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“AÑO DE LA UNIVERSALIZACION DE LA SALUD”

UNIVERSIDAD CIENTIFICA DEL PERU

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS

TEMA :“PROCESOS DE EJECUCIÓN”

CURSO : PROCESAL CIVIL III

DOCENTE : Millones Ángeles Cesar Agusto

ALUMNOS : - Marcelo Florindez Marín

- Salva Saldaña Víctor Manuel

-Adán Timias, Shaolin

- Álvaro Gonzales Sinarahua

-Rosita del Carmen Lozano Arévalo

CICLO : VI

Iquitos Perú

2020

pág. 1
“Si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían necesidad de
la justicia.”

ARISTÓTELES

pág. 2
DEDICATORIA

A nuestros padres que nos enseña a ser mejores personas cada día y llegar a ser
grandes estudiantes

pág. 3
LOS TÍTULOS EJECUTIVOS REGULADOS EN EL
CÓDIGO PROCESAL CIVIL

Para iniciar un proceso ejecutivo, según el artículo 690º-A del CPC, a la


demanda ejecutiva se tiene que acompañar un título ejecutivo (además de
los requisitos que establecen el artículo 424º y 425º del Código Civil). Y, de
conformidad con el artículo 688º del CPC, sólo se puede promover
ejecución en virtud de títulos ejecutivos de naturaleza judicial o extrajudicial
según sea el caso. Son títulos ejecutivos los siguientes:

1. Las resoluciones judiciales firmes;


2. Los laudos arbitrales firmes;
3. Las Actas de Conciliación de acuerdo a ley;
4. Los Títulos Valores que confieran la acción cambiaria (…),
5. La constancia de inscripción y titularidad expedida por la
Institución de Compensación y Liquidación de Valores (…)
6. La prueba anticipada que contiene un documento privado
reconocido;
7. La copia certificada de la Prueba anticipada que contiene una
absolución de posiciones, expresa o ficta;
8. El documento privado que contenga transacción extrajudicial;
9. El documento impago de renta por arrendamiento, siempre que
se acredite instrumentalmente la relación contractual;
10. El testimonio de escritura pública;
11. Otros títulos a los que la ley les da mérito ejecutivo.

pág. 4
COMENTARIO DE ALVARO GONZALES SINARAHUA

Este título es un documento que contiene informaciones necesarias para


llegar a un caso de tutela cautelar donde deben acreditar sus molestias o
peticiones del dicho caso no solo eso, también hay pasos o procedimiento
para poder llegar a una tutela cautelar para así poder sustentar y resolver las
prensiones ante un tribunal competente

Comentario de Rosita Lozano:

El proceso ejecutivo títulos ejecutivo, es un proceso donde se demandan


ejecutivamente los actos, documentos o sentencias de condena, que tutelan
un derecho y que estos a la vez poseen obligaciones y efectos ejecutivos de
dar, hacer, no hacer y tolerar.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Si bien es cierto, el proceso único de ejecución tiene como finalidad que se


cumpla con un derecho que ya ha sido reconocido en un título ejecutivo, a
diferencia del proceso cognitivo o de conocimiento, en el que se persigue la
constitución o declaración de una relación jurídica.

El artículo 690º-A del CPC, estipula: “Para iniciar un proceso ejecutivo a la


demanda ejecutiva se tiene que acompañar un título ejecutivo”.

Sin embargo, las causales para contradecir la demanda ejecutiva son


taxativas ya que sólo puede invocar las señaladas en ese artículo, caso
contrario el juez declarará liminarmente la improcedencia de la
contradicción.

Las causales son: inexigibilidad, nulidad formal o falsedad, extinción de la


obligación, iliquidez de la obligación; y en caso de títulos valores que se
hayan completado en forma contraria a los acuerdos adoptados.

pág. 5
INTRODUCCIÓN

El proceso único de ejecución tiene como fin que se cumpla con


un derecho que ya ha sido reconocido en un título ejecutivo, a
diferencia del proceso cognitivo o de conocimiento, en el que se
persigue la constitución, declaración o extinción de una relación
jurídica.

Antes de la modificatoria realizada al Código Procesal Civil (CPC)


mediante Decreto Legislativo 10691, se distinguía entre procesos
ejecutivos y procesos de ejecución. Debido a una confusión en los
operadores respecto al trámite diferenciado de cada uno de ellos, así
como a sus causales de contradicción, se introdujo una serie de
modificaciones al Título V de la sección quinta del CPC,
estableciéndose así un “proceso único de ejecución”.

Sin embargo, si bien el trámite respectivo ha sido simplificado,


todavía es posible distinguir, en cierto modo, entre ejecución de
títulos ejecutivos de naturaleza judicial, ejecución de títulos de
naturaleza extrajudicial, ejecución de obligación de dar suma de
dinero, entro otros2. Es decir, no se llegó al fin de establecer un
proceso “único de ejecución”.

Además, y conforme al artículo 689º del CPC, procede la ejecución


cuando la obligación contenida en el título es cierta, expresa y
exigible.

Se dice que la obligación es cierta, cuando se determina en el título


quien es el sujeto acreedor y quien es el sujeto deudor. La prestación

1
 De fecha 27 de junio de 2008.
2
Gaceta Jurídica (2014). El Código Procesal Civil explicado en su jurisprudencia. Lima: Gaceta Jurídica

pág. 6
es expresa cuando se indica en el título aquello que el deudor debe
realizar a favor del acreedor; y, la prestación es exigible, cuando la
obligación ya puede ser reclamable, es decir, que no esté sujeta a
condición o plazo.

Además, y conforme al artículo 689º del CPC, procede la ejecución


cuando la obligación contenida en el título es cierta, expresa y
exigible.

Se dice que la obligación es cierta, cuando se determina en el título


quien es el sujeto acreedor y quien es el sujeto deudor.

La prestación es expresa cuando se indica en el título aquello que el


deudor debe realizar a favor del acreedor; y, la prestación es
exigible, cuando la obligación ya puede ser reclamable, es decir, que
no esté sujeta a condición o plazo.

pág. 7
 LAS CAUSALES DE CONTRADICCIÓN EN NUESTRO CÓDIGO
PROCESAL CIVIL

Luego de interpuesta la demanda ejecutiva, el Juez la califica y en el


caso que la admita emitirá un mandato ejecutivo, tras lo cual se
emplaza al demandado (que en estos procesos es denominado
ejecutado), quien, dentro de cinco días de notificado con el mandato
ejecutivo, puede contradecir la ejecución y proponer excepciones
procesales o defensas previas.

En el mismo escrito puede presentar los medios probatorios


pertinentes; de lo contrario, el pedido será declarado inadmisible.

Sólo son admisibles la declaración de parte, los documentos y la


pericia (Artículo 690-D CPC). En el proceso único de ejecución, las
causales para contradecir la demanda ejecutiva son taxativas ya que
sólo puede invocar las señaladas en ese artículo, caso contrario el
juez declarará liminarmente la improcedencia de la contradicción
(Artículo 690-D CPC).

Así, la contradicción sólo podrá fundarse según la naturaleza del


título en:

 1) Inexigibilidad o iliquidez de la obligación contenida en el


título;

2) Nulidad formal o falsedad del título; o, cuando siendo éste un


título valor emitido en forma incompleta, hubiere sido

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completado en forma contraria a los acuerdos adoptados,
debiendo en este caso observarse la ley de la materia;

3) La extinción de la obligación exigida;

Cuando el mandato se sustente en título ejecutivo de naturaleza


judicial, sólo podrá formularse contradicción, dentro del tercer
día, si se alega el cumplimiento de lo ordenado o la extinción de
la obligación, que se acredite con prueba instrumental.

La contradicción que se sustente en otras causales será


rechazada liminarmente por el Juez, siendo esta decisión
apelable sin efecto suspensivo.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Si bien es cierto, el proceso único de ejecución tiene como finalidad que se


cumpla con un derecho que ya ha sido reconocido en un título ejecutivo, a
diferencia del proceso cognitivo o de conocimiento, en el que se persigue la
constitución o declaración de una relación jurídica.

El artículo 690º-A del CPC, estipula: “Para iniciar un proceso ejecutivo a la


demanda ejecutiva se tiene que acompañar un título ejecutivo”.

Sin embargo, las causales para contradecir la demanda ejecutiva son


taxativas ya que sólo puede invocar las señaladas en ese artículo, caso
contrario el juez declarará liminarmente la improcedencia de la
contradicción.

pág. 9
Las causales son: inexigibilidad, nulidad formal o falsedad, extinción de la
obligación, iliquidez de la obligación; y en caso de títulos valores que se
hayan completado en forma contraria a los acuerdos adoptados.

Comentario de Rosita Lozano:

En el Perú, este proceso sea burocratizado en relación a su falta de


accesibilidad rápida, eficiente, económica, oportuna y certera en donde se
pronuncia una sentencia declarativa de condena, pasa a su ejecutabilidad en
un proceso ejecutivo, el juez emite una resolución denominada mandato
ejecutivo en base a la sentencia declarativa de condena, trasladando el
mismo tenor de dicha sentencia en el mandato ejecutivo, de no haber
contradicción se repite el mismo el tenor en la sentencia final.

COMENTARIO DE ALVARO GONZALES

En este proceso de ejecución se menciona un derecho que ya existe en relación a


la ejecución de una demanda, para diferenciar con otros tipos de procesos de
ejecución se tiene que saber sobre cognitivo y causales. 1. Cognitivo se obtiene
declaración de uun proceso ejecutivo.

COMENTARIO DE Shaolin:

se dice que las resoluciones firmes, son aquellas resoluciones que van contra la
que no cabe la interposición de ningún recurso, ordinario o extraordinario. Y
cuando ambas partes dejan transcurrir el tiempo y no interpone recurso
impugnatorio. Está amparada por el principio de cosa juzgada.

pág. 10
TÍTULOS EJECUTIVOS
(ARTÍCULO 688° DEL CÓDIGO PROCESAL CIVIL)

Título ejecutivo Contenido


Cuando la norma hace referencia a las resoluciones judiciales
firmes, se debe entender a aquellas decisiones que sean
1) Las susceptibles de ejecución. En sentido estricto, podemos calificar
resoluciones como tal a las sentencias de condena, es decir, aquellas que
judiciales firmes imponen el cumplimiento de una prestación de dar, de hacer o de no
hacer.

 
Los laudos arbitrales firmes también constituyen títulos de ejecución
porque los árbitros, sean de derecho o de equidad, no cuentan
con imperium para ordenar la ejecución del laudo que emitan, pues
ello solo es monopolio de la actividad jurisdiccional.

2) Los laudos
arbitrales
1. LAUDOS ARBITRALES

ESTOS LAUDOS SON IMPORTANTE EN EL PROCESO PORQUE


CUMPLEN UNA FUNCION MUY IMPORTANTE que es el conflicto
de las partes por el efecto que se estan acordando atribuir la
controversia además estos laudos brindan pretensiones por las dos
partes y que el tribunal llegue a resolver exitosamente el caso de las

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partes, así también como el conocimiento de los procedimiento de la
tutela cautelar

El acta conciliatoria es el documento que contiene la manifestación


de voluntad de las partes. Su validez está condicionada a la
observancia de las formalidades establecidas en el artículo 16 de la
ley N° 26872, modificado por el Decreto Legislativo N° 1070, bajo
sanción de nulidad.

1. ACTA DE CONCILIACION
3) El acta
conciliatoria
Es un documento donde se expresa las opiniones de las partes
incluyendo las declaraciones finales del proceso de conciliación.
Este paso es necesariamente conocer los requisitos para así poder
denostar las pretensiones al favor del acreedor o del deudor para
así no llegar a un proceso más complicado o demorado, esta acta
de conciliación es llegar a menor tiempo a resolver el caso a
diferencia con los otros juicios jurídicos o pleitos procesales.
4) Los títulos El inciso 4 califica de título ejecutivo al título valor, entendido este
valores como valores materializados que representan o incorporan derechos
patrimoniales, destinados a la circulación, siempre que reúnan los
requisitos formales esenciales que, por imperio de la ley, le
corresponda según su naturaleza (artículo 1 de la ley 27287 de
títulos valores)

1. TITULOS DE VALORES

Son aquellas que se le extiende a una persona a favor mediante un


documento donde está vinculada a un derecho privado patrimonial y
este también se puede apoyar, estos títulos presentan una facilidad
el tráfico mercantil y se permite una circulación más ágil de los

pág. 12
bienes y derechos en comparación con los otros y asegurando de
las cosas más rápidas acreditar los otros títulos que son la letra de
cambio o el cheque.

5) La constancia La nueva ley de títulos valores otorga reconocimiento jurídico a las


de inscripción y operaciones con soporte electrónico e informático que están
titularidad representados por anotación en cuenta. El artículo 2 de la ley de
expedida por la títulos valores dice: “los valores desmaterializados, para tener la
institución de  misma naturaleza y efectos que los títulos valores señalados en el
compensación y inciso 1) requieren de su representación por anotación en cuenta y
liquidación de de su registro ante una institución de compensación y liquidación de
valores valores”.
Los incisos 6) y 7) del artículo 688° atribuyen la condición de títulos
ejecutivos al reconocimiento y absolución de posiciones
6) provenientes de la prueba anticipada. Sobre el particular, es
Reconocimiento y necesario desarrollar algunas ideas preliminares, en relación con la
absolución de prueba anticipada.
posiciones Es un procedimiento orientado a facilitar la vida del proceso principal
provenientes de que se agrupa en dos categorías: diligencias preparatorias y
prueba anticipada diligencias conservatorias de prueba, en atención a la finalidad que
se persigue.

El inciso 8) del artículo 688 hace referencia al documento privado


7) Documento que contenga transacción extrajudicial. La transacción siempre
privado que contiene pretensiones patrimoniales y exige reciprocidad en ellas.
contenga Conforme lo señala el artículo 1302° del código civil, “por la
transacción transacción civil las partes haciéndose concesiones recíprocas,
extrajudicial deciden sobre algún asunto dudoso litigioso, evitando el pleito que
podrían promoverse (…)”.
8) Documento El inciso 9) del artículo 688° del CPC, hace referencia al documento
impago de renta impago de renta por arrendamiento, como título ejecutivo, siempre
por que se acredita instrumentalmente la relación contractual.

pág. 13
Antes de la modificación de este inciso se exigía que el arrendatario
se encuentre en uso del bien como condición para ser calificado de
título ejecutivo el documento impago de la renta, situación que
felizmente hoy se ha corregido para considerar como tal a todos los
arrendamiento
documentos que evidencien el no cumplimiento de la prestación
pactada, siempre y cuando se demuestre documentalmente la
existencia de la relación contractual.

El inciso 10) del artículo 688° del CPC considera al testimonio de


escritura pública como título ejecutivo. En atención a la persona que
8) Testimonio de
suscribe el testimonio, como es el notario público, conlleva a que
escritura pública
sea calificado como documento público, generando la presunción de
certeza sobre su contenido, salvo prueba en contrario.
El mérito ejecutivo de los títulos también puede ser otorgado por
leyes especiales, como refiere el inciso 11 del texto en comentario
(artículo 688° CPC). Véase en el caso de la ley general del sistema
9) Otros títulos
financiero, Ley N° 26702. En el inciso 7) del artículo 132 de la citada
ejecutivos
ley se aprecia el mérito ejecutivo a las liquidaciones de saldos
deudores que emitan las empresas comprendidas en tal disposición
legal, entre ellas los bancos.

Al respecto, en el VI Pleno Casatorio (Casación N° 2402-2012, Lambayeque); se


detallan las causales de contradicción, en base a lo regulado en el CPC
(fundamento 39 del citado pleno Casatorio):

CAUSALES DE CONTRADICCIÓN
PROCESO ÚNICO DE EJECUCIÓN

La inexigibilidad de la obligación Dicha causal se invoca para cuestionar el fondo

pág. 14
del título. Aquí no hay cuestionamiento al
documento en sí, sino al acto que recoge dicho
documento. Se cuestiona la ejecutabilidad del
contenida en el título título por carecer de una prestación cierta,
expresa y exigible; condiciones básicas para
que un título revista ejecución, tal como lo
describe el artículo 689° del CPC.
La contradicción puede invocar la “iliquidez de
la obligación contenida en el título”. Esto implica
que no tiene inmediata ejecución una prestación
ilíquida se puede demandar la primera. Las
prestaciones liquidables se liquidan mediante
La liquidez de la obligación
operación aritmética. Cuando el título es
contenida en el título:
ilíquido, no puede procederse a la ejecución con
una simple operación aritmética porque ella
responde a razones muy distintas. En estos
casos, estamos ante las llamadas sentencias de
condena genérica o de condena de reserva.
 El documento se cuestiona de nulo cuando no
La nulidad formal del título
acoge la forma señalada por ley.
Se debe probar que se completó en el título
El título valor completado en valor contrariamente a los acuerdos adoptados
forma contraria a los acuerdos por las partes intervinientes en el título; siendo
adoptados que la actividad probatoria se reduce a la
prueba documental.
Cuando se invoca la falsedad del “título
ejecutivo” es necesario tener en cuenta que el
título valor es un documento constitutivo, en
La falsedad del título cuanto el derecho contenido en el título se
constituye en el mismo título; con él nace y se
transmite el derecho incorporado. Un
documento redactado con caracteres indelebles

pág. 15
sobre soporte adecuado, puede ser falso en el
acto que le da vida o ser falsificado en su
contenido en cualquier momento posterior a la
creación; tanto la alteración como la falsificación
de la firma del emitente constituyen diversos
aspectos de la falsedad.
La “extinción de la obligación” constituye otra
causal para sustentar la contradicción contenida
en el artículo 690-D inciso 3) del CPC. Los
hechos extintivos para invocarla no se
Extinción de la obligación
diferencias de aquellos previstos para aquellas
obligaciones del derecho común, como el pago,
la novación, la compensación, la consolidación,
etc.
Excepciones y defensas previas Bajo el proceso único de ejecución se permite
recurrir a las excepciones y defensas previas.
Tradicionalmente se definía a las excepciones
como medios de defensa del demandado que
atacan aspectos formales o procesales de la
demanda interpuesta o el derecho material en
que se funda la pretensión. Si se declara
fundada una excepción procesal, su
consecuencia será la nulidad de todo lo
actuado, no existiendo pronunciamiento sobre el
fondo; mientras que, de ampararse una
excepción sustantiva, va a existir un
pronunciamiento sobre el fondo de la litis y se
declarará fundada la oposición e infundada o
fundada.
La defensa previa viene a ser una modalidad de
ejercer el derecho de contradicción y busca la

pág. 16
suspensión del trámite del proceso hasta que se
cumpla con el requisito de procedibilidad que la
ley dispone se debe satisfacer previamente sin
los cuales no es posible iniciar el proceso civil.

Finalmente, en caso que se realice la contradicción a un título de naturaleza judicial, solo


podrá formularse contradicción si se alega el cumplimiento de lo ordenado o la extinción
de la obligación, sustentándose en prueba documental.

 TRÁMITE DEL PROCESO ÚNICO DE EJECUCIÓN

En el proceso único de ejecución, si hay contradicción y/o


excepciones procesales o defensas previas, se concede traslado al
ejecutante, quien deberá absolverla dentro de tres días proponiendo
los medios probatorios pertinentes. Con la absolución o sin ella, el
Juez resolverá mediante un auto, observando las reglas para el
saneamiento procesal, y pronunciándose sobre la contradicción
propuesta.

Cuando la actuación de los medios probatorios lo requiera o el Juez


lo estime necesario, señalará día y hora para la realización de una
audiencia, la que se realizará con las reglas establecidas para la
audiencia única.

En este tipo de procesos, cabe la posibilidad de realizar audiencia de


pruebas, cuando la actuación de los medios probatorios lo requiera o
el juez lo estime necesario, la que se realizará con las reglas
establecidas para la audiencia única que se encuentra regulada en el
artículo 555° del CPC.

pág. 17
Si no se formula contradicción, el Juez expedirá un auto sin más
trámite, ordenando llevar adelante la ejecución. En este punto, hay
que precisar que antes el Juez resolvía mediante sentencia en este
tipo de procesos, sin embargo, en este tipo de procesos el Juez no
declara un derecho, sino que ejecuta un título ejecutivo que contenía
un derecho ya declarado, porque se vio oportuno precisar que ente
tipo de procesos no se emite sentencia, sino que se el Juez emite un
auto en el que se pronuncia sobre la contradicción propuesta.

En el caso que se quiera apelar el auto que resuelve la


contradicción, se tiene el plazo de tres días para hacerlo, desde el
día siguiente a su notificación, y es concedida con efecto suspensivo.

 EL TÍTULO EJECUTIVO EN EL PROCESO DE EJECUCIÓN DE


GARANTÍAS3

Un caso controvertido en los procesos ejecutivos ha sido el referido a


los procesos de ejecución de garantías. Al respecto, el artículo 720º
del CPC, regula sobre el proceso de ejecución de garantías lo
siguiente:

“1). Procede la ejecución de garantías reales, siempre que su


constitución cumpla con las formalidades que la ley prescribe y la
obligación garantizada se encuentre contenida en el mismo
documento o en cualquier otro título ejecutivo.

2). El ejecutante anexará a su demanda el documento que contiene


la garantía, y el estado de cuenta del saldo deudor.

3
Cárdenas, Christian. “El título ejecutivo en los procesos de ejecución de garantías”. En: Actualidad Civil. Nº
10. abril de 2015. Lima: Pacífico, pp. 320-327.

pág. 18
3) Si el bien fuere inmueble, debe presentarse documento que
contenga tasación comercial actualizada realizada por dos
ingenieros y/o arquitectos colegiados, según corresponda, con sus
firmas legalizadas. Si el bien fuere mueble, debe presentarse
similares documentos de tasación, la que, atendiendo a la naturaleza
del bien, debe ser efectuada por dos peritos especializados, con sus
firmas legalizadas.

4) No será necesaria la presentación de nueva tasación si las partes


han convenido el valor actualizado de la misma.

5) Tratándose de bien registrado se anexará el respectivo certificado


de gravamen.”

Si bien la norma señala los requisitos para iniciar un proceso de


ejecución de garantías, antes de la sentencia de pleno Casatorio,
existía una confusión sobre cuál era el requisito de procedencia en
los procesos de ejecución de garantías, por ejemplo, se aprecian las
siguientes sentencias:

En la Casación 1795-2001, Lima, se indicó: “Para iniciar un proceso


de ejecución de garantías no se requiere presentar documento
probatorio que sustente la obligación garantizada, ya que la escritura
pública que se acompaña a la demanda constituye de por sí un título
de ejecución. En ese sentido, el criterio de la Sala Superior no es
correcto, ya que pretende que el actor acredite la obligación, ya sea
con títulos valores y otros medios probatorios, criterio que rebasa las
exigencias de la norma adjetiva, más si se advierte que este no es
un proceso ejecutivo sino de ejecución de garantías reales”.

En sentido opuesto, la Casación 2166-2001-Arequipa, refirió: “De


acuerdo a lo previsto en nuestro ordenamiento procesal, en un

pág. 19
proceso de ejecución de garantías el ejecutante anexará a su
demanda como requisitos: el documento que contiene las garantías
(siendo este el título que apareja ejecución) y el estado de cuenta de
saldo deudor; y, si el bien fuera inmueble debe presentarse
documento que contenga tasación comercial actualizada realizada
por dos ingenieros y/o arquitectos colegiados, según corresponda,
con sus firmas legalizadas”.

Como se aprecia en algunos casos se indicaba que era suficiente


presentar la escritura pública, mientras que en otros casos se
requería documentos adicionales para acreditar la obligación.

Por ello, y a fin de unificar criterios respecto a cuál era el título


ejecutivo en los procesos de ejecución de garantías, en la sentencia
de Pleno Casatorio 2402-2012, Lambayeque, se establecieron los
requisitos de procedencia, ya sea el supuesto de personas ajenas al
sistema financiero o a favor de empresas que lo integran, y se
estableció, entre otros, lo siguiente:

1) En el caso de ejecución de garantías de personas ajenas al


sistema financiero, a la demanda debe acompañarse: i) documento
constitutivo de la garantía real; y, ii) el estado de cuenta de saldo
deudor, suscrito por el acreedor, detallando los pagos a cuenta, si
hubiere desde el nacimiento de la obligación hasta la fecha de
liquidación del saldo deudor, así como los demás documentos
indicados en el artículo 720 del CPC.

2) En el caso de ejecución de garantías a favor de empresas que


integran el sistema financiero, a la demanda debe acompañarse: i)
documento constitutivo de la garantía real; y, ii) el estado de cuenta
de saldo deudor, suscrito por el apoderado de la entidad del sistema

pág. 20
financiero con facultades para liquidación de operaciones, detallando
cronológicamente los cargos y abonos desde el nacimiento de la
relación obligatoria hasta la fecha de liquidación del saldo deudor,
con expresa indicación del tipo de operación para obtener el saldo
deudor; así como los demás documentos indicados en el artículo 720
del CPC.

El proceso único de ejecución tiene como fin que se cumpla con un


derecho que ya ha sido reconocido en un título ejecutivo, a diferencia
del proceso cognitivo o de conocimiento, en el que se persigue la
constitución o declaración de una relación jurídica.

2) Para iniciar un proceso ejecutivo, según el artículo 690º-A del


CPC, a la demanda ejecutiva se tiene que acompañar un título
ejecutivo. Además, y conforme al artículo 689º del CPC, procede la
ejecución cuando la obligación contenida en el título es cierta,
expresa y exigible.

3) En el proceso único de ejecución, las causales para contradecir la


demanda ejecutiva son taxativas ya que sólo puede invocar las
señaladas en ese artículo, caso contrario el juez declarará
liminarmente la improcedencia de la contradicción. Las causales son:
inexigibilidad, nulidad formal o falsedad, extinción de la obligación,
iliquidez de la obligación; y en caso de títulos valores que se hayan
completado en forma contraria a los acuerdos adoptados.

2) Según el artículo 720º del CPC, procede la ejecución de garantías


reales, siempre que su constitución cumpla con las formalidades que
la ley prescribe y la obligación garantizada se encuentre contenida
en el mismo documento o en cualquier otro título ejecutivo; anexar el

pág. 21
estado de cuenta de saldo deudor, y demás requisitos señalados en
el citado artículo.

3) A fin de unificar criterios respecto a cuál era el título ejecutivo en


los procesos de ejecución de garantías, en la sentencia de Pleno
Casatorio 2402-2012, Lambayeque, se establecieron los requisitos
de procedencia, ya sea el supuesto de personas ajenas al sistema
financiero o a favor de empresas que lo integran, ratificándose que
era necesario presentar además del saldo deudor, el documento
constitutivo de la garantía real.

 GENERALIDADES

El proceso de ejecución es definido como aquel que, partiendo de la


pretensión del ejecutante, realiza el órgano jurisdiccional y que
conlleva un cambio real en el mundo exterior, para acomodarlo a lo
establecido en el título que sirve de fundamento a la pretensión de la
parte y a la actuación jurisdiccional. Liebman 4, califica al proceso de
ejecución como "aquella actividad con la cual los órganos judiciales
tratan de poner en existencia coactivamente un resultado práctico,
equivalente a aquel que habría debido producir otro sujeto, en
cumplimiento de una obligación jurídica".

Para Couture5 el derecho entra aquí en contacto con la vida, de tal


manera que su reflejo exterior se percibe mediante las
transformaciones de las cosas y lo explica así: "si la sentencia
condena a demoler el muro, se demuele; si condena a entregar el
inmueble se aleja de él a quienes lo ocupen; si condena a pagar una
suma de dinero y esta no existe en el patrimonio del deudor, se

4
LIEBMAN, Enrico Tullio. Manual de Derecha Procesal Civil, Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos
Aires, 1980, p.150
5
COUTURE, Eduardo. Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Depalma, Buenos Aires, 1977, p. 442.

pág. 22
embargan y se venden otros bienes para entregar su precio al
acreedor.

Hasta el momento, el proceso se había desarrollado como una


disputa verbal, simple lucha de palabras; a partir de este instante
cesan las palabras y comienzan los hechos".

La jurisdicción no se limita a declarar el derecho, comprende también


la ejecución del mismo. Como las sentencias declarativas y
constitutivas no imponen el dar, hacer u omitir algo, la ejecución se
dirige a asegurar la eficacia práctica de las sentencias de condena.

Proceso de cognición y proceso de ejecución son independientes


entre sí. De un lado, el proceso de cognición puede, en efecto, no
requerir la ejecución, ya sea porque el acto que lo concluye alcance
por sí solo el objeto prefijado (sentencia de declaración de certeza o
constitutiva) ya sea porque después de recaída la sentencia de
condena, el deudor cumpla voluntariamente su obligación.

De otro lado, no siempre a la ejecución debe preceder la cognición


judicial: en determinados casos se puede proceder a la ejecución sin
necesidad de realizar precisamente un proceso de cognición judicial,
como es la conciliación extrajudicial, donde las partes han definido
consensualmente el derecho, o el caso del arbitraje.

De este modo, cognición y ejecución se completan recíprocamente;


el primero prepara y justifica la actuación de la sanción y esta da
fuerza y vigor práctico a aquel.

Entre el proceso de cognición y el de ejecución, la distribución de la


actividad se hace por ley, en armonía con la función propia de cada
uno de ellos. Por eso, corresponde al primero, conocer y dirimir el
derecho en conflicto.

Al segundo, la actuación de la sanción. En este orden de ideas


tenemos que precisar que la tutela efectiva no solo se agota con los

pág. 23
procesos de cognición sino con los de ejecución. La tutela solo será
realmente efectiva cuando se ejecute el mandato judicial. El
incumplimiento de lo establecido en una sentencia con carácter de
cosa juzgada implica la violación, lesión o disminución antijurídica de
un derecho fundamental: la tutela efectiva, que la jurisdicción tiene la
obligación de reparar con toda firmeza.

El que la sentencia declare que el demandado adeuda una cantidad


de dinero al demandante y le condene a pagarla, no supone ello
tutela efectiva.

Para que esta se logre es necesaria una actividad posterior que


pueda realizarse de dos maneras: cumpliendo el obligado, de
manera voluntaria, la prestación que le impone la sentencia o
ingresando, ante su resistencia, a la ejecución forzosa de la
prestación.

Lo interesante de esta etapa es que la ejecución permite algo que


hasta el momento de la cosa juzgada era imposible: "la invasión en
la esfera individual ajena y su transformación material para dar
satisfacción a los intereses de quien ha sido declarado triunfador en
la sentencia. Ya no se trata de obtener algo con el concurso del
adversario, sino justamente en contra de su voluntad.

Ya no se está en presencia de un obligado, como en la relación de


derecho sustancial, sino en presencia de un subjectus, de un
sometido por la fuerza coercible de la sentencia" 6.

En síntesis, podemos señalar que proceso de ejecución es aquella


actividad con la cual los órganos judiciales tratan de poner en
existencia coactivamente un resultado práctico, equivalente a aquel
que habría debido producir otro sujeto, en cumplimiento de una
obligación jurídica.

6
COUTURE, Eduardo. Op. cit., p. 439.

pág. 24
Es, pues, el medio por el cual el orden jurídico reacciona ante la
trasgresión de una regla jurídica concreta, de la cual surge la
obligación de un determinado comportamiento de un sujeto a favor
de otro.

Una vieja discusión doctrinaria en relación al título de ejecución se


orienta a dilucidar si el título configura un acto o un documento.
Palacio7 explica esta discusión así: Liebman defiende la primera
postura y sostiene que el documento no es más que el aspecto
formal del acto y este, en tanto tiene una eficacia constitutiva que
consiste en otorgar vigor a la regla jurídica sancionatoria y en
posibilitar la actuación de la sanción en el caso concreto, crea una
nueva situación de Derecho Procesal que no debe confundirse con la
situación de Derecho material existente entre las partes; en cambio
Carnelutti, adhiriéndose a la segunda tesis, sostiene que el título
ejecutivo es un documento que representa una declaración
imperativa del juez o de las partes, y agrega que siendo esa
declaración un acto, "con el intercambio acostumbrado entre el
continente y el contenido y, por tanto, entre el documento y el acto
que en él está representado, se explica la costumbre corriente de
considerar como título al acto en vez del documento".

Alsina, dentro de la misma óptica de Carnelutti, señala que "el título


no es otra cosa que el documento que comprueba el hecho del
reconocimiento: como en la ejecución de sentencia el título es el
documento que constata el pronunciamiento del tribunal". Señala
Palacio, las concepciones aludidas son susceptibles de conciliarse si
se considera que la eficacia del título ejecutivo constituye la
resultante de un hecho complejo que se integra por un lado a través
de un acto configurativo de una declaración de certeza judicial o
presunta del derecho (aspecto substancial) y, por otro lado, mediante
un documento que constata dicha declaración (aspecto formal).
7
PALACIO, Lino. Derecho Procesal Civil, T. Vll, Abeledo Perrot. Buenos Aires, s/ref., 224

pág. 25
Desde este último punto de vista el título ejecutivo, como documento
que acredita la existencia de un acto jurídico determinado, es
suficiente para que el acreedor, sin necesidad de invocar los
fundamentos de su derecho, obtenga los efectos inmediatos que son
propios a la interposición de la pretensión ejecutiva.

Enfocado en cambio el problema desde el punto de vista


substancial, el acto constatado en el documento brinda al deudor la
oportunidad de demostrar la falta de fundamento del derecho del
acreedor, debiendo distinguirse, al respecto, según se trate de títulos
ejecutivos judiciales o extrajudiciales, pues mientras los primeros
solo pueden invalidarse mediante la demostración de los hechos
posteriores a su creación, los segundos son susceptibles de perder
eficacia tanto en esas hipótesis como en la consistente en
acreditarse, aunque en un proceso posterior a la ejecución, que el
derecho del acreedor nunca existió.

 LAS RESOLUCIONES JUDICIALES

Como señala el artículo en comentario, los títulos ejecutivos


provienen por la actividad judicial o por el ejercicio del principio de
autonomía privada de partes, que comprende a los acuerdos por
conciliación o transacción homologados y las sentencias judiciales
firmes.

Se debe precisar que tanto la transacción judicial y la conciliación


judicial, una vez homologadas, son equiparables a la sentencia
definitiva y tienen eficacia de cosa juzgada. Véase al respecto lo
normado en los artículos 337 y 328 del CPC.

Ello justifica que cuando se conviene que una o ambas partes


cumplan con una determinada prestación, se apliquen, frente al
eventual incumplimiento, las normas que gobiernan el proceso de
ejecución de sentencias.

pág. 26
Además, el efecto de la cosa juzgada es tal, que solo se podría
enervar dichos efectos por actividad fraudulenta en la forma que
señala el artículo 178 del CPC. Cuando la norma hace referencia a
las resoluciones judiciales firmes, se debe entender a aquellas
decisiones que sean susceptibles de ejecución.

En sentido estricto, podemos calificar como tal a las sentencias de


condena, es decir, aquellas que imponen el cumplimiento de una
prestación de dar, de hacer o de no hacer. Las sentencias
declarativas no contienen dicha exigencia y si bien disponen la
inscripción registral del mandato, solo tienen por objeto extender a
los terceros la eficacia de lo declarado, por tales sentencias, las que
son ajenas al concepto de ejecución forzada.

En ese sentido debe apreciarse la sentencia que ampara la


pretensión sobre prescripción adquisitiva de un bien o la que declara
la filiación de un menor.

La ejecución de dichos fallos es ajena al concepto de ejecución


forzada porque se agota en la mera inscripción registral para que por
su publicidad se pueda oponer a terceros lo declarado por la
jurisdicción, situación distinta encierra las sentencias de condena, en
las que se intimida o requiere al obligado a que cumpla la prestación
ordenada. Este tipo de títulos, que encierran una condena,
constituyen la puerta de ingreso para el proceso de ejecución.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Si bien es cierto, las sentencias declarativas no contienen dicha


exigencia la cual tiene una sentencia condenatoria y si bien
disponen la inscripción registral del mandato, solo tienen por
objeto extender a los terceros la eficacia de lo declarado, por
tales sentencias, las que son ajenas al concepto de ejecución
forzada. Por otro lado, estamos totalmente de acuerdo que el

pág. 27
título de ejecución judicial por excelencia lo constituye la
sentencia.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
Se dice que las resoluciones firmes, son aquellas resoluciones
que van contra la que no cabe la interposición de ningún
recurso, ordinario o extraordinario. Y cuando ambas partes
dejan transcurrir el tiempo y no interpone recurso impugnatorio.
Está amparada por el principio de cosa juzgada.

Comentario de Rosita Lozano:

Las resoluciones judiciales es todo documento de sentencia


que el juez civil se comunica con las partes. Es decir, mediante
un acto procesal, documento, en el cual en ello se hace
referencia a un conjunto de enunciados normativos o se
fundamenta un hecho jurídico.

Comentario alvaro gonzales

Estas resoluciones son formas de cómo llegar a un acuerdo


pacíficamente esto se requiere cumplir las determinadas
formalidades para la validez del proceso. También las
resoluciones deben tener un procedimiento adecuado
cumpliendo el procedimiento de la tutela cautelar, además estas
resoluciones brindan una mayor facilidad para los magistrados
para así llegar a una solución pacíficamente

 LAUDOS ARBITRALES

Por otro lado, los laudos arbitrales firmes también constituyen títulos de ejecución
porque los árbitros, sean de derecho o de equidad, no cuentan con imperium para
ordenar la ejecución del laudo que emitan, pues ello solo es monopolio de la
actividad jurisdiccional.

pág. 28
Cuando se recurra a la jurisdicción para la ejecución del laudo arbitral, concurren
dos supuestos: a) que se haya otorgado facultades de ejecución a los árbitros,
según el artículo 67 de la Ley Arbitral (D. Leg. N° 1071); y b) no tenga facultades
de ejecución. En este último caso, el procedimiento a seguir será el que rige en el
artículo 690 del CPC.

En el primer supuesto serán los propios árbitros los que buscarán en la actividad
jurisdiccional el apoyo para la "ejecución forzada" del laudo, no para iniciar un
proceso de ejecución, sino para requerir de la jurisdicción la vis compulsiva, como
parte de sus atributos exclusivos de ella, a fin de satisfacer de manera forzada el
derecho declarado en el laudo.

En ese sentido léase el inciso 2 del artículo 67 de la Ley Arbitral que dice: "(...), a
su sola discreción, el tribunal arbitral considere necesario o conveniente requerir la
asistencia de la fuerza pública. En este caso, cesará en sus funciones sin incurrir
en responsabilidad y entregará a la parte interesada, a costo de esta, copia de los
actuados correspondiente para que recurra a la autoridad judicial competente a
efectos de la ejecución".

Hay pues diferencias sustanciales entre la ejecución del laudo, con facultades y
sin facultades de ejecución dadas a los árbitros. De ahí que se debe tener en
cuenta, para la ejecución de laudos, si se ha estipulado en el convenio arbitral
facultades especiales otorgadas a los árbitros para la ejecución del laudo, en
rebeldía de la parte obligada, conforme refiere el artículo 67.1 de la Ley de
Arbitraje, como sería el caso del otorgamiento de escritura, en la que el árbitro
podría suscribir la escritura pública en representación del rebelde, por tener
facultades expresas para ello. En ese sentido véase el siguiente pronunciamiento
de la Sala Civil de Lima" 8 si bien la ley de arbitraje precisa que el interesado, antes
de solicitar la ejecución forzada del laudo ante el juez civil del lugar de la sede del
arbitraje, debe acreditar que el mismo no ha podido ser ejecutado por los propios
árbitros.

8
Ejecutoria publicada en LEDESMA, Marianella. Jurisprudencia Actual T.V, Gaceta Jurídica, Lima, 2002, p.
604.

pág. 29
No es menos cierto que dicho prerrequisito está condicionando a que los árbitros y
la institución organizadora hayan estado facultados para ello en el convenio
arbitral.

El hecho que se señale que toda controversia relacionada con la ejecución del
contrato será resuelta por medio del arbitraje no significa que los árbitros estén
facultados para ejecutar el laudo.

Conforme se aprecia del inciso 2, el laudo arbitral tiene la calidad de título de


ejecución, sin embargo, debemos precisar que en el procedimiento arbitral pueden
surgir resoluciones distintas al laudo, como las que provienen por conciliación o
transacción.

En el hipotético caso de que se exigiera su ejecución, estos acuerdos


aparentemente no podrían ser ejecutados judicialmente como los laudos, situación
que conlleva a algunos críticos del tema a plantear la modificación de este inciso a
fin de que se entienda la redacción del inciso 2 como "resoluciones arbitrales
firmes".

Esta posición pareciera ya resuelta con lo regulado en el artículo 50 de la Ley de


Arbitraje (D. Leg. N° 1071).

La nueva Ley de Arbitraje acoge la ejecución en sede arbitral, reiterando lo


establecido al respecto en el artículo 9 de la derogada LGA. Esto implica que no
solo la cognición del conflicto puede ser de conocimiento de los árbitros, sino que
dicha delegación también puede ser extensiva -si las partes lo permiten- al
proceso de ejecución.

No se trata de que los árbitros ejerzan el ius imperium, sino que diluciden las
prestaciones de la ejecución, hasta su mínima expresión, de tal manera que la
jurisdicción ingrese como apoyo al proceso de ejecución dirigido por los árbitros.

Lo que se busca, no solo es atribuir facultades a los árbitros para que intervengan
en un proceso de cognición, sino que también puedan incursionar en el proceso
de ejecución sobre lo laudado, pero dejando claro que las facultades del ius
imperium siempre las ejercerán los jueces ordinarios.

pág. 30
Esta mecánica de intervención de la jurisdicción en la actividad arbitral, la tenemos
regulada para las medidas cautelares y acopio de pruebas; con mayor razón
operaría el apoyo para la ejecución de un laudo que contiene derechos ciertos, ya
definidos. No se debe confundir el proceso de ejecución, mecanismo en el cual se
busca ejecutar los títulos y la executio, como poder exclusivo de la jurisdicción.

Debemos señalar en este extremo que los árbitros tienen una jurisdicción limitada,
ya que poseen la notio, la vocatio y la iuditium, mientras que los jueces agregan a
las anteriores la coertio y la executio; por ello, los jueces pueden ser requeridos
aun desde la iniciación del arbitraje -para el logro de medidas cautelares- hasta su
finalización -ejecución del laudo arbitral- como ya se ha señalado.

El artículo 67 de la Ley de Arbitraje, se orienta a ampliar la cobertura de acción de


los árbitros -con la aceptación de las partes- al proceso de ejecución, sin trastocar
los poderes del ius imperium que gozan los jueces.

Esto lo podríamos mostrar de la siguiente forma, si, por ejemplo, se condena al


pago de una prestación liquidable, perfectamente en el proceso de ejecución
arbitral se podría definir la suma líquida, para luego, a pesar de haber sido
requerido el pago (en sede arbitral) persistiera en la resistencia, recurrir a la
jurisdicción, no a pedir que se inicie la ejecución, sino a que esta intervenga
ejerciendo una de sus facultades: la executio, para vencer la resistencia del
rebelde.

Igual lógica opera en la ejecución de la medida cautelar o en el acopio de las


pruebas. Como señala Griffith9, el Poder Judicial debe limitarse a asistir a los
árbitros en reconocer y ejecutar un laudo.

esa misma línea de pensamiento, Lorca 10, considera que "normalmente será
posible que la ejecución del laudo suponga apremiar mediante un embargo, pero
no cabe duda que las modalidades de la ejecución dependerán en gran medida de
su contenido.
9
GRIFFITH DAWSON, Frank. "El rol del Poder Judicial en el proceso de arbitraje: ¿asistencia o intervención?"
En: Ius et Veritas, N° 15, año VIII, p. 206.
10
LORCA NAVAFIRETE, Antonio María y SILGUERO ESTAGNAN, Joaquín. Derecho de arbitraje español,
Manual teórico-práctico de jurisprudencia arbitral española, Dykinson, Madrid, 1994, p. 446.

pág. 31
Así, si la obligación contenida en el laudo no es exactamente la de entregar dinero
metálico, sino una obligación determinada de hacer o de no hacer o de entregar
determinada cosa, el apremio para su ejecución se dirigirá fundamentalmente
hacia la indemnización de daños y perjuicios.

En consecuencia, se pude ya concluir que la ejecución del laudo dependerá en


gran medida del tipo de conducta que se contenga en el mismo". Según
Lohmann11, cuando se permite que las partes o el reglamento a que estas se
hubieran sometido otorguen a los árbitros facultades ejecutivas especiales para
hacer viable el cumplimiento del laudo en rebeldía de la parte obligada, la
naturaleza de las facultades dependerá mucho de la naturaleza del conflicto como
de la confianza de las partes en los árbitros; pero, es una posibilidad que la ley ha
querido permitir.

No siempre será posible que, ante una parte rebelde, el árbitro pueda conminar el
cumplimiento y dirigir la ejecución forzosa del laudo. En tales casos, no queda más
remedio que recurrir al Poder Judicial.

Véanse, según el citado autor, algunos casos en los que la delegación de


facultades a los árbitros podría operar en mejor forma, como la entrega de cartas
fianzas para que, en caso de incumplimiento, los árbitros o la institución, las
ejecuten a favor de la parte vencedora para efecto de imputarlas a la deuda, o
aquellos supuestos donde las partes, de conformidad con el artículo 1069 del CC,
hayan autorizado a los árbitros para que procedan a la venta de ciertos bienes
prendados.

También se podría otorgar poderes especiales para que suscriban documentos o


instrumentos en rebeldía de alguna de las partes o para ejecutar privadamente
una hipoteca.

Como señala Chocrón12, "las relaciones entre la jurisdicción y el arbitraje, son de


carácter complementario, se produce en aquellas parcelas en las que se requiere
imperium o potestas de la que carecen los árbitros a los cuales se les atribuye el
11
citado por CANTUARIAS, Femando. Cp. cit., p. 398.
12
CHOCRÓN GIRALDEZ, Ana María. Los principios procesales en el arbitraje, Bosch, Barcelona, 2000, p. 210

pág. 32
poder de disposición de los derechos subjetivos privados en virtud de la
autonomía de la voluntad; pero la coacción, la fuerza o imposición que implican
determinadas actividades escapan a la auctoritas de los árbitros y es por ello que
se produce la intervención de los Tribunales del Estado".

Otro aspecto a resaltar sobre la ejecución de laudos, se refiere al control que


pueden ejercer los jueces ordinarios. En el supuesto de no haberse formulado
contra el recurso de anulación, ¿el juez tendría que despachar automáticamente la
ejecución del laudo?, ¿la ejecución operaría, aun cuando el laudo hubiera sido
originado en un convenio arbitral nulo de pleno derecho?

En definitiva, no debe admitirse tal hipótesis, que una cuestión inarbitrable,


decidida por la vía arbitral, pueda luego recurrir a la ejecución forzada en sede
judicial.

Caso contrario, se estaría afirmando que las causas de nulidad de un convenio


arbitral pueden quedar saneadas con el paso del tiempo; concretamente, con el
transcurso del plazo legalmente establecido para interponer el recurso de
anulación contra el laudo.

Los actos contrarios a las normas imperativas y a las prohibiciones son nulos de
pleno derecho (ver el artículo 5 del TP del CC).

Existe base jurídica suficiente para considerar que la nulidad del convenio ha de
ser objeto de control judicial en la fase de ejecución del laudo. Y es que en virtud
de dicho control no se atenta contra la esencia de la institución arbitral; antes lo
contrario, se trata de constatar -sin entrar en el fondo de lo resuelto- que la misma
se ha desarrollado con arreglo a las prescripciones ilegales. Véase en ese sentido
lo que dispone el inciso 63 de la Ley Arbitral.

pág. 33
Sobre el particular, resulta interesante compartir la opinión de Ormazábal 13 tan
solo los defectos que hacen que la sentencia pueda ser considerada como
inexistente podrían justificar el rechazo del órgano jurisdiccional a despachar
ejecución, porque al no poderse hablar en tal caso de acto jurisdiccional, de
sentencia, al sobrevivir tales vicios a la firmeza e impedir la producción de cosa
juzgada, el juez debería denegar el despacho de la ejecución ante la ausencia del
hecho típico que legitima el inicio de la ejecución".

Al juez no le está permitido realizar un control del fondo del laudo que está
cubierto por efectos de cosa juzgada, sin embargo, como señala Chocrón 14, en
este punto debe distinguirse entre aquellos que fueron objeto de recurso de
anulación, frente a los que no fueron.

El control de oficio por el juez respecto del fondo, se reduce al caso en que no se
hubiera interpuesto recurso de anulación contra el laudo y lo resuelto sea sobre un
objeto que no podía serlo y en los casos que el laudo fuera contrario al orden
público.

El Código Procesal Civil y la nueva Ley de Arbitraje regulan el procedimiento a


seguir en los procesos de ejecución de laudos arbitrales 15.

Nos ubicamos frente a la regulación de un hecho por dos normas diferentes de


igual rango, pues, el Código Procesal Civil está regida por el Decreto Legislativo
768 y la Ley de Arbitraje por el D. Leg. N° 1071. Frente a ello, para establecer la
norma aplicable recurrimos al principio de especificidad cuya regla dispone que un
precepto de contenido especial, prima sobre el criterio general.

Ello implica, como señala García Toma16, que "cuando dos normas de similar
jerarquía establecen disposiciones contradictorias o alternativas, pero una es

13
ORMAZÁBAL SÁNCHEZ, Guillermo. La ejecución de laudos arbitrales, Bosch, Barcelona, 1 996, p. 117
14
CHOCRON GIRALDEZ, Ana María. Op. cit., p. 206.
15
Ver los artículos 713 del CPC y siguientes y artículos 83 al 87 de la LGA
16
GARCIA TOMA, Víctor. La Ley en el Perú, Grijley, Lima, 1995, p. 22.

pág. 34
aplicable a un aspecto más general de situación y la otra a un aspecto restringido,
prima está en su campo específico".

Esta disyuntiva legal, también ha sido de invocación para sustentar Casaciones


como la que aparece ante la Sala Civil Transitoria, mediante la Casación N° 1100-
03-Lima, de fecha 10 de octubre de 2003. Frente al contexto descrito, sostenemos
que resulta de aplicación a la ejecución del laudo, la LGA, por el principio de
especificidad. En ese sentido, léase la Casación N° 574-99-Lima, de fecha 10 de
agosto de 1999.

Otro cuestionamiento se presenta en los argumentos para la contradicción, señala


el artículo 690-D del CPC; en cambio, el artículo 68.3 de la Ley Arbitral recoge dos
supuestos para la oposición, la pendencia de un recurso de apelación o anulación
y razones basadas al cumplimiento del laudo; nótese que la extinción de la
obligación no está presente como argumento de oposición en la LGA.

El recurso de apelación se encuentra restringido en la Ley Arbitral. Véase lo


regulado en el artículo 68.4 de la Ley Arbitral: "la autoridad judicial está prohibida,
bajo responsabilidad admitir recursos que entorpezcan la ejecución del laudo".

La explicación a la regulación del artículo 68 de la ley citada, no están referidos


propiamente al procedimiento de la ejecución en sede judicial, sino a las reglas a
contemplarse en el proceso de ejecución iniciado por los propios árbitros, en
atención a las facultades especiales otorgadas a estos.

Bajo esa óptica, la jurisdicción intervendrá para asistir a ella, a través del juez
ejecutor; de ahí que de manera expresa se le señala al ejecutor judicial, que no
puede admitir apelaciones o articulaciones que entorpezcan la ejecución del laudo.

El propio artículo 68 de la LGA hace referencia a la ejecución judicial del laudo, no


al proceso de ejecución. Si bien los árbitros inician el proceso de ejecución, por
contar con facultades expresas para ellas, lo que siempre van a carecer es del
poder de ejecución para la satisfacción forzada de lo laudado.

Poder de ejecución y proceso de ejecución responden a dos situaciones y


conceptos diversos. Tanto los árbitros como los jueces ordinarios tienen la facultad

pág. 35
de dirigir un proceso de ejecución, más será siempre el juez de la jurisdicción
quien cuente con los atributos del poder de ejecución. Aquí radica la diferencia y la
explicación a toda esta regulación de la Ley Arbitral para la ejecución del laudo.

Esta forma de intervención de la jurisdicción para apoyar a la ejecución de los


mandatos provenientes de los árbitros, no es propia de los laudos, sino que
también opera para la ejecución de las medidas cautelares dictadas en sede
arbitral, en la forma como lo regula la Ley Arbitral.

Otro aspecto que concurre a la reflexión es la intervención de los árbitros en


prestaciones determinables.

Señala Muñoz Sabaté17 "los árbitros no extralimitan sus funciones por el hecho
que una vez determinadas por ellos en el laudo las deudas y créditos de una
sociedad que se disuelve y las cantidades que deben entregar o percibir cada
socio, terminan resolviendo que procede que las partes, en el plazo de un mes a
contar de la fecha del laudo nombre o designen la persona o personas que se
encarguen de toda la documentación social de la liquidación y división del haber
social con arreglo a todo lo dispuesto en dicho laudo.

El quid de la cuestión estaba en la evidentísima imposibilidad práctica de poder


cuidar de una liquidación definitiva y material de la sociedad dentro del plazo de
emisión del laudo.

Tal vez hubiese sido mejor que los árbitros hubiesen ya procedido al
nombramiento de dicho liquidador para impedir nuevas contiendas entre los
socios, pero la cuestión no es esta sino la de destacar una vez más la habitualidad
de estas programaciones arbitrales, con designación incluso de nuevos
operadores y que tal como la propia sentencia cuida de manifestar habrán de
desarrollarse en periodo de ejecución de laudo".

Frente al criterio expuesto por Muñoz Sabaté, la ejecutoria emitida por la cuarta
sala civil de Lima, el 18 de noviembre de 2002, en el expediente N° 2041-2002

17
MUÑOZ SABATÉ, Luis. Jurisprudencia arbitral comentada (sentencias del Tribunal Supremo, 1891-1991),
Bosch, Barcelona, 1992, p.562.

pág. 36
seguido por la Municipalidad de san Isidro con el Consejo Directivo de la
Asociación Vecinal para el Serenazgo de San Isidro, acoge precisamente el
cuestionamiento materia del comentario18.

El mensaje tradicional del arbitraje señala el futuro de la ejecución a la justicia


estatal; sin embargo, existe un camino legal, no judicial, para atreverse a caminar
en él en materia de ejecución (ver el artículo 9 de la LGA derogada y el artículo 67
de la nueva Ley Arbitral); y solo cuando este camino se torne en inoperante para
los fines que se busca, nos permitirá recién, voltear la mirada hacia la jurisdicción
para invocar la executio, sobre el laudo arbitral, como se viene haciendo en la
actividad cautelar y probatoria arbitral. Mientras ello no suceda, la actividad
privada debe seguir discurriendo por las sendas del arbitraje.

El 28 de febrero de 2006, el Tribunal constitucional en el Habeas corpus Ne 6167-


2005-PHc/Tc-LIMA ha sentado algunos precedentes vinculantes en materia de
arbitraje; sin embargo, en dicha sentencia aparece el interesante voto singular de
Gonzales Ojeda que deslinda, de manera acedada, los argumentos vertidos en el
precedente, a pesar de estar de acuerdo con el fallo.

Los principales argumentos que expone el voto singular, refieren: La función


jurisdiccional resulta la expresión de un poder del Estado y esto no solo es una
declaración, sino una clara delimitación de sus alcances en el ámbito
constitucional. Pero, asimismo, la jurisdicción estatal, precisamente por tratarse de
un poder, es la única que ostenta la llamada coertio; es decir, una específica
expresión del rus imperium mediante la cual solo los jueces pueden realizar actos
de ejecución, o sea, aquellos destinados al efectivo reconocimiento de un derecho.

Los árbitros carecen de potestad coercitiva, es decir, no están en la capacidad de


hacer cumplir sus decisiones cuando las partes se resisten a cumplirlas, en cuyo
caso tienen que recurrir al Poder Judicial solicitando su intervención con el
propósito de lograr la "ejecución forzada" de sus mandatos.

18
Como refiere dicha ejecutoria, declara infundada la contradicción y dispone que el Consejo Directivo de la
Asociación demanda proceda a la disolución y liquidación de la Asociación, conforme a lo establecido en sus
estatutos y en la ley.

pág. 37
Los laudos arbitrales tienen la característica de incidir en el ámbito declarativo de
los derechos, más nunca en el ejecutivo. Ello explica por qué si una parte decide
no cumplir con un laudo o con lo pactado en un procedimiento conciliatorio, la
única salida que tiene el sujeto afectado con dicho incumplimiento es la vía judicial
(precisamente actuando el título ejecutivo -laudo o acta conciliatoria-).

Igualmente, señala el voto singular, las decisiones expedidas por parle de la


jurisdicción estatal tienen la posibilidad de adquirir inmutabilidad absoluta o
autoridad de la cosa juzgada. Situación que no se verifica en otras zonas
compositivas donde las decisiones pueden ser revisadas, con mayores o menores
limitaciones, por la justicia estatal.

En estos últimos supuestos se suele hablar de inmutabilidad relativa o preclusión.


Pero, definitivamente, la jurisdicción estatal es la única que tiene la característica
básica de la universalidad, en el sentido de que las otras técnicas compositivas
han sido creadas únicamente para tipos específicos de controversias, mientras
que la jurisdicción estatal protege de cualquier tipo de derecho, sin importar que
esté o no previsto expresamente por ley.

Como ya se ha sostenido en el acápite 1, el elemento que imprime la certeza


suficiente para iniciar un proceso de ejecución, es el título el cual puede ser una
resolución judicial de condena o un acto negocial o administrativo que acrediten la
existencia de un derecho cierto, expreso y exigible.

Esto es, que los títulos de ejecución son aquellos que contienen actos
constitutivos de prestaciones no solo declaradas por el órgano jurisdiccional, sino
que también pueden tener su origen en la voluntad de las partes involucradas en
el conflicto, cuyo efecto será de "vinculación formal" entre los partícipes de la
controversia.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Es menester hacer énfasis y debemos señalar que los árbitros tienen una
jurisdicción limitada, ya que poseen la notio, la vocatio y la iuditium,

pág. 38
mientras que los jueces agregan a las anteriores la coertio y la executio;
NOTIO: “Es el conocimiento con profundidad del objeto del procedimiento”.
VOCATIO: “Es la facultad del juez de ordenar la comparecencia de los
sujetos. IUDITIUM: “Es el elemento principal que consiste en la potestad de
sentenciar por ello, los jueces pueden ser requeridos aun desde la iniciación
del arbitraje para el logro de medidas cautelares- hasta su finalización
ejecución del laudo arbitral.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

El laudo es la resolución dictada en el procedimiento arbitral, con eficacia


equiparable a las sentencias judiciales, que dirime el conflicto surgido entre
las partes por efecto del compromiso por el que estas acordaron atribuir la
resolución de sus controversias a dicho procedimiento, renunciando a
someterlas a la jurisdicción ordinaria civil.

Comentario de Rosita Lozano:

El laudo arbitral es toda resolución dictada ante el pronunciamiento arbitral


de un juez, por el que con eficacia se determina la validez para que pueda
constituir el título ejecutivo.

Comentario alvaro gonzales

Estos laudos son importante en el proceso porque cumple una función muy
importante que es el conflicto de las partes por el efecto que se están
acordando atribuir la controversia además estos laudos brindan
pretensiones por las dos partes y que el tribunal llegue a resolver
exitosamente el caso de las partes, así también como el conocimiento de los
procedimiento de la tutela cautelar

ACTA DE CONCILIACIÓN DE ACUERDO A LEY

pág. 39
El aspecto formal de este título generado por el ejercicio de la autonomía privada
de parles, se va a expresar en "las actas de conciliación de acuerdo a ley" como lo
señala el inciso 3 de este artículo en comentario.

El acta conciliatoria es el documento que contiene la manifestación de voluntad de


las parles. Su validez está condicionada a la observancia de las formalidades
establecidas en el artículo 16 de la Ley N° 26872, modificado por el D. Leg. N°
1070, bajo sanción de nulidad. Hay que precisar que la ley no otorga a los
acuerdos conciliatorios extraprocesales el efecto de la cosa juzgada, como sí lo
hace a la conciliación intraproceso en mérito al artículo 328 del CPC. En este caso
se produce la homologación de acuerdos conciliatorios a través de la
procesalización, homologación que encierra el control de la jurisdicción sobre la
autonomía privada de la voluntad de las partes. Recién a partir de la satisfacción
del control, podemos atribuir al acuerdo los efectos de la cosa juzgada, situación
que no se da en los conciliatorios extraproceso.

Para que el acuerdo conciliatorio extrajudicial tenga tal condición, de título de


ejecución, debe ser sometido a un previo control de legalidad, por el abogado del
centro de conciliación, en el que se verifiquen los supuestos de validez y eficacia
(ver el artículo 16.K de la Ley de Conciliación).

Como supuestos de validez, se debe verificar en el control que el acuerdo no


vulnere la ley, el orden público y las buenas costumbres; supuestos que impiden
que las partes puedan transitar por los derechos indisponibles, como hace también
referencia el artículo V del TP del Código Civil.

Para la eficacia del acuerdo, el abogado debe apreciar si este contiene


prestaciones, ciertas, expresas y exigibles.

Se califica como prestaciones ciertas cuando están perfectamente descritas en el


acta de conciliación; son expresas, cuando constan por escrito en dicha acta; y,
son exigibles, cuando las partes señalan el momento a partir del cual cada una de
ellas puede solicitarle a la otra el cumplimiento de lo acordado.

pág. 40
En tal sentido adolecerá de exigibilidad un acuerdo que no precise la fecha exacta
para el cumplimiento de la prestación; o precisándolo, se exige su ejecución antes
de vencido el plazo.

Como ya se ha señalado, un acuerdo por conciliación extrajudicial para que pueda


ser ejecutado como sentencia tiene que ser sometido al control de legalidad a
través del abogado del centro de conciliación.

Este control es un acto constitutivo para el efecto que se quiere lograr: generar
ejecución; situación que no es extensiva a la transacción extrajudicial, donde no es
necesario para su realización recurrir a organizaciones o instituciones para ello, ni
tampoco al control previo de legalidad por autoridad alguna.

Bajo ese contexto diremos que los acuerdos conciliatorios extrajudiciales que
provienen de los centros privados de conciliación se ejecutan como sentencia,
pero no son títulos homologados, esto es, su grado de eficacia, en cuanto a la
inmutabilidad, no se equipara a los que hubieren sido sometidos al control
homologatorio, bajo la declaración de la jurisdicción. 19

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Si bien es cierto el pilar fundamental dentro de la Acta de Conciliación es


generar una ejecución rápida, que no es necesario recurrir a organizaciones
o instituciones. Pues bien, a nuestro criterio creemos que es una alternativa
más raída, segura y eficaz la cual es obviamente decisión de las partes;
expresada, así como su voluntad.

El abogado tiene que ser necesariamente un conciliador que bajo el


Principio de Legalidad este asegure la eficacia del acuerdo, el abogado debe
apreciar si este contiene prestaciones, ciertas, expresas y exigibles.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

En el acta de conciliación se ha puesto por escrito el acuerdo al que ambas


partes han llegado y tienen la obligación de cumplir. Aunque esta no se haya
19
LEDESMA NARVÁEZ, Marianella. Comentarios al Código Procesal Civil. Análisis artículo por artículo. Con la
colaboración de la Dra. Teresa Quezada Martínez. Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, julio, 2008, p. 351-363

pág. 41
hecho ante un juez, sino ante un conciliador autorizado, tiene validez legal y
si no se cumple con lo prometido, el acta pasa a ser ejecutada.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

El acta de ejecución de acuerdo a ley es que este se alude a la ejecución del


documento, refiriéndose así al cumplimiento forzado del acuerdo contenido,
cabe recalcar, que el acta de conciliación no es una excepción sino más
bien, una figura conciliatoria de un mandato ejecutivo.

Comentario de Alvaro gonzales

Es un documento donde se expresa las opiniones de las partes incluyendo


las declaraciones finales del proceso de conciliación. Este paso es
necesariamente conocer los requisitos para así poder denostar las
pretensiones al favor del acreedor o del deudor para así no llegar a un
proceso más complicado o demorado, esta acta de conciliación es llegar a
menor tiempo a resolver el caso a diferencia con los otros juicios jurídicos o
pleitos procesales

JURISPRUDENCIA:

(Cas. N° 871-97-Puno, El Peruano, 19/10/98, p. 1985).

En los procesos de conocimiento se parte de una situación incierta para obtener


un pronunciamiento ¡jurisdiccional de certeza, del derecho controvertido. En los
procesos de ejecución, se parte de una situación cierta, pero, insatisfecha, y el
proceso verá, precisamente, sobre esa satisfacción que debe tener el ejecutante
respecto de su acreencia la que se puede reducir mas no alterar.

(Exp. N° 55920-97, Segunda Sala Civil, Ledesma Narváez, Marianella,


Jurisprudencia Actual, Tomo 2, Gaceta Jurídica, p. 539).

Si bien constituyen procesos de ejecución la obligación de dar suma de dinero y el


proceso de ejecución de garantía, ambos se sustentan no solo en títulos diversos
sino en reglas procedimentales propias e inoponibles unas en otras, aun cuando
en la tramitación de alguna de ellas se involucren elementos de la otra.

pág. 42
No puede basarse el rechazo de la acción en causales propias del mérito ejecutivo
de los cambiales no objeto de abro, sino por el contrario en causales relativas a la
garantía real hipotecaria otorgada, por ser de naturaleza diversa a las acciones
cambiarias reguladas por la Ley de Títulos Valores.

(Exp. N° 208-7-97, Primera Sala Civil, Ledesma Narváez 1 Marianella,


Jurisprudencia Actual, Toño 1, Gaceta Jurídica, pp. 507-508).

El proceso de ejecución no está destinado a obtener declaración alguna de


derechos, sino que tiene por objeto hacer efectiva una obligación que aparece
consignada en determinado título al que la ley presume legitimidad.

Es un proceso autónomo y compulsivo pan el cumplimiento de una obligación, sin


necesidad de un proceso declarativo previo.

Las partes de la relación procesal son el ejecutante y el ejecutado; acreedor y


deudor, en la relación material

Si el banco ejecutante no ha recaudado a su demanda título de ejecución alguno,


adicional a las escrituras de constitución de garantía hipotecaria, no procede
amparar la demanda de ejecución de garantía hipotecaria, pues dichos actos
jurídicos se han limitado a la sola constitución de garantías hipotecarias sin
conformar el carácter de títulos de ejecución con respecto a las obligaciones
principales a las cuales deben servir las garantías hipotecarias.

La escritura pública tiene el elemento accesorio (hipoteca) pero no las


obligaciones principales, resultando insuficiente y sin la calidad de título de
ejecución el estado de saldo deudor, que no sea generado en la obligación
principal.

Dicha omisión no se subsana con et pagaré desde que dicho título valor no
informa que tenga su origen en los créditos hipotecarios anteriormente citados
desde que no se hace referencia en las escrituras de garantías hipotecarias,

pág. 43
además que este documento cautelar no constituye título de ejecución por tratarse
de un pagaré en fotocopia autentificado notarialmente.

TITULOS DE VALORES

Los títulos valores, cuyo surgimiento se presentó en el seno de las relaciones


mercantiles del Medioevo, irrumpió en el continente europeo como un mecanismo
que permitió a los comerciantes, y a quienes por sus ocupaciones debían
trasladarse a diversas regiones, movilizar riqueza de manera ágil y segura, por lo
general representada en moneda acuñada en diferentes lugares, para satisfacer
las necesidades de determinados grupos sociales ante la imposibilidad de obtener
en un solo lugar todos los productos requeridos para solventar la vida cotidiana.
En este escenario, los comerciantes contaban con una herramienta esencial para
el surgimiento de los títulos valores: el papel. Este invento permitió preservar la
información consignada desde tiempos inmemoriales y posibilitó la transferencia
del conocimiento de una generación a otra, hasta convertirse en una matriz
cultural que, en su evolución, facilitó el desarrollo de la ciencia y el registro de los
cambios de las sociedades. Esta herramienta, al adaptarse a las nuevas
realidades de la sociedad, también hizo posible incluir en su cuerpo cláusulas de
valor que, debido a su fácil portabilidad y transferencia de una persona a otra,
lograron representar la riqueza, independientemente del lugar de su creación o
transferencia. Así, dada la generalización de su uso, fue posible la configuración
de reglas específicas que terminaron por facilitar el cambio de diferentes tipos
moneda y, posteriormente, el crédito. En efecto, la carta o letra de cambio surgió
como una prueba de negocio de cambio local o trayecticio que contenía una
promesa de pago. Con este instrumento se plantearon nuevas posibilidades de
uso y satisfacción de necesidades, y por la dinámica de los negocios se fijaron
nuevas reglas para obtener soluciones a los riesgos sobrevenidos en este tipo de
transacciones; como resultado se desarrolla toda la dogmática sobre los títulos
valores

Los títulos ejecutivos contienen requisitos sustanciales y formales. El título, en


sentido formal, es el documento que contiene el acto. Este documento se

pág. 44
cuestiona de nulo cuando no acoge la forma señalada por ley. Véase en el caso
de los títulos de valores, el protesto. En la derogada ley N. 16857 no se admitía
mayor discusión a la intervención del secretario del notario como el encargado de
efectuar el protesto.

Con la nueva ley N. 27287 se considera como funcionarios encargados del


protesto al notario, sus secretarios o el juez de paz del distrito correspondiente, en
caso no hubiere notarios. Cuando el tenedor del título valor solicita la diligencia de
protesto, no constituye requisito indispensable la indicación del nombre del
solicitante en el acta de protesto, pues este solo es exigible cuando el titulo ha
circulado, es decir que haya sido endosado; por los que esta omisión no acarrea la
falta de mérito ejecutivo al título valor.

Como se aprecia, el titulo ejecutivo al título valor, entendido este como valores
materializados que representan o incorporan derechos patrimoniales, destinados a
la circulación, siempre que reúnan los requisitos formales esenciales, que por
imperio de la ley que le corresponda según su naturaleza.

