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Apocalipsis 3
A los Ángeles de las Iglesias de Sardis, Filadelfia y Laodi-
cea Escribe

A la iglesia de hoy es enviado este mensaje. Pido a nuestros miembros de iglesia que
lean completamente el tercer capítulo de Revelación, y que hagan aplicación práctica del
mismo. El mensaje a la iglesia de los laodicenses se aplica especialmente al pueblo
de Dios hoy. Es un mensaje a los cristianos profesos quienes han llegado a parecerse
tanto al mundo que ninguna diferencia se puede ver [versículos 14-18 citado]. RH, 20 de
Agosto, 1903.

Versículo 1. “Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: "El que tiene los siete Espíritus de
Dios y las siete estrellas, dice: Conozco tus obras, que tienes nombre que vives, pero es-
tás muerto”.

PVGM:84-85. El Espíritu Santo, enviado desde los cielos por la benevolencia del
amor infinito toma las cosas de Dios y las revela a cada alma que tiene una fe im-
plícita en Cristo. Por su poder, las verdades vitales de las cuales depende la salvación
del alma son impresas en la mente, y el camino de la vida es hecho tan claro que nadie
necesita errar en él. Mientras estudiamos las Escrituras, debemos orar para que la luz
del 85 Espíritu Santo brille sobre la Palabra, a fin de que veamos y apreciemos sus teso-
ros.

RH, 15 de Noviembre de 1892. ¿Cómo podremos soportar el día de la prueba si no en-


tendemos las palabras de Cristo? Él dijo: “Estas cosas os he hablado, estando aun pre-
sente con vosotros. Pero el Consolador, el cual es el Espíritu Santo, el cual el Padre en-
viará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y traerá todas las cosas a vuestra
memoria, todo lo que os he dicho.” Es el Espíritu Santo quien ha de traer a nuestra
memoria las palabras de Cristo. El tema sobre el cual Cristo prefirió dialogar en su
último discurso era el oficio del Espíritu Santo. Él abrió ante ellos un amplio ca-
mino de verdad. Ellos habrían de recibir sus palabras por fe, y el Consolador, el
Espíritu Santo, habría de traer todas las cosas a su memoria. La consolación dada
por Cristo en esta promesa fue encontrada en el hecho de que la influencia divina habría
de estar con sus seguidores hasta el fin. Pero esta promesa no es aceptada y recibida por
el pueblo de hoy, y por tanto no es apreciada por ellos, ni su cumplimiento es visto en la
experiencia de la iglesia. La promesa del don del Espíritu de Dios, es dejado como
un asunto que ha de recibir poca consideración de parte de la iglesia. Su importan-
cia no es enfatizada sobre el pueblo, y el resultado es sólo lo que se pudiera esperar,
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sequía espiritual, tinieblas, y declinación y muerte espiritual. Asuntos de menor im-
portancia ocupan la mente y el alma, pero poder divino que es necesario para el creci-
miento y prosperidad de la iglesia, el cual, si poseído, traería todas las otras bendiciones
en su estela, está faltando, aunque nos es ofrecido en plenitud infinita. Al par que la igle-
sia está satisfecha con asuntos pequeños, queda descalificada para recibir las cosas gran-
des de Dios. ¿Pero por qué no añoramos con vehemencia el don del Espíritu Santo,
siendo que es el medio por el cual el corazón puede ser mantenido puro? El Señor
se propone que el poder divino coopere con el esfuerzo humano. Es sumamente
esencial para el cristiano el entender el significado de la promesa del Espíritu Santo
justo antes de la venida del Señor Jesús por segunda vez. Hablad de él, orad por él,
predicad concerniente a él; pues el Señor está más dispuesto a dar el Espíritu San-
to que los padres dar buenas dádivas a sus hijos.

RH, 7 de Febrero de 1857. En tiempos del pasado hombres santos del pasado hablaron
siendo movidos por el Espíritu Santo. En la antigüedad los profetas escudriñaron lo que
el Espíritu de Dios, que estaba en ellos, quería decir. El Espíritu aun no había sido en-
viado con poder porque Jesús aun no había sido glorificado. Partiendo desde el día de
Pentecostés, el Espíritu Santo habría de ser derramado sobre hijos e hijas, sobre siervos
y siervas. En toda colina, todo llano, todo valle, obreros humildes del Señor han de ser
reclutados. La divina, sagrada influencia del Espíritu Santo obrando en nuestro
mundo ha de ser como señales y maravillas, porque el pueblo de Dios es un pueblo
peculiar, nación santa, resplandeciendo e medio de las tinieblas morales como pie-
dras vivientes en el edificio del Señor. Los más débiles y enfermos, si ejercitan fe en
Dios, y mejoran las facultades encomendadas, elevarán, refinarán y perfeccionarán
en carácter bajo la obra del Espíritu Santo. Con humildad y contrición se someten
al moldeo y disciplina del Espíritu, y sabrán lo que significa su eterna plenitud.

[PH154] 4-5. Hemos de orar por el derramamiento del Espíritu como remedio para
las almas enfermas del pecado. La iglesia necesita ser convertida, ¿y por qué no
habremos de postrarnos ante el trono de gracia, como representantes de la iglesia,
y de un corazón quebrantado y espíritu contrito hacer sincera súplica que el Espíri-
tu Santo sea derramado sobre nosotros de lo alto? Oremos que cuando por gracia nos
sea concedido, nuestros fríos corazones sean reavivados, y tengamos discernimiento pa-
ra entender que viene de Dios, y lo recibamos con gozo. Algunos han tratado al Espíritu
como visita no bien recibida, rehusando recibir el rico don, dejando de reconocerlo,
apartándose de él, y condenándolo como fanatismo. Cuando el Espíritu Santo obra
sobre el agente humano, no nos pregunta en qué forma habrá de operar. A menudo
se mueve en forma insospechada. Cristo no vino como lo esperaban los judíos. Él no
vino de manera para glorificarlos como nación. Su precursor vino para preparar el ca-
mino para él, llamando al pueblo al arrepentimiento, la conversión, y el bautismo. El
mensaje de Cristo fue: “El reino de Dios ha llegado: arrepentíos, y creed el evangelio.”
Los judíos se negaron en recibir a Cristo, porque él no vino de acuerdo a sus expectacio-
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nes. Las ideas de hombres finitos eran sostenidas como infalibles, por tantísimo tiempo
haber sido sostenidas. Este es el peligro al cual la iglesia ahora está expuesta,---que
las invenciones de hombres finitos indiquen la precisa forma en que vendrá el Espí-
ritu Santo. Aunque ellos no desearían reconocerlo, algunos ya lo han hecho. Y por-
que este Espíritu ha de venir, no para alabar a los hombres o apoyar sus erróneas
teorías, sino para reprender al mundo de pecado, de justicia, y de juicio, muchos se
apartan de él. No están dispuestos a que se les prive de sus propias ropas de justicia
propia. No están dispuestos a cambiar su propia justicia, la cual es injusticia, por la justi-
cia de Cristo, la cual es verdad pura, no adulterada. El Espíritu Santo a nadie halaga,
tampoco obra según los designios del hombre. Hombres finitos y pecadores, no ha-
brán de manejar al Espíritu Santo. Cuando él venga para reprender, mediante
cualquier agente humano que Dios escoja, le corresponde al hombre escuchar y
obedecer su voz.

ST, 17 de Abril de 1893. El Espíritu Santo implantado en los discípulos, los capacitó pa-
ra estar firmes contra la idolatría, y exaltar sólo al Señor. El Espíritu Santo guió los lapi-
ceros de los historiadores sagrados para el registro de las preciosas palabras y obras de
Cristo pudieran ser presentadas al mundo. El Espíritu Santo está constantemente trabaja
procurando atraer la atención de hombres al gran sacrificio hecho en la cruz del Calva-
rio, para explicar al mundo el amor de Dios al hombre, y abrir al corazón compungido
las preciosas promesas en las Escrituras. Es el Espíritu Santo que trae a las mentes anu-
bladas los lucientes rayos del Sol de Justicia. Es el Espíritu Santo quien hace que el co-
razón del hombre arda con una inteligencia despertada tocante a las verdades eternas. Es
el Espíritu Santo quien presenta ante las mentes la norma moral de justicia y convence
de pecado. Es el Espíritu Santo quien produce tristeza divina que obra el arrepentimiento
del cual no necesitamos arrepentirnos, e inspira fe en Aquél que únicamente puede sal-
var de todo pecado. Es el Espíritu Santo quien obra para transformar el carácter al apar-
tar los afectos del hombre de aquellas cosas que son temporales y perecederas, fijándo-
los sobre la herencia inmortal, la sustancia eterna que no perece. El Espíritu Santo re-
crea, refina, y santifica al agente humano, para que sean hechos miembros de la familia
real, hijos del Rey Celestial.

Y LAS SIETE ESTRELLAS. Véase EGW sobre 1:16 y 2:1.

BTS,, 1 de Noviembre de 1916. ¡Cuántos se encuentran en esta misma posición! En su


ignorancia se encuentran en una condición deplorable y egoísta. Son como sal sin sabor.
Están separados del Señor Jesús, en quien está centrada su esperanza de vida eterna, no
obstante están satisfechos con el conocimiento de su habilidad, pensando ser sabios. Pe-
ro su vista está cegada; ellos no disciernen su miseria. No guardan la ley de Dios, y
fracasan en hacer aquello que es agradable a Su vista. “Yo conozco tus obras,” de-
clara Cristo. Ellos son una ofensa a Dios. Su justicia no se encuentra en ellos. No
han guardado sus vestiduras de la contaminación mundanal. No guardan elevada
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ante sí la correcta norma de carácter.

YO CONOZCO TUS OBRAS. Véase también EGW sobre 2:2, 9, 13.

4CBA:1187. El Espíritu de Dios, con su poder vivificante, debe estar en cada agente
humano para que pueda entrar en acción cada músculo y tendón espiritual. Sin el Espíri-
tu Santo, sin el aliento de Dios, hay embotamiento de conciencia, pérdida de vida espiri-
tual. Muchos que carecen de vida espiritual tienen sus nombres en los registros de
la iglesia; pero no están escritos en el libro de la vida del Cordero. Pueden estar
acoplados a la iglesia pero no están unidos con el Señor. Pueden ser diligentes en el
cumplimiento de determinados deberes, y pueden ser considerados como seres vi-
vientes; pero muchos están entre los que tienen "nombres de que" viven, y están
muertos.
A menos que haya una conversión genuina del alma a Dios; a menos que el aliento vital
de Dios vivifique el alma a la vida espiritual; a menos que los catedráticos de la verdad
sean movidos por principios emanados del cielo, no han nacido de la simiente incorrup-
tible que vive y permanece para siempre. A menos que confíen en la justicia de Cristo
como su única garantía; a menos que copien el carácter de Cristo y procedan con el espí-
ritu de él, están desnudos, no tienen el manto de su justicia. Los muertos a menudo se
hacen pasar como si estuvieran vivos, pues los que se esfuerzan en lo que, según sus
ideas, llaman salvación, no tienen a Dios obrando en sus vidas tanto "el querer como el
hacer, por su buena voluntad".

CS:354-355. Cuando el Salvador dirigió la atención de sus discípulos hacia las señales
de su regreso, predijo el estado de apostasía que existiría precisamente antes de su se-
gundo advenimiento. Habría, como en los días de Noé, actividad febril en los negocios
mundanos y sed de placeres, y los seres humanos iban a comprar, vender, sembrar, edi-
ficar, casarse y darse en matrimonio, olvidándose entre tanto de Dios y de la vida futura.
La amonestación de Cristo para los que vivieran en aquel tiempo es: "Mirad, pues, por
vosotros mismos, no sea que vuestros corazones sean entorpecidos con la glotonería, y
la embriaguez, y los cuidados de esta vida, y así os sobrevenga de improviso aquel día."
"Velad, pues, en todo tiempo, y orad, a fin de que logréis evitar todas estas cosas que
van a suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre." (S. Lucas 21: 34, 36, V.M.)
La condición en que se hallaría entonces la iglesia está descrita en las palabras del
Salvador en el Apocalipsis: "Tienes nombre que vives, y estás muerto." Y a los que
no quieren dejar su indolente descuido, se les dirige el solemne aviso: "Si no velares,
vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti." (Apocalipsis 3: 1, 3.)

HHD:87. Todos los que lleven dignamente el nombre de cristianos, que significa seme-
jante a Cristo, estarán llenos de piedad y pureza, de amor y reverencia por Dios y Jesu-
cristo a quien envió; su espíritu, sus palabras y sus actos llevarán la impronta del cielo.
Los demás verán que ha estado con Jesús y aprendido de él. Sus oraciones serán senci-
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llas y fervientes, y ascenderán al cielo en alas de la fe. Al aprender en la escuela de
Cristo, tendrá una opinión humilde de sí mismo; y aunque sea pobre en bienes de este
mundo, será rico en las gracias del Espíritu de Dios, y podrá bendecir y enriquecer a los
demás mediante su espíritu y su influencia, porque Cristo es en él una fuente de agua
que surge para vida eterna. Esparcirá a su alrededor una atmósfera de esperanza,
valor y fortaleza, que avergonzará a los mundanos, egoístas, que sólo tienen profe-
sión de fe, que tienen nombre que viven y están muertos.- (YI, 22-06-1893)

1T:276. Los que profesan ser cristianos en medio de los peligros de los últimos días, y
no imitan al humilde y abnegado Patrón, se ubican en las filas del enemigo. Él los con-
sidera sus súbditos, y ellos sirven tan importante propósito como lo hace cualquiera
de sus súbditos, pues ellos tienen Nombre que representar, pero están muertos.
Otros los toman como ejemplos a seguir, y siguiendo a ellos pierden la salvación, cuan-
do, si estos no hubieran profesado ser cristianos, su ejemplo no hubiera sido seguido. Es-
tos supuestos profesos cristianos no están concientes del peso de su influencia. Ellos ha-
cen mucho más severo el conflicto para los que son el pueblo peculiar de Dios. Pablo, en
Tito 2:15, se refiere al pueblo que está esperando la aparición de Cristo. Él dice: “Estas
cosas habla, y exhorta, y reprende con toda autoridad. Que nadie Te: tenga en poco.”

2T:175-176. La influencia de los jóvenes en ________ se extiende tan lejos como son
conocidos, y sus modos impíos son proverbiales; y nadie ha tenido más influencia en la
senda equivocada como ustedes. Ustedes han deshonrado su profesión y han sido mise-
rables representantes de la verdad. Dice el Testigo Fiel: “Yo conozco tus obras, que ni
eres frío ni caliente: ojala fueras frío o caliente. Pero porque eres tibio, y ni frío o calien-
te, Te: vomitaré de mi boca.” Si fuerais fríos, habría alguna esperanza que fuerais con-
vertidos; pero donde la justicia propia lo envuelve a uno, en lugar de la justicia de Cris-
to, el engaño es tan difícil de ver, y la justicia propia tan difícil de desechar, que el caso
es el más difícil de alcanzar. Un pecador impío e inconverso se encuentra en condición
más favorable que tal persona.
Ustedes son piedra de tropiezo para pecadores. Su falta de consagración es obvia.
Está desparramando de Cristo en lugar de recoger con él. Si Dios me ayudara a
romper sus vestimentas de justicia propia, tendré esperanza que usted aun pueda
redimir el tiempo y llevar vidas ejemplares. Habéis sido frecuentemente desperta-
dos, pero al igual os habéis vuelto a vuestra vida de condición inactiva y de justicia
propia, teniendo un nombre que vive mientras se encuentra muerto. Su orgullo
amenaza con ser su ruina. Dios le ha hablado a usted sobre este punto. Si no hacer algu-
na reforma, la aflicción le sobrevendrá, y su gozo se tornará en pesadumbre, hasta que
humilléis vuestros corazones bajo la mano de Dios. Vuestras oraciones Dios no acepta.
Provienen de corazones llenos de orgullo y egoísmo. Usted, mi querida hermana, es va-
na; usted ha vivido una vida sin rumbo, cuando, si hubiera sido humilde y vivido para
bendecir a otros, hubiera sido una bendición para usted misma y para todos los que la
rodeaban. Que Dios perdone a sus padres y hermanas por la parte que han desempeñado
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en hacer de usted quien usted hoy es---justo lo que Dios no puede aceptar, justo lo que,
si usted permanece igual, será paja para ser consumida por el fuego en el día de Dios.

TM:152-153. Habéis descuidado tristemente leer las Escrituras e investigarlas con cora-
zón humilde por vosotros mismos. No aceptéis la explicación que ningún hombre haga
de las Escrituras, cualquiera sea su posición, sino id a la Biblia e investigad la verdad
por vosotros mismos. Después de escuchar a Jesús, los samaritanos dijeron: "Ya no
creemos por tu dicho; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdadera-
mente éste es el Salvador del mundo, el Cristo". Existe la mina de la verdad. Profundi-
zadla y poseeréis el conocimiento que es de más valor para vosotros. Muchos se han
vuelto perezosos y han caído en un criminal descuido del escudriñamiento de las Escri-
turas, y están destituidos del Espíritu de Dios así como del conocimiento de su Palabra.
Leemos, en la Revelación que le fue hecha a Juan, acerca de algunos que tenían
nombre que vivían aunque estaban muertos. Sí, hay muchas personas tales entre
nosotros como pueblo, muchos que pretenden estar vivos, y sin embargo están
muertos. Hermanos míos, a menos que el Espíritu Santo esté obrando en vosotros como
un principio vital, a menos que obedezcáis sus impulsos, y dependáis de sus influencias,
trabajando con la fuerza divina, mi mensaje de Dios para vosotros es: "Estáis bajo un
engaño que resultará fatal para vuestras almas. Debéis convertiros. Debéis recibir luz
antes de dar luz. Colocaos a vosotros mismos bajo los brillantes rayos del Sol de Justi-
cia". Entonces podéis decir con Isaías: "Levántate, resplandece; que ha venido tu lum-
bre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti". Debéis cultivar la fe y el amor. "No se ha
acortado la mano de Jehová para salvar, ni hace agravado su oído para no oír". Buscad
al Señor. No descanséis antes que sepáis que Cristo es vuestro Salvador.

Ev:237. Muchos aceptan la verdad sin cavar hondo para comprender sus principios fun-
damentales; y cuando ella encuentra oposición, se olvidan de los argumentos y pruebas
que lo sostienen. Han sido inducidos a creer la verdad, pero no han sido plenamente ins-
truidos acerca de lo que es, ni han sido llevados de un punto a otro en el conocimiento
de Cristo. Demasiado a menudo su piedad de vuelve formal, y cuando dejan de oír
los llamamientos que los despertaron, se quedan espiritualmente muertos.

1T:492. Me fue mostrado que no existe falta de recursos entre adventistas del sép-
timo día. Al presente su mayor peligro está en la acumulación de propiedad. Algu-
nos están continuamente aumentando sus afanes y trabajos; están sobrecargados.
El resultado es que Dios y las necesidades de su causa están casi olvidadas por ellos;
están espiritualmente muertos. Se requiere de ellos que hagan un sacrificio a Dios, una
ofrenda. Un sacrificio no aumenta, sino hace decrecer y consume. Aquí, me fue mostra-
do, había una noble empresa para ser puesta a trabajar por el pueblo de Dios, una en la
cual pueden invertir recursos para su gloria y el avance de su causa. Muchos de los re-
cursos entre nuestro pueblo sólo están probando ser perjudicial para los que no desean
soltarlos.
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5T:73. Muchos tienen nombre de que viven mientras han llegado ser espiritualmen-
te muertos. Estos un día dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nom-
bre? ¿Y en tu nombre hemos echado fuera demonios. Y en tu nombre hemos hecho
muchas maravillas? Y entonces les diré: ‘nunca os conocí: apartaos, obradores de
iniquidad.’” Un ay será pronunciado contra usted, si se detiene y dilata hasta que el
Sol de Justicia se oculte. ¡O, que el frío, y formal corazón sea derretido! Cristo no sólo
derramó lágrimas por nosotros, sino su propia sangre. ¿Acaso estas manifestaciones de
su amor no nos despertarán a una profunda humillación ante Dios? Es humildad y abne-
gación lo que necesitamos para ser aprobados por Dios.

RH, 10 de Julio de 1879. Como pueblo, estamos apartándonos de Dios. Los corazo-
nes de sus profesos hijos se están separando de él. Mientras tienen nombre de que
viven, las reales vitales energías del alma se han tornado en muerte espiritual. A los
tales, Jesús dice: “¡Si hubierais conocido, tú, a lo menos en este tu día, las cosas que per-
tenecían a tu paz! Cristo no dice días, sino “día,”—“este tu día.” Esa última reunión pu-
diera ser el último día de la especial visitación de Cristo,--un día de raros privilegios y
bendiciones que ellos tanto necesitan.

7CBA:998. El mundo espera algo de vosotros. Si no resplandecéis como luces en el


mundo, alguien se levantará en el juicio y os culpará de la sangre de su alma. Se verá
que tú fuiste un agente en las manos del enemigo de Dios y del hombre para extraviar y
engañar por medio de tu falsa profesión de cristianismo. No condujiste las almas a la
piedad y a la consagración. Tuviste nombre de que vivías; pero estabas espiritual-
mente muerto. No tuviste la influencia vitalizadora del Espíritu de Dios, que se da
abundantemente a todos los que la piden con fe (RH, 16-8-1898).

7CBA:969. [Se cita Apoc. 3:1]. Cristo exhorta a esta iglesia para que haga un cam-
bio. Tenían, ¡O, cuántos han caído porque confiaron en su profesión para la salva-
ción! ¡Cuántos se pierden por su esfuerzo de mantener su reputación! Si uno tiene
la reputación de ser un evangelista de talento, un predicador bien dotado, un hom-
bre de oración, un hombre de fe, un hombre especialmente consagrado, hay un po-
sitivo peligro de que naufrague en la fe cuando sea puesto a prueba por las peque-
ñas vicisitudes que Dios permite que sobrevengan. Con frecuencia su gran empeño
será mantener su reputación.
El que vive temiendo que otros no aprecien su valor, está perdiendo de vista a Aquel que
es el único que nos hace dignos de glorificar a Dios. Seamos fieles mayordomos de no-
sotros mismos. Desviemos nuestra vista del yo y fijémosla en Cristo. Entonces no ha-
brá la más mínima dificultad. Toda la obra hecha, no importa cuán excelente parezca,
no tiene valor si no se hace en el amor de Jesús. Uno puede pasar por todo el ciclo de la
actividad religiosa; pero a menos que Cristo esté entretejido en todo lo que dice y hace,
estará traba ando para su propia gloria (Carta 48, 1903).
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7CBA:970. "Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto".
Delante de Dios de nada vale la apariencia exterior. Las ceremonias externas de la reli-
gión son absolutamente inútiles si falta el amor de Dios en el alma.

[PH007] 4. Hoy día existen pocos que están sirviendo a Dios de corazón. La mayoría
de aquellos que componen nuestras congregaciones están espiritualmente muertos
en transgresiones y pecados. Van y viene como la puerta sobre sus bisagras. Por
años han escuchado en complacencia las verdades más solemnes y agitadoras, pero
no las han practicado. Están menos y menos sensibles de los precioso y valioso de la
verdad, porque son negligentes en cuanto a la práctica de aquellas cosas que son
agradables en la presencia de Dios. Los fuertes testimonios de reprensión y adver-
tencia no los despierta. Las melodías más dulces que vienen de Dios mediante labios
humanos—justificación por fe, y la justicia de Cristo—no sacan de ellos un respon-
so de amor y gratitud. Aunque el Mercader Celestial despliega ante ellos las más ricas
joyas de fe y amor; aunque su voz los invita a comprar de él “oro probado en el fuego,”
y “vestiduras blancas para que sean vestidos,” y “colirio para que puedan ver,” endure-
cen sus corazones contra él, y fracasan en cambiar su tibieza por amor y celo; y cruzan
sus brazos complacientes, haciendo profesión pero negando el poder de la verdadera
piedad. Si continúan en este estado, Dios los rechazará con aborrecimiento. Alabar al
mundo y a Dios al mismo tiempo, en ninguna forma es aceptable para con
Dios.¡Despertad, despertad, antes que sea para siempre demasiado tarde!

RH, 12 de Marzo de 1901. Para despertar a los espiritualmente muertos, crear nue-
vos gustos, y nuevos motivos, se requiere tan grande uso de poder como para levan-
tar a uno de la muerte física. Ciertamente es como dar vida al muerto cuando se con-
vierte el pecador del error de sus caminos; pero nuestro Libertador es capaz de hacer es-
to; pues él vino para destruir las obras del enemigo. ¿Y acaso no cumplirá aquello que él
mismo ha prometido cumplir?

RH, 6 de Mayo de 1890. El Señor nos ha hecho como pueblo los depositarios de su
verdad; esta verdad está cargada con intereses eternos, y no obstante nos encon-
tramos espiritualmente muertos. No reconocemos la situación en la cual somos
puestos. Hemos de ser portadores de luz al mundo, y sin embargo existen decenas en
nuestras iglesias grandes a quienes nada importa tocante a al salvación de los pecadores.
¿Somos nosotros los hombres y mujeres a quienes la luz de las Escrituras ha sido reve-
lada, luz que hemos de dejar brillar al mundo en rayos claros y consistentes? ¿Al daros
la verdad, y mandando que la hagáis conocer a los que están en tinieblas, ha cometido
Dios un error?

RH, 1 de Enero de 1890. Existe demasiado formalismo en la iglesia. Almas están pere-
ciendo por falta de luz y conocimiento. Debemos estar tan conectados con la Fuente de
toda luz que podamos ser canales de luz para el mundo. El Señor desearía que sus minis-
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tros que predican la palabra fueran vitalizados por su Espíritu Santo. Y la gente que la
escucha no debe permanecer en estupefacta indiferencia o quedarse mirando como si en
un sueño, sin hacer ningún responso a lo que se está diciendo. El espíritu del mundo ha
paralizado la espiritualidad de los tales, y no están despiertos para con el precioso tema
de la redención. La verdad de la palabra de Dios es hablada a oídos sordos, y a corazo-
nes duros y no impresionables. La impresión que recibe el incrédulo de estos cristianos
profesos es nada favorable para la religión de Cristo. Estos descuidados y de corazón
opaco muestran ambición y celo cuando envueltos en el negocio del mundo, pero
asuntos de importancia eterna no llenan la mente e interés como lo hacen las cosas
del mundo. La voz de Dios mediante sus mensajeros es un canto placentero; pero
sus sagradas advertencias, reprensiones, y alicientes quedan todos en la nada. Co-
sas eternas y sagradas son puestas en el mismo nivel con las comunes. El Espíritu
Santo es entristecido. Dijo Cristo: “Cuidad, pues, de cómo oís.” Los que profesa
adorar a Cristo mientras que de corazón no está en la obra, están espiritualmente
muertos. Debiera verse una iglesia activa y bien despierta para animar y sostener
los brazos de los ministros de Cristo Jesús.

[SpTA12] 6. Necesitamos estudiar el mensaje dado a la iglesia de Sardis. “Escribe al án-


gel de la iglesia de Sardis: "El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas,
dice: Conozco tus obras, que tienes nombre que vives, pero estás muerto. Sé vigilante, y
reanima lo que queda y está por morir; porque no hallé tus obras perfectas ante Dios.
Acuérdate de lo que has recibido y oído. Guárdalo, y arrepiéntete. Si no velas, vendré
como ladrón, Y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.” Muertos, y teniendo el nombre de
que están vivos — ¡qué terrible condición!
De aquel que ha estado trabajando con intenso esfuerzo para sostener sólo un
nombre, Dios dice: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que está vivo, y es-
tás muerto.” Él ha estado tan ocupado con mantener un buen nombre, que ha omi-
tido responsabilidades del más solemne carácter. Dios ve al nombre tal como muer-
to, en lo que corresponde a una correcta influencia. Aquellos que siguen sus pisa-
das quedarán muertos, destruidos por falsas representaciones. Nada hay tan peli-
groso para un cristiano profeso que el tener meramente un “nombre”.

[SpTa12] 7. Es un triste engaño el tener un nombre, y sin embargo estar sin una cone-
xión con Dios, sin vida espiritual, sin Cristo, sin un sentido de la presencia de Dios en el
corazón. “Tienes nombre de que vives, y estás muerto”.

Versículo 2. “Sé vigilante, y reanima lo que queda y está por morir; porque no hallé tus
obras perfectas ante Dios”.

PC:393. “Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: "El que tiene los siete Espíritus de
Dios y las siete estrellas, dice: Conozco tus obras, que tienes nombre que vives, pero es-
tás muerto. Sé vigilante, y reanima lo que queda y está por morir; porque no hallé tus
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obras perfectas ante Dios. Acuérdate de lo que has recibido y oído. Guárdalo, y arrepién-
tete. Si no velas, vendré como ladrón, Y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.” O cuán-
tas veces fracasa el agente humano y, cuando suscita la urgencia, está totalmente
desprovisto para hacer el servicio del Señor. Si hubiera velado, hubiera quedado
ciertamente como amigo, y como embajador de Jesús. Pero el Espíritu de Cristo no
está en él, es otro Espíritu.

Ev:296. Pero a cada paso hay que velar y orar, porque muchas cosas ocurrirán pa-
ra confundir y enredar a los obreros. Hermanos míos, se me ha ordenado que os
diga: "Velad y orad". Velad a fin de no poneros en el camino de la obra de Dios,
realizando una impresión que dañe la verdad. Revestid vuestra profesión con una
conducta honesta. Apreciad la gracia del Espíritu Santo a fin de no llegar a ser estorbos
en el camino de la obra de Dios. Enderezad las sendas que recorren vuestros pies, no
sea que el cojo sea desviado del camino (Manuscrito 105, 1902).

2T:511. Se me ha mostrado que muchos están en el mayor peligro de no alcanzar la per-


fección en santidad en el temor del Señor. Los ministros se encuentran en peligro de
perder sus propias almas. Algunos que han predicado a otros serán ellos mismos recha-
zados porque no han perfeccionado un carácter cristiano. En su obra ellos no salvan al-
mas, y fracasan aun en salvar sus propias almas. No ven la importancia de conocerse a sí
mismos y tener dominio propio. Ellos no velan y oran para no entrar en tentación. Si
velaran, llegarían a estar familiarizados con sus propias debilidades, los puntos
donde hay mayor probabilidad de ser asaltados por la tentación. Con precaución y
oración sus puntos más débiles pueden ser guardados de tal forma como para lle-
gar a ser sus puntos más fuertes, y pueden afrontar la tentación sin ser vencidos.

SC:134. Hay tres consignas en la vida cristiana que deben ser observadas si deseamos
evitar que Satanás nos gane la delantera; a saber: Velar, orar y trabajar.

Maranata:56. Al exhortarnos a vigilar y orar, Jesús nos señala la única conducta segura.
Necesitamos vigilar. Nuestros corazones son engañosos; estamos rodeados por las debi-
lidades y fragilidades de la humanidad, y el propósito de Satanás es destruirnos. Aunque
nosotros bajemos la guardia, nuestro adversario jamás estará ocioso. Puesto que esta-
mos informados acerca de su incansable vigilancia, no durmamos, como los demás, sino
"velemos y seamos sobrios". Tenemos que enfrentar el espíritu y la influencia del mun-
do, pero no debemos permitir que tome posesión de nuestra mente y nuestro corazón.

1MS:474. Cuando el yo se entreteje en nuestras labores, entonces la verdad que lleva-


mos a otros no santifica, refina ni ennoblece nuestro propio corazón. No testificará que
somos vasos adecuados para el uso del Maestro. Sólo mediante la oración ferviente po-
demos tener una dulce comunión con Jesús, y mediante esa bendita comunión las pala-
bras y el espíritu reciben la fragancia del espíritu de Cristo. No hay un corazón que no
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se beneficie al velar. Jesús el precioso Salvador, nos ordenó velar. La vigilancia del
yo no debe ser descuidada ni por un momento. Debe cuidarse diligentemente el co-
razón, porque de él mana la vida. Vigilad y disciplinad los pensamientos para que
no pequéis con vuestros labios.

PR:61. La vigilancia y la oración son la salvaguardia de la pureza.

5T:610-611. La amonestación del Testigo fiel a la iglesia de Sardis es: "Tienes nombre
que vives, y estás muerto. Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir;
porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate pues de lo que has
recibido y has oído, y guárdalo, y arrepiéntete". (Apoc. 3:1-3) El pecado especialmente
imputado a esa iglesia es que sus miembros no habían fortalecido las cosas que
quedaban, que estaban por perecer. ¿Se aplica esta amonestación a nosotros?
Examinemos individualmente nuestro corazón a la luz de la Palabra de Dios, y sea
nuestra primera obra poner nuestro corazón en orden por la ayuda de Cristo.
Dios ha hecho su parte en la obra de salvar a los hombres, y ahora pide la cooperación
de la iglesia. Allí está la sangre de Cristo, la Palabra de verdad, el Espíritu Santo, por un
lado, y por el otro las almas que perecen. Cada uno de los que siguen a Cristo tiene que
hacer una parte para inducir a los hombres a aceptar las bendiciones que el ciclo ha pro-
visto. Examinémonos detenidamente a nosotros mismos y veamos si hemos hecho esta
obra. Indaguemos nuestros motivos y cada acción de nuestra vida. ¿No hay muchos
cuadros desagradables grabados en la memoria? Con frecuencia habéis necesitado el
perdón de Jesús. Habéis dependido constantemente de su compasión y amor. Sin em-
bargo, ¿no habéis dejado de manifestar hacia otros el espíritu que Cristo manifestó hacia
vosotros? ¿Habéis sentido preocupación por aquel a quien visteis aventurarse por sendas
prohibidas? ¿Le habéis amonestado bondadosamente? ¿Habéis llorado y orado por él y
con él? ¿Habéis demostrado por vuestras palabras de ternura y actos bondadosos que le
amabais y deseabais salvarle? Mientras tratabais a aquellos que vacilaban y se tamba-
leaban bajo la carga de sus propias flaquezas de disposición y de sus hábitos defectuo-
sos, ¿los habéis dejado pelear sus batallas solos, cuando podríais haberles ayudado? ¿No
habéis pasado de un lado del camino frente a estas almas fieramente tentadas, mientras
que el mundo estaba listo para manifestarles simpatía y para atraerlas a las redes de Sa-
tanás? ¿No habéis estado con Caín listos para decir: "¿Soy yo guarda de mi hermano?"
(Gén. 4:9). ¿Cómo debe considerar la obra de vuestra vida la gran Cabeza de la iglesia?
¿Cómo mira vuestra indiferencia para con los que se extravían del buen camino, Aquel
para quien toda alma es preciosa, como comprada por su sangre? ¿No teméis que él os
deje como los habéis dejado a ellos? Tened por seguro que el verdadero Centinela de la
casa del Señor ha notado toda negligencia.

8T:99-100. Estamos viendo el cumplimiento de estas advertencias. Nunca se han


cumplido tan fielmente las Escrituras como lo han sido estas.
Los hombres pueden lo mejor posible y con el mayor cuidado, construir edificios a
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prueba de fuego, pero un solo toque de la mano de Dios, una chispa del cielo, destruirá
por completo todo refugio.
Se ha preguntado si tengo algún consejo que Dios me ha dado, esperando prevenir la
llegada de la espada de fuego que estaba encima de Battle Creek. Ahora aquello que yo
temía ha llegado—la noticias del incendio del edificio de la Review & Herald. Cuando
esta noticia llegó, no quedé sorprendida, y no tuve palabras para decir. Lo que he tenido
que decir de tiempo en tiempo en advertencias, no ha surtido efecto excepto para endu-
recer a los que oyeron, y ahora sólo puedo decir: ‘Lo siento, lo siento mucho, que era
necesario que este golpe llegara. Suficiente luz ha sido dada. Si se hubiera puesto en
práctica, no se habría necesitado más luz.
A nuestro pueblo, ministros y laicos, se me ha instruido que diga: “Buscad al Eterno
mientras puede ser hallado, llamadlo en tanto que está cerca. Deje el impío su camino, y
el hombre malo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, quien tendrá de él misericordia,
y a nuestro Dios, que es amplio en perdonar.”
Que cada alma está alerta. El adversario os sigue las huellas. Sed vigilantes, velando di-
ligentemente no sea que alguna trampa maestra y cuidadosamente escondida os coja de
sorpresa. Sean atentos los descuidados e indiferentes, no sea que el día del Señor venga
sobre ustedes como ladrón en la noche. Muchos se apartarán del camino de la humildad,
y, echando de sí el yugo de Cristo, caminarán por veredas extrañas. Enceguecidos y em-
belesados, dejarán la senda angosta que lleva a la ciudad de Dios.

