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Una de las principales reacciones de América Latina ante la crisis, fue la adopción
de múltiples políticas neoliberales, impulsadas en su gran mayoría desde los
Estados Unidos de Norteamérica.
El sistema internacional propuesto por los países del Primer Mundo jugó un papel
relevante a través de organismos como el Fondo Monetario Internacional, para
resolver la entonces llamada crisis de la deuda de los países pobres.
Hay cinco políticas que tienen una función clave en la transición neoliberal y
control de inflación en América Latina:
América Latina atraviesa de finales de los 80´ a principios del siglo XXI por una
más fuerte crisis económica, política, social, que se expresa en la subordinación
total del destino económico y político a sus acreedores, la que constituye un
retroceso en el mundo ante la falta de una alternativa de desarrollo que beneficie a
los países del área. Nos encontramos, en las manos de la política neoliberal la
cual ya no tiene más obstáculos que su propia ansiedad por crecer y concentrar la
riqueza del mundo en el menor número de manos posible.
Nos encontramos en un mundo en el que los ricos son cada vez más ricos y los
pobres cada vez más pobres; donde unos países reciben por sus materias primas
y productos básicos precios cada vez más bajos y otros venden sus productos
elaborados a precios cada vez más altos (es el caso de los productos
manufacturados por los países desarrollados); donde la deuda externa de los
explotados crece incesantemente (para poderse desarrollar recurren al
endeudamiento) y alcanza ya la cifra increíble de un billón setecientos mil millones
de dólares.
América Latina existe como región, una y múltiple. Con una tradición, lenguas,
cultura y problemáticas comunes. Tales elementos conforman costumbres,
intereses, valores y toda la realidad cotidiana de nuestra área geográfica.
América Latina continúa siendo una de las regiones con mayor desigualdad del
mundo, y la pobreza juega un papel principal en esta situación. Mientras que en
algunos países la mayoría o una minoría muy amplia de la población vive en algún
nivel de pobreza, en otros esta se encuentra prácticamente erradicada o en unas
cifras muy limitadas.
Los acuerdos comerciales cubren el 70% del total comerciado por América Latina
y el Caribe (ALC). De los 280 tratados de libre comercio actualmente vigentes en
todo el mundo, más de 80 incluyen a países de ALC.
Algunas de las causas que han impulsado estos tratados son las siguientes:
América Latina es un ejemplo reciente: supo aprovechar los precios altos de sus
productos básicos para impulsar su crecimiento económico y generar empleos
mejor remunerados.
Las reglas de origen, por ejemplo, establecen las condiciones bajo las cuales un
país importador considera un producto como originario de un país exportador que
recibe un trato preferencial.
EL MERCOSUR
Al comienzo de los años 90, hay cinco tendencias regionales que merecen
especial énfasis.
Parece cada vez más improbable que la crisis de la deuda de los años 80 se
pueda "resolver" con una solución clara y comprensiva; más bien parece que será
manejada caso por caso, en términos que reflejen los intereses divergentes y las
fortalezas relativas de los varios actores y que consecuentemente dejen a la
mayoría de las naciones latinoamericanas despojadas. Los bancos pequeños de
los Estados Unidos, así como muchos bancos europeos y japoneses, simplemente
se están retirando de la región para reducir sus pérdidas. Los grandes bancos de
los centros de dinero están reduciendo a regañadientes sus expectativas y son
reacios a expandir sus compromisos. Las naciones latinoamericanas están
negociando individualmente para reducir sus cargas al menor costo en términos
de posibilidades económicas futuras, pero ello podría dar como resultado que sólo
pocas de ellas, en el mejor de los casos, recibiría una ayuda positiva para
conseguir la expansión económica que pueda ser el único escape real a la trampa
de la deuda. El difícil desafío que enfrentan los paises en toda la región es cómo
diseñar estrategias de desarrollo económico que puedan movilizar los ahorros
internos y atraer de nuevo el capital fugado, sin contar con capital externo y sin
agravar las inequidades y las tensiones socioeconómicas. Sin el apoyo
internacional, ese desafío podría resultar apabullante para muchas naciones de
América Latina.
Tercera, gran parte de América Latina y el Caribe -de Argentina a México- está
experimentando una tensión creciente entre los procesos y las consecuencias de
la liberalización económica y política, entre abrir la política y abrir los mercados.
