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Hay que conocer los pormenores que contempla la legislación para detectar
actos ilícitos.
Desde el punto de vista jurídico este es un tema por demás complejo. Por una
parte hay leyes y normas de carácter preventivo, como por ejemplo, la
LFPIORPI, mejor conocida como ley antilavado, cuya naturaleza y aplicación se
hace a la luz del derecho administrativo. Entre los actos representativos de las
obligaciones que tienen esta naturaleza, encontramos a las personas que se
dedican a desempeñar ciertas actividades económicas, de identificar a los
sujetos con quienes efectúen algunas operaciones, transacciones o negocios,
así como, en algunos casos, el que tengan que dar aviso a la autoridad sobre la
realización de tales actos u operaciones.
Por otra parte, los actos y operaciones que en sí mismos implican un proceso de
lavado de dinero, son objeto de la regulación penal, en términos del artículo 400
Bis del Código Penal Federal (CPF).
En este sentido, una misma conducta puede llegar a tener las tres vertientes
regulatorias, cada una con sus propios contenidos normativos, que obedecen a
lógicas y diseños diferentes y con consecuencias jurídicas diversas.
Estas recomendaciones, las debe adoptar cada uno de los países, miembros de
GAFI y de GAFILAT y estos se encargan de verificar que en efecto, hayan
tomado las acciones necesarias para su implementación y eficaz ejecución.
Así que podemos decir, que estas recomendaciones son las normas
internacionales que rigen la prevención y el combate al lavado de dinero.
Ahora que, hay particulares que tienen como actividades económicas algunas
que la experiencia internacional ha señalado como aquellas que de manera más
recurrente se utilizan en procesos de lavado de dinero, como por ejemplo,
joyeros, desarrolladores inmobiliarios, asesores fiscales y financieros, notarios,
entre muchos otros. Estos particulares se rigen por la antes mencionada, ley
antilavado.
Entre las obligaciones podemos referir cuatro muy importantes que debe
observar quien se dedique a cualquiera de las actividades económicas
señaladas en el artículo 17 de la LFPIORPI y que se les conoce como
actividades vulnerables.
Sin embargo, pareciera que solo en las actividades vulnerables se puede llevar a
cabo un proceso de lavado de dinero, lo cual es falso.
Esa actividad, por ejemplo, no está considerada como vulnerable, pero puede
ser utilizada en tales actos ilícitos, al igual que lo pueden ser los servicios de
restaurantes, y hoteles, o bien tiendas de muebles.
La sugerencia para agentes que no califican como vulnerables sería contar con
políticas domésticas –aunque no sean legalmente obligatorias– que les
permitieran identificar áreas de riesgo y operaciones que salgan de la
normalidad de su negocio, pues ello llevaría a un blindaje en lo individual que
eventualmente serviría como medio de prueba ante imputaciones en su contra.
Recordemos que en todo caso esta información sirve para generar inteligencia,
no así para ser usada en tribunales; ya que, sí se requiriera presentar los
soportes de dicha información en juicios o causas penales, la autoridad deberá
proceder a obtener la documentación y comprobantes originales de cada
operación.
¿Con qué medios de defensa cuenta el particular para hacer frente a los
actos de la autoridad en esta materia?
Lo anterior sin perjuicio de que, en los casos en los que se alegue una violación
directa a los derechos fundamentales, estos casos puedan impugnarse en
amparo indirecto ante los juzgados de distrito.
• los montos para identificar y para dar aviso de las operaciones, pudieran
ser determinados por la autoridad administrativa en lugar de ser fijos como
actualmente los contempla la LFPIORPI
• los montos para señalar los límites a la prohibición del uso de efectivo se
establecieran en cantidades fijas y redondeadas, y
Conclusión