Un Título Valor es un documento mercantil en el que está incorporado un derecho


privado patrimonial, por lo que el ejercicio del derecho está vinculado
jurídicamente a la posesión del documento, debe reunir los requisitos formales
esenciales que, por imperio de la ley, les corresponda según su naturaleza. Si le
faltase alguno de los requisitos formales esenciales que le corresponda, el
documento no tendrá carácter de título valor, quedando a salvo los efectos del
acto jurídico a los que hubiere dado origen su emisión o transferencia teniendo
considerable importancia no solo para esta prestigiosa casa de estudios sino
también a la comunidad en general, ya que el titulo valor sirve a la persona natural
como también a las personas jurídica.

Las técnicas utilizadas para la recopilación de datos fueron fuentes primarias:


libros específicos y la ley de títulos valores.

pág. 45
Según Montoya Manfredi Ulises20 es el medio por el cual se acredita en forma
auténtica que el título valor no se ha pagado o, tratándose de la letra de
cambio, que tampoco ha sido aceptada. Se trata de un procedimiento
formal”.

COMENTARIO DE ALVARO GONZALES:

Son aquellas que se le extiende a una persona a favor mediante un


documento donde está vinculada a un derecho privado patrimonial y este
también se puede apoyar, estos títulos presentan una facilidad el tráfico
mercantil y se permite una circulación más ágil de los bienes y derechos en
comparación con los otros y asegurando de las cosas más rápidas acreditar
los otros títulos que son la letra de cambio o el cheque

COMENTARIO DE SHAOLIN:

El título valor, es un instrumento privado que importa la manifestación de


voluntad de una o más personas naturales o jurídicas. Así mismo se puede
entender que el titulo valor, es un documento que contiene un derecho, es
decir el acto (derecho de pago, cobro esencialmente transmisible, ya que
pasa de unas personas a otras.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

El titulo valor, es un documento en el cual contiene un derecho (ya sea


derecho de pago, de cobro, etc.), por el que este es otorgado ante un
poseedor legítimo, para que así este pueda ejercer el derecho de una
demanda ejecutiva.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Los títulos valores son documentos necesarios para legitimar el ejercicio del
derecho literal y autónomo que en ellos se incorpora, pueden ser de contenido

20
Montoya Manfredi Ulises es el medio por el cual se acredita en forma auténtica que el título valor no se ha
pagado o, tratándose de la letra de cambio, que tampoco ha sido aceptada. Se trata de un procedimiento formal”.

pág. 46
crediticio, corporativo o de participación El Título Valor es un documento mercantil
en el que está incorporado un derecho privado patrimonial, por lo que el ejercicio
del derecho está vinculado jurídicamente a la posesión del documento

LAS ANOTACIONES EN CUENTA

El artículo 2 de la ley de Títulos de valores dice 21: los valores desmaterializados,


para tener la misma naturaleza y efectos que los títulos valores señalados en el
enciso 1 requieren de su representación por anotación en cuenta y de su registro
ante una institución de compensación y liquidación de valores.

En atención a esa nueva regulación, el enciso 5 del artículo 688 del CPC califica
como título ejecutivo a los valores representados por anotaciones en cuenta, pero
por los derechos que den lugar al ejercicio de la acción cambiaria. En
concordancia con este enciso 2, el artículo 18 de la ley de títulos valores considera
que el mérito ejecutivo respecto a los valores con representación por anotación en
cuenta recae en la constancia de inscripción y titularidad que expida la respectiva
institución de compensación y liquidación de valores.

21
Los valores desmaterializados, para tener la misma naturaleza y efectos que los títulos valores señalados en el enciso 1
requieren de su representación por anotación en cuenta y de su registro ante una institución de compensación y liquidación
de valores.

pág. 47
Estas anotaciones son una vieja práctica bancaria que consiste en inmovilizar los
títulos con soporte de papel, físicamente. Las trasferencias se hacen con la
simple anotación en un libro de Registro de Deposito del Banco.

Las anotaciones en cuenta, son un sistema de compensación y liquidación que


opera contablemente, abonando o cargando en los datos resultantes de los
participantes en el sistema.

Efectivamente, con la desmaterialización se busca la eliminación de certificados o


documentos físicos de un título que presenta la propiedad de valores, de manera
que los valores solo existan en forma de registro computarizado. Se reemplaza el
objeto físico por signos electrónicos en la memoria de una computadora. Esto
implica que un certificado de acciones puede ser reemplazado por un registro
contable que puede ser impreso en un papel o mantenerse en un soporte
electrónico, como archivo.

El sistema de anotaciones en cuenta es un régimen jurídico especial aplicable a la


circulación y ejercicio de derechos que se inscriben en el correspondiente registro
contable. En atención a ello, es preciso indicar que los términos «valores
representados mediante anotaciones en cuenta», «valores desmaterializados»,
«valores anotados en cuenta»7 u otros que puedan inducir a con fusión sólo
pueden utilizarse respecto a los valores que sean objeto de inscripción, de
acuerdo a lo establecido en las normas señaladas precedentemente. Nuestra
legislación permite que los emisores puedan registrar sus valores mediante otros
medios electrónicos, sin que ello signifique el sometimiento a las disposiciones de
la Ley del Mercado de Valores y sus reglamentos. Estos registros servirán solo
como efectos probatorios y a la libre apreciación judicial

Por su parte, el artículo 31 o del Reglamento establece que pueden ser


participantes, además de las personas mencionadas en el artículo 224° de la Ley,
otras ICLV, las entidades constituidas en el exterior que tengan por objeto social el
registro, custodia, compensación, liquidación o transferencia de valores, así como
otras personas jurídicas que propongan las ICLV a CONASEV, con la debida
sustentación. 6 Los participantes directos son aquellos que acceden directamente

pág. 48
a los servicios de liquidación de las operaciones. 7 El concepto de valor anotado
en cuenta es más amplio, abarcando a los valores desmaterializados como a los
inmovilizados, dado que en ambos casos el valor se encuentra anotado en el
registro contable o «book entry>> y las transmisiones de propiedad se efectúan
mediante transferencias contables. Dicho concepto también es utilizado en nuestra
legislación para aquellos valores de emisores extranjeros admitidos a negociación
en una bolsa de valores local. En este sentido, su inscripción en el registro
contable de una ICLV no determina cambio en el sistema de representación y, por
lo tanto, es independiente de que los mismos estén incorporados en un título o
representados mediante anotaciones en cuenta.

Esta anotación en cuenta es previa a la desmaterialización, la cual involucra


la supresión total de todo certificado, y no involucra su inmovilización sino
su reemplazo por un documento electrónico. (Mendoza luna)

COMENTARIO DE ALVARO GONZALES:

Estas anotaciones financieras realizan registro contable de los títulos de


valores en un registro informáticos. En especial estas anotaciones son
utilizadas especialmente en las deudas públicas. Las anotaciones cuentan
con vieja práctica bancaria que eso hace que los inmoviliza a los títulos de
soporte.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Las anotaciones en cuenta son operaciones financieras que una entidad


financiera emisora realiza registrando un movimiento contable. Es una forma
de registrar contablemente los títulos y valores en un registro informático.
en especial las anotaciones son utilizadas especialmente en las deudas
públicas.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

Según lo entendido, Las anotaciones en cuenta son operaciones financieras


que una entidad financiera emisora realiza registrando un movimiento
contable. Es una forma de registrar contablemente los títulos y valores en un

pág. 49
registro informático. Se utilizan generalmente para la deuda pública y los
productos en venta del Tesoro.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

La anotación en cuenta, recae en la constancia de inscripción y titularidad


que expida la respectiva institución de compensación y liquidación de
valores. Por el cual, es una operación de carácter financiero, que es
representado ante los títulos valores como las rentas fijas públicas o
privadas, las rentas variables, etc.

LA PRUEBA ANTICIPADA

Es un procedimiento orientado a facilitar la vida del

Proceso principal que se agrupa en dos categorías: 22

1. DILIGENCIAS PREPARATORIAS: tienen por objeto asegurar a las


partes la idoneidad y precisión de sus alegaciones, permitiéndoles el
acceso a elementos de juicio susceptibles de delimitar con la mayor
exactitud posible los elementos de su futura pretensión u oposición,
o la obtención de medidas que faciliten los procedimientos ulteriores.
2. DILIGENCIAS CONSERVATORIAS: tiene como objeto la
producción anticipada de ciertas medidas probatorias frente al riesgo
que resulte imposible o sumamente dificultoso hacerlo durante el
periodo procesal correspondiente.
Nuestro código las acoge a ambas (diligencias preparatoria y prueba
anticipada) bajo la nomenclatura de
esta última, sin embargo, la inspección judicial, los testigos
y la pericia pueden ser considerados como como pruebas

22
Marianella Ledesma Narvaez. La tutela cautelar y ejecución procesos de ejecución. P. 33

pág. 50
anticipadas, situación que no puede ser extensiva para el
reconocimiento ni para la absolución de posiciones, por estar
diseñadas como diligencias preparatorias.
Las medidas de prueba anticipada pueden ser definidas como “actos
procesales que tienen por objeto acreditar ciertos hechos, cuando
hay peligro de que la prueba se pierda, o resulte muy dificultosa su
producción si se aguarda hasta la oportunidad en que
particularmente corresponda practicarla. Su función es procurar que
las partes puedan obtener pruebas respecto de las que, si se espera
el momento legalmente previsto para su diligenciamiento, se corre
riesgo de que se frustren o que su producción se torne dificultosa”[1].
Que partiendo de dicha definición las citadas medidas probatorias,
se encuentran reguladas en el art. 486 y ss. del C. de P.C., y
establece: “El que pretenda demandar, o quien, con fundamento
prevea ser demandado y tuviere motivos para temer que la
producción de las pruebas que se indican pudiere resultar imposible
o muy dificultosa en el período respectivo podrán solicitar que se
rindan anticipadamente: 1) Declaración de testigos de muy avanzada
edad, gravemente enfermos, o próximos a ausentarse del país.2)
Reconocimiento judicial y dictamen pericial para hacer constatar la
existencia de documentos, o el estado, calidad o condición de
personas, cosas o lugares.3) Pedido de informes o copias, a entes
privados, a reparticiones públicas o registros notariales”.
Oscar Venica “la medida conservatoria de prueba en forma
anticipada no constituye una categoría procesal autónoma; por el
contrario, es solo un modo excepcional de producir la probanza en
cuestión, entablado o no el juicio, y de acuerdo con la urgencia para
su ejecución.
Es decir, no estamos ante un instituto probatorio autónomo, sino que
se diferencia de la normativa adjetiva probatoria establecida en los

pág. 51
arts. 198 y siguientes del C. de P.C., en cuanto a la temporaneidad y
la urgencia que amerita su producción ante tempus

La prueba anticipada aquella producida en una fase o etapa


anterior a aquella que ha previsto ordinariamente
el procedimiento de que se trate.23
Justificada fundamentalmente por situaciones excepcionales
que pueden amenazar la prueba misma o su calidad, la prueba
anticipada no hace sino reconocer y plasmar en el caso
particular el derecho a probar que corresponde esencialmente a
las partes y que es propio del debido proceso
(Gustavo Humberto Rodríguez)

La medida conservatoria de prueba en forma anticipada no


constituye una categoría procesal autónoma
(Oscar Venica)

COMENTARIO DE ALVARO GONZALES:

Esta se fundamenta en la razón de necesidad y urgencia, a fin de evitar


aquellos medios de información que le importa para su conocimiento del
juez y para acreditar su decisión final. A demás la prueba anticipada es un
proceso de facilitar el desarrollo de un proceso mediante realización de una
prueba que convenza que no podría afectar dentro de un proceso principal o
importante, también pueden pedir información de testigos tanto como el
demandante y el demandado.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

23
Gustavo Humberto Rodríguez “La prueba anticipada aquella producida en una fase o etapa
anterior a aquella que ha previsto ordinariamente el procedimiento de que se trate”

pág. 52
Se entiende por prueba anticipada aquel procedimiento producido en una
fase o etapa anterior a aquella que ha previsto ordinariamente en el
procedimiento de que se trate, Este es un proceso especial de cognición,
afín al de las diligencias preliminares, que tiene por objeto facilitar el
desarrollo de un proceso principal ulterior mediante la realización de una
prueba que, por determinadas circunstancias, sea previsible que no podría
efectuarse dentro del proceso principal.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

poder decir que se entiende por prueba anticipada aquella producida en una


fase o etapa anterior a aquella que ha previsto ordinariamente el
procedimiento de que se trate. Igualmente, se dice que prueba pre
constituida es la integrada por aquellas actuaciones sumariales que, por su
imposible reproducción en el juicio, se les atribuye eficacia probatoria si han
cumplido en su realización las garantías legales de los medios
de prueba que se practican en el juicio.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

La prueba anticipada, es el medio por el cual se da a conocer la producción


de un hecho o circunstancia, con el fin así de causar convencimiento o
certeza al juez acerca de la realidad de los hechos para que este no genere
un conflicto en materia procesal.

LA TRANSACCION EXTRAJUDICIAL

Como explica el Tribunal Constitucional, 24 las transacciones extrajudiciales se


encuentran basadas en el principio de buena fe y suponen un acuerdo de voluntad
donde cada una de las partes pretende extinguir un conflicto de intereses.
Teniendo en cuenta la citada finalidad, debe enfatizarse que para que pueda
considerarse como legítimamente extinguido un conflicto de intereses, el acuerdo
de transacción ( extrajudicial ) debe cumplir con un conjunto de requisitos a
24
Marianella Ledezma Narvaez La tutela cautelar y ejecución procesos de ejecución. P 39

pág. 53
efectos de evitar perjuicio de alguna de las partes, pues no debe de buscarse el
beneficio de una de ellas en perjuicio de la otra, lo que no necesariamente
implicara la suscripción de acuerdos equivalentes, pero si establecer acuerdos
proporcionales y razonables.

En el primer caso, la transacción se realiza fuera del proceso, en momento previo


a éste, evitándose de esta manera que sea promovido, teniendo mérito ejecutivo
el documento que lo contiene. También suele ser considerada como extrajudicial
la transacción llevada a cabo extraproceso, es decir, fuera del proceso, no
obstante existir éste, sin ser incorporado al Expediente y menos ser homologada
por el Juez. Presentado al proceso, en este último caso, adquirirá la categoría de
transacción judicial.

La transacción judicial se efectúa al interior de un proceso, adquiriendo la calidad


de cosa juzgada y pudiendo ser ejecutada al igual que la sentencia, luego de ser
homologada por el Juez. La transacción judicial y extrajudicial es regulada por el
artículo 1302° del Código Civil, mientras que el artículo 334° del Código Procesal
Civil, regula la transacción judicial; empero debe precisarse que el segundo
párrafo, del artículo 335° de la referida Ley Procesal, hace referencia a la
transacción ocurrida fuera de un proceso abierto, ordenando que el mismo, para
ser homologado deba ser presentado al proceso.

El enciso 8 del artículo 688 del CPC hace referencia al documento privado que
contenga transacción extrajudicial. La transacción siempre contiene pretensiones
patrimoniales y exige reciprocidad en ellas. Conforme lo señala el artículo 1302 del
CC, por la transacción civil las partes haciéndose concesiones reciprocas, deciden
sobre algún asunto dudoso o litigioso, evitando el pleito que podría promoverse.
Es necesario precisar que si bien se exige reciprocidad, no es necesario que los
sacrificios sean de igual valor.

La norma (el artículo 1312° del Código Civil peruano) abarca también a los
supuestos en que existan derechos dudosos, pero que no están siendo sometidos

pág. 54
a debate judicial. La finalidad, al igual que en la transacción judicial, es agilizar la
ejecución de la transacción. Por ello, a fin de asegurar su eficaz cumplimiento, el
legislador le atribuyó carácter de título que apareja ejecución, además de la fuerza
obligatoria que el ordenamiento jurídico confiere a todo contrato

Una vez entrado en vigencia el Código Procesal Civil que hoy nos rige, desde el
28 de julio de 1993, el tema de la ejecución de la transacción extrajudicial, así
como el de la transacción judicial han pasado a tener regulación expresa en el
referido cuerpo normativo, quedando derogadas las normas que al respecto
recogía el Código de Procedimientos Civiles de 1912, al que hace referencia el
análisis de la Comisión Revisora, antes citado. Como se recuerda, los procesos de
ejecución se encuentran regulados en los artículos 688° y siguientes del Código
Procesal Civil. Dentro del ordenamiento procesal, en virtud de lo prescrito por el
artículo 693°, inciso 5, del código adjetivo, norma referente a los títulos ejecutivos,
se puede promover proceso ejecutivo en mérito de documento privado que
contenga transacción extrajudicial. Por otra parte, el numeral 694 de dicho código
establece que se puede demandar ejecutivamente obligaciones de dar sumas de
dinero, de dar bien mueble determinado, de hacer y de no hacer. El artículo 695°
expresa que a la demanda se acompaña el título ejecutivo, además de los
requisitos y anexos previstos en los artículos 424° y 425°, en lo que corresponda.
Finalmente, a través del artículo 696° se señala que el Juez de Paz Letrado es
competente para conocer las pretensiones cuya cuantía no sea mayor de
cincuenta Unidades de Referencia Procesal; siendo competencia del Juez Civil las
pretensiones que superen dicho monto.

La "transacción es no sólo un contrato, sino un contrato bilateral, mediante


el que cada uno de los contratantes dispone de la propia situación jurídica".
Afirma para que medie transacción se exige que cada una de las partes dé o
prometa y, a su vez, retenga algo por lo que los límites de la transacción son
justamente la renuncia total a la pretensión propia y el reconocimiento,

pág. 55
también total de la pretensión ajena. (Carnelutti, citado por Hinostroza
Márquez)

COMENTARIO DE SHAOLIN:

También suele ser considerada como extrajudicial la transacción llevada a


cabo extra proceso, es decir, fuera del proceso, no obstante existir éste, sin
ser incorporado al Expediente y menos ser homologada por el Juez.
Presentado al proceso, en este último caso, adquirirá la categoría
de transacción judicial.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

La transacción extrajudicial es un medio de solución de conflictos, mediante


el cual las partes dan a conocer sus diferencias, a través de concepciones
reciprocas, ahorrando así tiempo, dinero y como también aliviando una
carga procesal.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

La transacción extrajudicial, como su nombre lo indica, es la que se celebra


cuando las partes no están litigando, Como lo explica el tribunal constitucional, la
transacción extrajudicial se encuentra basa en el principio de buena fe y esta
supone un acuerdo de voluntad donde cada una de las partes pretende extinguir
un conflicto de interés.

Comentario de Alvaro Gonzales

Es una forma como solucionar los conflictos de interés sin ser perjudicados las
partes porque esta transacción judicial pone fin a un conflicto o duda de las
personas es decir llegan a un acuerdo pacíficamente y convalidado o aceptado
ante la ley. A demás esta función debe tener un procedimiento que debe saber
ambas partes para asi poder acreditar sus dudas y conocer el proceso.

pág. 56
EL DOCUMENTO IMPAGO DE RENTA POR ARRENDAMIENTO

El enciso 9 del capítulo 688 del CPC hace referencia al documento impago de
renta por arrendamiento, como título ejecutivo, siempre que se acredite
instrumentalmente la relación contractual, se exigía que el arrendamiento se
encuentre en uso del bien, como condición para ser calificado de título ejecutivo el
documento impago de la renta, situación que felizmente hoy se ha corregido, para
considerar como tal, a todos los documentos que evidencien el no cumplimiento
de la prestación pactada, siempre y cuando se demuestre documentalmente la
existencia de la relación contractual. No es condición para exigir esta pretensión,
que el arrendador demuestre haber cumplido con el pago del impuesto
correspondiente a la Sunat, pues como refiere la octava disposición
complementaria del Código Procesal: “para iniciar o continuar los procesos no es
exigible acreditar el cumplimiento de obligaciones tributarias. Sin embargo el Juez
puede oficiar a la autoridad tributaria, a efecto de salvaguardar el interés fiscal”.

Al respecto, la Corte Suprema nos dice que “ se puede promover proceso


ejecutivo en mérito al título consistente en documento impago de renta por
arrendamiento, siempre que se acredite instrumentalmente la relación contractual,
siendo necesario precisar dicho dispositivo legal no impone formalidad alguna en
relación al denominado documento impago de renta por arrendamiento.

Otro aspecto a considerar en el arrendamiento es la fianza. En el caso de que la


fianza se hubiere otorgado para garantizar todas las estipulaciones contenidas en
el contrato de arrendamiento debe incidirse en que el contrato fue pactado por
plazo determinado, concluyendo a su vencimiento (ver el artículo 1901 del CC ). Si
bien se advierte que el arrendamiento continuo en uso del inmueble arrendado
bajo las mismas condiciones contractuales, no es menos cierto que no se
establece que el fiador demandado, que es un tercero ajeno a la relación
obligacional, haya aceptado mantener de manera indeterminada la fianza
garantizando el citado contrato de arrendamiento en un primer momento de plazo
determinado.

pág. 57
El arrendamiento se da cuando el propietario de un bien cede temporalmente su
uso y disfrute a otra persona a cambio del pago de una renta. Popularmente se
conoce como alquiler, y se formaliza en un contrato.

Se llama arrendador al propietario que cede la posesión del bien y arrendatario a


quien la adquiere a cambio del pago de la renta En el contrato de arrendamiento
una persona cede a otra el uso de un bien de manera temporal a cambio de una
renta ( Pablo Guerra Góngora)

El inciso 9 del artículo 688 de CPC hace referencia al documento impago de renta
por arrendamiento, como título ejecutivo, siempre que se acredite
instrumentalmente la relación contractual. Antes de la modificación de este inciso,
se exigía que el arrendatario se encuentre en uso del bien, como condición para
ser calificado de título ejecutivo el documento impago de la renta, todos los
documentos que evidencien el no cumplimiento de la prestación pactada, siempre
y cuando se demuestre documentalmente la existencia de la relación contractual.
No es condición para exigir esta pretensión, que el arrendador pues como refiere
la octava disposición complementaria del Código Procesal: “para iniciar o
continuar los procesos no es exigible acreditar el cumplimiento de obligaciones
tributarias. Sin embargo, el juez puede oficiar a la autoridad tributaria, a efecto de
salvaguardar el interés fiscal”.

Al respecto, la Corte Suprema nos dice que “se puede promover proceso ejecutivo
en mérito al título consistente en documento impago de renta por arrendamiento,
siempre que se acredite instrumentalmente la relación contractual, siendo
necesario precisar que dicho dispositivo legal no impone formalidad alguna en
relación al denominado documento impago de renta por arrendamiento” (Cas. Nº
1627-2005- Lima).

Otro aspecto al considerar el arrendamiento es la fianza. E n el caso de que la


fianza se hubiera otorgado para garantizar todas las estipulaciones contenidas en
el contrato de arrendamiento debe incidirse en que el contrato fue pactado por
plazo determinado, concluyendo a su vencimiento (ver el artículo 1901 del CC). Si
bien se advierte que el arrendatario continuo en uso del inmueble arrendado bajo

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las mismas condiciones contractuales, no es menos cierto que no se establece
que el fiador demandado, que es un tercero ajeno a la relación obligacional, haya
aceptado de mantener de manera indeterminada la fianza garantizando el citado
contrato de arrendamiento- en un primer momento de plazo determinado-(Exp. Nº
1499-2004, 2º Sala Civil de Lima).

COMENTARIO DE SHAOLIN:

En primer lugar, es un acto jurídico, es decir un contrato por el que una de


las partes cede a la otra el uso temporal de una cosa, mueble o
inmueble, por cierta cantidad de dinero.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

El documento de impago de renta por arrendamiento, son los que se


acreditan instrumentalmente ante una relación contractual, es decir, como
un testimonio de escritura.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Este es un documento que se encarga de regularizar y controlar los pagos de una


persona por un bien inmueble a un arrendatario y este está encargado de
brindarle un comprobante de pago que entrega una persona natural por el monto
del alquiler que perciba, para ello debe tener RUC que la SUNAT le otorga en
forma gratuita conjuntamente con la clave SOL para hacer sus transacciones

Comentario de alvaro gonzales

Para que evidencien documento o el no cumplir de la prestación pactada, siempre


y cuando se puede demostrar documentalmente la existencia de la relación
necesaria, También la persona deberá demostrar lo cumplido con el pago de
impuesto en la Sunat. Como nos menciona el código procesal los procesos no son
exigible acreditar el cumplimiento de obligaciones tributarias.

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EL TESTIMONIO DE ESCRITURA PUBLICA

El enciso 10 del artículo 688 del CPC considera al testimonio de escritura pública
como título ejecutivo. En atención a la persona que suscribe el testimonio, como
es el notario público, conlleva a que sea calificado como documento público,
generando la presunción de certeza sobre su contenido, salvo prueba en contrario.
Téngase en cuenta que el notario es un profesional del derecho autorizado por ley
para dar fe de los actos y contratos que ante él se celebran, para lo cual formaliza
la voluntad de los otorgantes, redactando los instrumentos, a los que confiere
autenticidad. Ello no exime que el acto jurídico, a pesar de estar contenido en
escritura pública, si carece de los presupuestos que describe el artículo 689 del
CPC, sea considerado título de ejecución. Necesariamente el acto jurídico
contenido en el testimonio de escritura pública tiene que tener las cualidades de la
ejecución. Contener derechos cierto, expreso y exigibles. La escritura pública
protocolizada de por si carece de ejecución en tanto que el acto jurídico que acoja
no tenga los supuesto que requiere el artículo 689 del CPC citado.

La Corte Superior de Lima señala si por ejemplo en un caso de ejecución de


hipoteca los ejecutados cuestionan la validez del testimonio de escritura pública,
dicho cuestionamiento se rige por las normas de la nulidad del acto jurídico, y por
ende, no puede ser materia de debate al interior del proceso de ejecución de
garantías.

Debe precisarse que la ley del Notariado distingue entre los instrumentos públicos
protocolares y extraprotocolares. La escritura pública es un ejemplo de
instrumento protocolar. Es importante distinguir la escritura pública de las actas
notariales. En el caso de la escritura pública, es protocolar y siempre contiene un
acto jurídico, en cambio las actas pueden albergar hechos jurídicos, pero de
manera excepcional actos jurídicos. Las escrituras requieren estar siempre
firmadas por los comparecientes a diferencia de las actas, que no. En cuanto a los
instrumentos extraprotocolares, señala el artículo 26 de la ley de Notariado que

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las actas y demás certificaciones notariales que se refieren a actos, hechos o
circunstancia, que presencia o le conste al notario por razón de su función.

Se definir y en este sentido podemos afirmar que la escritura pública es el


instrumento público notarial protocolar principal dentro del protocolo notarial, el
cual es utilizado en los sistemas jurídicos notariales que forman parte del sistema
notarial latino, y en este sentido es claro que resulta un tema que no se ha
estudiado siempre, sino que recién ha aparecido hace pocos siglos, de lo cual
dejamos constancia para un estudio más amplio y adecuado del presente tema.
(Fernando torres Manrique )

COMENTARIO DE ALVARO GONZALES:

Para que evidencien documento o el no cumplir de la prestación pactada,


siempre y cuando se puede demostrar documentalmente la existencia de la
relación necesaria, También la persona deberá demostrar lo cumplido con el
pago de impuesto en la Sunat. Como nos menciona el código procesal los
procesos no son exigibles acreditar el cumplimiento de obligaciones
tributarias.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

El testimonio de escritura pública, se puede decir que es


un testimonio notarial es la transcripción o fiel reproducción, total o parcial,
de un documento original de cuya correspondencia entre ambos responde el
notario investido por el estado de la fe pública.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

El testimonio de la escritura pública como su nombre lo dice es Un testimonio


notarial es la transcripción o fiel reproducción, total o parcial, es un documento

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original de cuya correspondencia entre ambos responde el notario investido por
el Estado de la fe pública es la copia fiel de la escritura matriz, acta de
protocolización o razón de legalización, que el Notario extiende al interesado, en el
cual se cubre el impuesto a que este se encuentra afecto.

Comentario de Alvaro gonzales

Es una tercera persona de fe pública que garantiza la legitimidad de los


documentos en los que interviene a las personas la seguridad jurídica.
Puede ser un notario de confianza, además nos menciona que la escritura
pública presenta una obligación que debe responder a una transferencia de
bienes muebles o a una prestación de servicio

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

El testimonio de escritura pública, es todo aquello que contiene la firma


original del notario, llevando así a una transcripción total o parcial de un
documento original, por el que este documento cuenta con una fuerza
probatoria en cuanto a su fidelidad y originalidad.

Por otro lado, tal como señala la Corte Superior de Lima, si por ejemplo en un
caso de ejecución de hipoteca los ejecutados cuestionan la validez del testimonio
de la escritura publica, dicho cuestionamiento se rige por las normas de la nulidad
del acto jurídico, y por ende, no pueden ser materia de debate al interior del
proceso de ejecución de garantías ( Exp. Nº 1032-2001, Cuarta Sala Civil de
Lima).

EL MERITO EJECUTIVO OTORGADO POR LEY

El mérito ejecutivo de los títulos también puede ser otorgado por leyes especiales,
como refiere el inciso 11 del artículo 688 del CPC. Un ejemplo de ello, es el caso

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de la factura conformada, regulada en la ley Nº 28203. Este título, al igual que la
letra de cambio y el pagare, representa una obligación pecuniaria, la obligación
debe responder a una transferencia de bienes muebles o a una prestación de
servicios; las partes intervinientes son dos: girador/beneficiario. El vendedor o
prestado del servicio, quien gira la factura, la presenta para su confirmación y tiene
derecho a su cobro; el girador es el deudor, el comprador o contratista del servicio,
quien acompaña la factura.

Véase en el caso de la Ley General Del Sistema Financiero Nº 26702. En el inciso


7 del artículo 132 de la citada ley se aprecia el mérito ejecutivo a las liquidaciones
de saldos deudores que emitan las empresas comprendidas en tal disposición
legal, entre ellas los bancos. En relación con dicho saldo deudor, mediante la
casación Nº 2024-2000-Lima,la Sala Civil Suprema ha establecido que la sola
presentación del saldo deudor no viabiliza el proceso ejecutivo, es necesario que
dichas liquidaciones deben recaudarse con el o los documentos donde conste el
origen de la obligación. En relación con esta legislación, sostiene la Casación Nº
2380-99-Lima, que los bancos deben informar periódicamente a sus clientes sobre
los estados de su cuenta, teniendo el cliente la oportunidad de observar los saldos
deudores en forma puntual, rubro por rubro, partida por partida, con la
documentación sustentadora que el caso requiere.

Por otro lado, el artículo 228 de la referida Ley Nº 26702 señala que la empresa
financiera puede, en cualquier momento, remitir una comunicación a su cliente-en
este caso el ejecutado-, advirtiéndole la existencia de saldos deudores en su
cuenta y requiriéndole el pago. Transcurridos quince días hábiles desde la
recepción de la comunicación sin que hubiera observación, el banco está facultado
para girar, contra el cliente por el saldo más los intereses generados en dicho
periodo, letras a la vista, con expresión del motivo por el que se las emite. Si se ha
emitido dichas letras de cambio a la vista, las que están protestadas por falta de
pago, no requiere la aceptación del girado, dejando expedita la acción ejecutiva.

Otro caso en que la ley otorga merito ejecutivo es el arrendamiento financiero


regulado en el Derecho Legislativo Nº299. En una modalidad de contratación del

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siglo xx que revive diversas calificaciones, tales como locación financiera, leasing,
alquiler industrial, entre otros. Es un contrato típico mercantil que tiene por objeto
la locación de bienes muebles o inmuebles por una empresa locadora para el uso
por la arrendataria, mediante el pago de cuotas periódicas y con opción a comprar
dichos bienes. Este contrato es oneroso, crea una situación jurídica de uso y
disfrute del bien materia del contrato, con presentación reciprocas y de ejecución
continua. Señala el artículo 10 el citado Decreto Legislativo Nº299 “el contrato de
arrendamiento financiero tiene mérito ejecutivo. El cumplimiento de las
obligaciones derivadas del mismo, incluyendo la realización de las garantías
otorgadas y su rescisión, se tramitaran con arreglo a las normas del juicio
ejecutivo”. El artículo 24 del Decreto Supremo Nº 599-84-EFC, sostiene: “ el mérito
ejecutivo del contrato de arrendamiento financiero, faculta a la arrendadora a
demandar por los tramites del juicio ejecutivo, el cumplimiento de todas las
obligaciones de la arrendataria pactadas en el contrato y la realización de las
garantías otorgadas, incluyendo aquellas derivadas de su rescisión como el pago
de las cantidades acordadas como penalidades por el resarcimiento de los daños
y perjuicios originados por esta”

Otra referencia a considerar título de ejecución, cuya fuente de regulación


proviene de sede administrativa son las resoluciones finales que orden medidas
correctivas a favor del consumidor, una vez que queden consentidas o causen
estado en la vía administrativa (Indecopi), tal como señala el artículo 14 del
Decreto Legislativo Nº1033.

Otro ejemplo es el que contempla la un decima disposición final del Decreto


Legislativo Nº 1071 que dice: “para efectos de la devolución de honorarios de los
árbitros, tiene mérito ejecutivo la decisión del tribunal arbitral o de la institución
arbitral que ordena la devolución de dichos honorarios, así como la resolución
judicial firme que anula el laudo por vencimiento del plazo para resolver la
controversia.

Cuando los procesos de ejecución se pueden promover bajo las reglas del
proceso único de ejecución o para la ejecución de garantías, esto no implica que

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ambos procesos sean excluyentes uno del otro. Conforme refiere al artículo 1117
del CC, el acreedor hipotecario tiene la posibilidad de satisfacer su crédito a través
de una acción personal contra el deudor y/o una acción real que se recarga sobre
el inmueble hipotecado, ya sea que lo mantenga el deudor o haya sido transferido
a un tercero. Dicho artículo se orienta a brindar el acreedor los suficientes medios
para cobrar su crédito, de esta manera se podrá emplear una de las acciones (real
o personal) o ambas a la vez; pero de ninguna manera implicará que quede
autorizado o percibir un doble pago, pues dicho artículo permite la duplicidad de
acciones pero no la duplicidad del pago del crédito.

Este criterio es el resultante del desarrollo en la interpretación que en estos


últimos años han desarrollado las Salas Civiles de la Corte Suprema sobre el
artículo 1117 del CC. Si revisamos los pronunciamientos hasta el año 1999 y 2000
encontramos posiciones que califican de imposible jurídico, la ejecución
simultanea de una obligación de dar suma de dinero y la ejecución de garantía.
Véase sobre el particular, la Casación Nº 2367-1998 de fecha 27 de abril de 1999,
donde la sala sostuvo “la existencia de dos procesos con un mismo petitorio,
además de no estar dentro del marco de la ley, ocasionan aumento en los costos y
gastos en la administración, pérdida de tiempo en perjuicio de las partes”.

Felizmente, los pronunciamientos que ha futuro se han venido realizando han


llevado a asumir una posición más coherente con la correcta aplicación del artículo
1117 del CC. Frente al caso de haberse iniciado con anterioridad a la ejecución de
garantía, el proceso de obligación de dar suma de dinero contra la misma
ejecutada y sobre la base del mismo pagare no hay imposibilidad jurídica de iniciar
otro proceso con el mismo petitorio. Ambos procesos se rigen por normas
especiales, no siendo excluyentes uno del otro, tal como lo establece el artículo
1117 del CC, dice la Casación Nº 3149-2000-Lima, de fecha 20 de julio del 2001.
Véase en un proceso de ejecución de garantías, la contradicción puede estar
referida al documento que contiene la garantía hipotecaria o a la liquidación del
saldo del deudor, mas no sobre el titulo ejecutivo que sirve para acreditar la deuda
impaga; por ello, la posibilidad que el pagare haya sido completado posteriormente

pág. 65
corresponderá merituarse en aquel proceso que se inicie por el mérito ejecutivo
del pagare antes indicado.

Bajo ese contexto, en la Casación Nº 2564-2003- Lima, del 11 de agosto de 2004


publicado en El Peruano el 31 de enero del 2005, la Sala Civil Suprema concluye
que al no haberse probado en autos por ningún documento que el demandado
haya requerido en un proceso de ejecución de garantía hipotecaria, ni que se haya
hecho efectivo el monto de la demanda de obligación de dar suma de dinero, no
hay evidencia alguna de doble pago. Esta interpretación del artículo 1117 del CC,
aparece también recogida en los diversos pronunciamientos de la Sala Comercial
de Lima. En el caso, los ejecutados otorgaron garantía a la empresa financiera un
inmueble para asegurar todas y cada una de las obligaciones directas o indirectas,
existentes o futuras que tenga o pudiera tener el cliente a favor de la empresa del
sistema financiero, constituyendo una de ellas el pagare; dicha financiera se
encuentra facultada a utilizar todos los medios legales necesarios, alternativa o
conjuntamente, para perseguir que se honre su crédito. Ello no significa que se
permita la producción de un doble pago, pues lo que resulte de la ejecución de un
proceso afectara necesariamente al otro, en tanto la deuda no haya sido
completamente cubierta. La Sala Comercial ha establecido que surgen con ello
tres facultades / responsabilidades: “1) del acreedor, quien podrá exigir el pago del
eventual saldo por otra vía, conforme lo establece el artículo 724; 2) del deudor,
quien deberá poner en conocimiento de la pertinente autoridad judicial la
amortización o cancelación total de la deuda;  y 3) del Poder Judicial, quien debe
velar que no se produzcan situaciones que puedan configurar un abuso de
derecho, como lo puede ser la persecución de un doble cobro” (Exp. Nº 04-2005).

COMENTARIO DE SHAOLIN:

El mérito ejecutivo otorgado por ley, se entiende como título ejecutivo al


documento que la ley califica como tal, atribuyéndole la suficiencia
necesaria para que sirva de sustento para exigir ante el Poder Judicial el
cumplimiento forzoso de la obligación que consta en dicho título.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

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El mérito ejecución tiene como fin que se cumpla con un derecho que ya ha sido
reconocido en un título ejecutivo, a diferencia del proceso cognitivo o de
conocimiento, en el que se persigue la constitución, declaración o extinción de una
relación jurídica. Ya que para iniciar un proceso ejecutivo, según el artículo 690º-
A del CPC, a la demanda ejecutiva se tiene que acompañar un título ejecutivo.
Además, y conforme al artículo 689º del CPC, procede la ejecución cuando la
obligación contenida en el título es cierta, expresa y exigible.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

El mérito ejecutivo es todo aquello otorgado por leyes especiales, en los


cuales el pagare, la letra de cambio, por el que representa una obligación
pecuniaria el cual este responde mediante una transferencia de bienes o
muebles o de alguna prestación.

Comentario de alvaro gonzales

Este es un mérito ejecutivo donde favorece a las personas naturales


emitidas a empresas o bancos. En relación al saldo del deudor que las
prestaciones del deudor no favorece el proceso ejecutivo, la liquidación
debe recaudarse con los documentos donde rige la obligación. Los bancos
deben deben informar a sus clientes sobre los estado de sus cuentas para
que tengan esa oportunidad de observar sus saldo de los deudores en una
forma respetuosa y puntual.

  TITULO III

Para que un instrumento jurídico como son los títulos ejecutivos, como
instrumentos de diversa especie de documentos que generalmente consisten en
escritos, pudiendo encontrarse éstos dentro de la categoría de privados o
públicos; es necesario que contenga una obligación de dar o hacer alguna cosa,
porque si no se establece cuál es la obligación que debe cumplirse no puede
hablarse de exigibilidad, de modo que el título ejecutivo debe ser claro y explícito

pág. 67
en cuanto al convenio de la obligación, a más que debe contener los requisitos
propios de una obligación económica, fácilmente apreciable tanto en la calidad
como en la cuantía. El título ejecutivo es un documento que contiene la
representación de un acto, instrumento al cual la ley le asigna justamente la
calidad de poder iniciar un proceso de ejecución, para ello es necesario se tome
presente el significado de este derecho, y como elemento sustancial y formal; el
título ejecutivo en sentido sustancial constituye el acto por el cual resulta
obligaciones contraídas de conformidad con la ley; ahora bien el formal, es el
documento en que ese acto está contenido. Las solemnidades son parte de las
formalidades en lo relacionado a los títulos ejecutivos, a más de ser un requisito
exigible y necesario para que los títulos ejecutivos se perfeccionen, ya que son
sujetos observancia de las formalidades especiales, de las cuales dependería su
eficacia jurídica, y su validez jurídica, por lo tanto, la solemnidad es, también, un
requisito de 3 validez, y exigido por la Ley, como elemento del cual depende la
existencia misma de las obligaciones comerciales y mercantiles. Los títulos
ejecutivos para su eficacia jurídica, y por la validez de los documentos, pueden
demandarse ejecutivamente, las obligaciones expresas, claras y exigibles que
consten en documentos que provengan del deudor o de su causante, y
constituyan plena prueba contra él, o las que emanen de una sentencia de
condena proferida por el juez o el tribunal de cualquier jurisdicción, en la
administración de justicia, y de los demás documentos que señale la ley.

El documento tiene carácter representativo y se concibe por lo general, como un


objeto que contiene una manifestación del pensamiento no siendo ni necesaria ni
suficiente para la existencia del instrumento, ya que este tiene como raíz el
documento. Por lo tanto, es de gran importancia dejar en claro que los
instrumentos son lo específico dentro de la gran clasificación del documento, que
debe considerarse como lo general. Por lo tanto, puedo decir que documento es
todo material que encierre una representación de una idea elaborada y graficada
en la mente del ser humano que se ha exteriorizado a través de esta forma,
aunque no sea por escrito.

pág. 68
COMENTARIO DE ALVARO:

Este es un mérito ejecutivo donde favorece a las personas naturales


emitidas a empresas o bancos. En relación al saldo del deudor que la
prestación del deudor no favorece el proceso ejecutivo, la liquidación debe
recaudarse con los documentos donde rige la obligación. Los bancos deben
deben informar a sus clientes sobre los estados de sus cuentas para que
tengan esa oportunidad de observar su saldo de los deudores en una forma
respetuosa y puntual.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

El presupuesto para la validez título ejecutivo es aquel documento al cual la ley le


atribuye la suficiencia necesaria para exigir el cumplimiento forzado de una
obligación que consta en él. Por lo general, en los diversos ordenamientos
jurídicos sólo la ley puede crear títulos ejecutivos. En forma de pronunciamiento
favorable o desfavorable sobre la demanda.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

Las prestaciones ciertas son los derechos indicados, esto es, el derecho a
solicitar el despacho, ha sido ya calificado como derecho abstracto, en la
medida en que la inexistencia de obstáculos para dirigirse a los tribunales
debe ser lógica consecuencia de la renuncia a la autotutela y del genérico
reconocimiento a todos los sujetos jurídicos del derecho a la tutela judicial
efectiva.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

Se dice que las prestaciones son ciertas, cuando existe bien especificado,
en el titulo valor, activo y pasivo, que el mismo no tenga defecto, es decir,
cuando están perfectamente descritas, pues eso permite comprender mejor.

1. PRESTACIONES CIERTAS

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Constituye el objeto de la obligación lo que debe realizar el deudor para satisfacer
los derechos del acreedor. Puede consistir en dar o entregar alguna cosa, en
hacer algo o en abstenerse de alguna conducta. Además, debe ser susceptible de
valoración económica.

Para el Derecho de Obligaciones, merece especial atención el tema de las


denominadas obligaciones civiles, es decir, aquellas que generan un vínculo para
su cumplimiento o ejecución; vínculo que debe existir entre personas
determinadas o determinables.

Decimos ello, por cuanto la obligación que contrae el deudor, que es conocida
como deuda o acreencia, constituye el derecho de crédito que tiene el acreedor
para exigir una prestación que puede ser de dar, de hacer o de no hacer, la que al
ejecutarse produce el fenecimiento de la relación jurídica. La definición etimológica
de la palabra “obligación” genera la idea de sujeción o ligamen. Giorgio Giorgi3
está de acuerdo con esa definición, ya que ella liga o ata al deudor, exigiéndole
realizar una actividad a favor de su acreedor. En realidad, en todos los análisis de
las leyes, trabajos de jurisconsultos romanos u obras de escritores modernos,
encontramos que la obligación es considerada como un vínculo jurídico. De
Ruggiero trata de encontrar una definición amplia de la palabra obligación y se
refiere a ella como el vínculo o sujeción de la persona, no importando el origen de
la obligación. Así, pueden incluirse dentro de ese concepto a las obligaciones
llamadas morales y a aquellas establecidas por las normas jurídicas. Pero, en
realidad, desde una óptica de Derecho, el autor se concentra en estas últimas
señalando como indispensable, además, que nazcan de relaciones personales y
que tengan contenido patrimonial. Eduardo B. Busso expresa que la obligación
puede definirse como el vínculo que une al acreedor y al deudor de manera
recíproca. También sirve para designar la deuda a cargo del sujeto pasivo de la
relación e inadecuadamente se utiliza el término para referirse al contrato.
Obligación y contrato, según Busso, son conceptos vinculados pero totalmente
diferentes. El contrato es una de las fuentes de las obligaciones y jamás puede ser
confundido con la obligación misma.

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En suma, la obligación se asemeja a una situación bipolar que se encuentra
conformada por el deudor y por el acreedor. El acreedor es el titular de un derecho
subjetivo (derecho al crédito) que le faculta para exigir al deudor lo que por este es
debido (prestación). Asimismo, en caso de incumplimiento, el acreedor está
investido de una serie de facultades para defender sus intereses. El deudor es el
sujeto de un deber jurídico que le impone la observancia de un comportamiento
debido y, en caso contrario, deberá soportar las consecuencias de su falta.

El estudio de las obligaciones representa –a partir de su concepto– una materia


con enorme trascendencia práctica; precisamente por tal razón, la doctrina la ha
sometido a diversos criterios que tiendan a clasificarla.

ALVARO: Son ciertas cuando estan perfectamente descritas en el titulo la


existencia del acreedor y del deudor, también pueden haber más de uno tanto
como acreedor y como deudor, Como nos menciona la Corte Superior, precisa por
ejemplo que los procesos de ejecución, pago de renta, deudor y las cuentas
corrientes no constituye n sino información ilustrativa sobre el origen de la
obligación.

1.2. CLASIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES

La clasificación de las obligaciones es un ejercicio delicado, porque tiende a


expresar, en pocas palabras y figuras, los tipos generales dentro de los cuales se
organizan, o con los cuales se enlazan, a pesar de su extrema diversidad, las
obligaciones. La experiencia de la enseñanza y de la práctica del Derecho pone en
evidencia el interés superior de tal trabajo que ilumina la teoría de las obligaciones
con enriquecimiento de los conceptos fundamentales de su mismo objeto.

En ese orden de ideas, cabe anotar que los criterios para clasificar las
obligaciones son numerosos, por lo que el presente estudio, en modo alguno, es
una lista concluida y definitiva de todas las formas de clasificación de obligaciones.
A continuación, el análisis de las más importantes.

1.3. Por su fuente

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Esta, en su sentido de causa eficiente, constituye la fuente de las obligaciones.
Aquí el Código Civil peruano de 1984 –a diferencia del Código francés, y siguiendo
la técnica del Código Civil alemán y del propio Código Civil peruano del año 1936–
no menciona cuáles son las fuentes de las obligaciones. Este es un tema que se
deja librado a la doctrina y a los intérpretes. Consideramos que este criterio es
acertado porque la obligación sólo puede emanar de la voluntad o de la ley. Nos
parece artificial, y sin verdadero sustento jurídico, continuar haciendo referencia,
por ejemplo, a los cuasicontratos o cuasidelitos. En todo caso, la inclusión de los
cuasicontratos y/o cuasidelitos como fuentes de obligaciones no impide
reestructurar esta clasificación de la siguiente forma: (i) Obligaciones provenientes
de fuente privada –autonomía de la voluntad (ii) obligaciones provenientes de la
soberanía estatal. La voluntad es fuente de la obligación cuando ella así se
manifiesta. Por ejemplo, en un contrato de compraventa, la obligación del
vendedor de transferir el bien emana de una manifestación de su voluntad y, a su
turno, la obligación del comprador de pagar un precio también emana de esa
manifestación. La otra fuente es la ley: (i) Cuando una persona causa un daño a
otra, por dolo o por culpa; o, (ii) mediante la utilización de un bien riesgoso o
peligroso; o, (iii) por el ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa, y queda
obligada a indemnizar; lo está porque así lo ordena la ley. Es al tiempo en que se
origina el daño que el victimario queda obligado a resarcir a la víctima. Pero esta
obligación no nace de la voluntad. Obedece a un mandato legal.

1.4. Por la naturaleza de la prestación

Aquí ingresamos a una clasificación tradicional. Las obligaciones pueden ser: (i)
De dar; (ii) de hacer; o, (iii) de no hacer. Las obligaciones de dar consisten en la
entrega de un bien; las de hacer; en la ejecución de un hecho; y las de no hacer,
en una abstención. En cuanto a las obligaciones de dar, las mismas involucran, en
determinados casos, obligaciones conexas. Así, por ejemplo, el artículo 1134 del
Código Civil11 señala que la obligación de dar contiene también una obligación de
cuidado del bien hasta el momento de su entrega. Por otra parte, en lo referido a
las obligaciones de hacer y no hacer, un aspecto a tener en cuenta está en la

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fungibilidad o infungibilidad de la obligación. Así, las obligaciones de hacer pueden
contemplar que el sujeto encargado de cumplir la prestación sea uno, y que no
pueda ser sustituido por otro. En este caso, la obligación de hacer será intuitu
personare. Por ejemplo, un acreedor puede encargar a un reconocido escritor la
redacción de sus memorias, señalando que él será el único y exclusivo autor de
dicho texto. La obligación de hacer también puede ser fungible. En este caso, no
resulta relevante quién ejecute la prestación, por cuanto el interés del acreedor es
que se cumpla la misma. Ello, sin perjuicio de la eventual responsabilidad del
deudor por el incumplimiento de su obligación.

La obligación de no hacer, por otro lado, es generalmente intuitu personare. Ello


se debe a que la estructura de dicha obligación consiste, precisamente, en la no
actuación de un sujeto determinado, alcanzando dicha obligación exclusivamente
a ese sujeto. Esto se debe a que el acreedor sólo puede reclamar al deudor una
determinada conducta omisiva. La realización de dicha conducta por parte de un
sujeto distinto escapa a la relación obligatoria entre el acreedor y el deudor
obligado a un no hacer. Así, por ejemplo, si dos personas celebran un contrato en
el que una proporciona información confidencial a la otra bajo la obligación de no
divulgarla, y un tercero revela la referida información secreta, dicho evento no
podrá ser empleado para reclamar un supuesto incumplimiento dentro de la
relación contractual. Ello, claro está, salvo que la parte haya sido quien haya
transmitido la información al tercero, en cuyo caso estaremos frente a un claro
incumplimiento de su obligación. De otro lado, sobre las obligaciones de dar, hacer
y no hacer, las dos primeras son llamadas positivas, pues consisten en una
acción; y las de no hacer son denominadas negativas, pues consisten en una
omisión. Dice Manuel Albaladejo12 que las obligaciones se dividen en positivas y
negativas, según que la prestación que ha de realizar el deudor consista en una
acción o en una omisión, es decir, según esté obligado a obrar –en un sentido o
en otro– o a abstenerse. Como formas de obrar son el dar y el hacer, las
obligaciones positivas se subdividen en dar y hacer. Englobándose bajo el
concepto de no hacer, es decir, de una obligación negativa, existe una cuarta
subcategoría que algunos, por simetría, añaden: Las obligaciones de no dar, la

pág. 73
cual no ha merecido mayor difusión ni respaldo en el medio, por cuanto se trataría
de una sutileza de escuela de poca utilidad práctica.

1.5. Por la pluralidad de objetos

En este caso las obligaciones se clasifican en: (i) Conjuntivas; (ii) alternativas; y
(iii) facultativas. Son conjuntivas13 aquellas obligaciones con pluralidad de
prestaciones en las que el deudor tiene que cumplir todas ellas. Las obligaciones
conjuntivas no presentan particularidad alguna: El deudor debe cumplir todas las
prestaciones prometidas, como si se tratase de obligaciones independientes y
distintas. Por ejemplo, la obligación de dar el inmueble ubicado en tal lugar y el
automóvil de tal modelo, con placa de rodaje y número de motor determinados.
Las obligaciones conjuntivas pueden versar, sin duda, sobre prestaciones de dar –
bienes ciertos o inciertos–, de hacer o de no hacer, siendo la única condición que
dichas prestaciones se encuentren vinculadas entre sí. La obligación es alternativa
cuando existen diversas prestaciones, pero el deudor debe cumplir por completo
solamente una de ellas. Se trata de obligaciones disjuntas, en las que se debe
practicar una elección, bien por el deudor, bien por el acreedor, por un tercero o
por el juez. Efectuada la elección, la obligación deja de ser alternativa y se
concreta o especifica en la prestación elegida14. En cuanto a su naturaleza, desde
luego, estas prestaciones también pueden ser: (i) De dar –bien cierto, incierto o
fungible–; (ii) de hacer; o, (iii) de no hacer. Cabe señalar que, en una obligación
alternativa, la elección de la prestación a ejecutarse, por defecto, recae en el
deudor, pero se admite pacto en contrario15. En ese caso, la elección se
determina con la propia ejecución o con la declaración de la elección. En caso el
sujeto encargado de elegir sea distinto al deudor, la opción elegida se determina
sólo con la declaración de elección16. Asimismo, cabe señalar que la elección de
la prestación a ejecutar – sea por el deudor, acreedor, u otro sujeto– deriva en que
la obligación alternativa mute en una obligación simple.

1.6. Por la pluralidad de sujetos

En esta clasificación se ingresa al complejo tema de las obligaciones divisibles e


indivisibles y mancomunadas y solidarias. Son obligaciones divisibles aquellas en

pág. 74
que cada uno de los acreedores sólo puede pedir la satisfacción de la parte del
crédito que le corresponde, en tanto cada uno de los deudores únicamente se
encuentra obligado a pagar su parte de la deuda. Son indivisibles, cuando no
resultan susceptibles de división o de cumplimiento parcial por mandato de la ley,
por la naturaleza de la prestación o por el modo en que la obligación fue
considerada al constituirse. Las obligaciones mancomunadas, por su parte, se
rigen por las reglas de las obligaciones divisibles. Las obligaciones son solidarias,
a su vez, cuando la prestación debida por varios deudores o a varios acreedores
puede ser íntegramente exigida a cualquiera de ellos o por cualquiera de ellos.
Así, la solidaridad elimina por completo la idea de las cuotas-partes o partes
proporcionales inherentes a la simple mancomunidad. El crédito es uno y su
solidez no se rompe, por lo general, sino hasta que es extinguido18. Respecto de
la obligación, la solidaridad puede ser pasiva o activa. Será pasiva cuando exista
pluralidad de sujetos deudores. Será activa cuando exista pluralidad de sujetos
acreedores. Naturalmente, una obligación solidaria en que exista más de un
deudor y más de un acreedor deberán considerarse mixta. En el caso de la
obligación solidaria pasiva, el deudor que cumple con la obligación se encontrará
habilitado para repetir y reclamar, de manera proporcional, a los demás deudores,
la parte que les correspondía de la deuda. Es decir, la ejecución de la obligación
genera en el deudor un derecho de crédito sobre los restantes deudores. En el
caso de la obligación solidaria activa, el acreedor que reciba el íntegro del pago de
la deuda se convertirá en deudor respecto de los demás acreedores. Estos últimos
podrán reclamar, al acreedor que recibió el pago, el cumplimiento de un crédito
proporcional a la parte que les correspondía. Puede señalarse que cuando hay
pluralidad de sujetos en la relación obligacional, esta, en cuanto a la naturaleza de
la prestación, será: (i) De dar; (ii) de hacer; o, (iii) de no hacer, y podrá ser
Conjuntiva; (ii) alternativa; o, (iii) facultativa. Pero necesariamente será: (i) Divisible
y mancomunada; (ii) indivisible y mancomunada; (iii) divisible y solidaria; o, (iv)
indivisible y solidaria.

1.6 Por estar determinada o ser determinable la prestación

pág. 75
La determinabilidad está referida a la posibilidad de identificación. Es decir, una
prestación será determinada cuando existe plena individualización de ella y será
determinable cuando, no habiendo plena identificación, exista la posibilidad de
individualizarla. Ahora bien, no debemos confundir esta clasificación con la de dar
bienes inciertos. Es verdad que en los bienes inciertos la prestación es
determinable. Pero en esta clasificación no nos estamos refiriendo a esa acepción
en tal sentido. Existen tres criterios para determinar la prestación. El primero, el
más frecuente, que las partes decidan el objeto de la obligación al contraerla, esto
es, desde su inicio. Aquí la prestación estaría inicialmente determinada. El
segundo, sobre la base de elementos objetivos; por ejemplo, cuando se establece
en función al mercado o al valor en bolsa. En este caso lo que se estaría
estableciendo es la cuantía de la prestación. Y el tercero, cuando se deja la
elección de la prestación a un tercero o, en su caso, al juez, como puede suceder
en las obligaciones alternativas. En estas dos últimas hipótesis, la prestación es
determinable.

1.7. Por su independencia

En este caso, las obligaciones se clasifican en: (i) Principales; y (ii)


accesorias. La característica de principal o de accesoria de una
obligación puede referirse a su objeto o a las personas obligadas.
Son accesorias en cuanto a su objeto cuando son contraídas para
asegurar el cumplimiento de una obligación principal, como sucede
con las cláusulas penales, y son accesorias en cuanto a las
personas obligadas, cuando estas las contrajeron como garantes o
fiadores. La obligación es principal, en cuanto a su objeto, cuando
tiene existencia propia, no dependiente de otra relación obligacional.
Por ejemplo, las obligaciones que surgen de un contrato de
compraventa, en que el vendedor debe entregar la cosa y el
comprador pagar el precio. Son accesorias, cuando su existencia
depende de una obligación principal. Por ejemplo, el artículo 1345

pág. 76
del Código Civil dispone que la nulidad de la cláusula penal –cuyo
carácter accesorio es evidente– no origina la de la obligación
principal. En cuanto a las personas obligadas, la obligación principal
está constituida por la que tiene el deudor con su acreedor, y la
accesoria, por ejemplo, sería la contraída por un fiador con el
propósito de garantizar esa obligación. En caso que la obligación
principal fuera nula, ella acarrearía, como consecuencia inevitable, la
nulidad de la accesoria. A su turno, si la accesoria fuera nula, esto es
la fianza, la obligación principal subsistiría plenamente. Luis de
Gásperi19, al tratar sobre las obligaciones principales y accesorias,
se refiere a los pactos adjuntos, que fueron concebidos en Roma
para extender o restringir la voluntad de las partes y los derechos y
las obligaciones que libre y recíprocamente se habían conferido.
Estos pactos extienden o amplían los derechos del acreedor, así
como las obligaciones del deudor.

1.8. Por ser puras o modales

Aquí las obligaciones se clasifican, de acuerdo con la manera como


deben cumplirse, en puras o simples, y en sujetas a modalidades.
Son puras las obligaciones contraídas para cumplirse en forma
inmediata y usual. Son modales cuando ellas están sujetas a
condición, que puede ser suspensiva o resolutoria, a plazo o a cargo.
Advertimos, simplemente, que el Código Civil peruano de 1984 trata
a las modalidades dentro del Libro de Acto Jurídico. El Código se

pág. 77
refiere, por tanto, a las modalidades del acto jurídico. En esta
materia, el Derecho de Obligaciones debe, pues, interpretarse a la
luz de esas modalidades.

1.9. Por agotarse instantáneamente con el cumplimiento de una


prestación o ser duraderas

Hay obligaciones que se agotan de manera instantánea con el


cumplimiento de una prestación; por ejemplo, si en un contrato de
compraventa se pacta la entrega inmediata del bien y del precio, con
el cumplimiento de estas dos prestaciones se extingue la relación
obligatoria. Son duraderas cuando la relación obligacional discurre a
través del tiempo; por ejemplo, en un contrato de arrendamiento, el
arrendatario está obligado a pagar, mes a mes, la renta o merced
conductiva, la que sería una obligación de prestaciones periódicas.
Si el deudor se obliga a entregar al acreedor una cantidad de cosas
parcialmente, en distintos momentos, durante un lapso determinado,
sería una obligación duradera. A su vez, las obligaciones duraderas
pueden ser de duración continuada; por ejemplo, la Empresa de
Agua suministra permanentemente el líquido elemento a sus
clientes, sin solución de continuidad, con la obligación de estos
últimos de pagar periódicamente los recibos que correspondan.
Michele Giorgianni se refiere a una clasificación de las obligaciones
que denomina relaciones de obligación duradera21. Precisa que, en
esta clase de obligaciones, su desenvolvimiento no se agota en una
sola prestación, sino que supone un período más o menos largo, por
cuanto su contenido implica o bien una conducta duradera o bien la
realización de prestaciones periódicas. Pertenecen a este grupo, en
su opinión, las relaciones de arrendamiento, el mutuo, el depósito,
los contratos de suministro, etcétera. Considera que es decisivo para
el carácter de la relación de obligación duradera que se haya

pág. 78
pactado, desde un principio, la entrega de una cantidad total (por
ejemplo, carbón para uso doméstico), que se entregará parcialmente
en distintos momentos. En tal contrato carece el tiempo de influencia
sobre el contenido y la extensión de la prestación, y no repercute
sino sobre el modo de hacerla.

1.10. Por el contenido de la prestación

En este caso, se hace la distinción entre obligaciones patrimoniales y


no patrimoniales, tema que normalmente se analiza de manera
amplia al tratar sobre la patrimonialidad del objeto de la obligación.
Sin embargo, sólo forman parte del Derecho de las obligaciones,
aquellos en que el objeto es de contenido patrimonial

1.11. Por ser obligaciones de medios o de resultado

Esta clasificación, sin duda interesante pero objetable, está


directamente vinculada a la inejecución de la obligación. Wayar23
afirma que la llamada obligación de resultado es aquella en la cual el
deudor asume el deber de realizar una prestación específica,
encaminada al logro de un resultado concreto, de suerte que el
interés del acreedor queda satisfecho con la obtención de ese
resultado. Acerca de la denominada obligación de medios, dice el
autor que es aquella en la cual el deudor solo promete el empleo
diligente de medios aptos para normalmente obtener un resultado.
En este caso, el deudor cumple con sólo emplear los medios
prometidos, aunque no se logre lo deseado.

pág. 79
Las anteriores afirmaciones, excesivamente imprecisas, son
admitidas generalmente por la doctrina que acepta esta distinción
esbozando algunos matices24, pero negadas por nosotros, pues
consideramos que toda obligación implica, en sí misma, medios y
resultado. El deudor, simplemente, no se obliga más allá del
contenido de la propia obligación.

1.12. Por su exigibilidad

Afirma Pothier que se llama obligación civil a aquella que es un lazo


de derecho, vinculum iuris, y que da a aquel respecto a quien se ha
contratado, el derecho de exigir en justicia lo que en ella se halla
contenido. A su turno, se llama obligación natural a aquella que, en
el fondo del honor y de la conciencia, obliga a aquel que la ha
contratado al cumplimiento de lo que en ella se halla contenido.

Laurent32 dice que Pothier coloca entre las obligaciones naturales


las contraídas por personas que tienen un discernimiento y un juicio
suficiente para comprometerse, pero a quienes la ley civil declara
incapaces de celebrar un contrato tal: En la antigüedad, por ejemplo,
la obligación de una mujer que, bajo dominio del esposo, convino sin
estar autorizada a ello.

Laurent señala que una obligación es natural cuando la ley no la


reconoce y cuando niega una acción al acreedor. ¿Acaso, se
pregunta Laurent, el acreedor de una mujer casada o de un menor
de edad no puede obrar? Ciertamente tiene una acción; entonces, la
deuda es más que natural. Es civil. Solamente está marcada por un
vicio que permite al deudor demandar su nulidad, pero es necesario
que él la demande; en tanto que no se pronuncie la nulidad, subsiste
la obligación y produce todos los efectos de una obligación civil.

pág. 80
Baudry-Lacantinerie afirmaba que la mayoría de los autores que
reproducen en diversas formas la definición de Pothier dicen que las
obligaciones naturales son aquellas que fueran de toda coacción
legal; derivan de la equidad o de la conciencia, o bien de las que
imponen la delicadeza y el honor.

Lo que debe el deudor de una obligación Crédito, Deuda,

Obligación.

Pagos o suministros que tienen por objeto indemnizar un riesgo


social.

Prestaciones en metálico: las que tienen por objeto reemplazar o


completar al salario.

Prestaciones en especie: suministros de un servicio o reembolso


de gastos.

Prestaciones familiares: prestaciones abonadas en interés de la


familia a los
De familia residentes en Francia, restrictivamente enumeradas por el
arl. L. 510 del C. de (Seguridad Social) V. Subsidio.
25

Es la conducta que ha de seguir el obligado o deudor para satisfacer


el derecho de crédito y extinguir así la deuda u obligación asumida
frente al acreedor.

La obligación, pues, consiste en un deber jurídico de realización de


la prestación, la cual ha de materializarse en un acto positivo de dar
25
Pothier dicen que las obligaciones naturales son aquellas que fueran de toda coacción legal; derivan de la equidad o de la conciencia,
o bien de las que imponen la delicadeza y el honor

pág. 81
o de hacer, o en uno negativo de no hacer o abstención. La
prestación o débito, como deber del obligado, del que nace la
responsabilidad, ha de ser susceptible de valoración económica. De
esta forma, y caso de no cumplir el deudor la obligación, podrá
llegarse a la ejecución forzosa en el patrimonio del deudor.

Se dice tanto del objeto y contenido de un deber (frente al estado o


la autoridad pública), cuanto de un convenio o contrato privado, en
cuyo caso tiene el alcance equivalente a obligación.

Se caracteriza la prestación o contenido de la obligación como el


comportamiento del deudor tendiente a satisfacer el interés del
acreedor.

Especies: hay prestaciones positivas (que implican hechos


positivos), y negativas (que consisten en una abstención).

Y, a su vez, la prestación positiva puede ser real (entrega de una


cosa) o personal (realización de una actividad).

1.13 Pestación positiva:

1) real (obligación de dar)

2) personal (obligación de hacer) negativa (obligación de no hacer, o


de no dar) entre quienes identifican los conceptos de objeto y
prestación suele formularse,
Sin embargo, una diferenciación entre el objeto inmediato y el objeto
mediato de la obligación (así, Planiol, demogue, pacchioni ): el objeto

pág. 82
inmediato sería la prestación, y habría, además, un objeto mediato
consistente en la cosa o en el hecho.

Son requisitos de la prestación: la posibilidad, la licitud, la


determinabilidad y la patrimonialidad.

Acción o efecto de prestar; préstamo, empréstito. | Objeto o


contenido de las obligaciones, consistente en dar, hacer o no hace
alguna cosa. | Servicio o cosa que la autoridad exige. | Trabajo o
tarea que debe efectuarse en beneficio de la colectividad. (V.
PRESTACIÓN PERSONAL.) | Censo, canon, foro, tributo, rédito u
otra carga anual o de distinta periodicidad, debido a un señor, al
dueño de una cosa o a una entidad. | ant. Arrendamiento. | DE
ALIMENTOS. Obligación impuesta por la ley a ciertos parientes de
una o varias personas, a las cuales han de proporcionar lo necesario
para la subsistencia, habitación y vestido, además de lo preciso para
la asistencia médica y farmacéutica, de acuerdo con las condiciones
de quien la recibe y los medios de quien la debe. | PERSONAL.
Impuesto personal, de carácter municipal o local, que obliga a los
vecinos a trabajar cierto mi mero de días al año en las obras públicas
del lugar o, en otro caso, a abonar un número igual de jornales. 26

Antes de abordar el presente artículo ha sido conveniente saber


primero de la existencia de aquel vínculo que une al sujeto activo
(acreedor) y sujeto pasivo (deudor) de una relación jurídica
obligacional. Teniendo el acreedor el derecho a exigir de su deudor
un comportamiento (prestación) para que puede ver satisfecho su
interés. De otro lado, este comportamiento que debe practicar el
deudor puede consistir en entregar algo, hacer algo o no hacer algo

26
juridica.com/d/prestación/prestación.ht

pág. 83
en favor de su acreedor debiendo ineludiblemente observar la buena
fe.

Las obligaciones con prestación de dar son, a grandes rasgos,


aquellas que implican la entrega física o jurídica de un bien. El
tratamiento que el Código brinda a las obligaciones de dar no es un
tratamiento único, porque las reglas que van a ser aplicables
dependerán de las características del bien que constituye objeto de
la prestación, el cual puede ser un bien cierto o determinado, un bien
incierto o indeterminado, o un bien fungible.
27

Yendo al artículo en mención, este recoge el principio fundamental


de identidad en las obligaciones con prestaciones de dar, consistente
en que el acreedor de bien cierto no puede ser obligado a recibir
otro, aunque este sea de mayor valor.
Utilicemos como ejemplo, para ilustrar el caso, que el deudor se ha
obligado frente a su acreedor a entregarle el día de mañana el auto
usado marca Nissan, modelo Centra, año 2000, de placa KQ-2426,
número de motor «X» y número de chasis «Y». En virtud de la
norma, es claro que el deudor no podrá entregar un vehículo distinto,
ni siquiera un auto de similares características, pero de diferentes
números de placa, motor y chasis, o uno que tuviera un valor mayor.
(Osterling Parodi y Castillo Freyre, 2008, p. 150)
Imaginemos otro ejemplo, una biblioteca de una reconocida
universidad encarga a una muy prestigiosa, también, casa editorial la
adquisición de 30 libros de arbitraje. Sin embargo, por azares del
destino, dicha casa editorial le hace la entrega de 40 libros de
derecho civil a la biblioteca de la mencionada universidad. ¿Puede la
universidad rechazar el pago? Desde luego que sí. Aquí la deudora
al pretender cumplir su prestación de dar con un objeto distinto al
27
Miguel Es a aquella estipulación explícita de un contrato, mediante la cual se acuerda que el contrato (en rigor la obligación que
emana de él) podrá resolverse automáticamente en caso una de las partes no ejecute alguna de las prestaciones a su cargo

pág. 84
pactado estaría violando el principio de identidad del pago y con ello
incumpliendo el contrato.
¿Pero podría también la acreedora recibir voluntariamente la entrega
de los 40 libros de derecho civil en vez de los 30 libros de arbitraje
que se habían acordado en un inicio? Si, esa es una alternativa
correspondiente al acreedor, el poder admitir, como pago, un objeto
de la prestación distinto al inicial, o sea como cumplimiento de la
prestación a cargo de su deudor y con ello extinguir la obligación.
Debemos recordar que en derecho de las obligaciones la
palabra pago hace alusión al cumplimiento, el cual no
necesariamente se traduce en dinero sino también en la entrega de
un bien distinto al dinero, la realización de un servicio o una
inactividad (secreto profesional).
Volviendo al ejemplo del auto usado marca Nissan, la ley le concede
al acreedor la posibilidad de aceptar un vehículo distinto si lo
considera conveniente. Si el acreedor decide aceptar un bien
diferente al acordado en su origen, no habría problema conceptual
alguno, en tanto se estaría configurando — dentro de lo previsto por
el Código Civil Peruano— una dación en pago, figura contenida en
los artículos 1265 y 1266 del mencionado Código. No obstante, ello,
nosotros consideramos que se trataría de una novación objetiva.

