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“Todo vínculo social está determinado por una imposibilidad estructural (…) una
vez que dos términos entran en relación en un vínculo, se produce un algo más,
una resultante de ese encuentro de los dos términos que entraron en relación…” 1
Abstract
El presente artículo está orientado a mostrar por qué para el psicoanálisis “educar”
es una de las tareas imposibles. Para ello se revisarán algunas consideraciones
realizadas por S. Freud y Lacan a lo largo de sus obras, referentes a cómo la
educación está precisamente determinada por esa imposibilidad. Se consultará
además desde lo etimológico los conceptos de imposibilidad e impotencia con el
fin de hacer una diferenciación entre ambos, lo que permitirá encontrar respuestas
a la tesis que descansa desde el discurso psicoanalítico, a saber, la imposibilidad
no significa impotencia. Este recorrido se hace con el propósito de ofrecer unas
salidas frente a la imposibilidad de educar, desde el lugar de maestros, mostrando
así como puede particularizarse y enriquecerse la práctica pedagógica contando
con los planteamientos antes mencionados.
Palabras claves:
Educación, Psicoanálisis, Maestro, Prácticas Pedagógicas, sujeto, inconsciente,
imposibilidad, impotencia, transferencia, pulsión, sublimación.
Las conexiones entre la educación y el psicoanálisis tienen su historia. Es así que
para reflexionar este vínculo se hace necesario en primer lugar remitirse a los
planteamientos de Freud respecto al tema y de su muy convencida esperanza de
que esta fusión pudiera traer buenos resultados. Fue con Freud que la sexualidad
infantil comenzó a cobrar trascendencia y de ahí en adelante, la educación a ser
una cuestión más que se explora desde el psicoanálisis. Desde estos
planteamientos, es en la etapa infantil donde el sujeto se encuentra de frente con
sus pulsiones, las cuales se hacen imposibles de controlar. Freud dio el nombre
de pulsión2, a aquel empuje o impulso que tiene como objetivo, buscar su propia
satisfacción. De esta manera, diferencia el comportamiento sexual animal, que es
controlado por los instintos. Por esta razón se habla de impulso sexual y no de
instinto sexual. La búsqueda por parte de la pulsión de esta satisfacción está por
fuera de toda ley, o más bien, puede existir una ley que la regule pero no lo hará
totalmente, pues siempre existirá una transgresión. El niño entonces se ve en
1 En: Psicoanálisis y vida cotidiana. Jaime Alberto Carmona Parra. Siglo de Hombre Editores. Pág.
185.
2 FREUD, Sigmund. Tres ensayos para una teoría sexual. Obras completas, Tomo II.
dificultades para instalarse en la cultura pues se atisba en él un rechazo a todo lo
que tiene que ver con la norma y la ley y un empuje a la transgresión que busca la
satisfacción.
Con lo anterior vemos que para Freud la pulsión es imposible de eliminar pues
ésta siempre va a insistir en satisfacerse y ni la educación puede eliminarla. Como
él mismo lo indica: “es imposible eliminar en el niño su constitución pulsional
rebelde”. La educación podrá reprimirla, domeñarla, pero sin embargo siempre
terminará satisfaciéndose de cualquier manera y por lo tanto, solo podrá hacerlo
en una parte.
3 Freud distingue tres instancias en el aparato psíquico: el ello, el superyó y el yo. El ello está
constituido por los impulsos básicos y persigue la inmediata gratificación de las pulsiones. El
superyó es el que representa los pensamientos morales que de alguna manera contrarrestan al
ello. El yo es el que pretende satisfacer las demandas del ello pero de una manera apropiada, en
otras palabras es un regulador entre las demandas del ello y el superyó.
4 CORTÉS, Marlon. Comentarios en los puntos capitales; Conferencia XXXIV. Freud.
encontrarse ambos discursos y puede proponerse que la función de la educación
(aunque no sea la garantía), ha de ser una que restrinja y someta la pulsión,
teniendo en cuenta, claro está, que no es eliminar la manifestación sexual sino
apuntar a que ésta pueda dirigirse hacia fines más sublimes y acordes a la cultura.
A lo sumo la educación podrá participar en la construcción de los diques frente a
aquello que tiende a empujar sin límite, puede ofrecer un acto sublimatorio, en
otras palabras, contar con que esa culturización no solamente puede incluir la
represión de los impulsos libidinosos, sino que tiene otra opción: la sublimación5.
Es con lo anterior que llegamos a otro de los planteamientos de Freud. Sugiere así
un punto medio entre la permisión y la negación o prohibición de la pulsión, con el
objeto de que el niño se perjudique lo menos posible; “La educación tiene que
buscar su senda entre la Escila de la permisión y la Caribdis de la denegación”7
Igualmente lo plantea Anna Freud al afirmar que: “La misión de una pedagogía
fundada en los hechos revelados por el psicoanálisis consistiría, precisamente, en
hallar un término medio entre ambos extremos (falta de inhibición o la coartación
excesiva y desmesurada), o sea, indicar para cada edad la combinación óptima
entre el consentimiento de las satisfacciones y la prohibición de los impulsos
instintivos”8
Lacan también rescata la educación como una de las tres profesiones imposibles
ya mencionadas por Freud, (a saber las otras dos; gobernar, y analizar… y como
señala él mismo una cuarta: hacer desear). Lo que Lacan parece proponer es que
si bien existen cosas que en su condición son imposibles, es decir, existe la
imposibilidad, también existe la impotencia, pero ésta se ubica en un lugar distinto.
