Sunteți pe pagina 1din 9

V erdad y poder * Verdad y poder 129

D iá lo g o c o n M, F on ta n a
tea un problema dem asiado complicado? ¿No se coloca
demasiado alto el tope de la explicación posible? Si, por
el contrario, se toma un saber como la psiquiatría, ¿no
será mucho t más fácil resolver la cuestión,7 en la medida
en que el perfil epistemológico de la psiquiatría es bajo
y que la práctica psiquiátrica está ligada a toda una serie
de instituciones, exigencias económicas inm ediatas y ur­
gencias políticas de regulación social? ¿Acaso en el caso
de una ciencia tan «dud o sa» como la psiquiatría no se
puede captar de un modo mucho más cierto el encabal­
gamiento de los efectos de poder y saber? Es la misma
cuestión que me quise plantear en el N a c i m i e n t o d e la
C lín ica , a propósito de la M edicina: ésta tiene ciertam ente
una estructura científica mucho más fuerte que la psi­
quiatría, pero está tam bién comprometida muy profun­
damente con las estructuras sociales. Lo que entonces
me «desencam inó» un poco fue el hecho de que esta
cuestión que planteaba no interesó en absoluto a aque­
llos a quienes la planteaba. Consideraron que era un pro­
F o n t a n a . ¿Podría esbozar brevem ente el trayecto que
blema que no tenía im portancia política ni nobleza epis­
m edia entre su trabajo sobre la locura en la edad clásica temológica.
hasta el estudio de la crim inalidad y la delincuencia? H abía para ello, creo, tres razones. La prim era es que
el problema de los intelectuales m arxistas en Francia era
F o u c a u l t . Cuando hice mis estudios en los años 50-55, — y en esto jugaban el papel que les prescribía el PCF—
uno de los grandes problemas que se planteaba era el hacerse reconocer por la institución universitaria y por
del estatuto político de la ciencia y las funciones ideoló­ el e s t a h l i s h m e n t ; debían por consiguiente plantear las
gicas que podía vehicular. No era exactam ente el proble­ mismas cuestiones que ellos, tratar los mismos problemas
ma Lyssenko lo que dominaba, pero creo que alrededor y los mismos dominios: «A pesar de que seamos m arxis­
de aquel feo asunto que permaneció tanto tiempo ente­ tas, no somos ajenos a lo que os preocupa; pero somos
rrado y cuidadosamente escondido, se agitaban todo un los únicos que damos a vuestras viejas preocupaciones
montón de cuestiones interesantes. Dos palabras pueden soluciones nuevas.» El marxismo quería hacerse aceptar
resum irlas todas: poder y saber. Creo que escribí h a H i s ­ como renovación de la tradición liberal, universitaria
to r ia d e la L o c u r a un poco sobre el horizonte de estas (igual como, de un modo más am plio, en la misma época
cuestiones. Para m í, se trataba de decir lo siguiente: si se los comunistas se presentaban como los únicos que
plantea a una ciencia como la física teórica o la quím ica eran susceptibles de recoger y vigorizar la tradición na­
orgánica el problema de sus relaciones con las estruc­ cionalista). De ahí, en el dominio que nos ocupa, el hecho
turas políticas y económicas de la sociedad, ¿no se plan- de que hayan querido retom ar los problemas más acadé­
micos y más nobles de la historia de las ciencias. La me­
* Publicado inicialm ente en U A r c, n.° 70. dicina, la psiquiatría no resultaban ni muy nobles ni muy
128
130 Michel Foucault Verdad y poder 131

serias; no estaban a la altura de las grandes formas del que de estas cosas más valía no hablar en ningún caso:
racionalismo clásico. zona peligrosa, luz roja. N aturalm ente, es difícil juzgar
La segunda razón es que el estalinism o postestalinista, retrospectivam ente su grado de consciencia. Pero, de to­
al excluir del discurso m arxista todo lo que no era repe­ dos modos, usted sabe con qué facilidad la dirección del
tición medrosa de lo ya dicho, no perm itía abordar do­ Partido — que, obviam ente, lo sabía todo al respecto—
minios que no habían sido recorridos todavía. No había podía hacer circular consignas, im pedir que se hablara
conceptos formados ni vocabulario válido para cuestio­ de esto o aquello, descalificar a los que hablaban de e llo ...
nes como los efectos de poder de la psiquiatría o el fun­ Una edición del P e t i t L a r o u ss e que acaba de aparecer
cionamiento político de la m edicina; mientras que los dice: «Foucault: filósofo que funda su teoría de la his­
innum erables intercambios que habían tenido lugar des­ toria en la discontinuidad.» Esto me deja estupefacto.
