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AGOSTO DE 2020
«¡Que maravillosa invención es el hombre! Puede
soplar en sus manos para calentarlas y soplar en su
sopa para enfriarla. Puede coger con delicadeza, si no
le da demasiado asco, cualquier coleóptero entre el
pulgar y el índice. Puede cultivar vegetales y hacer
con ellos sus alimentos, sus prendas de vestir,
algunas drogas, o incluso los perfumes que servirán
para disimular su olor desagradable. Puede forjar los
metales y hacer cacerolas (cosa que no sabría hacer
un mono).
Georges Perec. Un
hombre que duerme
ÍNDICE
(A modo de prólogo)
positivismo.
Este ensayo dibuja una sinopsis de las motivaciones,
irrepresentable…
Kierkegaard.
¡Bienvenidos!
1
EL SIGLO VELOCIFERINO
Emerson
alto”. 13
13
Cf. Karl Löwith. El hombre en el centro de la Historia, balance
filosófico del siglo XX. Herder, Barcelona, 1998. Cfr. «La fatalidad
del progreso«, p. 344.
de obreros. Fin del mundo por cesación del principio
al trabajo”. 14
14
Reszler, André. Mitos políticos modernos. Fondo de cultura
económica, México, 1984. P. 121, infra.
la trivialidad humana; también Kierkegaard,
15
“[...] Goethe previó que el siglo XIX representaba el inicio
de una época en que el objetivo era progresar hacia cotas cada vez
más altas de poder, de riqueza y de velocidad, que él denominó lo
“velociferino”: Cf. Löwith, Karl. Obra citada. P. 342.
de hacerse o deshacerse” 16, y puesto que “la civilización
talante escéptico.
16
Arnaud, Pierre. La sociología de Comte. Ediciones
Península, Barcelona, 1969. P. 84. El texto de Arnaud, que vale la
pena citar por entero, discurre así: “Así, pues, la modificabilidad
no es un misterio; es la característica contraria lo que haría
misteriosa la posibilidad misma de la existencia social, que supone
fluidez, plasticidad e incluso efervescencia desordenada, hasta el
punto de que podemos preguntarnos, como hacía Comte en 1825,
si no hay incompatibilidad entre la “extrema solidez de un sistema
social y su perfectibilidad”, lo cual parece confirmarlo por el hecho
de que “los pueblos más fuertemente organizados han acabado por
ser casi estacionarios”.
17
Curso de Filosofía Positiva, IV, p. 522; citado por Arnaud,
cf. supra.
18
Véase Plan de trabajos para reorganizar la sociedad.
“velociferino” del capitalismo a todo vapor: “El
19
Cf. Löwith, Karl. El sentido de la historia. Implicaciones
teológicas de la filosofía de la historia. Aguilar, Madrid, 1958, p. 62.
“el capítulo final del estadio prehistórico de la sociedad
20
Cf. Löwith, Karl. Obra citada, p. 56.
21
“Podemos preguntarnos con extrañeza –observa Löwith– si Marx
se ha percatado siquiera de las implicaciones humanas, morales y
religiosas de su postulado: el crear un mundo nuevo mediante la
creación de hombres nuevos. Parece como si Marx estuviera
completamente ciego acerca del requisito previo de una
regeneración posible, habiéndose satisfecho, de una forma
dogmática, con la fórmula abstracta de que el hombre nuevo es el
Comunista, el productor para la comunidad, el zoo político o “ser
colectivo” de la Cosmópolis moderna”: Cf. Löwith, Karl. El sentido
de la historia. Implicaciones teológicas de la filosofía de la historia.
Aguilar, Madrid, 1958. P. 58. Y como Comte, ve en el proletario el medio
de “la Historia del mundo para alcanzar el fin escatológico de toda la
historia mediante la revolución mundial”.
22
“La crítica del capitalismo tiene como telón de fondo una crítica
fundamental del fenómeno de la civilización. Por consiguiente, su
previsto final debe permitir la recuperación de un modo de vida
ahistórico, arcaico y necesariamente... mítico. En la figura del
hombre nuevo, el hombre moderno reactualizará al del pasado
profundo, preservando ciertos aspectos de la experiencia histórica”
(Rezler, André. Mitos políticos modernos. Fondo de cultura
económica, México, 1984. P. 136, infra)
A la idea del hombre nuevo, otro episodio del mito del
23
casa al legislador de los tiempos modernos”.
23
Cf. Reszler, André. Obra citada, p 143.
El autor prosigue: “Marx acaba de corregir las pruebas del primer
volumen de El Capital, único concluido y publicado en vida del autor.
La tentación olímpica borra en el revolucionario envejecido, que cree
haber establecido los fundamentos científicos de su voluntad de
rebeldía, la tentación mefistofélica de su juventud. Él encarna el
La ruptura con la edad metafísica acunó una imagen
bancarrota.
DELINEANDO EL FUTURO
Schelling.
24
Rudolf Schnackenburg. La personalidad de Jesucristo. Reflejada
en los cuatro evangelios (Herder 1994), p. 15.
las concepciones de mundo y formaciones sociales desde
Apéndice A).
La filosofía de la revelación
de la filosofía positiva.
nombre de Historia.
25
Schelling. Introducción filosófica a la filosofía de la mitología.
Libro II. II/1, 255.
Dos fuentes de la religión filosófica.
condiciones.
26
Pierre Schlosser. El Dios de Jesús (Sígueme, Salamanca, 1995,
traducción de Alfonso Ortiz García), p. 12.
necesario. La única vía –la única y suficiente— es oír la
(J,16, 29).
de Dios.
27
En la obra arriba citada, Schnackenburg explica (p. 12) el título
de Cristo de la siguiente manera: “Jesús no permaneció en la
muerte, sino que fue un viviente, una persona que sigue viviendo
junto a Dios a favor de los hombres. Desde entonces obtuvo el
título de honor de “Jesús el Cristo”(Jesucristo). El nombre
compuesto fue en sus orígenes una confesión de fe: Jesús de
Nazaret es el “ungido”, el Cristo, el Mesías. Acerca de este Cristo
confiesa así una antigua fórmula de fe: “Cristo murió por
nuestros pecados conforme a las Escrituras… y se apareció a
Cefas y después a los doce”(1 Cor 15, 3-5).
monoteísmo. Jesús es la presencia del bien esperado,
su nombre.
