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A partir del versículo 13 de Éxodo capítulo 1, dice:

«Los egipcios, pues, obligaron a los hijos de Israel a trabajar duramente, y les amargaron la vida
con dura servidumbre en hacer barro y ladrillos y en toda clase de trabajos del campo; todos sus
trabajos se los imponían con rigor».

Así que esta era su situación. Esta era su condición. Ellos eran esclavos, y los egipcios les hacían
la vida miserable. Los israelitas, generación tras generación, a lo largo de 430 años de vida,
nacieron en esclavitud. En ese momento en la comunidad judía había adultos, ancianos,
adolescentes, niños, había familias, había buenas personas y malas personas desde la perspectiva
de cómo nosotros medimos las cosas socialmente.

Pero todos estaban en ese mismo plano. Todos eran esclavos. No había excepciones. No tenían
otro tipo de vida. No tenían más opciones. Ellos no podían elegir. Ellos habían nacido en
esclavitud, y no tenían esperanza de hacer otra cosa que morir en la misma condición de
esclavitud. No tenían esperanza de ver una condición diferente o un futuro distinto para sí mismos
o para sus hijos y sus nietos. Los hijos de Israel estaban indefensos bajo la pesada mano de
faraón. Ellos no podían salvarse a sí mismos.

El hecho es que, ni tú ni yo podemos salvarnos a nosotras mismas de nuestra condición de


esclavitud al pecado y a Satanás. No teníamos esperanza. Esa es la condición en la que
nacimos y apartadas de la intervención de la gracia de Dios, esa es la condición en que
moriríamos. Eso es todo lo que hubiésemos podido saber. Eso es todo lo que nuestros hijos y
nuestros nietos de generación en generación hubieran podido conocer, el permanecer
esclavizados al pecado y a Satanás si Dios no hubiera tenido misericordia y hubiera intervenido a
favor de nosotros.

Ahora, cuando estudiamos el Antiguo Testamento, Egipto nos da la imagen del sistema mundial. El
Faraón nos muestra la imagen de Satanás quien fue un capataz malvado, duro, y demandante. Así
que después de 430 años de esta esclavitud, de este cautiverio y esta dificultad, los hijos de Israel
se desesperaron.

En el capítulo 2, en el versículo 23 del libro del Éxodo, leemos:

«Y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y su clamor, a causa de su


servidumbre, subió a Dios. Oyó Dios su gemido, y se acordó Dios de su pacto con Abraham, Isaac
y Jacob. (Y me encanta este versículo) Y miró Dios a los hijos de Israel, y Dios los tuvo en cuenta».

Dios sabía. Dios los vio. Dios los escuchó y supo. El pueblo era miserable. Ellos clamaron en
desesperación sin ningún otro lugar a donde ir, ninguna otra esperanza. Ellos clamaron para ser
rescatados y por liberación. En esos tiempos por muchos de esos años debió parecer que Dios
estaba a un millón de millas de distancia o que realmente no existía. Pero Dios sí existía, y sabía lo
que estaba pasando. A Él le importaba, y escuchó el clamor desesperado de su pueblo, y se
dispuso a librarlos cuando clamaron por ayuda.

Él lo hizo a través de un libertador que envió a Egipto. Estoy tan agradecida al contemplar lo que
Dios ha hecho en mi vida a lo largo de estos años en los que Él conocía la miseria causada por mi
esclavitud al pecado. Y tú dirás, «¿con apenas cuatro años? ¿Qué tan miserable podrías ser?
¿Qué tan pecadora podrías ser?»

Bueno, las Escrituras tienen mucho que decir sobre cuán pecadoras somos, cuán pecadoras
somos al momento de nacer, nacemos apartadas de Dios, enemigas de Dios, opuestas a Dios, que
nunca le hubiéramos buscado. Nunca le hubiéramos seguido. Nunca le hubiéramos amado. Nunca
hubiéramos querido conocerlo si Él nos hubiese dejado en la condición en que nacimos; pero Dios
en Su misericordia mueve nuestros corazones a clamarle. Cuando le clamamos, Él nos
recuerda que Él envió a un libertador a rescatarnos de nuestra esclavitud.

En el capítulo 3 del libro del Éxodo, Dios se le aparece a Moisés. Moisés creció en Egipto, pero
ahora ha vivido por cuarenta años como un fugitivo de Egipto en el desierto de Madián:

El versículo 7 dice: «El Señor le dice a Moisés: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que
está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus
sufrimientos. Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella
tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel».

Ahora, voy a continuar aquí en un momento, pero este es el primero de varios recordatorios que
vemos: Dios no solamente rescata a su pueblo de la tierra de esclavitud, sino que Su deseo
es llevarlos a una buena tierra, a un lugar bueno donde puedan caminar con Él y ser su
pueblo. Así que le dice a Moisés en el versículo 10:

«Ahora pues, ven y te enviaré a Faraón, para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de
Egipto».