de M arx hasta la época actual, pasando por Engels y Sin duda me expliqué insuficientem ente en Las Palabras
Lenin, entre los universitarios y los m arxistas, habían y las C o s a s y aunque hablé mucho de ello. M e parece que
realim entado toda una tradición de discurso sobre la ciertas formas de saber empírico como la biología, la
«cien cia» en el sentido que se le daba en el siglo x ix . economía política, la p siquiatría, la m edicina, etc., tienen
Los m arxistas pagaban su fidelidad al viejo positivism o un ritm o de transformaciones que no obedece a los esque­
al precio de una sordera radical para con todas las cues­ mas suaves y continuistas del desarrollo que se admiten
tiones de psiquiatría pavloviana; para algunos médicos ordinariam ente. La gran imagen biológica de la madurez
próximos al PCF, la política psiquiátrica, la psiquiatría de la ciencia subyace todavía en un buen número de
como política, no estaba a la altura. análisis históricos; no me parece pertinente histórica­
Lo que por mi lado había intentado hacer en este
dominio fue recogido con un gran silencio por la iz­
quierda intelectual francesa. Y solamente con el 68, a
,
mente. En una ciencia como la m edicina, por ejemplo,
hasta finales del siglo x v i i i hay un cierto tipo de discur­
so cuyas transformaciones lentas — veinticinco, treinta
despecho de la tradición m arxista y a pesar del PCF, años— rompieron no solam ente con las proposiciones
todas estas cuestiones tomaron su significado político, verdaderas que podían form ularse hasta entonces, sino
con una acuidad que yo no había sospechado y que más profundam ente con los modos de hablar, con los mo­
demostraba hasta qué punto mis libros anteriores eran dos de ver, con todo el conjunto de prácticas que servían
todavía tímidos y azorados. Sin la apertura política rea­ de soporte a la m edicina; no se trata sim plem ente de nue­
lizada aquellos años no habría tenido el valor de retomar vos descubrim ientos: es un nuevo «régim en » en el dis­
el hilo de estos problemas y proseguir mi investigación curso y en el saber. Y esto en pocos años. Es algo que no
por el lado de la penalidad, las prisiones, las disciplinas. se puede negar desde el momento en que se miran los
Finalm ente, hay quizás una tercera razón, pero no textos con suficiente atención. M i problema no fue en ab­
estoy absolutam ente seguro de que haya pasado. M e pre­ soluto decir: viva la discontinuidad, estamos en la discon­
gunto, sin embargo, si no había en los intelectuales del tinuidad, permanezcamos en ella; sino plantear la cues­
PCF (o próximos a él) un rechazo a plantear el proble­ tión: ¿cómo es que, en ciertos momentos y en ciertos ór­
ma del encierro, de la utilización política de la psiquia­ denes de saber, tienen lugar estos bruscos deslizam ientos,
tría, de un modo más general, la cuadriculación discipli­ estas precipitaciones de evolución, estas transformaciones
naria de la sociedad. Sin duda, pocos conocían hacia los que no responden a la im agen tranquila y continuista
años 55-60, la am plitud real del G ulag, pero creo que que nos hacemos de ordinario? Pero lo im portante de
muchos la presentían, muchos tenían el sentim iento de tales cambios no es que sean rápidos o de gran alcance,
132 Michel Foucault Verdad y poder 133

o mejor dicho, esta rapidez y este alcance no son más que los grandes etnólogos, se ha establecido esta dicotomía
signos de otras cosas: una modificación en las reglas de entre las estructuras por una parte (lo que es pensable)
formación de los enunciados que son aceptados como y el acontecim iento por otra parte, que sería el lugar de
científicam ente verdaderos. No se trata, pues, de un cam­ lo irracional, de lo im pensable, de lo que no entra no
bio de contenido (refutación de antiguos errores, puesta puede entrar en la mecánica y el juego del análisis, por
al día de nuevas verdades), ni tampoco de una altera­ lo menos bajo la forma que tomó en el interior del estruc-
ción de la forma teórica (renovación del paradigm a, mo­ turalism o,
dificación de los conjuntos sistem áticos); lo que está en
cuestión, es lo que r i g e los enunciados y el modo cómo F oucault . Se adm ite que el estructuralism o ha sido
se rigen unos y otros para constituir un conjunto de pro­ el esfuerzo más sistem ático para evacuar no sólo de la
posiciones aceptables científicam ente y susceptibles por etnología, sino de toda una serie de otras ciencias e in­
consiguiente de ser verificadas e invalidadas por proce­ cluso, en el lím ite, de la historia, el concepto de acon­
dimientos científicos. En suma, es un problema de régi­ tecimiento. No veo quién puede ser más antiestructura-
men, de política del enunciado científico. A este nivel, lista que yo. Pero lo que im porta no es hacer con el
se trata de saber no cuál es el poder que pesa desde el acontecimiento lo que se ha hecho con la estructura. No
exterior sobre la ciencia, sino qué efectos de poder circu­ se trata de situarlo todo en un cierto plano que sería el
lan entre los enunciados científicos; cuál es de alguna del acontecim iento, sino considerar que existe todo un
manera el régimen interior de poder, cómo y por qué en escalonamiento de tipos de acontecimientos diferentes
ciertos momentos se modifica de forma global. que no tienen ni el mismo alcance, ni la misma am pli­
Son estos diferentes regímenes lo que he tratado de tud cronológica, ni la misma capacidad de producir
ordenar y describir en Las Pa lab ra s y las C o s a s , Dejando efectos.