28
Cf. Schlosser: “Jesús… ponía fuertemente el acento en el obrar
futuro de Dios”; tenía “poco interés por la acción pasada de Dios”;
insistía “en el presente y el futuro”(p. 74); “la obra divina no será
plena más que en el futuro”(p. 78); “Jesús habla de Dios… sin
necesidad de salvaguardar la trascendencia divina”(p. 210); “la
inmediatez con que se sitúa respecto a Dios”; Jesús percibe a Dios
“como muy cercano, directamente accesible” (p. 211).
gloria de su Creador y podrán comprenderle con mayor
Lutero y la Reforma
san Juan.
gracias a ella«.
1:7).
Santo« (1:10).
absoluto.
es el Logos de la Idea.
29
Cristo es un concepto teológico de Pablo, que excogitó una
versión cristológica de Jesús crucificado y vencedor de la muerte
en forma de Cruz: precisamente, el Cristo, el Ungido y, por ende,
el Mesías, dicho todo esto en lenguaje sincrético de Pablo. Hay
que mantener a la vista que Leroux fue sacerdote jesuita.
en la nueva comunidad orgánica llamada Iglesia
universal (católica).
trinitaria de Agustín.
traería la fe.
aberración.
la humanidad y la Trinidad:
la forma de sensación-sentimiento-conocimiento,
metafísica.
doctrina de la perfectibilidad.
30
Cf. infra: La Lección preliminar de Schelling sobre la Filosofía
de la Revelación.
el flogisto en la química y la física. Jesús resolvió el enigma
procrearon.
Notas
32
Texto publicado en Revue Indépendante, 1842. La traducción
proviene de la traducción del original al alemán, publicada en:
Materialen zu Schellings philosophischen Anfangen (Surkamp,
1975). Herausgegeben von M. Frank und Gerhard Kurz.].
33
Véase al final de este texto la Nota 1: La filosofía positiva de
Schelling.
veinticinco años de silencio, el padre de la filosofía alemana
toma de nuevo la palabra; pues sus maestros, Kant y Fichte,
fueron claramente quienes allanaron el camino a aquel
movimiento del pensar que tomó inició propiamente con
Schelling y ha seguido obrando en Hegel, Krause, Oken,
Baader, los hermanos Schlegel y toda la ciencia y la
literatura alemanas. El punto temporal, por cierto, es
significativo. Alemania esfuérzase por la unidad política.
Enfrentada a la escisión entre católicos y protestantes,
quienes a su vez dividiéronse en veinte sectas distintas,
¿puede realizar esta unificación una cierta unidad
religiosa?34 El genio de Alemania reside en la región del
pensamiento. Si aún no posee ninguna vida política, si aún
representa en cada aspecto una peculiar conformación,
mezcla de feudalismo y modernismo, de libertad y
coacción, entonces es menester concluir que el
pensamiento, el cual está despertando a la verdadera vida,
todavía no está maduro. Alemania todavía cavila, tal y como
hace ya cincuenta años. Pero ahora, después de medio siglo,
Schelling, renovado, levántese para proclamar que él
estaría en posesión de la verdad.
¿Cumplirá Schelling su promesa? ¿Podrá sacar a la
filosofía de aquella encrucijada a la que Hegel la había
empujado? ¿En qué llegará a convertirse en Alemania ese
34
Leroux se refiriere a las reflexiones que Schelling solía
exponer, de una forma similar, al concluir su Historia de la nueva
filosofía, reflexiones que estaban entretejidas de manera regular
en su curso de lecciones sobre “filosofía positiva”. Por cierto, la
tesis de que sin “una cierta unidad religiosa”llegaría a ser
imposible una solidaridad política, concluyen en la exigencia del
joven Schelling de una “nueva mitología”, la cual “unifica”“la
mitología particular”con una “intuición comunitaria”y se
elevaría “dentro de la última configuración a la religión”(II, 73;
cf. 405f; VI, 571 y ss.). [N del editor alemán].
movimiento de la incredulidad que llevaba a la vez el sello
de la cientificidad y de Voltaire y que fermentaba en las
universidades? Schelling promete ahora una alianza de la
filosofía y la religión basada en principios indestructibles.
¿Cuenta él con lograr el tratado de paz? ¿Llegarán los
alemanes a realizar por medio de su propia fuerza aquello
que Börne ha denominado la determinación de su
nacionalidad: “En las obras estatales de la humanidad hay
dos pueblos a quienes la Providencia parece haber
encomendado la tarea de trasmitir a todos los demás los
trabajos necesarios para crecer y tomar un camino: el
pueblo francés y el pueblo alemán. Al primero se le ha
confiado la dirección de las labores prácticas y del arte; al
segundo la dirección de las tareas teóricas, de las ciencias
y de la especulación. La teoría es tímida y dilatoria, pero la
praxis es irreflexiva y rápida: en lo cual reside también su
discordia. Y toca también a la disimilitud entre la
concepción anímica e índole espiritual de ambas naciones
que se saben esencialmente muy separadas, aunque sus
fronteras se toquen. Es la tarea de los franceses destruir,
demoler el viejo y enmohecido edificio social y allanar un
nuevo camino; la tarea de los alemanes, por el contrario, es
la de fundar y erigir un nuevo edificio social. En las luchas
por la libertad Francia estaba colocada en la cumbre de los
otros países, pero en el futuro congreso de la paz, al que se
sumarán todos los pueblos de Europa, Alemania tomará
posesión de la presidencia... La Alemania espiritual anhela
un sublime paisaje alpino. Qué majestuosas son las coronas
de sus picos, cuyos eternos glaciares alimentan la tierra.
Dentro de Alemania es nativa la luz oscurecida; el cálido sol
irradia los otros países. Estas cumbres hostiles a la vida
han alimentado a las tierras que a su pie yacen. De ellas
brotan las amplias corrientes de la historia de las grandes
naciones y las grandes ideas. A los alemanes es connatural
el genio; a los franceses, el talento. A unos la fuerza
creativa; a los otros, la fuerza práctica del espíritu agudeza.
Sobre el suelo alemán han crecido todas las grandes ideas
que han revolucionado a las naciones refinadas,
emprendedoras o felices. Alemania es el origen de todas las
revoluciones europeas; es la madre de todos los
descubrimientos que han alterado a la tierra. A ella la
humanidad agradece la pólvora, la imprenta y la
Reforma”.35
Pues bien, ¡ojalá Alemania pariera de nuevo el gran
descubrimiento que culmine todos los restantes; ojala que
las corrientes que nacen en los macizos del espíritu alemán
fluyan hacia nosotros, de donde, según Börne, ya han
surgido la pólvora, el arte de la imprenta y la Reforma.
