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TOMAS MORO: VIDA Y OBRA

Por: Gabriel Restrepo, profesor de la Universidad Nacional

Corresponde al escrito: Restrepo, Gabriel, 1977 01 "Esbozo de la vida y obra de Tomás


Moro". En: Alzate y otros: Fundamentos del Pensamiento Social: Maquiavelo, Moro, Bacon,
Comte, Saint-Simon, Hegel y Rousseau. Bogotá, Cuadernos de Sociología de la Universidad
Nacional, número 7.

Bogotá, 1977
ALGUNAS TESIS INICIALES
2

1. La Utopía de Moro es quizás la primera expresión teórica de la lucha de la "sociedad


civil" contra la nobleza, lucha que dará la tonalidad característica al pensamiento moderno hasta
mediados del siglo XIX. Puede indicarse la continuidad de su reflexión en la obra de Rousseau,
Saint-Simon, Comte, Tocqueville o Marx.

2. Lo específicamente diferente de La Utopía respecto a Maquiavelo es la exposición de


un programa de lo que sería la sociedad, supuesta la anulación de la aristocracia y excluyendo la
aplicación de la fuerza y el fraude como medio de regulación de la unidad interna del Estado.
Mediante esta abstracción, Moro penetra en la concepción de una serie de contenidos de la
sociedad moderna, marginales en Maquiavelo: la organización económica, la educación, la
familia, la religión.

3. La convergencia con Maquiavelo está determinada por el hecho de que Moro concibe
la unidad y fortaleza interna de una sociedad como base para el dominio de un Estado sobre
otros, en un contexto internacional caracterizado por la diferencia de niveles de productividad,
formas políticas, religiosas, costumbres.

4. Sobre el método: La Utopía anuncia lo que puede ser el papel en la ciencia moderna
del ideal como instrumento heurístico. El pensamiento social, aún no diferenciado, permanece,
como se expresa en Moro, contenido en la esfera del arte: contiene reglas, pero no leyes, no se
ha elevado a principios, carece de medida.

5. La "felicidad" se puede organizar sobre una base secular y en los límites de un Estado;
hacia este punto convergen las reflexiones de Moro sobre la economía, la religión, la salud, la
educación, la moral que en gran medida contienen la anticipación en la idea de resultados
demostrables en la sociedad moderna.

1. Tomás Moro: Vida y Martirio


3

En 1978 se cumple el quinto centenario del nacimiento de Tomás Moro . 1

Acaso no tan celebrado como el cuarto centenario de su muerte (1935), que dio lugar a su
canonización y al renacimiento de los estudios y publicaciones sobre su vida y obra (en
Inglaterra y en la Unión Soviética), el acontecimiento permitirá reflexionar sobre la actualidad
de un pensador y hombre de Estado inserto en el renacimiento, en quien se encuentran hoy, por
vías distintas, católicos, liberales y comunistas.
Los primeros celebran en la vida de Moro, pero mucho más en su martirio, la fidelidad
de la Iglesia Romana y la santidad encarnada en uno de los primeros laicos modernos; los
segundos han puesto de presente, a partir de la revolución inglesa, su tolerancia manifiesta en
vida y mayormente en la obra, su defensa de la libertad de conciencia del individuo frente al
Estado, el haber distinguido entre la moralidad del ciudadano, equivalente a la ley, y la
moralidad del individuo, que sobrepasa la esfera civil. Los últimos a partir de Marx y de
Kaustky, rinden homenaje a Moro como temprano crítico del capitalismo emergente y como
socialista "utópico" que formuló idealmente un modelo comunista, inspirado en Platón, acertado
en los fines, deficiente en los medios debido a limitaciones históricas.
Como ha sucedido con todo gran pensador, como ocurrió con su contemporáneo
Maquiavelo, la obra de Moro se refractó en la interpretación histórica, más sensible a los
propios intereses ideológicos que dócil al objeto considerado, del que se han seleccionado
aspectos unilaterales.
Así por ejemplo, los primeros han soslayado al Moro que criticó severamente a la Iglesia
de su tiempo hasta el punto de dibujar en La Utopía una organización religiosa diferente, semi-
pagana y laica. Los otros han velado el hecho de que Moro, en calidad de Canciller de Enrique
VIII, no pudo situarse a la altura de su temprana formulación teórica tolerante, viéndose
obligado a ejecutar las leyes contra herejes, condenando a los primeros mártires protestantes en
el momento en que Enrique VIII era reconocido como "defensor de la Fe" por el pontífice
romano. Finalmente, los últimos han ignorado las objeciones que Moro se presentó a sí mismo
en La Utopía contra una sociedad comunista, retomando los antiguos argumentos de Aristóteles
contra Platón.
No se puede comprender a Moro cabalmente sin apreciar las múltiples y contradictorias
facetas que encarnó como ejemplar individualización del Renacimiento. En el caso de Moro se
muestra muy claramente que en la vida de cualquier individuo es imposible e impensable una

1 Debe advertirse que el texto es de 1977.


4

congruencia perfecta entre todos sus actos, mucho menos correspondencia acabada entre
pensamiento y acción.
Moro habitó en un momento de la historia en el cual contó mucho más la ruptura que la
continuidad y parsimonia de las instituciones; momento en el cual se abría por consiguiente un
espacio considerable para la creatividad y afirmación del individuo, situado entonces entre un
mundo en decadencia y otro emergente, sin que fuera dable reconocer claramente las fronteras y
menos descifrar el sentido de cualquier acción.
Wolsey, cardenal y canciller bajo Enrique VIII, soñaba y perseguía el pontificado para sí,
sin saber que allanaba el camino para que su soberano se constituyera en cabeza de la Iglesia
Anglicana; Francisco I, el Rey Cristianísimo, no vaciló en aliarse con los turcos, enemigos de la
cristiandad para contener el poder de Carlos V; Colón, ante nuevos hechos, los encubrió bajo lo
ya conocido ("Cariay, Veragua. Las minas de oro, la provincia donde hay oro infinito, donde los
llevan las gentes adornándoles los pies y los brazos, y en él se enforran y guarnecen las arcas y
las mesas! Las mujeres traían collares colgados de la cabeza a las espaldas. A diez jonadas está el
Ganges. De Cariay a Veragua es tan cerca como de Piza a Venecia. Yo todo esto lo sabía: por
Tolomeo, por la sacra Escritura; y se lo dije a la reina: son el sitio del paraíso terrenal…" ). 2

