Sunteți pe pagina 1din 7

La Vida Cristiana Práctica

"Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y estas cosas os serán añadidas".
Mateo 6:33

Lección 18

El Camino de la Amargura
Al Perdón
¡Hola Amigo(a)!
En la lección anterior vimos la importancia de las reacciones. Lo que nos sucede no es ni
remotamente tan importante como la forma en que reaccionamos.

Si no nos ofendemos por un insulto o una injuria, es probable que esto no nos hará mucho daño. Por
otra parte, si permitimos que el asunto se transforme en un resentimiento, puede hacernos mucho
daño.

¿Qué es el resentimiento? ¿Por qué es tan destructivo? ¿Qué efecto tiene en nosotros? ¿Cómo
podemos tornarnos de la amargura al perdón? En esta lección encontraremos las respuestas a estas
preguntas importantes.

VERSÍCULO CLAVE:

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira


gritería y maledicencia, y toda malicia.
Antes sed benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en
Cristo.

Efesios 4:31-32

¿QUÉ ES EL RESENTIMIENTO?
El resentimiento es aquel sentimiento profundo de disgusto o enojo que tenemos hacia alguien por
una ofensa pasada. Es nuestro doloroso recuerdo de heridas anteriores.

El resentimiento es el gran enemigo de las buenas relaciones. Destruye la amistad y transforma a los
amigos en enemigos. Pero el efecto más dañino del resentimiento es la destrucción de la persona
que se aferra a él.

Un pastor fue llamado a la cabecera de un hombre moribundo. Era un hombre que nadie apreciaba.
Era duro, amargado y hosco. Vivía en una cabaña destartalada en las afueras de la ciudad. Cuando
iba a la ciudad dejaba en claro que no quería hablar con nadie y tampoco que nadie le hablara.
Hasta los niños huían de él.
La gente se preguntaba por qué se había vuelto tan amargado y malo. Algunos pensaban que tenía
alguna culpa secreta. Otros estaban seguros de que había cometido algún crimen horrible y que era
un fugitivo de la justicia. Pero todos estaban equivocados. La sencilla verdad era que, cuando joven,
un amigo le había ocasionado un daño grave. Estaba tan furioso que dijo: “Lo recordaré hasta el día
de mi muerte”.

Y así lo hizo. Le contó al pastor que se sentaba junto a su lecho: “Lo he recordado cada mañana y he
pensado en ello cada noche. He maldecido a ese hombre cien veces al día”. Luchando para respirar,
continuó: “Y ahora veo que mi amargura me ha carcomido el alma. Mi odio no ha lastimado a nadie
más que a mí mismo. Y Dios sabe que esto ha convertido mi vida en un infierno”.

¿POR QUÉ GUARDAMOS RESENTIMIENTO?


De todas las cosas malas y destructivas que pueden
ocurrirnos, el resentimiento es una de las peores.

Es como un microbio mortal, luchando constantemente para


tener domino sobre nosotros y destruirnos. Ninguna
persona que razone bien quiere albergar y alimentar un
microbio mortal en su cuerpo, sabiendo que este microbio
podría con el tiempo llegar a aniquilarlo. Sin embargo
muchos cristianos se aferran al pecado del resentimiento
que es mucho más destructivo que cualquier microbio.

Al ver que el resentimiento es un pecado tan atroz, puede ser que nos preguntemos:“¿Por qué
guardamos los resentimientos”?
Existen muchas razones:

 Sentimos que el resentimiento es justificado


Una razón porque nos es difícil reconocer la venenosa naturaleza del resentimiento es que pensamos
que es correcto. Nos sentimos justos al tener resentimiento. Nos decimos: "Es normal que esté
resentido con fulano".

A fin de justificar el resentimiento, a menudo formamos en la mente una imagen falsa de la otra
persona. Dejamos a un lado el cuadro total de lo que es aquella persona y todas las cosas buenas y
decentes que pueda haber hecho, y enfocamos sólo la ofensa que ella nos hizo.

 Nos hace sentir superiores


Cuando alguien hace algo que nos ofende o nos hiere, tomamos
hacia esa persona una actitud de superioridad. Nos decimos: “Yo JAMÁS haría tal cosa.” Nos gusta
sentirnos superiores y por lo tanto nos aferramos al resentimiento.

 Nos gusta “llevar la cuenta”


A veces nos aferramos al resentimiento con el objeto de tener algo para compensar cualquier ofensa
futura que podamos cometer. Queremos poder decir: “Puede ser que me haya equivocado o haya
hecho mal en eso, pero tú me hiciste esto y este otro a mí”.
 Disfrutamos de nuestros resentimientos
Aunque parezca extraño, mantenemos abiertas nuestras heridas por el placer que nos producen. Nos
gusta cuidar tiernamente a nuestras heridas y sentir lástima por nosotros mismos después de que
alguien nos ha ofendido.