bien claro que, por el momento, no intentaba explicarlos. El problema es a la vez distinguir los acontecimientos,
Y que habría que tratar de hacerlo en un trabajo u lte­ diferenciar las redes y los niveles a que pertenecen, y
rior. Pero lo que le faltaba a mi trabajo era de este reconstituir los hilos que los unen y los hacen engendrar­
problema del «régim en discursivo», los efectos del poder se unos a otros. De ahí el rechazo de los análisis que se
propios del juego enunciativo. Lo confundía demasiado refieren al campo simbólico o al dominio de las estruc­
con la sistem aticidad, la forma teórica o algo como el turas significantes; y el recurso a los análisis que se
paradigm a. En el punto de confluencia entre La H istoria hacen en términos de genealogía de las relaciones de
d e la L ocura y Las P alabras y las C o sa s estaba, bajo dos fuerza, desarrollos estratégicos, tácticas. Creo que a lo
aspectos muy diferentes, este problema central del poder que debemos referirnos no es al gran modelo de la len~
que entonces ya había aislado insuficientem ente. gua y de los signos, sino a la guerra y la b atalla. La
historicidad que nos lastra y nos determ ina es belicosa;
F ontana. H ay que resituar, pues, el concepto de dis­ no es lenguaraz. Relación de poder y no relación de sen­
continuidad en el lugar que le es propio. T al vez ent@p- tido. La historia no tiene «sen tid o », lo cual no quiere
ces encontraremos un concepto que es más constrictivo, decir que sea absurda, o incoherente. Al contrario, es
y que es más central en su pensam iento, el concepto de inteligible y debe poder ser analizada hasta en sus m íni­
acontecimiento. A propósito del acontecim iento, una ge­ mos detalles: pero según la inteligibilidad de las luchas,
neración ha estado en un i m p a s s e durante largo tiempo, las estrategias y las tácticas. Ni la dialéctica (como lógica
ya que según los trabajos de los etnólogos, e incluso de de la contradicción), ni la sem iótica (como estructura de la
134 Michel Foucault Verdad y poder 135

comunicación) pueden dar cuenta de lo que es la inteli­ empezarse a hacer este trabajo tras 1968, es decir, a par­
gibilidad intrínseca de los enfrentam ientos. Frente a esta tir de las luchas cotidianas llevadas a cabo por la base,
inteligibilidad, la «d ialéctica» es un modo de esquivar la por los que tenían que debatirse en las m allas más finas
realidad siempre azarosa y abierta, plegándola al esque­ de la red del poder. Es ahí donde apareció lo concreto
leto hegeliano; y la «sem iología» es un modo de esquivar del poder, y a la vez, la fecundidad verosím il de estos
su carácter violento, sangriento, m ortal, plegándola a la análisis de poder, para que nos diéram os cuenta de las
forma apaciguada y platónica del lenguaje y el diálogo. cosas que habían permanecido hasta entonces fuera del
campo del análisis político. Para decirlo muy sim plem en­
te, el encierro psiquiátrico, la normalización m ental de
F ontana. Creo que puede decirse tranquilam ente que los individuos, las instituciones penales, tienen sin duda
usted ha sido el primero en plantear al discurso la cues­ una im portancia bastante lim itada si se busca solamente
tión del poder, y plantearlo cuando reinaba un tipo de su significado económico. En cambio, son esenciales sin
análisis que pasa por el concepto de texto, es decir, que duda para el funcionam iento general de los engranajes
toma como objeto al texto con la metodología que ello del poder. En tanto que se planteaba la cuestión del
im plica: la sem iología, el estructuralism o, etc. poder subordinándola a la instancia económica y al sis­
tema de interés que aseguraba, estábamos obligados a
F oucault . No creo haber sido el primero en plantear considerar estos problemas como de poca importancia.
esta cuestión. Al contrario, me sorprende lo que me costó
plantearla. Cuando pienso en ello ahora, me pregunto F ontana. ¿U n cierto marxism o v una cierta fenome­
de qué pude hablar en La H is to ria d e la L o c u r a o en El nología han constituido un obstáculo objetivo para la
N a c i m i e n t o d e la C lín ica , por ejemplo, sino del poder. formulación de esta problem ática?