En los Estados Unidos es asumido ampliamente que la economía de mercado y la
política democrática necesariamente se acompañan y refuerzan mutuamente; los
movimientos paralelos de los últimos años 80 hacia la apertura democrática y las
reformas económicas, parecen apoyar ese punto de vista. Pero la fuerza
impresionante que presentaron al final de la década personajes como Cárdenas
en México, Lula en Brasil, el Frente Amplio y Nuevo Espacio en Uruguay y el MAS
y Causa R en Venezuela, presentan en varias preguntas -un poco diferentes en
cada caso- sobre si una mayor participación democrática podría engendrar un
populismo renovado y estatista y posiblemente aproximaciones políticas
nacionalistas al comienzo de la década de los 90, y si la aparición de esos
desafíos podría desencadenar medidas que restringieran la competencia
democrática. En toda la región hay también serias preocupaciones sobre si las
escogencias hechas por los protagonistas políticos, en orden a asegurar la
supervivencia de democracias frágiles, podrían hacer más difícil para los
gobiernos democráticos confrontar los problemas fundamentales de pobreza e
inequidad. En su esfuerzo por construír un compromiso de los grupos militares y
económicos que socavaron la democracia en los sesenta y setenta, los políticos
demócratas de algunos países asumieron compromisos para proteger ciertos
privilegios, lo que podría dificultar el sostenimiento de la democracia y podría
interferir algunas de las reformas necesarias para fomentar un desarrollo
económico sostenible.
-México y muchas de las islas del Caribe están integrándose silenciosamente con
los Estados Unidos en el sentido de que sus economías están aún más
entremezcladas con la nuestra y sus gentes están inmigrando a este país a una
rata acelerada. México, en particular, parece embarcado en un curso político que
si se sostiene a través del tiempo podría convertirla poco a poco en una nación de
América del Norte, aún más diferente y apartada de América Latina.
-Perú y, en un grado menor, Colombia, por otro lado, están mostrando signos
preocupantes de desintegración, con regiones completas bajo el control de
movimientos insurgentes, grupos paramilitares contrainsurgentes yo traficantes de
drogas, y con la legitimidad y autoridad del gobierno central cada vez más
precarias.
-América Central, el punto focal de buena parte de la lucha durante los años 80,
está ahora colocada entre la posibilidad de llegar a la paz por cansancio absoluto,
el prospecto de confrontaciones renovadas y cada vez más violentas, o más años
de conflicto de baja intensidad, pero de todas maneras mortal. La ofensiva del
FMLN en El Salvador puso en claro las oposiciones reales de ese atormentado
país -otra generación en medio de guerra brutal o una paz negociada que no
satisfaga ni al establecimiento del país ni a sus insurgentes. La guerra civil de
Guatemala se mantiene en el caldero, lista para explotar de nuevo. Nicaragua
enfrenta, en el mejor de los casos, una década de reconciliación dolorosa y
reconstrucción lenta, y nadie puede excluír la posibilidad de más violencia y
represión allí. Panamá confronta ahora las difíciles tareas de reconstruír el orden
público, las instituciones gubernamentales y su devastada economía.
Quinta, aún si hay razones fuertes para preocuparse sobre el futuro inmediato de
América Latina, también es importante hacer énfasis en algunas razones que dan
pie para tener optimismo a largo plazo sobre las perspectivas globales de la
región.
Los declinantes indices de fertilidad de toda la región son un buen augurio para un
balance mejorado entre recursos y población y entre crecimiento económico y
expansión del mercado laboral. Las reformas estructurales que ya se están
tomando en algunos países incrementan la posibilidad de que América Latina, o al
menos parte de la región, esté en posibilidad de insertarse en forma más fructifera
en una economía mundial en continua evolución. Aun durante los años 80, las
exportaciones de la región crecieron en más del 50% en volumen.
Con todo lo que está pasando en América Latina -y con los cambios dramáticos en
el contexto global- es predecible que las relaciones entre Estados Unidos y la
región también sean rediseñadas. Tras una década en que el foco obsesivo se
centró en Nicaragua y después de un año de preocupación desatinada con
Panamá antes de la invasión de diciembre de 1989 Washington podría estar
finalmente listo para redirigir sus esfuerzos lejos de Centroamérica.
Renovar las relaciones entre los partidos políticos de gobierno y los movimientos
populares con posiciones nacionalistas y patrióticas, y con posturas favorables a la
existencia de un Estado que asegure un funcionamiento democrático en el manejo
de los disensos y en la construcción de los consensos.