LOS RESENTIMIENTOS SE TRANSFORMAN EN AMARGURA


De todos los pecados, el resentimiento es uno de los más extraños porque
su fin es el castigar a la otra persona. Sin embargo es mucho más
doloroso para nosotros de lo que jamás pudiera ser para la otra persona.

A veces la otra persona ni siquiera se ha dado cuenta de que ha hecho


algo malo. Por lo tanto nuestro resentimiento no le produce daño alguno,
pero para nosotros sí, es muy destructivo. Si guardamos el resentimiento,
puede transformarse en amargura. La amargura afecta la salud, la mente,
la personalidad y nuestra comunión con Dios. Consideremos lo siguiente:

1. La amargura afecta nuestra salud.

La amargura es veneno para el cuerpo. El resentimiento, la amargura, el


odio y la falta de perdón pueden producir úlceras, hipertensión arterial y
docenas de otras enfermedades. Algunos médicos han estimado que casi
el 90% de las enfermedades tienen su origen en los enojos, miedos, resentimientos y amarguras.
Mantener la amargura en tu corazón puede causarte pérdida de sueño y un cansancio permanente.
Te quitará el disfrutar de tu comida. Mata tu felicidad. Con el tiempo se verá en tus ojos y en tu rostro.

Un médico dijo: Desde el momento que empiezo a odiar a un individuo me hago su esclavo. Ya no
puedo disfrutar de mi trabajo porque él controla mis pensamientos. Mis resentimientos producen
demasiada tensión en mi cuerpo, me canso después de tan sólo pocas horas de trabajo. El trabajo
que antes disfrutaba es ahora algo penoso. Aún las vacaciones han dejado de entusiasmarme....No
puedo escapar de su tiránico poder sobre mi mente.1
2. La amargura afecta la mente

Está comprobado que la amargura puede causar, y causa depresión. La gente que tiene tendencia a
estar deprimida la mayor parte del tiempo, es a menudo gente que tiene resentimientos en contra de
un ser amado o de algún pariente que los lastimó a una edad temprana.

Si tú eres una de estas personas, nunca podrás conocer una victoria perdurable sobre la depresión
hasta que te deshagas de esa amargura.

3. La amargura afecta la personalidad.

Mientras más nos sentimos de alguien, más pensamos en él. Y mientras más pensamos en una
persona, más nos asemejamos a ella. Es un hecho que cuando enfocas tus emociones en una
persona, tiendes a parecerte a ella.

Una adolescente tenía un profundo rencor contra una parienta. Cuando una consejera juvenil le
sugirió que debía perdonarla, la jovencita dijo: “Jamás perdonaré a esa persona mientras viva”.
La consejera le respondió sin darle demasiada importancia: “Lamento oír eso”. “¿Por qué? Preguntó
la chica. “Porque en veinte años, tú serás igual a tu parienta” replicó la consejera.”Este pensamiento
horrorizó de tal manera a la joven, que dijo rápidamente, ‘¡Dios me libre! En este caso la perdonaré”. 2
4. La amargura afecta nuestra comunión con Dios

Cuando oramos el Padre Nuestro, decimos algo así: “Perdónanos nuestras deudas así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
Cuando tú oras así, estás diciendo: “Dios por favor perdóname mis pecados tal como yo perdono a
otras personas sus pecados contra mí”. Si tú no perdonas a las otras personas, estás en realidad
pidiéndole a Dios que no te perdone a ti.

EL PERDÓN NOS LIBRARÁ


La única cosa que puede librarnos del resentimiento y la amargura es el perdón. Pero no mucha
gente comprende verdaderamente lo que es el perdón. El perdón no significa pasar por alto el
pecado, ni fingir que nunca ocurrió. Perdonar no es tratar de olvidar. El olvido viene DESPUÉS del
perdón, no antes.

¿Qué es el perdón? El perdón es soportar el daño o la injuria uno mismo y escoger ya no recordarla
más. El perdón significa que en lo que a ti se refiere, le concedes a la persona que te hizo daño, un
pasado limpio. Perdonar es costoso. La persona que perdona paga un precio por la ofensa o el mal
que ella está perdonando. Cristo tuvo que pagar la pena de nuestros pecados, para perdonarnos. Por
eso murió en la cruz. Es costoso perdonar, pero es más caro aún no hacerlo.