1. PRESTACIONES EXPRESAS

Es a aquella estipulación explícita de un contrato, mediante la cual


se acuerda que el contrato (en rigor la obligación que emana de él)
podrá resolverse automáticamente en caso una de las partes no
ejecute alguna de las prestaciones a su cargo establecida así con
toda precisión, siempre que la parte acreedora de dicho remedio
contractual deduzca el mismo. aquella que regula, aunque
mediatamente, el artículo 171° del Código civil) es una modalidad del

pág. 85
acto jurídico expresada en un acto (contrato, por ejemplo) mediante
la cual este último existe y produce todos los efectos que le son
propios hasta que la condición se verifica en la realidad (de ser así),
oportunidad en la cual el acto jurídico pierde automáticamente su
eficacia, es decir, sin necesidad de que las partes, ni un juez (u
arbitro de ser el caso) tengan que pronunciarse sobre ello.
En primer lugar, la condición resolutoria opera en todos los actos
jurídicos (sean a título oneroso o sean a título gratuito), mientras que
la cláusula resolutoria expresa sólo puede presentarse en una de las
especies del acto jurídico, me refiero a los contratos, y dentro de
ellos, los contratos con prestaciones recíprocas (es decir a título
oneroso)
Por otro lado, el pacto de la condición resolutoria (no la condición
misma) tiene efectos desde la celebración del contrato en el cual la
incluyen las partes. En cambio, el pacto de la cláusula resolutoria (no
la resolución propiamente dicha) sólo tiene efectos a partir del
momento en que el acreedor la active (de ser el caso, pues
finalmente es su derecho hacerlo o no).
Como tercera diferencia podemos anotar que la condición resolutoria
se funda en un hecho futuro en incierto que puede incluso depender
de la voluntad del deudor, sin que constituya una situación de
incumplimiento, salvo que dicho deudor se comporte de mala fe. La
cláusula resolutoria expresa, en cambio, se activa ante el
incumplimiento de un deudor imputable (siempre que éste se
encuentre previamente en mora). Sucede pues que el cumplimiento
de una prestación no es un evento condicional, sino un acto debido.
Adicionalmente, en caso se verifique la condición resolutoria, la
pérdida de los efectos se produce de manera automática, es decir,
no se requiere un pronunciamiento de alguna de las partes, ni del
juez para que declare la ineficacia del acto jurídico. A diferencia de
ello, en el caso de la cláusula resolutoria, se requiere

pág. 86
necesariamente de la comunicación del acreedor ejercitando el
derecho. Siendo la resolución del contrato enteramente facultativa
del acreedor en virtud de una cláusula resolutoria expresa, dicho
acreedor puede optar por demandar el cumplimiento del contrato.
Claro está que ambas instituciones tienen en común que puede
existir un control judicial (o arbitral de ser el caso) ex post a efectos
de constatar si se ejecutó correctamente la condición resolutoria y de
que efectivamente se produjo un incumplimiento imputable
respectivamente.
En penúltimo caso, los efectos de la condición resolutoria son ir
retroactivos, mientras que los de la cláusula resolutoria expresa son
parcialmente retroactivos, salvo pacto en contrario en ambos casos.
La primera ópera ex nunc, es decir se proyecta sobre el futuro,
mientras que la segunda tiene efectos parcialmente ex tunc, pues las
cosas se retrotraen al momento en que se verifica la causal que
motiva la resolución.
Por último, si se hubiera estipulado una cláusula resolutoria expresa
y ésta se hubiera ejercido ante el incumplimiento de un deudor
imputable, no habría duda que procedería una indemnización por los
daños que se hubieran causado. En cambio, en la condición
resolutoria el comportamiento del deudor no califica como un
incumplimiento en caso que la condición resolutoria se verifique en la
realidad. Todo lo contrario, es así como las partes pactaron, aun
cuando la condición resolutoria dependa del deudor. Por esta razón,
no puede generarse una indemnización por daños ante la
verificación de la condición resolutoria, salvo que el contrato
disponga algo distinto. No obstante lo anterior, y sin perjuicio de las
propias consecuencias del artículo 166° del Código civil, el
comportamiento del deudor debe ser acorde con las reglas de la
buena fe, caso contrario, el incumplimiento de este deber, sí
generaría daños indemnizables.

pág. 87
En este orden de ideas, queda claro entonces que, de acuerdo con
nuestro ordenamiento jurídico vigente, ambas categorías no sólo se
diferencian en su estructura orgánica, sino también en los efectos
jurídicos que generan.

COMENTARIO DE ALVARO:
Esto es cuando el deudor debe satisfacer a favor del deudor.
Consiste en un hecho que deberá dar el deudor, también como
nos dice el CPC que se puede demandar las siguientes
obligaciones: de dar, de hacer o de no hacer. La falta de objeto
deriva en su indeterminación, en sus posibilidades en su
carencia de significación pecuriaria.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Estas caso se da cuando el deudor debe satisfacer a favor del


deudor. Consiste en un hecho que deberá dar el deudor,
también como nos dice el CPC que se puede demandar las
siguientes obligaciones: de dar, de hacer o de no hacer. Cabe
recalcar que las prestaciones expresas son todos los actos
jurídicos, por el cual los contratos, y dentro de ellos, los
contratos con prestaciones recíprocas

COMENTARIO DE SHAOLIN:
Prestaciones expresas es cuando alude referirse al conjunto de
servicios y beneficios que las instituciones, públicas o privadas,
tienen la obligación legal de brindarle a sus trabajadores.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


Las prestaciones expresas son todos los actos jurídicos, por el
cual los contratos, y dentro de ellos, los contratos con

pág. 88
prestaciones recíprocas (es decir a título oneroso), tengan
efectos desde la celebración del contrato en el cual la incluyen
las partes.

3. PRESTACION EXIGIBLES

En el derecho civil, las obligaciones a plazo son exigibles sólo


cuando se ha cumplido o expirado el plazo acordado, pero hay casos
en que el cumplimiento se puede exigir antes de la fecha de
cumplimiento acordado.

El artículo 1553 del código civil señala claramente que las


obligaciones no se pueden exigir antes de expirar el plazo, pero
considera las siguientes excepciones:
Al deudor constituido en quiebra o que se halla en notoria
insolvencia.
Al deudor cuyas cauciones, por hecho o culpa suya, se han
extinguido o han disminuido considerablemente de valor. Pero
en este caso el deudor podrá reclamar el beneficio del plazo,
renovando o mejorando las cauciones.
En consecuencia, si el acreedor puede acreditar que el deudor no
podrá cumplir en el plazo acordado debido a que está en riesgo
notorio de quiebra o insolvencia, o que las garantías que
constituyeron o se extinguieron o no son viables, el acreedor puede
exigir el cumplimiento anticipado el contrato.
En el caso de la disminución o extinción de las cauciones por parte
del deudor se otorga al deudor el beneficio del plazo siempre y
cuando este lo solicite y renueve o mejore la caución de conformidad
con lo establecido en la parte final del artículo 1553 del código civil.
Por último, pese a que en las obligaciones a plazo se supone que el
pago o cumplimiento de la obligación se debe efectuar en la fecha

pág. 89
establecida, esto no quiere decir que no se puedan efectuar pagos
anticipados al plazo, lo cual es legalmente valido.

Por su exigibilidad

Afirma Pothier31 que se llama obligación civil a aquella que es un


lazo de derecho, vinculum iuris, y que da a aquel respecto a quien se
ha contratado, el derecho de exigir en justicia lo que en ella se halla
contenido. A su turno, se llama obligación natural a aquella que, en
el fondo del honor y de la conciencia, obliga a aquel que la ha
contratado al cumplimiento de lo que en ella se halla contenido.
Laurent32 dice que Pothier coloca entre las obligaciones naturales
las contraídas por personas que tienen un discernimiento y un juicio
suficiente para comprometerse, pero a quienes la ley civil declara
incapaces de celebrar un contrato tal: En la antigüedad, por ejemplo,
la obligación de una mujer que, bajo dominio del esposo, convino sin
estar autorizada a ello. Laurent señala que una obligación es natural
cuando la ley no la reconoce y cuando niega una acción al acreedor.
¿Acaso, se pregunta Laurent, el acreedor de una mujer casada o de
un menor de edad no puede obrar? Ciertamente tiene una acción;
entonces, la deuda es más que natural. Es civil. Solamente está
marcada por un vicio que permite al deudor demandar su nulidad,
pero es necesario que él la demande; en tanto que no se pronuncie
la nulidad, subsiste la obligación y produce todos los efectos de una
obligación civil.

Baudry-Lacantinerie33 afirmaba que la mayoría de los autores que


reproducen en diversas formas la definición de Pothier dicen que las
obligaciones naturales son aquellas que fueran de toda coacción

pág. 90
legal; derivan de la equidad o de la conciencia, o bien de las que
imponen la delicadeza y el honor.

Se criticó estas definiciones –agrega BaudryLacantinerie–


objetándoles que producen una confusión de la obligación natural
con los deberes morales, pues se dice que son dos cosas que es
importante distinguir. El que cumple una prestación en ejecución de
un deber moral, por ejemplo, el hombre rico que da limosna, hace
una donación. Por el contrario, aquel que cumple una prestación en
ejecución de una obligación natural, hace un pago. De donde se
entiende que todas las diferencias son entre la donación y el pago.
Sin embargo, ¿Cómo se puede distinguir los deberes morales de las
obligaciones naturales? He aquí la dificultad. Cada autor tiene su
sistema.

COMENTARIO DE ALVARO:
Es aquella cualidad que permite que las obligaciones sean
reclamables. La exigibilidad supone la llegada del vencimiento,
si se trata de una obligación al término y la aparición de la
condición, si se trata de una obligación condicional. Esta
prestación nos permite regularizar las obligaciones de las
personas tanto como acreedor y deudor, la prestación sin estar
individualizado su objeto es factible de individualización.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

La prestaciones exigibles como su nombre lo dice empieza Por exigibilidad se


entiende aquella cualidad que permite que la obligación sea reclamable .la
exigibilidad supone la llegada del vencimiento, si se trata de una obligación al
termino y la aparición

pág. 91
De la condición de las prestaciones puesta con se consolida lo pactado ya que
Constituye el objeto de la obligación lo que debe realizar el deudor para satisfacer
los derechos del acreedor.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La prestación exigible, es todo aquel contratado, el derecho de
exigir en justicia lo que en ella se halla contenido. Es decir,
llamada como una obligación natural a aquella que, en el fondo
del honor y de la conciencia, obliga a aquel que la ha contratado
al cumplimiento de lo que en ella se halla contenido.

4. PRESTACION LIQUIDA

Obligación líquida es aquella en la que el montante de la prestación


se conoce con exactitud; se refiere, con carácter general, a las de
dar aunque en la práctica la mayoría sean obligaciones pecuniarias.

Son aquellas cuya cuantía no se conoce con exactitud, pues, existe


la deuda, pero falta su concreta determinación numérica por las
partes. Así, se menciona como caso muy característico de prestación
de cantidad ilíquida, la de indemnización de daños y perjuicios, ya
que el acreedor al reclamar su pago, puede hacer una estimación de
la misma o señalar los elementos para llevarla a cabo, pero no le es
dado fijar exactamente su importe; y aun en el supuesto de que
llegara a fijarlo, el carácter líquido sólo lo adquiere luego de la
decisión judicial. Igualmente se está en presencia de una prestación
ilíquida, cuando para conocerse la cuantía de la deuda se requiere
de una rendición de cuentas.32 La distinción entre obligaciones de
cantidad líquida y de cantidad ilíquida, sirve de fundamento a
importantes consecuencias, tales como, la constitución en mora del

pág. 92
deudor, que requiere la liquidez de la obligación; el ejercicio de la
acción oblicua y de la acción.

El dato de la liquidez es importante porque en caso de no conocerse


el montante exacto de la prestación el deudor no puede incurrir en
mora y no cabe la ejecución forzosa. Para evitar los efectos
perjudiciales, el art. 1169 CC quiebra el principio de indivisibilidad del
pago (cuando la deuda tuviera una parte líquida y otra ilíquida el
acreedor podrá exigir al deudor el pago de la primera sin esperar a la
segunda).
La jurisprudencia del Tribunal Supremo entiende desde antiguo que
la obligación es líquida si la cuantía exacta de la prestación puede
obtenerse mediante operaciones matemáticas

Una cantidad es líquida y por tanto la obligación tiene este carácter


cuando se conoce con exactitud su importe, o dicho de otro modo, la
cantidad que debe entregarse es conocida y exacta; es líquida la
obligación cuando se expresa numéricamente (caso del precio
concreto de una compraventa), o cuando es suficiente una operación
matemática para fijar el importe dela deuda. Por su característica de
exactitud se aplica generalmente a las obligaciones pecuniarias.
Respecto a éstas puede verse el tema Obligaciones pecuniarias
donde se hace referencia a las cláusulas de estabilización.

La doctrina ha defendido en ocasiones que el concepto de obligación


líquida puede referirse a dos supuestos más amplios, como serían el
entender como obligación líquida la que es de fácil prueba o las
obligaciones que son indiscutidas que es decir que no susceptibles
de excepciones.

pág. 93
Pero la mayoría de la doctrina y la jurisprudencia consideran líquidas
a aquellas obligaciones que presentan una cuantía perfectamente
determinada o que puede ser determinada por medio de sencillas
operaciones aritméticas.

Efectos de las obligaciones líquidas e ilíquidas


Los efectos son distintos:

1. Cuando se trata el tema de la mora, son distintos según la


obligación sea líquida o ilíquida:

La SAP Madrid 81/2019, 27 de febrero de 2019 [j 2] señala que para


que un deudor se constituya en mora, bien por la intimación del
acreedor o bien por la existencia de previsión legal que así lo
disponga, es necesario que previamente la obligación al mismo
exigida se trate de una obligación líquida y vencida, y ello como
presupuesto de hecho previo para que pueda hablarse de mora en el
cumplimiento de una obligación; por tanto, únicamente se deben
intereses de demora desde el momento del vencimiento si la
cantidad es líquida; como dicen sentencias como la STS, 14 de
febrero de 2000 [j 3] o la STS, 20 de enero de 2003, el interés legal
no es otra cosa sino una indemnización de daños y perjuicios en el
caso de obligaciones líquidas (en dinero), según el art. 1108 CC.
Si la obligación es ilíquida, el acreedor tiene derecho a una
indemnización si ha sufrido daños como consecuencia de un retraso
en el cumplimiento de la obligación, pero no puede exigir un interés
de demora. Categóricamente, la STSJ Asturias 232/2019, 25 de
marzo de 2019 habla de cantidad totalmente ilíquida, por lo que no
se puede reclamar el abono de interese de una deuda no liquida.

pág. 94
Al disponer el pago al ejecutante, el juez ordenará al secretario de
juzgado liquidar los intereses, costas y costos del proceso, dentro del
plazo que fije, bajo responsabilidad por la demora. La liquidación es
observable dentro de tercer día, debiendo proponerse en forma
detallada. Absuelto el traslado de la observación o en rebeldía, se
resolverá aprobándola o modificándola y requiriendo su pago.

Toda la ejecución, tiende a lograr la satisfacción del crédito dinerario


del acreedor ejecutante. Dicha satisfacción se logra mediante la
entrega de una cantidad de dinero, que debe ser el resultado de la
liquidación del crédito, los intereses y gastos procesales. Esa
liquidación se practica por el secretario del juzgado, dentro del plazo
que le señale, bajo responsabilidad por la demora. La norma no
precisa el orden que se aplicará el pago, pero tomando como
referencia al Código Civil, los intereses deben aplicar en primer
orden y luego sigue el capital.
Como señala la norma, el juez ha dispuesto el pago al ejecutante,
mediante el mandato de ejecución, sin embargo, todavía no se han
liquidado los intereses y gastos, pero ya se ha llevado a cabo el
remate por el monto del capital. El valor del bien rematado, por el
momento solo cubrirá el pago del capital, reservándose la entrega
del remanente al ejecutado, luego de liquidados los intereses y
gastos, para lo cual, el juez debe otorgar un prudencial plazo para
dicha liquidación. Esto lleva a señalar que frente al pedido del
ejecutado para que se satisfaga de manera inmediata el capital y se
entregue el remanente, perfectamente podría ser amparada la
oposición del ejecutante a la entrega del remanente hasta que se
cumpla con lo señalado en el artículo 727 del CPC, esto es, con el

pág. 95
pago íntegro al ejecutante de la obligación, intereses exigidos y
gastos del proceso.
2. Otro aspecto a tener en cuenta es que al haber obtenido una
cantidad de dinero luego del remate, no solo estará interesado el
ejecutante sino también otras personas como los titulares de cargas
crediticias no preferentes y el propio ejecutado. La liquidación es
observable dentro de tercer día, debiendo proponerse en forma
detallada.
La liquidación que se presenta será sometida al conocimiento de las
partes para su observación, pudiendo el juez aprobarla o modificarla
según sea el caso, para luego proceder a requerir su pago.
COMENTARIO DE ALVARO:
Es aquella en la que el montante de la prestación se conoce con
exactitud; se refiere, con carácter general, a las de dar aunque
en la práctica la mayoría sean obligaciones pecuniarias.
La prestación al deudor no puede incurrir en mora y no cabe la
ejecución forzada. Para evitar los efectos perjudiciales. Nos
menciona la jurisprudencia del Tribunal Supremo la obligación
es líquida si la cuantía exacta de la prestación puede obtenerse
mediante operaciones matemáticas.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
Pretensiones liquida; según mi entender pues, es aquella en la
que el montante de la prestación se conoce con exactitud; se
refiere, con carácter general, a las de dar, aunque en la práctica
la mayoría sean obligaciones pecuniarias. Obligación ilíquida es
en la que se desconoce la cuantía exacta de la prestación.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

La prestación liquida es obligación de aquella en la que el montante de la


prestación se conoce con exactitud; se refiere, con carácter general, a las de dar

pág. 96
aunque en la práctica la mayoría sean obligaciones pecuniarias. Obligación
ilíquida es en la que se desconoce la cuantía exacta de la prestación.es decir que
es aquella donde el montante de la prestación se conoce con exactitud. Ilíquida:
aquella donde se desconoce la cuantía de la prestación. Si no se conoce el
montante el deudor no puede incurrir en mora y no cabe ejecución forzosa.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La prestación liquida, es aquella en la que el montante de la
prestación se conoce con exactitud cómo serían el entender de
una obligación líquida la que es de fácil prueba o las
obligaciones que son indiscutidas que es decir que no
susceptibles de excepciones.

JURISPRUDENCIA
Los pagos a cuenta, serán descontados conforme a ley en la etapa
de ejecución de sentencia; y sobre el cuestionamiento al monto a
pagar en el mandato de ejecución, se tiene que dicha suma
corresponde a la efectivamente consignada en el contrato de mutuo
con garantía hipotecaria, el cual acredita la obligación materia de
ejecución (Cas. N° 415- 2008-Llma, 1o Sala Civil Permanente
Suprema, 19 de marzo 2008).
SI de autos no aparece que la representada haya comparecido por sí
misma, la representación judicial subsiste al no darse el supuesto
descrito en el artículo 79 del CPC, situación que revela la validez de
los actos procesales practicados en nombre de aquella.
Si no existe pacto alguno respecto a los intereses, debe reputarse
que corresponde aplicarse la tasa de interés legal que precisa el
artículo 1244 del CC (Exp. N° 67958-97, Sala de Procesos
Abreviados y de Conocimiento, Ledesma Narváez, Marianella,
Jurisprudencia Actual, Tomo 5, Gaceta Jurídica, p. 322).

pág. 97
Encontrándose vigentes las Circulares N9 02496-EF/90 y Na 04194-
EF/90 en las que se fija la tasa de interés para las operaciones entre
personas ajenas al sistema financiero, el colegiado no puede
cohonestar la conducta de las partes involucradas para convalidar el
cobro de intereses superiores a la tasa que disponen las normas
glosadas, sin incurrir en responsabilidad funcional al coadyuvar a la
penetración del delito de usura (Exp. N° 223898, Sala de Procesos
Ejecutivos, Ledesma Narváez, Marianella, Jurisprudencia Actual,
Tomo 5, Gaceta Jurídica, p. 203).
La tasa de interés que contempla la Ley General de Instituciones
Bancarias, Financieras y de Seguros, solo es aplicable para el
sistema financiero. La disposición del primer párrafo del artículo 1243
del CC no alcanza a la actividad de intermediación financiera. Se
considera, como tasa máxima permitida por ley en moneda
extranjera, a la tasa activa del mercado promedio ponderado
efectiva-TAMEX (Exp. N° 97-53234-2083, Sala de Procesos
Ejecutivos, Ledesma Narváez, Marianella, Jurisprudencia Actual,
Tomo 5, Gaceta Jurídica, p. 204).
El conflicto de intereses respecto al reembolso fue resuelto en la vía
administrativa, cuyos efectos conllevan a que la demandada cumpla
con el citado pago. No se puede incidir sobre lo resuelto por la
autoridad administrativa, cuyo efecto solo puede ser enervado en
sede judicial. Vencido el plazo que fija la resolución administrativa
para el pago y agotado el requerimiento de este, mediante carta
notarial; a partir de aquella fecha, debe pagarse el interés legal.
No existiendo interés pactado como señala la sentencia recurrida,
este debe sujetarse a la norma legal invocada (Exp. N° 4335-98,
Sala de Procesos Abreviados y de Conocimiento, Ledesma Narváez,
Marianella, Jurisprudencia Actual, Tomo 5, Gaceta Jurídica, p. 206).
Si la ejecutada acredita haber realizado pagos parciales a la actora,
respecto de las sumas contenidas en las letras de cambio, por haber

pág. 98
sido efectuados dichos pagos con posterioridad al protesto de los
títulos valores, estos deben deducirse en su oportunidad, teniendo
en cuenta lo establecido en el artículo 1257 del CC (Exp. N° 99-
10908-2213, Sala de Procesos Ejecutivos, Ledesma Narváez,
Marianella, Jurisprudencia Actual, Tomo 5, Gaceta Jurídica, p. 199).
Si bien los recibos de pago no se encuentran firmados por el
ejecutante, el haber encontrado en dichos recibos efectos gráficos de
este, lleva a la conclusión que fueron emitidos por aquel.
Procede exonerársele del pago de costos y costas a la ejecutada, si
el ejecutante no ha querido reconocer los pagos emitidos a cuenta,
dilatando la causa, en detrimento del pago que debe satisfacer la
ejecutada, bajo la imputación que prevé el artículo 1259 del CC.
La ley no prohíbe al juez de la causa reproducir en su decisión,
aquellos argumentos periciales que crea conveniente (Exp. N° 1144-
99, Sala de Procesos Ejecutivos, Ledesma Narváez, Marianella,
Jurisprudencia Actual, Tomo 5, Gaceta Jurídica, p. 200).
Es válida la decisión del juez que desaprueba la liquidación de
intereses que no precisa la forma ni el método empleado para llegar
a! resultado final, así como no precisa el período de aplicación de la
tasa convenida. Debe designar el juez un perito judicial para que
realice la pericia.
El manto de los costos debe ser coherente con las instancias que ha
transitado el proceso, las incidencias promovidas por el ejecutado y
el monto establecido como pretensión (Exp. N° 8658-2052-98, Sala
de Procesos Ejecutivos, Ledesma Narváez, Marianella,
Jurisprudencia Actual, Tomo 4, Gaceta Jurídica, p. 449).
El remate es una forma de venta forzada de un bien y el pago a que
se refieren los arts. 746 y 747 del CPC constituyen la cancelación de
su precio. El pago puede ser hecho por cualquier persona, tenga o
no interés en el cumplimiento de la obligación. Debe ampararse el
reclamo de los fiadores del deudor para que se le entregue lo que

pág. 99
constituyó precio base del inmueble, al margen de lo que se pagó
por él (Exp. N° 1072-98, Tercera Sala Civil, Ledesma Narváez,
Marianella, Jurisprudencia Actual, Tomo 2, Gaceta Jurídica, pp. 567-
568).
Tratándose de una responsabilidad contractual; no puede obligarse a
la deudora a pagar intereses legales desde el evento dañoso, sino
desde la fecha de la notificación con la demanda o desde la
exigencia extrajudicial si lo hubiere. Aun cuando pueda haberse
materializado una sentencia que obliga a lo contrario, no puede
sacrificarse el principio superior de la justicia y la equidad por el
ritualismo procesal (Exp. N° 1570-98, Tercera Sala Civil, Ledesma
Narváez, Marianella, Jurisprudencia Actual, Tomo 2, Gaceta Jurídica,
pp. 189-190).
No obstante que la demandada no impugnó debidamente la
liquidación de intereses practicada por la vencedora y aprobada por
el juzgado, ello no puede convalidar dicha liquidación por ser
contraria a ley. Resultaría un abuso de derecho amparar la
liquidación con la tasa del

5. EXISTENCIA DE UNA CONDENA O PRESTACION A SATISFACER

Consiste en provocar la intervención de la jurisdicción para solicitar


la condena del demandado, pese a que aún no ha vencido la
obligación. Con ello, se busca que la jurisdicción obre por una
prestación todavía no debida y que no se deberá sino hasta después
de la condena, por lo cual no hay ninguna violación del derecho en el
momento de la sentencia. En ese sentido Michelle, 2 señala "la
acción preventiva es concedida para conseguir la declaración de un
derecho cuando este último, aun no habiendo sido violado o

pág. 100
judicialmente discutido, se hace objetivamente incierto en su
existencia o en su contenido, en cuanto de hecho el mismo es
discutido o desconocido por otros." La tutela preventiva, puede
apreciarse como característica funcional común a diversos tipos de
acciones, esto porque puede cumplir la función de prevenir antes
que reprimir la violación, la misma que puede ser cumplida por
distintos tipos de tutela estructuralmente diversos, como por ejemplo,
las. Acciones de mero conocimiento, las acciones cautelares o las
condenas de futuro. En el caso de la condena de futuro desempeña
una función preventiva, semejante a la tutela cautelar. Decimos ello
porque ese interés (peligro de incumplimiento) exigido para tal
condena coincide con el estado de peligro (pcriculum in mora) que es
también condición normal del proceso cautelar; sin embargo, no
pueden confundirse ambas figuras. Si se prescinde del Marianella
Ledesma Narváez Abogada UNMSM Juez civil supernumerario de
Lima Profesora PUCP, San Martín y UN/FE interés, que nace del
peligro y no de la lesión del derecho, se trata de casos de tutela
ordinaria con efectos definitivos. La medida cautelar y la condena de
futuro tienen al menos un elemento bien distinto, las primeras
tienden a realizar una tutela provisional, destinada a durar solo hasta
que la declaración termine; en estas últimas, en cambio, la tutela
jurisdiccional acordada por el juez es de carácter definitivo, pues, la
sentencia tiene la eficacia de cosa juzgada. Por otro lado, es
importante señalar que a diferencia de la condena ordinaria, el
interés para obrar en la condena de futuro, surge no del daño o
lesión del derecho, sino del peligro de un daño jurídico, esto es, del
probable incumplimiento de una obligación de prestación futura. Si
no hay este peligro, carecería de justificación el ejercicio anticipado
de la acción de condena. Todo ello nos lleva a preguntarnos por qué,
no se busca tutela a través de medidas cautelares, en vez, de acudir
a las condenas de futuro. Intentando alguna respuesta diremos que

pág. 101
las medidas cautelares tienen un carácter instrumental, que las priva
de aptitud para tutelar por sí solas de forma definitiva una situación
digna de protección, de ahí que hay que reconocer la insuficiencia de
las medidas cautelares como instrumentos para la tutela de los
acreedores antes del vencimiento; tal resultado solo pueden
dispensarlo las condenas de futuro, aunque no puede excluirse, sin
embargo, la posibilidad que se acuerden medidas cautelares en
apoyo de los proceso en que se ejerciten acciones de condena a
prestación futura.

Es importante señalar que ésta no es una figura moderna ni


desconocida en el derecho comparado, pues, la encontramos
recogida en ordenamientos jurídicos como el francés, italiano,'
español 4 y el alemán. 5 El Corlice de Procedua Civile italiano
contiene un precepto alusivo al requisito del interés en accionar6 con
base en el cual resulta posible solicitar, con carácter general,
condenas de futuro y la ZPO alemana que las regula con detalle,
admite estas condenas en los supuestos concretos previstos en los
art. 257 y 258 según la fórmula abierta que emplea el art. 259, en
aquellos otros casos en los que las circunstancias se deduzca el
peligro que el deudor se sustraerá al cumplimiento de su obligación
en el momento debido. 7 Bajo ese contexto es propósito de este
artículo no solo presentar las bases teóricas que regulan esta forma
de tutela preventiva sino hacer un análisis de ella, a partir de la
normatividad que recoge el Código Procesal Civil. l. Ideas Base que
Describen a la Condena a Futuro 1.1 Son aquéllas en las que el
actor pide al órgano jurisdiccional que imponga al demandado la
realización de una prestación, esto es, un comportamiento o una
conducta positiva o negativa, de ese demandado: ya sea de dar,
hacer o no hacer; si tiene éxito el accionante, no solo se declara la
existencia del derecho, sino también que tal derecho debe ser

pág. 102
satisfecho (mandamiento de prestación al demandado) y, si no
ocurre esto voluntariamente, el actor puede, fundándose en
semejante sentencia, provocar la ejecución de la prestación
insatisfecha8 Estas condenas asumen por tanto, una doble función:
1.2 1.3 ' 1 declarar el derecho y preparar la ejecución forzada. Para
Chiovenda,9 no siempre la sentencia de condena tiene como
condición una violación, y aún menos una violación actual del
derecho; esto ocurre, solo por regla general, pues, hay casos en los
que se puede obrar por una prestación no debida todavía y que no
se deberá sino hasta después de la condena, por lo cual no hay
ninguna violación del derecho en el momento de la sentencia: así se
puede pedir preventivamente la condena del inquilino al abandono
del inmueble para el día del vencimiento del plazo, o cuando el
deudor incurre en mora en el pago de alguna cuota correspondiente
a una prestación periódica (alimentos, intereses, rentas, etc) pueden
reclamarse todas, es decir, las cuotas vencidas y las exigibles en el
futuro. Existen diversas teorías que explican la condena a futuro.
Unas sostienen que se limitan a declarar la existencia de una
determinada prestación a cargo del demandado y a favor del actor;
otras consideran que contiene una orden al demandado de realizar la
concreta prestación que voluntariamente no cumplió; otra corriente,
asume que se prescinde de la voluntad del condenando para la
realización de la prestación porque le coloca en una sujeción a los
órganos coactivos del Estado, de tal forma que la prestación se
realizará contra su voluntad. Los caracteres más notables que la
doctrina atribuye a esta figura, son: la prestación no debe ser exigible
en el momento de la demanda; y, la eficacia ejecutiva de la sentencia
no debe ser inmediata sino alejada o diferida. En otras palabras, la
condena de futuro, importa una condena cuando no se ha producido
todavía el incumplimiento. Ella podrá, en el futuro, legitimar la
ejecución forzada cuando el derecho a exigir la prestación se

pág. 103
convierta en actual y el deudor no cumpla. Esto implica que no es
necesario para que exista una pretensión de condena, que la
obligación que se impone nazca simultáneamente con la decisión
que actúa la pretensión, sino que puede imponerse para un tiempo
posterior, de ahí el nombre de condena futura.

Por otro lado es importante señalar que el legislador puede emplear


alguno de los tres siguientes sistemas: El primero, se orienta a
positivar los concretos supuestos de condena de futuro, es decir, el
propio legislador establece los casos en que el ordenamiento permite
este tipo de pretensiones; el segundo sistema admite estas
pretensiones con carácter general siempre que exista un específico
interés en accionar consistente en la verosimilitud o probabilidad del
futuro incumplimiento de la prestación, dejando que el juzgador
aprecie en cada caso concreto si se da ese interés, basándose para
ello en determinadas circunstancias actuales, como el
comportamiento del futuro deudor frente a otros acreedores actuales,
o su voluntad manifestada de incumplir,. o la precariedad de su
situación económica que, alegadas y acreditadas, justifican acoger la
condena de futuro; por último, el tercer sistema, en el que
combinando los dos criterios anteriores, se permite los supuestos
concretos establecidos en la ley, también, se prevea que se pueda
interponer demanda de condena futura en cualquier otro supuesto en
que se dé el interés específico de esta clase de condenas.

Frente a dichos sistemas sostenemos que nuestro Código Procesal


acoge el primer sistema descrito, esto es, el que positiva los
concretos supuestos de acciones de condena de futuro, solo para los
casos de desalojo. Chiovenda ', fundamenta el pronunciamiento de
este tipo de condenas en el interés en accionar y enumera como
más comunes, cinco casos de condenas de futuro: a) en la

pág. 104
necesidad de prevenir el dailo que derivaría de la falta de un título
ejecutivo en el momento que la prestación sea debida (juicios
preventivos); véase el caso del arrendador que no pudiese en el
momento en que vence el plazo del arriendo, tener la cosa
arrendada; b) en la conveniencia de evitar procesos reiterados para
conseguir lo que es debido periódicamente (alquileres, alimentos u
otras prestaciones periódicas); e) en la necesidad de tener un título
ejecutivo para obtener la actuación de la ley respecto a una
prestación que depende de una contraprestación del actor, cuando
éste declare estar dispuesto a la contraprestación; d)cuando la ley
concede al juez la facultad de señalar un término al deudor, el
señalamiento de este término puede hacerse a la vez que la
condena, la cual es así realizable para el futuro (lo mismo ocurre
cuando la sentencia se pronuncia a la vez sobre la resolución del
contrato y la condena a una prestación, concediendo un plazo al
demandado); f) caso de crédito exigible mediante requerimiento del
acreedor en el domicilio del deudor y no requerido aún, la sentencia
puede por economía de los procesos, condenar al pago
condicionado al requerimiento en ese lugar.
En los casos citados, señala Chiovenda, que la sentencia que se
dicta es de condena y no de mera declaración, porque el juez tiene
como objetivo final, la ejecución de la propia sentencia. Además, tal
condena es necesariamente de futuro, porque, al no haber ninguna
violación del derecho en el momento de la sentencia, su eficacia está
diferida en el tiempo; y siempre, la admisibilidad de la condena de
futuro se justifica, en todos los casos, con base al principio del
interés en accionar, independientemente, por tanto, del hecho de una
norma legal prevea expresamente la figura Las condenas de futuro
en sentido estricto no encierran verdaderas sentencias de condena,
porque a pesar de su virtualidad para preparar la ejecución no puede
haber declaración de responsabilidad, dado que el incumplimiento no

pág. 105
se ha verificado todavía; tampoco se trata de sentencias que se
reducen a la declaración de certeza de la obligación, sin embargo, la
mayoría de la doctrina las conceptúa como sentencias de condena.

Es necesario distinguir las condenas de futuro de las sentencias de


pura declaración. En la primera, a pesar que se obtiene cuando la
violación del derecho no se ha llevado a cabo todavía (lo que no
permite que se produzca en forma inmediata la ejecutoriedad propia
de toda sentencia de condena) es una verdadera condena y no una
sentencia de pura declaración, puesto que tiene por finalidad la
realización forzosa en el momento del vencimiento. Por el contrario,
la sentencia de declaración obtenida con anterioridad al vencimiento
de la obligación, no se convierte en título ejecutivo en el momento
del vencimiento. La sentencia que no tuvo originariamente función
preparatoria de la ejecución no puede adquirirla después.

Tampoco puede considerarse sentencia de condena futura a


aquellas sentencias cuyo importe se debe determinar en ejecución
de sentencia, no habiéndose fijado bases para la liquidación. Esto
nos lleva a diferenciar las condenas de ejecución futura de la
llamada condena genérica o de reserva. Esta siempre va a estar
referida a prestaciones dinerarias pero ilíquidas, pues, la sentencia
no fija el importe concreto de esos daños. Ello conlleva a la
necesidad de liquidar la condena, esto es, determinar exactamente
qué cantidad de dinero debe ser entregada por el deudor, con
citación para ello de éste; en cambio la condena de prestación futura,
puede ser o no ser dineraria. 12 Además siendo dineraria, es posible
que se conozca su cuantía, por ejemplo, si la sentencia condena al
pago de las rentas adeudadas y todas las demás que vencieran en el
futuro, la fijación del quantum dependerá de una simple operación
matemática, en aplicación del mi. 689 CPC.

pág. 106
La condena con reserva se produce cuando, habiendo sido objeto
de una declaración de 1.7 i condena, no será posible ni precisar la
cuantía a que debe ascender la indemnización, ni tan siquiera,
establecer las bases o criterios para una posterior liquidación.
Estamos ante una prestación actual aunque ilíquida; en cambio en la
condena de futuro, a! momento de solicitar la condena del
demandado y de dictarse la sentencia correspondiente, aún no ha
vencido la obligación. Esto significa, que aun cuando su importe
concreto tenga que determinarse en el período de ejecución, no por
eso la prestación impuesta al demandado en una sentencia de
condena con reserva sea considerada como una condena de futuro.
Cuando la sentencia contiene una condena con reserva, ésta puede
ser inmediatamente ejecutada, porque se trata de una condena a
prestación actual y en este sentido ejecutable de inmediato, sólo
que, al ser una condena ilíquida, debe integrarse con ciertas
actuaciones previas al despacho de la ejecución para cuantificar la
reserva. Esto no significa que la sentencia que contiene una condena
con reserva no sea directamente ejecutable. Una cosa es que sea
necesario determinar el importe de la condena con reserva y otra,
muy diferente, que la ejecución no pueda comenzar mientras no se
produzca la exigibilidad de la prestación debida y su falta de
cumplimiento, como ocurre en el caso de la sentencia que contiene
una condena de futuro. Otro aspecto que destacar se relaciona con
el interés. El derecho del justiciable a la tutela concreta, sienta sus
bases en el concepto de interés, el mismo que ha de ser positivo y
concreto, jurídico y legítimo, nacido y actual. La razón por la cual se
impone al actor que alegue un interés nacido y actual, radica en que
la función del juez se orienta a solucionar litigios ya nacidos, por lo
que un interés simplemente eventual no sería suficientemente; la
exigencia de la resolución judicial ha de traducirse en utilidad

pág. 107
práctica e inmediatamente tangible; en tal sentido, podría decirse
que las acciones de condena a prestación futura no le es imputable
un interés actual, sin embargo ello no es cierto. Como señala López
Simó 1 ' los parámetros para medir la actualidad del interés con
distintos.
Dentro de la tutela preventiva, se alude a las denominadas acciones
de condena de futuro se dice que el derecho del justiciable a la tutela
radica en el concepto de interés pero en un interés que no arranca
de la violación del derecho material privado, puesto que la lesión del
mismo no se ha producido, sino que se asienta sólo en el temor o en
la posibilidad eventual, pero actual, de aquella violación.

Se discute mucho si un interés puede considerarse existente cuando


la violación del derecho no ha ocurrido todavía. Una concepción más
moderna de la función jurisdiccional lleva a ampliar dicha actividad
hasta comprender hipótesis de tutela asegurada por el juez sin que
el derecho sea violado, pero para impedir de algún modo su violación

A decir de López Simó, se trata de tutelar una situación actual, que


no es antijurídica en sí, pero que el ordenamiento considera digna de
protección porque se basa en la previsión fundada de una violación
futura; y esa tutela actual que el ordenamiento otorga se asienta en
un interés en obrar también actual porque se dirige a hacer surgir la
protección de esa situación actualmente jurídica pero
razonablemente previsible de futura violación. Es decir, en estas
denominadas condenas de futuro, lo único futuríble seda la lesión del
derecho; lo demás -tanto la situación jurídica digna de protección
como el interés del actor en poner en marcha la maquinaria judicial
para protegerla-sería actual. Desde esta perspectiva, señala López
Simó, ha de ponerse de relieve que el interés propio de las condenas

pág. 108
de futuro, precisamente por su actualidad, encaja sin mayores
dificultades dentro de la concepción ordinaria de este presupuesto de
la acción.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
Toda demanda tiene que terminar en una sentencia y ser
ejecutada a la vez, esto significara o dará satisfacción a la parte,
la condena puede ser pecuniaria, donde hará órdenes de pago
de dinero, pero siento ilíquida, sabemos que la sentencia no
determina pago de daño.
COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

La existencia de una condena o prestación a satisfacer se da cuando la condena


se produce cuando habiendo sido objeto de una condena a reparar daños y
perjuicios, pues no es posible precisar la cuantía a que debe ascender la
indemnización por eso la prestación impuesta al demandado en una sentencia de
condena con reserva de vienes en una condena a futuro.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


Es decir, la condena de futuro se dice que el derecho del
justiciable a la tutela radica en el concepto de interés, pero en
un interés que no arranca de la violación del derecho material
privado, puesto que la lesión del mismo no se ha producido,
sino que se asienta sólo en el temor o en la posibilidad eventual,
pero actual, de aquella violación.

Comentario de alvaro gonzales

pág. 109
Mencionado en los anteriores temas, podemos afirmar que todo
título, para que ingrese a la ejecución debe encerrar una
condena. Como menciona MONTERO AROCA, si cambio el
mundo exterior, esta denominada impropia no es ejecución,
pues la inscripción en un registro público de la sentencia que es
el supuesto más normal de actividad posterior a la sentencia
declarativas puras y constitutivas.

La condena a futuro se recoge en el artículo 594 CPC, bajo la


siguiente redacción: "El desalojo puede demandarse antes del
vencimiento del plazo para restituir el bien. Sin embargo. De
ampararse la demanda, el lanzamiento sólo puede ejecutarse luego
de seis días de vencido p. 395. Marianella Ledesma Narváez plazo.
Si el emplazado se allanara a la demanda v al vencimiento del plazo
pusiera el bien a disposición del demandante, éste deberá pagar las
costas y costos del proceso. “Como se aprecia de la lectura del
citado artículo, éste solo hace referencia a las condenas en caso de
desalojo, cuando se tenga que demandar el vencimiento del plazo
para restituir el bien, sin embargo, consideramos que no solamente
puede ser demandado derechos no vencidos como el desalojo sino
ampliarse a otros supuestos como pretensiones dinerarias, siempre y
cuando, el crédito no dependa de una contraprestación. No existe en
la norma procesal disposición alguna que prohíba ampliar los
supuestos de condena a futuro, más allá de los que establece el art.
594 y el inciso 3 del art. 739 CPC que permite condenar al desalojo
futuro de un inmueble en caso sea adquirido por un tercero en
remate público. Las prestaciones periódicas pueden también ser
objeto de condena a futuro en relación a las prestaciones que

pág. 110
venzan después de recaída la sentencia, pues, conforme señala el
art. 428 CPC, estas pueden operar antes de la sentencia, siempre y
cuando hubiere "el actor reservado el derecho a ampliar la demanda
si antes de la sentencia vencieran nuevos plazos o cuotas originadas
en la misma relación obligacional". A pesar que la norma no lo
señale consideramos que las condenas a futuro deben hacer
referencia a derechos existentes pero aún no vencidos; esto es, los
derechos futuros quedan fuera del ámbito de aplicación de la
condena a futuro. Además debe tenerse en cuenta que el
vencimiento de la prestación debe estar determinado, ya sea por la
Ley o por voluntad de partes, o al menos poder determinarse, en
función de un acontecimiento posterior, de acuerdo con el
calendario; porque la ejecución va a empezar una vez transcurrido la
fecha del calendario que menciona la sentencia, pero en tanto, se
puede ir dictando la condena. Con esta figura se permite que el
demandante tenga a la llegada del vencimiento un título de ejecución
en mano, permitiendo así la efectividad de la tutela jurídica.

Otro aspecto que podría considerarse es la posibilidad que frente a


la interposición de una demanda de condena ordinaria, se ponga de
manifiesto que el derecho aún no esté vencido, en ese caso, el actor
podría modificar su demanda a una condena a futuro; si por el
contrario, pendiente una demanda de condena a futuro (ver art. 428
CPC) y se produce el vencimiento antes que recaiga la sentencia,
aquí si cabe sin necesidad de modificar la petición, condenar a la
prestación inmediata.

Invocar la condena de futuro debe ser excepcional y tratada con


mucha cautela, pues, comporta la condena de un sujeto que no es
actualmente deudor y que tal vez, nunca llegue a serlo, porque

pág. 111
jamás incumpliría su obligación; de ahí que tal vez se pueda
entender que nuestro Código Procesal, con suma cautela ha
reducido esta tutela a los casos de desalojo, sea por arrendamiento
o por remate en ejecución forzada. Pensamos sin embargo, que esto
puede replicarse ya que la propia exigencia de acreditación de un
interés especial será garantía suficiente de la excepcionalidad en la
práctica de las condenas de futuro.

EJECUCION DE RESOLUCIONES JUDICIALES DEBE TRATARSE DE UNA


CONSENTIDA O EJECUTORIADA

La ejecución de sentencia es una de las funciones que los órganos


jurisdiccionales desarrollan en el ejercicio de la potestad
jurisdiccional y se lleva a cabo cuando la obligación impuesta en la
sentencia no se cumple voluntariamente por el que haya sido
condenado.
La ejecución de sentencia forma parte de la función jurisdiccional: a
los órganos jurisdiccionales no sólo les corresponde la función de
juzgar, es decir, declarar el derecho al caso concreto (proceso de
declaración), sino también hacer ejecutar lo juzgado (proceso de
ejecución). Así, según el art. 117,3º CE, el ejercicio de la potestad
jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar
lo juzgado, corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales
determinados por las leyes.
En el proceso civil, la ejecución de sentencia es una actividad
sustitutiva. Únicamente despliega sus efectos cuando el condenado
en la sentencia no cumple voluntariamente la obligación que se le ha
impuesto. De ahí que el órgano jurisdiccional no pueda actuar de
oficio sino a instancia de parte, la cual deberá instar la ejecución
mediante la presentación de la correspondiente demanda ejecutiva
ante el juez competente (el que conoció del proceso en primera

pág. 112
instancia). En concreto, dicha demanda hay que presentarla en el
plazo de cinco años siguientes a la firmeza de la sentencia; en caso
contrario, la acción ejecutiva caducará. Ahora bien, también hay que
tener en cuenta que el tribunal no despachará ejecución de la
sentencia dentro de los veinte días siguientes a la notificación de la
misma al condenado, con lo que se viene a conceder a éste un plazo
de cortesía para que cumpla voluntariamente.
Teniendo en cuenta el contenido de la sentencia cuya ejecución se
pretende, en el proceso civil se distingue entre la ejecución de
sentencias de condena dineraria y las ejecuciones no dinerarias
(ejecución por deberes de entregar cosas, ejecución por obligaciones
de hacer o no hacer y ejecución para el cumplimiento de condenas a
liquidar daños y perjuicios, frutos, rentas y la rendición de cuentas).
Por supuesto, en el proceso penal también se puede hablar de un
proceso penal de ejecución en el que se atribuye un papel relevante
no sólo al Juez o Tribunal sentenciador, sino también a los Jueces
de Vigilancia Penitenciaria. Además, en el caso de la ejecución de
penas privativas de libertad, no podemos olvidar el relevante papel
que al respecto tiene la Administración Penitenciaria.

La tutela jurisdiccional efectiva y el debido proceso, son derechos


fundamentales que están recogidos por la Constitución Política del
Estado. Significa ello, que todo justiciable tiene el derecho a que se
le haga justicia, cuando acude al órgano jurisdiccional, a través de un
proceso, donde se le brinden un conjunto de derechos y garantías en
su desarrollo y que lo resuelto sea efectivo. Dentro del contenido del
debido proceso tenemos la pluralidad de instancias, que se accede a
través de los recursos impugnatorios que nos brinda el sistema
procesal. Las partes pueden solicitar, o de oficio el juez puede
aclarar los conceptos oscuros o corregir los errores materiales,
numéricos y ortográficos que pudieran existir en las resoluciones que

pág. 113
emiten. Igualmente, las partes pueden solicitar al Juez que complete
(integre) la resolución respecto de puntos controvertidos no resueltos
en la sentencia. Los plazos para la aclaración y corrección de
resoluciones, son los mismos que rigen para los recursos de
impugnación. Siendo así, no se podría limitar el derecho fundamental
que tiene el justiciable para recurrir a otra instancia a que se revise la
decisión, si es que está pendiente la aclaración o corrección de la
misma. Lo razonable y sensato, para que el derecho a impugnar lo
haga valer en el marco de libertad, garantía y de conocimiento cabal
de la resolución que se va a cuestionar, es que primero se resuelva
la aclaración y corrección. En ese sentido, el plazo para interponer el
recurso de impugnación debe correr a partir de la fecha de
notificación de la resolución que accede o deniega la aclaración y
corrección solicitadas. Los argumentos esgrimidos para justificar una
decisión respecto del plazo para interponer el recurso de
impugnación en sede jurisdiccional, son perfectamente válidos para
justificar la misma solución tratándose de resoluciones
administrativas y de laudos arbitrales. Con la atingencia que nuestra
la Ley de Arbitraje, Decreto Legislativo Nº 1071, en el artículo 58
regula expresamente el tema de la aclaración y corrección de los
laudos, estableciendo plazos para interponerlos, para contestarlos y
para que el tribunal arbitral los resuelva; y, en el artículo 64, cuando
se refiere al trámite del recurso de anulación, señala que el recurso
de anulación se interpone ante la Corte Superior competente dentro
de los veinte (20) días siguientes a la notificación del laudo. Cuando
se hubiere solicitado la rectificación, interpretación, integración o
exclusión del laudo o se hubiese efectuado por iniciativa del tribunal
arbitral, el recurso de Revista de la Maestría en Derecho Procesal,
Vol. 5(1), 2014 (ISSN 2072-7976) [49] apelación deberá interponerse
28
dentro de los veinte (20) días de notificada la última decisión sobre

28
Juan Morales Godo

pág. 114
estas cuestiones o de transcurrido el plazo para resolverlos, sin que
el tribunal arbitral se haya pronunciado

En el proceso civil peruano (y también en otros procesos de nuestro


ordenamiento), la resolución sin contenido decisorio es el decreto,
mientras que las resoluciones con contenido decisorio son las
sentencias y los autos (12). Por consiguiente, los decretos son
resoluciones en donde propiamente no se decide, esto es, no hay
pronunciamiento sobre el derecho discutido o una cuestión suscitada
en el transcurso del proceso. Ello sí ocurre en el caso de los autos y
las sentencias, diferenciándose ambas resoluciones, a su vez, según
aquella cuestión que es resuelta. Más adelante veremos qué es lo
que contiene el decreto si es que, como se ha dicho, no habría una
decisión.

Pasemos a caracterizar cada una de las resoluciones judiciales. 5.1.


Decretos El artículo 121, inciso 1 del CPC, señala: “Mediante los
decretos se impulsa el desarrollo del proceso, disponiendo actos
procesales de simple trámite”. Parecería que el texto equipara el
impulso del proceso con acto de simple trámite, o, más
precisamente, que este último siempre sería un acto de impulso. Ello
no es del todo correcto: hay actos de trámite que no son,
rigurosamente, actos de impulso. La respuesta la da el propio CPC
cuando regula el abandono. Esta figura consiste en una sanción al
demandante que, en la tramitación del proceso en primera instancia,
no realiza ningún acto de impulso (ver artículos 346 y siguientes del
CPC). Pero, es el artículo 348 inciso 3 del CPC el que da mayores
luces sobre esta última figura: “No se consideran actos de impulso
procesal aquellos que no tienen por propósito activar el proceso,
tales como la designación de nuevo domicilio, pedido de copias,
apersonamiento de nuevo apoderado y otros análogos”. Así,

pág. 115
designar nuevo domicilio procesal, pedir copias, apersonar nuevo
apoderado o abogados son pedidos que, evidentemente, requieren
respuesta por parte del juez. Pero esta respuesta no es una decisión
tal como se ha definido: es un acto de simple trámite.

Pasemos a caracterizar cada Parecería que el texto equipara el


impulso del proceso con acto de simple trámite, o, más
precisamente, que este último siempre sería un acto de impulso. Ello
no es del todo correcto: hay actos de trámite que no son,
rigurosamente, actos de impulso. La respuesta la da el propio CPC
cuando regula el abandono a una de las resoluciones judiciales.

Esta figura consiste en una sanción al demandante que, en la


tramitación del proceso en primera instancia, no realiza ningún acto
de impulso (ver artículos 346 y siguientes del CPC). Pero, es el
artículo 348 inciso 3 del CPC el que da mayores luces sobre esta
última figura: “No se consideran actos de impulso procesal aquellos
que no tienen por propósito activar el proceso, tales como la
designación de nuevo domicilio, pedido de copias, apersonamiento
de nuevo apoderado y otros análogos”. Así, designar nuevo domicilio
procesal, pedir copias, apersonar nuevo apoderado o abogados son
pedidos que, evidentemente, requieren respuesta por parte del juez.
Pero esta respuesta no es una decisión tal como se ha definido: es
un acto de simple trámite. De ahí que la respuesta del juez será muy
sucinta. Expídanse las copias certificadas, Téngase por apersonado
al letrado que se indica, etcétera. Es importante diferenciar entre
acto de impulso como acto procesal de parte, el cual contendrá un
pedido de impulso, y acto de impulso como acto procesal del juez, el
cual constituiría estrictamente un decreto. Así pues, el pedido de
impulso el proceso busca activarlo, esto es, que prosiga con su
trámite de acuerdo al procedimiento previsto y a los actos que el juez

pág. 116
debe realizar para que se encamine a su conclusión (eso es
exactamente lo que se exige para que no se declare el abandono).
Pero nótese que el pedido de impulso puede recibir diversas
respuestas por parte del juez: desde un simple decreto hasta una
senda resolución con contenido decisorio. Para efectos del
abandono, lo que interesa no es tanto la respuesta del juez, sino si el
pedido de la parte conduce o no a un impulso o activación del
proceso. Así pues, pedidos de impulso, por ejemplo, pueden ser:
solicitar al juez que expida sentencia, que reprograme una diligencia,
etcétera.

Tenemos, por tanto, el contenido de los decretos puede ser de dos


tipos:

De impulso del proceso: Son aquellos que disponen la continuación


del proceso. Ejemplos: correr traslado de algún pedido previo a la
decisión; declarar que una resolución ha quedado consentida;
disponer que el expediente sea llevado a despacho para resolver,
etcétera.

De mero trámite: Es una respuesta del juez que no dispone la


continuación del proceso sino simplemente atender a un pedido
simple de una parte (si lo hubiere), que no involucra una decisión.
Ejemplos: expedición de copias certificadas (artículo 139 del CPC);
expedición de copias para el Ministerio Público para que evalúe si
ejercita la acción penal (artículos 38, inciso 2; 441, inciso 1; 538,
inciso1; 564, inciso 2; 624, inciso 1; todos del CPC) o para el órgano
de control (artículo 140 del CPC); tener presente un escrito para
mejor resolver; tener por apersonado a un abogado o apoderado,

pág. 117
etcétera. Véase que ninguna de estas resoluciones conduce a la
conclusión del proceso ni tampoco contribuye con su prosecución.

En este punto, a partir de lo defendido en los ítems precedentes,


cabría preguntarse lo siguiente: si es que el objeto de la impugnación
sería concretamente la decisión, ¿qué ocurre con la impugnación los
decretos? Cabe decir que este punto ha sido muy poco explorado en
doctrina. En los decretos el juez no tiene el deber de motivar porque
dicha resolución no posee contenido decisorio. Si no se decide,
entonces no se requiere motivar. Por ello es que el artículo 12 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial (en siglas, LOPJ) es bastante
expresiva al respecto: “Todas las resoluciones, con exclusión de las
de mero trámite, son motivadas, bajo responsabilidad”. Si bien
analógicamente podemos extender las resoluciones de mero trámite
a las de impulso procesal, el punto esencial aquí es que los decretos
no se motivan. ¿Querría decir ello que el decreto, por no contener
decisión alguna, no sería impugnable? La respuesta es negativa,
porque el propio CPC permite que el decreto sea atacado mediante
el recurso de reposición, exigiendo al recurrente, como en el caso de
los otros recursos como la apelación o casación, que fundamente su
pretensión impugnatoria (precisando el agravio y el error). Como se
ha dicho, la impugnación sí se dirige contra la resolución-acto, como
sería el caso del decreto; pero aquí se puede advertir que el recurso
de reposición tendría una finalidad un tanto particular: al no haber
motivación en la resolución impugnada, el recurrente exige al juez
que analice el decreto, forzándolo a dar razones y, esta vez sí, a
decidir si es que dicho decreto está de conformidad con la ley o si,
en caso no lo estuviese, sea revocado. La resolución que se
pronuncia respecto del recurso de reposición es, evidentemente, una
resolución con contenido decisorio, específicamente un auto (ver
infra).

pág. 118
Nótese que si el juez resuelve el mérito recursal de la reposición, el
auto que emita pasará a sustituir la resolución impugnada. En este
caso, por tanto, aunque la legislación sobre los medios
impugnatorios del CPC no realiza un tratamiento diferenciado, el
recurso de reposición sería una impugnación sui generis: una que no
cuestiona propiamente una decisión, sino, en realidad, lo que podría
denominarse un pronunciamiento meramente de ordenación.

Un pronunciamiento meramente de ordenación presupone la emisión


de una mera orden, cuya característica principal es que no está
justificada. De hecho, sí hay un juicio subsuntivo (encuadramiento
del hecho en una norma procesal) por detrás de este
pronunciamiento, pues, de lo contrario, no habría aplicación del
derecho. La particularidad es que este juicio no ha sido expresado
porque el juez no está obligado a motivar. Pues bien, si es que la
justificación exige no precisamente dar cuenta de los motivos sino,
realmente, explicitar las razones que permiten considerar una
decisión como aceptable o racional (Atienza 2013, 114-15), en un
decreto no hay manera de determinar si es que existió o no una
adecuada justificación y, por tanto, si se realizó bien o mal dicho
juicio subsuntivo. En efecto, cuando el juez dice “Téngase presente”,
“Tráigase los autos a despacho para resolver” o “Téngase por
apersonado al letrado que se indica”, ni siquiera suele invocar el
artículo que contiene la norma procesal pertinente y, si lo invoca, no
justifica porqué sería dicha norma la aplicable: simplemente emite
una mera orden.

Asimismo, no debe olvidarse que, por definición, una decisión


resuelve una cuestión. Esta particularidad es importante, puesto que
pedir el apersonamiento de un abogado o solicitar tener presente el

pág. 119
cambio de domicilio no constituye ningún punto fáctico o jurídico que
incida sobre el derecho discutido ni sobre algún punto fáctico o
jurídico en la tramitación del proceso.

A partir de esta constatación bien podría argumentarse, desde una


perspectiva estrictamente pragmática, que al recurrente que
interpone un recurso de reposición no debería exigírsele la misma
rigurosidad en el cumplimiento de los requisitos de admisibilidad y
procedencia que en el caso, por ejemplo, de un recurso de apelación
o casación. En efecto, si este recurso busca forzar al juez a motivar,
mediante una auténtica decisión, si es que el decreto es o no
correcto, entonces al recurrente debería bastarle, de forma muy
superficial, expresar cuál debió haber sido el sentido del decreto y en
base a qué norma debió ser así.

En los casos judiciales, para que proceda la ejecución debe haber


vencido el plazo para el cumplimiento de la prestación que ella ha
fijado, para recién proceder a ejecutarla. El impulso es instancia de
parte.

Sobre el cómputo de dicho plazo, hay dos criterios que se invoca:


desde la notificación de aquella en la apelación y a partir de la
notificación de la providencia “por devuelto”

Cuando la sentencia no determina plazo para su cumplimiento, ella


es susceptible de ejecución, inmediatamente de quedar consentida o
ejecutoriada. Distinto es el caso que la sentencia que disponga hacer
o no hacer alguna cosa. Allí el código procesal exige que el juez
señale el plazo para la ejecución. Véase el caso de la entrega del
bien mueble determinado, aquí el juez atendiendo a la naturaleza de
la obligación, debe fijar un plazo para la entrega.

pág. 120
En general debemos tener en cuenta lo indicado por el Tribunal
Constitucional quien nos explica que “en el proceso de ejecución, no
puede debatirse de nuevo sobre el contenido de la sentencia que se
ejecuta ni sobre la interpretación y consecuencias de su fallo, ya que
es la propia sentencia la que marca el ámbito de lo que ha de
ejecutar. Para ello, no solo debe tenerse en cuenta la literalidad del
fallo, sino que este debe interpretarse de acuerdo con los
fundamentos jurídicos de la sentencia y con las pretensiones del
recurrente, es decir, dentro de su propio contexto.

Morales Godo Nuestro Código Procesal regula el tema de la


aclaración, a través de dos artículos específicos, 406 y 407,
regulando en el primero, la aclaración propiamente dicha y en el
segundo, la corrección de la resolución. La aclaración, contiene un
único supuesto y es el relativo a la presencia de algún concepto
oscuro o dudoso; mientras que en la corrección existen los
supuestos de corrección de errores materiales, numéricos,
ortográficos y, además, la posibilidad de completar la resolución con
algún punto controvertido no resuelto en la sentencia

La existencia de una condena o prestación a satisfacer se da cuando la condena


se produce cuando habiendo sido objeto de una condena a reparar daños y
perjuicios, pues no es posible precisar la cuantía a que debe ascender la
indemnización por eso la prestación impuesta al demandado en una sentencia de
condena con reserva de vienes en una condena a futuro.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

La ejecución de sentencia se produce cuando la resolución ha


quedado firme ya sea consentida o ejecutoriada, es decir que
existe cosa Juzgada o acto procesal que se homologue como

pág. 121
tal, el cual puede hacerse cumplir indefectiblemente con el
auxilio de la fuerza pública, su petición es al juez o a la sala
Superior que conoció el proceso.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

En general, debemos tener en cuenta lo indicado por el Tribunal Constitucional


quién nos explica que en el proceso de ejecución, no puede debatirse de nuevo
sobre el contenido de la sentencia que se ejecuta ni sobre la interpretación y
consecuencias de su fallo, ya que es la propia sentencia la que marca el ámbito de
lo que ha de ser ejecutado.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

Las resoluciones judiciales o de sentencian es todo aquello que


busca ejecutar los pedidos de las partes, así como la efectividad
y eficiencia de los títulos de ejecución (como laudos, actas de
conciliación, sentencias, etc.).

Comentario de alvaro gonzales


En primer lugar, cuando las partes una vez notificada, dejan
transcurrir los plazos sin interponer recurso alguno; cuando,
pese a la circunstancia de haberse interpuesto y concedido un
recurso se lo declara improcedente por no cumplir con la carga
de expresar agravios o presentar la tasa judicial. Una sentencia
ejecutoriada en la primera instancia o cuando es infunda, es
revocado en segunda instancia

IV

CAPITULO

pág. 122
I. Legitimación para actuar como parte en el proceso.
La legitimación viene determinada por el título. A pasar de que la
redacción del artículo 690 del CPC considera que “está legitimado
para promover ejecución quien en el titulo tiene reconocido un
derecho en su favor”29, hay circunstancias en las que la ejecución
puede realizarse por y frente a quienes no aparecen en el título,
como es el caso de la fusión y la absorción de las personas jurídicas.
En estos supuestos nos encontramos ante la legitimación derivada,
porque surge después de la formación del título. Señala Montero
aroca,30 “el titulo determina la legitimación activa y pasiva. El
aparecer en él es suficiente para que el juez despache la ejecución.
Es posible que el ejecutado se oponga a la ejecución alegando que
no existe ya el derecho material (porque pagó entre la sentencia
firme y la iniciación de la ejecución) pero ello no afecta a la
legitimación sino al fondo del asunto.

Así, por ejemplo, en el proceso de ejecución de garantía, los


emplazados principales son los garantes hipotecarios, quienes
deberán responder con el bien afectado, la obligación de su
garantizado. El hecho de emplazarse también al deudor principal,
solo es para efectos del pago o contradecir la liquidación del saldo
deudor, pues el remate del bien no le alcanzara en este proceso. (N°
98-28070-598, sala de procesos ejecutivos).
Puede darse el caso de que se pida la ejecución por persona no
designada en el titulo o que no afirme su legitimación por sucesión.
En este caso el juez no deberá admitir la ejecución por falta de
legitimación, caso contrario, ejecutado podrá alegar la excepción que
recoge el inciso 6 del artículo 446 del CPC.

29
Código Civil. Articulo 690-Edición agosto 2017, p.30.
Montero aroca “el título determina la legitimación activa y pasiva. El aparecer en él es suficiente para que el juez
30

despache la ejecución”.

pág. 123
En caso de litisconsorcio necesario, sea activo o pasivo, este sigue
manteniéndose en la ejecución, sin embargo, hay situaciones que
permite que el requerimiento no se haga a la totalidad de los
litisconsortes, véase en caso de la condena al pago de una cantidad
de dinero. Basta iniciar la ejecución contra uno de los deudores, para
que la obligación queda satisfecha.

Con relación a la legitimación extraordinaria, señala Montero Aroca


que es posible estar legitimado sin afirmar la titularidad activa de la
relación jurídica31. Es así que es posible utilizar la acción
subrogatoria respecto de la acción ejecutiva. Cita como ejemplo el
caso del deudor que ha obtenido a su favor una sentencia contra un
deudor suyo, y no insta la ejecución; el acreedor, después de haber
perseguido los bienes que estén en posesión del deudor para
realizar cuanto se le debe, puede ejercitar todas las acciones de este
y por tanto también las ejecutivas.

Respecto de otras legitimaciones, señala Montero Aroca “habrá de


estarse al caso concreto para comprobar si el Ministerio Fiscal, las
asociaciones, corporaciones y grupos pueden o no instar la
ejecución, aunque no hubiese sido parte en el proceso de
declaración y no figure, por tanto, en el título, pero en principio la
legitimación tiene que poder comprender también la ejecución. Así, si
la fábrica ha sido condenada a colocar una depuradora de aguas
residuales y el demandante no insta la ejecución ¿podrá hacer la
asociación, corporación o grupo que actúa en defensa de los
derechos o intereses colectivo? Creemos que sí”.

La norma permite que cuando la ejecución pueda afectar el derecho


de tercero se debe notificar a este con el mandato ejecutivo o de

31
Montero Aroca, que es posible estar legitimado sin afirmar la titularidad activa de la relación jurídica.

pág. 124
ejecución. Tercero es quien no es parte de la relación procesal, pero
tiene un interés jurídico relevante en el objeto de discusión.

En la ejecución interviene cuando se puede afectar el derecho de


crédito de un tercero frente al ejecutado. Si ese crédito de
preferencia con relación a un bien determinado, el principio de
subsistencia de las cargas preferentes, y anteriores significa que no
se verá afectado, pero cuando la preferencia es genérica forzará a
tercero a acudir a la tercería de mejor derecho. Nótese que la
comunicación a los terceros acreedores no se exige con el mandato
de ejecución o ejecutivo sino en la etapa de la ejecución forzada (ver
el artículo 726 del CPC) porque el ejecutado deudor perfectamente
puede aptar por satisfacer la obligación dentro de plazo asignado por
el juez, evitando de esta manera, el inicio de la ejecución forzada.

Por otro lado, en el supuesto que se convoque a remate público


como resultado de la ejecución forzada, un inmueble embargado,
pero se omite notificar al acreedor hipotecario no ejecutante, pese a
que la copia certificada de la ficha registral señala la existencia de
una hipoteca constituida a favor del tercero con anterioridad al
embargo trabado en el proceso de actual ejecución, no resulta valido
el argumento que ha aperado la notificación al tercero acreedor
hipotecario, en aplicación del artículo 690 del CPC, con las
publicaciones en el periódico, contienen la convocatoria a remate
público; por tanto, continuar el proceso obviando la notificación
formal a tercero acreedor no ejecutante permitiría sumir la tesis de la
afectación al derecho a la defensa de esta parte.

Hay circunstancias que puede colar al tercero en una posición


pasiva, como es el caso cuando se dirige la ejecución sobre bienes
que son de una propiedad en su totalidad o en parte. Véase el caso

pág. 125
de la transferencia de un bien hipotecado. Cuando la ejecución
persigue bienes hipotecados y estos han pasado a poder a un
tercero, aparece todo un sistema de intervención del mismo en el
proceso. Conforme lo dispone el artículo 1117 del CC “el acreedor
puede exigir el pago al deudor, por la relación personal; o al tercer
adquiriente del bien hipotecado, usando de la acción real. El ejercicio
de una de estas acciones no excluye el de la otra, ni el hecho de
dirigirla contra el deudor, impide se ejecute el bien que este en poder
de un tercero, salvo disposición diferente de la ley”. En este sentido,
la sala Comercial de Lima se ha pronunciado así: “conforme se
advierte de los testimonios de compraventa, que los posteriores
adquirientes del inmueble materia de ejecución conocían de
gravamen, además de la publicidad del registro. Por tanto, mal
puede pretender desconocer el gravamen existente, afirmando la
inejecutabilidad de la hipoteca por no haber intervenido los
adquirientes directamente en su constitución, pues su condición de
no deudores no hace inejecutable al gravamen de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 1117 del CC”.

La ejecución puede continuar también respecto de bienes


embargados en forma de inscripción que se ha trasmitido después
del embargo, en esos casos, la ejecución se dirige contra el bien que
es de un tercero asumiendo este la carga hasta el monto inscrito al
momento de la transferencia (artículo 656 del CPC) 32.