Ni los individuos ni los sucesos del renacimiento siguieron una dirección unilateral; lo
característico de la época fue el drama de la personalidad escindida y de las instituciones sujetas
a cambio acelerado; Tomás Moro, por su vida, por su obra, resumió su época.
Moro fue en primer lugar ciudadano del anchuroso mundo latino y cristiano del
Renacimiento; escribió su Utopía en latín, como muchos de los escritores, pensando como
europeo, influido idealmente por el sueño de una Europa unificada, en el preciso momento en el
cual tal idea era prácticamente imposible ante la pujante afirmación de los estados nacionales y
por el decaimiento espiritual de la Iglesia. Moro fue hijo de la imprenta. El mundo entonces se
redefinía en múltiples sentidos: especialmente, por los descubrimientos de Colón y por la
revolución de Copérnico, aunque en uno y otro caso se tardara en comprender su significado;
culturalmente, por el redescubrimiento de la antigüedad.
A Moro se ajusta lo que dijo Cervantes de un amigo de Don Quijote: "Su profesión era
ser humanista". Influido por los neoplatónicos, particularmente por Pico de la Mirándola, cuya
biografía tradujo al inglés, Moro aplicó por primera vez la filosofía práctica de Platón a la
disección de la sociedad naciente. Compartió con los neoplatónicos y humanistas la confianza en

2 Citado por Gemán Arciniegas en Biografía del Caribe Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1945 p.53.
5

la posibilidad de perfeccionamiento y modificación del individuo y de la sociedad a base de una


nueva educación.
Decisiva fue su amistad con Erasmo, quien había estudiado y enseñado en Cambridge.
Allí en Inglaterra había abierto Erasmo las puertas para una inédita interpretación histórica y
filosófica del Nuevo Testamento y para el estudio de la antigüedad, pagana y religiosa. Con
Erasmo se encontró Moro vinculado por el común cultivo de la tradición estoica: o sea, la
corriente que se mantuvo ceñida al estudio de la moral. Ni Moro ni Erasmo se preocuparon
mayormente por el estudio de la naturaleza.
Singular importancia revistió la actitud de los humanistas frente a la aparición inesperada
del protestantismo, movimiento que uno y otro prepararon en alguna medida, pero del cual se
distanciaron hasta el punto de oponerse radicalmente. Criticaron la venalidad de la iglesia
constituida, a tiempo que creían posible la contigüidad de su doctrina, que no ponían en duda,
con la recreación del mundo intelectual pagano. Alentaron el reformismo católico, movimiento
que floreció históricamente con ellos hasta la aparición de Lutero (1517), hizo crisis con la
ruptura entre Erasmo y Lutero, y agonizó luego de la Dieta de Ratisbona (1541), último
esfuerzo, fallido al cabo, por reconciliar a católicos y protestantes por medio de la agencia de los
moderados (Page y Contarini, amigos o discípulos de Moro y de Erasmo; Melachton y Bucero,
por el lado de los protestantes).
En éste, como en otros aspectos, Moro y Erasmo permanecieron históricamente atrapados
en el pasado, sin que eso les restara vigencia cultural. Lutero, en muchos puntos más
conservador que Erasmo y Moro (por ejemplo: su posición frente a la obediencia a las
autoridades civiles, su concepción de la razón como sujeta a la autoridad política y religiosa, su
ética económica) se situó más cerca del mundo moderno por su crítica radical a la Iglesia, bajo la
forma y especie de una reinterpretación teológica fundamental, no ya por críticas a su
manifestación visible.
Moro, por otra parte, afirmó muy bien sus pies sobre Inglaterra. Como abogado, Moro se
formó en la tradición del derecho consuetudinario y de las libertades comunales y ciudadanas
garantizadas a partir de la carta Magna . Como hombre de Estado, ocupó los cargos de alcalde
3

de Londres, de consejero, de embajador y Canciller de Enrique VIII. Y como escritor,


contribuyó a fijar la conciencia nacional con su prosa inglesa y particularmente con su historia
de la vida de Ricardo III.

3 Ver Can, Helen: England Before Elizabeth: London, Hutchison University Library , 1967 (1950).
6

En el plano político, Moro fue testigo y víctima del ascenso y consolidación de la


dinastía de los Tudor, y con ella de la razón de Estado. La caída de Wolsey (1530), la ejecución
de Moro (1535) y el conjunto de las políticas de Cromwell marcaron, al decir de los
historiadores, el comienzo del Estado moderno Inglés . 4

