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La creatividad, como ocurre con otras capacidades del cerebro como son la
inteligencia, y la memoria, engloba varios procesos mentales entrelazados que no
han sido completamente descifrados por la fisiología. Se mencionan en singular,
por dar una mayor sencillez a la explicación. Así, por ejemplo, la memoria es un
proceso complejo que engloba a la memoria a corto plazo, la memoria a largo
plazo y la memoria sensorial.
Los individuos creativos muestran a menudo dificultad para relacionarse con las
demás personas y suelen eludir los contactos sociales. A menudo muestran
inclinación a considerar que la mayoría de la gente normal es corta, así como
tendencias de dominio sobre los demás, lo que los aleja de establecer relaciones
humanas en un grado de igualdad.
Ilusión óptica: el cuadrado (escaque) con la letra A es del mismo color que el de la
letra B.
Las claves para potenciar la creatividad, tanto en los ámbitos personales como
empresariales, se pueden resumir en cuatro aspectos:
Inteligencia Participativa
Es una inteligencia repartida en todas partes, valorizada constantemente,
coordinada en tiempo real, que conduce a una movilización efectiva de las
competencias. (…) El fundamento y el objetivo de la inteligencia colectiva es el
reconocimiento y el enriquecimiento mutuo de las personas, y no el culto de
comunidades fetichizadas o hipostasiadas”.
Cuando Lévy dice que la inteligencia colectiva está “repartida en todas partes”
aclara que “nadie lo sabe todo, todo el mundo sabe algo, todo el conocimiento
está en la humanidad. No existe ningún reservorio de conocimiento trascendente y
el conocimiento no es otro que lo que sabe la gente”.
Para el autor, hay tres condimentos que potencian el desarrollo de colectivos
inteligentes. La velocidad de evolución de los conocimientos, la masa de personas
llamadas a aprender y a producir, y la aparición de nuevos instrumentos
tecnológicos.
Con respeto a la velocidad, dice Lévy que “jamás la evolución de las ciencias y de
las técnicas ha sido tan rápida, con tantas consecuencias directas en la vida
cotidiana”. Volvemos al ejemplo de la imprenta e internet: la primera tardó siglos
en llegar a todos y modificar la cotidianeidad de las personas. La segunda logró lo
mismo en algunas décadas.
Respecto de la masa, señala que “ha sido imposible reservar el conocimiento, ni
aun su movimiento, para castas de especialistas. Es el conjunto del colectivo
humano quien debe en lo sucesivo adaptarse, aprender e inventar para vivir mejor
en el universo complejo y caótico en el cual vivimos”. En cuanto a las
herramientas, refiere a que “la cantidad de mensajes en circulación jamás ha sido
tan grande, pero disponemos de muy pocos instrumentos para filtrar la información
pertinente”.
Pierre Lévy forjó el concepto de Inteligencia Colectiva y aún sigue trabajando
arduamente por mejorarlo.
Pierre Lévy.
Pensamiento algorítmico
Sobre este último punto el teórico tunecino ha concentrado sus estudios en los
últimos años. Señala que las herramientas de comunicación sirven como
“instrumentos” para “unir” inteligencias, “constituir intelectos o imaginantes
colectivos”. Las nuevas tecnologías, y principalmente el ciberespacio, serían en
esta lógica “la infraestructura técnica del cerebro colectivo”.
“El papel de la informática y de las técnicas de comunicación de soporte numérico
no sería el de ‘remplazar a la humanidad’ ni de acercarse a una hipotética
‘inteligencia artificial’, sino de favorecer la construcción de colectivos inteligentes
en los que las potencialidades sociales y cognitivas de cada cual podrán
desarrollarse y ampliarse mutuamente. Según este enfoque, el proyecto
arquitectural mayor del siglo XXI será imaginar, construir y acondicionar el espacio
interactivo y moviente del ciberespacio”.
Pierre Lévy
Para él, el conocimiento algorítmico es la última instancia de la comprensión
humana. Somos capaces de interpretar signos, y eso nos diferencia del resto de
las especies. Hoy por hoy, esos símbolos superan el umbral de la comprensión
humana, y para subsanar eso nos valemos de herramientas tecnológicas.
Pero esta propuesta no alienta el desarrollo de inteligencia artificial: “para él no se
trata de crear máquinas inteligentes o más inteligentes que los humanos, sino de
hacer a los humanos más inteligentes. Cada nivel de complejidad implica un tipo
de conocimiento emergente nuevo y más poderoso, en el que todos los procesos
cognitivos están aumentados. El último paso, es decir, aquel hacia el cual
tendemos, sería el conocimiento algorítmico” (tomado de aquí.
Un nuevo lenguaje
Esto último es central en el trabajo actual de Lévy, preocupado como está por la
creación de un nuevo metalenguaje digital capaz de ser comprendido por todas las
lenguas, y que permita interpretar y “traducir” la gran avalancha de datos que
circula, sin tener que depender en un ciento por cien de las tecnologías.
Ahí está la potencia de la inteligencia colectiva: ninguna persona podría
comprender esa gran masa de datos que circula, pero un colectivo inteligente sí
puede. La técnica será, en el ideal de Lévy, el marco que potencie los
intercambios, las autopistas donde circulará la información. Los servidores se usan
para guardar la información, pero ésta debe ser generada por todos.
Los mejores ejemplos de culturas participativas e inteligencia colectiva son los
hackers y los fandoms.
Las comunidades hackers son un buen ejemplo de las prácticas de colectivización
del saber y el intercambio de experiencias. El imaginario colectivo ve al hacker
como un joven desgarbado, con anteojos, que se la pasa todo el día encerrado en
la pieza, trabajando solo frente a su computadora. Sin contar con que muchos aún
lo relacionan a actividades ilícitas. ¿Pero está realmente solo? Sí y no. Su trabajo
en soledad es una pequeña pieza de una cadena aún mayor: cada uno realiza su
aporte, generalmente encima del aporte que otro hizo antes, y va contribuyendo al
esquema general.
En las comunidades de fans ocurre algo similar: todos aportan al conjunto de una
narrativa que se expande en diferentes direcciones, muchas veces muy diferentes
a las que propone el objeto de su idolatría, el aglutinante de esa comunidad. Los
fandoms se encargan de armar wikis, gigantescas enciclopedias con la historia de
los personajes de una serie o de una película. Pero también producen comics,
desarrollan nuevas historias, finales alternativos, etc.
Si bien en los wikis existen ciertos roles definidos (hay moderadores), existe un
gran marco de libertad para que cada participante escriba lo que quiera. Sin
embargo, esa intervención solo será validada si el resto de la comunidad lo avala:
cualquier persona también podría modificarla si cree que se incurrió en un error. El
sistema de contrapesos que se genera hace que, aunque a veces el proceso de
producción se torne engorroso, sea mucho más confiable y transparente.