Y lo que Dios quiere en Su plan de redención es sacarnos de Egipto y de la esclavitud a los dioses
de este mundo y de la miseria causada por nuestra esclavitud al pecado y a Satanás. Él quiere
hacernos libres, y quiere llevarnos a una tierra buena donde podamos caminar con Él y ser su
pueblo y disfrutar de Su presencia y dar frutos y multiplicarnos espiritualmente y proclamar Sus
alabanzas hasta los confines de la tierra.

Pero antes de que todo esto suceda, se da una batalla de voluntades en Egipto. El Faraón se
empecina en su posición. Se rehúsa a dejar ir al pueblo de Dios. Así que como tú recuerdas Dios
envía… Aun si no has leído la Biblia, probablemente has visto a Charlton Heston en los Diez
Mandamientos. Pero mejor búscalo en tu Biblia.

Recuerda cómo Dios envía una serie de milagros y de plagas para demostrar su poder. Él está
venciendo a cada uno de esos dioses falsos de Egipto. En el proceso Él hace una clara distinción
entre los egipcios y los israelitas que son su pueblo escogido. Y también en el proceso, Faraón
tiene varias oportunidades para arrepentirse, para postrarse ante el Dios de los cielos y la tierra,
Jehová. Pero en cada oportunidad él se niega. El Faraón se cree que él es dios.

Por lo que al llegar al versículo 10 del capítulo 11 del libro del Éxodo, dice:

«Y Moisés y Aarón hicieron todas estas maravillas en presencia de Faraón; con todo, el Señor
endureció el corazón de Faraón, y este no dejó salir de su tierra a los hijos de Israel».

De manera que Dios está buscando redimir a su pueblo de cientos de años de esclavitud, pero las
puertas de la prisión permanecen completamente cerradas. No hay forma de escapar. Hay dos
millones de judíos. ¿Cómo van a salir de la ciudad? No pueden simplemente escapar en la
oscuridad de la noche. Este es un asunto grande, lograr que esta nación salga de Egipto. Las
puertas están reforzadas con barrotes. No existe salida. No pueden salvarse a sí mismos. No
pueden ser libres.

En la medida en que vemos esta competencia hacerse cada vez más y más intensa, la pregunta
que surge es: ¿Cómo es que Dios librará a su pueblo? El Faraón es tan obstinado. No se da por
vencido. No rinde el control. ¿Cómo es que Dios lo va a hacer?
Entonces llegamos al capítulo 12, en el cual quiero detenerme por el tiempo restante que tenemos.
Es uno de los capítulos más importantes de la Palabra de Dios, ciertamente en el Antiguo
Testamento, pues es la historia de la primera Pascua la historia de cómo Dios libera a su pueblo y
lo saca de Egipto de una manera segura.

Entonces los versículos 1 y 2 del capítulo 12 del libro del Éxodo:

«Y el Señor habló a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes será para vosotros
el principio de los meses; será el primer mes del año para vosotros».

Esta liberación de la esclavitud de Egipto fue tan significativa para el pueblo de Israel que
reestructuraría todo el calendario. Ellos tendrían un nuevo primer mes del año. En ese capítulo,
todo cambia, porque tenemos un Dios que hace todas las cosas nuevas.

Versículo 3:

«Hablad (Moisés y Aarón) a toda la congregación de Israel, diciendo: El día diez de este mes cada
uno tomará para sí un cordero, según sus casas paternas; un cordero para cada casa».

Ahora, toda la nación sería redimida fuera de Egipto. Pero cada redención es también muy
personal e individual. Cada persona tenía que traer un cordero representado en el jefe de familia.
Todo el mundo necesitaba ejercer su fe y tomar un cordero.

Versículo 5 y parte del 6:

«El cordero será un macho sin defecto, de un año; lo apartaréis de entre las ovejas o de entre las
cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce del mismo mes…»

¿Qué día seleccionaban el cordero? El décimo día. ¿Y en qué día habrían de ofrecerlo? El
catorceavo día del mes. ¿Qué sucedía?

«Entonces toda la asamblea de la congregación de Israel lo matará al anochecer». (Última parte


del versículo 6)

Qué caos tan sangriento tenían los israelitas en sus casas. Miles y miles y miles de casas. Eso
implicaba la muerte de miles y miles de corderos. Y como resultado, los israelitas serían librados
del juicio de Dios.

Versículo 7:

«Y tomarán parte de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas donde lo
coman. Y comerán la carne esa misma noche, asada al fuego, y la comerán con pan sin levadura y
con hierbas amargas».

Por el momento solo estoy analizando aquí la superficie de este pasaje. Hay mucho más que
extraer. Pero ya puedes visualizar que matan al cordero. La sangre es derramada. Y la sangre ha
sido extendida en la parte interior de la puerta de la casa, luego cocinan y se comen el cordero.

Me encanta lo que dice mi amigo Charles Spurgeon sobre este punto, el cordero de la Pascua, no
fue muerto solo para exponerlo y contemplarlo, sino que el cordero fue muerto para que lo
comieran.
Y nuestro Señor Jesucristo no fue inmolado meramente para que escuchemos, pensemos y
hablemos de Él, sino para que nos alimentemos de Él.