La muerte de Moro puede ubicarse en cierta forma como preámbulo y premisa para la
inflexión de la historia Inglesa que dio lugar a la afirmación de la soberanía de la realeza, a
través del parlamento; a la primacía del Estado sobre la Iglesia, por la confiscación de cuantiosos
bienes, por el sometimiento de la Iglesia al Estado; a la creación de una burocracia racional
constituida por funcionarios permanentes, seculares y capacitados para administrar los tesoros
del Estado en cabeza del Rey sobre base de procedimientos contables más eficaces.
En el plano económico y social, Moro contempló cómo el desarrollo del comercio, el
alza de los precios y la presión demográfica deshicieron las relaciones económicas feudales, lo
cual se manifestó en el cercado de tierras, en el enriquecimiento sin medida de nuevas capas
sociales y en el envilecimiento y putrefacción del grueso sector del campesinado parcelario y
servil expulsado de sus tierras o privado de bienes comunales.
Como embajador y canciller de Enrique VIII, Moro conoció de cerca el escenario y la
trama del nuevo orden internacional que giraba principalmente en torno a Italia; las alianzas y
rupturas de acuerdo a los emergentes y poderosos intereses estatales; la quiebra del universo
caballeresco debida a las nuevas modalidades de guerra: movilización de contingentes más
numerosos y tropas mantenidas a sueldo, nuevas armas y técnicas de combate.
Finalmente, podría comprenderse de modo más preciso la vida de Moro, y sobre todo su
muerte, en una perspectiva comparativa más amplia, acudiendo por un extremo, a una analogía
histórica muy ilustrativa : en 1170 fue asesinado Tomas Beckett, Arzobispo y canciller de
5

Inglaterra. Su muerte fue una consecuencia de su oposición a la política del Rey Enrique II
encaminada al fortalecimiento de la justicia secular en desmedro de la canónica, obligando a que
los clérigos que cometieron crímenes pasaran por la corte civil, y suprimiendo la intervención
del pontífice Romano en la administración de justicia a través de las apelaciones. El conflicto
manifestaba tempranamente la antítesis entre Iglesia y Estado.

4 Principalmente: Elton, G.R. The Tudor Revolution in Government: administrative changes in the Reign of Henry
VIII. Cambridge.
y: Smith, Minard: Henry VIII and the reformation. Macmillan and Co., London, 1962 (1948).
5 Ya empleada de otro modo por uno de los primeros biógrafos de Moro:Ro: Ba: Véase: Hitchcock, E., y Hallet,
P.E.: The life of sirThomas more, sometymes Lord Chancellour of England. By Ro: Ba:, London, Oxford
University Press, 1950.
7

Pero mucho va de un Tomás a otro Tomás, y mucho de un Enrique II a un Enrique VIII.


La querella se resolvió en el siglo XII a la manera medieval: el Rey no encontró más alternativa
que doblegarse ante la autoridad del Papa. El martirio de Tomás Beckett se convirtió en una
fuerza social que obligó al arrepentimiento del monarca, carente de fuerzas propias suficientes
para contrarrestar el poder espiritual y material de la Iglesia.
Cuando en 1532 el cardenal Fisher y el antiguo Canciller Tomas Moro rehusaron prestar
juramento de obediencia al Rey porque tal juramento entrañaba al mismo tiempo demostrar la
lealtad de los súbditos a la supremacía del Rey sobre la Iglesia de Inglaterra, decidiendo un
cisma en la iglesia universal, no se levantaron más que unos monjes y una pequeña parte de la
población campesina, que no podía poner en peligro la estabilidad del régimen. En 1535 ya
había triunfado definitivamente la razón de Estado.
Moro, que estructuró una teoría completamente diferente a la de Maquiavelo, adoptó, en
este punto, una actitud tradicional, defendiendo la supremacía espiritual del Papa y la unidad del
mundo cristiano, en un momento en el cual tales ideales chocaban con la nueva fisonomía de la
sociedad moderna.
Pero bajo esta posición tradicional se esgrimía, por otra parte, un argumento
revolucionario, el cual vendría a conformar decisivamente la conciencia de la sociedad
moderna: la libertad de conciencia y de opinión del individuo frente al Estado. En el proceso que
antecedió a su condena y muerte, Moro sostuvo que
"nadie está obligado a jurar que cada ley está bien hecha, ni obligado en conciencia a
realizar lo que piensa que es injustamente promulgado" . 6

Esta tesis, expuesta en la nación que mayormente había preservado las libertades
comunales, era ciertamente consistente con la antigua tradición del tomismo , pero adquiría, sin
7

embargo, una fuerza inusitada y una significación completamente nueva en el momento mismo
de la constitución del Estado Nacional, aunque entonces se manifestara como negación y

6 En Hichcock, E. Op. Cit., p.206.


7 . Cassirer indica que: "En la filosofía medieval, el derecho a la resistencia abierta contra el gobernante no podía
admitirse. Si el príncipe deriva su autoridad directamente de Dios, cualquier resistencia se convierte en una abierta
rebelión contra la voluntad divina, y, por tanto, en un pecado mortal. Ni siquiera el gobernante más injusto deja
nunca de ser el representante de Dios, y debe ser por tanto obedecido. Tomás de Aquino no podía negar o echar
abajo este argumento. Pero, aun aceptando la común opinión de jure, le dio una interpretación por la cual alteró
prácticamente su sentido. Declaró que los hombres están obligados prácticamente a obedecer a las autoridades
seculares, pero que esta obligación está restringida por leyes de la justicia y que, por consiguiente, los súbditos no
tienen obligación alguna de obedecer una autoridad injusta o usurpada. La sedición está prohibida ciertamente por
la ley divina pero resistir a una autoridad injusta o usurpada, desobedecer a un "tirano", no tiene un carácter de
rebelión o sedición, sino que resulta más bien un acto legítimo". Cassirer, Erns: El Mito del Estado: Méjico,
Fondo de Cultura Económica, 1972 (1946), p. 125.
8

resistencia aislada al absolutismo. La realización de esta tesis se hará evidente en la revolución


de mediados del siglo XVII cuando el parlamento, instrumento servil de la monarquía en el siglo
XVI, defienda las libertades civiles, limite el poder de la realeza y disuelva la confusión entre
Iglesia y Estado, típica expresión de cualquier forma de absolutismo.
Moro, como una de las figuras centrales del Renacimiento, fue mediador entre el mundo
antiguo y el moderno.