TM:358-359. "Y escribe al ángel de la iglesia en SARDIS: El que tiene los siete Espíri-
tus de Dios, y las siete estrellas, dice estas cosas: Yo conozco tus obras, que tienes nom-
bre que vives, y estás muerto. Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para mo-
rir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios". Aquí el problema está re-
suelto. Las personas que aquí se describen han tenido la luz que los habría induci-
do a realizar obras completamente diferentes, si hubieran seguido la luz, y habrían
fortalecido las cosas que quedaban y que estaban por morir. La luz que brillaba en
sus propios corazones cuando Jesús habló a sus almas, diciendo: "Tus pecados Te: son
perdonados", debían haberla mantenido viva ayudando a los que necesitaban auxilio.
Se especifica claramente la obra que ha de ser hecha.- "Sé vigilante y confirma las
otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante
de Dios. Acuérdate pues de lo que has recibido y has oído, y guárdalo, y arrepiéntete.
Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti". Muchos
han oído y recibido la Palabra de vida, y han sido poderosamente conmovidos por la
verdad, pero han permitido que sus almas se volvieran frías, su le oscura, por su justicia
propia, por su espíritu de creerse importantes, por el orgullo debido a la posesión de un
conocimiento de la verdad que dejan de practicar. La verdad que no se pone en práctica,
pierde su poder. El corazón es cerrado a su divina influencia, y los que debieron ser
obreros para Cristo están ociosos, y las almas a quienes debieran ayudar son dejadas en
el desaliento, en las tinieblas y en la desesperación.
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7CBA:969-970. Se da una advertencia acerca de un tiempo cuando penetrarían errores
como un ladrón para robar la fe del pueblo de Dios, cuando los hijos de Dios debían ve-
lar diligentemente y estar constantemente en guardia contra los engaños del enemigo.
En Sardis muchos se habían convertido por la predicación de los apóstoles. La verdad
había sido recibida como una luz brillante y resplandeciente; pero algunos habían olvi-
dado la forma maravillosa en que habían recibido la verdad, y Jesús creyó necesario en-
viar un reproche.
Los antiguos portaestandartes habían caído uno tras otro, y algunos se habían cansado de
la frecuente repetición de las verdades. Deseaban una doctrina novedosa, más agradable
para muchas mentes. Pensaban que necesitaban un cambio maravilloso, y en su ceguera
espiritual no discernían que sus sofisterías desarraigarían todas las experiencias del pa-
sado.
Pero el Señor Jesús podía ver el fin desde el principio. Por medio de Juan les envió la
advertencia: "Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete.
Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón" (MS 34, 1905).
(2 Tim. 2:23-26.) Peligros de sutilizar.-
[Se cita Apoc. 3:1-3]. Entre aquellos a quienes fue enviado este mensaje algunos habían
oído la predicación de Juan el Bautista y habían sido convencidos por ella; pero perdie-
ron la fe en la cual una vez se regocijaron. Otros habían recibido la verdad de las ense-
ñanzas de Cristo y fueron creyentes fervorosos; pero habían perdido su primer amor y no
tenían vigor espiritual. No habían mantenido el principio de su confianza firme hasta el
fin. Tenían nombre de que vivían; pero estaban muertos en lo que se refiere a ejercer
una influencia salvadora. Tenían apariencia de piedad sin el poder correspondiente. Su-
tilizaban en cuanto a asuntos sin importancia especial, no dados por el Señor como
pruebas, hasta que esos asuntos se transformaron en montañas que los separaban de
Cristo y también entre sí...
"Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto". Delante de
Dios de nada vale la apariencia exterior. Las ceremonias externas de la religión son ab-
solutamente inútiles si falta el amor de Dios en el alma.
"Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir". Esta es nuestra obra.
Hay muchos que están a punto de morir espiritualmente, y el Señor nos exhorta
para que los fortalezcamos. Los hijos de Dios deben estar firmemente unidos con los
vínculos de la comunión cristiana, y deben ser fortalecidos en la fe hablando con fre-
cuencia mutuamente acerca de las preciosas verdades confiadas a ellos. Nunca deben
pasar su tiempo acusando y condenando el uno al otro (RH, 10-08-1905).

7CBA:970. [Se cita Apoc. 3:1-3]. El discernimiento manifestado por Cristo al pesar los
caracteres de los que ostentan el nombre del Señor en su carácter de cristianos, nos indu-
ce a comprender más plenamente que cada individuo está bajo la supervisión del Señor.
El conoce íntimamente los pensamientos y las intenciones del corazón, así como tam-
bién cada palabra y acto. Conoce todo lo que se refiere a nuestra experiencia religiosa;
sabe a quién amamos y servimos (MS 81, 1900).
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NB:101. En años ulteriores se me mostró que todavía no se han abandonado las falsas
teorías expuestas en lo pasado. Resurgirán en cuanto hallen circunstancias favorables.
No olvidemos que será sacudido todo cuanto pueda ser sacudido. El enemigo logrará
quebrantar la fe de algunos, pero quienes se mantengan fieles a los principios no serán
conmovidos. Permanecerán firmes entre las pruebas y las tentaciones. El Señor ha se-
ñalado los errores, y quienes no disciernan dónde se ha introducido Satanás, conti-
nuarán extraviados por falsos senderos. Jesús nos manda velar y fortalecer las co-
sas que quedan y que están por morir.
No debemos entrar en controversia con quienes sustentan teorías falsas. La controversia
es inútil. Cristo nunca entró en discusiones. El arma empleada por el Redentor del
mundo fue: "Escrito está". Adhirámonos a la palabra. Dejemos que el Señor Jesús y sus
mensajeros den testimonio. Sabemos que su testimonio es verdadero.

2T:104-105. Como el incrédulo Tomás, usted ha considerado ser una virtud el dudar
hasta poder tener clara evidencia, quitando de su mente toda razón para dudar. ¿Dio en-
comio Jesús al incrédulo Tomás al concederle la evidencia que él dijo que tendría antes
de creer? Jesús le dijo: “No seáis incrédulo sino creed.” Tomás contestó: “Mi Señor, mi
Dios.” No le queda otra sino la de creer; no hay lugar para dudar. Jesús entonces dijo:
“Tomás, porque me has visto, has creído: bienaventurados los que no vieron, y han creí-
do.” Usted me fue presentado como uniéndose con el líder rebelde y su hueste para an-
gustiar, confundir, desanimar, y hacer tropezar a los que están luchando por el bien, los
que se encuentran bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel. Su influen-
cia, me fue mostrado, ha hecho que almas se aparten del sábado del cuarto man-
damiento. Usted ha empleado sus talentos y su habilidad para fabricar armas y po-
nerlas en las manos de los enemigos de Dios, para que luchen en contra de los que
están procurando obedecer a Dios al guardar sus mandamientos. Mientras que án-
geles han sido comisionados para fortalecer las cosas que quedan, para resistir y
contrarrestar su influencia, ellos han visto con la más profunda tristeza su obra de
descorazonar y destruir. Usted ha hecho que lloren los ángeles puros y sin pecado.

2T:649. No son únicamente predicadores, yendo a las iglesias y orando y exhortando


ocasionalmente, lo Vermont necesita. Un clamor por obreros pudiera consistentemente
elevarse entre el pueblo de Dios en Vermont. Obreros sinceros y celosos se necesitan
para fortalecer las cosas que quedan al ministrar a las necesidades espirituales de
la gente. La causa de Dios por doquier, especialmente en Vermont, necesita hombres
que lleven responsabilidades. Los hombres cubren vez tras vez el mismo terreno, pero
logran muy poco, si algo. Tienen buenas visitas con los hermanos, y esto es frecuente-
mente lo único que se hace; y sin embargo esperan que se les remunere por su tiempo.

8T:135-136. Debe ponerse un límite a la expansión de nuestras instituciones en Battle


Creek. El campo es el mundo, y Dios tiene un interés en otras partes de su gran viña.
Existen iglesias e instituciones que están estrechando cada nervio para establecerse, para
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poder vivir. Que nuestras instituciones se responsabilicen en fortalecer las cosas que
quedan y están por morir. ¡Cuán fácilmente pudiera la gran iglesia en Battle Creek
proporcionar algunos de sus recursos para la ayuda de las iglesias más pobres, que casi
están dobladas bajo el peso de la deuda! ¿Por qué es que estas iglesias hermanas son de-
jadas de año en año para luchar con la pobreza y la deuda? El egoísmo trae la muerte es-
piritual. ¡Cuán grande bien pudieran lograr nuestras iglesias más capaces si ayudaran a
sus iglesias hermanas, llevándolas a una condición de prosperidad!

TM:363-364. Representará el carácter sagrado de la obra, magnificará la verdad, y


siempre presentará delante de los hombres y de los ángeles el perfume santo del carácter
de Cristo. Este es el fuego sagrado encendido por Dios. Cualquier cosa fuera de esto es
fuego extraño, que Dios aborrece, y tanto más ofensivo cuanto mayores sean las respon-
sabilidades envueltas en la posición del obrero.
Tengo un mensaje de Dios para los pecadores en Sión, aquellos a los cuales Cristo
se dirigió: "Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir; porque no
he hallado tus obras perfectas delante de Dios". Necesitáis ofrecer siempre el fuego
sagrado; pues entonces las obras de Cristo, su amor, su misericordia, su justicia,
ascenderán delante de Dios, como una nube de fragante y santo incienso, plena-
mente aceptables.
Pero el fuego extraño ha sido ofrecido en el empleo de palabras rudas, en la importancia
propia, la exaltación del yo, en la justicia propia, en la autoridad arbitraria, en el espíritu
dominante, en la opresión, en la restricción de la libertad del pueblo de Dios, atando a
los hijos de Dios con planes y reglas que Dios no ha dictado, ni han surgido en su mente.
Todas estas cosas son fuego extraño, no reconocido por Dios, y son una permanente re-
presentación falsa de su carácter.

RH, 24 de Mayo de 1892. Se necesitan ministros que sienten la necesidad e ser obreros
colaborando con Dios, quienes saldrán para edificar la gente en conocimiento espiritual
hasta la medida plena en Cristo. Se necesitan ministros que se eduquen mediante la so-
lemne, y reverencial comunión con Dios en la cámara de oración, para poder ser hom-
bres de poder en la oración. La piedad se ha degenerado en formalismo, y es necesa-
rio fortalecer las cosas que quedan y que están por morir. La obra del ministerio ha
sido olvidada y la obra está menguando por haber sido sabiamente atendida. ¿Có-
mo sabréis que la palabra hablada desde el púlpito ha sido de beneficio a los que
escuchan, si no visitáis las familias, orando con ellos, y conociendo el verdadero es-
tado mental y la verdadera condición de su experiencia, para poder llevarlos hacia
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo? Se necesita que el hálito divino se
haga sentir sobre ellos, y les proporcione vida espiritual. Las iglesias necesitan ser ilu-
minadas respecto a la religión práctica en la vida hogareña. Vez tras vez la necesidad de
vivir una vida virtuosa, de tener un corazón santificado, de revelar una creciente con-
formidad a la imagen de Cristo, deber ser presentada al pueblo. ¿Reconocen que la obra
de santificación ha de ser una obra de toda la vida?
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RH, 4 de Marzo de 1890. Cuando salgáis de esta reunión, debe ser para enseñar la ver-
dad a otros, deber ser para ir a estas iglesias para destellar luz, no del cerebro de otro
hombre, sino de la luz que ustedes han recibido mediante la diligente búsqueda en la pa-
labra de Dios. Debéis saber que vuestra lámpara está alumbrada en el altar divino,
y que podéis emanar rayos brillantes en el camino de los que están en tinieblas.
Cuando salís de aquí, debe ser para confirmar a los débiles, para fortalecer los bra-
zos que están débiles, para decir a los que son de corazón tembloroso, “Sed fuertes,
no temáis: he aquí vuestro Dios vendrá con venganza, sí, vendrá con recompensa;
él vendrá y os salvará.” Debéis salir para fortalecer las cosas que quedan y que es-
tán por morir, de modo que haya un testimonio viviente reavivado entre nuestras
filas, y los hombres digan: “Escuchad lo que el Señor ha hecho por mi alma.”

SpM:367. A todo obrero médico conectado con la causa de Dios son dirigidas las pala-
bras dichas por Pablo a Timoteo: “Cuida de ti y de la doctrina.” Necesitamos examinar-
nos de cerca, y renunciar todo plan o principio que nos lleve a representar mal al Señor.
La experiencia del pasado ha de ser revisada cercanamente. Cada motivo ha de ser exa-
minado con exactitud. Todo proyecto ambicioso que es contrario a la Palabra de Dios ha
de puesto a un lado. La palabra que me es dada para hablarles es: “No he encontra-
do tus obras perfectas delante de Dios.” El Señor no aceptará el servicio más es-
pléndido que significa el abandono del yugo más liviano de parte de su pueblo. No
hemos de fraguar yugo alguno para nuestro prójimo. La palabra de Dios a nosotros
es que hemos de romper todo yugo.

TM:363-364. Tengo un mensaje de Dios para los pecadores en Sión, aquellos a los cua-
les Cristo se dirigió: "Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir; por-
que no he hallado tus obras perfectas delante de Dios". Necesitáis ofrecer siempre
el fuego sagrado; pues entonces las obras de Cristo, su amor, su misericordia, su
justicia, ascenderán delante de Dios, como una nube de fragante y santo incienso,
plenamente aceptables.

Versículo 3. “Acuérdate de lo que has recibido y oído. Guárdalo, y arrepiéntete. Si no


velas, vendré como ladrón, Y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.”

CS:544. Estamos viviendo ahora en el gran día de la expiación. Cuando en el servi-


cio simbólico el sumo sacerdote hacia la propiciación por Israel, todos debían afli-
gir sus almas arrepintiéndose de sus pecados y humillándose ante el Señor, si no
querían verse separados del pueblo. De la misma manera, todos los que desean que
sus nombres sean conservados en el libro de la vida, deben ahora, en los pocos días
que les quedan de este tiempo de gracia, afligir sus almas ante Dios con verdadero
arrepentimiento y dolor por sus pecados. Hay que escudriñar honda y sinceramente
el corazón. Hay que deponer el espíritu liviano y frívolo al que se entregan tantos cris-
tianos de profesión. Empeñada lucha espera a todos aquellos que quieran subyugar las
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malas inclinaciones que tratan de dominarlos. La obra de preparación es obra indivi-
dual. No somos salvados en grupos. La pureza y la devoción de uno no suplirá la falta
de estas cualidades en otro. Si bien todas las naciones deben pasar en juicio ante Dios,
sin embargo él examinará el caso de cada individuo de un modo tan rígido y minucioso
como si no hubiese otro ser en la tierra. Cada cual tiene que ser probado y encontrado
sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante.

7CBA:970-971. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo y arrepiénte-


te". Los que han nacido de nuevo recuerdan con qué gozo y alegría recibieron la luz del
cielo y cuán deseosos estaban de contar a todos acerca de su felicidad...
"Guárdalo". No significa, guarda tus pecados, sino guarda el consuelo, la fe, la es-
peranza que Dios Te: ha dado en su Palabra. Nunca Te: desanimes. Un hombre des-
animado no puede hacer nada. Satanás está procurando desanimaros diciéndoos que es
inútil servir a Dios, que no vale la pena, y que da lo mismo buscar los placeres y gozos
de este mundo. Pero "¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere
su alma?" Podéis disfrutar de placeres mundanos a expensas del mundo futuro; pero
¿podréis permitiros pagar tal precio?
Debemos "guardar" toda la luz que recibimos del cielo y vivir a la altura de ella.
¿Por qué? Porque Dios quiere que nos aferremos a la verdad eterna y actuemos
como la mano ayudadora del Señor, comunicando la luz a aquellos que no conocen
su amor hacia ellos. Cuando os entregasteis a Cristo hicisteis una promesa en la pre-
sencia del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: los tres grandes Dignatarios personales del
cielo. "Guardad" firmemente esa promesa.
"Y arrepiéntete". Nuestra vida debe ser una vida de arrepentimiento y humildad
continuos. Necesitamos arrepentirnos constantemente para que podamos ser cons-
tantemente victoriosos. Cuando tenemos verdadera humildad logramos la victoria. El
enemigo nunca puede arrancar de la mano de Cristo a aquel que sencillamente confía en
las promesas del Señor. Si la persona confía y procede con obediencia, la mente será
sensible a las impresiones divinas y la luz de Dios resplandecerá para alumbrar el enten-
dimiento. ¡Qué privilegios tenemos en Cristo Jesús!
Un verdadero sentimiento de arrepentimiento delante de Dios no nos mantiene en servi-
dumbre haciéndonos sentir como las personas en un cortejo fúnebre. Debemos estar
alegres y no tristes; pero todo el tiempo debemos estar tristes porque después de que
Cristo dio su preciosa vida por nosotros entregamos tantos años de nuestra vida a las po-
testades de las tinieblas. Debemos sentir pesar en el corazón cuando recordamos que
después de que Cristo dio todo lo suyo por nuestra redención, usamos en el servicio del
enemigo algo del tiempo y de las capacidades que el Señor nos confió como talentos pa-
ra usar para la gloria de su nombre. Debemos arrepentirnos porque no nos hemos esfor-
zado en toda forma posible para familiarizarnos con la preciosa verdad que nos capacita
para emplear aquella fe que obra por el amor y purifica el alma.
Cuando vemos almas alejadas de Cristo debemos ponernos en su lugar y sentir arrepen-
timiento en su favor delante de Dios, y no descansar hasta que las llevemos al arrepen-
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timiento. Si hacemos todo lo que podamos y sin embargo no se arrepienten, el pecado
está a la puerta de ellas; pero todavía debemos sentir dolor de corazón debido a su con-
dición, mostrándoles cómo arrepentirse y tratando de guiarlas paso tras paso a Jesucristo
(MS 92, 190l).

PE:60. Pronto llegará ese tiempo, y habremos de asirnos firmemente del fuerte bra-
zo de Jehová, porque todos los prodigios y las grandes señales del diablo tienen por
finalidad engañar y vencer al pueblo de Dios. Nuestra mente debe estar fija en Dios,
y no debemos experimentar el temor que tienen los impíos; es decir, no hemos de temer
lo que ellos temen, ni reverenciar lo que ellos reverencian, sino ser esforzados y valien-
tes en pro de la verdad.

RETÉN LO QUE TIENES, Y ARREPIÉNTETE. Véase también EGW sobre Apoc.


2:25.

DTG:589. El mal siervo dice en su corazón: "Mi señor se tarda en venir." No dice que
Cristo no vendrá. No se burla de la idea de su segunda venida. Pero en su corazón y por
sus acciones y palabras, declara que la venida de su Señor tarda. Destierra del ánimo
ajeno la convicción de que el Señor va a venir prestamente. Su influencia induce a los
hombres a una demora presuntuosa y negligente. Los confirma en su mundanalidad y es-
tupor. Las pasiones terrenales y los pensamientos corruptos se posesionan de su mente.
El mal siervo come y bebe con los borrachos, y se une con el mundo en la búsqueda de
placeres. Hiere a sus consiervos acusando y condenando a los que son fieles a su Maes-
tro. Se asocia con el mundo. Siendo semejantes, participan juntos en la transgresión. Es
una asimilación temible. Juntamente con el mundo, queda entrampado. Se nos advierte:
"Vendrá el Señor de aquel siervo... a la hora que no sabe, y le cortará por medio, y pon-
drá su parte con los hipócritas.
"Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti." El
advenimiento de Cristo sorprenderá a los falsos maestros. Están diciendo: "Paz y se-
guridad." Como los sacerdotes y doctores antes de la caída de Jerusalén, esperan que la
iglesia disfrute de prosperidad terrenal y gloria. Interpretan las señales de los tiempos
como indicios de esto. Pero qué dice la Palabra inspirada? "Vendrá sobre ellos destruc-
ción de repente."* El día de Dios vendrá como ladrón sobre todos los que moran en la
faz de la tierra, que hacen de este mundo su hogar. Viene para ellos como ladrón furtivo.

CS:354-355. Cuando el Salvador dirigió la atención de sus discípulos hacia las señales
de su regreso, predijo el estado de apostasía 355 que existiría precisamente antes de su
segundo advenimiento. Habría, como en los días de Noé, actividad febril en los negocios
mundanos y sed de placeres, y los seres humanos iban a comprar, vender, sembrar, edi-
ficar, casarse y darse en matrimonio, olvidándose entre tanto de Dios y de la vida futura.
La amonestación de Cristo para los que vivieran en aquel tiempo es: "Mirad, pues, por
vosotros mismos, no sea que vuestros corazones sean entorpecidos con la glotonería, y
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la embriaguez, y los cuidados de esta vida, y así os sobrevenga de improviso aquel día."
"Velad, pues, en todo tiempo, y orad, a fin de que logréis evitar todas estas cosas que
van a suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre". (Luc. 21:34, 36, V.M.)
La condición en que se hallaría entonces la iglesia está descrita en las palabras del Sal-
vador en el Apocalipsis: "Tienes nombre que vives, y estás muerto." Y a los que no
quieren dejar su indolente descuido, se les dirige el solemne aviso: "Si no velares,
vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti." (Apoc. 3:1, 3).

Maranata:268. Durante la noche pasó ante mí una escena sumamente impresionante. Pa-
recía haber gran confusión y lucha de ejércitos. Un mensajero del Señor se paró ante mí
y dijo: "Llama a tu familia. Yo os conduciré, seguidme". Me llevó por un oscuro pasaje
a través de un bosque; luego por un desfiladero de las montañas, y dijo "Aquí estarás se-
gura". Había otros que habían sido llevados a aquel retiro. El mensajero celestial dijo:
"El tiempo de prueba vendrá como ladrón en la noche, como el señor anunció que ven-
dría".

RH, 22 de Noviembre de 1906. El Señor pide a los que creen en él que sean obreros jun-
to con él. Mientras dure la vida, no han de sentir que su obra está cumplida. ¿Permitire-
mos que se cumplan las señales del fin sin decir a la gente lo que viene sobre la tierra?
¿Los veremos bajar a las tinieblas sin haberles impresionado tocante a la necesidad de
hacer preparación para encontrarse con el Señor? A menos que nosotros mismos cum-
plamos nuestro deber para con los que nos rodean, el día de Dios vendrá sobre no-
sotros como ladrón. La confusión llena al mundo y un gran terror pronto ha de ve-
nir sobre los seres humanos. El fin está muy cerca. Nosotros que conocemos la ver-
dad debemos estar preparándonos para lo que pronto ha de romper sobre el mun-
do como sorpresa sobrecogedora.

14ML:97. El mundo lleno de revueltas, lleno de placer impío, está dormido, dormi-
do en seguridad carnal, poniendo a lejos la venida del Señor, burlándose de las ad-
vertencias, llamando fanáticos entusiastas y locos a los que procuran llamarles la
atención. Los amantes del placer más que de Dios son tomados por sorpresa. Este
es el orgulloso alarde que se hace: “Todo permanece como era desde el principio.
Mañana será como este día, o mucho más mejor. Nos profundizaremos más en el
placer desenfrenado.” Pero, dice Cristo: “He aquí yo vengo como ladrón.” Cuando
el burlador, el que rechaza la verdad, se ha hecho presuntuoso, cuando la rutina
del trabajo en las diferentes líneas comerciales se está llevando a cabo sin respeto a
principio, cuando el estudiante está plenamente envuelto en fines ambiciosos para
obtener todo excepto conocimiento de la Biblia, Cristo viene como ladrón. La adver-
tencia ha sido dada: “Por tanto velad: pues no sabéis a qué hora vuestro Señor viene. Pe-
ro saber esto, que si el esposo de al casa hubiera sabido en qué vela el ladrón vendría, él
hubiera velado, y no hubiera permitido que su casa fuera saqueada” [Mateo 24:42-43].
Cada hora que pasa es una hora menos para que hagáis preparación de carácter para este
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gran evento. MS 7ª, 1896.

PM:312-313. Los juicios de Dios se ven sobre la tierra. Permitiremos que estas cosas
vengan sobre el mundo sin decir a la gente el significado de estas terribles calamidades,
y cómo todos pueden evadir la ira que viene? Dejaremos que nuestros vecinos perma-
nezcan en tinieblas sin hacer preparación para la vida futura? A menos que nosotros
mismos reconozcamos dónde es que estamos situados, el día de Dios vendrá sobre noso-
tros como ladrón...

4SP:443-444. A todos, el tiempo de prueba llegará. Mediante el zarandeo de la tenta-


ción, el cristiano genuino será revelado. ¿Está el pueblo de Dios ahora establecido tan
firmemente sobre su palabra que no cederían a las evidencias de sus sentidos? ¿En tal
crisis, se apegarían a la Biblia, y sólo a la Biblia? Satanás, si fuera posible, no permitiría
que obtuvieran una preparación para estar de pie en ese día. Él arreglará los asuntos de
tal forma como para poner barreras, enmarañarlos con tesoros mundanales, hacer-
los llevar una pesada, y agobiadora carga, de modo que sus corazones sean sobre-
cargados con los afanes de esta vida, y el día de prueba venga sobre ellos como la-
drón.

VENDRÉ SOBRE TI COMO LADRÓN. Véase también EGW sobre Revelación 16:15.

Versículo 4. "Con todo, tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado su
ropa, y andarán conmigo vestidas de blanco, porque son dignas”.

7CBA:996-997. La iglesia es la desposada, la esposa del Cordero. Debe conservarse pu-


ra, santificada, santa. Nunca debe complacerse en ninguna necedad, pues es la novia de
un Rey; sin embargo, no comprende su excelsa posición. Si lo entendiera, internamente
estaría llena de toda gloria (Carta 177, 1901).

PE:216. Así se valió Satanás de la resurrección en provecho de sus propósitos. El y sus


ángeles se congratularon de que los errores por ellos preparados fuesen aceptados tan
favorablemente entre quienes se llamaban amigos de Cristo. Lo que uno consideraba
con religioso horror, lo admitía otro, y así fueron celosamente acogidos y defendidos di-
ferentes errores. La voluntad de Dios, tan claramente revelada en su Palabra, fue encu-
bierta con errores y tradiciones que eran enseñados como mandamientos de Dios. Aun-
que este engaño que desafía al cielo será tolerado hasta la segunda venida de Jesús,
no ha quedado Dios sin testigos durante todo ese tiempo de error y engaño. En
medio de las tinieblas y persecuciones contra la iglesia, siempre hubo cristianos que
guardaron fielmente todos los mandamientos de Dios.

7CBA:970. Se presenta a la iglesia de Sardis como que tuviera en ella unas pocas
personas fieles entre las muchas que, por así decirlo, se habían vuelto descuidadas e
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insensibles a sus obligaciones para con Dios. "Tienes unas pocas personas en Sar-
dis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas,
porque son dignas". ¿Quién es tan favorecido como para ser contado entre esas pocas
personas en Sardis? ¿Eres tú? ¿Soy yo? ¿Quiénes están entre ese número? ¿No es mejor
para nosotros que averigüemos este asunto para que podamos saber a quiénes se refiere
el Señor cuando dice que unas pocas personas no han manchado sus ropas blancas del
carácter? (MS 81, 1900).

TM:454. Dios me ha mostrado que en el mismo tiempo en que se estén cumpliendo en


torno a nosotros las señales de los tiempos, cuando oigamos, por así decirlo, el paso -de
las huestes del cielo que cumplen su mis n, hombres inteligentes, hombres que ocupen
puestos de responsabilidad, estarán colocando materiales podridos en el edificio de su
carácter: material que será consumible en el día de Dios, y que decidirá que son inaptos
para entrar en las mansiones de arriba. Han rehusado despojarse de los vestidos sucios;
sé han aferrado á ellos como si fueran de precioso valor. Perderán el cielo y una eterni-
dad de bendición a causa de ello.

HAp:417. Es correcto amar lo bello y desearlo; pero Dios desea que primero amemos y
busquemos las bellezas superiores, que son imperecederas. Ningún adorno exterior
puede ser comparado en valor o belleza con aquel "espíritu agradable y pacífico,"
el "lino finísimo, blanco y limpio" (Apoc. 19:14) que todos los santos de la tierra
usarán. Estas ropas los harán hermosos y deseables aquí, y en el futuro serán su
distintivo de admisión en el palacio del Rey. Su promesa es: "Y andarán conmigo
en vestiduras blancas; porque son dignos." (Apoc. 3:4).

7CBA:937. Cuando contemplamos a Cristo con los ojos de la fe, vemos la necesidad de
llegar a ser puros de pensamiento y santos de carácter. Cristo nos invita a que nos acer-
quemos a él, y él promete que se acercará a nosotros. Al contemplarlo vemos al Dios
invisible que revistió su divinidad con humanidad para que por medio de la humanidad
pudiera exhalar una gloria discreta y moderada, de modo que nuestros Ojos pudieran
descansar en él y nuestras almas no fueran destruidas por su resplandor en toda su pleni-
tud. Contemplamos a Dios a través de Cristo, nuestro Creador y Redentor. Tenemos el
privilegio de contemplar a Jesús por fe, y de verlo de pie entre la humanidad y el trono
eterno. Es nuestro Abogado que presenta nuestras oraciones y ofrendas como sacrificios
espirituales ante Dios. Jesús es la gran propiciación impecable y por sus méritos Dios y
el hombre pueden dialogar.
Cristo penetró en la eternidad llevando su humanidad. Está delante de Dios como
representante de nuestra raza. Cuando estamos vestidos con el traje de bodas de
su justicia, llegamos a ser uno con él, y dice de nosotros: "Andarán conmigo en ves-
tiduras blancas, porque son dignos". Sus santos lo contemplarán en su gloria, sin
que se interponga un velo que lo opaque (YI, 28-10-1897).
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7CBA:971. "Tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras;
y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas". Se les confiere este ho-
nor debido a su fe. En esta vida no se jactaron ni su alma se envaneció. Con intenso de-
seo, con fe pura y santa se aferraron a la promesa de riquezas eternas. Su único deseo
era ser como Cristo. Siempre mantuvieron en alto la norma de justicia. Les es dado
un eterno peso de gloria porque en la tierra anduvieron con Dios guardándose sin
mancha en el mundo, revelando a sus prójimos la justicia de Cristo. De esas perso-
nas declara el Salvador: "Andarán conmigo en vestiduras blancas, en el mundo
que he preparado para ellas" [se cita Apoc. 3:5] (RH, 10-08-1905).

7CBA:971-972. [Se cita Apoc. 3:4-5]. Estas palabras se dan para las personas que aún
están relacionadas con el mundo, sujetas a tentaciones e influencias que son engañosas y
alucinantes. Mientras mantengan fija su atención en Aquel que es su sol y su escudo, las
tinieblas y la oscuridad que las rodean no dejarán una mancha ni una mácula en sus ves-
tiduras. Caminarán con Cristo; orarán, creerán y trabajarán para salvar a las almas que
están a punto de perecer. Están tratando de romper las ataduras con que Satanás las ha
ligado, y no serán avergonzadas si por fe hacen de Cristo su compañero. El gran enga-
ñador presentará constantemente tentaciones y engaños para echar a perder la obra del
ser humano; pero si éste confía en Dios, si es manso, humilde y dócil de corazón, si per-
severa en el camino del Señor, el cielo se regocijará porque ganará la victoria. Dios dice:
"Andará conmigo de blanco, con vestiduras inmaculadas, porque es digno" (MS 97,
1898).

CsS:359. Siempre está abierta la vía de acceso al trono de Dios. No siempre podemos
orar de rodillas, pero nuestras peticiones silenciosas pueden ascender constantemente
hacia Dios a fin de solicitar poder y dirección. Cuando seamos tentados, como lo se-
remos, podemos correr hacia el lugar secreto del Altísimo. Sus brazos eternos nos
sostendrán. Que estas palabras nos llenen de gozo: "Pero tienes unas pocas perso-
nas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestidu-
ras blancas, porque son dignas" (Apocalipsis 3: 4).

CsS:421. Si permitimos que el exceso de trabajo nos aleje de nuestro propósito de bus-
car diariamente al Señor, cometeremos los mayores errores; incurriremos en pérdidas,
porque el Señor no está con nosotros; así hemos cerrado la puerta para que él no tenga
acceso a nuestras almas. Pero si oramos aun cuando tenemos las manos ocupadas, los
oídos del Salvador están abiertos para escuchar nuestras peticiones. Si estamos decidi-
dos a no separarnos de la fuente de nuestra fortaleza, Jesús se pondrá decididamente a
nuestra mano derecha para ayudarnos, a fin de que nuestros enemigos no nos avergüen-
cen. La gracia de Cristo puede cumplir por nosotros todo lo que nuestros esfuerzos fa-
llarán en hacer. Los que aman y temen a Dios pueden estar rodeados por una multitud
de cuidados, y sin embargo no fallar ni hacer sendas torcidas para sus pies. Dios se ocu-
pa de vosotros en el lugar donde desempeñáis vuestro deber. Pero aseguraos de ir con
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frecuencia al lugar donde se acostumbra a orar. El Salvador dice: "Pero tienes una
pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo
en vestiduras blancas, porque son dignas" (Apocalipsis 3: 4). Estas almas vencie-
ron por medio de la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. En medio de
la contaminación moral que prevalecía en todas partes, se mantuvieron firmes en
su integridad, ¿y por qué? Porque participaban de la naturaleza divina, y así escaparon
de la corrupción que se encuentra en el mundo a causa de la concupiscencia. Se hicieron
ricos en fe, herederos de un patrimonio de más valor que el oro de Ofir. Solamente una
vida que depende constantemente del Salvador es una vida de santidad.

DTG:298-299. Los que aceptan la palabra de Cristo al pie de la letra, y entregan su alma
a su custodia, y su vida para que él la ordene, hallarán paz y quietud. Ninguna cosa del
mundo puede entristecerlos cuando Jesús los alegra con su presencia. En la perfecta
aquiescencia hay descanso perfecto. El Señor dice: "Tú le guardarás en completa paz,
cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado." Nuestra vida puede pa-
recer enredada, pero al confiarnos al sabio Artífice Maestro, él desentrañará el
modelo de vida y carácter que sea para su propia gloria. Y ese carácter que expresa
la gloria -o carácter- de Cristo, será recibido en el Paraíso de Dios Los miembros de
una raza renovada andarán con él en vestiduras blancas porque son dignos.
A medida que entramos por Jesús en el descanso, empezamos aquí a disfrutar del cielo.
Respondemos a su invitación: Venid, aprended de mí, y al venir así comenzamos la vida
eterna. El cielo consiste en acercarse incesantemente a Dios por Cristo. Cuanto más
tiempo estemos en el cielo de la felicidad, tanto más de la gloria se abrirá ante nosotros;
y cuanto más conozcamos a Dios, tanto más intensa será nuestra felicidad. A medida que
andamos con Jesús en esta vida, podemos estar llenos de su amor, satisfechos con su
presencia. Podemos recibir aquí todo lo que la naturaleza humana puede soportar. Pero,
¿qué es esto comparado con lo que nos espera más allá? Allí "están delante del trono de
Dios, y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá su
pabellón sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos,
ni otro ningún calor. Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los
guiará a fuentes vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos."