Por eso ellos se comen el cordero, y en el versículo 11 del capítulo 12 del Éxodo, dice:

«Y de esta manera lo comeréis: ceñidos vuestros lomos, las sandalias en vuestros pies y el cayado
en vuestra mano, lo comeréis apresuradamente. Es la Pascua del Señor».

Esa es la primera vez que vemos esa palabra. Este cordero, esta comida es la Pascua del Señor.
¿Por qué se llama así?

Bueno, el versículo 12 dice:

«Porque esa noche pasaré por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto,
tanto de hombre como de animal; y ejecutaré juicios contra todos los dioses de Egipto. Yo, el
Señor».

Ahora, Dios consideró a Israel Su primogénito amado. Como Egipto no estuvo dispuesto a liberar al
primogénito de Dios, entonces Dios tuvo que tomar venganza de Egipto, tomando a sus hijos
primogénitos. Y al hacerlo, Él también mostraría Su grandeza, Su poder y Su victoria sobre los
dioses de Egipto que eran considerados tan poderosos.

Y en el proceso, los israelitas que habían creído en Dios, que habían obedecido a Dios, que habían
matado el cordero, esparcieron la sangre, se comieron el cordero y al hacerlo estarían a salvo del
juicio de Dios y serían liberados de la esclavitud. Pero tuvieron que mostrar su fe al ofrecer esos
corderos expiatorios. La sangre derramada en sus hogares era la señal de su fe. Era su única
esperanza de escapar de la ira de Dios.

Versículo 13:

«Y la sangre os será por señal en las casas donde estéis; y cuando yo vea la sangre pasaré sobre
vosotros…»

Dios dijo: «Porque esa noche pasaré por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra
de Egipto, tanto de hombre como de animal; y ejecutaré juicios contra todos los dioses de Egipto.
Yo, el Señor».

«Y ninguna plaga vendrá sobre vosotros para destruiros cuando yo hiera la tierra de Egipto».

Ahora, es imposible subestimar el significado de este día en la historia de Israel. Este es el inicio de
una nueva nación. Ellos fueron rescatados de la esclavitud por Dios y apartados para los
propósitos de Su reino. Ellos estarían bajo un nuevo gobierno y nuevas leyes. Ellos se distinguirían
entre todas las naciones de la tierra por ser los que le pertenecen a Jehová.

Por eso en el versículo 14 nos dice:

«Y este día (ese día que pronto llegaría. Dios ha dado dirección a Moisés y Aarón. Ese día de la
Pascua del Señor, ese día de salida, ese día de redención) os será memorable y lo celebraréis
como fiesta al Señor; lo celebraréis por todas vuestras generaciones como ordenanza perpetua.

Pasemos al versículo 17:


«Guardaréis también la fiesta de los panes sin levadura, porque en ese mismo día saqué yo
vuestros ejércitos de la tierra de Egipto; por tanto guardaréis ese día por todas vuestras
generaciones como ordenanza perpetua».

Ahora bien, en los versículos del 21 al 27, Moisés reúne a los ancianos de Israel, todos esclavos y
les dice lo que Dios acaba de decirle (las instrucciones que Dios acaba de darle). Por lo que
tenemos ese párrafo repetido. Y en el versículo 27 después que Moisés le dice al pueblo lo que
Dios dijo, dice que «el pueblo bajó sus cabezas y adoró».

Esta fue la primera señal de esperanza que ellos experimentaron en 430 años. De generación en
generación, ellos nacieron en esclavitud, vivieron en esclavitud y murieron en esclavitud. Y ahora
Dios está diciendo, «Yo voy a liberarlos».

Pero hay un proceso aquí. Hay un proceso de redención. Hay un drama de redención. «Tú tienes
que tomar un cordero. Tienes que matarlo. Tienes que esparcir su sangre. Tienes que comerte el
cordero. Y llegará la noche en que Yo pasaré por Egipto y mataré al primogénito de todo hogar
egipcio, rebelde y no creyente, pero pasaré por alto las casas donde vea la sangre».

Ellos cuentan la historia. Y la hemos escuchado muchas veces. Ese es uno de los problemas de
aquellas de nosotras que hemos estado en la iglesia toda nuestra vida. Porque escuchamos estas
historias y decimos: «Sí, sí, sí. Ya lo escuché. Ya me la sé. Ya lo he vivido. Ya lo había escuchado.
Ya la entiendo». Tú entiendes. Y quizás para algunas de ustedes este pasaje ya su pastor se lo
predicó no hace muchas semanas.

Y están pensando: «Sí, ya lo había escuchado. Yo sé eso». Y entonces perdemos el poder de


maravillarnos. Pero ponte en las sandalias de esos judíos que nunca antes habían escuchado algo
así. Para ellos todo era nuevo y fresco. Por eso se postran y adoran. ¡Se trataba de una noticia
maravillosa! Este es el evangelio en el Antiguo Testamento. Esta es la historia de liberación y ellos
ahora forman parte de ella.

Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado ayudando a recapturar el asombro por el


maravilloso evangelio de Dios y la liberación de su pueblo de la esclavitud. Este mensaje es parte
de una serie de dos días titulada, «Dios libera a su pueblo».

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