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Shólem Aléijem, centenario del risallanto

POR PSIC. MAXIMILIANO DIEL

En el siglo XVIII se produjeron grandes rupturas en el pueblo judío. Fue el comienzo del
jasidismo en Europa oriental, una revolución espiritual cuyo postulado básico consiste en que
Dios se regocija ante cualquiera que lo sirva, siempre que lo hiciese con alegría; en Europa
central se puso en marcha el movimiento de la Ilustración judía conocido como Haskalá, cuyo
principal artífice fue Moses Mendelssohn (1729 - 1786), quien planteaba que la vía regia para
que los judíos alcanzaran la plena igualdad de derechos era aprendiendo la cultura del entorno
social en el que vivían, posición que resumía como “ser un gentil en la calle y un judío en el
hogar”; en Europa occidental, la revolución francesa promovió la emancipación política de las
minorías, lo que implicó reacciones de rechazo tanto externas al pueblo judío (antisemitismo)
como internas (ortodoxia).

A finales de ese siglo, por razones económicas, la emperatriz


Catalina la Grande creó una zona de residencia para los judíos,
única área donde podían vivir y comerciar junto con los otros
súbditos del reino. Esta zona de residencia ocupaba parte de las
actuales Lituania, Polonia, Ucrania y Rusia, y en su apogeo llegó a
albergar más cinco millones de judíos, lo que representaba el 40%
de la población judía mundial. Es en ese contexto que surgieron los
shtetls¸ villorrios judíos, escenarios de muchos de los relatos del
escritor Shólem Aléijem, en especial los de su propia invención:
Kasrílevke y Iehúpetz, “la gran ciudad”.

Estos acontecimientos históricos forman el sustrato del que se


nutre la cohorte de personajes sholemaleijemianos: judíos de
aldea y judíos cosmopolitas; creyentes y escépticos; arraigados y
errantes; laboriosos y luftmenschen, hombres del aire como los
que pintaba Marc Chagall.

Shólem Aléijem, nacido el 2 de marzo de 1859 como Solomon


Naumovich Rabinovich en la ciudad de Pereyaslav, vivió su infancia
en el shtetl de Voronkovo, cerca de Kiev, Ukrania. “Villorrio pequeño, pero bello… usted puede
atravesarlo a lo largo y a lo ancho en media hora…” escribirá hacia el final de su vida en su
autobiografía inconclusa El regreso de la feria.

Aunque su padre, Menajem-Nojem Rabinovich, gozaba de fortuna, por dificultades


económicas tuvo que volver a Pereyaslav cuando Shólem contaba 13 años. Poco después de su
mudanza, falleció su madre por una epidemia de cólera. Él y sus hermanos fueron enviados a
Boslav, a casa de los abuelos maternos. Allí el joven Shólem aprendió lo que es el hambre y la
sensación de sentirse un estorbo.

Mientras tanto en Pereyaslav, Menajem Rabinovich contrajo segundas nupcias, pero con la
picardía de esperar unos meses hasta trasladar todos sus hijos al nuevo hogar. Fue así como la
madrastra de Shólem se enteró que su marido tenía 11 hijos una vez que ya estaba casada.
Ésta, por su parte, ya venía con unos seis hijos, y junto a su nuevo marido engendraría otros
cinco.

El emprendimiento familiar que se esperaba les permitiese recuperar la fortuna era una
hostería. Ésta tenía la particularidad de reunir a ciertos personajes ilustrados de la ciudad,
quienes se prestaban los periódicos y discutían sobre cuestiones políticas y nacionales. Según
Shólem Aléijem, dos de ellos tuvieron una influencia decisiva en el hecho de que su padre lo
hubiese inscripto en un liceo ruso, gracias a lo cual pudo perfeccionar su aprendizaje del
idioma y leer a los clásicos de la literatura rusa e inglesa.

