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RIOS DE NOCHE Y NIEBLA

YURANY MURIEL LUENGAS

UNIVERSIDAD DEL TOLIMA


FACULTAD DE EDUCACIÓN
LITERATURA DEL TOLIMA
IBAGUÉ – TOLIMA
2020
RIOS DE NOCHE Y NIEBLA

La reflexión que se propone en este documento está centrada en el tema de la


desaparición forzada y cómo, a través de la literatura, diversos autores, desde
distintos hemisferios, han develado este flagelo, indicando que la afectación no se
cierne sólo sobre la persona a quien se desaparece, sino que tiene unas
implicaciones sociológicas donde se incorporan los familiares o allegados del
extraviado. Inicialmente, se retoman algunos planteamientos que realiza el Centro
Nacional de Memoria Histórica (en adelante CNMH) acerca de este delito.
Posteriormente, se realiza un ejercicio de intertextualidad mencionando aspectos
importantes, concernientes a la desaparición, en la novela Purgatorio de Tomas Eloy
Martínez. A continuación, se aborda el cuento del escritor libanense Jorge Eliécer
Pardo titulado “Sin nombres, sin rostros, ni rastros”, premiado en el año 2008 como
ganador del concurso Premio Nacional de Cuento sobre Desaparición Forzada.
Finalmente, se plantea un ejercicio de intertextualidad con el libro de crónicas Los
escogidos, de la periodista y profesora de la Universidad de Antioquia, Patricia Nieto.

Inicialmente, se establece que la desaparición forzada está catalogada como un


delito de lesa humanidad. Ha sido concebida como un ejercicio de guerra que “tiene
un propósito fundamental: el de invisibilizar el delito. […] Es entonces un método de
acción violenta sofisticado porque en apariencia es ‘invisible’, pero no por ello menos
abrasivo en sus repercusiones individuales y sociales” (CNMH, 2018, p. 36). En el
informe titulado Desaparición forzada. Balance de la contribución del CNMH al
esclarecimiento histórico, del año 2018, se presenta un balance contundente de este
delito en el país. Se menciona allí que son alrededor de 60.000 los desaparecidos
para ese entonces, sin tener en cuenta el sub registro en que están inmersos los
casos en los cuales, por temor a represalias o revictimización, se elude la denuncia.
Es importante rescatar, como contextualización del fenómeno en nuestro país, la
definición que da este organismo sobre desaparición forzada:

Aquella modalidad de violencia desplegada intencionalmente en un


contexto de extrema racionalización de la violencia que consiste en la
combinación de privación de libertad de la víctima, sustracción de esta del
amparo legal y ocultamiento de información sobre su paradero, en que
pueden ser responsables tanto los Estados nacionales como los grupos
armados ilegales que la incorporan a su repertorio en el marco de su
actividad criminal (CNMH, 2018, p. 29).

Ahora bien, la literatura, como manifestación de la memoria, ha abordado el tema de


la desaparición en diversos géneros y escenarios, aportando una narrativa de la
guerra desde una apreciación estética. Un ejemplo de ello, en el contexto
internacional, es la novela Purgatorio, escrita por el argentino Tomas Eloy Martínez,
publicada en el año 2008 por la editorial Alfaguara. El libro narra los efectos que
tiene la desaparición forzada en la vida de quien afronta la pérdida de un familiar.
Ante esta situación, se presenta un estado de pena constante, de suspensión. No se
puede hacer un duelo porque no hay cuerpo, no se sabe si quien desapareció
regresará algún día. Es así como, quien extraña (Emilia Dupuy) rastrea con su dedo
sobre un mapa, una y otra vez, los posibles rumbos que pudo haber tomado el
ausente (Simón Cardozo), albergando en su alma una sensación de permanente
angustia e incertidumbre. Cabe resaltar aquí la mención que, acerca de la
desaparición forzada, aporta el CNMH:

El acto de desaparecer a una persona resulta tan atroz, entre otras


circunstancias, porque no concreta la muerte, ni permite la vida, y de esta
manera niega la condición del ser humano […] En este contexto, los
familiares de las víctimas afrontan una permanente dualidad entre la
expectativa de vida que promueve la ilusión del regreso de quien se
encuentra desaparecido, y el temor de la pérdida definitiva que hace
suponer su eterna ausencia y que le ubica entre los muertos (CNMH,
2018 p. 36).

En la novela Purgatorio (2008) Martínez, al proponer la historia de vida de una


pareja de cartógrafos argentina, atravesada por la tragedia de la desaparición de
uno de ellos, reflexiona sobre los sucesos ocurridos en la Dictadura Militar. El
encuentro intempestivo, insólito con Simón Cardozo luego de treinta años de
ausencia, en un café de New Jersey, enfrenta de nuevo a Emilia Dupuy ante
aquella ausencia prolongada, tortuosa, que representa la dualidad anteriormente
referida, en la que no sabía sobre el paradero de su esposo:

A veces, en la oficina, mientras en la pantalla se definían los colores de un


mapa, las prioridades de impresión, las máscaras de los nombres, Emilia se
adormecía pensando en Simón, al que no había visto morir. Ya la muerte de
la persona amada crea suficiente destrucción. ¿Cuánta más puede haber,
entonces, en una muerte que no se seba si fue muerte? ¿Cómo perder lo
que todavía no se ha encontrado? (Martínez, 2008, p.20).