Ed:249. Es justo amar la belleza y desearla; pero Dios desea que primero amemos y
busquemos la belleza superior, imperecedera. Las producciones más descollantes del
ingenio humano no poseen belleza alguna que pueda compararse a la hermosura de ca-
rácter que a su vista es de "gran precio".
Enséñese a los jóvenes y niños a escoger para sí la vestidura real tejida en el telar
del cielo, el "lino fino, limpio... resplandeciente" que usarán todos los santos de la
tierra. Se ofrece gratuitamente a todo ser humano esta vestidura, el carácter inma-
culado de Cristo. Pero todos los que la reciban la han de recibir y usar aquí.
Enséñese a los niños que al abrir la mente a los pensamientos puros y amantes, y al ha-
cer algo útil y amable, se visten con el hermoso atuendo del carácter de Cristo. Ese tra-
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je les dará hermosura e influirá para que sean amados aquí, y más adelante será su
título de admisión al palacio del Rey. Su promesa es: "Andarán conmigo en vesti-
duras blancas, porque son dignos"

5T:368. Los más fuertes incentivos a la fidelidad son puestos ante nosotros, los motivos
más altos, las recompensas más gloriosas. Los cristianos ha de ser los representantes de
Cristo, hijos e hijas de Dios. Ellos son sus joyas, su peculiar tesoro. A todos los que
mantengan su fidelidad él declara: “Caminarán conmigo en blanco: pues son dig-
nos.” Aquellos que lleguen a los portales de eterna gloria no considerarán que ha-
yan hecho algún sacrificio demasiado grande.
Que Dios os ayude a soportar la prueba y preservar vuestra integridad. Aferraos por la fe
a Jesús. No descorazonéis a vuestro Redentor. Sta. Helena, California, 13 de Febrero de
1885.

5T:481-482. Dentro de poco habremos de encontrarnos con nuestro Señor; ¿y cómo le


daremos cuenta del uso que hemos hecho de nuestro tiempo, nuestros talentos de in-
fluencia, y nuestras posesiones? Nuestro gozo debe estar en la obra de ganar almas. So-
lemnemente pregunto a la iglesia de Healdsburg: ¿Se encuentra de verdad Dios entre us-
tedes? Dice el Testigo Fiel: “Con todo, tienes unas pocas personas en Sardis que no
han manchado su ropa, y andarán conmigo vestidas de blanco, porque son dignas.”
¿Pertenecéis vosotros a este número? ¿Habéis sostenido con firmeza vuestra inte-
gridad? Como hombres que se están ahogando, os habéis aferrado a Jesús, quien es
vuestro refugio? ¿Le estáis obedeciendo, viviendo para él, amándole? ¿Es cada miem-
bro puro y santo y sin mancha, como aquel en cuya boca no hay engaño? Si es así, sois
los más felices; pues sois, a la vista de Dios, “más preciosos que el oro fino; aun...que el
oro fino de Ofir.” Mientras multitudes adoran al hombre, y no sirven al Santo de Israel,
existen unos pocos que no han manchado sus vestiduras, sino que las han mantenido
limpias de la corrupción del mundo; y estos pocos serán un poder. Esta clase tendrá esa
fe que obra por el amor y purifica el alma. Ejemplificarán los altos principios cristianos.
Procurarán una conexión personal con la Fuente de luz y tratarán de hacer una constante
mejoría, cultivando cada facultad a su máximo. Dios desearía que introduzcáis a vuestra
vida la rectitud e integridad más férrea; y esto os distinguirá ante el mundo como hijos
del Dios Altísimo. Jesús fue calmado y tranquilo, no perdiendo su dominio propio, aun
cuando en tormentoso conflicto, en medio de los más fieros elementos de oposición.

9T:115. El compasivo Redentor ordena a sus siervos que den tanto a ricos como a po-
bres la invitación a la cena. Salid a los caminos y vallados, y por vuestros esfuerzos per-
severantes y resueltos, forzadlos a entrar. Echen mano los ministros del Evangelio a es-
tos hombres pudientes del mundo, y tráiganlos al banquete de la verdad que Cristo ha
preparado para ellos. El que dio su vida preciosa para ellos, dice: "Hacedlos, entrar, y
sentar a mi mesa, y les serviré."
Ministros de Cristo, uníos con esta clase. No la paséis por alto como si no hubiese espe-
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ranza para ella. Trabajad con toda la persuasión posible, y como fruto de vuestros
esfuerzos fieles, veréis en el reino de los cielos a hombres y mujeres que serán coro-
nados como vencedores y cantarán el himno triunfante del vencedor. "Andarán
conmigo en vestiduras blancas -dice el Primero y el Postrero;-porque son dignos."
Se ha realizado demasiado poco esfuerzo en favor de los hombres que ocupan posicio-
nes de responsabilidad en el mundo. Muchos de ellos poseen calificaciones superiores;
tienen recursos e influencia. Estos son dones preciosos que el Señor les confió para que
los desarrollen y empleen para bien de otros.

Versículo 5. "El que venza, será vestido de ropa blanca. No borraré su nombre del Libro
de la Vida, y confesaré su nombre ante mi padre y ante sus ángeles.”

HC:104. Hermano mío, hermana mía, abrid la puerta del corazón para recibir a Jesús.
Invitadle a entrar en el templo del alma. Ayudaos mutuamente a vencer los obstácu-
los que se encuentran en la vida matrimonial de todos. Arrostraréis un fiero com-
bate para vencer a vuestro adversario el diablo, y si queréis que Dios os ayude en la
batalla, debéis estar unidos en la decisión de vencer y de mantener los labios sella-
dos para no decir mal alguno, aun cuando hayáis de caer de rodillas y clamar: "Se-
ñor, reprime al adversario de mi alma."

BTS, 1 de Mayo de 1915. Todo el cielo se regocija sobre el alma débil y con defectos
que se entrega a Jesús, y vive una vida de pureza. Los que vencen consistentemente,
aman más a Jesús, y son puestos al lado de Cristo, al lado de gran trono blanco,
dentro del círculo cerrado; sí, muy honrados. “Con todo, tienes unas pocas personas
en Sardis que no han manchado su ropa, y andarán conmigo vestidas de blanco, porque
son dignas. El que venza, será vestido de ropa blanca. No borraré su nombre del Libro
de la Vida, y confesaré su nombre ante mi padre y ante sus ángeles.”

RH, 9 de Julio de 1908. La expresión: “El que venciere,” indica que existe algo que
cada uno necesita vencer. El vencedor ha de ser vestido en la vestidura blanca de la
justicia de Cristo, y de él está escrito: “No borraré su nombre del libro de la vida,
sino que confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de los ángeles.” ¡O,
qué privilegio es llegar a ser un vencedor, y que nuestros nombres sean presentados de-
lante del Padre por el mismo Salvador! Y cuando, como vencedores, seamos “vestidos
con vestiduras blancas,” el Señor reconocerá nuestra fidelidad tan ciertamente co-
mo cuando en los días de la iglesia cristiana primitiva reconoció los “pocos nom-
bres aun en Sardis” que no habían “manchado sus vestiduras;” y caminaremos con
él en blanco, pues mediante su sacrificio expiatorio seremos tenidos por dignos.

3MS:331. Pero no es un asunto fácil vencer las tendencias heredadas y cultivadas.


El yo es dominante, y lucha por la victoria. Pero las promesas son para "el que
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venciere". El Señor presenta el camino correcto, pero él no obliga a nadie a obedecer.
Él deja al arbitrio de quienes ha concedido la luz, recibirla o despreciarla; pero la con-
ducta de los tales es seguida por seguros resultados. La causa debe producir efectos...

ST, 4 de Agosto de 1890. Adán cayó cuando cedió al apetito. El hombre nunca pu-
diera haber vencido el poder del apetito a menos que Cristo hubiera vencido a su
favor; pero ahora el hombre puede obtener la victoria. Cristo vino para unir el po-
der divino con el esfuerzo humano, para que a pesar de que hemos quedado abati-
dos por el apetito pervertido, podemos coger ánimo, pues somos prisioneros de es-
peranza. No se nos exige que seamos vencedores en nuestra propia fuerza; median-
te una fe viviente podemos aferrarnos de las manos del Poder Infinito, y cuando Sa-
tanás viene con sus tentaciones, podemos apuntar a la cruz del Calvario, y decir:
“Cristo murió por mí; en su nombre yo puedo, y voy a vencer. Yo deseo llegar al
hogar edénico que Adán perdió. Yo debo, y así haré, pelearé las batallas del Señor, y se-
ré un vencedor, y tendré un lugar en el reino de gloria.”

9T:151. Cristo es el Redentor que simpatiza con nuestro pesar y que abunda en compa-
sión. En su poder sustentador, hombres y mujeres se hacen fuertes para resistir el mal.
Al ver el pecador culpable al pecado, le llega a ser muy aborrecible. Se maravilla de
por qué no hubo venido antes a Cristo. Él ve que sus defectos deben ser vencidos y
que sus apetitos y pasiones deben ser sujetados a la voluntad de Dios, que debe ser
participante de la naturaleza divina, habiendo vencido la corrupción que está en el
mundo mediante la lascivia. Habiéndose arrepentido de su transgresión de la ley de
Dios, se esfuerza sinceramente para vencer el pecado. Él procura revelar el poder de
la gracia de Cristo, y es llevado a una relación personal con el Salvador. Constantemente
guarda a Cristo delante de sí. Orando, creyendo, y recibiendo las bendiciones que nece-
sita, se acerca más y más a la norma divina.

YI, 7 de Septiembre de 1893. Nadie diga: “Yo no puedo vencer mis defectos de ca-
rácter;” pues si esta es su decisión, entonces no lograréis la vida eterna. La imposi-
bilidad estriba completamente en vuestra voluntad. Si usted no desea, eso constitu-
ye el por qué. La real dificultad es la corrupción de un corazón no santificado, y un
corazón indispuesto a someterse a la voluntad de Dios. Cuando en el corazón nace
un determinado propósito para vencer, tendréis una disposición para vencer, y cul-
tivaréis esos rasgos de carácter que son deseables, y entraréis en el conflicto con un
esfuerzo perseverante y consistente. Ejercitaréis una vigilancia continua sobre vuestros
defectos de carácter; y cultivaréis prácticas correctas en las cosas pequeñas. La dificul-
tad en vencer disminuirá en proporción a la santificación del corazón mediante la gracia
de Cristo. Esfuerzo sincero y perseverante os pondrá sobre el terreno ventajoso de la vic-
toria; pues aquel que se esfuerza para vencer en y mediante la gracia de Cristo, tendrá
iluminación divina, y entenderá cómo las grandes verdades pueden ser introducidas a las
cosas pequeñas, y la religión puede ser llevada a lo pequeño tanto como a lo grande de la
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vida.

7CBA:981. Las palmas significan que han ganado la victoria, y los mantos blancos que
han sido revestidos con la justicia de Cristo. Gracias a Dios porque se ha abierto una
fuente para lavar los mantos de nuestro carácter y hacerlos tan blancos como la nieve
(MS 23, sin fecha).

PVGM:133-134. No obstante los defectos del pueblo de Dios, Cristo no se aparta de los
objetos de su cuidado. Tiene poder para cambiar sus vestiduras. Saca sus ropas contami-
nadas, y pone sobre los que se arrepienten y creen, su propio manto de justicia, y escribe
"Perdonado" frente a sus nombres en los registros del cielo. Los confiesa como suyos
ante el universo celestial. Su adversario Satanás queda desenmascarado como acusador y
engañador. Dios hará justicia a sus elegidos.

PVGM:252-254. El vestido de boda de la parábola representa el carácter puro y sin


mancha que poseerán los verdaderos seguidores de Cristo. A la iglesia "le fue dado
que se vista de lino fino, limpio y brillante", "que no tuviese mancha, ni arruga, ni
cosa semejante". El lino fino, dice la Escritura, "son las justificaciones de los san-
tos". Es la justicia de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se imparte a
todos los que lo reciben como Salvador personal.
La ropa blanca de la inocencia era llevada por nuestros primeros padres cuando
fueron colocados por Dios en el santo Edén. Ellos vivían en perfecta conformidad con
la voluntad de Dios. Toda la fuerza de sus afectos era dada a su Padre celestial. Una
hermosa y suave luz, la luz de Dios, envolvía a la santa pareja. Este manto de luz era un
símbolo de sus vestiduras espirituales de celestial inocencia. Si hubieran permanecido
fieles a Dios, habría continuado envolviéndolos. Pero cuando entró el pecado, rompie-
ron su relación con Dios, y la luz que los había circuido se apartó. Desnudos y avergon-
zados, procuraron suplir la falta de los mantos celestiales cosiendo hojas de higuera para
cubrirse.
Esto es lo que los transgresores de la ley de Dios han hecho desde el día en que Adán y
Eva desobedecieron. Han cosido hojas de higuera para cubrir la desnudez causada por
la transgresión. Han usado los mantos de su propia invención; mediante sus propias
obras han tratado de cubrir sus pecados y hacerse aceptables a Dios.
Pero esto no pueden lograrlo jamás. El hombre no puede idear nada que pueda ocupar el
lugar de su perdido manto de inocencia. Ningún manto hecho de hojas de higuera, nin-
gún vestido común a la usanza mundana, podrán emplear aquellos que se sienten con
Cristo y los ángeles en la cena de las bodas del Cordero.
Únicamente el manto que Cristo mismo ha provisto puede hacernos dignos de aparecer
ante la presencia de Dios. Cristo colocará este manto, esta ropa de su propia justicia so-
bre cada alma arrepentida y creyente. "Yo Te: amonesto -dice él- que de mí compres...
vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez".
Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana. Cris-
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to, en su humanidad, desarrolló un carácter perfecto, y ofrece impartirnos a nosotros este
carácter. "Como trapos asquerosos son todas nuestras justicias". Todo cuanto podamos
hacer por nosotros mismos está manchado por el pecado. Pero el Hijo de Dios "apareció
para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él". Se define el pecado como "la
transgresión de la ley". Pero Cristo fue obediente a todo requerimiento de la ley. El dijo
de sí mismo: "Me complazco en hacer tu voluntad, o Dios mío, y tu ley está en medio de
mi corazón". Cuando estaba en la tierra dijo a sus discípulos: "He guardado los manda-
mientos de mi Padre". Por su perfecta obediencia ha hecho posible que cada ser humano
obedezca los mandamientos de Dios. Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se
une con su corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una
con su mente, los pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que sig-
nifica estar vestidos con el manto de su justicia. Entonces, cuando el Señor nos con-
templa, él ve no el vestido de hojas de higuera, no la desnudez y deformidad del pecado,
sino su propia ropa de justicia, que es la perfecta obediencia a la ley de Jehová.

CS:537-538. A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y


que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les
ha inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a
ser partícipes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de
Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de la vida
eterna. El Señor declara por el profeta Isaías: "Yo, yo soy aquel que borro tus transgre-
siones a causa de mí mismo, y no me acordaré más de tus pecados." (Isa. 43:25, V.M.)
Jesús dijo: "El que venciere, será así revestido de ropas blancas; y no borraré su nombre
del libro de la vida, sino confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus san-
tos ángeles." "A todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré
yo también delante de mi Padre que está en los cielos. Pero a cualquiera que me negare
delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos".
(Apoc. 3:5; Mat. 10:32-33, V.M.)
Todo el más profundo interés manifestado entre los hombres por los fallos de los tribu-
nales terrenales no representa sino débilmente el interés manifestado en los atrios celes-
tiales cuando los nombres inscritos en el libro de la vida desfilen ante el Juez de toda la
tierra. El divino Intercesor aboga por que a todos los que han vencido por la fe en su
sangre se les perdonen sus transgresiones, a fin de que sean restablecidos en su morada
edénica y coronados con él coherederos del "señorío primero". (Miq. 4:8). Con sus es-
fuerzos para engañar y tentar a nuestra raza, Satanás había pensado frustrar el plan que
Dios tenía al crear al hombre, pero Cristo pide ahora que este plan sea llevado a cabo
como si el hombre no hubiese caído jamás. Pide para su pueblo, no sólo el perdón y la
justificación, plenos y completos, sino además participación en su gloria y un asiento en
su trono.
Mientras Jesús intercede por los súbditos de su gracia, Satanás los acusa ante Dios como
transgresores. El gran seductor procuró arrastrarlos al escepticismo, hacerles perder la
confianza en Dios, separarse de su amor y transgredir su ley. Ahora él señala la historia
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de sus vidas, los defectos de carácter, la falta de semejanza con Cristo, lo que deshonró a
su Redentor, todos los pecados que les indujo a cometer, y a causa de éstos los reclama
como sus súbditos.
Jesús no disculpa sus pecados, pero muestra su arrepentimiento y su fe, y, reclamando el
perdón para ellos, levanta sus manos heridas ante el Padre y los santos ángeles, diciendo:
Los conozco por sus nombres. Los he grabado en las palmas de mis manos. "Los sacrifi-
cios de Dios son el espíritu Quebrantado: al corazón contrito y humillado no desprecia-
rás tú, oh Dios." (Salmo 51:17). Y al acusador de su pueblo le dice: "Jehová Te: repren-
da, oh Satán; Jehová, que ha escogido a Jerusalén, Te: reprenda. ¿No es éste un tizón
arrebatado del incendio?" (Zac. 3:2). Cristo revestirá a sus fieles con su propia justicia,
para presentarlos a su Padre como una "Iglesia gloriosa, no teniendo mancha, ni arruga,
ni otra cosa semejante." (Efe. 5:27, V.M.) Sus nombres están inscritos en el libro de la
vida, y de estos escogidos está escrito: "Andarán conmigo en vestiduras blancas;
porque son dignos." (Apoc. 3:4).

HHD:370- . Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vesti-
duras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. Apocalipsis 3: 4.
En vista de estas animadoras promesas, ¡cuán fervientemente deberíamos esforzarnos
por conformar un carácter que nos capacite para estar de pie ante el Hijo de Dios. Sólo
aquellos que estén vestidos con el manto de su justicia podrán soportar la gloria de su
presencia cuando él aparezca con "grande poder y gloria".
Significa mucho ser vencedor. Deben ser firmemente resistidas las asechanzas del
enemigo y de todos sus malignos instrumentos. Debemos estar en guardia a cada
momento. Ni por un instante debemos perder de vista a Cristo y su poder para
salvar en la hora de prueba. Debemos colocar nuestra manos en la suya, para que
podamos ser sostenidos por el poder de su fortaleza.-RH, 9-7-1908.
Si queréis sentaros junto a la mesa de Cristo, y participar de los alimentos que él ha
provisto para la cena de las bodas del Cordero, debéis poseer un vestido especial,
llamado el vestido de bodas, que es el manto blanco de justicia de Cristo. Todo
aquel que lo tenga está autorizado para entrar en la ciudad de Dios; y si Jesús no hubiese
estado tan deseoso de que tuvieseis un lugar en las mansiones que ha ido a preparar para
aquellos que le aman, no habría hecho, a un costo tan grande para sí, todos esos prepara-
tivos, efectuados únicamente para que podáis ser felices y sentaros junto a su mesa y dis-
frutar del hogar que fue a preparar para toda la familia de los redimidos. YI, 11-08-1886.
El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. Apoc. 3: 5.
La expresión "el que venciere", revela que hay algo que cada uno de nosotros debe
vencer. El vencedor será cubierto con el manto blanco de la justicia de Cristo, y se
dice de él: "Y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre de-
lante de mi Padre, y delante de sus ángeles". ¡Oh, qué privilegio ser vencedores, y
que nuestros nombres sean presentados ante el Padre por el mismo Salvador! RH, 09-07-
1908.
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¡Qué preciosa seguridad está contenida en esta promesa! ¿Qué mayor aliciente podría
presentársenos para llegar a ser hijos e hijas de Dios? ¿Quién se colocará toda la arma-
dura? ¿Quién se alistará bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emmanuel?. . . A
todo hijo de Dios que está luchando y sufriendo tentaciones puede llegar la iluminación
divina a fin de que no necesite caer en la contienda contra las potestades de las tinieblas,
sino que en cada batalla sea vencedor.-YI, 6-9-1894.
Se pone sobre los tentados, probados, pero fieles hijos de Dios, el manto sin mancha
de la justicia de Cristo... Sus nombres permanecen en el libro de la vida del Corde-
ro, registrados entre los fieles de todos los siglos. Han resistido los lazos del enga-
ñador; no han sido apartados de su lealtad por el rugido del dragón. Ahora están
eternamente seguros de los designios del tentador... Y ese residuo no sólo es perdo-
nado y aceptado, sino honrado. Una "mitra limpia" es puesta sobre su cabeza. Han de
ser reyes y sacerdotes para Dios. Mientras Satanás estaba insistiendo en sus acusaciones
y tratando de destruir esta hueste, los ángeles santos, invisibles, iban de un lado a otro
poniendo sobre ellos el sello del Dios viviente. Ellos han de estar sobre el monte de
Sión con el Cordero, teniendo el nombre del Padre escrito en sus frentes. 3JT:178-179.

5T:692-693. Varias veces durante el pasado invierno de 1888-1889, he visto la noticia


de que, durante la conferencia en Minneapolis, “A la hermana White se le mostró que el
juicio, que desde 1844 había estado realizándose para con los justos muertos, ahora ha-
bía empezado sobre los vivientes.” Este reporte es falso. Un rumor similar, que se ha
visto entre el pueblo como por dos años, se originó así: En una carta escrita desde Basel,
Suiza, a un ministro en California, hice un comentario substancialmente así: “el juicio se
ha estado realizando por más de cuarenta años sobre los casos de los muertos, y no sa-
bemos cuán pronto pasará a los casos de los vivientes.” La carta fue leída a varias perso-
nas, y oyentes descuidados dijeron lo que ellos pensaron haber oído. Así empezó el
asunto. El reporte de Minneapolis del malentendido de alguien tocante a una declaración
igual a la que fue citada de la carta. No existe otro fundamento para ningún reporte que
no sea el que ya fue dicho.
En segundo lugar, se ha oído que un ministro que ahora está viviendo ha sido visto por
mí en visión como salvado en el reino de Dios, representando así que su final salvación
está asegurada. No existe verdad alguna en esta declaración. La palabra de Dios estable-
ce las condiciones para nuestra salvación, y descansa enteramente sobre nosotros mis-
mos si estaremos o no, en acuerdo con las mismas.
Dice el revelador: [Apoc. 3:4-5]....
Aquí tenemos claramente dicha la elección bíblica. Aquí está especificado quién se-
rá coronado en la ciudad de Dios, y quién no tendrá parte con los justos. “Biena-
venturados son los que guardan sus mandamientos, para que tengan derecho al ár-
bol de vida, y entren por los portales de la ciudad.”

7CBA:971-972. [Se cita Apoc. 3:4-5]. Esta es la recompensa que será dada a los que
han obtenido un carácter puro e intachable, quienes ante el mundo se han aferrado
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a la fe. Jesucristo confesará sus nombres delante del Padre y delante de sus ángeles.
Han sido verdaderos, leales y fieles. En medio de acusaciones y de buenos informes
han practicado y enseñado la verdad (MS 26, 1905).
"Tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y an-
darán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas". Se les confiere este ho-
nor debido a su fe. En esta vida no se jactaron ni su alma se envaneció. Con inten-
so deseo, con fe pura y santa se aferraron a la promesa de riquezas eternas. Su
único deseo era ser como Cristo. Siempre mantuvieron en alto la norma de justicia.
Les es dado un eterno peso de gloria porque en la tierra anduvieron con Dios guardándo-
se sin mancha en el mundo, revelando a sus prójimos la justicia de Cristo. De esas per-
sonas declara el Salvador: "Andarán conmigo en vestiduras blancas, en el mundo que he
preparado para ellas" [se cita Apoc. 3:5] (RH, 10-08-1905).
[Se cita Apoc. 3:4-5]. Estas palabras se dan para las personas que aún están rela-
cionadas con el mundo, sujetas a tentaciones e influencias que son engañosas y alu-
cinantes. Mientras mantengan fija su atención en Aquel que es su sol y su escudo, las
tinieblas y la oscuridad que las rodean no dejarán una mancha ni una mácula en sus ves-
tiduras. Caminarán con Cristo; orarán, creerán y trabajarán para salvar a las almas que
están a punto de perecer. Están tratando de romper las ataduras con que Satanás las ha
ligado, y no serán avergonzadas si por fe hacen de Cristo su compañero. El gran enga-
ñador presentará constantemente tentaciones y engaños para echar a perder la obra del
ser humano; pero si éste confía en Dios, si es manso, humilde y dócil de corazón, si per-
severa en el camino del Señor, el cielo se regocijará porque ganará la victoria. Dios di-
ce: "Andará conmigo de blanco, con vestiduras inmaculadas, porque es digno" (MS 97,
1898).

HAp:124. "El ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los defiende."
(Salmo 34:7). Dios envía a sus ángeles a salvar a sus escogidos de la calamidad, a prote-
gerlos de "pestilencia que ande en oscuridad," y de "mortandad que en medio del día
destruya". (Salmo 91:6). Repetidas veces los ángeles han hablado con los hombres
como un hombre habla con su amigo, y los han guiado a lugares seguros. Vez tras
vez las palabras alentadoras de los ángeles han renovado los espíritus abatidos de
los fieles, elevando sus mentes por encima de las cosas de la tierra, y los han induci-
do a contemplar por la fe las ropas blancas, las coronas y las palmas de victoria,
que los vencedores recibirán cuando circunden el gran trono blanco.

HAp:470. Y para todos los fieles que están luchando contra el mal, Juan oyó hacer las
promesas: "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del
paraíso de Dios." "El que venciere, será vestido de vestiduras blancas: y no borraré su
nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus
ángeles." "Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono." (Apoc. 2:7; 3:5, 21).
Juan vio la misericordia, la ternura y el amor de Dios mezclados con su santidad,
Pág. 32
justicia y poder. Vio a los pecadores hallar un Padre en Aquel a quien sus pecados
les habían hecho temer. Y mirando más allá de la culminación del gran conflicto,
contempló en Sión a "los que habían alcanzado la victoria . . . estar sobre el mar de
vidrio, teniendo las arpas de Dios," y cantando el cántico de Moisés y del Cordero.
(Apoc. 15:2-3).

7CBA:998. En los libros del cielo se registran con exactitud las burlas y las obser-
vaciones triviales de los pecadores que no prestan atención a las invitaciones de la
misericordia que se les hacen, cuando Cristo les es presentado por sus ministros.
Así como el artista reproduce en el vidrio pulido un cuadro verdadero del rostro
humano, así también los ángeles de Dios cada día registran minuciosamente en los
libros del cielo una representación exacta del carácter de cada ser humano (ST, 11-
02-1903).
Todos los que son participantes de esta gran salvación obrada por Jesucristo, están bajo
la obligación de trabajar como colaboradores de Dios. En las cortes celestiales se pasa
lista, donde está registrado cada nombre, y los seres celestiales responden al llama-
do. Allí se anota el servicio prestado por cada ser humano en la tierra. Si son ne-
gligentes, se registra; si son diligentes, se anota; o si son ociosos, ese hecho queda
registrado contra sus nombres. En toda la gran masa de la humanidad ninguno pasa
inadvertido. Que cada uno esté listo para responder al llamado, diciendo: "Heme aquí,
Señor, listo para la acción".
El mundo espera algo de vosotros. Si no resplandecéis como luces en el mundo, alguien
se levantará en el juicio y os culpará de la sangre de su alma. Se verá que tú fuiste un
agente en las manos del enemigo de Dios y del hombre para extraviar y engañar por me-
dio de tu falsa profesión de cristianismo. No condujiste las almas a la piedad y a la con-
sagración. Tuviste nombre de que vivías; pero estabas espiritualmente muerto. No tu-
viste la influencia vitalizante del Espíritu de Dios, que se da abundantemente a todos los
que la piden con fe (RH, 16-08-1898).
Dios juzga a cada hombre de acuerdo con su obra. No sólo juzga, sino que resume día
tras día y hora tras hora nuestro progreso en el bien hacer (RH, 16-05-1899).
Cuando nos convertimos en hijos de Dios, nuestros nombres se escriben en el libro
de la vida del Cordero, y allí permanecen hasta el tiempo del juicio investigador.
Entonces el nombre de cada individuo será llamado y su registro será examinado por
Aquel que declara: "Yo conozco tus obras". Si en aquel día aparece que no nos hemos
arrepentido plenamente de todas nuestras malas acciones, nuestros nombres serán borra-
dos del libro de la vida y nuestros pecados permanecerán en contra de nosotros (ST, 06-
08-1885).
(Éxo. 32:30-33; ver EGW com. Mat. 12:31-32). Un castigo justo para los pecadores.-
Moisés manifestó su gran amor por Israel al interceder ante el Señor para que perdonara
el pecado del pueblo o borrara su nombre del libro que él había escrito. Sus intercesio-
nes ilustran el amor y la mediación de Cristo por la raza pecadora. Pero el Señor se ne-
gó a dejar que Moisés sufriera por los pecados de su pueblo apóstata; le dijo que aque-
Pág. 33
llos que habían pecado contra él serían borrados de su libro que había escrito, porque los
justos no deben sufrir por la culpa de los pecadores.
El libro al cual se hace referencia aquí es el libro de los registros del cielo, en el cual
está inscrito cada nombre y están registrados fielmente los actos de todos, sus peca-
dos y su obediencia. Cuando los individuos cometen pecados que son demasiado atro-
ces para que el Señor los perdone, sus nombres son borrados del libro y quedan destina-
dos a la destrucción (ST, 27-05-1880).

CN:377-378. La única forma en que alguien puede estar seguro contra el poder de la in-
temperancia es absteniéndose completamente de vino, cerveza y bebidas fuertes. De-
bemos enseñar a nuestros hijos que deben abandonar esas cosas a fin de ser varoniles.
Dios nos ha mostrado lo que constituye la verdadera virilidad. El que vence será hon-
rado y su nombre no será borrado del libro de la vida (Id., pág. 37).
Mediante fervientes y perseverantes esfuerzos, que no sean desviados por las prácticas
de la vida social, los padres pueden edificar un baluarte moral en torno de sus hijos que
los defenderá de las desgracias y crímenes causados por la intemperancia. No se debiera
dejar que los hijos actúen a su capricho, desarrollando indebidamente rasgos que debie-
ran ser cortados en flor; sino que debieran ser cuidadosamente disciplinados y educados
para que se alisten de parte de lo correcto, de la reforma y la abstinencia. Entonces ten-
drán independencia moral en cada crisis para hacer frente a la tormenta de oposición que
seguramente asaltará a los que se colocan del lado de la verdadera reforma (Te:214-215)

CN:392. Hay un vestido que cada niño y cada joven puede buscar inocentemente. Es la
justicia de los santos. Si tan sólo fueran tan dispuestos y perseverantes en obtener esto,
como son en arreglar sus vestidos de acuerdo con las modas de sociedad mundana,
pronto estarían revestidos con la justicia de Cristo y sus nombres no serían borrados del
libro de la vida. Las madres, tanto como las jóvenes y niñas, necesitan orar: "Crea en mí,
oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mi" (Salmo 51:10).
Esta pureza de corazón y gracia del espíritu son más preciosas que el oro, tanto para este
tiempo como para la eternidad. Solo los puros de corazón verán a Dios.

CsS:282. Los hombres deben actuar concienzudamente y sentir que están haciendo la
obra de Dios. Deben determinar en sus corazones corregir todos los engaños de Satanás
que podrían apartarlos del camino recto, para que no elijan la senda del Señor, sino que
sigan los impulsos de su propio carácter indisciplinado. Cuando el corazón está santifi-
cado y guiado por el Espíritu Santo, la persona no correrá riesgos, sino que se asegurará
en todo lo que emprende para llevar a cabo la buena obra de Jesús; y al hacer su obra
rectamente se afirma con seguridad en esta vida aferrándose firmemente de arriba, y será
guiada en todo camino bueno y santo. Estas personas obedecerán constantemente los
principios. Harán su obra, no para asegurar un gran nombre o salarios elevados, no ten-
drán el propósito de mezclar el yo en todas sus obras, y no aparentarán ser alguien en el
mundo, sino que procurarán actuar correctamente en todo ante la vista de Dios. No ma-
Pág. 34
nifestarán ni la mitad de la ansiedad para hacer una obra grandiosa como para
realizar cualquier cosa que tengan que llevar a cabo con fidelidad y tomando en
cuenta la gloria de Dios. Estos hombres son grandes ante la vista de Dios. Sus
nombres quedan registrados en el libro de vida del Cordero como siervos fieles del
Altísimo. Estos son los hombres que son más preciosos ante la vista de Dios que el oro
fino, y aún más preciosos que el oro de Ofir.

PVGM:240-241. El Señor desea que apreciemos el gran plan de la redención, que com-
prendamos nuestro elevado privilegio como hijos de Dios, y que caminemos delante de
él en obediencia y agradecimiento. Desea que le sirvamos en novedad de vida, con ale-
gría cada día. Anhela que la gratitud brote de nuestro corazón porque nuestro
nombre está escrito en el libro de la vida del Cordero, porque podemos poner todos
nuestros cuidados sobre Aquel que cuida de nosotros. El nos ordena que nos regoci-
jemos porque somos la herencia del Señor, porque la justicia de Cristo es el manto blan-
co de sus santos, porque tenemos la bendita esperanza de la pronta venida de nuestro
Salvador.

1T:405. En estos tiempos, no se conocen casi las persecuciones y el oprobio por amor
de Cristo. Muy poca abnegación y sacrificio son necesarios para asumir una forma
de piedad y hacer inscribir el nombre de uno en los registros de la iglesia; pero el
vivir de tal manera que nuestros caminos agraden a Dios y nuestros nombres estén
registrados en el libro de la vida, requerirá vigilancia y oración, abnegación y sacri-
ficio de nuestra parte. Los que profesan ser cristianos no son ejemplo para la juventud,
sino tan sólo en la medida en que sigan a Cristo. Las buenas acciones son inequívocos
frutos de la verdadera piedad. El Juez de toda la tierra dará a cada uno conforme a sus
obras. Los niños que siguen a Cristo tienen una lucha delante de si; tienen que llevar
diariamente una cruz para salir del mundo, mantenerse separados e imitar la vida de
Cristo.

5T:331. Querido hermano y hermana H: Respecto a sus actuales relaciones con la iglesia
sugiero que hagan todo lo posible de su parte para estar en armonía con sus hermanos.
Cultívese un espíritu amable y conciliatorio, y ningún sentimiento de represalia entre en
la mente y el corazón. Tenemos sino poco tiempo en este mundo, por tanto trabajemos
aprovechando el tiempo, y, para la eternidad. Sed diligentes en asegurar vuestro llama-
miento y vuestra elección. Asegúrense en no cometer error alguno tocante al título de
vuestro hogar en el reino de Cristo. Si vuestro nombre está registrado en el libro de
vida del Cordero, entonces todo saldrá bien. Estén dispuestos y prestos a confesar
vuestras faltas y abandonarlas, que vuestros errores y pecados vayan delante hacia
el juicio y quede escrito ‘perdón’ al lado de vuestro nombre.
Pág. 35
5T:333. “El hombre ve la apariencia, pero el Señor ve el corazón,”—el corazón humano,
con sus conflictivas emociones de gozo y tristeza,--el corazón distraído y errante, que es
la habitación de tanto impureza y engaño. Él conoce sus motivos, sus mismas intencio-
nes y propósitos. Id a él con vuestro corazón todo manchado como lo es. Como el sal-
mista, abrid sus cámaras al Ojo que todo lo ve, exclamando: “Sondéame , o Dios, y co-
noce mi corazón: pruébame, y conoce mis pensamientos: y mira si hay en mí impiedad,
y guíame en el camino eterno.” Sométase el corazón para ser refinado y purificado;
entonces seréis participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado la corrup-
ción que está en el mundo mediante la lascivia. Entonces estaréis “siempre listos
para dar respuesta a todo hombre que os pide razón de vuestra fe que hay en voso-
tros con mansedumbre y reverencia.” La paz de Cristo será vuestra. Vuestro nom-
bre estará registrado en el libro de vida; vuestro título a la herencia celestial será la
señal real, que nadie en la tierra se atreva a cuestionar. Nadie podrá obstruir vuestro
camino hacia los portales de la ciudad de Dios, sino que tendréis libre acceso a la pre-
sencia del Rey y al templo de Dios en el cielo.