La lengua de los judíos de Europa oriental era el yiddish (del yihd: judío). Desde sus comienzos
en el S. X hasta finales del S. XVIII era el medio de comunicación preferencial de las
comunidades askenazíes; con la ilustración y la emancipación comenzaron fuertes tendencias
al uso de lenguas del entorno no judío, no obstante lo cual se estima que en vísperas de la
Shoá unos once millones de judíos hablaban yiddish. Esta lengua presenta una combinación sui
generis de dialectos medievales y entre sus orígenes se cuentan influencias de alemán,
hebreo-arameo y eslavo. El yiddish era una lengua viva y dinámica que se enriquecía
constantemente con préstamos de las lenguas vernáculas; se lo ha llamado despectivamente
“la jerga de la calle”, y su grafía utiliza caracteres hebreos. En el pasaje de palabras hebreas al
yiddish muchas vocales sufrieron transformaciones fonéticas, es así como la expresión hebrea
de bienvenida shalom aléijem (“la paz sea con vosotros”) se pronuncia shólem aléijem.

Los primeros escritos de Shólem Aléijem (seudónimo que adopta en su adolescencia) fueron
en hebreo. El primero consistió en una lista alfabética de las maldiciones que su madrastra
lanzaba cotidianamente, lo que fue muy festejado en la sala de la hostería. “Comer - que te
coman los gusanos“; “Conducir - ojalá te conduzcan en camilla”; “Escribir - que te escriban
recetas”. Muchos años después el escritor Shólem Aléijem reciclará esta fórmula de
confeccionar listas, por ejemplo en su cuento Los diarios, donde figuran alfabéticamente los
insultos con los que dos periódicos de Kasrílevke -El Sombrero y El Solideo, referencia a la
oposición entre laicos y religiosos- se “criticaban” para comidilla del pueblo.

Otra obra de esa época fue una versión bíblica de Robinson Crusoe. En ese entonces los judíos
ilustrados tendían a escribir en el idioma del país al que pertenecían, o a revivir el hebreo
bíblico, por lo que apenas existía una literatura en yiddish, lengua que era considerada por los
propios judíos como bastarda, de la calle y sin posibilidades literarias.
Méndel Móijer Sfórim (literalmente: Méndel el vendedor ambulante de libros, seudónimo de
Shólem Iákov Abramovich), el “abuelo” de la literatura yiddish (así reconocido por Shólem
Aléijem) fue pionero en el uso de la jerga con fines literarios, postulando personajes corrientes
(“El hombrecillo minúsculo, o el Relato de la Vida de Isaac Abraham Takif” se llamó su primer
relato en yiddish) en la búsqueda de escribir para llegarle a las masas y no a las clases cultas.
Este gesto conmoverá al joven Shólem, quien abandona de inmediato el hebreo en pos del
yiddish; años después escribirá que “…Un escritor nacional, un verdadero escritor y poeta,
representa para su época un espejo en el que los rayos de la vida se reflejan y brillan, al igual
que los rayos del sol luminoso en un límpido arroyuelo… Yo afirmo que todo acontecimiento
de importancia vital, toda alegría y dolor popular deben tocar al escritor, conmoverlo
íntegramente, hasta la médula de los huesos.” 1

Al terminar el liceo, a Shólem Aléijem se le denegó la entrada a la universidad (numerus


clausus para los judíos), por lo que se vio obligado a ganarse el pan con sus estudios liceales.
Así comenzó a trabajar como preceptor de un muchacho rico, tarea que lo aburrió hasta el
hartazgo, pero que formaría la materia prima de uno de sus cuentos, Mi primer idilio2, del que
los primeros párrafos dejan entrever esa conjunción de risallanto que caracteriza su estilo:

“El que alguna vez sintió el sabor de estar de noche, tarde, hambriento, sentado a la luz de una vela, envuelto en un
abrigo astroso, repitiendo las reglas de la gramática y ansiando al propio tiempo aunque más no sea una corteza de
pan negro del día anterior -sin conseguirla-... El que supo alguna vez de dormir sobre un duro banco con el brazo
por almohada, mientras el farol humea, y algún crío llora, y algún anciano rezonga.

...El que supo alguna vez del intento de llevar su reloj al empeñador, y que éste no lo quiera porque las cubiertas no
son de plata legítima y la máquina no vale nada... El que supo alguna vez del gusto de pedirle a un amigo un
pequeño préstamo, y ver cómo el otro no se hacía rogar y sacaba rápidamente la billetera para jurar a renglón
seguido que no llevaba un centavo consigo...

