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La belleza dividida podriamos decir que este Hércules, rn à s a ù n que el Apolo, concier
Buenos Aires: Manantial, pp. 17-38. ro en a l a b a r una estatua que pertenecìa al panteon romano de la
mo tiempo que a una naturaleza de v i r i ! madurez exaltada al nivei completar la figura imaginando la acci6n realizada por el héroe:
de la plenitud d i v i n a en este Hércules que aparece aqui luego de una copia reducida le a fi a d i é una rnaza, otra, un arco, mientras que
haber sido purificado por e! fuego de las escorias de la humanidad un dibujo de Hans Baldung Grien le puso en las manos la rueca de
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y haber obtenido la inmortalidad y un lugar entre los dioses. Se lo Onfalia. W i n c k e l m a n n , en cambio, torna esta tradici6n al revés.
representa, en efecro, sin necesidad de alimento humano y sin el En vez de mitigar la falca, la transforma en virtud: no hay que ima
uso, de ahora en rn à s , de sus fuerzas. No vemos ninguna vena y g i n a r acci6n a l g u n a . La estatua rnutilada representa al héroe recibi
e! vientre es propio para gozar y no para tornar, para colmarse sin do por los dioses al término de sus trabajos, cuando estos ya no son
estar lleno. Por lo que deja suponer la posici6n del resto, la figura para él ocra cosa que un tema de recuerdo y meditaci6n j u b i l o s a .
estaba sentada con la cabeza erguida y vuelta hacia lo alto, ocupa S i n embargo, para recordar y meditar hace falca una cabeza. Ahora
da en una meditaci6n gozosa sobre las proezas realizadas. También bien, este Hércules tampoco la tiene: ya no es m à s que puro pensa
parece indicarlo asi la espalda, curvada en una actitud de profonda
miento, pero los unicos indicios de esta concentraci6n son la curva
reflexi6n. En su vigorosa prominencia, e! pecho nos representa e!
va de pezufias de bronce y march6 a través de incontables paises 1 . Johann Joachim Winckelmann, Histoire de l'art dans l'Antiquité,
hasta los limites del mundo. A d m i r e el a r t i s t a , en los contornos de Paris, Le Livre de Poche, 2005, pp. 527-528 [trad. cast.: Historia del
ese cuerpo, el derrame incesante de una forma en otra y los movi arte en la Antigùedad, Barcelona, Folio, 2002].
mientos oscilatorios que, a la manera de la ola, se levantan, vuelven 2. Al respecto, véase Francis Haskell y Nicholas Penny, Pour
tener la certeza de hacer una copia exacta cuando e! impulso cuya 1 5 0 0 - 1 9 0 0 , Paris, Hachette, 1 9 8 8 [trad. cast.: El gusto y el arte de la
rumbo, hace errar al ojo y la mano. Los huesos parecen recubiertos Alianza, 1990).
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de una espalda que supone el peso de la reflexi6n, un vientre que se encima de la divina forma y proporciòn del Apolo del Belvedere ese
muestra inepto para cualquier funci6n alimentaria y unos rmisculos torso, fragmento de un cuerpo cuya figura de con j unto j a rn à s nos
que no se tensan para ninguna acci6n, y cuyos contornos se derra ser a posible apreciar. U na estatua mutilada no es solo una estatua
m a n unos en otros corno las olas del mar. en la que faltan partes. Es u n a representac i 6 n del c u er p o q ue ya
Winckelmann lleva pues la paradoja a su punto exrrerno. La fal no p uede aprec i arse conforme a los dos g randes criterios en uso
ta accidental de la estatua manifiesta su virtud esencial. El s ù rn en el orden representativo: primero, la armon ia de l a s proporcio
mum del arte es la estatua mutilada que, contra lo h a b i t u a l , repre nes, es decir, la con g ruencia entre las partes y el todo, y se g undo,
senta al rn à s activo de los héroes en la tota! inactividad del puro la expresividad, e st o e s , la relacién entre un a f orma visible y un
pensamiento. Ademas, ese puro pensamiento solo se indica por c a r à c t e r - una identidad , un sentimiento , un pensamiento - que esa
su exacto contrario: la radical impersonalidad de un movimiento forma visi b le deja reconocer a través de rasg os inequivocos. S er a
materiai muy semejante a la inmovilidad, la oscilaci6n perpetua de eternamente imposible j u z gar si los bra z o s y las piernas del H é r c u
las olas de un mar en c a l m a . les del Belvedere esràn en armon ia materia i con el torso del h é roe ,
Resta comprender con claridad el sentido de esa radicalizaci6n. y eternamente imposible s a b e r si su rostro y sus miembros esràn
Puesto que hay una manera un tanto simplona de entender ese elo en armonia espiritual con los ras g os mediante los cuales nos lo
gio de la c a l m a . Al publicar su Historia . . . , Winckelmann lo hace representan los mitos. En t é r m inos rn à s radicale s , ser a eternamente
con una intenci6n polémica. Quiere recordar a sus conremporàneos impos i b le verificar q ue es en efecto H ércules el mostrado por esra
los verdaderos modelos de la belleza y apartarlos de las exagera estatua pri v ada de todos los atri b utos que permiten reconocerlo.