Puede ser que tú hayas recordado cierta injuria u ofensa por mucho tiempo. Puede que estés
pensando en ella en este preciso momento. Esa persona sin duda puede haberte cometido una gran
injusticia, pero esa injuria no te ha hecho ni la mitad del daño que tú mismo te has hecho al retener el
resentimiento.

CÓMO TORNARNOS DE LA AMARGURA AL PERDÓN


Los pasos siguientes te mostrarán cómo librarte de tu amargura:

1. Reconoce que Dios es el Juez.

La gente necesita ser juzgada por sus malos hechos, pero tú y yo no somos los indicados para
juzgarla. El juicio pertenece a Dios. La Biblia dice:

“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré dice el Señor”
(Romanos 12:19)

Dios nos dice que no tratemos de vengarnos, sino más bien debemos perdonar. Cuando
perdonamos a alguien, estamos entregando esa persona a Dios, reconociendo que sólo Él tiene
derecho a juzgar y a castigar a la gente por el mal que hace.

2. Confiesa tu pecado a Dios.

Alguien puede haberte hecho una injuria grave. Si así fuera, él es responsable ante Dios. Pero si tú
guardas rencor, estas pecando y eres responsable ante Dios por tu pecado de amargura. Para tratar
con este pecado, debes confesarlo a Dios y pedirle a Él que te limpie con la preciosa sangre de Su
Hijo.
3. Debemos dar sentencia de muerte al resentimiento y a la amargura.

El resentimiento y la amargura no son defectos sin importancia. Se encuentran entre los pecados más
grandes que existen. Debemos darles sentencia de muerte a ellos o ellos nos darán sentencia de
muerte a nosotros.
El mantener la amargura es “vivir según la carne” y la Biblia nos dice:

“Si vivís conforme a la carne, moriréis” (Romanos 8:13).

Porque fuimos crucificados con Cristo tenemos el derecho a rechazar cualquier cosa referente a la
vida antigua. Esto significa que podemos rehusar y rechazar el pecado de la amargura.

Tenemos derecho a pedirle al Señor que dé muerte a este pecado por medio de Su Espíritu.
Podemos orar así: “Señor Jesús, fui crucificado contigo. Por esta razón tengo el derecho de rechazar
cualquier pecado de mi antigua vida. En este momento, rehúso y rechazo esta amargura y te pido,
por tu Espíritu Santo, que la erradiques de mi vida".

4. Como Cristo te ha perdonado a ti, así también tú debes perdonar.

El perdón involucra una elección de tu parte. Debemos ESCOGER el perdonar. Es posible que no
SINTAMOS DESEOS de perdonar a otra persona, pero Dios trata con nuestras elecciones, no con
nuestros sentimientos.

Puedes decir: “Pero supongamos que esa persona no pide perdón y ni siquiera admite que ha hecho
mal. ¿Cómo puedo perdonarla?” Por lo que sabemos de las Escrituras, jamás vino nadie a Jesús
para pedirle que perdonara sus pecados. Sin embargo Jesús sí, perdonó a la gente. Les perdonó de
una manera muy especial. Les perdonó UNILATERALMENTE. La palabra “unilateral” parece una
palabra muy difícil, pero en realidad no cuesta entenderla. Significa “de un solo lado”.

Perdonar a alguien unilateralmente significa que tú lo perdonas por tu lado, no importa lo que haga
él. Puede ser que él te pida perdón y puede ser que ni siquiera sepa que necesita ser perdonado.
Pero de todas maneras, tú puedes elegir perdonarlo.

Los que crucificaron al Señor Jesucristo no pidieron perdón, pero Jesús les perdonó de todos modos.
El oró” “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. El perdón fluyó de Su corazón para
aquellos que no lo habían pedido ni lo merecían. Esto es el perdón UNILATERAL.

Cuando acudimos al Señor buscando la salvación, no confesamos CADA pecado que habíamos
cometido en la vida. No pedimos Su perdón por cada pecado. Y sin embargo el Señor nos recibió y
nos perdonó por cada pecado que habíamos cometido.

Ahora nos manda perdonar a otros, tal como Él nos perdonó a nosotros. La Biblia dice:

“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia,


de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros ,
y perdonándoos unos a otros sí alguno tuviera queja contra otro.
DE LA MANERA QUE CRISTO OS PERDONÓ, ASI TAMBIEN HACEDLO VOSOTROS”
(Colosenses 3:12,13)

Aunque otra persona no te pida perdón o ni siquiera reconoce haberte hecho mal, tú de todos modos
puedes perdonarle. Puedes perdonarle UNILATERLAMENTE.
5. Confía en que el Espíritu Santo haga de tu perdón una realidad.