El que supo de todo esto, el que lo vivió en carne propia quizá me comprenda e interprete mi estado de ánimo
cuando hube obtenido un empleo, el primero, de doce rublos al mes, y además, casa y comida.

De cómo conseguí este empleo -no quiero fatigarles con el relato, y me parece que no estoy obligado a hacerles
saber que tengo un tío, que mi tío tiene una tía, y que la tía tiene un conocido, y que el conocido tiene un pariente
cuya tía tiene a su vez un compadre muy rico, pero muy rústico, que vive en una aldea, tiene un hijo único y le busca
un maestro de "yiddish", de ruso, de alemán y de teneduría de libros, y que sea de buena familia, y que no le cobre
caro -¡exactamente a mi medida! [...]

[…] Con la ayuda de Dios, se resolvió a tomar un profesor y que el elegido fuese precisamente yo, ya que los
conocimientos (así decía él) le interesaban poco; la gente instruida, decía, abunda hoy en día tanto, con perdón,
como los perros; lo importante era que el maestro fuera "de buena familia". Y se decidió por mí porque yo era "de
buena familia". Mucho me temo que, con perdón sea dicho, mentía: mis rivales también eran "de buena familia",
tanto como yo.”

En 1876 Shólem Aléijem tuvo la buena fortuna de trabajar tres años como preceptor de Olga
(Hodel) Loev, la hija de un rico arrendatario, quien al enterarse de las pretensiones amorosas
del joven maestro con su primogénita lo despidió en el acto. Pasó entonces a trabajar como
rabino en Lubny, aunque mantuvo una relación epistolar con Olga, con quien se había
comprometido en secreto. En 1883 se casaron en contra de la voluntad del suegro, quien
fallece en 1885 heredándoles una considerable fortuna. Sin embargo, al mejor estilo de su
posterior personaje Menajem-Mendl, Shólem Aléijem se puso a especular en la bolsa sin
muchas nociones del asunto, lo cual los dejó en la ruina para 1890.

Pero antes de perderlo todo, en 1887 el escritor comenzó un proyecto que marcó un quiebre
con su época. Se trató de la Biblioteca Popular Judía, proyecto que menos de un siglo después
tuvo su adaptación en el Río de la Plata. Consistía en contactar a los escritores en yiddish para
alentarlos a publicar prosa y verso, pagándoles una cantidad insólita en la época, para luego
editarlos en un formato económico a fin de llegar a la mayor cantidad de lectores posible. Así,
Shólem Aléijem se puso en contacto con los que advendrían como grandes escritores yiddish
de la época: el “abuelo” Méndele Móijer Sfórim, el fundador del teatro yiddish Abraham
Goldfaden, Isaac Leib Péretz, Hayim Nahman Bialik y otros. A pesar del fracaso económico del
proyecto, Shólem Aléijem ya se había hecho un lugar en el circuito de la incipiente literatura
yiddish, de la cual se le empezó a llamar “el padre” (el lugar del “hijo” lo ocuparía el
mencionado I.L. Péretz, cuya relación no carecerá de controversias).

Al promoverse una prensa y una crítica en yiddish, comenzaron a surgir espacios donde
publicar semanalmente. Los viernes, antes de la cena del shabbat, las familias se reunían a leer
los relatos y reírse de sus propias miserias. Shólem Aléijem se vio obligado a publicar por lo
menos un cuento cada semana para mantener a su familia, y en la década de 1890 le dio forma
a dos de sus más memorables personajes: Tevie el lechero y Menajem-Mendl, luftmensch
paradigmático.