Ahora bien, soy perfectam ente consciente de que prác­
ticam ente no empleé la palabra y que no tuve este campo F oucault . Sí, si usted quiere, en la medida en que
de análisis a mi disposición. Puedo decir que ciertam ente es cierto que la gente de mi generación se ha alim entado,
hubo una incapacidad que estaba seguram ente ligada a la cuando eran estudiantes con estas formas de análisis: la
situación política en la que nos encontrábamos. No veo una rem itía al sujeto constituyente y la otra rem itía a
de qué lado — a derecha o a izquierda— podía haberse lo económico en últim a instancia, a la ideología y al
planteado el problema del poder. A la derecha, no se juego de superestructuras e infraestructuras.
planteaba más que en términos de constitución, de sobe­
ranía, etc., es decir, en términos jurídicos; del lado del F ontana. Siem pre en este cuadro metodológico, ¿có­
marxismo, en términos de aparato de Estado. El modo mo situaría usted entonces el enfoque genealógico? ¿Cuál
cómo se ejercía concretamente y en el detalle, con su es su necesidad como cuestionam iento de las condiciones
especificidad, sus técnicas y sus tácticas, no se buscaba.;-, de posibilidad, las modalidades y la constitución de
bastaba con denunciarlo en el «o tro », en el adversario,, «o bjetos» y dominios que usted ha ido analizando?
de un modo a la vez polémico y global: el poder en el
socialismo soviético era denominado por sus adversarios F oucault . Q uería ver cómo podían resolverse estos
totalitarism os; y en el capitalism o occidental, era de­ problemas de constitución en el interior de la trama
nunciado por los m arxistas como dominación de clase, histórica, en lugar de rem itirlos a un sujeto constituyente.
pero nunca se analizaba la mecánica del poder. Sólo pudo H ay que desem barazarse del sujeto constituyente, desem­
136 Michel Foucault
Verdad y poder 137
barazarse del sujeto mismo, es decir, llegar a un análisis
que puede dar cuenta de la constitución misma del sujeto m ir y reducir al silencio. Ahora bien, me parece que la
en su tram a histórica. Es lo que yo llam aría genealogía, noción de represión es completam ente inadecuada para
es decir, una forma de historia que dé cuenta de la cons­ dar cuenta de lo que hay de productos en el poder.
titución de saberes, discursos, dominios de objetos, etc., Cuando se definen los efectos de poder por la represión
sin que deba referirse a un sujeto que sea trascendente se utiliza una concepción puram ente jurídica de este
con relación al campo de sucesos o cuya entidad vacía poder; se identifica poder con una ley que niega; con la
recorra todo el curso de la H istoria. potencia de la prohibición. Ahora bien, creo que hay en
ello una concepción negativa, estrecha, esquelética del
F ontana. La fenomenología m arxista, u n cierto mar­ poder que ha sido curiosam ente com partida. Si el poder
xismo, ha funcionado ciertam ente como pantalla y obs­ no fuera más que represivo, si no hiciera otra cosa que
táculo; hay dos conceptos que tam bién continúan sir­ decir no, ¿cree usted verdaderam ente que llegaríam os
viendo de pantalla y obstáculo, hoy, los de ideología por a obedecerlo? Lo que hace que el poder se sostenga, que
una parte, y de represión por otra. sea aceptado, es sencillam ente que no pesa sólo como
potencia que dice no, sino que cala de hecho, produce
F oucault . La noción de ideología me parece d ifícil­ cosas, induce placer, forma saber, produce discursos;
mente utilizable por tres razones. La prim era es que, se hay ^ue considerarlo como una red productiva que pasa
quiera o no, siempre está en oposición virtual con a través de todo el cuerpo social en lugar de como una
algo que sería la verdad. Y creo que el problema no está instancia negativa que tiene por función reprim ir. En
en dividir entre lo que en un discurso responde a la Vigilar y C a stiga r , lo que quise dem ostrar es cómo a par­
cientificidad y a la verdad, y lo que responde a otra cosa, tir del x v i i - x v i i i , hubo un verdadero des-bloqueo tecno­
sino en ver históricam ente cómo se producen efectos de lógico de la productividad del poder. No sólo las monar­
verdad en el interior de discursos que no son en sí mis­ quías de la época clásica desarrollaron grandes aparatos
mos ni verdaderos ni falsos. El segundo inconveniente es de Estado — ejército, policía, adm inistración fiscal— , sino
que se refiere necesariam ente, creo, a algo como el su­ sobre todo en esta época tuvo lugar la instauración de
jeto. Y en tercer lugar, la ideología está en posición se­ lo que podría llam arse una nueva «econom ía» de poder,
gunda con relación a algo que debe funcionar para ella es decir, unos procedimientos que perm iten hacer circu­
como infraestructura o determ inante económico, m ate­ lar efectos de poder de un modo a la vez continuo, in­
rial, etc. Por estas razones creo que es una noción que interrum pido, adaptado e «in dividualizado» en el cuerpo
