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Palabras Clave
Tradición, Modelos de Género, Identidad Nacional, Activación Patrimonial, Historiografía
Los actuales debates en torno a la valoración de las obras de arte han superado dentro de la
historicidad sesgos que limitaron las posibilidades de valoración y apreciación de las obras
de arte chileno, ya se ha resuelto de alguna manera u otra la diversificación de relatos y
superaciones dogmáticas desde la historia del arte para problematizar y cuestionar los
relatos heredados. Cotejar entre las voces oficialistas y el documento, la prensa clandestina
y la vocería gubernamental, la obra de arte abierta y no censurada; son necesarios para leer
una obra de arte. Más aún en que la obra de arte en Chile en la última mitad del siglo XIX
tenía como función inscribir a Chile en una periodización que incorpora un modelo francés
republicano para superar como pasado la colonia española que determina como oficial una
estructura de formación pedagógica- pensando en la Inauguración de la Academia de
Pintura en Chile (1849) y una estructura de circulación Concursos y Salones que responden
al gusto de la elite dominante del país.
Con ello quiero reconocer que se ha re articulado la manera en que se aborda una obra de
arte, que actualmente ya no es reducida a modalidades binarias entre valoración estética y
valoración histórica, ya que ésta carga como absoluto una construcción social en torno a
aquella obra que se encuentra articulada bajo lógicas de gusto y apreciación, determinadas
por la posibilidad de circulación. En ese sentido, en aquellos casos en que las Instituciones
cargan desde su fundación un propósito civilizatorio que instaura y forma al público en
torno a la invención de tradiciones que en caso de Latinoamérica se encuentra en perpetua
tensión y disputa abriendo a acciones performáticas en el uso de obras de arte inscritas bajo
esas lógicas de invención de tradiciones, como sería por ejemplo las colecciones
fundacionales de pinturas del siglo XIX.
El uso social de las imágenes adquiere una importancia significativa en la actualidad, sobre
todo en momentos coyunturales que demandan una desprogramación de tradiciones y
hábitos inventados. Los nuevos desafíos curatoriales y museográficos se adscriben a una
propia superación disciplinar, ya que se requiere pluralidad de perspectivas al momento de
abordar una obra de arte como también ampliar y superar aquellos focos o perspectivas
totalizadoras.
Por lo tanto, superar la linealidad evolucionista cronológica sería el punto de partida; junto
a lo anterior apelar a la historicidad para un ordenamiento que permita situarse en un
contexto específico más no unificador, de manera radical las obras de arte pudieran
agruparse por ejemplo desde imaginarios comunes que permitan poner en jaque aquellos
discursos hegemónicos demostrando que hay luchas y afanes de contracultura al interior de
periodos que no se aprovechan del todo si se limitan a periodizar, o en aspectos técnicos de
catalogaciones e inscripciones estilísticas que no pueden ser expropiadas de aquellos
aspectos históricos que condicionaron aquellas técnicas y géneros.
Las nuevas concepciones reconocen un uso del patrimonio de manera colectiva, dialogante
y con libre espacio a posibles interpelaciones y nuevos propósitos ideológicos que se
construyen desde la misma ciudadanía que participa como agentes culturales en contraste a
los guiones institucionales que queramos o no, se condensan en extrema burocracia, falta de
voluntad y desinterés. Por lo tanto, los agentes culturales recurren a acciones performáticas
para desarticular un relato totalizante bajo el ordenamiento de las obras que custodian
aquellas colecciones.
Por lo tanto, cuestionar los modelos de género sería una posible relectura en torno al
patrimonio como advierte Francoise Choay (1984) “no se trata de embalsamarlos mediante
una conservación intransigente sino de mantenerlos vivos” (p.39); y se mantienen vivos en
la medida que son activadas en dialécticas contemporáneas con nuevas perspectivas que
permiten abordar y leer la obra de arte desde una mirada crítica.
Por medio de la pesquisa documental – primera fuente- sin filtros morales, ideológicos y de
orden social, permitiría situar en un espacio temporal (necesario) pero que no coarta
posibilidades y perspectivas que transgreden una única generación. Relecturas
contemporáneas que se relacionan a demandas contingentes y debates simultáneos que
permiten visibilidad y dialogo en la medida que se aplica un uso del patrimonio; hay
respuestas a nuevas situaciones que toman de referencia viejas situaciones o que imponen
su propio pasado en el contraste al cambio e innovación (Hobsbawm, 1983, p. 8), en la
confrontación y diálogo entre informaciones el debate se democratiza y transforma
activamente.