ciones de la esculrura moderna, es decir, en su tiempo, la escultura Ahora bien, a p e s a r de elio, Winckelmann con f i rma la o p i n i ò n de
barroca: cuerpos desmesuradamente alargados o retorcidos, rostros q ue el represe m ado en e l l a es en verdad el héroe de los D oce Tra
deformados por la voluntad de expresar el placer o el dolor extre ba j os y de que se lo representa bajo una forma ò p t i rn a , que tradu
mos. A su entender, un escultor encarna esta perversi6n del arte que ce el m à s alto grado de perfecci 6 n del arte griego. La posteridad
nuestra época, a la inversa, c e l e b r a r à corno encarnaci6n del genio no se privarà de sorpren d erlo en falta: su s suce s ore s haràn de esa
barroco: Bernini. No hace falta rn à s para a t r i b u i r a Winckelmann ideai estatua griega una copia romana tardia, y uno de ellos l l e g a r à
un papel determinado: el de custodio retrogrado de un ideai cla incluso a transformar en un Filoctetes sufriente a su H é rcules ins
sico de i m p a s i b i l i d a d divina y belleza que reside en la pureza de t a l a d o en medio de los d i o s e s . Pero de suponer que haya un erra r
la linea y la armonia de las proporciones. Seria asi el padre de la en la i d e n t i f i c a c i é n de la p er s ona, no es el resultado de una inge
escultura n e o c l à s i c a triunfante en la época napoleonica , encarnada nuidad sino de un g olpe de fuerza. El lugar excepcional atribuido a
en los fr ig i d os màrmoles de C anova. Y se ri a, sobre todo , el padre ese cuerpo mutilado no marca la a d h e s i ò n ingenua a un ideai cadu
de esa G recia académica de la "calma g randeza " y la "noble s i rn p l i co de perfecciòn. Si g nifica, rnas bien, la r e v o c a c i ò n del principio
cidad " , congelada le j os de su prop i o suelo en los museos romanos que li g aba la apariencia de la belleza a la r e a l i z a c i ò n de u na ciencia
y los cerebros filos 6 ficos alemanes. C ontra esa G recia, los discipu de la p r o p o r c i é n y la ex p re s i6n. En es t e caso el todo fal t a tanto
los de N ietzsche, corno Aby Warburg, resucitaran una H é lade sal corno la expresi6n. Ahora bien , esa p é r dida accidental corre s ponde
va j e y tr a gica, haciendo del arte, en nero contraste con c u a l q u i e r a la ruptura estructural de un parad i gma de la perfecci6n artisti
apolinismo de g liptoteca, la manifestaci 6 n de las energias oscuras ca. Ataca r el exceso barroco no es defender el ideai representativo
que s ostienen y q uebrantan a la vez los rituales y monumentos de la clasico; es, al contrario, romper su coherencia marcando la distan
civilizacién. cia existente entre los dos optima que ese ideai pretendia poner
Pero para q ue se pueda oponer la energia dionis i a ca a la c a l m a en correspondencia: el de la armonia de las formas y el del poder
apolinea es menester q ue ya est é constituida cierta G recia, ale j ada expresivo de estas.
de toda simple a d o r a c i é n de la perfecci ò n serena. A h ora b ie n , f ue E s t é claro q ue la enunciaci6n de esa d i s t a n c i a no es una nove
el propio Winckelmann quien cre ò su s i n g u l a r i d a d al poner por dad a b s o l u t a . Es t a m b i é n el balance de una larga his t oria. Desde
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hacia ya m à s de un siglo, artistas, criticos y académicos se enfren de la expresi6n". Y el mismo Diderot que invitaba a los estudian
r a b a n a este problema: ic6mo hacer coincidir el ideai de la noble tes a a b a n d o n a r las academias para observar los movimientos rea
armonia de las formas, formulado en el siglo xvn por te6ricos les de los cuerpos en el trabajo o exaltaba las actitudes expresivas
corno Bellori o Félibien, y el de la e x p r e s i é n de las p a s i o n e s , i l u s de las tragedias domésticas de Greuze, denunciaba en su Sal6n de
rrado sobre todo, a fines de ese mismo siglo, por los modelos fisio 1765 los rostros " i n n o b l e s " dados por ese mismo Greuze a su Sep
n6micos de Le B r u n ? Se trataba ante todo de un problema técni timio Severo y su Caracalla: la gran pintura no podia tolerar la
co para los esrudiantes: ic6mo i m i t a r a la vez las formas de los e x p r e s i é n viva de un principe h i p é c r i r a y un emperador colérico.
modelos de taller y las pasiones experimentadas por los personajes A l g u n o s ya h a b i a n propuesto la s o l u c i 6 n del dilema: ese conoci
a los cuales ellos prestaban sus rasgos, pero sin tener raz6n algu miento que ni la convenci6n teatral ni el " n a t u r a l " de los hombres
na para sentirlas por si m i s m o s ? Habia que salir del taller para del pueblo podia procurar, habia que pedirlo a los antiguos que,
estudiar en otro lugar la manera corno las pasiones se inscriben en corno el escultor del Laocoonte, habian sabido poner en un mis
los cuerpos. Para algunos, ese otro lugar era el e s c e n a r i o a r t i s t i mo rostro las expresiones contradictorias que i a rn a s se presentan
co privilegiado de expresi6n de las pasiones, el teatro. Pero otros en la realidad, corno no sea por azares imprevistos que la mano
sosrenian, en contraposici6n, que en la actuaciòn de los mejores llega siempre d e m a s i a d o tarde para fi j ar. W i n c k e l m a n n consagra
accores los pintores corrian el riesgo de no encontrar rn à s que "ges esta superioridad de los modelo s antiguos sobre los modelos "naru
ticulaciones, actitudes forzadas, rasgos de e x p r e s i é n dispuestos con rales", pero no la encuentra en la capa c idad de poner el rn à x i m o de
arte y en los que los sentimientos del arte no tienen j a rn à s parte emociones diferentes en u n mismo rostro. La belleza del Laocoonte
a l g u n a " . 3 Se podia acudir, a la inversa, a l a c a l l e o el taller, donde no proviene de la mul c iplicidad de las pasiones que se expresan en
era posible observar a esos hombres del pueblo no sometidos aun él ; procede , a la inversa, de su neu c ralizaci 6 n en la sola tensi 6 n de
a la uniformidad de l a s expresiones por las convenciones del mun dos movimientos inversos : uno que acoge el dolor y otro que lo
da. Pero ic6mo esperar de esos cuerpos expresivos la nobleza de rechaza. El Laocoonte ofrece la forma compleja de una fo rmula de
las formas que conviene a la belleza? Los académicos encargados la q ue el T orso, en su radical insuficiencia , da la forma mas simple:
de establecer el "premio de expresiòn de las cabezas" creado en lo propio de la belleza es la ausencia de expresividad, la indetermi
1759 por e! conde Caylus aclaraban que sus modelos no podian naciòn,
buscarse en hombres a quienes " l a bajeza en los habiros exteriores T al respuesta merece que nos detengamos en ella. n
E efecto ,
de las bellas formas que en este concurso deben ser i n s e p a r a b l e s época por los reno v adores del teatro y la dan z a. E stos quieren hacer
Maguncia, P. von Zabern, 1 9 9 1 , p. 137. El artista aludido por Marie de contar u n a historia y expresar sentimientos. En esos tiempos, el
funci6n de ser legibles para los espectadores de las ù l t i m a s filas (véase 4 . A rt i c ulo del r eglamento de l p remio, citado por T. K irchner,
J. J. Winckelmann, Histoire de l'art dans l'Antiquité, op. cit., p. 2 7 8 ) . L'Expression des passions . . . , op. cit., p. 1 9 9 .