En ambos supuestos, pueden los terceros intervenir sujetándose a lo


dispuesto en el artículo 101 del CPC, mediante solicitud que tendrá
la formalidad prevista para la demanda, en lo que fuera aplicable,
debiendo acompañar los medios probatorios correspondientes. Tanto
el artículo 690 en comentario y el artículo 726 del CPC se orienta a
32
Codigo Civil. “cuando se solicita recabar información sobre el movimiento económico de una empresa de
persona natural o jurídica….P. 624”

pág. 126
regular el tratamiento de la concurrencia de acreedores en relación a
los viene materia de ejecución. Para que este artículo sea útil, la
notificación al tercero debe entenderse como obligatoria, porque
estamos ante el supuesto de terceros forzados u obligados, no a
concurrir, sino a ser citados con el mandato de ejecución.

La redacción original del artículo 690 ha sido alterada por las


modificaciones contenidas en el D, Legislativo N° 1069 de su actual
texto podemos decir que el artículo está estructurado bajo dos
supuestos, como hemos pedido apreciar: la primera parte hace
referencia a la legitimidad para actuar como parte en el proceso, sea
como demandante o como demandado. En este último caso, cuando
se trata de legitimidad pasiva, el texto anterior de ese artículo
contemplaba la posibilidad de promover ejecución contra aquel que
en el mismo título tiene la calidad de obligado; sin embargo, dicha
referencia normativa, tal como estaba redactada, no asumía de
manera expresa la posibilidad de acoger como legitimados pasivos a
terceros, para garantizar las obligaciones de pago sumidas de
terceros. Véase el caso del propietario, que entrega en hipoteca un
bien de su propiedad a favor de un acreedor, para asegurar la
obligación de pago de un tercero. Como se puede apreciar en el
texto modificado, la legitimación que invoca para promover la
ejecución de sustentaba en el titulo ejecutivo, en el que el acreedor
tenía reconocido un derecho a su favor, contra aquel que en el
mismo título tenía la calidad de obligado; no contemplando la
posibilidad de que una tercera persona hubiera constituido garantía
sobre un bien de su propiedad para garantizar deudas por terceros,
como señala en el artículo 1097 del CPC “por la hipoteca se afecta
un inmueble en garantía de cumplimiento de cualquier obligación
propia o de un tercero”. Nada impide que un tercero ajeno a la

pág. 127
relación obligatoria afecte un bien de una propiedad en garantía del
cumplimiento de una obligación asumida por otra persona.

Otro aspecto que incorpora la norma es la aplicación de las reglas


del litisconsorcio necesario pasivo a la concurrencia de sujetos
pasivos, uso como obligados y otros como terceros garantes, a pesar
de que ambos no son titulares de la misma obligación principal.

La hipoteca se constituye en respaldo de una obligación, por ello es


un derecho accesorio, pues como regla general supone la existencia
de una obligación. Señala Bigio, que es preciso hacer una distinción
entre la situación del deudor hipotecario y la del tercero que
constituye hipoteca por deuda ajena (al que la doctrina suele llamar,
indistintamente como dador de hipoteca o hipotecante no deudor) 33,
por cuanto su responsabilidad es diferente frente al acreedor. “el
deudor hipotecario responde con todos sus bienes si el precio de
realización del bien hipotecado no fuere suficiente; en cambio, la
responsabilidad del dador de hipoteca se limita al bien que sirva de
garantía. El dador de hipoteca no se convierte en deudor de la
obligación por consentir en la constitución de la hipoteca, sino
solamente tiene la calidad de responsable y ese responsabilidad
tiene su expresión concreta en el valor de realización del inmueble
afectado; por consiguiente, el acreedor frente al deudor hipotecario
puede hacer ejercicio de la denominada prenda genérica sobre sus
bienes (conocido también como responsabilidad universal de sus
bienes), si la venta del bien hipotecado no alcanzare para cubrir su
crédito. Por el contrario, el acreedor de dicho derecho ante el
hipotecante no deudor, que precisamente limita su responsabilidad al
bien hipotecado. La segunda parte de este artículo hace referencia a

33
Bigio, que es preciso hacer una distinción entre la situación del deudor hipotecario y la del tercero que
constituye hipoteca por deuda ajena (al que la doctrina suele llamar, indistintamente como dador de hipoteca
o hipotecante no deudor)

pág. 128
la situación de los terceros legitimados. Se incorpora la posibilidad
de notificar a estos, mediante edictos, cuando se ignore su domicilio.
Un referente para deslindar que no se conoce el domicilio, esto es,
que se ignore este, es la información que aparece almacenada en el
Registro Nacional de Identificación. La dirección domiciliaria,
declarada por el tercero ante el Reniec constituye su domicilio sobre
el cual deberán recaer las notificaciones que se dirijan a él; en caso
contrario, cuando el Reniec informare que no existe, se procederá a
la notificación mediante edictos.

Para entender mejor se hace una pregunta que, ¿Qué es la


legitimación?

Es uno de los términos más debatidos y más confusos del derecho


procesal.

Guarda estrecha relación con la idea de capacidad, pero se


diferencia de ella en que mientras la capacidad define las
condiciones generales para intervenir en el proceso, la legitimación
determina las condiciones necesarias para poder participar en un
proceso concreto en atención al derecho material que se acciona. No
constituye un presupuesto del derecho al proceso, sino un requisito
de la acción que se ejercita en el proceso, que deriva de la titularidad
de la acción que se reclama, pues, en definitiva, la legitimación se
determina por esa titularidad.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La legitimidad en el proceso ejecutivo se trata de una acción de
la sentencia, por el cual este es considerado como un elemento
que permite así al juez su pronunciamiento de controversia

pág. 129
sobre la demanda ejecutiva, por el que este expide una
sentencia favorable.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

La legitimación Consiste en un derecho a la jurisdicción y en la facultad de


accionar ante los Tribunales un determinado derecho, por lo que puede decirse
que es la facultad de promover e intervenir en un proceso concreto como parte
activa o pasiva, Ya que la legitimación se puede definir como la relación de la
parte con la relación jurídica objeto de la demanda que le permite proseguir
válidamente el proceso.

COMENTARIO DE ALVARO:
La legitimación a mi punto de vista es una relación de la parte
con relación jurídica objeto de la demanda que nos permite
proseguir válidamente el proceso.

La ejecución puede continuar también respecto de bienes


embargados en forma de inscripción que se han transmitido
después del embargo, en estos casos la ejecución se dirige
contra el bien que es de un tercer.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
Como ya es de conocimiento de todos, la legitimidad para
actuar en el juicio o en el proceso, se puede decir que es una
condición de la acción y como tal, pues, no cualquier persona
son legitimados para actuar en el proceso, en el proceso se
intervienen las personas que son afectadas directamente e
indirectamente.

LA LEGITIMACIÓN ACTIVA Y PASIVA


La legitimación en el proceso ejecutivo tiene dos figuras:

pág. 130
a) La legitimación activa, es quien figura como acreedor en el título
b) La legitimación pasiva, es quién figura como deudor o tercero
responsable en el título.
Es importante que la condición de acreedor, deudor o responsable
(aval, fiador, codeudor o responsable solidario) se encuentre
establecida de manera fehaciente, con el fin de evitar malos ratos,
gastos innecesarios y carga procesal.

TRATAMIENTO DE LA LEGITIMACIÓN PROCESAL EN EL


DERECHO NACIONAL Y EN EL DERECHO COMPARARDO

Una vez examinado los conceptos básicos dentro del estudio del
Derecho Procesal, y que servirán de base determinar el tratamiento
procesal que se le debe dar a la falta de legitimación procesal de
alguna de las partes, nos corresponde analizar el tratamiento que ha
recibido este concepto por la doctrina tanto nacional como extrajera.
Debemos señalar eso sí, que, en Chile, prácticamente no existe un
análisis acabado de lo que debe entenderse por legitimación, y
menos aún, el tratamiento procesal que se le debe dar en caso de
ausencia de ella en alguna de las partes que actúan en el proceso.
Distinta es la situación en el derecho extranjero, donde hace más de
cinco décadas que el concepto legitimación procesal, sus alcances y
efectos dentro del proceso ha sido objeto de estudio y, donde el juez
está facultado para obrar de oficio, frente a una demandada o
actuación procesal donde el actor carece de legitimación para actuar.

LA LEGITIMACIÓN PROCESAL EN EL DERECHO ITALIANO

Comenzaremos explicando el pensamiento de uno de los grandes


procesalistas italianos seguidor de la doctrina de Chiovenda;
estamos hablando de Francesco Carnelutti y posteriormente

pág. 131
analizaremos el pensamiento de Enrico Allorio, para concluir con
Gian Antonio Micheli.

a. Concepto y tratamiento de la legitimación procesal según Francesco


Carnelutti34
Con anterioridad se señaló la forma que este autor concibe la acción
la cual es un derecho subjetivo procesal, abstracto y público, que se
dirige en contra del estado y persigue la justa composición del litigio.
Ve en la acción, un medio para promover el proceso cuyo objetivo es
resolver el litigio con justicia, estima, además, que no es esencial
que el accionante sea titular de la relación substancial controvertida,
pero exige que tenga interés en la composición de litigio. La acción
impone al juez una obligación procesal, que se satisface con el
proceso, cualquiera que sea su resultado. Cuando una parte sí tiene
acción, a ella corresponde una obligación del juez, y por eso sería un
derecho subjetivo procesal. La obligación del juez es proveer, aun
cuando no lo haga favorablemente a la parte. Concluye que la acción
no debe ser ya considerada como un derecho a un juicio favorable,
sino simplemente como un derecho a juicio. Según esta concepción,
la teoría expuesta por Carnelutti, forma parte de aquellas
denominadas dualistas abstractas.
Así, Carnelutti parte del siguiente pensamiento, para pretender
comprender qué es la legitimación procesal, y señala: “el juez debe
escuchar, sí; pero ¿a quién debe escuchar? Naturalmente a quien
tiene derecho a hacerse escuchar; pero ¿quién es aquel al cual
pertenece este derecho?”. Para responder a esta interrogante, el
autor utiliza el concepto de parte bajo dos supuestos o significados,
uno tomado como parte en sentido material, y el otro, como parte en
sentido procesal; sujeto de la litis y sujeto de la acción
respectivamente. Así, quien habla y debe ser escuchado es quien le
34
Carnelutti, Francesco. Derecho Procesal Civil y Penal, Tomo I, Derecho Procesal Civil y Proceso.
Traducción de Santiago Sentis Melendo, Editorial Jurídica Europa-América, Buenos Aires, 1971, p. 128.

pág. 132
corresponde el oficio de parte en sentido procesal, pero al determinar
qué relación existe entre la parte en sentido procesal y la parte
entendida en sentido material, surge el problema de la legitimación,
porque no siempre la parte en sentido material es quién pretende ser
escuchado en juicio. Carnelutti continúa y expresa que “en línea de
principio, hay identidad entre quien es parte en un sentido y quien es
parte en el otro, entre el sujeto de la litis y el sujeto de la acción; pero
puede también darse una divergencia entre los dos sujetos; a esta
divergencia se refieren los tres institutos de la representación, la
sustitución y la intervención accesoria”. 35 Tanto en la representación
como en la sustitución, es otra la persona que toma el puesto de la
parte material del proceso, y quien debe ser escuchado es un
hombre diverso de aquel en cuyo beneficio o daño el juez juzga y
decide, es decir, la persona quién en definitiva radican los efectos de
la actividad jurisdiccional. La representación ocurre cuando el sujeto
de la litis no puede o porque no quiere operar en juicio por sí, y
hablamos de representación necesaria y voluntaria o facultativa
respectivamente. La primera se le suele denominar representación
legal, por cuanto es la ley la que determina la persona del
representante, a esta se le opone la negocial, ya que en cuanto a los
casos de representación facultativa es el sujeto de la acción el que le
confiere el poder a otro de operar en lugar suyo. La representación
no es instituto propio del derecho procesal, ni ha surgido del estudio
del derecho procesal; por el contrario, el instituto se ha trasladado a
la ciencia del proceso desde la ciencia del derecho sustancial, en
particular del derecho privado.
Existe otro caso, muy particular y que toma en consideración nuestro
autor italiano, y es aquél que hace referencia a la sustitución
procesal, donde una persona diversa del sujeto de la litis opera en el
proceso por el propio interés, es decir, en cuanto a la satisfacción del

35
Carnelutti, F., op. cit., p. 129.

pág. 133
interés del sujeto de la litis constituye también un interés propio, esto
sucede típicamente cuando el acreedor toma en el proceso el lugar
del sujeto de la litis. Institución reconocida en el Derecho Italiano en
virtud del artículo 2900 del Código Civil Italiano y por el artículo 81
del Código de Procedimiento Civil que expresa: “fuera de los casos
expresamente previstos por la ley nadie puede hacer valer en el
proceso en nombre propio un derecho ajeno”, precepto que es
criticado por el autor italiano y que por amor a la precisión de la
institución de la sustitución debiera decir: “nadie puede promover en
nombre propio un proceso para la declaración de certeza de un
derecho ajeno”.36
Así, analizado estos dos conceptos, y descrito cual es la situación
que genera el estudio del problema de la legitimación, y que no es
otro que la investigación en torno a la relación entre parte en sentido
material y parte en sentido procesal, Carnelutti señala que “este
concepto sirve para expresar la idea de un modo de ser del sujeto,
del cual depende que le pertenezca o no le pertenezca un derecho,
de ahí la afinidad de la legitimación con la capacidad”22, afinidad
que a su juicio, no ha sido fácil distinguirlas e incluso se confunden;
por ello el autor italiano expresa que la capacidad se refiere al modo
de ser del sujeto en sí, en cambio la legitimación se refiere a un
modo de ser respecto de otros, es decir, a una relación con los otros.
En conclusión, las diversas posiciones examinadas en este párrafo
constituyen precisamente el título de legitimación de parte, o sea la
pertenencia de la parte del ius agendi como contrario al ius
postulandi, algo similar a la distinción entre la distinción que realiza
Chiovenda entre legitimatio ad causam y legitimatio ad processum.
Carnelutti señala que “la legitimación es un requisito necesario, pero
no suficiente para el ejercicio de la acción o sea para conferir a
alguno el derecho de hacerse escuchar por el juez a fin de que este

36
Carnelutti, F., op. cit., p. 130.

pág. 134
pueda proceder a la composición de la litis. Podría ocurrir que, aun
cuando legitimado, quién propone la demanda no tenga interés en
proponerla en el sentido del que la misma sea acogida no presenta
para él ninguna utilidad práctica; si por ejemplo, yo pidiese la
declaración de un derecho frente a un obligado que no lo niega,
incluso que lo ha reconocido explícitamente, haría trabajar al juez en
vacío”37; observación que realiza a partir de lo que señala el artículo
100 del Código de Procedimiento Civil Italiano: “para proponer la
demanda o para oponerse a la misma es necesario tener interés en
ella”. Entonces, a juicio de Carnelutti, toda persona que tenga interés
para obrar debe tener legitimación mientras, por el contrario, quien
está legitimado no siempre tendrá interés; lógicamente que el
problema de la legitimación precede al problema del interés para
obrar, pues este, se refiere, no a la pertenencia, sino al ejercicio de
la acción, aclarando que la legitimación al igual que la capacidad se
refiere al modo de ser subjetivo, mientras que el interés concierne al
modo de ser objetivo (causal) del acto.
Ahora bien, el tratamiento procesal que le da Carnelutti a la falta de
legitimación de quien actúa en juicio se resume de la siguiente
forma: “si quién propone la demanda no está legitimado para
proponerla, el juez tiene sin embargo, la obligación de pronunciar
una providencia, que veremos es una obligación negativa, en cuanto
al juez decide no decidir, pero que debe tener la misma forma que
cualquier otra decisión; la dificultad de este caso está precisamente
en la falta de conciencia entre la obligación del juez y el derecho de
parte”. Para superar esta dificultad, Carnelutti después de una larga
evolución de su pensamiento (reflejado en la primera edición de la
teoría general del derecho del año 1940, y en las sucesivas)
concluye que no sólo los sujetos que tienen respecto de la litis
cualidad de parte y, por tanto, provistos de legitimación pueden

37
Carnelutti, F.. op. cit., p. 132.

pág. 135
alegar la carencia de ella en la persona que deduce una demanda,
por el contrario, esta facultad de las partes del proceso, no impide
obligar ni desconocer el interés del juez para pronunciarse respecto
de una demanda interpuesta por una persona que carece de
legitimación para interponerla, porque en el caso de quien sin estar
legitimado, propone una demanda judicial, falta también aquel
mínimo de apariencia necesaria para garantizar la justicia en un
proceso.

b. Concepto y tratamiento de la legitimación procesal según Enrico


Allorio

Este autor, es otro de aquellos que ha tratado el tema de la


legitimación procesal, y si acaso se puede decir, de una manera más
profunda que el anterior. Trataremos la concepción y tratamiento
procesal de la legitimación dividido en diferentes acápites,
concluyendo con la crítica que hace a las decisiones del Supremo
Colegio, tal como lo hace en su libro Problemas del Derecho
Procesal.

c. La legitimación y la precisión de lenguaje

Allorio parte por definir el concepto de legitimación procesal,


aduciendo que este tiene dos significados y señala que “en primer
lugar, la posición que, según las reglas del derecho procesal, alguien
puede pedir en nombre propio al magistrado (legitimación activa), o
frente a alguien puede pedirse al magistrado (legitimación pasiva),
que pronuncie en mérito sobre una cierta controversia, pero que

pág. 136
designe en segundo lugar, y promiscuamente, la posición de
titularidad activa o subjetiva pasiva, según las reglas del derecho
sustancial, de la relación acerca de la cual se discute, naturalmente
en la hipótesis que esa relación exista” 38. A juicio del autor italiano no
hay ventajas de utilizar una misma palabra, para dos ideas
totalmente diferentes y que corresponden a dos situaciones a las
cuales no se podrán nunca aplicar el mismo tratamiento jurídico.
El autor italiano estima que el uso curial del término legitimación,
relacionándolo con la noción de derecho sustancial, es decir, con la
subjetividad activa o pasiva de la relación sustancial en discusión, no
corresponde a una visión avalada acríticamente, o controlada con
una severidad científica.
A criterio del autor italiano, la doctrina ha elaborado un concepto
firme y técnico de lo que debe entenderse por legitimación, concepto
que responde a la siguiente regla: “nadie puede, en nombre propio
accionar o ser demandado a contradecir en juicio sino por una
relación de la cual se atribuya, o se le atribuya a él, la subjetividad
activa o pasiva”26, regla que sufre excepciones en instituciones
como la sustitución procesal y la intervención por adhesión. Pero,
atengámonos a la regla antes señalada, y determinando su alcance
podemos señalar que, para que una persona tenga legitimación debe
cumplir con ciertas condiciones necesarias y suficientes, que
corresponden a la subjetividad, no de la relación sustancial, sino de
la pretensión. Allorio a través de un ejemplo, que citaremos
textualmente, delinea el planteamiento anterior: “si el actor Primus
afirma ser acreedor de Secundus, o propietario de la cosa X,
detentada, según lo que el actor asevera, por Secundus, está por
tanto verificada la condición suficiente y necesaria para que exista la
legitimación activa y pasiva. Afirmada ésta, es lógico que surjan
ulteriores interrogantes como el de si Primus (y no, por ejemplo,
38
Allorio, Enrico. Problemas del Derecho Procesal, Traducción de Santiago Sentis Melendo, Editorial Jurídica
Europa-América, Buenos Aires, Tomo II, año 1961, p. 251-252.

pág. 137
Tertius, al cual Primus ha cedido, o habría cedido, el crédito antes
del juicio) es verdaderamente acreedor de Secundus, o bien de que
Primus (y no Quartus, en virtud de la usucapión madurada a su
favor) es verdaderamente propietario de la cosa detentada por
Secundus”. En base a este ejemplo, el autor italiano estima que las
cuestiones relativas a la titularidad de la relación sustancial, es decir,
al hecho de que, en el ejemplo citado, Primus sea acreedor o dueño
de la cosa objeto de la pretensión, no constituye un problema de
legitimación. Por el contrario, desde el punto de vista lógico,
concierne a cuestiones de mérito relevantes en orden a la decisión
acerca del derecho sustancial. Por ello, a pesar de que sea
infundada, y aún más, temeraria, la afirmación del actor de la
subjetividad activa propia (y pasiva del demandado) de la relación
deducida en juicio, ello no induce carencia de legitimación, sino falta
de fundamento en la demanda.
legitimación y consideración hipotética de la existencia de la relación
Al parecer, a criterio de Allorio, la confusión que existe entre el
concepto de legitimación y titularidad del derecho discutido, tal como
lo plantea Carnelutti, propende, más que dilucidar el concepto, a
confundirlo, pues para este autor, la titularidad efectiva de la relación
sustancial discutida es una cuestión de mérito, de fondo; en cambio
la posibilidad de que si el derecho existe, y exista a favor de la
persona que reclama, es una cuestión de legitimación. Con ello, a
juicio de Allorio, Carnelutti ha querido decir que, cuando se
contempla la cuestión relativa a la titularidad del derecho, la
existencia de este se considera hipotéticamente, pues no se sabe si
existe, pero se lo da por momentáneamente admitido, a fin de ver
entretanto a quien corresponde, para el caso de que exista. Ante el
pensamiento del destacado procesalista italiano, Allorio señala:
“acaso no sea inútil observar que la opinión Carnelutiana, según la
cual la efectiva (y no simplemente afirmada) subjetividad de la

pág. 138
relación discutida es condición de legitimación para accionar, podría
encontrar justificación sólo en el ámbito de una concepción más
atrasada (y en Italia superada incluso por mérito de Carnelutti) de las
relaciones entre derecho sustancial y proceso: de una concepción,
para entendernos, que vea en la acción un derecho concreto,
proyección, sobre el proceso de un derecho sustancial (en cuyo caso
sin embargo, bueno será advertirlo no sólo la titularidad de la
relación sustancial, sino toda condición referente a la existencia de
ella viene a incidir sobre la existencia de la acción)” .
Ahora bien, es lógico que para los autores que parten de una noción
de acción como derecho concreto, ligado al hecho de ser titular de la
relación sustancial, el problema de la legitimación para accionar se
planteó como un problema de titularidad del derecho privado
discutido, posición de Chiovenda; hoy en día seguida por Satta,
quien señala que “esta posición jurídica es, de ordinario (aparte
actoris), la titularidad del derecho que se hace valer. Así, el
propietario, el acreedor, son las partes en el juicio correspondiente
de reivindicación y condena” 39. Para otro sector de la doctrina
italiana, y partiendo de la premisa opuesta (acción como derecho a la
providencia de mérito, se tenga o no razón en el plano sustancial),
inevitable es concluir que la legitimación no pueda presuponer la
titularidad de la relación, sino, únicamente la afirmación de él, este
concepto de la legitimación ad cuasam ha sido expuesto por Betti y
por Garbagnati, incluso, a contrario de lo que se puede pensar, por lo
señalado al comienzo del estudio de Allorio, por el propio Carnelutti
quien define al no-legitimado como aquel “que no afirma siquiera que
el derecho hecho valer le pertenezca, y sin embargo propone la
demanda para su declaración de certeza”40 .

39
Satta, Derecho procesal Civil, citado por Allorio, E.. op. cit., p. 257.
40
Carnelutti, Francesco. Instituciones del Nuevo Procedimiento Civil Italiano, citado por Allorio, E., op. cit, p.
258.

pág. 139
En conclusión, Allorio, estima que el problema de la legitimación, y
su regulación, corresponde a las normas del derecho procesal, y no
a las del derecho sustancial. Utilizando los conceptos del autor
italiano, el estudio de la legitimación configura cuestiones de rito y no
de mérito. Esto se debe a la clara distinción que realiza el autor entre
la legitimación para accionar, la cual no debe ser confundida con el
concepto interés para accionar, y la titularidad de la relación
controvertida, lo que sin embargo, no justifica la renunciabilidad de
oficio por parte del juez, de la carencia de legitimación o de la
carencia de la titularidad de la relación sustancial, pues a juicio de
Allorio, todo hecho que sea relevante para la decisión de la relación
litigiosa, puede ser denunciado de oficio, a menos que la ley lo
prohíba, por lo que cabe, denunciar de oficio por el juez que conoce
la causa, tanto la falta de legitimación (entendida como la mera
afirmación de ser titular de la relación sustancial) como la falta
(efectiva) de la titularidad de la relación sustancial discutida.

COMENTARIO DE ALVARO:

Para notificarlo con el mandato de ejecución, con lo regulado en


el art.960, que acoge la intervención de terceros legitimados, a
quienes se les aplicara las reglas del artículo 101 del CPC. La
ejecución de garantías hipotecarias o en el embargo
persecutorio, cuando se ofrece la posición de los ocupantes de
los inmuebles.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

Tercería es la intervención de un tercero en un proceso judicial en el que se ve


perjudicado y formula una pretensión en el litigio incompatible con las demás
pretensiones La intervención procesal se trata de una figura -pacíficamente
admitida por la doctrina y la jurisprudencia- en virtud de la cual se permite a
personas, que no eran inicialmente demandantes ni demandadas en un proceso,

pág. 140
intervenir en el procedimiento en calidad de parte (por tener interés en el objeto
del proceso).

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La intervención de terceros en el proceso, es el interés en el
resultado de un proceso que conlleva la necesidad de prever y
regular dicha demanda, es decir, la sentencia no produce
efectos respecto de terceros (como la cosa juzgada que solo
afecta a las partes).

d. Crítica a la confusión del término legitimación para accionar y


titularidad de la relación controvertida
En las páginas de su libro, Problemas del Derecho Procesal, Allorio,
critica las decisiones del Supremo Colegio en lo referente a la
legitimación de las partes en un proceso, por cuanto confunde, lo
que a juicio de este autor debe entenderse por legitimación, con la
titularidad, ya sea activa o pasiva, de la relación sustancial, lo que
trae aparejado una serie de consecuencias, que, sobre todo, atañen
al uso de las expresiones “potestad para accionar” y “legitimación
activa”. En efecto, pues allí donde se había hablado de legitimación
activa, estaba en juego, por el contrario, la titularidad del derecho
sustancial afirmado en juicio (potestad para accionar). En las
sentencias que emanan del Supremo Colegio, y que por las
características del trabajo, no reproduciremos, existe una confusión,
entre lo que debe ser entendido por legitimación procesal, y la
titularidad de la relación, termino, este último, que es confundido con
la legitimación ad causam. Lo anterior queda demostrado en la
siguiente reproducción de una parte de la sentencia de este
Supremo Tribunal: “compete al juez denunciar de oficio la falta de las

pág. 141
condiciones que dan vida a la acción, porque no es de naturaleza
privada el interés para exigir que las partes respeten la función que
cumple el proceso, que es medio para la actuación de derecho, no
para la institución de relaciones jurídicas con personas que no
tengan cualidad alguna para contradecir la demanda. En el caso que
examinamos, competía precisamente al juez establecer si el actor
había o no suministrado los elementos probatorios tales que pudiera
inferirse de ellos la existencia de una locación oponible a la
demandada en la cualidad en que había sido citada, y a la cual
estaba condicionado el poder jurídico en orden a la actuación a una
concreta voluntad de ley”41. Puede que sea exacto que competa al
juez denunciar de oficio las faltas de condiciones de la acción; pero,
en el caso, ese cometido no se presentaba al juez, sino el de
declarar la certeza de lo fundado de la demanda, es decir, la
existencia, frente a la parte demandada, del derecho sustancial
deducido por el actor en juicio.
e. La legitimación para obrar según Gian Antonio Micheli.
Micheli, analiza el concepto de legitimación, a partir del examen de
una sentencia del Supremo Colegio (casación 1958), donde se
afirma que, “la legitimatio ad causam, entendida como identidad del
sujeto que obra en juicio con aquel que es titular de la acción
propuesta, es una condición de la acción, cuya subsistencia es
necesaria para obtener un pronunciamiento favorable en el fondo,
pero no incide sobre la válida constitución de la relación procesal”.
En base a ello, Micheli señala que la jurisprudencia repite las
enseñanzas de Chiovenda, pues toma a la acción como un derecho
a la providencia favorable; además, por otra parte, Chiovenda
advertía que, “en el mayor número de casos, la cuestión de la
pertenencia de un derecho o de una acción se confunde con la
cuestión de existencia de un derecho o de la acción, precisando que,

41
Allorio, E., op. cit., p. 265.

pág. 142
a veces la cuestión de la existencia positiva del derecho y de la
acción y de su pertenencia subjetiva se presentan separadas al
juez”. Así las cosas, Micheli señala que la noción de legitimación
para obrar y para contradecir, como presupuesto para que el juez
pueda descender a la consideración de fondo de la demanda puede
adquirir un significado sólo si el ejercicio de la acción se pone en
relación con la formulación en el proceso de una demanda con la
cual la parte adelante una pretensión y el demandado se defienda de
ella. En este momento puramente procesal, la actividad asertoria de
la una y de la otra parte adquiere necesariamente una dimensión que
parece venir a menos cuando el proceso ha terminado, pues
entonces es la sentencia que dicta dicit jus, estableciendo quien
tiene la razón y quién no la tiene y, por eso, si quien ha pedido la
tutela al juez respecto de un derecho por él afirmado como base de
la propia pretensión tenía o no razón, y por consiguiente, era o no
titular del derecho frente al sujeto llamado en juicio.
Nuestro autor critica a Satta pues, comentando la misma sentencia
del Supremo Colegio, éste señala que “negar la legitimación y negar
el derecho son la misma e idéntica cosa, porque la legitimación es
una función del derecho que se hace valer” 42, considerando el
proceso como único momento de experiencia jurídica, negando al
derecho, fuera del mismo, total realidad cuando ese derecho sea
negado. Y esto es desmentido por la propia experiencia jurídica, por
la realidad de nuestro ordenamiento positivo que eleva a relevancia
jurídica determinados comportamientos humanos,
independientemente de la necesidad de deber recurrir al juez para
obtener de este último la tutela jurídica del interés. La tutela
jurisdiccional asume un significado eventual, respecto de la situación
a tutelar, y el proceso es necesario precisamente porque hay que

42
Satta, Comentario, citado por Micheli, G., op. cit., p. 193.

pág. 143
establecer certeza acerca de quien, de las partes, en conflicto entre
sí, es el titular de dicha situación.

A juicio de nuestro autor, “la legitimación para obrar, resulta, aun


teniendo la misma una exclusiva relevancia en el proceso y para el
proceso, calificado por el derecho substancial litigioso que funciona
como relación calificante (según la terminología utilizada por Betti) y
es por esta razón por la que no parece posible escindir, la cuestión,
relativa a la legitimación para obrar de la cuestión de fondo, allí
donde el juez se pronuncia sobre la relación calificante negando su
existencia. Y este es precisamente el caso que se ha presentado al
supremo colegio y que ha decidido por sentencia de 8 de diciembre
de 1958 en otros términos, la cuestión relativa a la legitimación para
obrar; si el sujeto que pide una determinada forma de tutela resulta,
a través de la declaración de certeza llevada a cabo en el proceso
mismo, titular del derecho respecto del cual aquella tutela es
demandada la solución de la cuestión de legitimación para obrar y
para contradecir, está implícita en la solución de la cuestión de fondo
y es precisamente lo que la doctrina expresa bajo otro aspecto
cuando señala que, de ordinario, la legitimación para obrar y para
contradecir corresponde a quien se afirma titular del derecho hecho
valer frente a quien es sujeto pasivo de una determinada relación
jurídica (o viene referida a quien resulta titular del derecho o sujeto
de la situación pasiva).
En estas hipótesis, la afirmación contenida en la postulación del
actor no es siquiera idónea para colocar al juez en situación de
entrar en el fondo de la demanda misma, puesto que aun en el caso
de que el órgano judicial declarase el fundamento de la premisa
sobre la cual el actor establece la base de su propia demanda él no
tendría derecho a conseguir lo que pide. El juez, para rechazar la
demanda sin conocer toda la demanda misma sin violar el artículo

pág. 144
112 del CPCI, en cuanto, a la decisión sobre la calidad jurídica que el
propio actor plantea y que el juez mismo puede controlar en los actos
y declarar aún de oficio, no quita al demandado la posibilidad de
proponer a su vez, una acción para obtener la declaración de
inexistencia del derecho, frente al legítimo contradictor, esto es de
quien podría el día de mañana alegar aquel derecho frente a él. Y así
también el actor podrá en otro proceso proponer demanda contra
quien está legitimado para contradecir, después de una sentencia
que haya negado u otro sujeto la legitimación pasiva.

LA LEGITIMACIÓN PROCESAL EN EL DERECHO ESPAÑOL


Dentro del Derecho procesal español se ha discutido, en doctrina, y
ante los tribunales, en forma extensa el concepto de legitimación
procesal, sus alcances y efectos, y si, en definitiva, si procede por
parte del juez, declarar su carencia en una relación procesal
determinada, de oficio o solo a petición de parte, y por lo tanto, si
constituye una cuestión que se resolverá en la sentencia de mérito, o
bien in limini litis, antes de analizar en el fondo del asunto
controvertido.
En este acápite, reproduciremos los pensamientos, en forma sucinta,
por las características del trabajo, de algunos autores españoles,
como Joaquín Silguero Estañan, Leonardo Prieto-Castro y Fernandiz
y Juan Montero Aroca. A continuación, pasaremos a desarrollar el
pensamiento de cada uno de los autores indicados.
a) La legitimación procesal según Joaquín Silguero Estagnan
Según este autor, el concepto de legitimación ha sido muy discutido
doctrinalmente, pese a lo cual, permanece sin ser esclarecidas
buena parte de las dudas que le atañen. Sin perjuicio que la doctrina
civilista configura a la legitimación como presupuesto de eficacia de

pág. 145
todo acto jurídico, conviene aplicar el concepto, exclusivamente al
ámbito del Derecho Procesal, y se define como “el reconocimiento
que el ordenamiento jurídico hace a favor del sujeto en cuya virtud le
confiere la posibilidad de ejercitar eficazmente su poder de acción en
base a la relación existente entre el sujeto y los derechos e intereses
legítimos cuya tutela jurisdiccional pretende”. De esta definición,
según el propio autor, se desprende varios aspectos:

 La legitimación es un requisito que atañe a los sujetos


 La legitimación procesal permite, junto con otros requisitos, ejercitar el
poder de acción, y siendo que el ejercicio de la acción se produce en el
proceso mediante la pretensión, no es de extrañar que en esta se exija la
concurrencia de la legitimación.
 La legitimación es un requisito que debe cumplirse respecto de todos y
cada uno de los actos procesales. En este punto se suscita discusión, así,
mientras para Guasp “la legitimación se establece respecto de la
pretensión”36, para Gómez Orbaneja “la legitimación está referida al
derecho a la sentencia en el sentido pedido en la demanda” 43, y para Prieto
Castro es “el requisito determinante de la posibilidad de una sentencia de
fondo eficaz entre las partes”38 .
 La legitimación afecta al derecho a la tutela jurisdiccional implícita en la
referencia a sus derechos e intereses legítimos del artículo 24 CE
(Constitución Española) y también al poder de la acción pues este
constituye una expectativa de aquel derecho, pero con distinto alcance. El
elemento subjetivo del poder de la acción es el sujeto legitimado, por lo que
sin legitimación no puede existir un poder de acción válido.
 El fundamento de la legitimación es la relación existente entre el sujeto
legitimado y los derechos e intereses legítimos cuya tutela jurisdiccional se
pretende. Por lo tanto, pertenece al fondo del asunto.

43
Gomez, Emilio. Derecho Procesal Civil, citado por Silguero, J., op. cit., p. 157

pág. 146
Para Silguero, el sujeto legitimado es aquel “quien el ordenamiento
confiere una cualificación subjetiva (legitimación) que le permite, si
reúne los demás requisitos de la acción (interés en accionar y
accionabilidad), realizar válidamente actos de ejercicio de este poder
jurídico”. Ante esto, es preciso distinguir, aunque no sea realizada
por todos los autores, entre sujeto legitimado, al que se refiere la
legitimación y por tanto el poder de la acción, y la parte procesal con
capacidad para ejercitar este poder en el proceso. Esta tendencia
hacia la asimilación de la legitimación y parte procesal, se aprecia
claramente en Prieto-Castro quien afirma que: “la teoría de la
legitimación es, pues, aquella que sirve para determinar la parte que
jurídicamente debe figurar como tal en el proceso, es decir, la
genuina parte, portadora del derecho a accionar, incoando y
siguiendo un proceso precisamente contra un demandado concreto
(legitimación activa), y para precisar cual deba ser el sujeto gravado
con la carga de asumir la postura de tal demanda frente a ese
demandante y a su demanda, esto es la carga de contradecir
(legitimación pasiva)”. Sin perjuicio de ello, no resulta satisfactorio
para la legitimación la necesidad de configurar al sujeto legitimado
como parte, es verdad que toda parte debe reunir, además de la
capacidad y demás presupuestos de validez procesales, la
legitimación y los demás elementos estructurales de la acción para
realizar actos procesales, válidos y eficaces, pero de ahí no cabe
inferir que la legitimación lleve implícita la capacidad de los sujetos
pues ambos conceptos operan en forma distinta, la primera respecto
de la acción y la segunda respecto del proceso; si la legitimación
fuera un requisito o cualidad de las partes, su reconocimiento
implicaría como presupuesto la capacidad y esto, ni puede ser así, ni
ha sido establecido por el legislador.
A pesar de lo señalado anteriormente, no corresponde desvincular
los conceptos de legitimación y parte procesal, pues toda parte

pág. 147
legítima debe tener capacidad para ser parte y para actuar como tal
en el proceso (concepto procesal de parte); y, debe estar legitimado
para poder ejercitar el poder de acción, es decir, para pretender la
tutela jurisdiccional del derecho o interés legítimo, normalmente,
ambas condiciones recaen en una misma persona ya que así lo
impone la adecuada coordinación entre derecho y proceso, exigida
por el derecho a la tutela jurisdiccional y por la propia función
garantista del Derecho Procesal.
Para Silguero, y dentro de la tradicional clasificación que se realiza
de la legitimación (entre legitimatio ad causam y legitimatio ad
procesum) la legitimatio ad causam es la que constituye requisito del
poder de acción, quedando claro que la legitimación no puede
condicionar la admisibilidad de un proceso pues no es presupuesto
de validez de éste. Así, resulta conveniente resaltar: que la
legitimación se afirma en el proceso, pero preexiste a él pues el
poder de la acción del que forma parte, también tiene una existencia
preprocesal; que la legitimación se traduzca en el juicio a través de la
afirmación de la parte, no evita que el juez no deba ejercer el control
sobre su concurrencia y la de los demás presupuestos de validez y
eficacia de los actos procesales; y, aunque la legitimación se
encuentra primeramente afirmada al principio del proceso, por
ejemplo cuando un individuo demanda a otro alegando su derecho
de propiedad aún no siendo en realidad dueño, no resulta correcto
decir que la legitimación existe en cuanto deducida en juicio, ya que
la sentencia declarará en su momento si efectivamente la cosa
pertenecía o no en propiedad, pero en base a una situación anterior
al proceso lo que presupone el estudio de la legitimación.

CLASES DE LEGITIMACIÓN PROCESAL

pág. 148
Según este autor, existen diversas manifestaciones de la
legitimación procesal:
 Legitimación activa y legitimación pasiva, entendiendo la primera como
idoneidad para realizar actos de ejercicio del poder de acción y, la segunda,
como aptitud para soportar el ejercicio de dicho poder.
 Legitimación ad procesum y legitimación ad causam, la primera como
presupuesto de admisibilidad del proceso y la segunda, como requisito de
existencia de la acción.
 Legitimación directa y legitimación indirecta, de la primera se trata cuando
existe una total coincidencia entre el titular del derecho o interés legítimo y
el sujeto que ejercita el poder de la acción, en cambio, en la legitimación
indirecta un sujeto ejercita un poder de acción sin la mencionada
coincidencia con la titularidad del derecho o interés legítimo objeto del
litigio. Pueden servir de fundamento a la legitimación indirecta la
representación, la autorización, la gestión de negocios ajenos, la
sustitución, etc.
 Por último, cabe hacer referencia a la legitimación ordinaria y la legitimación
extraordinaria, concluyendo los supuestos de legitimación extraordinaria
pertenecen a la legitimación indirecta (representación voluntaria y legal,
subrogación, sustitución).

CARACTERES DE LA LEGITIMACIÓN PROCESAL


Los principales caracteres que presenta la legitimación procesal, a
juicio de nuestro autor, son los siguientes:
 La legitimación presenta un carácter jurídico, tanto por su origen, como por
sus efectos; por su origen, consiste en una atribución que el ordenamiento
jurídico hace sobre la base de la relación existente entre el sujeto y un
derecho o interés legítimo cuya tutela jurisdiccional se reclama; y, por sus
efectos, al ser una cualificación o investidura jurídica del sujeto que le
posibilita ejercitar el poder de acción a través del método legalmente
establecido y garantizado, es decir, el proceso.

pág. 149
 La legitimación presenta un carácter especial o relativo pues se otorga
sobre la base del derecho o interés legítimo que se hacen valer en el
proceso.
 La legitimación presenta un carácter extrínseco ya que se establece en
atención a relaciones externas de los sujetos con otros sujetos u objetos,
relaciones de las que emanan los derechos e intereses legítimos
susceptibles de tutela jurisdiccional.
 La legitimación presenta un carácter presunto, pues atendiendo a su
actuación en el proceso, la situación inicial se basa en que un sujeto en la
pretensión afirma su propia legitimación. El control que el juzgador puede
establecer en este momento inicial del proceso es meramente hipotético,
por ello es que Silguero concluye que su constatación no puede
establecerse a ciencia cierta hasta la sentencia.
b). La legitimación procesal según Leonardo Prieto-Castro
Ferrándiz
El autor español, antes de definir que lo que entiende por
legitimación procesal, hace referencia a los conceptos de la
capacidad jurídica procesal o la capacidad para ser parte y la
capacidad de obrar procesal o simplemente capacidad procesal,
requisitos que se exigen abstractamente, es decir, sin acepción a
persona determinada. A juicio de Prieto Castro “la primera atañe a la
titularidad de los derechos, cargas y responsabilidades del proceso y
la segunda se refiere a la realización de los actos procesales y a la
recepción de los efectos del mismo” 44, reconociéndose o negándose
en atención a las cualidades o aptitudes físicas de las personas
naturales, y a las cualidades jurídicas cuando se trata de personas
morales. Por ello, el sujeto que posea ambas (capacidad para ser
parte y capacidad procesal), por si mismo o con el auxilio de los
medios legales existentes, se halla en condiciones de incoar un
proceso, como actor, o defenderse (como demandado), haciendo
44
Prieto-Castro, Leonardo. Derecho Procesal Civil, Editorial Tecnos S.A., Madrid, Quinta Edición, año 1989, p.
79.

pág. 150
uso el primero de la facultad general de accionar reconocida a los
ciudadanos, y amparándose el segundo en la regla de la bilateralidad
de la acción.
Pero, a juicio del autor, el hecho de que existan las dos capacidades
(para ser parte y procesal) no nos expresa que quienes la poseen
puedan hacer uso de la facultad de accionar, por ejemplo, y cito: “es
posible que una persona se constituya en litigante sobre un derecho
respecto del cual no ostente ninguna titularidad jurídico-material, o
que, aún poseyendo esta titularidad, dirija su demanda contra quien
no se halle en ningún nexo con el objeto del proceso incoado, o que
ni ella posea titularidad ni el demandado tenga relación con el objeto”
. En los tres casos expuestos por el autor español, el proceso nace y
los sujetos individualizados pasan a ser parte del mismo, con todas y
cada una de las consecuencias inherentes, incluso la emanación de
una sentencia; es decir, ha realizado una actividad procesal válida,
como corresponden a sujetos que poseen las capacidades o
calidades legales; pero éste, será un proceso “vacío”, con partes y
actos simplemente “formales”, pues la sentencia nunca podrá afectar
a la esfera de un derecho material al que son ajenas las partes que
han actuado, de manera que el proceso, que es medio o instrumento
para que la jurisdicción haga cumplir las normas del derecho
objetivo, satisfaciendo los derechos subjetivos e intereses de los
justiciables, se habrá desarrollado inútilmente, en contra de toda
economía procesal.
En base a la legislación española (que regula las denominadas
diligencias preliminares) y recogiendo la idea de la interrogatio in iure
romana, se pueden tomar varias medidas, a juicio del autor, para que
no se produzcan errores en cuanto quién podrá ejercer la acción
como sujeto activamente legitimado y contra quien podrá dirigirla,
como sujeto pasivamente legitimado; por ejemplo, la petición por el

pág. 151
futuro actor de la declaración jurada acerca de la personalidad del
posible demandado, solicitud de exhibición de cosa mueble, etc.
A Juicio del autor español, el tratamiento que deba darse a la
legitimación, es decir, si debe tratarse como requisito de carácter
material o de naturaleza procesal, dependerá del enlace que la
legitimación guarde con el tema de fondo, pero lo importante es tener
en cuenta el sistema de excepciones y la dualidad del recurso de
casación (por infracción de la ley o doctrina legal y, por
quebrantamiento de la forma). Por último, basta que ésta exista al
momento de dictarse la sentencia, y si faltase antes y es posible,
cabría la subsanación.

c). La legitimación procesal según Juan Montero Aroca


Este es uno de los autores españoles que más se ha preocupado de
determinar el concepto de legitimación y cuál es el tratamiento
procesal que debe darse para el caso de ausencia, por ende si el
juez de oficio, o sólo a petición de parte, puede pronunciarse cuando
no se cumple con este requisito procesal, más aún, se pronuncia
acerca de la naturaleza jurídica de la resolución que recae sobre la
alegación de la carencia de esta. Su análisis respecto del tema, lo
realizaremos a partir de su último libro titulado “la legitimación en el
proceso civil (intento de aclarar un concepto que resulta más confuso
cuanto más se escribe sobre él)”. A partir del título, el célebre autor
español da a entender la enorme discusión doctrinaria y
jurisprudencial que ha tenido este concepto en el derecho español.
Ahora pasaremos a analizar, lo más breve posible, el pensamiento
de don Juan Montero Aroca.
El autor español señala que en el derecho antiguo la palabra
legitimación se usaba con referencia a tres aspectos; legitimatio
personae, hoy en día, capacidad procesal (cualidades necesarias
para comparecer en juicio en el sentido de reunir los requisitos de la

pág. 152
capacidad); legitimatio ad procesum, (referencia a la representación
legal y necesaria); y, legitimatio ad causam, (que se refería a la
sucesión en el derecho reclamado). Todos los aspectos
mencionados son ajenos a lo que la doctrina moderna pretende
definir como legitimación; así, respecto de la legitimación ordinaria o
directa hay dos concepciones que resaltar; para De La Oliva “se
entiende por legitimación la cualidad de un sujeto jurídico consistente
en hallarse, dentro de una situación jurídica determinada, en la
posición que fundamenta, según el Derecho, el reconocimiento a su
favor de una pretensión que ejercita (activa) o a la exigencia,
precisamente respecto de él, del contenido de una pretensión
(pasiva). Las posiciones jurídicas activa y pasiva suelen consistir en
ser titular de un derecho subjetivo privado o en ser titular de un deber
u obligación, respectivamente”45; con esta concepción, se concluye
que la legitimación no es un presupuesto del proceso, sino que de la
estimación o desestimación de la demanda (no es un tema de forma,
sino de fondo); la otra postura, es aquella que no toma en
consideración la relación jurídico material en cuanto existente, sino
en cuanto deducida en el proceso, es por ello que Ramos Méndez,
considera el estudio de la noción legitimación como “la relación
jurídico material deducida en juicio, bastando la mera afirmación de
una relación jurídica como propia del actor o del demandado para
fundar suficientemente la legitimación y para generar todo el
conjunto de expectativas y cargas en que el proceso se resuelve”, el
cual podría perfectamente eliminarse del derecho procesal; esta
segunda concepción corresponde a un tema de fondo que será
resuelto al momento de dictarse sentencia. A juicio de Montero; y en
contra de la doctrina mayoritaria española, la naturaleza de las
normas que regulan la legitimación son siempre procesales; por
ende, la falta de legitimación del actor o en el demandado (o ambos)
45
De la Oliva. Derecho Procesal Civil, citado por Montero, Juan. La Legitimación en el Proceso Civil, Editorial
Civitas S.A., Madrid, año 1994, p. 32.

pág. 153
conducen a que se dicte una resolución meramente procesal (no es
una sentencia de fondo absolutoria), siendo necesario discutir sobre
la legitimación in limini litis, sin dejar que el proceso se desarrolle
hasta el final.

En base a tales argumentos, el autor nos da un concepto de lo que


debe entenderse por legitimación (analizaremos sólo dentro de su
clasificación entre legitimación ordinaria y extraordinaria, la primera)
la que recae “en el que quien demanda afirma ser titular del derecho
subjetivo e imputa la titularidad pasiva al demandado”, es por ello,
que la legitimación no puede consistir en la existencia del derecho y
de la obligación, que es el tema de fondo que se debatirá en el
proceso y que se resolverá en la sentencia, sino simplemente en las
afirmaciones que realiza el actor.

Ahora pasaremos a exponer el tratamiento procesal que, a juicio de


nuestro autor, debe dársele a la legitimación procesal, ante ello
señala que “la norma determinadora de la legitimación ordinaria,
creemos que puede afirmarse que la misma es de carácter procesal,
no material” , basándose en la norma contenida en el artículo 24.1 de
la Constitución española, conforme a la cual, pueden no admitirse
demandas cuando el propio actor dice que no es titular del derecho
subjetivo, y aquella que exige que se acredite de modo previo
(artículo 127.II del Código Civil, dentro del juicio de filiación), por lo
mismo, es que señala que la legitimación es un presupuesto o
impedimento procesal, y que debe tener igual tratamiento, pues su
existencia o inexistencia viene determinada por una norma procesal
y no atiende a determinar el contenido de fondo de la sentencia sino,
simplemente, a que ésta pueda dictarse, por cuanto la concesión o
no por la ley de legitimación no sirve para atribuir derechos
subjetivos u obligaciones materiales, sino que simplemente coloca o

pág. 154
no a una persona en la posición habilitante para impetrar la acción
jurisdiccional de la ley en el caso concreto.

Continuando con la exposición del pensamiento de Montero,


debemos referirnos a si la legitimación tiene un tratamiento de
presupuesto procesal en sentido estricto, y por ende, controlada de
oficio, o es necesario que exista alegación de su falta por el
demandado, nuevamente nos centraremos, al igual que a lo largo de
este trabajo, a la legitimación ordinaria. A juicio del autor, y por el
análisis de las normas del derecho español, la apreciación de la falta
de legitimación en un juicio determinado puede ser realizada de
oficio por el juez donde, las posibilidades prácticas son limitadas “1°
Si el actor afirma paladinamente que él actúa en nombre propio
ejercitando derechos ajenos y que no existe norma alguna que le
legitime de modo extraordinario, con lo que será posible aunque
difícil que se dé en la práctica, la inadmisión de la demanda por falta
de legitimación ordinaria o por falta de legitimación extraordinaria por
sustitución. 2° Con mas facilidad puede darse la inadmisión de la
demanda o el no dar curso al proceso cuando falta el acreditamiento
inicial de la legitimación que viene en ocasiones impuesta por la ley.
Casi lo mismo puede decirse de los casos en que es la ley la que
determina en modo definido quiénes se encuentran en la posición
habilitante para pedir la actuación del derecho en el caso concreto.”
(a modo de ejemplo, en los casos de nulidad de matrimonio o de
incapacitación). Naturalmente, por el hecho de tratarse de un
presupuesto procesal, no impide que la falta de legitimación sea
alegada por el demandado, el cual podrá alegar tanto la del actor,
como la de el mismo.

LEGITIMACIÓN Y DERECHO DE TERCERO

pág. 155
Están legitimados para promover ejecución quien en el título
ejecutivo tiene reconocido un derecho en su favor; contra aquel que
en el mismo tiene la calidad de obligado y en su caso el
constituyente de la garantía del bien afectado, en calidad de litis
consorte necesario.

Cuando la ejecución pueda afectar derecho de tercero, se debe


notificar a este con el mandato de ejecución.

La intervención del tercero se sujetará a lo dispuesto en el artículo


101. Si se desconociera el domicilio del tercero se procederá
conforme a lo prescrito el artículo 435

La norma hace referencia a la legitimación. Ella viene determinada


por el título. A pesar de que la redacción del artículo considera que
“está legitimado para promover ejecución quien en el título tiene
reconocido un derecho en su favor”, hay circunstancias en las que la
ejecución puede realizarse por y frente a quienes no aparecen en el
título, como es el caso de la fusión y la absorción de las personas
jurídicas. En estos supuestos nos encontramos ante la legitimación
derivada, por que surge después de la formación del título. Señala
Montero Aroca, “el título determina la legitimación activa y pasiva. El
aparecer en él es suficiente para que el juez despache la ejecución.
Es posible que el ejecutado se oponga a la ejecución alegando que
no existe ya el derecho material (porque pagó entre la sentencia
firmo y la Iniciación de la ejecución) pero ello no afecta a la
legitimación sino al fondo del asunto”.

Puede darse el caso de que se pida la ejecución por persona no


designada en el título o que no afirme su legitimación por sucesión.
En este caso el juez no deberá admitir la ejecución por falta de

pág. 156
legitimación, caso contrario, el ejecutado podrá alegar la excepción
que recoge el inciso 6 de artículo 446 del CPC.
En caso de litisconsorcio necesario, sea activo o pasivo, este sigue
manteniéndose en la ejecución, sin embargo, hay situaciones que
permite que el requerimiento no se haga a la totalidad de los
litisconsortes, vease el caso de la condena al pago de una cantidad
de dinero. Basta iniciar la ejecución contra uno de los deudores, para
que la obligación quede satisfecha.

En relación a la legitimación extraordinaria, señala Montero Aroca


que es posible estar legitimado sin afirmar la titularidad activa de la
relación jurídica. Es así que es posible utilizar la acción subrogatoria
respecto de la acción ejecutiva. Cita como ejemplo el caso del
deudor que ha obtenido a su favor una sentencia contra un deudor
suyo, y no insta la ejecución; el acreedor, después de haber
perseguido los bienes que estén en posesión del deudor para
realizar cuanto se le debe, puede ejercitar todas las acciones de este
y por tanto también las ejecutivas.

Respecto de otras legitimaciones, señala Montero Aroca “habrá de


estarse al caso concreto para comprobar si el Ministerio Fiscal, las
asociaciones, corporaciones y grupos pueden o no instar la
ejecución, aunque no hubiese sido parte en el proceso de
declaración y no figure por tanto, en el título, pero en principio la
legitimación tienen que poder comprender también la ejecución. Así,
si la fábrica ha sido condenada a colocar una depuradora de aguas
residuales y el demandante no insta la ejecución ¿podrá hacerlo la
asociación, corporación o grupo que actúa en defensa de los
derechos o intereses colectivos? Creemos que sí”.

pág. 157
La norma permite que cuando la ejecución pueda afectar el derecho
de tercero, se debe notificar a este con el mandato ejecutivo o de
ejecución. Tercero es quien no es parte de la relación procesal pero
tiene un interés jurídico relevante en el objeto de discusión.

En la ejecución, interviene cuando se puede afectar el derecho de


crédito de un tercero frente al ejecutado. Si ese crédito goza de
preferencia con relación a un bien determinando, el principio de
subsistencia de las cargas preferentes y anteriores significa que no
se verá afectado, pero cuando la preferencia es genérica forzará al
tercero a acudir a la tercería de mejor derecho. Nótese que la
comunicación a los terceros acreedores no se exige con el mandato
de ejecución o ejecutivo sino en la etapa de la ejecución forzada (ver
el artículo 726 del CPC) porque el ejecutado deudor perfectamente
puede optar por satisfacer la obligación dentro del plazo asignado
por el juez, evitando de esta manera el inicio de la ejecución forzada.

Por otro lado, en el supuesto que se convoque a remate público


como resultado de la ejecución forzada, un inmueble embargado,
pero se omita notificar al acreedor hipotecario no ejecutante, pese a
que la copia certificada de la ficha registral señala la existencia de
una hipoteca constituida a favor del tercero con

Anterioridad al embargo trabado en el proceso de actual ejecución,


no resulta válido el argumento que ha operado la notificación al
tercero acreedor hipotecario, en aplicación del artículo 690 del CPC,
con las publicaciones en el periódico, que contienen la convocatoria
a remate público; por tanto, continuar el proceso obviando la
notificación formal al tercero acreedor no ejecutante permitiría asumir
la tesis de la afectación al derecho a la defensa de esta parte.

pág. 158
Hay circunstancias que pueden colocar al tercero en una posición
pasiva, como es el caso cuando se dirige la ejecución sobre bienes
que son de su propiedad en su totalidad o en parte. Véase el caso de
la transferencia de un bien hipotecado. Cuando la ejecución persigue
bienes hipotecados y estos han pasado a poder de un tercero,
aparece todo un sistema de intervención del mismo en el proceso.
Conforme lo dispone el artículo 1117 del CC “el acreedor puede
exigir el pago al deudor, por la relación personal; o al tercer
adquiriente del bien hipotecado, usando de la acción real. El ejercicio
de una de estas acciones no excluye el de la otra, ni el hecho de
dirigirla contra el deudor, impide se ejecute el bien que esté en poder
de un tercero, salvo disposición diferente de la ley”. En este sentido,
la Sala Comercial de Lima se ha pronunciado así: “conforme se
advierte de los testimonios de compraventa, que los posteriores
adquirientes del inmueble materia de ejecución conocían del
gravamen, además de la publicidad del registro. Por tanto, mal
puede pretender desconocer el gravamen existente, afirmando la
inejecutabi- lidad de la hipoteca por no haber intervenido los
adquirientes directamente en su constitución, pues su condición de
no deudores no hace inejecutable al gravamen de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 1117 del CC”.

La ejecución puede continuar también respecto de bienes


embargados en forma de inscripción que se han trasmitido después
del embargo, en esos casos, la ejecución se dirige contra el bien que
es de un tercero, asumiendo este la carga hasta el monto inscrito al
momento de la transferencia (artículo 656 del CPC).

En ambos supuestos, pueden los terceros intervenir sujetándose a lo


dispuesto en el artículo 101 del CPC, mediante solicitud que tendrá
la formalidad prevista para la demanda, en lo que fuera aplicable,

pág. 159
debiendo acompañar los medios probatorios correspondientes. Tanto
el artículo 690 en comentario y el artículo 726 del CPC se orientan a
regular el tratamiento de la concurrencia de acreedores en relación a
los bienes materia de ejecución. Para que este artículo sea útil, la
notificación al tercero debe entenderse como obligatoria, porque
estamos ante el supuesto de terceros forzados u obligados, no a
concurrir, sino a ser citados con el mandato de ejecución.

La redacción original de este artículo ha sido alterada por las


modificaciones contenidas en el D. Legislativo Ns 1069. De su actual
texto podemos decir que el artículo está estructurado bajo dos
supuestos, como hemos podido apreciar: La primera parte, hace
referencia a la legitimidad para actuar como parte en el proceso, sea
como demandante o como demandado. En este último caso, cuando
se trata de la legitimidad pasiva, el texto anterior de ese artículo
contemplaba la posibilidad de promover ejecución contra aquel que
en el mismo título tiene la calidad de obligado; sin embargo, dicha
referencia normativa, tal como estaba redactada, no asumía de
manera expresa la posibilidad de acoger como legitimados pasivos a
terceros, para garantizar las obligaciones de pago asumidas por
terceros. Véase el caso del propietario, que entrega en hipoteca un
bien de su propiedad -a favor de un acreedor- para asegurar la
obligación de pago de un tercero. Como se puede apreciar el texto
modificado, la legitimación que se invoca para promover la ejecución
se sustentaba en el título ejecutivo, en el que el acreedor tenia
reconocido un derecho a su favor, contra aquel que en el mismo
título tenía la calidad de obligado; no contemplando la posibilidad de
que una tercera persona hubiera constituido garantía sobre un bien
de su propiedad para garantizar deudas de terceros, como señala el
artículo 1097 del CC “por la hipoteca se afecta un inmueble en
garantía del cumplimiento de cualquier obligación propia o de un

pág. 160
tercero”. Nada impide que un tercero ajeno a la relación obligatoria
afecte un bien de su propiedad en garantía del cumplimiento de una
obligación asumida por otra persona.

Trata de la legitimidad pasiva, el texto anterior de ese artículo


contemplaba la posibilidad de promover ejecución contra aquel que
en el mismo título tiene la calidad de obligado; sin embargo, dicha
referencia normativa, tal como estaba redactada, no asumía de
manera expresa la posibilidad de acoger como legitimados pasivos a
terceros, para garantizar las obligaciones de pago asumidas por
terceros. Véase el caso del propietario, que entrega en hipoteca un
bien de su propiedad -a favor de un acreedor- para asegurar la
obligación de pago de un tercero. Como se puede apreciar el texto
modificado, la legitimación que se invoca para promover la ejecución
se sustentaba en el título ejecutivo, en el que el acreedor tenia
reconocido un derecho a su favor, contra aquel que en el mismo
título tenía la calidad de obligado; no contemplando la posibilidad de
que una tercera persona hubiera constituido garantía sobre un bien
de su propiedad para garantizar deudas de terceros, como señala el
artículo 1097 del CC “por la hipoteca se afecta un inmueble en
garantía del cumplimiento de cualquier obligación propia o de un
tercero”. Nada impide que un tercero ajeno a la relación obligatoria
afecte un bien de su propiedad en garantía del cumplimiento de una
obligación asumida por otra persona.

Otro aspecto que incorpora la norma es la aplicación de las reglas


del litiscon- sorcio necesario pasivo a la concurrencia de sujetos
pasivos, unos como obligados y otros como terceros garantes; a
pesar de que ambos no son titulares de la misma obligación
principal.

pág. 161
La hipoteca se constituye en respaldo de una obligación, por ello es
un derecho accesorio, pues como regla general supone la existencia
de una obligación. Señala Bigio que es preciso hacer una distinción
entre la situación del deudor hipotecario y la del tercero que
constituye hipoteca por deuda ajena (al que la doctrina suele llamar,
indistintamente como dador de hipoteca o hipotecante no deudor),
por cuanto su responsabilidad es diferente frente al acreedor. “El
deudor hipotecario responde con todos sus bienes si el precio de
realización del bien hipotecado no fuere suficiente; en cambio, la
responsabilidad del dador de hipoteca se limita al bien que sirve de
garantía. El dador de hipoteca no se convierte en deudor de la
obligación por consentir en la constitución de la hipoteca, sino sola-
mente tiene la calidad de responsable y esa responsabilidad tiene su
expresión concreta en el valor de realización del inmueble afectado;
por consiguiente, el acreedor frente al deudor hipotecario puede
hacer ejercicio de la denominada prenda genérica sobre sus bienes,
(conocida también como responsabilidad universal de sus bienes), si
la venta del bien hipotecado no alcanzare para cubrir su crédito. Por
el contrario, el acreedor carece de dicho derecho ante el hipotecante
no deudor, que precisamente limita su responsabilidad al bien
hipotecado". La segunda parte de este artículo hace referencia a la
situación de los terceros legitimados. Se incorpora la posibilidad de
notificar a estos, mediante edictos, cuando se ignore su domicilio. Un
referente para deslindar que no se conoce el domicilio, esto es, que
se ignore este, es la información que aparece almacenada en el
Registro Nacional de Identificación (Reniec). La dirección domiciliaria

declarada por el tercero ante el Reniec constituye el domicilio de


este, sobre el cual, deberán recaer las notificaciones que se dirijan a
este; caso contrario, cuando el Registro de el Reniec informare que
no existe registrado dicho dato o no se encuentre registrado el

pág. 162
tercero ante el Reniec, se procederá a la notificación mediante
edictos.

No debe confundirse la vinculación con terceros (a que se refiere el


inciso 3 del artículo 739 del CPC) para notificarles con el mandato de
ejecución, con lo regulado en la segunda parte de este artículo 690
en comentario, que acoge la intervención de terceros legitimados, a
quienes se les aplicará las reglas del artículo 101 del CPC.

El primer supuesto se aprecia en la ejecución de garantías


hipotecarias o en el embargo persecutorio, cuando se afecte la
posesión de los ocupantes del inmueble, en caso prosperara el
remate y adjudicación, si el tercero fue notificado con el mandato
ejecutivo o de ejecución.

Uno de los puntos en discusión en la judicatura es cómo identificar a


los terceros poseedores del inmueble, objeto de ejecución, para la
respectiva notificación. Para algunos jueces no es suficiente que se
pida notificar a los ocupantes del predio materia de ejecución, sino
que exigen se precise el nombre e identificación de dichos
ocupantes. La gran disyuntiva se torna para el abocado en cómo
conseguir tamaña información, cuando los ocupantes generalmente
no prestan colaboración para ello. Estaríamos frente al caso de
personas indeterminadas, que en el supuesto que fueran
emplazadas (que no es el caso porque no son partes) se recurriría a
la notificación por edictos (ver el artículo 435 del CPC). Ante tales
circunstancias algunos jueces han optado por aceptar se dirija la
comunicación mediante cédula bajo el siguiente calificativo: “a los
ocupantes del inmueble”, afectando el inciso 1 del artículo 158 del
CPC que exige se consigne el nombre y apellido de la persona a

pág. 163
notificar o designación que corresponda; todo ello, ante la
imposibilidad material de identificar a los ocupantes. En el supuesto
que se pretendiera cuestionar esta forma de notificar por no haber
consignado la información que exige el inciso 1 del artículo 158 del
CPC, se argumenta que la intervención en el proceso de este tercero
convalidaría el defecto de la notificación porque el acto surtió la
finalidad para la que estaba dirigido, cual es, notificar la existencia
del proceso de ejecución. Otros criterios sin embargo, exigen que la
identificación de los ocupantes del predio se realice mediante una
constatación policial, a fin de que se pueda tener la certeza de la
identificación de los ocupantes. La Sala Comercial de Lima, en este
extremo, ha establecido que se cumple con lo previsto en el artículo
690 del CPC, si “el cargo de notificación del mandato de ejecución
dirigido a los ocupantes del inmueble materia de remate, se advierte
que fue efectuado bajo puerta, con la constancia de preaviso, tal
como lo exige el artículo 171 del CPC, no se afecta el debido
proceso, pues el juez cumplió con notificar debidamente a los
ocupantes del inmueble, al no ser necesario individualizar a los
ocupantes de aquel”.

CAPITULO V

TRAMITACIÓN DEL PROCESO EJECUTIVO


Los procesos de cognición como los de ejecución son los pilares de
la dinámica procesal; en el primer supuesto (procesos de cognición),
los conflictos buscan definirse, esto es, que se diluciden los derechos
en conflicto; en cambio los procesos de ejecución no buscan ninguna

pág. 164
definición, sino una satisfacción, pues las pretensiones ya han sido
definidas anteladamente, sea a través de la declaración judicial de
condena o por acuerdo de partes, de ahí que se considere que el
título es vital para la ejecución, pues sin título no hay ejecución. En
tal sentido, resulta coherente que el presente artículo haga especial
énfasis en la necesidad de que se acompañe el titulo ejecutivo a la
demanda.
El proceso de ejecución “…es aquel mediante el cual se persigue el
cumplimiento forzado de:
a) sentencia consentida o ejecutoriada;
b) transacciones o acuerdos homologados judicialmente;
c) cobro de honorarios regulados en concepto de costas;
d) multas o sanciones conminatorias procesales;
e) títulos ejecutivos”.46

Lino Palacio define al proceso de ejecución como “…aquel cuyo


objeto consiste en una pretensión tendiente a hacer efectiva de
acuerdo con la modalidad correspondiente al derecho que debe
satisfacerse, la sanción impuesta por una sentencia de condena” 47.
Lino Palacio agrega que “…el proceso de ejecución es susceptible
de agotar autónomamente el cometido de la función jurisdiccional, o
sea que, en ciertos casos, es posible llevar a cabo la ejecución
forzada sin que ella haya sido precedida por un proceso de
conocimiento. Tal es el supuesto de los denominados títulos
ejecutivos extrajudiciales, a los que la ley, en razón de tratarse de
documentos que contienen una auto declaración de certeza del
derecho proveniente del deudor o de la administración pública,
asigna efectos equivalentes a los de una sentencia condenatoria,
regulando a su respecto un proceso autónomo, aunque

46
ALVAREZ, Julia; NEUSS; y WAGNER, 1990., p. 345.
47
PALACIO, Lino. 1994. T. VII, p. 210 y 211.

pág. 165
sustancialmente análogo (…) al estructurado en materia de ejecución
de sentencias”.

Para Girolamo Monteleone define como “(…) regula los


instrumentos procesales que permiten al titular de un derecho,
precisamente expresado en un título ejecutivo, llegar a su concreta
actuación sin, o incluso en contra, de la voluntad del sujeto obligado
mediante la intervención de varios órganos jurisdiccionales (…)”.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


El titulo ejecutivo es sin duda el procedimiento de mayor
aplicación practicada en los tribunales civiles.
Aproximadamente, el ochenta por ciento de los ingresos de
causas que registran los juzgados civiles, corresponden a
juicios ejecutivos de obligaciones de dar. Es por ello, entonces
la abundante jurisprudencia que existe sobre la materia.
Es por ello, que, en este grupo de trabajo, que sigue la formula
clásica de enseñanza del título ejecutivo, se busca mostrar la
forma habitual de tramitación de este tipo de causas en los
tribunales y, presentar, algunas de las discusiones las
soluciones entregadas por la jurisprudencia y la doctrina.

TITULO EJECUTIVO
El titulo ejecutivo o de ejecución “…es un documento en el que
consta el derecho que ha de hacerse efectivo por la ejecución y cuya
cualidad ejecutiva es declarada por la ley”48.