no puede utilizarse sin precauciones. social entero. Estas nuevas técnicas son a la vez mucho
La noción de represión por su parte es más pérfida o, más eficaces y mucho menos costosas (menos costosas
en todo caso, me ha sido mucho más difícil desem bara­ económicamente, menos aleatorias en sus resultados,
zarme de ella en la medida en que, en efecto, parece que menos susceptibles de escapatoria o de resistencia) que
se ajusta muy bien a una serie de fenómenos que res­ las técnicas utilizadas hasta entonces y que se apoyaban
ponden a efectos del poder. Cuando escribí La H istoria en una mezcla de tolerancias, más o menos forzosas (des­
d e la L o c u r a , me serví, al menos im plícitam ente, de esta de el privilegio reconocido hasta la crim inalidad endé­
noción de represión. Creo que suponía entonces una mica) y de ostentación costosa (intervenciones estrepito­
especie de locura vivaz, voluble y ansiosa que la mecá­ sas y discontinuas del poder cuya forma más violenta
nica del poder y de la psiquiatría habrían llegado a repri­ era el castigo «ejem p lar» en cuanto excepcional).
138 Michel Foucault Verdad y poder 139

F ontana. Para concluir, una pregunta que ya le han menudo, aunque bajo otra form a, con el mismo adversario
hecho: estos trabajos que usted hace, estas preocupacio­ que el proletariado, el campesinado o las masas (las m ul­
nes que son las suyas, estos resultados a los que usted tinacionales, el aparato judicial y policíaco, la especula­
llega, todo esto, ¿cómo puede uno servirse de ello, di­ ción inm obiliaria, etc.); es lo que yo llam aría el inte­
gamos, en las luchas cotidianas? ¿C uál es el papel de los lectual «específico», por oposición al intelectual «u n i­
intelectuales hoy? versal».
Esta nueva figura tiene otra significación política: per­
F oucault . D urante largo tiempo, el intelectual lla ­ m ite, si no soldar, al menos rearticular categorías bas­
mado de izquierdas tomó la palabra y se le reconoció el tante vecinas que habían quedado separadas. El intelec­
derecho a hablar en tanto que maestro de verdad y jus­ tual, hasta entonces, era un excelente escritor: concien­
ticia. Se le escuchaba, o pretendía hacerse escuchar, cia universal, sujeto libre, se oponía a los que no eran
como representante de lo universal. Ser intelectual era sino c a p a c i d a d e s al servicio del Estado o del capital (in ­
ser un poco la conciencia de todos. Creo que se reencon­ genieros, m agistrados, profesores). Desde el momento en
traba ahí una idea traspuesta del marxismo, y de un que la politización se opera a p artir de la actividad
marxismo aguado: igual como el proletariado, por la específica de cada cual, el um bral de la e s c r i t u r a como
necesidad de su posición histórica, era nortador de lo marca sacralizante del intelectual desaparece y pueden
universal (pero portador inm ediato, no reflexionado, poco producirse entonces lazos transversales de saber a saber,
consciente de sí mismo), el intelectual por su elección de un punto de politización a otro: así los m agistrados
moral, teórica y política, quiere ser portador de esta uni­ y los psiquiatras, los médicos y los trabajadores sociales,
versalidad, pero en su forma consciente y elaborada. El los trabajadores de laboratorio y los sociólogos, pueden
intelectual sería la figura clara e individual de una uni­ cada uno en su lugar propio y por vía de cambios y apo­
versal de la que el proletariado sería la forma gris y yos, participar en una politización global de los intelec­
colectiva. tuales. Este proceso explica que si el escritor tiende a
Hace bastantes años que ya no se pide al intelectual desaparecer como figura de proa, el profesor y la univer­
que juegue este papel. Un nuevo modo de «relación entre sidad aparecen, quizá, no como elementos principales
la teoría y la práctica» se ha establecido. Los intelec­ síno como «in tercam b iado res», puntos de cruce privile­
tuales se han acostumbrado a trabajar, no en lo univer­ giados. La universidad y la enseñanza se han convertido
sal, lo «ejem p lar», lo «ju sto y verdadero para nosotros», en regiones políticam ente ultrasensibles y la razón re­
sino en sectores determ inados, en puntos precisos en los side sin duda en esto. Lo que se llam a crisis de la univer­
que les sitúan sus condiciones de trabajo, o sus condi­ sidad no debe ser interpretado como pérdida de potencia,
ciones de vida (la vivienda, el hospital, el asilo, el labo­ sino al contrario, como m ultiplicación y refuerzo de sus
ratorio, la universidad, las relaciones fam iliares o sexua­ efectos de poder, en medio de un conjunto m ultiform e
les). Han ganado con ello, sin duda, una conciencia mu­ de intelectuales que, prácticam ente todos, pasan por ella
cho más concreta e inm ediata de las luchas. Y han y se refieren a ella. Toda la teorización exasperada de la