2. Utopía

Moro concibió su Utopía (1516) en un momento en que la intelectualidad europea era


impresionada profundamente por el descubrimiento del Nuevo mundo, hecho que contribuía a
desarrollar el sentido de lo posible, ya alentado por el retorno al mundo antiguo y por el
renacimiento económico. Moro se sirvió, particularmente, de las crónicas de Vespucci y de la
forma como dio crédito en sus diarios, por su excepcional condición de testigo, a una mezcla
fabulosa de identidades reales y de sucesos imaginarios.
Como en la novela moderna, a partir de Cervantes, Moro perseguirá un equilibrio entre
lo verdadero y lo ficticio que produzca la impresión de lo verosímil. En la segunda parte de su
obra, la propiamente utópica, Rafael Hitlodeo, el viajero en el que se encarnó Moro, relató el
descubrimiento de la imaginaria Utopía, isla cuya organización se alejaba en puntos cruciales de
su contraparte europea, pero que por esa distancia permitía apreciar mayormente y determinar en
forma irónica y crítica las limitaciones de ésta y trazar al mismo tiempo nuevos ideales.
En la primera parte, escrita, con posterioridad, Moro describió de modo preciso y
positivo el complejo de causas que determinaban su extrañamiento y la evasión de su
pensamiento heurístico: la aristocracia terrateniente y la Iglesia (como gran propietaria de
tierras) había procedido al cercamiento de tierras comunales, expulsando a grandes masas de
campesinos
"por fuerza y por fraude, a fin de apacentar ovejas y lucrarse con el mercado de lana”.
En la famosa fábula de Moro:
"las ovejas que tan mansas eran… han comenzado a mostrarse ahora de tal modo voraces
e indómitas que se comen a los propios hombres y devastan y arrasan las casas, los campos y las
aldeas" . 1

1 Moro, Tomás: Utopía, en: Utopías del renacimiento. México. Fondo de Cultura Económica, 1941. Pagina 53.
9

A la violencia física originaria siguió luego la compulsión económica como mecanismo


de despojo y de emigración forzada 2
: los terratenientes podían imponer, esperando y
concertándose, precios superiores a sus productos. Se había disminuido el espacio dedicado a la
agricultura, con lo cual se sustraía la base de trabajo a buena parte de la población campesina y
se elevaban los precios de las subsistencias, encareciéndose de contera la fuerza de trabajo, con
el resultado de mayores despidos de siervos y de trabajadores.
Sin otras posibilidades de empleo, los campesinos emigrados, ahora ociosos a su pesar, se
entregaban al vagabundaje, al robo, a la mendicidad, desembocando con frecuencia en la prisión
o en la horca. Ordenando los fenómenos de este modo, Moro trascendió la visión del abogado
que se limitaba a ponderar la mayor o menor eficacia de la pena: al invertir el problema, Moro
atacó sociológicamente las raíces del delito, sosteniendo como consecuencia que la garantía para
su prevención estará dada por la reforma de la sociedad, no tanto por el perfeccionamiento del
aparato de justicia:
"Si no remediáis decididamente estos males, es inútil que elogiéis la justicia destinada a
reprimir los robos, pues ella será más aparente que real; porque consentir que los ciudadanos se
eduquen pésimamente y que sus costumbres vayan corrompiéndose poco a poco desde sus más
tiernos años para castigarlos cuando, ya hombres, cometen delitos que desde su infancia se
hacían esperar, qué otra cosa es sino crear ladrones para luego castigarlos?" 3

Para concluir su diagnóstico, Moro describió y criticó los valores predominantes de la


ética nobiliaria tradicional: la pequeña cúspide de la pirámide social, compuesta por los
terratenientes y los servidores más cercanos, despreciaba el trabajo manual, amaba el lujo y el
despilfarro, gozaba con la caza, la guerra y la violencia, todo lo cual chocaba a la conciencia de
una burguesía en ciernes.
Por su parte, la nueva dinastía de los Tudor aprovechaba su elevada posición para
enriquecerse y fortalecerse gracias al control de la moneda y al manejo de la deuda pública, a los
impuestos de guerra y al monopolio de la administración de justicia.
En su plano externo, la insular Inglaterra se veía arrastrada de uno u otro modo a las
intrigas y pactos que tenían como presa a Italia y que conducían a la guerra, realidad o amenaza
permanente. Y lo peor: como los ejércitos se componían de la población flotante y deprimida, se

2 Marx siguió explícitamente a Moro en muchos de sus puntos en el análisis de la violenicia inicial que acompañó
a la acumulación originaria del capital. Ver: Marx, Karl: "la llamada acumulación originaría", capítulo XXIV de
El Capital.
Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1964, Primer Tomo.
3 Moro, Tomás. Utopía, página 55.
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temía que a la terminación de la guerra, con el licenciamiento de los soldados, se viera afectado
el orden interno por sediciones y levantamientos generados por la escasez de recursos.
Así, en la ponderación del orden social, Moro subordinó las consideraciones sobre la
justicia y el derecho al examen de la organización de la sociedad, deteniéndose especialmente en
la relación de los hombres con la base de su subsistencia. La justicia social dependerá de las
circunstancias que medien en el acceso de los miembros de una sociedad territorialmente
organizada a los recursos para su reproducción, lo que en tiempos de Moro equivalía a la tierra
cultivable.
Moro inauguró con este interés el campo para la economía y la sociología dentro de la
matriz del pensamiento social moderno, aunque se necesitará recorrer mucho camino para
desarrollar y diferenciar estas ciencias. Por ejemplo: para Moro economía significaba todavía
ahorro como producto del control ético y de la organización social, porque hasta cierto punto
concebía la riqueza como algo relativamente constante.
La utopía de Moro no penetró en la idea de una riqueza potenciada por la productividad
derivada de la aplicación de la técnica: rasgo que diferenciará la utopía del siglo XVI de la del
siglo XVII representada en la Nueva Atlántida del Bacon.
Moro se situó en el mismo punto de su contemporáneo Maquiavelo en lo tocante a la
fundamentación de la tendencia hacia la secularización del pensamiento social. Maquiavelo
reconoció nítidamente en El Príncipe la disociación existente entre los principios éticos vigentes
y las exigencias del actuar realista. Moro, en la Utopía, indicó con claridad que el sentido de la
justicia y la eficacia del derecho dependían en buena medida de la naturaleza de la organización
social. Se había hecho incompatible la norma jurídica tradicional con la sociedad emergente.
Pero allí mismo se diferenciaron notablemente por el tono y por el interés . Maquiavelo
4