Ahora bien, en el ámbito nacional el cuento titulado “Sin nombres, sin rostros, ni
rastros” del escritor tolimense Jorge Eliecer Pardo, resulta ser un relato conmovedor
acerca de la desaparición forzada. Aun cuando no se indica el lugar geográfico
exacto, se puede inferir que podría ser la memoria de cualquiera de las poblaciones
rivereñas, que han contemplado amaneceres y ocasos, siendo testigos de cómo “en
Colombia los ríos son las tumbas de los miserables de la guerra” (Pardo, 2011,
p.319). La narración, en primera persona, tampoco da cuenta del nombre del
personaje principal, esto resulta ser una estrategia narrativa en la cual el escritor nos
refiere que los hechos mencionados son ajustables a diversos duelos, propios de
infinitos nombres y localizaciones. Así pues, invocar un nombre y una ubicación
sería, de plano, entrar en reduccionismos. Prefiere el autor no comprometerse a un
solo suplicio sino ser el eco de muchos dolores.

En medio de la penumbra se inicia un ritual doloroso. La protagonista sale de su


residencia para ir a la orilla del rio, donde se encuentra con otras habitantes. Van en
búsqueda de los restos humanos que traen consigo las aguas. Cuerpos completos o
pedazos de ellos, son rescatados en las riberas para ser acogidos en los rezos de
un nuevo doliente. En un acto épico, digno de la literatura clásica, se rescatan
cadáveres, se les zurce, sí es el caso, con trozos de otros cuerpos. Se les provee de
los ojos que los peces les han extraído a los difuntos en su trance acuático. Y en
extremo, a falta de rostro, se les asigna en su lugar, la fotografía de algún
desaparecido. Ante la ausencia de un ser querido, que es arrebatado por la guerra,
es el rio quien trae el consuelo entre “aguas turbias, entre […] empalizadas” (Pardo,
2011 p.317), configurando un agrio acto de sustitución de “hermanos, padres,
esposos o hijos” (Pardo, 2011, p. 317). Se puede establecer una resonancia del eco
de la ausencia en la novela de Martínez, en el momento en que Ema, confronta a
Emilia Dupuy con la frase “Aquí hay miles de mujeres como vos y yo. Maridos que
desaparecen, hijos que no vuelven” (Martínez, 2008, p. 24).

El rito valeroso de las mujeres del puerto se presenta como una forma de sobrevivir
y soportar el propio duelo. Al adoptar un muerto, al renombrarlo y rendirle tributos
florales, oraciones, se evidencia cómo esperan aquellos seres, en un acto de
compensación, que sus desaparecidos corran con la misma suerte. Ser rescatados
de las aguas, encontrando así un merecido estado de reposo después de la
condición de suplicio por la cual atravesaron. En el cuento de Pardo se lee: “todas
tenemos muertos y sabemos que están muy solos y que todavía sienten la angustia
de haber sido degollados, descuartizados o ejecutados con desmayo en la
humillación” (Pardo, 2011, p. 318). Este acto ceremonial, descrito por Pardo, entra
en consonancia directa con las descripciones realizadas por la cronista antioqueña
Patricia Nieto en su libro Los escogidos.

Nieto realiza un magistral compendio de las historias que, a su paso por Puerto
Berrío, captó. En entrevistas dadas a diversos medios la escritora afirma que
escuchó la noticia de un pueblo rivereño donde sus habitantes adoptaron una
peculiar conducta: puesto que el río traía consigo restos mortales, los pobladores
idearon un rito de apadrinamiento de las tumbas de los despojos humanos, así
mismo como sucede en la ficción escrita por Pardo en su cuento “Sin nombres, sin
rostros, ni rastros”. En su momento, según la autora, a tal informe se le dio un
tratamiento superfluo y deshumanizado, pasando a ser una noticia más en el listado
escabroso de acontecimientos que la guerra va dejando a su paso. Pero no para la
cronista, quien avizoró allí el germen para su investigación y años más tarde viajó al
lugar de los hechos, convencida en develar los lazos poéticos y antropológicos allí
enraizados.
Cuando Nieto llegó a Puerto Berrío, inició su búsqueda en el cementerio. Se dirigió
al “Pabellón de los olvidados” (Nieto, 2012, p. 30) donde se deslumbró con un
arcoíris trágico. Allí reposaban los viajeros del río, los “muertos del agua” (Nieto,
2012, p.17). Al respecto escribió la autora que en ese pabellón “han encontrado
lecho los cuerpos inflados, perforados, picoteados que el río deja en playas oscuras”
(Nieto, 2012, p. 20), “a [quienes les] arrebataron la identidad en el momento del
asesinato clandestino” (Nieto, 2012, p. 38). Siendo tantos los viajantes, convertidos
en N.N. la escritora encontró que los puertoberreños elegían una tumba sin doliente
y se declaraban guardianes de sus escogidos. Entraban así en una comunión con el
espíritu o ánima del desconocido, arreglaban su tumba, la llenaban de color, de un
poco de la vida que les fue arrebatada, le daban un nombre, rezaban por su
descanso, por el consuelo de sus dolientes y le encomendaban favores.