Lacan desarrolla esta idea, proponiendo que todo vínculo implica al menos dos
términos: agente y “otro”. El agente se posiciona como dominante. Sin embargo
aclara que todo vínculo se determina por una imposibilidad, pero aun así, cuando
ambos términos entran en relación con ese vínculo, se produce algo más de esa
relación, lo cual se refiere a la producción o incidencia que tiene el agente sobre el
otro. Lacan entonces nos sugiere que toda relación implica un imposible. Se define
así en su fórmula:
Agente Trabajo
Verdad Producción
Lacan afirma que la impotencia es la verdad y lo imposible lo real, algo que puede
resultar esclarecedor cuando se dice que cualquiera que sean los significantes
que se inscriban en el lugar del agente, la producción nunca tendrá relación con la
verdad, no hay entonces una comunicación entre ambas, entre la verdad y la
producción, las dos van por lógicas distintas. El sentimiento de impotencia, es para
Lacan no poder velar la verdad, no poder llegar a descubrir que hay detrás de la
verdad. Al respecto afirma “…cuando abordamos lo real, solo podemos articularlo
como imposible…si lo real se define por lo imposible se sitúa en la etapa donde el
registro de una articulación simbólica, se encuentra definido como imposible de
demostrar”9. Es así como llega a decir que cualquier imposibilidad, siendo ésta la
que nos deja en vilo en cuanto a su verdad, existe porque la protege y esto se
nombra como impotencia
Con lo anterior vemos como Lacan atribuye la impotencia a todos. Todos podemos
sentir esta impotencia, el asunto es ¿Cómo responder a esa impotencia? ¿Si es
imposible, entonces intentarlo es perder el tiempo? Según el autor, “…quedarse
sentado en el sillón no es seguramente la mejor posición para cernir lo
imposible”10. Lo que interesa ahora no es solo señalar una imposibilidad, si no
reflexionar sobre cuál sería la mejor actitud frente a ésta, lo cual nos lleva a
contemplar una forma de responder, una forma que no es precisamente la de
“hacer nada”.
9
LACAN, Jacques. Seminario 17. El Reverso del Psicoanálisis. Ediciones Paidos. Buenos Aires.
Barcelona.
10 Ibíd. 54-55
11 Ibíd. 56
como lo propone Lacan sería lograr “hacer funcionar su saber cómo término de
verdad”12. Es como si dijéramos que no se trata de eludir lo imposible, pues existe
estructuralmente, si no de ser su agente, un agente que no pretenda aferrarse a la
búsqueda de la verdad porque sabe que es imposible de encontrar.
La existencia del inconsciente nos recuerda que el sujeto escapa a todo intento de
dominio pues está regido por la pulsión y determinado por el lenguaje y de
acuerdo con esto, el acto de educar está atravesado por un imposible, pues la
educación se resiste en un punto: la pulsión. Por esta razón la función educativa
no garantiza su completo dominio. Por otra parte se debe contar con un sujeto en
falta, y no evadir la pulsión, pues esta no tiene objetos y por lo tanto andará
siempre en busca de la satisfacción. Si decimos que a la pulsión no se le puede
educar, entonces, lo que quiere decir, es que la educación no interviene sobre la
pulsión directamente, sino sobre los fines de ésta. Para esta pulsión existe de
alguna manera la ley, que la regula, por decirlo de alguna forma, pero no la
extingue. Nuevamente se deja ver el límite de la educación pues hay algo que se
escapa. La educación apunta a esa regulación pero es insuficiente porque no
alcanza a regularlo todo. Siempre habrá algo por decir, por hacer. Todo no puede
decirse, todo no puede tenerse, pero hay distintas maneras de responder ante
esto.
12 Ibíd. 56
13 COROMINAS, Joan. Diccionario Crítico de la Lengua Castellana. Volumen 3. Editorial Gredos.
Madrid.
14 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de La Lengua Española. Editorial Espasa. Madrid.
imposibilidad (del latín “impossibilitas”) se define desde esta misma fuente como la
“falta de posibilidad para existir una cosa o para hacerla”. Se aclara que ambos
términos se definen contando con que proviene de las palabras posible y potente
respectivamente unidas con el prefijo im, lo cual lleva a una nueva búsqueda.15
El prefijo im, o in, como se encontró desde lo etimológico, viene del latín “in”, que
representa un tiempo- partícula inseparable negativa o privativa. Expresa así la
negación.16
Teniendo en cuenta lo anterior, se evidencia, como desde lo etimológico, ambos
conceptos refieren a algo que tiene que ver con el poder, en tanto niegan la
posibilidad (algo que puede suceder o existir) y la potencia (que tiene poder eficaz
y activo).