PR:434. Mientras el pueblo de Dios aflige su alma delante de él, suplicando pureza de
corazón, se da la orden: "Quitadle esas vestimentas viles," y se pronuncian las alentado-
ras palabras: "Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y Te: he hecho vestir de ropas de
gala." Se pone sobre los tentados y probados, pero fieles, hijos de Dios, el manto sin
mancha de la justicia de Cristo. El remanente despreciado queda vestido de gloriosos
atavíos, que nunca han de ser ya contaminados por las corrupciones del mundo.
Sus nombres permanecen en el libro de la vida del Cordero, registrados entre los
de los fieles de todos los siglos. Han resistido los lazos del engañador; no han sido apar-
tados de su lealtad por el rugido del dragón. Tienen ahora eterna y segura protección
contra los designios del tentador. Sus pecados han sido transferidos al que los instigara.
Una "mitra limpia" es puesta sobre su cabeza.

Te:166. El único camino en el que cualquiera puede estar protegido contra el poder de la
intemperancia, es absteniéndose totalmente de vino, cerveza y bebidas fuertes. Debe-
mos enseñar a nuestros hijos que a fin de ser viriles no deben tocar estas cosas. Dios nos
ha mostrado qué constituye la verdadera virilidad. El que venciere será honrado, y su
nombre no será borrado del libro de vida (Christian Temperance and Bible Hygiene,
pág. 37).

Te:250-251. En el desierto de la tentación, Cristo pasó por el terreno donde cayó Adán.
Comenzó la obra donde comenzó la ruina, y en lugar de nosotros venció el poder del
maligno en el punto del apetito. Satanás abandonó el campo como un enemigo vencido y
nadie está eximido de entrar en la batalla del lado del Señor, pues no hay razón para que
no podamos ser vencedores si confiamos en Cristo. "Al que venciere, le daré que se
siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en
su trono". Mediante los méritos de Cristo, hemos de ser purificados, refinados, redimi-
Pág. 36
dos y se nos dará un lugar con Cristo en su trono. ¿Se podría conferir al hombre un ho-
nor mayor que éste? ¿Podríamos aspirar a algo mayor? Si somos vencedores, Cristo
declara: "No borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante
de mi Padre, y delante de sus ángeles" (ST, 22, 29-06 y 06-07-1891).

Te:258-259. El Señor ordenó que la esposa de Manos siguiera estrictos hábitos de tem-
perancia. "A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres esté-
ril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no be-
bas ni vino ni sidra, ni comas cosa inmunda". El ángel que apareció a Zacarías y a Eli-
zabet dijo: "Tu oración ha sido oída, y tu mujer Elizabet Te: dará a luz un hijo, y llama-
rás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimien-
to; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu
Santo". Aquí se toma en cuenta al niño antes de su nacimiento y después. Vosotras,
madres, debéis dar valor a estas cosas. Los apetitos de la madre se transmiten a los hi-
jos. Muchas de vosotras que os complacéis en algunas cosas para satisfacer el apetito,
estáis retirando el apuntalamiento de la base de vuestra casa. Hay hombres que po-
drían haber tenido un registro tan limpio como el de Daniel. Satanás está jugando
sus cartas en procura de vuestra alma. Necesitamos quedar libres y puros de las
degradaciones de este mundo. "El que venciere será vestido de vestiduras blancas;
y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi
Padre, y delante de sus ángeles". Cristo venció en nuestro lugar. Podemos vencer
por el nombre de Jesucristo de Nazaret.

TM:452-453. Los que vencen el mundo, la carne y el diablo, serán los favorecidos
que reciban el sello del Dios vivo. Aquellos cuyas manos no estén limpias, cuyos cora-
zones no sean puros, no tendrán el sello del Dios vivo. Los que están planeando pecados
y ejecutándolos serán pasados por alto. Sólo los que, en su actitud ante Dios, ocupan la
posición de quienes se arrepienten y confiesan sus pecados en el gran día de la verdadera
expiación, serán reconocidos y señalados como merecedores de la protección de Dios.
Los nombres de aquellos que firmemente anhelan y esperan la aparición de su Salvador
y velan por ella más ferviente y anhelosamente que los que esperan la mañana- estarán
en el número de los que son sellados. Aquellos que, mientras tienen toda la luz de la
verdad que brilla sobre sus almas, y debieran tener obras correspondientes a su fe
reconocida, son sin embargo hechizados por el pecado, implantan ídolos en su co-
razón, corrompen sus almas delante de Dios, y mancillan a los que se unen con ellos
en el pecado, verán sus nombres borrados del libro de la vida, y serán dejados en la
oscuridad de la medianoche, carentes de aceite en las vasijas de sus lámparas. "A
vosotros los que teméis mí nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salud".

7CBA:972. Cristo dice de los vencedores: "No borraré su nombre del libro de la vi-
da". Los nombres de todos los que alguna vez se entregaron a Dios, están escritos
en el libro de la vida y sus caracteres están desfilando ahora delante de él. Los án-
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geles de Dios están pesando el valor moral; están observando el desarrollo del carácter
en aquellos que ahora viven, para ver si sus nombres pueden ser conservados en el libro
de la vida. Se nos concede un tiempo de gracia para lavar las ropas de nuestro carácter y
emblanquecerlas en la sangre del Cordero. ¿Quién está haciendo esta obra? ¿Quién se
está separando del pecado y del egoísmo? (HS::138).

GCB,, 6 de Abril de 1903. “El que venciere, el mismo será vestido de vestiduras blan-
cas; y no”---¡O, cuán precioso es ese “no”! –“Y no borraré su nombre del libro de
vida, sino confesaré su nombre ante mi Padre, y delante de sus ángeles.” Cuando
los portales de la ciudad de Dios se abran sobre sus lucientes bisagras, y las nacio-
nes que han guardado la verdad lleguen a entrar, Cristo estará allí para recibirnos,
para llamarnos los benditos del Padre, porque hemos vencido. Él nos dará la bien-
venida delante del Padre, y delante de sus ángeles. Al entrar en el reino de Dios para
allí pasar la eternidad, entonces las pruebas, dificultades y perplejidades que aquí hemos
tenido, se hundirán en la insignificancia. Nuestra vida se medirá con la vida de Dios.

GCB, 6 de Junio, 1909. ---¡Qué palabra de precaución es esta! ¿Cuántos de nosotros


podemos comprender lo que significa? A través de toda la palabra de Dios se dan adver-
tencias e instrucciones que indican cuál es el Camino, la Verdad, y la Vida. “Tienes unos
pocos nombres en Sardis,” dice la Palabra, “los cuales no han manchado sus vestiduras;
y caminarán conmigo en blanco: pues ellos son dignos.” ¿Cuáles de esta compañía
reunida hoy aquí estarán entre los “pocos nombres”? Aquí se nos muestra una
compañía pequeña que se dice estar ante el trono de Dios como siendo “dignos.”
Ellos no han tenido una religión a tientas, sino una experiencia que los ha probado
como leales a los principios, así como lo es la brújula al polo. De los tales el Señor
declara: “Los mismos serán vestidos en vestidura blanca; y no borraré sus nombres del
libro de vida; sino confesaré sus nombres delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.”

HS:139. Los nombres de algunos serán borrados del libro de la vida. ¿Quiénes serán?
Examinémonos cuidadosamente para ver si estamos en la fe; seamos diligentes en reali-
zar una obra afincada para la eternidad. Jesús dice que él confesará el nombre del
vencedor delante de su Padre, y delante de los santos ángeles. Si nuestros nombres
fueran honrados delante de la hueste celestial en el día de Dios, debemos obtener la
vestidura blanca ahora. Debemos arroparnos con la vestidura de humildad. Cada paso
hacia el cielo debe ser un paso de humildad.

ML:322. [Apoc. 3:11 citado] Decisiones pueden ser hechas en un momento que fijen
nuestra condición para siempre...Pero recordad, se llevaría una obra de toda una vida pa-
ra recobrar lo que malogra un momento de ceder a la tentación y la necedad...
Por un acto rápido de la voluntad podéis poneros bajo el poder de Satanás, pero se re-
querirá más que un acto rápido para romper los lazos y os esforcéis hacia una vida más
alta y santa. El hombre que deliberadamente se aparta de Dios mientras se encuentra en
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el pleno fulgor de la luz, encontrará cuando desea fijar su rostro para regresar, que espi-
nas y cardos han crecido en su camino, y no debe sorprenderse si es obligado a viajar
mucho con pies sangrantes y heridos. La evidencia más temible y que más hay que evi-
tar; la cual indica la caída del hombre de un estado mejor, es el hecho de que cuesta mu-
cho para poderse recobrar. El camino de regreso podrá alcanzarse sólo mediante dura lu-
cha, centímetro por centímetro, a cada hora....
Los que alcanzan el cielo ejercerán sus más nobles esfuerzos y trabajarán con toda pa-
ciencia para poder cosechar el fruto de su trabajo. Hay un brazo que abrirá de par en
par los portales del Paraíso a los que han soportado la prueba de la tentación y por
el amor de Cristo han guardado buena conciencia al renunciar el mundo, sus hono-
res y su aplauso, confesándole así ante los hombres y esperando con toda paciencia
para que Él los represente delante del Padre y los santos ángeles.

NEV:368. ¿Podéis vosotros, queridos jóvenes, ver hacia delante con gozosa espe-
ranza y expectativa a la hora cuando el Señor, vuestro justo Juez, confiese vuestro
nombre delante del Padre y delante de los santos ángeles? La mejor preparación que
podéis tener para la segunda aparición de Cristo es el poder descansar con firme fe en la
gran salvación que nos fue traída en su primer advenimiento. Debéis creer en Cristo co-
mo vuestro Salvador personal.

RC:49. Cristo dejó todo para salvar a los hombres de la consecuencia y la penalidad de
la transgresión de la ley. El camino del pesebre al Calvario fue marcado con sangre. El
Hijo de Dios no se desvió del camino de una obediencia inconmovible, aun hasta la
muerte de cruz. Sufrió todas las penurias del pecado del hombre . . . Les ruego en el
nombre de Cristo que confiesen sus pecados y reformen sus caminos, para que sus
nombres no sean quitados del libro de la vida, sino que sean confesados ante el Pa-
dre y sus ángeles. Jesús está intercediendo con su sangre ante el Padre, y ahora,
mientras la misericordia se extiende y se prolonga la prueba, busquen la aproba-
ción del Cielo. RH, 29 de Junio de 1911.

HHD:371. La expresión "el que venciere", revela que hay algo que cada uno de nosotros
debe vencer. El vencedor será cubierto con el manto blanco de la justicia de Cristo, y se
dice de él: "Y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante
de mi Padre, y delante de sus ángeles". ¡Oh, qué privilegio ser vencedores, y que
nuestros nombres sean presentados ante el Padre por el mismo Salvador! RH, 09-
07-1908.

2MS:189. Hay una mano que abrirá de par en par las puertas del Paraíso para que entren
los que hayan soportado la prueba de la tentación y hayan mantenido una buena con-
ciencia abandonando el mundo, sus honores y su aprobación, por amor a Cristo, confe-
sándolo así delante de los hombres, y esperando pacientemente que él confesara sus
nombres delante del Padre y de los santos ángeles.
Pág. 39
Versículo 6. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias".

RH, 7 de Junio de 1887. Aquellos que siempre están acercándose más y más al mun-
do, y pareciéndose más a él en sentimientos, en planes y en ideas, han dejado un es-
pacio entre ellos y el Salvador, y Satanás ha impuesto su presencia en este espacio;
y he aquí, planes mundanos y egoístas llegan a entretejerse en su experiencia. La
voz de Dios se está dirigiendo a esta clase que no es pequeña: “El que tiene oído, oi-
ga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Es de consecuencia que escuchéis atenta-
mente y obedezcáis. Procurad una estrecha relación con Cristo. Manténgase la mente en
constante contacto con el mundo, y sus costumbres llegarán a ser vuestras costumbres
como también las cosas las veréis, oiréis, sentiréis y las actuaréis así como ellos.

ST, 27 de Enero de 1898. Cristo nos pide que oigamos sus palabras para que le co-
nozcamos. “El que tenga oídos para oír oiga.” No hemos de oír como hicieron quie-
nes menciona el apóstol: “La Palabra dicha no les aprovechó, no estando mezclada
con fe en los que oyeron, no sea que alguna cosa les causara tropiezo”.

EL QUE TIENE OÍDO, OIGA. Véase también EGW sobre Apoc. 2:7, 11, 17, 29.

Versículo 7. “Escribe al ángel de la iglesia de Filadelfia: "Esto dice el Santo, el Verdade-


ro, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:”

B Echo, 23 de Julio de 1900. Cuando Dios dio a Jesús a nuestro mundo, nos dio todo el
cielo. Este don ha asegurado para nosotros la adopción en la familia de Dios. La prome-
sa del Padre es Sí y Amen en Cristo Jesús. Nunca nos mentirá. Nunca cambiará lo que
ha salido de su boca. Las nubes de incertidumbre e incredulidad se desvanecieron al ex-
clamar Cristo en la cruz: “Consumado es.” Nunca más tuvo el enemigo poder para
molestarlo y angustiarlo. La santidad y la justicia se unieron para completar la
gran obra de la redención. En la cruz se encontraron la verdad y la misericordia, y
se besaron la justicia y la paz. Jesús había atestiguado que Dios es leal. La fe no de-
manda más.

BTS, 1 de Marzo de 1909. Estoy segura que Satanás, y sus infernales agentes, está ha-
ciendo todo lo posible para desanimaros, no debemos desalentarnos, tampoco necesita-
mos fracasar. Debemos sufrir pérdida y ser objeto de injuria; nos levantarán falso testi-
monio, y lo afrontaremos con paciencia por amor a Cristo. Una cosa es segura,--Dios
no se puede negarse a sí mismo. Podemos afianzarnos totalmente en él, y no queda-
remos trastornados en medio de la Confusión de voces.

DTG:655. Todo lo que llevaba el sacerdote había de ser entero y sin defecto. Estas her-
mosas vestiduras oficiales representaban el carácter del gran prototipo, Jesucristo. Nada
que no fuese perfecto, en la vestidura y la actitud, en las palabras y el espíritu, po-
Pág. 40
día ser aceptable para Dios. Él es santo, y su gloria y perfección deben ser repre-
sentadas por el servicio terrenal. Nada que no fuese la perfección podía representar
debidamente el carácter sagrado del servicio celestial.

RH, 19 de Noviembre de 1895. Las promesas de Dios son como flores dispersadas en un
jardín. El Señor desearía que nos espaciemos en ellas, viéndolas de cerca, absorbiendo
su hermosura, y apreciando el favor que Dios nos ha dado al hacer provisiones tan ricas
para nuestra necesidad. Si no fuera por nuestra contemplación de las promesas de Dios,
no pudiéramos entender su inmerecido amor y compasión hacia nosotros, ni reconocer
cuán ricos son los tesoros preparados para aquellos que le aman. Él desearía que el co-
razón reposara en fe sobre Él, la única suficiencia del agente humano. Hemos de
enviar nuestras peticiones a través de las nubes más oscuras que Satanás pueda
echar sobre nosotros; y permitir que nuestra fe atraviese hasta el trono de Dios ro-
deado por el arco iris de la promesa, la seguridad de que Dios es verdadero, que en
él no hay variación ni sombra de cambio.

1SAT:17-18. Pudiéramos ir a los paganos y decirles que amamos la verdad y servi-


mos al Dios verdadero; y ellos os dirán que ellos son quienes adoran al Dios verda-
dero y viviente. No tenemos otra forma de distinguir quién es el Dios verdadero y
viviente, sólo al tornarnos a su mandamiento. Ese Dios que creó los altos árboles y
todo lo que es amable y bello bajo los cielos, Aquel que establece las montañas con sus
balanzas---ese es el Dios verdadero y viviente; él creó el universo entero. Y estos man-
damientos nos indican quién es el verdadero Dios. Si Satanás pudiera sacar este cuar-
to mandamiento del decálogo, entonces no podréis distinguir quién fuera el Dios
verdadero y viviente.

ST, 18 de Marzo de 1897. “Pero el Señor es el verdadero Dios, él es el Dios viviente, y


un Rey eterno; a su ira el mundo temblará, y las naciones no serán capaces de soportar
su indignación. Así dirán a ellos: “Los dioses que no han hecho los cielos y la tierra, aun
ellos perecerán de la tierra, y de debajo de los cielos. Él ha hecho la tierra por su poder,
él ha establecido el mundo por su sabiduría, y ha estrechado los cielos por su discreción.
Cuando él hace oír su voz, es como una multitud de aguas en los cielos, y él hace que
ascienda la neblina de los confines de la tierra; él hace los relámpagos con lluvia, y saca
el viento de sus depósitos.” Los paganos en su ceguera se inclinan a los ídolos de ma-
dera y piedra. “Sean estos nuestros dioses,” dicen ellos. Pero en el cuarto manda-
miento tenemos prueba de que nuestro Dios es el Dios verdadero y viviente.

ST, 7 de Abril de 1898. Dios es verdadero. Él reina, y reinará a pesar de que la igle-
sia y el mundo han entrado en una confederación para abolir su ley. Época tras épo-
ca Satanás ha estado cegando al hombre mediante sus engaños. Él ha cooperado con
agentes humanos en un esfuerzo para hacer falso lo verdadero. Ha obrado con intensidad
para desafiar al Dios del cielo haciendo de ningún efecto Su ley. Pero esto no lo ha lo-
Pág. 41
grado; pues en el arca de Dios en el cielo se encuentran las tablas de piedra sobre las
cuales están escritos los preceptos que son el fundamento de su gobierno. Y el sábado,
que Dios declara ser la señal de la lealtad de su pueblo, está puesto en el seno del decá-
logo. Su santidad alcanza hasta la eternidad; pues Dios declara que de luna nueva a luna
nueva, de sábado en sábado, sus súbditos vendrán a adorar delante de él en la tierra re-
novada.

HAp:185-186. Por tres sábados sucesivos Pablo predicó a los tesalonicenses, razonando
con ellos de las Escrituras en cuanto a la vida, 186 muerte, resurrección, mediación, y
gloria futura de Cristo, el Cordero "muerto desde el principio del mundo." (Apoc. 13: 8.)
Ensalzó a Cristo, el debido entendimiento de cuyo ministerio es la llave que abre las
Escrituras del Antiguo Testamento y da acceso a sus ricos tesoros.

PVGM:103. El significado del sistema de culto judaico todavía no se entiende ple-


namente. Verdades vastas y profundas son bosquejadas por sus ritos y símbolos.
El Evangelio es la llave que abre sus misterios. Por medio de un conocimiento del
plan de redención, sus verdades son abiertas al entendimiento. Es nuestro privilegio en-
tender estos maravillosos temas en un grado mucho mayor de lo que los entendemos.
Hemos de comprender las cosas profundas de Dios. Los ángeles desean contemplar las
verdades reveladas a las personas que con corazón contrito están investigando la Palabra
de Dios, y están orando para alcanzar más de la longitud y la anchura, la profundidad y
la altura del conocimiento que sólo él puede dar.

CM:36. El conocimiento de Dios y de Jesucristo expresado en el carácter es la más


alta de todas las educaciones. Es la llave que abrirá los portales de la ciudad celes-
tial. Es propósito de Dios que todos los que se visten de Cristo posean este conocimien-
to.

DTG:558. Millares se vuelven incrédulos porque sus mentes finitas no pueden compren-
der los misterios de Dios. No pueden explicar la maravillosa manifestación del poder di-
vino en sus providencias, y por lo tanto rechazan las evidencias de un poder tal, atribu-
yéndolas a los agentes naturales que les son aun más difíciles de comprender. La única
clave de los misterios que nos rodean consiste en reconocer en todos ellos la presen-
cia y el poder de Dios. Los hombres necesitan reconocer a Dios como el Creador del
universo, el que ordena y ejecuta todas las cosas. Necesitan una visión más amplia
de su carácter y del misterio de sus agentes.

DTG:675. Cristo afirmó que su palabra era en si misma una llave que abriría el
misterio para aquellos que estuviesen preparados para recibirlo. Esta palabra tenía
un poder que la recomendaba, y en ello estribaba el secreto de la difusión de su reino de
verdad. Deseaba que Pilato comprendiese que únicamente si recibía y aceptaba la ver-
dad podría reconstruirse su naturaleza arruinada.
Pág. 42
LHU:31. Es imposible que la mente humana entienda las meditaciones del Hijo de Dios
cuando contempló con interés el Templo por primera vez. Al caminar en sus cortes, y
discernir su vista la obra del sacerdote que ministraba, el altar con su sangrante víctima,
el incienso santo elevándose hacia Dios, y los misterios del lugar Santísimo detrás del
velo; y comprender la realidad que estas ceremonias prefiguraban, no podemos com-
prender qué pensamientos fueron despertados en su corazón. Cristo mismo era la clave
para abrir todos estos sagrados misterios que José y María entendían parcialmente.
Todos estos fueron instituidos para representar a Cristo, y se cumplieron en su
muerte.

ML:301. “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” Un conocimiento de este mis-


terio nos da la llave para entender todo otro misterio. Abre para el alma los tesoros
del universo, las posibilidades de crecimiento infinito.

RH, 15 de Marzo de 1892. No hay necesidad que andemos con hambre; no hay nece-
sidad de tener sed mientras el almacén del cielo está abierto para nosotros, y la lla-
ve es puesta en nuestra mano. ¿En qué consiste la llave? Fe, la cual es el don de
Dios. Abrid el almacén; tomad de sus ricos tesoros. Que Dios nos ayude a aferrarnos
de las realidades eternas, y “cuando Cristo, quien es nuestra vida, aparezca, entonces vo-
sotros también os presentaréis con él en gloria”.

1MS:71-72. Se pretende que esas expresiones demuestran la doctrina de la puerta cerra-


da, y que ésa es la razón para su omisión en ediciones posteriores. Pero en realidad sólo
enseñan lo que ha sido sostenido por nosotros como pueblo, y todavía lo es, como lo
demostraré.
Por un tiempo después del chasco de 1844, sostuve junto con el conjunto de adven-
tistas que la puerta de la gracia quedó entonces cerrada para siempre para el mun-
do. Tomé esa posición antes de que se me diera mi primera visión. Fue la luz que me
dio Dios la que corrigió nuestro error y nos capacitó para ver la verdadera situación.
Todavía creo en la teoría de la puerta cerrada, pero no en el sentido en que se em-
pleó el término al principio o en el que es empleado por mis oponentes.
Hubo una puerta cerrada en los días de Noé. Entonces fue retirado el Espíritu de
Dios de la raza pecaminosa que pereció en las aguas del diluvio. Dios mismo dio a
Noé el mensaje de la puerta cerrada:
"No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne;
mas serán sus días ciento veinte años" (Gén. 6:3).
Hubo una puerta cerrada en los días de Abrahán.
La misericordia dejó de interceder por los habitantes de Sodoma, y todos, con excepción
de Lot, su esposa y dos hijas, fueron consumidos por el fuego que descendió del cielo.
Hubo una puerta cerrada en los días de Cristo. El Hijo de Dios declaró a los judíos in-
crédulos de esa generación: "Vuestra casa os es dejada desierta" (Mat. 23:38).
Mirando hacia la corriente del tiempo en los últimos días, el mismo poder infinito pro-
Pág. 43
clamó mediante Juan:
"Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno
cierra, y cierra y ninguno abre" (Apoc. 3:7).
Se me mostró en visión, y todavía lo creo, que hubo una puerta cerrada en 1844.
Todos los que vieron la luz de los mensajes del primero y segundo ángeles y recha-
zaron esa luz, fueron dejados en tinieblas. Y los que la aceptaron y recibieron el Espí-
ritu Santo que acompañó a la proclamación del mensaje celestial, y que después renun-
ciaron a su fe y declararon que su experiencia había sido un engaño, de ese modo recha-
zaron al Espíritu de Dios, y éste no intercedió más por ellos.
Los que no vieron la luz, no fueron culpables de rechazarla. Los únicos a los cuales el
Espíritu de Dios no podía alcanzar eran los que habían despreciado la luz celestial. Y en
esa clase estaban incluidos, como lo he dicho, tanto los que rehusaron aceptar el mensaje
cuando les fue presentado, como los que, habiéndolo recibido, después renunciaron a su
fe. Estos podrían tener una forma de piedad y profesar ser seguidores de Cristo. Pero no
teniendo una comunicación viviente con Dios, eran llevados cautivos por los engaños de
Satanás. Se presentan esas dos clases en la visión los que declararon que era un engaño
la luz que habían seguido, y los impíos del mundo que, habiendo rechazado la luz, ha-
bían sido rechazados por Dios. No se hace referencia a los que no habían visto la luz y,
por lo tanto, no eran culpables de su rechazo.

PE:42-43. El sábado 24 de Marzo de 1849 tuvimos con los hermanos de Topsham, Mai-
ne, una reunión muy agradable e interesante. El Espíritu Santo fue derramado sobre no-
sotros y fui arrebatada en Espíritu a la ciudad del Dios viviente. Luego se me mostró
que los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo acerca de la puerta ce-
rrada no pueden separarse, y que el tiempo en que los mandamientos de Dios ha-
bían de resplandecer en toda su importancia y cuando el pueblo de Dios había de
ser probado acerca de la verdad del sábado era cuando se abriese la puerta en el
lugar santísimo del santuario celestial, donde está el arca que contiene los diez
mandamientos. Esta puerta no se abrió hasta que hubo terminado la mediación de
Jesús en el lugar santo del santuario en 1844. Entonces Jesús se levantó, cerró la
puerta del lugar santo, abrió la que da al santísimo y pasó detrás del segundo velo, donde
está ahora al lado del arca y adonde llega la fe de Israel ahora.
Vi que Jesús había cerrado la puerta del lugar santo, y nadie podía abrirla; y que
había abierto la puerta que da acceso al lugar santísimo, y nadie puede cerrarla.
(Apoc 3:7-8); y que desde que Jesús abrió la puerta que da al lugar santísimo, que con-
tiene el arca, los mandamientos han estado brillando hacia los hijos de Dios, y éstos son
probados acerca de la cuestión del sábado.
Vi que la prueba actual acerca del sábado no podía producirse antes que terminase la
mediación de Cristo en el lugar santo y él hubiese pasado al interior del segundo velo.
Por lo tanto, los cristianos que durmieron antes que se abriese la puerta de acceso al san-
tísimo cuando terminó el clamor de medianoche, el séptimo mes, en 1844, sin haber
guardado el verdadero día de reposo, descansan ahora en esperanza; porque no tuvieron
Pág. 44
la luz ni la prueba acerca del sábado que tenemos ahora desde que la puerta se abrió. Vi
que Satanás estaba tentando acerca de este punto a algunos de los hijos de Dios. Debido
a que tantos buenos cristianos se durmieron en los triunfos de la fe sin haber guardado el
verdadero día de reposo, dudaban de que éste fuese una prueba para nosotros ahora.
Los enemigos de la verdad presente han estado tratando de abrir la puerta del lu-
gar santo, que Jesús cerró, y de cerrar la puerta del lugar santísimo, que él abrió en
1844, donde está el arca que contiene las dos tablas de piedra en las cuales fueron
escritos por el dedo de Jehová los diez mandamientos.

PE:86. La visión de "La Puerta Abierta y la Puerta Cerrada," de las páginas 42-45, fue
dada en 1849. La aplicación de Apoc. 3:7-8 al santuario celestial y al ministerio de Cris-
to me resultaba enteramente nueva. Nunca había oído esa idea expresada por alguien.
Ahora que se comprende claramente el tema del santuario, la aplicación se desprende
con toda su fuerza y belleza.

PE:250-251. Se me mostró el amargo chasco que sufrió el pueblo de Dios por no ver a
Jesús en la fecha en que lo esperaba. No sabían por qué el Salvador no había venido,
pues no veían prueba alguna de que no hubiese terminado el tiempo profético. Dijo el
ángel: "¿Ha fallado la palabra de Dios? ¿Ha faltado Dios en cumplir sus promesas? No;
ha cumplido cuanto prometió. Jesús se ha levantado a cerrar la puerta del lugar san-
to del santuario celestial, y ha abierto una puerta en el lugar santísimo y ha entrado
a purificar el santuario. Todos los que esperan pacientemente comprenderán el miste-
rio. El hombre se ha equivocado; pero no ha habido fracaso por parte de Dios. Todo
cuanto Dios prometió se ha cumplido; pero el hombre creía equivocadamente que la tie-
rra era el santuario que debía ser purificado al fin de los períodos proféticos. Lo que ha
fracasado fue la expectación del hombre, no la promesa de Dios".
Jesús envió sus ángeles a dirigir la atención de los desalentados hacia el lugar santísimo
adonde él había ido para purificar el santuario y hacer expiación especial por Israel. Je-
sús dijo a los ángeles que todos cuantos lo hallaran comprenderían la obra que iba a
efectuar. Vi que mientras Jesús estuviera en el santuario se desposaría con la nueva Jeru-
salén, y una vez cumplida su obra en el lugar santísimo descendería a la tierra con regio
poder para llevarse consigo las preciosas almas que hubiesen aguardado pacientemente
su regreso.
Se me mostró lo que había ocurrido en el cielo al terminar en 1844 los períodos
proféticos. Cuando Jesús concluyó su ministerio en el lugar santo y cerró la puerta
de ese departamento, densas tinieblas envolvieron a quienes habían oído y rechaza-
do el mensaje de su advenimiento y lo habían perdido de vista a él. Jesús se revistió
entonces de preciosas vestiduras. Alrededor de la orla inferior de su manto ostentaba en
alternada sucesión una campanilla y una granada. De sus hombros colgaba un pectoral
de curiosa labor. Cuando él andaba, el pectoral refulgía como diamantes y se ampliaban
unas letras que parecían nombres escritos o grabados en el pectoral. En la cabeza lleva-
ba algo que parecía una corona. Una vez que estuvo completamente ataviado, le rodea-
Pág. 45
ron los ángeles y en un flamígero carro penetró tras el segundo velo.

PE:254-255. Cuando cesó el ministerio de Jesús en el lugar santo y pasó él al santí-


simo para estar de pie delante del arca que contenía la ley de Dios, envió otro pode-
roso ángel con un tercer mensaje para el mundo. Un pergamino fue puesto en la
mano del ángel, y mientras descendía a la tierra con poder y majestad, proclamaba una
terrible amonestación, acompañada de las más tremendas amenazas que jamás se dirigie-
ron contra el hombre. Tenía por objeto aquel mensaje poner en guardia a los hijos de
Dios revelándoles la hora de tentación y angustia que los aguardaba. Dijo el ángel:
"Tendrán que combatir tesoneramente contra la bestia y su imagen. Su única esperanza
de vida eterna consiste en permanecer firmes. Aunque se vean en peligro de muerte, de-
ben sostener firmemente la verdad." El tercer ángel concluye así su mensaje: "Aquí está
la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús."
Al repetir el ángel estas palabras, señalaba al santuario celestial. La atención de cuantos
aceptan este mensaje se dirige hacia el lugar santísimo, donde Jesús está de pie delante
del arca, realizando su intercesión final por todos aquellos para quienes hay todavía mi-
sericordia, y por los que hayan violado ignorantemente la ley de Dios. Esta expiación es
hecha tanto para los justos muertos como para los justos vivos. Incluye a todos los que
murieron confiando en Cristo, aunque, por no haber recibido luz acerca de los manda-
mientos de Dios, hubiesen pecado ignorantemente al transgredir sus preceptos.
Después que Jesús abrió la puerta del lugar santísimo, vióse la luz del sábado, y el
pueblo de Dios fue probado, como antiguamente lo fueron los hijos de Israel, para
ver si quería guardar la ley de Dios. Vi que el tercer ángel señalaba hacia lo alto, indi-
cando a los que habían sido chasqueados el camino al lugar santísimo del santuario ce-
lestial. Los que por fe entraban al lugar santísimo, hallaban a Jesús, y resurgían en ellos
la esperanza y el júbilo. Vi que volvían los ojos hacia atrás, recapitulando el pasado,
desde la proclamación del segundo advenimiento de Jesús hasta la experiencia sufrida al
transcurrir la fecha de 1844. Vieron la explicación de su chasco, y de nuevo los alentó
una gozosa certidumbre. El tercer ángel había esclarecido el pasado, el presente y el
porvenir, y ellos sabían que en efecto Dios los había guiado con su misteriosa providen-
cia.