se concentró en la relación de dominio, Moro en la organización de la sociedad y en la


distribución de los recursos. Se comprende hasta cierto punto que el interés se bifurcara, porque
vivieron en espacios diferentes de un mismo tiempo y se plantearon tareas disímiles: el uno se
formó en una península sojuzgada milenariamente por la dominación extranjera y por la
intervención de la Iglesia; el otro en el reino insular que desde el siglo de la Carta Magna vio
limitada la pretensión del Estado y exaltada la vida comunal.
El primero se proponía sentar las bases teóricas para una futura conformación estatal de
la nación, superando militar y políticamente la dominación extranjera; el segundo ambicionaba

4Otra dimensión de un paralelo entre estos dos pensadores puede verse en: Habermas, Jurgen: Teoría y Praxis.
Buenos Aires, Sur, 1966, obra que ha sugerido muchos de los puntos aquí desarrollados.
11

desarrollar la comunidad nacional, ya constituida como estado, en una dirección burguesa, como
comunidad civil libre, lo cual suponía deshacer los atavismos impuestos por el dominio de la
clase ociosa de los terratenientes. La visión que se forjaron del príncipe o del gobernante difería
considerablemente y resultaba antitética en muchos aspectos. Moro decía del Monarca:
"Así como es propio de un médico ignorante el no saber corregir la conducta de los
ciudadanos sino suprimiéndoles las comodidades de la vida, debe confesar que no sabe gobernar
a hombres libres, y debe dedicarse a corregir su espíritu y soberbia, porque esos defectos serán
motivo de que el pueblo le desprecie y le odie. Viva honestamente de lo suyo, atempere sus
gastos a los ingresos, refrene sus malas acciones y prevenga con leyes justas las de sus súbditos,
mejor que dejar que las cometan para castigarlas luego; revoque inmediatamente las leyes
abolidas ya por la costumbre, sobre todo las que, largo tiempo abandonadas, no se echan de
menos…" . 5

De modo que el Príncipe de Moro era una especie de reformador social y ecónomo
diligente y justo, en ningún momento un disimulador y político como el Príncipe de Maquiavelo,
que no se hacía la ilusión de gobernar para hombres libres, sino para seres perversos y esclavos
de la naturaleza y de las costumbres, según la imagen que compartirá el protestantismo.
Moro, de talante veladamente antimonárquico, dibujó en su Historia del Rey Ricardo III.
La figura del príncipe Maquiavelo, juzgándola sin la menor simpatía, a diferencia de Maquiavelo
y de la reconstrucción dramática que hará Shakespeare a poco menos de un siglo. Moro fabricó
la imagen moderna del diablo en la persona de quien anhela el poder como un fin absoluto,
esbozando al tirano como un ser moral y físicamente deforme:
"Ricardo, tercer hijo de Eduardo, igualó en astucia y en coraje a sus hermanos, pero se
quedó corto en porte y en valor, era bajo de estatura, mal proporcionado de miembros, jorobado,
su hombro izquierdo más alto que el derecho, mal dotado de rostro… Era malicioso, colérico,
envidioso y perverso aún antes de su nacimiento, pues se cuenta que la duquesa, su madre,
padeció tanto en su parto que vino al mundo salido de pies y con dientes,… Era secreto y
reservado, un gran disimulador, vil en su aspecto, arrogante de corazón, besaba a quien pensaba
asesinar, era despiadado y cruel, no tanto por mala voluntad, como por ambición y por la
necesidad de asegurar y de conservar su posición. Indiferente a la amistad o enemistad, no
ahorró asesinato de quien opusiera a su propósito cuando se tratara de lograr una ventaja…" 6

5 Utopía, P. 68.

6 Moro, Tomás: The Life and Death of Richard The Third, en obras completas editadas por Yale University, T.
III.
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Habiéndose decidido por el camino de la reforma económica y social, en el que se


anunciaba ya el pensamiento de la economía burguesa, Moro se desdobló en dos personalidades:
la del temperamento realista (encarnada en la figura del mismo Moro) y la del espíritu Utópico
(a través de Rafael Hitlodeo). Estas dos voces se alternaron en la obra para conformar un diálogo
tolerante de principio a fin, en el que se trazaron dos posibilidades de reorganización social, no
compatibles en muchos aspectos, y en el cual se proyectó modernamente la herencia del
pensamiento griego en dos puntos: las diferencias entre Platón y Aristóteles en torno a la
propiedad privada o colectiva de la tierra, y la contraposición entre pensamiento y acción, entre
filosofía y política.
Por una parte, Moro se proponía seguir un "camino de rodeo" como político realista que
sabe que toda reforma es relativa y que su realización solo puede lograrse a través del
vencimiento gradual de fricciones y de resistencias, mediante compromisos parciales; y que
parte también del axioma de que el hombre es naturaleza gobernada por pasión y costumbre, no
concibiéndose la posibilidad de realizar el bien absoluto:
"Y no es imponiendo un lenguaje desacostumbrado e insólito, a sabiendas de que no ha
de tener ningún peso ante personas convencidas de lo contrario, sino por medio de un rodeo,
como se ha de intentar y procurar, en la medida de lo posible, arreglar las cosas
satisfactoriamente y conseguir, al menos, que lo que no pueda transformarse en bueno sea lo
menos malo posible, pues no es hacedero que todo sea bueno, a menos que la humanidad lo sea,
cosa que no espero hasta dentro de algunos años". 7

