente cuando su pecho rebotó contra el respaldo del asiento. No
pensé que me gustaría tener sexo duro, pero esto me está haciendo
cambiar de opinión, pensó.
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luego la otra. Oh, Dios mío, pensó, al darse cuenta de que ahora estaba
esposada e inclinada sobre el asiento del jet privado.
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—Creo que voy a estar bien —agregó Vincent con descaro cuando
los dos comenzaron a acurrucarse en los espaciosos asientos de los
aviones. Poco después se durmieron mientras su avión llegaba a su
destino.
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Capítulo Veinte
—¡Tened cuidado! —Savannah les gritó a los niños mientras
corrían por el campo de hierba hacia el balón de fútbol. Había un camino
estrecho de tierra frente al césped, apenas suficiente para que cupiera el
coche todoterreno que estaba estacionado a menos de cien metros de
distancia. Savannah seguía paranoica, aunque no había ningún coche a
la vista. Los niños gritaron y se rieron unos con otros, aparentemente
ignorando a Savannah pero simultáneamente obedeciendo su orden y
manteniéndose fuera del camino.
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hicieron el amor una vez más y se quedaron dormidos uno en los brazos
del otro.
—Se ve… ¡Bien, por una vez! —bromeó Savannah mientras miraba
el techo, que alguna vez fue un mosaico de material de construcción roto,
con agujeros y fugas. Ahora era un estuco simple pero de aspecto
agradable.
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—De verdad que sí. Cada vez que has estado fuera de casa, he
estado aprendiendo. Viendo en YouTube, en su mayoría, y a veces
abriendo un libro de cocina —respondió Vincent.
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Savannah sonrió.
Fin
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Staff
Traductora: Mdf30y
Diseño: Lelu
Lectura Final: Auxa
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