CS:481. En el servicio del santuario terrenal que, como ya lo vimos, es una figura del
servicio que se efectúa en el santuario celestial, cuando el sumo sacerdote entraba el día
de la expiación en el lugar santísimo terminaba el servicio del primer departamento.
Dios mandó: "No ha de haber hombre alguno en el Tabernáculo de Reunión cuando él
entrare para hacer expiación dentro del Santuario, hasta que salga." (Lev. 16:17, V.M.)
Así que cuando Cristo entró en el lugar santísimo para consumar la obra final de la
expiación, cesó su ministerio en el primer departamento. Pero cuando terminó el
servicio que se realizaba en el primer departamento, se inició el ministerio en el se-
gundo departamento. Cuando en el servicio típico el sumo sacerdote salía del lugar
santo el día de la expiación, se presentaba ante Dios, para ofrecer la sangre de la víctima
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ofrecida por el pecado de todos los israelitas que se arrepentían verdaderamente. Así
también Cristo sólo había terminado una parte de su obra como intercesor nuestro para
empezar otra, y sigue aún ofreciendo su sangre ante el Padre en favor de los pecadores.
Este asunto no lo entendieron los adventistas de 1844. Después que transcurriera la fe-
cha en que se esperaba al Salvador, siguieron creyendo que su venida estaba cercana;
sostenían que habían llegado a una crisis importante y que había cesado la obra de Cristo
como intercesor del hombre ante Dios. Les parecía que la Biblia enseñaba que el tiempo
de gracia concedido al hombre terminaría poco antes de la venida misma del Señor en
las nubes del cielo. Eso parecía desprenderse de los pasajes bíblicos que indican un
tiempo en que los hombres buscarán, golpearán y llamarán a la puerta de la misericordia,
sin que ésta se abra. Y se preguntaban si la fecha en que habían estado esperando la ve-
nida de Cristo no señalaba más bien el comienzo de ese período que debía preceder in-
mediatamente a su venida. Habiendo proclamado la proximidad del juicio, consideraban
que habían terminado su labor para el mundo, y no sentían más la obligación de trabajar
por la salvación de los pecadores, en tanto que las mofas atrevidas y blasfemas de los
impíos les parecían una evidencia adicional de que el Espíritu de Dios se había retirado
de los que rechazaran su misericordia. Todo esto les confirmaba en la creencia de que el
tiempo de gracia había terminado, o, como decían ellos entonces, que "la puerta de la
misericordia estaba cerrada."
Pero una luz más viva surgió del estudio de la cuestión del santuario. Vieron entonces
que tenían razón al creer que el fin de los 2.300 días, en 1844, había marcado una crisis
importante. Pero si bien era cierto que se había cerrado la puerta de esperanza y de gra-
cia por la cual los hombres habían encontrado durante mil ochocientos años acceso a
Dios, otra puerta se les abría, y el perdón de los pecados era ofrecido a los hombres por
la intercesión de Cristo en el lugar santísimo. Una parte de su obra había terminado tan
sólo para dar lugar a otra. Había aún una "puerta abierta" para entrar en el santuario ce-
lestial donde Cristo oficiaba en favor del pecador.
Entonces comprendieron la aplicación de las palabras que Cristo dirigió en el Apocalip-
sis a la iglesia correspondiente al tiempo en que ellos mismos vivían: "Estas cosas dice
el que es santo, el que es veraz, el que tiene la llave de David, el que abre, y ninguno cie-
rra, y cierra, y ninguno abre: Yo conozco tus obras: he aquí he puesto delante de ti una
puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar." (Apoc. 3:7-8, V.M.)
Son los que por fe siguen a Jesús en su gran obra de expiación, quienes reciben los bene-
ficios de su mediación por ellos, mientras que a los que rechazan la luz que pone a la
vista este ministerio, no les beneficia. Los judíos que rechazaron la luz concedida en el
tiempo del primer advenimiento de Cristo, y se negaron a creer en él como Salvador del
mundo, no podían ser perdonados por intermedio de él. Cuando en la ascensión Jesús
entró por su propia sangre en el santuario celestial para derramar sobre sus discípulos las
bendiciones de su mediación, los judíos fueron dejados en oscuridad completa y siguie-
ron con sus sacrificios y ofrendas inútiles. Había cesado el ministerio de símbolos y
sombras. La puerta por la cual los hombres habían encontrado antes acceso cerca de
Dios, no estaba más abierta. Los judíos se habían negado a buscarle de la sola manera en
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que podía ser encontrado entonces, por el sacerdocio en el santuario del cielo. No encon-
traban por consiguiente comunión con Dios. La puerta estaba cerrada para ellos. No co-
nocían a Cristo como verdadero sacrificio y único mediador ante Dios; de ahí que no
pudiesen recibir los beneficios de su mediación.
La condición de los judíos incrédulos ilustra desconocen voluntariamente la obra de
nuestro misericordioso Sumo Sacerdote. En el servicio típico, cuando el sumo sacerdote
entraba en el lugar santísimo, todos los hijos de Israel debían reunirse cerca del santuario
y humillar sus almas del modo más solemne ante Dios, a fin de recibir el perdón de sus
pecados y no ser separados de la congregación. ¡Cuánto más esencial es que en nuestra
época antitípica de la expiación comprendamos la obra de nuestro Sumo Sacerdote, y
sepamos qué deberes nos incumben!
Los hombres no pueden rechazar impunemente los avisos que Dios les envía en su mise-
ricordia. Un mensaje fue enviado del cielo al mundo en tiempo de Noé, y la salvación de
los hombres dependía de la manera en que aceptaran ese mensaje. Por el hecho de que
ella había rechazado la amonestación, el Espíritu de Dios se retiró de la raza pecadora
que pereció en las aguas del diluvio. En tiempo de Abrahán la misericordia dejó de ale-
gar con los culpables vecinos de Sodoma, y todos, excepto Lot con su mujer y dos hijas,
fueron consumidos por el fuego que descendió del cielo. Otro tanto sucedió en días de
Cristo. El Hijo de Dios declaró a los judíos incrédulos de aquella generación: "He aquí
vuestra casa os es dejada desierta." (Mat. 23:38). Considerando los últimos días, el mis-
mo- Poder Infinito declara respecto de los que "no recibieron el amor de la verdad para
ser salvos:" "Por lo tanto, les envía Dios operación de error, para que crean a la mentira;
para que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, antes consintieron a la
iniquidad." (2 Tes. 2:10-12.) A medida que se rechazan las enseñanzas de su Palabra,
Dios retira su Espíritu y deja a los hombres en brazos del engaño que tanto les gusta.
Pero Cristo intercede aún por el hombre, y se otorgará luz a los que la buscan. Aunque
esto no lo comprendieron al principio los adventistas, les resultó claro después, a medida
que los pasajes bíblicos que definen la verdadera posición de ellos empezaron a hacerse
inteligibles.
Cuando pasó la fecha fijada para 1844, hubo un tiempo de gran prueba para los que con-
servaban aún la fe adventista. Su único alivio en lo concerniente a determinar su verda-
dera situación, fue la luz que dirigió su espíritu hacia el santuario celestial. Algunos de-
jaron de creer en la manera en que habían calculado antes los períodos proféticos, y atri-
buyeron a factores humanos o satánicos la poderosa influencia del Espíritu Santo que
había acompañado al movimiento adventista. Otros creyeron firmemente que el Señor
los había conducido en su vida pasada; y mientras esperaban, velaban y oraban para co-
nocer la voluntad de Dios, llegaron a comprender que su gran Sumo Sacerdote había
empezado a desempeñar otro ministerio y, siguiéndole con fe, fueron inducidos a ver
además la obra final de la iglesia. Obtuvieron un conocimiento más claro de los mensa-
jes de los primeros ángeles, y quedaron preparados para recibir y dar al mundo la solem-
ne amonestación del tercer ángel de Apocalipsis 14.
Pág. 48
CS:488. Se hizo cuanto se pudo por conmover su fe. Nadie podía dejar de ver que si el
santuario terrenal era una figura o modelo del celestial, la ley depositada en el arca en la
tierra era exacto trasunto de la ley encerrada en el arca del cielo; y que aceptar la verdad
relativa al santuario celestial envolvía el reconocimiento de las exigencias de la ley de
Dios y la obligación de guardar el sábado del cuarto mandamiento. En esto estribaba el
secreto de la oposición violenta y resuelta que se le hizo a la exposición armoniosa de
las Escrituras que revelaban el servicio desempeñado por Cristo en el santuario celestial.
Los hombres trataron de cerrar la puerta que Dios había abierto y de abrir la que
él había cerrado. Pero "el que abre, y ninguno cierra; y cierra, y ninguno abre,"
había declarado: "He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie
podrá cerrar". (Apoc. 3:7-8, V.M.) Cristo había abierto la puerta, o ministerio, del
lugar santísimo, la luz brillaba desde la puerta abierta del santuario celestial, y se
vio que el cuarto mandamiento estaba incluido en la ley allí encerrada; lo que Dios
había establecido, nadie podía derribarlo.

Versículo 8. “Conozco tus obras. He abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar;
porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi Palabra, y no has negado mi Nom-
bre”.

RH, 10 de Septiembre de 1905. El Señor queda muy deshonrado cuando prácticas


erradas son llevadas a cabo por los miembros de su iglesia. Estas malas prácticas
despiertan un espíritu de hostilidad, lucha y crítica. Dios ve debajo de la superficie.
Él lee el corazón de cada uno, y él conoce los que están siguiendo el camino errado.
Dice a todos: “Yo conozco tus obras.” Cuántas veces han leído estas palabras los que
están abusando de los preciosos dones del cielo, y sin embargo no hacen cambio alguno
en sus vidas. Debemos despertar del letargo espiritual. Debemos nacer de nuevo. Existe
un lamentable decaimiento en la experiencia cristiana. Rara vez se ve una vida realmente
piadosa.

Y CONOZCO TUS OBRAS. Véase también EGW sobre 2:2, 13.

PVGM:88. La salvación es un don gratuito, y sin embargo ha de ser comprado y vendi-


do. En el mercado administrado por la misericordia divina, la perla preciosa se represen-
ta vendiéndose sin dinero y sin precio. En este mercado, todos pueden obtener las mer-
cancías del cielo. La tesorería que guarda las joyas de la verdad está abierta para todos.
"He aquí he dado una puerta abierta delante de ti declara el Señor, la cual ninguno
puede cerrar". Ninguna espada guarda el paso por esa puerta. Las voces que pro-
vienen de los que están adentro y de los que están a la puerta dicen: Ven. La voz del
Salvador nos invita con amor fervoroso: "Yo Te: amonesto que de mí compres oro afi-
nado en fuego, para que seas hecho rico"

Ed:282. Amados maestros, cuando consideréis vuestra necesidad de fuerza y direc-


Pág. 49
ción, necesidad que ninguna fuente humana puede suplir, os ruego que penséis en
las promesas de Aquel que es un maravilloso Consejero.
"He aquí -dice- he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá ce-
rrar".
"Clama a mí, y yo Te: responderé". "Te: haré entender, y Te: enseñaré el camino en
que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos".
"He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".
Como la preparación más elevada para vuestro trabajo os aconsejo las palabras, la vida y
los métodos del Príncipe de los maestros. Os ruego que lo consideréis. Él es vuestro ver-
dadero ideal. Contempladlo, meditad en él, hasta que el Espíritu del Maestro divino to-
me posesión de vuestro corazón y vuestra vida.

CS:481. Cuando haya terminado este examen, cuando se haya fallado respecto de
los que en todos los siglos han profesado ser discípulos de Cristo, entonces y no an-
tes habrá terminado el tiempo de gracia, y será cerrada la puerta de misericordia.
Así que las palabras: "Las que estaban preparadas entraron con él a las bodas, y fue ce-
rrada la puerta," nos conducen a través del ministerio final del Salvador, hasta el mo-
mento en que quedará terminada la gran obra de la salvación del hombre.

RH, 25 de Agosto de 1885. Cristo dice: “Yo conozco tus obras, he puesto delante de
ti una puerta abierta, y ningún hombre puede cerrarla.” Cuán duro trabajan los
hombres para cerrar esa puerta, pero no son capaces. El testimonio de Juan es: “Y
el templo de Dios fue abierto en el cielo, y fue visto en su templo el arca de su tes-
tamento.” Debajo del propiciatorio, dentro del arca, estaban las dos tablas de piedra,
que contenían la ley de Jehová. Los fieles de Dios vieron la luz que brilló desde la ley, la
ley a ser dada al mundo. Y ahora la intensa actividad de Satanás es la de cerrar esa
puerta de luz; pero Jesús dice que ningún hombre la puede cerrar. Los hombres se
apartarán de la luz, la denunciarán, la despreciarán, pero aun brilla en rayos cla-
ros y distintos para alegrar y bendecir a todo el que la quiera ver.

HHD:21. No es la manifestación de su gracia, terrible majestad y poder sin parangón lo


que nos dejará sin excusa si le rehusamos nuestro amor y nuestra obediencia. Es el
amor, la compasión, la paciencia, la longanimidad que ha manifestado lo que testificará
en contra de aquellos que no han ofrecido el servicio voluntario de sus vidas. Los que se
convierten a Dios con corazón, alma y mente, encontrarán en él apacible seguridad . . .
Él conoce justamente lo que necesitamos, justamente lo que podemos soportar, y nos da-
rá gracia para soportar toda prueba que sobrevenga. Mi oración constante es que nos
acerquemos más a Dios. MS:20, 32-34, 1892.

1MS:84. Fue en mi primer viaje al este, al ir a relatar mis visiones, cuando la pre-
ciosa luz acerca del santuario celestial fue expuesta delante de mí, y se me mostró la
puerta abierta y cerrada. Creíamos que el Señor vendría pronto en las nubes del cielo.
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Se me mostró que había una gran obra que hacer en el mundo para los que no habiendo
tenido la luz, no la habían rechazado. Nuestros hermanos no podían entender esto debido
a nuestra fe en la inmediata aparición de Cristo. Algunos me acusaron de decir que el
Señor se tardaba en venir, especialmente los fanáticos. Vi que en 1844 Dios había abier-
to una puerta que ningún hombre podía cerrar, y cerrado una puerta que ningún hombre
podía abrir. Los que rechazaron la luz que fue dada al mundo por el mensaje del segun-
do ángel quedaron en tinieblas, y cuán grandes eran esas tinieblas.

6T:467. Las sencillas oraciones movidas por el Espíritu Santo ascenderán hasta atravesar
los portales, por la puerta abierta que Cristo ha declarado: ‘Yo he abierto, y ningún
hombre puede cerrar.’ Estas oraciones, mezcladas con el incienso de la perfección de
Cristo, ascenderán como fragancia hasta llegar al Padre, y respuestas vendrán.

9T:182. Hermanos, os exhorto a acudir a Cristo y a beber en abundancia de las aguas de


salud. No apeléis a vuestros propios sentimientos. No confundáis el sentimentalismo
con la religión. Dejad todo apoyo humano y confiad por completo en Cristo. Necesitáis
recibir una nueva preparación antes de poder trabajar en la salvación de las almas. Vues-
tras palabras y vuestras acciones ejercen una influencia sobre otros, y en el día de Dios
deberéis dar cuenta de esa influencia. Jesús dice: "He dado una puerta abierta delan-
te de ti, la cual ninguno puede cerrar." (Apoc. 3: 8.) De esa puerta brota luz, y si
queremos podemos recibirla. Miremos hacia esa puerta abierta, y procuremos re-
cibir todo lo que Cristo quiere otorgarnos.

TM:104. Nadie debe pretender que tiene toda la luz que existe para el pueblo de Dios.
El Señor no tolerará esta condición. El ha dicho: "He aquí, he dado una puerta abierta
delante de ti, la cual ninguno puede cerrar". Aun cuando nuestros hombres dirigentes
rechacen la luz y la verdad, esa puerta permanecerá aún abierta. El Señor suscitará a
hombres que den al pueblo el mensaje para este tiempo.

7CBA:972. El Testigo fiel y verdadero declara: "He aquí, he puesto delante de ú


una puerta abierta". Agradezcamos a Dios con corazón, alma y voz; y aprendamos
a acercarnos a él como por una puerta abierta, creyendo que podemos ir a él li-
bremente con nuestras peticiones, y que él oirá y contestará. Mediante una fe vi-
viente en su poder para ayudar, recibiremos fortaleza para reñir las batallas del Señor
con la confiada seguridad de la victoria (RH, 09-07-1908).
El testigo fiel nos ha dado la seguridad de que ha puesto ante nosotros una puerta
abierta que nadie puede cerrar. Muchos de los privilegios del mundo se les pueden
negar a los que están procurando ser fieles a Dios; su camino puede ser obstruido y su
obra estorbada por los enemigos de la verdad, pero no hay poder capaz de cerrar la puer-
ta de comunicación entre Dios y sus almas. El cristiano puede cerrar esa puerta compla-
ciéndose en el pecado o rechazando la luz del cielo; puede apartar sus oídos para no es-
cuchar el mensaje de verdad, y así puede cortar la conexión entre Dios y su alma... Ni el
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hombre ni Satanás pueden cerrar la puerta que Cristo ha abierto para nosotros (RH, 26-
03-1889).

[Se cita Apoc. 3:8-9). Cada vez que seamos tentados, tenemos esta puerta abierta para
contemplar. Ningún poder puede ocultar de nosotros la luz de la gloria que brilla proce-
dente de los umbrales del cielo a lo largo de toda la escalera que debemos subir, pues el
Señor nos ha dado fortaleza en su fortaleza, valor en su valor, luz en su luz. Cuando los
poderes de las tinieblas sean vencidos, cuando la luz de la gloria de Dios inunde el mun-
do, veremos y entenderemos más claramente de lo que lo hacemos hoy. Si sólo com-
prendiéramos que la gloria de Dios nos rodea, que el cielo está más cerca de la tierra de
lo que suponemos, tendríamos un cielo en nuestros hogares mientras nos preparamos pa-
ra el cielo de lo alto (MS 92, 1901).

CS:453. Entre todos los grandes movimientos religiosos habidos desde los días de los
apóstoles, ninguno resultó más libre de imperfecciones humanas y engaños de Satanás
que el del otoño de 1844. Ahora mismo, después del transcurso de muchos años, todos
los que tomaron parte en aquel movimiento y han permanecido firmes en la verdad,
sienten aún la santa influencia de tan bendita obra y dan testimonio de que ella era de
Dios.

CS:444-445. Se comprendía que la venida de Cristo, anunciada por el mensaje del pri-
mer ángel, estaba representada por la venida del esposo. La extensa obra de reforma que
produjo la proclamación de su próxima venida, correspondía a la salida de las vírgenes.
Tanto en esta parábola como en la de Mateo 24, se representan dos clases de personas.
Unas y otras habían tomado sus lámparas, la Biblia, y a su luz salieron a recibir al
Esposo. Pero mientras que "las insensatas, cuando tomaron sus lámparas, no to-
maron aceite consigo", "las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente
con sus lámparas." Estas últimas habían recibido la gracia de Dios, el poder rege-
nerador e iluminador del Espíritu Santo, que convertía su Palabra en una antorcha
para los pies y una luz en la senda. A fin de conocer la verdad, habían estudiado las
Escrituras en el temor de Dios, y habían procurado con ardor que hubiese pureza
en su corazón y su vida. Tenían experiencia personal, fe en Dios y en su Palabra, y
esto no podían borrarlo el desengaño y la dilación.

CE:194. No obstante hombres de ciencia piensan que pueden comprender la sabi-


duría de Dios, aquello que él ha hecho o puede hacer. Prevalece mucho la idea que
él es restringido por sus propias leyes. Los hombres niegan o ignoran su existencia,
o piensan explicarlo todo, aun la operación de su Espíritu sobre el corazón hu-
mano; y ya no reverencian su nombre, ni temen su poder. No creen en lo sobrenatu-
ral, no entendiendo las leyes de Dios, o su poder infinito trabajando por medio de ellos.
Como suele usarse, el término “leyes de la naturaleza” compone lo que el hombre ha si-
do capaz de descubrir respecto a las leyes que gobiernan el mundo físico; pero cuán li-
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mitado es su conocimiento, y ¡cuán amplio el campo en el cual el Creador puede trabajar
en armonía con sus propias leyes, y no obstante totalmente más allá de la comprensión
de seres finitos!

DTG:324. El que quiera confesar a Cristo debe tener a Cristo en sí. No puede comunicar
lo que no recibió. Los discípulos podían hablar fácilmente de las doctrinas, podían repe-
tir las palabras de Cristo mismo; pero a menos que poseyeran una mansedumbre y un
amor como los de Cristo, no le estaban confesando. Un espíritu contrario al espíritu
de Cristo le negaría, cualquiera que fuese la profesión de fe. Los hombres pueden
negar a Cristo calumniando, hablando insensatamente y profiriendo palabras fal-
sas o hirientes. Pueden negarle rehuyendo las cargas de la vida, persiguiendo el
placer pecaminoso. Pueden negarle conformándose con el mundo, siguiendo una
conducta descortés, amando sus propias opiniones, justificando al yo, albergando
dudas, buscando dificultades y morando en tinieblas. De todas estas maneras, de-
claran que Cristo no está en ellos. Y "cualquiera que me negare delante de los
hombres --dice él-- le negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos"

RH, 28 de Noviembre de 1899. Nunca hubo un tiempo cuando esta advertencia fuera
más apropiada que en el tiempo presente. Un número demasiado grande de profe-
sos cristianos lo son sólo de nombre. No tienen raíz en sí. Sus corazones están llenos
de orgullo, impureza, ambición no santificada, auto importancia, y el amor a la su-
premacía. Podrán tener un conocimiento inteligente de la verdad, y podrán com-
probar que sus doctrinas son bíblicas y que tienen fundamento, pero sostienen la
verdad sólo en lo exterior. Por su curso de acción niegan al Salvador. Sus corazones
no están santificados mediante la verdad. No tienen santidad de corazón pues su conduc-
ta así lo muestra. A menos que el espíritu y los principios que caracterizaron la vida de
Cristo, sean implantados en el corazón, la vida de los tales no tiene rienda. La ley de
Dios debe estar escrita en el corazón, y la verdad divina debe iluminar el alma. Santidad,
misericordia, verdad y amor, deben ser introducidos en la vida. A menos que sea limpia-
do de su contaminación el templo del alma, a menos que haya pureza de corazón, y a
menos que se hagan sinceros esfuerzos para subir a la norma de la palabra de Dios, nun-
ca estarán preparados para ser compañeros de los puros y los santos; nunca vestirán el
lino blanco que es la justicia de los santos.

ST, 4 de Julio de 1895. Juan escribe: “No os he escrito porque no conocéis la verdad,
sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira proviene de la verdad. ¿Quién es
mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? El tal es el anticristo, el que niega al
Padre y al Hijo.” Existen aquellos que pretenden tener gran luz, quienes dicen que
tienen comunicación con los espíritus de los muertos, quienes niegan la divinidad
de Cristo, y haciendo así, niegan al Padre, a quien Cristo representó en la tierra.

Versículo 9. "Yo Te: entrego de la sinagoga de Satanás, a los que dicen ser judíos y no
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lo son, sino que mienten. Los obligaré a que vengan y se postren a tus pies, y sepan que
yo Te: he amado”.

MJ:274. Los libros que habéis estado leyendo han sido ideados por los agentes de Sata-
nás, para embrujar la mente con teorías formadas en la sinagoga de Satanás, para mos-
traros cómo podéis servir al maligno con dignidad satánica. ¡Cuán numerosos son los li-
bros de tendencias incrédulas, producidos con la intención de perturbar la mente me-
diante dudas espaciosas! Satanás los ha envuelto en su aliento ponzoñoso, y una mortí-
fera malaria espiritual afecta al alma que los lee.

MJ:275-276. Quisiera preguntar, ¿deben ser quemados los libros de magia? En la


sinagoga de Satanás hay lugares de atracción donde se fomenta y permite el liber-
tinaje, pero allí está el testigo, y un visitante invisible testifica de los actos realiza-
dos en las tinieblas. Satanás preside las reuniones de los vanos, orgullosos, alegres,
y es el animador de las escenas de algazara. Allí está disfrazado. A nuestro alrededor
se desarrolla la hechicería, y el mundo y la iglesia están bajo la influencia d aquel que
los inducirá a hacer cosas que jamás soñaron hacer. Si se los enterase de las cosas que
van a hacer, estarían tan asombrados como Hazael cuando el profeta le habló de su con-
ducta futura.

RH, 13 de Marzo de 1894. El círculo familiar ha de ser un círculo educativo. Padre y


madre han de ser maestros, y unidos bajo el mando de Cristo Jesús, han de llevar sus
responsabilidades. No pueden dar su tiempo a la visitación, al cultivo de hábitos munda-
nos, al entretenimiento de visitas que les hagan olvidarse de atender sus niños. Han de
dedicar su tiempo a enseñar sus niños cómo ser útiles, cómo ser una bendición para
otros. Donde esto es olvidado, Satanás temprano lleva a estos niños a su escuela, y
les enseña sus infernales artimañas. Jesús habló de la sinagoga de Satanás. Él (Sa-
tanás) tiene una religión que él enseña, y aquellos que aprenden en su escuela pron-
to revelan que él es su maestro. Satanás está velando para apresar los niños cuyos
padres son negligentes en cuidar. Un niño desobediente hará mucho daño a aque-
llos con quienes se asocia; pues él moldeará a otros niños tras su propio patrón.

RH, 14 de Abril de 1896. Aquellos que aman y guardan los mandamientos de Dios
son muy odiados por la sinagoga de Satanás, y los poderes del mal manifestarán su
odio hacia ellos a lo máximo. Juan previó el conflicto entre la iglesia remanente y el
poder del mal, y dijo: “El dragón fue airado con la mujer, y se fue a hacer guerra con el
remanente de su simiente, los que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testi-
monio de Cristo Jesús.” Las potestades de las tinieblas se unirán con agentes huma-
nos que se han entregado al control de Satanás, y las mismas escenas que fueron
mostradas en el juicio y la crucifixión de Cristo serán reavivadas. Al ceder a las in-
fluencias satánicas, los hombres serán transformados en alimañas; y aquellos que
fueron creados a la imagen de Dios, quienes fueron formados para honrar y glorifi-
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car a su Creador, llegarán a ser la habitación de dragones, y Satanás verá en una
raza apóstata su obra maestra de engaño, hombres que reflejan su propia imagen.

RH, 4 de Junio de 1901. La ley de Dios y la ley de Cesar han entrado en conflicto, y en-
trarán nuevamente en conflicto. La pregunta que nos toca contestar es: ¿Obedeceremos a
Dios, o a Cesar? Un gran movimiento está ahora en pie para poner al primer día de
la semana en el lugar del día que Dios ha santificado y bendecido. Satanás obra ba-
jo el manto de religión, y guiado por él, el profeso mundo cristiano será muy celoso
en obrar contra la ley de Dios. Satanás está guiando a hombres y mujeres a comple-
tar la ruina que él empezó en el cielo. Él desea que el mundo declare que la calamidad
por tierra, y mar, y la destrucción por inundación y fuego, son porque el día domingo es
hecho un sacrilegio. En esto estriba su engaño. Le agrada mucho cuando hombres y
mujeres exaltan el domingo; pues él ha estado obrando por siglos para poner al primer
día de la semana donde el séptimo debe estar. De aquellos que tan celosamente llevan a
cabo los designios del enemigo, Dios inquirirá: “¿Quién ha pedido esto de vuestra
mano?” “Obedecer es mejor que sacrificio, acatar mejor que el cebo de carneros”.

5CBA:1090. Los mensajeros celestiales despertaron toda la furia de la sinagoga de


Satanás. Este seguía los pasos de quienes cuidaban al niño Jesús. Oyó la profecía
de Simeón en los atrios del templo, el hombre que había esperado por mucho tiem-
po la consolación de Israel. El Espíritu Santo estaba sobre él, y fue al templo llevado
por el Espíritu. Tomando al Salvador-niño en sus brazos, bendijo a Dios y dijo: "Ahora,
Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu
salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a
los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel". Satanás se llenó de furia cuando vio que el
anciano Simeón reconocía la divinidad de Cristo (RH, 29-10-1895).

ST, 26 de Marzo de 1894. ¿Si Satanás habría podido hacer que el Hijo del infinito
Dios llegara a ser, en el grado más ínfimo, participante de sus propios atributos in-
fernales, entonces Satanás hubiera herido la cabeza de Cristo, y en gozo infernal
hubiera triunfado sobre él; y el mundo hubiera permanecido su dominio, la familia
humana sus esclavos. La sinagoga de Satanás hubiera sido victoriosa y el hombre
hubiera perecido sin Dios y sin esperanza. Satanás causaría dolor al Hijo de Dios, pe-
ro no podía obligarlo a trasgredir la ley de Dios. Podía causarle sufrimiento, pero no po-
día contaminarlo. Sí hizo de la vida del Salvador una de tristeza y aflicción; pero Jesús
pacientemente soportó el dolor, pues él sabía que mediante su conflicto con las potesta-
des de las tinieblas, las cadenas de Satanás podían ser rotas de la familia humana, y los
pondría en terreno ventajoso delante de Dios.

HAp:310. Sustituir la santidad del corazón y la vida por las formas exteriores de la
religión, es tan agradable para la naturaleza no renovada hoy como en los días de
esos maestros judíos. Hoy, como entonces, hay falsos guías espirituales, a cuyas doctri-
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nas muchos prestan atención ansiosamente. El esfuerzo premeditado de Satanás procura
apartar las mentes de la esperanza de salvación mediante la fe en Cristo y la obediencia a
la ley de Dios. En toda época el gran enemigo adapta sus tentaciones a los prejuicios e
inclinaciones de aquellos a quienes trata de engañar. En los tiempos apostólicos indu-
cía a los judíos a exaltar la ley ceremonial y a rechazar a Cristo; y actualmente in-
duce a muchos profesos cristianos, con el pretexto de honrar a Cristo, a menospre-
ciar la ley moral y a enseñar que sus preceptos pueden ser transgredidos impune-
mente.

B Echo, 20 de Febrero de 1899. El pecado de los judíos fue la incredulidad. El poder del
destructor había llevado a Israel muy lejos. Cuando debían haber magnificado a Dios y
hablando de su bondad y poder, fueron encontrados rebeldes y descontentos. Todo me-
dio que el engañador pudo inventar, usó para sembrar en sus corazones las semillas de
envidia, discordia, y odio contra Dios. De esa forma, cuando Cristo vino a la tierra
Satanás había introducido una religión para los judíos que le agradaba a él. La na-
ción se había apartado de Dios, y otro dirigente los estaba guiando.

PE:124. Vi que los sacerdotes que conducían a su grey a la muerte serán pronto deteni-
dos en su terrible carrera. Se acercan las plagas de Dios, pero no bastará que los falsos
pastores sean atormentados por una o dos de esas plagas. En aquel tiempo la mano de
Dios será extendida con ira y justicia y no se retirará hasta que los propósitos de él
se hayan cumplido plenamente, hasta que los sacerdotes asalariados sean inducidos
a adorar a los pies de los santos, y a reconocer que Dios los amó porque se aferra-
ron a la verdad y guardaron los mandamientos de Dios, y hasta que todos los injus-
tos sean destruidos de la tierra.

LOS CUALES SE DICEN SER JUDÍOS, Y NO LO SON, SINO MIENTEN. Véase


también EGW sobre Apoc. 2:9.

CS:713. Los ministros y el pueblo ven que no sostuvieron la debida relación con Dios.
Ven que se rebelaron contra el Autor de toda ley justa y recta. El rechazamiento de los
preceptos divinos dio origen a miles de fuentes de mal, discordia, odio e iniquidad, hasta
que la tierra se convirtió en un vasto campo de luchas, en un abismo de corrupción. Tal
es el cuadro que se presenta ahora ante la vista de los que rechazaron la verdad y prefi-
rieron el error. Ningún lenguaje puede expresar la vehemencia con que los desobe-
dientes y desleales desean lo que perdieron para siempre: la vida eterna. Los hom-
bres a quienes el mundo idolatró por sus talentos y elocuencia, ven ahora las cosas
en su luz verdadera. Se dan cuenta de lo que perdieron por la transgresión, y caen
a los pies de aquellos a quienes despreciaron y ridiculizaron a causa de su fidelidad,
y confiesan que Dios los amaba.

2SG:32. Los 144000 estaban todos sellados y perfectamente unidos. En su frente lleva-
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ban escritas estas palabras: "Dios, Nueva Jerusalén", y además una gloriosa estrella con
el nuevo nombre de Jesús. Los malvados se enfurecieron al vernos en aquel estado santo
y feliz, y querían apoderarse de nosotros para encarcelarnos, cuando extendimos la mano
en el nombre del Señor y cayeron rendidos en el suelo. Entonces conoció la sinagoga
de Satanás que Dios nos había amado, a nosotros que podíamos lavarnos los pies
unos a otros y saludarnos fraternalmente con ósculo santo, y ellos adoraron a nues-
tras plantas.

2T:41-42. Aquellos que prefieren hacer excusas y continúan en pecado y conformidad al


mundo, serán dejados a sus ídolos. Habrá un día en el cual no pedirán que se les excuse,
cuando ni uno sólo desearía ser excusado. Cuando Cristo venga en su gloria y la gloria
de su Padre, con todos los santos ángeles rodeándole, escoltándole en su camino con vo-
ces de triunfo, mientras acordes de la música más encantadora caen sobre el oído, todos
entonces se interesarán; no habrá allí ningún espectador indiferente. Las especulaciones
no envolverán el alma. Los montones de oro del tacaño, que han festejado la vista, ya no
son atractivos. Los palacios que los hombres orgullosos de la tierra han erigido, y los
cuales han sido sus ídolos, son despreciados con aborrecimiento y disgusto.. Nadie ahora
antepone sus tierras, sus bueyes, o su esposa con quien recién contrajo nupcias, como
razón por la cual ser excusado de compartir la gloria que irrumpe sobre su atónita visión.
Todos desean compartirla, pero saben que esto no es para ellos.
En sincera y agonizante oración piden a Dios que por favor no los pase. Los reyes, los
hombres poderosos, los altaneros, los orgullosos y el hombre malo, todos juntos se incli-
nan bajo la presión de asombro, desolación y miseria inexpresable; oraciones de profun-
da angustia salen de sus labios. ¡Misericordia, misericordia! ¡Sálvennos de la ira de un
Dios ofendido! Una voz les contesta con terrible distinción, austeridad, y majestad:
“Porque he llamado, y rehusasteis; he estrechado mi brazo, y ningún hombre respondió;
sino que habéis pasado de alto todo mi consejo, y deseasteis ninguna de mis reprensio-
nes: yo también me reiré de vuestra calamidad; me burlaré cuando llegue lo que teméis.”
Entonces reyes y nobles, el hombre poderoso, y el hombre pobre, y el hombre malo,
juntos se lamentan con gran angustia. Aquellos que en días de prosperidad recha-
zaron a Cristo y a los humildes que siguieron en sus pisadas, aquellos hombres que
no humillaron su dignidad para inclinarse ante Cristo, quienes odiaron su despre-
ciada cruz, ahora están postrados en el fango de la tierra. Su grandeza de pronto
los dejó, y no vacilan en postrarse sobre la tierra a los pies de los santos. Entonces
reconocen con terrible angustia que están comiendo del fruto de sus propios cami-
nos, y están hastiados de sus propias maldades. En su supuesta sabiduría se apartaron
de la recompensa eterna y preciosa, rechazaron la atracción de lo celestial por la ganan-
cia terrenal. El brillo y el metal de la tierra los fascinó, y en su supuesta sabiduría se hi-
cieron necios. Se hincharon en su prosperidad mundanal como si sus ventajas terrenales
fueran tan grandes para que mediante ellas pudieran recibir mérito con Dios, y así ganar-
se el cielo.
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WLF:12. Usted piensa que los que adoran a los pies de los santos serán salvos al fin
(Apoc. 3:9). Aquí debo estar en desacuerdo con usted; pues Dios me he mostrado que
esta clase se componía de profesos adventistas, quienes habían apostatado, y “crucifica-
do de nuevo al Hijo de Dios, poniéndolo en abierta ignominia.” Y en “la hora de la ten-
tación,” que habrá de venir, mostrando el carácter de cada uno, ellos sabrán que
están eternamente perdidos, y sobrecogidos con angustia de espíritu se postrarán a
los pies de los santos.

Versículo 10. "Por cuanto has guardado mi Palabra de perseverar con paciencia, yo tam-
bién Te: guardaré de la hora de prueba que ha de venir en todo el mundo, para probar a
los que habitan en la tierra”.

6 de Abril de 1903. “He aquí, yo haré que los de la sinagoga de Satanás, que se dicen ser
judíos, y no lo son, sino mienten; he aquí, yo haré que vengan y adoren a tus pies, y co-
nozcan que Te: he amado. Porque has guardado la Palabra de mi paciencia, yo tam-
bién Te: guardaré de la hora de la tentación, la cual vendrá sobre todo el mundo
para probar a los que están sobre la tierra.” Dios nos ha hablado de las pruebas
que han de venir sobre nosotros, nos ha dicho que nos guardará por su poder. ¿No
aceptaremos su promesa?

CS:694. Los hijos de Dios oyen una voz clara y melodiosa que dice: "Enderezaos," y, al
levantar la vista al cielo, contemplan el arco de la promesa. Las nubes negras y amena-
zadoras que cubrían el firmamento se han desvanecido, y como Esteban, clavan la mira-
da en el cielo, y ven la gloria de Dios y al Hijo del hombre sentado en su trono. En su
divina forma distinguen los rastros de su humillación, y oyen brotar de sus labios la ora-
ción dirigida a su Padre y a los santos ángeles: "Yo quiero que aquellos también que me
has dado, estén conmigo en donde yo estoy." (S. Juan 17:24, V.M.) Luego se oye una
voz armoniosa y triunfante, que dice: "¡Helos aquí! ¡Helos aquí! santos, inocentes e in-
maculados. Guardaron la palabra de mi paciencia y andarán entre los ángeles;" y
de los labios pálidos y trémulos de los que guardaron firmemente la fe, sube una
aclamación de victoria.