Con estas máximas trazó Moro el ideal del desarrollo paulatino y parsimonioso que
seguirá Inglaterra en los siglos posteriores:
"Desterrad esas funestas plagas, decretad que se reedifiquen las granjas y las aldeas a los
que las destruyeron, o que las cedan para la reconstrucción a los que quieran hacerlo; poned
freno a las compras de los ricos y a la libertad de ejercer los monopolios, que sean cada vez
menos los que vivan de la ociosidad, que se vuelva a la agricultura, que se organice la
manufactura de la lana, ocupación honesta para las gentes ociosas a quienes hasta hoy la pobreza
arrastró hasta el robo, o para los que siendo ahora vagabundos o criados haraganes están a punto
de parar en ladrones" . 8

7 Utopía, P. 69-70

8 Ibid, p. 55.
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Con estos imperativos no pretendía Moro restituir el estado de cosas anterior. Siguiendo
la tradición del pensamiento católico fijado por Santo Tomás a partir de Aristóteles, Moro
intentaba conservar la propiedad privada, haciéndola compatible con la noción de comunidad

social mediante dos elementos que serán pieza central en la doctrina económica del mundo
9

burgués en el momento de su ascendencia hasta el siglo XIX: limitar la formación de

monopolios y desarrollar la industria manufacturera.

Limitar la formación de monopolios en la propiedad de la tierra significaba mucho en el

pensamiento de Moro; facilitar el acceso de la población a los bienes de la naturaleza, minar la

base para el predominio de la clase terrateniente dentro de la sociedad, en suma: la aspiración

libertaria de la sociedad civil en su oposición a los "parásitos de la sociedad", como llamará

Ricardo a los terratenientes siguiendo el talante de Moro.

La "economía burguesa" proseguirá por el camino trazado por Moro, transformando en

premisa y "estado de naturaleza" (Locke) lo que en Moro era un ideal, a saber:, la nivelación en

el acceso a los bienes de la tierra. Por su parte, los precursores de la sociología, Saint - Simon en

especial, se encontrarán en el compás del espíritu de Moro, en el ámbito de su ética: avanzaron

positivamente porque medirán y precisarán la fuerza de la "sociedad civil" una vez madura por la

evolución inglesa y revolución francesa.

En la oposición al temperamento del reformador mesurado, la personalidad utópica de

Moro encarnó en la figura de Rafael Hitlodeo. Encubierto bajo la apariencia de este viajero,

discípulo de Platón, Moro pudo separarse radicalmente de la realidad de su tiempo sin perder por

eso la cabeza.

Moro no enunció ningún programa revolucionario, no predicó como Münzer la próxima

realización de Jerusalén en la tierra, ni convocó a ninguna fuerza social para alterar el estado de

cosas del que disentía: como abogado y como católico creía que la desobediencia individual

9 El argumento de Aristóteles era el siguiente: "Es evidente, pues, que es mejor que las posesiones sean poseídas
en privado, pero haciendo de ellas una común propiedad en cuanto al uso de las mismas, y formar a los
ciudadanos para esto es una tarea específicamente del legislador". Política, Libro II, Capítulo 2.
14

podía justificarse, pero nunca el acto abierto de rebelión. Lo cual, sin embargo, no impidió

explorar en las fronteras del pensamiento la posibilidad de una profunda reorganización social.

Moro contaba con un valioso antecedente: La República de Platón, en donde la sociedad

realizaba la justicia a base de la propiedad comunal. La reconsideración del ideal platónico ya

era de por sí un hecho de enorme importancia cultural. Pero Moro fue más allá: actualizó el ideal

mediante un recurso ingenioso: lo pensó como realizado. Al igual que Colón y Vespucci

descubridores del Nuevo Continente, Rafael Hitlodeo hallaba en él una isla organizada de

acuerdo al ideal platónico. Así, de forma imaginaria, Moro suprimía de un plumazo en la nueva

isla dos fuerzas sin las cuales no se podía pensar a sí misma la isla británica, contigua en el

tiempo: la Aristocracia terrateniente y la monarquía.

Una lectura de La Democracia en América de Tocqueville, escrita a poco más de tres

siglos serviría para demostrar la profundidad de la idea reguladora contenida en la utopía y la

importancia del método comparativo ya insinuado en Moro (el punto mediador lo constituirá la

noción de experimento metódico iniciada en el siglo XVII). Ya constituida una innovación muy

positiva el presentar un modelo de organización social diferente que introducía en el mundo

moderno la idea de la diversidad de la cultura y de la sociedad, es decir: la idea de la historia,

contra el secular sentimiento de la vigencia de lo tradicional.