48
KISCH, 1940, p. 335.

pág. 166
Para Mattirolo, el titulo ejecutivo o de ejecución es “…el que,
además de afirmar la existencia del derecho, contiene en si
virtualmente la orden para el deudor de ejecutar su obligación, bajo
pena de ser obligado por la autoridad pública” 49.
“(…) El título de ejecución está constituido por el documento que
contiene la garantía copulativamente con el estado de saldo
deudor (…) y no por los títulos valores que se puedan anexar para
acreditar el desembolso de dinero” (Cas. Nº 1169-98-Piura).
“(…) Para la procedencia de la acción de ejecución de garantías solo
se requiere de la existencia de una deuda exigible garantizada por el
documento que contiene la garantía (…) irrelevante si el pagare
que representa la deuda que se pretende cobrar tenía o no merito
ejecutivo (…)” (Cas Nº 212-96-Piura).
Para nuestro Código Procesal, el concepto de título ejecutivo es,
indistintamente, un concepto de Derecho material y un concepto de
Derecho Procesal. Lo normal es que ambos conceptos coincidan y
que el titular de un derecho tenga en su poder el documento que lo
justifica. La ejecución, entonces, se promueve en virtud del derecho
y del documento. Se tiene título cuando se está habilitado
jurídicamente para hacer una cosa; pero también se tiene título
cuando se tiene en mano el documento que acredita esa calidad.
Puede haber calidad sin documento y documento sin calidad. El
acreedor que ha extraviado el pagare tiene el crédito y no tiene el
documento; el tenedor de un pagare oportunamente pagado, pero no
retirado por el deudor tiene el documento, pero no la calidad de
acreedor.
Para la Corte Suprema el título ejecutivo es el documento en el que
consta un derecho reconocido y cuya cualidad (ejecutiva) la declara
la ley; y proceso ejecutivo es aquel destinado a hacer ejecutivo ese
derecho (Cas. Nº 1968-1997-Lima). Así, por ejemplo, “el título

49
MATTIROLO, s/a. Tomo II, p. 98.

pág. 167
ejecutivo en un proceso de ejecución de garantías está compuesto
por el documento que contiene la garantía y el estado de cuenta de
saldo deudor, ello está condicionado a que el documento que
contiene la garantía contenga también la obligación que dio origen a
la garantía, por lo que tal obligación debe estar suficientemente
acreditada” (Cas. Nº 3473-2012-Arequipa).
Una vieja discusión en relación con el título ejecutivo se orienta a
dilucidar si el título ejecutivo configura un acto. El documento no es
más que el aspecto formal del acto y este, en tanto tiene una eficacia
constitutiva que consiste en otorgar vigor a la regla jurídica
sancionatoria y en posibilitar la actuación de la sanción en el caso
concreto, crea una nueva situación de Derecho Procesal que no
debe confundirse con la situación de Derecho material existente
entre las partes. Carnelutti, asume una posición contraria a la
expuesta. Sostiene que el titulo ejecutivo es un documento que
representa una declaración imperativa del juez o de las partes. “
Siendo esa declaración un acto, con el intercambio
acostumbrado entre el continente y el contenido y, por tanto, entre el
documento y el acto que en él está representado, se explica la
costumbre corriente de considerar como el título al acto en vez del
documento”.
Frente a dichas posiciones, la mayor parte de la doctrina asume que
ambos, documento y acto, son elementos integrantes del título. Se
sostiene, como ya señalamos, que el concepto de título ejecutivo es,
indistintamente, un concepto de Derecho material y un concepto de
Derecho Procesal. Lo normal es que ambos conceptos coincidan y
que el titular de un derecho tenga en su poder el documento que lo
justifica. La ejecución, entonces, se promueve en virtud del derecho
y del documento; pero no es forzoso que así acontezca. Véase,
cuando un propietario pretende el cobro de alquileres; aun cuando el
arrendamiento sea verbal y no exista documento en su favor, el titulo

pág. 168
ejecutivo es la calidad de acreedor. Viceversa, puede darse el caso
de que se lleven adelante los procedimientos de ejecución con
documentos y sin título, como cuando la deuda se ha extinguido por
prescripción. El juez en la calificación del título no puede oponer de
oficio esa circunstancia, sim embargo, la sentencia rechazara en
definitiva la pretensión del acreedor; pero nótese que la ejecución se
ha iniciado con la sola presentación del documento. El ejecutante no
precisa más que presentar el título, sin que deba probar nada. Todas
las alegaciones que se opongan al acto jurídico y al documento los
hará el ejecutado en la contradicción, y solo a él, incumbe a carga de
la prueba.
El titulo refiere la condición de estar habilitado jurídicamente para
hacer una cosa. Requiere de un documento para acreditar esa
calidad. Esto implica que necesariamente debe concurrir ambos
conceptos: acto y documento. El acreedor que ha extraviado el
pagare tiene el crédito, pero no tiene el documento; el tenedor de un
pagare oportunamente pagado, pero no retirado por el deudor, tiene
el documento, pero no la calidad de acreedor.
Esta concurrencia descrita llega a sostener que las demandas deben
acompañar los originales de los títulos ejecutivos, con ello se evitaría
la posibilidad de multiplicar las demandas que podría interponer con
la sola presentación de la copia del documento e iniciar el proceso.
Monroy50, señala que “el inicio del proceso ejecutivo es de tal
contundencia que por interposición ya el actor cuenta con un
considerable número de situaciones procesales a su favor (entre las
que está la de solicitar y ejecutar medidas cautelares, de las que el
demandado solo las conoce cuando las soporta), resulta claro que tal
licencia importaría dar cabida a un evidente abuso del derecho”.

50
MONROY, Juan. “Rasgos esenciales del proceso ejecutivo. Merito ejecutivo del contrato de seguros contra
siniestros en el proceso civil peruano”. En Advocatus. Facultad de Derecho de la Universidad de Lima, Lima,
p.109.

pág. 169
Gómez de Liaño González, afirma que los títulos ejecutivos o de
ejecución tienen que observar estos requisitos:
a) De orden formal, que se concretan en el documento revestido de las
formalidades legales;
b) De orden material, relativo a las calidades que debe ostentar la obligación
que contiene, y que se concretan en las siguientes: 1.- Son definitivos,
aplicables a los judiciales, en el sentido de ser firmes y no estar sujetos a
impugnación. Requisito que falta en aquellas resoluciones que se ejecutan
provisionalmente. Cosa juzgada y ejecución son términos inseparables. 2.-
Referidos a la cantidad líquida y determinada, que nos da el alcance
concreto de los actos ejecutivos. Cuando falta este requisito en la propia
ejecución de sentencia y como trámite de la misma, es necesaria su previa
determinación. 3.- Vencida y exigible. No sometida a plazo ni condición,
extremos que habrán de deducirse del título 51.
En opinión de Ramos Méndez52, precisa que son títulos ejecutivos
jurisdiccionales los que indica seguidamente:
a) Las sentencias firmes (…)
b) Cualesquiera otras resoluciones jurisdiccionales (…)
c) Los laudos arbitrales (…)
Ramos Méndez, precisa, en cuanto a los llamados títulos ejecutivos
extra jurisdiccionales refiere lo siguiente:
“Frente a los títulos ejecutivos, cuya gestación y eficacia derivada
directamente de un pronunciamiento jurisdiccional previo, aparecen
otra serie de títulos ejecutivos que, en contraposición, se suelen
denominar ejecutivos extra jurisdiccionales. La creación de estos
títulos obedece en la casi generalidad de los casos a una libre
manifestación de voluntad de los particulares. Su eficacia ejecutiva
viene establecida por la ley casuísticamente, siempre que en su
creación se observen determinados requisitos que garanticen la
autenticidad de su producción y que la documenten formalmente. Su
51
GOMEZ DE LIAÑO, Gonzales. 1992, p. 281.
52
RAMOS MENDEZ, 1992, T. II, p. 1007 y 1008.

pág. 170
razón de ser estriba en las necesidades de agilización del trafico
jurídico y en criterios de oportunidad legislativa respecto del
tratamiento jurisdiccional de determinados problemas jurídicos”.
(…) La actividad ejecutiva tanto puede apoyarse en un
pronunciamiento jurisdiccional previo, como en otro título documental
al que la norma positiva reconoce idoneidad para el inicio de la
ejecución (…). La ley puede sin duda, por razones prácticas o de
oportunidad, abreviar el trámite procesal de la acción. Esto es lo que
ocurre con el título ejecutivo extra jurisdiccional: creando con ciertas
garantías de solemnidad y constancia documental, la norma le dota
de eficacia ejecutiva, lo que se traduce en una abreviación del
processus iudicci. Ello es así porque el titulo documenta el derecho
de las partes. En realidad, el titulo solo es ejecutivo en un proceso de
ejecución a cuyo término se concreta el derecho de las partes.
La tutela ejecutiva tiene una triple finalidad:
a) Busca proteger y asegurar los intereses, derechos y obligaciones del
ejecutante
b) Otorgarle al ejecutado el ejercicio de sus garantías mínimas de defensa
c) Resolver de manera celera, económica y efectiva el caso.

DE SHAOLIN:

Pues un título ejecutivo es aquel documento al cual la ley le atribuye la


suficiencia necesaria para exigir el cumplimiento forzado de una
obligación que consta en él. Por lo general, en los diversos
ordenamientos jurídicos sólo la ley puede crear títulos ejecutivos.

pág. 171
COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

El título ejecutivo es proceso único de ejecución pues este tiene como fin que se
cumpla con un derecho que ya ha sido reconocido en un título ejecutivo, a
diferencia del proceso cognitivo o de conocimiento, en el que se persigue la
constitución, declaración o extinción de una relación jurídica. Ya que Es aquel
documento al que la ley le atribuye la suficiencia importancia para exigir el
cumplimiento forzado de una obligación.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

Es decir, el procedimiento ejecutivo es el instrumento establecido por el


legislador que permite, a través de una sustanciación ágil, obtener la
solución del crédito plasmado en un título que reúne características
especiales. Es por eso, que su fundamento es una obligación indubitada,
que consta en un título ejecutivo. El legislador parte de la base de que
existe una presunción de verdad acerca de la existencia de una
obligación, por el hecho de constar esta precisamente en un título
ejecutivo.

Nuestra jurisprudencia ha sostenido que el procedimiento ejecutivo, en


general, tiene por objeto perseguir el cumplimiento de ciertas
obligaciones de carácter indubitable, que han sido convenidas por las
partes en forma fehaciente o declaradas por la justicia en los casos y con
las solemnidades que la ley señala. Es por ello, que la doctrina enseña
que “por juicio ejecutivo debemos entender aquel procedimiento que
persigue, por vía compulsiva, el cumplimiento de una obligación cierta e
indudable, que consta de un antecedente autentico al cual la ley le
reconoce la aptitud para provocar el apremio y que genéricamente se
conocen como títulos ejecutivos”.

En nuestra jurisprudencia, en similares términos, ha señalado que el


Titulo ejecutivo “es aquel que se da cuenta de un derecho indubitable al

pág. 172
cual la ley otorga la suficiencia necesaria para exigir el cumplimiento
forzado de una obligación de dar, hacer o no hacer en él contenida,
obligación que, además, debe tener las características de ser liquida y
actualmente exigible y de no hallarse prescrita”.

Comentario de alvaro gonzales

Es un aspecto muy importante en el ejecutivo porque mediante ella


podemos extraer lo pedido en el proceso, adema podemos solicitar

Aquel documento al cual la ley le atribuye la suficiencia necesaria para


exigir el cumplimiento forzado de una obligación que consta en él. El
acreedor que ha extraviado el pagare tiene el crédito y no tiene el
documento; el tenedor de un pagare oportunamente pagado pero no
retirado por el deudor tiene el documento pero no la calidad de acreedor

I. LA DEMANDA EJECUTIVA.
La demanda es el acto procesal que da inicio al proceso. Contiene la
pretensión procesal y materializada el derecho de acción. Este acto
procesal tiene satisfacer ciertos requisitos recogidos en los artículos
424 y 425 del CPC, en lo que corresponda. Los inicios 1 al 4 del
artículo 424 hacen referencia a los sujetos del proceso (juez y
partes).
La demanda es el acto que excita y dinamiza la tutela ejecutiva en un
proceso ejecutivo.
La demanda es el documento “receptáculo” que contiene la acción,
la tutela, la competencia, el domicilio procesal, la pretensión, la
fundamentación fáctica y jurídica, el o los títulos ejecutivos o pruebas
que los desvirtúan, entre otros requisitos de fondo y de forma.

pág. 173
Es necesario y obligatorio acompañar a la demanda el titulo ejecutivo
para crear el vínculo obligacional de dar, hacer o no hacer, ya lo reza
el adagio latino “Nulla executio sine título”.
La demanda “es un acto postula torio que contiene la pretensión
procesal, y aun cuando dicho acto requiere como requisito de
admisibilidad que el petitorio comprenda la determinación clara y
concreta de lo que se pide; y como tal, las peticiones que se
reclamen deben expresar en el requisito acotado, ocurre que la
demanda y la pretensión principal constituyen un todo que deben ser
interpretados en conjunto” (Cas. Nº 379-1999-Cono Norte).
El inciso 5 exige que el petitorio sea expresado en forma clara y
concreta; en ese sentido, la demanda ejecutiva debe solicitar que se
ordene el pago de determinada suma de dinero, más intereses y
gastos procesales. No es correcto solicitar se ordene el pago de la
suma que aparece en los documentos de ejecución, sino que hay
que establecer de manera expresa el monto de la pretensión. Se
debe precisar, además, que la petición; por citar, cuando se trata de
dar suma de dinero, siempre será posible en la demanda pedir
menos a lo establecido en él título. Véase el caso, si una letra de
cambio refiere la cantidad de cien mil nuevos soles y el ejecutante
solo solicita cincuenta mil nuevos solos, pero nunca más de la
cantidad establecida en el título.
En el inciso 6 de artículo 424 del CPC se hace referencia a que los
hechos sean expuestos enumerada mente en forma precisa, con
orden y claridad. Esta exigencia es importante porque va a fijar los
límites del contradictorio, la pertinencia de la prueba, la intervención
e integración de terceros que pudieren ser afectados con la tutela
reclamada. Nelson Ramírez considera que “toda pretensión, por
muy específica que sea, aun cuando se refiera cuestiones de puro
derecho, debe volcarse en una demanda que contenga una
secuencia expositiva lógica de los hechos. El orden está referido a

pág. 174
un criterio lógico que normalmente es secuencial en el tiempo, pero
que fundamentalmente, debe procurar arrojar como resultado el que
de su sola lectura informe con precisión los antecedentes que
originan el conflicto y, a su vez, permitan proyectar la forma en que
deban ser solicitados”.
En relación con la numeración de los hechos. Se dice que hay
demandas que no tienen más que un solo hecho y, por tanto, no hay
necesidad de enumerar ese solitario aspecto factico. Para Ramírez
debe cumplirse con dicho requisito, ya que se trata de una exigencia
que no hace referencia al aspecto cuantitativo sino al aspecto formal.
El proceso ejecutivo suele mencionado como el ejemplo de
demandas que contiene un solo hecho, pues la letra protestada en
su sola razón de ser, dada la naturaleza abstracta de la acción
cambiaria; sin embargo, para Ramírez ello no es así, porque un
primer hecho es la emisión de la letra, un segundo hecho es la
aceptación de la letra; un tercer hecho es el protesto de la letra; un
cuarto es la aceptación de la letra; un quinto hecho puede ser el
endose de la letra. En efecto, el demandado puede formular
contradicción contra cualquiera de estos hechos. Por ejemplo, puede
alegar que no acepto la letra, pues su firma ha sido falsificada, o que
el protesto es ilegal, pues ha sido hecho por quien ni es notario, o el
avalista alega que se ha perdido la acción cambiaria, etc.
Como señala la norma en comentario, a la demanda se acompaña el
titulo ejecutivo. No solo se debe alegar y presentar el título que por
ley apareja ejecución, sino que la obligación documentada en el titulo
debe cumplir los requisitos del artículo 689 del CPC. Estas dos
circunstancias deben desprenderse del título mismo, y a partir de él
nace el derecho del ejecutante a que el juez despache la ejecución y
la lleve hasta el final.
Veamos el pronunciamiento de la Corte Suprema donde indica que
el titulo ejecutivo establece por si solo el hecho relevante para fundar

pág. 175
la petición, individualizándola de la demás, no siendo preciso alegar
nada distinto. En la demanda ejecutiva lo único que debe alegar es:
1. que se tiene y presente un título de aquellos que la ley dice lleva aparejada
ejecución; y
2. que la obligación documentada en el titulo cumple con los requisitos
legales. Estas dos circunstancias deben desprenderse del título ejecutivo y
a partir de él nace el derecho del ejecutante a que el juez despache
ejecución (Cas. Nº 182-2001-Lima).
Cuando la norma exige que se acompañe el titulo ejecutivo se
explica por qué en este tipo de procesos el contradictorio se invierte.
La sola afirmación contenida en la demanda y sustentada en el título
que se adjunta es suficiente para que el órgano jurisdiccional expida
el mandato ejecutivo; sin embargo, puede ocurrir que el juez califique
el título y deniegue la demanda, aun sin oposición del ejecutado.
“Ha de formularse en los términos prevenidos para la ordinaria (…),
lo que evidentemente hace referencia a su estructura formal porque
en relación con su contenido al centrarse sobre el titulo ejecutivo,
resta trascendencia a la demanda como documento alegatorio que
solo tiene razón de ser sobre la base del desarrollo de aquel, y su
relación fáctica se refiere a las circunstancias que originaron el título
a su naturaleza, y a sus consecuencias definitivas que sirven de
base para que se decrete la ejecución. Y en la fundamentación
jurídica, tanto procesal como sustantiva, se indicará la viabilidad del
título y la procedencia de la pretensión ejecutiva, por la que la
demanda se configura aquí como una declaración de voluntad de
que se proceda a la ejecución del título que le sirve de base, sin que
tenga como fin anticipar o plantear argumentos, sino únicamente
convencer al juez de la existencia de un título a fin de que se ordene
despachar la ejecución.

pág. 176
Por eso la demanda ejecutiva es un documento elemental que suele
incluso estar impreso en relación con determinados títulos, en cuanto
se limita a consignar las circunstancias y datos del título en cuestión.
La demanda se limitará a solicitar que se despache la ejecución
frente a los bienes del demandado, por una cantidad concreta y
determinada deducida directamente del título presentado, e
interesando ulterior sentencia de remate que declare haber lugar a
seguir la ejecución adelante, contenido limitado en consonancia con
la naturaleza ejecutiva que predicamos, y que impide efectuar
peticiones de otro orden”53
En los procesos ejecutivos, y a tenor del artículo 695 del Código
Procesal Civil a la demanda se acompaña el título ejecutivo (que
debe ser uno de los indicados en el art. 693 del C.P.C.), además de
los requisitos y anexos previstos en los artículos 424y 425 de dicho
Código adjetivo, en lo que corresponda.

I.1. REQUISITOS DE LA DEMANDA. – ART. 424. CPC.

La demanda se presenta por escrito y contendrá:

1. La designación del juez ante quien se interpone;


2. El nombre, datos de identidad, dirección domiciliaria y domicilio procesal del
demandante;
3. El nombre y dirección domiciliaria del representante o apoderado del
demandante, si no puede comparecer o no comparece por sí mismo;
4. El nombre y dirección domiciliaria del demandado. Si se ignora esta última,
se expresará esta circunstancia bajo juramento que se entenderá prestado
con la presentación de la demanda;
5. El petitorio, que comprende la determinación clara y concreta de lo que se
pide;

53
GOMEZ DE LIAÑO, Gonzales, 1992, p. 294.

pág. 177
6. Los hechos en que se funde el petitorio, expuestos enumerada mente en
forma precisa, con orden y claridad;
7. La fundamentación jurídica del petitorio;
8. El monto del petitorio, salvo que no pudiera establecerse;
9. La indicación de la vía procedimental que corresponde a la demanda;
10. Los medios probatorios; y
11. La firma del demandante o de su representante o de su apoderado, y la del
abogado. El secretario respectivo certificara la huella digital del demandante
analfabeto.

I.2. ANEXOS DE LA DEMANDA. - ART. 425.


A la demanda debe acompañarse:
1. Copia legible del documento de identidad del demandante y, en su caso,
del representante;
2. El documento que contiene el poder para iniciar el proceso, cuando se
actué por apoderado;
3. La prueba que acredite la representación legal del demandante, si se trata
de personas jurídicas o naturales que no pueden comparecer por si
mismas;
4. La prueba de la calidad de heredero, cónyuge, curador de bienes,
administrador de bienes comunes, albacea o del título con que actué el
demandante, salvo que tal calidad sea materia del conflicto de intereses y
en el caso del procurador oficioso;
5. Todos los medios probatorios destinados a sustentar su petitorio, indicando
con precisión los datos y lo demás que sea necesario para su actuación. A
este efecto acompañara por separado pliego cerrado de posiciones de
interrogatorios para cada uno de los testigos y pliego abierto especificando
los puntos sobre los que versara el dictamen pericial, de ser el caso; y
6. Los documentos probatorios que estuviese en su poder el demandante. Si
no se dispusiera de alguno de estos, se describirá su contenido,

pág. 178
indicándose con precisión el lugar en que se encuentran y solicitándose las
medidas pertinentes para su incorporación al proceso.
7. Copia certificada del Acta de Conciliación Extrajudicial, en los procesos
judiciales cuya materia se encuentre sujeta a dicho procedimiento previo. (*)
(*) Inciso incorporado por la Quinta Disposición Complementaria,
Transitoria y Final de la Ley Nº 26872, publicada el 13/11/97 y que
entrara en vigencia conjuntamente con dicha ley.
La demanda ejecutiva tiene que ir acompañada del título, para
indicar el camino hacia el pronunciamiento ejecutivo del juez.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

La demanda ejecutiva, pues nos deja entender que, es el


comienzo de una demanda es decir, es el documento que
contiene la acción, la tutela, la competencia, el domicilio
procesal, la pretensión, la fundamentación fáctica y jurídica, el o
los títulos ejecutivos o pruebas que los desvirtúan, entre otros
requisitos de fondo y de forma.

COMENTARIO ROSITA LOZANO:


Es decir, La demanda ejecutiva es el acto jurídico procesal del
actor, por el cual este somete a consideración del tribunal, la
pretensión de que se cumpla forzosamente una obligación de la
que se dice acreedor. Es por ello, que una vez concluida las
gestiones preparatorias de la vía ejecutiva, si el título era
imperfecto o sin ellas, si el título es perfecto, se debe presentar
una demanda ejecutiva.
Es por eso, que la petición concreta en una demanda ejecutiva,
se traduce en solicitar directamente al tribunal, que en mérito de
lo expuesto y del título que se acompaña, se despache
mandamiento de ejecución y embargo en contra del ejecutado

pág. 179
por la obligación aludida y, que, en definitiva, acoja la demanda
ordenando que se siga adelante la ejecución hasta el entero
pago de lo adeudado en capital, intereses y costas.
COMENTARIO MARCELO MARIN:

La demanda ejecutiva es aquella demanda que un abogado interpone para hacer


cumplir una sentencia judicial o bien cualquier otro título que sea directamente
ejecutable ante los Tribunales y esta tiene por finalidad que el beneficiario del
título ejecutivo y por tanto de la acción ejecutiva, pueda conseguir la efectividad de
ésta. Se dirigirá al juzgado competente con la asistencia de abogado y procurador.

Comentario de alvaro gonzales

Es aquella que se interpone para que se haga cumplir una


sentencia u otro título que sea directamente ejecutable ante los
juzgados. s importante saber que sólo se ejecutará la sentencia
o título ejecutivo a petición de una de las partes, y que esta
petición, como ya he dicho, debe ser en forma de demanda

I.3. LA CUANTÍA Y SUS VARIACIONES EN EL PROCESO EJECUTIVO.


La problemática de la variación de la cuantía reclamada se sustenta
en las obligaciones de tracto sucesivo o periódicas, tenemos, por
ejemplo: los contratos de locación de servicios, los contratos de
arrendamiento, los contratos de mutuo, contratos de compraventa,
etc. El aumento o reducción está vinculado a la obligación
documentada en el título en el cual se fundó la pretensión ejecutiva y
se haya reservado tal derecho, en palabras sencillas, para que
genere la modificación de la cuantía será necesario exponerla en la
demanda y a su vez se HAGA RESERVA DE ESTE DERECHO. DE
ESTA MANERA SE EVITA OTRO PROCESO INNECESARIO.

pág. 180
COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:
La variación de la cuantía en el proceso ejecutivo es el aumento
o reducción que este se encuentra ante la pretensión de una
demanda ejecutiva en el que se encuentra plasmado ante un
documento de titulo ejecutivo.
COMENTARIO MARCELO MARIN:
La variación de la cuantía en el debido proceso ejecutivo es el
aumento o reducción que este se encuentra ante la pretensión
de una demanda ejecutiva en el que se encuentra plasmado ante
un documento de titulo ejecutivo procesal

Comentario de alvaro gonzales


La cuantia es un pedido de remuneración que puede aumentar
de acuerdo a la pretensión de la demanda ente un documento
de titulo de ejecución procesal

I.4. CLASIFICACION DE LA DEMANDA EJECUTIVA.


Se observan los requisitos de forma y fondo, tanto de la demanda,
como del título. Permite al juez decidir sobre su procedencia o
admisibilidad. Recordemos que la decisión judicial inicial es
provisional, ya que en la contradicción se puede desvirtuar lo
inicialmente alegado.

I.5. CLASIFICACION DEL TITULO O DOCUMENTO CON MERITO


EJECUTIVO.
Los títulos y documentos que tienen merito ejecutivo se encuentran
regulados en el artículo 693.

pág. 181
II. TÍTULOS EJECUTIVOS. - ART. 693
Se puede promover proceso ejecutivo en mérito de los siguientes
títulos:
1. Títulos valores que confieran la acción cambiaria, debidamente
protestados o con la constancia de formalidad sustitutoria del protesto
respectiva; o, en su caso, con prescindencia de dicho protesto o
constancia, conforme a lo previsto en la ley de la materia; y (**)
2. La constancia de inscripción y titularidad expedida por la institución de
Compensación y Liquidación de Valores, en el caso de valores
representados por anotación en cuenta, por los derechos que den lugar
al ejercicio de la acción cambiara, conforme a lo previsto en la ley de la
materia. (***)
3. Prueba anticipada que contiene un documento privado reconocido. (*)
4. Copia certificada de la Prueba anticipada que contiene una absolución
de posiciones, expresa o ficta.
5. Documento privado que contenga transacción extrajudicial.
6. Documento impago de renta por arrendamiento, siempre que se acredite
instrumentalmente la relación contractual (****)
7. Testimonio de escritura pública.
8. Otros títulos a los que la ley les da merito ejecutivo.
(*) Numeral vigente conforme a la modificación establecida por el
Articulo 2 de la Ley Nº 27027, publica el 27/12/98.
(**) Numeral vigente conforme a la Primera Disposición Modificatoria
de la Ley Nº 27287- Ley de Títulos Valores, publicada el 19/06/2000.
(***) Numeral vigente conforme a la Primera Disposición
Modificatoria de la Ley Nº 27287- Ley de Títulos Valores, publicada
el 19/06/2000.
(****) Numeral modificado por el Articulo Único de la Ley Nº 28125,
publicada el 16/12/2003.

pág. 182
COMENTARIO DE ALVARO:

Es un aspecto muy importante en el ejecutivo porque mediante


ella podemos extraer lo pedido en el proceso, adema podemos
solicitar

Aquel documento al cual la ley le atribuye la suficiencia


necesaria para exigir el cumplimiento forzado de una obligación
que consta en él. El acreedor que ha extraviado el pagare tiene
el crédito y no tiene el documento; el tenedor de un pagare
oportunamente pagado pero no retirado por el deudor tiene el
documento pero no la calidad de acreedor.

COMENTARIO MARCELO MARIN:

Es muy importante este aspecto en el proceso ejecutivo porque


mediante ella podemos extraer lo pedido en el proceso, adema
podemos solicitar

Aquel documento al cual la ley le atribuye la suficiencia


necesaria para exigir el cumplimiento forzado de una obligación
que consta en él. El acreedor que ha extraviado el pagare tiene
el crédito y no tiene el documento; el tenedor de un pagare
oportunamente pagado pero no retirado por el deudor

III. COMPETENCIA.
Todos los jueces ejercen jurisdicción, pero cada uno de ellos tiene
delimitado el campo en la que ejerce, de ahí que algunos jueces
pueden intervenir en unos asuntos y no en otros. Esta delimitación
se hace en atención al principio de la división del trabajo y se
distribuye entre los jueces y juzgados. Oderigo señala que la
jurisdicción representa la función de aplicar el Derecho, mientras que
la competencia es la aptitud legal de ejercer dicha función en

pág. 183
relación con un asunto determinado. Para Véscovi, la competencia
es la porción o parte de jurisdicción de los diversos órganos
jurisdiccionales y, a la vez, la aptitud de ellos para juzgar
determinados asuntos. La delimitación de la competencia se
presenta, así como un conjunto de limitaciones cuantitativas, no
frente a la jurisdicción sino frente a otros órganos jurisdiccionales.
La competencia es la facultad que tiene una autoridad (juez o arbitro)
para conocer, procesar, juzgar, resolver y ejecutar la decisión que
resuelva el litigio. La competencia del proceso ejecutivo esta
expresado en el Código Procesal Civil en su artículo 696:
a) El juez de paz letrado es competente para conocer pretensiones cuya
garantía no sea mayor de cincuenta unidades de referencia procesal.
b) Será de competencia del Juez Civil las pretensiones que superen las
cincuenta unidades de referencia procesal.
Los procesos de ejecución (Art. 34) se someten a las reglas
generales sobre competencia previstas en el Titulo II de la Sección
Primera del Código Procesal Civil, salvo disposición distinta de este
código.
Los cuestionamientos son básicamente:
a) La incompetencia: objetiva (declinatoria, inhibitoria, declaración oficiosa de
incompetencia) subjetiva (recusación / excusación)
b) Los conflictos de competencia o bien llamados por el maestro Alzamora
Valdez “contienda de competencia” pueden ser: “positiva, cuando dos
jueces pretender asumir el conocimiento del mismo litigio, y negativa si
ambos jueces pretender ser incompetentes en igual caso” 54.
c) Prorroga de competencia consiste técnicamente en un acuerdo de los
litigantes para que el juez natural inicial no sea quien juzgue.
d) Sometimiento al Arbitraje
e) Cuando existe acumulación de procesos por conexidad y aginidad

54
ALZAMORA VALDEZ, Mario, 1980. Derecho Procesal Civil. Teoría General del Proceso. 8va. Ed. Lima, Ed.
EDDILI, p.110.

pág. 184
Debemos ser exactos y minuciosos al momento de dirigir la
demanda y calcular el monto para que no sea declarada inadmisible.
Para la Corte Suprema, la competencia se determina por la situación
de hecho existente al momento de la interposición de la demanda o
solicitud. Cuando se emplaza a una persona natural es competente
el juez del lugar de su domicilio y si se tratase de dos o más
demandados lo será el domicilio de cual quiera de ellos (Cas. Nº
333-2004-Loreto).
Un sector de la doctrina delimita la competencia bajo la siguiente
clasificación: la objetiva, la funcional y la territorial.

COMENTARIO DE ALVARO:

Es aquella que se interpone para que se haga cumplir una


sentencia u otro título que sea directamente ejecutable ante los
juzgados. s importante saber que sólo se ejecutará la sentencia
o título ejecutivo a petición de una de las partes, y que esta
petición, como ya he dicho, debe ser en forma de demanda.

COMENTARIO MARCELO MARIN:

La competencia judicial equivale a la medida de jurisdicción que tiene un Juzgado


o Tribunal para conocer un asunto o conjunto de asuntos con preferencia a otro u
otros. La competencia puede definirse como el conjunto de procesos en que un
tribunal puede ejercer, conforme a la ley, su jurisdicción. Ya que se asignan a un
juez, en razón del territorio, sobre el cual ejerce sus funciones jurisdiccionales,
competencia por determinado proceso, es decir, el domicilio, el lugar en que debe
cumplirse, o se contrajo la obligación.

pág. 185
COMENTARIO DE SHAOLIN: La competencia judicial equivale a
la medida de jurisdicción que tiene un Juzgado o Tribunal para
conocer un asunto o conjunto de asuntos con preferencia a otro
u otros. La competencia puede definirse como el conjunto de
procesos en que un tribunal puede ejercer, conforme a la ley, su
jurisdicción, materia, grado, territorio etc.

1. Competencia objetiva
La competencia objetiva se sustenta en el valor y la naturaleza de la
causa. La función en las funciones que la ley encomienda a los
jueces de diversa jerarquía en el proceso y la territorial opera ante la
existencia de jueces de la misma clase y la asignación de procesos a
cada uno de ellos en atención al orden geográfico. Tanto la
competencia objetiva y funcional no son objeto de disposición de las
partes. Son absolutas, porque la organización de los estamentos
judiciales no se halla sujeta al arbitrio de las partes.
El artículo 690-B establece la competencia en grado, tomando como
referente la cuantía de la pretensión. Se dice que “la estrategia del
proceso se muestra dominada por leyes de conveniencia económica
según las cuales el costo del proceso condiciona la importancia del
litigio y este influye no solamente sobre la forma procedimental que
se le asigne, sino también sobre la estructura del oficio al cual se
confié sobre la selección de los funcionarios competentes”.
COMENTARIO MARCELO MARIN:

El juez es el que tiene la decisión en un proceso ejecutivo


Contiene la intimación al ejecutado para que pague lo adeudado
entregue el bien cumpla con la prestación deshaga lo hecho o
se abstenga de continuar haciendo para que el juez competente
pueda ser objetivo ante la disposición de ambas partes.

pág. 186
COMENTARIO DE ALVARO: Es la decisión del juez en un
proceso ejecutivo Contiene la intimación al ejecutado para que
pague lo adeudado entregue el bien cumpla con la prestación
deshaga lo hecho o se abstenga de continuar haciendo

Tolerar o permitir los actos ejecutantes practicados contra él

El plazo fijado por el juez atendiendo la naturaleza de la


obligación.

Autorización para la intervención de la fuerza pública en caso de


resistencia.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

La competencia objetiva se configura como el conjunto de


reglas que atribuyen a cada clase de órganos del orden
jurisdiccional civil el conocimiento, en primera instancia, de un
asunto concreto.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La competencia objetiva, es la que se encuentra determinada
por la materia o el asunto, como la cuantía y los elementos
determinantes de cada demanda, para que así cada juez
competente pueda ser objetivo ante la disposición de ambas
partes.

2. Competencia funcional

pág. 187
Precisamente, uno de los efectos de la cuantía en los procedimientos
ejecutivos es la determinación de la competencia funcional. Como
señala la norma, “el juez de paz letrado es competente para conocer
las prestaciones cuya cuantía no sea mayor de cien Unidades de
Referencia Procesal. Las pretensiones que superen dicho monto son
de competencia del juez civil”.
La competencia funcional comprende tanto la competencia por grado
como la competencia según la etapa procesal que se desenvuelva.
La designación del juez competente se cumple no por causa de una
cualidad del litigio sino de una cualidad de la actividad del cargo, o
sea de la función que está llamado a ejercer.
La aplicación de este criterio conlleva a distinguir entre el juez de
primer y segundo grado. Acarrea distribuir los litigios entre los jueces
con miras a la determinación de quien debe hacer el primer examen
del litigio y quien el examen que sucede.
En ese sentido, la norma en comentario establece los jueces de
primer grado (juez de paz letrado y juez civil) que conocerán las
pretensiones ejecutivas en atención a la cuantía que se reclama.
Tratándose de procesos de ejecución de garantías, la norma
establece que la primera instancia se iniciara ante el juez civil,
reproduciendo así la competencia ya establecida en el modificado
artículo 720 del CPC, al margen de la cuantía de la pretensión a
ejecutar.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

La competencia funcional, es el criterio que determina a que


órgano jurisdiccional corresponde conocer y decidir los
incidentes y recursos que se presentan en el proceso. Pues
unos del ejemplo sería los recursos devolutivos, su resolución

pág. 188
se atribuye a un órgano jurisdiccional distinto al que ha dictado
la resolución recurrida.

COMENTARIO MARCELO MARIN:


La competencia funcional es criterio que determina a que
órgano jurisdiccional corresponde conocer y decidir los
incidentes y recursos que se presentan en e el que cada etapa
procesal se encuentra para que cada juez designado cumpla por
la calidad de dado el cargo expuesto a este en el proceso

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La competencia funcional es la competencia de grado por el que
cada etapa procesal se encuentra para que cada juez designado
cumpla por la calidad de su cargo (ya sea el juez de paz letrado,
civil, etc.).

3. Competencia territorial.
En cuanto a la competencia territorial, señala el artículo que es
competente para conocer los procesos con título ejecutivo de
naturaleza judicial el juez de la demanda, reproduciendo en parte el
texto del derogado artículo 714 del CPC.
Bajo esta regla encontramos a los títulos ejecutivos de naturaleza
judicial, como los acuerdos por conciliación o transacción
homologados (328 y 337 el CPC) y las sentencias firmes. La norma
comprende a todos ellos bajo la denominación de resoluciones
judiciales firmes, atribuyendo competencia en dichos casos a los
jueces de la demanda. La transacción y la conciliación que ponen fin
al proceso tienen la autoridad de la cosa juzgada; por tanto, la
aprobación de ellas genera un título de ejecución que en caso de
incumplimiento se ejecuta ante el mismo juez que conoció la
demanda originaria, tal como lo señala el presente artículo; sin

pág. 189
embargo, este artículo no precisa el juez competente territorialmente
que debe conocer la ejecución de las obligaciones contenidas en
títulos ejecutivos de naturaleza extrajudicial, a que refieren los
incisos 2 al 11 del artículo 688 del CPC.
Frente a ello, debemos recurrir a lo regulado en el artículo 34 del
CPC que dice: los procesos de ejecución se someten a las reglas
generales sobre competencia, salvo disposición distinta de este
Código; esto es, el lugar del domicilio del demandado, tal como lo
señala el artículo 14 del CPC o por el artículo 17 del CPC, si se trata
de personas jurídicas; sin embargo, se debe tener en cuenta que
además del domicilio del demandado, también es competente, a
elección del demandante, los supuestos que regula el artículo 24 del
Código Procesal.
Tratándose de la ejecución de laudos arbitrales, la Casación Nº 574-
99-Lima, del 10 de agosto de 1999, ha reafirmado la aplicación de la
ley especial arbitral en el proceso de ejecución judicial de laudos.
Tratándose de la ejecución de un laudo extranjero reconocido en
sede nacional, su ejecución será conocida por el juez especializado
en lo civil del domicilio del demandado competente en la fecha de
presentación de la solicitud o, si el demandado no domicilia dentro
del territorio de la república, el competente del lugar donde este
tenga sus bienes.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
La competencia territorial hace referencia a las facultades
conferidas a los órganos en razón del espacio dentro del cual
pueden ejercitarla. Lo cual es sumamente importante en el
proceso, ya que cada juez dentro de su potestad actuara
conforme que la ley le atribuye.
COMENTARIO MARCELO MARIN:

pág. 190
La competencia judicial equivale a la medida de jurisdicción que tiene un Juzgado
o Tribunal para conocer un asunto o conjunto de asuntos con preferencia a otro u
otros. La competencia puede definirse como el conjunto de procesos en que un
tribunal puede ejercer, conforme a la ley, su jurisdicción. Ya que se asignan a un
juez, en razón del territorio, sobre el cual ejerce sus funciones jurisdiccionales,
competencia por determinado proceso, es decir, el domicilio, el lugar en que debe
cumplirse, o se contrajo la obligación.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La competencia territorial es para que cada juez competente
conozca la distribución de los procesos entre los diversos
jueces del mismo grado, a fin de hacer que el proceso se lleve
ante aquel juez que, por su sede, resulte ser el más idóneo para
conocer de una pretensión en concreto.

IV. MANDATO EJECUTIVO


Monroy55 sostiene que el proceso ejecutivo ha estado íntimamente
ligado a los cambios económicos de la humanidad. Refiere que a
comienzos del siglo XI en Europa se buscó que las personas
dedicadas a la actividad comercial cuenten con un procedimiento
más expeditivo. Se cita la Bula de Clemente V que autorizaba a los
jueces seguir procedimientos breves para tal fin. A esta Bula
influyeron los derechos estatutarios italianos que forjaron un
procedimiento más rápido llamado sumario, sin embargo, este
procedimiento fue insuficiente porque se requería de un
procedimiento aún más expeditivo. Se procedió a colocar en los
contratos una clausula - pactum executivum – que permitía a los
55
MONROY, Juan. “Rasgos esenciales del proceso ejecutivo. Merito ejecutivo del contrato de seguros contra
siniestros en el proceso civil peruano”. En Advocatus. Facultad de Derecho de la Universidad de Lima, Lima,
p.107.

pág. 191
acreedores, en caso de incumplimiento de obligación, obtener del
juez una orden de pago inmediata conocida con el nombre de
mandatum de solvedum, antecedente directo del actual auto de
pago. Como en el documento reposaba la autenticidad de la
obligación, se exigía que el documento se formalizara ante un
notario, quien a su vez estaba facultado para ordenar el
cumplimiento de la obligación, bajo apercibimiento de pasar los
documentos al juez para que este ejecute. Posteriormente, ni
siquiera fue necesaria la presencia de la cláusula de pactum
executivum. Bastaba el reconocimiento notarial de la obligación para
que pudiera producirse, de manera inmediata, la ejecución judicial, lo
que mutatis mutandis ocurre a la fecha en nuestro ordenamiento,
dice Monroy.
Al respecto, la Corte Suprema señala que el mandato de ejecución
es un acto procesal mediante el cual se exige al emplazado que
cumpla con el pago de la obligación adeudada (Cas. Nº 440-2007-
Lima). El mandato de ejecución, en modo alguno es una resolución
que pone fin al proceso, debe entenderse esta como un auto que
resuelve la contradicción (Cas. Nº 329-2005-Apurimac).
Como señala el artículo 690-C, el juez calificara el titulo ejecutivo
verificando la concurrencia de los requisitos formales del mismo.
Para que pueda admitirse su ejecución, no solo es suficiente
recaudar el original del documento que presumiblemente tiene mérito
ejecutivo, sino que la obligación que la contiene esta vencida; esto
significa que la pretensión exigida no se encuentre sujeta a
modalidad alguna, vale decir, que no tiene plazo, lugar, ni modo
pendiente.
Con relación al título y su implicancia para la acción, aparecen
diversos criterios. Para Liebman, el título es un elemento constitutivo
de la acción, para Zanzucchi, es una condición requerida para el
ejercicio de la acción; para Furno, es un presupuesto de

pág. 192
procedibilidad; para Carnelutti, es la prueba documental del crédito.
Frente a las posiciones citadas se sostiene que para que un título
ejecutivo sea tal es menester la reunión de dos elementos: la
declaración de la existencia de una obligación que la ejecución tiene
a satisfacer; y, la orden de ejecución.
Palacio, apreciando el título como calidad y como documento señala
“se tiene título cuando se está habilitado jurídicamente para hacer
una cosa; pero, también cuando se tiene en mano el documento que
acredita esa calidad”. Sostiene que el equívoco radica en que puede
haber calidad sin documento y documento sin calidad. El acreedor
que ha extraviado el pagare tiene el crédito y no tiene el documento;
el tenedor de un pagare oportunamente pagado, pero no retirado por
el deudor, tiene el documento y no la calidad de acreedor.
En el cobro de alquileres, los propietarios tienen título ejecutivo, aun
cuando el arrendamiento sea verbal y no exista documento en su
favor. También lo tiene el Estado por cobro de ciertos impuestos, sin
documento alguno o con documentos emanados de la propia
administración, los cuales violarían, aparentemente el precepto que
nadie puede hacerse una prueba en su propio favor. En estos casos,
señala Palacio, el titulo ejecutivo es la calidad de acreedor.
Viceversa, puede darse el caso de que se lleven adelante los
procedimientos de ejecución con documentos y sin título, como
cuando la deuda se ha extinguido por prescripción o caducidad. En
estas circunstancias, el juez no puede oponer de oficio esa
circunstancia; sim embargo, la sentencia rechazara en definitiva la
pretensión del acreedor; pero la ejecución ya se inició con la sola
exhibición del documento.
El concepto de título ejecutivo es indistintamente un concepto de
Derecho material y un concepto de Derecho Procesal. Lo normal es
que ambos conceptos coinciden y que el titular de un derecho tenga
en su poder el documento que lo justifica. La ejecución, entonces, se

pág. 193
promueve en virtud del derecho y del documento; pero no es forzoso
que así acontezca, según se pone de relieve en los ejemplos que
cita Palacio.
La norma señala que de considerar admisible la demanda dará
tramite expidiendo el mandato ejecutivo debidamente fundamentado,
el que contendrá el cumplimiento de una obligación contenida en el
titulo; por citar, si se trata de una obligación dineraria, el mandato
ejecutivo contendrá una orden de pago de lo adeudado, incluyendo
intereses y gastos demandados, bajo apercibimiento de iniciarse la
ejecución forzada.
El apercibimiento indica una prevención especial porque se concreta
en una advertencia conminatoria respecto de una sanción también
especial. Esta advertencia es intimada por la autoridad, con potestad
suficiente para exigir una conducta determinada y aplicar una
sanción en caso de resistencia a ella. Además, el apercibimiento
judicial hecho a una de las partes se funda en un mandato expreso
de la ley, que permite al juez advertir de la futura actuación a realizar
en caso de resistencia.
A pesar de que no lo precisa la norma es necesario requerir al
condenado señalándole un plazo para que cumpla. Este
requerimiento previo y el señalamiento de plazo constituyen el inicio
de la ejecución y es calificado como mandato ejecutivo.
La actividad ejecutiva dependerá de la conducta que adopte el
ejecutado. Si este cumple estrictamente (íntegramente) la condena,
la ejecución y el proceso concluirá; en caso contrario, como el
objetivo de la ejecución no se ha logrado, se procederá a la
ejecución forzada.
Los actos de coacción tienen normalmente en esta etapa un carácter
meramente preventivo, para luego dar paso, si hubiera contradicción,
a una etapa sumaria de conocimiento, que se inserta en el
procedimiento de ejecución. Esa oposición aparece regulada en el

pág. 194
artículo 690 D del CPC para brindar al ejecutado la posibilidad de
hacer valer las defensas que tenga contra el título o contra el
procedimiento.
En el caso de obligaciones dinerarias en el que el titulo contenga una
parte liquida y otra ilíquida, se procederá a la ejecución de la primera
sin necesidad de esperar a que se liquide la segunda.
El tratamiento de la prestación liquidable aparece regulado en el
artículo 689 del CPC. Véase el caso de una transacción extrajudicial,
que contiene una prestación de una cantidad liquida más intereses
convencionales; estos últimos serán liquidables como resultado de
una operación aritmética. En igual sentido, si el pago de una deuda
se ha fijado en moneda extranjera será un título ejecutivo líquido,
cuando se trate de moneda convertible admitida a cotización oficial y
que la operación en esa moneda está permitida legalmente o
autorizada administrativamente.
La prestación liquidable es la que puede dilucidarse numéricamente
mediante operación aritmética, método que no podría ser de
aplicación para las prestaciones ilíquidas porque ella responde a
razones muy distintas. En estos casos, estamos ante las llamadas
sentencias de condena genérica o de condena con reserva. Véase el
caso de la sentencia que condena al pago de una suma liquida y
dispone, la compensación del saldo de la deuda existente mediante
la devolución de mercadería, luego de computarse la depreciación
de ella, al momento de la entrega (Exp. Nº 8161-1997, 33 Juzgado
Civil de Lima); o el caso de la sentencia que condena al pago de
daños y perjuicios, fijándose las bases para dicha posterior
liquidación; o la liquidación de frutos, rentas y utilidades, según las
pautas preestablecidas en la condena. Montero Aroca56 refiere que
estas prestaciones operan cuando la ley admite que esta sea
ilíquida, dejando la liquidación para la fase de ejecución; otro

56
MONTERO AROCA, Juan. Derecho Jurisdiccional. T. II Proceso civil, Bosh, Barcelona, 1995, p.522.

pág. 195
supuesto es que no haya existido realmente una actividad
declarativa previa, sino simplemente el presupuesto para condenar
genéricamente a los daños sufridos; también permite prestaciones
ilíquidas, cuando la obligación de hacer, no hacer o dar cosa
especifica o genérica se pueden transformar por ley en obligación
pecuniaria. En este último caso, nuestro Código hace referencia a
esta situación en los artículos 706 y 708 del CPC.
Es importante hacer especial referencia a las prestaciones liquidas,
liquidables e ilíquidas en un título que contiene obligaciones
dinerarias porque una de las causales para sustentar la contradicción
a dichos títulos se basa en la liquidez del título (artículo 690 D inciso
1 del CPC).
“(…) una obligación cierta es aquella que no ofrece dudas sobre sus
elementos objetivos y subjetivos. En tal sentido, estamos ante una
obligación cierta cuando su objeto (prestación) este señalado en el
título. No lo será cuando el titulo contenga obligaciones alternativas o
cuando estemos en presencia de obligaciones de dar bienes ciertos
solo en su especie y cantidad (…) la certeza comprende también la
determinación de los sujetos de la obligación, acreedor y deudor (…).
Es expresa (…) cuando figura en el titulo mismo y no sea el
resultado de una presunción legal o una interpretación de algún
precepto normativo. Es exigible cuando apareciendo del título que
esté sometida a una modalidad (plazo o condición) o a una
contraprestación, el plazo se haya vencido, se pruebe la verificación
de la condición o que se ha cumplido la contraprestación. El
concepto de liquidez esta circunscrito a las obligaciones pecuniarias
(…) Una obligación pecuniaria será liquida cuando su monto este
determinado”.57
Como señala el artículo 690-C, el mandato ejecutivo contendrá la
advertencia o apercibimiento a iniciarse la ejecución forzada, “con las
57
ARIANO DEHO, Eugenia. El Proceso de Ejecución. La Tutela ejecutiva en el Código Procesal Civil Peruano.
Lima, 1996.

pág. 196
particularidades señaladas en las disposiciones especiales”. Véase
que en el caso del proceso de ejecución de garantías a que se
refieren los artículos 720 a 722 del CPC, el acreedor hace uso de la
acción real exigiendo el cumplimiento de la obligación garantizada,
bajo apercibimiento de rematarse el bien dado en garantía; mientras
que en el proceso ejecutivo, que contiene un título ejecutivo (688
inciso 4 del CPC) el acreedor hace uso de la acción personal
exigiendo el cumplimiento de la obligación principal, bajo
apercibimiento de llevarse adelante la ejecución forzada sobre los
bienes de propiedad del deudor; en tal sentido, a pesar de que existe
un fiador solidario constituido en el contrato de garantía hipotecaria,
y otro fiador solidario constituido en el contrato de garantía
hipotecaria, y otro fiador solidario consignado en el pagare, los
apercibimientos para el inicio de la ejecución forzada, difieren uno de
otro.
Por otro lado, en caso de exigencias no patrimoniales, el juez debe
adecuar el apercibimiento a dicha naturaleza, véase el caso de la
ejecución forzada de un régimen de visitas, o de la entrega de un
menor en caso de tenencia.
Es importante resaltar que el derogado artículo 697 del CPC que
regulaba el mandato ejecutivo en pretensiones dinerarias, permitirá
la posibilidad de la impugnación, mediante la apelación, al mandato
ejecutivo. El sujeto legitimado para la impugnación era el ejecutado y
solo podía fundarse en la falta de requisitos formales del título; sin
embargo, el cuestionamiento al mandato ejecutivo, también se puede
realizar a través de la contradicción que recogía el inciso 2 del
artículo 700 del CPC. En ambos casos tanto los plazos como el
objeto de la contradicción y la apelación son distintos; y por lo
mismo, los efectos de estos en relación al título también.
El mandamiento ejecutivo “(…) es el documento en el que consta la
orden impartida por el juez al oficial de justicia para que requiera al

pág. 197
deudor el pago de la suma adeudada y, subsidiariamente, trabe
embargo sobre bienes suficientes para cubrir esa suma”. En el
mandamiento debe constar la cantidad cuyo pago se reclama, más
otra que incumbe al juez fijar para responder a intereses y postas y
que reviste carácter provisional hasta tanto se practique la pertinente
liquidación. Debe también contener autorización para requerir el
auxilio de la fuerza pública y el allanamiento de domicilio para el
caso de que el deudor se resista a la diligencia (…)” 58
El auto admisorio es a proceso de cognición como mandato ejecutivo
es a proceso ejecutivo. El contenido del mandato ejecutivo es la
intimación u orden dar, hacer, o no hacer y la autorización para la
intervención de la fuerza pública en caso de resistencia. La finalidad
apunta a las obligaciones de: dar, hacer o no hacer según nuestro
código procesal civil. El juez tiene los siguientes pronunciamientos:
a) Inadmisibilidad: no reviste la formalidad requerida por ley y se otorga un
plazo para la subsanación del vicio procesal.
b) Rechaza: por falta de competencia, jurisdicción, caducidad de la acción,
cuando no se subsanan los vicios procesales.
c) Deniega la ejecución: si el titulo ejecutivo no reúne los requisitos formales.
Cita hecha por Hinostroza Minguez “A criterio de Nelson Mora el
auto de mandamiento ejecutivo deberá contener:
a) La designación y nombres completos del demandante ejecutante y del
deudor ejecutado, con la designación de sus calidades civiles,
representantes, etc.
b) La orden para que el deudor ejecutado cumpla la obligación, sea de pagar
una suma de dinero, de dar y entregar una cosa cierta o bienes género, de
ejecutar un hecho, de destruir una obra realizada, o, en las ejecuciones
mixtas de hacer o ejecutar un hecho o entregar un bien mueble y pagar una
suma de dinero.

58
PALACIO, 1994. T. VII, p. 392 y 393.

pág. 198
c) Fijación del termino para que el demandado cumpla la obligación, esto es,
pague o consigne a órdenes del juzgado la suma de dinero que se le cobra,
presente o entregue el bien mueble, ejecute la obra o hecho o destruya la
obra realizada.
d) En el auto de mandamiento ejecutivo, igualmente, si asi se ha solicitado, se
debe ordenar que el deudor pague los perjuicios moratorios causados
juntos con los intereses.
e) La orden de notificación del auto de mandamiento ejecutivo al demandado
f) Orden de traslado de la demanda
g) Las demás disposiciones legales pertinentes 59
Conforme a nuestro ordenamiento jurídico, el Juez calificara el título
ejecutivo, verificando la concurrencia de los requisitos formales del
mismo (es decir, que la obligación contenida en el título sea cierta,
expresa, exigible y líquida o liquidable: art. 689 del C.P.C.). De
considerarlo admisible dan trámite a la demanda expidiendo
mandato ejecutivo debidamente fundamentado, el que contendrá una
orden de pago de lo adeudado, incluyendo intereses y gastos
demandados, bajo apercibimiento de iniciarse la ejecución forzada,
(art. 697, primer párrafo, del C.P.C.).
El mandato ejecutivo es apelable sin efecto suspensivo. La apelación
sólo podrá fundarse en la falta de requisitos formales del título (art.
697, según párrafo, del C.P.C.)

COMENTARIO DE SHAOLIN:

El mandato ejecutivo es la decisión motivada emitida por el juez


en un proceso ejecutivo, cuya finalidad es la demanda con la
que se busca cobrar judicialmente una obligación; sirve para
que el juez ordene el pago de una deuda o el cumplimiento de
una obligación respaldada por un título ejecutivo.

59
HINOSTROZA MINGUEZ, Alberto, 2004. Procesos de Ejecucion. 2 Ed. Lima, Ed. Jurista Editores, p. 140.

pág. 199
COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:
El mandato ejecutivo es la decisión motivada emitida por el juez
en un proceso ejecutivo, un claro ejemplo de ello es; si del
examen que se realiza al título resulta que reúnen las
condiciones que la ley exige para que tenga fuerza ejecutiva, es
decir, si se trata de un título ejecutivo, si la obligación es líquida
y actualmente exigible y si no está prescrita, el juez ordenara
despachar mandamiento de ejecución y embargo; de lo
contrario, denegara la ejecución, caso en el cual este deberá
indicar las consideraciones por las que no da lugar a le
ejecución.
Es así que, la resolución que provee la demanda ejecutiva tiene
naturaleza de sentencia interlocutoria; por lo que será una
interlocutoria de segunda clase si se despacha mandamiento de
ejecución y embargo, ya que este debe servir de base para el
pronunciamiento de una sentencia definitiva.
Es por ello, que el mandato de ejecución contiene la
intimidación al ejecutado para que este pague lo adeudado,
entregue el bien, cumpla con la prestación, se deshaga de lo
hecho o se abstenga en continuar haciéndolo, tolerar o permitir
los actos ejecutantes practicados contra él, etc.

COMENTARIO MARCELO MARIN:

El mandato ejecutivo, es el que dispondrá el cumplimiento de la obligación


contenida en el título; bajo apercibimiento de iniciarse la ejecución forzada, con las
particularidades señaladas en las disposiciones especiales. En caso de exigencias
no patrimoniales, el Juez debe adecuar el apercibimiento ya que El mandato
ejecutivo es una orden judicial o resolución que se pronuncia sobre la obligación y
efectos de dar, hacer, no hacer y tolerar.

pág. 200
V. CONTRADICCION.
Los procesos de ejecución, como pretenden la satisfacción del
derecho ya declarado, se inician invadiendo la esfera propia del
demandado, creando por anticipado un estado de sujeción a favor
del titular del título. Frente a esas circunstancias, el diseño del
procedimiento ejecutivo permite al ejecutado contrarrestar la
intervención recurriendo a la contradicción, bajo los diversos
supuestos que regula este artículo y dentro del plazo legal que
establece. La contradicción aparece como la posibilidad que se le
asigna al demandado para hacer valer las defensas que tenga contra
el título.
La naturaleza de la contradicción tiene un origen constitucional y en
varios principios generales del derecho procesal. El objeto de la
contradicción es “una tutela abstracta por una sentencia justa y legal,
cualquiera sea, y la oportunidad de ser oído en el proceso para el
ejercicio del derecho de defensa en igual de Nuestro Código
Procesal Civil regula las causales de contradicción en su Artículo
700.
El ejecutado puede contradecir la ejecución y proponer excepciones
o defensas previas, dentro de cinco días de notificado con el
mandato ejecutivo, proponiendo los medios probatorios. Solo son
admisibles la declaración de parte, los documentos y la pericia.
La Corte Suprema precisa, por ejemplo, que “en las demandas de
ejecución de garantías, la contradicción solo podrá fundarse según la
naturaleza del título en la inexigibilidad o iliquidez de la obligación
contenida en el titulo; la nulidad formal o falsedad del título y la
extinción de la obligación exigida” (Cas. Nº 3789-2012- La Libertad).

pág. 201
Apréciese del contenido del artículo 690-D la contradicción nos
remite a una cognición sumaria, donde los supuestos de
contradicción acogidos en los diversos incisos del presente artículo
solo pueden ser aprobados con documentos, declaración de parte y
pericia. Ariano60 considera que el proceso ejecutivo no es un
verdadero proceso de ejecución. Se creó para evitar el proceso
ordinario solemne y dispendioso, como corolario de los títulos con
ejecución aparejada, que permitían el ingreso a un proceso de
ejecución sin una previa cognición judicial. “El hecho que dentro de
su evolución histórica se haya permitido la incrustación dentro de su
estructura de un incidente de cognición limitado, la ahora llamada
contradicción, no le priva de su naturaleza ejecutiva”.
En otros procedimientos se permite una sumaria cognición, pero con
la posibilidad de agotar su discusión posterior a la ejecución, en un
proceso amplio de cognición ulterior; situación que no contempla el
vigente Código Procesal, pero que, si lo regulo el derogado Código
de Procedimientos Civiles de 1912 y el Decreto Ley Nº 20236, a
través del procedimiento de contradicción de sentencias. Bajo ese
contexto, la oposición del ejecutado, no se concebía como una
contestación a la demanda con la que se da origen a “un incidente
declarativo”. Lo resuelto podía revisarse en un proceso plenario
posterior, lo que significaba que la sentencia en dichos procesos
ejecutivos no producía cosa juzgada.
Una vieja discusión que acompaña al título ejecutivo se orienta a
dilucidar si el título ejecutivo configura un acto o un documento. Para
Liebman, el título es un acto. El documento no es más que el
aspecto formal del acto y este, en tanto tiene una eficacia constitutiva
que consiste en otorgar vigor a la regla jurídica sancionatoria y en
posibilitar la actuación de la sanción en el caso concreto, crea una
nueva situación de Derecho Procesal que no debe confundirse con la

60
ARIANO, Eugenia. El proceso de ejecución. Rodhas, Lima, 1998, p.173.

pág. 202
situación de Derecho Material existente entre las partes. En cambio,
Carnelutti sostiene que el titulo ejecutivo es un documento que
representa una declaración imperativa del juez o de las partes.
“Siendo esa declaración un acto, con el intercambio acostumbrado
entre el continente y el contenido y, por tanto, entre el documento y
el acto que en él está representado, se explica la costumbre
corriente de considerar como título al acto en vez del documento”.
Frente a dichas posiciones, la mayor parte de la doctrina asume que
ambos, documento y acto, son elementos integrantes del título. Se
sostiene que el concepto de título ejecutivo es, indistintamente, un
concepto de Derecho material y un concepto de Derecho Procesal.
Lo normal es que ambos conceptos coincidan y que el titular de un
derecho tenga en su poder el documento que lo justifica. La
ejecución, entonces, se promueve en virtud del derecho y del
documento; pero, no es forzoso que así acontezca. Véase, cuando
un propietario pretende el cobro de alquileres aun cuando el
arrendamiento sea verbal y no exista documento en su favor, el titulo
ejecutivo es la calidad del acreedor. Viceversa, puede darse el caso
de que se lleven adelante los procedimientos de ejecución con
documentos y sin título, como cuando la deuda se ha extinguido por
prescripción. El juez en la calificación del título no puede oponer de
oficio esa circunstancia, sin embargo, la sentencia rechazara en
definitiva la pretensión del acreedor; pero nótese que la ejecución se
ha iniciado con la sola presentación del documento. El ejecutante no
precisa más que presentar el título, sin que deba probar nada. Todas
las alegaciones que se opongan al acto jurídico y al documento los
hará el ejecutado en la contradicción, y solo a él incumbe la carga de
la prueba.
Las causales para el contradictorio se describen en los tres
supuestos que recoge la norma. Son causales cerradas, no cabe
interpretación extensiva a otros supuestos que no sean los

pág. 203
expresamente regulados en el artículo 690 D del CPC, de ahí que el
texto del artículo señale: “la contradicción solo podrá fundarse según
la naturaleza del título en (…)”; de tal manera que el juez debe
declarar liminarmente la improcedencia de la contradicción si esta se
funda en supuestos distintos a los que describe la norma; sin
embargo, la sustentación de la causal, no guarda relación con la
calificación invocada. En esas circunstancias, si el juez aprecia que
el ejecutado esta “etiquetando” una contradicción agazapada bajo las
causales que describe este artículo, sin que el contenido y desarrollo
de la argumentación se ajuste a la invocada, debe proceder al
rechazo liminar de la contradicción.
La Corte Superior por su parte, precisa que “el ejecutado solo puede
contradecir el mandato de ejecución, sustentado únicamente en la
nulidad formal del título, la inexigibilidad de la obligación o que la
misma ya ha sido pagada o ha quedado extinguida de otro modo o
se encuentra prescrita” (Exp. Nº 79-2007-Lima, Primera Sala Civil
con Subespecialidad Comercial). En ese sentido, si la contradicción
que formule el ejecutado se sustente en causales distintas a las ya
enunciadas, será rechazada liminarmente por el juez de la causa
(Exp. Nº 2672-1998-Lima).
Como ya se ha señalado la vieja disquisición entre acto y documento
en los títulos ejecutivos, se ha zanjado en que ambos son elementos
integrantes del título, esto es, que para que calificar a un título
ejecutivo deben concurrir dos elementos: el documento en la forma
establecida por ley y el acto cuyo contenido reúna los elementos
subjetivos y objetivos de las obligaciones. Esta precisión es
importante para justificar las causales de los incisos 1 y 2 para la
contradicción, pues un título ejecutivo, para ser considerado como
tal, debe satisfacer requisitos de forma y de fondo.

COMENTARIO MARCELO MARIN:

pág. 204
El principio de contradicción, es el derecho que cada parte tiene a tomar
conocimiento de los actos procesales que se realizan en el proceso a fin de tener
el poder de intervenir, ejercer su derecho a defenderse y acreditar su posición su
aplicación implica el hecho de que ambas partes, ya fueren demandante y
demandado o bien acusador y encausado, puedan acceder al proceso con el
objetivo de hacer valer libremente sus pretensiones, aportando a tal efecto las
diferentes alegaciones fácticas y probatorias que las fundamenten.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
En todo proceso, la otra parte, es decir el demandado tiene el
derecho de contradecir la pretensión que lo imputan, pues es un
medio de defensa para el demandado, pues la contradicción es
el derecho que cada parte tiene a tomar conocimiento de los
actos procesales que se realizan en el proceso a fin de tener el
poder de intervenir, ejercer su derecho a defenderse y acreditar
su posición.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


Como ya hemos referido, el titulo ejecutivo será aquel
documento que legitima dar inicio al proceso de ejecución, en
tanto y en cuanto a dicho documento, por mandato de la ley,
tiene mérito suficiente para iniciar este proceso, el cual ha sido
diseñado sobre la base del principio contradictorio.
Como podemos observar, nuestro proceso único de ejecución
estructuro a la contradicción como un mecanismo de defensa.
Una defensa limitada no solo en cuanto a los supuestos en los
que se puede fundar dicha contradicción, sino, es que solo
estos y únicamente estos pueden ser alegados, sin que se
permita interpretaciones extensivas para poder llegar a ella.

pág. 205
Es por ello, que, particularmente opinamos que el contradictorio
es un proceso de ejecución que debe estar fuera de él, es decir,
ser un proceso independiente, un proceso plenario, sin
limitación de alegaciones y pruebas, en donde su sola admisión
no importe la suspensión automática de la ejecución.

La contradicción se podrá fundar en:

1. Inexigibilidad de la obligación
El inciso 1 del artículo 690-D hace referencia a “la inexigibilidad o
iliquidez de la obligación contenida en el título”. Dicha causal se
invoca para cuestionar el fondo del título. Aquí no hay un
cuestionamiento al documento en sí, sino al acto que recoge dicho
documento. Se cuestiona la ejecutabilidad del título por carecer de
una prestación cierta, expresa y exigible, condiciones básicas para
que un título resista ejecución, tal como lo describe el artículo 689
del CPC.
La inexigibilidad de la prestación está referida a la naturaleza de la
obligación en sí, esto es, si ella está sujeta a una condición, plazo, o
modo, pues de ninguna manera puede referirse a algún requisito de
procedibilidad de la acción (Cas. Nº 3789-2012-La Libertad). Se
configura cuando por razones de tiempo (plazo no vencido), lugar
distinto al señalado en el título, modo (condición, cargo o forma
acordada que debe cumplirse) la obligación no puede ser
válidamente reclamada (Exp. Nº 1146-2005, Corte Superior de
Lima).
La prestación es cierta cuando están perfectamente delimitados en el
titulo los sujetos y el objeto de la prestación, aunque sean de manera
genérica. Esto implica que necesariamente tiene que haber un sujeto
activo, llamado acreedor, que es la persona a cuyo favor debe
satisfacer la prestación. También se lo denomina “titular” porque es

pág. 206
quien tiene el titulo para exigir del deudor el comportamiento debido.
El sujeto pasivo de la obligación es la persona que tiene que
satisfacer la prestación debida, es decir, debe conformar su conducta
al comportamiento que le exige la prestación. Si bien los sujetos
deben estar determinados al tiempo de contraerse la obligación,
pueden ser susceptibles de determinación ulterior. En este caso, hay
indeterminación de sujeto transitoriamente, pero ello no impide que
exista la obligación, la cual se sustenta en la existencia actual del
sujeto transitoriamente indeterminado. Los títulos al portador, las
rifas y sorteos, por citar, son ejemplos de títulos con sujetos
determinables, situación diversa es, si faltase el sujeto y no fuese
determinable, la obligación nunca habría existido y por tanto, no
sería exigible.
Las prestaciones para que sean exigibles deben estar expresamente
señaladas en el título. Debe constar por escrito el objeto de la
prestación, esto es, aquello que el deudor debe satisfacer a favor del
acreedor. La prestación consiste en una cosa, o en un hecho que
habrá de ejecutar el deudor, o en una abstención de algo que el
deudor habría podido efectuar el deudor, o en una abstención de
algo que el deudor habría podido efectuar libremente de o mediar la
existencia de la obligación que le exige un comportamiento negativo.
En ese sentido, apréciese lo regulado en el artículo 694 del CPC que
establece que se puede demandar ejecutivamente las siguientes
obligaciones: de dar, de hacer o de no hacer.
No se puede concebir la obligación sin objeto, pues no es posible
estar obligado, en abstracto, sino que es necesario deber algo en
concreto. La ausencia de objeto se traduce en la inexistencia de la
obligación, por su carencia de contenido.
El titulo debe contener además prestaciones exigibles, para la cual
es indispensable que su objeto este determinado o sea determinable,
que sea posible y que tenga un valor pecuniario la prestación.

pág. 207
La prestación es determinada cuando el tiempo de constituirse la
obligación se conoce en su individualidad la cosa debida, o está
definido, en sus sustancias y circunstancia el hecho o la abstención
que habrá de satisfacer el deudor. Es determinable la prestación
cuando sin estar individualizado su objeto (cosa, hecho) es factible
de individualización ulterior. En este último supuesto, de
prestaciones determinables, se ubican las prestaciones liquidables y
las ilíquidas, pero con la salvedad de que las liquidables se
convierten en liquidas mediante operación aritmética, mecanismo no
aplicable a las prestaciones ilíquidas, pues estas tienen otro
tratamiento para su liquidación.
Otro referente para la exigibilidad de la prestación en que el objeto
sea posible, pue un objeto imposible equivale a un objeto inexistente,
de modo que no se puede imponer la obligación de hacer algo
imposible. En la teoría concurren distintos criterios que sostienen que
el objeto de la prestación para que sea exigible debe tener una
apreciación pecuniaria. Si la prestación careciera de significación
pecuniaria, el incumplimiento del deudor no lo hace incurrir en
responsabilidad alguna por cuanto dicho incumplimiento no
redundaría en detrimento patrimonial del acreedor.
COMENTARIO MARCELO MARIN:

La exigibilidad de las obligaciones está relacionada con el vencimiento de las


mismas hasta el punto de que mientras que no haya llegado la fecha de
vencimiento de cada obligación no se podrá dar por incumplido un contrato o la
misma obligación para poder llevar a cabo el requerimiento previo, en su caso,
para tratar en dicho proceso judicial.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

Este punto es importante en el proceso, siendo que


la exigibilidad de las obligaciones está relacionada con el

pág. 208
vencimiento de las mismas hasta el punto de que mientras que
no haya llegado la fecha de vencimiento de cada obligación no
se podrá dar por incumplido un contrato o la misma obligación
para poder llevar a cabo el requerimiento previo.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La inexigibilidad de la obligación es la condición, plazo, o modo,
para así poder referirse a algún requisito de procedibilidad de la
acción.