Ojalá que la Reforma, que después de tres siglos aspira aún
a la culminación, la alcance finalmente, y ojalá Alemania la
produzca! ¡Ojalá Schelling culmine la obra de Lutero! O
mejor (pues en esto radica el problema especial): ojalá la
concluya definitivamente para que nos saque finalmente de
la fase de la crítica, que desde estos tres siglos deja correr
el pensamiento humano de ruina en ruina. Nosotros, los
franceses, hemos jugado por tiempo suficiente el papel que
Börne nos ha atribuido: demoler hasta sus cimientos y
erradicar las antiguas construcciones, allanar y recorrer el
camino. Si la tarea de los alemanes es cimentar y edificar
una nueva construcción social, entonces ¡que así sea!
35
De una reseña escrita en francés “Sobre Alemania por Henri
Heine”aparecida en El Reformador el 30 de mayo de 1835.
Llegará, finalmente llegará, este futuro congreso de la paz,
que reunirá a todos los pueblos de Europa; y, por lo que a
nosotros, los franceses, atañe, dejaremos de todo corazón
en manos de los alemanes36.
36
Véase Leroux: “De Dios”, en: La revista Independiente (1842):
“Con frecuencia hemos dicho desde Francia lo que Schelling ha
dicho desde Alemania”.
Hegel creyó haber alcanzado con esto la esencia peculiar
de la religión, y sus discípulos lo creen aún mas; pero en
esto justamente Hegel se ha equivocado poderosamente, y
con él también sus discípulos. La esencia de la religión no
consiste únicamente, por ejemplo, en el principio: “El
hombre es una encarnación de Dios” o en aquel otro que
dice lo mismo solo que de otra forma, a saber: “Dios está
dentro de cada uno de nosotros”. Si la religión descansa
sobre esta verdad únicamente, su esencia entera residiría
sobre el siguiente versículo de la Biblia: Dios creó al
hombre a su imagen y semejanza”(Gen 1, 27) o también en
aquella sentencia de Virgilio: Est deus in nobis. Con
seguridad, Dios, quien es omnipresente, está también
dentro de cada uno de nosotros: “Dentro de Dios vivimos,
nos movemos, y somos”, dice san Pablo. Podríase preguntar
a Hegel por la explicación de cuál es la manera en que Dios,
pues, estaría dentro de nosotros, es decir, cómo fuimos
hechos a su imagen y cómo nosotros podemos hacernos
cada vez más semejantes a Él.
Evidentemente, Hegel ha tomado el problema por la
solución misma.
Aún más: El planteamiento de Hegel es contradictorio
desde su fundamento. Pues admite, por una parte, que toda
religión consiste en saberse como Dios, y pretende, por
otra, conforme a sus categorías de las religiones sucesivas,
que este saberse como Dios ha sido el carácter peculiar del
cristianismo y que Jesús, por esta razón, sería Dios, pues él
fue el primero que supo que él era Dios. Pero si ya el
Génesis mosaico expresa esta misma verdad o este mismo
saber, ¿¡cómo puede Hegel entonces hacer de esto un
criterio característico del cristianismo!? ¿No establece
asimismo el Génesis de igual modo esta semejanza de Dios
y el hombre?37 Este saber de que nosotros seríamos Dios, o
mejor, de que nosotros seríamos semejantes a Dios, ya se
manifestó por tanto dos mil años antes de Cristo. Y si se
añade a la Biblia judía todos aquellos monumentos
orientales, que ocultan dentro de sí este descubrimiento, y
si se piensa en la vida contemplativa de los hindúes, que se
funda justamente sobre esta concepción, ¿en qué se
convierte entonces la ley del desarrollo religioso de Hegel?
Schelling vs Hegel
En verdad, no se puede dejar de advertir que Hegel, con
su lógica entera y todos sus conceptos, no ha añadido nada
realmente fundamental a las concepciones que ha tomado
de Schelling. Hegel ha conducido por la amplia vía de una
creación en eterna progresión la aún poco nítida intuición
de Schelling de una identidad absoluta. Schelling, esto es
cierto, vio la naturaleza conforme al punto de vista del
poeta y el físico: Dentro del espacio antes que dentro del
tiempo; vio el tiempo dentro de la naturaleza antes que en
la historia. De un modo poco claro, Schelling había
advertido la identidad (para usar su expresión) entre eso
que en la piedra duerme, en el animal sueña y en el hombre
piensa. Descubrió el pensamiento dentro de la así llamada
materia. La luz, afirma, es una geometría perfecta; y la
cristalización es un pensar inconsciente. Esto: La identidad
dentro de la naturaleza, dentro las manifestaciones visibles
37
Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra (Gén. I, 26).
Y creó Dios el hombre a imagen suya; Dios creó todo a imagen
suya (Gén. V. 27); Y creó a imagen y similitud suya (Gén. V, 3);
a imagen de Dios el hombre fue hecho (Gén. IX, 6).
de la idea divina, era vulgarmente el pensamiento
fundamental de Schelling.
Hegel dio al pensamiento de Schelling el complemento
histórico; quiso verificar la identidad también dentro del
desarrollo de la historia y desde allí apuntalar también su
sistema de la religión. ¿Pero a cuál conclusión ha llegado?
Dios se encarna sucesivamente dentro de las diversas
religiones y se vuelve consciente de sí mismo dentro del
hombre. Esto es verdad38. Pero cuando se pregunta a Hegel
en qué consistiría entonces esta encarnación, solo sabe
respondernos una cosa: Para saberse como Dios. Pero para
saberse como Dios, puede replicársele, se tiene que saber
ya qué es Dios. Sócrates dijo al hombre de su tiempo:
“Conócete a ti mismo”. Hegel nos dice a nosotros:
Conocernos a nosotros quiere decir conocer que nosotros
somos Dios. Que nos enseñe primero un poco qué es Dios y
cómo somos Dios. Hegel nunca ha accedido
conscientemente a esta fórmula salvo con la formulación de
lo infinito, lo finito y la mediación de ambos. Pero ésta no
es respuesta en absoluto: Pues esta fórmula, conocida así
fatalmente desde el señor Cousin, no explica ni a Dios ni al
hombre.
