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Pistas para la construcción de una (otra) economía (social y solidaria) en América Latina

Es cierto que en América Latina estamos inquietos, que ya no únicamente las minorías estamos
buscando una alternativa ante un sistema económico (social y político, sea dicho de paso) que no
aguanta más. Las brechas entre pobres y ricos son grandes y hoy más que nunca es evidente que
necesitamos un cambio de paradigma. Ya no un cambio con pretensiones universalistas y
totalitarias como nuestros sistemas imperantes —algunos que ya cayeron o están cayendo— sino
un cambio que incluya las particularidades de los pueblos originarios y tribus urbanas, un cambio
que sea responsable con las personas y con el entorno. En palabras de José Luis Coraggio “en
América Latina estamos buscando un nombre para una variedad de prácticas de construcción de
formas no capitalistas. Formas que intentan resolver el acuciante problema de la sobrevivencia,
del sustento cotidiano inmediato”1.

Para lograrlo ya no es suficiente con crear espacios de “solidaridad”, de venta de productos


provenientes de sectores pobres dirigidos a sociedades ricas que los compran a sobre-precio (a lo
que se le llama “comercio justo”). O por el contrario, de “eficiencia social” según criterios que no
son aún asumidos por la sociedad. Es necesario ir más allá, ir por más, ir por otra economía, por
otra política, por otra sociedad, por otra cultura, por —como dicen los zapatistas— un mundo
donde quepan otros mundos. Pues las estructuras no se modifican a partir de una acción
promovida por unos pocos, sino por la suma de muchos en pequeñas cosas.

El pensamiento de Hinkelammert nos puede dar una pista. Él nos propone una racionalidad de la
reproducción de la vida de todos, y a partir de esto, una economía en la que quepamos todos y no
sólo los exitosos. Para esto necesitamos resignificar muchos de los supuestos de nuestra
economía. El primero de ellos, y madre de todos, es la resignificación de las tres falsas
mercancías: el dinero, el trabajo y la tierra. Asumirlas como medio de distribución y circulación de
la riqueza y no como mercancía de acumulación, es uno de los primeros pasos que hay que dar
para lanzarnos hacia otra economía que ponga en el centro a la persona y no al capital.

Otro de estos supuestos que habría de resignificar, es el que asume al ser humano como
naturalmente competitivo. Un ser humano que ha de luchar de manera individual para lograr su
cometido. Para construir otra economía tenemos que acabar con estas concepciones naturalistas
del ser humano, que legitiman el sistema financiero y no dan paso a formas de organización
cooperativa o comunitaria. Para romper con eso, tenemos que asumir al ser humano desde su
experiencia principal de vida, es decir, desde el hecho de que el que se encuentre vivo es fruto de
una comunidad que quiso que viviera, lo cual nos lleva a afirmar que su experiencia primera es
comunitaria y no competitiva.

No se trata aquí de dar recetas, de establecer formas cerradas y probadas de hacer otra
economía. Se trata, por un lado, de asumir que la hoy llamada Economía Social y Solidaria no es
únicamente dirigida a los sectores vulnerables, a modo de programa de gobierno, sino que es un
cambio de paradigma para que todos y todas podamos vivir, para que tengamos esperanza de
vida. Y por otro lado, se trata de proponerla no como un apéndice de la Economía (así con
mayúscula), o como un programa que se ajuste a las exigencias del Mercado (también con
mayúscula), sino como una reflexión sobre lo micro y lo local, desde procesos que se encuentran
insertos a nivel amplio y que implican proyectos, comunidades, redes y movimientos.

Esto sí que es problemático. La Economía Social y Solidaria en América Latina intenta motivar
cambios estructurales que vayan más allá de los supuestos, que cuestione nuestra práctica
profesional actual y que, independientemente del campo en el que cada uno se encuentre, nos
invite a pensar nuevos paradigmas, pues no se trata de una economía de especialistas en
finanzas. La Economía Social y Solidaria intenta resignificar la vida y traducirla en lo que los
pueblos indígenas le han llamado (antes de la conquista española o la portuguesa, entre otras) el
buen vivir. Se trata de poner en marcha soluciones no probadas y no verificadas, de atrevernos a

1 Coraggio, José Luis. La otra economía, potencialidades y retos, Congreso sobre economía solidaria, autogestión y
cooperativismo, Eskoriatza, 2008. p.24
sugerir y poner en práctica nuevas monedas, nuevos mercados, nuevos modos de relación. Pues
es desde ahí que iremos creando otros mundos posibles y sustentables.

Arturo Estrada Acosta


Gestión Social y Solidaria / Yomol A’tel2
@Puyuch

2 www.yomolatel.org

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