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modelo de ese arte lo da la pantomima antigua, en la que otro teo actitud p i n t a r à una situaci6n; cada gesto develara un pensamiento;
rico de la d a n z a , Cahusac, ha saludado poco tiempo a t r à s un len cada mi r a d a a n u n c i a r à un nuevo sentirniento: todo sera seductor
guaje de los gestos en condiciones de expresar todas las situaciones, porque todo sera verdadero, y la imitaci6n escara contenida en la
rràgicas y c é m i c a s .
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Dos a fi o s antes, las Conversaciones sobre El naturaleza. 6
de la pantomima y opuesto el poder emocional del cuadro vivo a l El a n à l i s i s del Torso parece ir exactamente a contrapelo, ya que
a r t i f i c i o del golpe de efecto. Lo que proponen Noverre y Diderot, opone a una revolucién de la e x p r e s i é n integrai una contrarrevo
y r e r o rn a r à n los dramaturgos, rn ù s i c o s y actores reformadores de l u c i é n de la expresi6n suspendida. Estas dos revoluciones opuestas
fines de siglo, de Calzabigi y Gluck a Talma, es una r e v o l u c i é n de tienen, no obstante, un principio c o m ù n : la d e s t r u c c i ò n de lo que es
la logica representativa que juega con su c o n t r a d i c c i é n interna. Al el nucleo de la logica representativa, a saber, el modelo organico del
modelo organico de la a c c i ò n corno cuerpo, al ideai de la propor todo con sus proporciones y sus simetrias. Ya es significativo que el
ciòn y a todo el sistema de conveniencias que ligaba los temas a arte que Cahusac, Noverre y Diderot toman corno modelo de una
los géneros y modos de e x p r e s i é n , esa r e v o l u c i ò n opone el principio a c c i ò n e s c é n i c a por fin viva sea la p i n tu r a. "Cualquier situacién
desnudo de l a rnimesis corno e x p r e s i é n directa de los sentimientos verdaderamente teatral no es otra cosa que un cuadro vivo", dice
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y pensamientos. A las convenciones del teatro y l a s elegancias del Cahusac. En Diderot, esta c o rn p o s i c i ò n de los cuadros escénicos
ballet, opone la idea de un arte en el que rodo gesto de un cuerpo y se opone al golpe de efecto. Y los maestros de ballet, dice Noverre,
rodo agrupamiento de cuerpos cuenten u n a historia y expresen un deben acudir a los pinrores para aprender a d a r a c a d a figura u n a
pensamiento. El b a i l a r i n devenido actor de Noverre y el actor deve e x p r e s i é n propia y romper la simetria convencional que los lleva
n i d o mimo de Diderot deben desplegar en el escenario un arte de la a poner seis faunos de un lado y seis ninfas de otro. Esta indivi
e x p r e s i é n tarai, idéntico a la manifestaci6n de un lenguaje integra d u a l i z a c i é n de las figuras expresivas y la n a t u r a l i d a d que agrupa
mente motivado de signos y gestos. los cuerpos conforme lo exigido por las situaciones !es proponen el
men en un m i l l a r de formas diferentes con los variados rasgos de f i s i o n é rn i c o s que e l l o s reclaman tiene al menos un punto en comun
las pasiones; c u a n d o sean Proteos y su fisionomia y sus m i r a d a s con la radical inexpresividad del Torso, que presuntamente debe
describan todos los m o v i m i e n t o s de su a l m a [ . . . ] , los relatos s e r à n recoger en si misma coda una secuencia de acciones y todo u n mun
i rni t i l e s ; todo h a b l a r à , cada movimiento dicrarà una frase; cada da de pensamientos. Uno y otro modelo deshacen la conjunci6n
el interés consistia en oponer ese arte r u d i m e n t a r i o a la perfecci6n de 6 . Jean-Georges Noverre, Lettres sur la danse et sur /es ballets,
la danza moderna. Cahusac y sus herederos invierten la perspectiva Srutrgart y Lyon, A i m é Delaroche, 1760, p. 122 [trad. c a s t . : Cartas
a l oponer la perfecci6n expresiva del lenguaje de los gestos a las con sobre la danza y sobre los ballets, Buenos A i r e s , Ediciones C e n r u r i é n ,
de las que el d i s c u r s o sobre el modernismo artistico no ha dejado de 7. L. de Cahusac, La Danse ancienne et moderne . . . , op. cit., p.
alimentarse. 234.