El hecho concluyente de la filosofía hegeliana lo sintetiza
acertadamente una frase que pronunció un eminente
discípulo de Hegel después de una cena a la que asistimos
en Berlín: “Amigos, todos nosotros somos dioses que han
comido a gusto”.
38
Supuesto que bajo esto mismo no se entienda como en Hegel.
El lector advertirá en efecto por qué mantenemos esta reserva.
Rasgos centrales del Evangelio hegeliano
Yo busco conocer a Hegel en sus discípulos. ¿No hay
mejor elección que Michelet? El profesor Michelet
representa, como suelen decir los alemanes, el centro
izquierda de la filosofía hegeliana. Cito a continuación un
pasaje de su obra sobre la personalidad de Dios y la
inmortalidad del alma, que el profesor Michelet ha
publicado en Berlín el año 1841. El pasaje está tomado de
un libro francés, que trata sobre el mismo tema y fue
publicado en la misma ciudad39.
Examinemos brevemente lo fundado del evangelio
hegeliano:
1. Dios es consciente de sí mismo solo dentro del hombre.
Éste es, como hemos visto, el principio característico de
Hegel. La única fórmula de la vida, que tiene curso en
Hegel, es la de lo infinito, lo finito y la mediación de ambos;
Dios, quien en Hegel no conoce sino la infinitud, carece de
la autoconciencia dentro del estado de la infinitud, razón
por la que viene a encarnarse dentro de la naturaleza, sin
que tampoco aquí llegara de todos modos a ser consciente
de sí mismo. Primero cuando Él, avanzando de esquema en
esquema, ha dispuesto ya la creación del hombre, llega
39
Igual que C. L. Michelet (Historia del desarrollo de la filosofía
alemana más reciente), Leroux ha llamado la atención sobre el
hecho de que Schelling haya concluido no solo “las lecciones
muniquesas impartidas ya hace largo tiempo”, sino también las
lecciones de Berlin de 1841/1842 con el anuncio de la “religión de
Juan en cuanto la religión del nuevo cristianismo”. Compárese
con Filosofía de la Revelación (WW, XIV, 332): “Si tuviera yo que
edificar una Iglesia en nuestro tiempo, la dedicaría a san Juan.
Pero tarde o temprano llegará a construirse una, que unifique a
los tres apóstoles, pues la última potencia no supera o concluye a
las anteriores, sino que las asume dentro de sí aclarándolas. Esta
última llegaría a ser entonces el verdadero panteón de la historia
cristiana de la Iglesia”. [Nota del editor alemán].
entonces a la conciencia de sí y se sabe dentro del Hombre.
Michelet ha concebido acertadamente cómo este principio
podría equipararse a un ateísmo radical. Y él se apresura
también a añadir que la razón de esta personalidad asumida
por el hombre provendría no de él mismo, sino de Dios. Dios
no tiene autoconciencia alguna y no sabe de sí; y empero
logra el ser consciente y el saber de sí mismo en tanto que
llega a encarnarse en el hombre. Así ha logrado en cierto
modo una autoconciencia de modo eterno. Pero Michelet no
observa que así destruye también la validez entera de su
primera afirmación por obra de este comentario y que
también arruina la idea su maestro con esta interpretación.
Pues si Dios, el ser eterno, se sabe dentro del hombre, y si
incluso se sabe eterno dentro del hombre, entonces él
evidentemente se sabe eterno. Por tanto, aunque él no
creara el hombre o no se supiera dentro del hombre, Él, no
obstante, se sabe y posee autoconciencia. Él no requiere del
hombre en calidad de instrumento para saberse. Por el
contrario: Porque él se sabe, Él crea a su debido tiempo y
conforme el plan de su teodicea esta herramienta con la que
Él se sabe individualizado y significa el hombre. Por ende,
Dios tiene conciencia independientemente de la creación
del hombre. Esta conciencia eterna de Dios puede dar
respuesta el hombre y operar la creación del hombre; pero
es esencialmente distinta de su Creación. Si hay algo en
Dios que, eterno en la conciencia de Dios, corresponda al
hombre, entonces Dios tiene sin duda autoconciencia en
modo eterno. Por consiguiente, ¿qué queda de fuerza
persuasiva en el aforismo: Solo dentro del hombre Dios
tendría autoconciencia? Este aforismo solo tiene un sentido
y es éste: El hombre tiene una conciencia innata o un
conocimiento insuflado por Dios como todas las demás
creaturas.
2. En los tiempos precristianos buscábase aún la
personalidad de Dios; ésta se ha encontrado primero en
Cristo. Se trata siempre de la misma vía de pensamiento
que aquí es trasladada a las religiones. Según Hegel, el
cristianismo no es nada salvo el progreso de la idea divina,
que ha conseguido llegar hasta la autoconciencia. El
hombre, definitivamente, se ha conocido en cuanto Dios; el
hombre, por último, ha conocido la unidad esencial de lo
divino y lo humano, la Encarnación de lo infinito dentro de
lo finito. El cristianismo significa esta fase del progreso
divino.
Una observación a este respecto: No, la religión en
general no consiste solo en esto, es decir, en saberse como
Dios, sino también en llegar a saber de Dios. No, el
cristianismo en especial no consiste solo en la Encarnación.
Se cree soñar de veras cuando se ve a hombres como Hegel
y Michelet reconducir la religión a esta aseveración:
Nosotros somos dioses; sin considerar que esta cuestión se
toca inmediatamente con la siguiente pregunta: ¿Qué es
Dios? Créese además estar soñando cuando se los ve
afirmar, a pesar de su saber sobre las religiones
precristianas, que precisamente constituye lo
característico del cristianismo el que Jesús se llame Dios. Y
ellos aseguran todo esto seriamente, aunque ven que ya
antes de Jesús, Alejandro habíase llamado Hijo de Júpiter y
que todos los reyes romanos sin distinción fueron
considerados dioses. ¡Cómo entonces! ¿Acaso ignoran que
todos los hindúes renacidos se endiosen y que desde hace
seiscientos años de historia no habríase tenido noticia de
un solo faquir oriental que no se hubiera proclamado como
Dios? ¿No han oído o leído nunca sobre los Vedas y todas
las demás confesiones orientales? Incluso el Evangelio
tendría que poder indicarles que Jesús no es el primero en
contentarse con esta Encarnación de lo Infinito dentro de
lo Finito; ¿pues qué dice Jesús en el Evangelio de Juan
cuando los judíos le reprochan se autodenomine Hijo de
Dios? Él responde con una cita de las Escrituras que
anuncia de modo inequívoco la inmanencia de Dios dentro
de todos los hombres40. Ahora bien, este pasaje de las
sagradas Escrituras y otros muchos de la misma especie
provienen de cientos de siglos antes del tiempo de Jesús.