Tevie el lechero seguramente sea su personaje más conocido, debido a la obra de Broadway y
posterior película El violinista en el tejado, ambas adaptaciones estadounidenses de los
cuentos de Tevie. Estas memorias ficticias tienen la particularidad conservar los rasgos de la
oralidad, como si Tevie efectivamente hubiese estado dialogando con Shólem Aléijem, el cual
es un personaje más de los relatos. Así, el capítulo dedicado a su hija Hodel –quien se casa con
un comunista revolucionario- comienza con la pregunta: “¿Le extraña, pañe Shólem Aléijem,
que Tevie no se haya dejado ver en los últimos tiempos?” 3

Tevie es padre de siete hijas (aunque sólo seis tienen su lugar en los relatos), todas
problemáticas. A pesar de tal desgracia, se mantiene optimista e ingenuo, dotado de una
fuerte voluntad y la certeza de que mediante el trabajo duro llegará a tener una vida mejor. Se
halla profundamente ligado a la tierra en la que vive (las inmediaciones del shtetl llamado
Bóiberik en el libro, Anatevka en la película) y a sus vecinos no judíos, al punto de que insiste
en vivir allí a pesar de los pogromos (ataques) hacia la población judía ordenados por la policía.
Es creyente, pero sus discusiones de "hombre a hombre" con "el que está cómodamente
sentado allá arriba mientras nosotros nos hundimos aquí abajo" le habrían valido una
excomunión, ya que no duda en reprocharle tanto sufrimiento y miseria. Las nueve historias de
Tevie transcurren cronológicamente desde 1894 hasta 1914, relatando los acontecimientos
desde su perspectiva de testigo en tiempo real, por ejemplo respecto a distintos pogromos, la
revolución de 1905 o la segunda oleada inmigratoria del sionismo ruso. (Respecto a los
pogromos, cabe señalar que luego de la masacre de Kishinev el 6 de abril de 1903, Shólem
Aléijem comenzó un intercambio epistolar con los mejores escritores rusos de su tiempo para
publicar un anuario a beneficio de las víctimas, titulado Ayuda; Tolstoi, Chéjov, Korolenko y
Gorki respondieron prontamente a su llamado).

Como muchos de los personajes sholemaleijemianos, Tevie es verborrágico y elocuente, un


dicharachero que pifia las citas bíblicas y populares convirtiéndolas en algo de su propia
cosecha, cuya persistente necesidad de narrar sus peripecias, reírse de la propia miseria y
ponerle buena cara al mal tiempo constituye una fuerza vital de la que actualmente cabría
tomar nota.

La contrapartida del laborioso Tevie es el personaje llamado Menajem-Mendl, cuyos seis libros
publicados en paralelo a los de Tevie conforman un diálogo epistolar entre él y su mujer
Sheine-Sheindl, donde relata la vida de los judíos de la gran ciudad y sus vaivenes laborales.
Menajem-Mendl es un judío desclasado y desarraigado cuya ilusión es que en la gran ciudad
podría hacer fortuna de un momento a otro y convertirse en un Rothschild (banquero) o un
Brodsky (magnate azucarero). Esta búsqueda lo lleva a especular en la bolsa, hacerse
comerciante, escritor, comisionista, agente de seguros, incluso llega a trabajar como
casamentero (este relato titulado No marcha fue la primera adaptación al cine de un cuento
shalomaleijemiano, realizada en 1925 en la URSS y producida por el reconocido Eduard Tissé
-camarógrafo en muchas de las películas de Serguéi Eisenstein-, titulada Suerte judía4).

Resulta inconcebible escribir un artículo sobre Shólem Aléijem sin mencionar a su tercer gran
personaje, Motl, el hijo de Peisi el cantor, un niño de seis años que narra la emigración masiva
de judíos rusos hacia Estados Unidos a comienzos del siglo XX. Esta obra inconclusa fue escrita
entre 1907 y 1916, año de la muerte de Shólem Aléijem, quien efectivamente había emigrado
en 1914 junto a cuatro de sus seis hijos a Manhattan. A través de este niño huérfano de mirada
sagaz e inocente, pleno de optimismo ante una nueva vida y de perplejidad ante la nostalgia
de los mayores, se nos cuentan las peripecias típicas de los millones de emigrados que se
fueron a “hacer la América”. El escritor ruso Máximo Gorki, contemporáneo y amigo de
Shólem Aléijem, le escribió que “fluye de él un amor tan perfecto, tan bondadoso y sabio; y
ese sentimiento es tan raro en nuestros días.” 5