Perdonar a los demás y librarnos de la amargura, es el resultado de nuestra cooperación con el


Espíritu Santo.
No podemos hacerlo a solas, y el Espíritu Santo no lo hará a menos que nosotros elijamos pedir su
ayuda. Debemos trabajar juntamente con Él. Nosotros escogemos perdonar y confiamos en el
Espíritu Santo para que lo haga. La Biblia dice:

“Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más sí por el Espíritu hacéis morir las obras de la
carne, viviréis”
(Romanos 8:13)

¡Debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude a perdonar y olvidar! Es posible “perdonar” a
alguien y luego empezar constantemente a revivir su ofensa. Cuando rehusamos olvidarlo,
mantenemos vivo nuestro resentimiento. Que Dios nos ayude a perdonar como Él perdona: perdonar
y olvidar. Dios dice:

“Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”


(Hebreos 8:12)

A Clara Barton, fundadora de la Cruz Roja Norteamericana, le preguntaron una vez si aún hablaba
con cierta persona. “¿Por qué no?” preguntó ella. Su amiga, que conocía la ofensa que hace muchos
años había cometido esta persona en contra de la Srta. Barton, se la recordó y su respuesta fue: “Oh,
recuerdo claramente haber olvidado esa ofensa”.

TRATANDO CON NUESTROS SENTIMIENTOS


Para volvernos de la amargura al perdón, es importante que examinemos nuestros sentimientos.

Podemos escoger el perdonar y hacerlo de todo corazón, pero la herida aún está allí. Para quedarnos
completamente libres del resentimiento y de la amargura, debemos tratar con nuestros sentimientos.

¿Hay alguna manera de tratar con los sentimientos? ¡Sí, la hay! La forma de tratar con ellos es
cambiar nuestra manera de ver las cosas. No podemos cambiar los hechos de una situación pasada,
pero sí podemos cambiar la forma en que vemos el asunto.

Recuerda que somos controlados por la forma en que vemos las cosas y como las creemos en
nuestro corazón. Consideremos a José. Ya hemos visto que los hermanos de José lo odiaban y lo
vendieron como esclavo. Los hechos de esta situación no podían cambiarse.

Lo que sucedió, sucedió para siempre. Sin embargo José no estaba resentido con sus hermanos.
¿Cómo hizo José para tener buenos sentimientos hacia sus hermanos después de todo lo que le
habían hecho? Él le dio un significado correcto a estas circunstancias. El vio la mano de Dios en todo
lo que le había sucedido. Se dio cuenta de que Dios había usado todas estas circunstancias para su
bien.
José dijo a sus hermanos:

“...vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien”


(Génesis 50:20)
Nuestros “males” nunca son los sucesos en sí,
sino el efecto que les permitimos tener sobre nosotros…
Para aquel que teme y duda, todo es malo; para él que confía, todo es bueno.
Norman Grubb

La historia de José nos enseña esta gran verdad: Dios puede sacar beneficio de una situación mala si
confiamos en Él. Dios no ocasiona el mal, pero puede usarlo para cumplir sus propósitos. La Biblia
dice:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayuda a bien…”
(Romanos 8:28)

Te das cuenta de que en este versículo no dice “vemos” ni tampoco “entendemos” sino que dice
‘SABEMOS’ que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien". Tal vez no veamos ni
comprendamos cómo es que todas las cosas están cooperando para nuestro bien, pero podemos
SABER que es así porque Dios lo dice.

En cuanto a nuestra situación, no podemos cambiar los hechos. Lo que ha sucedido, ha sucedido y
no podemos cambiarlo. Pero podemos confiar en que Dios hará algo bueno de la situación.

Podemos decir: “Señor, lo que ha hecho esta persona me parece mal, pero Tú has dicho que todas
las cosas ayudan a bien a los que te aman. Confío en ti para que saques algún bien de esto tal como
lo hiciste en el caso de José". Cuando creemos que Dios está usando todas las cosas, incluso
aquellas que nos parecen malas, para nuestro eterno bien, podemos verlas de una manera diferente.

Podemos realmente agradecerle a Dios por las cosas que nos han sucedido. Esto quita el dolor de
las ofensas pasadas y nos libra de los resentimientos. Con relación a aquellos que nos han hecho
mal, podemos decir con José: “Vosotros pensasteis mal contra mí mas Dios lo encaminó a bien.”

Joya Descubierta
El resentimiento y la amargura pueden hacernos prisioneros,
pero el perdón nos liberta.

¡Ahora es tiempo de meditar


en lo aprendido!

S-ar putea să vă placă și