Valiéndose de una analogía con la medicina, recurso muy propio del estilo de la época

(p.e.: en Maquiavelo), Rafael Hitlodeo distinguió claramente su concepción sobre la

reorganización social respecto de la propuesta presentada por su mesurado contendor:

"Si no se suprime la propiedad, no es posible distribuir las cosas con un criterio

equitativo y justo, ni proceder acertadamente en las cosas humanas. Mientras exista, han de

perdurar entre la mayor parte de los hombres la angustia, la inevitable carga de la pobreza y las

calamidades. Admito que pueden aligerarse un tanto, pero no suprimirse totalmente. Si se

establece que nadie posea más de cierta extensión de tierra y se declara un cierto límite de

fortuna para cada ciudadano, si se previene que ningún Príncipe sea demasiado poderoso, ningún
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pueblo orgulloso en demasía, que los cargos públicos no se soliciten ni se vendan, ni se

desempeñen con boato…, con tales leyes se podrían aliviar y mitigar esos males así como se

fortalecen con asiduos remedios cuerpos enfermos y débiles, pero no habría en cambio esperanza

ninguna de que sanen y vuelvan a su estado normal si cada cual posee algo como propio; al

intentar la curación de una parte se exasperará la herida de otras, así como de la curación de una

enfermedad se origina otra nueva”. 0 1

A este ideal opuso su contrincante un argumento tomado de las objeciones que presentará

Aristóteles al modelo de la propiedad comunal afirmado en La República, remozándolo al

atribuir mayor peso a la cuestión de la eficacia económica y al problema del orden político y

librarlo de las consideraciones de valor:

"no se puede vivir a gusto donde todo es común. Pues, ¿cómo se alcanzaría la

prosperidad si todos se sustrajesen al trabajo? No urgiéndole a nadie el deseo de ganancia, la

confianza en el esfuerzo ajeno les hará perezosos y al sentirse acosados por la pobreza y sin

ningún medio legal para proteger como suyo lo adquirido no se seguiría una inevitable vivir en

perpetua matanza y sedición" 1 . 1

Pero, como se ha insinuado, en este punto cesaba la discusión sobre lo meramente

posible, para dejar el lugar al relato de la supuesta sociedad basada en el modelo de propiedad

colectiva, vista a la luz de la irrefutable experiencia de Rafael Hitlodeo:

"… no tienes ni la menor idea de la cuestión o tienes una falsa. Si hubieses estado

conmigo en Utopía y conocido personalmente sus costumbres e instituciones… confesarías

abiertamente que jamás y en ninguna parte habías visto pueblo mejor ordenado que aquél" 2. 1

10 Ibid, p. 72.

11 Ibid, p. 73. El argumento de Aristóteles es el siguiente: "… si los ciudadanos trabajan par sí mismos,las normas
para una común poseción de la propiedad ocasionarán más motivos de descontento, porque si tanto en el goce del
producto como en la labor de la producción ellos resultarán iguales, sino desiguales, nacerán necesariamente
quejas entre ellos que gozan o toman mucho, pero trabajan poco, y los que toman menos, pero trabajan más. De
una manera general, el convivir y el participar de todos nuestros asuntos humanos es difícil y especialmente el
compartir cosas como las dichas "política, Libro II, Cap.2

12 Ibid, P.73
16

Con la certeza que imprime la sensación experimentada en carne propia (algo que

comenzaba a percibirse en el tiempo como medio para la verdad y para el engaño) Moro exponía

con paso firme, a través de su compañero, las aspiraciones de la élite avanzada de su época, sin

necesidad de someterse a la presión de la prueba de la eficacia de los medios necesarios para el

funcionamiento concreto del modelo o de su "factibilidad" dentro de las condiciones de su

tiempo. Utopía carece de medida y de tiempo: es una sociedad hecha, sin desarrollos mayores.

Viva en el pensamiento, será irrealizable en concreto y verdaderamente, y ni siquiera lo será en

forma aproximada, porque tampoco fue concebida enteramente para ser.

Utopía se ha compuesto de una amalgama de elementos arcaicos, producto de la

imitación de la sociedad antigua (el esclavismo, el papel de la familia y de los ancianos), y de

aspiraciones que anticipan la sociedad "postmoderna" (como se la ha llamado: educación masiva,

aumento del tiempo libre, uniformidad de las ciudades, etc).

El edificio de Utopía descansa en el principio de trabajo universal y obligatorio,

concebido por Moro para hacer compatible la propiedad colectiva de la tierra con la eficacia

económica, o sea: con la provisión de alimentos suficiente y sobrante. La población, distribuida

en 54 centros urbanos tan uniformes en su arquitectura y diseño que se distinguen muy poco

entre sí, se rota por tiempo y edad en el cultivo y cosecha de los productos del campo, de

acuerdo a movimientos migratorios controlados.

La familia, contra lo que tenderá a suceder en la sociedad moderna, concentra en Utopía

las múltiples funciones de la producción biológica, de unidad de residencia, de unidad

productiva, de distribución y de consumo, de socialización en el oficio, de unidad para la

elección de magistrados, y de aplicación de la autoridad y disciplina social mediante la

subordinación de las mujeres a los esposos, de los hijos a los padres y de los jóvenes a los

ancianos. El comedor se convierte en el centro de la ciudad y en el símbolo de la comunidad.

La colectividad ejerce una continua vigilancia para garantizar el ascetismo:


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" Ya véis como no existe en parte alguna ocasión para la ociosidad, ni pretexto para la

holganza, ni tabernas, ni cervecerías, ni lupanares, ni focos de corrupción o escondites o

reuniones secretas, pues el hecho de estar cada uno bajo la mirada de los demás oblígales sin

excusa a un trabajo diario y a un honesto reposo" 3 1

En política se asegura la democracia representativa y se previene la tiranía. La educación

y la disciplina social, el puritanismo en la esfera de los valores, se traduce en comportamientos

económicos que tienden al ahorro: uniformidad de hábitos (p.e. en el vestir) y en la restricción

del consumo a lo indispensable. Lo anterior, unido al trabajo universal y al ahorro de esfuerzos y

energía por la aplicación a trabajos estrictamente productivos, daría lugar a una acumulación y

excedente de riqueza social, a un descenso de la jornada de trabajo y a una aplicación

considerable del tiempo libre.