3. Las restantes aseveraciones del señor Michelet solo
son desarrollos posteriores del principio hegeliano según el
cual la religión en general y el cristianismo en particular
asientan en saber que nosotros somos dioses. Ante todo,
este ciego pujar de Dios para lograr la autoconciencia solo
manifestase oscuramente; pero definitivamente Dios
alcanza la autoconciencia dentro de un hombre. A pesar de
Hegel y el señor Michelet, este hombre, es decir, Jesús,
nunca dijo: Yo soy Dios, sino que él siempre glorificó a Dios.
Desde luego, él sentía a Dios dentro de sí; no obstante eso,
nunca dijo: Yo soy Dios. El nombre de: el Hijo de Dios, que
le confirieron sus discípulos, no tiene en absoluto este
sentido. Jesús siempre distinguió entre él mismo y Dios. Así
lo dejan claro diversos pasajes del Evangelio, evidentes y
dignos de crédito, como éste que los socinianos
consideraron definitivo: “Mas esta es la vida eterna, que
ellos te conozcan a ti, que conozcan que solo tú eres el Dios
40
Juan 10, 30-38.
verdadero, y al que tú has enviado, Jesús Cristo”41.
Requiérese ya, a nuestro leal saber y entender, de una
cierta ceguera para ver en el cristianismo solo esta
pretendida identificación de Dios y el hombre.
¿No tiene pues razón Schelling en lamentar ahora que
Hegel y su escuela han convertido a la religión y el
cristianismo en una vacía fantasmagoría?42 Schelling ha
emitido este juico con ocasión de sus exposiciones sobre la
explicación histórica del cristianismo realizada por la
escuela hegeliana. ¿Cuál explicación podría seguirse de una
filosofía que reduce en efecto la esencia de la religión a la
encarnación de lo infinito dentro de lo finito y cuyo punto
de partida es concebir a Dios como Idea, idea que en
41
Hegel y su escuela realmente ejercen de la manera más
paladina el abuso del culto de Dios, en que ha caído el
cristianismo, para concluir a partir de ahí justo en lo contrario,
la negación de Dios. Sin concebir el verdadero sentido de la
palabra, dice del culto de Dios practicado por los cristianos: Jesús
es de manera absoluta Dios. Hegel y su escuela conceden esto o,
mejor, parecen concederlo, para concluir: Dios, por tanto, no es
nadie más sino Jesús; y añaden: Dios, por tanto, no es nada más
que el hombre. Solo un adecuado entendimiento de Jesús y una
exacta valoración de su revelación podrían darnos la clave de esto
ante el culto de los unos y el público ateísmo de los otros o mejor
además del culto de estos otros: ¿Pues entonces a cuál culto
ascienden quienes nos explican todo sobre Dios, en cuanto ya no
dejan estar más a Dios sobre nosotros? Me precio felizmente de
haber trabajado conscientemente en esta dignificación de la
verdadera naturaleza de Jesús conforme a los propios testimonios
del cristianismo.
En el libro De la Humanidad, he manejado las siguientes tres
preguntas: 1. Cómo pensaba Jesús sobre la naturaleza de Dios; 2.
Cómo pensaba Jesús sobre su propia naturaleza; y 3. Qué
enseñaba originalmente Jesús. En este libro pongo ante los ojos
del lector que la conclusión lógica de Hegel con base en el punto
de vista corriente sobre Jesús en cuanto Hijo de Dios es
desalentadora. El lector llegará a encontrar allí que Jesús jamás
enseñó la filosofía que Hegel le atribuye, es decir, que todos
nosotros seríamos dioses.
42
Véase al final Nota 3: Las desalentadoras conclusiones de Hegel.
absoluto tiene autoconciencia, pero que –sin saberse
correctamente cómo− consigue esta autoconciencia dentro
del hombre? Todas las verdades divinas, que el cristianismo
comprende dentro de sus símbolos, tuvieron que ir al
encuentro de los discípulos de Hegel. Éstos vieron sobre
todo solo la Encarnación. Sus ojos quedaron cegados por la
ilusoria fórmula de lo infinito, lo finito y la mediación de
los dos.
Esto es lo que ha sucedido. La filosofía de Hegel
convierte a Dios mismo en producto de la creación.
¿Pudieron ahí sus discípulos evitar el siguiente juicio: El
cristianismo es un producto natural del espíritu humano?
¿Y con base en el mismo no tendrían que elevarse a esta
otra consecuencia: El cristianismo es un producto histórico
del espíritu humano? ¿No había precedido Hegel mismo,
según hemos visto, a sus discípulos en estas conclusiones?
¿No permiten sus categorías religiosas, en tanto dejan
seguirse de Dios la serie de las religiones, que el desarrollo
de éstas surja del espíritu humano? Pues a Dios
corresponde existencia y divinidad reales, si el hombre –
esta creación de lo inconsciente, este Dios que está
conociéndose a sí mismo- lo ha reconocido como Dios43.
43
Fenelón ha dicho: El hombre se mueve, pero Dios lo dirige hacia
él. Dentro del sistema hegeliano ocurre al revés: El hombre dirige
a Dios. Dios jamás habría existido sin el hombre, si bien éste no
existiría sin Él: Este es el principio fundamental del
hegelianismo. Nosotros no hemos descubierto esta proposición.
Precisamente cuando corregíamos las pruebas de este artículo,
un número de la Falange en torno a Schelling, nos trajo una carta
dirigida a nosotros por un inteligente hegeliano alemán. Esta
carta digna de nota, que demuestra un grande conocimiento
filosófico, concluye con la fórmula que arriba ha sido citada y
puesta en cursivas por nosotros, que puede ejemplificar el propio
descubrimiento de Hegel y la Palabra de su escuela. La Falange
anuncia una continuación de la carta del Doctor A. Weil. Nosotros
creemos hallar ahí una renovada confirmación de nuestro juicio
El sistema de Hegel no es sino una Crítica
La filosofía de Hegel es, como la de Voltaire, solo una
crítica, nada más. Ella es no una sólida construcción, sino
una destrucción. Pero los grandes destructores solo tienen
en consecuencia fuerza destructiva porque ellos ya poseen
embrionariamente algo de verdad, la cual manifiéstase
primero después de ellos.
