Sunteți pe pagina 1din 4

1.2.

Formación filosófica
Aristóteles afirma en la Metafísica que Platón, todavía joven, fue amigo
de Crátilo y seguidor de la doctrina heraclítea (cfr. Met., I 6 987 a 32-33). La
afirmación es verosímil y explica hasta cierto punto la visión platónica de la
realidad física, la condición cambiante e inestable de nuestro mundo.
Además del pensamiento de Heráclito, los diálogos de Platón testimonian
un amplio conocimiento de casi todos los filósofos físicos, desde Tales
hasta Anaxágoras. De todos ellos los que probablemente mejor conoció, y
quienes más influyeron en la formación de su pensamiento, fueron, junto a
Heráclito, Parménides y los pitagóricos, transmisores los últimos de un
pensamiento de fuerte connotación matemática y de la antigua doctrina
órfica, que ponía al centro de su enseñanza la inmortalidad y la
trasmigración de las almas.

Platón, sin embargo, conoce y dialoga sobre todo con los filósofos
contemporáneos, los sofistas y los retóricos, desde una posición cercana a
la de Sócrates.

Sin duda fue Sócrates su principal maestro, de quien recibió su modo de


concebir la filosofía, contrapuesto tanto a la sofística como a la retórica. La
dialéctica practicada por Sócrates necesitaba, sin duda, un ulterior
fundamento, pero estaba decididamente orientada al descubrimiento de la
verdad, que para Sócrates ni puede ser relativa, como pretendían los
sofistas, ni simplemente convencional, como enseñaba la retórica de
Isócrates en su intento de conservar los valores transmitidos por la tradición
cultural griega.

Platón desarrolla el pensamiento socrático dotándolo de un fundamento


metafísico. Platón no se ocupa sólo, como su maestro, de cuestiones éticas;
sus intereses temáticos resultarán notablemente ampliados, como veremos,
y las soluciones que su filosofía propone, recogiendo los grandes problemas
recibidos no sólo de Sócrates sino de la gran tradición filosófica precedente,
van mucho más allá de la filosofía en buena parte intuitiva de su maestro.
Platón, sin embargo, será siempre socrático por su modo de concebir la
filosofía, actividad no sólo educativa, académica en sentido moderno, sino
sobre todo forma de vida; Sócrates encarna para Platón el ideal del filósofo
no tanto por el conjunto de su doctrina, sino sobre todo por su apasionada
búsqueda de la verdad.
1.3. Escritos platónicos
Platón es el primer filósofo de quien poseemos un conjunto de escritos
completo, en los que abarca áreas distintas del saber y con los que
contribuye a configurar la filosofía como una disciplina específica que unifica
ámbitos de interés y de conocimiento distintos. Platón supera las
limitaciones temáticas de los filósofos precedentes, afrontando y procurando
articular campos del conocimiento cultivados hasta entonces casi de modo
exclusivo; Platón no es, como Sócrates, un filósofo sólo ético, pero
tampoco, como los filósofos presocráticos, un filósofo de la naturaleza, un
físico.

El fuerte influjo que Sócrates ejerció sobre Platón se manifiesta tanto en


el modo de exponer su pensamiento como, al menos al inicio, en su
contenido. Las obras de Platón, los diálogos, no son sino la adaptación
escrita e idealizada de los diálogos que tantas veces escuchó a su maestro,
que por otra parte es el principal protagonista de la mayoría de ellos. Platón
acepta el método de Sócrates, el diálogo, la dialéctica, y presenta su
filosofía como una doctrina viva, no sistemática; si en cada diálogo hay un
tema dominante, eso no impide que aparezcan otros y que se solucionen
cada vez de un modo al menos parcialmente distinto, aportando nuevas
razones. En la explicación de cada cuestión, susceptible siempre de nueva
revisión, es posible, además, emplear, como en el diálogo hablado, todos
los medios útiles que ayuden a su comprensión: alegorías, comparaciones,
fábulas y, en algunas ocasiones, también el mito. Platón es sin duda un
gran escritor, que no renuncia, sin embargo, al verdadero filosofar sino que
quiere servirse de su arte para hacer más comprensible la verdad que
expone. En el caso del mito, su función filosófica es clara: elevar el espíritu
humano a aquellas esferas a las que la razón no puede llegar. Es, por tanto,
el complemento intuitivo de los argumentos racionales.