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vivo, dorado de todos los elementos que componen un organismo, principes y arristas, Una naturaleza sustituye a otra. En ese aspec
y solo de ellos; la bella arquitectura, ensefiaba Vitruvio, recibia sus to, el admirador del Hércules i n m 6 v i l e s t à de acuerdo con el filo
normas de las proporciones del cuerpo humano. Los textos y dibu sofo aficionado a las escenas sentimentales a la manera de Greuze:
jos de Durero habian a c t u a l i z a d o ese principio de las proporcio la naturaleza, garante de lo bello, ya no es rn à s la proporci6n de
nes maternaticas del cuerpo ideai. Por entonces, esta matematica las partes o la unìdad de la expresi6n de un caracter, sino el poder
<le la belleza esraba sometida a una vigorosa impugnaci6n. Artis indiferente del rodo que mezcla sin término los elementos dejando
tas corno Hogarth y fil6sofos corno Burke oponian a su rigidez el los en un perpetuo reposo. Cuarenta afios después, Kleist deducirà
encanto de la linea curva y sinuosa que también tenia su emblema la consecuencia radical de la ruptura iniciada por el elogio del Tor
en el nuevo disefio de los jardines ingleses. Winckelmann era ajeno so. C o n t r a s r a r à asi la perfecci6n del movimiento de la marioneta,
a esa polémica, pero también aponia la linea curva continua a las cuya "alma" coincide con su centro de gravedad, con las contorsio
tiesuras de los à n g u l o s . Y la imagen que le servia para caracterizar nes al estilo de Bernini impuestas al cuerpo expresìvo del bailarin
la perfecci6n del Torso no era accidental: en él, los m u s c u l o s se para alcanzar ese mìsmo centro. Un siglo después de él, la danza se
funden unos en otros corno las olas del mar. Esa es la imagen de establecera corno arte autonomo al explotar todas las posìbilìdades
Apolo provisto de su cabeza y todos sus miembros, pero también la de contar una hisroria, ilustrar un caracter o dar i rn à g e n e s a una
Niobe petrificada, muda, representada en "ese estado de inrerrup musica. Estos devenires artisticos no estan, en verdad, ìnscrìtos de
ci6n de la sensibilidad y la reflexi6n, comparable a la indiferen antemano en la superficie ondulatoria de los rn ù s c u l o s del Torso.
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eia", que "n o modifica n i n g ù n rasgo del cuerpo ni de la forma". Pero esa superficie tensa entre el recuerdo de las tareas ejecutadas
Es bella la estatua cuyos rmisculos no tensa acciòn alguna, sino por el cuerpo funcional del héroe y la indiferencia de las olas que
que se funden unos en otros corno las olas que, en su movimiento se elevan y vuelven a caer ya es sin duda una superficie de conver
perpetuo, evocan la superficie lisa y calma de un espejo. Cuando si6n de un cuerpo en otro. Esta tensi6n de varias superficies sobre
medio siglo m à s adelante Europa descubra los relieves del Parte una superficie, de varias corporeidades en un mismo cuerpo, es lo
n6n, los crfticos o p o n d r à n su movimiento vivo a las poses de las que d e f i n i r à en lo sucesivo la belleza. El arte que anuncia el elogio
estatuas admiradas por W i n c k e l m a n n . Pero lo h a r à n en nombre del Torso mutilado no es el arte sofiado por Kleist, el de los auto
del criterio de perfecci6n que él mismo ha fijado: "Un principio de matismos bien c a l c u l a d o s para la maximizaci6n de un efecto; es
f u s i ò n , de movimiento, por el cual el marmo! se derrama corno una el de la pluralidad de las composiciones de movimientos liberadas
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ola". Ya no son simplemente las lineas s i n u o s a s de la naturaleza por la d i s o c i a c i ò n entre forma, funci6n y expresi6n. Winckelmann
las que se oponen a los à n g u l o s rectos impuestos por el cerebro de abre esta era en la cual los a r t i s t a s se a f a n a r à n en desencadenar
non sculptures in early nineteenth-century Britain and Germany", en la d a n z a moderna. Pero saludara a ù n rn à s la revoluci6n introdu
Andrew Hemingway y W i l l i a m Vaughan ( c o m p s . ) , Art in Bourgeois cida por la danza de Isadora Duncan, aplicada a m a n i f e s t a r una
Society, 1 7 9 0 - 1 8 5 0 , Cambridge y Nueva York, Cambridge University identidad del movimiento y el reposo que viene a poner en tela de
voluntad't.l" Ahora bien, esa danza habria de buscar sus medios de h a n querido encontrar en la desproporci6n sublime la ruina del
expresion en la observaciòn de las figuras i n rn é v i l e s de los frisos o modelo representativo y la palabra clave de la modernidad. Pero
los vasos griegos. El movimiento libre, el movimiento igual al repo se trata, corno mi nimo, de un malentendido. En efecto, lo sublime
so, solo libera sus poderes expresivos cuando se deshacen los lazos no es el descubrimiento de los adalides de la modernidad. Fueron
q u e o b l i g a b a n a las posiciones del cuerpo a significar emociones los defensores de los "antiguos" quienes hicieron de lo sublime el
determinadas. La "danza de expresi6n" celebrada por el siglo xx secreto de la superioridad de los viejos maestros y la clave de b é v e
supone la d i s o c i a c i ò n entre signo y movimiento efectuada por e! da del sistema representativo. El genio, el poder de lo sublime, era
a n a l i s i s del Torso mutilado. Supone la ruptura de los modelos de la el complemento de naturaleza que devolvia las reglas y las compe
a c c i ò n voluntaria y del cuadro legible que auri guian el "ballet de tencias técnicas del arte a su fuente viva y les perrnitia asi verificar
ucciòn". su acuerdo con las afecciones del ser sensible en generai. El comple
Al separar la belleza y la expresién, Winckelmann también mento de s u b l i m i d a d consagraba el principio supremo de la logica
separa e! arte en dos; disocia la belleza de las formas de su cien representativa: la armonia, dentro de una misma naturaleza, entre
eia, Para apreciar esa belleza liberada de la convenci6n expresiva, las competencias puestas en juego en las producciones de las artes
hay que dejar de buscar en ella el dibujo preciso y funcional de los y los afectos de aquellos a quienes estaban destinadas. Esa armonia
rruisculos que !leva a reconocer la ciencia anatomica del artista y supuesta enrre poiesis y aisthesis daba a la mirnesis el espacio de
su capacidad de traducirla en la producci òn de las formas. El Torso su despliegue. Y, a cambio, la o p e r a c i ò n mimética la confirmaba.