Nosotros aceptamos la destrucción consumada por
Hegel, pero no aceptamos su sistema.
Apropiémonos de la verdad que Hegel abrió, a saber, la
de ser un poderoso destructor de la muralla dogmática;
pero no nos dejemos engañar demasiado sobre la nulidad
de esta muralla tan aparente como destacada.
El sistema de Hegel no volverá a revivir: Está muerto. La
sentencia condenatoria, que Schelling expresó
tempranamente sobre este sistema, es su último golpe
sobre el suelo alemán. El espíritu, que inspiró a este
sistema y dio a Hegel el aliento de construirlo, vivirá. Y este
espíritu es la divina idea del progreso dentro de la
naturaleza y la humanidad.
El mismo espíritu que animó a Condorcet y Saint-Simon
ha iluminado también a Hegel en la construcción de su
sistema. Esto configura el mérito (moralité) de la obra de
Hegel.
La doctrina de Enfantin está prestada de Hegel
44
Véase al final del texto Nota 2: Schelling y el esquema tripartito
aplicado a la religión cristiana.
supremo”45. Amaury fundó su doctrina en el evangelio de
Juan. Él aclaró: “El señorío del Espíritu santo está
profetizado por san Juan, sucederá a la religión cristiana,
tal y como el cristianismo ha sucedido a la religión
mosaica”46.
Tanto en consideración a la doctrina cuanto a la práctica
de la religión expuesta, esta doctrina de un nuevo
Evangelio, de un cristianismo, no era en aquel entonces
propia de Amaury solo: Se expandió dentro de toda la
iglesia. Los discípulos de san Francisco predicaron el final
del cristianismo mediante el anuncio de una nueva religión
con la misma valentía y la misma confianza que los
discípulos de David de Dinants, quien era por su parte
discípulo de Amaury.
Desde el siglo XIII, los cristianos de san Juan anunciaron
el fin del cristianismo. ¿Cómo puede Schelling entonces
hablarnos hoy de un cristianismo de san Juan? ¡Qué notoria
oposición entre el profesor de filosofía de París en el siglo
XIII y el profesor de filosofía en Berlín el siglo XIX! Amaury
vivió todavía en el tiempo del florecimiento del
cristianismo; pero él predijo, entusiasmado por el
Evangelio de Juan, el final del cristianismo; mientras
Schelling, viviendo los últimos días del cristianismo, cree
en el florecimiento del mismo en tanto ve que la filosofía
puede adaptarse al Evangelio de Juan.
Amaury refuta a Schelling. Si Schelling sueña con una
tercera fase futura del cristianismo, puede decírsele
remitiéndolo a sus precursores filosóficos: Ahí tenéis ya
vuestra época de un cristianismo de Juan.
45
Pluquet, Diccionario de herejías.
46
Ver ahí.
Schelling tiene razón contra Hegel
Schelling no osó exponer abiertamente su pensamiento
esotérico sobre el cristianismo. Lo cual entrañaba que no
fuera entendido su aparente retorno al protestantismo.
Todas sus propuestas aparecen bajo una luz velada y han
recibido un retoque retrospectivo, algo que le reprocha el
autor del reportaje que citamos al comienzo. Pero nos
cuidamos desde luego de afirmar, como nuestro
corresponsal, que Schelling estaría dando marcha atrás y
culminará una obra que mira hacia el pasado, en tanto que
él combatió, o mejor, condenó a Hegel. Nosotros, pues,
creemos lo contrario. Schelling desea regalar a la filosofía
un alma por medio de la unificación de la filosofía con la
religión.
En Hegel, la filosofía carece de alma, ella es solo lógica.
Al sistema de Hegel se lo llamó la teología de la lógica. 47
Expresión conveniente, pues el Dios de Hegel solo es una
Idea.
La disputa entera entre Schelling y Hegel es la disputa
sobre si Dios existe o si es solo una palabra nula. Si Dios
existe y se manifiesta en el mundo, toda la disposición
universal del mundo es ella misma de carácter divino. Hay
una Providencia y se manifiesta dentro de la Humanidad.
Por consiguiente, el cristianismo no nació de no haber sido
por una disposición divina. El cristianismo no es una
concepción intelectual pura, sino, como dice Schelling, un
hecho48; tal hecho tiene su origen dentro de Dios, cuyo
medio es la persona de Cristo, según nos ha sido
transmitido esto por el Evangelio.
47
Véase al final Nota 4: Teología de la lógica.
48
Véase al final Nota 5: Hecho.
Aparentando incluso estar retrocediendo a la revelación
antigua, Schelling ofrece un grande servicio al espíritu
humano. La filosofía de Hegel es de tal modo tan poderoso
error, que era menester surgiera esta reacción. Un
hegeliano que regresó de Berlín, a quien nuestro amigo
Edgar Quinet interrogó sobre la impresión que le produjo
la lección introductoria de Schelling, respondió: “Él
destruyó mi confianza en la filosofía hegeliana; pero no
puso nada en su lugar”. Destruir la confianza de un
hegeliano en la filosofía hegeliana, ya quiere decir algo.
Conclusión
La doctrina de la perfectibilidad dentro de la filosofía se
apoderó de Francia, del siglo XVIII y la Revolución, y por
tanto vivíamos acostumbrados a considerarla un asunto
puramente francés. Hoy nosotros vemos jubilosos que
también Alemania, detrás de las fórmulas hegelianas, se
alimenta clandestinamente de esta fuente; vemos que esta
dieta –otros dirían: este veneno- es la que este sistema
produzca inclusive tal atracción para muchos espíritus
nobles. Nos alegra ver que la doctrina de la perfectibilidad
es un bien común de Alemania y Francia, y por ello damos
gracias a Dios.
Se acerca el tiempo en que ya no se conocerá más una o
varias filosofías, sea francesa sea alemana, sino una sola, y
ésta llegará a ser a la vez una religión.
