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El mayor crítico que he podido encontrar a Hegel es el propio Hegel, curiosamente su mayor

defensor no es Hegel, sino Bataille. Esto es así debido a que Hegel se atribuye a sí mismo el
humilde puesto del descubridor de todo saber (relevante) en la existencia. Al darse a sí mismo
este estatus de verdad absoluta y blindar mediante la dialéctica su sistema la única crítica
conforme a la propia teoría hegeliana (que nada excluye) sólo podía ser la de una
inconsistencia en el propio sistema, su colapso total. En mi opinión el problema más
acuciante del sistema hegeliano es planteado por Bataille al teorizar contra el fin de la historia
mediante su negatividad sin empleo, la demostración de que el proceso dialéctico no puede
ser cerrado jamás, que el humano jamás puede alcanzar el Saber Absoluto ya que es
equivalente al No Saber Absoluto, es un círculo sin fin que al extenderlo fuera de sus goznes
se convierte en una espiral que jamás será finalizada. Se nos aparece así el sistema cómo algo
que se comprende a sí mismo y se dialectiza, de forma que se destruye (niega), sale de sí y
precisamente por esto se afirma finalmente en la contradicción absoluta. Una superposición
ambivalente del sistema en su afirmación y negación extendida ad infinitum. Esto reafirma el
carácter fractal del sistema hegeliano. Este es, a mi juicio, el punto en el que el sistema se
tuerce, en el que su mayor virtud (el ser fractal) se torna en su contra (lo cual de acuerdo a
Bataille no sería más que un recodo más del sistema, pues es enmarcable en la ambivalencia
que propone sobre sí mismo). El problema viene cuando el sistema planteado asume el paso
del tiempo. Es decir, el sistema de Hegel es propiamente esquemático, es decir, describe la
estructura de algo, no un proceso. Esto excluye el tiempo del planteamiento del sistema.
Ahora bien al verse plasmado en la realidad este se torna espiral precisamente porque hay
algo que lo arrastra incansablemente hacia delante, eso mismo que draga a todos y todas
hacia adelante de forma continuada; el paso del tiempo. El sistema, una vez esquemático,
introduce de manera magistral el tiempo en sí mismo. El Hombre (finalmente realizado cómo
ser histórico) avanza sin cesar hacia lo que de forma errónea (pero aclaratoria) podríamos
llamar el noúmeno. El Hombre se ve avocado al avance sin cesar del saber especulativo a
sabiendas de que finalmente lo sabe todo. Sabe que todo límite será superado y que la
estructura que conforme los fragmentos de realidad que vaya descubriendo serán siempre
iguales a los que ya ha analizado. Pero de una forma extrañamente batailleana, y
contradictoriamente hegeliana me pregunto ¿Y por qué el Hombre ha de avanzar? ¿Y si el
Hombre ya no avanzará nunca? ¿No cerraría esto por completo el sistema de nuevo? Bataille
introduce la negatividad sin empleo destrozando por completo el Fin de la Historia tal y cómo
Fukuyama lo concebía. De la misma forma yo me pregunto si esto sirve de algo, ya que si
somos conscientes de todo lo relevante, de toda estructura de lo real y de lo que será real,
todo límite ha sido superado dialécticamente y el sistema es fractal ¿por qué seguir
avanzando hacia lo real mediante el saber especulativo? Si somos conscientes del sistema y
somos consecuentes con él ¿no deberíamos deshacer el camino que el propio sistema ha
trazado? El sistema es fractal, la realidad es idéntica a sí misma siempre y a partir de ahora
nos depara siempre lo mismo (no cuantitativamente, sino cualitativamente). ¿Qué necesidad
hay de desentrañar la realidad, que Bataille ha demostrado infinita si esta siempre es idéntica?
¿Por qué no cesar nuestros esfuerzos y simplemente esperar nuestro final tan esperado?
Después de todo, la dialéctica adelanta y acelera la vida del Hombre hasta hacerla invivible.
Aunque también esta la opción de asumir el sistema por completo cómo si de un mantra se
tratara y ejecutar esta tarea innecesaria solo porque nuestra potencia lo permite. ¿Y no es esto
en cierta forma lo que dice Bataille también? ¿no es la negatividad sin empleo una acción
involuntaria? La negatividad sin empleo es algo tan básico en la ontología que existir ya
implica ejercer dicha negatividad sin empleo.
Hegel asume cómo principio de impulso de la negatividad el infinito, que se debe saciar a sí
mismo a través de la contradicción, o dicho de otra manera “Lo infinito `no es un más allá´,
sino `el puro movimiento absoluto de ser-fuera-de-sí [Aussersichsein] en el ser-en-sí
[Insichsein]´”. Pero esto no es una descripción de cómo la acción humana se vea empujada
por una extraña y abstracta fuerza ontológica misteriosa, sino que es la asunción de la
infinitud material y temporal del Todo, siendo esta asunción formulada no desde lo concreto
a lo absoluto sino desde lo absoluto a lo concreto.

La felicidad es un estado retrospectivo de reflexión e interpretación del pasado que se suele


cuantificar de una manera subjetiva a través del repaso del cumplimiento o incumplimiento
del deseo pasado. Sin embargo, la forma de dar cuenta de la felicidad, o más bien, de la
realización de uno mismo es a través del aumento constante de potencia.
El momento en el que un obstáculo está apunto de caer, el sentimiento de que la potencia
crece… La clave no es el obstáculo cayendo, sino la potencia que lo ha hecho caer y su
aumento consecuente debido a la demolición de dicho obstáculo. No es ser feliz, sino saberse
en el mundo y de esta manera buscar la potencia para ejercer la libertad en el mayor grado
posible. De esta manera dar cuenta no tanto de si el deseo ha sido satisfecho, sino de que en
caso de pérdida absoluta, de desbordamiento, de un cambio radical en el yo (una disociación
inconsciente) la potencia se mantiene, y que lo importante no es la satisfacción del deseo,
sino la capacidad de llevar a cabo el deseo.

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