Se puede decir así, que aunque algo sea imposible, en este caso la educación, no
quiere decir que no se tenga el poder para intentarlo aunque no se consiga
totalmente. Véase que se dice, que no se tiene la facilidad o que es difícil de
llevarse a cabo. Pareciera como si hubiera algo de ambos conceptos que se
queda sin decir, algo en el medio que hace que aunque parezcan significar lo
mismo, se diferencian, pues uno es sustantivo (imposible) mientras que el otro nos
invita a pensarlo más como movimiento, como un acto, (impotencia). La
imposibilidad entonces puede ubicarse desde una representación, algo que se
dice desde un discurso, pero la impotencia está del lado del sujeto y la decisión
que tome.
Con todo lo que hasta ahora se ha dicho, vemos pues que como maestros
estamos enfrentando un reto bastante ambicioso, reto que por ser imposible de
llevarlo a cabo en su totalidad, no debe ser olvidado en teorías o tomando una
actitud de total pesimismo, desesperanza, desconfianza o como algo en lo que se
pierde el tiempo y no hay nada que hacer. Los maestros debemos encontrar algo
que desafíe esa imposibilidad, de mirar más allá de todos los obstáculos que
existen y pensar un sujeto resultado de una estructura y atravesado por el
lenguaje. Es asumir una posición que implica una apuesta la cual se puede
traducir en una invención que llevará a producir una división en el sujeto.
Una de las salidas que propuso Freud fue la de una formación psicoanalítica e
incluso un análisis particular, pero quizá ésta no sea la única. Lo que sí es
realmente importante, es que un maestro siempre tome una actitud de reflexión,
que esté permanentemente cuestionándose sobre su ser y sobre su deseo y todo
aquello con relación a los afectos que le suscita ser maestro. Con todo lo dicho
hasta ahora, vemos claramente la importancia de la presencia de las personas
que para el niño representan la ley, aquellas que muestran el límite y de manera
más directa el maestro se visualiza como el continuador de esa educación que se
Buenos Aires.
comienza en la familia, es quien debe encontrar ese punto medio entre lo que se
debe prohibir y lo que se debe permitir. De esta manera los maestros se
convierten en representantes de ley con la función de crear significantes distintos,
aparecer como “buenas contingencias”, actitud que implica sostener una apuesta
que conlleva a riesgos, pues en el acto de educar son inevitables y ningún método
ni modelo educativo puede preservar al educando ni al educador de éstos.
Poner este punto medio que propone Freud en práctica y reconocer la
particularidad de cada sujeto-niño permitirá pensar la educación donde la
impotencia sea vista de otra manera.
Una manera que pueda encontrar una relación con un imposible en donde se hace
necesario trabajar, donde se deje ver una esperanza de que por lo menos en
algunos haya una realidad distinta. El maestro es entonces quien corre con esta
responsabilidad, teniendo en cuenta que no solo es aquel que transmite
conocimientos escolares por medio de su saber especifico y que con éste logre
hacerle frente a las exigencias de una sociedad, con las demandas de adecuación
y normalización del niño, o a las necesidades de que todo marche bien por parte
de esta y de la familia, sino que además debe saber que para esta apuesta, el
maestro ha de ser un modelo de identificación para el otro y sobretodo tomar una
actitud en donde olvide su posición de poder, (dueño del saber) pues no se
transmite el saber, si no el deseo por ese saber y eso sucede en el momento en el
que el mismo estudiante intuye ese deseo en el maestro por el área que enseña y
comienza a construirse una para sí mismo, es decir, el maestro comienza a
convertirse en un posibilitador en un mediador para la construcción de ese deseo.
Un maestro convencido de su elección, de tener el deseo puesto en el acto de
educar, puede acompañar al niño en el camino de la construcción de su propio
deseo, un maestro comprometido que sabe que su función deja huellas y produce
efectos en la subjetividad del otro.
He intentado exponer hasta aquí la tesis que plantea el psicoanálisis que señala
como si bien el educar está atravesado por una imposibilidad; imposibilidad que
existe en todo vínculo social, pueden verse algunas vías de respuesta cuando el
ideal educativo falla o no marcha y como esto no implica por parte del docente una
actitud de impotencia que lo lleve a la renuncia de su función. Todo lo anterior, sin
duda enriquece de manera significativa la labor pedagógica y ayudan a interpretar
aquello que surge en el encuentro con el otro (educador-educando). De aquí que
es una invitación a los maestros y maestras a particularizar sus prácticas dando
una mirada distinta de lo que implica educar contando con el psicoanálisis en tanto
se reconoce la presencia del inconsciente en todo acto educativo. Por esta razón
es importante que el educador, no solo sepa de su saber específico, si no que
conozca la existencia del saber del inconsciente y que esté avisado de los efectos
que el propio puede traer.
17
RAMIREZ, Mario Elkin. ¿Educación sexual? Un análisis del Proyecto Gubernamental de
Educación Sexual. En: BIOS Editores. 1996
BIBLIOGRAFÍA