Hace algunos años, nosotros escribíamos:
“La filosofía tiene desde ahora verdadera
correspondencia con los tres conceptos basales de los
esquemas psicológicos del hombre. A partir de la Trinidad
de las determinaciones del espíritu humano en la forma de
sensación- sentimiento-conocimiento, síguese que la
filosofía o religión consta indivisiblemente de manera
precisa de política-moral-metafísica. Pues la filosofía
moderna, en cuanto política, es la doctrina de la igualdad;
en cuanto moral, ella es la doctrina de la humanidad, de la
solidaridad de todos los hombres dentro de aquel ser
colectivo, que nos exhorta a vivir dentro de Dios; en calidad
de ciencia o metafísica, ella es por último la doctrina de la
Trinidad, pues desde hace dos siglos es éste el esquema
psicológico que ha estado actuando sobre todo esfuerzo
filosófico. Si fuera menester de un nombre diferente de la
religión o filosofía para expresar esta unidad, entonces
nosotros llegaríamos de buen grado a lo común de ambas
con aquello que nosotros hemos llamado arriba la doctrina
de la perfectibilidad.”49
Y en orden a explicar esta caracterización que nos
permitimos dar de la filosofía o de la nueva religión,
nosotros añadimos:
“Nos parece que la escuela francesa, que dentro de esta
fórmula ha concebido en conjunto el gran movimiento de
destrucción de la Edad Media religiosa y política, ha ganado
a partir de dos razones aquel árbol del futuro, que ella
misma en cierto modo ha plantado con sus propias manos;
que la escuela francesa ha de llegar a ser contada como
tronco, si bien ella tuvo la ventaja principal en esta
destrucción del pasado y la grandiosa renovación del
espíritu humano que está resultando de ahí, y que ella ha
conocido y captado con el sentimiento correcto el punto
decisivo del problema planteado dentro de todos sus
aspectos, es decir, la perspectiva futura de cada cosa; que
49
Refutación del eclecticismo.
ella, en lugar de quedar atada al pasado, dio impulso
progresivo. Por tanto, corresponde a ella que nosotros
conservemos llenos de respeto su esquema y mantengamos
su bandera cada vez más alto: In hoc signo vinces. Pero
cualquiera que sea siempre el nombre que el futuro diere a
esta unidad de ciencia, sentimiento y actividad humana,
esteramos seguros de una cosa: Estos tres conceptos –
Trinidad, Humanidad e Igualdad - constituyen esta unidad”.
En efecto, parece ser que Hegel, después de su lectura
del Fausto de Goethe, se representara a Fausto, el doctor,
el Fausto filósofo que en vano anda a la busca de la verdad,
como si éste pudiere transformarse en Mefistófeles, su
contrincante, para decir luego de la culminación de esta
operación digna de observar: “Mira ahí, Fausto logro por
fin la solución de su problema”.
Schelling destruyó de un manotazo esta concepción que
(como sabemos) ha repugnado a tantos discípulos de la
filosofía en Francia y Alemania. Por lo cual corresponde a
Schelling todo el honor; nosotros podríamos decidirnos a
caracterizar como paso atrás una obra tan necesaria. Pero
Schelling no se da por satisfecho con esto.
Schelling subrayaba el lado metafísico de la filosofía y
vindica de nuevo el pensamiento de Dios y de la divina
Trinidad ante el espíritu de la filosofía alemana extraviado
por la absurda Trinidad hegeliana. El informe del
Ausburger Allgemeinen Zeitung es muy poco detallado como
para poder suministrar un juicio sobre el sistema
metafísico expuesto por Schelling. Nosotros resaltamos
solo las siguientes afirmaciones: “Por medio de Schelling,
nosotros estamos dentro de una verdadera posesión de un
monoteísmo, que permite concebir la distinción de las
personas dentro de la unidad de Dios. Aquellos mismos de
nuestros lectores que pudieron llegar a leer nuestro ensayo
sobre Dios en nuestro último número, entenderán que el
problema principal de la filosofía reside aquí”.
Nosotros confesamos nuestra confusión: supuesto que
coincidiéramos con todas las proposiciones de Schelling
citadas por la fuente alemana, se las interpreta en nuestro
sentido. Decimos incluso: Nosotros hemos expuesto,
ampliado y verificado dichas afirmaciones; nuestros
trabajos pueden dar fe de esto.
Sí, el cristianismo es un hecho divino, como dice
Schelling. Nosotros solo añadimos: Es un hecho que llegaría
a seguir a otro no menos divino. La revelación existe, pero
ella es eterna y, sin embargo, se da a la vez
progresivamente. La revelación mosaica contiene la
simiente del cristianismo. El cristianismo, por su parte,
contendría la simiente de la nueva religión de la
humanidad; la filosofía de la revelación de Schelling es su
aporte para suministrarla.
El gran reproche dirigido contra Schelling es haber
reconocido la revelación como esencial; mientras tanto se
nos echa en cara que nos declaremos discípulos renegados
de Schelling. Nosotros estamos profundamente
convencidos de una revelación progresiva dentro de la
Humanidad, que no se realiza solamente, como creen los
racionalistas, mediante la razón humana.
Por tanto, concedemos a la revelación un carácter divino,
pero en su ejecución nosotros conocemos la obra de la
humanidad. Concedemos a la revelación un carácter divino
y, no obstante, no somos cristianos en modo alguno y
condenamos todo culto idolátrico. Cuando nosotros en
nuestras consideraciones sobre cómo el venerado padre de
la filosofía alemana determina su creencia en la revelación,
hemos evocado otra vez esta proposición de su primera
lección: “En aquel entonces, cuando el pueblo alemán
realizó el gran acto de liberación con la Reforma, él se
honró a sí mismo al no descansar hasta que todos los
supremos objetos, que hasta el momento fueron conocidos
ciegamente, hubieren tomado su posición dentro de un
conocimiento totalmente libre allanado mediante la razón;
dentro de uno tal habría encontrado su posición”50.
Si nosotros, digo, recordamos estas frases dignas de
subrayar, entonces nos parece que Schelling está en un
error si él cree entender la revelación de manera distinta a
la nuestra. Pues si él cree desvelarlo todo, nosotros
podemos replicar que esto evidentemente se da también
por inspiración de Dios; de tal modo que Schelling en este
momento aclara más diáfanamente que los otros hombres
la frase evangélica: La Palabra... ilumina a cada hombre que
llega al mundo.
Si nosotros creemos además que la convicción de una
necesaria irrupción de un nuevo cristianismo ha arraigado
en lo profundo del alma de Schelling después de treinta
años de reflexión, tanto más nos parece que Schelling yerra
pensando haber entendido la revelación de otra manera que
nosotros.
