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Compilado por Rocío Gregory

Un Maestro escultor Autor desconocido

Erase un viejo maestro escultor, encanecido en la ardua tarea de enseñar a sus alumnos el difícil

arte de plasmar en un material adecuado, las estatuas de hombres, mujeres, vírgenes, niños,

ángeles, etc.

Cierto día quiso someter a una prueba a tres de sus alumnos. les preparó el taller con todo lo

indispensable para construir cada uno una estatua como la quisieran y del material que eligieran,

para adornar con ellas el jardín de su residencia campestre. Les dio todas las explicaciones y

esperó el resultado de sus trabajos.

Le correspondió el tumo a Crispín. Era un muchacho inteligente, pero

perezoso. Quería la gloria de su profesión, pero sin mucho esfuerzo,

era alegre, superficial y poco cuidadoso. Entró en el taller, examinó

los materiales y se dijo: Haré mi estatua de cera, es un material fácil

de moldear y perfeccionar. Dicho y hecho; elaboró la estatua de un

niño. Rápidamente terminó su trabajo y se lo presentó al maestro.


El segundo tumo se lo dio a Paquito, era un muchacho de

temperamento apasionado, en este caso orientado a su arte, era

testarudo y quería salir siempre con la suya; amigo de aventuras y de

novedades, entró al taller, examinó los materiales y se dijo: Escogeré

el más raro, aun cuando me sea un poco difícil al manejar. Tomó un

gran tronco de sal y comenzó a esculpir la estatua de un ángel; fue un

trabajo duro pero al fin pudo terminarlo con éxito y se lo presentó al

maestro.

Por último le toco el tumo a Marcelino. Era un muchacho sensato,

interesado y de mucha mística por su arte, de noble corazón de

grandes aspiraciones, constante y cuidadoso. Entró en el taller,

examinó los materiales escogió el cemento y se dijo: Ya he hecho estatuas de muchas clases;

conjugaré lo humano con lo divino y haré una Virgen. Además no he tenido la experiencia de darle a

Ella toda la expresión que se merece y adornará muy bella, el jardín. Terminó su trabajo y se lo

presentó al maestro.

Cumplió su palabra el maestro y colocó las estatuas en su jardín.

El ángel a la entrada, el niño en la fuente y la Virgen en el pedestal del centro. Pasados ocho días y

extrañados los alumnos que el maestro no les hubiera dicho nada de su trabajo se presentaron a El

y le dijeron: Maestro, ¿cómo te han parecido nuestras obras? El por toda contestación los llevó al

jardín y deteniéndose frente a la estatua de la entrada le dijo a Paquito: reconoce. tu obra? el

agua lluvia había derretido la sal y solo aparecía parte informe del ángel, destinado a desparecer

por completo.

El maestro ante su desconcierto, le dio esta sabia lección: lo raro y lo nuevo, no siempre nos

conviene hacerlo, necesita primero una suficiente experimentación. Penetró en el jardín y se

dirigió a la fuente y preguntó a Crispín: ¿Reconoces tu obra? el calor del sol había deformado

completamente la estatua del niño y no aparecía más que una masa oscura.

El maestro aprovechó esta ocasión para dar a Crispín una sabia lección: no es lo más fácil lo que

nos dará la gloria y el éxito en nuestra profesión. Continuó su correría por el jardín y llegó al
centro. Allí se alzaba serena y bella la imagen de María, que había resistido las fuertes lluvias y el

sol abrasador, como a los otros dos preguntó a Marcelino. ¿Reconoces tu obra?

El respondió: No la he hecho yo solo; Ella le Virgen inspiró mi arte y por medio de mis manos se

plasmó así misma con toda la ternura de Madre y Señora.

Cibergrafia imágenes:
Niño de vitola: https://www.biodiversidadvirtual.org/etno/data/media/104/Estatua-del-Pensador-Nino-en-Vitoria-19467.jpg

Ángel https://http2.mlstatic.com/dulce-angel-jardin-estatua-22-tall-escultura-espiritual-D_NQ_NP_889177-MCO30633618623_052019-F.jpg

Virgen https://images-na.ssl-images-amazon.com/images/I/618aR0RVJtL._AC_SX522_.jpg

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