Un gesto maternal, benévolo, fue el que halló la cronista y que representa una
afinidad impecable con el cuento del escritor tolimense:

Los primeros meses poníamos en sus lápidas las tristes letras de N.N. y
debajo un número para que todos supieran que era un muerto con dueño, o
mejor un desaparecido reencontrado. Cuando nadie viene por ellos y las
autoridades también los dejan a la buena de Dios, los dueños de los
cadáveres los rebautizan con los nombres de sus muertos queridos. Es como
un nacimiento al revés: parido entre el agua del río y lavado después en la
arena. Les llevamos flores, les encendemos veladoras y les regalamos
rosarios completos y unos cuantos responsos (Pardo, 2011, p. 318).

A través de las anteriores apreciaciones se hace evidente una conjunción narrativa


de elementos que son propios de la ficción, escritos por Pardo en su cuento sobre la
desaparición forzosa, que encuentran resonancia en las crónicas de Nieto. Seres
que, ante el dolor de una ausencia propia eligen el camino de la sanación adoptando
un muerto ajeno, convirtiéndose así en pescadores de desconsuelos. Como lo
describiera la cronista la “guerra convierte el destino de los hombres en laberinto”
(Nieto, 2012, p.73); de tal manera que mientras una boca murmura un nombre en el
extremo de una provincia, otra boca, sin saberlo, a lo lejos lo renombra y lo cuida
mientras se desenredan los hilos que urden los hacedores de la guerra a través de
sus desapariciones.

Como lo establece Luz Mary Giraldo en su disertación “En otro lugar: migraciones y
desplazamientos en la narrativa colombiana” en la literatura se hace evidente una
“retórica del exilio y el desplazamiento” (Giraldo, 2008, p.3) que da cuenta de los
sucesos de la realidad violenta de nuestro país. En el estudio que realiza sobre un
corpus de obras colombianas que abordan la temática del exilio, la escritora afirma
que “diversidad de sujetos y de experiencias se recrean en nuestra literatura, desde
la que pueden reconocerse las implicaciones de la violencia en la historia de nuestro
país” (Giraldo, 2008, p. 5). Los relatos que se han convocado hasta este punto
(Martínez, Pardo, Nieto) concuerdan con la propuesta de Giraldo al asegurar que
este tipo de narraciones en la literatura “no guardan silencio frente a la historia: al
contar, afirma y exorciza el dolor y el horror, hace señalamientos a conflictos
internos” (Giraldo, 2008, p. 8).

Para finalizar, es preciso mencionar que en el cuento del autor tolimense, la


narración está atravesada, de forma constante, por elementos de la poesía, (de igual
forma como construye Nieto sus crónicas) con elementos propios del lenguaje
poético. En el libro Aproximación crítica al cuento de Ibagué y del Tolima. Tomo II,
los investigadores reflexionan acerca de cómo el escritor libanense acude a esta
estrategia para contar hechos históricos, dado que “como narrador y crítico literario
tiene la convicción de que los textos narrativos pueden dar cuenta de los contextos
históricos sin descuidar los valores artísticos” (Gaitán, Monroy y Romero, 2016, p.
52). Cerrando el capítulo “Poesía y memoria en la cuentística de Jorge Eliécer Pardo
Rodríguez” los académicos concluyen que “sus cuentos son verosímiles,
cuidadosamente elaborados en su lenguaje y en su incorporación de recursos
poéticos” (Gaitán, Monroy y Romero, 2016, p. 78).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y WEBGRAFÍA

CNMH. (2018). Desaparición forzada. Balance de la contribución del CNMH al


esclarecimiento histórico. Bogotá: CNMH.

Gaitán, J.L., Monroy, L. y Romero, N. (2018). Aproximación crítica al cuento de


Ibagué y del Tolima. Tomo II. Ibagué: Sello Editorial Universidad del Tolima.

Giraldo, L, M., (2008) En otro lugar: migraciones y desplazamientos en la narrativa


colombiana. Recuperado de
https://www.redalyc.org/pdf/4398/439843024002.pdf

Martínez, T. E. (2008). Purgatorio. Madrid: Alfaguara.

Nieto, P. (2012). Los escogidos. Medellín: Sílaba Editores.

Pardo, J.E. (2011). Sin nombres, sin rostros, ni rastros. Recuperado de


http://bdigital.unal.edu.co/29263/1/27276-95749-1-PB.pdf

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