Ejemplo de ello es la utilización de la obra “La Perla del Mercader” (1884) en nuevas
propuestas curatoriales que ponen en el ejercicio de experimentar con nuevas lecturas y
vinculación con otros estudios de caso un imaginario y problema en común. Gloria Cortés
como curadora en el Museo de Bellas Artes, propone en la exposición “ (en)clave
masculino “ (2016) una relectura, en que la autora confronta y evidencia cómo los
conceptos de masculinidad han dominado gran parte de las esferas políticas, sociales y
económicas de nuestra y que encuentra como puente comunicacional un guión curatorial
como dispositivo para la transformación social que responde a demandas sociales y
necesidades de revisión.
Como menciona Francoise Hartog, bajo el nombre de presente, lo contemporáneo se ha
convertido en un imperativo social y político, en una evidencia indiscutible. De hecho, se
ejerce una presión, a la vez, difusa y fundada, venida de los medios de comunicación, de la
edición, de los procuradores de fondos tanto públicos como privados, para que las ciencias
humanas y sociales se vuelvan más hacia lo contemporáneo y respondan mejor, más rápido,
a la “demanda social”, a la urgencia de las situaciones, de las emociones, de las desgracias
(1996, p.33). En coyunturas históricas se vuelve necesario tal rearticular bajo problemáticas
contemporáneas que conecten iconográficamente con problemáticas actuales pero es en el
discurso y abordaje en que la democratización de la cultura se encuentra en jaque. Aquellas
interpretaciones y usos adscritos en lo que se critica, y si bien la apuesta es desafiante, es en
espacios como esos que se incide por medio de la historiografía un rol para y con las
audiencias.
La Perla del Mercader fue adquirida por Eusebio Lillo formando parte de una colección
privada que considera varios desnudos femeninos y que fue legada al Museo Nacional de
Bellas Artes (1910). Por lo tanto, bajo nuevas lógicas disciplinares aquellos agentes
culturales que recepcionan aquellas obras conforme forman parte de la organización
museal, no heredan tan sólo una obra de arte como mercancía, sino que heredan memorias
vinculadas al valor histórico de la obra de arte que independiente del año de origen
permiten integrarse a debates actuales, como lo son para estos efectos el lugar de desnudo
femeninos en recorridos de pintura fundacional la exacerbación de memorias y validación
de los proyectos de nación; que en su validación como orden oligárquico de dominación y
subalternación hacia la mujer, la Perla del Mercader dialoga con apuestas de ruptura a
preconcepciones dominantes.
De manera paralela Alfredo Valenzuela Puelma realiza “La Perla del Mercader” (1884), en
que resulta curiosa la composición de la obra y el título; un juego metafórico hacia
consumo y producción en el incipiente circuito artístico de comercialización de obras de
arte, articulado, financiado, edificado y comisionado por la misma elite dominante con el
poder adquisitivo para acaparar aquellos desnudos femeninos se podría contrarrestar con la
posibilidad de un mecenazgo ligado tal vez hacia filiaciones políticas y de patrocinio aún en
levantamiento, existiría también aquella posibilidad de análisis; aunque ahora lo que sí es
necesario percatar es que las colecciones legadas al Museo Nacional de Bellas Artes como
la de Eusebio Lillo, no consideraba tan sólo un único desnudo, sino que es una temática
compartida con otras obras de aquella selección. A partir de Marx podemos dilucidar en
términos de producción una obra de arte que:
La Perla del Mercader representa una tensión en la composición no tan sólo por la jerarquía
evidente y la exacerbación mnemotécnica a la vergüenza y sometimiento en que el gesto de
los brazos de la Perla se inscribe en una vasta tradición iconográfica de exotización de la
venta de esclavas en la mayoría de las adquisiciones burguesas del coleccionismo
decimonónico. Además llama la atención en la obra de Valenzuela Puelma como está
dispuesto el orden de dominación y alteridad, ya que la exposición y ofrenda de la esclava
como mercancía es reforzada en la oferta hacia el público, el gesto del mercader que devela
de manera sacra con una mano y con la otra, oferta y dirige la mirada hacia el consumidor;
que para efectos de esta obra, la dominación masculina es transaccionada por un Mercader,
sin embargo, éste es representado en penumbras, encorvado y minimizado frente a una
figura de suprema dominación que serían las audiencias y aquellos con el poder adquisitivo
para adueñarse de la obra e incorporarla al conjunto de mercancías con tantos otros
desnudos femeninos.
El propio artista se encontraba además entrampado entre ser absorbido por la producción en
términos marxianos, la propia creatividad del artista se pone en jaque al estar condicionado
por un lado a dedicar materiales y lienzos a composiciones como la Lección de Geografía
como pintura de historia que fue un envío como retribución en la contrata de su condición
como becado latinoamericano en Europa a mediados del siglo XIX. Por lo tanto, dedicaba
los grandes lienzos al género del desnudo femenino como producción demandada, no es
casual que existan aún vacíos en la trayectoria de los desnudos femeninos de Alfredo
Valenzuela Puelma, muchos de ellos con vacíos históricos, traspasadas entre familias y
corporaciones privadas actualmente.