2. Iliquidez de la obligación
La contradicción puede invocar “la iliquidez de la obligación
contenida en el título”. Esto implica que no tiene inmediata ejecución
una prestación ilíquida. “La iliquidez de la obligación implica que no
tiene inmediata ejecución una prestación ilíquida” (Cas. Nº 3789-
2012-La Libertad). Si la obligación comprende una parte liquida y
otra parte es ilíquida, se puede demandar la primera. Las
prestaciones liquidables se liquidan mediante operación aritmética.
Cuando el título es ilíquido, no puede procederse a la ejecución con
una simple operación aritmética porque ella responde a razones muy
distintas. En estos casos, estamos ante las llamadas sentencias de
condena genérica o de condena con reserva. Véase el caso de la
sentencia que condena al pago de una suma liquida y dispone, como
prestación ilíquida, la compensación del saldo de la deuda existente
mediante la devolución de mercadería, luego de computarse la
depreciación de ella, al momento de la entrega (Exp. Nº 8161-1997,
33 Juzgado Civil de Lima); o el caso de la sentencia que condena al
pago de daños y perjuicios, fijándose las bases para dicha posterior
liquidación; o la liquidación de frutos, rentas y utilidades, según las
pautas preestablecidas en la condena.

pág. 209
Montero Aroca61 refiere que estas prestaciones operan cuando la
ley admite que esta sea ilíquida, dejando la liquidación para la fase
de ejecución; otro supuesto es que no haya existido realmente una
actividad declarativa previa, sino simplemente el presupuesto para
condenar genéricamente los daños sufridos; también permite
prestaciones ilíquidas cuando la obligación de hacer, no hacer o dar
cosa especifica o genérica se pueden transformar por ley en
obligación pecuniaria. En este último caso, nuestro Código hace
referencia a esta situación en el artículo 706 del CPC.
La coacción en los casos de títulos ilíquidos es imposible; por ello, se
debe realizar un proceso previo de liquidación. En estos casos, el
proceso se divide en dos etapas: la primera destinada a determinar
el an debeatur; la segunda, destinada a determinar el quantum
debeatur. Ello se realiza en el mismo proceso, pues la unidad del
proceso no se rompe. El proceso es el mismo y uno solo: sus
diversas etapas para la ejecución no alteran su unidad. palacio62
considera que la naturaleza cognoscitiva que se desarrolla en esta
etapa de liquidación no le quita su calidad ejecutiva. No existe
incompatibilidad alguna en la inserción de una etapa declarativa o
cognoscitiva en el proceso de ejecución. El procedimiento de
liquidación es solo una etapa preliminar a la coacción sobre bienes.
Su finalidad es convertir en liquida una suma que antes no lo era,
para poder realizar una ejecución especifica.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

En términos coloquiales, la liquidez de las obligaciones se ha


referido a las de dar o entregar, al quantum
debido. Obligación líquida es aquella en la que el montante de la
prestación se conoce con exactitud; se refiere, con carácter

61
MONTERO AROCA, Juan. Derecho Jurisdiccional. T. II Proceso Civil, Bosch, Barcelona, 1995, p. 522.
62
PALACIO, Lino. Derecho Procesal Civil. T. VII, Abeledo-Perrot, Buenos Aires. s/ref., p.272

pág. 210
general, a las de dar, aunque en la práctica la mayoría
sean obligaciones pecuniarias.

COMENTARIO MARCELO MARIN:

En el contexto de una empresa, la iliquidez significa que no cuenta con el efectivo


suficiente como para poder enfrentar sus obligaciones de corto plazo, como el
pago de deudas bancarias o a sus proveedores. La iliquidez puede ser definida
como la situación en la que una persona (sea esta natural o jurídica) no cuenta
con suficientes activos líquidos para cubrir sus obligaciones de corto plazo,
Expuesta en el proceso.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La iliquidez de la obligación son los que no tiene una inmediata
ejecución a una prestación ilíquida de una demanda ejecutiva.

3. Nulidad formal o falsedad del titulo


La Corte Suprema explica: “un título ejecutivo contiene requisitos de
índole sustancial y formal. En el inciso 1 del artículo 690-D hace
referencia a la exigencia sustancia, dejando la alternativa del
cuestionamiento al documento al inciso 2. La nulidad formal del título
constituye la falta de cumplimiento de los requisitos formales que
debe contener el título de ejecución” (Cas. Nº 3789-2012-La
Libertad).
El título, en sentido formal, es el documento que contiene al acto.
Este documento se cuestiona de nulo cuando no acoge la forma
señalada por ley. Véase en el caso de los títulos valores. Uno de los
aspectos que se cuestiona bajo esta causal es la falta de
intervención del notario para los fines del protesto. La derogada Ley
Nº 16857 no admitía mayor discusión en la intervención del
secretario del notario como el encargado de efectuar el protesto; sin

pág. 211
embargo, la Ley del Notario Nº 26002 al establecer que el notario
ejerce la función notarial en forma personal, exclusiva e imparcial,
llevo a sostener que todo protesto hecho por el secretario del notario
era invalido y como tal, se justificaba la nulidad formal del título. Con
la nueva Ley Nº 27287 (ver el artículo 74) se considera como
funcionarios encargados del protesto al notario, sus secretarios o el
juez de paz del distrito correspondiente, en caso no hubiere notarios.
Otro de los argumentos que se utilizaba para invocar la nulidad
formal del título es en la notificación del protesto. Se argumentaba
que era imposible que un funcionario realice más de un protesto, en
un mismo día y hora y en lugares distintos, y de acreditarse ello,
provocaba la afectación del título en cuanto a su mérito ejecutivo. La
Ley Nº 27287 permite que la notificación del protesto puede hacerla
personalmente el fedatario o ser enviada por este, usando medios
fehacientes que aseguren dicha notificación (ver los artículos 77 y
78) de tal manera que la intervención personal del funcionario
notarial en la notificación del protesto es facultativa.
La nulidad formal del título también se invoca cuando el girador o
emitente es una persona jurídica, apareciendo en el titulo no solo la
razón social y una firma ilegible. Bajo la derogada Ley Nº 16587 se
exigía solo el nombre y firma del girador o emitente, sin distinguir ni
precisar cómo debe procederse en el caso de personas naturales o
jurídicas. Frente a esas omisiones, la Ley Nº 27287 exige que el
girador o emitente consigne no solo su nombre y firma en el título,
además el número de identidad (DNI); y en el caso de personas
jurídicas, exige se consigne el nombre, numero del Registro
Unificado del Contribuyente (RUC) y el nombre de los representantes
que intervienen por ella en el titulo (ver los artículos 6, 119 y 158 de
la Ley Nº 27287).
La Corte Suprema explica que, por ejemplo, “cuando la contradicción
al mandato de ejecución de hipoteca se funda en la nulidad formal

pág. 212
del título, es necesario distinguir entre la nulidad formal y la nulidad
sustancial de un título, siendo que, la primera se refiere a vicios en la
forma de su celebración, mientras que la segunda incide en los vicios
del acto jurídico propiamente, que puede referirse a la voluntad de
los contratantes, a su objeto, y fin” (Cas. Nº 798-2002-Lambayeque).
La forma como se registraba la fecha de vencimiento en las letras de
cambio, en el recuadro superior de ella, era también argumento para
la nulidad formal del título, pues no estaba prevista en la ley. Señala
la nueva Ley Nº 27287 (ver el artículo 121.4) que la indicación de
cláusulas como “a la fecha antes indicada”, “al vencimiento” u otras
equivalentes, que se limiten a reiterar la fecha de vencimiento
consignada en el titulo valor, no lo invalida. También generaba
discusión sin un pagare a la vista tenía la calidad de título ejecutivo.
Se planteaba la nulidad formal de este título para carecer de un
elemento esencial: la fecha de vencimiento; sin embargo, existían
posiciones que bajo una aplicación supletoria de las normas
referidas a la letra de cambio se hacía extensiva al pagare. La nueva
Ley Nº 27287 termina con esta discrepancia, al recoger en el artículo
160 que el pagare tiene diversas formas de vencimiento, siendo una
ellas, a la vista.
Las prórrogas del plazo de vencimiento de los títulos sin intervención
del obligado han sido referentes para invocar la nulidad formal del
título. La discusión se centra en la oportunidad para realizarla. Hay
dos criterios que abordan el tema. Uno que considera que puede
practicarse después de vencido el plazo para el protesto, siempre
que no se haya realizado este, mientras la otra posición afirma que la
prorroga debe hacerse dentro del plazo de que se tiene para el
protesto y no después, pues admitirlo es permitir la posibilidad de
que un título valor recupere su mérito ejecutivo pese a no haber sido
protestado oportunamente. En opinión de Martell, debe prevalecer la
posición que la prorroga se puede hacer incluso después de vencido

pág. 213
el plazo para el protesto, pero sin haberse realizado este y antes de
que se haya extinguido el plazo para ejercitar la acción derivada del
título valor en la fecha en que se produce la prórroga, conforme se
puntualiza en los incisos B y C del artículo 49.1 de la Ley Nº 27287.
Por último, la Casación Nº 2140-2003-Lima, del 1 de junio de 2004
(El Peruano, 30/09/2004) establece que la nulidad de un título valor
por vicios formales implica la extinción de la responsabilidad del aval.
Señala la Sala de un vicio formal, no solo se libera de la acción
cautelar al obligado principal, sino que dicha declaración también
implica la extinción de la responsabilidad del aval.
La redacción originaria del inciso 2 se modificó para comprender bajo
el supuesto de nulidad formal o falsedad del título ejecutivo, “cuando
siendo este un título valor emitido en forma incompleta hubiere sido
completado en forma contraria a los acuerdos adoptados, debiendo
en este caso observarse la ley de materia”. Este inciso es coherente
con la nueva regulación de la ley de Títulos Valores Nº 27287. En
efecto, el artículo 19 de la referida ley describe varios supuestos
como causales para la contradicción, al margen de la vía
procedimental en la que se ejerciten las acciones derivadas del título
valor. El inciso 1. E) considera como causal “que el titulo valor
incompleto al emitirse haya sido completado en forma contraria a los
acuerdos adoptados, acompañando necesariamente el respectivo
documento donde conste tales acuerdos transgredidos por el
demandante”.
En la actividad judicial, el argumento de que el titulo valor fue
suscrito en blanco es bastante reiterado. Es común apreciar que se
ofrece la pericia para acreditar esa afirmación, pues consideran que
si se prueba que primero se firmó y luego se completó el título, la
defensa en el proceso será exitosa. Se debe probar que se completó
el titulo valor contrariamente a los acuerdos adoptados por las partes
intervinientes en el título. La actividad probatoria aparece reducida a

pág. 214
la prueba documental, tal como señala la nueva Ley Nº 27287. Como
refieren los artículos 10 y 19 de la citada ley, si el demandado al
contradecir la demanda invoca que el titulo valor se ha completado
contrariamente a los acuerdos adoptados, debe necesariamente
acompañar el respectivo documento donde consten tales
acuerdos trasgredidos por el demandante. A diferencia de la Ley
Nº 16587 de la nueva ley si precisa el medio probatorio que debe
ofrecer el demandado cuando funde su contradicción en la violación
de los acuerdos adoptados al completarse el título.
Posteriormente mediante Ley Nº 29349 (22/04/2009) se modificó el
artículo 10 de la Ley Nº 27287 bajo la siguiente redacción: “quien
emite o acepta un título valor incompleto tiene derecho de agregar en
la cláusula que limite su transferencia, así como recibir del tomador
una copia del título, debidamente firmado en el momento de su
entrega, y del documento que contiene los acuerdos donde conste la
forma de completarlo y las condiciones de la transferencia. En tal
caso, salvo que se trate del cheque, su transferencia sufre los
efectos de la cesión de derechos”.
Cuando se invoca “la falsedad del título ejecutivo” es necesario tener
en cuenta que un título valor es un documento constitutivo, en cuanto
el derecho contenido en el titulo valor es un documento constitutivo,
en cuanto el derecho contenido en el titulo se constituye en el mismo
título, con el nace y trasmite el derecho incorporado. Un documento
redactado con caracteres indelebles sobre soporte adecuado puede
ser falso en el acto que le da la vida, o ser falsificado en su contenido
en cualquier momento posterior a la creación. Tanto la alteración
como la falsificación de la firma del emitente constituyen diversos
aspectos de la falsedad.
Bergel y Paolantonio63 califican de falsedad “cuando se pone lo
falso en el lugar en que debiera estar lo verdadero; en consecuencia,
63
BERGEL, Salvador y PAOLANTONIO, Martin. Acciones cambiarias y excepciones cambiarias. Depalma,
Buenos Aires, 1992, p. 384.

pág. 215
el concepto de falsedad afecta a la validez sustancial del negocio
cambiario, a la firma en su función creadora o autenticadora de tal
negocio, en tanto, el concepto de falsificación presupone un negocio
cambiario anterior valido y afecta a los límites de la obligación que
constituye su contenido”.
La falsedad está referida a la autoría del acto cambiario-, la firma
falsificada puede ser la del creador del título o la de cualquier otro
sujeto que posteriormente participe en el trafico cambiario. La
falsificación se refiere a un documento cambiario inicialmente
autentico, que es alterado en alguno de los elementos de su
contenido, es decir, que el cuestionamiento se centra en el texto del
acto cambiario en sí.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

La nulidad formal está referida a la inobservancia de los


requisitos formales del título, que es distinta a
la nulidad sustancial referida a los vicios de voluntad, en cuyo
caso debe ser rechazada.

COMENTARIO MARCELO MARIN:

La falsedad de título a nulidad formal está referida a la inobservancia de los


requisitos formales del título, que es distinta a la nulidad sustancial referida a los
vicios de voluntad, en cuyo caso debe ser rechazada por actuar con esta regulado
en el debido proceso ya que se debe seguir el mandato regulado durante el dicha
sentencia.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

pág. 216
La nulidad o falsedad de la obligación es la falta de
cumplimiento de los requisitos formales que debe contener el
título de ejecución por el que este afecta la validez de la
demanda.

4. Extinción de la obligación
La “extinción de la obligación” constituye otra causal para sustentar
la contradicción contenida en el inciso 3 del artículo 690-D. Los
hechos extintivos para invocarla no difieren de los previstos para las
obligaciones del Derecho común, como el pago, la novación, la
compensación, la consolidación, etc. Esta “puede sustentarse en las
diversas formas que existen de extinguir la obligación, llámese el
pago, la condonación, dación en pago, novación, compensación,
transacción, etc.” (Cas. Nº 3789-2012-La Libertad).
Al respecto, la Corte Superior de Lima señala que “las obligaciones
se extinguen ordinariamente, mediante el pago llamado también
solutio, por la cual el deudor solo queda liberado si cumple
exactamente con la prestación debida. No otra sino aquella en la que
tiene interés el acreedor. La afirmación destinada a sustentar esta
causal debe ser acreditada por el ejecutado, pues sobe el recae la
carga de probar” (Exp. Nº 1340-2005).
Para Romero64 pueden concurrir diversos modos de extinguir las
obligaciones. Estos son actos o hechos jurídicos que tienen un
objetivo: disolver o extinguir el vínculo obligatorio, esa relación
jurídica que une al deudor con el acreedor.
Como actos que extinguen la obligación se tiene a la ejecución
voluntaria, que puede ser directa o indirecta. En el primer caso, el
deudor cumple con la prestación debida, la misma que se tuvo en
cuenta al momento de la celebración; con el modo indirecto, la
ejecución es producto más veces de un acto unilateral como la

64
ROMERO ZAVALA, Luis. El derecho de las obligaciones en el Perú. T. I, Fecat, Lima, 2001, p.13.

pág. 217
condonación y otras de verdaderos acuerdos, como la dación en
pago, la novación, la compensación, la transacción y el mutuo
disenso.
Como hechos que extinguen la obligación se tiene a la
consolidación, la prescripción extintiva, el vencimiento del plazo
extintivo o el cumplimiento de la condición resolutoria, la perdida
sobreviniente del bien sin culpa del deudor; la muerte del deudor o
del acreedor produce también extinción de la obligación cuando se
trata de obligaciones y derechos personalísimos, señala Romero.
El pago es el cumplimiento efectivo de la obligación. Concurren dos
principios básicos: el de identidad y el de integridad. La identidad se
explica en que el acreedor no puede ser obligado a recibir una cosa
por otra, aunque sea de igual o mayor valor; la integridad, refiere a
que se debe cumplir con la totalidad de la prestación debida.
La dación en pago se presenta cuando el deudor no puede cumplir
con la prestación debida, por lo que se ve en la necesidad de ofrecer
al acreedor prestación diferente y solo si el acreedor la acepta se
producirá la extinción.
La compensación en un medio extintivo de las obligaciones. Tiene
lugar cuando dos personas por derecho propio reúnen la calidad de
acreedor y deudor recíprocamente, cualesquiera que sean las
causas de una y otra deuda. Ella extingue con fuerza de pago las
dos deudas, hasta donde alcance la menor, desde el tiempo en que
ambas comenzaron a coexistir. La compensación proporciona al
deudor y acreedor un medio de autotutela contra el incumplimiento
del otro. Para su verificación requiere de los créditos a compensar: 1)
sean homogéneos o fungibles; 2) estén expedidos, libre de embargo
o condición; 3) que sean líquidos o liquidables y exigibles.
La novación, definida como la extinción de una obligación por la
creación de una nueva obligación destinada a reemplazarla, es la
transformación de una obligación en otra.

pág. 218
El mutuo disenso constituye un acuerdo para poner fin a una
obligación, pues, así como un acuerdo le da origen otro acuerdo lo
extingue.
La confusión o consolidación se verifica cuando se reúnen en una
misma persona, sea por sucesión universal, o por cualquier otra
causa, la calidad de acreedor y deudor.
Cabe precisar que nuestro ordenamiento procesal civil no establece
el supuesto de cancelación parcial de las obligaciones como causal
de contradicción, siendo así, carece de todo sustento legal invocar
como agravio el hecho de no tener en cuenta la intención de pago
por la parte ejecutada (Exp. Nº 873-2005, Corte Superior de Lima).
COMENTARIO MARCELO MARIN:

La extinción de la obligación es causada por la de extinción de las obligaciones.


Conforme el artículo 1.156 del Código Civil, "las obligaciones se extinguen: por el
pago o cumplimiento, por la pérdida de la cosa debida, por la condonación de la
deuda, por la confusión de derechos de acreedor y deudor, por la compensación y
por la novación".

COMENTARIO DE SHAOLIN:
Como sabes que todo acuerdo o la obligación se extingue por el
cumplimiento en la manera más natural y común de extinción
todo tipo de obligación, que se produce cuando cada una de las
partes cumple con sus obligaciones, de forma que desaparece
la finalidad del mismo y por ende se extingue.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La extinción de la obligación constituye otra causal para llevar
una demanda ejecutiva, así como el pago, la condonación,
dación en pago, novación, compensación, transacción, etc.

pág. 219
5. Acciones del ejecutado
Como se podrá apreciar del cuarto párrafo del artículo 690-D, se
regulan dos supuestos de acción que tiene el ejecutado, en atención
a la naturaleza judicial o extrajudicial del título, bajo el escenario del
procedimiento ejecutivo.
Si tiene título ejecutivo extrajudicial, podrá cuestionar el propio
título ejecutivo y/o la relación procesal entablada. Si opta por el
primero formulará la contradicción al mandato de ejecución y si opta
por el segundo recurrirá a las excepciones procesales y defensas
previas. Ambas no son excluyentes, esto es, se puede contradecir
y a la vez interponer excepciones procesales. El plazo es el mismo
para ambos cuestionamientos. Como señala el texto en comentario
“dentro de cinco días de notificado el mandato ejecutivo, el ejecutado
puede contradecir la ejecución y proponer excepciones procesales o
defensas previas”.
Se debe precisar que el texto legal pide que en el mismo escrito que
se interponen las excepciones o se formula la contradicción, debe
acompañarse los medios de prueba pertinentes, caso contrario, el
pedido será declarado inadmisible.

En cuanto a los medios de prueba, señala el artículo 690-D que “solo


son admisibles la declaración de parte, los documentos y la
pericia”; sin embargo, debemos señalar que dichos medios se
justifican para sustentar la contradicción, mas no para la excepción
procesal, pues la regla general que rige la actividad probatoria a las
excepciones está recogida en el artículo 448 del CPC que dice: “solo
se admitirá los medios probatorios documentales que se ofrezcan en
el escrito en que se proponen las excepciones o en que se
absuelven”; por tanto, debemos colegir que la prueba aplicable a
ellas será la prueba documental y no las que acoge este artículo en
comentario; situación que no es extensiva al caso de la

pág. 220
contradicción, en la que si podrá hacerse uso de los siguientes
medios de prueba: declaración de parte, documentos y pericia.
Cuando el mandato se sustente en título ejecutivo de naturaleza
judicial solo podrá formularse contradicción, dentro del tercer día,
siempre y cuando alegue el cumplimiento de lo ordenado o la
extinción de la obligación, que se acredite con prueba instrumental.
Operan aquí tres diferencias en relación con el título extrajudicial: el
plazo para la contradicción, las causales a invocar y la prueba
restringida a la documental.

TITULO EXTRAJUDICIAL TITULO JUDICIAL


Plazo 5 días: Plazo 3 días:
Causales: Causales:
. Inexigibilidad o iliquidez de la . Cumplimiento de la obligación
obligación . Extinción de la obligación
. Nulidad formal o falsedad del titulo Prueba:
. Extinción de la obligación . Documental
Prueba:
. Declaración de parte, documentos
. Pericia

La naturaleza del proceso ejecutivo suscita una serie de


confrontaciones entre quienes lo consideran como un proceso
declarativo o como un auténtico proceso de ejecución, generando
con ellos dos visiones en los sistemas de ejecución: el unitario y el
dual. Algunos autores consideran al procedimiento ejecutivo como
“un proceso de cognición común, pero sumario, por razones
cualitativas, que está destinado a satisfacer pretensiones dotadas de
cierto privilegio”; otros prefieren distinguir los procesos de ejecución
en sumarios y no sumarios, tomando como base la existencia de

pág. 221
título extrajudicial o judicial. Frente a dichas posiciones se sostiene
que la cognición es opuesta a la ejecución; sin embargo, se permite
esta cognición cuando se provoca contradictorios a los que debe
calificarse como “incidentes declarativos”, destinados no a declarar
derechos sino a fijar alguna de las condiciones de la propia
ejecución.
En estos casos estamos ante un proceso mixto de ejecución y
cognición, que permitía que lo resuelto se revise en un proceso
plenario posterior, lo que significaba que lo decidido en el
procedimiento ejecutivo no produzca cosa juzgada.
Nuestro Código Procesal no acoge el procedimiento descrito porque
si bien se permite una cognición sumaria, a través del contradictorio,
no cabe la revisión ulterior sobre lo decidido, como ocurriría con el
derogado Código de Procedimientos Civiles de 1912.
Montero Aroca65 señala que el proceso ejecutivo es un proceso de
ejecución especial. La sumariedad ha de referirse no al proceso de
ejecución, sino al incidente declarativo que puede insertarse en
aquel. No cabe pensar que estemos ante un proceso sumario de
ejecución, por la sencilla razón de que la sumariedad es una
característica que solo puede referirse a la declaración, pero si cabe
decir que estamos ante un proceso de ejecución especial, en el que
el incidente de oposición que puede entablarse es sumario, por lo
que respecto del mismo cabe un proceso declarativo plenario
posterior, en este proceso no se discutirá o si el titulo era ejecutivo o
no, pero si cabe plantear todo lo relativo a la relación jurídica
material. Este diseño que describe Montero Aroca aparecía en el
derogado Código de Procedimientos Civiles de 1912, por el cual se
permitía la ulterior discusión a través de un procedimiento de
contradicción de sentencias, diseño que ya no acoge el vigente
Código Procesal.
65
MONTERO AROCA, Juan. “La naturaleza jurídica del juicio ejecutivo”. En: Estudios de Derecho Mercantil en
Homenaje al profesor Manuel Broseta Pont. T. II, Tirant lo Blanch, Valencia, 1995, p. 2402.

pág. 222
En la demanda ejecutiva lo único que debe alegarse es que se tiene
y se presenta un título de aquellos que la ley la apareja ejecución y
que la obligación documentada en el titulo cumple los requisitos
legales. Estas dos circunstancias deben desprenderse del título
mismo, y a partir de él nace el derecho del ejecutante a que el juez
despache la ejecución y la lleve hasta el final. El ejecutante no
deberá probar nada; si el ejecutado alega algo, sea lo que fuere, a él
le corresponde la prueba. En el titulo se resumen todas las
alegaciones y pruebas que el ejecutante precisa; cualquier otra cosa
entrara por obra del ejecutado y consiguientemente a él le
corresponderá probar lo que alegue.
La contradicción que formule no puede equipararse a la que se
desarrolla con el emplazamiento o citación de los procesos de
cognición, pues en el declarativo estamos ante la expresión del
principio de audiencia o contradicción, con tal fuerza que, aunque el
demandado no se apersone el actor debe probar los hechos
alegados si quiere obtener una sentencia favorable, de modo que la
no comparecencia del demandado se hace equivaler como la
admisión tacita de hechos. En el procedimiento ejecutivo, la
contradicción está limitada y de ahí que el ejecutante, a pesar de la
citación, no deba probar nada, partiendo de la existencia y de la
regularidad del título.
La citación que refiere el artículo 690-D, del mandato ejecutivo es
solo un medio de provocar la oposición del ejecutivo. El tema central
de discusión se orienta a dilucidar la posibilidad de que se inserte un
incidente declarativo en un proceso de ejecución. Para Ariano66, el
incidente de contradicción y la sentencia, el primero eventual y la
segunda necesaria, son actos que no deberían formar parte de
ningún proceso de ejecución y que por tradición del derecho común y

66
ARIANO, Eugenia. Ob. Cit., p.174. Este comentario esta realizado bajo la normativa de los artículos 691 y
702 derogados, sin embargo, a la luz de la actual redacción del Código en materia de proceso de ejecución,
consideramos aun en vigencia sus opiniones.

pág. 223
su especial recepción española se han enquistado en nuestro
sistema y se niegan a desaparecer, dando lugar a que aún hoy está
latente la pregunta de si el proceso ejecutivo es realmente un
proceso de ejecución, cosa que se pudo evitar al consagrar en el
CPC un proceso de ejecución pura.
Bajo el proceso único de ejecución se permite recurrir a las
excepciones y defensas previas. Tradicionalmente se definía a las
excepciones como medios de defensa del demandado que atacan
aspectos formales o procesales de la demanda interpuesta o el
derecho material e que se funda la pretensión. Si se declara fundada
una excepción procesal su consecuencia será la nulidad de todo lo
actuado, no existiendo pronunciamiento sobre el fondo; mientras
que, de ampararse una excepción sustantiva, va a existir un
pronunciamiento sobre el fondo de la Litis y se declarara fundada la
oposición e infundada o fundada, según el caso, la demanda.
Monroy67 califica la excepción como una defensa de forma, a través
de la cual se denuncia la falta o defecto de un presupuesto procesal
o una condición de la acción; en ningún momento ataca la pretensión
del actor, por ello, será siempre procesal. No se debe permitir
deducir dentro del proceso ejecutivo excepciones sustantivas, pues
ello implica in contra la naturaleza misma de la excepción, como
instituto procesal.
Tal como señala la Corte Superior de Lima, las excepciones son
medios de defensa de los presupuestos procesales, así como la
existencia de causales de extinción de la relación procesal o de las
causales de extinción del derecho (Apel. Nº 327-2004-Lima).
La excepción debe apreciarse como un medio de defensa ejercida
por el demandado, con la finalidad de poner de manifiesto la
deficiencia o inexistencia de una relación jurídica valida, a fin de
paralizar el ejercicio de la acción o a destruir su eficacia. Estas
67
MONROY, Juan. “Algunos aspectos sobre el proceso ejecutivo”. En: Themis. Revista de Facultad de
Derecho PUCP, Nº 25, Lima, 1992, p. 142.

pág. 224
excepciones aparecen descritas en el artículo 446 del CPC. Una de
ellas hace referencia a la falta de legitimidad para obrar pasiva.
Véase el caso de la ejecución de un título valor, no aceptado por la
sociedad conyugal sino por uno de los cónyuges. Señala la Casación
Nº 2421-2002-La Libertad, publicada en El Peruano, 30/09/2004, “en
caso de que un cónyuge contraiga una obligación patrimonial, sin el
conocimiento y consentimiento del otro cónyuge, dicha obligación no
le será exigible a la sociedad de gananciales solo responderá por las
obligaciones asumidas por esta y no por obligaciones asumidas
personalmente por uno de los cónyuges, salvo que el objeto de estas
hubiese tenido como beneficiario a la sociedad en conjunto.
La defensa previa viene a ser una modalidad de ejercer el derecho
de contradicción y busca la suspensión del trámite del proceso hasta
que se cumpla el plazo o el acto previsto por la ley sustantiva, como
antecedente para el ejercicio idóneo del derecho de acción. O como
lo señala la Primera Sala Civil de Lima, “las defensas previas son
medios de defensas que no atacan ni denuncian la inexistencia de
un presupuesto material o de uno procesal, siendo técnicamente su
propósito suspender el proceso iniciado hasta que se cumpla con el
plazo, con el requisito o con el acto previo establecido en la norma
sustantiva, para que el actor pueda ejercitar válidamente el derecho
de acción” (Exp. Nº 068-2005).
Las defensas previas son enunciadas en las normas materiales y en
si constituyen elementos propios de una institución determinada con
merito procesal. El artículo 455 del CPC cita al beneficio de
inventario, el beneficio de excusión y otras defensas que regulan las
normas materiales; sin embargo, se deja abierta la posibilidad de las
defensas previas a otros casos que refieran las normas materiales.
Algunos autores admiten la existencia de defensas previas
provenientes del convenio de partes, por ejemplo, pactos que
implican obligación de realizar comunicaciones, requerimientos

pág. 225
previos a cualquier acción judicial, que obren en un contracto
determinado. Este tipo de defensas previas son de origen
convencional, sin embargo, pueden confundirse con el título de la
obligación en sí, en todo caso, se trataría de una interpretación
extensiva del artículo 455 del CPC.
Un tema bastante interesante de abordar es el efecto del tiempo en
la ejecución; para ello, debemos partir por asumir que nada obsta
para que la ejecución de una resolución judicial se lleve a cabo en el
mismo proceso de una vez que la misma haya quedado firme; así
como también la posibilidad de poder instaurar en el mismo proceso
toda acción que se origine como consecuencia de tal ejecución como
la prescripción de la ejecutoria. Como ya la refieren diversos autores,
“la prescripción extintiva como instituto jurídico de supresión de
obligaciones franquea al deudor la posibilidad de beneficiarse con la
inoperancia e inactividad del acreedor. Ella otorga la certeza y
seguridad jurídica como valores supremos dentro de todo
ordenamiento necesario para liberar al obligado de una deuda que,
aunque por el contraída, no se advierte cumplida por desidia de
aquel acreedor llamado a ejecutarla; por esto, se le denomina
también prescripción liberatoria. En este contexto resulta interesante
apreciar el pronunciamiento de la Sala Comercial de Lima 68, con
relación a la prescripción. Sostiene que para su aplicación se
requiere de tres elementos: a) el transcurso del tiempo previsto por la
ley; b) la falta de ejercicio, requerimiento o acción por parte del titular
del derecho; c) la voluntad del favorecido por la prescripción de
hacerla valer; ya sea a través de una acción o de una acción o de
una excepción. Partiendo de la proposición que solo la ley puede fijar
los plazos de prescripción, el inciso 1 del artículo 2001 del CC
establece que la acción nacida de una ejecutoria prescribe a los diez

68
Ver resolución del 15 de junio 2006, emitida por la 1º Sala Comercial de Lima, en los seguidos por Banco
de Crédito del Perú con Manuel Heredia Ruiz y Ana Maehara de Taira sobre obligación de dar suma de
dinero.

pág. 226
años. Del mismo modo, el artículo 1993 del CC puntualiza que la
prescripción comienza a correr desde el día en que puede ejercitarse
la acción; entendiéndose para el caso de las ejecutorias luego de
que es notificado el obligado con la resolución que la declara
consentida o ejecutoriada; por su lado, uno de los supuestos de la
interrupción se da con la “citación con la demanda o por otro acto
con el que se notifique al deudor” como lo prevé el inciso tres del
artículo 1996 del CC, configurándose tal presupuesto cuando se le
notifica al obligado con el requerimiento de la sentencia. Entonces,
aun cuando el recurso prescripción se inició al día siguiente de
efectuada la notificación ese acto acaeció el 9 de octubre de 1996,
también es que dicho termino fue objeto de interrupción con la
notificación del requerimiento del importe fijado en la sentencia, el 22
de enero de 1997, por lo que a partir de tal fecha comenzó a correr
un nuevo plazo prescriptorio sin que sea de computo el tiempo
anteriormente transcurrido
Tratándose de la ejecución de títulos valores, la Sala Comercial de
Lima ha señalado en el caso J&R Automotores, que las letras de
cambio requeridas a cobro en este proceso fueron emitidas como
forma de pago del vehículo descrito en el contrato de compraventa.
En dicho documento se pactó expresamente que el comprador
asumía la obligación a cancelar el precio del vehículo mediante la
aceptación de 36 letras de cambio, con vencimientos escalonados de
30 días. Si bien es cierto los títulos valores se rigen por el principio
de literalidad y abstracción cambiaria, queda establecido también
que la Ley de Títulos Valores en su artículo 19.2 prevé la posibilidad
de que el deudor pueda contradecir las acciones derivadas del título
fundándose en sus relaciones personales con el tenedor del título
valor, haciendo la salvedad que esta causal no podrá ser invocada
cuando el título valor, haciendo la salvedad que esta causal no podrá
ser invocada cuando el título haya circulado (situación que no se ha

pág. 227
dado). El colegiado considera que las obligaciones de pago
contenida en los cambiales puestas a cobro se han extinguido, si se
tiene en cuenta que el contrato de compra venta, del cual deviene los
títulos en referencia ha quedado resuelto por decisión del
demandante según es de verse de la carta de su propósito, por lo
que debe ampararse la contradicción propuesta (Exp. Nº 2825-
2006).
Cuando se promueve un proceso ejecutivo, según el diseño
procedimental que acoge en Código Procesal, no nos encontramos
ante un verdadero o autentico proceso de ejecución, sino que recoge
la intervención restringida de la actividad cognoscitiva como
acto previo a la ejecución. Aquí opera la oralidad, en el supuesto
de que los medios probatorios ofrecidos en la contradicción
requieran actuación probatoria (ver el artículo 690-E) y además se
permite la realización de toda una serie de actos en momentos
distintos, siendo posible la concentración de todos ellos en una
audiencia o acto único (ver el artículo 690-E y articulo 544 del CPC).
La actividad probatoria que puede ejercer el ejecutado en la
contradicción está limitada a la “declaración de parte, los
documentos y la pericia”. La prueba es una carga para el ejecutado,
la misma que se ejerce dentro de las limitantes que describe la
norma, pero que no son extensivas para la prueba de oficio que
puede ejercer el juez. En este último caso, la actividad probatoria
debe calificarse como una facultad del juez y no como una carga,
pues esta solo les corresponde a las partes.
Esta distinción entre carga y facultad probatoria, con relación al juez
y a las partes, aparece recogida en la Casación Nº 2099-2003-Lima
del 4 de noviembre de 2004 (publicada en El Peruano, 28/02/2005).
La Sala Suprema señala que a fin de lograr certeza en los hechos y
proteger las garantías del derecho a un debido proceso, el juez en un
proceso ejecutivo podrá solicitar de oficio la actuación de pruebas

pág. 228
que sean relevantes para la resolución de la controversia, aun así, es
que estas pruebas no corresponden a las que normalmente está
facultado a presentar el ejecutado. El juez en decisión motivada e
inimpugnable podrá ordenar la actuación de medios probatorios
adicionales que considere convenientes, como refiere el artículo 194
del CPC; por tanto, si la discusión de la Litis se centra en determinar
si el monto del préstamo fue utilizado para aumentar el capital de la
empresa de la que ambas partes eran socias, no contándose con la
ficha registral actualizada de esa persona jurídica, ni con los libros
contables de esta que permitirían dilucidar el conflicto, la Sala
Suprema señala que el juez tiene la facultad de hacer uso de auxilios
establecidos por ley o asumidos por el mismo a fin de lograr certeza
y garantizar el derecho a un debido proceso, entre estos medios los
sucedáneos.
Cuando el mandato se sustente en título ejecutivo de naturaleza
judicial, solo podrá formularse contradicción, si se alega el
cumplimiento de lo ordenado o la extinción de la obligación.
Frente a dicho texto legal decimos que cuando se concluye el
proceso de cognición con una sentencia de condena, termina toda la
posibilidad de discusión en relación a la existencia del derecho
subjetivo y de la obligación misma. Ya no podrá discutirse sobre lo
ya resuelto y cubierto por la cosa juzgada, sin embargo, ello no
impide que el ejecutado pueda seguir formulando otras alegaciones
al desarrollo del proceso; en tal sentido, este podrá exigir el riguroso
cumplimiento de las normas procesales propias de la ejecución
misma.
Por otro lado, en toda sentencia de condena debe advertirse la
existencia de un acto jurídico con un contenido determinado; y un
documento que sirve para acreditar la existencia del acto. Después
de emitida la sentencia, la relación jurídico material a la que ella se
refiere continua viviendo en el tiempo; por ejemplo, si la sentencia

pág. 229
condenaba a una prestación de hacer y el obligado, de manera
voluntaria y extrajudicialmente, cumple con ejecutar y entregar la
obra al acreedor, ello no impide que la sentencia siga existiendo
como acto y como documento y que el acreedor inste la ejecución de
la obra, estando el juez obligado a despacharla porque el título
determina la procedencia de la actividad ejecutiva. Aquí el título
funciona de modo autónomo al Derecho material.
Sobre el particular, Montero Aroca señala “la sentencia contiene un
derecho y un deber. Un derecho del acreedor, a poner en marcha la
ejecución; y el deber del juez a realizar los actos propios de la
ejecución. Para el juez es determinante la existencia del título para
despachar la ejecución y realizar los actos propios de esta. Si el
ejecutado no se opone, el juez, con el impulso del ejecutante, llevara
la ejecución hasta el final. En manos del ejecutado está el oponerse
a la ejecución, alegando la inexistencia de la obligación, es decir, un
hecho extintivo que debe probar”.
Como se aprecia de la redacción del artículo, la contradicción se
basa solo en dos causales “el cumplimiento de lo ordenado o la
extinción de la obligación”; sin embargo, debemos tener en cuenta
que, en el caso del pago, la redacción del artículo se torna en
redundante, pues el cumplimiento de este es una forma de extinguir
la obligación. Concurren aquí ambos supuestos.
La extinción es el momento final de la vida de la obligación, después
del cual cesa la relación jurídica que ella había establecido entre las
partes, quedando estas, desde ya, desligadas. Es un momento
necesario porque las obligaciones no perduran indefinidamente.
Tienen una existencia relativamente efímera en comparación con la
duración ilimitada que se atribuye a los derechos reales. Tomando
como referencia el Código Civil, las obligaciones se extinguen por
pago, novación, compensación, condonación, confusión, transacción
y mutuo disenso.

pág. 230
Concurren otros supuestos de inejecución de obligaciones como el
caso fortuito o fuerza mayor. La muerte funciona como plazo
extintivo de las obligaciones inherentes a la persona. Así ocurre en la
locación de servicios, donde el locador debe prestar personalmente
el servicio (ver el artículo 1766 del Código Civil) o la renta vitalicia
(ver el artículo 1926 del CC). La incapacidad sobreviniente influye en
la cesación de obligaciones que requieren la subsistencia de la
habilidad legal de las partes.
Nótese que la causal de “cumplimiento parcial de la obligación”, en el
caso del pago, no puede ser materia de contradicción, pues uno de
los principios que lo regulan exige que el pago debe ser completo,
esto es, abarcar toda la cuantía del objeto debido, pues conforme
señala el artículo 1220 del CC “se entiende efectuado el pago solo
cuando se ha ejecutado íntegramente la prestación”. En atención a la
integridad cuantitativa del objeto del pago a que hace referencia la
norma, no puede el deudor obligar al acreedor a que acepte en parte
el cumplimiento de la obligación. Aun cuando la prestación sea
fraccionable, el acreedor no puede ser obligado a recibir pagos
parciales, ni tampoco el deudor a hacerlos.
Cuando se adeude una suma de dinero con interese, el pago no se
considera completo si no se pagan “todos los intereses con el
capital”. El principio de integridad se aplica también a los demás
accesorios de la deuda, como los gastos judiciales.
Este principio de integridad no es absoluto. El deudor puede ser
autorizado para efectuar pagos parciales por convenio de las partes,
ya que se trata de una materia que solo afecta al interés particular.
También la ley, excepcionalmente, puede autorizar el pago
fraccionado de la deuda, esto ocurre con la concurrencia de
acreedores, cuando los bienes del deudor son insuficientes para
cubrir su pasivo.

pág. 231
Si el acreedor y deudor mantienen varias relaciones de crédito
independientes, el principio de integridad funciona separadamente
para cada una de ellas: no podría el acreedor negarse a recibir el
pago de una de ellas porque no se le paguen las otras. Si la deuda
es simplemente mancomunada, el principio de integridad no se
afecta por la circunstancia que cada acreedor o deudor este
confinado a su cuota: es en relación con la cuota de cada acreedor o
deudor que corresponde requerir la integridad.
Hay supuestos de ejecución que no se ajustan a ninguna de las dos
causales que señala este artículo, pero si a los supuestos de
“inexigibilidad de la prestación”; esto implica que en el titulo no
aparezca descrito el momento a partir del cual se puede exigir el
cumplimiento de lo ordenado. Tampoco es exigible si no se señala
con claridad, el lugar y el modo en que se cumplirá la acordado,
como sería el caso de exigir una prestación antes del vencimiento
del plazo, o en el caso de prestaciones alternativas, exigir la
devolución de los bienes materia de comodato a pesar de que se ha
pactado sobre dichos bienes el inicio de la relación de
arrendamiento, en caso de resistencia a devolverlos. La exigibilidad
se entiende por aquella cualidad en virtud de la cual la obligación es
reclamable; supone la llegada del vencimiento si se trata de una
obligación al termino y la aparición de la condición, si se trata de una
obligación condicional. Nótese que el supuesto de la inexigibilidad
difiere de la extinción de la obligación, a que hace referencia la
redacción de la norma. Puede una obligación tornarse
temporalmente en inexigible, sin que ello importe la extinción de la
obligación.
De acuerdo a nuestro ordenamiento civil y procesal civil existen tres
modalidades para el ejercicio del derecho de defensa frente a la
pretensión procesal planteada con la demanda: la defensa de fondo,

pág. 232
la defensa de forma y la defensa previa. La primera recibe también la
denominación de excepción formal o procesal.69
a) Excepciones sustantivas o de fondo. - “Las defensas de fondo normalmente
consisten en negar y/o contradecir las pretensiones del demandante,
esgrimiendo contraderechos o causales de extinción de la obligación
exigida. En efecto, hay situaciones en las cuales el demandado puede
esgrimir contra las pretensiones procesales planteadas por el actor
contraderechos o causales extintivas de las mismas como el pago, la
compensación, el mutuo disenso, la condonación, la transacción
extrajudicial”70 ej. El derecho de retención, excepción de contrato no
cumplido, excepción de caducidad de plazo, el saneamiento.
b) Las excepciones procesales de forma. - Son de clase perentoria (persigue
destruir el derecho pretendido) y dilatoria (persigue expulsar la pretensión
del proceso, pudiéndose volver a proponer en otro proceso). Ej. El
demandado solo puede proponer las siguientes excepciones:
incompetencia, incapacidad del demandante o de su representante;
Representación defectuosa o insuficiente del demandante o del
demandado; Oscuridad o ambigüedad en el modo de proponer la demanda;
Falta de agotamiento de la vía administrativa; Falta de legitimidad para
obrar del demandante o del demandado. Litispendencia; Cosa juzgada.
Desistimiento de la pretensión. Conclusión del proceso por conciliación o
transacción; Caducidad. Prescripción extintiva y Convenio Arbitral.
c) Defensas Previas.- “Las defensas previas constituyen medios procesales a
través de las cuales el demandado solicita la suspensión del proceso hasta
que el actor realice la actividad que el derecho sustantivo prevé como un
acto previo al planteamiento de la demanda” 71. Ej. El beneficio de inventario
como defensa previa que puede hacer valer un heredero contra el acreedor
del causante, el beneficio de excusión como medio de defensa que puede
hacer valer el fiador contra el acreedor, defensa previa que se puede hacer

69
CARRION LUGO, Jorge, 2000. Tratado de Derecho Procesal Civil. Lima, Ed. Grijley, p, 467-468.
70
CARRION LUGO, Jorge, 2000. Tratado de Derecho Procesal Civil. Lima, Ed. Grijley, p, 468.
71
CARRION LUGO, Jorge, 2000. Tratado de Derecho Procesal Civil. Lima, Ed. Grijley, p, 504.

pág. 233
valer contra el tutor o curador en relación a la donación, la comunicación
indubitable al donatario de la revocatoria de la donación que se puede
hacer valer como defensa previa resolución de pleno de derecho de un
contrato con prestaciones reciprocas.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
Una acción ejecutiva, es una facultad mediante la cual una persona
física o jurídica puede instar a los órganos jurisdiccionales para que
actúen para obligar al cumplimiento de una resolución judicial.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


Una acción ejecutiva, en Derecho procesal, es una facultad mediante
la cual una persona física o jurídica puede instar a los órganos
jurisdiccionales para que actúen para obligar al cumplimiento de una
resolución judicial.

Lo más habitual es que la acción ejecutiva se ejerza habilitado por


haber obtenido anteriormente una sentencia firme condenatoria. En
ese caso, y si no existe cumplimiento voluntario de la sentencia, la
otra parte puede ejercer la acción ejecutiva para que el juez o tribunal
dictamine las medidas que sean pertinentes.
COMENTARIO MARCELO MARIN:

Dichas acciones deben ser ejecutadas por ejecutado el que tiene que hacerlas
llegar en un documento haciendo saber al proceso su culpabilidad o inocencia en
el debido proceso para que este pueda dar su contradicción al mandato de forma
correcta y legal dados en el dicho proceso.

6. Tramite de la contradicción

pág. 234
El condenado en el escenario del procedimiento ejecutivo puede
cuestionar el título ejecutivo y/o cuestionar la relación procesal
entablada, a partir del título. Si opta por el primero formulará la
contradicción al mandato de ejecución y si opta por el segundo
recurrirá a las excepciones procesales y defensas previas. Ambos
no son excluyentes, esto es, se pueden contradecir y/o
excepciones procesales propuestas, contemplando la posibilidad de
realizar audiencia de pruebas, cuando la actuación de los medios
probatorios lo requiera o el juez lo estime necesario, la que se
realizará con las reglas establecidas para la audiencia única (ver el
artículo 554 del CPC).
En un proceso de ejecución, sería absurdo considerar al
procedimiento ejecutivo como un proceso declarativo con demanda,
contestación, prueba y sentencia, sin embargo, nuestro
ordenamiento procesal hace extensivo ese diseño al proceso de
ejecución.
Cuando se plantea la ejecución y se comprueba la regularidad formal
del título, el juez tiene el deber de despachar su ejecución y de
realizar todos los actos ejecutivos para tal fin. El ejecutante no
precisa más que presentar el título que contenga derechos ciertos,
expresos y exigibles, sin que deba probar nada. La contradicción del
ejecutado o llamado oposición, no puede calificarse como una
contestación a la demanda ejecutiva, sino como una demanda
incidental, de la que se corre traslado al ejecutante para que la
conteste (véase la diferencia entra la contestación a la demanda en
un proceso de cognición frente a la contradicción en el proceso
ejecutivo). En este sentido, la redacción de este artículo señala que
“si hay contradicción se concede traslado al ejecutante, quien deberá
absolverla dentro de tres días proponiendo los medios probatorios
respectivos”.

pág. 235
Esto implica que, promovida la contradicción por el ejecutado, este
se convierte en demandante en el mismo proceso, a él le
corresponde la prueba de los hechos que alegue en la contradicción;
el ejecutante, en tanto demandado en la contradicción o demanda
incidental puede limitarse a negar esos hechos o puede alegar otros.
Cada parte deberá probar los hechos que alegue en el incidente. Si
el ejecutado (demandante en el incidente) alega el pago, le
corresponde la carga de la prueba. Lo importante es que la
contradicción del ejecutado no convierte los hechos alegados
por el ejecutante en controvertidos, arrojando sobre él la carga
de la prueba.
La causa de pedir del ejecutante es el título mismo, cuyo documento
es calificado por ley como título ejecutivo, cuando reviste la
necesaria credibilidad para ello. Por el contrario, en el incidente
declarativo o contradicción, el ejecutado se convierte en demandante
y si alega un hecho debe probarlo, exista o no contestación del
ejecutante a la contradicción. El ejecutante no tiene nada que probar
porque está cubierto por la presunción de certeza de su título y
porque en el incidente el actúa como demandado. Los principios
generales de la prueba son de aplicación a la contradicción
promovida.
Otras opiniones sostienen que el ejecutante debe probar el hecho
constitutivo de su pretensión y el ejecutado los impeditivos, extintivos
y excluyentes. Sostener ello supone asumir que en el titulo no hay
presunción alguna y por tanto el procedimiento ejecutivo responde a
un proceso declarativo y que el título es un documento como los
demás que necesita ser probado si el ejecutado niega su contenido.
Solo partiendo de la consideración de que el procedimiento ejecutivo
es un proceso declarativo puede admitirse que se diga que la
sentencia de ejecución forzada, negando con ello que la sentencia
de remate se limite a decir que siga la ejecución adelante, no que se

pág. 236
inicie, pues la ejecución ya estaba evidentemente iniciada desde que
se dictó el mandato ejecutivo.
El tiempo aparece como el conjunto de lapsos destinados al
cumplimiento de cada acto procesal en particular. Para Palacio72,
tales lapsos se denominan plazos y su existencia responde a
razones de seguridad y certeza. No basta el establecimiento del
orden consecutivo en que deben realizarse los distintos actos
procesales, sino que además es menester determinar los lapsos
específicos dentro de los cuales estos deben ejecutarse, ya que de
lo contrario las partes carecerían de toda certidumbre acerca de las
exactas oportunidades en que les corresponde desarrollar su
actividad procesal, además, resultaría imposible el funcionamiento
de la preclusión y la duración del proceso que se prolongaría
indefinidamente. Bajo esa premisa, el texto legal del artículo en
comentario precisa el plazo y el procedimiento a seguir para la
contradicción y las excepciones procesales.
En el caso de las excepciones procesales, el texto legal dice: “con la
absolución o sin ella, el juez resolverá mediante un auto, observando
las reglas para el saneamiento procesal”. Esto implica que agotado
el debate y apreciada la prueba ofrecida y admitida en relación a las
excepciones y/o defensas previas propuestas, el juez emitirá una
sentencia de forma, en relación con la validez de la relación procesal
entablada.
Este pronunciamiento puede desarrollarse bajo cualquiera de las tres
alternativas que contiene el artículo 465 del CPC; para luego
terminar el saneamiento procesal declarando la validez o invalidez
de la relación procesal entablada y la consecuente continuación del
proceso hacia la ejecución forzada o la conclusión del proceso. La
tramitación que provoca la interposición de excepciones procesales
es obtener una declaración sobre la validez o no de la relación

72
PALACIO, Lino. Derecho Procesal Civil. T. IV, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, s/ref., pp.55-56.

pág. 237
procesal entablada, según sea que se declare fundada o infundada
dichas excepciones. Si las excepciones se desestiman, se declaran
infundadas, y se valida la relación procesal se continuará con la
tramitación del proceso, esto es, se procede hacer efectivo el
apercibimiento decretado en el mandato ejecutivo y se ingresa a
la ejecución forzada del derecho que se quiere satisfacer.
En caso de que se ampare la excepción procesal y esta no genere la
suspensión del proceso sino la conclusión de este, según las reglas
que señala el artículo 451 del CPC, se procederá a declarar la
nulidad de todo lo actuado y la conclusión del proceso. Las
excepciones se resuelven en un solo auto, como refiere el artículo
450 del CPC. Con la absolución o sin ella, de la excepción procesal y
defensa previa, el juez resolverá mediante un auto, observando las
reglas para el saneamiento procesal. Esas reglas están contenidas
en los artículos 465,466 y 467 del CPC. La declaración de
saneamiento no requiere de audiencia alguna. Esta se realiza por
escrito. Consentida o ejecutoriada la resolución que declara la
existencia de una relación jurídica procesal valida, precluye toda
petición referida, directa o indirectamente, a la validez de la relación
procesal. Consentida o ejecutoriada la resolución que declara la
invalidez de la relación procesal o vencido el plazo sin que el
demandante subsane los defectos que la invalidan 73 , el juez
declarara concluido el proceso, imponiendo al demandante el pago
de las costas y costos, según lo señalado por el articulo 467 al
referirse al saneamiento procesal.
Es importante tener presente el contexto en el que se interpone la
excepción procesal, como es un proceso de ejecución, donde no hay
ningún derecho por definir, pues ya está definido en el titulo
ejecutivo; por tanto, no vamos a ingresar acto seguido del
saneamiento procesal, a ninguna etapa de puntos controvertidos ni

73
Ver el inciso 3 del artículo 465 del CPC.

pág. 238
actuación de pruebas, en torno al derecho contenido en el título. En
un proceso de cognición, la etapa siguiente al saneamiento procesal
se hubiera orientado a fijar los puntos controvertidos a realizar el
saneamiento probatorio y a emitir la sentencia de ley. Esto ya no
será posible, en un trámite provocado por las excepciones
procesales en un proceso de ejecución.
Situación diversa es el procedimiento que se aplica a la
contradicción. Aquí el cuestionamiento no se orienta a la relación
procesal en sí, sino a la validez formal del título y/o al
cuestionamiento de la obligación en sí, acogida precisamente en el
título. El artículo 690-D literalmente dice: “la contradicción solo podrá
fundarse según la naturaleza del título en: 1. Inexigibilidad o iliquidez
de la obligación contenida en el titulo; 2. Nulidad formal o falsedad
del título; o, cuando siendo este un título valor emitido en forma
incompleta, hubiere sido completado en forma contraria a los
acuerdos adoptados, debiendo en este caso observarse la ley de la
materia; 3. La extinción de la obligación exigida”.
En ese escenario, la discusión de la contradicción se debe entender
como una demanda incidental que opone el ejecutado al ejecutante
del título; y en atención a ello, el ejecutado tiene la carga de probar
los hechos que sustentan su contradicción. Aquí el ejecutante se
convierte en un demandado de la oposición a la ejecución que
entabla el ejecutado; por tanto, la carga probatoria no recae sobre
dicha oposición en el ejecutante, sino en el ejecutado. Refiere el
texto legal que en el mismo escrito que formula la contradicción se
presentaran los medios probatorios pertinentes; de lo contrario, el
pedido será declarado inadmisible.
En relación con los medios de prueba que puede ofrecer el ejecutado
en esta incidencia, tenemos a la declaración de parte, los
documentos y la pericia; a diferencia de las excepciones procesales,
que requieren medios de prueba de actuación inmediata, como la

pág. 239
prueba documental. Si el ejecutado ofreciera medios de prueba que
requieran actuación, el juez señalara día y hora para la realización
de una audiencia, la que se realizara con las reglas establecidas
para la audiencia única, pero las referidas a la actividad probatoria.
Debemos precisar que las pruebas ofrecidas en el contradictorio
pueden ser controladas e impugnadas en su eficacia probatoria a
través de los remedios como la tacha u oposición, según la
naturaleza de cada una de ellas y en atención a lo regulado en el
artículo 300 del CPC.
La regla señala que “con la absolución o sin ella, el juez resolverá
mediante un auto, pronunciándose sobre la contradicción propuesta”.
Si ampara la contradicción no se ingresará a la ejecución forzada,
pero si se desestima la contradicción, se procede a hacer efectivo el
apercibimiento fijado en el mandato ejecutivo, continuando con este,
bajo impulso de parte.
Tanto en el tratamiento de las excepciones procesales como en la
contradicción hay actividad probatoria, pero restringida a la prueba
documental, en caso de las excepciones; y a la declaración de parte,
pericia y documentos a la contradicción. Como tal, en las
excepciones la prueba es de actuación inmediata (documental), en
cambio en la contradicción si se contempla la posibilidad de la
actuación, como la pericia, la declaración de parte, por citar. En
ambos casos, también los medios prueba ofrecidos están sujetos a
la tacha u oposición.
En la actividad probatoria el juez declarara la procedencia,
improcedencia e inadmisibilidad de los medios de prueba, para lo
cual valorara si los medios ofrecidos son conducentes, esto es, si
son pertinentes y útiles al objeto de la prueba. Con ello se busca
centrar el foco litigioso, procurando que el debate se concentre en lo
verdaderamente útil y jurídicamente relevante. La pertinencia precisa
esa íntima relación entre los hechos y la producción o actividad

pág. 240
verificatoria. Guarda un nexo muy próximo con la idoneidad del acto,
es decir, que la prueba que se pretende gastar debe tener a la
demostración de los hechos que necesitan de prueba, por tanto, son
impertinentes los medios dirigidos a esclarecer los hechos que no se
encuentran en discusión. En otras palabras, el juez decidirá la
admisión o no, de los medios probatorios ofrecidos.
Ellos no serán admitidos de plano por el solo hecho de producirse.
La admisibilidad se relaciona, no con la posibilidad sino con la
eficacia intrínseca de la prueba. Sobre ellas opera la actuación de
tachas u oposiciones, para lo cual, el juez debe actuar y valorar los
medios de prueba ofrecidos a ellas. No se aprecia, en este tipo de
procedimientos, plazo para interponer las tachas u oposiciones; sin
embargo, consideramos que estas se interponen al contestar la
demanda, en aplicación extensiva del artículo 552 del CPC, pues el
traslado de la contradicción contiene además el traslado del
ofrecimiento de los medios de prueba del ejecutado en su
contradicción. Este ofrecimiento, en atención al principio de
bilateralidad, estará sometido al control y supe vigilancia de la
contraparte, la que también tiene la carga de cuestionar el medio de
prueba ofrecido a través de los mecanismos remediales de las
tachas u oposiciones. Estos mecanismos se utilizarán en atención al
medio de prueba que se cuestiona, tal como lo refiere el artículo 300
del CPC. Constituye una carga contra quien se opone la prueba, por
citar, si tenemos un documento privado y el ejecutado lo ofrece, pero
además pide el reconocimiento; si la contraparte no interpone tacha
contra la prueba documental opera el reconocimiento tácito a la
certeza del contenido del documento, por tanto, no cabría luego
someter dicho documento al reconocimiento solicitado (ver el artículo
246 del CPC). La “actuación” del reconocimiento ya no se justificaría
por el asentimiento tácito de la parte contra quien se ha opuesto de
medio de prueba.

pág. 241
Situación diferente es la actuación de los medios de prueba
ofrecidos en las tachas u oposiciones. El artículo 553 del CPC se
refiere a ello, señalando que “solo se acreditan con medios
probatorios de actuación inmediata, que ocurrirá durante la audiencia
única”. Un medio de prueba que no resiste el supuesto de actuación
inmediata es la pericia, toda vez que aquí el juez debe designar los
peritos, esperar que estos acepten el cargo, realicen la pericia,
emitan el dictamen y luego se ratifiquen en la pericia y se proceda el
debate pericial, si lo hubiere, importando dicha actividad una serie de
etapas imposibles de agotarse en un solo acto, de manera
inmediata, como requiere la actividad probatoria de las tachas u
oposiciones; sin embargo, dichos hechos pueden ser incorporados al
proceso a través de un documento que contenga la apreciación del
perito, a manera de informe pericial, en el que el medio de prueba no
requiere de actuación.
Otro aspecto particular de las tachas u oposiciones se aprecia de la
tramitación de estas. La regla general aparece descrita en el artículo
301 del CPC señalando que “la absolución de las tachas debe
hacerse de la misma manera y en el mismo plazo, anexándose los
medios probatorios correspondientes”. Dice el artículo 301 que
“Estos requisitos no se exigen a las absoluciones realizadas en el
proceso sumarísimo”. Esto implica que el momento de las
absoluciones de las tachas u oposiciones es el momento de
audiencia única. La interposición de las tachas se agota con la
absolución de la contradicción por la parte demandante, al momento
de la audiencia única.
En cuanto a la conclusión del proceso por inasistencia de las partes
a la audiencia de pruebas, señala el artículo 203 del CPC “si no
concurren ambas partes (a la audiencia de pruebas) el juez dará por
concluido el proceso”. La explicación de la necesaria presencia de
las partes en la audiencia de pruebas se justifica en el principio

pág. 242
dispositivo que rige el proceso civil. Las partes son las únicas que
tienen la posibilidad de aportar los hechos al proceso y de hacer
realidad su materialización en el proceso, a través de su actuación
probatoria. Es una actividad de exclusiva competencia de las partes,
donde la intervención del juez no tiene natural cabida. Como señala
la Casación Nº 592-96-Lima, al referirse al artículo 203 del CPC: “la
interpretación de esta norma debe ser restrictiva, por su naturaleza
sancionadora. El ofrecimiento de medios probatorios para sustentar
las excepciones, no convierte a la audiencia de saneamiento en una
de pruebas”.
El texto en comentario, señala: “si no se formula contradicción, el
juez expedirá el auto sin más trámite ordenando llevar adelante la
ejecución”.
La presunción de intensidad que se otorga a los títulos ejecutivos
lleva a sostener que, si no existe oposición o contradicción, el
ejecutante no tiene la carga de probar nada, debiendo el juez dictar
sentencia de remate simplemente con el reexamen de los
presupuestos procesales. En ella no se condena al ejecutado, sino
se ordena seguir adelante la ejecución, señala Montero Aroca74.
En esa misma línea de pensamiento, aparece la opinión de Ariano75,
quien sostiene que el verdadero título ejecutivo no es la sentencia
sino el que se presenta con la demanda, que es calificado por el juez
y que determino el despacho de la ejecución contenido en el
denominado mandato ejecutivo. Señala 76: “ esa sentencia, pese a
que se le llama sentencia, solo es una auténtica sentencia cuando
resuelve ese incidente cognitorio sumario (eventual) que nuestro
legislador impropiamente llamo contradicción. En cambio, cuando no
74
MONTERO AROCA, Juan. “La naturaleza jurídica del juicio ejecutivo”. En: Estudios de Derecho Mercantil en
Homenaje al profesor Manuel Broseta Punt. T. II, Tirant lo Blanch, Valencia, 1995, p. 2418.
75
ARIANO, Eugenia. “La tutela jurisdiccional del crédito: proceso ejecutivo, proceso monitorio, condenas con
reserva”. En: Problemas del proceso civil. Juristas editores, Lima, p. 372.
76
Este comentario esta realizado bajo la normatividad de los artículos 691 y 702 derogados, sin embargo, a
la luz de la actual redacción del Código, en materia de proceso de ejecución, consideramos aun en vigencia
sus opiniones.

pág. 243
se ha interpuesto contradicción, nada hay que resolver, y por eso lo
único que contiene es un acto de impulso (sigue adelante la
ejecución, articulo 701 del CPC), vale decir, que es un simple
decreto con mascara de sentencia”. Este inconveniente en la
regulación del procedimiento ejecutivo para Ariano se hubiera
superado al no considerar necesario dictar sentencia cuando no
mediara contradicción, de esta forma se podrá ver claramente que la
contradicción es con relación al proceso ejecutivo un incidente
cognitorio que suspende la marcha del proceso de ejecución ya
iniciado con la demanda y el mandato ejecutivo, hasta la emisión de
la sentencia, pero no es un acto del proceso principal, que tipifique
todo el proceso. Este comentario ha sido superado en parte con las
modificaciones realizadas por el D. Leg. Nº 1069, al señalar: “Si no
se formula contradicción, el juez expedirá un auto sin más trámite,
ordenando llevar adelante la ejecución”.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

Toda persona condenada tiene derecho de cuestionar o


contradecir o cuestionar las relaciones procesales, partiendo
desde el titulo valor, interponiendo las excepciones procesales.
Contemplando las nuevas pruebas y hasta puede convocar a
una audiencia para ser defendido.

COMENTARIO MARCELO MARIN:


El trámite de contradicción se da cuando cuya aplicación implica el
hecho de que ambas partes, ya fueren demandante y demandado o
bien acusador y encausado, puedan acceder al proceso con el
objetivo de hacer valer libremente sus pretensiones, aportando a tal
efecto las diferentes alegaciones fácticas y probatorias que las
fundamenten dándole al ejecutante plazo para que la conteste.

pág. 244
COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:
El trámite de la contradicción del ejecutado o llamado
oposición, no puede calificarse como una contestación a la
demanda ejecutiva, sino como una demanda incidental, de la
que se corre traslado al ejecutante para que la conteste.

7. Apelación del auto que resuelve la contradicción.


Los autos que resuelven la contradicción pueden ser objeto de
apelación, como expresión del sistema de instancia plural. Tienen
por objeto que el órgano jurisdiccional superior examine la resolución
que según el recurrente le atribuye un defecto de fondo, que le
genera agravio y que se deduce para obtener su sustitución ante el
juez superior.
El plazo para interponer apelación contra el auto es de tres días
contado desde notificada esta. Este plazo, a diferencia del que
consigna la versión derogada, uniformiza al que se fija en el artículo
376 del CPC para que la impugnación de los autos con efecto
suspensivo. Adviértase que los plazos para la impugnación son
perentorios, fatales, pues legalmente no admite prorroga; y que estos
plazos son extensivos para adhesión.
Como señala la norma, el auto que resuelve la contradicción
propuesta contra el mandato de ejecución ha sido amparada
totalmente, esto es, se ha declarado fundada, de tal manera que ha
generado el efecto total de la conclusión del proceso; sin embargo, si
la contradicción se ha declarado fundada en parte, la apelación del
auto que la contiene no debería ser con efecto suspensivo porque no
ha puesto fin al proceso único, como lo exige el texto legal en
comentario, pues el proceso continua con la ejecución.

pág. 245
El otro supuesto que regula este artículo es la apelación a la
resolución que resuelve la contradicción, pero que pone fin al
proceso; en otras palabras, nos estamos refiriendo a la contradicción
desestimada. En ese caso, señala el texto legal que la apelación
debe concederse sin efecto suspensivo y tendrá la calidad de
diferida; sin embargo, no consideramos coherente la calidad de
diferencia en la apelación, pues dada la trascendencia del auto que
resuelve la contradicción para la propia ejecución, resulta saludable
que este sea conocido por el superior revisor, lo más pronto posible,
para lo cual sería urgente que se forme el cuaderno respectivo; sin
embargo, reservar esta apelación a efectos de que sea resuelta por
el superior, con carácter diferido, conjuntamente con la sentencia u
otra resolución que el juez señale, tampoco resulta atendible en este
tipo de procesos, por tres razones: a) el acto siguiente, luego que se
ha definido de manera negativa la contradicción, es ingresar a la
ejecución forzada (remate y adjudicación) por tanto, no se tiene a la
vista en el procedimiento, un acto final de fondo que justifique una
futura apelación “con efecto suspensivo”, para aprovechar con ella la
revisión de la resolución apelada, sin efecto suspensivo; esto
significaría que la revisión de la resolución apelada, que resuelve la
contradicción (desestimándola), se vería prácticamente truncada; b)
la resolución que define la contradicción, es de trascendencia para el
mandato de ejecución y por tanto para el proceso, pues va a permitir
que se prosiga con la ejecución o se concluya con ella; por tanto,
ingresar a la ejecución forzada sobre la base de un mandato de
contradicción “no firme”, los efectos revocatorios serian fatales (aun
asumiendo una apelación sin efecto suspensivo y “sin” carácter
diferida) sobre todo, si el resultado de la revisión fuere contraria a la
contradicción resuelta en primer grado, y ya se hubieran terceros
involucrados en la adjudicación; c) la contradicción encierra una
demanda incidental en el proceso ejecutivo, de tal manera que el

pág. 246
efecto de la resolución que resuelve la contradicción, para continuar
con la ejecución, debe ser la “firmeza”. No se trata de la apelación de
cualquier resolución, sino de la que resuelve la demanda
impugnativa al mandato de ejecución; por tanto, debe concluirse que
la resolución que define la contradicción al mandato ejecutivo, debe
permitir la continuación con la ejecución en tanto se encuentre
“firme”; esa es la fórmula que debería aplicarse, al margen que se
estime o desestime la contradicción.
COMENTARIO MARCELO MARIN:

Los autos que resuelven la contradicción pueden ser objeto

De apelación como expresión del sistema de instancia plural tiene por objetivo
que el órgano jurisdiccional superior examine la resolución que según el recurrente
le atribuye un defecto de fondo, que le genera agravio y que se deduce para
obtener su sustitución ante un juez superior.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

Pues el auto que resuelve la contradicción, se puede decir que


pone fin al proceso único de ejecución es apelable con efecto
suspensivo. Si la apelación es concedida sin efecto suspensivo,
tendrá la calidad de diferida. La apelación es
un recurso ordinario, es decir, la ley lo admite por regla general
contra toda clase de resoluciones. Además, es
un recurso constitutivo de instancia, lo que significa que el
tribunal superior puede pronunciarse sobre todas las
cuestiones de hecho y derecho que han sido discutidas en el
proceso.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

pág. 247
La apelación del auto de ejecución ha sido amparada
totalmente, ya que esto, se ha declarado fundada, de tal manera
que ha generado el efecto total de la conclusión del proceso; sin
embargo, si la contradicción se ha declarado fundada en parte,
la apelación del auto que la contiene no debería ser con efecto
suspensivo porque no ha puesto fin al proceso único, como lo
exige el texto legal.