Moro se esforzó por lograr un equilibrio entre los aspectos materiales y culturales que

componen la sociedad, influyéndose y alimentándose recíprocamente. Como economista

descubría un espacio libre gracias a la eficiente utilización de los recursos; como humanista que

apreciaba las posibilidades de transformación por medio de la enseñanza imaginó que la

población ocupaba el tiempo libre en la educación, proseguida de acuerdo al principio del interés

individual. Como resultado de la igualdad de oportunidades educativas, se seleccionaba el

talento de acuerdo a la competencia y al mérito, dedicándolo a la dirección política o religiosa o

a la consagración intelectual.

En su crítica, Utopía se aproxima considerablemente a los desarrollos de la sociedad

moderna: el equilibrio del ciudadano que obra conforme a la naturaleza regulando el plan sin

suprimirlo; la conducta del hombre medio que evita los extremos y carece de heroicidad porque

la sociedad no lo exige; la posición de obedecer la ley civil porque concuerda con la razón

disciplinada e ilustrada” todos estos son rasgos esbozados en Utopía que encontrarán eco en

Rousseau, en Saint-Simón, en Franklin y en Tocqueville.

13 Ibid, P. 91.
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Moro dibujó en Utopía una ética puritana: y esto como católico reformista, no como

protestante. En cuanto a la religión, la tolerancia religiosa viva en Utopía se aproximó mucho

más a las condiciones del siglo XIX que a las creadas a los diez años de haberse publicado la

obra, por la oposición de las confesiones dentro del cristianismo.

Todo lo anterior no representa, sin embargo, nada más que una cara de Utopía. Esta es

como la Clara Perlerina que describe Cervantes diciendo que:

"mirada por el lado derecho, parece una flor de campo; por el izquierdo, no tanto porque

le falta aquel ojo que se saltó de viruelas…".

Si se la mira como comunidad nacional, Utopía aparece normalmente como una sociedad

justa en donde el problema del poder y del dominio se han minimizado por la nivelación en el

acceso de los miembros de la sociedad a los recursos de la tierra y a las ventajas sociales

(educación, tiempo libre).

Aún los esclavos que realizan los oficios más "viles" (no los más productivos) para evitar

que la población se degrade, tienen la perspectiva de verse paulatinamente incluidos en sociedad

civil.

Pero si se toma a Utopía en su aspecto externo, como Estado puesto en relación con otros

Estados, surge una perspectiva diferente, más análoga y aproximada a la realidad, mucho más

cercana a la órbita de Maquiavelo, menos ficticia. En este punto Utopía expresa menos un deseo

que una resignación crítica frente al inevitable panorama de la guerra. Moro no extendió la

ficción hasta el punto de imaginar una comunidad de Estados regida por principios justos de

regulación de intercambio y acceso a los recursos naturales, como se ha imaginado en el siglo

XX. suprimió el problema pensado como en la Utopía de Bacon en un estado autárquico y

escondido del resto del mundo. Utopía necesita expandirse porque su población crece y la tierra

es limitada, porque requiere del trabajo de esclavos.

Y puede hacerlo, porque hay una enorme desigualdad en la distribución de recursos, en la

naturaleza de los sistemas políticos y económicos. Utopía juega el papel de Estado Imperial
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porque está respaldado por la eficacia de su sistema económico y amparada con la coherencia y

fortaleza de la comunidad nacional. Declara la guerra por motivos "humanitarios", por

diferencias en los sistemas políticos (oposición a los regímenes tiránicos), para defender a sus

ciudadanos en el extranjero, o, sin tanto eufemismo, porque considera que no se aprovechan

debidamente recursos que le harían falta a Utopía.

Como se ve, Moro y su espíritu maquiavélico son perfectamente contemporáneos en

estos puntos. El toque de Moro consiste en señalar cómo en Utopía se esfuerzan, por razones

humanitarias, en resolver la guerra antes de la guerra: por medio de la inteligencia preventiva.

Ante una obra como Utopía cabe la misma perplejidad que mostraba don Quijote cundo

dirigía al mono de Maese Pedro para que

le dijese si ciertas cosas que había pasado en la cueva de Montecinos habían sido soñadas

o verdaderas, porque a él le parecía que tenían de todo", y cuando el mono respondió, según

Maese Pedro "que parte de las cosas que su merced vio o pasó en la dicha cueva son falsas y

parte verosímiles".

Discriminar qué sea lo falso y qué lo verdadero en una ideología: eso es precisamente lo

más difícil y lo importante. Frente a Utopía la tarea es más compleja porque con la configuración

de la isla, Moro se proponía muchas funciones: primero, puede ser entretener y divertir mediante

toda la gama de recursos literarios que emplea: simulación, fábula, ironía, paradojas,

exageraciones y absurdos; pero también la figuración de la isla lejana podría servir para

introducir de contrabando expresiones de deseos, normas y valores incompatibles con los

vigentes. Pero, en tercer lugar, la ficción podría servir para conocer de mejor modo la realidad,

así como el pensamiento de un gas perfecto o de una máquina sin rozamiento permite desarrollar

aspectos importantes de la química y la mecánica.

En el desarrollo del pensamiento social tenderá a desaparecer progresivamente la primera

función: vale decir, la ciencia social se diferenciará del mito y de la novela para encontrar su

propio lenguaje. Las dos funciones restantes continuarán asistiendo: a partir de la crítica de Kant
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se precisarán los medios para diferenciar entre lo que es y lo que debe ser, dos aspectos que

están de tal forma confundidos en Utopía que forman

"la mentira y la verdad más disimulada que jamás pudiera imaginarse". (El Quijote).

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