—.reencontrado problemas que eran específicos, «no univer­ escritura a la que hemos asistido en la década de los 60,
sales», diferentes a menudo de los del proletariado o las no era sin duda sino el canto del cisne: el escritor se
masas. Y , sin embargo, se han acercado realm ente a ellos, debatía a llí para m antener su privilegio político; pero
creo que por dos razones: porque se trataba de luchas que se haya tratado de una teoría precisam ente, que haya
reales, m ateriales, cotidianas, y porque se encontraba a necesitado canciones científicas, apoyadas en la lingüís­
140 Michel Foucault Verdad y poder 141

tica, la semiología y el psicoanálisis, que esta teoría no sional, de la palabra, es decir, quien hace uso de su
haya hallado sus referencias en Saussure o Chomsky, etc., saber, de su competencia, de su relación con la verdad
y que haya dado lugar a obras literarias tan mediocres, en el orden de las luchas políticas) nació, creo, del jurista,
todo ello prueba que la actividad del escritor no era ya o en todo caso del hombre que apelaba a la universidad
un hogar activo. de la ley justa, y eventualm ente contra los profesionales
Me parece que esta figura del intelectual «específico» del derecho (V oltaire es, en Francia, el prototipo de es­
se ha desarrollado a partir de la segunda guerra mun­ tos intelectuales). El intelectual «u n iv ersal» deriva del
dial. Es quizás el físico atómico — diciéndolo en una pa­ jurista notable, y encuentra su expresión más plena en
labra, o más bien en un nombre: O ppenheimer— quien el escritor portador de significado y valores en los que
ha servido de bisagra entre intelectual universal e intelec­ todos pueden reconocerse. El intelectual «específico»
tual específico— . Es porque tenía una relación directa y deriva de una figura distinta, no ya el «jurista-n o tab le»,
localizada con la institución y el saber científico por lo sino el «sabio-experto». Decía hace un momento que es
que el físico atómico intervenía; pero ya que la amenaza con los físicos atómicos cuando pasó a ocupar un primer
atómica concernía al género humano entero y al destino plano. De hecho, se preparaba ya entre bastidores desde
del mundo, su discurso podía tam bién ser el discurso de hacía largo tiempo, estaba incluso presente al menos en
lo universal. Bajo la cobertura de esta protesta que con­ una esquina de la escena desde, digamos, el final del
cernía a todo el mundo, el sabio atómico hizo funcionar siglo x ix . Es sin duda con D arwin o, mejor, con los evo­
su posición específica en el orden del saber. Y por vez lucionistas postdarw inianos cuando empieza a aparecer
prim era, creo, el intelectual fue perseguido por el poder claram ente. Las relaciones tormentosas entre el evolucio­
político, no ya en función del discurso general que man- nismo y los socialistas, los efectos muy ambiguos del
tenía, sino a causa del saber que detentaba: es a este evolucionismo (por ejem plo, sobre la sociología, la crim i­
nivel al que constituía un peligro político. M e refiero nología, la psiquiatría, el eugenism o) señalan el momento
exclusivam ente a los intelectuales occidentales. Lo ocu­ im portante en el que en nombre de una verdad cientí­
rrido en la Unión Soviética es ciertam ente análogo en fica «lo c a l» — por más im portante que sea— tiene lugar
varios aspectos, pero difiere en bastantes otros. Estaría la intervención del sabio en las luchas políticas que le
por hacer todo un estudio sobre el D is s en t científico en son contemporáneas. H istóricam ente, D arwin representa
Occidente y en los países socialistas desde 1945. ese punto de inflexión en la historia del intelectual
Se puede suponer que el intelectual «u fiiv ersal» tal occidental (Zola es, desde este punto de vista, muy sig­
como ha funcionado en el siglo x ix y a principios del XX nificativo: es el tipo del intelectual «u n iv ersal», portador
se deriva de hecho de una figura histórica bastante par­ de la ley y m ilitante de la equidad, pero lastra su discur­
ticular: el hombre de justicia, el hombre de ley, quien so con toda una referencia nosológica, evolucionista, que
opone al poder, al despotismo, a los abusos, a la arro­ cree científica, que domina además bastante mal y cuyos
gancia de la riqueza, la universalidad de la justicia y la efectos políticos sobre su propio discurso son muy equí­
equidad de una ley ideal. Las grandes luchas políticas vocos). H abría que ver, si se estudiara esto de cerca,
en el siglo x v m se hicieron alrededor de la ley, del dere­ cómo los físicos en el cambio de siglo entraron en el
cho, de la constitución, de lo que es justo por razón y debate político. Los debates entre los teóricos del socia­
naturaleza, de lo que puede y debe valer universalm ente. lismo y los teóricos de la relatividad han sido capitales
Lo que se llam a hoy « e l intelectual» (quiero decir inte­ en esta historia.