Schelling no sería capaz de lograr una clara separación
entre la revelación esencialmente divina y los sujetos de
esta revelación, a quienes la Palabra ha sido encomendada:
Esto es todo. Schelling dice revelación y se entiende
50
F.W.J. Schelling: Primera lección en Berlín (15 de noviembre de
1841), en: WW. XIV, 366.
iluminados; y los unos proclaman: “Mirad ahí su retorno al
protestantismo o al catolicismo”, mientras los hegelianos
lo tildan de apóstata.
Y nosotros mismos, que expresamos imparcialmente
nuestro juicio, hemos dicho después de la lectura de la
apología protestante de sus lecciones en el semanario
alemán: “El problema planteado por Schelling es explicar
el cristianismo sin aniquilar su contenido divino. Tememos
que no pudiera lograr esto sin caer en la idolatría”.
Pero nosotros esperaremos con respetuosa actitud sus
ulteriores elucidaciones. Si él debiera mantenerse
inconmoviblemente firme en su idea de una tercera fase del
cristianismo, nosotros, sin embargo, no cesaremos de
considerar su obra como la más grande que le fuera dado
culminar a un pensador de este siglo. Y si nuestra creencia
se aparta también de la suya, no obstante llegaremos a
concederle atención en parte por cuanto atañe a este creer.
Pues quién osaría juzgar los caminos y rodeos de su
pensar, que desde hace cincuenta años ganó a Francia y
penetró en nuestras almas, si bien nuestro alimento
espiritual no está preparado inmediatamente por él.
Quiera pues Alemania, cuya vitalidad desde hace medio
siglo se ha alimentado de su vida, le reconozca esto por un
instante: así parece que nosotros nos atreveríamos,
finalmente, a expresar nuestro pensar.
Se debería saber que Schelling no está caminando hacia
el pasado. El se ha alineado en la falange de aquellos
grandes espíritus que anuncian a todos una nueva religión
con formulaciones precisas.
Repito: llegará un tiempo en que no se dará más una o
muchas filosofías alemanas o francesas, sino una filosofía
única, que es a la vez una religión.
EL HOMBRE POSITIVO
DE
AUGUSTE COMTE
Auguste
Comte
inúmeras posibilidades.
El concepto de positivismo
forman un bucle.
Así concebida, esta relación constructivista sobre la
la sociología dinámica.
pag. 183].
12
, puesto que la ignorancia de estas leyes equivale, para
El Positivismo no es un empirismo.
12
El subrayado es de mío.
distingue entre positivismo y empirismo. A diferencia
Revolución de Julio.
humana.
36].
Sin duda, es original introducir la velocidad en la
Flaubert.
El paradigma biológico de la historia
leyes”.
tutelar de la sociología.
La Sociología
desarrollo orgánico.
incoherencia”.
Gracias a esta ley, se puede precisar entonces,
que sin duda alguna, es ante todo mental. Pero, bajo este
avanzados«.
4
LA ESTÉTICA POSITIVISTA
DE
HIPÓLITO TAINE
H. Taine.
51
“Las ideas gobiernan o desarreglan al mundo, o, en otros términos,
el mecanismo social en general reposa en definitiva sobre
opiniones”, se lee en el Curso. Según Comte, la “idea” es el
“enunciado dogmático de un hecho histórico correspondiente”, p. 54
del Apéndice al t. IV del Sistema de Política Positiva: Cf. Arnaud. Op.
Cit. Pág. 142.
elementos vivos, versátiles, «sistemas que están siempre
señalara Comte.
explican.
52
Las frases entrecomilladas, mientras no se haga advertencia,
pertenecen a Filosofía del arte, de Hipólito Taine. Edición de
Biblioteca Nueva, Buenos Aires, 1949. Traducción de G. Castillejo.
su legalidad. El primer conjunto esta, pues, definido por
el concepto de estilo.
artistas.
talento, las razones que les han hecho escoger tal género
vida.
las costumbres. «
su medio«.
mismo progreso«.
La concepción de la literatura
las que han pasado sin hacer presa las revoluciones, las
decadencias y la civilización« y es «el mismo fondo del
superior.
menos hermoso. «
personajes
II].
II].
Las situaciones y los acontecimientos son «el segundo
concentrado«.
ABURRIMIENTO Y TRIVIALIDAD
(Flaubert y la decadencia)
Revolución Francesa.
334].
pág. 210] «.
Derivando el estado de decadencia de premisas
Charles Chaplin:
de antaño.
A través de estas dos almas cándidas, burguesas y
directamente proporcional.
6
LOCURA Y ANARQUISMO
Max Weber
No era sino un hombre, y la imposibilidad de
lograr algo que sea absolutamente bueno o
absolutamente malo es inherente a nuestra
condición terrenal. La mediocridad es nuestra
enseña. Y tal vez sea mejor que mejor, ya que, al
menos la inmensa mayoría de las veces, no
podemos tener la menor certeza del efecto que
haya de desprenderse de nuestros actos.
Joseph Conrad
Kierkegaard y Tolstoi.
inferior!
«bendita rigidez«.
destruirse a sí misma”.
tinieblas.”
terror”.
la identidad frustrada.
y “revolucionario feminista”.
sus labios”.
Historia vs teoría
Patriotismo vs internacionalismo
Evolución vs revolución
Dirección vs destino
Unidad vs desorden
fanatismo.”
conciencia en calma”.
La perspectiva de juicio de Conrad es psicológica y
por otra parte, señaló que tal y como “puede verse sobre
98, 99].
de la convicción”.
Revolución
humano.”
revolucionario…”
La revolución, por tanto, está teñida de rojo
Violencia
valores por los que vale la pena luchar, no cree que morir
detener.”
15
También Benedetto Croce surte el mismo punto de vista en su
Historia de Europa en el Siglo XIX, siendo también negativo su
veredicto sobre la situación cultural y política de Rusia. “Las
Potencias Occidentales”, anota Conrad, “deben reconocer la
semejanza moral e intelectual de ese vigía lejano que pertenece
a su propio tipo de civilización, base única de la cultura polaca”:
Cf. Conrad, J. “El Crimen de la Partición” [1919] en Notas de vida
y letras, Parsifal Ediciones, 1996, p. 113.
sumisión tan destructiva que termina por socavar en
Decadencia
La edad liberal [1871-1914] es una época de
Genealogía de la Violencia
Pornografía. Chatarra.
hombres breves.
desesperadamente vulgares.”