El mito platónico requiere, sin embargo, mayores precisiones. Antes, dos


observaciones respecto a los diálogos. La primera, hoy no más discutida, es
que su contenido, aun cuando sea puesto en boca de Sócrates, es
propiamente platónico. De Sócrates es el método que Platón no sólo
pretende reproducir por escrito, sino propiamente revivir, entablando con el
lector un verdadero diálogo y, como antes se ha señalado, dotarle de un
fundamento más sólido. Platón acoge la dialéctica de su maestro para
desarrollarla y darle la solidez que a aquélla faltaba. Entrar en diálogo con
Platón requiere en el lector de sus escritos, y ésta sería la segunda
observación, una actitud activa; es a él a quien corresponde encontrar en
muchas ocasiones la solución que el diálogo contiene, pero no formula. El
saber no se impone desde fuera, el saber crece en el interior del hombre
capaz de dialogar, de pensar con seriedad.

Respecto a los mitos platónicos, es preciso no confundirlos sin más con


las figuras metafóricas, las comparaciones o cualquier expediente expositivo
inventado por el arte del narrador. Para Platón, aun cuando a veces se sirve
del mito para aclarar algún concepto metafísico o como narración probable
sobre la realidad sensible, en su sentido estricto el mito tiene un significado
bien preciso, distinto de cualquier narración fantástica, no verdadera. El
mito, más allá del lenguaje en que venga descrito, reproduce una historia
con un contenido verdadero; una historia que se desarrolla entre la esfera
divina y la humana, relativa al origen del hombre y del mundo y al destino
final de los seres humanos. Los mitos transmiten, pues, verdades
sobrehumanas, divinas, que se saben no por propia experiencia ni por
reflexión, sino por haberlas oído; en definitiva, por fe: son verdades que
merecen el asentimiento de los hombres, pues si no fueran oídas, si no
hubieran sido transmitidas desde antiguo, no podrían ser conocidas; no hay
otra vía de acceso a ellas. Por tanto, más que fuga hacia respuestas de tipo
fideísta o puramente religioso, el mito indica la conciencia de que las
verdades más altas no pueden ser demostradas racionalmente.
Paradójicamente Platón es muy severo a la hora de juzgar las narraciones
míticas tradicionales y, sin embargo, no duda en confiar a otros mitos las
grandes cuestiones sobre el origen del mundo, del alma humana y de su
destino.

El modo habitual de citar los diálogos de Platón es el establecido por la


edición preparada en 1578 por Henricus Stephanus, que estructura cada
página en cinco secciones, a, b, c, d y e. Ocupando la edición de Stephanus
varios tomos e iniciando la paginación en cada uno de ellos, no basta citar
los textos según el número de la página, la letra correspondiente y,
eventualmente, la línea, sino que se hace necesario señalar siempre el título
del diálogo.

La doctrina platónica, especialmente en sus primeros diálogos, está


estrechamente ligada a las enseñanzas de Sócrates. Sin embargo, con el
paso del tiempo y la reflexión sobre otras doctrinas, Platón va madurando su
pensamiento. A los problemas éticos suceden otros de contenido
epistemológico y antropológico, cosmológico y metafísico, que Platón
buscará solucionar a lo largo de toda su vida con una doctrina que,
distinguiéndose cada vez más de la socrática, constituye su propia filosofía,
reflejada sobre todo en los diálogos de la madurez y de la vejez.

No obstante, aunque sean éstas las líneas generales de la evolución del


pensamiento platónico, establecer con precisión el orden cronológico de los
diálogos no es una tarea fácil, aunque sí importante para comprender en su
conjunto la filosofía de Platón.

Pasando por encima de los múltiples problemas que los intérpretes han
debido afrontar, podemos considerar como bastante rigurosa la siguiente
reconstrucción cronológica de los diálogos y, por tanto, del pensamiento de
Platón.

1.3.1. Diálogos de juventud

Los primeros diálogos de Platón tienen un contenido fundamentalmente


ético y es expuesto, además, desde una posición enteramente socrática.

A este grupo de diálogos, escritos después de la muerte de Sócrates y


antes del año 390, pertenecen: Apología de Sócrates, Critón, Cármides,
Eutifrón, Hipias Menor, Ion, Laques y Eutidemo. Los temas tratados hacen
referencia a las principales virtudes, como la justicia, la templanza, la
piedad, la valentía y la sabiduría. Igual que su maestro, Platón sostiene en
estos diálogos que la virtud puede enseñarse, como cualquier otra ciencia, y
que la causa de las malas acciones es la ignorancia. Por el contrario, para
obrar el bien se precisa la sabiduría, que constituye la virtud propia y única
del alma.

Después del año 390 y antes del período de madurez, suelen situarse un
grupo de diálogos que, aun manteniendo una temática preferentemente
ética, representan la etapa de maduración y el paso de la fase juvenil a otra
más original. A esta época pertenecen Protágoras, Gorgias, Hipias Mayor,
Lisis, Menéxeno, el libro I de la República, Menón y Crátilo.

S-ar putea să vă placă și