lectual en el sentido político, y no sociológico o profe- Nos encontramos con que la biología y la física fueron,
142 Michel Foucault Verdad y poder 143
de modo privilegiado, las zonas de formación de este de las responsabilidades políticas que por las buenas o
nuevo personaje del intelectual específico. La extensión por las malas está obligado asum ir en tanto que físico
de las estructuras técnico-científicas en el orden de la atómico, genetista, técnico en inform ática, farm acologista,
economía y de la estrategia le dieron su importancia real. etcétera. No sólo sería peligroso descalificarlo en su rela­
La figura en la que se concentraron las funciones y los ción específica con un saber local, bajo pretexto de que
prestigios de este nuevo intelectual no es ya el «escritor se trata de asuntos de especialistas que no interesan a
gen ial», es el «sabio absoluto», que no es ya quien lleva las masas (lo que es doblem ente falso: las masas tienen
él sólo los valores de todos, quien se opone al soberano conciencia de estos asuntos y , de todos modos, están im­
o a los gobernantes injustos y hace oír su grito hasta en plicadas en ellos), o que sirve a los intereses del capital
la inm ortalidad; es quien detenta, con algunos otros, sea y del Estado (lo que es cierto, pero m uestra a la vez
el servicio del Estado o contra él, poderes que pueden el lugar estratégico que ocupa), o incluso, que vehicula
favorecer o m atar definitivam ente la vida. No es ya el una ideología cientifista (lo que no siempre es cierto, y
cantor de la eternidad, sino el estratega de la vida y la no tiene, sin duda, más que una im portancia secundaria
m uerte. Vivim os actualm ente la desaparición del «gran en relación a lo que es prim ordial: los efectos propios
escritor». de los discursos verdaderos).
Volvamos a cosas más precisas. Admitamos la impor­ Lo im portante, creo, es que la verdad no está fuera
tancia tomada por el intelectual específico con el desarro­ del poder ni sin poder (no es a pesar de un mito del
llo de las estructuras técnico-científicas en la sociedad que habría que recoger la historia y funciones, la recom­
contemporánea, desde hace unas décadas, y la acelera­ pensa de los espíritus libres, el hijo de largas soledades,
ción de este movimiento desde 1960. El intelectual el privilegio de los que han sabido liberarse). La verdad
específico se encuentra con obstáculos y se expone a es de este mundo; se produce en él gracias a m últiples
unos peligros. Peligro de quedar inmerso en luchas de coacciones. Y detenta en él efectos regulados de poder.
coyuntura, en reivindicaciones sectoriales. Riesgo de Cada sociedad tiene su régim en de verdad, su «p olítica
dejarse m anipular por los partidos políticos o por los general» de la verdad: es decir, los tipos de discurso
aparatos sindicales que conducen estas luchas locales. que acoge y hace funcionar como verdaderos o falsos,
Riesgo sobre todo de no poder desarrollar estas luchas el modo cómo se sancionan unos y otros; las técnicas
por falta de una estrategia global y de apoyos exterio­ y los procedimientos que están valorizados para la obten­
res. Riesgo tam bién de no ser seguido o de serlo sola­ ción de la verdad; el estatuto de quienes están a cargo
mente por grupos muy lim itados. de decir lo que funciona como verdadero.