reducido al mero dibujo de rmisculos semejantes a olas e s t à m à s La t e o r i z a c i ò n kantiana de la belleza s i n concepto rompe con la
p r é x i rn o a la gran época del arte que el Apolo en el que la majestad idea de esa correspondencia. Pero con el Torso mutilado, la Nio
divina debe significarse sobre un rostro. Pero, por su lado, el Apo be petrificada o el Apolo ocioso celebrados por Winckelmann, ya
lo de contornos fundidos los unos en los otros se impone en belleza no estamos ante una cuesti6n de adici6n, sino de sustracci6n. Ya
al Laocoonte, obligado a mostrar a la vez el dolor de la picadura y no es c u e s r i ò n de sumar la l l a m a de la expresi6n a las reglas del
la magnanimidad que se le resiste, aunque este ultimo, por el dibu arte. Cuanta menos e x p r e s i ò n sabiamente reproducida haya, h a b r à
jo preciso de las tensiones de los mùsculos y las expresiones del rnas belleza. Y no se trata de completar sino de dividir: el sensorio
rostro, se impone en ciencia a ese Apolo inactivo e inexpresivo. La propio de la a p r e c i a c i ò n de lo bello ya no e s t à regido por ningu
separaci6n entre la bella forma y la obra de ciencia es lo que Kant, na regia de conforrnidad con el sensorio de la f a b r i c a c i é n del arte.
treinta y cinco afios después, resumirà en la tesis que nuestros Para franquear el a b i s m o entre uno y otro hace falta, d i r à Kant,
escolares saben de memoria, pero cuya impensable violencia contra el poder del genio y de las ideas estéticas. Pero ese genio ya no es
los c à n o n e s representativos han olvidado: lo bello es lo que piace el complemento que verifica el acuerdo entre las reglas del arte y
sin concepto. Hay que apreciar con claridad en qué consiste esta las afecciones del sei sensible. Ahora es el azaroso puente tendido
r u p t u r a . No cabe duda de que la logica representativa conocia el entre dos 16gicas heterogéneas, la de los conceptos que el arte pone
"no sé qué" y el toque de genio que debian afiadirse a la a p l i c a c i ò n en accién y la de lo bello que carece de concepto. Es el poder, oscu
rn à s sabi a de las reglas del arte. Los partidarios de los antiguos ro para el propio artista, de hacer alga distinto de lo que él hace,
habian incluso hecho de elio su arma para rechazar la critica de producir alga distinto de lo que quiere producir y, de tal modo,
los modernos. Y por eso Boileau habia exhumado el tratado De lo brindar al lector, al espectador o al oyenre la p o s i b i l i d a d de reco
sublime atribuido a Longino. Algunos de nuestros contemporàneos nocer y combinar de otra manera varias superficies sobre una sola,
movimiento.
10. Rudolf Laban, La Danse moderne éducative, Bruselas, Com Pero la violencia de la paradoja no se detiene alli, Hay que agre
plexe, 2003, p. 22 [trad. cast.: Danza educativa moderna, Barcelona, gar, en efecto, que esa misma s e p a r a c i é n entre las razones del arte
Paidés, 1984}. y las de la belleza es l a que hace existir el arte corno tal, corno un
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m u n d o propio, y ya no simplemente corno la competencia del pin minuciosas de las medallas, camafeos, bustos y otras piedras escul
i or, el escultor, el arquitecto o el poeta. La singularidad del a n a l i pidas asi recogidos. Para ellos, esos objetos eran "monumentos",
s i s del Torso no puede d e s v i n c u l a r s e de la singularidad del género es decir, testimonios de la vida antigua que se sumaban a los de
rcivindicado por el libro de Winckelmann: no una historia de las los textos. El benedictino Bernard de Montfaucon habia formula
c s c u l t u r a s , los monumentos o las pinturas de la Antigiiedad, sino do su principio: los monumentos de las artes representaban "corno
una historia del arte en la A n ti g ù e da d , Una "historia del arte" en un cuadro" una buena parte de lo que los autores de la Anti
supone que este exista en singular y sin complemento de nombre. giiedad habian descrito, y hacian conocer, por lo d e rn à s , sobre los
Para nosotros, la cosa resulta evidente. Pero Winckelmann es uno usos y ceremonias de los pueblos antiguos, "un numero infinito
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de los primeros, si no el primero, en inventar la n o c i é n del arte de cosas que los autores no e n s e fi a n " . Es i n d u d a b l e que, debido
tal corno nosotros la entendemos: ya no corno competencia de los a la p a s i ò n de artistas coleccionistas, este tipo de historia se habia
hacedores de c u a d r o s , e s t a t u a s o poemas, sino corno medio sen desplazado de la simple funci6n de complemento de los texros a
s i b l e de coexistencia de s u s obras. Antes de él, la posibilidad de la c o n s i d e r a c i é n de los objetos en si mismos, de sus materiales y
una historia del arte en la Antigùedad estaba vedada porque sus de sus modos de fabricaci6n. El Recueil d'antiquités égyptiennes,
elementos participaban de dos historias s e p a r a d a s : la de los arris étrusques, grecques et romaines, publicado en Paris en 1752 por
ras y la de las antigiiedades. Por un lado estaban las vidas de los el conde de Caylus, atestigua esa acenci6n al d e t a l l e de los mate
artistas, género creado por Vasari sobre la base del modelo propor riales y las técnicas que hoy vale a los "anticuarios" de su clase el
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cionado por las Vidas paraleias de Plutarco. Esas Vidas cobraban homenaje de los historiadores de la arqueologfa. Pero el inven
sentido dentro de un universo donde las artes -Ias competencias tario de Caylus es contrario a cualquier voluntad de una "historia
técnicas- se dividian en "artes liberales", practicadas y gustadas del arte": en su p a s i é n por la Antigiiedad, el conde se interesa ante
por los hombres de elite, y artes rn e c à n i c a s , consagradas a las todo en el valor testimonial de los objetos, mas Iuerre en los " g u i
tareas utiles y practicadas por los hombres de la necesidad. En ese fìapos" de los objetos de uso que en las frfas esratuas de Apolo o
contexto, estaban d e s t i n a d a s a justificar el ingreso de los pinto Venus.l-' y describe aquellos uno tras otro, n e g à n d o s e a constituir
res y escultores al mundo de las artes l i b e r a l e s . Por eso el relato su c o l e c c i ò n corno una totalidad autonoma, asi corno se prohibe
