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Introducción: (Se oye una voz que dice ¡Guarda! ¿qué hay de la noche? ¿Se vislumbra el
puerto? (Otra voz contesta) Sí, ya se ven las luces)
Directora: ¿Habéis oído a alguien contar incidentes de sus viajes? ¿Sabéis que también
vosotros sois marinos? Sí, lo sois de un gran barco que pertenece a una gran flota. Cada
barco tiene su propio nombre, el nuestro, por ejemplo, se llama Escuela Sabática. Hoy
hablaremos de nuestro barco y de su viaje hacia el puerto eterno.
Bienvenida: En primer lugar diremos que Cristo es nuestro piloto y que nos invita a dar un
hermoso viaje rumbo al puerto eterno, y le extiende a todos los viajeros que se encuentren
aquí en esta mañana una calurosa bienvenida (Alguien canta: Bienvenida da Jesús)
Oración: Cada barco debe llevar una brújula para mantenerse en la ruta. Si la tripulación y
los viajeros confían en ella, tendrán un viaje seguro. Ella los cuidará de que se desvíen
hacia el este o el oeste, y les ayudará a volver al camino si lo han perdido. Esta brújula
representa la oración, y ahora nosotros vamos a hacer uso de ella para pedir la dirección de
Dios en este viaje. Oremos.
Director de Cantos: En el barco no puede faltar la música y la alegría, por eso vamos a
cantar el himno 416: “Cristo mi piloto sé”.
Memorias: En un viaje siempre hay algo que recordar, y en este mundo haremos un
paréntesis para recordar algo de la reunión pasada. (leer el acta).
Promoción: Hace unos 300 años un barco holandés se hallaba cerca del cabo de las
tormentas, a punto de terminar su viaje, y los marineros contemplaban la silueta de la costa
que se dibujaba contra el cielo nocturno. Algunos de los más viejos tripulantes notaron que
de pronto no se podía ver la cruz del sur y que el cielo se nublaba. Repentinamente sopló
un viento muy fuerte. Las nubes eran negras y siniestras. Lo que los marineros habían
tomado por la silueta de la costa eran en realidad las olas embravecidas, que no tardaron en
chocar amenazantes contra el barco. Aquella costa era peligrosa y muchos barcos habían
chocado allí. No podían ver nada, los marineros aterrados tomaron el ancla y la lanzaron en
la oscuridad. ¿Sería capaz de mantener al barco? Este era sacudido de un lado a otro, pero
no se movía hacia la peligrosa costa. El ancla lo sostuvo y la tripulación se salvó.
Debemos agradecer a Dios porque el ancla de la fe ha sostenido la embarcación de nuestras
vidas a pesar de los vientos huracanados que a veces nos azotan. Debemos agradecer por
tantas bendiciones recibidas, y además por haber cumplido un año más Permita el cielo
otorgar las más ricas bendiciones a aquellos que cumplen año. (Pedimos pasen al frente y
depositen sus ofrendas y se les otorgará un recordativo).
Parte Especial: Un grupo canta “Marino” o tocan la pieza al piano. También se puede
cantar el himno: “El piloto de Galilea” (Joyas favoritas, 1, No. 40)
Directora: No tenemos mucho que navegar, pues casi avistamos el puerto de destino.
Podemos comprobarlo al estudiar nuestro mapa marino, en que están indicados los últimos
mares que ya divisamos. Vamos a hacer ahora uso de nuestro mapa, repasando la lección
que hemos estudiado esta semana. Las visitas pasarán a su lugar acostumbrado.
Lección
Conclusiones:
Nuestro barco no está haciendo un viaje largo, pero sí navega sobre aguas peligrosas, no
obstante, si usamos el mapa, la Biblia; y la brújula, la oración; y dejamos el timón en manos
del piloto, Cristo Jesús, llegaremos enteros y salvos al puerto. Nuestra no consiste
solamente en tratar de estar siempre tan seguros y serenos como nos sea posible. Debemos
también ayudar a preparar al mundo para la venida de Cristo, y podemos hacerlo hablando
a otros de nuestro piloto y de la ruta seguro de su barco. Himno 308.