M e parece que estamos en un momento en el que la En sociedades como las nuestras, la «econom ía polí­
función del intelectual específico debe ser reelaborada. tic a» de la verdad está caracterizada por cinco rasgos
No abandonada, a pesar de la nostalgia de algunos por históricam ente im portantes: la «v erd ad » está centrada
los grandes intelectuales «un iversales» («necesitam os sobre la forma del discurso científico y sobre las in stitu­
— dice— una filosofía, una v i s i ó n d e l m u n d o » ) ; basta con ciones que lo producen; está sometida a una constante
pensar en los resultados im portantes obtenidos en psi­ incitación económica y política (necesidad de verdad tan­
quiatría: prueban que estas luchas locales y específicas to para la producción económica como para el poder
no han sido un error y no han conducido a ningún i m ­ político); es objeto, bajo diversas formas, de una in­
p asse. Puede incluso decirse que el papel del intelectual mensa difusión y consumo (circula en aparatos de educa­
específico debe ser cada vez más im portante, a la medida ción o de inform ación cuya extensión es relativam ente
Verdad y poder 145
144 Michel Foucault

amplia en el cuerpo social, a pesar de algunas lim itacio­ «ciencia/ideología», sino en términos de «verdad/poder».
nes estrictas); es producida y transm itida bajo el control Y es aquí donde la cuestión de la profesionalización del
no exclusivo pero dom inante de algunos grandes aparatos intelectual, la división del trabajo m anual/intelectual
políticos o económicos (universidad, ejército, escritura, puede ser planteada de nuevo.
m edia); finalm ente, es el envite dé todo un debate po­ Todo esto debe parecer bastante confuso e incierto.
lítico y de todo un enfrentam iento social (luchas «id eo ­ Incierto, sí, y todo lo que digo es sobre todo a título
lógicas»). de hipótesis. Para que sea un poco menos confuso, sin
embargo, quisiera avanzar algunas «proposiciones» — en
M e parece que lo que ahora debe tomarse en cuenta el sentido no de cosas adm itidas, sino solamente ofreci­
en el intelectual no es el que sea «portador de valores das para ensayos y pruebas futuras.
universales», sino que es alguien que ocupa una posición Por «v erd ad », entender un conjunto de procedimien­
específica, pero de una especificidad que está ligada a las tos regulados por la producción, la ley, la repartición,
funciones generales del dispositivo de verdad en una so­ la puesta en circulación y el funcionamiento de los enun­
ciedad como la nuestra. Dicho de otro modo, el intelec­ ciados.
tual responde a una triple especificidad: la especificidad L a «v erd ad » está ligada circularm ente a sistem as de po­
de su posición de clase (pequeño burgués al servicio del der que la producen y la sostienen, y a efectos de poder
capitalism o, intelectual «orgánico» del proletariado); la que induce y la prorrogan. «R égim en » de la verdad.
especificidad de sus condiciones de vida y de trabajo, Este régim en no es sim plem ente ideológico o super-
ligadas a su condición de intelectual (su dominio de inves­ estructural; fue una condición de formación y de desarro­
tigación, su lugar en un laboratorio, las exigencias eco­ llo del capitalism o. Y es el que, a reserva de algunas
nómicas o políticas a las que se somete o contra las que modificaciones, funciona en la m ayor parte de los países
se rebela, en la universidad, el hospital, etc.); finalm en­ socialistas (dejo abierta la cuestión de China, que no
te, la especificidad de la política de verdad en nuestras conozco).
sociedades. Y es aquí donde su posición puede tomar un El problema político esencial para el intelectual, no
significado general, que el combate local o específico que es criticar los contenidos ideológicos que estarían ligados
lleva a cabo entrañe efectos, implicaciones que no son a la ciencia, o hacer lo preciso para que la práctica cien­
sim plem ente profesionales o sectoriales. Funciona o lucha tífica esté acompañada por una ideología justa. Sino
al nivel general de este régim en de la verdad tan esencial saber si es posible constituir una nueva política de la
para las estructuras y para el funcionamiento de nuestra verdad.fE l problema no es cam biar la «conciencia» de la
sociedad. H ay un combate «por la verd ad », o al menos gente o lo que tienen en la cabeza, sino el régimen políti­
«alrededor de la verdad», dejando claro una vez más que
por verdad no quiero decir « e l conjunto de cosas verda­ co, económico e institucional de producción de verdad>-
deras que están por descubrir o que hay que hacer acep­ No se trata de liberar a la verdad de todo sistema
tar», sino «e l conjunto de reglas según las cuales se dis­ de poder — sería una quim era, ya que la verdad es ella
tingue lo verdadero de lo falso y se aplica a lo verdadero misma poder— , sino desligar el poder de la verdad de las
efectos específicos de poder»; y dejando claro tam bién formas de hegemonía (sociales, económicas, culturales)
que no se trata de un combate « a favor» de la verdad, en el interior de las cuales funciona por el momento.
La cuestión política, en sum a, no es el error, la ilu ­
sino acerca del estatuto de la verdad y del papel eco­ sión, la conciencia alienada o la ideología; es la verdad
nómico-político que juega. H ay que pensar los proble­
mas políticos de los intelectuales no en términos de misma.

S-ar putea să vă placă și