DENEGACION DE LA EJECUCIÓN

En todo proceso de ejecución, el juez califica el título y deniega el


petitorio si considera el título inútil, o accede a él, si el título es
idóneo. Esta calificación se desarrolla bajo una concepción
publicística del proceso que rompe con el viejo precepto que toda
demanda interpuesta debía ser admitida a trámite, permitiendo el
rechazo liminar de la ejecución, si el título no reúne los requisitos
formales para ello (por ejemplo, que hubiere caducado su efecto
cambiario). Este rechazo debe entenderse a la pretensión, mas no
implica rechazo al derecho de acción.

La denegación de la ejecución que refiere este artículo está


condicionada a las cualidades del título ejecutivo; sin embargo, al
calificar la demanda, no se puede dejar de apreciar lo regulado en el
artículo 690-A del CPC. Esto permite sostener que, si bien la
demanda inicia el proceso, ello no impide que, por un déficit en las
condiciones de procedibilidad de esta, el juez no le dé curso por no
reputarla idónea para la prosecución. Los principios de autoridad y
de economía procesal justifican que el juez no deba permanecer
impasible ante la proposición de demandas cuya sustanciación solo

pág. 248
se traduciría en un inútil dispendio de actividad jurisdiccional. Véase
el caso de la afectación a la competencia establecida en el artículo
690-B del CPC. Se rechazará la demanda interpuesta ante el juez de
paz letrado si el monto de la pretensión supera las cien unidades de
referencia procesal; esto no implica que el titulo no reúna ejecución,
sino que la pretensión se ha interpuesto ante un juez incompetente.
En igual forma, se declara la improcedencia de la demanda cuando
el demandante no tenga legitimidad para obrar: demanda el cobro de
una letra quien no es el eminente ni aparece como tenedor legitimo
vía endoso.

El auto denegatoria de la ejecución es pasible apelación, con efecto


suspensivo (en aplicación del inciso 2 del artículo 365 del CPC). El
procedimiento de la apelación será inaudito pars, pues, como señala
literalmente la norma, “solo se notificará al ejecutado si queda
consentido o ejecutado”. Esto implica que, si el resultado de la
impugnación confirma la denegatoria de la ejecución, esa situación
se hará recién de conocimiento al ejecutado; caso contrario, si
revoca la denegatoria y ordena la ejecución, también conlleva la
notificación, pero del mandato ejecutivo y no del rechazo de la
ejecución. Los efectos en ambos casos son diversos. Con la
denegatoria, concluye el proceso y la pretensión, pues sin título no
hay ejecución; a diferencia del mandato ejecutivo, que la jurisdicción
comienza invadiendo la esfera propia del demandado, ocupando sus
bienes y creando por anticipado un estado de sujeción a favor del
acreedor.

No necesariamente todo título que se postula para su ejecución


pueda acogerse con dicho fin. No es suficiente que se acompañe
una prueba anticipada, ni el documento privado que contenga la
transmisión extrajudicial, ni el testimonio de escritura pública para

pág. 249
aceptar su ejecución. Si bien los títulos citados son calificados como
títulos ejecutivos (véase los incisos 6,7,8 y 10 del CPC) no
necesariamente conllevan a su ejecución.

Es necesario que los títulos de ejecución contengan los


presupuestos que describe el artículo 689 del CPC, esto es, que no
solo sea cierta y expresa la prestación sino exigible, caso contrario,
resulta procedente denegar la ejecución. Véase el caso del mutuo
contenido en una escritura pública, cuyo plazo pactado para le
devolución de la prestación, aun no haya vencido, sin embargo, se
pretende proceder a su cobro judicialmente. En igual sentido léase la
casación N°1581-2001-Lima:77 “donde señala que en prueba
anticipada no aparece la obligación cierta que resulte exigible a la
actora, porque el reconocimiento practicado sobre las notas de
abono no contiene de modo expreso la obligación de devolución del
dinero, ni plazo de vencimiento para ello”.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

Sabes que el proceso de ejecución, como todo un proceso


judicial, debe ser aprobado su ejecución o en todo caso,
negado, todo es depende del juez, cumpliendo un rol importante
de calificar si cumplo los requisitos para ser admitido o
denegada.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La denegación de la ejecución, es todo aquello en el que el juez
decide si califica la demanda o no, es decir, que solo se podrá
denegar el reconocimiento y la ejecución de la sentencia de la

77
N°1581-2001-Lima: “donde señala que en prueba anticipada no aparece la obligación cierta que resulte
exigible a la actora, porque el reconocimiento practicado sobre las notas de abono no contiene de modo
expreso la obligación de devolución del dinero, ni plazo de vencimiento para ello”.

pág. 250
parte contra la cual es invocada, un claro ejemplo de ello es,
que si el juez de paz letrado rechaza la demanda por el monto de
la pretensión que no supera las cien unidades de referencia
procesal, esto quiere decir que la demanda no reúna los
requisitos del título de ejecución, sino más bien que es
interpuesta por un juez incompetente.
COMENTARIO MARCELO MARIN:

En todo proceso de ejecución, el juez califica el título y deniega el petitorio si


considera el título inhábil, o accede a él, si el título es idóneo. La denegación de la
ejecución que refiere este artículo está condicionada a las cualidades del título
ejecutivo; sin embargo, al calificar la demanda, no se puede dejar lo apreciado lo
regulado en el artículo 690-A del CPC.

MEDIDAS CAUTELARES EN LA EJECUCIÓN


La norma recoge la concurrencia de la medida cautelar, y los
derechos realces de garantía frente al patrimonio del ejecutado. La
medida cautelar es un acto jurisdiccional que busca asegurar la paz
social a través de la eficacia de la sentencia. Existen otros
mecanismos no jurisdiccionales que permiten cautela, que
constituyen fuera del proceso y cumplen fines análogos a las
medidas cautelares. Estos son la prenda, la hipoteca y la anticresis,
cuyo origen es consensual a deferencia del origen jurisdiccional de la
medida cautelar.
El artículo en comentario se orienta a limitar la tutela judicial frente a
los derechos reales. Señala que “cuando se haya constituido prenda,
hipoteca o anticresis en favor del ejecutante en garantía de su
crédito, no podrá cautelarse este con otros bienes del deudor”.

pág. 251
Frente a esta limitación la propia norma nos permite ciertas
liberalidades que las presentamos bajo dos supuestos:
a). La existencia de un proceso de ejecución de garantías, en giro,
cuyo valor de los bienes gravados no cubran el importe de lo
adecuado por capital, interese, costas y costos. Nótese que bajo ese
enunciado nos ubicamos en el supuesto del saldo deudor que regula
el artículo 724 del CPC, que dice “si después del remate del bien
dado en garantía, hubiera saldo deudor, este será exigible mediante
proceso ejecutivo”78. Ellos implicarían que en tanto se inicie el
proceso ejecutivo, con la nueva liquidación del saldo deudor, se
pueda cautelar dicho saldo con otros bienes del deudor, otro
supuesto que también nos permitiría invocar esta excepción es
cuando en la ejecución de garantías, el capital es de tal magnitud
que la garantía no permitiría satisfacer intereses y gastos procesales.
En tales casos, no hay que esperar llegar al fin de la ejecución de la
garantía real para recién instar por la medida cautelar. Véase el caso
de la ejecución de un bien hipotecado, en la que se dictaría la
medida cautelar en forma de retención sobre la renta que viene
percibiendo el ejecutado por dicho inmueble. Este monto de la
cautela, aseguraría a futuro la ejecución del saldo deudor por los
intereses y gastos no cubiertos con la garantía real.
b). el otro supuesto refiere a la posibilidad de instaurar el secuestro
complementario del bien sobre el que sea constituido el derecho real
en garantía, como seria el caso de la prenda. La norma es tolerante
con dicha intervención, al permitir que el juez pueda acceder a esta
cautela “por motivos especialmente acreditados por el ejecutante”.
Véanse el caso de situaciones que pongan en peligro la integridad
de la garantía, aun cuando el crédito correspondiente no sea exigible
por hallarse sujeto a plazo condición el secuestro de los bienes
prendados que puede solicitar el acreedor, en los casos en que el
78
Art.724 del CPC, que dice “si después del remate del bien dado en garantía, hubiera saldo
deudor, este será exigible mediante proceso ejecutivo”.

pág. 252
dueño de aquellos los saques del lugar en que se hallaban cuando
se constituyó la garantía, los use indebidamente o se niegue a que el
acreedor los inspecciones.
En cuanto al acreedor hipotecario este puede invocar los actos del
deudor que busquen disminuir el valor del inmueble hipotecado; por
citar, el propietario de una casa que emprende su demolición. Los
acreedores hipotecarios podrían pedir la intervención judicial sobre
dicha propiedad para que se presenten su estado.

COMENTARIO DE SHAOLIN:

En un proceso, es importante las medidas cautelares son las


dictadas mediante resoluciones judiciales, con el fin de
asegurar, conservar o anticipar la efectividad de la resolución
estimatoria que pueda dictarse en el curso de un proceso
judicial considerado principal, de modo que cierto derecho
podrá ser hecho efectivo en el caso de un litigio en el que se
reconozca la existencia y legitimidad de tal derecho. 

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


Las medidas cautelares es todo acto jurisdiccional, en el que
busca resguardar la eficacia del proceso o de la sentencia.
Siendo así, todas aquellas actuaciones procesales adoptadas
judicialmente antes o durante el proceso.
COMENTARIO MARCELO MARIN:

Las Medidas cautelares en la ejecución son las dictadas mediante resoluciones


judiciales, con el fin de asegurar, conservar o anticipar la efectividad de la
resolución estimatoria que pueda dictarse en el curso de un proceso judicial
considerado principal, de modo que cierto derecho podrá ser hecho efectivo en el
caso de un litigio en un debido proceso .

pág. 253
MANDATO EJECUTIVO
Según, Monroy* (199) sostiene que el proceso ejecutivo ha estado
íntimamente ligado a los cambios económicos de la humanidad.
Refiere que a comienzos del siglo XI, en Europa, se buscó que las
personas dedicadas a la actividad comercial cuenten con un
procedimiento más expeditivo. Se cita la Bula de Clemente V que
autorizaba a los jueces a seguir procedimientos breves para tal fin. A
esta Bula influyeron los derechos estatutarios italianos que forjaron
un procedimiento más rápido llamado sumario, sin embargo, este
procedimiento fue insuficiente, porque se requería de un
procedimiento aún más expeditivo. Se procedió a colocar en los
contratos una cláusula -pactum executivum- que permitía a los
acreedores, en caso de incumplimiento de obligación, obtener del
juez una orden de pago inmediata conocida con el nombre de
mandatum de soivedum, antecedente directo del actual auto de
pago. Como en el documento reposaba la autenticidad de la obliga-
ción, se exigía que el documento se formalizara ante un notario,
quien a su vez, estaba facultado para ordenar el cumplimiento de la
obligación, bajo apercibimiento de pasar los documentos al juez para
que este ejecute. Posteriormente, ni siquiera fue necesaria la
presencia de la cláusula de pactum executivum. Bastaba el
reconocimiento notarial de la obligación para que pudiera producirse,
de manera inmediata, la ejecución judicial, lo que mutatis mutandis
ocurre a la fecha en nuestro ordenamiento, dice Monroy.

Como señala la norma en comentario, el juez calificará el título


ejecutivo, verificando la concurrencia de los requisitos formales del
mismo. Para que pueda admitirse su ejecución, no solo es suficiente
recaudar el original del documento que presumiblemente tiene mérito
ejecutivo, sino que la obligación que la contiene esté vencida; esto

pág. 254
significa que la pretensión exigida no se encuentre sujeta a
modalidad alguna, vale decir, que no tiene plazo, lugar, ni modo
pendiente.

En relación al título y su implicancia para la acción, aparecen


diversos criterios. Para Liebman, el título es un elemento constitutivo
de la acción; para Zanzucchi, es una condición requerida para el
ejercicio de la acción; para Fumo, es un presupuesto de
procedibilidad; para Carnelutti, es la prueba documental del crédito.
Frente a las posiciones citadas, se sostiene que para que un título
ejecutivo sea tal, es menester la reunión de dos elementos: la
declaración de la existencia de una obligación que la ejecución
tiende a satisfacer; y, la orden de ejecución.

Palacio, apreciando el título como calidad y como documento señala


“se tiene título cuando se está habilitado jurídicamente para hacer
una cosa; pero, también cuando se tiene en mano el documento que
acredita esa calidad”. Sostiene que el equívoco radica en que puede
haber calidad sin documento y documento sin calidad. El acreedor
que ha extraviado el pagaré tiene el crédito y no tiene el documento;
el tenedor de un pagaré oportunamente pagado pero no retirado por
el deudor, tiene el documento y no la calidad de acreedor.

En el cobro de alquileres, los propietarios tienen título ejecutivo, aun


cuando el arrendamiento sea verbal y no exista documento en su
favor. También lo tiene el Estado por cobro de ciertos impuestos, sin
documento alguno o con documentos emanados de la propia
administración, los cuales violarían, aparentemente el precepto que
nadie puede hacerse una prueba en su propio favor. En estos casos,
señala Palacio, el título ejecutivo es la calidad de acreedor.
Viceversa, puede darse el caso de que se lleven adelante los

pág. 255
procedimientos de ejecución con documentos y sin título, como
cuando la deuda se ha extinguido por prescripción o caducidad. En
estas circunstancias, el juez no puede oponer de oficio esa cir-
cunstancia; sin embargo, la sentencia rechazará en definitiva la
pretensión del acreedor; pero la ejecución ya se inició con la sola
exhibición del documento.

El concepto de título ejecutivo es indistintamente un concepto de


Derecho material y un concepto de Derecho Procesal. Lo normal es
que ambos conceptos coincidan y que el titular de un derecho tenga
en su poder el documento que lo justifica. La ejecución, entonces, se
promueve en virtud del derecho y del documento; pero, no es forzoso
que así acontezca, según se pone de relieve en los ejemplos que
cita Palacio.

La norma señala que de considerar admisible la demanda, dará


trámite expidiendo el mandato ejecutivo, debidamente
fundamentado, el que contendrá el cumplimiento de una obligación
contenida en el título; por citar, si se trata de una obligación
dineraria, el mandato ejecutivo contendrá una orden de pago de lo
adeudado, incluyendo intereses y gastos demandados, bajo
apercibimiento de iniciarse la ejecución forzada.

El apercibimiento indica una prevención especial porque se concreta


en una advertencia conminatoria respecto de una sanción también
especial. Esta advertencia es intimada por la autoridad, con potestad
suficiente para exigir una conducta determinada y aplicar una
sanción en caso de resistencia a ella. Además, el apercibimiento
judicial hecho a una de las partes se funda en un mandato expreso
de la ley, que permite al juez advertir de la futura actuación a realizar
en caso de resistencia.

pág. 256
A pesar de que no lo precisa la norma, es necesario requerir al
condenado señalándole un plazo para que cumpla. Este
requerimiento previo y el señalamiento de plazo constituyen el inicio
de la ejecución y es calificado como mandato ejecutivo.

La actividad ejecutiva dependerá de la conducta que adopte el


ejecutado. Si este cumple estrictamente (íntegramente) la condena,
la ejecución y el proceso concluirá; caso contrario, como el objetivo
de la ejecución no se ha logrado, se procederá a la ejecución
forzada.

Los actos de coacción tienen, normalmente en esta etapa, un


carácter meramente preventivo, para dar paso, si hubiera
contradicción, a una etapa sumaria de conocimiento, que se inserta
en el procedimiento de ejecución. Esa oposición aparece regulada
en el artículo 690 D del CPC para brindar al ejecutado la posibilidad
de hacer valer las defensas que tenga contra el título o contra el
procedimiento.

En el caso de obligaciones dineradas en el que el título contenga una


parte líquida y otra ilíquida, se procederá a la ejecución de la
primera, sin necesidad de esperar a que se liquide la segunda.

El tratamiento de la prestación liquidable aparece regulado en el


artículo 689 del CPC. Véase el caso de una transacción extrajudicial,
que contiene una prestación de una cantidad líquida más intereses
convencionales; estos últimos, serán liquidables como resultado de
una operación aritmética. En igual sentido, si el pago de una deuda
se ha fijado en moneda extranjera será un título ejecutivo líquido,
cuando se trate de moneda convertible admitida a cotización oficial y

pág. 257
que la operación en esa moneda está permitida legalmente o
autorizada administrativamente.

La prestación liquidable es la que puede dilucidarse numéricamente


mediante operación aritmética, método que no podría ser de
aplicación para las prestaciones ilíquidas porque ella responde a
razones muy distintas. En estos casos, estamos ante las llamadas
sentencias de condena genérica o de condena con reserva. Véase el
caso de la sentencia que condena al pago de una suma líquida y
dispone, la compensación del saldo de la deuda existente mediante
la devolución de mercadería, luego de computarse la depreciación
de ella, al momento de la entrega*200 201’; o el caso de la sentencia
que condena al pago de daños y perjuicios, fijándose las bases para
dicha posterior liquidación; o la liquidación de frutos, rentas y
utilidades, según las pautas preestablecidas en la condena. Montero
Aro- ca(Z01) refiere que estas prestaciones operan cuando la ley
admite que esta sea ilíquida, dejando la liquidación para la fase de
ejecución; otro supuesto es que no haya existido realmente una
actividad declarativa previa, sino simplemente el presupuesto para
condenar genéricamente a los daños sufridos; también permite
prestaciones ilíquidas, cuando la obligación de hacer, no hacer o dar
cosa específica o genérica se pueden transformar por ley en
obligación pecuniaria. En este último caso, nuestro Código hace
referencia a esta situación en los artículos 706 y 708 del CPC.

Es importante hacer especial referencia a las prestaciones líquidas,


liquidables e ilíquidas en un título que contiene obligaciones
dinerarias porque una de las causales para sustentar la contradicción
a dichos títulos se basa en la iliquidez del título (artículo 690 D inciso
1 del CPC).

pág. 258
Como señala el texto del artículo en comentario, el mandato
ejecutivo contendrá la advertencia o apercibimiento a iniciarse la
ejecución forzada, “con las particularidades señaladas en las
disposiciones especiales”. Véase que en el caso del proceso de
ejecución de garantías a que se refieren los artículos 720 a 722 del
CPC, el acreedor hace uso de la acción real exigiendo el
cumplimiento de la obligación garantizada, bajo apercibimiento de
rematarse el bien dado en garantía, mientras que en el proceso
ejecutivo, que contiene un título ejecutivo (688 inciso 4 del CPC) el
acreedor hace uso de la acción personal exigiendo el cumplimiento
de la obligación principal, bajo apercibimiento de llevarse adelante la
ejecución forzada sobre los bienes de propiedad del deudor; en tal
sentido, a pesar de que existe un fiador solidario constituido en el
contrato de garantía hipotecaria, y otro fiador solidario consignado en
el pagaré, los apercibimientos para el inicio de la ejecución forzada,
difieren uno de otro.

Por otro lado, en caso de exigencias no patrimoniales, el juez debe


adecuar el apercibimiento a dicha naturaleza, véase el caso de la
ejecución forzada de un régimen de visitas, o de la entrega de un
menor en caso de tenencia.

Es importante resaltar que el derogado artículo 697 del CPC que


regulaba el mandato ejecutivo en pretensiones dinerarias, permitía la
posibilidad de la impugnación, mediante la apelación, al mandato
ejecutivo. El sujeto legitimado para la impugnación era el ejecutado y
solo podía fundarse en la falta de requisitos formales del título; sin
embargo, el cuestionamiento al mandato ejecutivo, también se puede
realizar a través de la contradicción que recogía el Inciso 2 del
artículo 700 del CPC. En ambos casos, tanto los plazos como el

pág. 259
objeto de la contradicción y la apelación son distintos; y por lo
mismo, los efectos de estos en relación al título también.

SEÑALAMIENTO DEL BIEN LIBRE


Uno de los supuestos de los que se parte en las ejecuciones
forzadas es la existencia de bienes de propiedad del ejecutado para
ser destinados al remate judicial, para lo cual se presenta dos
alternativas para intervenir dichos bienes, a partir de la emisión del
auto que resuelve la contradicción y manda llevar adelante la
ejecución en primera instancia. El primer referente opera con un
mandato de ejecución, invocando las reglas sobre medidas
cautelares, como lo señala el artículo 716 del CPC.

El segundo referente para intervenir los bienes del ejecutado es


cuando el ejecutante desconoce la existencia de bienes de
propiedad del deudor; en ese caso, solicitará se le requiera para que
dentro del quinto día señale bien libre de gravamen, bajo
apercibimiento de declararse su disolución y liquidación.

El texto original de este articulo fijaba como apercibimiento la


remisión de copias certificadas a Indecopi, para que se declare la
insolvencia del deudor, sin embargo, la actual redacción conlleva a la
disolución y liquidación de la empresa. Esto implica que frente a las
alternativas de reestructurar o disolver/liquidar el patrimonio del
deudor, por ley, debe orientarse hacia esta última y no a la
reestructuración. Como señala el artículo 30 de la Ley Concursal 79,
recibidas las copias certificadas del expediente judicial, la comisión
en ejecución del apercibimiento hecho efectivo por el juez, en
aplicación del artículo 703 del CPC derogado, pero reproducido en
parte su contenido en el actual texto, dispondrá la publicación en el
79
Artículo 30 de la Ley Concursal, recibidas las copias certificadas del expediente judicial, la comisión en
ejecución del apercibimiento hecho efectivo por el juez.

pág. 260
diario oficial EL Peruano del nombre de las personas sometidas a la
disolución y liquidación.

Como se aprecia, el juez intentara el embarga de bienes de deudor,


pero si este no tiene bienes, la ejecución termina aquí sin éxito. La
norma señala “consentida o firme la resolución que hace efectivo el
apercibimiento concluirá el proceso ejecutivo y el juez remitirá copias
certificadas de los actuados a la comisión de procedimiento
concursales de Indecopi o a la comisión de delegada que fuere
competente”. Se debe precisar que las comisiones delegadas se
instalaron hasta 1993, en virtud de convenios celebrados por el
Indecopi con instituciones competentes para conocer los
procedimientos concursales.

La redacción original de este artículo limitaba este apercibimiento a


los procedimientos ejecutivos, sin embargo, las modificaciones
posteriores han llevado a precisar que también sea de aplicación a la
ejecución forzada que se desarrolle luego del inicio de un
procedimiento de ejecución de sentencia derivada de un
procedimiento de conocimiento, abreviado o sumarísimo.

La norma remite las ejecuciones individuales a los procedimientos


colectivos, que son promovidos por un acreedor o por varios
acreedores contra un deudor. Como semana el articulo V de TP de la
ley general del sistema concursal, a través del procedimiento
concursal se busca de participación y beneficios de la totalidad de
los acreedores involucrados en la crisis del deudor. El interés
colectivo de la masa de acreedores se superpone al interés
individual de cobro de cada acreedor.

pág. 261
En este tipo ejecución colectiva se hallan en lucha dos principios: el
de prioridad y el de igualdad. El primero está representando por el
precepto de que prevalece el derecho de aquel que los adquiere o
ejerce en primer término y el segundo, que consagra la paridad o
igualdad de condiciones de todos los acreedores en el patrimonio
concursal. Como señala la ley concursal, los acreedores participan
proporcionalmente en el resultado económico de los procedimientos
concursales, ante la imposibilidad del deudor de satisfacer con su
patrimonio los créditos insistentes, salvo las ordenes de preferencia
establecida expresamente en la ley (ver en articulo VI del TP de la
ley N° 27809). Como refiere el artículo 41 de la ley concursal, el
orden de preferencia en el pago de los créditos es el siguiente: 1)
remuneraciones y beneficios sociales adeudados a los trabajadores,
asi como los aportes impagos provisionales; 2) los créditos
alimentarios; 3) los créditos garantizados con el hipoteca, prenda,
warrants, derecho de retención o medidas cautelares, que recaigan
sobre bienes del deudor, siempre que la garantía correspondiente
haya sido constituida o la medida cautelar correspondiente haya sido
trabada con anterioridad a la fecha de la publicación de la difusión
del procedimiento corresponsal; 4) los créditos de origen tributario
del estado; y otros rangos que en sentido de creciente los fija el
citado del artículo 42 de la ley.

El procedimiento concursal puede ser ordinario y preventivo. El


concursal ordinario es iniciado a pedido del deudor o por uno o
varios acreedores. Si lo solicita el deudor diverso acreditar que se
encuentre en los siguientes supuestos: que más de un tercio de total
de sus obligaciones se encuentren vencidas o impagas por un
periodo mayor a 30 días calendarios; y que tenga pérdidas
acumuladas, deducidas las reservas, cuyo importe sea mayor del
tercio del capital social pagado.

pág. 262
El concursal preventivo solo se inicia a pedido del deudor, y busca
evitar una eventual y futura crisis de la empresa. Para que un deudor
se acoja a este procedimiento bastara no encontrarse en ninguno de
los supuestos del concursal ordinario. El preventivo (a diferencia del
ordinario que se orienta a la búsqueda de soluciones para revertir
una situación de crisis presente) procura evitar que se llegue a una
situación de crisis que se vislumbra a corto o mediano plazo. En el
preventivo también se puede pedir la suspensión de la exigibilidad de
todas las obligaciones que el concursado tuviera pendiente de pago
devengadas hasta la fecha de la publicación.

El procedimiento concursal ordinario se inicia con la presentación de


la solicitud (ya sea por el deudor o un acreedor), ante la comisión de
procedimientos concursales, la que previa evaluación de ley,
declarará el inicio del procedimiento concursal ordinario, mediante
resoluciones administrativas. Consentida la resolución, la comisión
procede publicarla en el diario oficial el peruano. La fecha de esta
publicación es importante, porque a partir de ella se generan los
principales efectos del concurso. Uno de ellos es la suspensión de la
exigibilidad de todas las obligaciones que el deudor tuviera
pendientes del pago a dicha fecha, sin que este hecho constituya
una novación de tales obligaciones, tal como lo refiere el artículo 17
de la ley concursal.

Cuando se publica en el diario oficial el peruano en inicio del


procedimiento concursal y se encuentra el proceso en ejecución
forzada, con convocatoria a remate, es inexigible. Distinto es si ya se
produjo el remate. En el primer caso, todavía no hay remate, se está
por rematar, por lo tanto, si todavía no se ha ejecutado, se tendrá
que esperar que en el procedimiento concursal se disponga de este

pág. 263
artículo, mientras tanto no se podría rematar el bien. Esto implica
que una deuda que en un momento era exigible, por mandato de la
ley se torna el inexigible, en sede judicial.

Esa suspensión no es indefinida, sino que durará hasta que la junta


de acreedores apruebe el plan de reestructuración, el acuerdo global
de refinanciación o el convenio de liquidación, si solo se abre a
concurso con un solo acreedor y se comprueba que no hay más
acreedores se levanta la suspensión. Aquí queda desprotegido el
patrimonio que se tiene la puerta avienta para continuar con el
proceso y ejecutarlo.

La inexigibilidad de las obligaciones del deudor no afecta que los


acreedores puedan dirigirse contra el patrimonio de los terceros que
hubiesen constituido garantías reales o personales a su favor, los
que se subrogaran de pleno derecho en la posesión del acreedor
original.

En ningún caso el patrimonio del deudor sometido a concurso podrá


ser objeto de ejecución forzosa, con la excepción prevista en el
inciso 1 y 2 del artículo 16 de la ley concursal. La prohibición de
ejecución de los bienes no alcanza a las etapas destinadas a
determinar la obligación emplazada al deudor. La autoridad
competente continuara conociendo hasta emitir pronunciamiento final
sobre dichos temas, bajo responsabilidad.

Para entender los efectos del inicio del concurso es importante tener
claro que créditos están o no comprendidos en el concurso, ya que
de ello dependerá que los referidos afectos se apliquen. Están
comprendidas las obligaciones del deudor originadas hasta la fecha
de la publicación del inicio del concurso, así hayan vencido. No están

pág. 264
comprendido los créditos originados con posterioridad a la fecha de
publicación del inicio del concurso que se pagaran a su vencimiento,
no siendo les de aplicación la suspensión de la inexigibilidad de
obligaciones ni estarán sometido al marco de protección patrimonial,
por lo que sus titulares podrán iniciar las acciones legales que
correspondan para cobrar su crédito, respetando el rango de las
garantías otorgadas.

La publicación tiene por objeto proteger el patrimonio del deudor ya


que el mismo es garantía de pago a los acreedores. Sus principales
efectos son: suspender la exigibilidad de las obligaciones y someter
al marco de protección legal el patrimonio del deudor. Otros efectos
de la publicación son: la determinación de los acreedores
concursales y la conformación de la junta de acreedores.

Bajo el marco de protección legal del patrimonio, la autoridad judicial,


administrativa, coactiva o arbitral que conoce procesos contra el
deudor no podrá ordenar, bajo responsabilidad, cualquier medida
cautelar que afecte el patrimonio del deudor y si ya están ordenadas
se abstendrá de trabarlas. ello no alcanza las medidas cautelares
registrarles, ni las que no impliquen deposición, ni las que no afecten
el funcionamiento del negocio, las cuales solo podrán ser ordenadas
y trabadas, pero no materia de ejecución forzada. Si las medidas
distintas a las anteriores han sido trabadas, se ordenará su
levantamiento y la devolución de los bienes, según sea el caso.

La norma permite la posibilidad de que el ejecutado señale uno o


más bienes parcialmente gravados cuyos saldos de cobertura
posible resulte cuantitativamente suficiente para cuando menos
igualar el valor de la obligación materia de ejecución .la actual
redacción han mejorado a la originaria que solo contemplaba la

pág. 265
posibilidad de señalar un bien libre de grabadamente, ello implicaba
que si el ejecutado tenía edificio sobre el cual se había constituido
una hipoteca por un monto reducido al valor comercial de dicho
inmueble, no se aceptaba se ofrezca dicho bien para la ejecución
forzada por qué no cumplía el supuesto que señalaba la norma: “libre
de gravamen”, felizmente la norma ha superado esta limitación y
contempla la posibilidad de incorporarlo a la ejecución, pero con la
condición de el saldo de cobertura posible resulta cuantitativamente
suficiente para cuando menos igualar el valor de la obligación
materia de ejecución. Por otro lado, nótese que la norma hace
referencia a bienes libres de gravamen, no de cargas. Ello es
coherente por que los gravámenes dependen de una obligación
accesoria, la que de incumplirse puede conllevar a la venta del bien
afectado, como sería el caso de la hipoteca o del embargo, en
cambio de las cargas, no hay obligación garantizada, por tanto, no
tienen por objeto la venta del bien, por ejemplo, las servidumbres
que se puedan constituir sobre el predio.

La publicidad de la morosidad es una medida importante para


prevenir el riesgo que puedan generar asumir créditos con el
demandado moroso. La publicidad solo serán viable a través del
registro de deudores judiciales morosos que administra el poder
judicial, pero sería interesante que las cadenas dinerarias firmes
sean anotadas también en las centrales del riesgo (apresar de que
están dirigidas para el sistema financiero) para advertir a futuros
acreedores de la situación económica del deudor y sobre todo de su
comportamiento crediticio, que ha necesitado de la intervención
judicial para ordenarle la devolución pero sin existo, pues se está
ingresando a una fase de inmovilización de bienes para su futura
realización de un remate judicial.

pág. 266
Un deudor con antecedentes de acreencias exigidas judicialmente
debe ser un indicador de riesgo, pues podrían anunciar un posible
incumplimiento de futuros créditos que asuma. Se sostiene que las
incidencias de los riesgos nunca llegan por sorpresa, el riesgo avisa
a través de diferentes síntomas, actitudes y acontecimientos; por ello
resulta saludable para retorno de los créditos informar de la
morosidad judicial en lo que se ha incurrido el demandado, pues ello
permitiría estar alerta para prevenir situaciones futuras e
irreversibles, afines de disponer de un mayor margen de reacción.

El seguimiento del riesgo debe formar parte de nuestra cultura


financiera, para lo cual, el anotar estas condenas en un registro de
morosidad judicial, como propone el articulo comentario, podría ser
también un importante referente para la toma de decisiones de
futuros acreedores. La ley N° 30201 a creado el registro de deudores
judiciales morosos para inscribir80, a solicitud de ejecutante, el
incumplimiento de las acreencias originadas en resoluciones firmes,
que declaran el estado de deudor judicial moroso. Este registro es de
carácter público y gratuito, a través del portal web institucional del
poder judicial.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


El señalamiento de bien libre, es toda aquella ejecución forzosa
sobre la ejecución de los bienes de una propiedad del ejecutado
para ser destinados a un remate judicial, siempre y cuando el
ejecutante desconozca sobre la existencia de dichos bienes del
demandado.

80
La ley N° 30201 a creado el registro de deudores judiciales morosos para inscribir.

pág. 267
COMENTARIO MARCELO MARIN:

Estos bienes son los no económicos Aunque, al igual que los bienes económicos,
se utilizan para satisfacer necesidades; a diferencia de estos no tienen ni dueño ni
precio por ser abundantes o de imposible limitación en cuanto a su acceso, o por
no requerir de un proceso productivo para su aprovechamiento y obtención de
dicho producto.

VI
CAPITULO
OBLIGACIONES
OBJETOS DE OBLIGACION

Ejecución de obligaciones de dar

Relativo a las obligaciones de dar, el modo de transferir la propiedad


de los bienes Tampoco se ocupa dicho Título de las cuestiones
relacionadas con las mejoras, frutos y productos, que sí habían sido
considerados en el Proyecto de la Comisión encargada del Estudio y
Revisión del Código Civil (artículos 1155 a 1157).

pág. 268
En cuanto a la transmisión de la propiedad, el nuevo Código Civil
rige la materia en sus artículos 94 7 a 949.
El artículo 94 7 establece que «la transferencia de propiedad de una
cosa mueble determinada se efectúa con la tradición a su acreedor,
salvo disposición legal diferente». De este modo se disipa cualquier
duda respecto de la forma como se transfiere el dominio de las cosas
muebles. Esta norma, de origen romano, se inspira en los artículos
1095 del Código Español y 929 del Código Alemán. La exigencia de
la tradición, aunque imperfecta y criticada, constituye el medio más
adecuado para dar publicidad a la transferencia de dominio de tales
bienes.

Conviene aclarar los verdaderos alcances de la tradición, señalados


por el nuevo Código Civil. La tradición, conforme al artículo 901, se
realiza mediante la entrega del bien a quien debe recibirlo o a la
persona designada por él o por la ley, con las formalidades que ésta
establece. Por ella se adquiere la posesión, de acuerdo con el
artículo 900, salvo los casos de adquisición originaria que establece
la ley. La tradición también se verifica en la forma prevista por los
artículos 902 y 903 del mismo Código.

El artículo 948 del nuevo Código Civil reproduce la regla del artículo
890 del Código de 1936, por lo cual nos eximimos de mayores
comentarios.

El precepto establece que «quien de buena fe y como propietario


recibe de otro la posesión de una cosa mueble, adquiere el dominio,
aunque el enajenan te de la posesión carezca de facultad para
hacerlo. Se exceptúan de esta regla los bienes perdidos y los
adquiridos con infracción de la ley penal.

pág. 269
El artículo 949 es de texto similar al artículo 1172 del Código de
1936; consagra la doctrina de que la sola obligación de enajenar un
inmueble determinado hace al acreedor propietario de él, salvo
disposición legal diferente o pacto en contrario.

La norma reviste singular importancia, pues dispone con toda


claridad que el simple acuerdo de voluntades entre el acreedor y el
deudor transfiere el dominio de los inmuebles. Esta regla de origen
francés -consignada en el artículo 1138 del Código Napoleónico es
acogida por otras legislaciones, tales como los artículos 408, inciso
1), del Código Portugués, 2014 del Código Mejicano y 1138 del
Código Dominicano.

El legislador de 1984, lamentablemente, ha optado para la


transferencia de los bienes inmuebles por el sistema dual-cuyo
origen se encuentra en la ley francesa- al que se refería el legislador
de 1936, esto es, el de la propiedad relativa y el de la propiedad
absoluta. La primera, consagrada por el artículo 949 del Código,
transfiere el dominio por el simple acuerdo de voluntades. La
segunda, se asienta en la fe del registro y produce efecto erga
omnes.

En cuanto al tema de las mejoras, frutos y productos, los artículos


contenidos en el Proyecto de la Comisión encargada del Estudio y
Revisión del Código de 1936 fueron suprimidos por la Comisión
Revisora.

Puesto que se trataba de una materia de relevante importancia en el


campo de las obligaciones de dar bienes ciertos y ya que se
establecían preceptos que eran privativos para esta clase de

pág. 270
obligaciones, resultaba adecuado que tal materia estuviera prevista
en forma expresa en el articulado referente a las obligaciones de dar.

El artículo 1155 del Proyecto consagraba la doctrina de que las


mejoras naturales de la cosa, es decir, aquéllas que son obra de la
naturaleza, incorporadas después de contraída la obligación,
correspondían al propietario. El precepto agregaba que si el
propietario era el deudor, podía solicitar al acreedor el valor de tales
mejoras naturales; y si éste no estaba dispuesto a abonarlas, el
deudor, a su sola elección, podía dejar sin efecto la obligación o
exigir su cumplimiento tal como estuvo originalmente pactada.

El artículo 1156 del Proyecto, por su parte, se refería a las mejoras


artificiales o industriales. El precepto prohibía al deudor introducir
tales mejoras en el bien sin el consentimiento del acreedor, excepto
cuando tenían la calidad jurídica de necesarias, esto es, cuando
estaban destinadas a la conservación o preservación del bien. Si el
acreedor era el dueño, estaba obligado a abonar el valor de las
mejoras necesarias al deudor, ya que éste las introdujo para evitar la
pérdida, deterioro o destrucción del bien. Si, por el contrario, el
propietario era el deudor, podía solicitar al acreedor el pago del valor
de tales mejoras; y si éste no estaba dispuesto a abonar las, el
deudor, a su sola elección, podía dejar sin efecto la obligación o
exigir su cumplimiento tal como estuvo originalmente pactada.

El artículo 1157, finalmente, normaba el destino de los frutos y


productos del bien desde que se contraía la obligación hasta su
entrega, así como el destino de los frutos pendientes al día de la
entrega. Prescribía que los frutos y productos de la cosa, si era
mueble, correspondían al deudor desde el momento en que se
contraía la obligación hasta su entrega; y, si era inmueble, al

pág. 271
acreedor desde la fecha en que se contraía la obligación. La norma
tenía que solucionar, por otra parte, el destino de los frutos
pendientes al efectuarse la entrega; y por ello, basándose en el
artículo 583 del Código Civil Argentino y en la segunda parte del
artículo 868 del Código Brasileño de 1916, claramente establecía
que tales frutos correspondieran al acreedor.

Luego de las aclaraciones que anteceden se analizan los preceptos


del nuevo Código.

Los artículos 1132 a 1141 tratan de las obligaciones de dar bienes


ciertos; los artículos 1142 a 1147, de las obligaciones de dar bienes
inciertos. En ambos casos se propone una legislación más completa
y explícita que la del Código de l 936.

Antes de examinar las normas del Código es necesario formular una


aclaración. Existen dos tendencias legislativas: la primera,
representada entre otros Códigos por el Francés, Alemán, Español,
Portugués, Etíope y Griego, que no definen el objeto de las
obligaciones de dar; la segunda, representada entre otros Códigos
por el Argentino y el Mejicano, que legislan en forma expresa el
campo de aplicación de tales obligaciones.

Una norma que señale el ámbito de las reglas sobre las obligaciones
de dar cosas ciertas, tal como lo hacen el artículo 574 del Código
Civil Argentino o el artículo 2011 del Código Mejicano, asume el
riesgo de incurrir en errores u omisiones.

Puede expresarse, en este orden de ideas, que en la misma medida


en que las reglas del Libro VI se aplican sin restricciones cuando la
obligación de dar tiene por objeto transferir el dominio de un bien o

pág. 272
pagar el debido, ellas no rigen para cierta clase de contratos como
-por ejemplo- los de locación-conducción o de comodato, porque
éstos están regulados por normas que les son privativas y que se
encuentran ubicadas en otras partes del Código. Cabe observar,
también a modo de ejemplo, que las reglas referentes a las
obligaciones de dar bienes ciertos operan supletoriamente cuando la
obligación tiene por objeto crear un derecho real temporal

Corresponde a las partes, en consecuencia, probar, ante la


obligación de entregar un bien, el fin que determinó tal entrega y su
recepción y, sobre la base de ello, decidir si los preceptos referentes
a las obligaciones de dar bienes ciertos se aplican irrestricta o
supletoriamente, o si esos preceptos no tienen cabida en la relación
jurídica que se estableció.

El texto del artículo 1132 es similar al del artículo 1171 del Código de
1936, con un agregado que aclara sus alcances. El acreedor de bien
cierto no puede ser obligado a recibir prestación distinta, aunque sea
de mayor valor, por cuanto, en materia de ejecución de obligaciones,
los bienes no se consideran en función del valor abstracto u objetivo
que tengan, sino en consideración a quien tiene un derecho sobre
ellos. Por esa razón también, el acreedor no está en aptitud de exigir
un bien diferente al que se le debe, aun cuando sea de menor valor.
El deudor debe cumplir con la prestación debida, sin emplear
prestaciones sustitutorias para extinguir la obligación, salvo pacto en
contrario.

pág. 273
La norma tiene su origen en los artículos 1243 del Código Francés,
2225 del Código Civil Peruano de 1852, 1245 del Código Civil
Italiano de 1865, 1166 del Código Español, 863 del Código Brasileño
de 1916, 2012 del Código Mejicano, 1458, primer párrafo, del Código
Civil Uruguayo, 1290 del Código Civil Venezolano, 307 del Código
Civil Boliviano, 1569, segundo párrafo, del Código Civil Chileno,
1627, segunda parte, del Código Civil Colombiano, 1612, segundo
párrafo, del Código Civil Ecuatoriano, 1243 del Código Civil
Dominicano, 177, primer párrafo, del Proyecto Franco-Italiano de
Código de las Obligaciones y Contratos, 614, primera parte, del
Proyecto Sánchez de Bustamante de Código Civil Cubano, y 851,
primera parte, del Anteproyecto Ossorio de Código Civil Boliviano.

El artículo 1133 es nuevo y se inspira en el artículo 260 del Código


Civil Alemán. El precepto exige que el obligado a dar un conjunto de
bienes ciertos informe sobre su estado cuando lo solicite el acreedor.
La norma está destinada a cautelar los derechos del acreedor titular
de un conjunto de bienes ciertos, quien puede solicitar informes
sobre la prestación durante el periodo que transcurre entre la fecha
en que se contrae la obligación y el día de su cumplimiento.

pág. 274
El artículo 1134 también consigna un precepto novedoso respecto al
Código de 1936. Este artículo dispone, en su primera parte, que la
obligación de dar exige al deudor que conserve el bien hasta su
entrega. Aunque se trata de un deber elemental, se ha considerado
conveniente señalarlo en forma expresa. El origen de este principio
se encuentra en los artículos 1136 y 1137 del Código Francés, 1094
del Código Español, 1177 del Código Italiano y 1136 y 1137 del
Código Dominicano. La segunda parte de la norma prescribe que la
obligación de dar también comprende la de entregar los accesorios
del bien, salvo que lo contrario resultase de la ley, del título de la
obligación o de las circunstancias del caso. La regla contiene una
simple aplicación del principio de que lo accesorio sigue la suerte de
lo principal y encuentra su inspiración en los artículos 314 del Código
Alemán, 1097 del Código Español, 575 del Código Argentino, 864 del
Código Brasileño de 1916,370 del Código Griego, 2013 del Código
Mejicano y 186 del Anteproyecto Brasileño de Código de las
Obligaciones.

pág. 275
Los artículos 1135 y 1136 son sustancialmente de igual texto que los
artículos 1174 y 1173 del Código Civil de 1936. Se ha sustituido en
ambos preceptos la expresión «instrumento público>> -que usa
dicho Código- por la expresión <instrumento público>, y se ha
agregado, a sugerencia nuestra formulada a la Comisión Revisora, la
expresión «de buena fe>> en relación al acreedor que haya inscrito
su título, para ser preferido en el caso del primero de los artículos
citados.

El artículo 1135, con antecedente en el artículo 1485, segundo


párrafo, del Proyecto de Código Civil Peruano de 1891, se refiere a
la hipótesis de que el deudor se hubiera obligado a entregar un
mismo inmueble a diversos acreedores y a las normas de
preferencia que en esos casos operarían. El precepto señala que
será preferido el acreedor de buena fe cuyo título haya sido inscrito
o, en su defecto, aquél cuyo título sea de fecha anterior, salvo, en
este último caso, que el de alguno conste de documento de fecha
cierta más antigua. Esta última expresión, sustitutoria de la que

pág. 276
emplea el Código de 1936 y recogida por el artículo 2015 del Código
de Etiopía, es perfectamente congruente con el espíritu del artículo
1174 citado. El mismo no tenía por qué referirse a la existencia de un
instrumento público. Bastaba con un documento de fecha cierta. Por
ejemplo, los documentos privados reconocidos judicialmente o
aquellos que se hayan inscrito en los Registros Públicos a mérito de
leyes especiales y los otorgados por personas que hayan fallecido o
sean incapaces de suscribirlos, deben tener, para los fines previstos
por el artículo 1135, la misma eficacia jurídica que los instrumentos
públicos.

En cuanto al concepto de la buena fe agregado en este artículo,


conviene formular algunos comentarios. Precisa aclararse de
antemano que, aun cuando la cuestión pueda parecer obvia, se ha
estimado conveniente aclararla en el artículo en forma expresa, con
el propósito de evitar toda clase de controversias al respecto.

Se ha afirmado con acierto que «es principio elemental que la


garantía de los Registros no ampara ni puede amparar la mala fe ..
Inclusive, aquellas legislaciones como la alemana y la suiza, que dan
al Registro alcances mucho mayores que los que tiene en el Perú,
consideran la mala fe como causal de pérdida de la garantía que
otorgan>> (Exposición de Motivos del Reglamento General de los
Registros Públicos).

En atención a estas consideraciones, el artículo IX del Título


Preliminar del Reglamento General citado prescribe que «las normas
sobre los Registros no amparan la mala fe>>, lo que concuerda con
el inciso e) de su artículo 173, según el cual la nulidad que se
declare respecto de una inscripción puede afectar al tercero
adquirente de un derecho, cuando se compruebe que ha procedido

pág. 277
de mala fe. Estas reglas armonizan perfectamente con la solución
del artículo 1135.
La forma de resolver la cuestión planteada no ha sido uniforme a lo
largo del tiempo. José María Foncillas, en su obra titulada «Eljus ad
remen el Derecho Civil moderno>>, menciona al estudiar el Derecho
de la Edad Media, que en éste, el segundo contratante era preferido
al primero, si éste obraba de mala fe. Esta idea se mantuvo hasta
mediados del siglo XVIII y pasó al Código Prusiano en 1794. Por el
contrario, la ley prusiana sobre adquisición de la propiedad, de fecha
5 de mayo de 1872, estableció el principio según el cual, una vez
practicada la inscripción, el adquirente de un inmueble no puede ser
atacado; incluso si al momento de la conclusión del contrato o de la
transferencia de la propiedad hubiera tenido conocimiento de un
contrato de enajenación anterior del mismo inmueble.

Estos conceptos no hacen sino ratificar la necesidad de precisar,


respecto de la concurrencia de acreedores, que será preferido el
acreedor cuyo título haya sido primeramente inscrito, siempre que
hubiera actuado de buena fe.

Conviene indicar, finalmente, que la norma comentada concuerda


también con el artículo 2014 del nuevo Código Civil, según el cual
«el tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho
de persona que en el registro aparece con facultades para otorgarlo,
mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque
después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de
causas que no consten en los registros públicos. La buena fe del
tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud
del registro».

pág. 278
La regla transcrita encuentra su antecedente inmediato en el are
tículo 34 de la Ley Hipotecaria Española.

El artículo 1136, por su parte, al consignar el mismo principio que el


artículo 1173 del Código de 1936, se sitúa, respecto a los bienes
muebles, en igual posición que este cuerpo legal. Si se tratara de un
bien mueble y lo reclamaran diversos acreedores a quienes el mismo
deudor se hubiese obligado a entregarlo, será preferido el acreedor
de buena fe a quien el deudor haya hecho tradición del bien, aunque
su título sea posterior. Si el deudor no hubiera efectuado la tradición,
será preferido el acreedor cuyo título sea de fecha anterior, salvo que
el de alguno conste de documento de fecha cierta. El precepto tiene
origen en los artículos 1141 del Código Francés, 592 y 593 del
Código Aigentino y 1141 del Código Dominicano.

En suma, el principio de preferencia para los inmuebles opera en


favor de aquel acreedor de buena fe cuyo título haya sido inscrito y
para los bienes muebles, en favor de aquel acreedor de buena fe a
quien el deudor haya hecho tradición del bien. En ambos casos se
exige que el acreedor proceda de buena fe, es decir, sin conocer la
existencia de obligaciones previas, pues la ley tiene el sentido moral
de proteger la lealtad con que se contrata. Si en el primer caso el
título no hubiera sido inscrito, o en el segundo el deudor no hubiera
hecho tradición del bien, entonces se preferirá -para ambos casos- al
acreedor cuyo título sea de fecha anterior, salvo que el de alguno
conste de documento de fecha cierta.

Estas normas son idóneas y protegen adecuadamente, dentro del


relativismo que prevalece en esta materia, los derechos de los
intervinientes en una relación obligacional.

pág. 279
En el caso de los bienes inmuebles, y si se trata de la transferencia
del dominio, el acreedor preferido, al haber adquirido la propiedad,
podrá ejercitar la acción reivindicatoria para exigir la entrega. En
hipótesis similar, y tratándose de bienes muebles, si el acreedor
hubiera sido puesto de mala fe en posesión del bien, el acreedor
preferido no podrá promover exitosamente la acción reivindicatoria
por'" que ella nace del dominio, que no habría sido adquirido,
precisamente, por la falta de tradición. En este último caso la acción
procedente sería la revocatoria o pauliana. El acreedor de buena fe
burlado, podría ejercer, adicionalmente, acción indemnizatoria contra

pág. 280
el deudor y el acreedor de mala fe.

pág. 281
pág. 282
Los artículos 1137, 1138, 1139 y 1140 del Código introducen
cuestiones novedosas en relación a las normas del Código de 1936
referidas a la misma materia.
El artículo 1137 señala cuándo existe pérdida del bien. Son
antecedentes del precepto los artículos 1302 del Código Francés,
891 del Código Argentino y 2021 del Código Mejicano. La norma
señala que la pérdida puede producirse en tres hipótesis: cuando el
bien perece totalmente o surge un daño parcial que lo haga inútil
para el acreedor; cuando desaparece, de modo que no se tenga
noticias de él o, aun teniendo tales noticias, no pueda recobrarse; o
cuando el bien queda fuera del comercio. Es evidente, por lo demás,
que la pérdida debe producirse con posterioridad a la fecha en que
se contrajo la obligación, es decir entre esa época y el día en que
debe producirse la entrega. En caso contrario, la obligación sería
nula porque tendría objeto imposible.

Se ha considerado innecesario indicar cuándo se produce el


deterioro de un bien. Se sobreentiende que éste consiste en
desperfectos materiales que disminuyen su valor, no en
depreciaciones que no lo afectan materialmente.

En el artículo 1138 se prevé la teoría del riesgo en las obligaciones


de dar bienes ciertos, sean éstos muebles o inmuebles, y ya sea que

pág. 283
se trate del perecimiento o deterioro del bien por culpa del deudor o
del acreedor, o sin culpa; siempre que ocurra entre la fecha en que
se contrae la obligación y aquella en que deba de producirse la
entrega.

Precisa aclararse que al contemplar la teoría del riesgo se está


aludiendo propiamente al riesgo del contrato, es decir, a qué parte
debe sufrir el riesgo de la inejecución como consecuencia de la
imposibilidad sobreviniente. Lo cual es diferente del riesgo del bien,
que se refiere, en puridad, al caso de quién debe asumir su pérdida,
lo que origina que la obligación de darlo se torne imposible.

Aquí se adoptan, según sea el caso, las reglas res perit creditori
(periculum est credítori) y res perit debítori (periculum est debítori),
íntimamente vinculadas, cuando la pérdida la asume el acreedor o
deudor propietario, a la regla res perit domino. La vinculación aludida
se presenta, sin embargo, no porque la regla res perit domino sea de
aplicación al campo contractual, sino porque es posible que ocurra
que el dueño del bien sea el acreedor, en cuyo caso el riesgo del
contrato será para él en aplicación del principio res perit creditori, o
que ese dueño sea el deudor, en cuyo caso éste asumirá el riesgo
del contrato en aplicación de la regla res perit debitori.

Cabe observar que el precepto no trata de los casos en que el


deudor o el acreedor estén incursos en mora, porque la institución,
aplicable desde luego a las situaciones previstas por el artículo 1138,
se encuentra regida por los preceptos consignados en el título
referente a la inejecución de las obligaciones

pág. 284
Por lo demás, si bien los preceptos del artículo 1138 tienen su origen
en los Códigos Alemán y Portugués, por tener más propiedad en el
ámbito de las obligaciones de dar bienes ciertos. La inejecución de la
obligación, concepto genérico que incorpora tanto el incumplimiento
como la imposibilidad, con culpa o sin culpa, se regula en el título
final de Libro VI.

El inciso 1) del artículo 1138 comentado, prescribe que si el bien se


perdiese por culpa del deudor, la obligación quedará resuelta y éste
deberá devolver al acreedor la contraprestación, si la hubiere, y
pagar daños y pe1juicios. Agrega la norma, que si como
consecuencia de la pérdida el deudor obtiene una indemnización o
adquiere un derecho contra tercero en sustitución de la prestación
debida, el acreedor podrá exigirle la entrega de tal indemnización o
sustituir al deudor en la titularidad del derecho contra el tercero. Es
evidente que en dichos casos, la indemnización deberá quedar
reducida. La última parte del precepto, que contiene un
principiojurídico nuevo en la legislación peruana, está plenamente
justificada y tiene su origen en el artículo 281 del Código Alemán y
en los artículos 794 y 803 del Código Portugués.
El inciso 2) prevé que si el bien se deteriora por culpa del deudor, el
acreedor tiene dos opciones. La primera, resolver la obligación y, por
tanto, exigir al deudor la devolución de la contraprestación, si la
hubiere, y el pago de la indemnización de daños y perjuicios,
pudiendo optar, respecto de éstos, por lo previsto en la segunda
parte del inciso 1). La segunda, recibir el bien en el estado en que se
encuentre y exigir al deudor la reducción de la contraprestación y el
pago de la reparación de daños y perjuicios, en las condiciones
señaladas. La norma indica, sin embargo, tomando como modelo el
artículo 802 del Código Portugués, que si el deterioro fuese de

pág. 285
escasa importancia, el acreedor solo podrá acogerse a la segunda
de las opciones señaladas.

En las hipótesis previstas en los incisos 1) y 2) comentados, se


aplica, tanto en el caso de los bienes muebles como inmuebles, la
regla res perit debitori. La norma coincide -si se trata de cosas
muebles-, en sus consecuencias prácticas, con la regla res perit
domino. Tal coincidencia no se produce respecto a los bienes
inmuebles, porque es al deudor a quien corresponde asumir la
pérdida o deterioro del bien por la falta en que incurrió en el deber de
conservación.

El inciso 3) se refiere a la pérdida del bien por culpa del acreedor. En


estos casos el deudor tendrá derecho a la contraprestación, si la
hubiere; pero quedará liberado de la obligación que le corresponda.
El precepto agrega, inspirándose en el inciso 2) del artículo 795 del
Código Portugués, que si el deudor obtuviese algún beneficio con la
exoneración, el valor de tal beneficio será descontado de la
contraprestación.

El inciso 4) establece una norma inobjetable. Si el bien se


deteriorase por culpa del acreedor, éste tiene la obligación de
recibirlo en el estado en que se halle, sin reducción alguna de la
contraprestación, en caso de que la hubiere.

Los incisos 3) y 4) adoptan la regla res perit creditori, que en el caso


de los bienes inmuebles sería coincidente en sus efectos prácticos
con la regla res perit domino. Si el bien fuese mueble, aun cuando el

pág. 286
acreedor no fuese el dueño, éste asumiría su pérdida o deterioro,
porque los eventos allí previstos habrían ocurrido por su culpa.

Finalmente, los incisos 5) y 6) se refieren a la pérdida y al deterioro


del bien, sin culpa. En el caso de pérdida, la obligación queda
resuelta y el deudor la sufre. Las consecuencias del deterioro las
asume igualmente el deudor. En ambos casos corresponderán a
éste los derechos y acciones que hubiesen quedado relativos al bien.
El último principio encuentra su origen en los artículos 225 del
Código Alemán, 1186 del Código Español y 2020 del Código
Mejicano.

Se observa, como comentario final del artículo 1138, que éste


contempla las seis hipótesis posibles y ordena las reglas contenidas
en los artículos 1175, 1176 y 1177 del Código de 1936, las mismas
que son incompletas.

El artículo 1139 tampoco fue consignado por el legislador de 1936. El


mismo señala que la pérdida o deterioro del bien que se encuentre
en posesión del deudor se presume que ocurre por culpa suya. Esta
presunción esjuris tantum, es decir que ella admite prueba en
contrario. El precepto recoge principios similares a los contenidos en
los artículos 276 del Código Alemán, 1183 del Código Español, 799
del Código Portugués y 2018 del Código Mejicano.

El artículo 1140 acoge un principio ético relevante, omitido por el


legislador de 1936. Cuando la obligación procede de delito o de falta
-y así lo señalan los artículos 1185 del Código Español y 2019 del

pág. 287
Código Mejicano- el deudor no queda eximido de pagar el valor del
bien cierto, aunque éste se hubiere perdido sin su culpa. La regla
admite, sin embargo, una excepción: ella no se aplica si el acreedor
hubiese sido constituido en mora.

Además de los problemas analizados, el Código se ocupa, en la


parte relativa a las obligaciones de dar bienes ciertos, de otro tema
no contemplado por el Código Civil de 1936, al menos en este título:
el que se refiere a los gastos de conservación que origina el bien,
previsto en el artículo 1141.

El artículo 1141 encuentra su origen en el artículo 256 del Código


Alemán. La norma prescribe que los gastos que demande el bien
serán de cargo del propietario, desde que se contrae la obligación
hasta que se produce la entrega. Y añade que si quien incurre en
dichos gastos no es la persona a quien corresponde efectuarlos, el
propietario deberá reintegrarle lo gastado, más sus intereses.

Hasta aquí lo relativo a las obligaciones de dar bienes ciertos.

Los artículos 1142 a 114 7 se refieren, como se ha expresado, a las


obligaciones de dar bienes inciertos.

pág. 288
El artículo 1142 es de texto similar al artículo 1178 del Código Civil
de 1936 y al de otras normas, tales como los artículos 874 del
Código Brasileño de 1916 y 191 del Anteproyecto Brasileño de
Código de las Obligaciones. Todas las legislaciones, al tratar de las
obligaciones de dar bienes inciertos, prevén igual solución. No puede
crearse válidamente una relación obligacional sin indicar el bien
incierto, por lo menos en su especie y cantidad. La obligación
genérica es un caso especial de obligación con prestación
indeterminada, pero determinable. Ella se puede referir tanto a
bienes muebles como a bienes inmuebles; tanto a cosas fungibles
como a cosas no fungibles. Es preciso aclarar, respecto de las cosas
fungibles, que los bienes que entre sí tengan esta naturaleza y
constituyan el objeto de una obligación de dar, no configuran la
denominada obligación de dar bien incierto. Aquí no habría ni
indeterminación ni elección. El deudor se liberaría entregando,
simplemente, cualquiera de las prestaciones fungibles pactadas, ya
que ella sería idéntica a las demás.

pág. 289
El artículo 1143 contiene principios similares a los consignados en el
artículo 1179 del Código de 1936; pero con variantes que revisten
singular importancia. Sus preceptos se inspiran en los artículos 1246
del Código Francés, 1248 del Código Italiano de 1865, 601 y 602 del
Código Argentino, 71 del Código Suizo de las Obligaciones, 875 del
Código Brasileño de 1916, 1246 del Código Dominicano, 400 del
Código Portugués, 180 del Proyecto Franco-Italiano de Código de las
Obligaciones y Contratos y 192 del Anteproyecto Brasileño de
Código de las Obligaciones.

El primer párrafo de artículo 1143 es similar al primer párrafo del


artículo 1179. Nuevamente se dispone que en las obligaciones de
dar bienes inciertos la elección corresponda al deudor, salvo que lo
contrario resulte de la ley, del título de la obligación o de las
circunstancias del caso. Esta es una regla romana trasladada al
Derecho moderno.

El segundo párrafo del artículo 1143 del Código tiene dos diferencias
importantes con el segundo párrafo del artículo 1179 del Código de
1936: la forma de elegir y la elección por un tercero.

Si la elección corresponde al deudor, debe escoger bienes de


calidad no inferior a la media; si la elección corresponde al acreedor,
debe escoger bienes de calidad no superior a la media; y si la
elección, por último, se atribuye a un tercero, debe escoger bienes
de calidad media .. En el Código ya no se alude, como ocurre con el

pág. 290
artículo 1179, a cosas de peor o mejor calidad. El lenguaje del
Código de 1936 nos parece impropio porque da la impresión de que
en los bienes inciertos solo existieran tres calidades: la mejor, la
media y la peor. Por ello, en el Código de 1984 se dispone que el
deudor debe escoger bienes de calidad no inferior a la media, lo cual
significa que puede escoger bienes de calidad igual o superior a la
media. Esta regla se inspira en el artículo 1178 del Código Italiano.
El acreedor, a su vez, debe elegir bienes de calidad no superior a la
media, lo cual significa que puede escoger bienes de calidad media o
inferior a la media. Y, por último, cuando la elección corresponde a
un tercero, éste debe escoger bienes de calidad media, esto es, ni
superiores ni inferiores a tal calidad.

El precepto, también a diferencia del segundo párrafo del artículo


1179, admite en forma expresa la posibilidad de que la elección la
practique un tercero y, además, señala las normas a las que éste
debe ceñirse. Cabe observar respecto a la elección por un tercero,
que algunas legislaciones -entre ellas, el artículo 400 del Código
Portugués la regulan explícitamente, tal como lo hace nuestro
Código. Sin embargo, el Código no opta por la tesis portuguesa de
que la elección deba ser hecha «según juicios de equidad, si no se
hubiera estipulado otro criterio>>. A este respecto cabe considerar
que las reglas consignadas en la segunda parte del artículo 1143
comentado, que señalan los principios que deben regir toda elección,
son más adecuados.

pág. 291
El artículo 1144 -que se inspira en el artículo 766 del Código
Argentino-llena una deficiencia del Código Civil de 1936. Este Código
consagró preceptos solo para el caso de que la elección debiera
practicarla el acreedor. Las normas al respecto están contenidas en
el artículo 1263 -ubicado en el título referente al pago- que dispone
que si la cosa debida fuese indeterminada y la elección
correspondiera al acreedor, debe el deudor in timarlo judicialmente
para que verifique dicha elección y, si rehusara hacerlo, ella
corresponderá al deudor. No existen reglas similares en el Código de
1936, sin embargo, para los casos en que la elección se atribuya al
deudor o a un tercero. Si la elección correspondiera al deudor, podría
aplicarse, por analogía, el artículo 1200, relativo a las obligaciones
alternativas. El caso de la elección por un tercero no está siquiera
previsto por dicho Código.

Por esto, el artículo 1144 del nuevo Código ordena que si el deudor
omite efectuar la elección dentro del plazo, ésta se atribuye al
acreedor; si no hubiese plazo establecido, el juez lo señalará; y si el
deudor omite efectuar la elección, ella corresponderá al acreedor.
Agrega el precepto que las mismas reglas se aplicarán cuando la
elección deba ser practicada por el acreedor.

pág. 292
Para el caso del tercero se prevé que si omitiese practicar la
elección, ésta la hará el juez, sin perjuicio del derecho de las partes
de exigirle al tercero el pago de la correspondiente indemnización de
daños y perjuicios por su incumplimiento. Tal resarcimiento
procederá en caso de que el tercero se hubiese comprometido a
efectuar la elección y no la hiciese por su culpa. Si no se hubiese
comprometido a ello o fuese imposible para él verificar la elección
-aun cuando se hubiera obligado a hacerla- por causas no
imputables, no se derivaría derecho alguno para que las partes
solicitaran a tal tercero el pago de la indemnización de daños y
perjuicios. En el primero de esos dos supuestos, el tercero habría
sido extraño a la relación obligacional y no podría derivarse para él,
por tanto, responsabilidad alguna.

Una observación final respecto a la elección por tercero. El Proyecto


de la Comisión encargada del Estudio y Revisión del Código Civil
consideraba que cuando el acreedor y el deudor hubieran atribuido el
derecho de elegir a un tercero, tal designación era intuitu personae.
Por tanto, si el tercero no podía o no quería elegir, la obligación,
salvo pacto en contrario, debía quedar extinguida. La Comisión
Revisora varió el Proyecto, y atribuyó la elección al juez, en aras de
la conservación de la relación obligacional.

El artículo 1145 es novedoso. Encuentra su origen en los artículos


263 del Código Alemán, 23 del Código Polaco de la Obligaciones,

pág. 293
209 del Código Chino, 1964 del Código Mejicano y 542 del Código
Portugués. El precepto consigna un principio similar al del artículo
1194 del Código de 1936, relativo a las obligaciones alternativas.

La elección se hace irrevocable con la ejecución de una prestación, o


con su comunicación a la otra parte, o a ambas, si la elección se
practica por un tercero o por el juez. Es innecesario aclarar, desde
luego, que para que la elección produzca los efectos jurídicos
previstos por el artículo 1145, debe ceñirse a las pautas a que
aluden los artículos 1143 y 1144.

El artículo 1146, en su primer párrafo, es similar al artículo 1180 del


Código Civil de 1936; salvo en la parte relativa a la expresión «caso
fortuito o fuerza mayor>>, que es reemplazada por la expresión «sin
su culpa>>. Se explica, en la parte referente a la inejecución de las
obligaciones, las razones que han determinado el uso de ese
lenguaje. Cabe indicar, sin embargo, que la disposición bajo
comentario no es sino la consagración del principio del Derecho
Romano «genus non perit». Como consecuencia de dicho principio,
el deudor está en el deber de cumplir con la obligación a su cargo,
mientras no haya perecido totalmente la especie.
El segundo párrafo del mismo artículo 1146 se limita a consignar un
precepto que fue omitido por el legislador de 1936. La regla del
primer párrafo, esto es, la circunstancia de que el deudor pueda
eximirse de la entrega alegando la pérdida del bien sin su culpa
antes de la individualización, no se aplica cuando la elección deba

pág. 294
ser practicada entre un número de bienes de la misma especie y
todos ellos se perdieran sin culpa del deudor. Esto es lo que se
conoce con el nombre de obligaciones unum de certis o incertum ex
certis. En estos casos, el deudor sí puede eximirse, antes de la
individualización del bien, de la pérdida de éste, alegando ausencia
de culpa; porque el número de bienes de la misma especie habría
estado determinado y todos ellos se habrían perdido sin culpa del
deudor.

El artículo 1146 se inspira en los artículos 604 del Código Argentino,


877 del Código Brasileño de 1916, 1510 del Código Chileno, 1553
del Código Ecuatoriano y 193 del Anteproyecto Brasileño de Código
de las Obligaciones.

El artículo 114 7, por último, es de igual texto que el artículo 1181 del
Código Civil de 1936, con origen en el artículo 603 del Código
Argentino y en el artículo 876 del Código Brasileño de 1916. El
principio es de una lógica evidente, porque las obligaciones de dar
bienes inciertos solo consignan reglas destinadas a que se practique
la elección, es decir, a que el bien incierto se convierta en cierto.
Luego, al determinarse el bien, se aplicarán las normas sobre las
obligaciones de dar bienes ciertos.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


La ejecución de obligación de dar suma de dinero, es todo aquel
mecanismo procesal de seguridad, por el que este pretende

pág. 295
proteger al acreedor y el crédito dado ante dicho
incumplimiento del demandado, brindando así al ejecutado las
posibilidades de hacer valer sus defensas que tenga.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
La ejecución de la obligación de dar suma de dinero, diría que
es un instrumento en el cual, el acreedor se asegura para que el
deudor no tenga que reusar pagar el dinero, ppuede ocurrir que
sea imposible su cumplimiento en especie y entonces aquella
se resuelve en el pago de una suma de dinero. Lo mismo ocurre
en el caso de incumplimiento de obligaciones de hacer o no
hacer o de los daños ocasionados por un hecho ilícito.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

El objetivo de la ejecución está determinado por las modalidades de las


obligaciones, las que pueden ser positivas o negativas. Las positivas se sustentan
en la realización de una determinada actividad, en la satisfacción de una
determinada prestación, sea de dar o hacer; en cambio, en las negativas opera la
omisión o abstención del deudor a no realizar determinada actividad.