CS:616-617. Muchos tendrán que vérselas con espíritus de demonios que personificarán
a parientes o amigos queridos y que proclamarán las herejías más peligrosas. Estos espí-
ritus apelarán a nuestros más tiernos sentimientos de simpatía y harán milagros con el
fin de sostener sus asertos. Debemos estar listos para resistirles con la verdad bíblica de
que los muertos no saben nada y de que los que aparecen como tales son espíritus de
demonios.
Es inminente "la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo, para pro-
bar a los que moran en la tierra." (Apocalipsis 3: 10.) Todos aquellos cuya fe no es-
té firmemente cimentada en la Palabra de Dios serán engañados y vencidos. La
operación de Satanás es "con todo el artificio de la injusticia" a fin de alcanzar
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dominio sobre los hijos de los hombres; y sus engaños seguirán aumentando. Pero
sólo puede lograr sus fines cuando los hombres ceden voluntariamente a sus tentaciones.
Los que busquen sinceramente el conocimiento de la verdad, y se esfuercen en purifi-
car sus almas mediante la obediencia, haciendo así lo que pueden en preparación para el
conflicto, encontrarán; seguro refugio en el Dios de verdad. "Por cuanto has guardado la
palabra de mi paciencia, yo también Te: guardaré" (Ver. 10), es la promesa del Salvador.
El enviarla a todos los ángeles del cielo para proteger a su pueblo antes que permitir que
una sola alma que confíe en él sea vencida por Satanás.

CS:675-676. Satanás había acusado a Jacob ante los ángeles de Dios y pretendía tener
derecho a destruirle por causa de su pecado; había inducido a Esaú a que marchase con-
tra él, y durante la larga noche de lucha del patriarca, Satanás procuró embargarle con el
sentimiento de su culpabilidad para desanimarlo y apartarlo de Dios. Jacob fue casi em-
pujado a la desesperación; pero sabía que sin la ayuda de Dios perecería. Se había arre-
pentido sinceramente de su gran pecado, y apelaba a la misericordia de Dios. No se dejó
desviar de su propósito, sino que se adhirió firmemente al ángel e hizo su petición con
ardientes clamores de agonía, hasta que prevaleció.
Así como Satanás influyó en Esaú para que marchase contra Jacob, así también instigará
a los malos para que destruyan al pueblo de Dios en el tiempo de angustia. Como acusó
a Jacob, acusará también al pueblo de Dios. Cuenta a las multitudes del mundo entre sus
súbditos, pero la pequeña compañía de los que guardan los mandamientos de Dios resis-
te a su pretensión a la supremacía. Si pudiese hacerlos desaparecer de la tierra, su triunfo
sería completo. Ve que los ángeles protegen a los que guardan los mandamientos e infie-
re que sus pecados les han sido perdonados; pero no sabe que la suerte de cada uno de
ellos ha sido resuelta en el santuario celestial. Tiene conocimiento exacto de los pecados
que les ha hecho cometer y los presenta ante Dios con la mayor exageración y aseguran-
do que esa gente es tan merecedora como él mismo de ser excluida del favor de Dios.
Declara que en justicia el Señor no puede perdonar los pecados de ellos y destruirle al
mismo tiempo a él y a sus ángeles. Los reclama como presa suya y pide que le sean en-
tregados para destruirlos.
Mientras Satanás acusa al pueblo de Dios haciendo hincapié en sus pecados, el Se-
ñor le permite probarlos hasta el extremo. La confianza de ellos en Dios, su fe y su
firmeza serán rigurosamente probadas. El recuerdo de su pasado hará decaer sus
esperanzas; pues es poco el bien que pueden ver en toda su vida. Reconocen plena-
mente su debilidad e indignidad. Satanás trata de aterrorizarlos con la idea de que
su caso es desesperado, de que las manchas de su impureza no serán jamás lava-
das. Espera así aniquilar su fe, hacerles ceder a sus tentaciones y alejarlos de Dios.

RH, 19 de Junio de 1900. “Porque has guardado la palabra de mi paciencia.” ¿Se


aplica esto a los hombres que persiguen a los que a conciencia guardan los manda-
mientos de Dios, que rehúsan postrarse a un sábado idolátrico, y rehúsan adorar
una institución del papado? ¿Quién está guardando la palabra de la paciencia de Dios?
Pág. 59
Esta es una pregunta de intenso interés,--una pregunta que ninguno de nosotros puede
darse el lujo de ignorar; porque Dios ha dicho de aquellos que sí guardan la palabra de
su paciencia: “Yo también Te: guardaré de la hora de la tentación.”

RH, 9 de Julio de 1908. “Porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo tam-


bién te guardaré de la hora de la tentación, la cual vendrá sobre todo el mundo pa-
ra probar a los que moran sobre la tierra.” En esta Escritura se pone de manifiesto
la hora de la tentación que ha de probar a los que moran sobre la tierra. Nosotros
estamos ahora viviendo en esta hora de prueba. No hay escapatoria para ninguno,
de este conflicto. Si en su vida hay rasgos defectuosos de carácter que usted no está
luchando para vencer, tenga por cierto que el enemigo procurará tomar ventaja de
ello; pues él está vigilando, tratando de arruinar la fe de todos. Para poder obtener la
victoria sobre cada asalto del enemigo, debemos aferrarnos de un poder que está fuera
de, y más allá de nosotros mismos. Debemos mantener una constante y viviente cone-
xión con Cristo, el cual tiene poder para dar la victoria a cada alma que mantenga una
actitud de fe y humildad. Si somos auto suficientes, y pensamos que podemos seguir
como nos place, y así esperar que finalmente saldremos del lado correcto, veremos que
hemos cometido un grave error. Como aquellos que esperan recibir la recompensa del
vencedor, debemos marchar hacia delante en la guerra cristiana, aunque a cada avance
encontremos oposición.

5T:297. Entre más aprendemos tocante a los tempranos días de la iglesia cristiana, y
vemos con qué sutileza Satanás obró para debilitar y destruir, mejor estaremos prepara-
dos para resistir sus engaños y confrontar los peligros que amenazan. Estamos en el
tiempo cuando tribulaciones tales como el mundo nunca ha visto prevalecerán. “¡Ay de
los habitantes de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido sobre vosotros, te-
niendo grande ira, porque él sabe que tiene poco tiempo.” Pero Dios ha puesto límites
que Satanás no puede pasar. Nuestra santísima fe es esta barrera; y si edificamos
en esta fe, estaremos a salvo en la protección del Poderoso. “Porque has guardado
la palabra de mi paciencia, yo también Te: guardaré de la hora de la tentación, la
cual vendrá sobre todo el mundo, para probar a los que moran en la tierra.”

6T:404. La gran crisis está por sobrecogernos. Para hacer frente a sus pruebas y tenta-
ciones, para cumplir sus deberes, se necesitará una fe perseverante. Pero Podemos triun-
far gloriosamente; nadie que vele, ore y crea será entrampado por el enemigo.
En el tiempo de prueba que nos espera, Dios pondrá garantía de seguridad sobre
todos aquellos que hayan guardado la palabra de su paciencia. Cristo dirá a sus fie-
les: "Anda, pueblo mío, éntrate en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un
poquito, por un momento, en tanto que pasa la ira." (Isa. 26:20). El León de Judá, tan
temible para los que rechazan su gracia, será el Cordero de Dios para los obedientes y
fieles. La columna de nube que significa ira y terror para el transgresor de la ley de
Dios, será luz, misericordia y liberación para los que hayan guardado sus mandamientos.
Pág. 60
El fuerte brazo que hiera a los rebeldes, será fuerte para librar a los leales. Cada fiel será
ciertamente recogido. "Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus
escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro."

9T:17. Temibles pruebas y tentaciones esperan al pueblo de Dios. El espíritu de guerra


está agitando las naciones desde un cabo de la tierra hasta el otro. Pero en medio del
tiempo de angustia que viene,--un tiempo de angustia como nunca se ha visto desde que
hubo nación, el pueblo escogido de Dios será inconmovible. Satanás y su hueste no
puede destruirlos, pues ángeles poderosos en fortaleza los protegerán.

Versículo 11. "Yo vengo pronto. Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”.

CS:344. Una de las verdades más solemnes y más gloriosas que revela la Biblia, es
la de la segunda venida de Cristo para completar la gran obra de la redención. Al
pueblo peregrino de Dios, que por tanto tiempo hubo de morar "en región y som-
bra de muerte," le es dada una valiosa esperanza inspiradora de alegría con la
promesa de la venida de Aquel que es "la resurrección y la vida" para hacer "vol-
ver a su propio desterrado." La doctrina del segundo advenimiento es verdadera-
mente la nota tónica de las Sagradas Escrituras. Desde el día en que la primera pareja
se alejara apesadumbrada del Edén, los hijos de la fe han esperado la venida del Prome-
tido que había de aniquilar el poder destructor de Satanás y volverlos a llevar al paraíso
perdido. Hubo santos desde los antiguos tiempos que miraban hacia el tiempo del adve-
nimiento glorioso del Mesías como hacia la consumación de sus esperanzas.

FE:137. ¿Estudiarán, los alumnos de nuestras escuelas, y procurarán copiar la vida y ca-
rácter de Aquel que descendió del cielo para mostrarles lo que deben ser, si es que entra-
rían al reino de Dios? Les he presentado un mensaje de la pronta venida del Hijo de
Dios en las nubes del cielo con poder y gran gloria. No he presentado ante ustedes
algún tiempo definido, sino que os he repetido la palabra de Cristo mismo, la de ve-
lar en oración, “Pues en la hora en que no pensáis, el Hijo del hombre viene.” La
advertencia ha venido retumbando por las edades de nuestro tiempo, “He aquí,
vengo presto; y mi recompensa está conmigo, para dar a cada hombre según haya
sido su obra. Yo soy el Alfa y Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Bie-
naventurados son los que guardan sus mandamientos, para que tengan derecho al árbol
de vida, y entren por los portales de la ciudad de Dios”. RH, 21 de Agosto de 1888.

Maranata:75. Jesús dice: “He aquí, yo vengo presto.” Debemos tener estas palabras
siempre en mente, y actuar como si ciertamente creemos que la venida del Señor está
cerca, y que somos peregrinos y extranjeros sobre la tierra.

RC:250. Idéntica objeción podría levantarse contra las palabras de Cristo mismo. Él di-
jo por boca de su discípulo amado: "Ciertamente vengo en breve", y Juan responde:
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"Amén; sí, ven, Señor Jesús" (Apoc. 22:20-21). Jesús pronunció estas palabras co-
mo un mensaje de advertencia y aliento para su pueblo, ¿ y por qué no las tendre-
mos en cuenta? El Señor ha dicho que será el siervo fiel y prudente quien será en-
contrado velando y esperándolo. Fue el siervo malo quien dijo: "Mi señor tarda en
venir", y comenzó a golpear a sus consiervos, y a comer y a beber con los borrachos.

RH, 9 de Julio de 1908. “He aquí, vengo presto: guarda lo que tienes, que nadie tome
tu corona”. Aquí nuevamente se nos amonesta a ser fieles, en vista del conflicto. No
debemos ceder ningún punto que ya hemos alcanzado. Desde ahora en adelante
hasta que Jesús venga, la batalla se tornará más y más fiera. Tendremos que afrontar
y resistir hombres que son considerados como muy sabios y doctos, pero que no son es-
piritualmente sabios para la salvación. Nuestra única esperanza de salvar nuestras pro-
pias almas y de ayudar a salvar a otros, es recibiendo la justicia de Cristo Jesús. Estamos
buscando una corona, una corona de gloria que no se corrompe. Como vencedores he-
mos de reinar con Cristo en las cortes celestiales; y hemos de vencer mediante la sangre
del Cordero y la palabra de nuestro testimonio.

ST, 24 de Junio de 1889. Debemos despertar y discernir las señales de los tiempos, y dar
advertencias al pueblo. Existen muchos en el mundo que procuran calmar la alarma de
la gente, quienes dicen: “Paz, paz; cuando no hay paz;” pero debemos tomar un curso
opuesto a este. Hay muchos que dicen al pueblo despertado: “No os preocupéis, seguid
en vuestra impiedad, continuad glorificándoos, y viviendo en el placer. El día del Señor
no está a la mano.” ¿No tenía Cristo un propósito en mente cuando dijo: “He aquí,
vengo presto”? ¿No vio él que su iglesia procuraría guardar este solemne aconteci-
miento en mente? ¿Diremos nosotros con los burladores de los últimos días:
“¿Dónde esta la promesa de su venida?, pues desde que nuestros padres durmie-
ron, todas las cosas continúan como eran desde el principio de la creación”? Yo no
deseo estar con esta clase. Deseo despertar a hombres y mujeres con este mensaje
de la pronta venida de Cristo.

ST, 24 de Julio de 1901. Recordemos que no habrá una segunda ocasión probatoria. Al-
gunos se halagan con el pensamiento que el Señor les dará otra oportunidad. ¡Engaño fa-
tal! Justo ahora, día por día, nos estamos preparando para el juicio. Estamos nego-
ciando con los bienes de nuestro Señor, y en su venida él hará cuentas con nosotros. Y
de cada uno él esperará una ganancia. Hagamos trabajo fiel y abnegado. Nuestra recom-
pensa será en proporción a la obra que hemos hecho. “He aquí, vengo presto,” dice Cris-
to; “y mi recompensa traigo conmigo, para dar a cada hombre según sus obras.” El
Maestro pide que cada hombre haga la obra encomendada según su capacidad. En el
amor del Salvador levántense los cristianos y trabajen por aquellos que se encuentran
cerca y lejos.

CS:443-444. Los que esperaban se regocijaron en la creencia de que Aquel que conoce
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el fin desde el principio había mirado a través de los siglos, y previendo su contrariedad,
les había dado palabras de valor y esperanza. De no haber sido por esos pasajes de las
Santas Escrituras, que los exhortaban a esperar con paciencia y firme confianza en la Pa-
labra de Dios, su fe habría cejado en la hora de prueba.

1MS:243. Mensajes de toda especie han sido presentados a los adventistas del séptimo
día para ocupar el lugar de la verdad que, punto por punto, ha sido descubierta mediante
estudio con oración, y testificada mediante el poder del Señor que obra milagros. Pero
los hitos que nos han hecho lo que somos, han de ser preservados y serán preserva-
dos, como Dios lo ha manifestado mediante su Palabra y el testimonio de su Espíri-
tu. Él nos insta a aferrarnos firmemente, con el vigor de la fe, a los principios fun-
damentales que están basados sobre una autoridad incuestionable.

5T:501-502. Vi a uno que se le acercaba con paso firme y rostro agraviado. Él dijo:
“Que nadie tome tu corona.” ¿Ha usted olvidado la humillación que soportó el Hijo de
Dios al venir a nuestro mundo, cómo sufrió abuso, reproche, insulto, odio, burla, y trai-
ción, cómo soportó el vergonzoso juicio en la corte después de haber sufrido los sobre-
humanos asaltos de Satanás en el Getsemaní? ¿Ha usted olvidado el loco clamor de la
turba, “Crucifícale, crucifícale,” y cómo murió como malhechor? ¿Es el siervo mayor
que su Señor? Los seguidores de Jesús no serán populares, mas bien serán como su
Maestro, mansos y humildes de corazón. Ustedes están procurando escalar hasta el
asiento más alto, pero os encontraréis al fin en el más bajo. Si procuráis tratar con justi-
cia, amar misericordia, y caminar humildemente con Dios, seréis participantes con Cris-
to en sus sufrimientos y compartiréis con él su gloria en su reino. El Señor os ha bende-
cido, ¡pero cuán poco habéis apreciado su gran bondad! ¡Cuán poca alabanza ha recibido
él de vuestros labios! Podréis hacer una buena obra por el Maestro, pero no con vuestras
ideas como supremas. Debéis aprender en la escuela de Cristo, de otra forma nunca po-
déis calificar para entrar en el grado superior, recibir el sello del Dios viviente, entrar
por las puertas de la ciudad de Dios, y ser coronados con gloria, honor, e inmortalidad.

2MCP:714. Es nuestro privilegio como hijos de Dios mantenernos firmes en la profesión


de nuestra fe, sin ser conmovidos. A veces el engañoso poder de la tentación parece exi-
gir hasta el máximo nuestra fuerza de voluntad, y ejercer fe parece completamente con-
trario a todas las evidencias del sentido o la emoción; pero nuestra voluntad debe mante-
nerse del lado de Dios. Debemos creer que en Jesucristo se encuentran la fuerza y la efi-
ciencia duraderas... Hora a hora debemos mantener triunfante nuestra posición en Dios,
poderosa en su fuerza. NEV:126 (1890).

CL:64. Guardad lo que tenéis, la preciosa y santificadora verdad. Estáis entonces en la


mejor compañía, y las inteligencias más altas están contemplando vuestro curso de ac-
ción. Vosotros sois espectáculo al mundo, a los ángeles, y a los hombres. Bajo provoca-
ción, vuestra obra ha de mantener la fe y buena conciencia, “La cual algunos habiendo
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abandonado tocante a la fe, han hecho naufragio”. Carta 17, 1897 (7 de Abril de 1897).

Versículo 12. "Al que venza, lo haré columna en el Santuario de mi Dios, y nunca más
saldrá fuera. Escribiré sobre él el Nombre de mi Dios- el nombre de la ciudad de mi
Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo enviada por mi Dios, y mi nuevo nom-
bre”.

HHD:372. A fin de obtener la victoria sobre todos los ardides del enemigo, debemos
aferrarnos a un poder que está fuera y más allá de nosotros mismos. Debemos mantener
una relación constante y viviente con Cristo, que tiene poder para otorgar la victoria a
toda alma que se mantenga en actitud de fe y humildad... Como los que esperamos re-
cibir la recompensa del vencedor, debemos avanzar en la lucha cristiana aunque en
cada avance hallemos oposición... No debemos ceder en ninguno de los puntos so-
bre los cuales ya hemos obtenido la victoria... Como vencedores, reinaremos con
Cristo en las cortes celestiales; y debemos vencer mediante la sangre del Cordero y
la Palabra de nuestro testimonio. "Al que venciere, yo le haré columna en el templo
de mi Dios". RH, 19-07-1908.

4T:356. No tenéis tiempo que perder, debéis realizar diligentes esfuerzos para ven-
cer los marcados rasgos en vuestro carácter, los cuales, si complacidos, cerrarán las
puertas de gloria a vosotros. No podéis daros el lujo de perder el cielo. Vosotros
debéis ahora hacer un cambio decidido en vuestras palabras y hechos, vencer el es-
píritu avaro, y volcar vuestros pensamientos hacia el canal de verdad santificada.
En pocas palabras, necesitáis ser transformados. Entonces Dios aceptará vuestras labores
en su causa. Usted necesita ser un hombre de tal veracidad invariable que el amor a la
ganancia no le seducirá y ninguna tentación le vencerá. El Señor requiere un estricto
apego a la verdad de todo el que profesa su nombre. Esto será como la sal que no ha
perdido su sabor, como luz en medio de las tinieblas morales y el engaño de este mundo.

8RED:78. Las preciosas piedras representan los más perfectos cristianos que han
sido refinados y acicalados por la gracia de Dios, y por la aflicción que han sopor-
tado con mucha oración y paciencia. Su obediencia y amor se asemejan al gran Pa-
trón. Sus vidas son embellecidas y ennoblecidas mediante la abnegación. Soporta-
rán la prueba del día de la ira, pues son piedras vivientes. No debéis sorprenderos si
con martillo y cincel Dios corta las ásperas esquinas de vuestro carácter hasta que estéis
preparados para ocupar el lugar que él tiene para vosotros. Ningún ser humano puede
lograr este trabajo. Sólo Dios puede hacerlo. Cada golpe de Él es dado en amor, para
vuestra eterna felicidad. Él conoce vuestras debilidades y obra para restaurar, no para
destruir.

PR:434-435. Mientras Satanás ha estado insistiendo en sus acusaciones los ángeles


santos, invisibles, han ido de un lado a otro poniendo sobre los fieles el sello del
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Dios viviente. Estos son los que están sobre el monte de Sión con el Cordero, te-
niendo el nombre del Padre escrito en sus frentes. Cantan el nuevo himno delante del
trono, ese himno que nadie puede aprender sino los ciento cuarenta y cuatro mil que fue-
ron redimidos de la tierra. "Estos, los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere.
Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero.
Y en sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono
de Dios." (Apoc. 14:4-5).

HHD:372. Todos los que entraren allí poseerán el manto de la justicia de Cristo, y
sobre sus frentes se verá el nombre de Dios. Este nombre es el símbolo que el após-
tol vio en visión, y significa la sumisión de la mente a una obediencia inteligente y
leal a todos los mandamientos de Dios. YI, 18-08-1886.

TM:453-454. El mismo ángel que visitó a Sodoma está haciendo resonar la nota de
amonestación: "Escapa por tu vida". Los vasos de la ira de Dios no pueden ser derrama-
dos ni destruidos los impíos y sus obras, hasta que todo el pueblo de Dios haya sido juz-
gado, y los casos de los vivos así como los de los muertos estén decididos. Y aun des-
pués que los santos han sido sellados con el sello del Dios vivo, sus elegidos pasarán
individualmente por pruebas. Vendrán aflicciones personales; pero el horno es es-
trechamente vigilado por un ojo que no permitirá que el oro sea consumido. La
indeleble, marca de Dios está sobre ellos. Dios puede alegar que su propio nombre
está escrito allí, El Señor los ha sellado. Su destino está escrito: "DIOS, LA
NUEVA JERUSALÉN". Son la propiedad de Dios, su posesión.
¿Será puesto este sello sobre los que tienen impura la mente, sobre el fornicario, el adúl-
tero, el hombre que codicia la mujer de su prójimo? Que vuestras almas contesten la
pregunta: ¿Corresponde mi carácter a las calificaciones esenciales para que pueda recibir
un pasaporte a las mansiones. Que Cristo ha ido a preparar para los que estén listos para
ellas? La santidad debe estar impresa en nuestro carácter.

Versículo 13. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias".

B Echo, 14 de Agosto de 1899. Dios desea que prestemos atención a las palabras de
verdad. Hemos de escucharlas y practicarlas; pues la verdad es un mensaje del cie-
lo para los que la acatan. El a menudo repetido mando del Señor es: “El que tiene
oídos para oír, oiga.” De los israelitas el apóstol dice: “La palabra predicada no les
aprovechó, no estando mezclada con fe en los que la oyeron.” Esto abre ante nosotros el
motivo por el cual tan poco se logra por los muchos discursos dados. Las palabras pue-
den ser movidas por el Espíritu Santo, pero si los que oyen lo hacen con ningún deseo de
ser beneficiados, las palabras dichas no les aprovechan.

LC::22. Los que no sólo oyen sino que hacen las palabras de Cristo ponen de mani-
fiesto en el carácter la operación del Espíritu Santo. El resultado de la obra interna
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del Espíritu Santo se demuestra en la conducta externa. La vida del cristiano se
oculta con Cristo en Dios, y Dios reconoce a los que son suyos declarando: "Vosotros
sois mis testigos". Ellos testifican que el poder divino está influyendo en su corazón y
dando forma a su conducta. Sus obras dan evidencia de que el Espíritu está actuando en
el hombre interior; los que se relacionan con ellos están convencidos de que tienen a
Cristo como su modelo.

LC:277. Deseo repetir una y otra vez de nuevo, hasta que sea indeleblemente grabada en
el corazón, la bendita invitación: Permaneced en mí. Leed la Palabra, y a la luz de un
así dice Jehová, meditad en ella. Orad hasta que la lección y el significado de permane-
cer en sea completamente aprendido, acompañado con sus demandas y promesas. El
Espíritu Santo, el representante de Cristo, está ahora en nuestro mundo para recordarnos
todas las cosas, a fin de que no sean olvidados ni descuidados sus derechos. Leed la Pa-
labra y orad. Meditad en las Escrituras hasta que el entendimiento. . . se abra para com-
prender sus requerimientos y nuestra dependencia. Aquellos que deseen escuchar lo
que el Espíritu les diga no escucharán en vano. Fijad los ojos únicamente en Cris-
to, dependiendo quedamente de él para escuchar su voz diciendo: "Permaneced en
mí, y yo en vosotros". .

2ML:45. La predicación más poderosa de la Palabra de nada valdrá a menos que el


Espíritu enseñe e ilumine a los que oyen. Si el Espíritu no trabaja con y por medio
del agente humano, almas no se salvarán, ni caracteres serán transformados por la
lectura de las Escrituras. El planificar y el idear que es hecho en conexión con la obra
no debiera ser de tal carácter como para llamar la atención al yo. La Palabra es un poder,
una espada en la mano del agente humano. Pero el Espíritu Santo es su eficiencia, su po-
der vital que impresiona la mente.

TM:62. Este es el peligro al cual la iglesia se halla expuesta ahora, es a saber, que las in-
venciones del hombre finitos determinen la forma precisa en que debe venir el Espíritu
Santo. Aunque no quieran reconocerlo, algunos ya han hecho esto. Y porque el Espíritu
ha de venir, no para alabar a los hombres o para construir sus erróneas teorías, sino para
reprobar al mundo de pecado, de justicia y de juicio, muchos se apartan de el. No están
dispuestos a ser despojados de su justicia propia. No están dispuestos a cambiar su jus-
ticia, que es injusticia, por la justicia de Cristo, que es la verdad pura no adulterada. El
Espíritu Santo no adula a ningún hombre, ni trabaja de acuerdo con el designio de
algún hombre. Los hombres finitos, pecadores, no han de manejar al Espíritu San-
to. Cuando éste venga como un reprobador, por medio de cualquier agente hu-
mano a quien Dios escoja, le toca al hombre oír y obedecer su voz.

Versículo 14. “Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: "Así dice el Amén, el Testigo
Fiel y Verdadero, el origen de la creación de Dios”.
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7CBA:970. Este mensaje se envía a la iglesia de la actualidad. Exhorto a nuestros
miembros de iglesia que lean todo el tercer capítulo de Apocalipsis, y que le den una
aplicación. El mensaje a la iglesia de Laodicea se aplica especialmente al pueblo de
Dios de hoy día. Es un mensaje para los cristianos de nombre que han llegado a
parecerse tanto al mundo que no se puede ver diferencia [se citan los versos 14-18]
(RH, 20-08-1903).

7CBA:972-973. El mensaje para la iglesia laodicense revela nuestra condición como


pueblo [de Dios] (RH, 15-12-1904).
Se envía el mensaje laodicense a los ociosos en la viña del Señor (MS 26, 1905).
El mensaje para la iglesia laodicense es aplicable para todos los que han tenido
gran luz y muchas oportunidades, y sin embargo no las han apreciado (RH, 11-03-
1902).
El mensaje para la iglesia de Laodicea es aplicable a nuestra condición. Cuán cla-
ramente se describe la condición de los que piensan que tienen toda la verdad, que
se enorgullecen de su conocimiento de la Palabra de Dios, pero cuyo poder santifi-
cador no ha sido sentido en sus vidas. Falta en sus corazones el fervor del amor de
Dios; pero este fervor del amor es precisamente lo que hace del pueblo de Dios la luz del
mundo (RH, 23-07-1889).
El mensaje para la iglesia de Laodicea es sumamente aplicable para nosotros como
pueblo. Ha sido presentado delante de nosotros durante mucho tiempo; pero no se
le ha prestado la debida atención. Cuando la obra de arrepentimiento sea ferviente y
profunda, los miembros de la iglesia comprarán individualmente las ricas mercaderías
del cielo. [Se cita Apoc. 3:18]. Oh, cuántos contemplan las cosas de una manera distor-
sionada, en la forma en que Satanás quiere que las vean.
Podéis manifestar gran celo en el esfuerzo misionero, y sin embargo debido a que ese es-
fuerzo está contaminado con egoísmo y tiene un pronunciado sabor al yo, no es nada a la
vista de Dios, pues es una ofrenda manchada y corrupta. A menos que la puerta del co-
razón esté abierta para Jesús, a menos que él ocupe el templo del alma, a menos que el
corazón esté lleno de sus atributos divinos, cuando las acciones humanas sean pesadas
en las balanzas del cielo serán declaradas "faltas". El amor de Cristo os haría ricos; pero
muchos no comprenden el valor de su amor. Muchos no se dan cuenta de que el espíritu
que albergan está destituido de la humildad y la mansedumbre de Cristo, destituido del
amor que los convertiría en canales de luz (MS 33, 1894).
El mensaje a Laodicea se aplica a la iglesia de este tiempo. ¿Creéis este mensaje?
¿Es éste el sentir de vuestros corazones? ¿O estáis diciendo constantemente: Noso-
tros somos ricos y enriquecidos, y no tenemos necesidad de ninguna cosa? ¿Es en
vano que la declaración de verdad eterna haya sido dada a esta nación para ser llevada a
todas las naciones del mundo? Dios tiene un pueblo escogido y lo hace depositario de
una verdad llena de resultados eternos; se le ha dado la luz que debe iluminar el mundo.
¿Ha cometido Dios un error? ¿Somos ciertamente sus instrumentos escogidos? ¿Somos
los hombres y las mujeres que deben llevar al mundo los mensajes de Apocalipsis cator-
Pág. 67
ce, para proclamar el mensaje de salvación a los que están al borde de la ruina? ¿Proce-
demos como si lo fuéramos? (MS 51, 1901).
El mensaje a Laodicea se aplica a todos los que dicen guardar la ley de Dios, pero
no son hacedores de ella. No debemos ser egoístas en nada. Cada aspecto de la vida
cristiana debe ser una ejemplificación de la vida de Cristo. Si no lo es, oiremos las terri-
bles palabras: "No os conozco" (RH, 17-10-1899).
El mensaje a la iglesia de Laodicea se aplica más decididamente a aquellos cuya ex-
periencia religiosa es insípida, que no dan un decidido testimonio en favor de la
verdad (Carta 98, 1901),
Os digo en el nombre del Señor que los que han tenido gran luz están hoy día en el esta-
do descrito por Cristo en su mensaje a la iglesia laodicense. Piensan ser ricos y que es-
tán enriquecidos, y creen que no tienen necesidad de nada. Cristo os habla. Escuchad,
oh, escuchad -si es que tenéis algún aprecio por vuestras almas- las palabras del gran
Consejero, y proceded de acuerdo con ellas [se cita Apoc. 3:18] (Carta 5, 1897).
El propósito del mensaje a los laodicenses fue para eliminar de la iglesia... influen-
cias fanáticas; pero el esfuerzo de Satanás ha sido corromper el mensaje y destruir
su influencia. A él le agradaría que personas fanáticas recibieran el testimonio y lo usa-
ran en la causa de él antes que tenerlos siempre en un estado de tibieza. He visto que no
era el propósito del mensaje hacer que un hermano se erigiera como juez de su hermano
para decirle qué debe hacer y hasta dónde debe ir, sino para que cada individuo escudri-
ñe su propio corazón y se ocupe de su propia obra individual (2SG:223).

7CBA:975. Ha estado resonando el mensaje a Laodicea. Tomad este mensaje en


todas sus fases y propagadlo a la gente doquiera la Providencia abra el camino. La
justificación por la fe y la justicia de Cristo son los temas que deben presentarse a
un mundo que perece (Carta 24, 1892).
[Se cita Apoc. 3:15-22]. Este es el testimonio dado acerca de la iglesia de Laodicea. Es-
ta iglesia había sido fielmente instruida. En su carta a los colosenses, Pablo escribió: "Os
saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encareci-
damente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en
todo lo que Dios quiere. Porque de él doy testimonio de que tiene gran solicitud por vo-
sotros, y por los que están en Laodicea, y los que están en Hierápolis".
La obra hecha en la iglesia de Laodicea fue amplia y excelente. A sus miembros se les
dio la exhortación: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto". Pero la iglesia no continuó en la obra que comenzaron los mensaje-
ros de Dios. Los laodicenses escuchaban; pero no se apropiaron de la verdad y no lleva-
ron a cabo la instrucción que se les dio. El resultado que siguió es el que con seguridad
siempre ocurre cuando se rechazan las advertencias y los ruegos del Señor (MS 128,
1903).
Cristo ve lo que el hombre no ve. Ve los pecados en los que debe haber arrepentimiento,
pues de lo contrario agotarán la paciencia de un Dios magnánimo. Cristo no puede admi-
tir los nombres de aquellos que están satisfechos con su suficiencia propia. No puede
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suplicar en favor de gente que no siente necesidad de su ayuda, pues piensan que saben
y poseen todo (RH, 23-07-1889).

6T:77. La advertencia para la última iglesia también debe ser proclamada a todo el
que pretende ser cristiano. El mensaje laodicense, como espada aguda de dos filos,
debe ir a todas las iglesias: [Apoc. 15-19]. Es nuestra obra proclamar este mensaje.
¿Estamos ejerciendo todo esfuerzo para que las iglesias sean advertidas?

1MS:229. En este tiempo ha de darse el mensaje de Laodicea a fin de despertar a


una iglesia somnolienta. Que el pensamiento de la brevedad del tiempo os estimule
a un esfuerzo ferviente e incansable. Recordad que Satanás ha descendido con gran
poder para trabajar con todo engaño de iniquidad en los que se pierden.
Durante años se ha instruido a nuestros médicos para que crean que no deben expresar
opiniones que difieran de las de su jefe. ¡Ojala hubieran quebrantado ese yugo! ¡Ojala
hubieran llamado al pecado por el nombre que tiene! Entonces no habrían sido conside-
rados en las cortes celestiales como hombres que, aunque llevan pesadas responsabilida-
des, han fallado en hablar la verdad, en reprochar aquello que significa desobediencia a
la Palabra de Dios.
Médicos, ¿habéis estado ocupados en los negocios del Maestro al escuchar interpreta-
ciones fantásticas y espiritualistas de las Escrituras, interpretaciones que socavan los
fundamentos de nuestra fe, y habéis quedado en paz? Dice Dios: "Tampoco estaré más
con vosotros, a menos que despertéis y vindiquéis a vuestro Redentor".

CM:66. El Espíritu Santo viene al mundo como el representante de Cristo. No so-


lamente habla la verdad, sino que es la verdad, el Testigo fiel y verdadero. Es el
gran escrutador de los corazones y conoce el carácter de todos.

4T:336. Falsedad y engaño de toda clase es pecado contra el Dios de verdad y entereza.
La palabra de Dios es clara sobre estos puntos. No “tratarás falsamente, ni mentiréis el
uno al otro.” “Todo mentiroso tendrá su parte en el lago que arde con fuego y azufre: la
cual es la muerte segunda. La palabra de Dios es un libro de verdad, Jesús es un tes-
tigo fiel y verdadero. La iglesia es el testigo y el terreno de la verdad. Todos los precep-
tos del Altísimo son verdaderos y justos. ¿Cómo, entonces, aparece la prevaricación y
cualquier exageración o engaño ante su vista? Por el falso que dijo al codiciar los rega-
los que el profeta rehusó, el siervo de Eliseo fue castigado con lepra, la cual terminó sólo
en muerte.

1T:194-195. El mayor pecado que ahora existe en la iglesia es la codicia. A Dios le des-
agrada que su pueblo sea egoísta. Sus siervos han sacrificado su tiempo y energía para
llevarles la palabra de vida, y muchos han mostrado por sus obras que aprecian eso sino
en forma ligera. Si ellos pudieran ayudar al siervo de Dios o no, lo mismo les da; pero a
menudo lo dejan pasar, y hacen muy poco por él. Si emplean a un peón, debe pagársele
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su jornal. Pero no es así con el abnegado siervo de Dios. Él trabaja por ellos en palabra y
doctrina, él lleva en su alma la pesada carga de la obra; pacientemente muestra de la pa-
labra de Dios los peligrosos errores que destruyen el alma; hace hincapié sobre la nece-
sidad de inmediatamente desarraigar la cizaña que ahoga la buena semilla que se sem-
bró; él saca de depósito de la palabra de Dios cosas viejas y nuevas para alimentar la
grey. Todos reconocen que han sido beneficiados; pero la hierba venenosa, la codicia,
está tan profundamente arraigada que permiten que el siervo de Dios se vaya sin minis-
trarle de sus bienes materiales. Ellos han valorado su pesada labor tanto como lo de-
muestran sus hechos. Dice el Testigo Fiel: “Yo conozco tus obras.”
Vi que los siervos de Dios no son puestos más allá de las tentaciones de Satanás. A me-
nudo son fieramente asaltados por el enemigo, y tienen una dura batalla que pelear. Si se
les pudiera relevar de su comisión, gozosamente trabajarían con sus manos. Su trabajo
es necesitado por sus hermanos; pero lo ven tan ligeramente valorado, quedan deprimi-
dos. Verdad, ellos esperan el día final para su recompensa, y esto los anima; pero sus
familias deben tener alimento y ropa. Su tiempo pertenece a la iglesia de Dios; no está
para ser dispuesto por ellos mismos. Ellos sacrifican la sociedad de sus familias para be-
neficiar a otros; y no obstante, algunos que son beneficiados por sus labores son indife-
rentes a sus necesidades. Vi que se está haciendo una injusticia a los tales cuando no se
les llama la atención. Ellos piensan que tienen la aprobación de Dios, cuando realmente
él aborrece su egoísmo. No sólo serán estos egoístas llamados a rendir a Dios por el uso
que han hecho del dinero del Señor, sino que toda la depresión y angustia que han traído
sobre los siervos de Dios, y que ha paralizado sus esfuerzos, será puesto a la cuenta de
los mayordomos infieles.
El Testigo Verdadero declara: “Yo conozco tus obras.” El egoísta, y codicioso cora-
zón será probado. Algunos no están dispuestos a dedicar a Dios una muy pequeña
porción del aumento de su tesoro terrenal. Ellos nos verían con horror si uno hablase
del diezmo. ¿Qué han sacrificado por Dios? Nada. Ellos profesan creer que Jesús viene;
pero sus obras niegan su fe. Cada persona será reconocida por la forma en que practica
la fe que profesa. Tú que sólo pretendes falsamente una profesión, Jesús conoce tus
obras. Él aborrece tus mezquinas ofrendas, tus sacrificios cojos.

