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Monstruos jugando al escondite

Eran más de las 12 de la noche, Érika dormía tranquilamente en su cuna y papá se encontraba
en la habitación del ordenador. Érika se había dormido apenas una hora antes y papá suspiraba
aliviado porque por fin la niña empezaba a descansar. De repente Érika rompió a llorar de una forma
en la que nunca papá había oído. Corrió hacia la habitación y la encontró sentada en la cuna con las
mejillas surcadas por las lágrimas y llorando desconsoladamente. Papá la cogió en brazos y le
preguntó:

– Érika, mi vida, ¿qué te ocurre, por qué lloras mi amor?

Como no sabía hablar bien todavía, señaló con su dedito las cortinas de la habitación. Papá se
giró y vio que se movían ligeramente, pero además donde ella señalaba se encontraba tirado un
pantalón suyo, que estaba tapado en gran parte por la cortina, solo sobresaliendo un trozo del pie.
Comprendió que Érika se asustó al pensar que ahí había algo escondido. Sentó a Érika en la cuna y
dijo:

– Cariño, no te asustes, ahí no hay nada, además si fuese un monstruito no tendrías que tenerle
miedo, ¿y sabes por qué? Hace mucho tiempo, en una ciudad muy, muy lejana vivían todos los
monstruitos juntos. En esa ciudad tenían de todo; tenían parques, tenían piscinas y muchas cosas
más, pero lo que no tenían eran lugares para que los monstruitos niños jugaran sin molestar a los
monstruitos papás y mamás, así que los monstruitos niños pensaron que, para poder jugar sin
molestar y que no les castigaran, lo mejor era jugar fuera de la ciudad.

Su juego favorito era el escondite, les encantaba esconderse, detrás de las cortinas, debajo de
las camas y donde más les gustaba era en los armarios. Pero, claro, como estaban jugando fuera de
la ciudad, no tenían esos sitios para jugar, así que uno de los monstruitos niños le dijo al resto:
“tengo una gran idea, ¿por qué no nos escondemos en las casas de las otras ciudades? Allí sí que
podríamos escondernos como nos gusta”. Todos los monstruitos niños entusiasmados decidieron
que así lo harían. Como siempre, uno se quedó contando para que los demás se escondieran,
cuando hubo acabado de contar empezó a buscar a los demás monstruitos niños, pero a mitad del
juego empezaron a sonar muchos llantos, llantos de niños, los niños de las casas se habían
asustado al ver a los monstruitos escondidos, pues pensaban que se escondían para asustarles,
pero esa no era la intención de los monstruitos niños, así que se marcharon muy tristes sin poder
jugar. Eso mismo ocurrió la noche siguiente, y la siguiente y así todas las noches, hasta que un día
los monstruitos niños ya enfadados dijeron: “si ellos creen que queremos asustarlos, pues eso
haremos. Veréis qué divertido va a ser ver la cara de esos niños”.

Así ocurrió, todos los niños estaban asustados y cada vez lloraban más y más, sin dejar
descansar a sus papás y mamás, hasta que un día uno de esos papás se dio cuenta de qué sucedía y
fue a la ciudad de los monstruitos a hablar con los papás y mamás monstruitos. Les dijeron lo que
sus hijos hacían y entre los papás y mamás acordaron que los monstruitos niños no asustarían a
más niños, pero a cambio los papás y mamás deberían enseñar a los niños a no llorar para así no
estropear el juego de los monstruitos niños.

Por eso, cariño, no debes asustarte aunque sea un monstruito, simplemente están jugando al
escondite, y si lloras, seguro que a ese monstruito niño lo encuentran y entonces les estropeas el
juego, ¿y eso a ti no te gustaría que te lo hicieran, verdad?

Érika comprendiendo la historia, se tranquilizó un poco más, y desde entonces cuando creía
ver un monstruito niño escondido en un armario, debajo de la cama o detrás de las cortinas, no
lloraba, se reía pensando que ella también se escondería ahí para que no la encontraran.

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