Obligaciones de dar suma de dinero

El legislador de 1936 estableció en el título del pago -artículo 1249-


las normas relativas a las obligaciones en moneda extranjera .. Y
luego, en el título del mutuo -artículo 1581- reglas referentes al pago

pág. 296
de las deudas de dinero. Tanto el texto como la ubicación del artículo
1581 citado, son inadecuados .. El texto, porque si lo analizamos
conjuntamente con el artículo 1584 vemos que consagra en forma
poco clara e imprecisa la tesis nominalista, al adoptar una posición
contraria a la del artículo 1817 del Código Civil de 1852, de marcada
inspiración valorista. La ubicación, porque, en primer lugar, las
obligaciones de dar sumas de dinero no son privativas del contrato
de mutuo y, segundo, porque el lugar en el que se situó el precepto
determinó que pudiera interpretarse que la ley peruana, basándose
en la autonomía de la voluntad- permitía la adopción del principio
valorista en todas las obligaciones de dar sumas de dinero, excepto
en el contrato de mutuo ..

Sobre la base de los lineamientos expuestos, se ha considerado


preciso que las normas sobre obligaciones de dar sumas de dinero
-tanto en moneda nacional como en moneda extranjera- se
consignen en el título relativo al pago, y que, ante la disyuntiva
«nominalista», se opte por una posición clara y precisa.

La tesis nominalista, de antigua raigambre, tiene su expresión más


significativa en el artículo 1895 del Código Francés. Ella responde al
principio de que la fluctuación del valor de la prestación debida, entre
la época en que se contrajo la obligación y la época de su
cumplimiento, tiene que mantener intangible el monto numérico de
dicha prestación, en forma tal, que el deudor se libere entregando la
misma cantidad de unidades a que se obligó. El deudor estaría
obligado solo al pago de la suma numérica expresada en el contrato,
sean cuales fueren las fluctuaciones de la moneda.

La teoría valorista, por su parte, determina que el deudor se libere


mediante el pago de un número de unidades que tenga un poder

pág. 297
adquisitivo equivalente al de aquél que se convino originalmente; es
decir, que se mantiene el monto de la deuda en valores constantes.
Para ello se recurre a índices de reajuste automático, tales como
escalas móviles referidas al índice del costo de vida o al incremento
salarial; o a bienes que soportan victoriosamente la depreciación de
la moneda, tales como el oro, monedas extranjeras usualmente más
sólidas que la estipulada o mercancías que no se envilecen.

Ante estas tesis contrapuestas, debe reconocerse que la posición


nominalista se inspira en el ideal de que la moneda nacional
mantenga su valor incólume, ideal que se encuentra profundamente
arraigado en la conciencia colectiva. Incluso hoy, la nueva
Constitución del Estado encomienda expresamente al Banco Central
de Reserva del Perú la defensa de la estabilidad monetaria. Por otro
lado, la posición nominalista recoge el principio de que las leyes
monetarias son de orden público, que el valor de la moneda debe ser
fijado por la ley y que su poder liberatorio, salvo por autorización
expresa de la propia ley, no debe estar sujeto a pacto entre
particulares, pactos éstos que en definitiva pueden contribuir a
deteriorar su valor

Explicaba el doctor Manuel Augusto Olaechea-autor del Proyecto del


Libro Quinto del Código Civil de 1936- que la razón jurídica que
sustenta la tesis nominalista radica en el hecho de que el Estado es
el señor efectivo del tráfico monetario, que la moneda es una
expresión estatal y que el derecho del Estado para regular~ la ha
sido siempre indiscutible. Agregaba Olaechea que ningún gobierno
declara por placer la desvalorización de la moneda, sino que ello
ocurre por causa de calamidades de orden financiero. Razones de
solidaridad -añadía- están por encima de todas las voluntades y

pág. 298
determinan que tales devaluaciones deban soportarse y que nadie
pueda sustraerse a ellas.

No obstante lo indicado, en la actualidad y a nivel mundial, es posible


comprobar que el valor del dinero sufre modificaciones constantes;
bien por la depreciación de la moneda, cuyo poder adquisitivo
disminuye; bien por su revaluación o devaluación, que constituyen
actos del poder público destinados a fijar una paridad con el oro o
con otras monedas. Sin embargo, la intensidad de las modificaciones
varía de acuerdo con las cambiantes circunstancias económicas del
país. Por ello, no conviene adoptar como norma permanente y
general una regla destinada a confrontar situaciones que idealmente
deben ser excepcionales. Por principio corresponde, pues, optar por
una posición nominalista; admitiendo sin embargo, por excepción, el
pacto valorista.

Ahora bien, se cuestiona la fórmula valorista alegando que la


actualización de una deuda pecuniaria no siempre conduce a
situaciones equitativas y que, ante las depreciaciones o
devaluaciones de la moneda, son las clases necesitadas quienes
más sufren .. Se afirma, también, que no parece razonable, en este
orden de ideas, adoptar fórmulasjurídicas que, como el sistema
valorista, podrían abrir las puertas para que de modo irrestricto se
haga recaer todo el peso de la depreciación o devaluación de la
moneda en los más débiles. Finalmente, se dice que la adopción del
sistema valorista podría conducir a extremos peligrosos, pues
deudores inexpertos pueden quedar a merced de agiotistas
despiadados y que, por lo tanto, no resulta aconsejable consagrar
una norma que reconozca permanencia perenne al problema
inflacionario.

pág. 299
La tesis nominalista, sin embargo, presenta por su lado serias
imperfecciones. Puede aducirse válidamente, a favor de la teoría
valorista, que el nominalismo se presenta indiferente ante el caos de
los signos fiduciarios; que el legislador puede atribuir a su moneda
un valor legal, pero que no puede, en ningún caso, otorgarle un valor
económico por encima de la realidad; y que, en consecuencia, no es
admisible obligar al acreedor a recibir monedas por el nombre que
les da el Estado y no por su esencia.

En atención a tales consideraciones es que el Código admite como


regla de excepción el que las partes puedan acordar mantener en
valor constante el monto de las deudas contraídas en moneda
nacional. Parece imprescindible que acreedor y deudor estén
facultados para pactar libremente obligaciones pecuniarias en valor
constante. Ello se justificaría, por ejemplo, en aquellos casos en los
que el deudor de la obligación de dar sumas de dinero recibiera,
como contraprestación, bienes que no se deprecian o cuyo ritmo de
depreciación es muy lento, que se revalúan o que mantienen su valor
intrínseco. Es claro, en estas hipótesis, que la entrega diferida del
mismo número de unidades de moneda nacional que el pactado,
podría conducir a desequilibrios e injusticias, y que el acreedor se
hallaría desamparado y surgiría grave empobrecimiento ante el
correlativo enriquecimiento del deudor. Todo ello hace obligada,
pues, la intervención del legislador para buscar los correctivos
necesarios.

Conviene puntualizar que la solución que propone el Código de 1984


recoge la experiencia derivada de la aplicación de la Ley No. 23327
-promulgada el24 de noviembre de 1981-, de inspiración valorista,
que autorizaba el que las partes convinieran por escrito que el pago
de deudas provenientes de préstamos de dinero en moneda

pág. 300
nacional, a plazo no menor de un año, fuese referido al índice
correspondiente de reajuste de las deudas que fu ara el Banco
Central de Reserva del Perú para las clases de operaciones que éste
determinase. No obstante, la regla del nuevo Código Civil tiene un
campo de aplicación sustancialmente más amplio que el
contemplado por la Ley No. 23327, pues comprende, en general, a
las obligaciones de dar sumas de dinero y no tan solo a las
derivadas del mutuo.

Se ha tenido en cuenta, también, la diferencia sustancial existente


cuando la moneda extranjera está in obligatione o solo in solutione.

Al regular las obligaciones en moneda extranjera, el Código restringe


dichos pactos a los casos no prohibidos por leyes especiales. El
tráfico internacional, fundamentalmente, y las situaciones singulares
que prevén la posibilidad de que se concierten obligaciones en
moneda extranjera en el territorio de la República, obligan a legislar
sobre las transacciones permitidas por la ley en esta moneda.

Se ha dicho que la regla genérica del Código respecto a las


obligaciones en moneda nacional, impide utilizar, como medida de
cálculo para efectuar el pago, el valor del oro, de una moneda
extranjera, de bienes protegidos de la depreciación o devaluación o
índices de reajuste automático La moneda nacional está in
obligatione, y el mismo número de unidades de moneda nacional
debe estar in solutione. Tal afirmación es propia de la teoría
nominalista.

pág. 301
Distinto es el caso en que la deuda originaria haya sido contraída en
moneda extranjera .. En esta hipótesis ella estaría in obligatione.
Entonces el deudor; para satisfacer su crédito, tiene la obligación de
pagar el mismo número de unidades de esa moneda extranjera que
el originalmente pactado o, acogiéndose al curso legal de la moneda
nacional, un número tal de unidades de esta moneda, que permita al
acreedor adquirir el mismo número de unidades de moneda
extranjera que el estipulado. El pago en moneda nacional por el
deudor está in facultate solutionis, constituye una obligación
facultativa.

Esta distinción es perfectamente válida y preside toda relación


obligacional. Si la obligación consiste en una prestación distinta del
dinero, el deudor estará obligado a entregar la especie y cantidad
pactada -que está in obligatione-, con prescindencia de las
alteraciones en su valor. En vía de ejemplo, nadie discutió la
idoneidad del precepto contenido en el artículo 1579 del Código de
1936, según el cual el mutuatario estaba obligado a satisfacer el
valor que la cosa tuviera en el tiempo y lugar señalados para el pago,
si no pudiera pagar en la misma cantidad y calidad; precepto que
recoge, con algunas variaciones, el artículo 1661 del Código de
1984. Ello obedece a que tal prestación está in obligatione y que, in
solutione, el deudor tiene la obligación o bien de satisfacerla o bien
de reembolsar su valor al tiempo del pago, a fin de que el acreedor
pueda proveerse de lo mismo que entregó. De acuerdo con este
razonamiento, el artículo 1582 del Código de 1936 proscribía que se
prestara dinero en mercaderías, porque el dinero hubiera estado, en
definitiva, in obligatione, y se habría utilizado una unidad de valor -el
de la mercadería- para efectuar el pago. Conviene indicar que la
norma citada ha sido modificada en el Código de 1984. En efecto, el
artículo 1665 establece que cuando se presta una cantidad de dinero

pág. 302
que debe devolverse en mercaderías o viceversa, el contrato es de
compra venta

Se advierte, en conclusión, que cuando la moneda nacional está in


obligatione, el acreedor solo tiene el derecho de exigir la restitución
del mismo número de unidades que el pactado, cuales quiera que
sean las fluctuaciones derivadas de depreciaciones, revaluaciones o
devaluaciones. Lo mismo ocurre cuando la prestación está
constituida por moneda extranjera o por bienes de otra clase; el
deudor estará obligado a satisfacer tal prestación, que también está
in obligatione, cualquiera que haya sido su fluctuación de valor por
razones de orden económico.

En suma, el principio general recogido por el Código en materia de


obligaciones de dar sumas de dinero es nominalista; pero se admite,
por excepción, que las partes acuerden fórmulas valoristas
destinadas a evitar desajustes en las relaciones obligacionales que
así lo requieran.

EJECUCIÓN DE OBLIGACIÓN DE DAR SUMA DE DINERO

Debemos comprender que el intercambio de bienes y servicios en


una sociedad es indispensable para el desarrollo y evolución de los
pueblos. Tanto así, que se establece una estructura basada en
relaciones de intercambio, a través de los cuales se busca la
satisfacción de las necesidades mediante la cooperación ajena,
siendo precisamente una de las herramienta para su concreción el
mercado; siendo el Estado responsable a través del Derecho
Patrimonial, de reconocer dicha importancia del intercambio de

pág. 303
bienes y servicios, proporcionando un conjunto de reglas que
permiten que este se realice asignando de manera óptima los
recursos81

Dentro de este grupo de relaciones obligacionales, se encuentran


por la naturaleza de la prestación, las de dar, hacer y no hacer.
Encontrándose dentro de las de dar: las obligaciones de dar suma de
dinero, dar bien cierto y dar bien incierto.

Ahora bien, se puede identifi car que en este tipo de prestaciones de


dar suma de dinero, se puede demandar mediante cualquier título
ejecutivo, sea este judicial o extrajudicial, ya que pueden
interponerse por ejemplo, anexando el título valor que acredita la
deuda o a través de una sentencia judicial; es decir, el legislador ha
resguardado mediante el proceso único de ejecución, la tutela de los
derechos materiales que se discuten en este tipo de obligaciones.

Al respecto, el artículo 695 del CPC establece que: A la demanda


con título ejecutivo para el cumplimiento de una obligación de dar
suma de dinero se le dará el trámite previsto en las Disposiciones
Generales.

Como recordaremos este capítulo fue derogado del Código Procesal


Civil, a raíz de la modificatoria por el D. Leg. Nº 1069; sin embargo,
se precisó que cuando se interpongan demandas ejecutivas que
versen sobre ejecuciones de obligación de dar suma de dinero,
consecuentemente todo el procedimientos de ejecución se atenderá
con las reglas establecidas para el proceso único de ejecución. Vale
decir, que serán atendidas dichas pretensiones específicas con las
reglas que hemos desarrollado anteriormente.
81
Cfr. BARCHI VELAOCHAGA, Luciano. “Comentarios al artículo 1132 del Código Civil”. En: Código Civil
Comentado. Tomo VI, Gaceta Jurídica, Lima, 2004, pp. 15-24.

pág. 304
Las reglas que debemos identificar son: la demanda ejecutiva, la
cual tendrá el mismo tratamiento que señala el artículo 690-A del
CPC, lo mismo sucederá con la competencia a determinarse según
el artículo 690-B del CPC. Con respecto al mandato ejecutivo,
artículo 690-C del CPC, se presenta una singularidad, que el
mandato dispondrá la orden de pago de lo adeudado incluyendo
intereses y gastos demandados, de lo contrario se iniciará la
ejecución forzada. Asimismo, se puede presentar contradicción,
como excepciones procesales y defensas previas las cuales serán
resueltas según el artículo 690-E y demás normas del procedimiento
desarrolladas líneas arriba.

Aquí de lo que se trata es que el Estado-juez le permita al ejecutante


obtener satisfacción inmediata a través del dinero que le adeuda el
ejecutado.

La jurisprudencia, en esa misma interpretación advierte que


mediante el proceso ejecutivo, no puede pretenderse el pago de una
suma de dinero distinta a la que fue materia de reconocimiento; pues
de lo que se trata en este tipo de procesos es hacer efectivo lo que
consta en el mismo título y no declarar derechos dudosos o
controvertidos. (Exp. Nº 13991-98, Segunda Sala Civil, Ledesma
Narváez, Marianella, Jurisprudencia Actual, Tomo 2, Gaceta Jurídica,
p. 541).

De la misma firma: “A efecto de poder determinar si la obligación


contenida en la liquidación aparejada a la demanda era cierta,
expresa y exigible contra los demandados se debió haber
acompañado copia certificada de las piezas pertinentes del proceso
de ejecución de garantía que da origen al saldo deudor materia de

pág. 305
ejecución, conforme a lo dispuesto en los artículos seiscientos
ochentinueve y seiscientos noventicinco del Código Procesal Civil.
(…) al no haberse obrado de esa forma y atendiendo a que las
omisiones (…) son de fondo, conforme al artículo ciento veintiocho
del Código Procesal Civil la demanda incoada (sobre obligación de
dar suma de dinero) deviene en improcedente” (Cas. N° 1632-98-
Lima)

PROCESO DE EJECUCIÓN DE OBLIGACIÓN DE DAR BIEN


MUEBLE DETERMINADO

Decíamos que dentro del grupo de relaciones obligacionales, se


encuentran por la naturaleza de la prestación, las de dar, hacer y no
hacer. Encontrándose dentro de las de dar: las obligaciones de dar
suma de dinero, dar bien cierto y dar bien incierto.

Nuestro Código Procesal Civil ha regulado lo concerniente a las


obligaciones de dar bien mueble determinado; es decir, ambos tipos
de prestaciones, las de dar bien cierto e incierto.

Con respecto a los bienes ciertos, la característica que la norma


material ha regulado es que la prestación se halla individualizado.
Los profesores Felipe Osterling y Mario Castillo entienden por bien
cierto a aquel que al momento de generarse la obligación (cualquiera
sea su causa) se encuentra total y absolutamente determinado o
individualizado, vale decir, que se ha establecido con precisión que
deberá entregarse82. Asimismo, señalan que el principio de identidad
va implícito el derecho del deudor de no estar obligado a pagar

82
OSTERLING, Felipe y CASTILLO, Mario. Compendio de derecho de las obligaciones. Con la colaboración de
Verónica Rosas Verastain. Palestra, Lima, 2008, p. 149.

pág. 306
entregando un bien diferente, lo que implica, a su turno, que el
acreedor puede negarse a recibir el bien 83.

Su rasgo característico es la entrega física y jurídica de un bien


determinado; sin embargo, existe la posibilidad de que el deudor
entregue otro bien siempre y cuando el acreedor esté dispuesto a
aceptarlo. Situación distinta se presenta en los bienes inciertos, los
cuales son los que no se encuentran determinados, pero son
determinables. Para ello, el artículo 1142 del Código Civil ha
dispuesto que estos deban tener especificaciones mínimas, por lo
menos por su especie y cantidad, de lo contrario podrían presentarse
serios inconvenientes.

Dos ejemplos nos muestran Felipe Osterling y Mario Castillo 84:

a) Si el deudor se obligase a entregar dos animales a cambio de 1 ,


000.00 nuevos soles, no habría contraído una obligación seria, al no
señalar la especie de dichos animales, ya que podría cumplir
entregando dos insectos de ningún valor, con lo que estaría burlando
a su acreedor, quien sí le tendría que pagar los 1,000.00 nuevos
soles prometidos.

b) Igual falta de seriedad ocurriría si el deudor se obligase a entregar


gallinas a cambio de 4,000.00 nuevos soles. En este caso, si bien se
habría señalado la especie, nada se habría dicho acerca del número
o cantidad de dichas gallinas, razón por la cual, de permitirse un
pacto de estas características, el deudor podría satisfacer su
prestación entregando al acreedor dos gallinas, a cambio de los
4,000.00 nuevos soles prometidos
83
Ibídem, p. 150.
84
Ibídem, p. 173.

pág. 307
Ahora bien, respecto a la ejecución de las obligaciones de dar bien
mueble determinado, el Código Procesal Civil en su artículo 704 ha
establecido que se tramitará conforme a las disposiciones generales
que anteriormente hemos desarrollado. No obstante, en la demanda
se indicará el valor aproximado del bien cuya entrega se demanda.
La pregunta es ¿por qué la norma procesal exige ello?

La respuesta inmediata se encuentra cuando concordamos la norma


con el artículo 705 del CPC respecto al mandato ejecutivo; en el que
existe una intimidación al ejecutado para que entregue el bien dentro
del plazo fi jado por el juez, la misma que está sujeta a la naturaleza
de la obligación. Si el ejecutado no cumpliera con la entrega del bien,
se iniciará la ejecución forzada, que consiste en el desprendimiento
del bien a través de la fuerza pública. Sin embargo, en caso de no
realizarse la entrega por destrucción, deterioro, sustracción u
ocultamiento atribuible al obligado se le requerirá para el pago de su
valor, si así fue demandado.

Como podemos apreciar, es imprescindible indicar el valor


aproximado del bien, para los casos en que, por culpa del obligado,
el bien se pierda. Para ello, deberá acreditarse el precio del bien
mediante una tasación presentada por el ejecutante o por una pericia
ordenada por el juez, consecuentemente se proseguirá la ejecución
dentro del mismo proceso, conforme a lo establecido para las
obligaciones de dar suma de dinero.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:


Las obligaciones de dar un bien mueble, es todo prestación de
obligación en la que consiste en la entrega de un bien que se
habrá de ejecutar al deudor.

pág. 308
COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

La obligación de dar bien mueble determinado (constituida por la prestación de


entregar, dar, transferir algo) tiene por objeto una cosa o un bien. ... La Obligación
de Dar tiene por objeto la entrega de un bien mueble por parte del deudor en favor
y en provecho del acreedor. Prescrito por este acreditando el bien que esta
valorizado en la deuda estipulada.

OBLIGACIONES DE HACER
El legislador de 1984 ha optado -al igual que el legislador de 1936--
por regir separadamente las obligaciones de hacer, de las
obligaciones de dar. Se aparta, por ello, de la sistemática de algunos
Códigos, entre otros del Español y Portugués, que no consignan
título especial para las obligaciones de hacer, y refunden sus normas
dentro de las obligaciones de dar.

El Código trata, entre los artículos 1148 y 1157, de las obligaciones


de hacer. Aunque la fuente inmediata de estas reglas se encuentra
en el Código Civil de 1936, el que a su vez se inspira en el Código
Argentino, tales preceptos son más completos que los de aquel
Código.

pág. 309
El artículo 1148 tiene su origen en el artículo 1182 del Código de
1936, que a su vez adoptó como modelo la primera parte del artículo
625 del Código Argentino. Los conceptos contenidos en dichos
preceptos son similares, salvo en lo que respecta a la parte final del
artículo 1182, no consignada en esta norma del nuevo Código
debido a que las consecuencias del cumplimiento parcial, tardío o
defectuoso de la obligación de hacer están previstas por los artículos
1151, 1152, 1153 y 1157.

El artículo 1148 mantiene el principio de que el obligado a practicar


un hecho debe cumplirlo en el tiempo y modo convenidos o, en su
defecto, en los exigidos por la naturaleza de la obligación o las
circunstancias del caso. Conviene aclarar que los principios del plazo
y modo son comunes a todo el derecho obligacional. Sin embargo,
en las obligaciones de hacer, ellos suelen tener mayor significación.
En la obligación de hacer, el tiempo y el modo son, usualmente,
esenciales; lo que no ocurre con igual frecuencia en las obligaciones
de dar, en las que algún retraso en el cumplimiento de la obligación o
alguna modificación en el modo pueden ser irrelevantes. Debe
puntualizarse por ello que la norma se ubica no en homenaje a la
tradición, sino para remarcar la importancia de tales características
en las obligaciones analizadas.

Se ha considerado innecesario consignar en el nuevo Código un


precepto similar al artículo 1166 del Código Español, que dispone
que en las obligaciones de hacer no puede ser sustituido el hecho
por otro contra la voluntad del acreedor. Es innecesario, porque el
principio general ya está consignado en el artículo 1132, relativo a
las obligaciones de dar, y también lo es, porque la ejecución de un
hecho distinto al prometido requeriría, desde luego, de pacto entre el

pág. 310
acreedor y el deudor, con los efectos novatorios que tal sustitución
de prestación originaría.

El artículo 1149 del nuevo Código es similar al artículo 1183 del


Código de 1936, con un agregado de inspiración brasileña y
portuguesa. En efecto, la solución prevista se inspira en los artículos
630 del Código Argentino y 1161 del Código Español, y se añade,
conforme lo preceptúan los artículos 1178 del Código Brasileño de
1916 y 767 del Código Portugués, que la calidad de intuitu personae
también puede surgir por convención con el deudor.

En consecuencia, la regla general relativa al pago, que recoge el


artículo 1235 del Código de 1936 y que reitera el artículo 1222 del
Código de 1984, es que el mismo puede ser efectuado por cualquier
persona, tenga o no interés en el cumplimiento de la obligación, sea
con el asentimiento del deudor o sin él. Este principio está
consignado en la primera parte del artículo 1149 y se sustenta en
que al acreedor le es indiferente que la obligación sea cumplida por
el propio deudor o por un tercero, en la medida en que tal
cumplimiento satisfaga lo pactado.

Sin embargo, la parte final de precepto estable una excepción


importante. Esta se refiere a las obligaciones intuitu personae.
Ocurre con frecuencia en las obligaciones de hacer, que ellas se
contraigan teniendo en consideración calidades que son inherentes
al deudor, por referirse a sus atributos personales. Es evidente, en

pág. 311
estos casos, que el hecho deberá ser cumplido por el propio deudor;
la obligación no podrá ser ejecutada por un tercero, porque ella se
contrajo teniendo en consideración las aptitudes personales del
deudor, su habilidad para el hecho prometido. Lo mismo ocurre, y así
lo señala expresamente el Código, cuando, no obstante que 1a
obligación no es por su naturaleza intuitu personae, se le atribuye tal
calidad a mérito del pacto.

El artículo 1149 comentado, también encuentra su origen en los


artículos 1501 del Proyecto de Código Civil Peruano de 1891, 68 del
Código Suizo de las Obligaciones, 202 del Código Polaco y 2064 del
Código Mejicano.

pág. 312
Los artículos 1150, 1151, 1152 y 1153 regulan el régimen del
incumplimiento total de las obligaciones de hacer y de su
cumplimiento parcial, tardío o defectuoso, y en ellos están
contenidos principios que informan los artículos 1186 y 1187 del
Código Civil de 1936, cuya fuente se halla en los artículos 629 y 630
del Código Argentino.
El incumplimiento de la obligación de hacer, o su cumplimiento
parcial, tardío o defectuoso, a que se refieren los artículos 1150 y
1151 citados, se ubican en el supuesto de que exista dolo o culpa del
deudor La ausencia de culpa determinaría la ausencia de
responsabilidad.

El artículo 1150 proporciona al acreedor, ante el incumplimiento de la


obligación de hacer, la posibilidad de optar, alternativamente, por
una cualquiera de las tres medidas allí previstas: exigir la ejecución
forzada, a no ser que fuese necesario para ello emplear violencia
contra la persona del deudor; exigir que el hecho sea ejecutado por
persona distinta del deudor, pero por cuenta de éste; o dejar sin
efecto la obligación.

Las dos primeras opciones, que también se inspiran en los artículos


195, primer párrafo, y 196, primer párrafo, del Anteproyecto

pág. 313
Brasileño de Código de las Obligaciones, no siempre están al
alcance del acreedor.

Y en el caso de la segunda opción, porque la medida está


descartada en las obligaciones que se han concertado intuitu
personae. Y aun cuando no se tratara de obligaciones de esta clase,
el acreedor tendría que recabar, en todo caso, autorización judicial
previa, a fin de que el hecho pudiera ser practicado por un tercero a
costo del deudor. Muchas veces la premura del acreedor por el
cumplimiento de la obligación de hacer o lo determinante del tiempo
y modo a los que se refiere al artículo 1148, impiden optar por esta
vía.

Luego, el acreedor que ve defraudados sus derechos, no tendrá otra


alternativa que invocar la resolución del contrato por incumplimiento
del deudor, vale decir, lo previsto por el inciso 3) del artículo 1150.

El artículo 1151, por su parte, prevé los casos de cumplimiento


parcial, tardío o defectuoso de la obligación de hacer. En tales
situaciones el acreedor, según la naturaleza del caso y su propia
voluntad, tiene hasta cinco opciones, algunas de las cuales puede
ejercitar conjuntamente: adoptar alguna de las medidas previstas en
los incisos 1) ó 2) del artículo 1150, es decir, exigir la ejecución
forzada sin emplear violencia contra la persona del deudor; o exigir
que el hecho sea ejecutado por persona distinta del deudor, pero por
cuenta de éste; considerar no ejecutada la prestación, si ella
resultare sin utilidad para él; exigir al deudor la destrucción de lo
hecho o destruirlo por cuenta de él, si le fuese pe1judicial; o,
finalmente, aceptar la prestación ejecutada en forma parcial, tardía o

pág. 314
defectuosa, pero exigiendo que se reduzca la contraprestación, si la
hubiere.

Se observa que el artículo 1151 contiene un principio similar al


artículo 802 del Código Portugués, esto es, que el acreedor no
puede resolver la obligación si su cumplimiento parcial tuviese
escasa importancia. El precepto solo autoriza al acreedor a tener por
no ejecutada la prestación si ésta le resultara inútil. El cumplimiento
parcial de escasa importancia no originaría, en definitiva, la inutilidad
de la obligación, sino únicamente la reducción de la
contraprestación, si la hubiere.

El Código ha deseado, con las normas contenidas en los artículos


1150 y 1151, franquear al acreedor las vías más amplias y
adecuadas para lograr protección ante el incumplimiento total o
parcial de la obligación de hacer.

El artículo 1152 contempla -sea que se trate del incumplimiento total


a que se refiere el artículo 1150 o del cumplimiento parcial, tardío o
defectuoso, a que se refiere el artículo 1151- el principio general que
preside el incumplimiento de una obligación por culpa del deudor: el
derecho del acreedor a exigir, cuando ello procediere, el pago de la
indemnización de daños y perjuicios. El precepto admite, sin
embargo, un comentario adicional. El resarcimiento de los daños y
perjuicios solo procede cuando el acreedor realmente los ha sufrido.
El incumplimiento de una obligación que no origina daños y
perjuicios, tampoco confiere título al acreedor para exigir el
resarcimiento.

pág. 315
Valgan, como excepción, los casos de las obligaciones con cláusula
penal que se analizan más adelante.

El artículo 1153, por último, se refiere al cumplimiento parcial, tardío


o defectuoso de la obligación de hacer, sin culpa del deudor. Dicho
artículo permite al acreedor optar por lo previsto en los incisos 2), 3)
o 4) del artículo 1151, esto es, tener por no ejecutada la prestación,
si ésta le resultara inútil; exigir al deudor la destrucción de lo hecho o
destruirlo por cuente de él, si le fuese perjudicial; o aceptar la
prestación ejecutada y exigir que se reduzca la contraprestación, si
la hubiere. Adviértase que algunas de estas soluciones son
copulativas y no disyuntivas. Nada impediría al acreedor, por
ejemplo, tener por no ejecutada la prestación, si ésta le resultara
inútil, y, además, destruir lo hecho por cuenta del deudor, si le fuese
perjudicial.

Cabe mencionar, respecto a los preceptos analizados, que no se


prevé en norma expresa el incumplimiento de la obligación de hacer
sin culpa del deudor; ya que la solución para estos casos sería la
contemplada por el artículo 1156 del Código, referido a la
imposibilidad de la prestación sin culpa de las partes.

pág. 316
Los artículos 1154, 1155 y 1156 se refieren a la imposibilidad del
hecho prometido. Ellos rigen tres hipótesis: que el hecho sea
imposible por culpa del deudor, por culpa del acreedor o sin culpa de
las partes.

El artículo 1154, que se inspira en el artículo 628 del Código


Argentino y contiene principios del artículo 1185 del Código de 1936,
considera el caso de la imposibilidad por culpa del deudor. En la
medida en que el artículo 1152 concede al acreedor el derecho de
exigir adicionalmente, cuando ello procediese, el pago de la
indemnización de daños y perjuicios por el incumplimiento de la
obligación de hacer o por su cumplimiento parcial, tardío o
defectuoso, por culpa del deudor; el precepto exige la misma

pág. 317
satisfacción de daños y perjuicios y la devolución de la
contraprestación, en caso que la hubiere, si el hecho, también por
culpa de deudor, fuera imposible. Se opta así por la regla res perit
debitori (periculum est debitori). El artículo agrega que las mismas
normas se aplican si la imposibilidad del hecho sobreviniera después
de la constitución en mora del deudor.

El artículo 1155, por su parte, consigna respecto al acreedor


principios similares a los previamente analizados. Si la imposibilidad
de la prestación fuera imputable al acreedor, el deudor tendrá
derecho a la contraprestación, si la hubiese, y queda liberado de la
obligación que le corresponda, en aplicación de la regla res perit
creditori (periculum est creditori). El precepto añade que igual regla
se aplica cuando dependiendo el cumplimiento de la obligación de
una prestación previa del acreedor, al presentarse la imposibilidad
éste hubiese sido constituido en mora. Se expresa finalmente que si
el deudor obtuviese algún beneficio con la resolución de la obligación
a su cargo, su valor reduciría la contraprestación.

Las normas sobre la mora, consignadas en los artículos 1154 y


1155, simplemente trasladan los principios generales de la institución
al caso específico de las obligaciones de hacer.. Si el hecho
sobreviniera imposible luego de que el deudor hubiera sido
constituido en mora, entonces éste responderá por la indemnización
de daños y perjuicios. En esta hipótesis se ubica al deudor en la
misma condición jurídica que si hubiera incumplido la obligación por
causas a él imputables, en aplicación de lo dispuesto en el artículo
1336 del Código. Si, por el contrario, el cumplimiento de la obligación
depende de una prestación previa del acreedor y, al presentarse la
imposibilidad, éste hubiera sido constituido en mora, el deudor
quedará liberado de la obligación que le corresponda, sin perjuicio de

pág. 318
su derecho a exigir el pago de la contraprestación -si la hubiere-, en
armonía con lo prescrito por el artículo 1340 del Código.

El artículo 1156 es conceptualmente similar al artículo 1184 del


Código de 1936, cuya inspiración se encuentra en los artículos 627
del Código Argentino, 275 y 280 del Código Alemán y 879, primera
parte, del Código Brasileño de 1916: el riesgo por la imposibilidad del
hecho sin culpa es asumido por el deudor (res perit debitori). La
obligación, en tal caso, queda extinguida, y el deudor obligado a
devolver al acreedor lo que por razón de ella hubiese recibido. En
esta hipótesis corresponderán al deudor los derechos y acciones que
hubieran quedado relativos a la prestación no cumplida. Se trata,
desde luego, de imposibilidad sobrevenida; si el hecho fuera
imposible al contraerse la obligación, el acto jurídico sería nulo.

El artículo 1157, finalmente, al utilizar la expresión genérica de


inejecución, abarca tanto las hipótesis de incumplimiento como de
imposibilidad, que se han analizado.

pág. 319
El artículo 1157 también concibe igual principio que el previsto por el
artículo 1138, referente a las obligaciones de dar. Esto es, si como
consecuencia de la inejecución por culpa del deudor, éste obtuviese
una indemnización o adquiriese un derecho contra tercero en
sustitución de la prestación debida, el acreedor podrá exigirle la
entrega de tal indemnización o sustituir al deudor en la titularidad del
derecho contra el tercero, reduciéndose la correspondiente
indemnización en esos montos. El artículo 1157 citado se inspira en
los artículos 794 y 803 del Código Portugués y en el artículo 281 del
Código Alemán.

La palabra hacer, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua


Española (p.717), tiene varias acepciones. Las que revisten interés
para el Derecho de Obligaciones son las siguientes:
a) Producir una cosa, darle el primer ser;
b) Fabricar, formar una cosa dándole la figura, norma y traza que
debe tener;
Y c) Ejecutar, poner por obra una acción o trabajo.
De acuerdo con las tres acepciones del término "hacer" que hemos
recogido en líneas anteriores, podemos orientarnos en dos grandes
sentidos:

a) Hacer implica producir una cosa (o mejor dicho un bien, dentro de


la termino logia utilizada por nuestro Código Civil y el Derecho
moderno). Ese bien podrá ser tanto material como inmaterial.

b) Hacer implica ejecutar alguna acción o trabajo.


Las obligaciones de hacer, por su naturaleza son consideradas
obligaciones positivas, pues, se encuentran constituidas por una
prestación, acción, comportamiento, conducta, acción, acto debido u

pág. 320
actividad, que justamente consisten es un hacer, producir, realizar y,
o ejecutar algo.

Por las obligaciones de hacer, el deudor o sujeto pasivo de la


relación obligacional se encuentra comprometido, sometido o ligado
frente al acreedor o sujeto activo o frente a un tercero a realizar,
efectuar, ejecutar, producir o realizar algo en provecho, beneficio o
utilidad de éstos, quienes asumen la facultad, el derecho o la
potestad de exigir dicha prestación o conducta de hacer algo.

El objeto de la prestación de la obligación de hacer, puede consistir


en hacer, realizar, producir o ejecutar una cosa o bien material, sea
bien mueble o bien inmueble, así como en efectuar, producir o
realizar un bien inmaterial, sea una actividad o profesión intelectual
de cualquier índole, una creación artística, etc. Por la obligación de
hacer el deudor se compromete, se somete a hacer, ejecutar o
realizar algo en beneficio del acreedor o de un tercero y éstos tienen
la facultad de exigir ese hacer

Las reglas de las obligaciones de hacer

Se inician en el Código Civil peruano con el artículo 1148, el mismo


que establece que el deudor deberá ejecutarlas en el plazo y modo
pactados (omite decir o en los establecidos por la ley) o, en su
defecto, en los exigidos por la naturaleza de la obligación o las
circunstancias del caso.

Clases de obligaciones de hacer

Las obligaciones de hacer se clasifican en fungibles, infungibles, de


resultado y de medios o de mera actividad

pág. 321
a) Fungibles: Una obligación de hacer es fungible cuando la prestación puede
ser cumplida por una persona distinta al deudor, es decir, por un tercero. El
beneficio o provecho del acreedor queda igualmente satisfecho, si dicha
prestación la realiza el mismo deudor u otro, pues, al acreedor o sujeto
activo simplemente le interesa la realización de la prestación,
independientemente de la persona del deudor o de quien cumpla con la
prestación de hacer, es decir, en esta clase de obligaciones el deudor
originario puede ser sustituido poto otro que cumpla con la prestación
establecida.

Ejemplo:
María Zapata Bravo (deudora) se compromete a hacer un juego de
muebles de comedor de madera caoba, tapizado en color marrón
claro para el día 15 de enero de este año frente a Carmela Cazorla
Rojas (acreedora). A la acreedora le resulta indiferente quien hiciera
el juego de muebles, lo que le importa es que la obligación de hacer
sea cumplida, por esa deudora o por otra (o), lo que prima en la
acreedora es que la prestación sea cumplida y de ese modo ver
satisfecho en su beneficio su obligación.

b) Infungibles: La obligación de hacer es infungible cuando la obligación debe


ser cumplida por el mismo deudor -en persona-, por el deudor originario con
el cual se constituyó u origino la obligación de hacer, es decir, que la
prestación de hacer sea realizada por el mismo deudor o sujeto pasivo de la
relación obligacional que el acreedor o sujeto activo eligió debido o por sus
cualidades y aptitudes profesionales o personales. Se trata de obligaciones
personalísimas o intuito personae.

En esta clase de obligaciones de hacer la persona del deudor no


puede ser sustituida por otra.

pág. 322
Sólo ese deudor debe cumplir con la prestación en beneficio del
acreedor para que éste vea satisfecho el cumplimiento de la
obligación. Entonces, en esta clase de obligaciones de hacer, al
acreedor o sujeto activo sí le interesa que quien cumpla con la
prestación sea el mismo deudor, es decir no le sería indiferente si
dicha prestación la cumpliera un tercero, pues, desde el momento de
nacer o constituirse esta obligación el deudor o sujeto pasivo ha sido
elegido por sus aptitudes, calidades y cualidades. Por ello que el
deudor o sujeto pasivo es el que debe cumplir con la prestación y no
un tercero, por ende, el deudor no puede ser sustituido por otro, en
consecuencia, las obligaciones de hacer infungibles no pueden ser
cumplidas por cualquiera.
Características:
Luis Díez-Picazo y Antonio Gullón (p. 195) creen también que la
prestación de hacer puede ser fungible o in fungible; es fungible
cuando el interés del acreedor queda satisfecho con la realización de
la prestación, indiferentemente de la persona del deudor; agregan
que, por el contrario, es in fungible cuando existe un intuito persona
e, es decir, que la persona del deudor no puede ser sustituida por
otra, al no serie indiferente al acreedor quien cumpla la prestación.
Las obligaciones de hacer no se prestan a la indeterminación, es
decir no pueden estar constituidas por prestaciones con objeto -
cosa, bien u actividad a realizar - indeterminadas. Estas obligaciones
deben estar constituidas por prestaciones de hacer algo
determinado, identificado, concreto, claro, preciso, específico,
señalado con sus características propias.
Al nacer, constituirse o surgir una obligación de hacer, el objeto de
esa conducta, comportamiento a realizar u efectuar debe estar
claramente identificado con todas sus características y señalados de
manera específica y expresa, para que de esa misma forma o modo
deba ser cumplida y, o ejecutada la prestación de hacer por el

pág. 323
deudor a satisfacción del acreedor quien asume la facultad de exigir
dicho cumplimiento.
En las obligaciones de hacer, el objeto de la prestación, conducta o
comportamiento a cumplir o realizar por parte del deudor o sujeto
pasivo siempre debe estar plenamente especificado, identificado,
deber ser claro y cierto frente al acreedor o sujeto activo de la
relación obligación.
1) En las obligaciones de hacer, en principio, es importante que se fije el plazo
y el modo de cumplirse la prestación a realizarse u efectuarse, pues, en
contrario deberán ser cumplidas según la naturaleza de la obligación o
circunstancias del caso,
Diferencias de las obligaciones de hacer con las obligaciones
de dar
En este punto, sin duda, es importante señalar que existen dos tipos
de obligaciones de hacer; por un lado, unas que concluyen
simplemente con un hacer, es decir, concluyen en la acción misma,
con un hacer; mientras que otras, concluyen con la entrega, con la
conducta de dar lo hecho u efectuado, pero éste entrega se realiza
como una consecuencia necesaria y natural del cumplimiento de la
prestación en general, sin que por ello dejen de ser obligaciones de
hacer.
Primero:

Para diferenciar si estamos frente a una obligación de dar o frente a


una obligación de hacer, se tendrá que determinar aquello que en la
obligación misma resulte fundamental o lo esencial

La obligación será de dar si lo fundamental de la prestación,


conducta o comportamiento a realizar por parte del deudor o sujeto
pasivo de la relación obligacional consiste en la entrega de la cosa,
ser o bien mueble o inmueble al acreedor o sujeto activo de la misma

pág. 324
 La obligación será de hacer si lo fundamental de la prestación,
conducta o comportamiento por parte del deudor o sujeto pasivo de
la obligación consiste precisamente en el mismo hacer algo, en el
prestar un servicio, en el efectuar o realizar algo, al margen que
dicho hacer u efectuar o producir algo algunas veces concluya con la
entrega de ese bien efectuado.

En consecuencia, lo esencial y fundamental en las obligaciones de


hacer consiste en ese realizar; en una conducta, un comportamiento,
o una prestación positiva de hacer, realizar, producir o ejecutar algo.

Incumplimiento de las obligaciones de hacer.

El incumplimiento en las obligaciones de hacer puede afectar la


integridad, oportunidad y forma de la prestación a realizarse.
Teniendo en cuenta la integridad de la prestación de hacer El
incumplimiento, que afecta la integridad de la prestación puede ser
total o parcial.

Es total cuando el deudor no cumple con nada de la prestación, es


decir que el deudor no ha ejecutado nada de la obligación de hacer
que se comprometió a cumplir.

Ejemplo:
El caso de un deudor que se comprometió a pintar la fachada de la
casa de tres pisos del acreedor para el 28 de julio del presente año,
y no cumplió con pintar ninguna fachada del edifico en la fecha
establecida Es parcial cuando el deudor sólo cumple parcialmente
con la prestación a realizar, es decir, solo cumple con realizar la
mitad o parte de dicha prestación.

pág. 325
EJECUCIÓN DE OBLIGACIÓN DE HACER
En este tipo de obligaciones lo importante como dice el profesor Lino
Palacio es que el Derecho entra aquí en contacto con la vida, de tal
manera que su refl ejo exterior se percibe mediante las
transformaciones de las cosas; si se condena a demoler el muro, se
demuele; si se condena a entregar el inmueble se aleja de él a
quienes lo ocupen; si se condena a pagar una suma de dinero y esta
no existe en el patrimonio del deudor, se afectan y venden otros
bienes para entregar su precio al acreedor 85

Según Francesco Messineo, la obligación de hacer alude


esencialmente a una actividad del deudor; consiste el hacer, por lo
general, en una energía de trabajo, proporcionada por el deudor a
favor del acreedor o de un tercero, ya se trate de trabajo material o
de trabajo intelectual. Agrega el citado autor italiano que de este tipo
son las obligaciones de los trabajadores dependientes, de los
artesanos (trabajadores libres), de los empleados (particulares), de
los profesionales y de los artistas; es también obligación de hacer, la
de custodiar, que implica la predisposición de la cosa, como en el
contrato de suministro, y la de desplazar una cosa de un lugar a otro,
como en el transporte. Messineo concluye su razonamiento respecto
de las obligaciones de hacer, señalando que a estas, en general,
corresponde el derecho del acreedor a una actividad del deudor, o a
la obtención de un cierto resultado86.

Por eso, antes de ingresar a estudiar las características más


resaltantes de este proceso de ejecución de obligación de hacer es
importante esclarecer lo siguiente:

85
PALACIO, Lino. Citado por LEDESMA, Marianella. Ob. cit., p. 313.
86
MESSINEO, Francesco. Citado por OSTERLING, Felipe y CASTILLO, Mario. “Comentarios al artículo 1148 del
Código Civil”. En: Código Civil comentado. Tomo VI, Gaceta Jurídica, Lima, 2004, p. 94.

pág. 326
Según los profesores Felipe Osterling y Mario Castillo: Las
obligaciones de hacer pueden consistir en la elaboración de algún
bien, o en la ejecución de algún servicio o trabajo.

Ellas pueden ser de dos tipos: obligaciones de hacer que concluyen


en un dar, y obligaciones de hacer que concluyen en el propio hacer.

Una obligación de hacer es de una y otra clase, dependiendo si el


cumplimiento de aquella, supone o no la entrega de un bien que es
producto de ese hacer.

La diferencia de una obligación de dar y una de hacer que termina en


un dar, es que en la segunda lo verdaderamente relevante es la
ejecución de aquello que luego se va a entregar 87.
Nosotros consideramos que existe una diferencia sustancial para
determinar cuándo es una obligación de dar y cuándo una de hacer.
Resumiendo, será una obligación de dar cuando lo fundamental es la
entrega de bien; es decir, ahí radica su esencia. Mientras que será
una obligación de hacer, a pesar que finalice con la entrega (dar el
bien) cuando lo fundamental fue elaborar o desplegar una actividad
que permitió el cumplimiento de la obligación.

Con ello, nos queda claro que lo importante es determinar cuál es el


cumplimiento de la obligación que buscamos del ejecutado para
satisfacer nuestra pretensión. Se debe identificar qué debemos
acreditar en la relación obligacional, específicamente en el título
ejecutivo (requisitos comunes) para así exigir su cumplimiento.

87
OSTERLING, Felipe y CASTILLO, Mario. Ob. cit., p. 194.

pág. 327
Por otro lado, es importante precisar en la relación obligacional qué
tipo de obligaciones de hacer se va a efectuar. Por su parte, Luis
María Boffi Boggero establece que las obligaciones de hacer pueden
dividirse de acuerdo con cuatro criterios distintos: a) según la
prestación se halle vinculada íntimamente con la persona del deudor,
en fungibles o no fungibles; b) según la prestación importe una
conducta que cristalice o no una obra, en obra o de servicio; c)
según que la prestación se consuma en un solo acto o más de uno,
en instantáneas o permanentes, pudiendo ser estas últimas
continuadas o periódicas; d) según un criterio muy semejante al
anterior, si las prestaciones se cumplen mediante uno o varios actos
aislados, la prestación es transitoria; y si se cumple mediante una
conducta permanente, la prestación es duradera 88.

Para centrar el tema que nos ocupa, subrayaremos que los


mecanismos de ejecución en este tipo de obligaciones de hacer,
pasa previamente por identificar, que es importante fijar si la
actividad o conducta que se realice en estas obligaciones las haga
una persona irremplazable (intuito personae). Nos explicamos,
existen algunas obligaciones contraídas, en las que necesariamente
deba solo ser sujeto pasivo de la relación obligacional una persona
en específico, quien será la única que puede y debe cumplir con la
obligación, nos referimos por ejemplo a un abogado que tenga que
defender en un proceso judicial a su patrocinado, este si bien puede
ser reemplazable, los efectos o resultados no serán los mismos
respecto a quien debió cumplir con la obligación debido a sus
cualidades personales.

No obstante, existirán situaciones en las que sí pueda reemplazarse


la ejecución del trabajo del ejecutado, sin causar inconvenientes al
88
BOFFI BOGGERO, Luis. Citado por OSTERLING, Felipe y CASTILLO, Mario. “Comentarios al artículo 1148 del
Código Civil”. En: Código Civil comentado. Tomo VI, Gaceta Jurídica, Lima, 2004, p. 95.

pág. 328
acreedor. Por eso, el artículo 706 del CPC señala: si el título
ejecutivo contiene una obligación de hacer, el proceso se tramita
conforme a lo dispuesto en las disposiciones generales, con las
modificaciones del presente subcapítulo. En la demanda se indicará
el valor aproximado que representa el cumplimiento de la obligación;
así como la persona que, en caso de negativa del ejecutado y
cuando la naturaleza de la prestación lo permita, se encargue de
cumplirla.

Como puede apreciarse, existe la oportunidad de que otra persona


distinta al ejecutado, y cuando la naturaleza de la prestación lo
permita, cumpla la obligación. Además, en la demanda deberá
indicarse el precio aproximado que representa el cumplimiento de la
obligación. Esto tiene sentido como lo advierte el artículo 708 del
CPC para los casos de ejecución de la obligación por un tercero,
porque para ello, deberá existir el presupuesto presentado por el
ejecutante o por una pericia ordenada por el juez, y así se proseguirá
la ejecución dentro del mismo proceso, conforme a lo establecido
para las obligaciones de dar suma de dinero.
Otro aspecto que no debe dejarse de lado es lo referido al mandato
ejecutivo (art. 709 del CPC) en los procesos de obligación de hacer,
en donde la intimación al ejecutado, es el mecanismo para que
cumpla con la prestación dentro del plazo fijado por el juez,
atendiendo a la naturaleza de la obligación, bajo apercibimiento de
ser realizada por el tercero que el juez determine, si así fue
demandada. En caso de incumplimiento, se hará efectivo el
apercibimiento.

La ejecución de la obligación por un tercero. Queda claro


previamente que la naturaleza de la obligación es genérica y
sustituible por otra persona que tenga las mismas habilidades y que

pág. 329
no exija características irremplazables para la ejecución de la
obligación, de lo contrario la única forma de reemplazar la
inejecución del deudor será con una suma económica tan solo para
resarcir el daño.

No obstante, de la revisión del artículo 1150 del Código Civil, el


incumplimiento de la obligación de hacer por culpa del deudor,
faculta al acreedor a optar por cualquiera de las siguientes medidas:
1) Exigir la ejecución forzada del hecho prometido, a no ser que sea
necesario para ello emplear violencia contra la persona del deudor.
2) Exigir que la prestación sea ejecutada por persona distinta al
deudor y por cuenta de este. 3) Dejar sin efecto la obligación.

Como advertimos, la norma material también incorpora alternativas


que el ejecutante puede elegir, las que se encuentran en armonía
con lo regulado en la norma procesal. Sobre el tercer punto,
pensamos que puede plantearse cuando el acreedor ya no tuviera
interés en el cumplimiento de la obligación por parte del deudor o el
tercero reemplazable.

Otro rasgo característico que nos presenta la norma material para


estos casos, es la presente en las opciones del acreedor por
ejecución parcial tardía o defectuosa del ejecutado. Veamos cómo
opera: El cumplimiento parcial, tardío o defectuoso de la obligación
de hacer por culpa del deudor permite al acreedor optar cualquiera
de las siguientes medidas: 1) Las previstas en el artículo 1150,
incisos 1 y 2 las cuales hemos señalados líneas arriba. 2) Considerar
no ejecutada la prestación si resultase sin utilidad para él (en los
casos donde el tiempo es importante para el cumplimiento de la
obligación). 3) Exigir al deudor la destrucción de lo hecho o destruirlo
por cuenta de él, si le fuese perjudicial. 4) Aceptar la prestación

pág. 330
ejecutada, exigiendo que se reduzca la contraprestación, si la
hubiere (art. 1151 del CC).

Finalmente, el artículo 709 del CPC, regula el deber de formalizar un


documento para los casos de otorgamiento de escritura pública. El
juez mandará que el ejecutado cumpla su obligación dentro del plazo
de tres días. Vencido el plazo sin que se formule contradicción o
resuelta esta declarándose infundada, el juez ordenará al ejecutado
cumpla con el mandato ejecutivo, bajo apercibimiento de hacerlo en
su nombre. Salvo en los casos en que la forma sea un elemento
constitutivo del acto (La hipoteca se constituye por escritura pública,
salvo disposición diferente de la ley) y por tanto, no pueda ser
sustituida dicha formalidad por la intervención del juez.

La Corte Suprema ha precisado en este punto que: “Para plantear la


ejecución de la obligación de otorgar escritura pública en la vía del
proceso ejecutivo, dicha obligación de hacer debe estar contenida en
un título ejecutivo, por disposición expresa del artículo 706 del
Código Adjetivo (rectius: Código procesal). Si la demanda que
origina el proceso no se recauda con ningún título que tenga mérito
ejecutivo, sino más bien, deriva de un contrato, es pertinente aplicar
el último párrafo del artículo 1412 del Código Civil, según el cual la
pretensión se tramita como el proceso sumarísimo” (Cas. N° 1724-
96-Lima). El énfasis es nuestro.
Por otro lado, se suele presentar en la práctica la siguiente
interrogante ¿procede que el ejecutado pague una multa coercitiva y
progresiva hasta que cumpla con la obligación de hacer?

Si bien no existe una norma procesal que prevea este mecanismo


procesal, consideramos que su no regulación no prohíbe que se
pueda instaurar en un proceso único de ejecución. Pero esta

pág. 331
interrogante es reiterativa que ya los colaboradores de Gaceta Civil y
Procesal Civil han respondido a dicha consulta lo siguiente:

Que se fundamenta en la importancia de la tutela específica de los


derechos para otorgar a quien tiene la razón una satisfacción lo más
próxima posible a lo que el derecho material promete, de acuerdo al
derecho fundamental a la tutela jurisdiccional efectiva, adecuada y
tempestiva. De esta forma una de las técnicas ejecutivas a revertir
ello son las subrogatorias o coercitivas. Estas últimas dentro del cual
está la multa, dirigen a que el ejecutado sea quien cumpla la
obligación, es decir encajan perfectamente para obtener el
cumplimiento de las obligaciones de hacer y no hacer, aún más si
estas son infungibles.

Asimismo, en cuanto a la clasificación de la multa, estas son: multa


fija y periódica, y dentro de esta se encuentra la multa estática y la
progresiva. La multa fija implica la fijación de una cantidad que solo
incide una vez y no muda frente al transcurso del tiempo. La multa
periódica estática presupone la fijación de una misma cantidad que
incide por unidad de tiempo, o sea, multa diaria, semanal, etc. Y la
multa periódica progresiva implica que el valor fijado aumenta
progresivamente.

Si el legislador, incumpliendo con el mandato constitucional, no


previó la técnica más adecuada, entonces el juez debe crearla y
aplicarla al caso concreto (prestación fáctica). Y como se ha visto, la
multa es la técnica procesal más adecuada para el cumplimiento de
obligaciones de hacer, pues precisamente tiene la bondad de
presionar psicológicamente para que el propio ejecutado realice la
prestación a la que se obligó89.
89
Ver la sección de consultas. “Procede la multa coercitiva para el cumplimiento de las obligaciones hacer”.
En: Gaceta Civil y Procesal Civil. Tomo 1, Lima, julio 2013, pp. 304-306.

pág. 332
COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:
Es todo aquello, en el que el procedimiento consiste
básicamente en el otorgamiento de un plazo de ejecución
voluntaria, por el que es transcurrido a una ejecución forzosa,
con medios al que dependerán que tipos de obligaciones es
demandado el deudor.

COMENTARIO DE SHAOLIN:
El mandato ejecutivo es una orden judicial o resolución que se
pronuncia sobre la obligación y efectos de dar, hacer, no hacer
y tolerar.
El mandato ejecutivo, dispondrá el cumplimiento de la
obligación contenida en el título; bajo apercibimiento de
iniciarse la ejecución forzada, con las particularidades
señaladas en las disposiciones especiales.
Obligación de no hacer

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

El mando ejecutivo es la actividad ejecutiva que depende de la conducta que


adopte el ejecutado este cumple estrictamente la condena, la ejecución y el
proceso habrán terminado dejando el dicho proceso concretado ya que es aquel
que se encarga de las funciones políticas y administrativas de un Estado,
compartiendo el mando con los poderes legislativo y judicial, siendo diferente su
organización en los sistemas parlamentaristas con respecto a los
presidencialistas.

pág. 333
La regulación de las obligaciones de no hacer en nuestro Código
Civil, responde a una consolidada tradición jurídica que clasificó las
obligaciones en general según la naturaleza de la conducta
prometida por el deudor. Así, se admite expresamente en nuestro
Código que una obligación pueda consistir en una abstención: un no
hacer o un dejar de hacer". No obstante, "el Código Civil, al igual que
cuando trata acerca de las obligaciones de dar y de hacer, no define
a la obligación de no hacer" puesto que según la técnica del Libro VI,
se evita el empleo de definiciones.

Como es sabido y a la vez, aceptado por toda la doctrina, "la


conducta del obligado, en el vínculo obligacional, puede adoptar una
de estas dos direcciones:

1. en una acción, en cuyo caso, es obligación positiva; y


2. en una abstención que da lugar a una obligación negativa.
Quizás ésta sea la esencia fundamental de todo comportamiento que
corresponda al deudor en cualquiera de las obligaciones. Todo se
reduce a una acción o a una omisión."

La pregunta que surge entonces es la de ¿qué es una obligación de


no hacer? "porque, parece un contrasentido, tratar de establecer la
existencia, que eso es el ser, de algo que no es, que no existe".
"las obligaciones de no hacer son aquellas que se caracterizan por
su contenido negativo, que imponen al deudor un deber de no
realizar algo que de lo contrario podría libremente hacer sino se le
impidiera la obligación contraída" y como señala Eduardo B.

pág. 334
Busso citado por Osterling y Castillo Freyre, "la mayoría de los
autores coincide en definir a la obligación de no hacer como aquella
por la cual el deudor se halla obligado a abstenerse de ejecutar
cierto acto, que conforme a las normas jurídicas comunes, habría
tenido la facultad de efectuar o no".

Cazeaux y Trigo Represas, "es la que consiste en la abstención o en


la omisión de un hecho, que, conforme al ordenamiento jurídico
común, el deudor tenía la facultad de ejecutar. Por ejemplo,
abstenerse de establecer un comercio determinado, dentro de un
radio señalado, etcétera".

Osterling y Castillo Freyre consideran que aunque "se opina


comúnmente que una obligación de no hacer es todo lo contrario a
una obligación de hacer", como lo precisa Busso quien afirma que
"existe una conexión lógica de la obligación de no hacer con la
obligación de hacer, ya que si se examina el contenido de la
obligación de no hacer, se observará que tiene con la obligación de
hacer un elemento objetivo común: el hecho; considerando que se
podría hablar de un hecho o acto negativo, en contraposición con el
acto positivo de la obligación de hacer, o también de una
determinación de la voluntad enderezada a la inercia", para ellos, las
obligaciones de no hacer resultan todo lo contrario tanto a las
obligaciones de dar como de hacer, "es decir, que el "no hacer"
puede implicar, a la vez, un no hacer propiamente dicho, o un no
dar".

Osterling y Castillo Freyre acotan además que "las obligaciones de


no hacer implican dentro de los tres rubros de las obligaciones según
su objeto, tal vez la categoría menos común de las mismas. Es obvio
que resulta más frecuente obligarnos a dar algo o a hacer algo que a

pág. 335
no dar o a no hacer algo. Sin embargo, la función que cumplen las
obligaciones de no hacer reviste la mayor importancia y puede ser de
lo más variada. Para ilustrar lo dicho, vamos a señalar algunos
ejemplos de obligaciones de no hacer:

-Una persona (un químico farmacéutico) se obliga frente a un


laboratorio a no revelar la fórmula de elaboración de un determinado
medicamento.  Una persona se obliga frente a otra a no prestar su
automóvil, por ningún motivo, al hijo de ésta, debido a que es menor
de edad.

-Una persona se obliga con otra a no levantar una pared que evite
que el predio del segundo goce de la visibilidad del mar, Ésta sería
una servidumbre de vista."

Es así entonces que la prestación del deudor en cada uno de estos


casos consiste en una inacción, llegando a tratarse de "prestaciones
eminentemente incorpóreas, que se aprecian satisfechas ante la
apreciación a su vez de la no producción de la que es su natural
antípoda: la acción".

OBLIGACIONES DE NO HACER
Al igual que al tratar de las obligaciones de dar y de hacer, se ha
considerado que las obligaciones de no hacer deben legislarse más
explícitamente que en el Código de 1936. Los principios de las
obligaciones de no hacer guardan armonía y, en algunos casos,
paralelismo, con los establecidos para las obligaciones de hacer

pág. 336
El artículo 1158 tiene similitud -dentro de una perspectiva distinta,
desde luego- con el artículo 1150 relativo a las obligaciones de
hacer. El incumplimiento de la obligación de no hacer fl-anquea al
acreedor, alternativamente, tres opciones .. En primer término, el
inciso 1) autoriza al acreedor a exigir la ejecución forzada, a no ser
que fuese necesario para ello emplear violencia contra la persona del
deudor. Existe, para la aplicación de este precepto, una evidente
limitación: si el deudor, al incumplir la obligación de no hacer, la ha
violado en forma tal que, por la naturaleza de las cosas, ella fuera
irreversible (por ejemplo, revelando el secreto que se había obligado
a no divulgar), entonces tampoco sería posible la ejecución forzada,
aun cuando fuera innecesario emplear violencia contra la persona
del deudor. En este caso la obligación habría quedado pura y
simplemente violada, y el acreedor solo podría apelar a la
indemnización de daños y pe1juicios. El inciso 2) del artículo 1158,
que tiene su fuente en el artículo 1189 del Código de 1936 y en el
artículo 633 del Código Argentino, franquea al acreedor la opción de
exigir que se destruya lo que se hubiese ejecutado o que se le
autorice para destruirlo, por cuenta del deudor. El precepto

pág. 337
únicamente tendría aplicación en caso de que la obligación de no
hacer fuera susceptible de ser destruida, previa autorización judicial.
La tercera opción del acreedor es dejar sin efecto la obligación, lo
cual está previsto por el inciso 3).

El artículo 1158 comentado encuentra su origen, además, en los


artículos 1276 del Código Civil Peruano de 1852, 1338 y 1340 del
Código Uruguayo, 1598, segundo y tercer párrafos, del Código
Ecuatoriano, y 1555, segundo y tercer párrafos, del Código Chileno.

No se contempla para las obligaciones de no hacer un precepto


similar al consignado para las obligaciones de hacer en el artículo
1151. Es evidente que el cumplimiento parcial o defectuoso de una
obligación de no hacer es posible. Pero se sancionaría con alguna
de las alternativas que franquea el artículo 1158 y, además, con la
indemnización de daños y perjuicios prevista por el artículo 1159,
cuyo texto es similar al del artículo 1152 referente a las obligaciones
de hacer, con los mismos alcances que los comentados al tratar de
este último precepto. El artículo 1159 del Código tiene su
antecedente en el artículo 1190 del Código de 1936.

El artículo 1160 hace de aplicación a las obligaciones de no hacer,


las reglas de los artículos 1154, primer párrafo, 1155, 1156 y 1157.

Conviene observar que no resulta aplicable lo dispuesto en el


segundo párrafo del artículo 1154, referido a la constitución en mora
del deudor, por cuanto se considera que ella es ajena a las

pág. 338
obligaciones de no hacer. Se entiende que en estos casos la simple
acción del deudor viola la obligación y no es necesario, por
consiguiente, que el acreedor le recuerde que debe abstenerse de
actuar. A este respecto, el Código Italiano, en su artículo 1222,
señala que las disposiciones sobre la mora no se aplican a las
obligaciones de no hacer, pues todo hecho efectuado en violación de
éstas constituye, de por sí, inejecución. En contraposición con este
planteamiento, el Código Civil Brasileño de 1916, en su artículo 961,
se refiere a la mora en las obligaciones de no hacer, institución ajena
e impropia, a juicio del autor, en las obligaciones negativas.

EJECUCIÓN DE OBLIGACIÓN DE NO HACER


Este tipo de obligaciones se esencialmente similar a las obligaciones
de hacer, solo que tienen un contenido negativo, estan destinadas a
que el deudor no realice una actividad o trabajo para cumplir con la
prestación; es decir, su conducta recae precisamente en la
abstención, impedimento, omisión de realizar dicha actividad. Pero
esta a su vez puede desplegarse de dos formas: La de estrictamente
no hacer y la de mantener un no hacer (sujeto a la firma de la
obligación). También pueden clasificarse en obligación de no hacer
inmediatas; es decir, que se agota en un solo acto, sin poder
revertirse tal situación, y las de tiempo determinado o duradero. Lo
importante en estos casos es que se establezca el vínculo de la
obligación, pues habrá situaciones que requieran su cumplimiento en
un plazo fijo y que su no cumplimiento resulte irreversible. Así el
caso de la actriz de cine que se obligaba a no quedar embarazada

pág. 339
mientras dure la filmación de la película, más aún cuando esta tenía
un tiempo determinado de siete meses.

Cuando se presentan estas obligaciones, la norma material ha


establecido que el incumplimiento por culpa del deudor de la
obligación de no hacer, autoriza al acreedor a optar por cualquiera
de las siguientes medidas: 1) Exigir la ejecución forzada, a no ser
que fuese necesario para ello emplear violencia contra la persona del
deudor (excepcional porque no se podría obligar mediante la
violencia al deudor). 2) Exigir la destrucción de lo ejecutado o
destruirlo por cuenta del deudor. 3) Dejar sin efecto la obligación
(cuando la situación es irreversible).

Ahora bien, el artículo 710 del CPC establece que si el título


ejecutivo contiene una obligación de no hacer, el proceso se
tramitará conforme a lo dispuesto en las disposiciones generales;
vale decir, nuevamente nos remitiremos a las categorías
desarrolladas anteriormente para llevar a cabo la ejecución,
contradicción y el procedimiento.

Con respecto al mandato ejecutivo, este contendrá la intimación al


ejecutado para que en el plazo de diez días deshaga lo hecho y, de
ser el caso, se abstenga de continuar haciendo, bajo apercibimiento
de deshacerlo forzadamente a su costo. Vencido el plazo, el juez
hará efectivo el apercibimiento (art. 711 del CPC).

Aquí la intimación nace del propio ejecutado, tan solo luego de


vulnerar el acuerdo de no hacer la actividad prohibida o de cesar el
hecho en el plazo señalado por la norma.

pág. 340
La ejecución de la obligación por un tercero. En estos casos se
designará a la persona que va a deshacer lo hecho y determinado su
costo, sea por el presupuesto presentado por el ejecutante o por una
pericia ordenada por el juez, se proseguirá la ejecución dentro del
mismo proceso, conforme a lo establecido para las obligaciones de
dar suma de dinero.

Para finalizar, al igual que para los supuestos de inejecución de


obligaciones previstas de dar y hacer, la normativa ha previsto que el
acreedor también tiene derecho a exigir el pago de la
correspondiente por indemnización de daños y perjuicios.

El pago de la indemnización por daños y perjuicios por no haber


pagado en su oportunidad la deuda materia de autos, resulta de
aplicación solo cuando la inejecución recae sobre obligaciones de
dar bienes muebles e inmuebles, o tratándose de obligaciones de
hacer o de no hacer, no estando comprendidas en estas, las
obligaciones de dar suma de dinero, en cuyo caso resulta aplicable
el artículo 1334 del Código Civil referido a la mora y el artículo 1246
del acotado referido al pago de intereses (Exp. Nº 2066-95-Cusco).

COMENTARIO DE SHAOLIN:

Es uno de los requisitos lo que es la ejecución de la obligación por un


tercero, puesto que el tercero se realizara dentro del mismo proceso y con
las mismas reglas procesales. respecto del bien que constituye el objeto de
la obligación, a hacérselo procurar por otro, a costa del deudor.

COMENTARIO DE MARCELO MARIN:

La obligación de un tercero es de ser un acreedor este tiene derecho, respecto


del bien que constituye el objeto de la obligación, a hacérselo procurar por otro, a
costa del deudor. Mediante la actividad de un tercero, el acreedor satisface su

pág. 341
interés específicamente y obtiene su finalidad en el proceso en el que se esté
llevando acabo.

COMENTARIO DE ROSITA LOZANO:

Las obligaciones de no hacer, es toda obligación negativa en las que el


deudor omite o se abstiene a realizar alguna actividad, es decir, las
obligaciones de hacer son negadas por las obligaciones de no hacer.

CONCLUSIONES

La legitimación procesal ha de ser considerada como una institución


con un carácter estrictamente procesal y que las normas que la
regulan actúan en el proceso como normas procesales. De ello se
deriva la consideración de la legitimación como un verdadero
presupuesto procesal, no obstante, aun cuando en nuestro Derecho,
tradicionalmente, se ha considerado la legitimación como un simple
presupuesto de una sentencia de fondo, sin embargo, la legitimación
es un presupuesto del proceso que obliga al juez a dictar una
sentencia sobre el fondo. En consecuencia, con lo anterior, el juez a
quo, no sólo puede, sino que debe analizar de oficio la existencia o
no, de la legitimación activa y pasiva, sin embargo, ello no obsta para
que la parte demandada también pueda alegarla, complementando

pág. 342
de esta forma el examen de oficio llevado a cabo por el juzgador, al
igual que ocurre en todos los presupuestos procesales. El momento
procesal para resolver sobre la falta de legitimación está en
determinar si, tal y como tradicionalmente se venía entendiendo,
debe resolverse sobre la falta de legitimación únicamente en la
sentencia de fondo o bien puede hacerse en un momento anterior.

En conclusión, la Legitimación en el proceso ejecutivo, se puede


decir que es muy importante en un proceso de medida cautelar,
puesto que los intervinientes serán las personas legitimadas para
promover ejecución quien en el titulo tiene reconocido un derecho en
su favor. Así mismo se puede decir que la norma permite que
cuando la ejecución pueda afectar el derecho de tercero se debe
notificar a este con el mandato ejecutivo o de ejecución. Es decir,
tercero es quien no es parte de la relación procesal, pero tiene un
interés jurídico relevante en el objeto de discusión.

Igualmente creemos que exista una relación jurídico procesal válida


en un proceso deben concurrir los llamados presupuestos procesales
y los presupuestos materiales, siendo uno de ellos, la legitimación
para obrar.

BIBLIOGRAFÍA:

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EJECUTIVO Y LOS PROCESOS EJECUTIVOS.

pág. 343
2. Monroy Gálvez, Juan (2007). Teoría General del Proceso. Lima:
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3. [1] Monroy Gálvez, Juan (2007). Teoría General del Proceso. Lima:
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18. Las Obligaciones, FELIPE OSTERLING PARODI

ANEXOS

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pág. 346

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