Al decir del escritor rumano Norman Manea, quien acuñó la expresión de risallanto para
referirse a su estilo: “Shólem Aléijem, humorista de genio y no precisamente humorista;
observador de mirada despiadada, equilibrada en su reverso de ternura y sabiduría, es un
realista, paradójico: sus cuadros, vigorosos, coloridos y vívidos se funden inesperadamente en
un aura maravillosa de poesía, más de una vez sombría. El creador de la mitología de la aldea
judía, a veces proyecta como Chagall, la realidad de un pasado pintoresco, sentimental,
doliente, en medio de un cielo tormentoso pero transparente al lirismo exaltado, mágico; allí
el sueño revela una advertencia trágica y a veces, el vacío…” 6

Shólem Aléijem, padre de la literatura yiddish, tuvo destacados “discípulos”, entre quienes se
pueden nombrar a Charles Chaplin y Groucho Marx, al único Nobel de literatura yiddish Isaac
Bashevis Singer y al cineasta Woody Allen. Su obra multifacética ha sido leída y celebrada de
maneras muy diversas –por ejemplo se lo ha apodado “el Mark Twain judío” por sus historias
para jóvenes. Estados Unidos es el país en el que más textos suyos se han traducido y
publicado, al punto que es mucho más sencillo encontrar las obras de Shólem Aléijem en inglés
que en español, idioma en el que no se edita desde hace décadas.

Shólem Aléijem murió en Manhattan el 13 de mayo de 1916, enfermo de tuberculosis. Su


funeral fue multitudinario -la cifra de asistentes se estima entre 200 y 400 mil 7-, logrando
cohesionar una comunidad judía dividida por motivos religiosos, económicos y políticos. Antes
de morir escribió un testamente donde especificó que su entierro fuese en el sector “de la
gente de a pie” del cementerio judío, y que en su aniversario luctuoso (iortzait) se juntasen sus
hijos, nietos y amigos para leer algún cuento suyo, alguno de los más felices, en el idioma que
prefiriesen, porque pretendía que su nombre fuese recordado con risa o no ser recordado en
absoluto. Hasta el día de hoy en Nueva York, se realizan celebraciones abiertas a todo público
en su fecha (en hebreo: 10 de Iyar).
Algunas frases célebres:

“La vida es un sueño para el sabio, un juego para el tonto, una comedia para el rico, una
tragedia para el pobre.”

“No importa cuán mal vayan las cosas, tienes que seguir viviendo, aún si eso te mata.”

“El rico se infla de orgullo, el pobre de hambre.”

Notas

1
Aleijem, Shólem (1960) tomo III página 11.

2
Aleijem, Shólem (1960) tomo III página 253.

3
Aleijem, Shólem (1960) tomo I página 110.

4
Sitio del autor (en inglés): http://sholemaleichem.org/adaptations Consultado el 10/12/16.

5
Aleijem, Shólem (1960) tomo IV página 241.

6
Manea, Norman (2015), página 25.

7
Sholem Aleichem: Laughing in the Darkness (2011), dirigida por Joseph Dorman, EEUU.

Bibliografía

Aleijem, Shólem (1960) Obras. 4 tomos. Editorial ICUF, Bs. As.

Finkel, Uri (1960) Shólem Aleijem, su vida y obra. Editorial ICUF, Bs. As.

Gilbert, Martin (1978) Atlas de la historia judía. La semana publicaciones, Jerusalén.

Keter Jewish Encyclopedia (1971, 1972), Keter Publishing House, Jerusalem.

Manea, Norman (2015), La quinta imposibilidad. Judaísmo y escritura. Galaxia Gutenberg, Barcelona.

Patai, Raphael (1979) La mentalidad judía. Acervo Cultural, Bs. As.

Sitio del autor (en inglés): http://sholemaleichem.org Consultado el 10/12/16.

Toker, Eliahu; Rudy (2001) La felicidad no es todo y otros chistes judíos. Grijalbo, Bs. As.

Filmografía
Fiddler on the Roof (1971), dirigida por Norman Jewison, EEUU.

Sholem Aleichem: Laughing in the Darkness (2011), dirigida por Joseph Dorman, EEUU.

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