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Si lo anterior puede suceder (no se postula una regla general) con niños de
edad temprana, la situación se muestra más viable cuando se trata de pre y
adolescentes, máxime si estos, como en el caso analizado, se muestran en
extremo precoces y han recibido una abundante influencia externa,
especialmente del internet, al cual tenían un acceso ilimitado, curiosamente
en casa de sus tíos, los acusados, resultando diestros en el manejo de los
computadores y en la “navegación por la red”, lo cual no es de extrañar en los
tiempos que corren.
Con el sentido natural de las palabras se tiene que la experiencia es la
enseñanza que se adquiere con el uso, la práctica o el vivir, y una máxima o
regla es un principio o proposición generalmente admitida. Así, una máxima
o regla de experiencia es la enseñanza adquirida por el uso, la práctica o el
diario vivir, admitida como tal por un conglomerado social que se desenvuelve
en similares circunstancias de tiempo, modo y lugar.
Lo propio, al parecer, sucedía con la progenitora, esto es, que en esta igual
podían existir motivos para denunciar hechos contrarios a la verdad con el
afán de desquitarse de la procesada, en tanto a esta le fue revelado un secreto
que precisamente tenía que ver con la paternidad de aquella, confidencia que,
parece, fue dada a conocer a terceros, afectando la intimidad de la quejosa.
[…]
Igual dio cuenta, de nuevo sin ser desmentido, que en su presencia la madre
de los niños reprendió de manera violenta a JA, porque había dejado de
estudiar, se la pasaba en cafés internet y le había sustraído un dinero a su
padrastro. Lo último se muestra creíble, no solo porque no fue negado, sino
porque el propio antecedente de la denuncia muestra a los adolescentes como
propensos a cometer actos indebidos.
«La forma como las cosas suceden normalmente indica que la tendencia en
delitos sexuales, cuyas víctimas son menores de edad, es la de que el agresor
actúa en la clandestinidad, ejerce los actos de manera tal que nadie los
perciba; de ahí que ha dado en denominárselos como “delitos a puerta
cerrada”.
En contra de esa tendencia, los supuestos agredidos refieren que su tío, sin
más, de buenas a primeras, sin un proceso previo de seducción que parecería
obvio, procedió a sugerir a los niños (por separado, pero luego se enteraron
todos) que tuvieran relaciones sexuales con su propia esposa (la del acusado)
y que ésta, igual de buenas a primeras, procedió a desnudarse y a hacer lo
propio con los menores para acariciarlos y luego hacerse penetrar por ellos.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA:
Rad: 28693 | Fecha: 10/06/2008 | Tema: CASACIÓN - Principio de
prioridad: cargos que pretendan la absolución prevalecen frente a la nulidad
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prioridad: cargos que pretendan la absolución prevalecen frente a la nulidad
Rad: 30948 | Fecha: 05/05/2010 | Tema: CASACIÓN - Principio de
prioridad: cargos que pretendan la absolución prevalecen frente a la nulidad
Rad: 34848 | Fecha: 31/08/2011 | Tema: CASACIÓN - Principio de
prioridad: cargos que pretendan la absolución prevalecen frente a la nulidad
Rad: 16472 | Fecha: 21/11/2002 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
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Noción
Rad: 18787 | Fecha: 19/11/2003 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
Rad: 26128 | Fecha: 21/07/2004 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
Rad: 17712 | Fecha: 21/07/2004 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
Rad: 24110 | Fecha: 10/10/2007 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
Rad: 17186 | Fecha: 23/01/2008 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
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Noción
Rad: 31263 | Fecha: 28/10/2009 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
Rad: 34372 | Fecha: 15/09/2010 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
Rad: 43880 | Fecha: 06/05/2015 | Tema: REGLAS DE LA EXPERIENCIA -
Noción
Sin embargo, no por ello puede perderse de vista que en todo caso la Corte se
encuentra en la obligación de encausar su decisión en relación con la
identificación de los errores, in iudicando o in procedendo, detectados en la
sentencia recurrida, de tal manera que solo a partir de su adecuada
configuración puede derruirse la decisión, prevalida, como bien se sabe, de
presunción de acierto y legalidad.
En el fallo acogido por la mayoría de la Sala, se advierte un completo desapego
por la presentación de los yerros que pudieron conducir a una equivocada
decisión del Ad quem, llevándose a cabo una genérica alusión a la crítica
probatoria, en especial a la incredulidad que generaron los testimonios de los
menores, lo que a juzgar por la manera como son analizados en el curso de la
decisión, pareciera que se conducen a la violación indirecta de la ley
sustancial consistente en errores de hecho por falso juicio de raciocinio,
materializados en que el fallador, al apreciar el conjunto probatorio,
desconoció principios básicos de la sana crítica, en concreto las reglas de la
experiencia.
En este sentido, se precisó que “los niños mienten y lo hacen con tanta
tranquilidad que a veces resulta imposible distinguir su comportamiento
verbal del de aquellos que dicen la verdad”, lo que hace parte de su proceso
de desarrollo, en tanto en su estructura psicológica se entrecruzan fantasía y
realidad, situación que se hace más viable tratándose de pre y adolescentes.
[…]
A efectos de restar credibilidad a las declaraciones de los niños, se enfatiza
en que los testimonios incriminatorios no son brindados por “niños inocentes,
ingenuos, sino por dos adolescentes avezados en cometer actos contra la
propiedad, expertos en navegar por internet, donde consultaban pornografía”.
[…]
Por esa vía, se desconoce que la verdad no es patrimonio exclusivo de los seres
virtuosos, pues así como se miente por quien detenta una existencia
impoluta, igual se ofrece la verdad por quien conduce su vida de manera
reprochable frente a la ley. Como tiene dicho la Sala “la condición de
delincuente confeso del declarante no es por sí misma un factor que
necesariamente conduzca a negar su credibilidad; su narración, eso sí, deberá
ser apreciada con el rigor que se deriva de las condiciones de su autor, pero
nada impide concederle credibilidad si, una vez superado dicho ejercicio de
ponderación, la prueba se ofrece consistente”.
[…]
«Es cierto que de manera recurrente la Sala ha expresado que los delitos
sexuales suelen ser perpetrados en la clandestinidad, como medida que
tiende a asegurar la impunidad de los infractores y, en ese sentido, se ha dado
en llamarlos “delitos a puerta cerrada”. Ello no se traduce en que pueda
asumirse como una tendencia, entendida esta en términos de máxima de la
experiencia, que impide la realización de cualquier clase de experiencia que
en esta materia se puedan ofrecer.
Sobre este tópico, por las particularidades que reviste la experiencia humana
en materia sexual, es imposible abarcar en un patrón de conducta las
distintas posibilidades a las que puede llegar una persona en el propósito de
su satisfacción personal. De manera que es un entendimiento inadecuado
asumir que el concepto de “delitos a puerta cerrada”, adoptado en principio
para referir la clandestinidad como base de su impunidad, sirva también para
hacer alusión a la poca probabilidad de realización de actuaciones inusuales
que no se encuentran dentro de ese patrón de comportamiento humano.
Valga decir, que ninguna regla de la experiencia puede avalar la idea de que
los abusos sexuales deben estar precedidos de un proceso de seducción.
Tampoco existe una máxima que pueda abarcar lo que los seres humanos
están dispuestos a hacer para satisfacción de su libido, pues el instinto de la
búsqueda de placer puede llegar a situaciones insospechadas, sin que este
evento en particular pueda ofrecer condiciones que puedan ser tenidas como
irrealizables».