anecd6tico y la l e c c i é n moral tenian en ellas tanta cabida corno el coda e x t r a p o l a c i é n a partir de fragmentos que "no puedan indicar
a n a l i s i s de las obras. Desde entonces el género se habia realzado, el todo del que se han separado't.l"
particularmente gracias a las Vite de' pittori, scultori, ed architet En consecuencia, para proponer una historia del arte en la Anti
ti moderni, publicadas en 1672 por Bellori. Estas se inscribian en gùedad no solo habia que conjugar los intereses divergentes de los
el marco de una polémica sobre los principios del arte de pintar. t e ò r i c o s de lo Bello ideai y los coleccionistas de antigiiedades. Era
cia. Esa idea era igualmente ajena al trabajo de aquellos a quie 14 . Anne-Claude Philippe de Pestels, conde de Caylus, Recueil
nes por entonces se denominaba "anticuarios". Estos hacian traer d'antiquités égyptiennes, étrusques, grecques et romaines, Par is,
preciso, sobre todo, apartar el concepto del Arte de la doble limita un artista y los principios que gobiernan la vida de su pueblo y su
l ll.111 de quienes estudiaban el arte -esto es, la concepci6n y la com tiempo. En él, un concepto resume ese nudo: el de "estilo". El estilo
pcrencia técnica- de tal o cual artista y de quienes estudiaban las que se manifiesta en la obra de un escultor pertenece a un pueblo,
. t r t es , esto es, los saberes y las técnicas que fabrican los objetos y a un momento de su vida, al despliegue de un poder de libertad
d i b u j a n e! rostro de una civilizaci6n. Habia que romper la separa colectiva. El Arte existe cuando puede darsele por tema un pueblo,
(Ì<>n entre la singularidad de la "vida del artista" y el anonimato una sociedad, una era, en cierto momento del desarrollo de su vida
del desarrollo de las artes, anulando la separaci6n socia! entre las colectiva. A la armonia "natural" entre poiesis y aisthesis que regia
.rrres liberales y las arres m e c à n i c a s , Ese trabajo lo lleva a cabo un el orden colectivo se opone una nueva relaci6n entre individualidad
concepto, e! de Historia. La Historia no torna por objeto la realidad y colectividad: entre la personalidad del artista y el munda compar
constituida del Arte. Es constitutiva de esa misma realidad. Para tido que la suscita y que ella expresa. Los progresos de la escultura
que haya historia del arte es menester que haya arte corno reali primitiva hasta el apogeo clasico, y su decadencia posterior, siguen
dad en si, distinta de las vidas de los artistas y las historias de los asi los progresos y la pérdida de la libertad griega. A la primera
monurnentos, y desembarazada de la vieja divisi6n entre las artes época de una colectividad masivamente sometida al poder de los
mecanicas y las artes liberales. Pero, a la reciproca, para que el arte arist6cratas y sacerdotes corresponde la rigidez de las formas, debi
exista corno medio sensible de las obras, es preciso que la historia da a la vez a la torpeza de un arte nino y a la obligaci6n de seguir
cxista corno forma de inteligencia de la vida colectiva. Esa hiscoria modelos codificados. A la edad de oro de la libertad griega respon
debe separarse del relato de las vidas individuales calcado del vie de el grande y noble arte de "contornos fluidos". El retroceso de esa
jo modelo de las vidas ejemplares. Debe, por lo tanto, implicar un libertad se traduce en la transici6n a un arte de la gracia, en e! que
esquema tempora! y causai que inscriba la descripci6n de las obras el estilo cede su lugar a la manera, es decir, al c a r i z particular de un
en un proceso de progreso, perfecci6n y decadencia. Pero ese mis artista que trabaja para el gusto particular de un circulo l i m i t a d o
mo esquema implica que la historia del arte sea la historia de una de aficionados. Esta historia del arte corno viaje entre dos polos, el
forma de vida colectiva, la historia de un medio de vida homogéneo de la a b s o r c i é n colectiva y el de la disoluci6n i n d i v i d u a l i s t a , escara
y de las diversas formas a las que da lugar, conforme al modelo ela destinada a un muy prolongado futuro. En la época revolucionaria
borado por Montesquieu para los regirnenes politicos. La historia a l i rn e n t a r a los suefios de una regeneraci6n del arte, retemplado en
significa entonces una forma de coexistencia enrre quienes habitan e! rnodelo antiguo de una expresi6n de la libertad colectiva. Pero
juntos un lugar, quienes hacen en él el plano de los edificios comu también o r g a n i z a r à , de rnanera m à s discreta y duradera, la d i s p o
nes, quienes labran las piedras de esos edificios, quienes ordenan sici6n hist6rica seguo la c u a l , a ù n en nuestros dias, los museos pre
las cerernonias y quienes participan en ellas. Con esta idea de la sentan las obras de arte. Dominara asimismo todo el pensamiento
historia corno relaci6n entre un medio, una forma de vida colectiva del arte en la era romantica y, en Hegel, encontrarà su sistematiza
y posibilidades de invenci6n i n d i v i d u a i , el Arte se convierte en una ci6n en el paso del arte simbolico al arte c l à s i c o y de la forma clasi
La preocupaci6n historicista es, sin lugar a dudas, cormin a ven en esto una desviaci6n historicista del arte. Pero esa "desvia
todos los que quieren romper con las convenciones del orden repre ci6n" no es otra cosa que la via misma por la cual el concepto del
sentativo. El ballet seguo Noverre y la representaci6n teatral seguo Arte corno mundo propio sale a la luz. El Arte existe corno esfera
Talma deben ensefiar la vida y las costumbres de los pueblos que autonoma de producci6n y experiencia desde que la Historia existe
hacen la historia, mucho rn à s que las hazafias de algunas indivi corno concepto de la vida colectiva. Y quien propuso la formula de
dualidades. Pero en la historia del arte, tal corno Winckelmann la esta conjunci6n no es un sociologo rnezquinamente preocupado por
practica, hay algo mas radical. No se trata simplemente de repre reducir las sublimidades del arte a las condiciones prosaicas de su
sentar con exactitud las maneras de vivir y expresarse de un pue producci6n. Es un enamorado perdido de los marrnoles antiguos,
blo del pasado. Se trata de pensar la copertenencia entre el arte de deseoso de darles el santuario mas apropiado para su veneraci6n.
