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Albújar)
Es la patria la bandera;
en el campo de batalla
cuando avanza o retrocede,
van tras de ella las miradas
como tras de la columna luminosa del desierto
fuera un día, trashumante, el caudillo de una raza; cuando cae,
presurosas hay mil manos que se bajan para alzarla
y mil pechos que se oponen resistentes, como el bronce,
al acero y a las balas.
Y al mirarla por la sangre enrojecida,
y al mirarla por el plomo desgarrada,
nos parece ver un seno desgarrado y palpitante,
una boca convulsiva que nos reta y que nos llama,
y unos ojos que nos miran
demandándonos venganza;
y esos ojos, y esa boca, y ese seno desgarrado
son el seno, son la boca, son los ojos de la Patria.
Fue bandera
la bandera roja y blanca,
la que altiva allá en el Morro
un adiós de muerte diera a la estrella solitaria,
la que allí fue sacrificio;
la que allí cayó en el ara
bautizada con la sangre del guerrero más heroico
que inmolóse, como un Cristo, por la redención peruana.
Fue bandera la que al tope
de la nave legendaria
por tres veces cayó herida,
como un ave ensangrentada,
y tres veces alzó el vuelo
entre nubes, entre truenos, entre rayos y entre salvas;
y cayó porque no había
ya una mano que la alzara
y cayó porque era justo
que a los cuerpos de sus hijos les sirviera de mortaja.
¡Ah, Jesús también un día siete veces da en el suelo,
y las siete veces, triste, pero heroico, se levanta...
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