1MS:454. La iglesia remanente está llamada a atravesar una experiencia similar a


aquélla de los judíos; y el Testigo fiel, que anda en medio de los siete candeleros de
oro, tiene un solemne mensaje que mostrar a su pueblo. Él dice: "Pero tengo contra
ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiénte-
te, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su
lugar, si no Te: hubieres arrepentido" (Apoc. 2: 4, 5). El amor de Dios se ha estado des-
vaneciendo en la iglesia y, como resultado, el amor del yo ha surgido con renovado vi-
gor. Con la pérdida del amor de Dios, ha venido la pérdida del amor por los hermanos.
La iglesia puede corresponder con toda la descripción que se da de la Iglesia de Éfeso, y
sin embargo faltarle la piedad vital. De ella dice Jesús: "Yo conozco tus obras, y tu ar-
duo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se
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dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido y has tenido
paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pe-
ro tengo contra ti que has dejado tu primer amor" (Apoc. 2:2-4).

HC:397-398. Padres y madres, esposos y esposas, hermanos y hermanas, no os acos-


tumbréis a ser bajos en vuestras acciones, palabras o pensamientos. Los dichos grose-
ros, las bromas viles, la falta de urbanidad y verdadera cortesía en la vida familiar llega-
rán a ser una segunda naturaleza para vosotros y os incapacitarán para formar parte de
la sociedad de aquellos a quienes la verdad está santificando. El hogar es un lugar
demasiado sagrado para ser contaminado por la indecencia, la sensualidad, las re-
criminaciones y el escándalo. Acallad las malas palabras; desechad el pensamiento
profano porque el Testigo verdadero pesa cada palabra, valora cada acción y de-
clara: "Conozco tus obras."
La conversación baja y vulgar no debe hallar cabida en la familia. Cuando el corazón
sea puro, fluirán ricos tesoros de sabiduría.
No pronunciéis insensateces en vuestra casa. Aun los niños muy tiernos serán benefi-
ciados por "la forma de las sanas palabras," mientras que las palabras ociosas e insensa-
tas que intercambien el padre y la madre provocarán la misma clase de palabras entre los
hijos. Por otra parte, las expresiones correctas, sinceras, veraces y serias inducirán a to-
da la familia a usar esa misma clase de palabras y también a ejecutar buenas acciones.

7CBA:998. Cuando nos convertimos en hijos de Dios, nuestros nombres se escriben


en el libro de la vida del Cordero, y allí permanecen hasta el tiempo del juicio in-
vestigador Entonces el nombre de cada individuo será llamado y su registro será
examinado por Aquel que declara: "Yo conozco tus obras". Si en aquel día aparece
que no nos hemos arrepentido plenamente de todas nuestras malas acciones, nuestros
nombres serán borrados del libro de la vida y nuestros pecados permanecerán en contra
de nosotros (ST, 06-08-1885).

CN:140. Dios quiere que los hombres que están a su servicio, bajo su estandarte, sean
estrictamente honrados, de carácter irreprochable, que sus lenguas no pronuncien nada
que se parezca a la mentira. La lengua debe ser veraz, los ojos deben ser veraces, las ac-
ciones deben ser íntegras como las que Dios puede encomiar. Estamos viviendo ante
la presencia de un Dios santo, quien declara solemnemente: "Yo conozco tus
obras". El ojo divino nos contempla continuamente. No podemos ocultar un solo
acto ofensivo para Dios. Muy pocos comprenden la verdad de que Dios es testigo de
cada una de nuestras acciones (Ibíd.).
Los que comprendan su dependencia de Dios, sentirán que deben ser honrados con sus
semejantes y, sobre todo, deben serlo con Dios, de quien proceden todas las bendiciones
de la vida.
La evasión del mandamiento positivo dado por Dios concerniente a los diezmos y las
ofrendas se registra en los libros del cielo como un robo hecho contra él (Counsels on
Pág. 71
Stewardship:77-78)

CN:518-519. En la juventud de este siglo se necesita mucho la reverencia. Estoy alar-


mada cuando veo a los niños y jóvenes de padres religiosos tan descuidados en cuanto al
orden y decoro que debieran observarse en la casa de Dios. Mientras los siervos de Dios
están presentando las palabras de vida a la congregación, algunos leen, otros murmuran
y ríen. Sus ojos están pecando al distraer la atención de los que los rodean. Este hábito
crecerá e influirá en otros, si se permite que continúe sin ser frenado.
Los niños y jóvenes nunca debieran sentir que es algo para enorgullecerse el ser in-
diferentes y descuidados en las reuniones donde se adora a Dios. Dios ve cada pen-
samiento o acción irreverente, y se registra en los libros del cielo. Él dice: "Conoz-
co tus obras". Nada está oculto de su ojo que todo lo escudriña. Si habéis formado, en
cualquier grado que fuera, el hábito de no prestar atención y de ser indiferentes en la ca-
sa de Dios, ejerced las facultades que tenéis para corregirlo, y mostrad que tenéis domi-
nio propio. Practicad la reverencia hasta que se convierta en una parte de vosotros mis-
mos (YI, 08-10-1896).

7CBA:974. Si cada persona que tiene influencia pudiera ascender a algún monte [para
recibir una] visión desde donde pudiera contemplar todas sus obras como Cristo las con-
templa cuando declara: "Conozco tus obras"; si el obrero pudiera rastrear de causa a
efecto cada palabra y acto objetable, el espectáculo le resultaría insoportable (MS 128,
1903)

2SG:230-231. El plan de Benevolencia Sistemática le es placentero al Señor. Fui llevada


a los días de los apóstoles, y vi que Dios ideó el plan mediante el descenso del Espíritu
Santo, y mediante el don de profecía aconsejó a su pueblo respecto al sistema de bene-
volencia. Todos habrían de participar en esta obra de impartir sus cosas materiales a los
que les ministraban en asuntos espirituales. También se les enseñó que las viudas y los
huérfanos tenían pretensión a su caridad. La religión pura y sin mácula es definida, el vi-
sitar las viudas y los huérfanos en sus aflicciones, y mantenerse sin la mancha de este
mundo. Vi que no sólo se trataba de simpatizar con ellos en sus aflicciones mediante pa-
labras de consolación, sino ayudarles, si se amerita, con su sustancia. Dios ha dado salud
a hombres y mujeres, y pueden recibir una gran bendición ayudando a las viudas y huér-
fanos en sus aflicciones. Vi que Dios requería a los jóvenes sacrificar más por el bien de
otros. Él demanda más de ellos que lo que están dispuestos a realizar. Si se mantienen
sin la mancha del mundo, dejan de seguir sus modas, y apartan aquello que los
amadores del placer gastan en artículos inútiles para gratificar el orgullo, y lo en-
tregan a los pobres que lo necesitan, y para sostener la causa, tendrán la aproba-
ción de Aquel que dice: “Yo conozco tus obras.”

5T:627-628. Mantened siempre en mente esta verdad: “Dondequiera que yo estoy,


todo lo que haga, Tú, Dios, me ves.” No hay forma en que el punto más ínfimo de
Pág. 72
nuestra conducta escape la observación de Aquel que dice: “Yo conozco tus obras.”
Las profundidades de cada corazón están abiertas a la inspección divina. Cada acción,
cada propósito, cada palabra, está tan distintamente marcada como hubiera sólo un indi-
viduo en todo el universo y toda la vigilancia y escudriñamiento de Dios fueran emplea-
dos en evaluar la conducta. ¿Violaremos entonces un solo precepto de su ley y enseña-
remos a otros a hacer lo mismo, mediante evasivas, asertos, falsedades, e la misma vista
del Legislador? ¿Afrontaremos la sentencia en la misma cara de Juez? En esto vemos
una dureza que parece sobrepasar la peor presunción humana. Y sé, mi hermano, a quien
espero ver en el juicio, que usted no tendrá palabra alguna de excusa por su apostasía.

TM:471-472. Los que están empleados en cualquier departamento de la obra por la cual
el mundo ha de ser transformado, no deben entrar en alianza con los que no conocen la
verdad. El mundo no conoce al Padre ni al Hijo, y no tiene discernimiento espiritual en
cuanto al carácter de nuestra obra, en cuanto a lo que haremos o lo que dejaremos de ha-
cer. Debemos obedecer las órdenes que vienen de arriba. No hemos de escuchar el con-
sejo o seguir los planes sugeridos por los no creyentes. Las sugestiones hechas por los
que no conocen la obra que Dios está realizando para este tiempo serán tales que debili-
tarán el poder de los instrumentos de Dios. Aceptando tales sugerencias, el consejo de
Cristo es anulado. . . .
El ojo del Señor está sobre toda la obra, todos los planes, todas las imaginaciones
de toda mente; él ve debajo de la superficie de las cosas, discierne los pensamientos
y las Intenciones del corazón. No hay un hecho de tinieblas, no hay un plan, no hay
una imaginación del corazón, no hay un pensamiento de la mente, que él no lea co-
mo un libro abierto. Todo hecho, toda palabra, todo motivo, es fielmente registrado
en los libros por el gran Escudriñador del corazón que dijo: "Yo conozco tus
obras"

1T:480. Muchos guardadores del sábado que son ricos, son culpables de amolar la cara
de los pobres. ¿Piensan los tales que Dios no toma nota de sus pequeños actos de mal-
dad? Si sus ojos fueran abiertos verían un ángel siguiéndolos por todas partes, tomando
fiel registro de todas sus acciones en el hogar y en su lugar de negocio. El Testigo Fiel
les sigue la huella, declarando: “Yo conozco tus obras.” Al ver este espíritu de en-
gaño, cobrar de más, de insensibilidad, aun entre algunos profesos sabatistas, ex-
clamé con espíritu angustiado. Este gran mal, esta terrible maldición, está envolvién-
dose alrededor de algunos del Israel de Dios en estos últimos días, haciendo de ellos una
mancha aun para algunos nobles no creyentes. Este es el pueblo que profesamente está
esperando la venida del Señor.

2T:125. Mucho del profeso y peculiar pueblo de Dios está tan conformado al mundo que
su peculiar carácter no es discernido, y es difícil distinguir “entre el que sirve a Dios y el
que no le sirve.” Dios haría grandes cosas por su pueblo si saldrían del mundo y
fueran distintos. Si se sometieran para ser guiados por él, Dios haría de ellos una
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alabanza en todo el mundo. Dice el Testigo Fiel: “Yo conozco tus obras.” Los ánge-
les de Dios que ministran a los que serán herederos de la salvación están familiarizados
con la condición de todos, y entienden la precisa medida de fe que cada individuo posee.
La incredulidad, el orgullo, la codicia, y el amor al mundo, que ha existido en los cora-
zones del profeso pueblo de Dios, han entristecido a los ángeles no caídos. Al ver ellos
que pecados graves y presuntuosos existen en los corazones de muchos de los profesos
seguidores de Cristo, y que Dios ha sido deshonrado por su curso torcido e inconsistente,
se les ha hecho llorar. Y no obstante, aquellos que más culpa tienen, que causan la ma-
yor debilidad a la iglesia y traen mancha sobre su sagrada profesión, no parecen estar
alarmados o sentir culpa, sino que parecen sentir que están floreciendo en el Señor.

4T:51. Ahora, querido hermano, usted debe realizar un muy ferviente y perseverante es-
fuerzo para desalojar al enemigo y acertar su libertad; pues él ha hecho de usted un es-
clavo para este mundo hasta que su amor por lo material ha llegado a ser la pasión do-
minante. Su ejemplo para otros ha sido malo; intereses egoístas han tomado la delantera.
Por su profesión usted dice al mundo: Mi ciudadanía no está aquí, sino arriba; mientras
que sus obras decididamente declaran que usted es sólo un ser terráqueo. Como trampa
vendrá el día del juicio sobre todos los que moran en la tierra. Su profesión es sólo un
tropiezo para las almas. Usted no tiene obras correspondientes. “Yo conozco tus
obras” (no tu profesión), dice el Testigo Fiel. Dios ahora está zarandeando a su pue-
blo, probando sus propósitos y sus motivos. Muchos serán sino como paja—nada de tri-
go, ningún valor en ellos.

4SG:34. Dios guía a su pueblo paso a paso. Él los lleva a diferentes puntos que están
calculados para manifestar lo que hay en el corazón. Algunos soportan en un punto, pero
fracasan en el siguiente. A cada punto de avanzada, el corazón es probado y un poco
más. Si el profeso pueblo de Dios encuentra el corazón opuesto a la estricta obra de
Dios, lo debiera convencer que tienen una obra que hacer para vencer, o ser vomitados
de la boca del Señor. Dijo el ángel: “Dios hará que su obra los pruebe más y más, y pon-
drá a prueba a cada uno de sus hijos.” Algunos están dispuestos a recibir disciplina en un
punto, pero cuando Dios los trae a otro punto de prueba, se retraen del mismo y se apar-
tan, porque encuentran que golpea contra algún ídolo acariciado. Aquí tienen oportuni-
dad de ver lo que hay en el corazón que está dejando a Jesús afuera. Ellos valoran otra
cosa más que a la verdad, y sus corazones no están preparados para recibir a Jesús. Indi-
viduos son probados por cierto tiempo para ver si sacrificarán sus ídolos, y acatan
el consejo del Testigo Fiel. Si se niegan a ser purificados mediante la obediencia a la
verdad, y vencen su egoísmo, su orgullo, y malas pasiones, los ángeles de Dios tie-
nen su encomienda,---“Están unidos a sus ídolos, déjalos”,—“y continúan realizan-
do su obra, dejándolos con sus malos rasgos sin ser subyugados, al control de malos
ángeles. Aquellos que se miden con cada punto, y soportan cada prueba, y vencen,
sea lo que fuera el precio, han acatado el consejo del Testigo, y serán preparados
mediante la lluvia tardía para ser trasladados.
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DTG:497. En este concilio, convocado para planear la muerte de Cristo, estaba pre-
sente el Testigo que oyó las palabras jactanciosas de Nabucodonosor, que presenció
la fiesta idólatra de Belsasar, que estaba presente cuando Cristo en Nazaret se pro-
clamó a sí mismo el Ungido. Este Testigo estaba ahora haciendo sentir a los gober-
nantes qué clase de obra estaban haciendo. Los sucesos de la vida de Cristo surgieron
ante ellos con una claridad que los alarmó. Recordaron la escena del templo, cuando Je-
sús, entonces de doce años, de pie ante los sabios doctores de la ley, les hacía preguntas
que los asombraban. El milagro recién realizado daba testimonio de que Jesús no era
sino el Hijo de Dios. Las Escrituras del Antiguo Testamento concernientes al Cristo res-
plandecían ante su mente con su verdadero significado. Perplejos y turbados, los gober-
nantes preguntaron: "¿Qué hacemos?" Había división en el concilio. Bajo la impresión
del Espíritu Santo, los sacerdotes y gobernantes no podían desterrar el sentimiento de
que estaban luchando contra Dios.

FE:526. El Espíritu Santo se necesita con urgencia en nuestras escuelas. Este agente di-
vino viene al mundo como representante de Cristo. No es únicamente el fiel y verdadero
testigo de la Palabra de Dios, sino que es el que escudriña los pensamientos y propósitos
del corazón. Es la fuente a la cual debemos ir en busca de eficiencia para la restauración
de la imagen moral de Dios en el hombre. El Espíritu Santo fue buscado con fervor en
las escuelas de los profetas; su influencia trasformadora traería aun los pensamientos en
armonía con la voluntad de Dios, y establecería una conexión viviente entre la tierra y el
cielo.

AUCR, 15 de Abril de 1903. ¡Cuán hermosa era la tierra cuando salió de la mano
del Creador! Dios presentó ante el universo un mundo en el cual aun su omnipre-
sente ojo no pudo encontrar mancha o contaminación, ningún defecto ni torcedura.
Cada parte de su creación ocupaba el lugar asignado, y respondía al propósito por el cual
era creada. Como las partes de una gran máquina, parte se entretejía con parte, y todo es-
taba en perfecta armonía. La paz y un santo gozo llenaba la tierra. No había confusión,
ninguna contienda. No había enfermedad que afligiera al hombre o al animal, y el reino
vegetal estaba sin mancha de corrupción. Dios contempló la obra de sus manos, lleva-
da a cabo por Cristo, y la pronunció “muy buena.” Él contempló un mundo perfec-
to, en el cual no había rastro de pecado, ninguna imperfección.

B Echo, 21 de Mayo de 1900. Cuando esta tierra fue creada por Cristo, era santa y
hermosa. Dios la pronunció “muy buena.” Cada flor, cada arbusto, cada árbol,
contestaba al propósito de su Creador. Todo aquello sobre lo cual descansaba la vista
era bello, y llenaba la mente con pensamientos de amor hacia el Creador. Cada sonido
era música, en armonía perfecta con la voz de Dios.

DTG:11-12. Al principio, Dios se revelaba en todas las obras de la creación. Fue


Cristo quien extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra. Fue su mano la que
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colgó los mundos en el espacio, y modeló las flores del campo. Él "asienta las monta-
ñas con su fortaleza," "suyo es el mar, pues que él lo hizo." Fue él quien llenó la tierra de
hermosura y el aire con cantos. Y sobre todas las cosas de la tierra, del aire y el cielo,
escribió el mensaje del amor del Padre.

CS:547. Antes de la aparición del pecado había paz y gozo en todo el universo. Todo
guardaba perfecta armonía con la voluntad del Creador. El amor a Dios estaba por en-
cima de todo, y el amor de unos a otros era imparcial. Cristo el Verbo, el Unigénito de
Dios, era uno con el Padre Eterno: uno en naturaleza, en carácter y en designios;
era el único ser en todo el universo que podía entrar en todos los consejos y desig-
nios de Dios. Fue por intermedio de Cristo por quien el Padre efectuó la creación
de todos los seres celestiales. "Por él fueron creadas todas las cosas, en los cielos, ...
ora sean tronos, o dominios, o principados, o poderes" (Col. 1:16, V.M.); y todo el cielo
rendía homenaje tanto a Cristo como al Padre.

RH, 18 de Agosto de 1910. Todas las cosas fueron creadas por el Hijo de Dios. “En el
principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios...Todas las cosas por él fueron crea-
das; y sin él nada fue hecho que fue hecho.” Juan 1:1-3. Y siendo que el sábado es un
memorial de la obra de la creación, es un emblema del amor y poder de Cristo.

8T:264. Mediante Cristo, un Dios personal creó al hombre y lo dotó con inteligencia y
poder.

Versículo 15. "Conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojala fueses frío o calien-
te!”

RH, 8 de Abril de 1880. Jóvenes y ancianos, Dios ahora os está probando. Ahora estáis
decidiendo vuestro destino eterno. El orgullo, la moda, la vana conversación, y el
egoísmo son males que, si acariciados, crecerán, y ahogarán la buena semilla sembrada
en vuestros corazones, hasta que pronto la palabra será dicha de vosotros, como fue di-
cha de la casa de Elí, que vuestros pecados no serán purgados con sacrificios ni ofrendas
jamás. ¡O, que todo tibio creyente pudiera reconocer lo que se requerirá de él, para poder
aprobar el examen cerrado y escrutador del Juicio. Apreciables lectores, no os engañéis
respecto a vuestra condición. No podéis engañar a Dios. Dice el Testigo Fiel: “Yo co-
nozco tus obras.”

TSA:34. Si estamos ocupados en contiendas y críticas cuando debiéramos estar haciendo


lo mejor para el Maestro, ¿cómo podemos esperar que Dios traiga las almas a la verdad,
y confiarlas a nuestra dirección infiel y desemejante a Cristo? Buscad al Señor de todo
corazón; muérase al yo. El pueblo de Dios debe ser una unidad, y la obra debe em-
pezar en nuestros corazones. La obra debe empezar en nuestras propias familias.
El testigo fiel dice: “Yo conozco tus obras.” Podéis constantemente estar bebiendo
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del Espíritu de Cristo.

TSB:194-195. Esto está escrito en los libros del cielo, y dentro de poco vuestro caso será
decidido, si vuestro nombre será borrado del Libro de la Vida o no. Ciertamente lo será a
menos que usted sea un hombre convertido, y humille su corazón delante de Dios, y
confiese sus pecados, y aparte de usted todo pensamiento impuro y acción corrupta. Di-
ce el Testigo Fiel: “Yo conozco tus obras.” No procure usted enseñar la gente hasta
que sea usted un hombre transformado, hasta que usted haya en humilde peniten-
cia buscado al Señor con verdadera contrición del alma, y tenga un nuevo corazón.

6CBA:1101. El plan de Cristo es el único seguro. Él declara: "He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas". "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es". Cristo no anima al hom-
bre para que piense que él aceptará un carácter remendado, constituido mayormente del
yo con un poco de Cristo. Esta es la condición de la iglesia laodicense. Al principio
parece haber algo del yo y algo de Cristo; pero pronto todo es del yo, y nada es de
Cristo. Se revela la raíz del egoísmo. Continúa creciendo, echando sus raíces más y
más profundamente, hasta que sus ramas están cubiertas con frutos indeseables. Cristo
considera con ternura compasiva a todos los que tienen caracteres híbridos. La relación
con Cristo de los que tienen un carácter tal, es tan frágil que es completamente inservible
(Carta 105, 1893).

DMJ:34. Al escuchar las palabras de Cristo, la gente podía ver la sal, blanca y relucien-
te, arrojada en los senderos porque había perdido el sabor y resultaba, por lo tanto, inútil.
Simbolizaba muy bien la condición de los fariseos y el efecto de su religión en la socie-
dad. Representa la vida de toda alma de la cual se ha separado el poder de la gra-
cia de Dios, dejándola fría y sin Cristo. No importa lo que esa alma profese, es con-
siderada insípida y desagradable por los ángeles y por los hombres. A tales perso-
nas dice Cristo: "¡Ojala fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío
ni caliente, Te: vomitaré de mi boca".

2SG:262. Dice el Testigo fiel: "Ojala fueses frío o caliente. Mas porque eres tibio, y
no frío ni caliente, Te: vomitaré de mi boca." (Apoc. 3:15-16). Satanás acepta que
seáis cristianos de nombre, porque así resultáis más convenientes para sus fines. Si
tenéis una forma de piedad y no la verdadera, puede usaros como señuelo para
atraer a otros al mismo estado de engaño propio. Algunas pobres almas os mirarán a
vosotros en vez de recurrir a la norma de la Biblia; y no se elevarán más alto. Serán tan
buenas como vosotros, y se quedarán satisfechas.
A los jóvenes se los insta a menudo a cumplir con su deber, a hablar u orar en las
reuniones; se les insta a que mueran al orgullo. Se les insta a cada paso. Una religión
tal no vale nada. Si cambia el corazón carnal, no habrá tal obra rutinaria, ni personas de
corazón frío que profesen servir a Dios. Todo el amor al vestido y a las apariencias ha-
brá desaparecido. El tiempo que pasáis delante del espejo, arreglando vuestro cabello
Pág. 77
para que agrade al ojo, será dedicado a la oración y al escudriñamiento del corazón. En
el corazón santificado no habrá cabida para el atavío exterior, sino una búsqueda fer-
viente y ansiosa del adorno interior: las gracias cristianas y los frutos del Espíritu de
Dios.

Comentario Bíblico Adventista:

1.
Ángel.
Ver com. cap. 1:20.
Sardis.
Una ciudad importante a poca distancia al sur de Tiatira. Sardis gozaba como Tiatira de
una ubicación comercial favorable. Estrabón, el antiguo geógrafo, la llamaba "una gran
ciudad" (Geografía xiii. 4. 5), aunque en los días de Juan no rivalizaba en importancia ni
con Éfeso ni con Pérgamo. Hay más información acerca de Sardis en las PP:. 102-104.
El significado del nombre es incierto; sin embargo, algunos sugieren "canción de gozo",
o "lo que queda", o "algo nuevo".
Siete espíritus.
Ver com. cap. 1:4.
Siete estrellas.
Esta figura, como las que dan comienzo a los mensajes a cada una de las otras iglesias,
deriva de la descripción de Cristo glorificado en el cap. 1 (ver com. versos 16, 20).
Tus obras.
Ver com. cap. 2:2.
Nombre.
Aquí "reputación". Esta iglesia se caracterizó por la hipocresía: no era lo que pretendía
ser. Las iglesias de la Reforma afirmaban que habían descubierto lo que significaba vi-
vir por la fe en Jesucristo, pero cayeron finalmente en un estado que se parecía, en cier-
tos sentidos, al de la organización de la cual se habían apartado (cf. 2 Tim. 3:5). Su
nombre -protestante- implicaba oposición a los abusos, los errores y el formalismo de la
Iglesia Católica Romana, y el nombre Reforma daba a entender que ninguna de estas fal-
tas se hallaba dentro del redil protestante. Ver PP:44-69.
Estás muerto.
Este punzante comentario da comienzo a un mensaje que consiste mayormente de re-
prensiones. El pecado de la hipocresía mereció las condenaciones más penetrantes de
Jesús contra los dirigentes religiosos de sus días (Mat. 23:13-33). El Cristo glorificado
envía ahora a la iglesia hipócrita de Sardis su más directa reprensión. En vez de estar
viva en Cristo (cf. Efe. 2:5; Col. 2:13; Gál. 2:20), como lo pretendía esta iglesia, en ver-
dad estaba "muerta" (cf. 2 Tim. 3:5). Este mensaje aplicado a Sardis, puede considerar-
se como dirigido al período de la iglesia que existió hacia fines de la época de la Refor-
ma, de 1517 a 1755; sin embargo, ver Nota Adicional de Apoc. 2.
Algunas décadas después del comienzo de la Reforma, las nuevas iglesias experimenta-
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ron un período de violenta controversia doctrinal. Finalmente se zanjaron las diferencias
de opinión adoptando credos definidos que tendían a desalentar la búsqueda de nuevas
verdades. Por un proceso similar la Iglesia Católica Romana, en los primeros siglos de
su historia, había estereotipado su teología. Protegidas por el poder y el prestigio del Es-
tado y resguardadas al abrigo de rígidas confesiones de credos, las iglesias nacionales
del mundo protestante por lo general llegaron a contentarse con una forma de piedad ca-
rente de su poder. Otro factor importante que contribuyó a la apatía hacia las cosas espi-
rituales fue el surgimiento del racionalismo en los siglos XVII y XVIII. Ante el impacto
de los descubrimientos científicos, muchos eruditos llegaron a creer que la ley natural
era suficiente para explicar el funcionamiento del universo. A menudo concluyeron que
la principal función de Dios con relación a este mundo sólo era la de una primera causa,
y que a partir de ese acto inicial de creación, el mundo marchaba más o menos indepen-
dientemente de Dios. Hombres pensadores que creían que eran impedidos en su pensa-
miento teológico independiente por las rígidas fórmulas de la ortodoxia protestante, en
algunos casos se volvieron al nuevo racionalismo filosófico. Aunque el racionalismo
produjo un elevado idealismo y suscitó reflexiones dignas de alabanza en la ciencia polí-
tica y el humanitarismo, cuando sus postulados fueron aplicados a la religión influían
mucho para fomentar la frialdad espiritual que caracterizó al protestantismo en los siglos
que siguieron a la Reforma.
2.
Sé vigilante.
Respecto a la vigilancia como deber cristiano, ver com. Mat. 24:42; cf. Mat. 25:13.
Las otras cosas.
En el protestantismo en decadencia aún había ciertas características dignas de ser con-
servadas aunque representara un esfuerzo. No todo se había perdido. La vida espiritual
del protestantismo estaba moribunda, pero aún no estaba muerto el sistema. La "super-
vivencia" puede considerarse como la nota predominante del período de la historia de la
iglesia correspondiente a Sardis.
Tus obras perfectas.
El ardor del protestantismo durante sus primeros años prometía un avance hacia la per-
fección en la comprensión de la verdad revelada y en su aplicación a la vida; pero con el
transcurso de los años, el celo y la piedad decayeron, y la iglesia se cansó del esfuerzo
por alcanzar la meta que se había propuesto.
3.
Acuérdate, pues.
Cf. cap. 2:5. 773
Has recibido.
La flexión del verbo griego no sólo indica que la iglesia de Sardis había recibido la ver-
dad, sino especifica que aún la tenía; no se había perdido todo. El hecho de que aún hu-
biera esperanza, se destaca en la amonestación "guárdalo", en griego, "continúa guar-
dando". Algunos cristianos de Sardis no habían apostatado; esto aparece más claramen-
te en el verso 4.
Pág. 79
Arrepiéntete.
Gr. metanoéo (ver com. Mat. 3:2).
Ladrón.
Cf. Mat. 24:43, donde se hace referencia a la segunda venida de Cristo. Esta amonesta-
ción puede incluir no sólo el segundo advenimiento sino una visitación divina más in-
mediata (cf. Apoc. 2:5). Cualquier venida sería inesperada para los que dejaban de arre-
pentirse y velar. Cf. CS:544-545.
4.
Manchado sus vestiduras.
Una figura de lenguaje para indicar la contaminación moral en la cual había caído la
mayor parte de la iglesia de Sardis. Ver com. Mat. 22:11; cf. Apoc. 16:15; cf. com. Isa.
63:6.
Vestiduras blancas.
En contraste con los que habían caído moralmente y contaminado sus "vestiduras", los
que permanecieron fieles son representados como dignos de llevar "vestiduras blancas".
Que estas "vestiduras blancas" simbolizan su pureza, lo indica la frase "porque son dig-
nos" y además el uso del mismo símbolo en el cap. 7:13-14. Este último pasaje aclara
que tal justicia no les pertenece a los fieles; es el resultado de lavar sus vestiduras y
blanquearlas en la sangre del Cordero. Han recibido la justicia de Cristo.
Las vestiduras blancas también son características de los seres celestiales (Dan. 7:9;
Apoc. 4:4; 6:11; 19:14), y de esta manera son para los santos una figura de su "cuerpo
espiritual" (1 Cor. 15:40-44; cf. verso 51-54).
5.
El que venciere.
Ver com. cap. 2:7.
Vestido.
Es decir, con inmortalidad en la vida venidera.
Vestiduras blancas.
Ver com. verso 4.
No borraré.
Ver com. Hechos 3: 1 9. La promesa "no borraré" le asegura al pecador arrepentido que
sus pecados han sido perdonados. Por otra parte advierte al impenitente que su nombre
será eliminado del libro de la vida. Dejará de existir su identidad como persona; ya no
tendrá lugar entre los seres creados. Cf. CS:544-545.
Libro de la vida.
Ver com. Fil. 4:3; cf. Apoc. 13:8; 20:15.
Confesaré su nombre.
Es decir, lo reconocerá como un seguidor leal y consagrado. Cristo es el abogado e in-
tercesor, el gran Sumo Sacerdote de todos los que invocan su justicia (ver 1 Juan 2:1-2;
cf. Mat. 10:32-33; Heb. 8:1-6).
Delante de sus ángeles.
"Pero el plan de salvación tenía todavía un propósito más amplio y profundo que el de
Pág. 80
salvar al hombre. Cristo... vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo"
(PP:55; DTG:11). Cuando Cristo como intercesor y sumo sacerdote presenta a su pueblo
redimido delante del trono de Dios, ofrece así a las huestes angelicales un testimonio
convincente de que los caminos de Dios son justos y verdaderos. Ven la justicia de Dios
vindicada tanto en su "extraña obra" (Isa. 28:2l) de entregar al impenitente a la destruc-
ción como en su perdón de los pecadores que, por fe, aceptan su gracia salvadora. Sin la
intercesión de Cristo como sumo sacerdote, ese misterioso proceder de Dios de otra ma-
nera podría parecer ante las inteligencias del universo como arbitrario e injustificado.
6.
Que tiene oído.
Ver com. cap. 2:7.
7.
Ángel.
Ver com. cap. 1:20.
Filadelfia.
Palabra que significa "amor fraternal", Esta ciudad fue fundada antes del año 138 a.C. y
recibió su nombre de Atalo II Filadelfo, de Pérgamo, en homenaje a su lealtad hacia su
hermano mayor Eumenes II, que le había precedido en el trono. Después de un destruc-
tor terremoto en el año 17 d. C., fue reconstruida por el emperador romano Tiberio, pero
siguió siendo relativamente pequeña. Estaba situada a unos 50 Km. al sudeste de Sardis.
Cuando se hace la aplicación histórica, se considera que el mensaje a Filadelfia es apro-
piado para los diversos movimientos que sucedieron dentro del protestantismo durante
los últimos años del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, cuyo objeto fue hacer de la
religión un asunto vital y personal (ver com. verso 2; Nota Adicional del cap. 2). Espe-
cialmente los grandes movimientos evangélicos y el movimiento adventista de Europa y
Estados Unidos, restauraron el espíritu del amor fraternal destacando la piedad práctica
en contraste con las formas vacías de religión. Una fe renovada en la gracia salvadora de
Cristo y en la proximidad de su regreso dieron como resultado un espíritu más profundo
de fraternidad cristiana que el que había experimentado la iglesia desde los primeros
días de la Reforma. Hay más comentarios sobre el desarrollo histórico de este período
en las PP:70-73.
El Santo.
Este título es equivalente a "el Santo" aplicado a Dios en el AT (Isa. 40:25; Hab. 3:3).
En el NT una denominación similar se aplica repetidas veces a Cristo, para indicar su
deidad (Luc. 1:35; Hechos 4:27, 30; cf. com. Juan 6:69).
Verdadero.
Gr. al'thinós, "genuino", "real", en contraste con los dioses falsos.
Llave de David.
Este versículo aplica a Cristo la profecía de Isaías acerca de Eliaquim (Isa. 22:20-22; ver
2 Reyes 18:18). Eliaquim fue nombrado para supervisar "la casa de David", como lo
demuestra el hecho de que se le" daría "la llave de la casa de David". El hecho de que
Cristo tenga la "llave" representa su autoridad sobre la iglesia y sobre el propósito divino
Pág. 81
que debía ser cumplido por ella (ver Mat. 28:18; Efe. 1:22). Cf. Apoc. 5:5; 22:16; ver
com. Mat.1: 1.
El que abre.
Es decir, con "la llave de David". Cristo tiene plena autoridad para abrir y cerrar, para
hacer triunfar el plan de la redención.
8.
Tus.
En cuanto al énfasis del singular, ver com. cap. 2:2.
Obras.
Ver com. cap. 2:2.
Una puerta abierta.
En el versículo anterior se dice que Cristo tiene "la llave de David", y en el verso 8 pue-
de sugerir que con esa "llave" abre ante la iglesia de Filadelfia una "puerta" de oportuni-
dades limitadas para la victoria personal en la lucha con el pecado y para dar el testimo-
nio de la verdad salvadora del Evangelio. De manera similar se usa una "puerta" como
símbolo de oportunidad en Hechos 14:27; 1Cor. 16:9; 2 Cor. 2:12; Col. 4:3.
Los adventistas del séptimo día sostienen que el fin del período de Filadelfia (1 844) se-
ñala el comienzo del juicio investigador descrito en Dan. 7:10; Apoc. 14:6-7 (ver los
comentarios respectivos). Cristo es nuestro gran Sumo Sacerdote (Heb. 4:14-15; 8:l) que
ministra en el santuario celestial, "aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y
no el hombre" (Heb. 8:2, 61; Éxo. 25:8-9). Ahora bien, el ritual del santuario terrenal
consistía esencialmente en dos partes: el lugar santo, el servicio de ministración diaria
por el pecado; y en el lugar santísimo, el servicio anual en el día de la expiación, que era
considerado como un día de juicio (ver Heb. 9:1, 6-7; com. Dan. 8:11, 14). En vista de
que el santuario terrenal servía como "figura y sombra de las cosas celestiales" (Heb.
8:5), es razonable concluir que los servicios diarios y anuales de este santuario tienen su
equivalencia en el ministerio de Cristo en el santuario celestial. Hablando en términos
del simbolismo del santuario terrenal -"figura del verdadero" (Heb. 9:24)- puede afir-
marse que en el día de la verdadera expiación que comenzó en 1844, nuestro gran Sumo
Sacerdote dejó el lugar santo del santuario celestial y entró en el lugar santísimo. Por lo
tanto, la "puerta cerrada" sería la del lugar santo del santuario celestial, y la "puerta
abierta" la del lugar santísimo, donde Cristo desde ese tiempo ha estado ministrando en
la obra del gran día de la verdadera expiación (ver CS:483-484, 488; PE:42). En otras
palabras: la "puerta cerrada" indica la terminación de la primera fase del ministerio ce-
lestial de Cristo, y la "puerta abierta", el comienzo de la segunda fase. Se ocupa de este
tema de "la puerta cerrada" en las enseñanzas de los primeros adventistas, L. E. Froom
en The Prophetic Faith of Our Fathers, t. 4, PP:829-842; F.D. Nichol en Ellen G. White
and her Critics, PP:161-252. Hay un resumen de la doctrina del santuario en la Nota
Adicional de Heb. 10.
Nadie puede cerrar.
Cristo proseguirá con la obra de la redención hasta terminarla. Los hombres no pueden
hacer nada para estorbar su ministerio en las cortes celestiales ni su jurisdicción y domi-
Pág. 82
nio sobre los asuntos terrenales (ver com. Dan. 4:17).
Poca fuerza.
No es claro si Cristo está reprendiendo a la iglesia de Filadelfia por tener tan poca fuer-
za, o si la alaba por tener algo de fuerza. Aparte de los "pocos" de Sardis, esa iglesia es-
taba casi "muerta", y puede ser que la "poca fuerza" de Filadelfia represente una situa-
ción más animadora que la de Sardis. El hecho de que la "poca fuerza" esté tan íntima-
mente relacionada con la alabanza por guardar la Palabra de Cristo y no negar su nom-
bre, tiende a confirmar esta conclusión. La "puerta abierta" puede también considerarse
como una invitación a participar de una experiencia de una fuerza aún mayor. La iglesia
de la antigua Filadelfia sin duda no era grande ni influyente, pero era pura y fiel. El pe-
ríodo de la historia de la iglesia que corresponde a Filadelfia con su creciente dedicación
a la Palabra de Dios, particularmente a las profecías de Daniel y Apocalipsis y a 775 la
piedad personal, presentaba un cuadro mucho más animador que el del período anterior.
Mi palabra.
La palabra de Dios expresa su voluntad. Dios ha revelado su voluntad mediante la natu-
raleza, también mediante sus profetas y apóstoles, por el testimonio directo del Espíritu
Santo al corazón humano, por las vicisitudes de la vida, mediante el curso de la historia
humana y especialmente, por medio de Cristo.
Nombre.
Ver com. cap. 2:3.
9.
Yo entrego.
La declaración del verso 9 puede entenderse gramaticalmente como que Dios "haría"
que algunos miembros de la "sinagoga de Satanás" vinieran y adoraran impenitentes a
los pies de los cristianos de Filadelfia, o que Dios "daría" a los cristianos de Filadelfia
algunos de los judíos como conversos al cristianismo. El contexto no es concluyente.
De la sinagoga.
O "algunos de la sinagoga" (ver com. cap. 2:9).
Se dicen ser judíos.
Ver com. cap. 2:9.
Vengan y se postren.
La secuencia del pensamiento: "vengan.,., se postren..., reconozcan", parece indicar más
el triunfo final y público de los cristianos de la antigua Filadelfia sobre sus opositores
judíos. Que los cristianos, como los vencedores paganos, se regocijaran por la perspec-
tiva de que sus acusadores finalmente quedarían postrados a sus pies, no parece reflejar
el espíritu del verdadero cristianismo. Estas palabras pueden referirse mejor a la conver-
sación de algunos de los judíos de Filadelfia (cf. 1 Cor. 14:24-25), quienes aprenderían
el amor de Dios por experiencia personal. Ese crecimiento en feligresía podría provenir
de la "puerta abierta" de Apoc. 3:8 y de la lealtad de la iglesia "palabra" de Cristo. Esta
lealtad a menudo ha llevado la convicción aun a los corazones de los mismos persegui-
dores.
Esta expresión aplicada al período de la historia de la iglesia correspondiente a Filadel-
Pág. 83
fia, puede considerarse que se refiere a los que no se mantienen a tono con el avance de
la verdad y se oponen a los cristianos que sí lo hacen. Entendida de esta manera puede
referirse a un tiempo cuando los que han rechazado la verdad confesarán su error públi-
camente (CS:713).
La frase "vengan y se postren a tus pies" es de Isa. 60:14 (LXX) (cf. cap. 49:23). Así
como los extranjeros vendrían al Israel literal de la antigüedad para aprender de Dios
(ver t. IV, PP:28-32), así también los que no eran cristianos vendrían a la luz del Evan-
gelio para hallar la salvación (ver t. IV, PP:37-38).
Apoc. 3: 9 también se ha aplicado a los que persisten en su oposición a la verdad, parti-
cularmente al tiempo cuando las circunstancias los obligarán, aunque sean impenitentes,
a reconocer que los que se han mantenido leales a la verdad son ciertamente el pueblo de
Dios. No hay nada que excluya la posibilidad de que la declaración de este versículo
pueda incluir a los opositores de la verdad ya arrepentidos y también a los que no quie-
ren arrepentirse. Un grupo expresaría ese reconocimiento con sinceridad; el otro, sólo
porque las circunstancias lo obligan a hacerlo. Te: he amado. Estas palabras son toma-
das probablemente de Isa. 43:4.
10.
La palabra de mi paciencia.
Algunos interpretan esta frase dándole el significado de "mi palabra de paciencia", es
decir, mi orden de que tengas paciencia. Otros creen que se refiere a la enseñanza res-
pecto a la paciencia de Cristo (cf. 2 Tes. 3:5). Las dos ideas se combinan en el pensa-
miento de que Cristo nos anima a ser pacientes como él fue paciente en la prueba.
De.
Gr. ek, "que sale de", lo que indica que los vencedores soportarán con éxito el período
de tribulación, y no que no serán afectados por él (ver com. Dan. 12:1 Mat. 24:21-22,
29-31).
Hora de la prueba.
No se trata de un período específico literal o profético, sino de una "temporada" o "tiem-
po". "Hora" se usa aquí en el mismo sentido que en el cap. 3:3. En armonía con las repe-
tidas referencias en el Apocalipsis a la inminencia del regreso de Cristo (ver com. cap.
1:1), la "hora de la prueba" sin duda se refiere a un gran período de prueba que antecede
al segundo advenimiento.
Los que moran.
Esta y otras expresiones similares (cap. 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 14; 17:2, 8) se usan vez
tras vez en el Apocalipsis para referirse a los impíos, sobre los cuales serán derramados
los castigos divinos.
11.
Corona.
Ver com. cap. 2:10.
12.
Columna en el templo.
Una "columna" en sentido metafórico es, por supuesto, parte de un "templo" metafórico,
Pág. 84
figurado. En el NT la palabra que se traduce "templo" (naós) generalmente se refiere al
santuario interior, que comprende los lugares santo y santísimo y no a todo el conjunto
de edificios que constituían el antiguo templo. Por lo tanto, esta promesa significa que el
vencedor ocupará un lugar permanente e importante en la presencia de Dios. También se
usa la palabra "columna" en sentido metafórico en Gál. 2:9; 1 Tim. 3:15.
Nunca más saldrá de allí.
Esto es, será permanente. En armonía con la figura, "salir de allí" sería dejar la presencia
de Dios deliberadamente como lo hizo Lucifer (PP:15). Una promesa como ésta sólo se
podría hacer a los que vencen permanentemente. En esta vida aún queda la posibilidad
de "salir fuera", pero en la vida futura nadie querrá salir.
Nombre de mi Dios.
Ver com. Hechos 3:16; Apoc. 2:3; cf. Apoc. 2:17; 14:l; 22:4. Continúa el lenguaje sim-
bólico que comienza con la columna, y por lo tanto debe tomarse figuradamente. Puesto
que un "nombre" refleja la personalidad y el carácter, esta promesa "significa que los
que venzan recibirán la huella o impresión permanente del carácter de Dios"; la imagen
de su Creador será plenamente restaurada en ellos. Este lenguaje figurado también puede
entenderse como que implica que los santos victoriosos serán plenamente la propiedad
de Dios como lo manifiesta el nombre divino, como señal de propiedad que se les aplica.
Nombre de la ciudad.
La columna tiene grabado en ella no sólo el nombre divino sino también el de la nueva
Jerusalén. Puede entenderse que el cristiano victorioso es ciudadano de la nueva Jerusa-
lén y que tiene derechos a vivir en ella (cap. 22:14).
Nueva Jerusalén.
No "nueva" en el sentido de ser una réplica de la ciudad literal que llevaba el mismo
nombre, sino en contraste sobrenatural con su equivalente terrenal. El propósito era que
la antigua Jerusalén llegase a ser la metrópoli de esta tierra y permaneciera para siempre
(ver t. IV, PP:31-32). Como fracasó en llevar a cabo la tarea que se le encomendó, ese
papel será concedido a la nueva Jerusalén. La expresión nueva Jerusalén es exclusiva del
Apocalipsis, pero el pensamiento se anticipa en Gál. 4:26; Heb. 12:22. En cuanto al sig-
nificado del nombre Jerusalén, ver com. Josué 10:1.
La cual desciende.
Ver com. cap. 21:2.
Mi nombre nuevo.
El tercer nombre escrito en la columna simbólica es el de Cristo. Por medio de Cristo, el
vencedor recibe el carácter divino representado por el nombre (ver com. Hechos 3:16).
Sólo en virtud de que Dios se hizo hombre en Jesucristo, puede el hombre ser restaurado
nuevamente a la imagen de Dios. Esto se lleva a cabo por el don de la vida y el carácter
de Cristo que se imparten al creyente (ver Gál. 2:20; DTG:352). Recibir el nombre de
Cristo es recibir la confirmación de que es nuestro dueño (ver com. 2 Cor. 1:22).
13.
El que tiene oído.
Ver com. cap. 2:7.
Pág. 85
14.
Ángel.
Ver com. cap. 1:20.
Laodicea.
Este nombre se ha definido como "juicio del pueblo", o "un pueblo juzgado". Lo último
parece preferible. La distancia que hay desde Filadelfia hasta la ciudad de Laodicea es
de unos 65 Km. (ver t. VI, mapa frente a p. 33). Laodicea fue fundada por el rey seléuci-
da Antíoco II Teos (261246 a.C.), y recibió su nombre en honor de Laodice, la esposa
del rey. La ciudad se hallaba situada en el valle del río Licos. En los días de Juan era un
centro comercial próspero que se especializaba en la producción de tejidos de lana. Es-
taba a pocos kilómetros de las ciudades de Colosas y Hierápolis, y muy pronto hubo
cristianos en cada una de esas ciudades (cf. Col. 4:13). La iglesia de Laodicea quizá te-
nía ya unos 40 años de fundada cuando Juan escribió el Apocalipsis. Pablo se interesó
mucho en esa congregación y encargó a los colosenses que hicieran un intercambio de
epístolas con los laodicenses (Col. 4:16). Hay información acerca de la antigua ciudad
de Laodicea en la PP:105-106.
Amén.
La unión de este título con "el testigo fiel y verdadero" lo identifica como un título de
Cristo (cap. 1:5), el autor de las cartas a las siete iglesias. En cuanto al significado de
"amén", ver com. Deut. 7:9; Mat. 5:18. La aplicación de este término a Cristo puede
compararse con Isa. 65:16, donde en hebreo el Señor recibe el nombre de 'Elohe 'amen,
"el Dios del amén". En el pasaje que consideramos, puede entenderse este título como
una declaración de que Cristo es la verdad Juan 14:6), y por lo tanto, su mensaje a la
iglesia de Laodicea debe ser aceptado sin vacilación.
El testigo fiel y verdadero.
Ver com. cap. 1:5.
Principio.
Gr. arjé, palabra que tiene sentido pasivo y también activo. En sentido pasivo se refiere a
lo que recibe la acción en el principio. Si así se interpreta aquí, significaría que Cristo
fue el primer ser creado; pero es evidente que ésta no puede ser la traducción correcta,
pues Cristo no es un ser creado. En sentido activo se refiere a lo que comienza una ac-
ción, la primera causa o motor. Si así se entiende entonces se afirma que Cristo es el
Creador. Este es, sin duda alguna, el significado de este pasaje, porque en otros versícu-
los se describe a Cristo repetidas veces desempeñando ese mismo oficio (ver t. V, p.
894; com. Juan 1:3; Heb. 1:2). La declaración notablemente similar de Col. 1:15-16 ha-
bía sido leída por la iglesia de Laodicea muchos años antes (cf. Col. 4:16).
15.
Tus.
En cuanto al énfasis del singular, ver com. cap. 2:2.
Obras.
Ver com. cap. 2:2.
Ni eres frío ni caliente.
Pág. 86
Se ha sugerido que esta expresión figurada debe haber tenido un significado especial pa-
ra los cristianos de Laodicea. Uno de los principales lugares de interés de esa comarca es
una serie de cascadas de agua salobre proveniente de las termas de Hierápolis. Las cas-
cadas forman piletas naturales de agua tibia, muy apreciadas por los turistas. Los infor-
mes históricos y las ruinas de Hierápolis no dejan duda de que el agua termal fluía en el
primer siglo d.C. El agua tibia era, pues, algo familiar para los laodicenses; describía
adecuadamente su condición espiritual.
La tibia condición espiritual de la iglesia de Laodicea era más peligrosa que si hubiera
estado fría. El cristianismo tibio retiene la forma y hasta el contenido del Evangelio en
cantidad suficiente para adormecer las facultades de percepción del espíritu. Esto hace
que los creyentes olviden el esfuerzo diligente que es necesario hacer para alcanzar el al-
to ideal de una vida victoriosa en Cristo. El típico cristiano laodicense está contento con
el rutinario transcurrir de las cosas y se enorgullece del poco progreso que hace. Es casi
imposible convencerlo de su gran necesidad y de cuán lejos se encuentra de la meta de la
perfección.
Puesto que los mensajes a las siete iglesias reflejan el curso completo de la historia de la
iglesia cristiana (ver com. cap. 1:11; 2:1), el séptimo mensaje debe representar la expe-
riencia de la iglesia durante el período final de la historia de este mundo. El nombre
Laodicea sugiere el último paso en el proceso espiritual del cristiano: la perfección de
"un pueblo juzgado" (ver com. cap. 3:14) y hallado justo. Además, implica que la pre-
paración de este pueblo y el procedimiento divino de determinar que son justos, conclui-
rán al final del período (ver com. Dan. 8:13-14; Apoc. 3:8; 14:6-7). Por lo tanto, el
mensaje para Laodicea se aplica en un sentido especial a la iglesia desde 1844 hasta el
fin del tiempo (ver Nota Adicional al final del capítulo). Este lapso puede describirse
como el período del juicio.
El mensaje de Laodicea se aplica a todos los que afirman que son cristianos (ver 6T:77).
Los adventistas del séptimo día han reconocido por más de un siglo que el mensaje a los
laodicenses también tiene una aplicación especial para ellos (ver Jaime White, RH, 16-
10-1856; cf. 1JT:41-44). El reconocimiento de esta aplicación es una constante repren-
sión contra el engreimiento y un estímulo para vivir íntegramente de acuerdo con el mo-
delo de una vida perfecta en Cristo Jesús (ver com. cap. 3:18).
Ojala.
Un estado espiritual de tibieza produce una disminución de la vigilancia, lentitud en las
reacciones e indecisión. Si la iglesia de Laodicea fuese fría, el Espíritu de Dios tal vez
podría convencerla más fácilmente de su peligrosa condición.
¿Por qué es preferible una condición de frialdad a una de tibieza? Las siguientes pala-
bras proyectan luz al respecto: "Al Señor le agradaría que los tibios, que creen que son
religiosos, nunca hubieran mencionado su nombre. Son una carga continua para los que
anhelan ser fieles seguidores de Jesús. Son una piedra de tropiezo para los incrédulos"
(1T:188).
16.
No frío ni caliente.
Pág. 87
Ver com. verso 15; cf. 1T:188; 2T:175-176.
Te: vomitaré.
La figura del agua tibia prosigue hasta su lógica conclusión. Nuevamente, conviene re-
cordar el agua de Hierápolis, que además de ser tibia, tiene mal gusto por su contenido
mineral. Esta agua desagrada, produce náuseas; el que la bebe casi involuntariamente
vomita. Ver 3JT:15.
17.
Yo soy rico.
Puede entenderse literal o espiritualmente. Laodicea era una ciudad próspera, y sin duda
algunos de los cristianos que vivían allí tenían recursos. En el año 60 d.C., cuando toda
la región sufrió un devastador terremoto, Laodicea se negó a aceptar la ayuda que Roma
ofreció para la reconstrucción. Sus ciudadanos se sintieron suficientemente ricos como
para hacer frente a los gastos de levantar los edificios caídos.
Esta iglesia evidentemente no había sufrido ninguna grave persecución. El orgullo pro-
ducido por su prosperidad llevaba naturalmente a la complacencia espiritual. La riqueza
no es mala en sí misma; lo que sucede es que las riquezas hacen que su poseedor se sien-
ta tentado a ceder al orgullo y a la complacencia propia. Contra esos males la única pro-
tección segura es la humildad espiritual.
Los cristianos pobres en bienes terrenales se sienten ricos y colmados de bienes espiri-
tuales; sin embargo, se parecen a un antiguo filósofo que orgullosamente proclamaba su
"humildad" usando un vestido desgarrado. El orgullo que les produce su pretendida es-
piritualidad, brilla a través de los agujeros de sus vestiduras. El conocimiento de impor-
tantes verdades que sólo se han albergado intelectualmente, pero que no se permite que
impregnen el alma, lleva al orgullo espiritual y a la intolerancia religiosa. Hasta la igle-
sia de Dios, poderosa en la estructura de su organización y rica con las joyas de la ver-
dad, fácilmente puede llegar a ser intolerante en doctrina e inmoralmente orgullosa de
sus riquezas de verdad. "El pecado más incurable es el orgullo y la presunción. Estos
defectos impiden todo crecimiento" (3JT:183-184).
Enriquecido.
La iglesia de Laodicea no sólo afirma que es rica, sino que también comete el error fatal
de considerar que estas riquezas son el resultado de sus propios esfuerzos (cf. Oseas
12:8).
De ninguna cosa tengo necesidad.
El colmo de la jactancia de los laodicenses es que pretenden que su situación no puede
ser mejorada. Este engreimiento es fatal porque el Espíritu de Dios nunca entra donde
no se siente necesidad de su presencia; pero sin esa presencia es imposible que haya no-
vedad de vida.
No sabes.
El que no sabe, y no sabe que no sabe, casi no tiene esperanza. La ignorancia de su ver-
dadera condición, que caracteriza a los cristianos de Laodicea, es un agudo contraste con
el certero conocimiento que Cristo tiene de la verdadera condición de sus iglesias, como
lo refleja su categórica afirmación a cada una de ellas: "Yo conozco tus obras" (cap. 2:2,
Pág. 88
9, 13, 19; 3:1, 8, 15).
Tú eres.
El pronombre es enfático en griego. El énfasis de la oración es: "No sabes que eres tú el
desventurado y miserable".
Desventurado... desnudo.
El cuadro que aquí se presenta es diametralmente opuesto a la jactancia de la iglesia de
Laodicea. No es rica ni necesita nada; en realidad es tan pobre que hasta le faltan ropas.
18.
De mí compres.
La "iglesia" de Laodicea no puede sin este esfuerzo llegar a la altura que Cristo desea
que alcance. Las cosas que él le ofrece tienen su precio aunque la salvación es siempre
gratuita. Debe abandonar su vieja manera de vivir para que sea verdaderamente rica, pa-
ra que sea sana y para que esté vestida; para que aunque no tenga nada de dinero, pueda
comprar (cf. Isa. 55:1).
Oro.
Representa las riquezas espirituales que se ofrecen como el remedio de Cristo para la
pobreza espiritual de los laodicenses. Este "oro" simbólico representa la "fe que obra
por el amor" (Gál. 5:6; Sant. 2:5; cf. PVGM:123) y las obras que resultan de la fe (1
Tim. 6:18).
Refinado en fuego.
Es decir el oro que ha salido de¡ fuego después de consumirse toda su escoria. Sin duda
se refiere a la fe que ha sido probada y purificada por el fuego de la aflicción (ver com.
Sant. 1:2-5; cf. Job 23:10).
Vestiduras blancas.
Se ofrecen como un contraste con la desnudez de los laodicenses, la cual se destacaba
tan horriblemente frente a su jactancia de que no tenían necesidad de nada (verso 17).
Las vestiduras blancas son la justicia de Cristo (Gál. 3:27; ver com. Mat. 22:11; Apoc.
3:4; cf. 1JT:479; PVGM:252-254; com. Apoc. 19:8). Esta figura debe haber tenido un
significado especial para los cristianos de Laodicea, porque su ciudad era famosa por su
tela de lana negra.
Vergüenza de tu desnudez.
Cf. Éxo. 20:26; Lam. 1:8; Eze. 16:36-, 23:29; Nahum 3:5.
Colirio.
Gr. kollúrion, "rollito". El colirio antiguo era conocido por la forma del paquete en el
cual se envolvía. Cerca de Laodicea había un templo al dios frígido, Men Karou. Sur-
gió una famosa escuela de medicina dependiente de ese templo, y allí podía conseguirse
un polvo para los ojos. Este hecho puede ser la base histórica de la figura del colirio.
El colirio simbólico que se le ofrece a los laodicenses es el antídoto celestial para su ce-
guera espiritual. Su propósito es abrirles los ojos a su verdadera condición. Esta es la
obra del Espíritu Santo Juan 16:8-1 l); sólo por medio de su obra convincente en el cora-
zón puede eliminarse la ceguera espiritual. También puede considerarse que este colirio
779 representa la gracia espiritual que capacita al cristiano para distinguir entre la ver-
Pág. 89
dad y el error, entre el bien y el mal. Ver 1JT:479.
Que veas.
Es decir, veas el pecado como lo ve Dios y comprendas tu verdadera condición, como
requisito previo para el arrepentimiento.
19.
Yo reprendo.
El propósito de toda verdadera disciplina correctora es hacer comprender su culpa al que
yerra y animarlo a un nuevo proceder.
Castigo.
Gr. paidéuo, "educar a niños", "disciplinar", "castigar", particularmente como un padre
castiga a un hijo con el propósito de encaminarlo y educarlo. El castigo le llega al cris-
tiano cuando no presta atención a la reprensión de Cristo; pero ni su castigo ni su repren-
sión son una expresión de ira -como cuando una persona pierde el dominio propio- sino
de un gran amor, cuyo propósito es llevar a los pecadores al arrepentimiento.
Parece que la iglesia de Laodicea no había sufrido aún persecución como sus iglesias
hermanas, porque no se menciona que hubiera padecido sufrimientos. Pero Cristo amo-
nesta a la iglesia que no puede continuar en su proceder indiferente sin encontrar una
disciplina correctivo. Más de medio siglo después de los días de Juan, parece que la
iglesia de la antigua Laodicea sufrió persecución (ver- Eusebio, Historia eclesiástica iv.
26; v. 24).
Los que amo.
Gr. filéo, "amar", "tener afecto", "tratar como amigo". Compárese con el amor de Cristo
como se expresa para la iglesia e Filadelfia mediante la palabra agapáo (verso 9). En
cuanto a la diferencia entre estas palabras, ver com. Mat. 5:43-44; Juan 11:3; 21:15. Esta
seguridad del favor de Cristo muestra que los laodicenses no están sin esperanza (ver
Nota Adicional al final de este capítulo). En realidad, son el objeto especial de la aten-
ción divina. El amor de Dios por ellos se expresa en el castigo por cuyo medio espera
inducirlos al arrepentimiento (ver Prov. 3:12).
Sé, pues, celoso.
Gr. z'lóo, de la misma raíz que zestós, "caliente", condición que la iglesia de Laodicea
no había alcanzado (verso 15). Se invita a los laodicenses a que disfruten del calor y el
entusiasmo que propicia el verdadero arrepentimiento, la consagración y la entrega a
Cristo.
Arrepiéntete.
Gr. metanoéo (ver com. Mat. 3:2). El verbo en singular destaca la naturaleza personal e
individual de esta admonición. El arrepentimiento, como la salvación, nunca suceden en
masa. La vida espiritual de un pariente o un amigo sólo puede tener valor de salvación
para esa persona. Este nuevo dolor por la vida del pasado y el celo con sabiduría por el
futuro, es lo que Cristo quiere que experimente la iglesia de Laodicea. Ver Nota Adi-
cional al final del capítulo.
20.
Estoy.
Pág. 90
La flexión del verbo sugiere que Cristo se ha detenido junto a la puerta y allí permanece.
Nunca se cansa de ofrecer su bendita presencia a todos los que quieren recibirlo.
La puerta.
No es la puerta de la oportunidad que se ofrece en el verso 8, ni la puerta de la salvación
(cf. Mat. 25:10; Luc. 13:25). Esas puertas las abre y cierra únicamente Dios. Pero esta
puerta está bajo el control individual y cada uno puede abrirla o cerrarla según su volun-
tad. Cristo aguarda la decisión de cada persona porque es la puerta del alma. Cristo
llama a la puerta de las emociones por medio de su amor, su palabra y sus providencias;
llama a la puerta de la mente por medio de su sabiduría; llama a la puerta de la concien-
cia por medio de su autoridad; llama a la puerta de las esperanzas humanas por medio de
sus infalibles promesas.
También puede considerarse que este pasaje se refiere a Cristo que está a la puerta de la
vida humana, y en verdad de la historia humana, listo para entrar y bendecir con su pre-
sencia a su pueblo que espera (cf. Mat. 24:33; Luc. 12:36; Sant. 5:9).
Cenaré.
Gr. deipnéo, "comer", "cenar"; participar de la comida principal (ver com. Luc. 14:12).
Esta palabra indica que el versículo se aplica a la gran cena de las bodas de Apoc. 19:9.
Generalmente los judíos comparaban los goces de la vida futura con un festín (ver com.
Luc. 14:15-16).
Con él.
Pocos actos revelan mayor amistad y compañerismo que el compartir juntos los alimen-
tos. Cristo promete compartir nuestras experiencias y nos invita a participar de las suyas
(cf. Gál. 2:20; Heb. 2:14-17).
21.
Al que venciere.
Ver com. cap. 2:7.
Le daré que se siente.
Ver Mat. 19:28; Luc. 22:30; cf. 1 Cor. 6:2; com. Mat. 25:31.
En mi trono.
El vencedor compartirá la gloria y el poder de Cristo, así como él comparte la gloria y el
poder de su Padre.
Como yo he vencido.
Ver com. Juan 16:33. El ser humano puede vencer únicamente 780 con la fuerza de la
victoria de Cristo.
Con mi Padre.
Ver Mar. 16:19; Efe. 1:20; Heb. l: 3; 8: l; 12:2.
22.
Tiene oído.
Ver com. cap. 2:7.

NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 3


El tono severo e inflexible del mensaje a la iglesia de Laodicea ha hecho que algunos
Pág. 91
concluyan que no hay esperanza para los cristianos de esta "iglesia" a menos que trans-
fieran su feligresía a la "iglesia" de Filadelfia; pero esa conclusión no concuerda ni con
el contexto ni con los principios de una correcta interpretación. Ver com. cap. 1: 11, y
nótese lo siguiente:
1. Esta hipótesis supone que la "iglesia" de Filadelfia existe simultáneamente con la de
Laodicea; pero si hay razón para entender que Filadelfia es simultánea con Laodicea,
hay igual razón para pensar lo mismo de cualquiera o de todas las demás iglesias. Si se
considera que es posible emigrar espiritualmente de Laodicea a Filadelfia, no hay nin-
guna razón válida para que no sea igualmente posible -y deseable- emigrar, por ejemplo,
de Laodicea a Éfeso, o de Sardis a Esmirna. Además, si se consideran coexistentes dos
o más períodos, se interrumpe el esquema consecutivo. Los mensajes individuales deja-
rían de tener una relación específica y cronológica con la historia, y no habría ninguna
base válida para creer que el mensaje de Laodicea tiene una mayor y específica impor-
tancia para nuestro tiempo que para cualquier otro.
El mensaje que se envía a cada una de las siete "iglesias" se aplicará específicamente a
la iglesia cristiana en un determinado tiempo de la historia, sólo si se acepta que las siete
"iglesias" representan siete períodos consecutivos que abarcan la era cristiana, y que ca-
da mensaje tiene una aplicación específica sólo en un período específico. Sólo así puede
considerarse a los cristianos de cualquier período como pertenecientes a una "iglesia" en
particular, y únicamente así el mensaje de Laodicea puede aplicarse de una manera es-
pecial a la "iglesia" de nuestro tiempo. Por lo tanto, cuando se consideran cronológica-
mente las siete "iglesias", o se afirma que representan períodos específicos de la historia,
no es posible que los cristianos de un período puedan emigrar espiritualmente a otro.
2. La hipótesis de que los laodicenses deben dejar su "iglesia" para unirse con la de Fila-
delfia para ser salvos, se basa en la idea de que cada "iglesia" representa únicamente un
estado o condición espiritual particular. Es cierto que cada una de las siete tiene sus
problemas característicos y que los consejos, las amonestaciones y las promesas que se
dirigen a cada una son apropiados para todas. Pero es igualmente cierto que algunas de
las "iglesias" reflejan un estado o condición espiritual más deseable que otras.
Ahora bien, es bueno que el cristiano diligente de cualquier período de la historia haya
aspirado y aspire a reflejar las características deseables de todas las "iglesias" y a ser
digno de recibir las diferentes promesas hechas a ellas. Así también debe procurar evitar
sus características indeseables y prestar atención a las amenazas y amonestaciones que
se les dirige. Pero cuando los mensajes se consideran desde este punto de vista, son in-
temporales en su naturaleza; el lector diligente los aplica a su propio caso pues considera
que pueden suplir sus necesidades personales, sin pensar en que vive en un determinado
tiempo. No tiene necesidad de pasar simbólicamente su feligresía de una a otra iglesia.
3. Hablando en términos generales, se dirigen palabras de alabanza a todas las "iglesias",
excepto a Sardis y a Laodicea; palabras de reprensión a todas, salvo a Esmirna y Filadel-
fia, y palabras de promesa a las siete, y por esta razón se ve que las "iglesias" tenían
miembros deseables e indeseables. Pero en ningún caso aconseja Cristo a los miembros
leales de una "iglesia" que se supone que es desleal, que transfieran su feligresía espiri-
Pág. 92
tual a otra cuya condición espiritual parece preferible. Si este fuera su propósito, ten-
dríamos derecho a esperar una clara exhortación a salir de Sardis o Laodicea, similar,
por ejemplo, a la exhortación para salir de Babilonia (cap. 18:4). Pero la Inspiración no
ha registrado ninguna exhortación al respecto a Laodicea ni a ninguna de las otras "igle-
sias". En cada caso el remedio para el mal prevaleciente ha sido un sencillo y enfático:
"Arrepiéntete". A los cristianos leales de la "iglesia" de Éfeso que habían caído y "deja-
do" 781 su "primer amor", no se les aconsejó que emigrasen a Esmirna (cf. cap. 2:4-5).
A los del período de Pérgamo que albergaban las doctrinas de Balaam y de los nicolaítas
(versos 14-15), no se les dijo que transfiriesen su feligresía a Éfeso o a Esmirna. La
"iglesia" de Sardis estaba casi muerta (cap. 3:2), pero a sus miembros fieles no se les or-
denó que se mudaran a Filadelfia. Similarmente, a los cristianos leales del período de
Laodicea no se les ordena que se hagan miembros de Filadelfia; por lo menos no lo hace
Cristo, el testigo verdadero al dirigirse a los de Laodicea. Pero se les dice, como laodi-
censes, que se arrepientan y hallen en Cristo el remedio para todos sus defectos de carác-
ter (versos 18-20).
La idea de que el cristiano puede mejorar sus perspectivas de salvación recurriendo al
escapismo de una emigración espiritual y practicando una forma de justicia que cree que
es superior a la de otros cristianos, está claramente en desacuerdo con las enseñanzas de
nuestro Señor (cf. Luc. 18:9-14). En la parábola de la cizaña (Mat. 13:24-30, 37-43) el
dueño del campo ordenó que el trigo y la cizaña debían "crecer juntamente lo uno y lo
otro hasta la siega" (verso 30). La cizaña no debía ser desarraigada por manos humanas,
ni tampoco trasplantarse el trigo a otra parte. Sólo cuando los ángeles segadores junten
el trigo en el alfolí del Dueño y quemen la cizaña, habrá una separación general de jus-
tos e impíos (versos 30, 39-42).
Los miembros de la antigua iglesia de Laodicea no habrían mejorado su condición espi-
ritual con mudarse a la ciudad de Filadelfia. El propósito de Dios para la "iglesia" de
Laodicea no incluye un plan de emigración espiritual a alguna de las otras "iglesias" del
Apocalipsis, sino más bien una transformación completa del corazón y de la vida (ver
com. Apoc. 3:18-20). Cualquier otra solución que se proponga para los males de Lao-
dicea sólo hará de la persona un hipócrita.
4. Es verdad que a ninguna otra "iglesia" se le dirige una reprensión tan incisiva como a
la "iglesia" de Laodicea; pero también es cierto que a ninguna otra se le ofrece una evi-
dencia más tierna del amor de Cristo, una comunión más íntima con él, o una recompen-
sa más gloriosa (versos 19-21). El mensaje para Laodicea no significa un rechazo in-
condicional, como tampoco lo son los que se dirigen a las otras "iglesias". Si la pobreza
espiritual de los laodicenses fuese irremediable, el Testigo verdadero no les ofrecería
"oro"; si su vista espiritual no tuviese cura, no les ofrecería el "colirio" celestial; si su
desnudez "espiritual" no tuviese esperanza, no les ofrecería sus propias "vestiduras blan-
cas" (ver com. versos 17-18).
Es evidente que hay vencedores en Laodicea (verso 2l) como en cada uno de los perío-
dos anteriores de la historia de la iglesia, y a estos vencedores de Laodicea es a quienes
se les da la promesa de sentarse con Cristo en su trono.
Pág. 93

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE


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