La belleza dividida 33 34 Aisthesis
Es cierto que ese mismo amor se presta a sospechas y que es f à c i l un escenario, es contradictoria con su pretensi6n de impartir una
d a r vuelta el argumento. Si se tiene a bien disculpar a Winckelmann e d u c a c i é n positiva a las maneras de ser de la poblaci6n. Puesto que
por haber codificado las frialdades n e o c l à s i c a s , es para acusarlo, el teatro solo reune multitudes para despojarlas de las virtudes que
.1 la inversa, de haber suscitado los locos fervores del romanticis- forman una comunidad. Su forma propia es la de "esos espectacu
1110 y el idealismo alemanes. Lo que su Historia inventaria seria la los exclusivos que encierran tristemente a una pequefìa cantidad de
< .recia alemana, tierra ideai donde el arte nacia del suelo y expre personas en un antro oscuro; que las mantienen temerosas e i n rn é
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vaba la vida misma del pueblo. Esa Grecia alemana, hermana de la viles en el silencio y la inacci6n". Separaci6n y pasividad: tales son
R o m a sofiada por los revolucionarios franceses, habria alimentado los rasgos propios, los rasgos antisociales de la escena representati
la utopia de un destino del arte, que lo impulsaba a autoanularse va. A esto, Rousseau opone la fiesta en la que todos participan, en
para volver a ser lo que habria sido anrafio, el tejido de las formas la que todos se convierten en actores y se comunican las emociones
sensibles de la vida de un pueblo. Habria alimentado el suefio "tota que la escena desvia bacia sus simulacros. Asi era, en su opinién, la
litario" de identificaci6n entre la vida del arte y la del pueblo que continua fiesta espartana. Asi podrian ser las festividades civicas de
celebra su unidad. las republicas modernas, cuyo embri6n e s t à en las diversiones carn
éC6mo ignorar, entonces, la paradoja que situa la encarnaci6n pestres y n à u t i c a s de los ginebrinos. Asi s e r à n , m à s adelante, los
suprema de esa Grecia en la estatua privada de cabeza y miembros? grandes sueiios de e s p e c t à c u l o s transformados en acciones colecri
iC6mo ignorar también la modalidad de la adoracién suscitada por vas que i n s p i r a r à n la s fest i vidades de la R e v o l u c i ò n Francesa y vol
ella? El arte, ensefiaria Hegel, habria sido en el pasado la rnanifes v e r à n a florecer a comien z os del siglo xx: representaciòn de Orfeo y
r a c i é n de la vida de un pueblo. Pero Winckelmann ya decia haber Euridice en 1 9 1 3 en Hellerau, con el dispositivo escénico de A ppia
seguido el destino del arte griego corno "la amante que ha quedado y los coros arrastrados por la gimnasia r it mica de Jaq ues -D a k r oz e,
cn la orilla sigue, con los ojos bafiados en l à g r i m a s y sin esperanza donde se mezclan los hi j os de la elite ar ti stica europea con los de
de volver a verlo, a su hombre que se hace a la mar, y cree divi los obreros de los "T al l eres alemanes para el arte en la i ndu s tr i a ",
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sar su imagen en la vela ya remota". Un torso por un cuerpo, el fundados por un industria i fi la ntropo y modernista ; El 14 de julio,
movimiento uniforme de las olas por toda a c c i ò n , una vela por el de Romain Rolland, concebido para culminar en una fiesta civica
amante al que la nave lleva: el cuerpo griego legado a la posteri q ue impulse a la sala a la acci 6 n colectiva; e s pe c t à c u l o s de Meyer
dad por Winckelmann es un cuerpo definitivamente fragmentado, hold en los que se c ombinan las noticias relegràficas del frente de
separado de si mismo y de toda reactivaci6n. Un cuerpo bien dife la g uerra civil y las consignas del combate soviético con las peri
rente, por lo tanto, del de esos coros de guerreros, ancianos y efebos pecias de las piezas representadas, etc. S in duda, estas f ormas de
espartanos que Rousseau menciona en la misma época en su Carta rn o v i l i z a c i é n colectiva en nombre del arte y la revoluci 6 n estan lejos
a D'Alembert sobre los espectaculos. La polémica de Rousseau, en de las " inocentes" diversiones propiciadas por R o uss eau. Marx,
efecto, araca de otra manera la coherencia de la logica representa Wagner y N iet z sche han pasado por ellas. Pero lo que oponen a la
tiva. Winckelmann desbarata el supuesto previo de una armonia l o gi c a repre s entativa es una misma l o gica de transformaci 6 n de las
entre capacidad expresiva y perfecci6n forrnal, Por su parte, Rous maneras de ser: hay que destruir la pasividad de q uienes asisten a
seau lleva la c u e s t i é n al terreno de la ética, en el sentido propio un e s p e c t à c u l o , separados por la representaci 6 n de su poderio indi
del término. Ethos significa "manera de ser", y la polémica rous vidua i y colecrivo, hay que transformarlos en actores directos de ese
15. J. J. Winckelmann, Histoire de l'art dans l'Antiquité, op. cit., mard, 1995, col. "B iblioth è que de la Pléiade", p. 1 1 4 [ trad. c a s t . : Carta
poderio, actores que obren en c o rn ù n y compartan la misma capa tura de toda relaci6n determinada entre una forma sensible y la
c i d a d afectiva. Llamo "ética" esa alternativa a la logica representa e x p r e s i é n de una significaci6n precisa; pero es también la ruptura
t iva que propone la transformaci6n de las formas representadas en de todo lazo determinado entre una presencia sensible y un p ù b l i c o
maneras de ser de una colectividad. que seda el suyo propio, el medio sensible que la alimenta o el des
Ahora bien, el destino que Winckelmann asigna a su historia del tinatario natural de su interpelaci6n. Rousseau queria que el pue
a r t e no es esa resurrecci6n de la fiesta colectiva. A la mediaci6n blo volviera a apropiarse de su poder sensible de acci6n, e rn o c i ò n
representativa opone no la comunidad ética sino la distancia estéti y c o m u n i c a c i é n , alienado en la distancia del espectaculo represen
ca. La separaci6n y la i n a c c i é n , los dos vicios estigmatizados por la tado. Pero la libertad griega de Winckelmann e s t à encerrada en su
Carta a D 'Alembert, son para él, al contrario, las virtudes p a r a d ò totalidad en el bloque de piedra. Si este nos la representa, lo hace en
jicas de la esratua mutilada. No es que venere menos que Rousseau la distancia que lo separa de su medio nutricio, en su indiferencia a
la libertad antigua. El camino que lleva a la estatuaria griega hacia toda expectativa particular de cualquier p ù b l i c o determinado. Asi
la perfeccién para alejarla después de ella es a su juicio estricta sera treinta afios después la cabeza de la ]uno Ludovisi, celebrada
mente sincronico con los progresos y la decadencia de esa libertad. por Schiller: u n a cabeza separada de cualquier cuerpo, pero tam
Pero la manera corno ve encarnarse esta ultima es exactamente la bién de todo lo que normalmente debe expresar una cabeza, una
opuesta: no se trata de anular la pasividad de la representaci6n para voluntad que persigue un fin y gobierna una acci6n, una inquie
poner en acrividad al espectador. Se trata, a la inversa, de negar, tud que modifica la pureza de los rasgos. Para Schiller, esa cabeza
en la figura misma del dios o el héroe sobrehumano, la o p o s i c i é n encarnara la libre apariencia ofrecida al goce del puro juego estéti
de lo activo y lo pasivo. La Grecia democratica se significa en esa co, aparrado tanto de toda a p r o p i a c i ò n cognitiva corno de todo ape
anulacién. Lo hace retrospectivamente, por supuesto. Esta libertad tiro sensual. Pero la e n c a r n a r à corno cosa del pasado, producto de
simbolizada por el dios o el héroe que no hace ni ordena nada es un arte ejemplar que ya no es posible rehacer. Ese arte es el que, por
una invenci6n de los republicanos modernos, apoyada, es cierro, lo demas, él califica de poesia "ingenua": una poesia que no procu
en una lectura de los estoicos. Y Grecia, asi puesta nuevamente en ra hacer poesia y expresa en cambio el acuerdo inmediato entre un
escena, solo esta presente bajo la forma de su falta. Al movimiento universo colectivo vivido y formas de invenci6n singulares; un arte
que lleva a encarnarla en nuevas ceremonias del pueblo republicano que no es arte, que no es un mundo aparte, sino una manifestaci6n
se opone estrictamente la metonimia de la vela que desaparece ante de la vida colectiva. Eso es lo que testimonian el Torso mutilado,
la mirada de la amante. Esa vela hace las veces del objeto amado y, la Niobe indiferente o la cabeza sin voluntad de la ]uno Ludovi
al mismo tiempo, de la nave que lo lleva. Y del marmo! antiguo, la si. Pero solo lo testimonian al instituir una configuraci6n sensible
metonimia hace una figura en el doble sentido de la palabra: una exactamente opuesta: al convertirse en obras de arte, ofrecidas a
presencia sensible en la que se encarna el poder que la ha forjado, una mirada "desinteresada", encerradas en el universo separado
pero también un diferimiento de esa presencia. El poder del todo de los museos. El Arte en singular y la Historia en singular nacen
ya no reside en la r e u n i é n del cuerpo funcional y expresivo. E s t à en juntos al repudiar en un mismo gesto la divisi6n de las artes y la
los contornos que se funden unos en otros. Esta en todas partes y dispersi6n empirica de las historias. Pero nacen juntos bajo la for
en ninguna sobre la superficie que sustrae lo que ofrece. La figura ma de esta relaci6n contradictoria: la Historia da existencia al Arte
es presencia y diferimiento de la presencia, sustituto de la presencia corno realidad singular, pero se la da en el marco de una disyun
perdida. La perfecci6n de la estatua de Winckelmann es la de una c i é n de los tiempos: las obras de los museos son arte, son el soporte
colectividad que ya no e s t à , un cuerpo que ya no puede ser actua mismo de esa realidad inédita que se llama Arte, porque no eran
lizado. La bella inactividad del dios de piedra era el producto de la nada semejante para quienes las produjeron. Y reciprocamente,
libre actividad de un pueblo. La indiferencia de la estatua sola da en esas obras llegan a nosotros corno el producto de una vida colecti
lo sucesivo una figura a esa libre actividad. va, pero a condici6n de mantenernos separados de ellas. La historia
Indiferencia quiere decir dos cosas: es en primer lugar la rup- hegeliana de las formas del arte sera la prolongada demostraci6n
La belleza dividida 37 38 Aisthesis
dc esa disyunci6n constitutiva. El arte existe en la diferencia misma historia del régimen estético del arte podria pensarse corno la de las
cnrre la forma de vida cormin que era para quienes produjeron sus metamorfosis de esta estatua mutilada y perfecta, perfecta porque
ohras y el objeto de libre contemplaci6n y libre apreciaci6n que es mutilada, obligada, en virtud de faltarle la cabeza y los miembros, a
pa ra nosotros. Existe para nosotros en la disyunci6n entre el poder proliferar en una multiplicidad de cuerpos inéditos.
dentro de los museos que haran existir el arte corno tal, incluso -y
sobre todo- para sus derracrores; pero esta también en las inven
dad. Los suefios mismos de una obra de arte total, de una lengua de
o de formas del arte idénticas a las formas de una vida nueva, todos